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lunes, 3 de febrero de 2025

Solaris y sus citas al Quijote

 Publicado el domingo 23, febrero 2020 por BarbaRoja898 en Zoonpolitikon

Solaris (1972)

Hoy nos toca analizar la década de los años setenta, que no es otra que la que da comienzo a la edad de plata del cine. Como no podía ser de otra manera, nos encontramos con grandes de la ciencia ficción, entre las que cabe destacar “Alien el octavo pasajero” (1979), “La naranja mecánica” (1971) o “La guerra de las galaxias” (1977) en el plano comercial, y dos de las grandes de Tarkovsky en el cine más intimista: la que hoy nos incumbe y “Stalker” (1979), que ya analizamos en su momento. Sin contar, además, con gran cantidad de obras de referencia: la llegada a la gran pantalla de “Star Trek” (1979), la maltratada serie “Galáctica” (1978), “Westworld” (1973) —peor que la primera temporada de la nueva serie y mejor que el despropósito de la segunda—, “La invasión de los ultracuerpos” (1978) o “Encuentros en la tercera fase” (1977). Existen, a su vez, numerosas películas sobrevaloradas, destacando entre todas ellas la insufrible “El hombre que cayó a la tierra” (1977) o la asquerosa “La montaña sagrada” (1973). Respecto a “El planeta salvaje” (1973), la verdad es que he de reconocer que, puestos a ver animación surrealista, prefiero “Contact (C)” (1978), que resulta ser más interesante, sugerente y corta. Y sí, está pendiente “Doctor Who” (1963-1989)… aunque el problema es un poco como con la ya mencionada “Star Trek”: entre series y películas, da cierta sensación de infinito e, irremediablemente, de pereza; pues el tiempo que implicaría un visionado tranquilo sería de años, y todavía existen obras menos exigentes que merecen más la pena a la hora de analizar. Una vez comentado el contexto, hablemos ya de “Solaris” (1972).

«—No soy partidario de obtener conocimientos a toda costa. La verdadera sabiduría se basa en la moral.

—Del hombre depende que la ciencia sea inmoral».

Lo primero que destaca de esta cinta es su cuidadísima fotografía, la particular obsesión de su director con el agua y su ritmo pausado. Sin olvidar que lo importante son las ideas, cómo se articulan y su relación con la alegoría —que, como ya hemos repetido muchas veces, es algo propio del género; siendo esta película ejemplar en este sentido—. Para esto, se emplean todos los medios cinematográficos disponibles: desde el montaje hasta la música, pasando por el escenario, el vestuario, los movimientos de cámara o los diálogos. El uso del color, el paso al blanco y negro, los sonidos de sintetizador… el soviético es un maestro de la atmósfera. Además, no puede tener mejor guión. Poco más se puede decir de esta película sin entrar a destriparla… por lo tanto, a partir de esta línea, quien no la haya visto que se haga un favor y vaya aquí a verla, sin ignorar la segunda parte, o que tome la opción de dejar el cine.

«—»Sólo una cosa sé, Señor. Cuando yo… Cuando yo duermo, no conozco el miedo, ni las esperanzas, ni los trabajos, ni la dicha… Gracias a quien inventó el sueño, esta es la única balanza, que iguala al pastor y al rey, al tonto y al sabio. Sólo es malo el sueño profundo: se parece demasiado a la muerte.

—Sancho, nunca habías dicho un discurso tan elegante»».

Una de las primeras cosas que llama la atención es que, en una película de dos partes y de algo más de dos horas y media, antes de los primeros diez minutos destaca ya un busto de Sócrates, que veremos varias veces a lo largo de la película al estar uno en la casa —localización recurrente— y otro en la biblioteca de la nave. Nos encontramos ante varias conversaciones que nos ponen en situación sobre los extraños fenómenos en forma de alucinaciones que ocurren cerca del planeta oceánico de Solaris y sobre la problemática de experimentar irradiando el planeta para así intentar conocer sus secretos. Esta primera parte de la película provoca una cierta sensación de sobresalto si uno no viene de hacer un ciclo de cine independiente. En los tiempos en los que nos movemos, el cine cada vez es más rápido y está más programado para contentar a un público que, poco a poco, va siendo menos capaz de concentrar la atención. En mi caso, la última película que he ido a ver al cine fue la actual de “Mujercitas” (2019); que, evidentemente, no es una de “Los vengadores”, pero sí se mueve en el lenguaje audiovisual actual. Choca volverse a encontrar con una película que se toma su tiempo a la hora de generar la atmósfera y que no tiene intención de contentar al gran público. Después de la presentación, pasamos por una escena tremendamente abstracta —al estilo de la llegada a la Zona de “Stalker”— con cambios de colores y unos sonidos electrónicos bastante ominosos. Descubrimos una secuencia donde se están quemando unos papeles, una secuencia que remarca el libro del “Quijote” sobre una mesa y, más tarde, saltamos al viaje hacia Solaris; en el cual, por cierto, si algo destaca es el paso por un agujero de gusano que luego volveremos a ver en “Interestelar” (2014). De hecho, tanto eso como la existencia de un planeta acuático son las únicas semejanzas entre dos películas que, en el fondo, se parecen como un huevo a una castaña. Cerramos la primera parte con muchas preguntas y pocas respuestas. Aparece también el personaje de Hari, que tiene el vestido cosido de tal manera que nunca se lo pudo haber puesto.

«En realidad, no queremos conquistar ningún Cosmos. Queremos ampliar la Tierra hasta sus confines. No necesitamos otros mundos. Queremos un espejo. Buscamos un contacto, pero nunca lo encontraremos. Estamos en la necia situación del hombre que busca la cadena que teme y no necesita. Al ser humano le hace falta otro ser humano».

Comenzamos la segunda parte. Entra nuestro protagonista en pánico —con todo el sentido del mundo— y decide lanzar al espacio exterior a la aparición de su esposa difunta. Descubrimos que Solaris, de alguna manera, conoce los recuerdos de los humanos que se acercan y provoca que aparezcan unos visitantes compuestos de neutrinos en base a ellos. Sí, ni siquiera la premisa de “Horizonte Final” (1997) era original… pero es que también comprobamos que el núcleo de “Blade Runner” (1982) ya está en juego aquí, así como parte de las ideas de “Matrix” (1999). Se plantea la problemática de si algo que parece humano y se comporta como un humano, sabiendo a ciencia a cierta que no es humano, se podría considerar provisto de humanidad y, por lo tanto, también de dignidad. Con esta metáfora nos damos cuenta de que se plantea la pregunta de qué nos hace humanos y de cuál es la característica fundamental de la humanidad: ¿el conocimiento?, ¿el sentimiento?, ¿el amor?, ¿la importancia de la muerte, de la pérdida, de la finitud? Comprobamos que en “Solaris” Tarkovsky está poniendo en juego las cuestiones fundamentales que nos mueven y motivan, y que son al mismo tiempo aquellas que dieron origen propiamente a la civilización y a lo que es Occidente desde el sacrificio de Sócrates. También es cierto que se puede igualmente interpretar como una reflexión sobre el paso del tiempo y sobre si realmente somos los mismos cuando crecemos e, inevitablemente, cambiamos; además de como una meditación acerca de la cuestión del amor, ya en sí misma profundísima y capital.

«Yo sé cuál es mi lugar. La Naturaleza hizo al hombre para que la conozca. Al buscar la verdad, el hombre está condenado a trabar conocimiento. Lo demás es un desatino».

Después de la discusión en la biblioteca, la copia de Hari acaba —como la original— suicidándose (aunque, en este caso, bebiendo oxígeno líquido). Ocurre la escena de resurrección más impactante de la historia del cine, además de ser la secuencia en la que Hari descubre que, a diferencia de su homóloga humana, ella no puede morir tan fácilmente. Después de este suceso, nuestro protagonista enferma y en medio de un estado delirante nos presenta las últimas reflexiones de la película, que versan sobre el dolor, la pérdida, la muerte y el sentido de todo ello para el ser humano. Nos retrotraemos en el tiempo a una visión de su pasado familiar —con uno de esos cambios de color tan característicos de este director—, y comprobamos que nuestro protagonista no amaba a su familia porque no creía que la podía perder, así como igualmente comprendemos —a la vez que él— que no apreció su amor por Hari hasta que ésta se suicidó. Nuestro protagonista se despierta y comprueba que Hari se ha matado por tercera y última vez; y esta vez lo ha hecho por él, ya que no era buena idea el plan de quedarse en Solaris para vivir con su recuerdo.

«—¿Sabes qué? Al mostrar piedad nos vaciamos. Quizás sea cierto que el sufrimiento da a la vida un aire sombrío, lleno de sospechas. Pero yo no reconozco… No, no lo reconozco… ¿Acaso lo que no es una necesidad para nuestra vida la perjudica? No la perjudica. Claro que no. ¿Te acuerdas de los sufrimientos de Tolstoi por no poder amar a toda la humanidad? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces? No puedo comprenderlo… Ayúdame. Por ejemplo, yo te amo como ser humano. El amor es un sentimiento que se puede experimentar, pero no hay forma de explicar como si fuera un concepto. Uno ama lo que puede perder: a sí mismo, a la mujer, a la patria… Hasta ahora la humanidad y la Tierra eran inaccesibles para el amor. ¿Me comprendes? ¡Somos tan pocos! ¡Tan sólo varios miles de millones! ¿Quizás estemos aquí sólo para sentir por primera vez al ser humano como motivo de amor?

—Tiene fiebre.

—¿Cómo murió Guibarián? No me lo has contado.

—Te lo diré luego.

—Guibarián no murió de miedo, sino de vergüenza. ¡La vergüenza salvará a la humanidad!»

En estas últimas escenas antes de la recta final, el problema concreto de Kris es un tema importante entre tantos otros que se sugieren; de hecho, de alguna manera, ya estaba insinuado desde el principio. No es otra cosa que una crítica al hombre pragmatista, inevitablemente individualista, subjetivista y egoísta; aquel que, incapaz de tolerar su finitud y la de los otros, cree que todo está por y para él. Por eso, Kris es incapaz de valorar —más allá de la mutua explotación basada en el mero placer— tanto a su familia como a Hari; no es capaz de comprender la delicadeza del ser humano y la facilidad con la que uno puede morir. Está muy claro en la escena con su madre en la que ella le lava las heridas, pero esta idea se encuentra ya también en las primeras secuencias de la cinta —por ejemplo, cuando comentan que se dedica a su informe incansablemente como un contable—, sin olvidar lo clara que es a este respecto la escena del garaje convertido en cuadra. Kris es un hombre que ha vivido postrado a los vientos de su época y que, cuando ya se encuentra en la recta final de su vida, empieza a comprender hasta dónde ha perdido el tiempo y ha despreciado la importancia de vivir acorde al drama característico del ser humano: todos vamos a morir y, como uno se descuide, lo hará sólo; por lo tanto, no debemos despreciar el amor ni emplear el poco tiempo que tenemos en la infinita variedad de banalidades que nos ofrece nuestra época.

«—Tienes mal aspecto. ¿Eres feliz?

—Ahora ese término es un poco anticuado».

