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miércoles, 5 de noviembre de 2025

Errores que evitar en filosofía

 ¿Qué se requiere para ser filósofo? 10 errores a evitar. Por Enric Gel. [Transcrito y corregido de YouTube]

 Hay 10 hábitos comunes en los que es súper sencillo caer sin darte cuenta y que pueden sabotear por  completo tu progreso como filósofo. Llevo casi 15 años estudiando filosofía y he caído y sigo cayendo en estos errores mil y una veces. Algunos son tan escurridizos que me ha costado años detectarlos y, ahora que soy consciente de  ellos, los veo continuamente tanto en gente que acaba de empezar en filosofía como en veteranos que llevan tiempo dedicados a esta disciplina. Hoy quiero destaparte de modo claro y sencillo estos 10 vicios del filósofo para que puedas identificarlos y corregirlos a tiempo antes de que sea demasiado tarde. Me llamo Enric, bienvenido de vuelta a Adictos a la filosofía, ¡empecemos!  

 Error 1 que te sabotea como filósofo

 Imagina que te despiertas en un bosque con un grupo numeroso de personas. Ninguno de vosotros sabe qué hace ahí, de dónde vienen ni hacia dónde hay que ir, y os ponéis a discutir con el objetivo de idear un plan conjunto de acción. Rápidamente os dais cuenta de que hay una persona que no para de rechazarlo todo de manera sistemática: "Eso es una pésima idea", "Así no iremos a ninguna  parte", "Es evidente que ese no es el camino"... Hacéis silencio para escuchar su plan, y empieza a contaros su propuesta en el tono más confiado que hayas escuchado nunca. Solo hay un pequeño problema: no tiene pies ni cabeza, es un plan temerario, que podría poneros a todos en peligro, y encima, en este punto, no hay nada siquiera que sugiera, no digamos ya asegure, que de esa manera daréis con el camino correcto.

 Se lo intentáis hacer ver, pero esa persona sigue en sus trece, repitiendo su plan con la confianza de un profeta inspirado por Dios. Y entonces te das cuenta: está tan perdido como el resto de vosotros, solo que no lo sabe. 

 En filosofía suele pasar algo similar en distintos grados de intensidad. A veces nos creemos que algo está clarísimo, que la respuesta a tal pregunta es obviamente esta, y lo único claro es que no estamos reconociendo nuestra propia ignorancia. Esto es común cuando empezamos: creemos que ya lo sabemos todo porque hemos leído un libro o porque hemos visto un vídeo de Adictos a la Filosofía, por ejemplo, pero, objetivamente hablando, el estudio que le hemos dedicado a ese tema no justifica nuestra seguridad.Y este es el primer hábito que nos sabotea como filósofos: la soberbia intelectual de creernos que ya lo sabemos todo. No hace falta irse al otro extremo de "No sé ni se puede saber absolutamente nada",  pero sí que el aprendizaje filosófico necesita, ante todo, un poco de humildad. 

 Error 2 que te sabotea como filósofo

 Supón que no conseguís poneros todos de acuerdo y os rompéis en diferentes grupos y cada uno va por su lado. Pasan los días y, de tanto en cuando, tu grupo se cruza con personas que, o bien siguen otro camino diferente, o directamente van en dirección opuesta a la vuestra. A veces os intentan convencer de que cambiéis de camino; algunos incluso os dicen que hace tiempo iban por esta vía y que no os espera nada bueno. Empiezas a preguntarte si acaso tendrán razón y si no sería mejor revisar un poco el plan; pero a tu alrededor notas que se solidifica la siguiente actitud: "Esta gente que no va por nuestro camino, no hay que escucharla. No saben lo que hacen". Pues esto lo veo en filosofía cada vez más y más y, honestamente, me preocupa: el tribalismo de negarse a escuchar a quien piensa distinto, llegando incluso a veces al extremo de excluirlo de la discusión. Los que no piensan como yo son malos, tontos, poco rigurosos, deshonestos, pseudofilósofos, charlatanes, no saben pensar... Cuando la realidad es que llevamos siglos y siglos de filosofía y la inmensa mayoría de discusiones siguen abiertas: nadie ha conseguido demostrar su posición de manera apodíctica e indiscutible. ¿El remedio? Grábate esto a fuego: "En filosofía, casi todo es controvertido". Y, ojo, no me malinterpretes: está bien tener convicciones, está bien pensar que la respuesta correcta probablemente es esta. El problema es actuar como si solamente hubiera un camino racional posible (curiosamente, el tuyo), ignorando que, en filosofía, gente igual de  inteligente, razonable y honesta puede discrepar acerca de prácticamente cualquier cosa. El peligro  aquí está en terminar con una visión inflada y acrítica de tu propia filosofía, cegándote a los problemas que tiene por acabar considerándola como la respuesta autoevidente.

