De Joaquín Bernárdez en Quora:
¿Por qué creen que una vez que se colonizó América, EEUU prosperó más rápidamente que América Latina?
No es cuestión de creer nada con respecto a eso, puesto que la pregunta (como muchas en "Quora") parte de una premisa falsa. Ni Estados Unidos ni Canadá llegaron en ningún momento al grado de desarrollo al que llegó México y el Caribe durante la época de la colonización. En concreto Estados Unidos habrá de empezar a desarrollarse a partir de su independencia (finales del siglo XVIII y principios del XIX), es decir, ya fuera de su época de colonización, pues hasta entonces no era nada al lado de lo que hoy llamamos América Latina; pero es que Canadá es todavía más nuevo. En realidad, ninguno de ambos países llegaba todavía al grado de civilización y desarrollo de los principales países de América Latina casi hasta finales del siglo XIX.
Para empezar, el paradigma de la colonización anglosajona y francesa al sur de los Estados Unidos son Jamaica y Haití, dos países actualmente más subdesarrollados que cualquiera de Hispanoamérica.
Con respecto a ésta, según Carlos Rangel en su obra Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario (1976), el adelanto en progreso de Estados Unidos sobre Latinoamérica durante el siglo XIX (que no es ya época colonial, sino post colonial, ya que es también en la que alcanzan la independencia la mayoría de los países latinoamericanos), se entiende si nos fijamos en estos procesos de independencia.
Los estadounidenses, antes de su independencia, no sentían desprecio por el Viejo Mundo, sino que querían «construir sociedades mejores que la europea, donde deberá existir la igualdad social y de oportunidades, y donde tendrán vigencia los derechos humanos juzgados naturales por el liberalismo». Una vez que los americanos de Estados Unidos logran la independencia, estos se propondrán «mantener, desarrollar y mejorar la sociedad que había existido hasta entonces en esos territorios, no a subvertirlas». Es decir, la herencia británica iba a ser reivindicada, honrada y mejorada.
Por esto, los estadounidenses no planearon su independencia en 1776 como una ruptura con sus raíces británicas. Lo hacen manteniendo deliberadamente el trato con los británicos, relaciones y tradiciones. «No por rechazar la tutela política de Inglaterra, los norteamericanos dejaron de reconocerse como beneficiarios y continuadores de la civilización inglesa».
Pero en Latinoamérica, por el contrario, se «quiso eliminar por completo una herencia española que constituía, sin embargo, su única cultura». Como consecuencia, en Latinoamérica, las guerras de independencia fueron «una llamarada de odio antiespañol, una cólera violenta de hijos demasiado largo tiempo sometidos, un sacrificio ritual del padre», según reconoce Jean-François Revel en el prólogo al libro citado de Rangel.
Y así como los norteamericanos no integraron en su sistema social a los indios nativos, sino que los exterminaron y apartaron a los supervivientes, con lo cual «no tuvieron necesidad de rechazarlos ni de integrarlos social o psicológicamente», en cambio, en Latinoamérica, durante los procesos de independencia se intentó integrarlos de forma organizada; pero para mantenerlos como instrumento y en la continua subordinación: «En Norteamérica el indio fue marginado. En Hispanoamérica se convirtió, al contrario, en el grueso de la población activa».
De modo que en Latinoamérica, tanto indios como pobres no se integraron como resultado de unas auténticas buenas intenciones, sino que fue en realidad con la intención de utilizarlos primero en la lucha contra la corona española, y después para luchar contra las potencias imperialistas y para poder dar forma a procesos revolucionarios. Se comienza así la exaltación del indio con el objetivo de instrumentalizarlo como carne de cañón sirviendo a ciertos intereses, introduciéndose de este modo el mito del Buen Salvaje, aquel «hombre bueno y puro que la civilización busca corromper».
Así que el indio, como los pobres y los marginados, pasa a representar la inocencia humana, y por esta principal razón y otras muchas, se convierte en una figura consustancial a las sociedades hispanoamericanas, representando todo lo que Latinoamérica espera ser, pero que la perversión estadounidense le impide.
Continúa Rangel que «por causa del mito del Buen Salvaje, Occidente sufre hoy un absurdo complejo de culpa, íntimamente convencido de haber corrompido con su civilización a los demás pueblos de la tierra, agrupados genéricamente bajo el calificativo de ‘Tercer Mundo’, los cuales sin la influencia occidental habrían supuestamente permanecido tan felices como Adán y tan puros como el diamante».
