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miércoles, 7 de mayo de 2025

Prevención de suicidios y autólisis

 Dossier

 I

 El primer plan nacional contra el suicidio prevé un observatorio y el acompañamiento a los familiares. En El País, por Pablo Linde, Málaga -14 de febrero de 2025 

Sanidad y comunidades autónomas acuerdan una hoja de ruta para reducir las autólisis y para la mejora de la salud mental, que conlleva un aumento de profesionales.

El Ministerio de Sanidad tiene previsto crear un observatorio sobre el suicidio, que recopilará y difundirá información sobre la segunda causa de muerte no natural en España (tras las caídas accidentales). Es una de las medidas que contempla el primer Plan de Acción para la Prevención del Suicidio, cuya aprobación está prevista para este viernes en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud.

Gobierno central, comunidades autónomas y expertos independientes han trabajado conjuntamente en esta estrategia y en el nuevo plan de Salud Mental, que también será votado por los consejeros autonómicos y que prevé, entre otras iniciativas, contratar a más profesionales y racionalizar el uso de psicofármacos, en cuyo consumo España se sitúa muy por encima de los países del entorno.

Las estrategias contra el suicidio han ido tradicionalmente embebidas en los planos de salud mental. Sanidad quería darle mayor protagonismo desgajándola y centrar más esfuerzos en un problema que viene creciendo en los últimos años, aunque según la última estadística del INE hubo una pequeña caída: 3.952 personas se quitaron la vida en 2023.

El plan nace ―según recoge en sus páginas― con objeto de paliar algunas carencias para la prevención del suicidio: desde la falta de un sistema de vigilancia eficaz que permita una recopilación y análisis de datos precisos, hasta la deficiente aplicación de guías de práctica clínica y la falta de continuidad en la atención a quienes han manifestado conductas suicidas. Señala el estigma como un obstáculo importante, con prejuicios que “dificultan la conversación pública” y “limitan el compromiso de los medios de comunicación en la sensibilización”. Además, “la coordinación entre administraciones y sectores es insuficiente”, lo que resta eficacia a las estrategias preventivas, y no existe un sistema de apoyo estructurado a los supervivientes y las familias de las víctimas.

Cecilia Borrás, presidenta de la asociación Després del Suïcidi y pionera del movimiento de asociaciones de supervivientes, considera un paso importante esta mención explícita, aunque como muchas de las que recogen el plan, sus consecuencias reales estarán en manos de las comunidades. Borrás reclama esa atención a los familiares de las víctimas que en muchas autonomías ni siquiera existen, ya que está a carga de asociaciones como la suya. "Es muy complicado dejarlo en manos del sistema público, porque es un proceso muy diferente a la psicoterapia al uso. Se trata de estar acompañado, también por pares, porque es un duelo obsesivo con riesgo de suicidio. Son procesos largos, con síntomas residuales que quedan para siempre y con los que hay que aprender a convivir", explica.

Borrás espera que este plan sea un primer paso para atender a los familiares de estos alrededor de 4.000 personas que cada año se quitan la vida. "Vemos cómo cuando hay un atentado o una catástrofe en seguida se moviliza atención psicológica, algo que no pasa con el suicidio, que deja muchas más víctimas. Si no ha funcionado la prevención, al menos que haya posvención", zanja.

Javier Prado, presidente de la Sociedad Española de Psicología Clínica (Anpir), cree que este plan contra el suicidio es interesante como primer paso, pero cree que un problema tan grande y multifactorial requeriría una estrategia “mucho más ambiciosa” que implicase desde la educación, hasta las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.

Plan de salud mental

El Plan de Acción de Salud Mental 2025-2027 se enfoca en consolidar un modelo asistencial más centrado en la atención comunitaria, la integración de la salud mental en la sanidad general y la eliminación del estigma asociado a los trastornos psicológicos. Pone el foco en los determinantes sociales de la salud mental y trata de cambiar un modelo que recurre con demasiada frecuencia a los psicofármacos para problemas cuyo abordaje es más recomendable con psicoterapia u otras intervenciones. La desprescripción de este tipo de medicamentos es uno de los retos que Sanidad se ha marcado desde la llegada al ministerio de Mónica García.

Además, entre sus ocho líneas prioritarias, incluye el refuerzo de los recursos humanos, con la incorporación de nuevos profesionales y la mejora en sus condiciones laborales; la lucha contra el estigma y la discriminación; la optimización de la calidad en la prescripción de tratamientos y el abordaje de la salud mental en colectivos vulnerables, como personas sin hogar, menores tutelados o víctimas de violencia de género.

De nuevo, el plan es, como lo denomina Prado, “un faro de luz” con unas líneas maestras que pretenden influir en las comunidades autónomas, que son las que tienen la capacidad asistencial, más allá de las campañas y la labor de coordinación del ministerio.

"Pone el foco en cuestiones de gran trascendencia, como la necesidad de especialistas en salud mental, lo que requiere planificación y un análisis por parte de cada comunidad autónoma. Hay que tratar de incrementar las plazas de PIR [Psicólogos Internos Residentes], que este año son 274, muy lejos del estándar mínimo de 481, acreditado en términos científicos para alcanzar un nivel aceptable de psicólogos clínicos", señala.

España arrastra un enorme déficit en profesionales de la salud mental, mientras que los problemas reportados (sobre todo los de carácter leve, no existe esta misma tendencia en los muy graves) no han dejado de crecer desde la pandemia. Hay seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, tres veces menos que la media europea, con datos de 2018, los últimos disponibles, recogidos por el Defensor del Pueblo, mientras que los psiquiatras son 12 por 100.000 habitantes, seis menos que la media de los países desarrollados (de la OCDE).

Celso Arango, presidente de la Comisión Nacional de la Especialidad de Psiquiatría y uno de los expertos que ha participado en los debates de este plan, se muestra muy crítico y ha solicitado al ministerio que retire su nombre del documento: “Es la primera vez que el ministerio no me ha enviado el resultado antes de presentarlo [a las comunidades autónomas]”.

En su opinión, el plan de suicidio tiene una filosofía adecuada, “a la que le haría falta un buen presupuesto para que no se convierta en papel mojado”. El de salud mental, sin embargo, adolece de errores en los indicadores que, de seguirse, “empeorarán el sistema”. Ponga varios ejemplos que espera que se corrijan: “Se marca el objetivo de que el 90% de las plazas [de formación de profesionales] acreditadas por las comunidades sean ofertadas, cuando el año pasado se ofertaron el 99%, sería ir hacia atrás”. También cuestiona otros objetivos como que el 80% de las comunidades incluyan iniciativas para el abordaje integral para la salud mental o para evitar ingresos innecesarios de niños. “¿Qué comunidad no tiene esto?”, se pregunta de forma retórica.

II

El silencio mata: cómo y por qué hablar del suicidio entre los adolescentes, en El País, por Eleonora Giovio, Madrid -02 feb 2025:

Los expertos coinciden en que las conductas suicidas y las autolesiones no son el problema, sino una consecuencia de conflictos previos, y recomiendan abordarlos como desajustes emocionales sin crear pánico.

Suicidio adolescente

Beatriz Hidalgo tiene 51 años, es profesora de secundaria en un centro de adultos y hace 14 meses perdió a su hijo por suicidio. Dani tenía 14 años. " Desde entonces mi marido y yo no tenemos vida por dentro. El dolor que sientes no se puede describir. Piensas que es una pesadilla y que, al día siguiente, te despertarás y Dani estará allí... Y no está", dice una tarde de enero en el centro de Madrid, hacia donde se desplaza para hacer terapia de grupo con otros padres que han perdido a sus hijos o hijas. En España, en 2023 (últimos datos disponibles), se suicidaron 4.116 personas, una vez al día. Diez eran menores de 15 años y 354 tenían una edad de entre 15 y 29. Cifras mayores a las de antes de la pandemia: en 2019 fueron 3.671: 7 eran menores de 15 y 309 tenían entre 15 y 29.

En una carta a la directora de EL PAÍS publicada el pasado 4 de enero, Beatriz pidió ayuda : “El silencio le mató; si hubiéramos podido saberlo, le habríamos conseguido ayuda”, escribió. Lo resume así mientras cuenta que su hijo se cerró y se encerró: "Esto es un enemigo muy grande y silencioso, te viene por la espalda. Es necesario hablar de ello, antes de que sea demasiado tarde". Está convencido también de ello Sergio Tubio, bombero del Ayuntamiento de Madrid, especializado en intervenciones en crisis suicidas: “Hablar del suicidio no lo fomenta, lo que mata es el silencio”.

¿Cuál es la mejor forma de hacerlo con los adolescentes? “Es crucial abordar la formación y la concienciación sobre este tema de manera responsable”, contesta Luis Fernando López, psicólogo que durante cinco años utilizó el cargo de coordinador técnico del programa Hablemos de suicidio del Colegio Oficial de Psicología de Madrid. “Entrar en un aula con 400 estudiantes y hablar abiertamente sobre autolesiones y conductas suicidas como si se tratara de un seminario técnico es comparable a irrumpir con un elefante en una cristalería”, explica el también profesor del Departamento de Personalidad, Evaluación y Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

"Debemos tratar este tema sin generar pánico. Este ruido, que alude al miedo inherente que ya existe en la sociedad, puede ser contraproducente. Si nos decimos que nuestras hijas o hijos están en riesgo vital, que se autolesionan porque no encuentran otra forma de lidiar con la vida, lo normal sería que nos sintiéramos sobrepasados", continúa. "Sin embargo, el pánico paraliza. Por ello, necesitamos una información que las familias puedan procesar y estrategias que mitiguen el impacto emocional al abordar estas conductas en las aulas".

Para el experto, en la mayoría de los casos, las conductas autolesivas o las ideas suicidas en adolescentes no están relacionadas con un trastorno de salud mental específico , sino con una vulnerabilidad psicológica y emocional que los afecta significativamente: "Tanto el suicidio como la autolesión no son el problema en sí, sino la consecuencia de múltiples dificultades previas que los conducen a estas conductas extremas. Esta situación les impide llevar una vida saludable y afrontar los retos propios de su edad. Por ello, es fundamental centrarse en los desajustes emocionales que preceden a estas conductas”.

Y añade: "Si tuviera que dirigirme a un aula con 400 estudiantes, lo haría hablando sobre aspectos como la tolerancia a la frustración, los procesos de ansiedad, la tristeza, las rupturas sentimentales, y las dificultades en las relaciones sociales o familiares. Abordar la conducta suicida requiere un enfoque transversal que contemple estos desajustes y los comportamientos asociados. A menudo, estas situaciones se desbordan a los adolescentes, y la falta de apoyo adecuado, ya sea porque no lo han solicitado o no saben cómo hacerlo, o porque han recurrido a la autolesión como única forma de aliviar su sufrimiento, agrava el problema”.

Coincide con él el psiquiatra Enric Armengou, que forma parte del comité de expertos del Ministerio de Sanidad para el suicidio y es especialista en conductas suicidas. Es también voluntario del teléfono de la Esperanza y la línea de Prevención del Suicidio en Cataluña. En septiembre publicó el libro Romper el Silencio: reflexiones para entender y prevenir el suicidio entre los jóvenes . Asegura que la idea nació porque en el colegio de su hija hubo un intento de suicidio y se demostró como un accidente. "Todos, incluidos los niños, sabían que no. Me dije: esto hay que hablarlo bien. Y tras una sesión de grupo con los padres, salió el libro".

Línea de atención a la conducta suicida

No solo el teléfono de la Esperanza atiende ese tipo de llamadas; en mayo de 2022 el Ministerio de Sanidad creó el 024 , una línea específica de atención a la conducta suicida: en el día de su estreno atendió 1.000 llamadas en 24 horas. Desde entonces se han registrado 355.287 (de ellos, los que tienen entre 10-14 años rondan el 1%, mientras que los que tienen entre 15 y 19 oscilan entre el 3 y el 5%).

En septiembre, Sanidad también dio a conocer los principales puntos del futuro Plan de Acción para la Prevención del Suicidio 2025-2027. Entre ellos, por ejemplo, el desarrollo de sistemas de información para conocer mejor la realidad de las autólisis; sensibilidad y lucha contra el estigma; prevención en las situaciones de mayor vulnerabilidad [personas mayores de 80 años, los adolescentes o las personas LGTBIQ+ ]. En ese plan de acción ha trabajado un grupo de expertos que incluye especialistas sanitarios y académicos, supervivientes y representantes de la Policía y bomberos. La ministra de Sanidad, Mónica García, tiene previsto presentarlo en el consejo interterritorial del SNS.

