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miércoles, 11 de junio de 2025

Entrevistas a Joseph Stiglitz, que está en Madrid

 I

Joseph Stiglitz, sobre la amenaza de la desinformación para las democracias: “No puede haber una economía sana sin certezas”, en El País, por Quino Petit, Madrid -10 de junio de 2025:

El Nobel de Economía analiza durante una jornada sobre la gobernanza en los medios cómo sufre la sociedad cuando no cuenta con “un buen ecosistema informativo”

El estadounidense Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía por su análisis en torno a la desigualdad que provoca la información asimétrica en los mercados, alberga una grave preocupación por la amenaza que supone la desinformación para las democracias occidentales. Y no solo en términos políticos y sociales, sino también económicos. Así lo ha puesto de manifiesto este martes durante una jornada sobre la gobernanza en los medios de comunicación celebrada en el Caixaforum de Madrid. Con relativa agilidad a sus 82 años, el profesor Stiglitz ha subido al estrado y ha afirmado ante los asistentes al acto organizado por el Observatorio de Medios que “no puede haber una economía sana sin certezas”.

El profesor sabe de lo que habla y sin duda en señalar al presidente de su país, Donald Trump, como un formidable creador de incertidumbre en la economía global. Stiglitz ha recordado el apodo presidencial basado en el acrónimo TACO (Trump Always Chickens Out), con el que se acusa la tendencia de Trump a retirar aranceles a los pocos días de anunciarlos. Y también ha citado la inestimable ayuda de medios como la Fox para amplificar la crispación y un estado de ánimo que no necesariamente se ajusta a los consensos en torno a la verdad de los hechos. El Nobel de Economía defiende al respecto el legado de la Ilustración, “que dotó a los humanos de herramientas para buscar la verdad a la hora de intentar entender lo que es cierto y proveer a la sociedad de certezas”. Y ha añadido sobre Estados Unidos: “Esos principios en torno a las nociones sobre la verdad han sido puestos en cuestión en mi país”.

Las democracias, sostiene Stiglitz, “sufren cuando no cuentan con un buen ecosistema informativo”. Y no duda en defender la necesidad de apoyos públicos cuando la base del negocio ha experimentado un declive crítico durante el último cuarto de siglo en los ingresos publicitarios que ayudaban a sostener las organizaciones dedicadas a la producción de contenidos informativos. "La información es un bien público a defensor. La sociedad entera se beneficia de ella y, por tanto, el soporte financiero público es legítimo". Trump ya ha dictado recortes de fondos federales para la radio y la televisión públicas de Estados Unidos, mientras que nunca ha dudado en afirmar sobre todo el ecosistema informativo de su país —tanto público como privado— que “los medios son el enemigo del pueblo”.

En la ordenación de ese ecosistema informativo en los países de la UE va a cumplir un papel esencial el Reglamento Europeo de la Libertad de Medios (EMFA, en sus siglas en inglés). Y el profesor Stiglitz ve con buenos ojos y cierta envidia contar con legislaciones de este tipo frente al énfasis desregulatorio de su país. Una desregulación que fomenta la competencia entre las plataformas y redes sociales contra los medios por los ingresos publicitarios del mismo entorno digital. "Este negocio siempre ha funcionado con fundamento en que la buena información atrae ojos, y esos ojos atraen publicidad. Pero la gente ha descubierto que puedes contar con más ojos mediante el entretenimiento y no con las noticias propiamente dichas. Y las redes sociales se han dado cuenta de que puedes obtener más beneficios alimentando la rabia de la gente".

El Nobel advierte asimismo sobre otro añadido a la competencia de los medios dedicados a la producción de información a base de unos estándares deontológicos frente a los buscadores y plataformas: “Robar noticias se ha convertido en un negocio”. Por eso, concluye que mientras existe una “libertad de contaminar el ecosistema informativo las democracias tendrán que gastar más dinero y destinar más recursos a limpiar esa polución”.

II

 Entrevista a Joseph Stiglitz: “Con Trump es posible que la democracia desaparezca en Estados Unidos”, en El País, por Quino Petit, Madrid -11 de junio de 2025

Ante la movilización 'neorreaccionaria' contra leyes que promovieron avances sociales, el Premio Nobel de Economía afirma que “quizá el 'wokismo' estaba demasiado lejos, pero la respuesta política ha sido extrema”

Estadounidense nacido en Gary, Indiana, hace 82 años, Joseph Stiglitz avanza a paso ligero ayudado de un bastón por el vestíbulo de un hotel cercano al Caixaforum de Madrid, donde horas antes ha pronunciado una conferencia magistral sobre los peligros de la desinformación durante una jornada organizada por el Observatorio de Medios. El libro más reciente de este Premio Nobel de Economía estudioso de la desigualdad es Camino de Libertad: La economía y la buena sociedad, editado en España por Taurus. Una obra donde reflexiona sobre cómo “el conjunto de oportunidades determina, e incluso define, la libertad de acción de la persona”. Durante su conferencia de este martes, ha defendido el legado de la Ilustración, “que dotó a los humanos de herramientas para buscar la verdad y proveer a la sociedad de certezas”.

PREGUNTA. Pues en su país de momento parecen estar ganando la batalla los neorreaccionarios que defienden justo lo contrario: La Ilustración Oscura.