Va terminando la película y nos sugiere, muy poco sutilmente, la comparación de Hari con Jesucristo; con todo lo que eso conlleva. Después, reflexiona sobre el hecho de pensar y su relación con la felicidad. La idea de que uno al meditar sobre los temas fundamentales de la humanidad se acerca al día de su muerte es muy poderosa. A su vez, la reflexión sobre la felicidad es aguda y explica muy bien por qué la gran mayoría de la gente prefiere no pensar: hacerlo, inevitablemente, te pone en contacto con la muerte, y todo el mundo prefiere vivir distraído sintiéndose inmortal. La idea de que ciertas cuestiones perviven mejor bajo el misterio y la superstición es una idea que vuelve una y otra vez en la obra de este autor, y tiene mucho sentido, además de ser un tema que hay que pensarse dos veces a la luz de todo lo ocurrido en los últimos dos siglos. Termina la película con un final que no te ves venir y que te vuela la cabeza, pero después de todo lo visto —la segunda venida de Jesucristo en forma de mujer (con resurrección y todo e incluyendo su muerte definitiva) y el descubrir que Snawt no es otro que Sócrates—, no sorprende cómo culmina la historia. ¿Es toda la película una alegoría del hecho de reflexionar? ¿Es Solaris nuestro fuero interno, mente o alma? Da igual cómo lo llamemos en este caso. El póster de la película cobraría un nuevo sentido… de alguna manera, ¿no es en ese lugar donde viven los recuerdos?, ¿o es todo un sueño? Los sueños no son sino alucinaciones mientras dormimos, y el acto de pensar tiene mucho de alucinación —aunque, eso sí, controlada—. También nos podríamos encontrar ante… ¿un paseo practicando el método peripatético?, ¿un paseo por nuestros pensamientos? Referencias a estas ideas a lo largo de la película no faltan; de hecho, al principio nos dicen que el protagonista se pasa horas paseando solo. En cualquiera de los casos, el final no es gratuito y le da una vuelta más a lo que nos están contando de una manera magistral. Es el mejor ejemplo de lo que es la ciencia ficción y el mejor canon para juzgar al resto de películas del género.

«—Últimamente no congeniábamos. Oye, Snawt, ¿por qué él nos atormenta?

—Hemos perdido el sentido de lo cósmico. Los antiguos lo percibían mejor. Ellos no preguntarían por qué… Recuerda el mito de Sísifo».

Es cierto que la primera parte tiene momentos donde se hace un poco lenta y que el final es un poco demasiado, pero, de alguna manera, el tono pausado favorece que se genere el contraste necesario para que emerjan los momentos más brillantes y ayuda, a su vez, a parar un poco al público más acelerado, ayudándole a ponerse, en la medida de lo posible, ante la posibilidad de aburrirse un poco, y dando paso así a la meditación reflexiva que se nos propone. Es una película exigente intelectualmente, de eso no cabe duda, pero tampoco implica necesariamente haber leído ni haberse planteado nada con anterioridad para su disfrute. Es lo bueno de ser todos mortales. Un servidor la vio por primera vez hace más de diez años cuando poco sabía de Platón, del amor, de la muerte o del “Quijote” —cierto es que tenía ya inquietudes, angustias y tiempo para aburrirse, pero era mucho más imbécil e inculto que ahora—, y con todo y aun quedándose en la superficie tuvo claro que “Solaris” era una película valiosa e interesante. Cualquiera con dos dedos de frente, inquietudes y el tiempo para verla sin interrupciones la va a disfrutar; y cuanto más culto e inteligente se sea, más se haya leído y más se haya reflexionado sobre los temas fundamentales, más profundamente se entenderá su sentido, más grato será su disfrute y más fecundo resultará el poso que deje. Es una película que, como los buenos libros, hay que verla muchas veces a lo largo de la vida, para enriquecerse con otras obras y reflexiones entre una vez y otra; y es probable que cada vuelta a ella sea mejor, más profunda y se logren captar nuevos matices. Ocurre como con “Stalker”, pero con más pureza y claridad.

«—Cuando el hombre es feliz, el sentido de la vida y los demás temas eternos le interesan muy poco. Hay que abordarlos al final de la vida.

—Pero no sabemos cuándo llegará ese fin y por eso nos apresuramos.

—Las personas más felices son las que nunca se han interesado por esas malditas cuestiones.

—Preguntar es querer siempre conocer, pero para conservar las simples verdades humanas se necesitan los misterios: el misterio de la felicidad, el de la muerte, el del amor.

—Quizás tengas razón, pero trata de no pensar en todo eso.

—Pensar en esto es lo mismo que conocer el día de tu muerte. El desconocimiento de ese día nos hace inmortales».

Por todo lo dicho, concluimos que “Solaris” es una obra maestra que estaría, sin lugar a dudas, entre las 20 mejores del género y, posiblemente, entre las 20 mejores películas de la historia del cine. También deducimos que el señor Tarkovsky no es sólo un grandísimo director de cine y guionista, sino también un pensador; y, dado que está muerto, le debemos reconocer la autoridad de llegar por méritos propios a la categoría de filósofo —todo un honor teniendo en cuenta que a la altura del siglo XX la mayoría terminaron siendo sofistas—, y el primero en serlo a través del medio cinematográfico. Es un igual en toda regla. No tengáis ninguna duda de que volverá a estar en el foco de nuestras reflexiones.

«—¿Qué hacer después? ¿Volver a la Tierra? Poco a poco todo se normalizará. Surgirán nuevos intereses, conocidos, pero no podré dedicarme a ellos plenamente. ¿Acaso tengo derecho a renunciar, aunque sea a una supuesta posibilidad de contacto con el Océano, al que tantos años trata de tender mi raza hilos de comprensión? ¿Quedarme aquí, entre los objetos que ambos tocamos, que aún recuerdan nuestro aliento? ¿En aras de qué? ¿Con la esperanza de que regrese? Mas no tengo esa esperanza. Lo único que me queda es esperar. ¿Qué esperar? No sé… Nuevos milagros.

—¿No te has cansado?

—No, me siento muy bien.

—Me parece que ya es hora de que retornes a la Tierra.

—¿Así lo crees?

—Parménides fue el primero en tener razón—

sábado, 14 de diciembre de 2024

Un entremés cervantino posmoderno

 Copyright © 2024 Gustavo Guardiola. Todos los derechos reservados. Don Quijote y Sancho nos explican cuáles son esos gigantes que atacan todo lo que nos une y nos hace fuertes esparciendo embustes y medias verdades sobre nuestro pasado. No son molinos, Sancho, pero sí vienen a molernos. Tomado de Quora:

Un entremés cervantino posmoderno

Don Quijote: Sancho, bien sé que el mundo, en su infinita inclemencia, gusta de construir gigantes donde solo hay molinos, y he sabido de un monstruo de tinta y papel llamado la Leyenda Negra, que pretende envolver a nuestra España en un manto de infamia.

Sancho Panza: Pues, señor, si acaso las lenguas viperinas dijesen que España ha hecho más ruido que bien, ¿no sería porque, a veces, las espadas pesan más que las plumas?

¡Buenas y santas, moradores del orbe y vagabundos del espíritu! Buenas noches a la Nueva España y sus confines, buenos días a la vieja Europa, y buen mediodía a quienes, en las islas remotas del mundo, aguardan todavía al último galeón. Yo soy Gustavo Guardiola, vuestro servidor y desocupado cronista, y os doy la bienvenida a esta nueva emisión de La Radio del Fin del Mundo, transmitiendo con 50 mil arcabuces de ruido y con la misma alta infidelidad con que un poeta promete la eternidad.

Saludamos desde este rincón a los caballeros andantes de Los Ángeles, a los escuderos pacientes de la Patagonia, a los pastores de Tijuana y a los hidalgos de las Baleares. Extendemos nuestro saludo también a nuestros estimados hermanos en Guinea Ecuatorial, porque en este teatro del aire, la lengua española es el puente que no cae, ni por moda ni por desvarío.

Aquí, donde el honor y el desatino bailan como gigantes en el horizonte, os prometemos risas, razones y más de una bofetada al sinsentido de estos tiempos. Preparaos, porque las aspas ya giran, el viento sopla, y en esta travesía, el molino siempre se defiende.

Don Quijote: ¡Oh, amigo mío! ¿Cómo puedes tú, hijo del suelo hispano, prestar oído a las calumnias de los necios? España, madre de caballeros y cuna de santos, llevó luz a donde antes reinaban tinieblas. Si otros la miran con odio, no es por sus yerros, sino por sus virtudes.

Sancho Panza: ¿Virtudes, dice vuestra merced? Que no niego yo la labor de algunos frailes y doctos, pero tampoco puedo tapar el sol con un sombrero. Que a muchos indios, antes que luz, les llegó la sombra del acero.

Don Quijote: Y en eso, Sancho, se engañan los que solo ven la espada y no la cruz que la acompaña. España no se limitó a conquistar; educó, evangelizó y civilizó. ¿Qué otro pueblo en el orbe legisló tan temprano en defensa de los naturales, como nuestras Leyes de Indias?

Sancho Panza: Eso bien lo sé, señor mío, pero, ¿no será que otros pueblos no tuvieron que legislar porque, antes de llegar al papel, ya habían exterminado?

Don Quijote: ¡Por San Jorge, Sancho! Has dado en el clavo con un martillo de justicia. Mira tú a las gentes del norte, esos que ahora derriban estatuas y claman por derechos, como si hubiesen nacido sin pecado original. No hay cosa más falsa que su pretendida pureza. Allí donde el español integró, el inglés aniquiló.

Sancho Panza: Pero, señor, si a esos del norte tan poco les dolió el eliminar, ¿cómo han logrado ser ellos los buenos del cuento?

Don Quijote: Por el arte de la pluma torcida y la palabra aviesa, Sancho. Han sabido escribir la historia a su modo, convirtiendo a España en villana para mejor ocultar sus propios crímenes. Esa Leyenda Negra no es más que un espejo que refleja sus miserias y proyecta las sombras sobre nosotros.

Sancho Panza: Pero, ¿y qué haremos, señor, contra esos espejos que nos afean la imagen?

Don Quijote: Haremos lo que todo buen caballero debe hacer: alzaremos nuestra voz y nuestro pensamiento. Porque aunque los gigantes de la mentira nos superen en tamaño, la verdad tiene su propio escudero: el tiempo.

Sancho Panza: Pues que sea el tiempo quien hable, y nosotros, entretanto, comamos un buen cordero, que no hay batalla que se libre con el estómago vacío.

Don Quijote: ¡Ah, Sancho! Siempre tan práctico. Pero no olvides, buen amigo, que el alimento más noble es el de la conciencia tranquila y la honra defendida.

Sancho Panza: Pues entonces, señor, marchemos a defender la honra de nuestra España, que al menos en eso no nos faltará ejercicio, ni a vos vuestra lanza ni a mí mi pellejo.

Don Quijote: Y con ello, Sancho, honraremos no solo a nuestra patria, sino a la verdad misma. ¡Adelante, amigo mío, que aún hay molinos por vencer y mentiras por derribar!