En el instituto donde estudiaba al hijo de Beatriz, los psicólogos atendieron a los compañeros de Dani después de su muerte, pero en el centro no se ha organizado ninguna charla sobre prevención. Hay otros muchos institutos donde tampoco ocurre. Carlos Soto y Olga Ramos, que hace diez años perdieron a su hija de 18 por suicidio, se dedican ahora, entre otras muchas actividades a dar charlas con profesionales de la salud mental en los centros educativos. No ha sido en más de 15 y la mayoría, religiosos. Ambos perciben que todavía hay una barrera que frena a los responsables de los institutos, la del miedo. “Muchas veces el miedo es por desconocimiento”, explican. "Los adolescentes sí quieren saber. Un día fuimos con un sobreviviente y al salir del centro tenía ya el Instagram lleno de mensajes de agradecimiento. En otra ocasión recuerdo a un chaval decirnos que para ellos es complicado porque no tienen un manual de instrucciones de la vida. Le dije que los padres tampoco lo tenemos, por eso es importante hablar. Incidimos mucho en la comunicación con los compañeros, por si ven que está más taciturno o ha tenido un cambio de comportamiento y les explicamos cómo para acercarse, cómo preguntarle".

Natalia Rodríguez Robles estudió Psicología y trabaja como orientadora educativa en la Comunidad de Madrid. Se encarga de dar formación en los colegios e institutos sobre cómo hablar del suicidio. “Para mí hablar de inteligencia emocional y de resolución de conflictos ya es hacer prevención”, cuenta. Y añade: "El profesorado percibe que han aumentado las autolesiones y preguntan qué está pasando. Quieren saber y tienen ganas de tener herramientas para abordarlo", añade.

Incide el psiquiatra Armengou en que hay que empezar a desmontar el “mito” de que hablar del suicidio lo retroalimenta. "El diálogo es necesario para la prevención y esencial para desmontar los estigmas. Siempre ha habido un tipo de suicidio llamado impulsivo, de cruce de cables. Pero en la inmensa mayoría de casos ha habido señales previas. Una cosa muy importante es que no tienen por qué ser chavales con trastorno mental, sino que lo están pasando mal. En el fondo es un equilibrio entre la angustia que tienen ―que se mete en los tuétanos, que te parece que puede más que tú, que es eterna― y los sistemas de compensación".

En su libro, Armengou explica las diferentes maneras en las que se manifiesta el suicidio en las etapas de la vida: infancia, adolescencia, adultez, vejez. En los adultos "existe un concepto claro y desarrollado sobre la muerte y sus implicaciones. La ideación suicida se suele presentar a raíz de problemas de trabajo, dificultades económicas o enfermedad; en muchos casos, frente a situaciones objetivamente irreversibles", escribe. "La ideación suicida en los adolescentes en tendencialmente impulsiva, por aquella sensación de encontrarse en un laberinto sin salida o de sentir que se ahogan en un vaso de agua. En muchos casos aparecen señales previas con cambios de actitud o conductas de prueba: ingesta de pastillas, autolesiones o amenazas explícitas de suicidio". Tanto él como López están preocupados por ese incremento de autolesiones.

De ahí, insiste López, la importancia de abordar el tema. "La autolesión y la conducta suicida están íntimamente relacionadas, aunque representan comportamientos diferentes debido a los objetivos que persiguen. En el caso de la conducta suicida, los adolescentes no buscan acabar con su vida, sino con la forma en que están experimentando y sintiendo su existencia. Ven en ello una solución definitiva a problemas que, en la mayoría de los casos, son temporales y tienen solución si cuentan con el acompañamiento adecuado. Por otro lado, la autolesión es un comportamiento que puede cumplir múltiples propósitos. Puede ser una estrategia de regulación emocional, una forma de autocastigo o incluso un intento de comunicación hacia otras personas, cuando no encuentran palabras o modos para expresar su sufrimiento. Este daño físico les permite, en ocasiones, disminuir la ansiedad y la angustia psicológica que experimentan. A través de la autolesión, los adolescentes intentan recuperar el control sobre el inicio y el fin de su dolor, enfrentándose a algo que sienten que no pueden resolver por otros medios”.

Y añade: "Cuando no existe un acompañamiento educativo adecuado por parte de la familia, la escuela y la sociedad, estos períodos de vulnerabilidad pueden convertirse en algo habitual durante esta etapa de la vida. Esto genera serias dificultades para intervenir, ya que los adolescentes llegan a normalizar el hecho de hacerse daño como una forma de aliviar el dolor social y emocional que sienten, debido a la falta de herramientas para afrontarlo de otra manera".

Como dice Amaia Izquierdo, psicóloga clínica en el Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid y socia de AEPCP, el adolescente se encuentra en un momento de confusión propio del desarrollo físico y emocional de esa etapa de vida. "En lugar de psicopatologizar la vida cotidiana, es necesario acompañar de manera transversal a nivel personal, pero también familiar y contextual: con la familia, los entrenadores, profesores, monitores de ocio que son los que pueden detectar cambios de comportamientos. Por otro lado, hay que incidirles en que la emocionalidad negativa forma parte de la vida y trabajar para desarrollar frente a ella la empatía, autoestima, respeto propio y hacia los demás, flexibilidad, capacidad crítica y tolerancia al malestar".

Si necesita ayuda, puede llamar al 024; al teléfono de la Esperanza (717 003 717) o escribir por WhatsApp al 666 640 665. También ofrece asistencia la Fundación ANAR (900 20 20 10).

III

Los que se quedan tras un suicidio: “El dolor te viene, pero se vence”, en El País, por Eleonora Giovio, Madrid / Bilbao -10 de septiembre de 2024:

Según la OMS, los familiares de las personas que se quitan la vida son más vulnerables al suicidio. Tres de ellos relatan los sentimientos de culpa que experimentaron, el miedo, los estigmas y cómo consiguieron reconstruirse.

Las personas que han perdido a un familiar oa un ser querido por suicidio se llaman supervivientes. Se usa esa palabra porque, según la APPAC (Asociación de Psicología y Psiquiatría para Adultos y Niños) el nivel de estrés que viven es equivalente al que sufre alguien que ha estado en un campo de concentración o que ha vivido un conflicto. Si en la sociedad y en los medios de comunicación apenas se habla del suicidio, mucho menos se profundiza en los supervivientes . Los que se quedan con la culpa, las preguntas, la carga, el miedo y los pensamientos obsesivos. Y, sobre todo, un dolor, según los testimonios que recoge este periódico, que “te viene”. Ni siquiera hablan de que ese dolor se “pase”, se refieren a buscar la manera de que “disminuya” o de convivir con él. Hablan también de cómo se distribuyen las “culpas” en el núcleo familiar, de cómo se retoma la vida profesional y de cómo se reconstruyen emocionalmente.

Los supervivientes se convierten en personas a su vez especialmente vulnerables al suicidio. Según la OMS, por cada suicidio se producen otros 20 intentos afectando directamente a un medio de seis personas del entorno. De nuevo, lo corroboran dos de los tres testimonios de este reportaje. En España se suicidaron en 2023 [según datos del INE, los últimos disponibles] 3.952 personas; son 75.691 en los últimos 20 años. La OMS ya anunció en el año 2000 que un suicidio afecta íntimamente, al menos, a otras seis personas. Esto supone que más de 19.000 personas, supervivientes en España cada año —el dato más bajo de suicidios fue en 2010 con 3.158—, podrían sufrir sus consecuencias traumáticas. A nivel institucional, en España el suicidio se aborda dentro de la llamada Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud 2022-2026 del Ministerio de Sanidad. Entre uno de sus objetivos específicos es el de “Atender prontamente a las personas cuidadoras, familiares y allegados de personas que han fallecido por suicidio estableciendo un procedimiento de cita y evaluación inmediata en atención primaria y servicios de salud mental que permitan explorar la respuesta inicial ante la pérdida y la necesidad eventual de ayuda”.

Juan José Escudero Barrera, de 64 años, que perdió a su hijo del 19 el 24 de septiembre de 2022, reconoce que cuando buscó ayuda tuvo que hacerlo, como tantos otros, tecleando en Google. "Había oído hablar de que nos llamaban supervivientes. Tecleé esa palabra y lo primero que me salió fue el programa de la tele. Me senté tan mal". A él, lo que le ayudó fue verbalizarlo. "El dolor te viene, te coge la desesperación. Te sientes culpable, empiezan los 'y si'... Es algo que tienes que aprender a manejar. Muchos supervivientes se aíslan, dejan de relacionarse, evitan familiares y amigos y se encierran. Porque el suicidio es un tabú , porque existen estigmas y no quieres dar lástima. Es lo que peor nos hace sentir. Tienes la sensación de que no te entienden".

¿Por qué? "Yo a veces, si pasa algo gracioso, sonrío. Pero hay un recurso interno que me dice: ¿por qué estás sonriendo si tu hijo se ha suicidado? Te pones serio, hasta triste y alguien que está a tu lado equivocadamente piensa: '¡Pero si ha pasado más de un año! Y no, nuestro duelo es constante. En nosotros el concepto del tiempo no existe ya como tal. A mí hablarlo me ha ayudado y me ayuda", cuenta sentando en la terraza de una cafetería de Madrid. Dice que el duelo es tan intenso porque “rompes con todas tus proyecciones de futuro”. Y que buscas explicaciones de forma obsesiva. “Intentas entender el porqué para no hundirte más”. Juanjo, que se quedó viudo menos de un año antes de que su hijo se suicidara, trabajaba en GISS (Gerencia de Informática de la Seguridad Social). Resolví pensando que podía, pero terminé prejubilándose y ha fundado una asociación para la prevención del suicidio y la salud mental ( Sendas). Es lo que le ha ayudado a ver la luz.

"Intenté que el trabajo me sirviera de terapia. Volví a la oficina al cabo de poco. Mantienes un nivel bajo al principio, también porque tus compañeros no saben qué decirte. Te dan todo el espacio, pero luego entras en la dinámica habitual, ellos no son conscientes de que para ti todo el concepto de tiempo, relaciones, incluso la forma de expresarte ha cambiado. Ellos ven que en algún momento ha sido capaz de sonreír, y no saben que a ti por sonreír te entra un sentimiento de culpabilidad bestial. Y luego está el día a día, y claro, de vez en cuando alguien habla de sus hijos… Y entonces te destroza”.

Solicitó la baja porque se dio cuenta de que no estaba funcionando como antes, un día estaba rellenando un informe y se le solaparon todas las letras. "Incluso al médico de cabecera vas con miedo porque tienes que empezar a explicar toda la historia y aunque haya pasado un año no eres capaz de hacerlo. Y luego tocan las revisiones y te entra una ansiedad tremenda por si te dan el alta, no te ves capaz de volver". Reconoce que pensó en quitarse la vida porque miraba a su alrededor y ya no estaba ni su hijo ni su mujer: “ Es un vacío de soledad tremendo que te lleva a un sufrimiento que te inunda de dolor”. No lo hizo, detalle, porque el día anterior había tenido una conversación muy emotiva con una amiga de su hijo que era muy sanadora.

El duelo de los que se quedan, según Eva Montero, psicóloga clínica especializada en atención al suicidio, suele ser mucho más intenso que los que causan otras muertes. "En muchos casos puede derivar en un duelo complicado y patológico. Por el tabú, el estigma, el rechazo que genera. Que haya sucedido a alguien muy próximo a ti, además, puede generar sentimientos de culpa y responsabilidad, como si hubieras estado desatento. Poder hablar de forma adecuada sobre el suicidio nos ayudaría a su prevención ya conseguir que dejara de ser un tabú". Hay pacientes, asegura, que a pesar del paso de los años no se pueden creer lo que ha pasado y siguen pensando en lo que podrían haber hecho para evitarlo. Otros que son incapaces de pronunciar la palabra suicidio, hablan de “eso que pasó, uy no puedo pronunciar” o de un “accidente”. Y explica: "En los duelos naturales es más habitual que haya unas fases, pero en los duelos por suicidio, se suelen entremezclar. Inicialmente suele haber un estado de shock y negación. Es difícil llegar a la aceptación porque los supervivientes la identifican con estar conformes con lo ocurrido".