RESPUESTA. Es una batalla. Pero no están ganando en todas partes, ni siquiera del todo en Europa. Y respecto a Estados Unidos, estamos viendo protestas contra las políticas de Trump en Los Ángeles, Nueva York, California…

P. A la vista de la respuesta ordenada por Trump para sofocar los disturbios en Los Ángeles, ¿cree que Estados Unidos corre peligro de vivir una guerra civil?

R. No, pero es verdad que con Trump hemos visto cosas que no creeríamos hace meses. Lo que sí veo posible con él es que la democracia desaparezca de Estados Unidos. Silenciar a las universidades, a la prensa… Ya vemos acciones que van en ese sentido y solo estamos al principio de su mandato.

P. ¿Cómo puede el sistema parar ese avance?

R. No lo sabemos. Cuando un presidente desobedece las decisiones judiciales entramos en territorio desconocido. El sistema no ha sido capaz de parar a Trump.

P. ¿Cree que la desinformación es la mayor amenaza contemporánea contra la democracia?

R. El problema está en su capacidad de penetración social por razones añadidas en las últimas décadas como la desigualdad, que provoca desilusión, o la desindustrialización y el olvido e ignorancia hacia muchas personas afectadas por problemas como estos.

P. Ante muchas de esas personas tienen gran capacidad de penetración una constelación de influencers que publican contenidos relacionados con la actualidad, y que según la UNESCO en más de un 60% de casos no verifican la información que transmiten.

R. Vivimos en una distopía donde una gran cantidad de canales están dispuestos a entretenerte con una información que no es confiable y apela a las emociones. Trump ilustra este modelo a la perfección. Miente cada día y nada puede parar su avance.

P. Joe Rogan, el podcáster más influyente del mundo, le dio un empujón a su segunda llegada hasta la Casa Blanca tras mantener una larga conversación con él en su programa. ¿Cree que Kamala Harris debería haber ido a ese espacio durante la campaña?

R. Se trata de un juicio complejo, porque no es fácil saber cómo habría manejado esa situación. Lo que sí creo es que debería haber más exponentes como Joe Rogan en el lado progresista.

P. ¿Por qué cree que no tienen el mismo impacto las alternativas progresistas a Joe Rogan?

R. No hace tanto hubo y sigue habiendo ese tipo de figuras en la televisión, así como comediantes. Pero hoy logran más impacto otros mensajes polarizados que apelan a las emociones de personas que arrastran muchos problemas relacionados con la desigualdad.

P. Esos mensajes ponen al wokismo en la diana. ¿Cree que ese movimiento fue demasiado lejos como para haber provocado tanta ira en contra?

R. probablemente estaba demasiado lejos, pero no consistió en una decisión individual, sino en la suma de distintas fuerzas sociales. Por otra parte, contra lo que ha ido Trump es una serie de leyes que promueven avances sociales, diversidad e inclusión, y que no necesariamente eran excluyentes. En cualquier caso, la respuesta política al wokismo ha sido extrema.

lunes, 7 de abril de 2025

Kant

 ¿Cuál es la filosofía de Immanuel Kant? ¿Qué hace que Kant sea importante? Según Frederick M. Dolan, de la Univ. de Berkeley, en Quora:

Hay muchas maneras de responder a esta pregunta. Una razón es que parte de lo que hace grandes a los grandes filósofos después de Kant son las diferentes percepciones y problemas que encontraron en Kant, y lo que hicieron al respecto. "¿Qué hace a Kant importante?" es una pregunta filosófica, no solo una pregunta factual e histórica.

Pero me arriesgaré a hacer un comentario general de todos modos.

La importancia de Kant es haber transformado la empresa de la filosofía en sí misma, convirtiendo lo que habían sido cuestiones ontológicas en epistemológicas. Lo que habían sido preguntas sobre el mundo se convirtieron en preguntas sobre la mente. Lo que se había visto como rasgos de la realidad objetiva - espacio, tiempo y causalidad, por ejemplo - se veían ahora como elementos mentales que estructuraban toda la experiencia posible. La metafísica - el intento de dar cuenta de la naturaleza última de la realidad tal y como es en sí misma, independientemente de cómo nos parezca - se convirtió en el análisis de las condiciones necesarias de inteligibilidad.

Kant comparó su logro con la revolución copernicana. Copérnico fue capaz de explicar los movimientos de los cuerpos celestes reemplazando la suposición de que la Tierra estaba en reposo por la suposición de que se movía alrededor del Sol. Análogamente, Kant fue capaz de explicar nuestro conocimiento del mundo objetivo reemplazando la suposición de que la experiencia está moldeada por la realidad con la suposición de que la realidad está moldeada por la experiencia. En ambos casos hubo una revolución en el punto de vista.

Kant agudizó y profundizó un conjunto de preguntas que tienen que ver con lo que es posible saber, cómo podemos saber que sabemos algo, y qué es lo que sabemos cuando sabemos algo. Al hacerlo, descartó la posibilidad de adquirir conocimiento de algunas cosas que a los seres humanos les preocupan mucho, como la existencia y la naturaleza de Dios y el alma. Sugirió que el alcance de nuestro conocimiento está íntimamente relacionado con sus límites, y que sin estos límites no podría haber ningún conocimiento en absoluto.