Sancho Panza: Señor, ¡mirad cómo se han puesto las cosas en este tiempo que llaman posmoderno! Que no sé yo si son molinos o gigantes, pero de tanto derribo que hacen, no queda estatua en pie, ni de santos ni de hombres de letras. ¡Hasta la de vuesa merced, el mismísimo Cervantes, derribaron como si fuese un pirata o cosa peor!

Don Quijote: ¡Qué espantosa confusión, Sancho! Si Cervantes, a quien llaman el manco de Lepanto, entregó su brazo al servicio de la cristiandad, ¿cómo es posible que lo tilden de opresor? Es el mundo al revés, donde la razón tropieza con su propia sombra y la ignorancia se corona como reina.

Sancho Panza: Pues, señor, dicen que es cosa de un tal movimiento que llaman Black Lives Matter, que va buscando justicia, aunque parece que en el camino confunden víctimas con verdugos. ¿Cómo se les ocurre que Cervantes, quien luchó contra los turcos y escribió con tanto ingenio, pueda ser enemigo de alguna vida?

Don Quijote: ¡Ah, Sancho! En este siglo, los hechos no pesan tanto como las emociones. Es un tiempo en que cada cual se fabrica su propia verdad, tal como se cambia el ropaje o, incluso, el nombre y el género. Ya no se busca entender la historia, sino mutilarla, como si cortando las ramas se pudiera cambiar la raíz.

Sancho Panza: Ahora que lo mencionáis, señor, vi el otro día a un hombre que se proclamaba jefe mexica, exigiendo a los reyes de España que pidieran perdón por la conquista. Pero, ¡que no sé yo si su linaje es de caciques o de malhechores, porque hablaba como más de lo segundo!

Don Quijote: ¡Oh, Sancho! Qué triste parodia es esa. ¿Cómo puede un hombre de hoy, que jamás sintió el yugo ni vio el rostro de un conquistador, autonombrarse portavoz de los muertos? Los muertos, Sancho, no claman venganza, sino memoria. Y esa memoria, si es justa, no debe ignorar que la conquista fue luz y sombra, pero jamás el vacío absoluto que pintan sus detractores.

Sancho Panza: Y hablando de sombras, señor, he oído que ahora se habla de la hispanidad como si fuese una vergüenza. Que todo lo bueno que hicimos, se borra, y solo queda lo malo. ¿No os parece que esta Leyenda Negra ha crecido como mala hierba en estos tiempos?

Don Quijote: Ciertamente, Sancho, la mala hierba siempre crece en terreno fértil de ignorancia. Ahora, los enemigos de España han encontrado nuevos aliados: la culpa y la fragilidad de las propias gentes hispanas, que han olvidado su historia. Y ahí tienes a quienes se avergüenzan de hablar nuestra lengua, de honrar nuestras tradiciones, mientras enaltecen culturas que ni conocen ni comprenden.

Sancho Panza: Pues, señor, ¿qué podemos hacer contra tanta confusión? Si ya ni las estatuas nos dejan y el mundo parece no tener más norte que el de su capricho.

Don Quijote: Lo que siempre hemos hecho, buen Sancho: luchar. No con lanzas, sino con palabras. Defender la verdad como quien guarda un tesoro. Y recordar a todos que la hispanidad, con sus luces y sombras, es el alma de millones, la herencia de un pueblo que dio más de lo que tomó.

Sancho Panza: Pues, señor, si hemos de luchar, contad conmigo, que mi pellejo es resistente y mi lengua aún más.

Don Quijote: Bien dicho, amigo mío. Porque aunque los tiempos cambien y los molinos se disfracen de ideologías, nuestro deber es el mismo: preservar el honor y la verdad de nuestra patria. ¡En marcha, Sancho, que aún hay mucho por hacer y mucho por decir!

Y así, señores, damas y quien más se halle al otro lado de estas mágicas ondas que llevan mi voz por el orbe hispano, os dejo con la brisa templada y el cielo que en esta jornada nos regala claros y nubes en armoniosa disputa, cual caballeros en justa. Yo, vuestro humilde servidor Gustavo Guardiola, os agradezco la honra de vuestra compañía en esta emisión de La Radio del Fin del Mundo, llevada a vuestras mercedes con el empeño de 50,000 luces de desdicha y el ánimo siempre fiel de un hispano. Buenas noches a la Nueva España, buenos días a la Vieja Europa.

Y recordad, siempre recordad: si el mundo ha de irse al carajo, que nos halle riendo y libres.

Que la dicha os acompañe.

Dedicada a Pedro L., Irene Molina, J. M., Antonio García y Germán Benítez.

martes, 16 de julio de 2024

Noticias del último destino del perro Berganza (1814) de E.T.A. Hoffmann.

 Noticias del último destino del perro Berganza es un diálogo satírico sobre prosa, poesía y práctica escénica de E. T. A. Hoffmann, cuya redacción comenzó el 17 de febrero de 1813. El protagonista, antagonista de Cipión en el Coloquio de los perros de Cervantes, aparece en la Alemania contemporánea del autor como el perro negro de un músico que se vuelve loco.

Apareció impreso en mayo de 1814. Berganza se muestra como un altísimo filósofo en materia de Estética y Arte, formulando algunos principios del más profundo romanticismo alemán, y defiende a su segunda dueña, una cantante de ópera, de ser violada en su noche de bodas por un matrimonio forzoso e impuesto, mordiendo al marido.

miércoles, 14 de febrero de 2024

Relatividad del atraco

Pocos escritores del desastre tan interesantes como el cervantista y regeneracionista Antonio Ledesma Hernández (1856-1937), autor de una de las mejores continuaciones modernas del Don Quijote, La nueva salida del valeroso caballero don Quijote de la Mancha (1905), donde el protagonista, revivido en el siglo XX, conquista Gibraltar, logra la Unión Ibérica y consigue crear una mancomunidad con Hispanoamérica. No menos llenas de ideas se hallan sus novelas Canuto Espárrago (1903) o El diácono Dionisio, aún inédita, la trilogía de los reformadores.

En un apólogo en que unos españoles son robados por unos salteadores estadounidenses, escribe:

      Yo pregunto a MacKinley:

“Si eso en Washington pasa,

¿a esa canalla no arrasa,

prende y castiga la Ley?”

     Mas responde, y con razón, 

que "El atraco es, no te asombre,

delito, si lo hace un hombre,

y gloria, si una nación”

sábado, 13 de enero de 2024

Francisco Aguilar Piñal, El misterio del Quijote

El gran bibliógrafo y dieciochista Francisco Aguilar Piñal tiene ya 93 años, y sigue tan fresco y campante, escribiendo un blog, "El asombro de Pinocho":

¿Quién escribió ¨El Quijote¨? (I)

28 septiembre, 2019

Esta inquietante pregunta es, desde luego, una provocación, pero hay una duda razonable sobre su autoría que se ha mantenido soterrada, sobre todo cuando se estudia el texto de El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha bajo el prisma biográfico del autor. Desde la primera impresión de la portada de la maravillosa novela, una prueba de 1604 (cuya copia conservo), figura como autor (“Compuesto por”) Miguel de Cervantes Saavedra. Y así ha continuado en las innumerables ediciones que  siguieron a la primera parte de 1605, y a la segunda de 1615, dentro y fuera de España, ya en original castellano, ya traducida. El nombre de Cervantes va unido indisolublemente al Quijote, como autor de sus dos partes,  según todos los datos conocidos, aunque su biografía presenta lagunas y hechos ciertos que pueden contradecir su autoría. Ante una atribución tan admitida durante siglos parece una insensatez plantearse siquiera la duda, por muy razonable que pueda parecer. Las razones que abonan esa duda son, sin embargo, lo suficientemente pertinaces como para ser planteadas y discutidas de nuevo por cualquier lector de la novela cervantina.

Me parece discutible que, sin réplica, se tenga por autor del Quijote a un personaje histórico tan alejado de la tranquilidad del estudio y del reposo necesarios para pergeñar y redactar un texto repleto de alusiones literarias, humanísticas y geográficas. Nacido en Alcalá de Henares, ciudad universitaria entonces, de mayor población que Madrid,  al cumplir los tres años  su familia se traslada a Valladolid, donde su padre, cargado de deudas, es embargado y encarcelado. Por poco tiempo, porque enseguida los Cervantes se marchan a Córdoba, donde la familia vive durante diez años (1553-1563), y después a Sevilla, al entorno  de San Miguel, muy cerca del colegio jesuita de San Hermenegildo, donde algunos suponen que el joven Miguel siguió los estudios de latinidad.

En su adolescencia y juventud Miguel de Cervantes, si es que siguió la estela paterna, se traslada a diversas ciudades españolas: Alcalá, Córdoba, otra vez Alcalá, de nuevo Córdoba, y por fin Sevilla. Cambios de domicilio, de amigos y de tranquilidad, sin posibilidad de acceso a una biblioteca pública, porque eran entonces inexistentes, y mucho menos a ninguna de las privadas en las que sólo unos pocos nobles y adinerados podrían encontrar las puertas abiertas. Los únicos libros que hubiera podido  manejar eran los escolares, alguno prestado, quizás alguna antología y poco más.  Son escasas las referencias documentales de estos años, pero mucho menos las que pudieran dejar constancia de sus estudios, continuamente interrumpidos.  

Suposiciones, que no hechos ciertos. Miguel de Cervantes fue un iletrado, un ingenio lego, sin los estudios y conocimientos necesarios para escribir esa extensa novela engarzada en muchos saberes humanísticos. Así lo reconoce el último de sus biógrafos, Alfredo Alvar, quien afirma, con autoridad, que “la formación de Cervantes fue, como la de tantos, muy desestructurada. Nada de sus estudios se puede constatar documentalmente”. Y rechaza la “invención” de cervantistas ilustres como Astrana y Rodríguez Marín, que “fueron los fabricadores de la vida estudiantil de Cervantes en Córdoba y Sevilla”.

A sus veinte años la familia de Rodrigo Cervantes está ya en Madrid, al calor de la Corte, donde Miguel recibe clases, al parecer, del famoso latinista Juan López de Hoyos durante varios  meses. ¿Pero qué pudo aprender en sólo unos meses de asistencia a sus clases? Estos fueron todos sus estudios, digamos “académicos”, porque su gran maestra fue la vida, sin pisar los umbrales de ninguna universidad. Los títulos universitarios no garantizan los conocimientos pero obligan al trato cotidiano con los libros, bien escaso en las familias de agobio económico, como era el caso de los Cervantes de Alcalá. Aunque también es cierto que, para esquivar la dificultad, Alvar sostiene que nuestro escritor tuvo reales suficientes para adquirir unos cientos de libros. Lo que no dice es dónde guardaba esos libros ni los papeles originales de sus escritos.

Porque el “Mapa de los viajes cervantinos” en su madurez resulta envidiable para cualquiera que tenga ambiciones turísticas. Su vida fue un perpetuo deambular por ciudades y paisajes distintos, con escaso equipaje y menos sosiego para escribir.  Cruzó el Mediterráneo en varias ocasiones, desde que en 1569 tuvo que huir a Roma, acosado por la Justicia. Sabemos que Cervantes estuvo en Italia durante cinco años (1569-1575), primero como paje de un cardenal y después como soldado alistado en los tercios de Nápoles, participando en la batalla de Lepanto (1571). Pero pocos recordarán que en su obra menciona no sólo a Roma, sino a casi todas las capitales importantes (Venecia, Florencia, Milán, Bolonia, Génova, Nápoles, Ferrara, Lucca, Parma, Palermo) además de las acogedoras Reggio y Mesina, donde estuvo convaleciente después de Lepanto.