Cristina Blanco, socióloga, profesora recién jubilada de la Universidad del País Vasco también relata la ansiedad que sintió cuando tenía que visitar al médico de cabecera para solicitar la enésima baja. “Yo me sentía incapaz de leer y de escribir, no podía desarrollar mi trabajo, tenía unas tesis doctorales en marcha, no era capaz, lloraba por los pasillos de la Universidad”. Es madre de tres hijas, tiene 63 años y su marido murió por suicidio en agosto de 2012. Reconoce que cayó en una depresión profunda, se trató, la superó, regresó a las aulas y ha dedicado su vida a escuchar a las personas que necesitan ayuda ya trabajar en la prevención del suicidio. Era experta y referente en migraciones internacionales; lo apartó para dedicarse a la investigación sobre el suicidio y es la directora del único posgrado presencial en Suicidiología que existe en España. Considere esa formación indispensable. "Me parecía importantísimo ofrecer una formación universitaria para psicólogos, trabajadores sociales, incluso médicos de atención primaria. Es una formación especializada, pero multidisciplinar con abordaje integral".

Igual que Juanjo Escudero, Blanco nunca tuvo problemas al pronunciar la palabra suicidio. Ni en contar a sus amigos, compañeros, vecinos que su pareja se había suicidado; Lo hizo desde el minuto uno. Se encontró con un muro de silencio —por aquello del estigma y del tabú— y cierta incomodidad a su alrededor. "Yo lo entiendo: no sabes qué decir, no nos han enseñado a bregar con eso. Yo necesitaba hablar, necesitaba llorar y veía como la gente taponaba, te cambiaba de tema. Es una necesidad que sale de dentro, no todo el mundo la tiene, hay gente que prefiere callarlo y es capaz de enterrarlo en lo más hondo".

Han pasado 12 años desde que su marido, con el que llevaba desde los 15 años, desapareció. Recuerda el desamparo que sintió. "Se habla mucho del duelo: la ausencia es la misma que en cualquier otra muerte, pero en el caso del suicidio hay tres elementos sustanciales que son brutales: la culpa; la sensación de abandono: precisamente por eso. Un accidente o un cáncer no te interpela a ti como persona querida. En el sí suicidio: te has ido porque has querido y eso hay que trabajarlo muchísimo para que no te haga daño todos y cada uno de los días de tu vida. Por último, está la soledad social, que todavía sigue existiendo... hace 12 años ya ni te cuento. Yo cuando hablaba de mi marido, cambiaban de tema”. Cuando se le pregunta cómo se reconstruye la vida después de un suicidio contesta: "Te acompaña el miedo de por vida. Y luego cada persona es diferente. La gente habla del duelo, pero el perder a una persona, no es solo el duelo emocional, es como se reorganiza la vida familiar, porque la culpa no es solamente personal, hay una distribución de culpas en la familia. De capacidad eso no habla nadie. Nadie sabe. Está ahí la sospecha. Y luego está cómo se reorganiza la laboral". Lo cuenta, ya recuperada, con mucha entereza y energía en una cafetería en la playa de Ereaga (Getxo). “Se vende, se puede salir”, dice.

Cuando el marido de Cristina falleció sólo había una asociación de ayuda, en Barcelona (la segunda se creó en 2015 ya desde de 2018-2019 se han ido fundando más en las diferentes comunidades autónomas sobre todo gracias a familiares supervivientes). "Yo necesitaba saber, conocer, contactar con alguien, no quería quedarme como una ostra recogida debajo de una alfombra y menos con tres hijas. Buscaba en internet, no entendía por qué se hablaba tan poco del suicidio. Cuando vi los datos dije: ¡no puede ser! Yo pensé que era una entre 100.000 y no, no solo me pasó a mí, sino que hay 11 muertes diarias de media en España por suicidio. Me volví loca ver que no se hablaba de eso. Mi segundo shock fue descubrir que en las carreras de psicología no se aborda la conducta suicida”. Blanco, que cofundó primero Biziraun y más tarde AIDATU (Asociación Vasca de Suicidiología), huye de los lugares comunes. Insiste en que cada persona vive y procesa su duelo de manera diferente y que el suicidio es mucho más complejo de lo que se intenta transmitir. “Es importante hacer llegar este mensaje cuando se busca ayuda: hay recursos, pero si no te funcionan a la primera, que es probable, no te desanimes, sigue buscando”.

Igual que los otros testimonios de este reportaje, cree que no solo es importante hablar del suicidio en la sociedad y en los medios de comunicación como problema de salud, sino que, si se hace bien, es una medida de prevención. Es lo que defiende Gabriel González Ortiz en su libro Hablemos del suicidio: pautas y reflexiones para abordar este problema en los medios . Ortiz cita al fundador de la Suicidiología en Estados Unidos, Edwin Shneidman, que afirmaba que los esfuerzos en visibilizar la posvención (lo que queda tras un suicidio o un intento de suicidio) son una forma directa de prevención de futuros suicidios. Escribe González Ortiz que extrapolando los ejemplos de las campañas de tráfico (durante años fue la principal causa de muerte en España), el dolor de las familias tras el suicidio de un ser querido y las secuelas que dejan las tentativas de suicidio, pueden suponer un freno muy efectivo para personas que estén barajando esa opción.

Está convencida de ese efecto preventivo Itsaslore Yarza. Tiene 41 años, es profesora de secundaria en un instituto de Tolosa y perdió a su hermano en abril de 2019. Lo cuenta sentada en la terraza de una cafetería de Muskiz, donde residen sus padres a los que ha venido a visitar. "Hablar de los supervivientes es importante, hablar del duelo también, porque hay muchas maneras de conducir. Visibilizar esa variedad de vivencias abre un abanico de opciones a la persona que lo va a vivir". A ella, por ejemplo, le alivió escuchar una frase que pronunció Cristina Blanco en un grupo de ayuda. "Dijo que no le hablaran de fases del duelo y eso me relajó muchísimo. Pensé: 'Me voy a permitir vivir el duelo como me salga y como buenamente pueda'. Cada manera de vivirlo es diferente y es importante transmitirlo. Así como que existe la opción de pedir ayuda profesional a un psicólogo oa un psiquiatra, pero como opción no como una obligación ni tampoco como la única manera de sanar".

Sus padres, cuenta, no han ido a terapia. "Y ahí están. Yo tenía miedo de que se suicidaran por la pena. Cuando murió Alai nos sentamos a hablar también de esto. Cada familia es un mundo, nosotros hemos hablado muchísimo, de cómo nos sentimos, de cómo era Alai, de por qué o para qué haría lo que hizo. ¿Nosotros nos suicidaríamos?, nos preguntamos los tres. Incluso si en algún momento alguno de los tres llegó a pensar hacerlo, hablarlo nos hizo ver que no queríamos, que no es la mejor opción ni ningún tipo de solución". Yarza cuenta cómo se vive en el después. "Yo vivo con un dolor que está ahí y que no se va a ir nunca y he aprendido a vivir con ello. Es como si tuviera un agujero en el corazón, el que me ha dejado a mi hermano y no quiero que se tape con nada, ni que se olvide porque es el sitio de mi hermano". Reconoce que volvió a trabajar enseguida. "Por inercia y por no preocupar a mis padres, para que ellos vieran que yo podía seguir con mi vida. En ese momento necesitábamos cuidarnos entre todos. Y mi manera de hacerlo fue esa".

Resume así su proceso de reconstrucción en el que intentó sacar una parte sanadora. Hizo de su dolor lo que ella llama dolor fértil: "Te cambia por completo el concepto de tiempo, el sentido de la vida y la identidad. Yo antes era una persona mucho más activa, alegre, con más iniciativa, con más ganas de hacer cosas, con más ilusión. Ahora ni tengo ganas de cambiar el mundo ni energías para ponerme a ello. Y eso también ha sido un aprendizaje. Antes gastaba muchas energías en intentar agradar: ahora soy más tranquila y más segura y he aprendido que en la vida puedes estar perfectamente en un segundo, tercero y décimo plano Daría lo que fuera porque mi hermano estaría aquí ahora, pero no cambio la versión de mí misma que soy ahora”.

El teléfono 024 atiende a las personas con conductas suicidas y sus allegados. Las diferentes asociaciones de supervivientes tienen guías y protocolos de ayuda para el duelo.

IV

La prevención del suicidio empieza con una pregunta: “¿Has pensado en quitarte la vida?”, en El País, por Pablo Linde, Oporto -08 de septiembre de 2023:

Los expertos recomiendan hablar sobre el tema, no minimizar expresiones como 'no sé qué hago aquí' o 'no puedo más' y estar atentos a señales de alarma, como un mayor aislamiento, dejadez física y conductas de riesgo.

Prevención del suicidio

Cuando uno de los pacientes de Alba Babot, médica de primaria en La Garriga (Barcelona), llegó a su consulta con “un aspecto desarreglado, poco habitual en él”, le saltaron “todas las alarmas”. Los antecedentes eran preocupantes: tenía un historial de consumo de sustancias tóxicas por el que perdió la custodia de su hija, y un par de semanas antes le habían suspendido el régimen de visitas por quedarse dormido y no acudir a una, lo que había empeorado su estado de ánimo y aumentado su consumo. Poco después llegó al centro de salud con unas lesiones en las manos y muñecas que delataban una pelea. Fue entonces cuando la doctora activó un protocolo de ingreso psiquiátrico involuntario. El riesgo de suicidio parecía inminente.

Las señales que avisan de que una persona puede estar pensando en quitarse la vida no siempre son claras. Y pueden variar mucho. Pero media docena de especialistas consultados coinciden en señalar en que esa dejadez en el aspecto físico, el aumento del consumo de alcohol y drogas, incurrir en conductas de riesgo físico (como peleas o deportes extremos que antes no eran habituales) deben ponerse en alerta, especialmente si se dan en alguien con antecedentes de problemas de salud mental. También pueden detectarse otras que tienen que ver con atender asuntos del final de la vida: regalar pertenencias importantes, dejar resueltas cuestiones legales, hacer testamento o despedirse de amigos, siempre en el contexto de personas que pasan por un mal momento.

A veces es todo mucho más sutil: mayor aislamiento, desconexión, dejar de hacer planes que solían gustar a la persona o de ver amigos, pero muy a menudo, también hay verbalizaciones. Frases como: “No sé qué hago aquí”, “estaríais mejor sin mí”, “sería mejor que desapareciera”, “no puedo más”. No hay que obviarlas, ni minimizarlas ni eludirlas. "Tenemos que hablar abiertamente del tema. Los estudios dicen que cuando una persona te llama la atención de que pueda estar pasando por mal momento o tienen una alteración del estado de ánimo compatible con una depresión es bueno preguntar sobre si ha pensado en quitarse la vida. Existe la creencia de que esto puede favorecer que la persona acabe cometiendo un acto suicida, pero los estudios muestran todo lo contrario, que poner el tema sobre la mesa ayuda a visibilizar el problema, a abrirse y darle espacio para poder ser atendida", explica Babot, que con motivo del día de la prevención del suicidio (10 de septiembre), participa en la campaña #StopSuicidios, promovida por la farmacéutica Lundbeck.

El contexto en España es el de un nuevo récord de suicidios: 4.097 en 2022, según las últimas estadísticas provisionales del INE. Es una tendencia al alza que se viene registrando desde 2018 y que deja la tasa en 8,5 suicidios por 100.000 habitantes, el máximo histórico, aunque sustancialmente inferior al de la mayoría de los países de la OCDE (con una media de 12 en 2019) y muy similar a otros momentos en los noventa y de este siglo. Una de las subidas más acentuadas y preocupantes se ha producido en menores de entre 10 y 14 años , aunque los números absolutos (22 el 2021) son mucho más bajos que en otras franjas de edad (los que más se quitan la vida son hombres a partir de los 40 años, con un pico de 460 autolisis entre los 50 y los 54 años), y menores que en épocas pasadas.

Entre los más jóvenes, hay otros signos de alarma que preocupan a los especialistas, como que uno de cada 20 adolescentes aseguran haber intentado quitarse la vida , según el estudio PsiCE (Psicología en Contextos Educativos). Un tercio de los intentos de autolisis que atiende el teléfono de información toxicológica es de menores de 20 años . Y las llamadas a los números atención de al suicidio entre los jóvenes se está disparando, algo que además de más ideas suicidas puede tener que ver con una mayor visibilización de estos recursos.

