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sábado, 18 de enero de 2025

David Lynch

Dossier y necrológicas de David Lynch:

Carlos Boyero, "David Lynch: No entiendo lo que pretendía contar, pero sospecho que él tampoco", El País, hoy.

Fue el director más amado por los modernos, el creador para ellos de mundos perturbadores, la vanguardia sofisticada y tenebrosa. Yo detesto casi toda su obra

Me cuentan que los periódicos regionales sobreviven en gran parte gracias a sus infinitas esquelas. Debe de ser reconfortante para los ancianos del lugar constatar que ellos siguen vivos, aunque múltiples conocidos se hayan largado al otro barrio. Y reconozco que en los medios de comunicación, o como se llamen esos presuntos transmisores de la verdad y de la realidad, el género de las necrológicas resulta muy florido, sentido, sufrido. Todos los muertos son formidables cuando la han palmado, imperecedera su obra, entrañable su recuerdo. Durante muchas épocas me pedían en los periódicos que escribiera artículos sentidos sobre los muertos más ilustres. Y a veces se llevaban un susto acojonante, ya que mi recuerdo de la obra de esa gente consagrada no era precisamente laudatorio. Cuando fenecen tantas personas que al parecer eran incondicionalmente amadas por el pueblo llano y por todos sus compañeros de profesión, a veces me avergüenzo de su interminable oda. Al parecer todos los muertos fueron tan geniales como amados. Y desde luego los que aparecían continuamente en las apestosas televisiones.

Y lamento que alguien se vaya de este mundo cuando no tiene voluntad de hacerlo. Miento. Solo en algunos casos. Celebraría que todos los seres viles que gobiernan el planeta se largaran cuanto antes. Pero les reemplazarían los mismos. Y así desde el principio de la historia. Añado estas bobas digresiones mías porque me informan de que la ha palmado el artista David Lynch. Fue el director más amado por los modernos, el creador para ellos de mundos perturbadores, la vanguardia sofisticada y tenebrosa.

Yo detesto casi toda su obra. No entendía lo que pretendía contar, pero sospecho que él tampoco. Su mundo era enigmático. Yo creo que sin pies ni cabeza. Solo imágenes rebuscadas y argumentos imposibles, más gratuitos que inquietantes.

Pero este fulano de apariencia tan cuidada, artificioso buceador de las sombras, también fue capaz de realizar dos películas que me enamoraron. Una es El hombre elefante, tan sombría como sentimental. La otra es Una historia verdadera, que narra el accidentado viaje de un anciano muy solo en su tractor a lo largo de infinitos kilómetros en la América profunda para despedirse de un hermano con el que rompió hace 10 años y que está muriéndose. Existe en ella una belleza y un sentimiento perdurables. Pero el Lynch más reconocible y amado solo me provoca grima. Era un moderno inventándose juegos convenientemente oscuros.

II

 Las cinco películas (y una serie) con las que David Lynch redefinió el cine moderno

El director, obsesionado con el inconsciente y lo oculto, desmenuzó las contradicciones del sueño americano en varios filmes para la posteridad

Jorge Morla | Eneko Ruiz Jiménez

Madrid - 16 ene 2025

Tiene su gracia que, en su último papel, David Lynch interpretara al legendario John Ford para la autobiográfica Los Fabelman, de Steven Spielberg. Desde un lugar muy distinto y con unos materiales diametralmente opuestos, Lynch se aseguró una importancia para el séptimo arte de la talla del legendario director del parche. Repasamos algunas de sus obras más importantes, en las que mezcla realidad y ficción, consciente y subconsciente, e indaga en las corruptas raíces de lo peor del sueño americano.

