Mostrando entradas con la etiqueta Feminismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Feminismo. Mostrar todas las entradas

miércoles, 12 de febrero de 2025

Si tu marido te pega, de Celia Cruz, y por Mimí Succar

 I 

Si tu marido te pega...

¡Colorá!

dale golpes tú también;

¡Colorá!

si no puedes  con la mano,

¡Colorá!

métele con la sartén.

¡Colorá!

[Este es el original.]


II


Y aquí la letra entera de Celia Cruz. He tenido que editarlo mucho, porque las transcripciones de la red no respetan una ortografía correcta ni entienden el sentido, y hasta rompen las palabras y el peculiar ritmo. Apercíbase que usa un léxico con denotados afronegrismos: la bemba es el conjunto de los dos labios del rostro, pero gruesos. El son, la guarachita y el dansón son géneros de danza y música. Bombé significa alabeado, curvo, arqueado, y también es una droga usada en el vudú y los ritos yorubas. Bembé y Labé son regiones de Guinea. Las estrellas de Fanny es el nombre de una orquesta de la época. Hay dobles sentidos sexuales incluso en palabras comunes y alusiones a la esclavitud y el machismo violento y cierta intertexualidad incluso con las famosas coplas españolas de La hija de Juan Simón.


¿No me le dan un aplauso a la orquesta?

Si son ustedes tan amables,

señoras y señores,

¡un aplauso a la orquesta!


… Pa' mí, tú no eres na'.

Tú tienes la bemba colorá.

Pa' mí, pa' mí, pa' mí, tú no eres na'

Es que tú tienes la Bemba colorá.

… Baila tu rumba,

canta tu son,

¡Tu guarachita y tu dansón, ay!

¡Pa' mí, tú no eres na'!

¡Ay, tú tienes la bemba colorá!

… ¡Pa' mí, tú no eres na',

tú tienes la bemba colorá!

Oye, tú tienes la bemba ¡ay! colorá.

Es que tú tienes la bemba grande,

grande y colorá'

… ¡Pa' mí, tú no eres na',

tú tienes la bemba colorá

¡Ay bambam-bambaramba,

barabambam-bambamram.

Bambamram-barababam

La bemba, bemba,

colorá, colorá.

¡Echa pa' allá!

… ¡Pa' mí, tú no eres na'!

Tú tienes la bemba colorá.

¡Ay, bembamremba la bemba!

La bemba-bemba, la bemba,

te creció la bemba colorá'

… ¡Pa' mí, tú no eres na'!

Tú tienes la bemba colorá,

colorá, colorá, colorá.

Belembelm-bombé.

Belembelm-bombé.

¡Ay belem la bemba!

Bemba colorá.

… ¡Pa' mí, tú no eres na'!

Tú tienes la bemba colorá

¡Ay la bemba, la bemba, la bemba!

¡Bembemba la bemba, la bemba,

la bemba, la bemba,

bemba la bemba, colorá!

… ¡Pa' mí, tú no eres na'!

Tú tienes la bemba colorá,

… bemba colorá.

Pero tú tiene' la bemba,

(colorá.)

Ay, pero tú tiene' la bemba

(bemba colorá.)

¡Ay, la bemba, la bemba

(bemba colorá)

… ¡Ehh la bebem la bemba,

(bemba colorá.)

Bemba, la bemba,

la bemba-bemba, la bemba,

(bemba colorá.)

¡Ay, me gusta mucho la bemba!

(Bemba colorá.)

¡Ay, [qué] buena es la bemba-bemba!

(Bemba colorá.)

… ¡Ay bembé, ay bembé, ay bembé!

(Bemba colorá.)

Bemba labé,

Bembé, bemba labé,

(bemba colorá)

¡Ay buena-buena es la bemba!

(Bemba colorá)

¡Ajá!

(… Ahora yo quiero que ustedes,

única y exclusivamente, digan

"colorá", sin la bemba, ¿ok?)

Le cortamos la bemba al negro...

Colorá, (dígalo, pero todo el mundo)

Colorá.

Eso, de nuevo.

Colorá.

Un pajarillo en su jaula...

Colorá.

vuela y vuela sin cesar,

Colorá.

… y siempre buscando en vano

Colorá.

sitio por donde escapar.

Colorá.

¡Pobrecito, ay, cómo sufre,

Colorá.

buscando su libertad!

Colorá.

¡Ay! Y yo, yo, como el pájaro, quiero

Colorá.

… yo, como el pájaro, quiero

Colorá.

mi libertad recobrar ¡ay! la verdad.

Colorá.

¡Ay! Yo te digo, yo te digo cuándo va,

Colorá.

… ¡Ay bemba, la bemba!

Colorá.

y ahora me voy para España ¡y olé!

Colorá.

Enterraron por la tarde

Colorá.

a la hija de Juan Simón.

Colorá.

… Era Simón en el pueblo

el único enterrador. Colorá.

Colorá.

Él mismo, a su propia hija, colorá,

Colorá.

al cementerio la llevó;

Colorá.

él mismo cavó la fosa,

Colorá.

implorando una oración, ¡colorá!

Colorá.

… en una mano la pala,

Colorá.

y en la otra el azadón.

Colorá.

Y todos le preguntaban:

Colorá.

… ¿De dónde viene Juan Simón? Y todos

Colorá.

Y todos le preguntaban:

Colorá.

¿De dónde viene Juan Simón? Y él dijo:

Colorá.

… Yo soy enterradó', y vengo, ¡ay Dio'!

Colorá.

Yo soy enterradó' y vengo

Colorá.

Yo soy enterradó' y vengo ¡ayyy!

Colorá.

¡Ay, de verdad!

… Colorá.

Bemba colorá.

Si tu marido te pega...

Colorá.

dale golpes tú también.

Colorá.

… Si tu marido te pega,

Colorá.

Dale golpes tú también.

Colorá.

Si no puedes con la mano,

Colorá.

éntrale con un sartén.

¡Ay la bemba colorá!

… La bemba, la bemba

Colorá.

Me gusta mucho la bemba.

Colorá.

I like, I like la bemba,

Colorá.

¡Zapato que yo me he puesto

Colorá.

… y lo boté al basurero!

Colorá.

¡Zapato que yo me he puesto

Colorá.

y lo boté al basurero!

Colorá.

Viene otra, y lo recoge...

Colorá.

¡Yo me lo puse primero! ¡Ay bemba,

Colorá.

… nunca deje de cantar.

Bemba colorá,

El que canta, y canta bien,

Colorá.

nunca deje de cantar.

Colorá.

El que canta, y canta bien,

Colorá.

… porque cantar es también

Colorá.

una forma de olvidar esta bemba

Colorá.

¡Ay la bemba, la bemba!

Bemba colorá.

Me gusta mucho la bemba.

Bemba colorá.

… ¡Qué buena-buena y suave es la bemba!

Bemba colorá.

Conmigo, sí, no hay cuento,

porque yo no tengo bemba.

Bemba colorá.

Yo no quiero cansarles más con mi bemba

Bemba colorá.

Ahora mismo yo me voy con la bemba.

Bemba colorá.

¡Muchas gracias!

… La negra de la bemba colorá

[Sigue el coro]

Colorá.

Colorá.

Bemba Colorá.

Bemba Colorá.

Bemba Colorá.

Bemba colorá.

Bemba colorá.

Bemba colorá.

… A mí me gusta mucho la bemba

Bemba Colorá.

¡Qué buena y suave es la bemba!

Bemba colorá.

I like it, i like it

I like laila

I like it, i like it

I like laila

… ¡Qué buena sabe la bemba!

Bemba colorá.

Caballero, ¡qué rica y buena es la bemba!

Bemba colorá.

Con Las estrellas de Fanny en la bemba...

Bemba colorá.

me gusta mucho la bemba.

Bemba colorá.

Ahora mismo yo me voy con la bemba.

Bemba colorá.

Me fui.


III


Rap de La bella y la bestia, parecido:


Es solo una historia más

La Bella y la Bestia


Ella era bella

Frágil como una rosa

Él era una bestia

Esclavo de sus impulsos


Único el día que les ataron esposas

Ya no eran niños

Crecieron, se hicieron adultos juntos


Todo marchaba bien

O eso parecía en su primera luna de miel

Juró serle de por vida fiel

Y ella a él

Una historia como otra cualquiera (sí)

Quién les ve y quién les viera


Pero el tiempo pasa

Y las relaciones se agotan

Se cansan

Ella ni lo nota, porque está ciega

Ciega de amor


Pero él no aguanta la monotonía

Ya no quería ser dueño de una sola tía

O eso le decía a sus colegas de copas

Suelo irme con otras, pero ella ni lo nota


Bella estaba ciega

Pero no era tonta

Ya dudaba

Cuántas noches solas

Hasta altas horas de la madrugada


La primera vez fue la más dolorosa

Te regaló una infidelidad por cada rosa

Y es que el perdón será tu debilidad

Pero lo que pasa una vez

Siempre sucede una vez más


Este cuento no es eterno

Debo salir, ponerle un fin

Ser más fuerte que esa bestia

Debo salir, quiero vivir

Quiero vivir


Hay tantas cicatrices, ya no puedo más

Me duelen las entrañas de tanto sangrar

No existe un maquillaje que pueda tapar

Este moratón que es mi corazón


Ya no sé cuánto tiempo más podré aguantar

Ya no me quedan lágrimas para llorar

El peso de estos años me doblan la edad

En cada rincón, hubo un bofetón


Dime que esto no ha pasado

Tú dime que lo habré olvidado

Mañana, todo habrá cambiado

Y esto será solo un horrible recuerdo


Sé que me quieres, mi vida

Yo sé que no habrá más heridas

Mañana será un nuevo día

Y, otra vez, seremos felices de nuevo


Empiezan las discusiones

Parece que a él no le gustan

Se vuelve insensible y agresivo

Y a Bella le asusta


Lágrimas caían, tras un empujón

Y el primer puñetazo

Te conformas con un perdón

Y un simple abrazo


No quieres darle importancia

Porque no quieres perderlo

Pero sientes impotencia

Y, a la vez, pánico y miedo


No puedes creerlo todavía

Después de tantos años

Si alguien te pregunta, di que te has caído en el baño


El silencio no te ayuda

Sé que no sabes qué hacer

Sabes que fue la primera

Y no será la última vez


Créeme, sé que no quieres más problemas

Pero no te quedes en silencio

Si tu marido te pega


Porque no le perteneces

Te mereces mucho más

Sobre ti, no tiene autoridad

Se la das y él se crece


No puedes detenerle

No puedes defenderte

No puedes hacer más que rezar por tener suerte


Cada día más normal

Pasar del amor al odio

Se convirtió en algo habitual

Otro mal episodio


Bestia no te quiere

Pero quiere que seas suya

Para siempre

Si no eres mía, no serás de nadie, ¿entiendes?


Bella no podía más

Él cada vez era más bestia

Cuando ella quiso hablar

Ya era demasiado tarde

Se dio cuenta que vivía junto al mal


La Bella y la Bestia

Prefiero no contaros el final


Este cuento no es eterno

Debo salir ponerle un fin

Ser más fuerte que esa bestia

Debo salir, quiero vivir

Quiero vivir


Tu filo atravesó mi alma en solo un compás

Callaste mis lamentos con brutalidad

Me has convertido en un triste número más

Turbia frustración, fue tu perdición


Es demasiado tarde para ir hacia atrás

No volveré a tener otra oportunidad

Seré solo un mal día en la prensa local

Pero mi dolor será tu prisión


Y si yo, ahora, pudiera cambiar en algo tus miserias

Daría todo por que entiendas

Un solo segundo de mi sufrimiento


Espero que, al menos, mi historia

No quede solo en la memoria

Y trace una nueva trayectoria

Que no se repita, jamás, este cuento


Este cuento no es eterno

Debes salir, ponerle un fin (Porta)

Ser más fuerte (Norykko)

Que esa bestia

Debes salir, vuelve a vivir

Vuelve a vivir (la Bella y la Bestia)


Sé más fuerte

Camina hacia adelante

No te rindas

No te quedes en silencio

jueves, 6 de febrero de 2025

Sectas franquistas. El Opus Dei, dossier.

 Soy ya viejo, así que tengo que mirar una Obra. Dossier Opus Dei:

I

    Fátima Navarro, exnumeraria auxiliar: “O salía del Opus o me volvía loca”, por Natalia Junquera, en El País, 6 feb 2025:

El documental ‘El minuto heroico’ recoge los testimonios de 13 mujeres de diferentes edades y países que relatan abusos sufridos dentro de la organización.

