Dossier Mangione
I
Luigi Mangione: fanáticos de colegio privado, por Sergio del Molino, en El País, 11 dic 2024
También en los años del plomo fueron aplaudidos muchachos de la élite universitaria que se liaron a tiros.
Sería fácil echarles la culpa a las redes sociales de las celebraciones por el asesinato de Brian Thompson, consejero delegado de UnitedHealthcare, y la entronización de su asesino, Luigi Mangione, como héroe del pueblo. Nos hemos acostumbrado a ver las redes como la pócima que convierte al doctor Jekyll en el señor Hyde, pero la miseria humana siempre ha encontrado medios para expresarse. Ante crímenes como el de Nueva York, nunca han faltado los probos ciudadanos que saltan a la plaza diciendo que condenan la violencia, pero. Y en la cláusula que sigue al pero cabe toda la barbarie del mundo.
El guapo, millonario y muy culto Mangione me recordó de inmediato —y no solo por las resonancias italianas— a otro millonario, muy culto y no tan guapo, aunque sí bien plantado, llamado Giangiacomo Feltrinelli, fundador de la editorial y las librerías ubicuas de Italia. En 1972, su cadáver apareció al lado de una torre de alta tensión donde colocaba una bomba que le explotó en las manos. Feltrinelli era miembro del grupo terrorista Grupo de Acción Partisana y conocido compañero de viaje de las Brigadas Rojas. A su funeral asistieron diez mil personas y aún hoy sigue siendo un héroe para no pocos italianos.
También fueron aplaudidos otros muchachos de la élite universitaria que, tras el Mayo del 68, se liaron a tiros. Los terroristas de la alemana Fracción del Ejército Rojo o de la estadounidense Weather Underground eran pijos de universidades postineras, los más listos de la clase y los niños más mimados de sus casas, como Mangione, y todos recibieron la simpatía nada velada de progresistas y demócratas de toda la vida que envidiaban su vida aventurera y su farfolla romántica a lo Robin Hood. Al final del franquismo también abundaron en España fanáticos de colegio privado que acabaron llevándose por delante a funcionarios de segunda fila y señorones anodinos en unos pocos crímenes atroces ensordecidos por el ruido que hacía la dictadura al caer.
Eran años de plomo. Hoy son de silicio. Mangione no forma parte de una organización criminal ni parece la avanzadilla de una insurgencia violenta, pero aquellos grupos terroristas tampoco representaban la vanguardia de ningún movimiento social y casi nunca pasaban de una panda de amigos. Si Mangione tuviera un par de cómplices, su banda sería muy parecida a las que he señalado arriba. No hace falta mucho para desafiar las convicciones pacifistas de millones de personas que jamás empuñarían un arma, pero ven justicias poéticas en que disparen otros. Por esas grietas morales se cuelan corrientes heladas de las que una democracia casi nunca se recupera.
II
Muerte de un comerciante, en El País, por Marta Peirano, 9 dic 2024:
El asesinato del jefe de UnitedHealthcare parece un episodio de ‘Mr. Robot’ o ‘Black Mirror’: un antihéroe encapuchado cazando CEO en los últimos días del capitalismo.
Los casquillos de las balas que atravesaron a Brian Thompson, consejero delegado de UnitedHealthcare, llevaban grabadas tres palabras: Deny, Defend y Depose (negar, defender, y deponer). Riman con la famosa estrategia de las tres D de las compañías de seguros: Delay, Deny, Defend (retrasar, denegar, defender). Consiste en retrasar la gestión de las reclamaciones con deliberada ineficacia burocrática hasta que los beneficiarios se dan por vencidos; denegar la atención médica o las indemnizaciones usando tecnicismos, exclusiones en las pólizas o una interpretación tramposa de sus condiciones, y defenderse de las demandas de forma agresiva, intimidatoria y mafiosa, prolongando los conflictos de manera artificial para desgastar económicamente al cliente.
Hay más. Varios médicos han declarado que UnitedHealthcare los presionaba para atender a más pacientes y diagnosticar condiciones adicionales para aumentar la facturación. ProPublica demostró que usaban algoritmos de inteligencia artificial para justificar la expulsión de pacientes ancianos de residencias, incluyendo algunos que necesitaban atención especializada las 24 horas. Estas estrategias, en combinación con la inexistencia o la ineficacia de leyes de protección al paciente, han convertido a UnitedHealthcare en una de las mayores compañías de EE UU, con más de 49 millones de usuarios. El año pasado facturó 281.000 millones de dólares. Su CEO recibió un bonus de más de 10 millones. Su matriz, UnitedHealth Group, es una de las compañías de atención médica más grandes del mundo, con una cotización de 560.000 millones de dólares. El asesino enmascarado cambió la primera D por deponer: quitar a alguien de una posición de poder o autoridad o, en ámbito legal, declarar.