El psiquiatra Víctor Pérez-Sola, coordinador nacional de la Alianza Europea Contra la Depresión, ve una “tendencia muy importante” en las tentativas de los jóvenes: “Muchas veces no es suicida real lo que buscan sino que cambie la vida. Te dicen: 'No, yo no me quería matar, yo estaba sufriendo y quería que dejara de pasar'. Este aspecto comunicacional en gente joven es mucho mayor. La gente mayor cuando lo intenta hace tentativas muy bruscas y muy serias. Consiguen morirse con mucha más frecuencia”.

Pérez-Sola explica que el entorno de jóvenes y mayores suele ser distinto. Los primeros suelen estar rodeados de gente sana, familia y otras personas alrededor, y suele ser un acontecimiento vital concreto lo que precipita esa conducta. Mientras, entre personas más mayores son frecuentes las enfermedades mentales o los problemas sociales graves, así como las enfermedades somáticas que les hacen sufrir. Esto se une muy a menudo a la soledad. “Hacemos mucho hincapié en la gente joven porque son los que dan señales de alarma, pero es verdad que en proyectos de investigación o asistenciales a los mayores estamos haciendo menos, no hay campañas tan bien montadas y habría que tener mucho cuidado con la enfermedad somática, el dolor y la soledad”, afirma el psiquiatra.

No existe un plan de prevención nacional que coordine las actuaciones de todas las comunidades autónomas (como sucede por ejemplo con las drogas o el sida), algo que reclaman algunos profesionales en la plataforma Hagamos un plan . Pero sí hay cada vez más medidas: en 2022 se puso en marcha el 024, el primer teléfono nacional de atención a la conducta suicida, que atiende más de 300 llamadas al día . Este mismo año se ha aprobado un permiso de acompañamiento a personas en riesgo .

La prevención del suicidio, en cualquier caso, es muy complicada. Como escribió este verano en EL PAÍS Guillermo Lahera , profesor titular de Psiquiatría en la Universidad de Alcalá, 7 de cada 10 personas que mueren por suicidio no tenía pensado hacerlo tan solo una hora antes. "Porque la conducta suicida es dinámica, cambiante, en algún punto impredecible, y se ajusta mal a nuestros anhelados modelos lineales de predicción e intervención. El suicidio es una conducta, no una enfermedad, y su principal medida preventiva es la opuesta a la que se aplica en las infecciones: desaislarse , reconectarse, contaminarse de los otros. Los lazos afectivos y los cauces de comunicación son su principal antídoto".

Esto va en línea con lo que exponen el psicólogo Antonio Mengual, que cree que la falta de comunidad es un factor de riesgo. "Por eso las terapias de grupo son tan importantes. Estamos en un infierno, pero permanecemos juntos", dice. Ante señales como las antes mencionadas, aconseja, en primer lugar, abstenerse de decirle a la otra persona lo que tiene que hacer. “No decir que la vida sigue o poner juicios de valor, sino preguntar qué está pasando”. Lo segundo, ofrece ayuda. Decir: “¿Qué necesitas que yo haga?”. Lo tercero: proponer buscar ayuda de un profesional. Y, cuarto, estar más pendiente. "Muchas veces no somos conscientes del impacto que tenemos en otras personas. Aunque veamos que no contesta, le podemos decir, me he acordado de ti, espero que estés bien. He tenido pacientes que me han dicho que aunque no los respondían porque no tenían fuerzas o ganas, estos mensajes les han salvado la vida", asegura.

Cecilia Borràs, también psicóloga y presidenta-fundadora de Después del Suicidio–Asociación de Supervivientes (DSAS), apunta que es muy importante la validación de lo que el otro percibe o siente: "Cuando escuchamos cosas como "no tengo ningún futuro", no podemos responder cosas como: "No es para tanto", que son muy frecuentes. Hay que ofrecer hablar, preguntar qué es lo que le preocupa. Por hablar de suicidio nadie se va a suicidar, hay que hacerlo con naturalidad, aunque cuesta mucho". Algo muy importante es ganar tiempo, ya que las ideas suicidas vienen y se van. “En lugar de decirle que no lo haga, mejor aconsejarle que espere a mañana. Y mañana, que espere al día siguiente”, dice Borràs.

Dentro de lo complicado que puede resultar identificar a una persona en riesgo de suicidio, existe un rasgo muy claro: quienes ya lo han intentado tienen más probabilidades de repetirlo. Son personas a las que su entorno debería prestar especial atención. En el caso del paciente de Babot ya lo había hecho, y fue una de las razones por las que activaron una medida tan drástica como el ingreso forzoso. En principio, confiesa, no salió bien: “Sus conductas fueron perjudiciales, tanto para él como para el resto de enfermos de la planta, pero posteriormente pudimos trabajar con él y vuelve a estar controlado y en buen estado”.

Las personas con conductas suicidas y sus familiares pueden llamar al 024, una línea de atención del Ministerio de Sanidad. También pueden dirigirse al Teléfono de la Esperanza (717 003 717), dedicado a la prevención de este problema. En casos que afecten a menores, la Fundación Anar dispone del teléfono 900 20 20 10 y del chat de la página https://www.anar.org/ de Ayuda a Niños/as y Adolescentes.

V

El teléfono del suicidio (024) atiende 335 llamadas al día en su primer año, en El País, por Pablo Linde, Madrid -9 de mayo de 2023:

El 7,2% de los usuarios se ha calificado como de riesgo alto o muy alto y un 10,7% han sido allegados que pedían información o demandaban consuelo por un duelo.

El teléfono de atención a la conducta suicida (024) ha atendido 118.885 llamadas desde que se puso en marcha, hace ahora un año. Son 335 al día, según el Ministerio de Sanidad, que ha facilitado datos hasta el pasado 30 de abril. La media por llamada ha sido de 11,33 minutos (con algunas que superan en mucha esa extensión, si así lo requieren), lo que suma más de 22.456 horas de servicio.

El 55,4% son personas que tienen ideación suicida en mayor o menor grado y el 10,7% son allegados o del entorno, que pueden llamar para pedir información o para exigir consuelo por un duelo, entre otras circunstancias. Un 14% busca información sobre el suicidio, entre las que hay profesionales de entornos educativos que solicitan asesoría, pautas y estrategias para poder atender casos de ideación en esos espacios.

El 16,5% de las llamadas están catalogadas como de riesgo bajo. El 26,6%, medio, lo que significa, según explica Sanidad, una frecuencia del pensamiento de suicidio alta, con un malestar emocional intenso, pero que aún no se han planteado cómo o cuándo realizar el acto suicida. En riesgo alto y muy alto se han verificado 8.563 personas, lo que supone el 7,2% de las llamadas.

El 024 es el primer teléfono público para prevención del suicidio que funciona en toda España. Hasta su puesta en marcha, existían iniciativas como el Teléfono de la Esperanza (717 003 717), otro especializado en menores (900 20 20 10 de la Fundación ANAR), o algunos que dan servicio en comunidades autónomas o municipios.

El servicio comenzó a funcionar el 9 de mayo de 2022 y desde entonces está disponible de forma gratuita las 24 horas del día y los siete días de la semana. Lo atiende Cruz Roja con un equipo multidisciplinar que pretende dar contestación, prevención y apoyo emocional a personas que piensen en quitarse la vida, lo estén intentando ya sus familiares.

El teléfono trata de responder a los récords de suicidios que España ha batido en los últimos años . En 2021, última del que hay estadísticas disponibles, se alcanzó la mayor cifra desde que hay registros: 4.003, según el Instituto Nacional de Estadística. Dos terceras partes de las víctimas son hombres. La mitad de todos los que se suicidaron tenían entre 40 y 64 años y los de más de 65 años sumaron un 31%. El grupo de entre 25 y 39 años fueron el 13,8% y los de entre 10 y 24, un 5% del total de personas que murieron por esta causa.

El dato de 2021 supone un crecimiento de un 1,5% con respecto al año anterior y un 9% si se compara con 2019, el anterior a la pandemia. La covid ha sido, según los expertos, una de las culpables de este aumento, ya que ha disminuido las relaciones sociales y aumentado la soledad, que se considera como uno de los factores de riesgo para el suicidio. En estos años, los teléfonos que prestan este servicio en algunas comunidades autónomas han experimentado un aumento considerable , que llega al 64% en el caso de Castilla-La Mancha. El teléfono de la fundación ANAR, que da servicio a adolescentes y niños, ha visto cómo las llamadas por ideas e intentos suicidas se han multiplicado por 12 en una década entre los menores a los que atiende.

Cuando se puso en marcha el servicio nacional, Diego Palao, psiquiatra especializado en suicidio y director de Salud Mental del Hospital Universitario Parc Taulí de Sabadell (Barcelona), explicó que es una herramienta “muy útil” , con evidencia de buenos resultados. Aunque no existen ensayos clínicos que cuantifiquen cuánto reducen los suicidios, algo que considera “muy complicado”, sí se ha comprobado que tienen mucho impacto a la hora de disminuir el estigma, porque eliminan las barreras para acceder a la ayuda. “Que la gente que está en sufrimiento y desconectada de su entorno tenga acceso a un teléfono que la atiende de forma empática y amable salva vidas, porque cualquier intervención que mejore la accesibilidad lo hace”, añadía el experto.

Joaquim Puntí, psicólogo experto en la materia, considera que tiene un doble valor. Por un lado, proporciona a las personas con ideas suicidas una ayuda: "Puede que no supieran dónde acceder. Y, lo mismo que si tienes síntomas de un ictus llamas a emergencias para que te digan cómo proceder, en estos casos pueden recibir atención especializada o la derivación a los servicios de urgencia, si fuera necesario".

Por otro lado, Puntí cree que los teléfonos de atención a las conductas suicidas pueden ser herramientas muy valiosas para recabar datos que sirven para la prevención. Es una forma de conocer mejor el perfil de estas personas (sexo, edad, motivaciones...). "Si se encuentra que hay más llamadas los fines de semana en personas que abusan del alcohol, por ejemplo, se puede actuar por ahí. Si se ve que detrás está la soledad, se puede plantear el debate social de cómo paliarla. O si se trata de problemas de salud mental, habrá que poner más medios para atenderlas", razona el psicólogo.

El teléfono de prevención de la conducta suicida se enmarca entre las medidas de la Estrategia de Salud Mental, que aprobó el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud el año pasado, con una dotación de 100 millones de euros en cuatro años . El 80% será transferido del Gobierno central a las comunidades autónomas (que deberán completarlo con partidas propias) y un 20% está gestionado por el Ministerio de Sanidad.

VI

En el pueblo de España con más suicidios: “Ahora veo salir el sol, la gente debe saber que de esto se sale”, El País, por Ginés Donaire, Alcalá la Real -20 feb 2023:

Alcalá la Real (Jaén) activa un plan que rechaza los tabúes y visibiliza la enfermedad mental para reducir el estigma

“Ahora veo salir el sol, la gente debe saber que de esto se sale, con mucho esfuerzo, pero se puede salir adelante”. Antonia Gutiérrez Nieto, de 50 años, camina por el paseo de los Álamos de Alcalá la Real (21.556 habitantes, Jaén) con una sensación de serenidad y de paz interior de la que pocas veces ha podido disfrutar en su vida. Hace cuatro años tuvo el último de sus recurrentes intentos de suicidio con una ingesta de medicamentos, pero su capacidad de resiliencia la ha llevado a salir del túnel en el que entró con apenas 18 años, cuando lo intentó por primera vez dando un volantazo brusco al coche que conducía su padre.

Toñi, como la conocen sus vecinos, no puede evitar emocionarse cuando piensa en todas las familias de su pueblo que tienen o han tenido algún miembro afectado por depresión o suicidio. “No hay consuelo para ellas, pero también creo que deben verlo como una oportunidad para intentar salir del agujero”, señala. Y sostiene que la mejor manera de hacer frente a esta enfermedad es “dándole visibilidad y dejando de verla como un tabú o una vergüenza”. Ella misma quiere predicar con el ejemplo y por eso ahora emplea parte de su tiempo en contar su experiencia y dar consejos a quienes le piden ayuda.