Eraserhead (Cabeza borradora) (1977). Primer largometraje de Lynch, Eraserhead, de 1977, ofrece una experiencia onírica y perturbadora que mezcla el surrealismo con la angustia existencial: dos ingredientes que el maestro del cine exprimiría a lo largo de su carrera. Ambientada en un mundo industrial y oscuro, la historia sigue a Henry Spencer, un joven abrumado por un entorno opresivo al que de repente le cae la responsabilidad de cuidar de un misterioso bebé mutante. La fotografía en blanco y negro y los efectos de sonido convirtieron al filme en una muy torcida experiencia claustrofóbica. La película, que se convirtió en un clásico de culto, señaló algunos de los futuros temas recurrentes de Lynch, como la paternidad, la alienación y el miedo a lo desconocido.

El hombre elefante (1980). El hombre elefante descubrió el lado más sensible y humanista de Lynch. Basada en la historia real de Joseph Merrick, la cinta narra la vida (y la lucha por la dignidad) de un hombre con graves deformidades durante la Inglaterra victoriana. Lynch basculó en este cinta hacia un tono más conmovedor, y contó con un reparto sobresaliente encabezado por John Hurt y Anthony Hopkins. De nuevo, recurrió a una cuidadísima fotografía en blanco y negro en este canto a la humanidad más profunda. Quizás su cinta más sencilla de comprender, junto a Una historia verdadera.

Terciopelo azul (1986). La historia comienza con el hallazgo de una oreja humana en uno de los planos más prodigiosos de la historia. Un plano con el que da comienzo el viaje al final de la noche de un joven ingenuo sumergido en una trama llena de misterio y perversión. Con un impecable uso de colores saturados y una banda sonora revolucionaria, la película consigue conjurar lo onírico y lo siniestro. Isabella Rossellini y Dennis Hopper destacan en dos de los mejores papeles de sus carreras, además de la presentación de dos de los fetiches del director: Laura Dern y Kyle MacLachlan (con el que viajó incluso a su despreciada Dune). Y un dato más: quizá sea el filme donde arranca otra de las obsesiones del creador: la obsesión por señalar las contradicciones e hipocresías del sueño americano.

Carretera perdida (1997). Nuevo descenso a las profundidades del universo onírico y retorcido de Lynch, Carretera Perdida se centra en un músico acusado de asesinar a su esposa, quien experimenta una metamorfosis mientras cumple condena en prisión. El filme juega con la identidad y la memoria, y profundiza en el concepto de disolución de la realidad. La música de Angelo Badalamenti (por supuesto) junto a Trent Reznor destaca a la hora de envolver un filme laberíntico que invita a múltiples interpretaciones y que deja algunas de las escenas más memorables de su filmografía.

Mulholland Drive (2001). Considerada la obra cumbre de David Lynch, originalmente un piloto televisivo rechazado, este filme que encabeza algunas de las listas de mejores películas de la historia combina misterio y surrealismo en una historia negra ambientada en Hollywood que sigue la vida de dos mujeres (interpretadas por Naomi Watts y Laura Harring) cuyas identidades se entrelazan, como la realidad y la fantasía. Quizá sea la obra que mejor muestra la obsesión de Lynch con el subconsciente, y en la que Lynch pone más atención a la estructura (muy fragmentaria), que invita al espectador a armar el puzle en su propia cabeza.

Twin Peaks (1990-2017). Nadie ha conseguido capturar la extrañeza y emoción de los sueños como David Lynch. Otro David (Chase) lo sabía, y lo usó para continuar en Los Soprano la revolución televisiva que él empezó. Porque quizás antes de Twin Peaks no había nada, y su embrujo acabó impregnando toda la televisión: desde Mujeres desesperadas a Broadchuch, pasando por Perdidos o True Detective. Aquel pequeño pueblo con aire de los cincuenta demostró que el de las series es un terreno fértil, e, inesperadamente, la narrativa más rara del mundo fue un fenómeno global. Una que revolucionó todo dos veces. La segunda fue en 2017, y no tomó el camino fácil. Era Lynch; esto no iba de entenderlo. Esto iba de sentirlo. Porque detrás de esa cortina roja estaban todas las respuestas humanas. En realidad, todas menos la menos importante: ¿Quién mató a Laura Palmer?

