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viernes, 14 de marzo de 2025

Entrevista al Nobel de química Thomas R. Cech, sobre el ARN

 Thomas R. Cech: "El siglo XXI es la era del ARN: la molécula cambiará el futuro de la medicina y de la ciencia", en El Mundo, por Cristina G. Lucio,  14 marzo 2025

El bioquímico estadounidense reivindica el papel del ARN como "la verdadera estrella del espectáculo" en el terreno de la bioquímica tras décadas en la sombra. "Su potencial terapéutico es enorme", afirma el Nobel de Química en 'El Catalizador' (Ariel)

Thomas R. Cech: "El siglo XXI es la era del ARN: la molécula cambiará el futuro de la  medicina y de la ciencia"

Lo hemos visto muchas veces en el mundo del espectáculo. La historia de ese actor secundario que tras años haciendo papeles menores consigue por fin un rol de protagonista con el que desarrolla todo su potencial. Después de años a la sombra de otros, finalmente se reconoce su talento y triunfa.

Algo similar a ese fenómeno frecuente en las tablas del teatro o el cine está ocurriendo también en el terreno de la bioquímica. Tras años relegado a un segundo plano, eclipsado por el esplendor de su hermano mayor el ADN, el ARN está ganando protagonismo en la investigación científica, aupado por su gran versatilidad y potencial terapéutico.

Lo constata con orgullo el bioquímico estadounidense Thomas R. Cech (Chicago, 1947), uno de los primeros que se dio cuenta de que esta molécula no era un simple mensajero del código genético almacenado en el ADN. En 1989 recibió el Premio Nobel de Química junto a su colega Sidney Altman por descubrir que el ARN también tiene propiedades catalizadoras, lo que rompió un dogma preestablecido y abrió los ojos a la ciencia sobre la miríada de posibilidades que se podían explorar de la mano de esa diminuta molécula.

«El ADN dominó la investigación biológica en el pasado, pero el ARN ya se ha convertido claramente en el centro de atención del futuro», subraya Cech, quien recuerda que en los últimos 25 años, los avances relacionados con el ARN han dado lugar a 11 premios Nobel y se ha cuadruplicado el número de artículos publicados en revistas científicas sobre el tema. Hoy en día, subraya, hay más de 400 fármacos basados en el ARN en alguna fase de desarrollo y cada año se invierte más en las empresas que están explorando las fronteras de la investigación en este campo.

«Ya se empieza a decir que el siglo XXI es la era del ARN, y a este siglo aún le queda mucho camino por recorrer», reflexiona Cech, que acaba de publicar en España El Catalizador (Ariel), una obra que repasa cómo el ARN «pasó de ser un tema misterioso que interesaba sobre todo a los bioquímicos a convertirse en un asunto de primer orden que está configurando el futuro de la ciencia y la medicina».

PREGUNTA.En su libro dice que el ARN se ha considerado durante largo tiempo «la corista bioquímica que trabajaba a la sombra de la diva, el ADN».

RESPUESTA.Bueno, por supuesto el ADN tiene el original, la copia maestra de nuestra información genética y la almacena. Puede usarse para trazar tu historia familiar, para identificar enfermedades hereditarias o incluso para resolver crímenes, gracias a las evidencias genéticas. Todo el mundo lo conoce. Lo tenemos tan incorporado que la gente usa la expresión «está en mi ADN» para decir que algo es esencial para ellos, ya sea que les encantan los aguacates o viajar por el mundo. El ADN es muy famoso y eso es fantástico. Al ARN, en cambio, no se le ha prestado atención durante mucho tiempo.

P.¿Por qué ha estado a la sombra?

R.Porque se creía que era un simple mensajero que se encargaba de transportar la información desde el ADN para fabricar las proteínas. Vamos, que tenía una función importante pero quizá no tan interesante como el ADN. Pero, la realidad, como se ha ido descubriendo, es que es mucho más que eso. El ARN puede almacenar información, igual que el ADN, pero también puede actuar como enzima, cortando y empalmando otras moléculas de ARN. Además, mantiene activas las células madre, previene el proceso de envejecimiento añadiendo ADN en los extremos de nuestros cromosomas, es clave en técnicas como CRISPR, que permiten la edición genética, y en otras terapias médicas... y algunos científicos creen que esconde el secreto del origen de la vida en nuestro planeta. Tiene un enorme potencial. Decidí escribir el libro porque creo que el ARN ha sido un gran desconocido que solo ha adquirido un poco de reconocimiento por parte del gran público tras el desarrollo de las vacunas basadas en tecnología de ARN mensajero para el Covid-19 que llevaron a cabo BioNTech y Moderna.

P.¿Esas vacunas pudieron desarrollarse en un tiempo récord por todo el trabajo que se había hecho previamente?

R.Así es. Una de las razones que generaban cierto nerviosismo en las personas no científicas con estas vacunas es que parecía que se habían desarrollado muy rápido, casi como si hubieran aparecido de la noche a la mañana. Pero no es así: la base, los trabajos previos para la fundación de estas vacunas han estado fundamentándose durante décadas. Y precisamente fue ese trabajo anterior lo que permitió que las vacunas se consiguieran de una forma rápida cuando llegó la pandemia. Yo suelo comparar estas vacunas con un rompecabezas. No digo que lo que hicieron BioNTech y Moderna fuera trivial ni mucho menos. Fue impresionante su labor. Pero ya tenían las piezas del puzle, su reto era resolverlo. No tuvieron que diseñar ni crear cada una de esas piezas. Ya estaban sobre la mesa gracias al gran trabajo que se había hecho previamente. Ellos consiguieron ensamblarlas y que todo encajara. Y fue una bendición en ese momento.

P.¿Cree que esa misma tecnología podrá ser útil para resolver otras amenazas biosanitarias en el futuro?

R.Absolutamente. Ya se están desarrollando, en primer lugar, vacunas frente a la gripe, que es una infección que sigue causando muchos problemas. La realidad es que las vacunas actuales son mejorables. A día de hoy lleva tiempo fabricarlas y seguimos sin ser muy buenos en pronosticar qué subtipo provocará la epidemia del año siguiente, por lo que a veces la eficacia no supera el 40%, lo que obviamente es mejor que no tener nada pero no es lo óptimo. Las vacunas basadas en ARN mensajero, en cambio, pueden desarrollarse de forma tan rápida que no es necesario pronosticar cuál será la cepa causante de la epidemia. Se puede esperar más tiempo y crear una vacuna específica contra la nueva variante. Por tanto, la esperanza es que en los próximos años tengamos vacunas contra la gripe mucho más rápidas y efectivas. Y ese es solo uno de los usos de la tecnología de ARN mensajero. Otro de los desarrollos que se está llevando a cabo tiene que ver con su utilización contra el cáncer, lo que está mostrando muy buenos resultados en los primeros ensayos clínicos. No sabemos aún si tendrá éxito, pero tiene buena pinta. Soy bastante optimista sobre lo que puede aportar.