¿Todos estos viajes, envidia de cualquier turista de hoy, los pudo hacer en sólo cinco años de vida cuartelera? Sabemos que, al recuperarse de sus heridas, don Juan de Austria le concedió una paga mensual de tres ducados, insuficiente para tener una vida holgada, rodeado de libros y vagando por los caminos de la península italiana. Sabemos que fue paje del cardenal Acquaviva,  pero ¿tuvo allí ocasión para dedicarse a sus lecturas favoritas? ¿Aprendió bien el italiano estando en Roma? Las obras de Ariosto, que tan bien conoce el autor del Quijote, las pudo leer en volúmenes sueltos y recopilaciones, en toscano, pero poco más, porque ni tenía tiempo, ni acceso a bibliotecas públicas, tan inexistentes como en España,  ni conocía los idiomas necesarios para leer tantos libros de autores célebres, aún no traducidos al castellano.. Por más que un ilustre cervantista haya intentado imaginar una “biblioteca de Cervantes”, no parece probable que la tuviera una persona que no tuvo casa propia hasta sus últimos años, que vivió siempre en posadas, cuarteles o casas de amigos. Una cosa es que citara los libros y otra muy diferente que los poseyera. El mismo Canavaggio, que lo considera “autodidacta”, se pregunta: “¿cuándo pudo saciar esta sed de lectura?” Sin mucha convicción, indica que en Roma y en Nápoles. En última instancia, se pregunta de nuevo: “¿qué leyó? O más bien ¿qué retuvo de sus lecturas?”

Después de Lepanto, ya sabemos de su cautiverio en Argel (1575-1580), lugar que no parece muy propicio para lecturas y escrituras. Los años siguientes son de “pretendiente” en la Corte, sin éxito, hasta que decide casarse por interés, a los treinta y siete años cumplidos, con una joven que iba a cumplir los veinte, Catalina de Salazar, huyendo de la familia de su amante, Ana Franca, mujer casada con la que tiene a su hija Isabel. Abandona pronto el domicilio conyugal en Esquivias, para servir al rey como “juez de comisión” en la requisa de trigo y cebada para la Gran Armada (1587).

A principios de 1588 lo encontramos de nuevo en Sevilla, alojado en una pensión de la calle Bayona, junto a la catedral. Otra docena de años recorriendo Andalucía (1588-1600) de aquí para allá, siempre en incómodas posadas, con la maloliente compañía de las caballerizas. Con tanto viaje, ¿dónde guardar los libros? ¿Dónde los pliegos escritos? ¿Dónde los recibos de tanta recaudación? Y sobre todo, ¿acaso responde su vida inmoral y precipitada al reposo y la virtuosa condición del autor del Quijote?

Quedan cuatro años para que aparezca impresa la genial novela, pero en ellos da con sus huesos en la cárcel por malversación de fondos, en cuatro ocasiones: 1588, 1592, 1594 y 1597, esta última en Sevilla, donde un fantasioso historiador sitúa las primeras páginas del Quijote. Llamo fantasioso al insigne Rodríguez Marín porque hay que serlo para imaginar a un preso, manco por más señas, escribiendo en una infecta celda de esa cárcel inmunda, donde no se podía ni respirar aire puro, según cuenta un padre jesuita que la describe con los más negros tintes de incomodidad, suciedad y peleas de valentones. No. Cervantes no pudo escribir una sola línea en ese antro del hampa sevillana. Lamento disentir de esa tradición sin fundamento, en que se basa la lápida recordatoria en la calle de la Sierpe, descubierta por los académicos sevillanos en la fachada de la antigua cárcel. Lo único que se puede admitir es que en ese hacinamiento de rufianes, el preso poeta idease los primeros capítulos del Quijote, pero nunca  el asir la pluma para redactar una sola página. Vienen a confirmar esta opinión las palabras de Canavaggio sobre la prisión sevillana, de la que dice que era: ”un verdadero monstruo, donde residían de forma permanente casi dos mil detenidos, es decir, una capacidad de acogida superior a la que ofrecía el conjunto de los demás establecimientos de la península, Madrid incluido”.

Puesto en libertad, el ilustre prisionero llega a ver el regio catafalco levantado en la catedral sevillana para las honras fúnebres del rey Felipe II, fallecido en El Escorial el 13 de septiembre de 1598, casi al mismo tiempo que moría en Sevilla su gran protegido Arias Montano. Lo demuestra en el famoso soneto con estrambote que incluye en el Viaje del Parnaso, considerándolo “el principal honor de sus escritos”, aquél que comienza: “¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza/ y que diera un doblón por describilla!”.  Sí, Miguel de Cervantes estuvo en Sevilla durante varios años, pero sin destacar en ella ni como poeta ni como novelista. No era, para los sevillanos de entonces, más que un mediocre poeta madrileño, un recaudador molesto, del que se huía, con el sambenito de sus desfalcos y de sus meses en prisión.

En el año 1600, último de su estancia en Sevilla, se afirma que posó para un jovencísimo Juan de Jáuregui, autor del supuesto retrato que preside la Real Academia Española. Pero, al estudiar la polémica sobre este retrato, suscitada por varios cervantistas de comienzos del siglo XX, entre los que se encuentran Narciso Sentenach, el marqués de Camarasa, Rodríguez Marín, Aurelio Baig, Alejandro Pidal y otros, me quedo con la conclusión de Julio Puyol (1917), de  que “el retrato no es más que una superchería manifiesta”. Los argumentos en pro y en  contra son serios, pero no han tenido consecuencias prácticas. Sin embargo, soy de parecer que esa figura de caballero adusto no puede ser la de nuestro Cervantes, recién salido de la cárcel, de mala reputación y estrecheces económicas, a quien se digna retratar, según la tradición, un noble aprendiz de pintura, de muy buena familia sevillana, pero joven de sólo 17 años. No. Ni ese cuadro es de Jáuregui, ni el retratado puede ser Miguel de Cervantes, que todavía no había escrito el Quijote.  

Ese mismo año abandona Sevilla y vuelve a Esquivias, con escapadas a Madrid,  y después a Valladolid. En todo caso, después de la publicación del Quijote, se instala en Madrid, primero detrás del Hospital de Antón Martín, por dos veces en la calle Magdalena, después en la calle Huertas, y finalmente en la calle Francos (hoy Cervantes), esquina a la calle León, con su esposa y una criada. A pesar de los constantes cambios de domicilio,  son años de más tranquilidad, en los que pudo escribir con cierto sosiego la segunda parte de la novela. Pero ¿qué decir de la primera? Tuvo que ser escrita durante los años de recaudador en Andalucía, insultado por los vecinos, perseguido por la justicia, encarcelado, sin casa propia, viviendo en malolientes posadas. ¿No es motivo suficiente para la duda? No es mi deseo rebajar la categoría social y moral del novelista, pero cuanto digo está escrito y documentado por sus numerosos biógrafos. La suya fue un “desastre de vida”, como sentencia Alfredo Alvar en su Cervantes.

      (II)

Si nuestro Miguel de Cervantes fuese realmente el autor del Quijote habría que añadir al merecido título  de “Príncipe de los Ingenios Españoles” el no menos honroso de “Señor de los milagros”. Porque milagro, y no pequeño, es conservar en la memoria los nombres de todos los personajes que cita, sin tener biblioteca propia, ni mesa de trabajo, ni armario para guardar sus manuscritos, sin reales para comprar tanto papel, pluma y tinta,  sin unos meses de tranquilidad para escribir, siempre de acá para allá, entre espadachines, truhanes y mozas de partido. Sin estudios superiores, sin acceso a más bibliotecas que las de los amigos, ¿cómo consiguió escribir la mejor novela de todos los tiempos, en el mejor español del Siglo de Oro, maestro de la lengua, de la fabulación, de la sátira más fina de la sociedad de su tiempo? Escaso de tiempo y de comodidades, falto de la mano izquierda, sin más posibilidades que la facilidad de su pluma y el precioso baúl de sus recuerdos… ¿Cómo conciliar  vida y trabajo?

Pero hay bastante más. Hay quien piensa que para escribir una novela sólo se necesita mucha imaginación y soltura con la pluma. Pero este no es el caso, ya que el Quijote es un compendio de sabiduría, no aprendida precisamente en las calles ni en las mazmorras. El autor no se vale solamente de su imaginación, sino que vuelca en su obra unos conocimientos que ya querría para sí el  mejor de los humanistas españoles del Siglo de Oro. ¡Qué  prodigio de memoria, qué formación erudita, sin un mal apoyo de notas o apuntes!  Quienquiera que fuese el novelista,  cita en su obra a todos los escritores importantes, tanto de la antigüedad (Hipócrates, Aristóteles, Platón, Homero, Polidoro, Jenofonte, Solón, Pausanias, Plutarco, Cicerón, Ovidio, Virgilio, Juvenal,  Marcial, Tibulo, Terencio) como del renacimiento español (Boscán, Garcilaso, Montemayor, Ercilla, Cetina, Jáuregui, Gil Polo, Laguna, Virués, incluso Marco Polo, el viajero italiano traducido por el fundador de la Universidad de Sevilla). Nunca a humo de pajas, sino sabiendo lo que decía.

Los libros de caballerías no tienen secretos para él: los ha leído todos y sabe los nombres, carácter y comportamiento de todos los personajes, desde Amadís de Gaula y Belianís de Grecia hasta todos los Palmerines, pasando por Tirant lo Blanc, Felixmarte de Hircania y el Orlando de Ariosto. Conoce la Eneida  y la Odisea tanto como La fingida Arcadia, Bernardo del Carpio, La Araucana. La Diana y El lazarillo de Tormes. No hay que resaltar su conocimiento de la mitología antigua, ya que las leyendas mitológicas son la base cultural de cualquier escritor del Renacimiento. Lo mismo cabe decir de las leyendas artúricas y la historia de Grecia y Roma, a las que alude con frecuencia, como la historia de España, desde el rebelde Viriato y el visigodo rey Wamba. ¿Cómo no dudar, sin una respetuosa prevención, de que Cervantes, el viajero impenitente, desgraciado en vida y en amores, sin un mal escritorio, pueda ser el verdadero autor de la enciclopédica novela?

Empleando la ironía, quizás pudiera ser “obra de encantamiento”, como insinúa seriamente el caballero loco: “Yo te aseguro, Sancho, que debe de ser algún sabio encantador el autor de nuestra historia”. Esto lo dice en el capítulo segundo de la segunda parte, uno de los más sustanciosos en cuanto a la autoría, ya que aquí se atribuye el manuscrito a Cide Hamete Benengeli, “nombre de moro”, según rápida sentencia del caballero, el cual, quedando pensativo, dice de la novela: “desconsolóle pensar que su autor era moro, según aquel nombre de Cide; y de los moros no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas”. Malos recuerdos tenía el soldado Miguel de los turcos de Lepanto y de los berberiscos de Argelia.