El conocimiento, dijo Kant, está limitado a los posibles objetos de la experiencia, y la experiencia a su vez está moldeada por nuestras facultades y habilidades cognitivas. Si pensamos en lo que implican estas observaciones, resulta que no tiene sentido decir que podemos tener conocimiento de la realidad tal como es, independientemente de nuestras mentes.

El mundo consiste en cosas en el espacio y el tiempo que cambian de manera ordenada y determinada causalmente. Estas cosas están inmediata e innegablemente presentes, y características como su volumen y peso y la capacidad de afectarse y ser afectados por otros claramente les pertenecen. Pero ocupar el espacio y cambiar mientras persiste en el tiempo son también condiciones de la inteligibilidad de la experiencia, y nos pertenecen. Las cosas y eventos que encontramos están "ahí fuera" haciendo lo que hacen; pero al mismo tiempo es imposible entenderlos excepto como objetos de experiencia dependientes de la mente.

Kant razonó que para tener una experiencia inteligible hay ciertos conceptos, como el mencionado espacio, tiempo y causalidad, de los que no podemos prescindir. Sin ellos, nos sería imposible aprehender los objetos. ¿Pero de dónde vienen estos conceptos y formas? No de observar las cosas en el mundo e inferir o generalizar sobre ellas, ya que para poder observar las cosas en absoluto es necesario que ya tengamos los conceptos y formas en nuestro poder.

Por ejemplo, el concepto de causalidad indica que dos eventos están necesariamente conectados. Pero como señaló David Hume, no observamos nada parecido a la "necesidad" en el mundo; lo que vemos es que un tipo de evento está regularmente correlacionado con otro tipo de evento. Los eventos pueden estar correlacionados, sin embargo, sin que exista una relación causal entre ellos: el día es invariablemente seguido por la noche, pero la noche no es causada por el día. Para que podamos percibir que un evento es causado por otro - que una bola de billar en reposo se mueve cuando es golpeada por la bola blanca, por ejemplo - debemos poseer el concepto de una conexión necesaria. Y como no podríamos haber adquirido este concepto por medio de la experiencia - siendo una condición de la experiencia - su fuente debe estar en nosotros.

Esto se aplica a cada característica de la realidad objetiva que podemos conocer. Consideremos lo que implica percibir una rosa, quizás en un jarrón sobre una mesa en la sala de estar. La vemos a una cierta distancia de nosotros y de otros objetos en la mesa y en la habitación. Percibimos su forma, color, olor y, si la cogemos, su textura y peso. Podemos observarlo sistemáticamente e identificar sus partes y sus funciones, aprehendiendo así que es el órgano reproductor de una planta. Con un estudio más profundo podemos entender sus componentes químicos y atómicos.

Parte de lo que implica la percepción de los rasgos que he enumerado depende de los sentidos y parte de ello depende de la mente. Si preguntamos qué idea podemos formar de una rosa que no hace referencia a ninguna de las dos, la rosa tal como es, independientemente de cómo nos parezca, la respuesta es que no podemos hacerlo. Puede ser irresistible asumir que existe algún tipo de objeto independiente que nos hace percibir la rosa tal como la percibimos, pero afirmar cómo sería tal entidad sin apelar a algún tipo de experiencia que pudiéramos tener es simplemente imposible. Los rasgos que definen una rosa, en lo que a nosotros respecta, dependen de la mente, como todo lo demás que podemos conocer.

Kant también aclaró lo que significa y lo que no significa decir que los objetos de conocimiento son dependientes de la mente - que solo podemos adquirir el conocimiento de las cosas tal como se nos presentan. Decir que algo es una "apariencia", para Kant, no significa que sea irreal. Kant no es un idealista en el sentido de que sostiene que lo que tomamos como objetos físicos son en realidad ideas no físicas. Las apariencias son tan reales como las experimentamos.

Esta observación sugiere otra forma de poner el logro de Kant. Tradicionalmente, los metafísicos habían debatido si la naturaleza última de la realidad era física o mental. Los esfuerzos por reducir una a la otra eran notoriamente infructuosos, y el debate parecía irresoluble. Kant resolvió el problema localizando tanto lo físico como lo mental en la experiencia. En lugar de determinar la naturaleza última de la realidad, la tarea de la filosofía es analizar, comprender y determinar los límites de las capacidades perceptivas y cognitivas que estructuran la experiencia de los objetos, ya sea física o mental.

La revolución copernicana de Kant en la filosofía tuvo un impacto en virtualmente todos los grandes filósofos hasta el día de hoy. Gracias a Kant, la inteligibilidad se convirtió en el tema y problema central de la filosofía. Pensadores tan diferentes entre sí como Hegel, Wittgenstein y Davidson, e incluso críticos de la tradición filosófica como Nietzsche y Heidegger, son inconcebibles sin Kant en la medida en que creen que entender cómo damos sentido al mundo es la clave para entender el mundo y nuestro lugar en él.

sábado, 15 de febrero de 2025

Crítica de las críticas a la Ilustración

 "Criticar no es destruir: en favor de la Ilustración", en El País, por Miguel Seguró, 14 de febrero de 2025:

El Siglo de las Luces pasa por horas bajas y ha recibido críticas en las últimas décadas, pero estos ataques olvidan la influencia liberadora y revolucionaria de sus ideas.