 Error 3 que te sabotea como filósofo

 El tercer error está relacionado con el segundo; de hecho, probablemente sea su núcleo básico, el hábito  que tienes que abandonar para poder resolverlo. Imagínate ahora que empieza a acumularse evidencia  de que tu grupo efectivamente va por el mal camino y ya estás planteándote seriamente probar algo  distinto. Pero ves que, entre vosotros, cada vez que alguien propone desviarse un poco, hay un buen número de personas que se lo toman como un ataque personal. Han puesto su identidad en el camino elegido y, por tanto, toda objeción es un  cuestionamiento de su persona y no la quieren ni escuchar. Es difícil, pero en filosofía lo ideal es que te dé igual que te refuten. ¿Recibes objeciones? ¡Genial, vamos a verlas! En filosofía, necesitamos objeciones para seguir pensando a fondo. ¿Esas objeciones te refutan? ¡Pues perfecto, te han sacado del error! Es lo mejor que  te podría pasar. Pero este proceso de aprendizaje se dificulta cuando caemos en este tercer hábito: identificarnos demasiado con nuestras ideas, cosa que nos lleva a no estar dispuestos a cambiar  ni a matizar. ¿Quieres arreglarlo? Pues sepárate todo lo posible de tus ideas para que dejes de ver toda objeción, toda crítica, como un ataque o una amenaza existencial. Tú no eres tus ideas: si  tus ideas caen, tú estás a salvo.

 Error 4 que te sabotea como filósofo 

  Pero ojo, porque tampoco es plan de caer en el error o en el hábito opuesto, que es igual de desastroso. ¡Veamos cuál es! Imagínate ahora que tú y unos pocos decidís al fin cambiar de camino y al cabo de unos días os encontráis con una persona que, al veros, se une a vosotros sin siquiera dudarlo. El nuevo empieza a explicaros sus aventuras por el bosque y enseguida notáis un patrón: cada vez que se ha encontrado con gente que iba en una dirección diferente de la suya, se ha cambiado y se ha ido con ellos. Como era de esperar, al día siguiente os encontráis con un grupo que iba en una dirección ligeramente  diferente y vuestro nuevo compañero se les une sin siquiera deciros adiós. Si antes el problema era identificarse demasiado con las propias ideas, aquí lo malo está en apegarse a ellas demasiado poco. Tienes que separarte de lo que piensas, pero tampoco tanto que estés continuamente cambiando de ideas a la primera de cambio, porque así lo único que lograrás es dar vueltas y vueltas y más vueltas. Confía un poco en lo que ya has pensado e intenta darle la mejor oportunidad antes de cambiarlo por algo distinto. Si cambias, que sea por buenos motivos. 

 Error 5 que te sabotea como filósofo 

 Nos hemos topado ya con los que se unen a cualquiera sin siquiera pensarlo. Supón ahora que te encuentras con gente todavía más rara: personas que, a la que ven que otros van por el mismo camino que ellas, cambian directamente sin pensarlo. Unos pocos siguen igual, pero empiezan a hacer cosas diferentes, como, por ejemplo, caminar con las manos o dar volteretas todo el rato. Son los que, por encima de todo, pase lo que pase, quieren ser diferentes. En  filosofía, esto se traduce en amar la originalidad por encima de la verdad. Es un hábito común porque todos, sobre todo al empezar, queremos ser los más novedosos y originales, y encima el sistema de publicación académica premia desproporcionadamente la originalidad, pero eso no quita que sea un error y de los graves. Y es que después de prácticamente 26 siglos de filosofía, está ya todo inventado, y si eres la primera persona en toda la historia a la que se le ocurre la idea X, lo más probable es que sea un disparate. De nuevo, está  bien querer ser original, pero somos filósofos: amamos y buscamos la verdad, no la originalidad.  

 Error 6 que te sabotea como filósofo 

 Imagínate ahora que después de días y días de camino os topáis con una biblioteca en la que, según parece, están conservados los diarios de los más grandes exploradores que en los últimos siglos han transitado ese bosque maldito. ¿No querrías parar a leerlo, saber qué caminos exploraron y a dónde los condujeron? Pues, en filosofía, esa gran biblioteca existe: es la propia historia de la filosofía. Y, sorprendentemente, hay muchos que no quieren entrar en ella o que incluso lo consideran una pérdida de tiempo y un ejercicio antifilosófico. Pero, ¿cómo va a ser una pérdida de tiempo o algo antifilosófico indagar en lo que mentes mucho más penetrantes que la nuestra han pensado sobre esos mismos temas que nos preocupan? La historia de la filosofía no es un obstáculo a tu camino como filósofo: es tu aliada. Entenderla te va a permitir encontrar conexiones entre ideas que, si las hubieras tenido que descubrir por  ti mismo, habrías tardado 200 vidas. No cometas, por tanto, el error de ignorarla.

  Error 7 que te sabotea como filósofo 

 Vamos a detenernos un rato en esta biblioteca, porque hacerlo nos va a permitir destapar el resto de  los hábitos silenciosos que te sabotean como filósofo. Supón que entras y enseguida empiezas a observar una variedad de comportamientos curiosos. Primero están los que agarran un libro, lo ojean rápidamente, murmuran "¡Qué estupidez!" y lo tiran  al suelo, cosa que no voy a hacer porque yo amo los libros. Te agachas a recogerlo, empiezas a mirártelo y quedas sorprendido con la profundidad del pensamiento que está ahí escrito. Con curiosidad le preguntas a esa persona por qué lo ha descartado y enseguida, cuando te responde, te das cuenta de que lo ha malinterpretado de modo descomunal. Se lo intentas explicar,  pero ya es tarde, no te quiere escuchar y se ha puesto a hacer otra cosa distinta. El error aquí (y es un hábito más común de lo que piensas entre filósofos) es quedarse con la primera cosa que se te ocurre cuando escuchas por primera vez una teoría, una propuesta o un argumento nuevo. Si es la primera vez que oímos un cierto argumento o teoría filosófica, nuestro papel es escuchar, hacer un esfuerzo por entender, y, solo entonces, criticar. Lo primero que se nos ocurre como objeción a algo que escuchamos por primera vez suele estar mal o suele ser un malentendido ya respondido y aclarado múltiples veces en la literatura. No te quedes, por tanto, con lo primero que se te pasa por la cabeza. Antes bien, haz un esfuerzo por entender esa propuesta en su versión más fuerte. 

