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jueves, 6 de febrero de 2025

Sectas franquistas. El Opus Dei, dossier.

 Soy ya viejo, así que tengo que mirar una Obra. Dossier Opus Dei:

I

    Fátima Navarro, exnumeraria auxiliar: “O salía del Opus o me volvía loca”, por Natalia Junquera, en El País, 6 feb 2025:

El documental ‘El minuto heroico’ recoge los testimonios de 13 mujeres de diferentes edades y países que relatan abusos sufridos dentro de la organización.

Agustina López de los Mozos fue numeraria del Opus entre 1971 y 1979. Cuenta que la “captaron” en un partido de baloncesto y que la felicidad, para ella, es recordar los 20 minutos en un autobús tras salir del centro en el que vivía para volver a casa de sus padres. Es decir, el día que decidió salir. En 2002, encendió la televisión y vio que estaban emitiendo la ceremonia de canonización del fundador, José Escrivá de Balaguer. “Sentí una profunda decepción y decidí difundir en Internet libros de antiguos miembros de la Obra que habían pasado inadvertidos o ya estaban descatalogados, porque la sociedad no sabe cómo funciona de verdad el Opus, ni siquiera los supernumerarios [que no hacen promesa de celibato y viven en sus casas] lo saben. Y a partir de ahí, empecé a recibir muchísimos mensajes de gente pidiendo ayuda, contando su experiencia. Tengo miles de testimonios de todos los países donde está presente el Opus”, relata a EL PAÍS.

La página web, Opus libros, se convirtió en una especie de terapia de grupo y en una primera gran grieta en la opacidad que rodea a la organización, que afirma tener 41.500 miembros en España, el 70% de ellos supernumerarios (no dan cifras de bajas). López de los Mozos es una de las 13 mujeres de distintas edades y nacionalidades que participan en la serie El minuto heroico. Yo también salí del Opus Dei, que se estrena este viernes en Max, casi cuatro horas de testimonios demoledores. Escrivá vuelve a la pantalla, pero más de dos décadas después de la canonización, el contenido es muy distinto. El documental cuenta con la colaboración de la actriz Claudia Traisac, quien, siguiendo las indicaciones de las exnumerarias, recrea sus vivencias.

Menores de edad

Las mujeres entrevistadas en la serie, dirigida por la periodista Mònica Terribas, fueron miembros de la organización en España, El Salvador, México, Irlanda, Inglaterra, Argentina, Guatemala y Costa Rica. La más antigua ingresó en 1971. La última en abandonar lo hizo en 2016. “Los fallos del Opus Dei son iguales en todo el mundo. Es fuente de manipulación de adolescentes, de separación de familias, de problemas físicos y psíquicos…”, relata López de los Mozos. El documental, dividido en cuatro capítulos, abarca desde la captación, siendo menores de edad; el control férreo que el Opus ejercía sobre ellas una vez dentro, apartándolas de sus familias y sometiéndolas a una dependencia económica absoluta, hasta el complicado proceso para salir de la organización y empezar una “vida normal”. María Roca revela, por ejemplo, que cuando salió no sabía si los semáforos se cruzaban en rojo o en verde. Otras mujeres explican cuánto les costó relacionarse con hombres. “Temblaba cada vez que veía a uno”, relata María Isabel Mena.

La captación se produce a través de los centros educativos y mediante actividades atractivas para los menores: excursiones, deportes... Se hace de uno en uno, por numerarios o numerarias jóvenes que se hacen amigos de los chicos y chicas hasta que “pitan” —en la jerga interna, iniciar el proceso de admisión—. “Te hacen sentir importante, especial...”, recuerdan las entrevistadas, pero una vez que ya estás dentro, los captadores desaparecen —para captar a otros— y ellas mismas se convierten en reclutadoras. “El mismo día que cumplí 14 años y medio”, relata Mena, “le dije a mi madre que iba a estudiar, pero iba a pedir la admisión al Opus Dei. Me dejaron muy claro que no le tenía que decir nada a mis padres porque ellos podían ser la voz del demonio”. Su testimonio coincide con el de otras entrevistadas, como Fátima Navarro, que explica cómo le pidieron que no comunicara que había dado el paso hasta que cumpliera la mayoría de edad. Numeraria auxiliar, estuvo 20 años dentro de la organización. “O salía, o me volvía loca”, resume.

La Prelatura no quiso participar en el documental. Cuando EL PAÍS publicó, el pasado octubre, testimonios de antiguos miembros del Opus Dei denunciando manipulación y abusos, una portavoz de la organización replicó que, según sus estatutos, la edad mínima para “comprometerse formalmente” son los 18 años, “tras al menos un año y medio de preparación y discernimiento”. “Si alguien más joven siente una llamada vocacional”, añadió, “puede solicitar ser ‘aspirante’, con el consentimiento expreso de sus padres y siempre que sea mayor de 14 años y medio”. Tanto las entrevistadas en el documental como en el reportaje de este diario desmienten ese consentimiento previo paterno.

"Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava"

Tras el último paso, el de la llamada “fidelidad”, las mujeres del documental y los testimonios recogidos por EL PAÍS coinciden en que les dieron una plantilla de testamento para donar sus bienes al Opus Dei. “La Obra ha conseguido verdaderas fortunas así”, afirma De los Mozos. Una vez dentro de los centros, les entregan el cilicio —que deben usar dos horas al día— y las disciplinas (una especie de cuerda para azotarse la espalda). A partir de ese momento, “la familia es la Obra” y las cartas que envían y reciben, denuncian, son abiertas y “censuradas”.

Entre las entrevistadas para el documental figuran cinco numerarias auxiliares, mujeres que limpian y cocinan en los centros de la organización. “Las numerarias sirvientes, y lo digo en serio”, anotó Escrivá de Balaguer, “me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas; ahora, se están santificando pelando patatas”. Las mujeres explican que carecían de sueldo y no estaban dadas de alta en la Seguridad Social. La fiscalía argentina, tras dos años de investigación impulsada por la Procuradoría de Trata y Explotación de Personas (Protex), acusó por ambos delitos a cuatro responsables del Opus Dei. EL PAÍS entrevistó el pasado octubre a una de las denunciantes, Lucía Giménez, que nunca cobró por su trabajo, y a una portavoz de la organización en Argentina, que admitió “inconsistencias en los aportes durante algunos periodos de tiempo” y aseguró que se habían emprendido “acciones de reparación”. “El Opus Dei”, añadió, “es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”.