III

Manuel Vilas, David Lynch, un explorador iconoclasta y perverso, 17 ene 2025

Fue al cine de los ochenta y noventa del pasado siglo lo que William Burroughs a la literatura de los años cincuenta y sesenta: un individualista devastador

No soy un admirador del cine de David Lynch, yo soy su enamorado. David Lynch fue al cine de los ochenta y noventa del pasado siglo lo que William Burroughs a la literatura de los años cincuenta y sesenta: un individualista devastador, un infiltrado en la disolución de la mirada del espectador o del lector. Lynch era guapo. Se parecía a otro individualista cegador: David Bowie. Tenían un flequillo parecido. Lynch es Estados Unidos, es la narración cinematográfica más brillante y honda que se ha hecho de ese país en los últimos cincuenta años.

No puedo hablar de todas sus películas. Citaré las que me volvieron medio loco de amor y terror. La primera fue El hombre elefante (1980). La segunda —de la que salí desquiciado del cine, sabiendo que mi vida era de una rutina horripilante si la comparaba con la vida de Nicolas Cage— fue Corazón salvaje (1990): un latigazo visual donde el amor humano era un juego despiadado. Allí, en esa película, constaté que Lynch era un cineasta asocial, como Wong Kar-Wai, por poner un ejemplo. Un cineasta obsesionado con las pasiones humanas más inconfesables, pasiones que ocurrían en la América profunda, en un lugar sin ley y sin mandamientos sociales, o culturales, o morales. No hay moral social en Lynch, como tampoco la hay en Burroughs o en Kafka. Otro de las grandes incautaciones de mi alma por parte del cine de Lynch llegó con Mulholland Drive (2001). Allí Naomi Watts y Laura Harring se convertían en dos misterios de la humanidad. El cine de Lynch es el cine de un explorador iconoclasta y perverso y sarcástico de la condición humana. Mil pasos por delante de cualquier otro cineasta contemporáneo.

Pero la puntilla me la dio Una historia verdadera (1999), una de las películas más inconcebibles de la historia del cine. El viaje de 500 km en una máquina de cortacésped de un hombre que vive en Iowa que va a ver a su hermano en Wisconsin. Cuando viví en Iowa tentado estuve de emular al protagonista de esta historia de Lynch.

Pero qué hay agazapado en las películas de Lynch. ¿Por qué las vemos o las veo con una pasión arrebatada? Por la libertad, ese es el gran tema de Lynch. Un canto disolvente a la libertad. Algunos ven surrealismo en Lynch. No estoy de acuerdo en absoluto. Lynch, como Burroughs o Kafka, es un realista. Salí de ver Una historia verdadera con ganas de caminar 100 kilómetros para ir a hablar con mi hermano. No coge un autobús, no alquila un coche el protagonista de Una historia verdadera. Desafía al mundo.

Siempre Lynch es eso: un desafío a cualquier convención. De una película de Lynch sales viendo tres soles y cuatro lunas. Ya no te crees que haya un solo sol y una sola luna. En Netflix ahora mismo se puede ver una obra maestra de 17 minutos. El cortometraje titulado What Did Jack Do? (2017). Son los 17 minutos más hermosos de la historia del cine de este siglo XXI. Que qué se cuenta: se narra a la oscuridad. La oscuridad de las vidas, pero con fe en esas mismas vidas. Buenas noches, David Lynch. Eras el mejor.

IV

Laura Fernández, David Lynch jamás va a irse a ninguna parte, en "Cultural", El País, 17 enero 2025:

Su reino fue el de la Pesadilla Hiperrealista porque cuando alguien descubre algo que existe pero no podemos ver, entonces inventa una realidad que sin él habría pasado inadvertida

En La Estrella de Ratner, una desconocida novela de Don DeLillo, un niño genio, Billy, debe descifrar una señal de otro planeta guiado por una colección aparentemente interminable de freaks, excéntricos personajes que viven con un pie en este mundo —la supuesta realidad— y con otro en el otro, uno que solo ellos están viendo porque forman parte de algo que existe pero solo está al alcance de aquellos que, permítanme invocarle ya, permítanme invocar al hombre que fue adjetivo instantáneo, el cineasta, el pintor, el artista que hizo lo imposible —dar sentido, o representar, diseccionar, habitar el inconsciente—, saben que todo sigue siendo, afortunada y terroríficamente, un misterio. Uno que David Lynch capturó una y otra vez, apasionadamente, desde un absurdo único, genial, onírico, oscurísimo.