  Error 8 que te sabotea como filósofo 

 Probablemente, lo que está en la raíz del hábito erróneo anterior es lo siguiente. Hay quienes se ponen a correr nerviosos por toda la biblioteca, leyendo un montón de libros a toda prisa, sin darse nunca el  tiempo de descansar, sentarse y leer y entender y pensar algo a fondo. Son los impacientes, los que  quieren una respuesta definitiva ya y no pueden esperar. No seas como ellos: ten paciencia, confía en que las respuestas irán llegando poco a poco con el estudio, con la lectura. La filosofía se hace mejor despacio. 

 Llegamos por fin a los dos últimos hábitos silenciosos que te sabotean como filósofo, que son, en mi opinión, de los más comunes, pero también, por suerte, de los más sencillos de resolver. 

 Error 9 que te sabotea como filósofo

 Imagínate esto. Mientras estás inmerso en tu estudio en la biblioteca y vas perfilando tus planes para salir del bosque, ves a lo lejos a dos personas enzarzadas en una acalorada discusión. Día tras día, ahí están, peleándose a grito pelado, sin lograr convencerse el uno al otro de absolutamente nada. Llega el momento en el que tú estás ya preparado para reanudar tu viaje y ahí siguen esos dos, lanzándose libros a la cabeza, habiendo perdido completamente el tiempo sin haber progresado nada. El hábito erróneo aquí (y es una gran tentación para nosotros los filósofos) es ponerse a discutir con cualquiera, con el primero que pasa y con la  única intención de ganarlo. Mira, la vida es corta y eso es una pérdida de tiempo. Está bien discutir con otros, porque eso nos ayuda a afilar nuestras ideas y darnos cuenta de errores. Pero como nos anima Schopenhauer al final de su libro "El arte  de tener siempre la razón", tenemos que aprender a distinguir con quién vale la pena discutir y quién solo debate de mala fe y sin ningún ánimo de dejarse mover por buenas razones. A esos es mejor dejarlos que le hagan perder el tiempo a otro.

 Error 10 que te sabotea como filósofo

 Por último, están los que entran en la biblioteca, agarran el primer libro que ven y, después de una rápida ojeada, salen corriendo, habiéndolo convertido en su Biblia personal. El error aquí es ser de un solo autor o, peor aún, de un solo libro. Está bien tener un autor, libro, corriente favoritos, pero ninguno es perfecto y en filosofía hay que estar siempre abierto a múltiples opciones. Aunque, por supuesto, después de tantos siglos es complicado decidir qué libros leer y qué no, sobre todo cuando uno está empezando. Por suerte para ti, hice este otro vídeo en el que te hago una selección de los 5 libros imprescindibles para tu propio viaje filosófico por este bosque oscuro que es la vida. 

lunes, 3 de noviembre de 2025

Retórica contra las trampas saduceas

  Autorizado, transcrito y corregido de un vídeo en Youtube:

 ¿Sabías que en el antiguo Talmud se dice: "El sabio se diferencia del necio no porque conozca todas las respuestas, sino porque sabe a qué preguntas no debe responder".

Hoy hablaremos de cinco preguntas trampa que los manipuladores y mentirosos han utilizado durante miles de años para controlar a las personas. Estas preguntas suenan inofensivas, incluso amistosas, pero detrás de ellas se esconde una estrategia astuta para obtener poder sobre ti. La sabiduría judía nos enseña a reconocer estas trampas psicológicas. Y hoy te revelaré las cinco preguntas peligrosas a las que una persona sabia nunca responde directamente. La última es la más insidiosa, la que logra quebrar incluso a los más prudentes.

Pregunta número uno: "¿Por qué estás tan nervioso?"

La primera pregunta trampa suena así. ¿Por qué estás tan nervioso? o alguna de sus variantes: ¿Por qué estás tan tenso? ¿Por qué estás tan preocupado? Parece que la persona muestra interés o preocupación, ¿verdad? Pero en realidad se trata de una manipulación clásica, lo que en psicología se llama inducción emocional.

¿Dónde está la trampa? Cuando comienzas a responder, aceptas automáticamente la premisa de que realmente estás nervioso, aunque no sea cierto.

Empiezas a justificarte. "No, no estoy nervioso, solo que..." Y ya has caído en la trampa. Has cambiado el foco de la conversación para defender tu estado emocional. En el Talmud hay una historia sobre el rabino Akiba, quien dijo a su discípulo: "Cuando te acusen de algo que no hiciste, el silencio es tu escudo. Las explicaciones son una espada dirigida a tu propio pecho. ¿Qué hacer en lugar de responder? Simplemente di con calma: "estoy bien". Y devuelve la conversación al tema original, o usa la técnica del espejo: ¡Qué curioso! ¿Por qué piensas que estoy nervioso?"

Volvamos a lo que estábamos hablando. El manipulador intenta sacarte de tu equilibrio para obtener ventaja. No le des ese poder.