II

"Manipulación, codicia y poder: la historia no contada del Opus Dei," reseña publicada en Babelia, suplemento cultural de El País, por Natalia Junquera, 2 oct 2024:

Tras cinco años de investigación, el periodista financiero Gareth Gore acusa a la organización del secuestro del Banco Popular, explotación y maltrato. Su futuro depende de Trump y de hasta dónde esté dispuesto a llegar el papa Francisco.

“La Obra es un peligro para sí misma, para sus miembros, para la Iglesia y para el mundo”, concluye el periodista Gareth Gore (Wigan, Inglaterra, 43 años) en Opus (Editorial Critica), una investigación de cinco años sobre la organización fundada hace casi un siglo por Escrivá de Balaguer. El libro empieza con una confesión. “En 2017, me enviaron a Madrid a cubrir la quiebra del Banco Popular y me perdí la parte más importante de la historia”. Especializado en información financiera, ya había cubierto crisis bancarias en una decena de países y contó la caída de la entidad española de una manera similar. “Pero un par de años después”, relata durante la entrevista en Londres, en la oficina de su agente literario, en pleno Piccadilly, “tuve la suerte de que mi jefe me enviara de vuelta a España” para hacer seguimiento. “Lo que parecía otra historia sobre el colapso de un banco que había asumido demasiados riesgos dejó de serlo. Nada tenía sentido”. Los accionistas trataban entonces de recuperar su dinero en los tribunales. Todos menos uno, curiosamente, el mayor. “Enigmáticamente bautizado como La Sindicatura”, relata Gore, “el grupo contaba con el 10% del banco cuando quebró, una participación valorada en más de 2.000 millones de euros en su punto álgido. Sin embargo, pocas semanas después de la quiebra, la principal empresa de La Sindicatura notificó su disolución”. “Siguiendo el rastro del dinero”, el investigador llegó a esa historia que se había perdido y que motiva el subtítulo de este libro: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica. Es decir, el lado más oscuro de una organización religiosa vinculada hoy a decenas de centros educativos en España.

Cien de las casi 500 páginas del libro son notas, es decir, fuentes. Gore se entrevistó con más de un centenar de actuales miembros del Opus Dei: de veinteañeros a nonagenarios; en Londres, Roma, Madrid, Buenos Aires y Nueva York; y entre ellos “personas cruciales en la toma de decisiones dentro de la organización”. Confía en que su libro sea “el inicio de un proceso para animar a policías, jueces y gobiernos a investigar los abusos y posibles delitos cometidos por el Opus”. Gore desea que esos cinco años de trabajo sirvan para “abrir los ojos”. “Para mí, lo más peligroso es cómo esa organización que recluta niños y se levanta sobre un sistema de manipulación se ha introducido en el sistema educativo. En España el debate gira en torno a si los concertados deben recibir dinero público. Para mí, lo que debería estar preguntándose el Ministerio de Educación español es: ¿Debe tener autorización el Opus Dei para encargarse del bienestar de los niños?”.

EL PAÍS comparte en primicia en España, tras conversar en Londres con el autor, las revelaciones del libro, a la venta el 9 de octubre. Un memorándum interno del Opus Dei previo al lanzamiento y distribuido en residencias de numerarios pide a Escrivá que interceda desde el cielo y a los miembros de la organización que “recen por todos los involucrados y por todos los que puedan verse afectados”. La oficina de prensa del Opus Dei ha emitido este miércoles un comunicado en el que afirma que el libro ofrece una “imagen falsa” de la Obra y de su fundador; niega las acusaciones, asegura que sus miembros no les “representan” en sus actividades políticas o económicas y que su red de corporaciones y fundaciones cumplen la ley. Las organizaciones sin ánimo de lucro manejadas por integrantes de la organización, añaden, buscan “extender el mensaje y el espíritu del Opus Dei”: “Lo hacen con la convicción de que todos los bautizados están llamados a ser agentes de evangelización”.

Luis y Javier Valls-Taberner: Opus Dei y Opus Night

La entrevista con Javier Valls-Taberner, que llevaba más de 40 años en el Banco Popular, 15 de ellos como presidente junto a su hermano Luis, “abrió esta gigante caja de pandora”, relata Gore. “Nos llamaban Opus Dei y Opus Night”, le reveló el banquero. Mientras Luis, numerario, se retiraba por las noches a una residencia del Opus a las afueras de Madrid donde se ceñía al muslo el cilicio —una cadena con pinchos— para recordar el sufrimiento de Cristo, a Javier le gustaban “los buenos vinos, la buena comida, las fiestas y el golf”. Fue Luis quien asumió el encargo de hacerse con el Banco Popular. La operación implicaba traicionar a su propia familia, ya que Félix Millet, su presidente entonces, era primo hermano de su madre.

El “secuestro” del Banco Popular

La maniobra de lo que Gore llama “secuestro” de la entidad bancaria para convertirla “en un cajero automático del Opus” y financiar su expansión por todo el mundo se consolidó a principios de 1957. A través de empresas vinculadas a la Obra, fueron comprando grandes paquetes de acciones. “Los archivos oficiales del Banco Popular están salpicados de menciones a empresas auxiliares del Opus Dei. A finales de 1962 y principios de 1963, el banco prestó a Eolo más de 30 millones de pesetas para participar en una ampliación de capital”, afirma el libro. “Sin Luis [Valls-Taberner] y el modo en el que desvió dinero del banco, el Opus no sería lo que es hoy. Una parte muy importante de la red que tiene por todo el mundo existe gracias al dinero que vino del Popular”, explica Gore. “La participación se efectuaba a través de una serie de empresas fantasma y fundaciones que operaban como un juego de muñecas rusas para ocultar a su verdadero beneficiario. El dinero iba del banco a iniciativas de reclutamiento”. Gore afirma que una web en la que un grupo de numerarios homenajeaba a Valls-Taverner cifró en 700 millones de euros la contribución a fundaciones vinculadas con la organización.

Cuando Luis Valls-Taberner enfermó y dejó de serles útil, apartaron a los hermanos del banco. “Javier me contó que apenas le dejaban hablar con Luis”, quien murió en 2006. Un mes después, Javier fue despedido de la entidad y llegó a temer por su vida. “Viajó a Londres para hablar con el embajador español, un hombre conocido por ostentar un alto cargo en el Opus Dei, y le pidió que informara a Villa Tévere [la sede del Opus Dei en Roma] de que tenía documentos incriminatorios en una caja fuerte en Suiza que saldrían a la luz si algo les ocurría a él o a su familia”.