Agustina López de los Mozos fue numeraria del Opus entre 1971 y 1979. Cuenta que la “captaron” en un partido de baloncesto y que la felicidad, para ella, es recordar los 20 minutos en un autobús tras salir del centro en el que vivía para volver a casa de sus padres. Es decir, el día que decidió salir. En 2002, encendió la televisión y vio que estaban emitiendo la ceremonia de canonización del fundador, José Escrivá de Balaguer. “Sentí una profunda decepción y decidí difundir en Internet libros de antiguos miembros de la Obra que habían pasado inadvertidos o ya estaban descatalogados, porque la sociedad no sabe cómo funciona de verdad el Opus, ni siquiera los supernumerarios [que no hacen promesa de celibato y viven en sus casas] lo saben. Y a partir de ahí, empecé a recibir muchísimos mensajes de gente pidiendo ayuda, contando su experiencia. Tengo miles de testimonios de todos los países donde está presente el Opus”, relata a EL PAÍS.

La página web, Opus libros, se convirtió en una especie de terapia de grupo y en una primera gran grieta en la opacidad que rodea a la organización, que afirma tener 41.500 miembros en España, el 70% de ellos supernumerarios (no dan cifras de bajas). López de los Mozos es una de las 13 mujeres de distintas edades y nacionalidades que participan en la serie El minuto heroico. Yo también salí del Opus Dei, que se estrena este viernes en Max, casi cuatro horas de testimonios demoledores. Escrivá vuelve a la pantalla, pero más de dos décadas después de la canonización, el contenido es muy distinto. El documental cuenta con la colaboración de la actriz Claudia Traisac, quien, siguiendo las indicaciones de las exnumerarias, recrea sus vivencias.

Menores de edad

Las mujeres entrevistadas en la serie, dirigida por la periodista Mònica Terribas, fueron miembros de la organización en España, El Salvador, México, Irlanda, Inglaterra, Argentina, Guatemala y Costa Rica. La más antigua ingresó en 1971. La última en abandonar lo hizo en 2016. “Los fallos del Opus Dei son iguales en todo el mundo. Es fuente de manipulación de adolescentes, de separación de familias, de problemas físicos y psíquicos…”, relata López de los Mozos. El documental, dividido en cuatro capítulos, abarca desde la captación, siendo menores de edad; el control férreo que el Opus ejercía sobre ellas una vez dentro, apartándolas de sus familias y sometiéndolas a una dependencia económica absoluta, hasta el complicado proceso para salir de la organización y empezar una “vida normal”. María Roca revela, por ejemplo, que cuando salió no sabía si los semáforos se cruzaban en rojo o en verde. Otras mujeres explican cuánto les costó relacionarse con hombres. “Temblaba cada vez que veía a uno”, relata María Isabel Mena.

La captación se produce a través de los centros educativos y mediante actividades atractivas para los menores: excursiones, deportes... Se hace de uno en uno, por numerarios o numerarias jóvenes que se hacen amigos de los chicos y chicas hasta que “pitan” —en la jerga interna, iniciar el proceso de admisión—. “Te hacen sentir importante, especial...”, recuerdan las entrevistadas, pero una vez que ya estás dentro, los captadores desaparecen —para captar a otros— y ellas mismas se convierten en reclutadoras. “El mismo día que cumplí 14 años y medio”, relata Mena, “le dije a mi madre que iba a estudiar, pero iba a pedir la admisión al Opus Dei. Me dejaron muy claro que no le tenía que decir nada a mis padres porque ellos podían ser la voz del demonio”. Su testimonio coincide con el de otras entrevistadas, como Fátima Navarro, que explica cómo le pidieron que no comunicara que había dado el paso hasta que cumpliera la mayoría de edad. Numeraria auxiliar, estuvo 20 años dentro de la organización. “O salía, o me volvía loca”, resume.

La Prelatura no quiso participar en el documental. Cuando EL PAÍS publicó, el pasado octubre, testimonios de antiguos miembros del Opus Dei denunciando manipulación y abusos, una portavoz de la organización replicó que, según sus estatutos, la edad mínima para “comprometerse formalmente” son los 18 años, “tras al menos un año y medio de preparación y discernimiento”. “Si alguien más joven siente una llamada vocacional”, añadió, “puede solicitar ser ‘aspirante’, con el consentimiento expreso de sus padres y siempre que sea mayor de 14 años y medio”. Tanto las entrevistadas en el documental como en el reportaje de este diario desmienten ese consentimiento previo paterno.

"Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava"

Tras el último paso, el de la llamada “fidelidad”, las mujeres del documental y los testimonios recogidos por EL PAÍS coinciden en que les dieron una plantilla de testamento para donar sus bienes al Opus Dei. “La Obra ha conseguido verdaderas fortunas así”, afirma De los Mozos. Una vez dentro de los centros, les entregan el cilicio —que deben usar dos horas al día— y las disciplinas (una especie de cuerda para azotarse la espalda). A partir de ese momento, “la familia es la Obra” y las cartas que envían y reciben, denuncian, son abiertas y “censuradas”.

Entre las entrevistadas para el documental figuran cinco numerarias auxiliares, mujeres que limpian y cocinan en los centros de la organización. “Las numerarias sirvientes, y lo digo en serio”, anotó Escrivá de Balaguer, “me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas; ahora, se están santificando pelando patatas”. Las mujeres explican que carecían de sueldo y no estaban dadas de alta en la Seguridad Social. La fiscalía argentina, tras dos años de investigación impulsada por la Procuradoría de Trata y Explotación de Personas (Protex), acusó por ambos delitos a cuatro responsables del Opus Dei. EL PAÍS entrevistó el pasado octubre a una de las denunciantes, Lucía Giménez, que nunca cobró por su trabajo, y a una portavoz de la organización en Argentina, que admitió “inconsistencias en los aportes durante algunos periodos de tiempo” y aseguró que se habían emprendido “acciones de reparación”. “El Opus Dei”, añadió, “es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”.

II

"Manipulación, codicia y poder: la historia no contada del Opus Dei," reseña publicada en Babelia, suplemento cultural de El País, por Natalia Junquera, 2 oct 2024:

Tras cinco años de investigación, el periodista financiero Gareth Gore acusa a la organización del secuestro del Banco Popular, explotación y maltrato. Su futuro depende de Trump y de hasta dónde esté dispuesto a llegar el papa Francisco.

“La Obra es un peligro para sí misma, para sus miembros, para la Iglesia y para el mundo”, concluye el periodista Gareth Gore (Wigan, Inglaterra, 43 años) en Opus (Editorial Critica), una investigación de cinco años sobre la organización fundada hace casi un siglo por Escrivá de Balaguer. El libro empieza con una confesión. “En 2017, me enviaron a Madrid a cubrir la quiebra del Banco Popular y me perdí la parte más importante de la historia”. Especializado en información financiera, ya había cubierto crisis bancarias en una decena de países y contó la caída de la entidad española de una manera similar. “Pero un par de años después”, relata durante la entrevista en Londres, en la oficina de su agente literario, en pleno Piccadilly, “tuve la suerte de que mi jefe me enviara de vuelta a España” para hacer seguimiento. “Lo que parecía otra historia sobre el colapso de un banco que había asumido demasiados riesgos dejó de serlo. Nada tenía sentido”. Los accionistas trataban entonces de recuperar su dinero en los tribunales. Todos menos uno, curiosamente, el mayor. “Enigmáticamente bautizado como La Sindicatura”, relata Gore, “el grupo contaba con el 10% del banco cuando quebró, una participación valorada en más de 2.000 millones de euros en su punto álgido. Sin embargo, pocas semanas después de la quiebra, la principal empresa de La Sindicatura notificó su disolución”. “Siguiendo el rastro del dinero”, el investigador llegó a esa historia que se había perdido y que motiva el subtítulo de este libro: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica. Es decir, el lado más oscuro de una organización religiosa vinculada hoy a decenas de centros educativos en España.

Cien de las casi 500 páginas del libro son notas, es decir, fuentes. Gore se entrevistó con más de un centenar de actuales miembros del Opus Dei: de veinteañeros a nonagenarios; en Londres, Roma, Madrid, Buenos Aires y Nueva York; y entre ellos “personas cruciales en la toma de decisiones dentro de la organización”. Confía en que su libro sea “el inicio de un proceso para animar a policías, jueces y gobiernos a investigar los abusos y posibles delitos cometidos por el Opus”. Gore desea que esos cinco años de trabajo sirvan para “abrir los ojos”. “Para mí, lo más peligroso es cómo esa organización que recluta niños y se levanta sobre un sistema de manipulación se ha introducido en el sistema educativo. En España el debate gira en torno a si los concertados deben recibir dinero público. Para mí, lo que debería estar preguntándose el Ministerio de Educación español es: ¿Debe tener autorización el Opus Dei para encargarse del bienestar de los niños?”.

EL PAÍS comparte en primicia en España, tras conversar en Londres con el autor, las revelaciones del libro, a la venta el 9 de octubre. Un memorándum interno del Opus Dei previo al lanzamiento y distribuido en residencias de numerarios pide a Escrivá que interceda desde el cielo y a los miembros de la organización que “recen por todos los involucrados y por todos los que puedan verse afectados”. La oficina de prensa del Opus Dei ha emitido este miércoles un comunicado en el que afirma que el libro ofrece una “imagen falsa” de la Obra y de su fundador; niega las acusaciones, asegura que sus miembros no les “representan” en sus actividades políticas o económicas y que su red de corporaciones y fundaciones cumplen la ley. Las organizaciones sin ánimo de lucro manejadas por integrantes de la organización, añaden, buscan “extender el mensaje y el espíritu del Opus Dei”: “Lo hacen con la convicción de que todos los bautizados están llamados a ser agentes de evangelización”.

Luis y Javier Valls-Taberner: Opus Dei y Opus Night

La entrevista con Javier Valls-Taberner, que llevaba más de 40 años en el Banco Popular, 15 de ellos como presidente junto a su hermano Luis, “abrió esta gigante caja de pandora”, relata Gore. “Nos llamaban Opus Dei y Opus Night”, le reveló el banquero. Mientras Luis, numerario, se retiraba por las noches a una residencia del Opus a las afueras de Madrid donde se ceñía al muslo el cilicio —una cadena con pinchos— para recordar el sufrimiento de Cristo, a Javier le gustaban “los buenos vinos, la buena comida, las fiestas y el golf”. Fue Luis quien asumió el encargo de hacerse con el Banco Popular. La operación implicaba traicionar a su propia familia, ya que Félix Millet, su presidente entonces, era primo hermano de su madre.

El “secuestro” del Banco Popular

La maniobra de lo que Gore llama “secuestro” de la entidad bancaria para convertirla “en un cajero automático del Opus” y financiar su expansión por todo el mundo se consolidó a principios de 1957. A través de empresas vinculadas a la Obra, fueron comprando grandes paquetes de acciones. “Los archivos oficiales del Banco Popular están salpicados de menciones a empresas auxiliares del Opus Dei. A finales de 1962 y principios de 1963, el banco prestó a Eolo más de 30 millones de pesetas para participar en una ampliación de capital”, afirma el libro. “Sin Luis [Valls-Taberner] y el modo en el que desvió dinero del banco, el Opus no sería lo que es hoy. Una parte muy importante de la red que tiene por todo el mundo existe gracias al dinero que vino del Popular”, explica Gore. “La participación se efectuaba a través de una serie de empresas fantasma y fundaciones que operaban como un juego de muñecas rusas para ocultar a su verdadero beneficiario. El dinero iba del banco a iniciativas de reclutamiento”. Gore afirma que una web en la que un grupo de numerarios homenajeaba a Valls-Taverner cifró en 700 millones de euros la contribución a fundaciones vinculadas con la organización.

Cuando Luis Valls-Taberner enfermó y dejó de serles útil, apartaron a los hermanos del banco. “Javier me contó que apenas le dejaban hablar con Luis”, quien murió en 2006. Un mes después, Javier fue despedido de la entidad y llegó a temer por su vida. “Viajó a Londres para hablar con el embajador español, un hombre conocido por ostentar un alto cargo en el Opus Dei, y le pidió que informara a Villa Tévere [la sede del Opus Dei en Roma] de que tenía documentos incriminatorios en una caja fuerte en Suiza que saldrían a la luz si algo les ocurría a él o a su familia”.

El comunicado oficial de la organización tras la publicación del libro afirma que Luis Valls-Taberner “destinó parte de su retribución a ayudar a iniciativas inspiradas en el Opus Dei” y ayudó a “crear varias fundaciones, algunas de las cuales recibieron donaciones del Banco Popular” que “financiaron diversas iniciativas impulsadas por el Opus Dei o personas relacionadas con esta institución”. Todo se hizo, insisten, “de manera transparente y legal, y generalmente en forma de préstamos que han sido reembolsados”.

El Santander se hizo con la entidad financiera por un euro en 2017. El caso Banco Popular seguía coleando este año. El pasado junio, la sala de lo penal de la Audiencia Nacional confirmó que el expresidente Ángel Ron debía ser juzgado por los delitos de estafa a inversores y falsedad contable por una ampliación de capital en 2016.