P.Aparte de la tecnología de ARN mensajero, ¿qué otros desarrollos relacionadas con el ARN cree que tienen un mayor potencial para el futuro de la Medicina?

R.Hay muchísimos. En mi opinión uno de los más interesantes es el denominado ARN pequeño de interferencia, que es mucho más pequeño que el ARN mensajero y no se encarga de crear proteínas en tu cuerpo. Este ARN artificial es capaz de desactivar genes, puede regular su actividad. Por tanto, pueden usarse contra algunas enfermedades porque puede dirigirse a inactivar un ARN mensajero diana. Esta es una de las líneas que más evidencia está mostrando de su potencial. Se ha empleado para tratar enfermedades genéticas raras pero devastadoras y se está explorando su capacidad en enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer o la ELA. Otro tratamiento para mí muy prometedor es el que se denomina terapia antisentido. Lo sé, tiene un nombre que no ayuda. ¿Quién apostaría por una terapia que anuncia que no tiene sentido? Pero es solo el término científico para un tratamiento muy interesante. Y se escogió ese nombre porque lo que hace es utilizar la secuencia opuesta a un ARN, para cambiar su sentido.

Se aprecia el entusiasmo de Cech, sentado en el despacho de su casa en Colorado (EEUU), a través de la pantalla. Cierra un poco los ojos cuando sonríe y derrocha emoción hablando de un tema que le sigue apasionando décadas después de sus primeros experimentos. Reflexiona unos instantes antes de continuar con sus enseñanzas. «El ARN antisentido puede emplearse para manipular la expresión génica», aclara. Es decir, es capaz de bloquear la producción de una determinada proteína introduciendo un ARN complementario al ARN mensajero encargado de transportar la información necesaria para la fabricación de esa proteína. Al emparejarse con esa cadena, el ARN antisentido impide que la información llegue y se cortocircuita la síntesis.

«Ya se usa de forma limitada para combatir enfermedades como la atrofia muscular espinal, que es una enfermedad neurológica infantil terrible en la que los niños apenas pueden sostener sus cabezas. El trastorno no les permite llevar una vida normal y muchos mueren siendo muy pequeños. Pero ahora hay una terapia antisentido que está suponiendo un cambio absoluto para estos niños», señala Cech, quien hace hincapié en cómo la ciencia está encontrando formas de usar «ARN contra ARN». «Gracias al ingenio humano, hemos sido capaces de utilizar la genialidad del ARN contra sí mismo», subraya. Y esto es solo la punta del iceberg, asegura el científico, quien augura un «futuro brillante» para la ciencia del ARN.

"La investigación básica es importantísima. Todos los grandes descubrimientos se han producido gracias a trabajos previos realizados a un nivel muy fundamental"

Antes de ser un apasionado de esta molécula, Cech fue un fiel amante del ADN, aunque su interés por la ciencia, reconoce, empezó muy lejos de la Biología. Desde niño quiso ser investigador, pero el camino hasta que encontró su verdadera vocación no fue recto. «Cambié varias veces mi campo de estudio cuando era estudiante», recuerda.

«Pasé de la Geología a la Astrofísica, luego a la Química y finalmente a la Biología. Por eso mi consejo a quienes están empezando, desde mi propia experiencia, es que si no sienten pasión sobre una determinada área de la ciencia, si realmente no les encanta la materia en la que están trabajando quizás sea el momento de cambiar. No tienen que dejarlo. No significa que deban abandonar la ciencia, pero sí les aconsejaría que busquen un área que les entusiasme, que les haga querer ir al laboratorio cada día. Porque la ciencia es dura. Hay muchos días que te desaniman. Y si no estás realmente emocionado con lo que haces no es ahí donde tienes que estar», remarca. Y sonríe de nuevo. A sus 78 años él sigue yendo a diario a su laboratorio en la Universidad de Colorado, en la ciudad de Boulder.

PREGUNTA.¿Cree que las terapias basadas en el ARN superarán a las que se fundamentan en la manipulación del ADN?

RESPUESTA.Bueno, estas terapias tienen la ventaja de que funcionan a nivel del ARN, sin alterar los genes humanos. Poder resolver una enfermedad sin alterar el ADN puede aportar una ventaja desde el punto de vista de la seguridad. De cualquier forma, el ARN también es clave como guía en la tecnología CRISPR, que se ha transformado en una herramienta para editar el genoma de cualquier especie, incluida la humana, con una rapidez y especificidad nunca antes imaginadas. Y es el ARN quien está catalizando esa revolución.

P.¿Esta tecnología CRISPR se usará en el futuro para cosas que todavía no somos capaces ni de imaginar?

R.A día de hoy ya se usa para tratar enfermedades como la enfermedad de células falciformes, un trastorno genético que hace que los glóbulos rojos de quienes la padecen adquieran una extraña forma de hoz, lo que provoca que se atasquen en los vasos sanguíneos y genera unas crisis muy dolorosas e incapacitantes, además de distintas lesiones. Este uso ya es una realidad y creo que en el futuro se podrán abordar distintas enfermedades raras con esta estrategia de edición genética en la que el ARN es fundamental porque actúa como guía. Es el ARN el que encuentra la parte del ADN que hay que editar y, de hecho, es lo que proporciona a la herramienta su extraordinaria especificidad. Si somos capaces de averiguar cómo hacer llegar esta maquinaria al tipo exacto de células que necesita editarse en cada tipo de enfermedad, se podrá abordar un gran número de trastornos. Pero, además, esta tecnología también podría usarse para otros usos más allá de la Medicina. En el libro hablo de su posible utilidad para afrontar la crisis climática, por ejemplo haciendo que las plantas de cultivo puedan ser más resistentes a fenómenos como el calor o la sequía.

"La ciencia del ARN es como un equipo de rugby. Todos nos pasamos el balón para conseguir marcar un ensayo"

PREGUNTA.En el libro subraya varias veces lo fundamental que es apostar por la ciencia básica. ¿Por qué cree que es tan importante la ciencia que no tiene un fin tangible más allá de resolver una cuestión sin respuesta?

RESPUESTA.Su importancia está absolutamente demostrada. Hay muchísimas evidencias que prueban que todos los grandes descubrimientos se han producido gracias a trabajos previos realizados a un nivel muy fundamental. La historia del ARN demuestra que muchas de nuestras terapias más prometedoras han surgido de investigaciones impulsadas únicamente por la curiosidad científica. Le pondré algunos ejemplos. La tecnología CRISPR de la que hemos hablado, que hoy se usa para tratar enfermedades y por la que Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier recibieron el premio Nobel, es hoy una realidad porque el mecanismo que lo permite se descubrió en bacterias. [Se refiere a las investigaciones del español Francisco Martínez Mojica, cuyos descubrimientos sobre el sistema defensivo que utilizan algunas bacterias para hacer frente a los virus fueron clave para el desarrollo posterior de las tijeras CRISPR. De hecho, el propio Mojica acuñó el acrónimo que hoy se utiliza como verbo en cualquier laboratorio]. Hay muchísimos ejemplos.