El comunicado oficial de la organización tras la publicación del libro afirma que Luis Valls-Taberner “destinó parte de su retribución a ayudar a iniciativas inspiradas en el Opus Dei” y ayudó a “crear varias fundaciones, algunas de las cuales recibieron donaciones del Banco Popular” que “financiaron diversas iniciativas impulsadas por el Opus Dei o personas relacionadas con esta institución”. Todo se hizo, insisten, “de manera transparente y legal, y generalmente en forma de préstamos que han sido reembolsados”.

El Santander se hizo con la entidad financiera por un euro en 2017. El caso Banco Popular seguía coleando este año. El pasado junio, la sala de lo penal de la Audiencia Nacional confirmó que el expresidente Ángel Ron debía ser juzgado por los delitos de estafa a inversores y falsedad contable por una ampliación de capital en 2016.

La expansión en EE UU y la agenda de Trump

Mientras en la vecina Francia un tribunal condenaba a una fundación de la organización y a dos numerarios que trabajaban para ella a indemnizar a una mujer que los acusó de explotación, en otros países, especialmente EE UU, el Opus avanzaba a grandes zancadas. “En España”, explica Gore, “todo se debe a Franco. Su complicidad con esa dictadura sangrienta fue lo que los ayudó a crecer. Y en EE UU, el país más poderoso del mundo, el Opus ha dedicado muchos recursos a aumentar su influencia. No es casual que florezca en tiempos de profundas divisiones y guerras culturales. El Opus se alimenta de todo eso y de la desinformación. Después de las elecciones de 2020, el Papa llamó a fomentar un clima de reconciliación. Pero lo que hizo el Centro de Información Católica [organismo que fue dirigido por John McCloskey después de renunciar a su trabajo en Wall Street para hacerse sacerdote del Opus] fue lo contrario: se convirtió en una plataforma para las figuras próximas a Donald Trump que cuestionaban las elecciones, una herramienta para echar más gasolina al fuego”.

El libro relata cómo a través de distintas fundaciones y organismos, el Opus trata de infiltrarse en la élite del poder estadounidense, desde la Cámara de Representantes hasta la Casa Blanca y el Tribunal Supremo. En 2002, el senador por Pennsylvania Rick Santorum fue invitado por la Obra para participar en Roma en una serie de conferencias en las que los oradores insistieron en la necesidad de que los miembros del Opus y los católicos en general utilizaran su posición en la sociedad para influir en las políticas públicas. Santorum declaró que, en su lucha pública en el Senado estadounidense, “el bendito Josemaría” guiaba su camino. Fue uno de los patrocinadores de una enmienda para obligar a las escuelas a dejar de enseñar la teoría de la evolución como un hecho. “El Opus”, afirma Gore, “crea el ambiente y se relaciona con las personas adecuadas para provocar cambios legislativos. El mayor logro de esa red es haberle dado la vuelta a Roe contra Wade [el fallo del Tribunal Supremo que garantizaba el derecho federal al aborto], pero eso es solo el principio. Si Trump gana en noviembre, será también una victoria para esa red de personas vinculadas al Opus Dei en EE UU”.

Escrivá de Balaguer: “bombardeo del amor” y “prudencia de serpiente”

El fundador del Opus Dei llamaba a Luis Valls-Taberner “mi san Nicolás”, en alusión a Nicolás de Bari, santo al que se atribuía haber salvado de la prostitución a tres hermanas arrojando por la ventana de su casa dinero para que su padre pudiera casarlas —con el tiempo pasó a ser conocido como Santa Claus—. El propio padre de Escrivá se había arruinado cuando él tenía 12 años. El que sería declarado santo en 2002, había ingresado en el seminario para optar a una vida mejor. Estudió derecho y llegó a pedir plaza de funcionario, pero su solicitud no prosperó. “Al no encontrar un trabajo decente en la vida civil, empezó a buscar vacantes eclesiásticas”,relata el libro. A finales de 1928, comenzó a esbozar las líneas generales de lo que sería el Opus Dei. Al principio, afirma el investigador británico, “abarca ideas como la compasión, el perdón y la caridad”, pero pronto evolucionará, por el lado religioso, a algo mucho más parecido a una secta, y por el lado político, al lobby. “Una historia de manipulación, abuso y codicia envuelta en el manto de la santidad”, resume Gore.

El segundo manual de Escrivá, Instrucción sobre el modo de hacer proselitismo, detalla los métodos de reclutamiento de los futuros numerarios, quienes harán votos de castidad, pobreza y obediencia. Con lo que llamaba “prudencia de serpiente”, pedía ir uno a uno, desconfiar de las personas que hacían muchas preguntas, incluso de los que padecían sonambulismo, y alejarlos de sus familias. La estrategia para entablar amistad se conoce como “el bombardeo de amor”. A la primera ceremonia de ingreso, Escrivá la denominó “la esclavitud”.

- Desde el principio, hay una voluntad de ocultar sus métodos. ¿No es, en el fondo, mala conciencia?

- Escrivá sabía que el sistema que estaba diseñando era inaceptable. Los escritos fundacionales nunca han sido compartidos con el Vaticano. Hay un factor de culto a Escrivá, otro elemento de vergüenza y otro de miedo a que la gente los vea como lo que son. En el caso de los supernumerarios (los miembros que pueden vivir en familia) es más complicado, pero en el de los numerarios funcionan como una secta.

“Se están santificando pelando patatas”

Uno de los secretos que el Opus intentó preservar fue el funcionamiento de sus residencias para numerarios. Aunque al principio Escrivá diseñó una hermandad secular de hombres —”Nunca habrá mujeres, ni de broma, en el Opus Dei”, escribió—, primero admitió a numerarias (con educación y dinero) y años más tarde inventó la figura de las “numerarias sirvientas” (sin formación), que limpiaban y cocinaban para los numerarios. En la residencia donde vivía Luis Valls-Taberner, entraban por puertas distintas. “Ni siquiera se permitía el contacto físico entre el director [de la parte masculina] y la directora [de la parte femenina]. Cualquier conversación para coordinar las comidas o la limpieza debía mantenerse a través de un sistema telefónico interno. Para asuntos más complicados, se permitía pasar una nota por debajo de la puerta, aunque tenía que estar mecanografiada y sin firmar como medida de seguridad para evitar que se formaran vínculos personales, por ejemplo, al ver el nombre o la letra de otra persona”, escribe Gore.