La expansión en EE UU y la agenda de Trump

Mientras en la vecina Francia un tribunal condenaba a una fundación de la organización y a dos numerarios que trabajaban para ella a indemnizar a una mujer que los acusó de explotación, en otros países, especialmente EE UU, el Opus avanzaba a grandes zancadas. “En España”, explica Gore, “todo se debe a Franco. Su complicidad con esa dictadura sangrienta fue lo que los ayudó a crecer. Y en EE UU, el país más poderoso del mundo, el Opus ha dedicado muchos recursos a aumentar su influencia. No es casual que florezca en tiempos de profundas divisiones y guerras culturales. El Opus se alimenta de todo eso y de la desinformación. Después de las elecciones de 2020, el Papa llamó a fomentar un clima de reconciliación. Pero lo que hizo el Centro de Información Católica [organismo que fue dirigido por John McCloskey después de renunciar a su trabajo en Wall Street para hacerse sacerdote del Opus] fue lo contrario: se convirtió en una plataforma para las figuras próximas a Donald Trump que cuestionaban las elecciones, una herramienta para echar más gasolina al fuego”.

El libro relata cómo a través de distintas fundaciones y organismos, el Opus trata de infiltrarse en la élite del poder estadounidense, desde la Cámara de Representantes hasta la Casa Blanca y el Tribunal Supremo. En 2002, el senador por Pennsylvania Rick Santorum fue invitado por la Obra para participar en Roma en una serie de conferencias en las que los oradores insistieron en la necesidad de que los miembros del Opus y los católicos en general utilizaran su posición en la sociedad para influir en las políticas públicas. Santorum declaró que, en su lucha pública en el Senado estadounidense, “el bendito Josemaría” guiaba su camino. Fue uno de los patrocinadores de una enmienda para obligar a las escuelas a dejar de enseñar la teoría de la evolución como un hecho. “El Opus”, afirma Gore, “crea el ambiente y se relaciona con las personas adecuadas para provocar cambios legislativos. El mayor logro de esa red es haberle dado la vuelta a Roe contra Wade [el fallo del Tribunal Supremo que garantizaba el derecho federal al aborto], pero eso es solo el principio. Si Trump gana en noviembre, será también una victoria para esa red de personas vinculadas al Opus Dei en EE UU”.

Escrivá de Balaguer: “bombardeo del amor” y “prudencia de serpiente”

El fundador del Opus Dei llamaba a Luis Valls-Taberner “mi san Nicolás”, en alusión a Nicolás de Bari, santo al que se atribuía haber salvado de la prostitución a tres hermanas arrojando por la ventana de su casa dinero para que su padre pudiera casarlas —con el tiempo pasó a ser conocido como Santa Claus—. El propio padre de Escrivá se había arruinado cuando él tenía 12 años. El que sería declarado santo en 2002, había ingresado en el seminario para optar a una vida mejor. Estudió derecho y llegó a pedir plaza de funcionario, pero su solicitud no prosperó. “Al no encontrar un trabajo decente en la vida civil, empezó a buscar vacantes eclesiásticas”,relata el libro. A finales de 1928, comenzó a esbozar las líneas generales de lo que sería el Opus Dei. Al principio, afirma el investigador británico, “abarca ideas como la compasión, el perdón y la caridad”, pero pronto evolucionará, por el lado religioso, a algo mucho más parecido a una secta, y por el lado político, al lobby. “Una historia de manipulación, abuso y codicia envuelta en el manto de la santidad”, resume Gore.

El segundo manual de Escrivá, Instrucción sobre el modo de hacer proselitismo, detalla los métodos de reclutamiento de los futuros numerarios, quienes harán votos de castidad, pobreza y obediencia. Con lo que llamaba “prudencia de serpiente”, pedía ir uno a uno, desconfiar de las personas que hacían muchas preguntas, incluso de los que padecían sonambulismo, y alejarlos de sus familias. La estrategia para entablar amistad se conoce como “el bombardeo de amor”. A la primera ceremonia de ingreso, Escrivá la denominó “la esclavitud”.

- Desde el principio, hay una voluntad de ocultar sus métodos. ¿No es, en el fondo, mala conciencia?

- Escrivá sabía que el sistema que estaba diseñando era inaceptable. Los escritos fundacionales nunca han sido compartidos con el Vaticano. Hay un factor de culto a Escrivá, otro elemento de vergüenza y otro de miedo a que la gente los vea como lo que son. En el caso de los supernumerarios (los miembros que pueden vivir en familia) es más complicado, pero en el de los numerarios funcionan como una secta.

“Se están santificando pelando patatas”

Uno de los secretos que el Opus intentó preservar fue el funcionamiento de sus residencias para numerarios. Aunque al principio Escrivá diseñó una hermandad secular de hombres —”Nunca habrá mujeres, ni de broma, en el Opus Dei”, escribió—, primero admitió a numerarias (con educación y dinero) y años más tarde inventó la figura de las “numerarias sirvientas” (sin formación), que limpiaban y cocinaban para los numerarios. En la residencia donde vivía Luis Valls-Taberner, entraban por puertas distintas. “Ni siquiera se permitía el contacto físico entre el director [de la parte masculina] y la directora [de la parte femenina]. Cualquier conversación para coordinar las comidas o la limpieza debía mantenerse a través de un sistema telefónico interno. Para asuntos más complicados, se permitía pasar una nota por debajo de la puerta, aunque tenía que estar mecanografiada y sin firmar como medida de seguridad para evitar que se formaran vínculos personales, por ejemplo, al ver el nombre o la letra de otra persona”, escribe Gore.

El Opus animaba a dirigirse a universitarios varones con el fin de “reclutar a la próxima generación de funcionarios y empresarios”, relata el investigador. “Para llegar a todos nos dirigimos primero a los intelectuales, sabiendo que a través de ellos pasa cualquier intento de penetración en la sociedad”, dejó escrito el fundador de la Obra. Pero el caso de las numerarias sirvientes era bien distinto. Se trataba, explica Gore, de “mujeres sin estudios y procedentes de familias pobres. Escrivá consideraba que esa nueva clase inferior era vital para crear un ambiente más enrarecido dentro de las residencias, ya que, de ese modo, los miembros numerarios se sentirían aún más especiales”. Tras las primeras admisiones, anotó: “Las numerarias sirvientes, y lo digo en serio, me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas; ahora, se están santificando pelando patatas”.

- ¿Es el Opus una organización misógina?

- Absolutamente. Hoy el Opus se esfuerza en presentarse como una organización donde la toma de decisiones es democrática y paritaria, pero es una ficción. Las mujeres votan, pero lo que votan tiene que ser validado posteriormente por los hombres.

María del Carmen Tapia fue enviada a una de las residencias de la Obra en Venezuela. Allí había sugerido algunos cambios, como que les permitieran confesarse con sacerdotes ajenos al Opus. En sus valientes memorias, tituladas Tras el umbral y citadas por Gore, Tapia relata que Escrivá la hizo viajar a Italia, donde la llamó “grandísima hipócrita y mala mujer”. A continuación se dirigió a las representantes de la sección femenina y les ordenó, refiriéndose a Gladys, una venezolana a la que Tapia había recurrido para eludir el control de la correspondencia: “A esa cójanla después. Levántenle las faldas, bájenle las bragas y denle en el culo hasta que hable”.

A lo largo de los años, algunas de aquellas mujeres se atrevieron a denunciar lo que habían vivido. Uno de esos casos, el de 43 antiguas sirvientas en Argentina, sería crucial para llamar la atención de un compatriota, el hombre más poderoso de la Iglesia, el papa Francisco. La pionera, Lucía Giménez, había sido captada en un pueblo de Paraguay cuando tenía 13 años y trasladada sin documentos en un avión privado hasta Buenos Aires, donde trabajaba en “jornadas de 12 horas, sin paga, con descansos solo para comer y rezar y durmiendo en una tabla de madera”, según recoge el libro. Cuando, con 32 años, abandonó el Opus, “era una mujer destrozada”. Por este caso, la justicia federal argentina acaba de imputar a las máximas autoridades del Opus en el país por trata de personas y explotación laboral. Gore advierte: “He hablado con muchas mujeres, muchas de ellas reclutadas cuando eran apenas unas niñas, también españolas, que han sufrido cosas muy parecidas. Las autoridades españolas deberían seguir el ejemplo de sus colegas argentinos e investigar al Opus con carácter de urgencia”.

Mortificación y libros prohibidos

En la residencia donde vivió el presidente del Banco Popular, “los numerarios debían llevar un cilicio atado al muslo dos horas al día”. “Una vez a la semana, tenían que dormir en una tabla de madera. Las mujeres lo hacían todas las noches porque se las consideraba más sensuales y debían hacer un esfuerzo extra para evitar la tentación. Los sábados, la disciplina suponía una mortificación adicional: un látigo en forma de cuerda que los miembros golpeaban por encima de los hombros contra la espalda mientras entonaban una oración”, relata el libro. Se buscaba el aislamiento y control total de los inquilinos, de modo que cada mañana el director revisaba los periódicos para recortar cualquier material sensible. El Opus también diseñó un sistema de calificación de libros, del 1 (puede ser leído por cualquiera) al 6 (totalmente prohibido) y al que debían ceñirse los miembros de la organización. Entre los autores censurados con el 6 figuran Flaubert, Joyce, Roth o Tennessee Williams. “El Vaticano suprimió en los años sesenta un índice de libros parecido, pero a día de hoy, el Opus mantiene ese sistema”, afirma Gore.

Maletas con dinero, Operación Limonada y la caída de Ruiz-Mateos

El libro de Gore no es el primer escándalo para el Opus. Richard Cushing, el arzobispo que casó y enterró a John Fitzgerald Kennedy, escribió en 1964 una carta al máximo responsable de la organización en Boston y llegó a pedirles que cesaran todas sus actividades. En 1965, el hombre del Banco Popular en Lisboa, Gregorio Ortega, numerario, fue detenido en Venezuela con una maleta llena de billetes. Al registrar su habitación de hotel, la policía encontró un cuarto de millón de dólares. “Se había convertido en el principal contrabandista monetario del Opus Dei”, relata Gore, que explica cómo “a mediados de los sesenta se habían creado 138 sociedades auxiliares para generar fondos destinados a financiar las ambiciones de Escrivá. El Opus Dei ya había creado un complejo sistema de cuentas bancarias, tanto en España como en el extranjero, a nombre de numerarios de confianza para evitar las normas de control. Pero el sistema no era infalible, y a veces el grupo tenía que recurrir a lo más básico para sacar dinero de España. Antes de un viaje al extranjero, a los miembros a veces se les entregaba un cinturón con billetes”. En 1988, “un grupo de padres católicos de Nueva York publicó un libro titulado Guía sobre el Opus Dei para padres de familia en el que detallaban las técnicas de captación del grupo”. En 2001, agentes del FBI detuvieron a uno de sus compañeros, Robert Hanssen, por espiar para los rusos. Cuando fueron a registrar su casa en Nueva York, Bonnie Hanssen les explicó que su marido llevaba haciéndolo desde 1979, cuando lo pilló in fraganti. Entonces, relató a los agentes, llevó a su marido a confesarse con el padre Robert Bucciarelli, sacerdote del Opus, quien, según relató, aconsejó a Robert que en lugar de entregarse, donara el dinero que le pagaban los rusos. En 2002, el sacerdote estrella de la prelatura en Washington, John McCloskey, fue denunciado por abusos sexuales…

- Ninguno de esos escándalos, de esas llamadas de atención, parece haber tenido mucho impacto en la reputación del Opus Dei, que cumple casi un siglo. ¿Por qué?

- Casi todas las conversaciones empezaban de la misma manera, con el miembro del Opus Dei explicando que todos los que formaban parte de la organización actuaban con total libertad y que cualquier cosa que hicieran, ya fuera en los negocios, en la política o en general, era por iniciativa propia y no tenía nada que ver con la Obra. Hasta ahora les ha sido muy fácil lavarse las manos diciendo: “Ha sido un hombre. No es el modo en el que opera el Opus”. Pero mi libro va al corazón de la organización, a los escritos de Escrivá donde se asienta un sistema de manipulación. Ya no pueden decir que ha sido un individuo, una manzana podrida. Es un diseño. Mucha gente dentro de la Iglesia, incluyendo al Papa, es hoy consciente del peligro del Opus; otra mucha gente desconoce los abusos o está dispuesta a cerrar los ojos porque percibe a la organización como un aliado para mover a la Iglesia hacia una agenda más conservadora. Y el mundo en general no tiene idea de lo que supone el avance del Opus. Envía feliz a sus hijos a su escuelas porque piensa: “Es una organización católica. ¿Qué puede tener de malo?”.