Que el creador del Quijote fuese el mismo que compuso La Galatea (impresa en 1585)  es tema que aparece en el famoso escrutinio de la biblioteca de don Alonso Quijano, en el capítulo primero de la Primera parte del Quijote, el cual distanciándose del novelista-relator, se refiere a “ese Cervantes”, autor de La Galatea: “Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención; propone algo y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega”. La verdad es que esa misericordia, con tanta humildad demandada, le llegó de inmediato, en compañía de la Fama, a las pocas horas de la primera edición del Quijote.  Ironía por ironía: ¿se señalaba con el dedo a sí mismo, destacando en el escrutinio a su querida Galatea? Miguel de Cervantes, el hijo del malaventurado cirujano y sangrador de Alcalá, ¿fue realmente  el verdadero autor de esta “novelada” historia?

Armando Cotarelo, venerable erudito, compiló las lecturas de Cervantes, que suman 429 títulos. “Imposible que leyera tanto”, respondió con arrogancia no exenta de sensatez, otro erudito, González de Amezúa, en 1956. ¿Cómo no dudar de esas posibles lecturas? Lo normal es la duda. Pero ya antes, en su discurso del centenario (1905) en la Universidad Central de Madrid, Menéndez Pelayo había dejado claro “que Cervantes fue hombre de mucha lectura; no podrá negarlo quien haya tenido trato familiar con sus obras”, añadiendo que “todas las obras de Cervantes prueban una cultura muy sólida y un admirable buen sentido”. Don Marcelino no supo decir dónde ni cómo Cervantes adquirió esa inmensa capacidad de conocimientos que se encierran en la inmortal novela. Si en lugar de “Cervantes” el ilustre académico y catedrático, hubiera escrito “el autor del Quijote”,  no habría nada que objetar. Pero ni por un momento puso en duda que lo fuese  el nacido en Alcalá, como tampoco lo dudaban los ilustres y numerosos académicos sevillanos de Buenas Letras que ocuparon largas horas de conversaciones y disputas con el sabio santanderino sobre Cervantes y sus obras.

Contra lo dicho por algunos críticos románticos, el autor del Quijote no fue un escritor aislado, de ideario independiente y genial, sino que, como todo escritor, tiene sus “fuentes literarias”, que no son pocas, según ha demostrado el gran cervantista sevillano Francisco Márquez Villanueva. Menéndez Pelayo tenía razón. Toda la cultura antigua y renacentista está volcada en sus libros. ¿Pero, cómo lo consiguió? Si Juan de Valdés, insigne humanista castellano del siglo XVI, de vida sosegada y buena biblioteca en el recogimiento de su casa, confiesa que tardó diez años en leer todos los libros de caballerías ¿cómo admitir que en menos tiempo y con menos sosiego lo hiciera el manco de Lepanto? ¿Qué misterio encierra el llamado  “enigma” Cervantes?

A mayor abundamiento, ¿cómo se puede compaginar el soterrado erasmismo del autor del Quijote, y su defensa de la paz cristiana y su horror a la guerra, con los ideales bélicos del soldado Miguel de Cervantes? ¿cómo la vida pendenciera, pecadora y a veces fraudulenta del escritor perseguido por la ley y excomulgado por la Iglesia, con las piadosas decisiones del Miguel de Cervantes Saavedra que en 1609 ingresa en la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento de Madrid y en 1613 en la Orden Tercera de San Francisco, con cuyo hábito es sepultado?

Muere en su cama de Madrid el 22 de abril de 1616, después de aquella desgarradora dedicatoria de su obra póstuma, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, donde se despide de la vida y de su protector, el conde de Lemos. Obra cuyo argumento, según las más recientes investigaciones (Carlos Romero), pudo ser concebido por los mismos años de la ‘idea quijotesca’ es decir, en Sevilla. Con esta ampliación resulta más incomprensible la prodigiosa memoria de Cervantes, que esboza en Sevilla las dos obras más importantes de su vida, sin contar con el más mínimo soporte erudito, entre los barrotes de una prisión y en tan poco edificantes compañías. Por todo ello, la duda permanece y el milagro cervantino se agiganta, pero el ánimo se encoge ante la osadía de negarle a Cervantes la autoría del Quijote.

Quedarían sin explicación los privilegios reales, necesarios entonces para poder publicar la novela. El de 1604 para la Primera parte, comienza: “Por cuanto por parte de vos, Miguel de Cervantes, nos fue fecha relación que havíades compuesto un libro intitulado El ingenioso hidalgo de La Mancha, el cual os había costado mucho trabajo…”. En la Segunda, fechado en marzo de 1615, se dice: “Por cuanto por parte de vos, Miguel de Cervantes Saavedra, nos fue hecha relación que havíades compuesto la Segunda Parte de don Quijote de la Mancha, por ser libro de historia agradable y honesta, y haberos costado mucho trabajo y estudio…”. Nótese que en ambas ocasiones se insiste en el “trabajo y estudio” que le había costado la novela (“historia agradable”) al autor, se supone que en la soledad de una alcoba atestada de libros, algo que, según hemos visto, no se compadece mucho con la ajetreada vida del novelista.  Imaginemos alguna salida al laberinto, sólo como hipótesis.

¿No podrían ser coetáneos dos personajes castellanos con los mismos nombres y apellidos? Lo insinúa también su biógrafo Canavaggio: “tal vez llegue un día en que se descubra que hubo dos Miguel de Cervantes”. ¿Acaso sería el Miguel alcalaíno el mediocre poeta que da la cara por otro personaje escondido a su sombra? ¿Quién podría esconderse tras el soldado nacido en Alcalá de Henares, de identidad tan documentada pero de vida tan incongruente con la que se perfila en el novelista? ¿Quién le pudo ofrecer la gloria de ser, ante todos, el creador de Don Quijote? ¿A cambio de qué?  No hay respuesta a tanta pregunta. Sólo imaginaciones sin fundamento documental. Pero nadie, en su sano juicio, podría negar hoy por hoy esa autoría, avalada por los privilegios reales y tan reconocida mundialmente.  Sin embargo, la duda persiste y se agiganta cada vez que la razón comienza su “quijotesca” aventura…

Confieso mi desmedida osadía a la vez que mi admiración por ese fabulador de las mejores páginas de nuestra literatura, sea quien fuese, que supo como nadie escudriñar en la locura de la vida. Porque en este mundo de locos, sólo es cuerdo el enajenado Alonso Quijano. Hoy por hoy, la respuesta a tanta pregunta insidiosa no es otra que la del humilde reconocimiento de ese ‘milagro’ literario que es el de haber conquistado la cima de la gloria a pesar de tantos inconvenientes, luchando contra tantas adversidades, en unos ambientes tan poco propicios para la creación y redacción de las mejores páginas de la literatura española. Aunque no sería justo si  la gloria que reclamo para el Quijote no la reclamara, cuadruplicada, para su desconocido autor, cuyo cerebro fue fábrica de sueños, pero también centro neurálgico de  una memoria sin igual y de una razón  crítica aplaudida como la mejor aportación de España a la cultura universal.

lunes, 19 de junio de 2023

Cervantes y los sicilianos

Hoy en día, cuando contamos con ediciones monstruosas del Don Quijote por su erudición o por su minucia (la variorum de Urbina y las "varias" de Francisco Rico, por casos) resulta extraño el escaso estudio que tiene entre nosotros la literatura en lengua siciliana, donde tanto hay curioso que reseñar. En concreto nos tocan personalmente dos autores. Uno es el erudito Giovanni Meli (1740-1815), autor de cinco volúmenes de escritos, entre ellos Don Chisciotti e Sanciu Panza (Don Quijote y Sancho Panza (1785 y 1787) un poema paródico (o, como el mismo dice, eroicomicu) en doce cantos de octavas reales inspirado, claro está, en la obra de Cervantes, pero que reinserta en la tradición narrativa de una de las fuentes del mismísimo Cervantes, Ludovico Ariosto, cuyo Orlando furioso tiene por protagonista a otro caballero enloquecido anterior, Roland, Roldán u Orlando. La obra tiene algunos excursus morales importantes, y según la hispanista Michelina Patania también parece haber tomado algo del apócrifo Quijote de Avellaneda. Apercibió correctamente el autor que el episodio de la cueva de Montesinos es una parodia de las catábasis épicas, pero el verdadero personaje de esta continuación es Sancho, que evoluciona y aprende como un buen salvaje roussoniano, o más bien un buen plebeyo (dejaremos para otro momento el tópico del mal salvaje, que también existe), mientras que su amo, convertido en ermitaño, sigue tan fanático como se ha querido ver. Patania cita el simbolismo consciente que el autor quiso figurar con el cambio de los tiempos del pasado a la modernidad en línea con la Revolución Francesa que no dejaba de apreciar al mismo tiempo que se daba cuenta de sus inevitables defectos.

El otro es Antoniu Vinizzianu (1543-1593), el autor más importante de esta literatura olvidada y cuya ingente obra, de difusión largo tiempo manuscrita, todavía no ha sido enteramente sondeada y editada. Fue nada menos que amigo de Cervantes, solo cuatro años más joven, y como él apresado por un pirata berberisco y conducido a Argel. Unas octavas testimonian bien la amistad que llegó a unir la obra y la vida de ambos poetas.

Michelina Patania, "Don Chischiotti e Sanciu Tanza de Giovanni Meli", en  Cervantes en Italia: Actas del X Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas : Academia de España, Roma 27-29 septiembre 2001 / coord. por Alicia Villar Lecumberri, 2001, págs. 323-327.


sábado, 15 de octubre de 2022

Jeroglíficos cervantinos

 La Habana, 4 nov (ACN)

"Si no os picaderes más de saber más menear las negras que llevais que la lengua –dijo el otro estudiante–, vos lleváredes el primero en licencias como llevaste cola".

¿Entiendes algo? No te preocupes, nosotros tampoco, es castellano de hace más de cuatro siglos y aunque incluso reconocemos casi todas las palabras, puestas juntas no tienen sentido. O al menos no en el siglo XXI.

El 9 de mayo de 1605 se publicó "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha", la primera parte de la monumental obra escrita por Miguel de Cervantes en un castellano tan remoto que, en la actualidad, hasta los profesores de literatura tienen problemas para descifrarlo.

Si Cervantes no hubiera sido un genial escritor de principios del siglo XVII sino un guionista de televisión, las incomprensibles líneas que empiezan este artículo sonarían así:

"Si os hubiérais jactado de utilizar la lengua tanto como os jactáis de manejar esas espadas que lleváis, habríais sido el primero en la licenciatura, y no el último de la cola".

Las diferencias con la versión original, publicada hace 411 años, son tantas que incluso poniendo un texto al lado del otro nos podría resultar dificil sospechar que tienen el mismo sentido.

Una hazaña digna de Don Quijote

Durante 14 años, el poeta español Andrés Trapiello emprendió la quijotesca aventura de traducir la obra de Cervantes a un español comprensible para los lectores de la actualidad.

En su trabajo, cada dos por tres, tropezaba con líneas como esta:

“Esto me parece argado sobre argado, y no miel sobre hojuelas. Bueno sería que tras pellizcos, mamonas y alfilerazos viniesen ahora los azotes".

¿Sabes lo que significa?