Pregunta número dos: "¿No confías en mí?"

La segunda pregunta peligrosa. ¿No confías en mí? Esta es una de las armas favoritas de los manipuladores emocionales. La hacen cuando estableces límites sanos o cuando pides una verificación de lo que alguien dice. ¿Dónde está la trampa? La pregunta crea un falso dilema. O confías de manera absoluta y ciega,  o eres una mala persona que no confía.

Pero en realidad la confianza y la prudencia no son opuestos. Un proverbio judío dice: "Confía en Dios, pero ata tu camello." Esto significa que tener fe está bien, pero no hay que ser ingenuo. Cuando respondes con justificaciones como: "No, sí confío en ti", ya has perdido. Empiezas a sentirte culpable por atreverte a ser razonable y cuidadoso. ¿Qué hacer en lugar de responder? Di con calma: "La confianza y la verificación no se contradicen." No se trata de desconfianza, sino de sentido común, o simplemente mi confianza no tiene nada que ver con esto. Hablemos de los hechos. Recuerda: una persona que realmente merece tu confianza nunca te presionará con esa pregunta. Comprenderá tu prudencia.

Pregunta número tres: "¿Qué me estás ocultando?"

La tercera pregunta insidiosa es: ¿qué me estás ocultando? Esta pregunta parte de una presunción de culpabilidad. Da por hecho que estás escondiendo algo y ahora debes demostrar lo contrario. ¿Dónde está la trampa? Cualquier respuesta que des sonará como una justificación. "No estoy ocultando nada" suena exactamente igual a lo que diría alguien que sí lo hace. Te coloca en una posición defensiva, aunque no hayas hecho nada malo. En el libro Mishlei (מִשְלֵי) o Proverbios de Salomón, está escrito: "El justo no necesita justificarse ante el necio, porque el necio no entenderá la verdad. Y el sabio no necesita explicaciones. El manipulador usa esta pregunta para romper tus límites personales, obtener información que no le corresponde, hacerte sentir culpable sin motivo.

¿Qué hacer en lugar de responder? Establece un límite claro. Toda persona tiene derecho a su privacidad. Eso no es lo mismo que ocultar algo. O responde con una pregunta espejo: ¿por qué piensas que estoy ocultando algo?

Las relaciones saludables se construyen sobre el respeto mutuo, no sobre el control total ni la desconfianza. Si alguien te hace esta pregunta con frecuencia, es una señal de alerta.

Tal vez el problema no sea tu falta de confianza, sino que esa persona es la que tiene algo que ocultar.

Pregunta número cuatro: "¿Crees que eres mejor que los demás? O: "¿Acaso te crees el más inteligente?

Esta pregunta suele aparecer cuando tú te niegas a hacer algo incorrecto, te mantienes fiel a tus principios o eliges tu propio camino en lugar de seguir a la multitud.

¿Dónde está la trampa? La pregunta intenta avergonzarte por tener estándares y valores. Apela al miedo a ser rechazado por el grupo para que renuncies a tus principios.

Cuando empiezas a justificarte diciendo: "No, no creo que sea mejor, solo que yo..." ya has caído en la manipulación. Estás pidiendo perdón por tener tu propia opinión y por defender tus límites. El rabino Gilel, uno de los más grandes sabios del Talmud, decía: "Si no soy yo por mí mismo, ¿quién lo será por mí? Pero, si solo soy para mí, ¿qué soy yo?" Esto significa que tienes derecho a defender tus intereses y valores, pero también a mantener la humildad y el respeto hacia los demás. ¿Qué hacer en lugar de responder? Responde con calma. No me considero mejor. Simplemente, tomo la decisión que es correcta para mí. O cada persona tiene su propio camino: respeto el tuyo, respeta el mío. No permitas que nadie te haga sentir vergüenza por vivir de acuerdo con tus principios. Quienes intentan desviarte de tu camino, a menudo lo hacen porque tu ejemplo les recuerda su propia debilidad.

Y por último, la quinta y más insidiosa pregunta: "¿No te vas a ofender si te digo la verdad, verdad?"  ¿O: "¿No te molestas si yo... ?

Esta es la más sofisticada de todas las trampas, porque se disfraza de una petición educada de permiso. ¿Dónde está la trampa? Esta pregunta crea una situación imposible. Si respondes: "No, no me ofenderé" le estás dando permiso a la otra persona para decir algo ofensivo y luego no podrás defenderte. Si respondes: "Sí, me ofenderé", parecerás una persona cerrada o demasiado sensible. En cualquier caso, pierdes. En la tradición judía existe el concepto de Lashon Hara (לשון הרע): "Lengua del mal, lengua para el mal" o "El mal hablar o lengua dañina". Los sabios enseñan que, si alguien empieza sus palabras diciendo: "No quiero hablar mal, pero puedes estar seguro de que...", lo que viene después será precisamente algo malo. Un verdadero amigo y una persona honesta no necesitan pedir permiso para ofenderte, o bien dirán lo que piensan con respeto y tacto, sin un aviso previo, o simplemente guardarán silencio.

¿Qué hacer en lugar de responder? Di: "Depende de lo que vayas a decir. Habla claro". O: "Si temes que me ofenda, quizá deberías pensar si realmente vale la pena decirlo." Esto invierte la manipulación y devuelve la responsabilidad a quien hizo la pregunta. Queridos amigos, el rabino Nahmán de Breslav decía: "Todo el mundo es un puente estrecho, y lo más importante es tener miedo. No tengas miedo de establecer límites. No tengas miedo de guardar silencio cuando una pregunta está hecha para atraparte."