Gore apoya esa tesis con dos datos. El primero alude a las precauciones tomadas por Bergoglio cuando encarga una investigación sobre las finanzas del Vaticano. Para tratar de eludir a la vieja guardia, los investigadores recibieron teléfonos móviles con números malteses en lugar de italianos y se estableció una línea privada para enviar contraseñas de acceso a documentos encriptados. El segundo recibe el nombre de Operación Limonada, literalmente, un plan para tratar de licuar el escándalo que iba a suponer el lanzamiento de El código da Vinci, de Dan Brown (del que se hizo luego una película), donde se vincula a la organización con “lavado de cerebro” y donde se mencionaban, “además del escándalo del espía Hanssen, el rescate del Banco Vaticano por el Opus Dei”. Se presentó el libro como una ofensa a todos los cristianos, no a la Obra. “Gracias a una astuta estrategia de comunicación —con profusión de entrevistas y visitas guiadas para mostrar la cara amable de la organización— y al pago de un millón de dólares para silenciar a una víctima, convirtieron los limones en limonada”. “El dinero recaudado por el Opus”, afirma Gore, “se utilizó para reclutar adeptos y tapar delitos”.

- ¿Qué tipo de delitos?

- Particularmente, trata de seres humanos. Naciones Unidas la define como la captación, transporte o recepción de personas mediante amenazas, fuerza o coacción con fines de explotación, aunque la víctima haya dado su consentimiento. El sistema de captación y traslado de las niñas y mujeres jóvenes que se incorporaron al Opus Dei con la promesa de estudiar en una escuela de hostelería parece encajar en esa definición. También deberían investigar las autoridades la posibilidad de que haya habido un fraude en esta red de empresas y fundaciones que el Opus controla, pero no oficialmente. El Opus siempre se protege a sí mismo.

- Cuenta en el libro que José María Ruiz-Mateos, supernumerario, llegó a donar 1.500 millones de pesetas (unos nueve millones de euros) al Opus, pero cuando fue a pedirles ayuda por sus problemas con la justicia, le dejaron caer.

- Ruiz-Mateos debía tanto dinero al Estado y sus negocios eran tal desastre financiero que el Opus no habría podido hacer nada, pero se aprovecharon de él. Una vez que dejas de serles útil, tienen cero interés en tu espiritualidad.

40.000 dólares en una bolsa de McDonalds. El hartazgo del Papa

La relación del Opus con el Vaticano está en crisis. Poco después de la investidura de Fernando Ocáriz al frente de la organización, se produjo un nuevo escándalo. Una numeraria argentina que había donado todos sus ingresos y tres apartamentos a la Obra decidió marcharse. Sin dinero con el que seguir adelante, pidió a la prelatura que le devolvieran parte de sus donativos, pero el Opus se negó. Al enterarse, el Papa, relata el libro, ordenó que la indemnizaran. “Le entregaron 40.000 dólares en efectivo en una bolsa de McDonalds”. “Se avecina una lucha encarnizada entre el Opus y fuerzas progresistas de la Iglesia”, afirma el investigador británico, convencido de que esa red de políticos y jueces conservadores de EE UU dispuestos a implantar una agenda ultraconservadora en la sociedad ha apostado claramente a la pronta llegada de otro Papa. “Todo depende de cuánto tiempo viva Francisco y cuánto apetito tenga para dar esa batalla. El Opus tiene muchos aliados en la Iglesia”.

Opus, Gareth Gore. Traducción de Efrén del Valle. Barcelona: Crítica, 2024. 496 páginas. 23,90 euros

Opus, Gareth Gore. Traducción al catalán de Mireia Alegre e Imma Estany Morros. Barcelona: Pòrtic, 2024. 

III

“Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava”, en El País, por Natalia Junquera, 6 oct 2024:

Ex miembros del Opus Dei relatan su proceso de captación siendo menores, describen técnicas de manipulación y trastornos mentales. Una psicóloga con 15 años de experiencia con estos pacientes advierte a la sociedad del peligro que supone. La organización niega las acusaciones

“A todas las personas que quise ahí dentro, las sigo queriendo. La mayoría están ya fuera del Opus Dei, pero una de ellas sigue. Cuando hice la denuncia, la enviaron a hablar conmigo. Le dije: ‘Estoy denunciando a la organización. Esto no tiene nada que ver contigo, que no sabes qué es el Opus Dei’. Yo tampoco lo supe hasta que salí. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava”.

Lucía Giménez es una de las pioneras en la denuncia que ha provocado que la fiscalía argentina, tras dos años de investigación impulsada por la Procuradoría de Trata y Explotación de Personas (Protex), haya acusado por ambos delitos a cuatro responsables del Opus Dei. La organización atraviesa un momento clave, ya que el Vaticano revisa sus estatutos y un investigador británico, Gareth Gore, acaba de publicar un volumen de casi 500 páginas acusándoles del “secuestro” del extinto Banco Popular y manipulación de personas.

“Salí gracias a mi mamá”, relata Giménez a EL PAÍS por videollamada desde Buenos Aires. “Ella enfermó de cáncer y dije que iba a ir a cuidarla. Para entonces me había alejado mucho de mi familia. Cuando me preguntaban si iba a ir a verlos les decía que no, porque la Obra era ahora mi familia y no tenían dinero para mi viaje. Te vuelven una fanática. Cuando mi mamá murió, se me cayó el mundo encima. Veía a mis hermanos felices con sus hijos, con su casa... A mí apenas me conocían, era una extraña. No tenía nada ni a nadie. Me quería morir. Pero algo hizo click en mi cabeza”.

Giménez tenía entonces 32 años. Había sido reclutada a los 13 en un pueblo rural de Paraguay, Loreto. “Venían a por mi hermana mayor, de 16, pero ella no quiso ir y fui yo. Oí cómo les contaban a mis padres que podían ofrecerme una educación, una vida mejor. Les engañaron, como a mí. Éramos muchos en casa, pero no éramos pobres. Teníamos animales, huertas, leche, verduras, queso… mi mamá nos hacía la ropa. A ella le dijeron que me iban a cuidar”, cuenta, emocionándose. Primero, relata, la trasladaron a Asunción y a los 16, a Buenos Aires. Durante años, denuncia, custodiaron su documentación. “Un día me empezaron a decir que podía ser del Opus Dei, que era mi vocación. Dijeron que supernumeraria [los miembros que no hacen promesa de celibato] no, que mejor numeraria auxiliar porque era muy joven y pura. Yo no sabía qué significaba eso. Cuando me dieron el cilicio y la disciplina [una especie de cuerda para azotarse la espalda] y me explicaron que tenía que usarlo para no caer en la tentación y no abandonar a Dios, me asusté, pero te insisten tanto… Me llevaron a una casa de varones del Opus. Había bastantes chicas trabajando y pensé: ‘Esto debe ser así’. Nadie te explica de entrada que vas a ser sirvienta. Al principio me pusieron a cocinar para 15 hombres. Una numeraria me enseñaba con un libro. También recibía clases sobre el espíritu del Opus Dei. Por las noches caía destruida, agotada. Nos levantábamos a las seis de la mañana, y a las siete menos cuarto ya estábamos limpiando. Tenías tantas cosas que hacer que no te dejaban pensar. Tardé mucho en preguntarme a mí misma: ¿por qué fueron a buscarme a un pueblo de Paraguay? ¿Por qué no iban a por la gente de su ciudad? Y en responderme: Porque en la ciudad tenían televisión, sabían muchas más cosas de las que sabíamos en nuestra casa”.

Nunca le pagaron por su trabajo. “Cuando salí, tenía la espalda destrozada y estaba muy mal psicológicamente. Me daban ataques de pánico en la calle porque yo no sabía qué era la calle. Mi primera relación la tuve a los 40 años. Me costó mucho cambiar el disco, comprender que nada del cuerpo de una mujer es pecado”. Con el paso del tiempo, entró en contacto con otras mujeres con un relato similar, como Claudia Carrero: “Conocí el Opus Dei en 1979, a los 13 años. Fueron a la casa de mis padres y dijeron que había un sorteo para ver si ingresaba en el Instituto de Capacitación en Estudios Domésticos”, relata a este diario. “Me dieron una estampita de Escrivá de Balaguer y me dijeron que rezara para poder ingresar. En la escuela estuve tres años, luego pasé por diferentes residencias hasta que me fugué en 2002. Me desilusionaron mucho. Pienso que solo les importa el dinero y el poder”, añade.

La portavoz de la Obra en Argentina: “El Opus Dei es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”

No fue fácil encontrar a un abogado que las ayudara. “Yo soy exnumerario”, cuenta desde Nueva York Sebastián Sal, el letrado que asumió su defensa, “y no tenía ni idea de que esto ocurría. Lo primero que hice fue pedirles perdón. Es imposible que Dios te pida que durante toda tu vida seas empleada doméstica del Opus Dei”. Sal pasó diez años en la organización, que abandonó en 1998. “Cuando me fui, me dijeron que iba a enfermar de cáncer”. “El número 43 [por las denunciantes, aunque la mayoría de esos casos están ya prescritos según la legislación argentina] quedó como una referencia”, añade, “pero se han puesto en contacto con nuestro despacho mujeres de España, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Perú, México, Guatemala, Inglaterra... con una experiencia similar”.

A preguntas de EL PAÍS, una portavoz del Opus Dei en Argentina niega las acusaciones de trata y explotación y afirma que los padres de estas mujeres daban autorización para que sus hijas fueran formadas en la escuela ICES, creada en 1973 y “fiscalizada por todas las autoridades competentes durante más de 40 años [entre ellos, los de la dictadura]”. Por esa escuela pasaron hasta 2016 [año en que una nueva ley estableció que no estaba justificado que las alumnas residieran en centros educativos fuera de su ámbito familiar] 1.080 alumnas. Afirma que “solo el 10% pidió la admisión al Opus Dei”. Preguntada por las 43 denunciantes, asegura que “eligieron libremente ser miembros” de la Obra. En cuanto al trabajo que realizaban, responde: “Las formas de materializar esos pagos y organizar el trabajo fueron variando a lo largo de las décadas, acompañando a la legislación y los cambios culturales propios de cada época”. La portavoz admite “inconsistencias en los aportes durante algunos periodos de tiempo” y afirma que “se han emprendido acciones de reparación”. “No negamos que [las denunciantes] hayan podido sufrir experiencias negativas a nivel personal y nos hemos disculpado públicamente por ello. El Opus Dei es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”, añade. Finalmente, preguntada por qué solo mujeres forman parte de ese cuerpo de numerarias auxiliares que limpian y cocinan, responde: “Es una cuestión de carácter fundacional. San Josemaría [Escrivá de Balaguer] se dio cuenta de que su madre y su hermana estaban generando el clima que buscaba para los centros de la Obra. Tras considerarlo en la oración, decidió pedirles esta ayuda insustituible. Se trata de una llamada específica, que surge entre las primeras mujeres del Opus Dei”. El fundador, en efecto, llegó a escribir: “Las numerarias sirvientes me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas. Ahora se están santificando pelando patatas”.

Tratamiento psiquiátrico por miembros del Opus Dei

Laura, (nombre ficticio), española, accede a compartir su experiencia como numeraria auxiliar, pero pide ocultar su identidad porque ha llegado a un acuerdo económico con el Opus Dei. “Entré en 1975, con 18 años, y salí en 2001, a los 44. Me dijeron que iba a tener formación profesional, que iba a ser santa y servir a Dios. Nadie me explicó que servir a Dios era servir a los numerarios y a las numerarias que vivían en un centro. La supuesta formación profesional era religiosa, clases del espíritu de la Obra, del fundador…nada realmente útil para la vida civil y tampoco nada sobre la doctrina de la Iglesia Católica. Hablaban exclusivamente del Opus Dei. Cuando ya dabas el último paso, la ‘fidelidad’, hacías testamento y te comprometías a entregar todo lo que tuvieras a la Obra. Eso, y los papelitos que te entregaban cuando pedías dinero para comprar unas medias, fue lo único que firmé hasta que, en 1990, vino una inspección de Trabajo al colegio mayor donde trabajábamos y nos hicieron un contrato por una temporada. Luego me enviaron a un centro de varones, donde vivían entre 10 y 12 hombres, y ahí volví a trabajar sin contrato”.

Pablo Galán, exnumerario: “Cada año tenías que hacer una lista de amigos que ibas a intentar que pitaran. Pitar es como llaman unirse a la Obra”

“Cuando me dieron el cilicio y las disciplinas”, prosigue Laura, “pensé que no iba a ser capaz de usarlos, pero luego terminabas acostumbrándote, sobre todo al cilicio, que había que llevar dos horas al día, mientras limpiabas, nunca durante el tiempo de oración. Te preguntaban si lo estabas usando y si decías que no, de penitencia te ponían una hora extra al día siguiente. Nos decían que el fundador, a veces, después de usar las disciplinas, tenía que limpiar la sangre que saltaba a la pared y que nosotras teníamos que ser igual de fuertes. Un día a la semana, dormíamos sobre el suelo o en una tabla de madera”. Laura describe, en Madrid, los mismos métodos y largas jornadas de trabajo que Lucía Giménez en Buenos Aires y el mismo nivel de ocupación para evitar que se hicieran preguntas. “Una vez me fui a casa de mi madre, vinieron a buscarme y me dijeron que había traicionado a Dios. Te decían que ellos eran tu familia y que la Obra era lo primero. En 26 años, debí ir a casa de mis padres tres veces y siempre acompañada por una numeraria. A mis sobrinos los empecé a conocer cuando salí de la Obra”. Antes de eso, describe un calvario. “Cuando empecé a encontrarme mal, porque estaba muy angustiada, me llevaron a una psiquiatra del Opus Dei que me empastilló. Yo quería ser santa, pero la lucha interior era terrible, cada día juzgaba más cosas. Empezaron a medicarme en 1988. Me ingresaron tres veces en la clínica universitaria de Pamplona. Los dos primeros ingresos fueron porque me tomé dos cajas de pastillas, pero yo no quería morirme, quería salir de allí. El último, porque dijeron que estaba muy cansada. En los ingresos no venía nadie a verte y luego volvías al centro como si nada. Cuando salí, estaba machacada por dentro. Ahora soy feliz, sigo sanándome, entendiendo que no es que yo hiciera mal, es que aquellas cosas eran anormales”.