El Opus animaba a dirigirse a universitarios varones con el fin de “reclutar a la próxima generación de funcionarios y empresarios”, relata el investigador. “Para llegar a todos nos dirigimos primero a los intelectuales, sabiendo que a través de ellos pasa cualquier intento de penetración en la sociedad”, dejó escrito el fundador de la Obra. Pero el caso de las numerarias sirvientes era bien distinto. Se trataba, explica Gore, de “mujeres sin estudios y procedentes de familias pobres. Escrivá consideraba que esa nueva clase inferior era vital para crear un ambiente más enrarecido dentro de las residencias, ya que, de ese modo, los miembros numerarios se sentirían aún más especiales”. Tras las primeras admisiones, anotó: “Las numerarias sirvientes, y lo digo en serio, me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas; ahora, se están santificando pelando patatas”.

- ¿Es el Opus una organización misógina?

- Absolutamente. Hoy el Opus se esfuerza en presentarse como una organización donde la toma de decisiones es democrática y paritaria, pero es una ficción. Las mujeres votan, pero lo que votan tiene que ser validado posteriormente por los hombres.

María del Carmen Tapia fue enviada a una de las residencias de la Obra en Venezuela. Allí había sugerido algunos cambios, como que les permitieran confesarse con sacerdotes ajenos al Opus. En sus valientes memorias, tituladas Tras el umbral y citadas por Gore, Tapia relata que Escrivá la hizo viajar a Italia, donde la llamó “grandísima hipócrita y mala mujer”. A continuación se dirigió a las representantes de la sección femenina y les ordenó, refiriéndose a Gladys, una venezolana a la que Tapia había recurrido para eludir el control de la correspondencia: “A esa cójanla después. Levántenle las faldas, bájenle las bragas y denle en el culo hasta que hable”.

A lo largo de los años, algunas de aquellas mujeres se atrevieron a denunciar lo que habían vivido. Uno de esos casos, el de 43 antiguas sirvientas en Argentina, sería crucial para llamar la atención de un compatriota, el hombre más poderoso de la Iglesia, el papa Francisco. La pionera, Lucía Giménez, había sido captada en un pueblo de Paraguay cuando tenía 13 años y trasladada sin documentos en un avión privado hasta Buenos Aires, donde trabajaba en “jornadas de 12 horas, sin paga, con descansos solo para comer y rezar y durmiendo en una tabla de madera”, según recoge el libro. Cuando, con 32 años, abandonó el Opus, “era una mujer destrozada”. Por este caso, la justicia federal argentina acaba de imputar a las máximas autoridades del Opus en el país por trata de personas y explotación laboral. Gore advierte: “He hablado con muchas mujeres, muchas de ellas reclutadas cuando eran apenas unas niñas, también españolas, que han sufrido cosas muy parecidas. Las autoridades españolas deberían seguir el ejemplo de sus colegas argentinos e investigar al Opus con carácter de urgencia”.

Mortificación y libros prohibidos

En la residencia donde vivió el presidente del Banco Popular, “los numerarios debían llevar un cilicio atado al muslo dos horas al día”. “Una vez a la semana, tenían que dormir en una tabla de madera. Las mujeres lo hacían todas las noches porque se las consideraba más sensuales y debían hacer un esfuerzo extra para evitar la tentación. Los sábados, la disciplina suponía una mortificación adicional: un látigo en forma de cuerda que los miembros golpeaban por encima de los hombros contra la espalda mientras entonaban una oración”, relata el libro. Se buscaba el aislamiento y control total de los inquilinos, de modo que cada mañana el director revisaba los periódicos para recortar cualquier material sensible. El Opus también diseñó un sistema de calificación de libros, del 1 (puede ser leído por cualquiera) al 6 (totalmente prohibido) y al que debían ceñirse los miembros de la organización. Entre los autores censurados con el 6 figuran Flaubert, Joyce, Roth o Tennessee Williams. “El Vaticano suprimió en los años sesenta un índice de libros parecido, pero a día de hoy, el Opus mantiene ese sistema”, afirma Gore.

Maletas con dinero, Operación Limonada y la caída de Ruiz-Mateos

El libro de Gore no es el primer escándalo para el Opus. Richard Cushing, el arzobispo que casó y enterró a John Fitzgerald Kennedy, escribió en 1964 una carta al máximo responsable de la organización en Boston y llegó a pedirles que cesaran todas sus actividades. En 1965, el hombre del Banco Popular en Lisboa, Gregorio Ortega, numerario, fue detenido en Venezuela con una maleta llena de billetes. Al registrar su habitación de hotel, la policía encontró un cuarto de millón de dólares. “Se había convertido en el principal contrabandista monetario del Opus Dei”, relata Gore, que explica cómo “a mediados de los sesenta se habían creado 138 sociedades auxiliares para generar fondos destinados a financiar las ambiciones de Escrivá. El Opus Dei ya había creado un complejo sistema de cuentas bancarias, tanto en España como en el extranjero, a nombre de numerarios de confianza para evitar las normas de control. Pero el sistema no era infalible, y a veces el grupo tenía que recurrir a lo más básico para sacar dinero de España. Antes de un viaje al extranjero, a los miembros a veces se les entregaba un cinturón con billetes”. En 1988, “un grupo de padres católicos de Nueva York publicó un libro titulado Guía sobre el Opus Dei para padres de familia en el que detallaban las técnicas de captación del grupo”. En 2001, agentes del FBI detuvieron a uno de sus compañeros, Robert Hanssen, por espiar para los rusos. Cuando fueron a registrar su casa en Nueva York, Bonnie Hanssen les explicó que su marido llevaba haciéndolo desde 1979, cuando lo pilló in fraganti. Entonces, relató a los agentes, llevó a su marido a confesarse con el padre Robert Bucciarelli, sacerdote del Opus, quien, según relató, aconsejó a Robert que en lugar de entregarse, donara el dinero que le pagaban los rusos. En 2002, el sacerdote estrella de la prelatura en Washington, John McCloskey, fue denunciado por abusos sexuales…

- Ninguno de esos escándalos, de esas llamadas de atención, parece haber tenido mucho impacto en la reputación del Opus Dei, que cumple casi un siglo. ¿Por qué?

- Casi todas las conversaciones empezaban de la misma manera, con el miembro del Opus Dei explicando que todos los que formaban parte de la organización actuaban con total libertad y que cualquier cosa que hicieran, ya fuera en los negocios, en la política o en general, era por iniciativa propia y no tenía nada que ver con la Obra. Hasta ahora les ha sido muy fácil lavarse las manos diciendo: “Ha sido un hombre. No es el modo en el que opera el Opus”. Pero mi libro va al corazón de la organización, a los escritos de Escrivá donde se asienta un sistema de manipulación. Ya no pueden decir que ha sido un individuo, una manzana podrida. Es un diseño. Mucha gente dentro de la Iglesia, incluyendo al Papa, es hoy consciente del peligro del Opus; otra mucha gente desconoce los abusos o está dispuesta a cerrar los ojos porque percibe a la organización como un aliado para mover a la Iglesia hacia una agenda más conservadora. Y el mundo en general no tiene idea de lo que supone el avance del Opus. Envía feliz a sus hijos a su escuelas porque piensa: “Es una organización católica. ¿Qué puede tener de malo?”.