Como tú, generaciones de lectores lo han intentado y la gran mayoría, con la fuerza de voluntad hecha escombros, terminaron por abandonar el libro. Trapiello ayuda a traducir la frase:

"Me parece que llueve sobre mojado, y no miel sobre hojuelas –replicó Sancho–. Estaría bueno que tras pellizcos, sopapos y alfilerazos viniesen ahora los azotes".

¿Estás entre aquellos que alguna vez intentaron leer el Quijote y se sintieron derrotados?

"Trómpogelas"

Las versiones más comunes del Quijote, esas que se usan todavía en muchos colegios de España y Latinoamérica, suelen tener más de mil notas a pie de página para explicarle al lector los modismos caídos en desuso, algunas tan largas como páginas enteras.

¿Crees que podrías entender la siguiente frase sin ellas?

"Muchas veces te he aconsejado que no seas tan pródigo en refranes, y que te vayas a la mano en decirlos, pero paréceme que es predicar en el desierto, y castígame madre, y yo trómpogelas".

No te molestes en buscar esta última palabra en el diccionario: ya no existe.

“Hay millones de españoles e hispanohablantes que no es que no quieran (lo han intentado cien veces), es que no pueden leerlo, y abandonan, porque el Quijote está escrito en una lengua que ni hablamos ni, a menudo, entendemos", dice Trapiello en su blog.

La frase, que corresponde al capítulo 67 de la segunda parte del Quijote, debería entenderse así:

"Muchas veces te he aconsejado que no seas tan pródigo en refranes, y que te sujetes, pero me parece que es predicar en el desierto, y ríñeme mi madre, por un oído me entra y por otro me sale".

Enfrentando al gigante

La estructura del castellano no parece haber cambiado tanto desde los tiempos de Cervantes, pero muchas de las expresiones y las palabras que entonces eran comunes cambiaron o desaparecieron con los siglos.

“Los días de entre semana se honraba 'con su vellorí más fino'", dice Cervantes de Alonso Quijano, el popular Don Quijote.

Hoy se diría: "Con un traje pardo de lo más fino".

"Adarga antigua" es hoy lo que llamaríamos un escudo antiguo y decir que harás algo “de halgas o por mangas" significa que lo conseguirás de "una forma u otra".

Claro que hoy, que conmemoramos los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes, usamos un español que las próximas generaciones de hablantes del español tampoco entenderán.

El periódico de la mañana, los anuncios de publicidad por la calle o este mismo artículo, terminarán por requerir los oficios de un futuro y paciente traductor que se embarque en la quijotesca aventura de entendernos.

jueves, 3 de marzo de 2022

Nuevos datos fiables sobre Cervantes y el Quijote. Investigaciones de Javier Escudero en protocolos notariales.

I

Lidia Yanel, "Personas y hechos del Quijote son reales: sabemos quién informaba a Cervantes". EFE / Madrid Actual - Miércoles, 02 Marzo 2022 11:05

Toledo, 2 mar.- Cervantes escogió La Mancha para escribir el Quijote de forma consciente y meditada porque tenía muy cerca al hidalgo que le habló de personas y situaciones reales que el autor reflejó.

Ahora tenemos documentos que prueban la relación entre Miguel de Cervantes y su fuente, Alonso Manuel de Ludeña, su vecino en Esquivias (Toledo).

"No todo es como se nos había contado. Cervantes es un escritor organizado e informado, y la novela es verosímil y creíble. Su forma de escribir es como la de otros escritores, conoce a una serie de personas, le parecen interesantes y las incluye en sus novelas”, explica a la Agencia Efe el investigador Javier Escudero en vísperas de que se publique su ensayo ‘Las otras vidas de don Quijote’ (Ediciones B).

Durante dos décadas, Escudero ha investigado en miles de documentos de finales del siglo XVI, sobre todo relacionados con procesos judiciales, y ha localizado a multitud de personajes y aventuras que no solamente son protagonistas del Quijote sino de otras novelas de Miguel de Cervantes como ‘La ilustre fregona’ , ‘La gitanilla’, ‘Rinconete y Cortadillo’ o ‘El retablo de las maravillas’.

Este investigador madrileño, licenciado en Derecho, doctor en Humanidades y archivero de profesión (actualmente en Cuenca), ha encontrado documentos que avalaban situaciones y personas del Quijote, como el hidalgo que atacó un molino de viento, el que compró un rocín que se le cayó o los que vestían como caballeros medievales.

Pero faltaba algo, necesitaba encontrar por quien o quienes había conocido Cervantes todo eso, necesitaba descubrir al informante. Y lo ha encontrado: un hidalgo importante en aquella Mancha que se sitúa entre los municipios toledanos de Quintanar de la Orden, Miguel Esteban y El Toboso y que entre 1594 y 1607 vivió al lado de Cervantes en Esquivias, alejado de la Mancha.

Ese hidalgo manchego es Alonso Manuel de Ludeña, que en Esquivias tuvo una casa con cueva y tinajas y que sabemos que conoció a Cervantes porque arrendó tierras a Lope de Vivar Salazar (cuyo hijo fue el heredero de Cervantes y su esposa Catalina cuando murieron sin descendencia) y vendió otras a Gabriel Quijada de Salazar (hijo de Alonso Quijada, casero de Cervantes y de quien se considera que Cervantes tomó el nombre de su libro).

Ludeña era de Quintanar pero durante unos años vivió en Esquivias porque allí tenía tierras y bienes su mujer, que le dio poderes para poder venderlo cuando la convivencia del matrimonio acabó.

Javier Escudero cree que “hay mucho miedo a poner en cuestión la creatividad de Cervantes” pero tiene claro, a raíz de los documentos que ha localizado, que el escritor no improvisaba ni era contradictorio sino que era una persona “concienzuda”, bien organizada y coherente.

Añade que, además, Cervantes no traslada personajes de forma literal ni plasma sus biografías sino que lo utiliza para hilar su novela; es decir, toma nombres y hechos reales para hacer una obra reconocida universalmente, y esto no quita valor.

“Tenemos que saber que proviene de hechos y personajes reales y que Cervantes pretende hacer literatura, no historia. Creo que esto no modifica para nada la creatividad de Cervantes”, insiste Javier Escudero, quien defiende que su teoría es “la única que une lo que hasta ahora parecía irreconciliable”.

LO SENSATO ES LO REVOLUCIONARIO

Este investigador afirma que “lo sensato es lo revolucionario”. Es decir, que cuando Cervantes habla de Quintanar o el Toboso no es figurado, se refiere a Quintanar y El Toboso, y cuando escribe sobre molinos de viento se está fijando en Campo de Criptana porque allí hay molinos.

Todos estos lugares (Quintanar, El Toboso, Miguel Esteban, Criptana) están muy cerca geográficamente pero, al mismo tiempo, Miguel de Cervantes “nunca vivió en La Mancha o no hemos podido demostrarlo”, pero tampoco lo necesitó porque estaba bien informado.

“El realismo en situaciones, personajes y aventuras del Quijote empieza desde la primera página; no en la segunda parte, como se nos ha dicho”, insiste Escudero, quien agrega que “sabemos que, escribiera donde escribiera el Quijote, Cervantes lo gestó tranquilamente, en largas conversaciones en Esquivias con estos hidalgos”.

A su juicio, “se han dicho tantas cosas del Quijote, unas contradictorias con otras, a veces teorías inverosímiles, que ser sensato se convierte ahora en algo casi revolucionario”.

HOMENAJE A LA PROFESIÓN DE ARCHIVERO

En ‘Las otras vidas de don Quijote’ Escudero hace un paralelismo entre las salidas del Quijote y las que tendría que hacer un archivero para encontrar al hidalgo caballero, y plantea cuatro salidas, a archivos de Granada, Madrid, Cuenca y Toledo.

Porque este ensayo es “un homenaje a la profesion de archivero y conservador”, que es “muy poco conocida”, explica, porque “somos vistos como una especie de Quasimodo, abrazados a los documentos, en penumbra y sin dejar que nadie los vea”, bromea.

Archivos parroquiales de Quintanar, Miguel Esteban, El Toboso o Socuéllamos, entre otros; archivos municipales e históricos provinciales; el Archivo Diocesano de Cuenca, el Archivo de la Real Chancillería de Granada o el Archivo Histórico Nacional han sido algunos de los estudiados por este investigador que ha analizado medio millar de procesos judiciales.

Con su teoría y sus descubrimientos documentales ha participado en numerosos congresos y reuniones internacionales. Y avisa de que aún no ha cerrado sus investigaciones.

II

Personas y hechos del Quijote son reales: sabemos quién informaba a Cervantes

Por Newsroom Infobae, 2 de Marzo de 2022

Lidia Yanel Toledo (España), 2 mar Cervantes escogió La Mancha para escribir el Quijote de forma consciente y meditada porque tenía muy cerca al hidalgo que le habló de personas y situaciones reales que el autor reflejó. Ahora tenemos documentos que prueban la relación entre Miguel de Cervantes y su fuente, Alonso Manuel de Ludeña, su vecino en Esquivias (Toledo). "No todo es como se nos había contado. Cervantes es un escritor organizado e informado, y la novela es verosímil y creíble. Su forma de escribir es como la de otros escritores, conoce a una serie de personas, le parecen interesantes y las incluye en sus novelas”, explica a la Agencia Efe el investigador Javier Escudero en vísperas de que se publique su ensayo "Las otras vidas de don Quijote" (Ediciones B). Durante dos décadas, Escudero ha investigado en miles de documentos de finales del siglo XVI, sobre todo relacionados con procesos judiciales, y ha localizado a multitud de personajes y aventuras que no solamente son protagonistas del Quijote sino de otras novelas de Miguel de Cervantes como "La ilustre fregona", "La gitanilla", "Rinconete y Cortadillo" o "El retablo de las maravillas". Este investigador madrileño, licenciado en Derecho, doctor en Humanidades y archivero de profesión, ha encontrado documentos que avalaban situaciones y personas del Quijote, como el hidalgo que atacó un molino de viento, el que compró un rocín que se le cayó o los que vestían como caballeros medievales. Pero faltaba algo, necesitaba encontrar por quién o quiénes había conocido Cervantes todo eso, necesitaba descubrir al informante. Y lo ha encontrado: un hidalgo importante en aquella Mancha que se sitúa entre los municipios toledanos de Quintanar de la Orden, Miguel Esteban y El Toboso y que entre 1594 y 1607 vivió al lado de Cervantes en Esquivias, alejado de La Mancha. Ese hidalgo manchego es Alonso Manuel de Ludeña, que en Esquivias tuvo una casa con cueva y tinajas y que sabemos que conoció a Cervantes porque arrendó tierras a Lope de Vivar Salazar (cuyo hijo fue el heredero de Cervantes y su esposa Catalina cuando murieron sin descendencia) y vendió otras a Gabriel Quijada de Salazar (hijo de Alonso Quijada, casero de Cervantes y de quien se considera que Cervantes tomó el nombre de su libro). Ludeña era de Quintanar pero durante unos años vivió en Esquivias porque allí tenía tierras y bienes su mujer, que le dio poderes para poder venderlo cuando la convivencia del matrimonio acabó. Javier Escudero cree que “hay mucho miedo a poner en cuestión la creatividad de Cervantes” pero tiene claro, a raíz de los documentos que ha localizado, que el escritor no improvisaba ni era contradictorio sino que era una persona “concienzuda”, bien organizada y coherente. Añade que, además, Cervantes no traslada personajes de forma literal ni plasma sus biografías sino que los utiliza para hilar su novela; es decir, toma nombres y hechos reales para hacer una obra reconocida universalmente, y esto no quita le valor. 