El café Le Procope es uno de los lugares más visitados del centro de París. Situado en las inmediaciones de la antigua Comédie-Française y de Saint-Germain-des-Prés, el establecimiento abrió en 1686 por iniciativa del siciliano Francesco Procopio dei Coltelli y es, además de una concurrida atracción turística, un lugar de obligada visita para quienes se interesan por la filosofía. No en vano, Voltaire, Montesquieu o Rousseau fueron habituales cafeteros de Le Procope, y cuenta la leyenda que la Encyclopédie nació tras un encuentro entre D’Alembert y Diderot en alguno de sus pomposos salones, e incluso que Benjamin Franklin concibió ahí pasajes de la futura Constitución estadounidense.

Adentrarse en el café Le Procope es en cierto modo regresar al cénit de la Ilustración (siglo XVIII), un periodo llamado de las luces por su gran confianza en la razón, en el conocimiento científico, en el progreso y en la promoción de las libertades políticas. Un periodo que se vio a sí mismo como un tiempo deslumbrante, pero que, sin embargo, tampoco estuvo exento de densas brumas. La Ilustración fue un fenómeno cultural fundamentalmente pensado y procesado por y para hombres en el cual no se contaba con las mujeres en el grado que sería de esperar en un movimiento reformista. En un entorno marcadamente machista, disponer de un salón literario era una de las vías que tenía una mujer para formar parte de ese mundo tan profundamente desigual. Los salones, además, estaban anegados de soberbia, y aunque uno tiende a imaginarse a todas aquellas mentes ilustres tratando del destino del ser humano con la humildad por bandera, la realidad era menos ejemplar de lo figurado.

Robert Peckham, historiador: “La libertad da miedo”

Quien nunca pisó Le Procope fue Immanuel Kant. El autor de las tres Críticas no salió de su ciudad natal, Königsberg, en la cual permaneció toda su vida. Esta pecu­liar característica convertiría hoy a Kant en casi un antisistema: en primer lugar por no caer en la movilidad permanente en la que estamos atrapados, y después porque su sedentarismo militante contradice la creencia de que para ser un cosmopolita y decir cosas relevantes sobre el mundo antes hay que haberlo recorrido. Kant pensó y transformó el mundo sin moverse de su casa. De hecho, Kant es conocido por popularizar uno de los lemas más ambiciosos que todavía existen para moverse por los caminos de la vida: sapere aude, que habitualmente se traduce como “atrévete a saber”. La expresión, formulada por Horacio siglos antes, es la protagonista del escrito kantiano de 1784 Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Ilustración? Kant equipara la decisión de delegar la propia capacidad de pensar con la minoría de edad. ¡Es tan cómodo ser menor de edad!, dice el texto al poco de comenzar. Así que ya pueden triunfar todas las revoluciones posibles, que hasta que uno no se atreva a pensar por sí mismo no se producirá ninguna emancipación real.

Actualmente, las cosas se ven de otro modo, y la posibilidad de llegar a pensar por sí mismo (que no significa opinar lo que a uno le dé la gana) parece una fake news. Es más, es el propio ideal de la Ilustración el que pasa hoy por horas bajas. Las razones de esta crisis son diversas, pero la clave de cualquier proceso de ajuste de cuentas con un ideal personal o social se encuentra en la finalidad con el que se hace. Si el ajuste de cuentas se lleva a cabo desde dentro, como cuando nos estiramos en un diván para hablar en canal abierto de lo que nos hace sufrir y queremos transformar, la crítica se convierte en potencialmente renovadora. En cambio, si el ejercicio de revisión se realiza con el fin de hurgar morbosamente en la herida, la crítica toma un carácter más destructivo.

Una de las razones del actual eclipse de la Ilustración se encuentra en las revisiones críticas realizadas por Theodor Adorno, Max Horkheimer, Michel Foucault o Ágnes Heller, que más recientemente ha recogido y ampliado Antoine Lilti en su libro La herencia de la Ilustración. Ambivalencias de la modernidad. Se trata de relecturas que ponen de relieve algunas sombrías contradicciones presentes en el corazón de la Ilustración, y que por eso hay que atender y afrontar. Sin embargo, puede que además de este tipo de motivos más analíticos haya otros que también pesen en el desprestigio actual de la razón ilustrada.

Tras leer ¿La izquierda contra la Ilustración?, de Stéphanie Roza, a uno le queda el runrún de querer saber con qué intenciones se han esgrimido algunas críticas, atendiendo sobre todo a las consecuencias que han comportado algunas de estas, aunque no fueran buscadas. Uno piensa, por ejemplo, en asuntos tan presentes en nuestra cotidianidad política como la tan manida posverdad. ¿Hasta qué punto la proliferación de las posverdades (o también de la hiperemotividad política, la falta de conciencia comunitaria o el menguante respeto institucional) son en parte consecuencia de un exceso de pulsión antiilustrada?