P.Dígame...

R.Otro llamativo es el de los microARN, que tienen un gran potencial terapéutico. En 1993, los investigadores Victor Ambros y Gary Ruvkin identificaron en unos gusanos minúsculos, denominados Caenorhabditis elegans, la existencia de este ARN que desempeñaban un papel importante en el proceso de desarrollo, desactivando la producción de varias proteínas en etapas críticas del proceso. En mi laboratorio trabajamos con una criatura que vive en los estanques, Tetrahymena thermophila, gracias a la que descubrimos la ribozima. La ciencia básica es fundamental, pero lamentablemente las entidades que financian nuestros proyectos están reduciendo su apoyo a este tipo de investigación. En mi opinión es posible abordar al mismo tiempo enfermedades específicas y las cuestiones fundamentales que plantea la ciencia básica. Debemos hacerlo con la humildad necesaria para reconocer que el próximo gran avance médico podría proceder de una fuente poco probable.

P.¿Cree que todavía hay muchos tesoros escondidos en lo que usted llama «materia oscura» del ARN esperando a ser encontrados?

R.Sí, lo creo. Creo que tenemos en nuestra mano la oportunidad de quitar el velo que todavía recubre esta materia oscura del genoma para descubrir funciones que todavía desconocemos. Es lo que estamos tratando de hacer en mi laboratorio y en otros centros ahora mismo, aunque tengo que decir que es un asunto controvertido. Se considera que tres cuartas partes del genoma son materia oscura. Durante décadas se creyó que este volumen era ADN basura, porque su función era invisible para nosotros. En este tiempo hemos descubierto funciones que desconocíamos. De hecho, sabemos que hay bastante ARN no codificante que lleva a cabo funciones críticas en nuestros organismos. Un ejemplo es lo que pasa con la telomerasa, la llamada enzima de la inmortalidad, en la que el ARN cumple un papel clave y que es fundamental para la salud de las células madre, aunque cumple un papel importante también en el cáncer. Una de las científicas que más ha aportado a su conocimiento es precisamente la española María Blasco. Yo creo que hay más funciones que todavía desconocemos. Otros investigadores, en cambio, piensan que la ARN polimerasa, la enzima que sintetiza el ARN a partir del ADN, a veces produce ARN basura a partir de ADN basura. Pero, como científico, yo siempre intento mantener la mente muy abierta y tener siempre presente que al menos parte de esta materia oscura puede ser funcional y estar implicada en la regulación de partes del ADN que se usan en algunos tipos de célula en particular.

P.¿A qué se refiere?

R.Lo fascinante del genoma es que en una célula cerebral, en una de la piel o en una del corazón hay el mismo ADN. El genoma es el mismo en todas las células. Pero, obviamente, los genes que se usan en una u otra son diferentes. ¿Cómo se consigue esto? ¿Cómo se regula qué genes se encienden y cuáles se apagan en cada momento? Hay cada vez más evidencias de que esta materia oscura es clave a la hora de decidir qué tiene que estar activo, aunque todavía no sabemos bien cómo lo logra.

PREGUNTA.Tiene experiencia en romper dogmas. En los 80 demostró la existencia de las ribozimas y que no todas las enzimas deben ser proteínas, como se creía. Quizás este sea otro dogma que deba romper.

RESPUESTA. Bueno, tengo muchos colegas en todo el mundo y todos estamos comprometidos en la tarea de resolver este misterio. Desde luego vamos a trabajar juntos en ello. Siempre digo que una de las grandezas de la ciencia actual del ARN es que la mayoría de los descubrimientos se deben a la colaboración entre distintos profesionales que constantemente se pasan el balón los unos a los otros, como si fuéramos un equipo de rugby. Como pasa en estos partidos, a veces el juego se vuelve un poco caótico, los jugadores se amontonan y el balón parece perdido. Pero al final entre todos lo empujamos más allá de la línea de ensayo.

P.¿Cómo fue el momento en que le llamaron para comunicarle que había ganado el Premio Nobel de Química?

R.Estaba en Boston, precisamente recogiendo un premio que me habían dado en la Universidad de Harvard junto a mi colega y amiga Joan Steitz. Compartíamos el premio, el Warren Triennial Prize y en el discurso de entrega mencionaron que muchos de quienes recibían el galardón eran también premiados con el Nobel en los 10 años siguientes. Ocho horas más tarde, cuando todavía estaba en Boston, recibí la llamada de Estocolmo que decía que me concedían el Premio Nobel en Química junto a Sidney Altman. Fue increíble, no tuve que esperar 10 años. Ni siquiera un día. Fue maravilloso.

sábado, 18 de enero de 2025

Nuevas proteínas artificiales generadas por evolución artificial

 Una empresa de IA genera en el laboratorio 500 millones de años de evolución hasta dar con una proteína fluorescente artificial

Una ‘startup’ creada por antiguos investigadores de Meta crea un camino evolutivo alternativo usando el mayor poder de computación jamás utilizado en biología, según la compañía

Javier Yanes

18 ene 2025 

Los científicos se preguntan si la evolución podría haber transcurrido por otro camino diferente. Por ejemplo, si era inevitable que surgiese el ser humano, o si somos el producto de una serie de carambolas naturales que podría no haber sucedido, dando como resultado un mundo alternativo. No hay una respuesta definitiva, pero hoy la inteligencia artificial (IA) puede emprender experimentos evolutivos. Uno de ellos, publicado esta semana en la revista Science, revela que en el diseño de un tipo de proteína hubo otras rutas posibles que la naturaleza no exploró. Y esta tecnología puede aportar valiosas pistas en la creación de nuevas terapias y otras aplicaciones.

En su libro de 1989 La vida maravillosa, el biólogo evolutivo Stephen Jay Gould planteaba un experimento mental: si la cinta de la evolución de la vida terrestre pudiese rebobinarse para volver al principio y comenzar de nuevo, ¿el resultado sería el mismo que conocemos, o bien otro completamente diferente? Gould argumentaba a favor de lo segundo: en una nueva partida, empleando el símil de los videojuegos, la evolución habría tomado otro derrotero muy distinto y los humanos no existiríamos. “Vuelve a reproducir la cinta un millón de veces… y dudo que algo como el homo sapiens pudiese evolucionar de nuevo”, escribía.

La tesis de Gould ha sido ampliamente debatida desde entonces, con opiniones a favor del determinismo y otras que defienden la contingencia. En su cuento de 1952 El ruido de un trueno, el autor de ciencia ficción Ray Bradbury narraba cómo un viajero en el tiempo que pisaba una mariposa en la época de los dinosaurios cambiaba el rumbo del futuro. Gould expresaba esta misma idea: “Altera cualquier acontecimiento temprano, incluso de forma muy leve y sin aparente importancia entonces, y la evolución fluye a un canal totalmente distinto”.