La sabiduría no es solo conocimiento, también es la habilidad de protegerte de quienes quieren usar tus propias palabras contra ti. Y, recuerda: "El silencio del sabio vale más que las palabras del necio."

sábado, 7 de junio de 2025

Decálogo del buen argumentador, por Manuel Atienza

 Decálogo del buen argumentador de Manuel Atienza

1. El mejor consejo que puede darse a quien desee argumentar bien en el Derecho o en cualquier otro ámbito es prepararse bien. Picasso decía que la inspiración existe, pero tiene que pillarte trabajando. De manera semejante, la habilidad dialéctica, argumentativa, existe, pero debe pillarte preparado, conocedor del fondo del asunto. No se puede argumentar bien jurídicamente sin un buen conocimiento del Derecho, de los materiales jurídicos y de la teoría del Derecho, de los instrumentos adecuados para manejar aquellos materiales. 

2. Hay aspectos comunes a cualquier tipo de argumentación, pero también debe uno ajustarse a los rasgos peculiares de cada campo, de cada tipo de debate. Por ejemplo, lo que es apropiado para una conferencia (la exposición por extenso de una tesis) no lo es para el que participa en una mesa redonda: una buena presentación de la tesis que se desea defender en ese tipo de debate no tiene por qué ser una “miniconferencia”; lo importante, aquí, no es efectuar una exposición completa, exhaustiva, sino más bien clara, razonablemente informativa, que estimule la discusión y prepare de alguna forma para, al final, persuadir al auditorio. 

3. No se argumenta mejor por decir muchas veces lo mismo, ni por expresar con muchas palabras lo que podría decirse con muchas menos. La amplitud excesiva del discurso aumenta las probabilidades de cometer errores y corre el grave riesgo de provocar hastío en el oyente. 

4. En una discusión, en un debate racional, esforzarse porque el otro tenga razón — como alguna vez propuso Borges— parece demasiado. Pero esforzarse por entender bien lo que el otro ha dicho es una exigencia moral —en el sentido amplio de la expresión— que resulta además bastante útil como recurso retórico o dialéctico: hace más difícil que podamos ser refutados (por ejemplo, con un «yo no he dicho eso») y aumenta las probabilidades de que nuestros contendientes estén también dispuestos a entendernos bien. 

5. Cuando se argumenta en defensa de una tesis, no estar dispuesto a conceder nunca nada al adversario es una estrategia incorrecta y equivocada. Hace difícil o imposible que la discusión pueda proseguir y muestra en quien adopta esa actitud un rasgo de carácter, la tozudez, que casi nadie aprecia en los demás. No es, por tanto, un buen camino para lograr la persuasión. 

6. Cuando se argumenta con otro, uno puede tener la impresión de que los argumentos de la parte contraria funcionan como una muralla contra la que chocan una y otra vez nuestras razones. Por eso, una vez probada la solidez de esa defensa, lo más aconsejable es ver si uno puede tomar la fortaleza intentando otra vía. Esa maniobra debe hacerse sin desviar la cuestión. O sea, no se trata de disparar torcido, sino de disparar desde otro lado, cambiando la posición. 

7. La argumentación no está reñida con el sentido del humor, pero sí con la pérdida del sentido de la medida. Hay ocasiones en que no es apropiado hablar en broma (por ejemplo, del holocausto, del genocidio de un régimen militar...) y hay bromas y bromas. Para distinguir unas de otras, el mecanismo más simple y efectivo consiste en ponerse en el lugar del que tiene que soportar la broma. 

8. No se argumenta bien por hacer muchas referencias a palabras prestigiosas, autores de moda, etc. Lo que cuenta es lo que se dice y las razones que lo avalan: la calidad y fortaleza de esas razones son responsabilidad exclusiva del que argumenta. 

9. Frente a la tendencia, natural quizás en algunas culturas, a irse por las ramas no cabe otro remedio que insistir una y otra vez en ir al punto, en fijar cuidadosamente la cuestión. 

10. En cada ocasión, hay muchas maneras de argumentar mal y quizás más de una de hacerlo bien. Este (ligero) apartamiento de la regla de la multiplicidad del error y la unicidad de la verdad se debe a que en la argumentación las cuestiones de estilo son importantes. Como ocurre con los autores literarios, cada persona que argumenta tiene su estilo propio y es él el que ha de esforzarse, primero, por encontrarlo, y luego, por elaborarlo.

Argucias retóricas


Dialéctica erística o el arte de tener razón, expuesta en treinta y ocho estratagemas, es un pequeño tratado inconcluso escrito por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, basado principalmente en los Tópicos de Aristoteles. Fue publicado en 1864, póstumamente, por Julius Frauenstädt, bajo el título de Eristik (Erística). En él se enumeran treinta y ocho estratagemas retóricas engañosas, que pueden facilitar el éxito en una discusión pero que no sirven a la verdad.

La obra contiene una serie de apuntes en los que Schopenhauer recopiló treinta y ocho Kunstgriffe —"estratagemas", "ardides" o "trucos" dialécticos—, argumentaciones desleales y engañosas utilizadas en las discusiones cuando uno de los contrincantes desea que prevalezcan sus tesis u opiniones propias sobre las del adversario, aun sabiendo que éstas son absurdas o plausibles o que no lleva razón alguna en el asunto a discutir.