El Reino de David Lynch era el Reino de la Pesadilla Hiperrealista porque cuando alguien descubre algo que existe pero no podíamos ver —o carecía de una teoría: “Las estrellas no necesitan la astronomía”, le dice uno de esos personajes excéntricos de DeLillo al niño Billy—, es que inventa una realidad que sin él habría pasado inadvertida. He aquí lo que ocurre cuando alguien accede desde este lado a ese otro que anida en él, ese otro que, podríamos decir, el telón —siempre de un rojo intenso, un rojo sangre aún y para siempre viva— oculta. No ocurre a menudo —no ocurre nunca— que un creador convierta lo que ha creado —todo— en adjetivo, un adjetivo que define algo hasta entonces indefinible pero por completo identificable. Lo lynchiano es lo posible, y a la vez, lo imposible, aquello que de irreal tiene la realidad.

Porque vivíamos, siempre lo hemos hecho, en el universo de David Lynch antes de que llegase David Lynch. Él sostuvo la cámara sobre la oreja abandonada en el suelo, y caímos en la cuenta de que el inconsciente se contrae —como el pasajero del que habló Cormac McCarthy, ese otro que cada uno lleva dentro, un otro aterradoramente desconocido— y que su contracción puede llegar a deformar la realidad hasta volverla pesadilla, sí, pero también, y sobre todo, cualquier cosa. En The Art Life, ese intimísimo documental que es como un puñado de piezas sueltas del enigma Lynch, o lo más parecido al retrato de un artista adolescente que jamás dejó de ser un artista adolescente —el cigarrillo colgando de los labios, el pelo revuelto, la taza de café en la mesa—, Lynch confesaba que, si llegó al cine, y a la televisión, fue a través de la pintura.

Y en cierto sentido, pintar es todo lo que ha hecho. Porque su cine, su televisión, es artefacto de vanguardia, instrumento, sueño, pesadilla, collage expositivo, broma (a ratos, macabra) infinita. Arte, en mayúsculas. Algo que trató de dar sentido a aquello que nunca lo tendrá. Es en The Art Life donde cuenta cómo de arrolladoramente feliz fue su infancia en los suburbios hasta que, siendo aún niño, vio a una mujer desnuda salir de la nada, una noche cualquiera. La mujer se aproximaba a él por la carretera que discurría junto a su casa. Además de desnuda, parecía ensangrentada. Podría decirse que aquella noche, la frontera entre el sueño —o la pesadilla— y la realidad, se desdibujó en su iluminado cerebro. El cerebro de alguien que se dispuso a disfrutar de nuestra condición de fascinantemente misteriosa anomalía: estar vivos, y querer contarnos.

Como un Mago de Oz nada ilusorio, Lynch parecía tener acceso a los mecanismos que ese telón omnipresente en su obra esconde. El telón que evidencia la puesta en escena, la magia, sentir todo aquello que ocurría al otro lado con una intensidad feroz. Lo compartió —su irredento y disruptor, beckettiano, desactivador de lo real, sentido del humor mediante— con el resto, desdibujando para siempre toda frontera, y expandiendo las posibilidades narrativas —inconscientes— de nuestra enigmática existencia. Es cierto que “hay un gran agujero en el mundo ahora que ya no está”, como dijo anoche su familia, pero también lo es que nunca podrá no estar. Así que, sigamos su consejo, mantengamos la vista en la rosquilla, y no en el agujero, porque, en realidad, para aquellos a los que nos cambió la vida, y para aquellos a los que se la cambiará, jamás va a irse a ninguna parte.