Hablar el lenguaje de las proteínas

Los científicos han indagado en este problema mediante experimentos que tratan de recrear la evolución en el laboratorio o en la naturaleza, o bien comparando especies que han surgido en condiciones similares. Hoy existe una nueva vía: la IA. En Nueva York, un grupo de antiguos investigadores de Meta —la compañía matriz de redes sociales como Facebook, Instagram y WhatsApp— fundó EvolutionaryScale, una startup de IA enfocada a la biología. El sistema ESM3 (EvolutionaryScale Model 3), creado por esta empresa, es un modelo generativo de lenguaje; el tipo de plataforma al que pertenece el archiconocido ChatGPT, pero ESM3 no genera textos, sino proteínas, los ladrillos fundamentales de la vida.

ESM3 se alimenta de datos de secuencia, estructura y función de proteínas existentes para aprender el lenguaje biológico de estas moléculas y crear otras nuevas. Sus creadores lo han entrenado con 771.000 millones de paquetes de datos creados a partir de 3.150 millones de secuencias, 236 millones de estructuras y 539 millones de rasgos funcionales, sumando un total de más de un billón de teraflops (una medida del rendimiento computacional), el mayor poder de computación jamás utilizado en biología, según la propia compañía.

“ESM3 da un paso hacia un futuro de la biología, donde la IA es una herramienta para construir desde los primeros principios, del modo que construimos estructuras, máquinas y microchips”, afirma el cofundador y jefe científico de EvolutionaryScale y director del nuevo estudio, Alexander Rives. Su visión es que la biología es la tecnología más avanzada jamás creada y que es programable, ya que utiliza un alfabeto común, el código genético que se traduce en los aminoácidos, eslabones de las proteínas. “ESM3 entiende todos estos datos biológicos, los traduce y los habla con fluidez para usarlos como herramienta generativa”.

La proteína que no fue

Rives y sus colaboradores han aplicado ESM3 al problema de crear una nueva proteína fluorescente verde (GFP, por sus siglas en inglés). La GFP es una proteína natural que brilla en verde bajo la luz ultravioleta, y que se usa en investigación como marcador. La primera se descubrió en una medusa, pero existen otras versiones en corales o anémonas. Los científicos entrenaron a ESM3 para crear una nueva GFP, y el resultado les sorprendió: una proteína fluorescente, a la que han llamado esmGFP, que solo se parece en un 58% a la más similar, lo que según los investigadores equivale a simular 500 millones de años de evolución. ESM3 está ahora a disposición de la comunidad científica como una nueva herramienta para el diseño de nuevas proteínas con funciones terapéuticas, de remediación ambiental y otros usos.

Así, la IA ha encontrado un nuevo camino que la naturaleza pudo haber emprendido hace 500 millones de años, pero que, por razones que desconocemos, ignoró. Rives y sus colaboradores explican que solo unas pocas mutaciones de la GFP pueden destruir la fluorescencia; y que, sin embargo, ESM3 ha encontrado un nuevo espacio de proteínas fluorescentes que podían haber sido, pero que no fueron: “Bajo estas secuencias existe un lenguaje fundamental de la biología de las proteínas que puede entenderse usando modelos de lenguaje”.

Según Jonathan Losos, profesor de la Universidad de Washington que trabaja en la cuestión del rebobinado de la evolución estudiando especies en la naturaleza, “este estudio es un brillante ejemplo de que existen muchas maneras en que la evolución podría haber procedido”. Losos valora los resultados del trabajo como una confirmación de la contingencia defendida por Gould. Así lo contempla también Zachary Blount, profesor de la Universidad Estatal de Michigan que mostró la contingencia de la evolución en un famoso experimento de cultivo de bacterias iniciado en 1988 por su antiguo supervisor, Richard Lenski, y que aún continúa después de más de 80.000 generaciones.

“El estudio muestra que hay posibilidades biológicas viables que no han evolucionado (creemos) en la Tierra, lo que sugiere caminos genuinos que la evolución pudo tomar, pero no lo hizo porque la historia necesaria no ocurrió”, comenta Blount, advirtiendo de que también existe algo de determinismo en la naturaleza; en el experimento de ESM3 hay un 42% de semejanza con otras GFP. Blount no cree que la IA acabe de zanjar el problema del rebobinado, pero sí que ayudará a entender qué es contingente, qué no y por qué: “Nos proporciona maneras de sondear la esfera de las posibilidades biológicas, lo que nos permite comparar lo que es biológicamente posible con lo que existe o ha existido”

lunes, 18 de julio de 2016

El 2% de la población es psicópata

La Organización Mundial de la Salud nos ofrece una estadística inquietante: el 2% de la población mundial (140.000.000 de personas) es psicópata. De estos, un 1%, cometen actos delictivos. La psicopatía (o trastorno antisocial de la personalidad) es una enfermedad mental que afecta únicamente a la voluntad, no a la inteligencia. Su rasgo esencial es la falta de empatía absoluta, el completo desprecio por el efecto de sus actos en los demás, y/o un grado sustancial de resentimiento que vehicula esos actos. El psicópata o sociópata no está exento de responsabilidad criminal.

viernes, 25 de marzo de 2016

Creada vida artificial por primera vez

Nuño Domínguez, "Creada vida artificial más sencilla que la vida misma", El País, 24 de marzo 2016:

Un equipo de EE UU desarrolla una bacteria sintética con 473 genes, el genoma más pequeño para existir y reproducirse.

Desde hoy, la forma de vida más sencilla que se conoce en el planeta es artificial. Se trata de una bacteria microscópica capaz de reproducirse y que ha sido creada por un equipo de científicos en EE UU. Entre ellos está el Nobel de Medicina Hamilton Smith y el científico multimillonario Craig Venter, posiblemente el mayor gurú de la biología sintética.

Desde hace años Venter pregona que el ADN, el libro de instrucciones que regula las funciones vitales de todos los seres vivos, es como un programa de ordenador. El genoma sería a su vez el sistema operativo que hace que un organismo funcione y se reproduzca. Uno de los objetivos de este carismático científico es reescribir el código usando un ordenador para diseñar nuevas formas de vida y luego producir su genoma en el laboratorio mezclando los cuatro componentes bioquímicos básicos del ADN. Ese genoma sintético se trasplanta después a otra célula vaciada de todo su contenido genético y hace que se reinicie y comience a existir de acuerdo con su nueva programación.