Gore apoya esa tesis con dos datos. El primero alude a las precauciones tomadas por Bergoglio cuando encarga una investigación sobre las finanzas del Vaticano. Para tratar de eludir a la vieja guardia, los investigadores recibieron teléfonos móviles con números malteses en lugar de italianos y se estableció una línea privada para enviar contraseñas de acceso a documentos encriptados. El segundo recibe el nombre de Operación Limonada, literalmente, un plan para tratar de licuar el escándalo que iba a suponer el lanzamiento de El código da Vinci, de Dan Brown (del que se hizo luego una película), donde se vincula a la organización con “lavado de cerebro” y donde se mencionaban, “además del escándalo del espía Hanssen, el rescate del Banco Vaticano por el Opus Dei”. Se presentó el libro como una ofensa a todos los cristianos, no a la Obra. “Gracias a una astuta estrategia de comunicación —con profusión de entrevistas y visitas guiadas para mostrar la cara amable de la organización— y al pago de un millón de dólares para silenciar a una víctima, convirtieron los limones en limonada”. “El dinero recaudado por el Opus”, afirma Gore, “se utilizó para reclutar adeptos y tapar delitos”.

- ¿Qué tipo de delitos?

- Particularmente, trata de seres humanos. Naciones Unidas la define como la captación, transporte o recepción de personas mediante amenazas, fuerza o coacción con fines de explotación, aunque la víctima haya dado su consentimiento. El sistema de captación y traslado de las niñas y mujeres jóvenes que se incorporaron al Opus Dei con la promesa de estudiar en una escuela de hostelería parece encajar en esa definición. También deberían investigar las autoridades la posibilidad de que haya habido un fraude en esta red de empresas y fundaciones que el Opus controla, pero no oficialmente. El Opus siempre se protege a sí mismo.

- Cuenta en el libro que José María Ruiz-Mateos, supernumerario, llegó a donar 1.500 millones de pesetas (unos nueve millones de euros) al Opus, pero cuando fue a pedirles ayuda por sus problemas con la justicia, le dejaron caer.

- Ruiz-Mateos debía tanto dinero al Estado y sus negocios eran tal desastre financiero que el Opus no habría podido hacer nada, pero se aprovecharon de él. Una vez que dejas de serles útil, tienen cero interés en tu espiritualidad.

40.000 dólares en una bolsa de McDonalds. El hartazgo del Papa

La relación del Opus con el Vaticano está en crisis. Poco después de la investidura de Fernando Ocáriz al frente de la organización, se produjo un nuevo escándalo. Una numeraria argentina que había donado todos sus ingresos y tres apartamentos a la Obra decidió marcharse. Sin dinero con el que seguir adelante, pidió a la prelatura que le devolvieran parte de sus donativos, pero el Opus se negó. Al enterarse, el Papa, relata el libro, ordenó que la indemnizaran. “Le entregaron 40.000 dólares en efectivo en una bolsa de McDonalds”. “Se avecina una lucha encarnizada entre el Opus y fuerzas progresistas de la Iglesia”, afirma el investigador británico, convencido de que esa red de políticos y jueces conservadores de EE UU dispuestos a implantar una agenda ultraconservadora en la sociedad ha apostado claramente a la pronta llegada de otro Papa. “Todo depende de cuánto tiempo viva Francisco y cuánto apetito tenga para dar esa batalla. El Opus tiene muchos aliados en la Iglesia”.

Opus, Gareth Gore. Traducción de Efrén del Valle. Barcelona: Crítica, 2024. 496 páginas. 23,90 euros

Opus, Gareth Gore. Traducción al catalán de Mireia Alegre e Imma Estany Morros. Barcelona: Pòrtic, 2024. 

III

“Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava”, en El País, por Natalia Junquera, 6 oct 2024:

Ex miembros del Opus Dei relatan su proceso de captación siendo menores, describen técnicas de manipulación y trastornos mentales. Una psicóloga con 15 años de experiencia con estos pacientes advierte a la sociedad del peligro que supone. La organización niega las acusaciones

“A todas las personas que quise ahí dentro, las sigo queriendo. La mayoría están ya fuera del Opus Dei, pero una de ellas sigue. Cuando hice la denuncia, la enviaron a hablar conmigo. Le dije: ‘Estoy denunciando a la organización. Esto no tiene nada que ver contigo, que no sabes qué es el Opus Dei’. Yo tampoco lo supe hasta que salí. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava”.

Lucía Giménez es una de las pioneras en la denuncia que ha provocado que la fiscalía argentina, tras dos años de investigación impulsada por la Procuradoría de Trata y Explotación de Personas (Protex), haya acusado por ambos delitos a cuatro responsables del Opus Dei. La organización atraviesa un momento clave, ya que el Vaticano revisa sus estatutos y un investigador británico, Gareth Gore, acaba de publicar un volumen de casi 500 páginas acusándoles del “secuestro” del extinto Banco Popular y manipulación de personas.

“Salí gracias a mi mamá”, relata Giménez a EL PAÍS por videollamada desde Buenos Aires. “Ella enfermó de cáncer y dije que iba a ir a cuidarla. Para entonces me había alejado mucho de mi familia. Cuando me preguntaban si iba a ir a verlos les decía que no, porque la Obra era ahora mi familia y no tenían dinero para mi viaje. Te vuelven una fanática. Cuando mi mamá murió, se me cayó el mundo encima. Veía a mis hermanos felices con sus hijos, con su casa... A mí apenas me conocían, era una extraña. No tenía nada ni a nadie. Me quería morir. Pero algo hizo click en mi cabeza”.