Con una tasa de 21 suicidios por cada 100.000 habitantes, Alcalá la Real lidera esta oscura calificación en todo el país, una incidencia que casi triplica la media nacional (8,45) o la media mundial fijada por la OMS, que es de nueve. “Es algo muy doloroso que los vecinos llevan con vergüenza y que acaba por estigmatizar a la población”, admite el alcalde, Marino Aguilera, muy sensibilizado con este asunto, que también él ha vivido de cerca en su familia.

En toda España, cada día 11 personas se quitaron la vida en 2021, con un total de 4.003 fallecidos, según los datos del informe Evolución del suicidio en España en este milenio (2000-2021 ), desarrollado por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental y del Hospital del Mar de Barcelona. El estudio revela que más de la mitad de las provincias presentan índices de suicidio por encima de la media, con Lugo, Zamora y Jaén a la cabeza.

Las estadísticas recogen que en Alcalá la Real se han producido 300 suicidios en las tres últimas décadas, el último de ellos el de Javi, un joven de apenas 18 años, en Nochebuena. En el pueblo es raro encontrar a alguien que no tenga algún conocido vinculado con esta lacra silenciosa. Toñi empezó a sufrir su particular calvario en la infancia: “Yo vivía con mucho miedo a mi padre y tenía una baja autoestima, algo que iba mermando mi estado mental”. Aunque logró salir pronto del infierno familiar, su situación tampoco mejoró al casarse —“No levantaba la cabeza porque no tenía estabilidad emocional”, dice―. Se separó y con 23 años enfermó de una colitis ulcerosa, lo que la obligó a dejar de trabajar.

“En mi caso, no sé si enfermó antes la mente o mi cuerpo”, subraya esta alcalaína, que asegura que fue con 33 años cuando se dijo que hasta ahí había llegado. Desde entonces entró en una fase de episodios recurrentes (con intentos de poner fin a su vida de todas las maneras posibles) y con varias hospitalizaciones en el área de salud mental, un período que se prolongó hasta hace cuatro años. “Se necesita tener mucha motivación para salir de esto, y también la ayuda de la familia”, expone Toñi, que ahora tiene en su hija y sus dos nietas el principal bastión en el que apoyarse.

Informar para prevenir

Alcalá la Real es la cabecera de un triángulo maldito que se extiende a otras localidades de la sierra Sur jiennense ya la Subbética cordobesa y que tienen como perfil común el entorno montañoso y la dispersión geográfica, algo que, tradicionalmente, ha favorecido el aislamiento y dificultado las relaciones sociales. “Los factores sociales adversos sí que influyen sobre la salud mental y generan psicopatologías, pero existen más causas que pueden llevar a esa situación”, manifiesta la psiquiatra Ventura Olea Peralta, directora de la Unidad de Salud Mental del Hospital Universitario de Jaén. La endogamia social y el efecto contagio son otros dos factores que históricamente se han vinculado con la elevada tasa de suicidios en estos municipios de las sierras de Jaén, Granada y Córdoba. Sin embargo, el doctor Olea rebate la tesis del contagio: “Actualmente, ante un problema de esta magnitud, hay que hablar, con información positiva, y al mismo tiempo establecer estrategias de prevención ante las personas que sufren cuadros de depresión”.

Precisamente, el Ayuntamiento de Alcalá la Real quiere abrir una nueva etapa para atacar este problema. “Si una tragedia se normaliza a base de silencio, al final el problema se enquista aún más”, señala el alcalde alcalaíno, que anuncia que el pueblo se va a llenar de carteles con mensajes en positivos alusivos a la depresión y la salud mental. Además, el municipio acaba de integrarse en la Alianza Europea contra la Depresión, un proyecto que nació en 2004 en la ciudad alemana de Núremberg y que trata de desestigmatizar el concepto social y de informar para prevenir.

El alcalaíno Benedicto Crespo, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Sevilla y director de la Unidad de Salud Mental del Hospital Virgen del Rocío, defendió que con esta alianza se persigue crear relaciones directas entre los especialistas de atención primaria y los diferentes grupos sociales susceptibles e involucrados en mejorar la detección y tratamiento de la patología depresiva, entre ellos farmacéuticos, trabajadores sociales, policías locales y otros voluntarios que quieran implicarse en la campaña de sensibilización e información que se va a poner en marcha.

Los expertos coinciden en la necesidad de reforzar la atención primaria, por donde pasan en los días anteriores el 20% de las personas que han tenido episodios de suicidio. Lo sabe bien Toñi Gutiérrez, que recuerda que tuvo que insistir varias veces en la consulta del especialista para que se la tuviera en cuenta. “Al principio se creían que yo quería llamar la atención”, asegura. E incide en la necesidad de abordar el asunto desde sus orígenes: “No se llega a un acto así si no hay una mecha que lo prenda”.

El componente genético y hereditario es otro de los factores que se baraja como causa para explicar la elevada tasa de suicidios en estas comarcas del sur de España. En la aldea de La Rábita (Jaén), 10 personas de una misma familia, aunque de tres generaciones diferentes, se quitaron la vida. Y en la vecina localidad de Priego de Córdoba ocurre algo similar: “En el barrio donde crecí recuerdo seis suicidios: una pareja mayor, el padre y hermana de un amigo, el de otra conocida con la que coincidía paseando a los perros y, hace un año, por desgracia, el hijo de 12 años de unos buenos amigos”, relata Manuel Molina, profesor en un instituto del municipio, donde se ha creado la Mesa para la Prevención del Suicidio, que intenta visibilizar el tema y ayudar en los casos que se detectan. Desde la pandemia, preocupa especialmente el incremento entre los jóvenes.

Solo ocho comunidades autónomas tienen planes específicos contra el suicidio

La prevención y la atención a los problemas de la salud mental también ha desatado las alarmas en la Oficina del Defensor del Pueblo Andaluz, que ha instalado a la Junta de Andalucía a que desarrolla un Plan Andaluz de Prevención del Suicidio “como instrumento de planificación participativa, que permita solventar las carencias, fallas, lagunas e insuficientes actuales en el enfoque de este problema sanitario y social, tanto respecto de las personas que presentan el riesgo como para la atención de las que sobreviven a una experiencia traumática de esta índole”, con un enfoque particularizado enfocado hacia la población infantil y juvenil, con otro “plan oportuno” —una novedad que no está desarrollada de manera explícita en ningún otro territorio nacional—, así como que se garantiza la continuidad asistencial en el tratamiento sanitario de la salud mental “mediante prácticas de mejora en la coordinación y colaboración entre niveles, recursos y dispositivos, que permitirá adoptar la respuesta más adecuada y eficaz a episodios agudos, especialmente en los casos de riesgo autolítico”.

En la actualidad solo ocho comunidades autónomas —Aragón, Galicia, La Rioja, País Vasco, Islas Baleares, Comunidad Valenciana y Extremadura— cuentan con planes específicos contra el suicidio, a los que en agosto de 2022 se sumó el Plan de Acción de Salud Mental 2022-2024, elaborado por el Gobierno central y que está cofinanciado por las comunidades autónomas. 

VII

La misión imposible de la terapia psicológica en la sanidad pública: “Con citas cada mes y medio no estableces vínculo con el paciente”, en El País, por Pablo Linde, Madrid -25 de enero de 2023:

La psicóloga Belén Hernández denunció en una carta a la directora de EL PAÍS que el sistema lanza el mensaje de que el suicidio se convierte en “una alternativa aceptable” para los que no se pueden pagar una consulta.

A la consulta de Belén Hernández, una psicóloga clínica de 59 años que ejerce en un centro privado de Madrid, cada vez llega más gente joven. “Están asustados por los vaticinios de un futuro negro que hace una generación anterior a la suya, que no sabe nada de su mundo ni del que les tocará vivir”, relata. Uno de estos jóvenes que llegó a su consulta lo hizo de la mano de una amiga que lo coló en la sesión que ella tenía agendada. Él no la podía pagar, estaba al borde del suicidio y en la sanidad pública madrileña tenía cita con un psicólogo a un año vista, como contaba Hernández este fin de semana en una carta a la directora en este periódico .

"Esta semana un joven de 23 años sin recursos económicos ha acudido a un servicio de urgencias en un hospital público de la Comunidad de Madrid, absolutamente desesperado y con un altísimo riesgo de suicidio. Sale con la receta de un ansiolítico, de un antidepresivo que tardará unas tres semanas en empezar a hacer efecto y con la derivación al Servicio de Psicología. A las 48 horas recibe una llamada para informarle de la fecha de su cita primera en Psicología: 15 de enero de 2024. Todo un mensaje desde la sanidad pública a sus usuarios: si no dispone del dinero suficiente para pagar a un psicólogo privado, el suicidio se convierte en una alternativa aceptable ¿Alguien piensa hacer algo?”, se preguntaba.

La carta, escrita como una llamada de auxiliar para hacer ver la “durísima realidad” por la que pasan muchas personas, ha tocado muchas fibras en una sociedad que cada vez tiene más presente el problema de la salud mental. La falta de psicólogos clínicos en el sistema hace que conseguir una cita con uno no esté al alcance de muchos pacientes que lo necesitarían. Una vez que los tratan, las sesiones son de tan solo media hora ya menudo están espaciadas en un mes y medio. "Así es imposible establecer un vínculo de intimidad. Si citas a una persona y te cuenta algo muy importante de su vida y no lo vuelves a ver hasta 45 días después, no puedes establecer ese vínculo. Al final la gente no se engancha, siente que no se soluciona el problema y no va a cita", explica Hernández.

España está muy lejos de los estándares europeos en atención a la salud mental . Hay seis psicólogos clínicos por 100.000 habitantes en la red pública, tres veces menos que la media europea. Cada año salen algo más de 200 plazas de psicólogos internos residentes (PIR), y para llegar a estos estándares harían falta más del doble. También escasean los psiquiatras: 11 por cada 100.000 personas, casi cinco veces menos que en Suiza (52) y la mitad que en Francia (23), Alemania (27) o Países Bajos (24).

Los médicos de primaria, ya de por sí desbordados, no tienen los recursos ni el tiempo para tratar problemas de índole psicológico. Ante la imposibilidad de derivarlos a terapia, a menudo acaban recetando ansiolíticos, como contaba Vicente Baos, especialista en medicina Familiar, en un podcast en EL PAÍS .

La pastilla se convierte así en la única solución que reciben muchos pacientes que necesitarían terapia, pero no la obtienen en la sanidad pública y no se la pueden costear en la privada, donde cada sesión de una hora ronda los 50 euros. Y eso se refleja en cifras. El consumo de tranquilizantes no para de crecer: uno de cada 10 españoles de entre 15 y 64 años los toma, según la última encuesta sobre alcohol y otras drogas (Edades) , que ha publicado este mismo mes el Ministerio de Sanidad.

Estos crecientes problemas de salud mental también se reflejan en la cifra de suicidios, que es la primera causa de muerte externa (no natural) en España: en 2021 se quitaron la vida 4.003 personas, según los datos del INE . Y la tendencia empeoraba en la primera mitad del 2022 (últimas cifras disponibles): 2.015, lo que de repetirse en los siguientes seis meses daría una cifra de 4.030 en el año.

Un estudio de la Fundación Anar alertaba el pasado diciembre sobre el hecho de que solo el 44% de los menores entre 13 y 17 años que han contactado con ellos en los últimos tres años por ideación suicida o por intento de suicidio ha recibido atención psicológica, bien dentro del sistema público de salud o de forma privada.

Como han señalado varios estudios, la pandemia ha venido a agravar la situación. Hernández nota en su clínica que las secuelas continúan y cree que todavía durarán. “Ha sido muy complicado porque es una edad en la que es importantísimo el contacto social con tus iguales y menos con la familia; estar encerrado ha pasado factura”, asegura.

Las administraciones públicas han comenzado a moverse ante esta realidad, pero no parece que lo hagan con la suficiente velocidad. La Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, donde ocurrió el caso que relataba Hernández en su carta, explica que no sabe qué ha podido fallar, porque no conoce el caso concreto, pero asegura que cuando se detecta una conducta suicida se da cita psiquiátrica en menos de siete días.