Un sueño idealista ridículo, si bien se piensa.
Como consecuencia de todo eso, Rangel concluye que «el mito del Buen Salvaje nos concierne personalmente, es a la vez nuestro orgullo y nuestra vergüenza». Y con los años se ha ido alimentando esta leyenda, que se ha introducido en el subconsciente colectivo latinoamericano, condenando a los ciudadanos de esta fracasada región a rechazar toda civilización y a vivir en una perpetua inestabilidad.
Así, continuando la explicación de Rangel, Latinoamérica ha fracasado principalmente frente a la América de Estados Unidos y Canadá porque, tras la independencia, repudió la europeización, lo que no le ha dejado otro camino más que la necesidad de enaltecer costumbres, por más salvajes que fuesen, solo por el hecho de que representaban la inocencia, preferible para ella antes que la supuesta corrupción de la civilización.
En 1924, Ricardo Rojas escribió: «Los españoles hispanizaron al nativo; pero las indias y los indios indianizaron al español. Penetraron los conquistadores en los imperios aborígenes, destruyéndolos; pero tres siglos después los pueblos de América expulsaron al conquistador. La emancipación fue una reivindicación nativista, es decir, indiana, contra el civilizador de procedencia exótica».
Como consecuencia de esta naturaleza de la emancipación, se ha procedido a la exaltación de la barbarie como lo auténtico y autóctono de Latinoamérica. Por eso continúa Rangel: «La barbarie sería en cierto modo el estado natural de las repúblicas hispanoamericanas, el fruto necesario de la combinación de las culturas aborígenes que hallaron los conquistadores, con la conquista misma y la colonización española y, finalmente, con las guerras civiles, comenzando con la guerra de independencia. Antes de esta, cierto grado de incipiente había encontrado asiento en las ciudades».
La independencia de los países latinoamericanos se produjo para que unos pocos garantizaran o mejoraran sus privilegios. Por eso, toda la comunidad de los indios fue idealizada —pintándola como en un estado inmaculado antes de la colonización: ¡qué buenos eran…!—, para incluirla en el proceso de emancipación porque les venía muy bien a los intereses de algunos, lo cual sigue sucediendo hoy en día. Y a estos buenos salvajes había que inventarles un supuesto enemigo al que había que aborrecer y combatir: los españoles, y, con ellos, cualquier rastro de civilización extranjera ajena a los poblados autóctonos y a la naturaleza.
Ese rechazo completo al único modelo y sistema con cierto orden que Latinoamérica conocía hasta entonces, provocó el surgimiento de un «caudillismo feroz» como «único remedio a la anarquía» (como escribe Domingo Faustino Sarmiento en su Facundo, 1845). De aquí parte el subdesarrollo político latinoamericano, inquisidor y represivo, que a su vez trae como consecuencia el devastador subdesarrollo económico que aún hoy lastra la prosperidad de Latinoamérica.
Sin embargo, durante la época de la colonización, y al revés de lo que sostiene la pregunta, la América hispana estuvo mucho más desarrollada que las colonias británicas o francesas en el mismo continente. Algunos puntos para entender mejor esto son:
España fundó la primera universidad en su territorio americano dos siglos antes que los anglosajones. Universidades que fundó España en América.
España promulgó unas leyes con respecto a los nativos americanos que jamás las tuvieron los indios de las zonas controladas por británicos y franceses: Las Leyes de Indias.
Estados Unidos debe gran parte de su propia independencia a España: La independencia norteamericana nos costó 33 barcos, 9.000 tripulantes y 1.200 cañones.
La mayor parte del actual territorio de Estados Unidos, e incluso parte de Canadá, pertenecían al Imperio Español durante la época colonial, antes de la independencia de Estados Unidos: La conquista del Oeste:El legado histórico olvidado por España | El Distrito
Por las razones expuestas más arriba en este artículo, los latinoamericanos generalmente ignoran qué fue el imperio español y tienen hecha una mitología al respecto que beneficia a sus gobernantes más populistas, quienes la siguen fomentando: Leyenda Negra: Desmontamos las cuatro mentiras históricas de López Obrador contra el Imperio español.