Giménez tenía entonces 32 años. Había sido reclutada a los 13 en un pueblo rural de Paraguay, Loreto. “Venían a por mi hermana mayor, de 16, pero ella no quiso ir y fui yo. Oí cómo les contaban a mis padres que podían ofrecerme una educación, una vida mejor. Les engañaron, como a mí. Éramos muchos en casa, pero no éramos pobres. Teníamos animales, huertas, leche, verduras, queso… mi mamá nos hacía la ropa. A ella le dijeron que me iban a cuidar”, cuenta, emocionándose. Primero, relata, la trasladaron a Asunción y a los 16, a Buenos Aires. Durante años, denuncia, custodiaron su documentación. “Un día me empezaron a decir que podía ser del Opus Dei, que era mi vocación. Dijeron que supernumeraria [los miembros que no hacen promesa de celibato] no, que mejor numeraria auxiliar porque era muy joven y pura. Yo no sabía qué significaba eso. Cuando me dieron el cilicio y la disciplina [una especie de cuerda para azotarse la espalda] y me explicaron que tenía que usarlo para no caer en la tentación y no abandonar a Dios, me asusté, pero te insisten tanto… Me llevaron a una casa de varones del Opus. Había bastantes chicas trabajando y pensé: ‘Esto debe ser así’. Nadie te explica de entrada que vas a ser sirvienta. Al principio me pusieron a cocinar para 15 hombres. Una numeraria me enseñaba con un libro. También recibía clases sobre el espíritu del Opus Dei. Por las noches caía destruida, agotada. Nos levantábamos a las seis de la mañana, y a las siete menos cuarto ya estábamos limpiando. Tenías tantas cosas que hacer que no te dejaban pensar. Tardé mucho en preguntarme a mí misma: ¿por qué fueron a buscarme a un pueblo de Paraguay? ¿Por qué no iban a por la gente de su ciudad? Y en responderme: Porque en la ciudad tenían televisión, sabían muchas más cosas de las que sabíamos en nuestra casa”.

Nunca le pagaron por su trabajo. “Cuando salí, tenía la espalda destrozada y estaba muy mal psicológicamente. Me daban ataques de pánico en la calle porque yo no sabía qué era la calle. Mi primera relación la tuve a los 40 años. Me costó mucho cambiar el disco, comprender que nada del cuerpo de una mujer es pecado”. Con el paso del tiempo, entró en contacto con otras mujeres con un relato similar, como Claudia Carrero: “Conocí el Opus Dei en 1979, a los 13 años. Fueron a la casa de mis padres y dijeron que había un sorteo para ver si ingresaba en el Instituto de Capacitación en Estudios Domésticos”, relata a este diario. “Me dieron una estampita de Escrivá de Balaguer y me dijeron que rezara para poder ingresar. En la escuela estuve tres años, luego pasé por diferentes residencias hasta que me fugué en 2002. Me desilusionaron mucho. Pienso que solo les importa el dinero y el poder”, añade.

La portavoz de la Obra en Argentina: “El Opus Dei es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”

No fue fácil encontrar a un abogado que las ayudara. “Yo soy exnumerario”, cuenta desde Nueva York Sebastián Sal, el letrado que asumió su defensa, “y no tenía ni idea de que esto ocurría. Lo primero que hice fue pedirles perdón. Es imposible que Dios te pida que durante toda tu vida seas empleada doméstica del Opus Dei”. Sal pasó diez años en la organización, que abandonó en 1998. “Cuando me fui, me dijeron que iba a enfermar de cáncer”. “El número 43 [por las denunciantes, aunque la mayoría de esos casos están ya prescritos según la legislación argentina] quedó como una referencia”, añade, “pero se han puesto en contacto con nuestro despacho mujeres de España, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Perú, México, Guatemala, Inglaterra... con una experiencia similar”.

A preguntas de EL PAÍS, una portavoz del Opus Dei en Argentina niega las acusaciones de trata y explotación y afirma que los padres de estas mujeres daban autorización para que sus hijas fueran formadas en la escuela ICES, creada en 1973 y “fiscalizada por todas las autoridades competentes durante más de 40 años [entre ellos, los de la dictadura]”. Por esa escuela pasaron hasta 2016 [año en que una nueva ley estableció que no estaba justificado que las alumnas residieran en centros educativos fuera de su ámbito familiar] 1.080 alumnas. Afirma que “solo el 10% pidió la admisión al Opus Dei”. Preguntada por las 43 denunciantes, asegura que “eligieron libremente ser miembros” de la Obra. En cuanto al trabajo que realizaban, responde: “Las formas de materializar esos pagos y organizar el trabajo fueron variando a lo largo de las décadas, acompañando a la legislación y los cambios culturales propios de cada época”. La portavoz admite “inconsistencias en los aportes durante algunos periodos de tiempo” y afirma que “se han emprendido acciones de reparación”. “No negamos que [las denunciantes] hayan podido sufrir experiencias negativas a nivel personal y nos hemos disculpado públicamente por ello. El Opus Dei es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”, añade. Finalmente, preguntada por qué solo mujeres forman parte de ese cuerpo de numerarias auxiliares que limpian y cocinan, responde: “Es una cuestión de carácter fundacional. San Josemaría [Escrivá de Balaguer] se dio cuenta de que su madre y su hermana estaban generando el clima que buscaba para los centros de la Obra. Tras considerarlo en la oración, decidió pedirles esta ayuda insustituible. Se trata de una llamada específica, que surge entre las primeras mujeres del Opus Dei”. El fundador, en efecto, llegó a escribir: “Las numerarias sirvientes me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas. Ahora se están santificando pelando patatas”.

Tratamiento psiquiátrico por miembros del Opus Dei

Laura, (nombre ficticio), española, accede a compartir su experiencia como numeraria auxiliar, pero pide ocultar su identidad porque ha llegado a un acuerdo económico con el Opus Dei. “Entré en 1975, con 18 años, y salí en 2001, a los 44. Me dijeron que iba a tener formación profesional, que iba a ser santa y servir a Dios. Nadie me explicó que servir a Dios era servir a los numerarios y a las numerarias que vivían en un centro. La supuesta formación profesional era religiosa, clases del espíritu de la Obra, del fundador…nada realmente útil para la vida civil y tampoco nada sobre la doctrina de la Iglesia Católica. Hablaban exclusivamente del Opus Dei. Cuando ya dabas el último paso, la ‘fidelidad’, hacías testamento y te comprometías a entregar todo lo que tuvieras a la Obra. Eso, y los papelitos que te entregaban cuando pedías dinero para comprar unas medias, fue lo único que firmé hasta que, en 1990, vino una inspección de Trabajo al colegio mayor donde trabajábamos y nos hicieron un contrato por una temporada. Luego me enviaron a un centro de varones, donde vivían entre 10 y 12 hombres, y ahí volví a trabajar sin contrato”.