La intuición que recorre el libro de Stéphanie Roza da que pensar: incriminar impulsivamente la Ilustración no tiene nada de emancipador y sí de potencialmente reaccionario, en el sentido de que se alinea, aun sin quererlo, con las tesis y corrientes típicamente antiilustradas. Algunas enmiendas a la totalidad del proyecto ilustrado son tan “totales” que no dejan resquicio para salvar algo de la Ilustración, cuando resulta que es del legado de la Ilustración del que se nutren muchos de los discursos emancipatorios que ponen en duda, precisamente, a la Ilustración. Cuando la crítica se convierte en un fin en sí mismo fácilmente se convierte en una rueda de molino que deja tras de sí un mundo embarrado en su bucle. En ocasiones parece que de tanto postureo posmoderno hemos acabado por contracturar el pensamiento audaz, haciendo de cualquier discurso racional algo sospechosamente anquilosado. Y en estas circunstancias es bastante difícil que el pensamiento no languidezca en sus propias sombras, sin grandes esperanzas de vislumbrar el mundo de otra forma.

Ni tanto ni tan poco: la razón ilustrada tiene indudablemente sus miserias (como cualquier modelo de racionalidad, huelga decir), pero más que un análisis de trazo fino lo que a veces parece que se ha llevado a cabo es una desfiguración integral de la cual acabamos siendo rehenes nosotros mismos, y de la cual quienes más tajada sacan son aquellos que nunca han creído demasiado en las ideas ilustradas. Seamos críticos con la Ilustración, sí, pero seamos también críticos con la crítica de la Ilustración. No vaya a ser que de tanto echarle agua al café se diluya definitivamente la posibilidad de encontrarle el gusto a la Ilustración.

Miquel Seguró Mendlewicz es doctor en Filosofía y licenciado en Humanidades. Su último libro es Vulnerabilidad ( Herder, 2021).

miércoles, 17 de abril de 2024

La herencia de la Ilustración, de Antoine Litti

Lola Galán, "Los claroscuros del Siglo de las Luces: la Ilustración no solo fue razón y modernidad", reseña en Babelia, 1-XII-2023:

‘La herencia de la Ilustración. Ambivalencias de la modernidad’, de Antoine Lilti, recoge las principales teorías críticas que se plantean sobre esta etapa, reconociendo que constituye “una tradición de la que no escapamos”

La Ilustración tiene excelente prensa. El siglo XVIII ha pasado a la historia como una etapa luminosa en la que la superstición religiosa y el absolutismo político empezaron a ser barridos por la fuerza de la razón. En ese Siglo de las Luces se pondrían las bases de las democracias modernas, y se comenzaría a construir lo que entendemos por modernidad. Y, sin embargo, esta buena imagen se ha ido agrietando en los últimos tiempos. En su libro La herencia de la Ilustración, el profesor Antoine Lilti, gran experto de ese periodo en Francia, recoge las principales teorías críticas que se plantean sobre esta etapa, reconociendo que constituye “una tradición de la que no escapamos, ya sea para reivindicarla o para oponernos a ella”.

Lilti, que empieza por subrayar hasta qué punto la crisis ecológica pone en tela de juicio la idea misma de progreso, analiza a fondo los estudios poscoloniales que ven en la Ilustración una justificación ideológica del colonialismo europeo. Para autores como Dipesh Chakrabarty, se trata del relato fundador de una modernidad europea que debería “bajar de su pedestal y asumir su carácter local”, por eso propone “provincializar” Europa. Sin negar la validez de esas posiciones, Lilti considera que no tenemos por qué renunciar “al legado” de esa etapa crucial, sino “asumirlo como una herencia local y plural. No un credo racionalista universal que debamos defender contra sus enemigos, sino la intuición inaugural de la relación crítica de una sociedad consigo misma”.

En su libro, Lilti pasa también revista a la vida de los más famosos forjadores del Siglo de las Luces para dejar claro que rara vez estuvieron a la altura de su osadía ideológica. Optaron en muchos casos por publicar sus obras con seudónimo (Voltaire utilizó decenas de ellos) para eludir la censura y las responsabilidades derivadas de esa exposición pública, y pese a los ideales expresados en sus escritos —que desembocarían en la Revolución Francesa— vivieron en la más absoluta comodidad burguesa, perfectamente integrados en las sociedades del Antiguo Régimen. Voltaire, por ejemplo, “encarna los límites de la Ilustración, que se han denunciado a menudo: un innegable conservadurismo social y político, un marcado gusto por los déspotas ilustrados, posiciones dudosas sobre la jerarquía de las razas y cierta superficialidad”. De Diderot, artífice de La Enciclopedia, nos dice: “Pensador crítico, siempre rápido para expresar su indignación, pero también escritor bien integrado en el pequeño mundo de la élite parisina. Autor de textos audaces que, releídos hoy en día, parecen anunciar la Revolución, renunció a publicarlos, mientras trabajaba a veces como censor oficioso de Antoine de Sartine, teniente general de la policía”.

Lilti reconoce que en Francia, la Ilustración se desarrolló cómodamente a la sombra de la sociedad del Antiguo Régimen. “Sus protagonistas estaban firmemente arraigados en las instituciones culturales de la monarquía y asociados a las prácticas sociales de las élites”. El propio D’Alembert, autor del ‘Discurso Preliminar de la Enciclopedia’, en 1751, fue miembro de la Academia de Ciencias y de la mayoría de las academias europeas, además de secretario permanente de la Academia Francesa y asiduo invitado en los salones de la nobleza ilustrada. Otra idea que aporta el libro de Lilti es que el impulso secularizador en Europa surgió precisamente de los pensadores cristianos, tal y como reivindica una corriente analítica que está cobrando cada vez más fuerza y que subraya las fuentes religiosas de la Ilustración asegurando que mantiene un nexo inadvertido o reprimido con las creencias antiguas. Y si hablamos del legado de ese siglo XVIII en el plano económico, aunque el capitalismo financiero global que domina hoy el mundo es una negación de los valores de la Ilustración, debemos reconocer que es también su heredero.