miércoles, 17 de junio de 2020

Ha muerto Alfonso Luna

 Tristemente, casi por pura casualidad me he enterado de la muerte por coronavirus del sacerdote (con trato de monseñor por su cargo último) Alfonso Luna Sánchez, manchego de Villamanrique, amigo mío y profesor de religión en el IES Clavero Fernández de Córdoba de Almagro, donde yo alcancé a conocerlo. Era  un gran hombre y un gran músico, con numerosos discos de canciones publicadas; muy sincero, además, licenciado en Psicología, una carrera que por entonces se sacó a trancas y barrancas, creo que en la UNED. Todavía recuerdo la ilusión con que me mostraba los discos de canciones que le iban publicando y cómo procuraba emparejarme con una moza manchega, antigua compañera de estudios en el Colegio Universitario y conocida mía que andaba aburrida por Moral de Calatrava, creo, o cerca. La sosa necrológica publicada en el Lanza fue esta:

"El jueves 2 de abril de 2020 falleció el sacerdote Alfonso Luna en la residencia de los Hermanos de La Salle en Roma, donde residía. Natural de Villamanrique, tenía 65 años de edad. Fue ordenado sacerdote en 1978 en su localidad natal.



Según informa el obispado, su primer destino pastoral como sacerdote fue como ecónomo de Alamillo y encargado de San Benito. Allí estuvo entre 1978 y 1983, siendo también secretario del arciprestazgo de Almadén entre 1982 y 1983. Este año se le nombró coadjutor de Moral de Calatrava, hasta 1984 y, desde este año hasta 1998, vicario parroquial; quedando entonces como párroco in solidum y moderador de la parroquia de Moral hasta el año 2001. En los años en los que permaneció en Moral fue secretario del arciprestazgo de Calatrava entre 1984 y 1990 y desde 1995 al 2001. Ese año marchó a Roma, donde permaneció hasta la actualidad."

He podido recoger algunos datos más. Cuando hablamos de misas interpretadas por coros de niños, es muy frecuente que estén presentes algunos cantos como: “Jesús eres genial”, “En torno al pan” o “Comer tu pan”, cuyas letras y música fueron compuestas por él. Según otros datos, nació en Ciudad Real en 1954.
 
Ordenado Sacerdote el 24 de octubre de 1978, en su trabajo como religioso, grabó con la casa disquera San Pablo varios discos de música religiosa, muchas veces para coros infantiles. En este terreno fue un gran éxito su "Santo" que todo el mundo, al menos en España, conoce como el "Santo de Händel" (no es de Händel)... y que la gran mayoría de los coros parroquiales tienen en su repertorio con todo tipo de versiones:

 
Según Óscar Valado, que lo conoció en Roma ("es encantador", dijo de él), "habiendo sido uno de los "grandes" de aquel grupo de músicos que despuntaron en España ([Juan Antonio] Espinosa, [Carmelo] Erdozain, [Cesáreo] Gabarain, [Miguel] Manzano [Alonso], [Pascual] Barturen etc.) por su amplia producción de música en español (no toda afortunada, dicho sea de paso), la creación de una asociación promotora de música religiosa (APROMUR) -que se ha quedado en nada- y otra serie de cuestiones... ha decidido volver a las fuentes de la música sacra y él mismo reconoce que no se puede hacer música litúrgica sin conocer la tradición musical de la Iglesia: gregoriano y polifonía, así como la música de órgano". Apromur es el acrónimo de Asociación para la Promoción de la Música Religiosa, fundada en 1980.

Podemos mencionar Comer tu pan (1987), Testigos de la fe (1989), Jesús eres genial (1990) entre otros.