En 2010, Venter anunció haber creado así la primera forma de vida con genoma sintético, una bacteria que llevaba codificado en su ADN todo lo necesario para vivir, además de varias direcciones de correo electrónico y una frase premonitoria de James Joyce: "vivir, errar, caer, intentar y, después, crear vida a partir de la vida". Era en parte una medida de seguridad para saber distinguirla de formas de vida naturales en caso de fuga o escape. El objetivo final es el diseño de vida a la carta, microbios con genomas programados para realizar funciones impensables, como producir fármacos o combustible por un precio irrisorio y con mayor eficiencia que los métodos actuales.

El nuevo estudio del equipo de Venter, publicado hoy en Science, presenta un importante paso hacia ese futuro: la creación de vida mínima. En concreto presenta una bacteria del tipo mycoplasma que tiene un genoma sintético de 473 genes. En la naturaleza, los mycoplasmas son los seres vivos autorreplicantes con un genoma más pequeño. El menor de todos ellos hasta ahora era el de una bacteria parasitaria que vive en la entrepierna de los humanos: la Mycoplasma genitalium, con 525 genes. Según el equipo de 22 científicos del Instituto Craig Venter de La Jolla, en California, y otras tres instituciones que firman el estudio, la nueva bacteria tiene la lista de genes mínima para vivir y replicarse, la expresión más simplificada de lo que es estar vivo, con permiso de los virus.

Las nuevas células, apodadas JCVI-syn3.0, se dividen para dar lugar a una hija cada tres horas, cinco veces más rápido que las mycoplasmas naturales. A cambio, la vida artificial y mínima es mucho más vulnerable, pues solo subsiste en un cultivo de laboratorio repleto de azúcar y otros nutrientes sin los que no podría existir, pues su genoma no está preparado para adaptarse a imprevistos como hacen el resto de seres vivos de este planeta.

El equipo llevaba intentando crear esta vida mínima desde 1995. Más de 20 años en los que la tecnología para secuenciar y sintetizar ADN ha dado un salto comparable al que va de los teléfonos móviles tamaño ladrillo adosados a un maletín a los smartphones de hoy. Si en la década de 1980 se necesitaban cinco años y un escuadrón de científicos para sintetizar un solo gen a partir de sus ingredientes básicos, el equipo de Venter produce una célula con genoma sintético cada tres semanas.

El equipo ha ido descartando genes superfluos con un método aleatorio que requiere mucho tiempo y dinero. Introducen en el genoma de las mycoplasmas sintéticas una cosa llamada transposones, genes “saltarines” que aterrizan en un lugar al azar y desactivan el gen que allí se encuentre. Los científicos han ido quedándose con el paquete mínimo de genes, ni uno más, ni uno menos, para que la célula siga viva y se divida para generar hijas. Muchos de los genes eliminados tienen la misma función que otros esenciales, es decir, son repuestos. El genoma mínimo al que han llegado carece de todos los genes capaces de modificar la secuencia de ADN original, pero conserva la mayoría de genes que hacen falta para leer ese ADN, preservarlo y transmitirlo a las nuevas generaciones. Posiblemente la mayor aportación científica del estudio es que la vida mínima requiere 149 genes cuya función es totalmente desconocida, nada menos que el 30% de todo su genoma.

“El método que describimos puede aplicarse a la construcción de una célula con las propiedades que se deseen”, dicen los autores. Este método, llamado DBT por las iniciales en inglés de diseñar, construir y probar, “está solo limitado por nuestra habilidad de producir diseños con una probabilidad razonable de éxito”, añaden. Ese éxito aumentará a medida que se conozcan las funciones de todos los genes y se gane experiencia en reorganizar un genoma a voluntad, añaden. En otras palabras, la vida a la carta ya tiene libro de instrucciones.

CUANTIFICAR LA IGNORANCIA
Es un estudio “espectacular”, opina Juli Peretó, experto en biología sintética de la Universidad de Valencia cuyo estudio sobre el genoma mínimo necesario para la vida publicado en 2004 ha sido citado por Venter y el resto de su equipo como uno de los antecedentes de su investigación actual. Ese genoma era de solo 206 genes, pero, al probarlo, Venter ha demostrado que no basta, hacen falta esos 473 elementos, ni uno menos. “Se trata de un esfuerzo titánico” y es algo “muy importante para entender cómo funciona la vida”, opina este bioquímico. “En cierta forma este estudio es una cuantificación de nuestra ignorancia”, añade, en referencia a todos esos genes cuya función es desconocida y que resultan ser necesarios para que una célula exista. Esa ignorancia es equiparable a la que tenemos respecto al genoma humano, opina Luis Serrano, director del Centro de Regulación Genómica y experto en biología sintética. “Yo diría que solo conocemos a la perfección la función de un cuarto de todos nuestros genes”, reconoce. En su opinión, el nuevo estudio no presenta “ni vida sintética, ni artificial”, pues aún no se logra que los microbios tengan exactamente las funciones nuevas que ideen sus creadores.

martes, 5 de enero de 2016

La casta de los niños bonitos en Francia

Alex Vicente, "Un país de ‘hijos de’" en El País, 5-I-2016:

Francia está convencida de su ‘egalité’, pero la realidad es que son los poseedores de ilustre patronímico quienes ocupan desde consejos de administración hasta portadas de revistas

¿Qué tienen en común Marine Le Pen y Léa Seydoux, heroína de la ­última película Bond? ¿Qué comparte un actor como Louis Garrel con el empresario François-Henri Pinault? ¿Y en qué se parece la ex líder socialista Martine Aubry a la nueva imagen de Chanel, Lily-Rose Depp? La respuesta es sencilla: todos ellos son hijos de. Son las cabezas ­visibles de una nueva aristocracia que se ­extiende a lo largo y ancho de la sociedad francesa. No tendrán sangre azul ni alto copete, pero han logrado ocupar todas las sedes del poder, desde consejos de administración y gabinetes ministeriales hasta portadas de revistas. Su única arma es contar con un patronímico ilustre, convertido en la mejor herencia que tus progenitores te puedan dejar.

Así suena la tesis de dos periodistas de investigación, Aurore Gorius y Anne-Noémie Dorion, que acaban de publicar en su país Fils et filles de… (La Découverte), un ensayo que se adentra en los círculos de esos retoños de familias pudientes en la patria de la supuesta égalité. Las autoras descubrieron que frecuentan los mismos colegios, ya sean inmemoriales instituciones católicas o escuelas Montessori de educación bilingüe. Luego aprenden a jugar al tenis o a montar a caballo en los mismos clubes para happy few y, durante la adolescencia, frecuentan los mismos rallies, exclusivos cenáculos de socialización para los hijos de la aristocracia y la alta burguesía. No es extraño que terminen emparejándose o, por lo menos, trabajando en los mismos lugares, donde se apoyan inevitablemente en la escalera que conduce al poder.