La herencia de la Ilustración, Antoine Lilti. Gedisa, 2023, 480 páginas. 38,90 euros

El tricentenario de Kant

Mar Padilla, "Kant, el sabio que nos hizo mejores ciudadanos", El País, 14 de abril de 2024:

El filósofo prusiano, autor de ‘Crítica de la razón pura’, cambió la forma de pensar de la gente e incitó a reflexionar por uno mismo, a cuestionarlo todo. En el tricentenario de su nacimiento, cuando reaparecen las figuras autoritarias y las guerras sangrientas, su ideario cosmopolita cobra sentido

Fue un visionario que inauguró la modernidad. Cambió la forma de pensar de la gente, incitando a reflexionar por uno mismo y a cuestionarlo todo. Las ideas del filósofo que rechazó el dogma, que propugnó el uso de la libertad en responsabilidad y la idea de ciudadanía común, están de vuelta ahora que se cumplen tres siglos de su nacimiento.

Vivimos un cierto regreso al pasado. Reaparecen la irracionalidad, el miedo, las teorías conspiranoicas, las sombrías figuras autoritarias y las guerras sangrientas. Ante ello, no hay recetas mágicas, pero podemos volver a escuchar a los que quisieron emanciparnos de fanatismos y actuar a la luz de un entendimiento común. Podemos volver a Kant.

El Kant nuestro de cada día

El autor de Crítica de la razón pura es uno de los filósofos más influyentes de todos los tiempos. Es citado, comentado y combatido —especialmente desde el posmodernismo—, incansablemente. De la idea de la educación universal y gratuita al principio de autonomía moral y personal, de Habermas a Hannah Arendt, pasando por Hegel, su obra lo impregna casi todo. “Seguro que Kant ha influido en usted aunque no lo haya leído”, advirtió Goethe.

El pensador que abrió un camino para que seamos mejores ciudadanos, nacido el 22 de abril de 1724 en Königsberg (hoy Kaliningrado, en Rusia), también impulsó el derecho internacional y el concepto de un gobierno organizado en una federación de estados, inspiradora de entidades como la ONU o la Unión Europea. Ahora, en el volátil contexto actual, sus ideas cosmopolitas y democráticas vuelven a cobrar sentido.

“Con lo que está ocurriendo ahora mismo en la guerra de Ucrania o lo que está haciendo Israel en Gaza, lo que escribió Kant no puede ser de más actualidad”, afirma Roberto R. Aramayo, profesor del Instituto de Filosofía del CSIC. Aramayo hace referencia a Sobre la paz perpetua, el ensayo de Kant publicado en 1795 que insta a la regulación de los conflictos, subrayando que ningún Estado debe inmiscuirse por la fuerza en el gobierno de otro o que, en caso de guerra, no deben llevarse a cabo actos que hagan imposible una paz futura. “En estos tiempos se ve a Kant más como un icono que como un referente, porque no nos va a ofrecer respuestas a nuestros problemas concretos, pero su obra nos sigue interpelando hoy mismo”, sostiene Aramayo, uno de los mayores conocedores de la obra del prusiano y autor de Kant: Entre la moral y la política (Alianza Editorial, 2018).

El llamado sabio de Königsberg no debe de ser santo de devoción entre las autoridades de Rusia, Israel o China. Alertó sobre la pasión por el poder, los posibles engaños de la “razones de Estado” y dejó escrito que “ninguna voluntad particular puede ser legisladora para una comunidad”. Norbert Bilbeny, catedrático de Ética de la Universidad de Barcelona y autor de El torbellino Kant. Vida, ideas y entorno del mayor filósofo de la razón (Ariel, 2024), apunta: “Aún no estamos en la Europa ni en el mundo cosmopolita y hospitalario que él concibió”.

Publicó Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio en los años 1781, 1787 y 1790, sucesivamente. En ellas, Kant propone una filosofía total, un sistema de conocimiento, moral y estético, respondiendo a tres preguntas clave: qué puedo saber, qué puedo hacer y qué debo esperar. En su primera Crítica suma las corrientes filosóficas anteriores, añade el eje del espacio y el tiempo, hace un reset y responde que al conocimiento se llega aunando el empirismo con el racionalismo, que dicho conocimiento está condicionado por el sujeto que quiere conocer y que hay cosas que no podemos saber; en la segunda describe una moral y una ética común a priori de todo, un juicio compartido que nos aleja de los prejuicios; y en la tercera revela el peso del arte en la representación del mundo.

“Era consciente de la maldad en el humano, y avisó de que la conciencia ética puede detenerla” Norbert Bilbeny, catedrático de Ética de la Universidad de Barcelona

“Una idea guía toda la historia: la del derecho”, dijo el prusiano. Es “el derecho a tener derechos”, en interpretación del añorado filósofo Javier Muguerza. Desde la mesa de su despacho en su casa de Königsberg —bajo un retrato de Jean-Jacques Rousseau interpelándole desde la pared —, Kant dio un nuevo empuje a la Ilustración ampliándola hacia una revolución global. Armado con una peluca empolvada, una pluma y un tintero, El Demoledor, según palabras del escritor Thomas de Quincey, propone una “salida del hombre de su inmadurez autoincurrida” —así lo escribió Kant en su ensayo ¿Qué es la Ilustración?, de 1784—.