DE LO REAL A LO LITERARIO

“Tenemos que saber que proviene de hechos y personajes reales y que Cervantes pretende hacer literatura, no historia. Creo que esto no modifica para nada la creatividad de Cervantes”, insiste Javier Escudero, quien defiende que su teoría es “la única que une lo que hasta ahora parecía irreconciliable”. Este investigador afirma que cuando Cervantes habla de Quintanar o el Toboso no es figurado, se refiere a Quintanar y El Toboso, y cuando escribe sobre molinos de viento se está fijando en Campo de Criptana porque allí hay molinos. Todos estos lugares están muy cerca geográficamente pero, al mismo tiempo, Miguel de Cervantes “nunca vivió en La Mancha o no hemos podido demostrarlo”, pero tampoco lo necesitó porque estaba bien informado. “El realismo en situaciones, personajes y aventuras del Quijote empieza desde la primera página; no en la segunda parte, como se nos ha dicho”, insiste Escudero, quien agrega que “sabemos que, escribiera donde escribiera el Quijote, Cervantes lo gestó tranquilamente, en largas conversaciones en Esquivias con estos hidalgos”. A su juicio, “se han dicho tantas cosas del Quijote, unas contradictorias con otras, a veces teorías inverosímiles, que ser sensato se convierte ahora en algo casi revolucionario”

domingo, 20 de junio de 2021

La parodia del conceptismo cancioneril y prosístico del siglo XV-XVI en el Quijote

Tomado de Quora:

Se dice en el capítulo I del primer Quijote:

Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y, así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y, de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura». Y también cuando leía: «Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza...»

Es un pasaje de Feliciano de Silva el que está parodiando Cervantes, pero no de una de las novelas de caballerías de este autor, sino del primer párrafo de su Segunda Celestina (1534). Dice el personaje Felides:

(…) ¡O amor, que no hay razón en que tu sinrazón no tenga mayor razón en sus contrarios! Y pues tú me niegas con tus sinrazones lo que en razón de tus leyes prometes, con la razón que yo tengo para amar a mi señora Polandria, para ponerte a ti y casarte con la razón que en ti contino falta, el consejo que tú niegas en mi mal quiero pedir a mi sabio y fiel criado Sigeril, podrá ser que, como libre de ti, pueda mejor dar consejo en el que a mí me falta.

La cita es humorística y ficticia (esa frase no aparece verbatim en la obra de Feliciano de Silva) pero es representativa de la escasa claridad de algunas cláusulas utilizadas por ese autor. 

El políptoton era muy común en la poesía cancioneril y prosa del XV y algo menos en la del primer XVI. Consiste en la repetición de una misma palabra con diferentes morfemas flexivos (masculino, femenino, singular, plural, modo verbal...)

La versión online del Don Quijote utilizada en esa referencia incluye una nota que también menciona una parodia que ya aparece en el siglo XVI: «la razón de la razón que tan sin razón por razón de ser vuestro tengo para alabar vuestro libro..


miércoles, 16 de septiembre de 2020

Curiosidades

¿Qué tienen que ver Blade Runner y Sancho Panza?

"Taffey Lewis", interpretado por el más feo actor estadounidense, Hy Pike (con la cara de sospechoso habitual más grande que he visto en mi vida; yo creo que lo maquillaron para que los espectadores no se llevaran un susto: es peor que el pequeño de los hermanos Calatrava), fue Sancho Panza en una versión músico-erótico-cinematográfica de Don Quijote de La Mancha: The Amourous Adventures of Don Quixote (When Sex Was a Knightly Affair) (1976) , perpetrada por un tal Raphael Nussbaum, engendrado en Alemania.

Quién nos iba a decir también, por otra parte, que el famoso novelista del oeste Marcial Lafuente Estefanía se entregó en 1938 a las tropas nacionales en Ciudad Real. Una curiosidad histórica más.

Es el tipo de cosas inútiles que averiguamos los mirapapeles. Compartimos genes con las polillas xilófagas, que sobreviven alimentándose solo de papel viejo.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Hallado un nuevo e importante documento cervantino

Andrés Amorós, "Aparece en Valencia la firma más antigua de Cervantes", en Abc de Madrid, 11-XII-2016:

Hallan un documento del escritor, la historia judicial de un supuesto crimen con tintes novelescos, sucedida tras su cautiverio

Al concluir el año dedicado a Cervantes, en el cuarto centenario de su muerte, ABC ofrece la primicia de un hallazgo cervantino: el descubrimiento de un documento, con la firma autógrafa del escritor. Solo 11 firmas han llegado hasta nosotros. Pero esta tiene, además, dos novedades: parece ser la firma más antigua que conocemos y no se refiere a sus trabajos por los pueblos andaluces sino a una historia judicial novelesca, con ribetes casi boccaccianos, que tuvo lugar en Valencia, cuando fue redimido.

El hallazgo

Lo ha encontrado, en el Archivo del Reino de Valencia, el archivero Jesús Villalmanzo –que ha publicado ya importantes documentos sobre Joanot Martorell, el autor del «Tirant lo Blanch», y Ausias March–, en el curso de sus investigaciones sobre fray Juan Gil, el trinitario que redimió a Cervantes . Éste es el avance de un estudio científico amplio, que está preparando.

Se trata de una declaración judicial realizada por Cervantes ante el Justicia Criminal de Valencia, el magistrado que entendía, en primera instancia, de los crímenes cometidos en la ciudad. (El folio siguiente recoge el testimonio de su amigo don Diego de Benavides, noble, natural de Baeza, que contaba 28 años).

El documento está muy bien conservado: quizá nadie lo ha consultado desde que finalizó el pleito, en 1581. Está escrito en lengua valenciana: así se hacía entonces, en los tribunales de la ciudad; también incluye algunas fórmulas jurídicas en latín. Lógicamente, las preguntas a Cervantes y sus respuestas se hicieron en castellano; luego, el escribano lo tradujo todo al valenciano. Poco después, Cervantes leyó y firmó su declaración.

Conviene recordar que el escritor tuvo trato, en Argel, con soldados y comerciantes valencianos, que hablarían en su lengua materna. Y, en el «donoso escrutinio» de la biblioteca de Don Quijote (I, 6), elogia enormemente el realismo del «Tirant lo Blanch», escrito en esa lengua:

«¡Válame Dios! –dijo el cura, dando una gran voz–. ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! (...) He hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos (...) Dígoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros y duermen y mueren en sus camas y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros de este género carecen».

Una historia novelesca

En mayo de 1580, desapareció de Valencia un joven pescador, Jeroni Planelles, de 22 años. Se sabía que mantenía relaciones con la amiga de un viejo mercader mallorquín. Al desaparecer, creyeron algunos que lo habían asesinado y descuartizado, por venganza, los amigos del mercader. Algunos testigos confirmaron esta hipótesis. Se abrió un proceso y fueron encarcelados cuatro supuestos asesinos. A la vez, circulaban rumores de que el joven no había sido asesinado sino que había huído y estaba en paradero desconocido.

La ciudad se dividió en dos bandos: los mercaderes mallorquines, que creían en la inocencia de los acusados y los ayudaban, frente a muchos vecinos de Valencia, que los creían culpables. Fue el padre del joven, apoyado por otros pescadores, el que puso la denuncia que condujo a la detención de los presuntos culpables. Llegaron también rumores de que Planelles, en realidad, estaba cautivo en Argel: eso provocó que se pidiera testimonio a Cervantes.

El papel de Cervantes

Como es sabido, después de la batalla de Lepanto y varias empresas militares más, Cervantes salió para España en 1575. Cerca de Marsella, la goleta «Sol», en la que navegaba, fue atacada por tres naves y tuvo que rendirse: le llevaron cautivo a Argel, donde estuvo en prisión cinco largos años. El trinitario fray Juan Gil logró liberarlo, mediante el pago de 500 escudos, en septiembre de 1580.

Se cree que el grupo de redimidos en que iba Cervantes salió de Argel el 24 de octubre, desembarcó en Denia y llegó a Valencia hacia el 1 de noviembre. Se alojó en el convento trinitario del Remedio, junto al puente del Mar, mientras se arreglaban los papeles de los rescatados. Permaneció en la ciudad un mes largo: pudo asistir a fiestas, procesiones, misas solemnes, espectáculos…

Los comerciantes mallorquines buscaron al que acababa de ser liberado y, viendo que los datos que daba podían ser favorables a su causa, pidieron que testificara.. El 8 de noviembre de 1580, compareció Cervantes, al que se presenta, en el documento –sin duda, para dar más credibilidad a su testimonio– como «magnífico caballero, vecino y natural de Alcalá de Henares, residente ahora en Valencia, que dice ser de 32 años».

Le hicieron dos preguntas: si había visto, en Argel, en los meses de septiembre y octubre, a Jeroni Planelles y si había conocido una declaración de más de veinte personas (muchos de ellos, pescadores valencianos), testificando que estaba vivo, en Argel.

Declaró Cervantes que no lo conocía personalmente pero que, estando en Argel, «tierra de enemigos de la Santa Fe Católica y de Su Majestad», un mercader valenciano llamado Exarch (citado por los biógrafos de Cervantes) le contó «un caso muy extraño»: el del marinero desaparecido. Además, un día, en casa de fray Juan Gil, preguntó qué hacía un grupo de personas, que estaban escribiendo, en una mesa. Le dijeron que redactaban un testimonio de que Planelles estaba vivo y lo iban a entregar a Benedetto Pito, mercader genovés, residente en Valencia, que iba a salir en seguida, con su barco, hacia esa ciudad, para que lo hiciera llegar a los jueces. (En realidad, Pito no cumplió el encargo).

Añadió Cervantes que vio, junto a una escalera de caracol, a un joven, con «los morros algo grandes», y le dijeron que era Planelles. (Lo mismo confirmó luego, en su declaración, su amigo don Diego de Benavides).

¿Sirvió para mucho la declaración de Cervantes? No tanto como esperaban los mallorquines que le habían propuesto como testigo. Pero su testimonio, junto con otros, provocó que se trasladara la causa al Tribunal de la Audiencia Real, que disponía de más medios. La ciudad seguía dividida y eso dio lugar, curiosamente, a que se hicieran muchas apuestas sobre si el joven estaba vivo o no.

Los «asesinos», liberados

Concluyó el pleito en abril de 1581, cuando compareció en persona, en Valencia, el joven pescador: fueron liberados los presuntos asesinos y se condenó a un falso testigo al escarnio público y exilio de Valencia. Los mallorquines cobraron sus apuestas y, con ese dinero, se rescató a cuatro cautivos.