Hace medio siglo, el sociólogo Pierre Bourdieu ya denunció los mecanismos que garantizaban la reproducción de esos privilegios y fortificaban la jerarquía social preexistente. Describió a un país que, pese a creerse plenamente igualitario desde los tiempos de la Revolución –la nobleza quedó oficialmente abolida en Francia en 1789–, se seguía dividiendo “entre herederos y desheredados”. Las autoras del ensayo afirman que la situación no ha mejorado. Más bien lo contrario. “Esa nobleza nunca dejó de existir. Cincuenta años después, esos herederos no solo figuran en la esfera económica y política, sino también en el ámbito cultural”, afirma Gorius. El libro arranca con una lista interminable de hijos de que dominan el mundo del espectáculo, como Vincent Cassel, Chiara Mastroianni o Charlotte Gainsbourg, quien acaba de protagonizar una campaña publicitaria al lado de… su propia hija. “Es como si el propio apellido se hubiera convertido en un negocio”, apunta la autora, para quien “la división entre las élites y el pueblo es un problema central en la Francia de hoy”, convertida en “una sociedad sin combustible, donde el ascensor social ha dejado de funcionar”.

Los expertos dicen lo mismo desde hace tiempo. El economista Thomas Piketty advierte que las desigualdades aumentan desde los ochenta, mientras que el joven sociólogo Camille Peugny ha alertado que el determinismo sigue plenamente vigente: cerca del 70% de los hijos de obreros siguen ocupando empleos de obrero. Sucede en muchos otros sitios, pero en una nación tan íntimamente convencida de su igualitarismo duele todavía más. “Estas dinastías cuentan con una ventaja considerable respecto al resto: la inmortalidad simbólica. Cuando uno se apellida Peugeot, vive de una manera distinta, como si diera continuidad a lo que hicieron sus ancestros”, explica el sociólogo Michel Pinçon, que lleva décadas estudiando a las clases acomodadas junto a su esposa, Monique Pinçon-Charlot. “En cambio, un hijo de obrero no sabe ni cómo se llamaban sus tatarabuelos. El efecto en la autoestima de unos y otros no es el mismo. Los hijos de no se sienten seres aislados, sino eslabones de una estructura superior que, a la vez, les confiere la convicción de ser individuos de excepción”. Así les sigue tratando un país que cortó las cabezas de sus reyes, pero sin eliminar la corte.

martes, 25 de agosto de 2015

Un caso espeluznante que demuestra que no hay que contrariar la sexualidad innata


Brenda no supo que había nacido siendo un varón hasta que tuvo 15 años. Fue una tarde de 1980 cuando su padre, torturado por el sufrimiento que veía, le reveló el historia que habían estado manteniendo en secreto: había nacido en Canadá siendo Bruce, junto a su hermano gemelo Brian, pero una negligencia médica durante una circuncisión en 1965 había destruido sus genitales.

En un intento desesperado porque la vida de su hijo fuera satisfactoria, sus padres se pusieron en contacto con un psicólogo que aseguraba que la condición sexual no es innata, sino que es asignada mediante la educación en los primeros años de vida. Es decir, que si trataban a Bruce como Brenda, este se convertiría en una mujer plena, en vez de sufrir como un hombre sin pene. Se trataba de John Money, un psicólogo del hospital Johns Hopkins (Baltimore) famoso por sus teorías sobre el género. Además, era una oportunidad inigualable para Money de demostrar sus teorías, ya que tendría un sujeto de control: Brian, con la misma carga genética que su hermano, pero que tendría una orientación diferente.

El 3 de julio de 1967, los médicos sometieron a Bruce a una castración quirúrgica (quitándole los testículos) y le modelaron una vagina. Bruce se convirtió en Brenda a la vez que en un conejillo de indias. Mientras, las instrucciones para sus padres, Janet y Ron, fueron claras: no contarle jamás lo que había ocurrido.

Los niños fueron creciendo y la situación se fue complicando. Según contaría Janet ya en los años 90 al periodista de la revista «Rolling Stone» John Colapinto, la primera vez que trató de ponerle un vestido a Brenda intentó arrancárselo. «Recuerdo que pensé: “¡Dios mío, sabe que es un chico y no quiere que le vista como a una chica!”». Pero no solo fue aquello. Cuando su hermano jugaba a afeitarse con su padre, Brenda también quería. «Mi padre me dijo: “No, no. Tú vas con tu madre”. Me puse a llorar, “¿Por qué no puedo afeitarme también?”», contó él mismo. Desde pequeña incluso insistía en orinar de pie.

Por su parte, su gemelo identificaba a Brenda como a una hermana. «Pero ella nunca actuó como tal», reconoció al periodista de «Rolling Stone». «Si le regalaban una comba, para lo único que la usaba era para atar a la gente o para azotarla como si tuviera un látigo. Nunca la usó para su propósito real. Jugaba con mis juguetes mientras que los suyos, como una lavadora, solo los usaba para sentarse».

«Estudio John/Joan»

Sin embargo, para cuando cinco años después el doctor Money publicó el primer libro sobre el «estudio John/Joan» (como lo había bautizado) bajo el título «Man & Woman, Boy & Girl», las conclusiones que reflejaban eran las opuestas. Money aseguraba que tras haber enfatizado en el uso de la ropa femenina, Brenda ya tenía una clara preferencia por los vestidos. Que se sentía orgullosa de su pelo largo. Que por Navidades había pedido una casa de muñecas y un carrito de paseo. Que la orientación de género se había impuesto.

Para cuando Brenda llegó a la adolescencia sufría depresión y se había intentado suicidar al menos una vez. También tomaba estrógenos. Cuando el doctor Money le instó a que se sometiera a otra cirugía, se negó rotundamente. Fue entonces cuando sus padres decidieron contárselo. Fue entonces cuando Brenda pudo volver a ser un chico. Eligió de nombre «David» en honor al héroe bíblico que, desafiando todas las probabilidades, mató al gigante Goliat. Se sometió a una faloplastia y se quitó los pechos que le habían crecido gracias a las hormonas. Para cuando cumplió 23 años, se casó.

Los dos gemelos acabaron suicidándose en un lapso de dos años.

Sin embargo, su familia había quedado destrozada. Su madre Janet cayó en depresiones clínicas repetidas que requerían hospitalización. Su padre Ron se convirtió en un alcohólico. Su gemelo Brian abandonó los estudios y trató de suicidarse en varias ocasiones hasta que lo consiguió en 2002. Dos años después, con 38 años, David hacía lo mismo tras haberse divorciado años atrás de su mujer.
La historia de David Reimer saltó a la luz en 1997 gracias al doctor Milton Diamond de la Universidad de Hawai, quien convenció a David de que contar su caso ayudaría que no le ocurriera a nadie más. Meses después salía publicado también el artículo de John Colapinto que en el año 2000 se editaría en un libro titulado «Tal como la naturaleza lo hizo». La reflexión del doctor Milton Diamond fue: «Si todos estos esfuerzos médicos, quirúrgicos y sociales combinados no tuvieron éxito en hacer que este niño aceptara una identidad de género femenina entonces, tal vez, tengamos que pensar que hay algo importante en la constitución biológica del individuo».

viernes, 2 de noviembre de 2012

El español biológico, una rareza


El primer catálogo de variantes genéticas poco comunes de la historia incluye el 98% de las variaciones genéticas que se dan en una de cada 100 personas. “También hemos reunido en torno al 50% de variantes muy raras que se dan sólo en el 0,1% de las personas”, señala García-Montero.