Le llamaban Manolito

Fue un hombre metódico, de familia humilde, influenciado por su madre, una lectora inquieta de recta conducta que le llamaba cariñosamente Manelchen (Manolito). “Un ateo ético”, en descripción de Aramayo, un pensador que vio con buenos ojos la guerra de Independencia americana y la Revolución Francesa, un trabajador solitario que se volvía sociable unas horas al día, cuando invitaba a grupos de amigos a comer, a beber vino y a conversar en su casa.

Vivió siempre soltero, dedicado a su proyecto de filosofía total. De estudiante se reveló como un portento, pero la muerte de su padre le obligó a dejar la universidad y mantener a sus hermanos. Estuvo casi una década alejado de los circuitos académicos, ejerciendo de preceptor de niños de familias ricas y de bibliotecario, hasta que retomó sus estudios gracias al apoyo económico de su tío zapatero.

También fue un profesor hipnótico para sus cada vez más numerosos alumnos, un intelectual que cada día a las cinco de la madrugada ya estaba leyendo y escribiendo. Durante años impartió más de 40 horas semanales de Metafísica, Geografía, Ética, Antropología, Pedagogía, Matemáticas, Latín o Mineralogía.

Recibió ofertas para trabajar en las universidades de Jena y Berlín, pero optó por no moverse de su ciudad, desde donde universalizó los ideales de Montesquieu, Rousseau y Voltaire, redibujando para siempre la dimensión colectiva de la política (aunque, víctima de su tiempo, legitimó la exclusión de las mujeres en dicha dimensión).

Fue un hipocondriaco de salud aceptable, un hombre que en sus paseos de la tarde respiraba solo por la nariz por miedo a constiparse y que, por tanto, no hablaba en caso de tener compañía. Un pensador longevo que, con los achaques de la edad, cuando se dio cuenta de que explicaba siempre las mismas historias, optó por apuntárselas para no repetirlas. A sus casi 80 años, en una de esas comidas en su casa, confesó: “Señores, soy viejo, débil e infantil, y en consecuencia deben ustedes tratarme como a un niño”.

Contra el no future

En sus obras alude a un mundo en permanente construcción, alertando de que cuando se habla de la sociedad como es, en verdad se subraya lo que se ha hecho de ella. Contra las tentaciones del nihilismo y el no future, Kant insta a actuar como si el mundo tuviera un propósito, y este fuera digno y decente. En Kant, “trabajar y colaborar de forma comunitaria y tener las obligaciones morales claras conlleva una esperanza real en el futuro”, reflexiona Kate Moran, profesora de Filosofía de la Universidad de Brandeis y autora de Kant’s Ethics (la ética de Kant) (Cambridge University Press, 2022).

Kant ilumina: a pesar de las guerras y la violencia, en su ideario es razonable esperar que la humanidad avance y logre una paz duradera. Pero para conseguirlo es requisito desarrollar un Estado constitucional republicano que regule la libertad en común de la ciudadanía, que sea garante del acto de pensar por uno mismo, dejando “espacio a la libertad interna de actuar moralmente y bien”, apunta Margit Ruffing, doctora en Filosofía de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia.

Para Ruffing, la obra kantiana refleja que “el futuro llegará, y no hay ninguna razón sensata para no trabajar por un mundo mejor, sino muchas razones para hacerlo”. Pero Kant no era un optimista irredento: “Era consciente del conflicto y la maldad en el humano, y avisó de que solo el conocimiento y la conciencia ética pueden detenerlos”, advierte Bilbeny. El prusiano vendría a ser un pesimista con “un inquebrantable optimismo metodológico, basado en la esperanza moral de que nuestro perfeccionamiento puede transformar el futuro”, según Aramayo.

Pero no todo va a ser mañana. Para hoy mismo, el pensador de Königsberg ofrece herramientas para la convivencia cotidiana, como “la idea de ser generosos con los demás e implacables con nosotros mismos”, según escribió Muguerza, o de actuar como si de nosotros dependiera el curso del mundo. “Hay mucho que aprender de él: a tratarnos educadamente, prestar atención sincera a los demás, en el trabajo, en casa o en la calle”, apunta la profesora Moran. Son pequeñas reverberaciones que perfilan un mundo más humanizado. Entonces, no todo está perdido. Tras reencontrar la voz del filósofo, un poco a la manera de Nathy Peluso y C. Tangana, dan ganas de cantar “yo era ateo, pero ahora creo” (en Kant).

sábado, 6 de abril de 2024

El radicalismo de Diderot

Decía Diderot que "el hombre solo será libre cuando el último rey sea ahorcado con las tripas del último sacerdote". Pero Diderot era un exagerado, no un ilustrado.

jueves, 31 de agosto de 2023

La Ilustración sigue ganando, por James Haught

James Haught, La Ilustración sigue ganando, 2023-07-22

La Ilustración sigue ganando


Si estudias historia, observarás episodios que han cambiado la civilización.