Durante mucho tiempo fue administrador del PIMS (Pontificio Istituto di Musica Sacra / Pontificio Instituto de Música Sacra), en Roma, y por último fue capellán del hospital y clínica de rehabilitación -casa di cura-, aunque parece que era una residencia de unos cincuenta sacerdotes muy ancianos, San Raffaele alla Pisana, por lo que su título fue de monsignore; era delegado de la diócesis de Roma para la pastoral sanitaria. Gracias a sus gestiones la Coral Polifónica Orden de Calatrava de Almagro viajó al Vaticano invitada. El 27 de septiembre de 2009 escribió una carta a la web de una asociación de monaguillos manchega para felicitarla por su portal, que le había gustado mucho. Es esta, al pie de la letra, con la ortografía del ordenador adaptada al italiano:

Quiero saludar quien sea ese martin y felicitrarlo a el y a la parroquia soy un sacerdote m encuentro en roma, y hace 32 anos que estuve de seminarista diacono en esa parroquia, quiero decirles que essistia ya en la parroquia un grupo muy grande de monguillos, siempre ha habido, todavia recuerdo a emilio lorente (rezando el reosario) y a javier infante hermano de otro sacerdote (preguntad por ellos). soy alfonso luna sacerdote de la  diocesis de ciudad real que actualmente trabajo en roma hace anos con sacerdotes de todo el mundo. me ha llmado la atencion la pagina y he entrado por casualidad y me ha gustado tanto que no he tenido por menos que scribir un saludo, animo, no tengo acentos ni tildes pido perdon, la tengo preparada para el italiano, ahora mismo hablo mal el italiano y hablo mal el espagnol, pero me entendereis. felicidades a los sacerdotes de manzanares, saludos, y recuerdo todavia el gran numero de monaguillos que teniamos yo cantaba jugaba y me lo pasaba, fenomenal con ellos, tambien esataba conbmigo matias actualmente parroco de tomelloso, adelante, despues de 32 anos le doy gracias a la Virgen de Altagracia que tanto me ha ayudado en mi vida. doy permiso para publicar mi nota si es vustro deseo. tambien recuerdo todavia a gente, al grupo lazarillo y mas gente de manzanares. cuido de 50 sacerdotes de todo el mundo y esto me ha ilusionado muchismo, lo mismo que la adminsitraccion del instituto pontificio de musica sacra en el cual vivo y trabajo. saludos desde roma, martin adelante con los monguillos. alfonso luna . sacerdote

Ejemplos de su música:


Hay muchos más en Youtube, incluso seis días antes de su muerte, como esta:


En la Biblioteca Nacional constan estos registros:

Testigos de la fe, Madrid: Ediciones Paulinas, 1969 (letra y música impresa). En casette, grupo de cámara "Ad Libitum", con dirección y orquestación de Jesús Glück, Madrid: Ediciones Paulinas, 1989. Incluye: Ven, Señor, a mi juventud; Ser testigos; Joven, cree en Jesús; Eucaristía; Dichosos; Te ofrecemos; Danos tu espíritu; Santo; Danos, oh Señor, tu espíritu; Padre nuestro; Gracias, Señor.

Vamos a celebrar (1993, 2 ediciones).

Adora a tu Señor, 1988 y 1990.

Ven a celebrar. [Barcelona] 1989; letra y música, Alfonso Luna; arreglos: Ángel Pereira (percusión), Pere Soto (guitarra) y Antoni Olaf Sabater (teclados). Voz solista: Alfonso Luna. Contiene: Ven a celebrar; Ven Espíritu de Dios; La fiesta con Jesús: hoy comemos; Cantaré; Teresa; Sólo te ofrezco mis manos hoy; Concédenos la unidad; Al servicio de la Iglesia; Tira tu fusil; Eres joven. También música y letra impresa aparte el mismo año, como en otros casos, esta vez con el título: Ven a celebrar: tu primera comunión, tu confirmación.

Comer tu pan: cantos para eucaristías con chicos y jóvenes, 1987.

Comer tu pan: cantos para primeras comuniones y eucaristías con chicos y jóvenes, 1987.

Comunión, 1987.

Déjate mirar por Él, 1991.