Parece un episodio de Mr. Robot o de Black Mirror. Una fan fiction de Anonymous, con un antihéroe encapuchado, cazando CEO en los últimos días del capitalismo. En el momento de escribir estas líneas, el asesino aún no ha sido localizado, pero Nueva York no le tiene miedo. De hecho, acaba de empezar el concurso de imitadores del CEO Shooter (el cazador de CEO) en Washington Square Park. Los memes celebrando el asesinato se amontonan en mi buzón. Las empresas de seguros retiran los nombres con foto de sus ejecutivos de internet.
Los influencers y personalidades que tratan de responsabilizar a la izquierda anticapitalista son amonestados por sus propios seguidores. “Tengo familiares republicanos haciendo bromas sobre la muerte de este tipo, y es porque han sido directamente perjudicados por sus compañías de seguros de salud”, corrige un usuario al presentador de The Ben Shapiro Show. “No es correcto separar izquierda y derecha —le dice otro—. Son los ricos contra la clase obrera”. Solo recuerdo un momento parecido en la historia reciente: el 28 de enero de 2021, cuando un grupo de inversores minoristas organizados a través de Reddit dieron un golpe a los fondos de riesgo coordinando compras masivas de acciones de GameStop.
El sentimiento es similar, y también la disonancia cognitiva. Mientras el pueblo celebra un asesinato, Bitcoin ha alcanzado un valor de 100.000 dólares y Elon Musk ha anunciado que quiere eliminar la Oficina de Protección Financiera al Consumidor, creada tras la crisis de 2008 para proteger a los ciudadanos de los abusos de los bancos. Los mismos americanos que acaban de elegir por segunda vez a Donald Trump como presidente salen a celebrar el asesinato de Brian Thompson como sans-culottes. Los CEO sanitarios son el antiguo régimen pero Trump es su Napoleón.
III
Luigi Mangione, un informático brillante miembro de una próspera familia: así es el sospechoso de matar al ejecutivo de UnitedHealthcare, María Antonia Sánchez-Vallejo, en El País, Nueva York - 10 dic 2024:
El detenido dejó de comunicarse con familiares y amigos hace seis meses tras sufrir dolores en la espalda
Entre la legión de admiradores —y la de haters, odiadores— que han recibido la incorporación a la vida pública de Luigi Mangione, acusado del asesinato del consejero delegado de UnitedHealthcare, Brian Thompson, no son pocos los que se preguntan cómo alguien con el cociente intelectual del detenido, el alumno más brillante de su instituto de Baltimore, cometió el error de huir con todo el material con el que perpetró el crimen. Pero otro desliz peor fue el tonteo que mantuvo con la empleada del hostal de Nueva York en el que pernoctó varios días antes del matar a Thompson: entre risas seductoras, Mangione se bajó la mascarilla que cubrió su rostro ofreciendo un blanco perfecto a las cámaras de videovigilancia.
Cuando los policías locales de Altoona (Pensilvania), a 375 kilómetros al noroeste de Nueva York, llegaron este lunes al MacDonald’s donde Mangione comía absorto en la pantalla de su ordenador, no tuvieron dudas: “Era él, el de las fotos”, dijo el más joven de los agentes, un novato en el cuerpo. Pero aparte de los temblores del joven al preguntarle si había estado recientemente en Nueva York, fue el contenido de su mochila la prueba definitiva que le llevó tras las rejas. Un memorial de pistas: la pistola y un silenciador, ambos impresos en 3D; un cargador Glock, balas de nueve milímetros como las que se hallaron en el lugar del crimen, abundante dinero en efectivo y un pasaporte… y una nota manuscrita que parecía no ya incriminatoria, sino una hoja de ruta para hacer lo que hizo: vengarse de las compañías que ofrecen seguros de salud.
El especialista en informática por la Universidad de Pensilvania, donde se graduó en 2020 con un máster, y cofundó un club para desarrollar videojuegos, según el periódico de la universidad, el Daily Pennsylvanian, llegó a Nueva York el 24 de noviembre en un autobús de línea regular que procedía de Atlanta, aunque bien pudo haber subido en alguna de las paradas del camino. Su llegada a la ciudad es tan errática como el resto de su biografía vital: natural de Maryland, donde nació en el seno de una influyente familia, su último domicilio conocido está en Honolulu (Hawái) y su familia no tenía noticias suyas desde hacía seis meses, cuando empezó a sufrir dolores en la espalda. La imagen de una radiografía de su supuesta columna, atravesada de clavos, aparecía en su perfil de X (antes Twitter), que de 60 seguidores en la mañana del lunes pasó a tener 100.000 a mediodía, antes de ser cerrada, es una prueba de carga de la animadversión que Mangione sentía hacía las aseguradoras. El mensaje manuscrito que se encontró en su mochila no podía ser más claro: “Pido disculpas, pero había que hacerlo, estos parásitos se lo merecían”.