Por ejemplo, hace unos tres siglos se produjo una transformación histórica cuando importantes pensadores comenzaron a defender la democracia, los derechos humanos y las libertades personales. Este período se conoció como la Ilustración. Desencadenó el conflicto de larga data que aún impulsa gran parte de la política.

Thomas Hobbes (1588-1679) escribió que la vida puede ser “desagradable, brutal y corta” a menos que las personas se comprometan a un “contrato social” bajo un gobierno que las proteja. Dio a entender que los reyes no gobiernan por derecho divino y que la autoridad última recae en la ciudadanía. Los obispos intentaron ejecutar a Hobbes por ateo, pero Hobbes quemó sus papeles y, en ocasiones, se escondió en el exilio.

John Locke (1632-1704) negó que los reyes fueran elegidos por Dios y recomendó la separación de la iglesia y el estado para evitar guerras y masacres basadas en la fe. Locke, uno de los primeros defensores de la democracia, argumentó que el gobierno debe basarse en el consentimiento de los gobernados.

El barón de Montesquieu (1689-1755) propuso una república democrática con poderes divididos entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.

Voltaire (1694-1778) fue encarcelado por burlarse de un regente y luego emergió para convertirse en un cruzado de por vida contra los abusos de los nobles y clérigos gobernantes.

Los fundadores de Estados Unidos (como Thomas Jefferson, John Adams, James Madison y Benjamin Franklin) fueron brillantes radicales que absorbieron las ideas de la Ilustración e incorporaron muchas de ellas a la primera democracia moderna. Un fundador menos conocido, George Mason, insistió en una Declaración de Derechos para proteger a cada persona del gobierno y la tiranía de la mayoría.

La premisa de la Ilustración de que todo individuo merece libertades personales también generó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en Francia, la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y otros códigos morales.

La Ilustración no sólo produjo la democracia moderna, sino que también sentó las bases de los valores políticos liberales que aún hoy logran victorias. Durante tres siglos, a trompicones, el progreso occidental ha sido principalmente una crónica de la derrota de los progresistas en la resistencia conservadora. Los reformadores derribaron repetidamente viejos privilegios, jerarquías y establecimientos. Mire el registro histórico:

Los conservadores intentaron mantener la esclavitud, pero perdieron.

Intentaron mantener la segregación racial, pero perdieron.

Prohibieron el matrimonio entre mestizos, pero perdieron.

Intentaron bloquear el voto de las mujeres, pero perdieron.

Intentaron detener la revolución sexual, pero perdieron.

Intentaron impedir que las parejas utilizaran métodos anticonceptivos, pero fracasaron.

Buscaron encarcelar a mujeres y médicos que interrumpen embarazos, pero perdieron.

Intentaron seguir encarcelando a los homosexuales, pero perdieron.

Intentaron detener el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero perdieron.

Intentaron obstruir las pensiones del Seguro Social para las personas mayores, pero perdieron.

Intentaron prohibir los sindicatos, pero perdieron.

Intentaron impedir la compensación por desempleo para los desempleados, pero perdieron.

Intentaron derrotar a Medicare y Medicaid, pero perdieron.

Intentaron mantener las tiendas cerradas en sábado, pero perdieron.

Prohibieron el alcohol durante la Prohibición, pero finalmente perdieron.

Apoyaron la oración obligatoria del gobierno en la escuela, pero perdieron.

Se opusieron a los cupones de alimentos para los pobres, pero perdieron.

Prohibieron la enseñanza de la evolución en las escuelas, pero perdieron.

Intentaron impedir la expansión de la atención médica mediante la Ley de Atención Médica Asequible, pero perdieron.

Una y otra vez, a través de batallas culturales recurrentes, han prevalecido los principios progresistas que comenzaron con la Ilustración.

¿Cuál será el próximo frente en la guerra cultural? Pase lo que pase, probablemente sea seguro predecir el ganador final. Martin Luther King Jr. (parafraseando al ministro unitario Theodore Parker) dijo: “El arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia”.

La transformación provocada por la Ilustración está en curso.

La columna es una adaptación y actualización de un artículo publicado por primera vez en septiembre de 2015 en Charleston Gazette.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

El clarividente Moses Mendelssohn

Defensor de la Ilustración, como Kant, un judío tan jorobado y tan lúcido como Leopardi, Moses Mendelssohn, abuelo del famoso compositor y amigo de un hombre tan universal como Lessing, una vez leído el ¿Qué es la Ilustración? de Kant pone sin embargo en guardia contra sus derivas posibles: «El abuso de la Ilustración debilita el sentido moral, conduce a la dureza, el egoísmo, la irreligión y la anarquía. El abuso de la cultura engendra la abundancia, la hipocresía, la molicie, la superstición y la esclavitud».

Kant le contestó con ironía; acaso lo envidiaba porque lo había derrotado en un concurso de la Academia de Berlín. Toma pues el filósofo judío el mismo camino que el de Kant, pero recorta sus términos. El artículo de Mendelssohn se titula «¿Qué significa ilustrar (aufklären)?».

Cualquiera que considere las consecuencias terribles de la Ilustración (guerras mundiales, fascismos, comunismos, genocidios) apercibirá que Mendelssohn estaba mejor informado que Kant. Kant era, después de todo, un alemán; Mendelssohn, un judío; la Haskalá era para él una síntesis, no meramente progreso.