Jesús, eres genial, 1990.

Llénanos de Ti, Madrid: San Pablo, 1996. Cd. Coro del Sagrado Corazón dirigido por Jesús Glück. Contiene: Llénanos de ti; Dios es pan; Venid a la asamblea; Un mandamiento; Los llamaste; Lo mismo que a Andrés; La eucaristía es compartir; El señor es compasivo; Madre del adviento; Celebramos el Domund.

Tengo un amigo; canciones de Primera Comunión; letra y música, Alfonso Luna Sánchez. Madrid: San Pablo Multimedia, 2006. Incluye: Comer tu pan: Jesús es el mejor amigo; Qué alegría siento en mí; María de amor; Este Pan; Venid juntos a la Asamblea; Tengo un amigo; Comer tu pan; He vuelto a sonreír; Jesús me quiere; Te damos gracias, Señor -- Jesús, eres genial: Jesús, eres genial; Vayamos juntos al altar; El Señor me amó; Santo; Hoy es fiesta; Te ofrecemos hoy; Gracias; Necesita nuestras manos; Señor, ten piedad; En torno al pan; La paz; Madre, enséñanos.

Testigos de Jesús, canciones de confirmación; letra y música, Alfonso Luna Sánchez ; Madrid: San Pablo, 2006. Coro "Clave de Fa" y  Grupo de Cámara "Ad Libitum". Contiene: Testigos de la fe: Ven, Señor, a mi juventud; Ser testigos; Joven, cree en Jesús; Eucaristía; Dichosos; Te ofrecemos; Danos tu espíritu; Santo; Danos, oh señor, tu espíritu; Padre nuestro; Gracias, Señor -- Déjate mirar por él: Tú, déjalo todo; Hacen falta brazos en las mies; Encuentro; Jesús, toma mis manos; Hoy decimos que sí; Déjate mirar por él; Tú, señor, me has llamado; Aquí estoy, señor, para hacer tu voluntad; Esta casa es tuya; El señor es mi pastor.

Ruego una oración por su alma.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Oído en canciones y visto en pinturas

Es curioso que haya falleciddo en estas fechas Max von Sydow, el caballero que jugaba al ajedrez con la Muerte (así, con mayúsculas de alegoría o antonomasia) en plena pandemia de Peste Negra medieval. Fue en El séptimo sello, la película de Bergman que antaño anduvo entre las siete mejores de todos los tiempos y trata un tema muy inédito en esta época de buitres: el fin de la vida. Solo All that jazz, Blade Runner o El hombre que mató a Liberty Valance se le han aproximado algo. 

Acaba de fallecer un gran amigo, Pedro Ysado, probablemente el profesor más entregado y bueno que he tenido la suerte de conocer. Ruego a sus innumerables alumnos y amigos una oración por su alma generosa, que, de seguro, habita ahora en un orden mejor y enseña materias que no son materia, sino espíritu, aprendiendo en la tarea, como todo profesor que se precie.



Es difícil escribir en estos momentos, pero tengo que hacerlo. No puedo ofrecer sabias estadísticas, ni elaborados pensamientos o especulaciones sobre algo de que no quería tratar, la pandemia. Añadiré tan solo a lo mucho y bien que ya se ha dicho que, si alguna guerra pudiera haber sentido, la única sería la guerra contra la ignorancia, la enfermedad y el sufrimiento. Cuando todos nos demos cuenta de ello habremos llegado verdaderamente a la Edad de Oro del hombre, y no a este estúpido simulacro. Por eso no es congruente criticar al gobierno en estos momentos, sino ayudarlo, cada uno en la medida en que pueda hacerlo.