A causa de este episodio, Cervantes fue recordado, en Valencia, durante algún tiempo. Un año más tarde, en un pleito, unos testigos aludieron a la declaración de «un tal Servantes, castellano». Probablemente, él también recordaba aquellos gratos días que había pasado en la ciudad al escribir, en su última novela, «Los trabajos de Persiles y Sigismunda» (publicada póstuma, en 1617: se va a cumplir ahora el cuarto centenario) este elogio:

«Cerca de Valencia llegaron (…) No faltó quien les dijo la grandeza de su sitio, la excelencia de sus moradores, la amenidad de sus contornos y, finalmente, todo aquello que la hace hermosa y rica sobre todas las ciudades, no sólo de España sino de toda Europa; y, principalmente, les alabaron la hermosura de las mujeres y su extremada limpieza y graciosa lengua…»

Así concluyó esta historia, digna de una «novela ejemplar». Más de cuatro siglos han pasado hasta el descubrimiento de esta firma de de Cervantes.

El joven pescador no fue descuartizado

Los folios donde ha aparecido la firma de Cervantes como testigo son parte de un litigio a cuenta de un posible asesinato.

Jeroni Planelles, de 22 años, era un joven pescador que mantenía relaciones con la amiga de un comerciante mallorquín.

Desapareció en extrañas circunstancias y los amigos del comerciante fueron acusados de asesinarle y descuartizarle.

Cervantes testifica en el caso para decir que, aunque no lo ha conocido personalmente, ha oído durante su cautiverio a quien decía conocerlo. Y que llegó a ver a un hombre que le dijeron que podría ser Planelles.

En 1581 apareció por fin Planelles ante el tribunal y los presuntos asesinos fueron liberados. Se condenó a escarnio público a un falso testigo sobre cuyas palabras se había fundamentado el caso.

martes, 22 de noviembre de 2016

Cómo recordaba Lope de Vega a Cervantes

No se llevaban muy bien, desde luego, pero andando el tiempo Lope de Vega, que fue uno de los pocos que fue a rezar cuando murió el gran alcalaíno, rectificó dedicándole unos versos de recuerdo en su Laurel de Apolo (1630):

En la batalla donde el rayo austrino,
hijo inmortal del Águila famosa,
ganó las hojas del laurel divino
al rey del Asia, en la campaña undosa,
la fortuna envidiosa
hirió la mano de Miguel Cervantes,
no su ingenio, que en versos de diamantes,
los de plomo volvió con tanta gloria,
que por dulces, sonoros y elegantes
dieron eternidad a su memoria,
porque se diga que una mano herida
pudo dar a su dueño eterna vida.

Ambos, Lope y Cervantes, habían luchado en batallas navales; eso tenían en común. El primero en las de las islas Terceiras, el segundo en Lepanto. Pero resulta muy curioso que lo alabe como poeta, algo de lo que Cervantes siempre estuvo inseguro, sin que mencione la prosa que fue donde precisamente más vino a destacar... por encima del propio Lope de Vega.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Entrevista a Felipe Pedraza sobre Cervantes en Daimiel

Encuentros con Cervantes en Daimiel. Felipe Pedraza: "Hoy corremos el peligro de convertir a Cervantes en un santo literario", en Lanza, hoy:

El historiador y cervantista Felipe Pedraza indagará en la cultura de Cervantes en Daimiel el próximo miércoles, con motivo de los Encuentros con Cervantes. En esta entrevista el estudioso  acerca al público en general a la figura de nuestro grande de las letras

Pregunta.- ‘La cultura de Cervantes y la construcción de la novela moderna’, desgrane las claves de su ponencia.

Respuesta.-Hablaré sobre cómo pudo construir El Quijote Cervantes, de donde partía, de qué lecturas, conocimientos, porque no tuvo una formación académica regular, de hecho podemos rastrear en su biografía las etapas de su formación y no acudió a la universidad. Su formación humanística fue tardía y, digamos, precaria, por lo que en su siglo se consideró un ingenio lego, es decir, un ingenio sin estudios; una persona que tenía intuición, pero carecía de la formación académica correspondiente, y justamente en esa clave puede ser que se encuentre uno de los elementos fundamentales para entender la originalidad del Quijote.

Cervantes tuvo una formación humanística y literaria al margen de los cauces regulares, pero todo indica que fue muy intensa porque su estancia en Italia le permitió conocer la literatura italiana en profundidad, y aunque los estudios que hizo de literatura clásica, del mundo latino y griego fueron limitados también le pusieron en contacto con una serie de modelos que pudo adaptar a su forma de ser, a su carácter y pudo conectar con un público que, en cierta media, desde el punto de vista intelectual estaba en un plano similar al suyo. Todo ello, lo libro de cierto escolasticismo, que lastra la creación en cierto momento y le permitió intuir una forma manera de hacer literatura y conectar con el público. Por lo que, no hay mal que por bien no venga…ni la formación académica lo es todo…

Si hiciéramos un estudio sociológico sobre la procedencia social y cultural de los creadores de la nueva literatura, lo que hoy llamamos literatura moderna, o sea la gran literatura de finales de los siglos finales del XVI y el XVII, si vamos a los grandes genios, Shakespeare, Cervantes, Lope, veríamos que pertenecen a un mismo grupo social, que son esas clases medias con estudios amplios pero no regulados, y que es justamente esa falta de formación académica sistemática lo que probablemente les permite conectar con el público, y al mismo tiempo la pasión que sienten por la literatura también les permite ampliar horizontes; entonces esa combinación de una cultura amplia, pero no la habitual, y ese contacto con el público es lo que finalmente crea la nueva literatura.

P.-Usted que es autor de un libro que recoge las complejas relaciones entre Lope y Cervantes, ¿hasta qué punto influyó esa enemistad en sus respectivas obras?

R.-En El Quijote hay quien opina que uno de los elementos inspiradores, claves, fueron las relaciones conflictivas que tuvo Cervantes con Lope, e incluso hay quien ha ido más lejos e incluso ha pensado que la propia figura de Don Quijote es una caricatura de Lope de Vega, que también tenía unas fantasías literarias parecidas a Don Quijote, un ansia de aventura, que en la realidad no se daba y que la proyectaba sobre el romance, el teatro y algunas de sus novelas. Y, efectivamente, entre los dos escritores hubo una época primera de amistad, de camaradería, colaboración, pero entre 1602 y 1604 esas relaciones se agriaron; se han dado muchas explicaciones, pero a mí la que me parece más probable es que el éxito de Lope en el teatro creó entre ellos un abismo. En esa época, la fama de Lope provoca una serie de sátiras, de poemas ridiculizadores, de parodias y, con razón o sin razón, Lope acabo convencido de que Cervantes colaboraba en esos poemas satíricos contra él, y a partir de ahí se rompieron las relaciones que se complican hasta la muerte de Cervantes, tras la que Lope se acerca a su obra porque escribe novelas al estilo cervantino, y en la última que publica en vida aparecen muchos rasgos del humor cervantino, de la fantasía quijotesca y de la ridiculización de esas mismas fantasías, de modo que efectivamente se influyeron mutuamente mucho.

P.-Como historiador y cervantista, ¿cree que los últimos nuevos datos biográficos arrojan luz sobre el personaje real alejándolo del mito?

R.-Desde luego, hay mucha literatura enteramente mítica, muchas fantasías, a veces incluso delirantes, y aportaciones nuevas documentales ha habido pero en un número limitado; se han descubierto nuevos documentos, pero son documentos que nos hablan fundamentalmente de la actividad funcionarial de Cervantes, de cuestiones económicas, pero muy poco de lo que sentía y pensaba. Lo que sí ha habido últimos tiempos ha sido intentos serios de interpretar los datos que ya teníamos. En este sentido, José Manuel Lucía acaba de escribir un libro interesantísimo sobre la juventud de Cervantes, que trata justamente de desmontar muchos de los mitos que existen sobre su figura.

P.-¿Quién fue Cervantes en realidad?

Cervantes era un hombre de clase media baja, y aunque su padre era cirujano, en el siglo XVII era como una especie entre barbero y sacamolero, además con muchos problemas económicos, por lo que tuvo que trasladarse en varias ocasiones de una ciudad a otra. Por eso Cervantes nace en Alcalá, pero su formación fundamentalmente es andaluza. Siendo ya joven vuelve a Castilla, se instala en Madrid e intenta estudiar, pero como no ve otras expectativas decide irse a Italia y enrolarse en el ejército, y desarrolla una carrera militar con mucha pasión, aunque con unos resultados contradictorios, fue herido en la primera batalla, cuando vuelve lo cautivan, etc.; él intenta continuar con la carrera militar, y la sigue un tiempo en lo que hoy llamaríamos Servicios de Inteligencia, espionaje e intenta acceder a cargos políticos, pero ya no cuenta con los valedores correspondientes, y a partir de ahí trata de convertirse en un escritor famoso con la Galatea, el teatro, pero fracasa, y ya cuando está prácticamente desahuciado aparece una novela que se convierte en un gran éxito, pero que no le da mucho dinero, y en consecuencia tiene que seguir luchando constantemente.

P.-Una vida intensa, llena de visicitudes, de múltiples caminos, por lo que sus obras tan heterogéneas se pueden entender como ¿fruto de su propia trayectoria?

R.-Tuvo una vida dolorosa, con muchas dificultades, y Cervantes no debía ser ese personaje bondadoso y tierno, que nos han querido hacer llegar, sino más bien un personaje modélico, enemistado con buena parte de los literatos de su época, y en cierta medida aislado en el ambiente madrileño de principios del siglo XVII. En cuanto a sus obras, hay algunas que son de una excepcional genialidad que abren nuevos panoramas, y en cambio otras que probamente miran al pasado y que seguramente no tenga más interés que el ser de Cervantes; y no sólo obras de muy variadas en estilos, géneros sino también en lo que puede representar y siguen representado, y no todas son lo mismo ni tienen el mismo valor ni la misma significación, ni para nosotros ni para sus contemporáneos. Cervantes es autor de un teatro fracasado, por ejemplo, y que hoy recuperamos, pero que tiene mucho de homenaje al creador del Quijote; no es una recuperación sustantiva porque el teatro suyo en su época no gustó y en la nuestra también tiene muchos problemas porque está escrito en unos versos duros, que no tienen fluidez, cadencia ni las virtudes estructurales que tenía el teatro de Lope, Calderón ni sus discípulos. 

P.-No se puede ser bueno en todo…

R.-No, claro que no; no todos lo pueden todo, eso lo dijo el propio Cervantes. Sin embargo, ahora sí corremos un peligro mitográfico, que es convertir a Cervantes en un santo literario, que por fuerza tiene que ser bueno en todo, excelente en todo y creo no es así, y mantengo la posición frente a otros de que Cervantes tiene aspectos muy diversos, y todos nos interesan por ser de Cervantes, pero no de la misma manera.

P.-Tampoco debería ser un drama, ¿no? Eso mismo le ocurrió a muchos otros autores como Lope, que era muy bueno en teatro, pero con la novela no llegó…

R.-Exactamente. Cada escritor, cada hombre tiene campos en los que se desarrolla a gusto y con plenitud, y logrando transmitir lo que desea, y otros en los que se atasca, e incluso en campos queridos; hay muchos escritores de fama frustrados porque en un campo que para ellos es muy querido no han sido capaces de acertar.