Los españoles, junto a los finlandeses y los afroamericanos, resultan ser la población estudiada que más variantes raras y exclusivas tienen. Esto quiere decir que en España se han ido acumulando pequeñas mutaciones generación tras generación que componen una especie de seña de identidad biológica de los genomas españoles. En comparación, otros europeos analizados, como los británicos o los italianos, tienen menos variantes poco comunes y específicas. Los investigadores aún no saben por qué sucede esto. “Una de las explicaciones que propone el estudio es que se deba a que la Península Ibérica ha sido siempre una zona de paso de muchos pueblos, desde el tiempo de los Fenicios”, explica García-Montero.

domingo, 13 de marzo de 2011

Genética y Lingüística

Javier Sampedro, "Adán y Eva se entendían a besos", El País, 13/03/2011

El artefacto ideal para responder la pregunta del millón -¿de dónde venimos?- sería una máquina del tiempo, pero el segundo mejor es un secuenciador de genes. Un equipo de genetistas y matemáticos ya tiene la respuesta: toda la humanidad actual proviene de una población de cazadores-recolectores que se originó en el sur de África hace 200.000 años. Nuestros primeros padres eran bosquimanos y se comunicaban en khoisán: la lengua ancestral de la humanidad, donde las consonantes eran chasquidos como el sonido de un beso.

Brenna Henn y sus colegas de Stanford y otras seis universidades, entre ellas la Pompeu Fabra de Barcelona, acaban de presentar en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) la comparación genómica -entre los genomas de los humanos actuales- más amplia y avanzada hasta la fecha. Como los genomas van acumulando cambios a lo largo del tiempo, estas comparaciones sirven para deducir el pasado de la especie: las poblaciones ancestrales muestran muchos cambios, tanto dentro de la población -entre un bosquimano y otro, por ejemplo- como fuera de ella -entre un bosquimano y un vecino bantú o un europeo, siguiendo con el ejemplo-.

Los resultados confirman con fuerza ciertos indicios anteriores, pero también enmiendan algunas percepciones erróneas. Las poblaciones dispersas de cazadores-recolectores que perviven en África, como los bosquimanos, provienen de un ancestro común claramente distinto del ancestro común de los pueblos agricultores y ganaderos que los rodean.

Los bosquimanos del sur, hablantes de lenguajes clic -donde las consonantes suenan como besos y chasquidos de fastidio-, revelan una variedad genética interna mucho mayor que cualquier otra población humana actual. La razón es que toda la humanidad actual proviene del sur de África -y no de Etiopía, como se pensaba-, y que los actuales hablantes de lenguajes clic son los herederos en línea directa de nuestros primeros padres.

Nuestra especie, el Homo sapiens, evolucionó en África hace unos 200.000 años. Esa es la datación de los primeros cráneos fósiles con morfología moderna que han hallado los paleontólogos, en yacimientos de Etiopía. Y también es la época en que vivió la Eva africana -la mujer de la que provienen todas las mujeres vivas-, según han podido inferir los genetistas comparando el ADN de las poblaciones actuales.

Los humanos modernos -inicialmente una pequeña población- se extendieron pronto por todo el continente africano. Su salida de allí, en un pequeño número de migraciones que acabaron colonizando todo el planeta, ocurrió mucho después, hace solo unos 60.000 años.

Como los humanos modernos llevan en África más tiempo que en ninguna otra parte -y como solo una pequeña fracción de ellos colonizó el resto del mundo-, los africanos actuales son mucho más diversos que todo el resto de la humanidad junta. Por ejemplo, de las 6.909 lenguas que se hablan actualmente en el mundo, casi un tercio (2.110) son africanas. Como comparación, en Europa solo se han catalogado 234 lenguas.

Lo mismo vale para la diversidad genética. De hecho, la población mundial no africana es tan homogénea que los genetistas calculan que proviene de no más de 1.000 o 1.500 individuos que salieron de África hace unos 60.000 años. La mayor parte de la diversidad genética humana se quedó en África, y sigue estando allí.

El análisis de Brenna Henn y sus colegas es el más completo hasta la fecha, con datos de 580.000 snips (cambios de una sola letra en el ADN; las siglas son de single nucleotide polymorphisms) en 26 poblaciones africanas, incluidas seis poblaciones de cazadores-recolectores, como los hadza y los sandawe de Tanzania y los bosquimanos namibios y khomani del sur de África.

Los resultados descartan que nuestra especie surgiera en el este de África, y apuntan con fuerza a un origen surafricano (técnicamente, lo segundo es entre 300 y 1.000 veces más probable que lo primero). Y también señalan a las poblaciones de cazadores-recolectores hablantes de lenguajes clic como los descendientes en línea directa de aquellos primeros humanos.

Dos de los autores del trabajo son Laura Rodríguez-Botigué y David Comas, del Instituto de Biología Evolutiva de la Pompeu Fabra. "El trabajo", dice Comas, "analiza la diversidad genética autosómica de tres poblaciones de cazadores-recolectores de Tanzania y Sudáfrica, y las compara con otras poblaciones africanas. El estudio de la evolución y la historia demográfica del continente africano supone un gran reto para los genetistas debido a la gran diversidad genética que existe entre los cientos de poblaciones que viven allí".

Las poblaciones cazadoras-recolectoras, explica el evolucionista de Barcelona, son una minoría y están bastante aisladas geográficamente, pero tienen un especial interés porque llevan un modo de vida anterior a la aparición de la agricultura y el pastoreo en África, que solo ocurrió hace unos 5.000 años.

"Para inferir la historia demográfica de las poblaciones de cazadores-recolectores actuales", prosigue el científico, "hemos analizado su diversidad genética y la hemos comparado con la de 24 poblaciones más, representativas de la compleja estructura demográfica del continente africano; hasta ahora, la variación genética en estos grupos no había sido muy estudiada, y se desconocía si las poblaciones cazadoras-recolectoras son en realidad descendientes de los agricultores que, en algún momento, revirtieron su modo de vida, o en cambio son los herederos de los antiguos grupos que poblaban el continente antes de la expansión de la agricultura".

Los resultados demuestran que las poblaciones de cazadores-recolectores "son mucho más diversas genéticamente que el resto de poblaciones africanas", subraya Comas. "Esto descarta la hipótesis de que estas poblaciones sean descendientes de agropastoralistas, y revela la profunda antigüedad de los grupos de cazadores-recolectores".