Blanca (nombre ficticio), exnumeraria: “El Opus Dei no debería tener contacto con menores”

Una portavoz del Opus Dei en España afirma que todas las personas que trabajan en el mantenimiento de las residencias “están dadas de alta en la Seguridad Social desde el momento en el que existe una regulación legal de su trabajo, en los años ochenta”. A la pregunta de si han llegado a acuerdos económicos por reclamaciones de estas mujeres responden que sí. Preguntada por si existe una plantilla para que los numerarios cedan todos sus bienes en testamento a la Obra, responde: “Como ocurre en toda la Iglesia Católica, las iniciativas y labores del Opus Dei se financian con la aportación de sus miembros y de otros que no lo son. No hay ninguna obligación de donar a la Obra los bienes no procedentes de su trabajo. En su testamento, como cualquier ciudadano, determinan el destino que desean para sus bienes”. Y niega que se impida el contacto con sus familias: “Tienen total libertad”. Media docena de exmiembros del Opus Dei de distintas ciudades y edades consultados por este periódico aseguran lo contrario. La portavoz de la organización en Argentina admite que “en décadas pasadas, las dificultades materiales y económicas para viajar eran mayores, lo que pudo haber ocasionado que, en alguna ocasión, algún miembro del Opus Dei no haya podido asistir a algún evento familiar”.

También pide ocultar su identidad otra mujer de 34 años, en este caso, universitaria y exnumeraria, no auxiliar, pero por motivos diferentes. “Yo estuve 11 años en el Opus Dei, hasta 2017. Durante todo ese tiempo no me hablé con mi padre, porque no aceptó que me fuera de casa para vivir en un centro. Quiero hacer una denuncia pública de todo lo que sufrí, pero sin que la exposición vuelva a abrir esa herida en mi familia”. Blanca (nombre falso) relata que fue “captada” en el colegio. “El mío es un modelo muy común: padres que no son del Opus, pero que te mandan ahí porque el nivel académico es bueno y creen que en los colegios no hay labor de captación, pese a que es el principal foco. Del colegio pasas a lo que llaman clubes juveniles, donde hay actividades deportivas, culturales… y donde viven las numerarias. En mi caso se acercó una chica unos seis años mayor que yo. Parecía una amistad genuina. Con el tiempo te das cuenta de que todo lo que te dicen, en la forma y en el tiempo, está premeditado, responde a un plan y es progresivo, para que tu vayas asimilando cosas de forma muy lenta. La captación, el lavado de cerebro empieza antes de los 14 años. Si para ti es súper normal, desde pequeño, meterte en una habitación con un adulto y que te pregunte por tus padres, tus amigos, las películas que ves y cuestiones cada vez más íntimas, es muy fácil que esa persona termine manipulándote. El Opus no debería tener contacto con menores de edad”.

“Aparentemente”, prosigue Blanca, “eres un adolescente normal, pero cuando tienes 18, te vas y una vez dentro, el control es total. Cuando empiezas a trabajar, te piden tu sueldo cada mes. Si necesitas una chaqueta, tienes que pedirles dinero. Yo he cotizado porque trabajaba fuera de la residencia, pero me fui sin nada porque había entregado todo. Cualquier cosa fuera de tu rutina tienes que consultarla y si te dicen que no, obedeces porque al entrar te comprometes a eso, a obedecer. Tampoco te permiten que te apegues a la gente dentro, porque si lo haces es mucho más fácil que te desahogues con esa persona, que os hagáis preguntas, que os empecéis a cuestionar cosas. Si ven que tienes más intimidad con alguien te lo afean, hacen que te separes”.

Blanca relata que del mismo modo que no hubo un detonante para entrar, tampoco lo hubo para salir. En ambos casos fue algo progresivo. “Yo tenía depresión, pero no lo sabía. Mis últimos dos años allí fueron un infierno. Cuando dices que no estás bien, te responden que estás pensando demasiado en ti misma, que no rezas lo suficiente, que no eres generosa”. La psicóloga Laura Merino, especializada en “grupos de manipulación o sectas”, lleva 15 años tratando a pacientes del Opus Dei y advierte: “Una forma de detectar que una secta es una secta es si cuando haces preguntas sobre algo que te genera dudas, te hacen sentir culpable. Es una bandera roja. Señal de que estás ante un grupo manipulador”. Cuando Blanca perdió la confianza del todo, se fue, pero con muchas dudas. “El lavado de cerebro es tan grande que aunque parezca tonto, yo pensaba que me iba a condenar, que iría al infierno. Tuve que recomponer mi vida, sin dinero y con muchísima culpa. No sabía pagar la luz, alquilar un piso. Nunca en mi vida había tomado una decisión y era una desconocida para mi familia. Ni yo misma me conocía porque había construido mi identidad en base a lo que me habían dicho que tenía que ser”.

Estrés post-traumático

Merino explica que sus pacientes del Opus Dei, al salir, “tienen un problema de adaptación porque han vivido en un lugar donde todo estaba protocolizado y guionizado, y cuando abandonan el grupo, se sienten muy solos. A veces los padres han muerto, o se han roto los vínculos... También son frecuentes los síntomas del estrés post-traumático: miedos, ansiedad a la hora de cómo abordar las relaciones sexuales, por ejemplo. En el caso de las auxiliares sirvientas a las que he tratado, se ven sin nadie a quien servir. He visto a algunas de ellas ponerse a estudiar y hacer en un año lo que otros hacemos en cinco. En general suelen ser personas muy válidas y trabajadoras. El tiempo de recuperación depende de si tienen familia, recursos..., pero el esfuerzo que tienen que hacer en todos los casos es enorme”.

El Opus Dei cuenta actualmente con 41.500 miembros en España, el 70% de ellos supernumerarios, según responde la portavoz en España a EL PAÍS. Si bien hay registro de altas, no lo hay de bajas. Preguntada por qué, responde: “Al hacer la admisión, la persona completa un impreso autorizando su inclusión en la base de datos de la Prelatura. Conforme a ley de protección de datos, al desvincularse, esta información es eliminada”. La mayor parte ingresa entre los 18 y los 28 años. La organización tampoco dispone del tiempo medio de pertenencia a la organización de los actuales miembros. La portavoz afirma que, según sus estatutos, la edad mínima para “comprometerse formalmente” son los 18 años, “tras al menos un año y medio de preparación y discernimiento”. “Si alguien más joven siente una llamada vocacional”, añade, “puede solicitar ser ‘aspirante’, con el consentimiento expreso de sus padres y siempre que sea mayor de 14 años y medio. Los ‘aspirantes’ no empiezan un itinerario de incorporación, reciben acompañamiento espiritual y pastoral adaptado a su edad. Una vez alcanzada la mayoría de edad, pueden incorporarse a la Obra”.

A Pablo Galán, odontólogo, de 39 años, también lo “captaron” en uno de esos centros juveniles. Desde Sevilla relata, como otros antiguos numerarios consultados por EL PAÍS, que cuando cumplió 18, le pidieron que se fuera a vivir a un centro del Opus Dei y le sugirieron que pidiera un crédito para costear “la pensión”. “El centro estaba en la misma ciudad donde vivían mis padres, y yo entonces estaba estudiando, es decir, que no tenía ingresos, pero te dicen que eso es lo que Dios te pide, te hacen sentir un privilegiado, un elegido, y te recomiendan que solicites un crédito y pagarlo en cuotas cuando empieces a trabajar. Yo pedí 25.000 euros al banco y mis padres también pusieron dinero. Mi padre decía: ‘He pagado la boda de mi hija y esto es lo mismo’, porque yo me estaba casando con Dios. Ellos eran supernumerarios y les hacía mucha ilusión que yo fuera numerario”. Hoy ningún miembro de la familia sigue en el Opus Dei.

Pablo no salió, le invitaron a salir. “Yo nunca fui feliz, pero estaba resignado. Cuando ya me tocaba dar el último paso, el de la fidelidad, me dijeron que esto no era lo mío porque vieron que no podían exprimirme más, que yo no les llevaba a nadie. Cada año tenías que hacer una lista de amigos que ibas a intentar que pitaran. Pitar es como llaman unirse a la Obra. Es decir, una lista de gente que tenías enfilada para hacer proselitismo o apostolado. Yo no lo hacía porque no me parecía natural. Pensaba: ‘Si esto es una vocación divina, la gente la descubrirá por sí misma, ¿no?’. Yo estuve en la lista de alguien y una vez que pité, mi relación con esa persona cambió totalmente, ya no era una amistad, porque un numerario no tiene amigos, tiene objetivos. Con el tiempo, hablando con otros exmiembros, te das cuenta de que, dependiendo de la edad a la que te captaban te proponían una cosa u otra: de 25 para arriba supernumerario, y de 25 para abajo, numerario. Cuando me dijeron que no era lo mío, pensé: ‘Podíais habérmelo dicho antes de reventar mi juventud, todos esos años en la facultad, donde el 90% de las alumnas eran chicas, y lo pasaba fatal porque no podía ni mirarlas, porque aquello era como ponerle los cuernos a Dios, que era con quien estabas comprometido. Y poco a poco vas viendo las contradicciones: ¿Qué compromiso de pobreza puede tener alguien que tiene sirvientas, mujeres que le cocinan, le lavan y le planchan la ropa? Yo he vivido con jueces, médicos, profesores… que donaban su sueldo íntegro a la Obra. ¿Para qué querían tanto dinero? En el parto de mi hermano pequeño, el quinto hijo, casi mueren él y mi madre. Al principio, cuando mis padres explicaron que les habían dicho que mi madre no podía tener más críos, que era peligroso, les dijeron que tenían el hospital al lado de casa, y después, que separaran las camas, es decir, que no volvieran a tener relaciones. Eso con 37 años que tenían”.

La psicóloga Laura Merino aclara: “El problema no es la creencia religiosa, sino las técnicas de abuso que este grupo usa para dominar a las personas, pese a que no concebimos lo religioso con lo manipulador”. Cuenta que su interés por el Opus Dei empezó mucho antes de terminar la carrera. “Tenía una vecina que tuvo 14 hijos, con graves riesgos para su salud. Eso me llamó mucho la atención y desde muy joven empecé a leer sobre el tema”. “Hoy tengo también consulta online, lo que me ha permitido tener pacientes de Argentina, de México… y relatan las mismas experiencias. El opusino que salió hace 50 años y el que acaba de salir cuentan lo mismo: la trayectoria desde el colegio, convencerte de que puedes hacer un camino de santidad… La realidad es que es un camino de sacrificio en beneficio exclusivo del Opus Dei, con la aceptación del adepto, pero desde la manipulación. Las vocaciones son provocadas”.

Merino compara la incomprensión social hacia los adeptos de este tipo de grupos con la que sufrían las mujeres maltratadas. “Se decía: ‘Está con él porque quiere’, y no, estaba con el maltratador porque era una mujer manipulada. El adepto tampoco está ahí porque quiere, sino porque le han hecho creer que ponerse un cilicio en la pierna beneficia al mundo. Con el tiempo ha cambiado la percepción social sobre el maltrato machista, pero no sobre el Opus Dei. La sociedad no es consciente de lo que supone. El foco debería estar en la gente que queda afectada por un grupo como este, pero de lo que no se habla, no existe”.

martes, 31 de diciembre de 2024

Alice Munro y el hombre del saco. Elvira Lindo.

 Alice Munro y el hombre del saco. Elvira Lindo, 31 dic 2024.