Pablo Galán, exnumerario: “Cada año tenías que hacer una lista de amigos que ibas a intentar que pitaran. Pitar es como llaman unirse a la Obra”

“Cuando me dieron el cilicio y las disciplinas”, prosigue Laura, “pensé que no iba a ser capaz de usarlos, pero luego terminabas acostumbrándote, sobre todo al cilicio, que había que llevar dos horas al día, mientras limpiabas, nunca durante el tiempo de oración. Te preguntaban si lo estabas usando y si decías que no, de penitencia te ponían una hora extra al día siguiente. Nos decían que el fundador, a veces, después de usar las disciplinas, tenía que limpiar la sangre que saltaba a la pared y que nosotras teníamos que ser igual de fuertes. Un día a la semana, dormíamos sobre el suelo o en una tabla de madera”. Laura describe, en Madrid, los mismos métodos y largas jornadas de trabajo que Lucía Giménez en Buenos Aires y el mismo nivel de ocupación para evitar que se hicieran preguntas. “Una vez me fui a casa de mi madre, vinieron a buscarme y me dijeron que había traicionado a Dios. Te decían que ellos eran tu familia y que la Obra era lo primero. En 26 años, debí ir a casa de mis padres tres veces y siempre acompañada por una numeraria. A mis sobrinos los empecé a conocer cuando salí de la Obra”. Antes de eso, describe un calvario. “Cuando empecé a encontrarme mal, porque estaba muy angustiada, me llevaron a una psiquiatra del Opus Dei que me empastilló. Yo quería ser santa, pero la lucha interior era terrible, cada día juzgaba más cosas. Empezaron a medicarme en 1988. Me ingresaron tres veces en la clínica universitaria de Pamplona. Los dos primeros ingresos fueron porque me tomé dos cajas de pastillas, pero yo no quería morirme, quería salir de allí. El último, porque dijeron que estaba muy cansada. En los ingresos no venía nadie a verte y luego volvías al centro como si nada. Cuando salí, estaba machacada por dentro. Ahora soy feliz, sigo sanándome, entendiendo que no es que yo hiciera mal, es que aquellas cosas eran anormales”.

Blanca (nombre ficticio), exnumeraria: “El Opus Dei no debería tener contacto con menores”

Una portavoz del Opus Dei en España afirma que todas las personas que trabajan en el mantenimiento de las residencias “están dadas de alta en la Seguridad Social desde el momento en el que existe una regulación legal de su trabajo, en los años ochenta”. A la pregunta de si han llegado a acuerdos económicos por reclamaciones de estas mujeres responden que sí. Preguntada por si existe una plantilla para que los numerarios cedan todos sus bienes en testamento a la Obra, responde: “Como ocurre en toda la Iglesia Católica, las iniciativas y labores del Opus Dei se financian con la aportación de sus miembros y de otros que no lo son. No hay ninguna obligación de donar a la Obra los bienes no procedentes de su trabajo. En su testamento, como cualquier ciudadano, determinan el destino que desean para sus bienes”. Y niega que se impida el contacto con sus familias: “Tienen total libertad”. Media docena de exmiembros del Opus Dei de distintas ciudades y edades consultados por este periódico aseguran lo contrario. La portavoz de la organización en Argentina admite que “en décadas pasadas, las dificultades materiales y económicas para viajar eran mayores, lo que pudo haber ocasionado que, en alguna ocasión, algún miembro del Opus Dei no haya podido asistir a algún evento familiar”.

También pide ocultar su identidad otra mujer de 34 años, en este caso, universitaria y exnumeraria, no auxiliar, pero por motivos diferentes. “Yo estuve 11 años en el Opus Dei, hasta 2017. Durante todo ese tiempo no me hablé con mi padre, porque no aceptó que me fuera de casa para vivir en un centro. Quiero hacer una denuncia pública de todo lo que sufrí, pero sin que la exposición vuelva a abrir esa herida en mi familia”. Blanca (nombre falso) relata que fue “captada” en el colegio. “El mío es un modelo muy común: padres que no son del Opus, pero que te mandan ahí porque el nivel académico es bueno y creen que en los colegios no hay labor de captación, pese a que es el principal foco. Del colegio pasas a lo que llaman clubes juveniles, donde hay actividades deportivas, culturales… y donde viven las numerarias. En mi caso se acercó una chica unos seis años mayor que yo. Parecía una amistad genuina. Con el tiempo te das cuenta de que todo lo que te dicen, en la forma y en el tiempo, está premeditado, responde a un plan y es progresivo, para que tu vayas asimilando cosas de forma muy lenta. La captación, el lavado de cerebro empieza antes de los 14 años. Si para ti es súper normal, desde pequeño, meterte en una habitación con un adulto y que te pregunte por tus padres, tus amigos, las películas que ves y cuestiones cada vez más íntimas, es muy fácil que esa persona termine manipulándote. El Opus no debería tener contacto con menores de edad”.

“Aparentemente”, prosigue Blanca, “eres un adolescente normal, pero cuando tienes 18, te vas y una vez dentro, el control es total. Cuando empiezas a trabajar, te piden tu sueldo cada mes. Si necesitas una chaqueta, tienes que pedirles dinero. Yo he cotizado porque trabajaba fuera de la residencia, pero me fui sin nada porque había entregado todo. Cualquier cosa fuera de tu rutina tienes que consultarla y si te dicen que no, obedeces porque al entrar te comprometes a eso, a obedecer. Tampoco te permiten que te apegues a la gente dentro, porque si lo haces es mucho más fácil que te desahogues con esa persona, que os hagáis preguntas, que os empecéis a cuestionar cosas. Si ven que tienes más intimidad con alguien te lo afean, hacen que te separes”.

Blanca relata que del mismo modo que no hubo un detonante para entrar, tampoco lo hubo para salir. En ambos casos fue algo progresivo. “Yo tenía depresión, pero no lo sabía. Mis últimos dos años allí fueron un infierno. Cuando dices que no estás bien, te responden que estás pensando demasiado en ti misma, que no rezas lo suficiente, que no eres generosa”. La psicóloga Laura Merino, especializada en “grupos de manipulación o sectas”, lleva 15 años tratando a pacientes del Opus Dei y advierte: “Una forma de detectar que una secta es una secta es si cuando haces preguntas sobre algo que te genera dudas, te hacen sentir culpable. Es una bandera roja. Señal de que estás ante un grupo manipulador”. Cuando Blanca perdió la confianza del todo, se fue, pero con muchas dudas. “El lavado de cerebro es tan grande que aunque parezca tonto, yo pensaba que me iba a condenar, que iría al infierno. Tuve que recomponer mi vida, sin dinero y con muchísima culpa. No sabía pagar la luz, alquilar un piso. Nunca en mi vida había tomado una decisión y era una desconocida para mi familia. Ni yo misma me conocía porque había construido mi identidad en base a lo que me habían dicho que tenía que ser”.