Para Schopenhauer, "la dialéctica erística es el arte de discutir, pero discutir de tal manera que se tenga razón tanto lícita como ilícitamente".

Las treinta y ocho estratagemas:

1.- La amplificación.

2,- El uso de homonimia.

3.- "Tomar la afirmación que ha sido formulada en modo relativo... como si lo hubiera sido en general."

4.- Mediante prosilogismos.

5.- Premisas falsas.

6.- Petición de principio.

7.- Proceder "preguntando al adversario para poder deducir de sus respuestas la verdad de nuestra afirmación."

8.- "Provocar la irritación del adversario y hacerle montar en cólera".

9.- "No establecer las preguntas en el orden requerido por la conclusión a la que se desea llegar con ellas, sino desordenadamente; el adversario no sabrá a dónde queremos ir."

10.- "Si se advierte que el adversario niega intencionadamente aquellas preguntas cuyas respuestas afirmativas podrían ser utilizadas en beneficio de nuestra tesis, hay que preguntarle lo contrario de lo que debemos haciendo como si esto fuese lo requerido para defenderla".

11.- "Si hacemos una inducción y el adversario admite como válidos los casos particulares mediante los que se prueba, no debemos preguntarle si también admitirá la verdad general que puede concluirse de aquéllos, sino que debemos introducirla a continuación como si se tratase de algo ya establecido y admitido anteriormente".

12.- "Si la conversación versa sobre un concepto general que carece de nombre propio y tiene que designarse trópicamente mediante una similitud, enseguida hemos de elegir nosotros el símil, de manera tal que sea lo más ventajoso posible para nuestra afirmación."

13.- "Para lograr que el adversario admita una tesis debemos presentarle su opuesta y darle a elegir una de las dos".

14.- Estratagema que, entre otras cosas (?), "pertenece a la fallacia non causae ut causae [engaño producido al tomar lo no fundamentado por el fundamento]."

15.- "Si hemos expuesto una tesis paradójica, pero nos encontramos en dificultades para demostrarla, presentamos al adversario otra tesis correcta, aunque no del todo evidente, para que la acepte o la refute como si de ello quisiéramos obtener la prueba; si sospechando alguna treta la rechaza, entonces lo reducimos ad absurdum [al absurdo], y triunfamos; pero si la acepta, habremos dicho entretanto algo razonable, y ya veremos cómo sigue adelante el asunto."

16.- Argumenta ad hominem o ex concessis.

17.- "Si el adversario nos amenaza con una refutación, a menudo podremos salvarnos mediante una sutil diferencia en la que antes no habíamos reparado, si es que el asunto se presta a alguna que otra ambigüedad o permite su remisión a un doble caso."

18.- Mutatio controversiae, "cambio del tema de la discusión".

19.- "Si el adversario nos solicita explícitamente alegar algo en contra de algún punto concreto de su afirmación pero no tenemos nada adecuado, tomamos el asunto de manera general y argumentamos así en su contra."

20.- "Cuando hayamos obtenido del adversario la concesión de una premisa que requeríamos, tenemos que deducir la conclusión deseada no con más preguntas, sino concluyéndola inmediatamente nosotros mismos".

21.- "Si observamos que el adversario utiliza un argumento meramente aparente o sofístico podemos anularlo sencillamente atacando su capciosidad y apariencia".

22.- "Si el adversario nos conmina a que admitamos algo de lo que inmediatamente se seguirá el problema que se debate en la discusión, nos negamos aduciendo que se trata de una petitio principii, pues tanto él como el auditorio confundirán con facilidad una tesis, que en apariencia se parece al problema."

23.- "La contradicción y la discordancia motivan la exageración de la tesis."

24.- "Uso abusivo de la deducción."

25.- Apagoge mediante una "instancia"; exemplum in contrarium.

26.- Retorsio argumenti.

27.- "Si inesperadamente el adversario se muestra irritado ante un argumento, debe utilizarse tal argumento con insistencia".

28.- Argumento ad auditores: "se arguye una observación inválida, cuya invalidez sólo reconoce el experto."

29.- Hacer diversión: "comenzar "repentinamente a hablar de otra cosa totalmente distinta como si tuviese que ver con el asunto en cuestión y constituyese un nuevo argumento en contra del adversario."

30.- "El argumentum ad verecundiam [argumento a la vergüenza]. En vez de razones se usan autoridades elegidas a la medida de los conocimientos del adversario."

31.- Declararse "fina e irónicamente incompetente".

32.- Subsumir una afirmación del adversario "bajo una categoría aborrecible con la que pueda tener alguna semejanza con la que se relaciona sin más". Ejemplos: reductio ad Hitlerum el rótulo del determinismo geográfico.

33.- Responder: "'Esto será verdad en la teoría, pero en la práctica es falso'".

34.- Evadirse "respondiendo con otra pregunta o con una respuesta esquiva o con algo que carece de relación alguna con el asunto en discusión".

35.- "En vez de influir en el intelecto con razones, se influye en la voluntad por medio de motivos".

36.- "Desconcertar y aturdir al adversario con absurda y excesiva locuacidad. Esto tiene que ver con que frecuentemente creen los hombres, al escuchar palabras huecas, que se trata de graves pensamientos", frase del Fausto de Goethe. Ejemplo: Crítica de Alan Sokal contra filósofos llamados posmodernos.