"Hay psiquiatras de guardia en las urgencias de todos los hospitales con Servicio de Psiquiatría las 24 horas para atender cualquier situación de riesgo que pueda producirse, incluida la tentativa suicida. Además, los profesionales de los centros de salud pueden derivar a la red de Salud Mental a través de una consulta con carácter preferente", explica un portavoz.

En el Ministerio de Sanidad, que no tiene competencias asistenciales, explican que a pesar de ello se están sumando iniciativas como la Estrategia de Salud Mental , que no se actualizaba desde el año 2009. Paralelamente, se aprobó en mayo un Plan de Acción de Salud Mental 2022-2024 cofinanciado entre las comunidades y el Gobierno, que aportará 100 millones de euros . Una de sus medidas es un teléfono de atención al suicidio (024) que se estrenó ese mismo mes y que cerró diciembre con 79.975 llamadas atendidas, 2.987 derivadas al 112 y la atención a 2.129 suicidios en curso o con riesgo inminente.

Faltan psicólogos

Habrá que comprobar cuando se publiquen las nuevas estadísticas del INE si tuvieron repercusión en las cifras de suicidios del segundo semestre de 2022. En opinión de Hernández, como estas son buenas, pero representan “una tirita” en un sistema al que le faltan psicólogos clínicos. "Nos llegan pacientes que acaban abandonando el circuito público porque no se sienten suficientemente atendidos, cuando pasan mes y medio sin verlos, en media hora apenas les da tiempo a contarles lo nuevo que ha sucedido en sus vidas. Hoy mismo me lo dijo un paciente: 'Tienes que ir a toda velocidad y se te quitan las ganas de contar nada'. El colmo es que ahora hay listas de espera hasta en la privada", relata la psicóloga, que asegura que en 29 años de profesión nunca había trabajado tantas horas semanales.

Las administraciones suelen justificar esta falta de psicólogos clínicos con una realidad: aunque cada vez hay más licenciados , faltan especialistas clínicos para cubrir las plazas que sean necesarias. La estrategia que están adoptando algunas comunidades es incluir psicólogos no clínicos en los centros de salud para atender de forma temprana problemas emocionales y tratar de evitar que se conviertan en situaciones más graves.

Es algo que está haciendo Cataluña y que Madrid estudia. La Comunidad anunció la incorporación de psicólogos en los centros de salud, y está estudiando qué perfil han de tener. Su Plan Estratégico de Salud Mental 2022-2024 incluye una inversión de más de 43 millones de euros y supone la contratación de 370 profesionales especialistas.

Mientras estos se incorporan, ya faltan más clínicos, pagar una consulta se convierte en la única solución para muchos pacientes. Entre los que no se lo pueden permitir, hay profesionales como Hernández que no cobran a algunos, o adaptan las tarifas. “Pero esto no puede ser la solución, tiene que venir desde la sanidad pública”, subraya.

lunes, 24 de marzo de 2025

Una profesora francesa acosa a una alumna. Final trágico.

 Francia juzga a una profesora por acoso moral tras el suicidio de una alumna, en El País, por Raquel Villaécija, París - 10 mar 2025

Pascale B. está acusada de haber alimentado el hostigamiento por parte de otros niños a una menor de 11 años, que se quitó la vida en 2019. Francia juzga a una profesora por acoso moral tras el suicidio de una alumna

El juicio que comienza este lunes en el tribunal de Pontoise (al norte de París) contra la profesora de francés Pascale B., de 62 años, es excepcional por dos motivos. Es la primera vez que se juzga a un maestro por acoso moral a un alumno y, además, por su responsabilidad en el bullying que otros niños ejercían sobre él. La víctima se llamaba Evaëlle Dupuis y se suicidó en junio de 2019 en su casa de Herblay, cerca de la capital francesa. Tenía 11 años.

Los padres de Evaëlle y la madre de otros dos alumnos denunciaron por acoso moral a la maestra, que llevaba 25 años ejerciendo y que niega las acusaciones. La sentencia se dictará este martes. La mujer se enfrenta a dos años de prisión y una multa de 30.000 euros. Lleva cinco años bajo control judicial y no puede dar clase a menores. Hay otros dos alumnos implicados en el acoso a Evaëlle, que comparecerán ante un tribunal de menores antes de que acabe el año.

El caso conmovió al país y reveló las grietas del sistema de protección contra el acoso escolar, pues los padres de la niña habían denunciado la situación a la dirección del colegio Isabelle-Autissier, donde estudiaba su hija. Según refleja la juez de instrucción en el sumario, la profesora “la humillaba de manera regular delante de sus compañeros, aislándola al fondo de la clase”.

Se le acusa de haber alimentado así el hostigamiento que ya padecía por parte de otros niños. En concreto, se le reprocha haber organizado una reunión con los menores implicados en el acoso en la que la víctima no salió bien parada. Según el relato que hicieron algunos de los niños presentes, Evaëlle rompió en lágrimas: “La profesora gritaba mucho y le ordenó que parase de llorar”.

La educadora argumentó que su objetivo era revertir la situación y terminar con las actitudes de acoso, tratando de implicar a los agresores en el diálogo para que empatizaran con la niña. Para el juez instructor, no solo no supo protegerla, sino que “la estigmatizó como víctima”. “Es difícil imaginar, sobre todo en el caso de un profesor con experiencia, que no se diera cuenta del impacto emocional que esa situación podía tener en la menor”, explicó. A lo que añadió: “Estos actos repetidos degradaron sus condiciones de vida”.

Según sus padres, la pequeña sufría insultos, burlas y agresiones físicas por parte de algunos niños y comía sola. Denunciaron a tres de los alumnos. “Vivía un infierno”, lamentó Marie Dupuis, la madre de la víctima, en una entrevista con la cadena BFM. “Como profesora, con su comportamiento, legitimó el acoso que sufría mi hija”.

Entonces, los padres presentaron una queja formal por acoso a la dirección de la escuela y decidieron cambiarla de centro, pero las humillaciones no cesaron. El viernes 21 de junio de 2019, Evaëlle volvió de clase y se quitó la vida. Fue su padre el que la encontró en la habitación.

Tras su muerte, algunos menores denunciaron que a la profesora “le gustaba menospreciar” a los alumnos y les hacía comentarios como “no tienes cerebro”. “Esta profesora humillaba sistemática a los niños y hay una decena de testigos que lo confirman”, ha denunciado la abogada de los padres, en el inicio del juicio. “Lo que esperamos es que no vuelva a haber un caso Evaëlle; el acoso puede matar”.

El acoso es la gran lacra de la educación en Francia. El año pasado, el Gobierno aprobó un plan nacional para luchar contra el bullying tras el suicidio de dos niños. El caso de Evaëlle ya había revelado fallos en la protección a las víctimas en las aulas. Los padres denunciaron negligencias, como que Pascale B. no hubiera participado en los cursos de formación contra el acoso que impartía la escuela. También, que después de la muerte de su hija, la profesora siguió dando clase.

El director del centro admitió entonces que “el tiempo administrativo no se adaptó a la situación”. Las autoridades educativas que analizaron el caso reconocieron también que “se cometieron errores a la hora de apreciar el sufrimiento real [de la niña]”. Según sus padres, Evaëlle soñaba con ser profesora.

lunes, 27 de enero de 2025

Cuando el estrés acaba en suicidio es un accidente de trabajo

 Cuando el estrés acaba en suicidio es un accidente de trabajo. Los jueces abren la puerta a considerar la relación causa-efecto entre un empleo y la autolisis de prevención del suicidio. En El País, Marcelino Abad Ramón, 26 de enero de 2025.

El 10 de mayo de 2020, Juan se suicidó en un almacén de la empresa química en la que trabajaba como director de fábrica desde hacía 17 años. Un clima laboral que le generaba “tensión y angustia” debido al “elevado estrés por la gran intensidad laboral” y la situación derivada de la “pandemia” parecen ser el desencadenante que le llevó a quitarse la vida con poco más de 40 años. Así se desprende de la sentencia que ha condenado recientemente a las compañías que lo empleaban, Alcover Química S. L. y Cromogenia Units S. A., a indemnizar a su familia con más de un millón de euros.

“Se dan suficientes elementos como para pensar que ostentaba el rol de testaferro u hombre de paja, de tal modo que asumía la culpa por acciones y omisiones que cubrieran a los auténticos directivos”, señala uno de los informes periciales a los que hace referencia el relato de hechos probados. No en vano, el trabajador estaba siendo investigado por delitos ambientales relacionados con una de las empresas, de la que había sido administrador único.

Desde el punto de vista jurídico, la sentencia, además de intentar resarcir el daño causado a la familia, resuelve un debate frecuente en los tribunales y la academia al considerar que la supuesta voluntariedad del suicidio no impide su calificación como accidente de trabajo. Tradicionalmente, en la doctrina no casaba bien la definición de enfermedad ni la de accidente laboral con la de suicidio, pues la premeditación de quien se quita la vida se consideraba contraria al carácter fortuito o imprevisto de los accidentes. Por ello, las sentencias no solían responsabilizar a los empleadores de la autolisis de las personas trabajadoras.

Sin embargo, poco a poco se está abriendo una corriente jurisprudencial que defiende que el suicidio sí puede tener cabida en la Ley General de la Seguridad Social, que determina qué se entiende por accidente de trabajo. Según dispone, es “toda lesión corporal que el trabajador sufra con ocasión o por consecuencia del trabajo”. Como explica la abogada que ha defendido a la familia del empleado fallecido, Pilar Casas, para ello debe acreditarse un vínculo “causa-efecto” claro o una “relación de causalidad” entre la autolisis y el trabajo, o lo que es lo mismo, que la situación laboral sea la base de la decisión de quitarse la vida.

En este caso, la letrada de Colectivo Ronda probó a través de correos electrónicos entre el trabajador fallecido y las empresas condenadas y mediante el testimonio “clave” de otro empleado que la situación de la fábrica y su condición de “imputado” le preocupaban y “angustiaban” de forma extrema; un estado que era conocido por “todo el personal”. Sin embargo, como remarca la sentencia, las empresas “no realizaron ninguna prevención para evitar el desgraciado accidente”, incumpliendo así la normativa sobre prevención de riesgos psicosociales.

Voluntad doblegada

En estos procesos, uno de los argumentos clásicos que ha utilizado la defensa de las empresas para tratar de eludir su responsabilidad se basa en apelar a la culpa, negligencia o dolo del trabajador que pone fin a su vida. Sin embargo, como explica José Sánchez, profesor de derecho laboral de la Universidad de Granada, el suicidio no se produce porque la persona tenga la voluntad de morir, sino que quiere dejar de padecer “una situación de sufrimiento extremo”. Por tanto, su voluntad está doblegada. Los empleadores también suelen invocar causas ajenas al trabajo, como posibles problemas sentimentales o familiares del fallecido, para despojar de carácter laboral a la autolisis.

En 2023, el profesor logró otra de las sentencias que de forma excepcional declaran en España la muerte por suicidio como accidente de trabajo. Actuó como abogado de la familia de un responsable de tienda de la cadena de supermercados Aldi, que se ahorcó después de haber sido denunciado por acoso laboral. Horas antes de morir buscó en Google las consecuencias penales derivadas del acoso y redactó una carta de despedida dirigida a sus seres queridos.

“Intentaron utilizar la carta para desvirtuar” el componente laboral del suicidio porque en ella “no se quejaba de la empresa”, sino que se despedía de su mujer e hija. También trataron de defenderse de la autolisis apelando a supuestos problemas del trabajador fallecido con su esposa y a una grave enfermedad que sufría su padre. Sin embargo, “verse inmiscuido en un procedimiento en el que le planteaban que era un acosador, aunque fuera falso, siendo un padre de familia”, lo empujó a quitarse la vida, dice Sánchez. La sentencia concluyó que había un nexo causal entre “la situación laboral estresante y el suicidio”.

Como explica el magistrado de lo social Carlos Javier Galán, para probar que la autolisis obedece a factores laborales, en estos juicios es muy importante lo que se conoce como “autopsia psicológica”. Se trata de “recoger y valorar” toda la información que pueda “ayudar a comprender las circunstancias en las que se produce la muerte”. Para ello, son “fundamentales las pruebas testificales” de las personas que conocían los detalles de la situación laboral del trabajador fallecido y cómo la vivía, “los informes de la Inspección de Trabajo, los informes psiquiátricos y psicológicos preexistentes y, muy especialmente, los dictámenes periciales que se emitan específicamente” al respecto.