Estrés post-traumático

Merino explica que sus pacientes del Opus Dei, al salir, “tienen un problema de adaptación porque han vivido en un lugar donde todo estaba protocolizado y guionizado, y cuando abandonan el grupo, se sienten muy solos. A veces los padres han muerto, o se han roto los vínculos... También son frecuentes los síntomas del estrés post-traumático: miedos, ansiedad a la hora de cómo abordar las relaciones sexuales, por ejemplo. En el caso de las auxiliares sirvientas a las que he tratado, se ven sin nadie a quien servir. He visto a algunas de ellas ponerse a estudiar y hacer en un año lo que otros hacemos en cinco. En general suelen ser personas muy válidas y trabajadoras. El tiempo de recuperación depende de si tienen familia, recursos..., pero el esfuerzo que tienen que hacer en todos los casos es enorme”.

El Opus Dei cuenta actualmente con 41.500 miembros en España, el 70% de ellos supernumerarios, según responde la portavoz en España a EL PAÍS. Si bien hay registro de altas, no lo hay de bajas. Preguntada por qué, responde: “Al hacer la admisión, la persona completa un impreso autorizando su inclusión en la base de datos de la Prelatura. Conforme a ley de protección de datos, al desvincularse, esta información es eliminada”. La mayor parte ingresa entre los 18 y los 28 años. La organización tampoco dispone del tiempo medio de pertenencia a la organización de los actuales miembros. La portavoz afirma que, según sus estatutos, la edad mínima para “comprometerse formalmente” son los 18 años, “tras al menos un año y medio de preparación y discernimiento”. “Si alguien más joven siente una llamada vocacional”, añade, “puede solicitar ser ‘aspirante’, con el consentimiento expreso de sus padres y siempre que sea mayor de 14 años y medio. Los ‘aspirantes’ no empiezan un itinerario de incorporación, reciben acompañamiento espiritual y pastoral adaptado a su edad. Una vez alcanzada la mayoría de edad, pueden incorporarse a la Obra”.

A Pablo Galán, odontólogo, de 39 años, también lo “captaron” en uno de esos centros juveniles. Desde Sevilla relata, como otros antiguos numerarios consultados por EL PAÍS, que cuando cumplió 18, le pidieron que se fuera a vivir a un centro del Opus Dei y le sugirieron que pidiera un crédito para costear “la pensión”. “El centro estaba en la misma ciudad donde vivían mis padres, y yo entonces estaba estudiando, es decir, que no tenía ingresos, pero te dicen que eso es lo que Dios te pide, te hacen sentir un privilegiado, un elegido, y te recomiendan que solicites un crédito y pagarlo en cuotas cuando empieces a trabajar. Yo pedí 25.000 euros al banco y mis padres también pusieron dinero. Mi padre decía: ‘He pagado la boda de mi hija y esto es lo mismo’, porque yo me estaba casando con Dios. Ellos eran supernumerarios y les hacía mucha ilusión que yo fuera numerario”. Hoy ningún miembro de la familia sigue en el Opus Dei.

Pablo no salió, le invitaron a salir. “Yo nunca fui feliz, pero estaba resignado. Cuando ya me tocaba dar el último paso, el de la fidelidad, me dijeron que esto no era lo mío porque vieron que no podían exprimirme más, que yo no les llevaba a nadie. Cada año tenías que hacer una lista de amigos que ibas a intentar que pitaran. Pitar es como llaman unirse a la Obra. Es decir, una lista de gente que tenías enfilada para hacer proselitismo o apostolado. Yo no lo hacía porque no me parecía natural. Pensaba: ‘Si esto es una vocación divina, la gente la descubrirá por sí misma, ¿no?’. Yo estuve en la lista de alguien y una vez que pité, mi relación con esa persona cambió totalmente, ya no era una amistad, porque un numerario no tiene amigos, tiene objetivos. Con el tiempo, hablando con otros exmiembros, te das cuenta de que, dependiendo de la edad a la que te captaban te proponían una cosa u otra: de 25 para arriba supernumerario, y de 25 para abajo, numerario. Cuando me dijeron que no era lo mío, pensé: ‘Podíais habérmelo dicho antes de reventar mi juventud, todos esos años en la facultad, donde el 90% de las alumnas eran chicas, y lo pasaba fatal porque no podía ni mirarlas, porque aquello era como ponerle los cuernos a Dios, que era con quien estabas comprometido. Y poco a poco vas viendo las contradicciones: ¿Qué compromiso de pobreza puede tener alguien que tiene sirvientas, mujeres que le cocinan, le lavan y le planchan la ropa? Yo he vivido con jueces, médicos, profesores… que donaban su sueldo íntegro a la Obra. ¿Para qué querían tanto dinero? En el parto de mi hermano pequeño, el quinto hijo, casi mueren él y mi madre. Al principio, cuando mis padres explicaron que les habían dicho que mi madre no podía tener más críos, que era peligroso, les dijeron que tenían el hospital al lado de casa, y después, que separaran las camas, es decir, que no volvieran a tener relaciones. Eso con 37 años que tenían”.

La psicóloga Laura Merino aclara: “El problema no es la creencia religiosa, sino las técnicas de abuso que este grupo usa para dominar a las personas, pese a que no concebimos lo religioso con lo manipulador”. Cuenta que su interés por el Opus Dei empezó mucho antes de terminar la carrera. “Tenía una vecina que tuvo 14 hijos, con graves riesgos para su salud. Eso me llamó mucho la atención y desde muy joven empecé a leer sobre el tema”. “Hoy tengo también consulta online, lo que me ha permitido tener pacientes de Argentina, de México… y relatan las mismas experiencias. El opusino que salió hace 50 años y el que acaba de salir cuentan lo mismo: la trayectoria desde el colegio, convencerte de que puedes hacer un camino de santidad… La realidad es que es un camino de sacrificio en beneficio exclusivo del Opus Dei, con la aceptación del adepto, pero desde la manipulación. Las vocaciones son provocadas”.

Merino compara la incomprensión social hacia los adeptos de este tipo de grupos con la que sufrían las mujeres maltratadas. “Se decía: ‘Está con él porque quiere’, y no, estaba con el maltratador porque era una mujer manipulada. El adepto tampoco está ahí porque quiere, sino porque le han hecho creer que ponerse un cilicio en la pierna beneficia al mundo. Con el tiempo ha cambiado la percepción social sobre el maltrato machista, pero no sobre el Opus Dei. La sociedad no es consciente de lo que supone. El foco debería estar en la gente que queda afectada por un grupo como este, pero de lo que no se habla, no existe”.