37.- "Cuando el adversario, llevando de hecho razón, ha tenido la mala suerte de elegir para su defensa una prueba inadecuada que podemos invalidar fácilmente, damos con eso todo el asunto por refutado."

38.- "Cuando se advierte que el adversario es superior y se tienen las de perder, se procede ofensiva, grosera y ultrajantemente".

II

“Estratagemas” para ganar en política; por Guadalupe Muñoz Álvarez, Académica Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, 28/07/2023

El día 28 de julio de 2023 se ha publicado en el diario La Razón, un artículo de Guadalupe Muñoz Álvarez, en el cual la autora opina que muchas veces para convencer se acude a metáforas, latiguillos, teorías de aparente racionalidad, que puedan anular o disminuir la conciencia crítica.

“ESTRATAGEMAS” PARA GANAR EN POLÍTICA

Es muy conocida la obra del filósofo Arthur Schopenhauer exponiendo 38 estratagemas “de mala fe” para atraer a posibles votantes. Mantuvo que en el ámbito político la persona que se presenta para obtener un cargo público no tiene que asegurar que pretende cumplir lo prometido. Todos los ciudadanos saben que no va a ser así. Generalmente se admiten las exageraciones y los falsos datos estadísticos. Se considera una “jugada brillante” dar la vuelta a un argumento de tal forma que signifique otra cosa distinta, presentar argumentaciones engañosas en los discursos utilizadas para intentar imponer las tesis de un planteamiento contrario.

Aristóteles, en su Dialéctica, manifestó con claridad que para ganar al adversario lo importante es señalar con insistencia sus contradicciones, resaltando cualquier argumento distinto que haya admitido o defendido con anterioridad. Lo estamos presenciando en el momento actual. Con frecuencia puede comprobarse que lo que se promete no se cumple sin gran trascendencia y numerosas son las contradicciones y errores que se exhiben sin rubor.

Muchas veces para convencer se acude a metáforas, latiguillos, teorías de aparente racionalidad, que puedan anular o disminuir la conciencia crítica. Algunas técnicas intentan convertir el argumento propuesto, ajeno a la verdad, en algo verosímil. Los ciudadanos también saben que no se ajusta a la verdad.

Los discursos se apoyan en citas importantes, casi siempre inventadas o de ambiguo contenido. Se recuerdan frases atribuidas a algún filósofo clásico, Aristóteles, Descartes o a políticos famosos como Winston Churchill, muy socorrido. Se alude también a Unamuno y a Ortega y Gasset, que adornan el contexto, aunque pueda comprobarse fácilmente la inexactitud de la cita, incluso se reproducen preciosas frases confundiendo al autor, Blas de Otero por Gil de Biedma, por ejemplo, la fecha de una obra, con la muerte de su autor.

Otra “estratagema” del orador, según este filósofo, es responder a una pregunta con otra cuestión evadiendo la respuesta y si todo falla en el debate y el oponente es superior, se pasa directamente al insulto concreto. Esta forma de debatir tiene, además, una repercusión mediática que sirve de divulgación con la profusión de redes sociales que se manejan en la actualidad. Unos seguidores se inclinan a favor y otros en contra, pero la tesis comprometida se airea, que es lo que interesa. Se contaba que al general De Gaulle le hicieron varias preguntas sobre la guerra mundial y respondió hablando de Juana de Arco.

Es también posible recurrir al insulto. Cicerón atacó incluso a ciertos grandes personajes del mundo romano, a los que llegó a calificar de profanadores de la virtud. Los políticos de hoy suelen ser menos elevados y con poco ingenio como la zafiedad de llamar “carapolla” al oponente, palabra ordinaria que en realidad desprestigia al agresor y además degrada el ambiente, o decirle a un oponente que es un “judío nazi”, una verdadera falta elemental de respeto que tendría que humillar al que lo profiere y genera un panorama deplorable.

Emmanuel Kant en su obra Crítica de la razón pura decía, que él no quería enseñar filosofía sino demostrar el arte de pensar. Eso era para él lo importante. Quien discute en estos tiempos no pretende la verdad, ni arte alguno, sino la aceptación de sus propuestas y el voto para ello. No quieren enseñar nada. La dialéctica para convencer es comparable a la esgrima y da igual quién tenga o no razón. Lo importante y práctico es “tocar” al contrario, pues de eso se trata. Es una suerte que los que reciben el mensaje tengan generalmente la libertad de inclinarse a favor de las posiciones que les parezcan éticas o se haya comprobado su eficacia. Ya se sabe que los programas electorales, “están para no cumplirse”, como reseñó una persona de gran relieve.

El aforismo de la biblia tan conocido, “la verdad os hará libres”, lo han escogido personas famosas como lema de sus profesiones, pero tiene escasa aplicación en el mundo actual. Se acepta con resignación que los políticos no respetan la verdad en asuntos importantes; dicen que van a construir una escuela y no se ocupan más; que enviarán ayudas o subvenciones que no ponen en práctica; modifican las cantidades que señalan y un recurso muy extendido es decir que los países de nuestro entorno mantienen peores estadísticas. Tristemente se difunde un aforismo simple y descorazonador: “Si no se cumple lo prometido, / no hay nada perdido”. Es este un panorama muy triste y con escasas esperanzas. Tal vez el futuro se presente con mayor honorabilidad.