Lo terrible del abuso sexual a menores es siempre el silencio que se genera a su alrededor, todos los que saben y callan

Una de esas singulares mañanas del Madrid vacío de agosto tomamos café. Somos amigas desde mucho antes de que ella me contara el abuso que durante años sufrió de niña a manos de su padrastro. Eso significa que nuestra amistad no se cimienta sobre ese hecho pavoroso, sino por pura complicidad. No soy su terapeuta, no puedo salvarla, incluso en ocasiones me ha resultado difícil escuchar. Es necesario decirlo porque aunque ahora pareciera haber un consenso sobre el beneficio de la escucha no siempre es fácil. Recuerdo las palabras de la terapeuta Mariela Michelena al respecto: “Incluso quienes estamos entrenados para sumergirnos en la sordidez debemos asomar la cabeza de vez en cuando para tomar aire”. En algún momento de la conversación sale el nombre de Alice Munro, cómo no. Cuántas veces hemos diseccionado sus relatos como si los personajes fueran de carne y hueso. Las dos hemos usado sus cuentos de una u otra manera como material literario o terapéutico. Mi amiga me confiesa que ha leído lo aparecido en prensa solo por encima. Lo terrible, siempre dice, es el silencio que se genera en torno al abuso. Cuando la víctima encuentra a alguien que salga en su defensa esa herida puede aliviarse, pero la realidad nos dice que una mayoría de los menores abusados temen ser avergonzados, culpados u observados como si hubiera algo monstruoso en su corazón. No, me dice, no podré seguir trabajando con sus textos. Inevitablemente, la figura de su madre se funde con la de Munro: mujeres que, conocedoras de la agresión, siguen compartiendo el lecho con el violador de la hija. Antes de entrar en la historia, vayamos con un dato esclarecedor que nos dejó este año un estudio australiano de alto nivel con casi 60.000 participantes: entre el 20% y el 40% de los trastornos mentales podría erradicarse si se atajara el maltrato infantil.

Cuando en julio apareció en el Toronto Star el testimonio de Andrea Skinner, hija pequeña de Munro, sobre la complicidad de su madre con el agresor que la violó desde los nueve años, en España, adiestrados como estamos a la gresca, nos lanzamos a opinar como si se tratara de tomar partido. Desde quien condenaba su obra hasta quien eximía a la escritora de toda responsabilidad; desde quien temía su cancelación hasta quien tachaba de puritanismo que sus cuentos sean leídos hoy de otra manera. Pero lo interesante es que en estos meses en distintos medios, del Toronto Star a The New York Times, han ido apareciendo ensayos magníficos que nos permiten conocer la historia de los Munro, algo que bien pudiera servirnos, si leemos serenamente, para adoptar nuevas perspectivas sobre un asunto del que sabemos poco y opinamos mucho. El último trabajo, escrito por Rachel Aviv, cronista que incide en asuntos de salud mental, es un riguroso ensayo publicado en The New Yorker que ojalá se convierta en un libro.

Los hechos referidos comienzan en 1976, cuando la pequeña Andrea pasa las vacaciones con su madre y Gerald Fremlin, hombretón atractivo a la antigua usanza, tan divertido como propenso a la ira, seductor y aficionado a las bromas sexuales, que comparte sin rubor con una niña a la que hace sentirse cómplice. A pesar de la extrañeza que se palpa en el ambiente, Munro deja a Fremlin al cuidado de la pequeña y ahí comienza una serie de agresiones que duran hasta la adolescencia de Andrea. De vuelta a la casa del padre, la pequeña cuenta el secreto a su hermanastro, este a la madrastra y la madrastra al padre, Jim Munro, que impone el silencio por considerar que la criatura puede haber mentido. El silencio se rompe en 1992. Andrea tiene 26 años cuando se lo cuenta por escrito a su madre porque no se atreve a decírselo en persona. Alice Munro abandona entonces el hogar conyugal y reacciona ante su hija victimizándose, como si se enfrentara a una infidelidad. En esos primeros momentos de desesperación, Munro le confiesa a su hija que ya había tenido noticias de agresiones a otras niñas, pero lo que a Andrea la deja sin aliento es que su madre alberga desde hace tiempo la sospecha de que Fremlin pudiera ser el autor de la violación y asesinato de Lynne Harper, una niña cuyo crimen, sucedido en 1959, sigue sin resolverse. Como respuesta a la confesión de Andrea, Fremlin escribe varias cartas a los padres culpando a la niña de haberlo seducido y amenazando con hacer públicas fotos de la pequeña en poses provocativas.

“Me he enterado demasiado tarde”, se excusa Munro, “y lo sigo queriendo”. Vuelve entonces con su pareja, y los Munro harán como tantas familias: fingir que nada ocurrió. A Andrea le ocurre como a muchas víctimas de abuso: siente que es ella la que ha perturbado la convivencia y acepta ese pacto hasta que en 2002, ante el nacimiento de sus gemelos, se aviva en ella el trauma que nunca ha dejado de estar latente. Le dice a su madre que no permitirá que los niños estén cerca del individuo, y Munro replica lo inconveniente que es para ella hacerle una visita ya que no sabe conducir. Esa dependencia misteriosa de una mujer tan dotada intelectualmente como Alice Munro nos revela lo complejo de una personalidad que en la ficción muestra un férreo control del argumento y en la vida real se declara torpe e incapaz. Será la última vez que hablen.

En 2005, Andrea lee cómo su madre elogia al padrastro en una entrevista y decide reunir las cartas autoinculpatorias del agresor y entregarlas en comisaría. Cuando la policía se presenta en casa de Fremlin, Munro tacha a su hija de mentirosa. Pero eso no evita que Fremlin deba presentarse ante el juez. Dado que Andrea no tiene interés en que vaya a la cárcel se llega a un acuerdo: dos años de libertad condicional y una donación a un centro de víctimas de abuso sexual. Fremlin estimará esta compensación en 10.000 dólares. Aunque por las salas del juzgado deambula la prensa, nada aparece en los periódicos. Andrea se descorazona. Tiene claro que a nadie le parece buena idea que el nombre de la gran escritora sea manchado por un asunto tan turbio. Alice y Gerald siguen unidos. Una secta de dos, según las hijas.

Conforme se ha ido reconstruyendo la historia de este monstruoso silencio aparecen testimonios de quienes lo sabían, y resultan ser muchas las personas que estaban al tanto: editores, periodistas, agentes, escritoras, policías, jueces, familia. Así que el marido de una gloria nacional es condenado a no acercarse a menores de 14 años y todo se reduce a un cuchicheo social que protege al agresor y a quien le da cobijo. Mientras que en la realidad hay un extremo control sobre este secreto vergonzoso, en los cuentos de Alice Munro van desfilando criaturas violadas, madres negligentes, rivalidades entre mujeres maduras y niñas por el amor de un hombre grosero, similar al modelo real. Son muchos los relatos, magistrales sin duda, que pueden ser leídos con esta perspectiva. Open Secrets sería un gran ejemplo.

Me cuenta el psiquiatra Guillermo Lahera que algunas personas con deterioro cognitivo, especialmente las que han vivido controlando de manera más neurótica su presencia social, se muestran en los primeros momentos de la enfermedad propensas a la desinhibición. Así parece que ocurrió con Munro, cuando en primera fase del alzhéimer le dijo a su hija Jenny: “¡Qué cruel por mi parte no librarme de él”. O “yo no quería a ese pedófilo”. Pero lo que ella no se atrevió a resolver, por dependencia insana, por proteger una reputación duramente lograda o por las dos cosas a la vez, lo han hecho sus hijas, arropando a la hermana herida. Nunca se curará la rabia de Andrea hacia su madre. El hombre del saco que fue Gremlin escribió a Jenny, la mediana: “Tu madre será una pirada, pero es una gran escritora”. En esos términos groseros hablaba de Munro el hombre que ella se empeñó en proteger.

jueves, 31 de agosto de 2023

James Haught, El largo, largo camino hacia la igualdad de las mujeres

James Haught, El largo, largo camino hacia la igualdad de las mujeres

El centenario este mes de la 19ª Enmienda brinda una ocasión para trazar el largo, largo camino hacia la igualdad de las mujeres y para darse cuenta de cómo la religión ha desempeñado un papel profundamente negativo.

Durante milenios, la inferioridad femenina fue presumida y obligatoria en prácticamente todas las culturas humanas. A lo largo de la mayor parte de la historia, la fuerza muscular de los hombres más corpulentos les dio dominio, dejando a las mujeres en un estatus inferior: a menudo meras posesiones de los hombres, confinadas al hogar, rara vez educadas y con pocos derechos.

En la antigua Grecia, las mujeres eran mantenidas en el interior, rara vez vistas, mientras que los hombres realizaban todas las funciones públicas. Las mujeres no podían asistir a la escuela ni poseer propiedades. Una esposa no podía asistir a eventos sociales masculinos, incluso cuando su marido organizaba uno en casa. Aristóteles creía en los “esclavos naturales” y escribió que las mujeres son criaturas inferiores a las que hay que cuidar, como un granjero cuida su ganado.

Hasta la época medieval, las hijas eran secundarias y las herencias iban a los hijos primogénitos. Prevaleció el gobierno masculino.

A medida que florecía la Ilustración en el siglo XVIII, surgieron llamados a favor de los derechos de las mujeres. El francés Talleyrand escribió que sólo los hombres requerían una educación seria (“los hombres están destinados a vivir en el escenario del mundo”) y las mujeres deberían aprender simplemente a administrar “el hogar paterno”. Esto enfureció a la rebelde inglesa Mary Wollstonecraft (1759-1797), quien escribió Una reivindicación de los derechos de la mujer , sosteniendo que las mujeres tienen potencial para una vida pública plena. (Su hija se casó con el poeta Percy Shelley y creó Frankenstein ).

El reformador John Stuart Mill (1806-1873) escribió La subyugación de las mujeres en 1869, después de que su esposa escribiera La emancipación de las mujeres , en el que pedía el derecho femenino al voto. Como miembro del Parlamento de Inglaterra, Mill buscó el voto de las mujeres y se convirtió en presidenta de la Sociedad Nacional para el Sufragio de las Mujeres. "La subordinación legal de un sexo a otro es incorrecta en sí misma y ahora es uno de los principales obstáculos al mejoramiento humano", escribió Mill.

El mundo occidental luchó casi un siglo antes de que las mujeres finalmente obtuvieran el derecho al voto.

Elizabeth Cady Stanton (1815-1902) era la brillante hija de un juez del estado de Nueva York. Pocas escuelas admitían niñas, por lo que su padre hizo arreglos para que ella asistiera a la Johnstown Academy, solo para hombres. La hija se indignó por las leyes que prohibían a las mujeres poseer propiedades o controlar sus vidas. Se casó con un abogado abolicionista y lo acompañó a Londres para una conferencia mundial contra la esclavitud. A las mujeres no se les permitía hablar; Se sentaron en silencio detrás de una cortina mientras los hombres hablaban.

De regreso a Estados Unidos, se unió a algunos amigos cuáqueros para organizar una asamblea en 1848 en Seneca Falls, Nueva York, que lanzó el movimiento moderno por la igualdad de las mujeres. Frederick Douglass defendió la controvertida propuesta de Stanton instando a los delegados a exigir el sufragio femenino. Más tarde se unieron a Stanton los unitarios Susan B. Anthony, Lucy Stone y Ralph Waldo Emerson, entre otros, en una lucha de toda la vida por los derechos de las mujeres.

Stanton acusó amargamente a la religión occidental patriarcal de mantener subyugadas a las mujeres. En sus memorias de 1898, Ochenta años y más , escribió: “El recuerdo de mi propio sufrimiento me ha impedido seguir alguna vez a un alma joven con las supersticiones de la religión”. En la revista Free Thought, afirmó: “La Biblia y la iglesia han sido los mayores obstáculos en el camino de la emancipación de la mujer. … Todo el tono de la enseñanza de la iglesia con respecto a las mujeres es, hasta el último grado, despectivo y degradante”. Stanton dijo que las religiones son meras “invenciones humanas” (en su mayoría inventadas por hombres) que inventan el pecado original para culpar a Eva y a las mujeres. Afirmó que “el clero bautizaba cada nuevo insulto y acto de injusticia en nombre de la religión cristiana”.

La Guerra Civil suprimió temporalmente los esfuerzos sufragistas, pero estallaron de nuevo cuando la 15ª Enmienda, ratificada en 1870, permitió votar a los hombres negros, pero no a las mujeres de ningún color. Las demandas aumentaron durante décadas. Mark Twain pronunció un discurso pidiendo el voto femenino. Varios grupos sufragistas salieron a las calles, algunos más militantes que otros. El Partido Nacional de la Mujer, dirigido por Alice Paul, fue el más duro, manifestó piquetes frente a la Casa Blanca y soportó abucheos masculinos y agresiones físicas.

El presidente Woodrow Wilson intentó ignorar el clamor. Cuando una delegación rusa visitó la Casa Blanca, los piquetes portaban pancartas que decían “Estados Unidos no es una democracia. A veinte millones de mujeres se les niega el derecho al voto”. Los manifestantes organizaron desfiles en Washington que fueron atacados por turbas que enviaron a algunos a hospitales. Las mujeres que protestaban en las aceras fueron encarceladas por cargos absurdos de “obstrucción del tráfico”. Cuando los manifestantes se negaron a pagar las multas, fueron encerrados con delincuentes. Paul fue sentenciado a siete meses. Se declaró en huelga de hambre y fue alimentada a la fuerza.