A todos los trabajadores que como Juan (nombre ficticio) se encuentran en una situación de sufrimiento psicológico, el teléfono 024 ayuda a las personas con pensamientos suicidas, sus familiares y allegados. Se trata de una línea gratuita del Ministerio de Sanidad, confidencial y disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.

Riesgos psicosociales

Poco a poco la salud mental está dejando de ser “la hermana pobre” de la prevención de riesgos laborales, dice la abogada Pilar Casas. No en vano, la ley obliga a los empleadores a proteger a los trabajadores de riesgos psicosociales como el estrés, la violencia o el acoso mediante entrevistas o evaluaciones. Pese a la importancia de estos reconocimientos, en el suicidio del trabajador defendido por la letrada, las empresas no habían abordado una evaluación que, según la Inspección de Trabajo, “podría haber evitado” el suicidio o ayudado a detectar “el gran estado de angustia” que lo desencadenó. 

sábado, 25 de septiembre de 2021

La desaparición falsamente accidental del agotado creador del manga Chin Chan, Yoshito Usui.

El misterio todavía rodea la muerte del creador del manga y anime Shinchan

3 de octubre de 2009

La muerte de Yoshito Usui, de 51 años, creador del manga y anime Shin-chan, ha dejado a mucha gente atónita. Un amigo de mucho tiempo, al comentar su trágica muerte inesperada, dijo: “La última vez que lo vi fue en primavera. No nos habíamos visto en un tiempo. Era un hombre de pocas palabras pero buen oyente, siempre observador y buscando ideas para utilizar en su trabajo. Por eso me asombró oírle decir que ya no quería trabajar, que ya no tenía nada sobre lo que escribir. Parecía emocionalmente agotado... Cuando escuché la noticia de su desaparición, honestamente tuve este mal presentimiento ".

El cuerpo del escritor fue encontrado una semana después de que se reportara su desaparición el 19 de septiembre, bajo el acantilado de una montaña que limita con Gumma y Nagano.

Un portavoz de Futabasha, el editor de la serie de manga, dijo que Usui debe haberse caído accidentalmente debido a la cámara digital encontrada en la escena, cuya última imagen fue el fondo del acantilado.

Sin embargo, sigue siendo cuestionable si la desgracia fue realmente un accidente. Varias personas habían notado un cambio en el comportamiento de Usui. Un vecino dijo: “Fue al día siguiente de su desaparición. Pasé por su casa y escuché la voz de una mujer de mediana edad que debió estar hablando con alguien por teléfono. La escuché decir: '¡Qué voy a hacer si se suicidó!' Parecía que estaba al borde de una crisis nerviosa ".

El mismo día, la esposa de Usui había acudido a la policía para manifestar que a sus familiares y parientes les preocupaba que su desaparición no fuera un accidente, sino que posiblemente indicara un suicidio.

Una fuente de la editorial dijo que el escritor, que solía ir a bucear y pescar con amigos relacionados con el trabajo, había detenido toda esa recreación en los últimos años. Otro conocido también notó cómo se había vuelto introvertido durante los últimos 2 o 3 años, lo que preocupó a muchos que conocían a Usui. El también escritor Sumishi Alan comenta que la naturaleza cómica del manga de Usui ha cambiado desde 2007, incorporando temas más serios como el terrorismo, el alcoholismo y los deseos de muerte. Refiriéndose a algunos episodios de Shin-can, Alan dice que sintió que Usui estaba bajo estrés emocional.

Que Usui era devoto de los testigos de Jehová es un hecho bien conocido. Cuando el escritor compró una parcela grande en Kasukabe en 1994, hizo construir una iglesia junto a su casa. Tanto él como su esposa dedicaron su tiempo al proselitismo mediante visitas de puerta en puerta y distribución de publicaciones de la iglesia.

Según la fuente de Futabasha, Usui era conocido en la industria por leer el Nuevo Testamento durante 20 minutos completos en cada reunión con su editor. Si bien no era necesariamente agresivo, algunas personas se sorprendieron cuando Usui les dio una copia de la Biblia como regalo. Pero su devoción a la fe parecía haber disminuido hace unos tres años, como lo notó el amigo antes mencionado. Fue aproximadamente al mismo tiempo que Usui comenzó a sufrir severos dolores de espalda, lo que limitó sus actividades.

Un psicoterapeuta clínico especula que la condición del escritor puede explicarse por la menopausia masculina, donde el desequilibrio hormonal puede desencadenar insomnio, fatiga crónica, depresión e incluso deseos suicidas. "Siempre que el escritor estuviera sufriendo de depresión, es concebible que eligiera deliberadamente ir a un lugar peligroso, tanto si tenía la intención de suicidarse como si no".

Los pensamientos que pasaron por la mente del escritor mientras estaba en la cima del acantilado nunca se sabrán

viernes, 10 de septiembre de 2021

Muerte psicogénica

De Jesús Ordosgoitty:

¿Cuál es la forma más extraña de morir? La más extraña y, sobre todo, la más depresiva, en mi opinión, sería la muerte psicogénica. Aunque hay pocos casos, son completamente reales.

La persona que fallece a causa de una muerte psicogénica es una persona que abandonó toda esperanza de vivir una vida fructífera y feliz. Esto es causado a menudo por un shock traumático tan fuerte que la persona no se recupera jamás, y, junto a una sensación de desesperanza, acaba muriendo, usualmente a las semanas de haber pasado por la experiencia traumática.

Para darme a entender mejor, la carga emocional es tan fuerte que la persona simplemente se rinde. No es un suicidio, porque el sujeto no toma parte activamente en quitarse la vida: simplemente deja de luchar.

Un ejemplo de esto sería el caso que dio a conocer Walter Cannon, la persona que investigó por primera vez estas extrañas muertes, en el que una mujer indígena, sin querer, comió una fruta que provenía de un lugar "tabú", una zona prohibida en su creencia. En menos de 24 horas la mujer había muerto, a pesar de que su salud estaba bien hasta el preciso momento en que supo que la fruta provenía de un lugar "prohibido".

Sin duda es un tema que, con todo el respeto hacia los fallecidos, es interesante, o, por lo menos, de discutir e investigar.

domingo, 26 de abril de 2020

Desahucio trágico

Desahucio mortal en la vida de Alicia

La mujer de 65 años que se suicidó cuando iban a desalojarla de su piso en Madrid ocultó sus problemas a la poca gente que frecuentaba. Daba ropa y comida a la iglesia pese a su precaria situación económica

JUAN DIEGO QUESADA

Madrid 2 DIC 2018 - 13:03 CET

Misa el viernes en la iglesia de San Antón, Madrid, en homenaje a Alicia, la mujer que se suicidó cuando iban a desahuciarla. En vídeo, la historia de la mujer. FOTO: A. GARCÍA | VÍDEO: ATLAS
El hijo la acercaba a casa en coche después de haber pasado la tarde juntos. El chico hacía el amago de subir al apartamento de su madre en un gesto de cortesía, pero ambos convenían que era mejor despedirse en el portal del edificio. Ella compartía apartamento con una amiga que se acababa de quedar viuda y no querían importunarla con una visita inesperada. Así que se daban dos besos y se emplazaban a una próxima ocasión.

De puertas para adentro, Alicia del Moral, la señora elegante de 65 años que hace una semana se suicidó lanzándose desde un quinto piso cuando la iban a desahuciar, vivía encerrada en sí misma, inaccesible, amurallada. Si la realidad tiene dos caras, las personas también.

Alicia frecuentaba salones de baile, donaba ropa y comida a la iglesia y pertenecía a un pequeño círculo de amigas del barrio de Chamberí con las que tomaba café por las tardes, en su condición de jubilada que vivía con holgura tras haber recibido la indemnización de su último trabajo como secretaria de un reputado economista.

Esa era la imagen visible. La opaca era mucho menos amable. Vivía sola (no existía tal amiga viuda), cobraba ayudas sociales y necesitaba soporte económico de su único hijo, un informático al borde de los 30 que también le costeaba el teléfono y la conexión a Internet. Nadie de su reducido entorno sospechó que sobre ella pesaba un desahucio que estaba a punto de expulsarla a la indigencia.

Alicia del Moral

Su desalojo procedió a ejecutarse el martes 27 de noviembre, a las 11.00. El portero del número 1 de la calle Ramiro II barría las escaleras cuando llegaron dos policías municipales, dos funcionarios del juzgado, un cerrajero y un par de representantes de la empresa Apartamentos Galileo, en calidad de propietarios. La comitiva anunció que procedía a echar a la vecina del número 4 de la quinta planta, un estudio de 50 metros, por una deuda de 2.000 euros. Cuatro meses de renta.

El portero se quedó asombrado. Nunca imaginó que esa mujer menuda, de aire aristocrático, era morosa. El cortejo pulsó el telefonillo, sin respuesta. Subió en dos tandas de ascensor hasta la quinta planta. Llamó tres veces a la puerta con idéntico resultado. En ese momento, el portero recibió una llamada. Un pintor le informaba de que una mujer yacía tendida en la acera, como si se hubiera desmayado. Al bajar encontró inmóvil a una mujer en calcetines y pijama. Avisó a los policías. Uno de ellos trató de reanimarla. Al fijarse bien, el portero se dio cuenta de que se trataba de Alicia.

-Es la señora del quinto piso -, le dijo.

-¿Estás seguro?

-Segurísimo.

Dos días después, en la sala de espera del Instituto Anatómico Forense, el único familiar directo de Alicia, su hijo, no era capaz de entenderlo. No había percibido ninguna señal preocupante. Ella nunca le comentó nada. La explicación de que vivía con una amiga le había convencido. Entendía que era la que se hacía responsable del alquiler. De hecho, se preguntaba ahora cómo su madre pudo rentar en una zona cara de la ciudad sin contrato de trabajo ni avalista, que él sepa. A esas alturas, 48 horas después de lo sucedido, ningún amigo o conocido de ella había contactado con él. Nadie parecía echarla en falta.

Alicia no tenía en esta vida a nadie más que a su hijo. Ella también era hija única de una familia acomodada del Madrid de los alrededores de la Gran Vía. Su primer trabajo fue como secretaria en una naviera. Conoció a un muchacho con el que tuvo un niño. Intentaron formar una familia en Las Palmas, a donde se fueron por exigencias del trabajo de él. La aventura isleña fracasó. Dos años más tarde, a principios de los noventa, volvió a Madrid con el hijo, y se instaló en casa de su madre.

Poco después comenzó la etapa más estable de su vida. Trabajó de secretaria particular de un abogado y economista por la zona de Islas Filipinas. El señor estaba encantado con el porte distinguido de Alicia. Ella organizaba su agenda, los almuerzos con gente conocida, cuidaba del protocolo. Ese empleo le hacia feliz. Sin embargo, llegó el día en el que hombre se jubiló e indemnizó a sus empleados antes de echar el cierre.

 Vista del edificio donde Alicia falleció tras tirarse desde su domicilio en el quinto piso de un bloque de viviendas en la calle Ramiro II número 1, en el distrito de Chamberí
Vista del edificio donde Alicia falleció tras tirarse desde su domicilio en el quinto piso de un bloque de viviendas en la calle Ramiro II número 1, en el distrito de Chamberí RAMIRO EFE
Por esas fechas perdió a su madre. El hijo, a los 16 años, se mudó a casa de su abuela paterna. Bajo ese techo estudió la carrera. A partir de ahí, según quienes la frecuentaron, Alicia erró por varios empleos inestables que no casaban con su pasado: cuidó enfermos, señoras mayores, fue camarera de piso en un hotel.

Sin casa propia, compartió piso en Vallecas y Cuatro Vientos antes de asentarse seis años, esta vez sola, en el de Chamberí, su última parada. Dadivosa hasta el punto de dar a la caridad lo que no le sobraba, no quería tampoco importunar a su hijo con sus preocupaciones. Impenetrable para los que incluso la conocían íntimamente, ocultó las dificultades por las que atravesaba.

La soledad mata, según Gustavo García, de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales. "Es el principal problema de exclusión social desde 2012, sobre todo para personas mayores. La sociedad ha mutado. Y en casos como el de Alicia vemos que La pobreza no se parece a la de antes, a veces es imperceptible", explica.