Estos datos genéticos muestran que "la localización geográfica más probable del origen de los humanos se sitúa al sur del continente africano, lo que discrepa de la hipótesis demográfica más aceptada hasta el momento, que postula que el origen del hombre moderno se podría situar en África del este".

Todos los lenguajes khoisán del sur de África utilizan cuatro clics básicos, que los lingüistas representan con símbolos como |, que es idéntico a nuestro chasquido de desaprobación; ||, parecido al sonido ts; o q, que es exactamente el sonido de un beso.

Fue el antropólogo y lingüista Joseph Greenberg, que también trabajó en Stanford hasta su muerte en 2001, quien propuso en los años sesenta que los lenguajes clic, hablados por pequeñas poblaciones de bosquimanos salpicadas por el sur y el este de África, formaban en realidad una sola familia lingüística, el khoisán. Según su clasificación, el khoisán era de hecho una de las cuatro grandes familias en que se agrupan los más de 2.000 lenguajes africanos (las otras tres, abrumadoramente mayoritarias, se llaman níger-congo, nilo-sahariano y afroasiático).

Pero la propuesta de Greenberg sobre el khoisán fue muy polémica desde su formulación, y sigue siéndolo, porque el único rasgo común que tienen estas lenguas es el uso de clics. Por lo demás, no se parecen en nada: ni en el vocabulario, ni en la manera en que se forman las palabras ni en la construcción de oraciones.

No solo las lenguas clic de África oriental difieren por completo de las del sur, sino también estas entre sí. Persona, por ejemplo, se dice !kwi en el extremo sur, khoe un poco más al norte, y ju otro poco más aún, ya en el norte de Namibia. De ahí que los lingüistas llamen !kwi, khoe y ju a las lenguas clic de esas tres zonas.

Pese a las extinciones masivas de bosquimanos -y de sus lenguas- acaecidas en los últimos siglos, quedan aún un cuarto de millón de hablantes de khoe. Las otras lenguas clic son mucho más raras: algunas agonizan con solo un centenar de hablantes, y muchas otras se han extinguido en los últimos tres siglos. La Universidad Nacional de Taiwan y la Enciclopedia Británica contienen muestras de audio de muchas de estas lenguas.

Pese al parco repertorio de chasquidos básicos, los hablantes de khoisán pueden matizar cada clic de varias formas -nasalizándolo, aspirándolo, sonorizándolo- y combinarlo con distintas consonantes convencionales, hasta producir algunos de los sistemas fonéticos más complejos que se conocen. El lenguaje !xoo llega a distinguir de este modo más de 120 consonantes, un récord mundial seguramente imbatible.

Aparte de los bosquimanos, las principales poblaciones actuales de cazadores-recolectores que perviven en África son los pigmeos. Lluis Quintana-Murci, del Instituto Pasteur de París, ha demostrado que todos los pigmeos, pese a vivir en poblaciones aisladas y muy separadas geográficamente, tienen un origen común: solo evolucionaron una vez.

Los signos arqueológicos de una inteligencia humana plenamente actual -arte, rituales, pericia técnica, gran diversidad de herramientas- solo tienen 50.000 años, pese a que el cráneo humano moderno ya existía hace 195.000, que es la edad del fósil más antiguo de nuestra especie, hallado en Etiopía. Estos fósiles con forma moderna pero más antiguos de 50.000 años suelen llamarse "humanos anatómicamente modernos". Las primeras evidencias de Homo sapiens fuera de África son unos esqueletos fósiles hallados en cuevas en el sur del actual Israel, datados entre 120.000 y 90.000 años antes del presente. Son escasos.

La salida del continente africano ocurrió entre 80.000 y 60.000 años atrás, lo que coincide con la aparición, precisamente en el sur de África, de unas culturas caracterizadas por el uso de herramientas avanzadas, e incluso de símbolos abstractos.

Se denominan Still Bay (SB) y Howieson's Poort (HP), y aparecen en estratos repartidos por muchos yacimientos del sur del continente. El mejor caracterizado es la cueva Blombos, en la Provincia del Cabo, en el extremo meridional de África. En esa cueva aparecieron dos piezas de arcilla roja con unos grabados geométricos. Constituyen la evidencia aceptada más antigua de arte abstracto, 70.000 años antes de Kandinsky.

domingo, 8 de febrero de 2009

La evolución en La Mancha

Me gustaría apuntar algo aquí sobre la evolución. En la región podemos encontrar a dos defensores acérrimos de los polos opuestos sobre la polémica. Uno es el filósofo y novelista Manuel Polo y Peyrolón (Cañete, Cuenca, 1846 - Valencia, 1918), que estudió derecho y filosofía y letras en Valencia y Madrid y fue catedrático de Psicología, Lógica y Ética, llegando a explicar Metafísica en la Universidad de Valencia. Propagandista católico desde el tradicionalismo, el papa León XIII le condecoró con la cruz Pro Ecclesia et Pontifice. Fue diputado en el Congreso por Valencia, y en 1907 senador, cargo que también desempeñaba al fallecer. Sus Elementos de psicología (Valencia 1879, 2ª ed. Valencia 1881, 3ª ed. Valencia 1889), Elementos de lógica (Valencia 1880; 3ª ed. Valencia 1889; Lógica elemental 5ª ed. Valencia 1902) y Elementos de Ética (Valencia 1880; Elementos de Ética o Filosofía Moral, 2ª ed. Valencia 1882; Elementos de Filosofía Moral, 3ª ed. Valencia 1889; Ética elemental, 5ª ed. Valencia 1902) sirvieron de texto en muchos institutos de segunda enseñanza. Pero se metió a pontificar en cuestiones de ciencias naturales, de que no entendía, como veremos.
En efecto, es autor de Parentesco entre el hombre y el mono (Madrid 1878), cuya segunda edición posee el título más explícito de Contra Darwin: supuesto parentesco entre el hombre y el mono (Valencia, 1881). Es un ataque furibundo contra el evolucionismo que canta ya desde la misma portada, que copio.
Pero también tuvieron defensores manchegos las teorías de la evolución. Nada menos que desde Las Dominicales del Libre Pensamiento dirigidas por Fernando Lozano, "Demófilo", de Almadenejos, desde cuyas páginas el naturalista y oceanógrafo Odón de Buen, casado con una hija suya, peleó por divulgar la doctrina que también dfendió desde una cátedra en la Universidad de Barcelona. Los textos los tengo copiados en mi libro inédito sobre Historia del periodismo manchego.
Por supuesto habría que hablar del poema que dedicó a la evolución Gaspar Núñez de Arce, un pasaje del cual ya copié en este blog, o de cómo trata el tema Benito Pérez Galdós etcétera. Pero con estos dos extremos creo ya que los curiosos de mi blog pueden ver que también la región participó en el gran debate que se levantó en toda Europa sobre las teorías de Darwin. Me hubiera gustado participar el el seminario que sobre este tema se está haciendo en mi instituto, pero me sobran horas de cursos y estoy muy cansado.