Finalmente, Wilson cambió de posición en 1918 y apoyó el derecho al voto femenino. El Congreso aprobó la 19ª Enmienda, que fue ratificada en 1920, permitiendo que las mujeres votaran. Estados Unidos no fue la primera nación donde las mujeres obtuvieron pleno derecho de voto, pero sí una de las primeras.

En todo el mundo, le siguieron otras naciones, algunas más lentamente que otras. En Suiza, las mujeres no obtuvieron plenos derechos de voto en todos los distritos hasta 1991. Las mujeres de Arabia Saudita finalmente lograron solo una votación parcial en diciembre de 2015. Y como han señalado las mujeres de color, a muchas mujeres negras, asiático-americanas y nativas americanas se les negó el derecho a votar. voto que les prometió la 19ª Enmienda, ya sea mediante leyes racistas o tácticas de Jim Crow, durante hasta tres generaciones más.

Las luchas sociales realmente nunca terminan. Las mujeres occidentales todavía no han logrado la igualdad total. Su salario sigue siendo inferior al promedio de los trabajadores varones. Algunas culturas musulmanas y africanas todavía subyugan a las mujeres, con “asesinatos por honor”, ​​niñas con menor educación y mutilaciones genitales realizadas para someter su deseo sexual y mantenerlas “puras” para los maridos.

Un informe de Amnistía Internacional no muy lejano decía:

En Estados Unidos, una mujer es violada cada seis minutos; Una mujer es maltratada cada 15 segundos. En el norte de África, 6.000 mujeres son mutiladas genitalmente cada día. Este año, más de 15.000 mujeres serán vendidas como esclavas sexuales en China. Doscientas mujeres en Bangladesh quedarán horriblemente desfiguradas cuando sus maridos o pretendientes despreciados las quemen con ácido. Más de 7.000 mujeres en la India serán asesinadas por sus familias y suegros en disputas por la dote. La violencia contra las mujeres tiene sus raíces en una cultura global de discriminación que niega a las mujeres la igualdad de derechos que a los hombres y que legitima la apropiación de los cuerpos de las mujeres para gratificaciones individuales o fines políticos. Cada año, la violencia en el hogar y la comunidad devasta las vidas de millones de mujeres.

Obviamente, la batalla por la plena igualdad de las mujeres aún no ha terminado.

Este artículo es una adaptación de una columna escrita para la edición de agosto-septiembre de 2020 de Free Inquiry.

sábado, 1 de mayo de 2021

Entrevista con la escritora Elisa Victoria

Entrevista de Quico Alsedo a Elisa Victoria para El Mundo, 21 de abril de 2021:

Elisa Victoria: "Mi vida ha sido terrorífica, muchas veces he tenido ganas de no haber nacido"

La pureza, la inocencia y, por oposición, la corrupción y la culpabilidad son los temas centrales de la escritora sevillana, que tras darse a conocer con Vozdevieja confirma su talento en El evangelio

¿Quieres ser madre?

Pero... ¿por qué me preguntas eso? Bueno... Es una pregunta extraña. Yo no quiero ser madre, pero... ¿Me lo preguntas porque en mis libros hay mucho interés en los niños, o...?

Bueno, sí, y también porque tu literatura me parece eminentemente femenina..

Yo no creo que mi literatura sea femenina, sino humana... Sí, yo querría saber la motivación de la pregunta, la verdad.

Bueno, en tus libros hay una preocupación clara por la infancia, por esa inocencia, y como periodista me interesa saber cómo respira respecto a la maternidad alguien que tiene esa mirada... Pero si prefieres no contestar...

No, sí, no pasa nada. Pues mira, yo no tengo intención de ser madre porque me genera un gran conflicto la idea, porque a los niños los veo con gran compasión y mi experiencia viniendo al mundo ha sido bastante traumática, un sufrimiento que ha rozado el terror muchas veces, y no deseo brindarle esa experiencia a un niño que mañana pueda mirarme y decirme: cómo te has atrevido a hacerlo, cómo te has atrevido a traerme aquí. Aunque yo sepa que la vida puede tener un lado luminoso, mi experiencia ha sido terrorífica y muchas veces he tenido ganas de no haber nacido. Me preocupan mucho los niños, soy una gran cuidadora y entiendo el sentimiento tan bello y pleno de la maternidad, pero prefiero centrarme en los que ya están en este mundo.

En la contraportada del nuevo libro de Elisa Victoria (Sevilla, 1985), El evangelio, Lali, la protagonista, maestra en prácticas en un colegio religioso, dice: «Mundo maldito, llévame a mí si quieres, que ya estoy podrida de todas formas, pero no me chafes a Alberto. A Alberto déjamelo tranquilo dando saltos en su casa vestido de gato, déjamelo que haga dibujos, que plante árboles, que baile, no le des sustos, no le des una pandilla que le ponga retos crueles, que se escape, que no se haga mayor como un cadáver dentro de un cuerpo grande con el que sea imposible volver a comunicarse, que no se queden sus huesitos arrojados en el interior de un tonto que monte un negocio vinculado con el diablo y se pase las jornadas firmando papeles y hablando con despotismo. No me pudras a este niño, mundo asqueroso, solo te pido eso, asústame a mi, enférmame, tortúrame, échame a una zanja y que nunca me encuentren, hazme daño a mí y a este niño que nada lo vuelva malo».

La pureza, la inocencia y (por oposición) la corrupción y la culpabilidad son, pues, temas centrales en las dos novelas hasta ahora publicadas por Victoria en Blackie Books, ambas vertebradas en torno a lo iniciático (o a cierta inmadurez, según quién las observe).

En Vozdevieja, Marina tiene nueve años y vislumbra el feo mundo de los adultos desde el ardoroso verano de la Expo 92 en Sevilla, entre una madre enferma y una particular abuela/hada madrina. En El evangelio Lali hace sus prácticas de Magisterio en un viscoso cole religioso mientras come precariedad currando en un Telepizza, folla al paso y de nuevo observa la adultez como quien mira a Marte.

«¿Si la vida está siempre empezando? Supongo que de alguna manera sí, siempre hay cosas que haces por primera vez, y ahí muchas veces viene el conflicto. Hay gente adaptadísima, gente que se adhiere a todo de inmediato, y luego estamos los otros, los que no. Yo muchas veces me he sentido como cuando eres pequeño y el jersey te pica mucho, luego lo que pasa es que a base de estar en esa situación ya no molesta... Pero a mucha gente nos queda siempre esa sensación de que la vida no se acaba de inaugurar del todo, de que estamos siempre en tránsito», dice por teléfono, desde su casa en la sierra de Huelva.

La voz literaria de Victoria, que ella desearía emparentada con Clarice Lispector y John Fante, tiene un punto torrencial, otro de crudeza, rápida métrica y, por encima de todo, persigue claramente la sinceridad. Lo mismo sucede cuando se le cuestiona sobre lo más básico. Victoria abre el telón con la misma inocencia que subliman sus historias, y de nuevo todo retorna a lo primigenio:

¿Por qué escribes?

Escribo porque tengo el mismo sentimiento que cuando empecé. Cuando pasaba de la pubertad a la adolescencia, y no me sentía cómoda con mi persona ni con el mundo. Tenía grandes complicaciones sociales, no sentía que encajaba, empecé a tener ansiedad, dormía poco y empecé a escribir un poco por diversión personal y un poco por los libros que leía. Mientras tenía lugar el proceso, ese ver cómo mi mano deslizaba el bolígrafo sobre el papel, sentía que mi existencia tenía sentido. Me daba igual si se me daba bien o no. Me calmaba y con eso bastaba. Ahora escribo porque me causa más satisfacción que nunca, estoy más segura de ello y creo que tengo buena comunicación con ese monstruo que te impulsa a escribir, que no se sabe de dónde viene.

Victoria admite que, ahora mismo, con El evangelio en la rampa de lanzamiento, ya no sabe muy bien qué ha escrito: «Da un vértigo enorme salir de esa reclusión y ver eso en lo que has pensado tanto antes con su corporeidad, convertido en un objeto. Incluso te causa cierta desvinculación con tu obra. Deja de pertenecerte».

Sus libros comparten cierto ánimo revisionista muy en el ambiente en esta España de hoy, detenida, ensimismada y tristona: el primero miraba a la lejana España del 92, cuando ella tendría siete años (y su protagonista nueve); el segundo se sitúa en 2005-2006, en la preburbuja del ladrillazo. Un mundo concomitante, por diversos motivos, con el de Las niñas, la hermosa película de Pilar Palomero, triunfadora en los Goya: «Pues me lo decían mucho, la he visto ahora, me ha encantado y es cierto que tiene mucho en común...».

Define bien a Victoria el hecho de que Lali, su protagonista, parece aprender más en el Telepizza (en el que la propia escritora trabajó) que en la universidad: «Aprendes a observar, a interpretar cómo te observan los demás, a respetar, a ser mejor cliente. Aprendes lamentablemente cuáles son los cimientos de la civilización: te explotan. Aprendes a coordinarte con los demás... Aprendes a respetar».

Pureza + extrañeza + inadaptación. Consecuencia: ¿en qué trabajas ahora, Elisa? ¿Cuál será el próximo paso? «Me apetece escribir algo de terror»

sábado, 25 de abril de 2020

El feminicidio, al igual que el infanticidio, era normal en el mundo grecorromano. El cristianismo lo condenó.

Fortea cuenta que un estudio recogía "infinidad de trabajos de otros autores acerca del feminicidio en Roma. Es la obra de Rodney Stark, La expansión del cristianismo, Editorial Trotta, 2009 Madrid. Doy los datos completos de la edición por si a alguien le interesa esta obra excelente." Copio de su blog lo que sigue:

"Pues bien, el autor deja probado lo siguiente: 

Había 131 hombres por cada 100 mujeres en la ciudad de Roma, y 140 hombres por cada 100 mujeres en Italia, Asia Menor y África del norte.

"Yo sabía que existía el feminicidio, pero nunca supe que a esa escala. Sí que me había sorprendido el modo de nombrar a las hijas en la sociedad romana (maior, minor), que indicaba que no solía haber más de dos. Y que tres era el número máximo.

El mismo autor aduce el trabajo de otro especialista, aunque la muestra de estudio debe ser especial y no extrapolable:

Un estudio de las inscripciones en Delfos hizo posible la reconstrucción de seiscientas familias. De éstas, sólo seis habían criado a más de una hija.

Acabo con una carta que le envía a su esposa un marido:

Has de saber que todavía estoy en Alejandría. Y no te preocupes si todos vuelven y yo sigo en la ciudad. Te pido y te ruego que cuides muy bien a nuestro hijito pequeño; y apenas reciba mi paga te la enviaré. Si sucede que nace el bebé [antes de que yo vuelva a casa], si es un niño, consérvalo; si es una niña, exponla. Me dijiste: «No me olvides». ¿cómo podría olvidarte? No te preocupes, por favor."

viernes, 21 de diciembre de 2018

Horrible

"Una mujer india da a luz a un bebé vivo mientras se suicida ahorcándose", en El Mundo, 21 de diciembre de 2018:

El bebé, hospitalizado, está en estado estable. El suicidio es un fenómeno devastador entre las mujeres indias.

Una mujer india ha dado a luz a un bebé vivo mientras se suicidaba ahorcándose en una ciudad del centro del país, indicó el viernes la policía local. El recién nacido, un niño, fue descubierto el jueves por las fuerzas de seguridad cuando se mantenía retenido por el cordón umbilical justo por encima del suelo en la localidad de Katni (Madhya Pradesh, centro), mientras el cadáver de la madre pendía de un poste. La policía, alertada por el marido, un agricultor, llegó al lugar y no se percató de inmediato que la mujer de 36 años acababa de dar a luz. Fue necesario que uno de los agentes viera al bebé balanceándose entre las piernas de la mujer fallecida. "Estaba vivo. Lavamos al bebé, lo envolvimos en una manta y esperamos a que llegaran los médicos" declaró a Kavita Sahni, la policía que se hallaba en el lugar. "Estoy feliz de haber salvado al niño, pero desgraciadamente la mujer está muerta", explicó. El bebé, hospitalizado, está en estado estable. La policía investiga las razones que impulsaron a la mujer a poner fin a sus días." Al ahorcarse, muchas hormonas de 'stress' debieron ser emitidas, lo que facilitó que diera a luz. Se limitó a expulsar al exterior al bebé vivo. Debió nacer en algunos segundos antes, mientras la mujer se ahorcaba" explicó Anshu Jindal, una ginecóloga india. "No se puede dar a luz cuando una mujer está muerta. Es necesario que la sangre circule", precisó. El suicidio es un fenómeno devastador entre las mujeres indias, que representan el 36% de las mujeres suicidadas en todo el mundo, según un estudio científico`publicado recientemente por la revista The Lancet. Entre los factores invocados para explicar esos índices anormalmente altos de suicidios, los investigadores citan los "matrimonios precoces y de conveniencia, una maternidad joven, un estatuto social bajo y la violencia doméstica". Según datos gubernamentales, 133.000 indios se suicidaron en 2016. Pero el estudio de The Lancet considera subestimada esa cifra, y la eleva a 237.000 suicidios.

jueves, 8 de marzo de 2018

Barreras psicológicas y sociales que impiden a la mujer demostrar su valía

I

Tres barreras psicológicas que nos impiden ascender (y explican que haya menos mujeres en la ciencia): El efecto pigmalión, el síndrome del impostor(a) y el efecto Dunning-Kruger. Así funcionan y así se pueden combatir

IDOIA SOTA, 15 FEB 2018, El País:

El 63% de los españoles cree que las mujeres no sirven como científicas de alto nivel (no sabemos cuántas de las encuestadas eran mujeres); quizá esta creencia se deba a que solo el 18% de los premios recaen sobre ellas y solo el 3% de los Nobel.