¿Su gran pasión? El baile. En las pistas coincidió con gente interesante. Un escritor, autor de un manual de escritura para relatos de ficción, la recuerda enigmática. "Había viajado, vivía de una forma más o menos acomodada. Esa era la apariencia", cuenta por teléfono.

Alicia vestía muy bien, era coqueta. Hace tres años ella cambió su gusto y se aficionó al flamenco. Él no le siguió el paso. Desde entonces dice que no se frecuentaban. Conoce los momentos fundamentales de su vida, pero no los detalles. Sabía que no trabajaba aunque daba entender que podía mantenerse sin apuros. En ese punto, la conversación se interrumpe bruscamente: no desea seguir hablando del tema.

La misma actitud hosca muestra el gerente de un garito a 20 metros de casa de Alicia. A toda prisa, dice no recordarla y prohíbe turbar a los clientes preguntando por ella. Igual de esquivos son los responsables de un lugar de salsa. En una discoteca que frecuentó se enrarece el ambiente al mencionar el suicidio. El infortunio espanta.

Una verdad a medias, como todas. El padre Ángel, encargado de la iglesia de San Antón, abierta las 24 horas para alojar a indigentes, organizó el viernes una oración y una misa por Alicia al enterarse de que acudía regularmente a donar ropa y comida a esta parroquia abierta a los pobres. Al cura le emociona la historia porque el motivo que desencadenó su final abrupto es más propio de los que reciben la limosna, menos común en quienes la dan: "Estos son los misterios que nos presenta la vida".

Para finalizar la homilía, un coro de luto riguroso entonó el Sanctus y el Aleluya. La atmósfera sobrecogió a los pocos presentes. Este ha sido el único homenaje público en su memoria. No va a haber entierro ni cremación. El hijo ha donado su cadáver a la ciencia.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Horrible

"Una mujer india da a luz a un bebé vivo mientras se suicida ahorcándose", en El Mundo, 21 de diciembre de 2018:

El bebé, hospitalizado, está en estado estable. El suicidio es un fenómeno devastador entre las mujeres indias.

Una mujer india ha dado a luz a un bebé vivo mientras se suicidaba ahorcándose en una ciudad del centro del país, indicó el viernes la policía local. El recién nacido, un niño, fue descubierto el jueves por las fuerzas de seguridad cuando se mantenía retenido por el cordón umbilical justo por encima del suelo en la localidad de Katni (Madhya Pradesh, centro), mientras el cadáver de la madre pendía de un poste. La policía, alertada por el marido, un agricultor, llegó al lugar y no se percató de inmediato que la mujer de 36 años acababa de dar a luz. Fue necesario que uno de los agentes viera al bebé balanceándose entre las piernas de la mujer fallecida. "Estaba vivo. Lavamos al bebé, lo envolvimos en una manta y esperamos a que llegaran los médicos" declaró a Kavita Sahni, la policía que se hallaba en el lugar. "Estoy feliz de haber salvado al niño, pero desgraciadamente la mujer está muerta", explicó. El bebé, hospitalizado, está en estado estable. La policía investiga las razones que impulsaron a la mujer a poner fin a sus días." Al ahorcarse, muchas hormonas de 'stress' debieron ser emitidas, lo que facilitó que diera a luz. Se limitó a expulsar al exterior al bebé vivo. Debió nacer en algunos segundos antes, mientras la mujer se ahorcaba" explicó Anshu Jindal, una ginecóloga india. "No se puede dar a luz cuando una mujer está muerta. Es necesario que la sangre circule", precisó. El suicidio es un fenómeno devastador entre las mujeres indias, que representan el 36% de las mujeres suicidadas en todo el mundo, según un estudio científico`publicado recientemente por la revista The Lancet. Entre los factores invocados para explicar esos índices anormalmente altos de suicidios, los investigadores citan los "matrimonios precoces y de conveniencia, una maternidad joven, un estatuto social bajo y la violencia doméstica". Según datos gubernamentales, 133.000 indios se suicidaron en 2016. Pero el estudio de The Lancet considera subestimada esa cifra, y la eleva a 237.000 suicidios.

martes, 9 de enero de 2018

Ganaderos suicidas

Epidemia silenciosa de suicidios entre los ganaderos franceses, en Público, 9 Ene 2018. Original “Quiet Epidemic of Suicide Claims France´s Farmers” Paméla Rougerie en New York Times
Traducido por David Pleite Mur (Red Universitaria por la Sostenibilidad)

El ganadero Jean-Pierre Le Guelvout llegó a tener 66 vacas durante el momento más próspero en su granja, en la región sur de la Bretaña Francesa. Pero la caída del precio de la leche, la acumulación de deudas, los signos de depresión y la preocupación por su estado de salud, llegada la mediana edad, se convirtieron en una carga demasiado grande.

A sus 46 años, Le Guelvout se disparó en el corazón en el huerto que había detrás de su casa, durante el frío diciembre del pasado año. “Era un lugar que él amaba, cerca del campo,” explicaba su hermana Marie, que asegura que estaba muy conectada a él pero que en ningún momento imaginó que su hermano podría llegar a suicidarse.

La muerte de Jean-Pierre Le Guelvout fue parte de una epidemia silenciosa de suicidios entre los ganaderos franceses con la que las familias, autoridades competentes, órganos de salud pública e investigadores tiene que lidiar.

Todos concuerdan en que los ganaderos son una población especialmente en riesgo debido a la naturaleza de su trabajo, que puede provocar aislamiento, precariedad financiera y desgaste de la condición física.

Para los ganaderos que no tienen hijos que les ayuden con el trabajo y puedan llegar a hacerse cargo de la granja, la carga es todavía mayor. A la deuda y al estrés se le han añadido en los últimos años, la caída de los precios de la leche y de la carne.

Investigadores y organizaciones de ganaderos están de acuerdo en que es un problema que se ha dado durante años. Aunque han aumentado los medios para ayudar a los ganaderos, la efectividad de estas nuevas medidas y el número de víctimas de suicidios siguen siendo difícilmente cuantificables.

El dato más reciente se hizo público por el Instituto de Salud Pública Francés en 2016 y muestra que 985 ganaderos se suicidaron entre 2007 y 2011, esto se traduce en una tasa de suicidio un 22% más alta que la del resto de la población.

Algunos investigadores dicen que el número de suicidios, que aumenta cada año, puede ser menospreciado a medida que analizan datos más recientes. De este modo, no se llega a ver una reducción en el número de suicidios.

“El médico que rellena el certificado de defunción puede evitar mencionar que ha sido un suicidio,” dice la doctora Véronique Maeght-Lenormand, encargada de salud ocupacional y también coordinadora del plan nacional de prevención de suicidio en la Mutualité Sociale Agricole, asociación de ganaderos y granjeros.

La razón de evitar mencionar el suicidio según la doctora Maeght-Lenormand, es que “algunas compañías de seguros no concederían ninguna compensación económica a las esposas de los ganaderos después del suicidio […] A esto se le añade el peso de una tradición cultural judeo-cristiana”.

El suicidio de Le Guelvout se hizo famoso, ya que había conseguido cierta popularidad gracias a su participación en un programa de televisión, “L’Amour Est Dans le Pré” (El Amor Está en el Campo), la versión francesa de “The Bachelor” cuyo objetivo es ayudar a granjeros a encontrar compañero sentimental (Granjero Busca Esposa en España).

“Era un tipo sencillo,” decía su hermana. “Buscaba casarse para que su mujer pudiese trabajar fuera de la granja y poder ser padre”.

Le Guelvout era una muestra representativa de los ganaderos que están en mayor situación de riesgo con respecto al suicidio según las estadísticas de salud pública, que normalmente tienen edades comprendidas entre los 45 y 54 años.

“Llega un momento en el que empiezas a tener pequeños problemas de salud y te planteas el traspaso de tu granja,” dice la doctora Maeght-Lenormand. “Los granjeros pueden llegar a preguntarse para qué se están esforzando tanto en su trabajo si no tienen a nadie para heredarlo”.

Pero esta no es la única razón que empuja a muchos a la desesperación.

“Existe también la presión financiera fruto de la acumulación de créditos,” dice Nicolas Deffontaines, investigador en ‘Cesaer’, centro de estudios económicos y sociológicos en áreas rurales.

Las deudas, afirma Deffontaines, pueden llevar a los ganaderos a aumentar sus inversiones tanto en lo personal como en lo financiero, mientras se convierte en un ciclo de trabajo, préstamos y deudas. Este círculo de acumulación provoca que aumente su marginación, además de agravar su agujero financiero.

En los últimos años, estas presiones económicas se han hecho más arduas. En 2015, la Unión Europea puso fin a las cuotas concebidas para reducir la sobreproducción destinadas a la producción láctea.

Desde entonces ha habido acumulación de excedente de algunos productos. El precio de la leche ha caído por debajo del mínimo necesario para mantener una granja, según asociaciones ganaderas.

La eliminación de estos límites de producción impuestos por la UE se decidió en el paquete de sanciones a Rusia en respuesta a su invasión de suelo ucraniano. De este modo se terminó con el que había sido un mercado de exportación sólido de leche para Europa en 2014.

Debido a esto, numerosos ganaderos han cerrado sus granjas y enviado al ganado a mataderos, de modo que los precios de la carne también se han visto afectados. A esto se le suma que el consumo de productos cárnicos en Francia bajó un 27% entre 1998 y 2013.

Hace siete años, el gobierno francés empezó a abordar el aumento de la tasa de suicidios entre los ganaderos y el entonces ministro de agricultura, Bruno Le Maire, calificó el asunto como problema nacional.

Desde entonces, se han dado múltiples pasos junto a la Mutualité Sociale Agricole.

En 2014, un teléfono de asistencia llamado Agri’écoute (escuchando a los granjeros) se abrió para ayudar a ganaderos con problemas. También se crearon grupos multidisciplinares para ayudar con los asuntos tanto financieros como médicos, legales o incluso familiares. En 2016, el número de casos monitorizados por estos grupos era de 1352 en toda Francia.

La prioridad de estas ayudas eran los ganaderos solteros o viudos, pero la creación de un vínculo solido de confianza entre ganaderos y asociaciones no era fácil dice la doctora Maeght-Lenormand. También añade que “incluso los granjeros que contribuyen económicamente a nuestras asociaciones nos siguen viendo como los que les intentan sacar el dinero”.

En 2015, Véronique Louazel, trabajadora de la agencia nacional, se encontró 27 ganaderos con dificultades, para un estudio que trataba esclarecer la crisis de este sector.

Los ganaderos suelen ser reacios a hablar sobre sus problemas y también es difícil para ellos  encontrarse en situaciones de comunicación abierta. “Tienen una fuerte tradición de trabajo y esfuerzo en la que no hay sitio para quejas,” dice Véronique Louazel. Pero esta situación va cambiando poco a poco a medida que más granjeros dan el paso a la hora de hablar de sus problemas.

Cyril Belliard, de 52 años, está entre estos granjeros que dan el paso. Hace poco, Cyril, contó su historia en un pequeño grupo que se había reunido en su casa en Vendée, una región ganadera en el oeste de Francia.

Belliard había sido granjero desde 1996. Pero hace poco tiempo empezó a ver cómo sus cabras morían día tras día de una misteriosa enfermedad que ni él ni los veterinarios podía diagnosticar. La deuda se le empezaba a acumular, a lo que se le añadía el comienzo de varios procesos legales.

“Vivía en una casa móvil para evitar pagar alquileres” dice Belliard. “Era muy pequeña, 35 metros cuadrados, y ahí vivíamos la familia entera, mi mujer e hijos”.

Padre de tres hijos, Cyril Belliard, dependía de los bancos de alimentos para comer y de las ayudas de la asociación Solidarité Paysans. Finalmente, en marzo decidió vender su granja.

Ahora está considerando un cambio de profesión, pero dejar el estilo de vida granjero no es siempre fáci,l ni es tampoco una opción.

Desde el suicidio de Le Guelvout, su hermano André de 52 años se ha hecho cargo de la granja, mientras que su hermana, Marie piensa en cómo podrá manejar él solo todo el trabajo que antes compartían. Hace poco decidieron parar la producción de leche y vender parte de su ganado.

“André ha sido granjero toda su vida,” dice Marie. “Todo lo que quiero ahora para André es que viva tranquilamente en su granja hasta que se retire”