Ernest Hemingway escribió no pocos relatos memorables, como El invicto, sobre la última oportunidad de un torero en Las Ventas, pero en uno de ellos, Una historia natgural de los muertos, habla de las clases de muertos que encontró a lo largo de toda su vida  como corresponsal de guerra o conductor de ambulancias en la Primera Guerra mundial. Algunas de estas estampas recuerdan al Territorio comanche de Pérez Reverte y al Eclesiastés, ("la muerte de los animales y de los hombres es una sola y la misma") pero lo hacen porque tienen una fuente común, la realidad. Hace unos días Isidro hablaba de la pandemia de gripe española, llamada por muchos "Soldado de Nápoles", por algunos versos alusivos de la famosa zarzuela La canción del olvido. Yo solo copiaré el pasaje en que Hemingway la describe, en el cuento citado, tras decir que había visto pocos muertos naturales:

En ella, los enfermos se ahogan en moco, sofocados. Cuando llega el fin se transforman nuevamente en niños, conservando su fuerza de hombres, y llenas las sábanas como si fuera un simple pañal, con una vasta y fina catarata amarillenta que fluye y avanza aún después de la muerte... Quisiera contemplar la muerte de uno de quienes se llaman a sí mismos humanistas...

Y cuenta cómo un teniente discute con un cirujano entreteniéndolo mientras un enfermo se muere. 

¿Ve usted, mi pobre teniente? Hemos disputado sin objeto. ¡En tiempo de guerra, disputar así por una tontería!

En el Eclesiastés se dice que "escribir libros es una tarea sin fin". En todo caso, es un fin muy lejano. El poeta de la I Guerra Mundial Wilfred Owen, fallecido una semana antes de que terminara la guerra (hemos visto además una gran película sobre esa fiesta, 1917), donde se sufrió de lo lindo la gripe española, no tenía muy claro qué era peor, si el nacionalismo o la enfermedad. El poema, que hace tiempo traduje bastante mal para otro lugar, es Dulce et decorum est:

Doblados como viejos mendigos bajo fardos, / entrechocando las rodillas y tosiendo como viejas, maldecimos a través del lodo / hasta darle la espalda a las condenadas bengalas / y empezar a arrastrarnos a un descanso inalcanzable. / Los hombres marchaban dormidos. Muchos, ya sin botas, / cojeaban calzados de sangre. Todos patéticos, ciegos todos, / bebidos por el cansancio, sordos incluso a los silbidos / de frustrados obuses que caían de espaldas. / ¡Gas! ¡Gas! ¡De prisa, chicos! En un éxtasis de torpeza / nos calamos zafias máscaras justo a tiempo; / pero alguno seguía pidiendo ayuda a gritos, tropezando / indeciso, como hombre ardiendo en llamas o cal viva. / Borroso tras los vidrios empañados de la máscara, / y, a través de aquella verde luz espesa, / como hundido en un mar verde, lo vi ahogarse. / En todos mis sueños, ante mi vista indefensa: / se abalanza sobre mí, se atraganta, se ahoga, se apaga. / Si en algún sueño asfixiante también pudieras seguir a pie / la carreta donde lo arrojamos / y ver cómo retorcía los ojos blancos en su cara, / una cara colgante, como un diablo harto de pecado; / si pudieras oír, a cada tumbo, la espuma de sangre que vomitan los pulmones podridos, / obscena como el cáncer, amarga como pus / de llagas viles e incurables en lenguas inocentes, / ¡oh amigo! no contarías con tanto entusiasmo / a los niños que arden ansiosos de gloria / la vieja mentira: Dulce et decorum est / pro patria mori

Un arma de destrucción masiva eran los gases, que ni siquiera un monstruo como Hitler, que había sido cegado temporalmente por ellos, quiso emplear, ni Stalin. Pero ahora que la naturaleza o Dios nos humilla con su poder, y nos hace emporcar menos el aire, el agua y la tierra, podemos decir que no hubo ni hay pandemia tan grande y malvada como la de la gilipollez.

domingo, 15 de enero de 2017

Nicolás del Hierro ha muerto

Ha muerto el poeta piedrabuenero Nicolás del Hierro y ahora todos los medios digitales o no están copiando los datos del artículo que le escribí en la Wikipedia. ¡A buenas horas!