No es solo que se presenten menos. Estos resultados supuestamente meritocráticos son, para algunos expertos, fruto del mismo mecanismo del que adolecen los Recursos Humanos: los sesgos en la selección de personal. En el informe Científicas en Cifras 2015, del Ministerio de Economía, se recogía que el porcentaje de mujeres que recibían ayudas estatales para I+D+i sobre el total que las solicitaban era "sistemáticamente inferior al de los hombres, ya fueran convocatorias de recursos humanos o de proyectos". Esta tendencia, cambió en 2013 y la tasa de solicitudes que reciben ayudas son ya iguales para ambos sexos.

El Ministerio de Economía analizó las asignaciones públicas de ayudas al I+D+i y encontró que el porcentaje de las dotaciones a proyectos de mujeres era "sistemáticamente inferior al de los hombres"

Decía Flora de Pablo, profesora de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), para la campaña Cambia las cifras: "En el momento actual, el 60% de las becarias del CSIC son mujeres, pero en el escalón más alto, el del profesorado de investigación, estamos al borde del 25% de mujeres. O sea que se pierden mujeres a lo largo de la carrera científica".

¿Ingeniería? No, gracias

Ese es un problema común a otros ámbitos profesionales. Sin embargo, el caso de las ciencias es paradigmático desde la universidad (e incluso desde la infancia): mientras el porcentaje de mujeres en las carreras de las ramas de arte y humanidades es del 61% o del 60% en ciencias sociales y jurídicas, en las ingenierías y en Arquitectura tan solo representan el 26%, y el 51% en otros estudios de ciencias (no biosanitarios, donde Enfermería eleva el porcentaje). ¿Por qué?

El problema no está en el contenido de los estudios. Como reconocía Alexander Mendiburu, decano de la Facultad de Informática de la UPV, con motivo de la celebración del 40 aniversario de la carrera de Informática, en el momento en que comenzó a llamarse Ingeniería "se redujo notablemente la ratio de mujeres matriculadas, no solo en España, sino internacionalmente".

Entonces, ¿es el nombre lo que separa a las mujeres de las carreras de ciencias? Sí y no.

Cosas de chicos

La falta de role models es para Natalia González-Valdés, doctora de L'Oréal Unesco For Women in Science en España, una de las razones de que las niñas no elijan estos estudios. "Por eso en la Fundación trabajamos mucho por acercar esos referentes a las niñas: llevando testimonios de mujeres científicas a las aulas de jóvenes entre 12 y 14 años, promovemos que den conferencias, organizamos una exposición con la historia de la mujer en la ciencia, celebramos editatones de Wikipedia para dar más visibilidad a las científicas en Internet...".

Las matriculaciones de mujeres en Informática cayeron desde el momento en que empezó a llamarse Ingeniería Informática, dice Alexander Mendiburu, decano de la Facultad de Informática de la UPV

Pero antes incluso de buscar los modelos en los que reflejarse, las niñas rehúyen las ciencias: "La brecha de género empieza a edades muy tempranas", denuncia González-Valdés. "En un estudio se vio cómo las niñas de entre cinco y seis años no se sentían capaces de desarrollar actividades vinculadas socialmente a estereotipos masculinos. Y esto se debe a la educación". Son cosas de chicos.

"Hay muchos casos de éxito de mujeres en ámbito científico o matemático, por lo general desconocidos", explica la doctora Saskyn, experta psicóloga de Top Doctors. "El reto está en la promoción social del potencial femenino y de todas las aportaciones a la ciencia que han hecho las mujeres. En fomentar actitudes igualitarias donde se prioricen los valores y la diversidad en la inteligencia por su condición de seres humanos instruidos, y no por razón género".

El efecto Dunning-Kruger y el sesgo positivo

En 1999, los psicólogos David Dunning y Justin Kruger indagaron en el mecanismo por el que evaluamos nuestras propias habilidades. Estudiando a personas con habilidades especialmente bajas encontraron que, precisamente debido a su falta de conocimiento, tienden a sobreestimar sus propias capacidades. Al contrario, las personas con más habilidades las infravaloran pues no son conscientes de que se encuentran por encima de la media.

Los resultados de las niñas son mejores en la mayoría de asignaturas, incluidas las matemáticas y las ciencias, según los estudios, pero el efecto del sesgo positivo hace que se sientan inferiores

Este efecto interviene también en la autoevaluación de las personas con capacidades medias, que difiere entre hombres y mujeres. Son muchos los estudios que demuestran que las niñas obtienen mejores resultados que los niños en la mayoría de las asignaturas, incluidas las matemáticas y la ciencia. Sin embargo, esto las llevaría a infravalorar sus aptitudes frente a los chicos, quienes sentirían sus capacidades superiores a lo que de verdad son.

Es lo que se ha denominado como sesgo positivo y fue objeto de estudio reciente por un grupo de investigadores de la Universidad A&M de Texas y la Universidad de Washington. Mientras las mujeres tendían a evaluar cómo habían respondido en su último examen de matemáticas con criterios más ajustados a la realidad, los hombres, en cambio, consideraban que lo habían hecho mucho mejor de lo que en realidad les había salido.

Esta es la razón, según los investigadores, de que ellos se sientan más animados a dedicarse a carreras relacionadas con matemáticas y ciencias: "El sesgo positivo puede ayudar a reforzar los deseos de una persona a emplearse a fondo a una materia", reconocía Heather Lench, directora de la investigación.

El efecto Pigmalión y el efecto Golem

"El efecto Pigmalión hace referencia a que las expectativas que tenemos sobre el rendimiento de una persona incitan a actuar a esa persona conforme a dichas expectativas", explica Mónica Quintana, psicopedagoga experta en género y diversidad y directora de Mindset, empresa dedicada a la gestión del talento y la innovación. "Esto lo demostraron Rosenthal y Jacobson son su famoso experimento. Es lo que denominamos 'profecía autocumplida'. Por ejemplo, si tengo un profesor que piensa que voy a obtener muy buenas calificaciones o un jefe que está convencido de que haré un trabajo excelente, esto elevará mi autoestima y me incitará a trabajar para conseguir los resultados que se esperan de mí".

Pero lo mismo sucede en sentido inverso, "o el efecto Golem, que produce que la autoestima disminuya", añade. "Si en una clase cuando interviene una niña no se la toma en serio y al niño se le refuerza de forma positiva se produce un bloqueo en ella. Es lo que sucede con el campo de la ciencia y la tecnología, históricamente asociado a capacidades masculinas".

Y este efecto se extiende a todos los terrenos. “La sociedad espera que una mujer sea sensible, tierna y empática, y el hombre fuerte, valiente y agresivo", explica el doctor Cristian Toribio, miembro del Centro Psicopediátrico Guía: "Esto se vincula a la representación que nos hacemos de nosotros mismos, la interiorizamos, y nos dirige inevitablemente en nuestra toma de decisiones".

Los principales estereotipos que ponen barreras al acceso de la mujer en el mundo de la ciencia están relacionados directamente con la predisposición biológica de las mujeres a ser más "emocionales" y la de los hombres a ser más "lógicos", de modo que "nos hacemos una imagen mental de la mujer como una buena cuidadora, madre, artista o modista", continúa el experto.

Frases como "la ciencia no es para mujeres" o "tienes más facilidades para hacer esto o aquello" son estereotipos que van calando a lo largo del desarrollo educativo y madurativo, repercutiendo en la percepción que tienen las mujeres (y los demás) de sus propias capacidades y, por ende, influyendo directamente en ellas y en sus decisiones sobre su futuro profesional (Enfermería, Magisterio, Diseño de interiores, de moda...).

A este efecto Golem indirecto, Quintana, añade el directo: "Salarios más bajos, techo de cristal, discriminación por género, que las mujeres reciban menos premios... Estos hechos objetivos construyen un relato: 'las mujeres están menos capacitadas'".

El síndrome del impostor(a)

Cuando una persona con aptitudes para desarrollar una actividad pero baja autoestima (efecto del sesgo positivo) decide desafiar el efecto Golem y dedicarse a aquello para lo que no tiene la certeza de estar capacitada, muy probablemente será víctima del síndrome del impostor(a): sentirá que está usurpando un terreno que no le pertenece, que en realidad está engañando a su entorno y que no es capaz de realizar aquello para lo que se ha postulado y que, finalmente, terminará decepcionando a quienes han puesto en ella sus expectativas.

"El efecto del impostor(a) consiste en no atribuirte tus propios logros y considerar que son fruto del azar", explica Quintana. "Debemos hacer un ejercicio de toma de conciencia. Hay un malestar invisible de las mujeres, que tiene un origen social, fruto de la dominación patriarcal". Para luchar contra ello, Quintana propone enseñar a las mujeres a comunicarse de forma asertiva: "La comunicación asertiva como vehículo para el desarrollo de la autoestima y crear espacios de mujeres que inviten a la reflexión y a reforzar una visión positiva de nosotras mismas".

MEDIDAS PARA MEJORAR LA AUTOESTIMA DE LAS MUJERES (Y ACABAR CON EL 'MIEDO' A LAS CIENCIAS)

Estas son algunas pautas que pueden ayudar a superar el síndrome del impostor(a) y que, según Mónica Quintana, ayudarían a las mujeres en la elección de carreras de ciencias y tecnología.

- Impartir charlas con perspectiva de género en los momentos críticos antes de la elección de estudios, como las que lleva a las aulas la iniciativa de L'Oréal Unesco For Women in Science

- Que las mujeres y niñas conozcan y escuchen testimonios de mujeres

- Conocer la historia y las biografías de mujeres inspiradoras

- Comprender el origen social del malestar de las mujeres

- Practicar networking con otras mujeres

- Mejorar las habilidades de comunicación asertiva y de negociación

- Participar con otras mujeres en un grupo de desarrollo personal

- Rodearse de personas que nos valoren y aprecien: en definitiva reforzarán nuestra autoestima con mensajes positivos

- Acudir a sesiones de coaching para el desarrollo de la carrera profesional

II

Estoy en huelga
Porque no, no soy ninguna víctima, sino una pija del primerísimo mundo que puede pregonar lo que otras no pueden sin perder lo poco que tienen

LUZ SÁNCHEZ-MELLADO 7 MAR 2018 

Porque ningún hombre me ha acosado y, si lo ha hecho, lo he pasado por alto asumiendo que aguantar babosos me iba en el género, y no quiero que nadie siga asumiéndolo. Porque, aunque cobro lo mismo que mis colegas varones, he rechazado ascensos por no estar dispuesta a pagar el peaje de descuidar a mi prole, y no quiero que mis compañeras sigan rechazándolos. Porque he sentido demasiadas veces que no valía para demasiados retos cuando ellos primero los aceptan y después, gloria. Porque amo a los señores y les he tolerado lo que nunca hubiera debido, y no quiero que mis hijas sigan mi ejemplo. Porque no acepto lecciones de ningún hombre, mujer o transgénero sobre cómo ha de pensar, actuar y vestir una buena feminista. Porque mi madre trabajó como una mula toda su vida limpiando culos y mocos, incluidos los de mis hijas, para que yo pudiera currar como un tío, y yo no pienso hacerlo por sus nietas. Porque las jóvenes han dicho basta y, oh ilusa, me siento una de ellas. Porque soy una contradicción con ovarios y tacones de 10 centímetros. Porque el único íncubo que me posee, que yo sepa, es el endemonie ante la injusticia. Porque es ahora o nunca. Porque el mundo muta por sismos sociales y no solo tectónicos. Porque no, no soy ninguna víctima, sino una pija del primerísimo mundo que puede pregonar lo que otras no pueden sin perder lo poco que tienen. Porque veo más allá de mis progresivas. Porque ni pido permiso ni perdón por exigir y ejercer mis derechos. Porque callada no estoy más mona y, encima, me salen calenturas en los morros. Porque sé de dónde vengo, pero no me conformo con dónde estoy y deseo ir más lejos. Porque sí, mato por salir en la foto y, si no, me lo reprocharía siempre. Porque quiero y puedo. Por las que quieren y no pueden. Por las que pueden y no quieren. Por mí y por todas mis compañeras, por mí la primera: estoy en huelga.