Mangione dejó de comunicarse con amigos y familiares desde hace seis meses, según ha informado The New York Times. Varios amigos indicaron que Mangione sufría una dolorosa lesión en la espalda y luego desapareció. Los investigadores intentarán averiguar ahora qué hizo el sospechoso durante ese periodo en que nadie parecía conocer su paradero.
Su familia, enriquecida gracias a los negocios del fundador de la saga, un siciliano que llegó a EE UU con una mano delante y otra detrás, es propietaria de un club de campo en Maryland, y su primo es Nino Mangione, un legislador republicano que representa a un distrito de Baltimore en la Cámara de Delegados. El diario The New York Times señala que los abuelos del detenido, Nick y Mary C. Mangione, compraron el club de campo en la década de 1970 y desarrollaron la comunidad del campo de golf. En la década de 1980, la familia compró Hayfields Country Club en Hunt Valley, Maryland. También fundó la empresa de residencias de ancianos Lorien Health Services, de la que el padre del sospechoso, Louis Mangione, pasó a ser propietario. La familia también era dueña de la emisora de radio WCBM, que emite programas conservadores, y tiene otras propiedades inmobiliarias.
Aaron Cranston, un amigo del colegio citado por el diario, describe a Mangione como el más inteligente de la escuela. Y comenta que antes de la universidad, el ahora sospechoso de asesinato ya había creado una aplicación móvil donde los usuarios podían volar un avión de papel a través de obstáculos. Lo califica como una persona sociable, amistoso y no especialmente interesada en la política. “Creía firmemente en el poder de la tecnología para cambiar el mundo”, concluye Cranston.
El sospechoso tenía múltiples identificaciones fraudulentas, entre ellas un documento de identidad falso de Nueva Jersey que coincidía con el utilizado por el enmascarado para registrarse en un hostal de Manhattan días antes del tiroteo, según las autoridades. La policía también encontró un documento escrito a mano que habla “tanto de la motivación como de la mentalidad” de Mangione, según expresó el lunes la comisaria de policía de Nueva York, Jessica Tisch. Se trata de un manifiesto contra la industria sanitaria. El jefe de detectives de la policía de Nueva York, Joseph Kenny, informó de que, aunque en el documento no se mencionan objetivos concretos, Mangione albergaba “rencor hacia las empresas estadounidenses”.
El detenido tenía vínculos con San Francisco y su última dirección conocida es Honolulu (Hawái). Ahí vivió en un espacio de convivencia destinado a trabajadores remotos llamado Surfbreak. Quienes lo trataron en 2022 aseguran que Mangione no se quejaba mucho, pero sufría dolores de espalda a causa de una columna vertebral desviada y una vértebra que le pinchaba algún nervio. Esa dolencia condicionaba su vida. Finalmente, decidió operarse; y a partir de ese momento comenzaron a escasear los mensajes con sus conocidos.
Según un perfil de la red profesional LinkedIn, Mangione trabajó como ingeniero de datos en una empresa llamada TrueCar. “Aunque generalmente no hacemos comentarios sobre asuntos de personal, podemos confirmar que Luigi Mangione no ha sido empleado de nuestra compañía desde 2023″, dijo un portavoz de TrueCar a los medios.
Hay un hiato, profesional, sentimental, casi biográfico, en la vida de Mangione. Entre sus amigos, con los que no mantenía contacto desde hace tiempo, no había palabras para expresar la estupefacción de que alguien como Mangione, cortés, amable, exitoso —en los estudios y con las chicas, como las miles de admiradoras que le han salido en Internet incluso antes de ser detenido—, haya podido cometer este crimen. Lector voraz, era un habitual de la página Good Reads, donde los lectores valoran las obras y Mangione listó los casi 300 libros que había leído o quería leer, incluida una favorable reseña del manifiesto de Unambober, La sociedad industrial y su futuro, de Theodore Kaczynski —nombre real del terrorista que en 1996 sembró un reguero de bombas que mataron a tres personas—, Mangione le dio cuatro de las cinco posibles estrellas en la valoración y señaló que el autor era “un revolucionario político extremo”. Pero durante el verano, sus comentarios cesaron de repente, lo que provocó mensajes de preocupación en Internet de algunos de sus amigos.
“Nadie sabe nada de ti desde hace meses, y parece que tu familia te está buscando”, publicó un usuario en X en octubre, etiquetando una cuenta de Mangione. “No sé si estás bien”, publicó otro. Hasta que un gesto ingenuo, retirarse la mascarilla que cubría su cara para coquetear con la empleada del hostal en Nueva York, consagrara su imagen no ya de héroe popular, capaz de cobrarse justicia por los abusos corporativos, sino para su propia ficha policial.