Conectores en argumentación jurídica

 Conectores en la Argumentación Jurídica

El presente texto tiene como objetivo dar a conocer los conectores que se utilizan dentro de la Argumentación Jurídica. Dichos conectores no son otra cosa que palabras que sirven para hilar una idea y con ello mejorar la tarea argumentativa.

Los juristas contemporáneos han definido a los conectores de argumentos o marcadores de discurso como las unidades lingüísticas que tienen como fin guiar (de acuerdo con las distintas propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas) las inferencias que se realizan en la comunicación. De lo anterior se colige que un conector es una palabra de relación y de orientación que articula las informaciones y las argumentaciones de un texto; su objetivo es señalar de manera explícita con qué sentido van encadenándose los diferentes fragmentos oracionales del texto.

A continuación, se clasifican los distintos conectores:

1.- Conectores indicadores de una premisa o de un antecedente lógico:

Del examen anterior se advierte (u observa) que... 

Como es indicado por 

La razón es que 

Por las siguientes razones 

Se puede inferir de 

Se puede derivar de 

Se puede deducir de 

En vista de que 

Conforme a 

Dado que 

A causa de 

Porque 

Se sigue de 

Como muestra 

En ese contexto 

Bajo esa tesitura 

En ese tenor 

En tal caso 

Puesto que 

Ya que 

Como 

En tanto que 

Dado que 

Por Cuanto 

Viendo que 

A juzgar por 

2.- Conectores conclusivos o indicadores de conclusión:

Por lo tanto 

Por ende 

Así

De ahí que

En consecuencia

Por consiguiente

Se desprende que

Como resultado

Ello autoriza a concluir que

De lo que se sigue que

Luego

De lo que se concluye que 

Lo cual apunta hacia la conclusión de que

De ello resulta necesario admitir

Así es dable llegar a la conclusión de que

Consecuentemente (o consiguientemente)

Entonces 

Entonces es fuerza concluir que

De ahí que deba arribarse a la conclusión de que

3.- Conectores de reafirmación o de resumen:

En efecto

Efectivamente

Cierto es que

Ciertamente

En síntesis

En breve

Dicho en forma breve

Para terminar

En otros términos

En suma

En resumidas cuentas

En fin

Total

Después de todo

Al fin y al cabo

4.- Conectores aditivos o adicionadores de argumentos:

Asimismo (o Así mismo)

Además

También

Igualmente 

De igual manera 

De igual modo

Del mismo modo

De manera similar

De modo semejante

Adicionalmente

A mayor abundamiento

5.- Conectores organizadores o divisores de argumentos

Por una parte

Por otra parte

Por otro lado

En un aspecto

En otro aspecto

Visto como

Apreciado bajo un enfoque

A su vez

En primer lugar

Primeramente

En segundo término

Por otra parte

A su vez

Asímismo

Igualmente

De igual modo

De igual manera 

Del mismo modo

Por otra parte

En primer lugar

6.- Conectores diferenciadores o modalizadores de argumentos:

De hecho (o de facto)

De derecho (o de iure)

En realidad 

En el fondo

A decir verdad, en esencia…

7.- Conectores contraargumentativos:

Pero 

Empero

Mas 

Sin embargo

Aun así

No obstante

Con todo

Aun cuando 

Si bien 

A pesar de todo

Pese a todo

Aunque

Si bien 

Ni aun así

Antes bien

Ahora 

Ahora bien

Eso si

8.- Conectores de contraste o para contraponer argumentos:

En cambio

Por el contrario

Al contrario

De todos modos

A pesar de todo

Pese a todo

Si bien

Si bien es cierto 

Si bien es cierto que, tampoco lo es menos que…

Antes bien

De todas maneras

De todas formas

9.- Conectores de reafirmación, de síntesis o resumen:

En efecto

En breve

Dicho en forma breve

Para terminar

En otros términos

En suma

En resumidas cuentas

En fin 

Total

Después de todo

Al fin y al cabo

10.- Conectores consecutivos de causa o de conclusiones intermedias (no finales):

De manera que 

Por lo que 

Por lo tanto

Por ende

Así que 

Así pues 

De ahí que

En consecuencia

Por consiguiente 

Consecuentemente o consiguientemente

Se desprende que 

Luego

Entonces

Resulta que

A causa de 

Ya que

Como resultado se concluye que

Ello autoriza a concluir 

De lo que se sigue que 

De lo que se concluye que

Lo cual apunta hacia la conclusión de que

De ello resulta necesario admitir 

Luego entonces

Resulta que

A causa de

Por ello

Por eso

Por ese motivo

Por tal motivo

Dicho motivo

Por esa razón 

Así pues 

Pues

Por tanto

Puesto que

Lo cual prueba que

Por esta razón

De ello puede inferirse que

Lo cual significa que

Lo cual permite (o autoriza a) inferir que

Se advierte u observa que

Entonces es fuerza concluir que

De ahí que deba arribarse a la conclusión de que

Lo cual muestra (o prueba) que

Luego resulta necesario dejar establecido que…

11.- Conectores ejemplificativos o de ejemplificación:

Es decir

Por ejemplo

En otras palabras 

Como si

Como

12.- Conectores reformuladores rectificativos:

Mejor dicho

Más bien 

Dígase que

Aclárase que 

Es de aclararse que

13.- Conectores reformuladores explicativos:

O sea 

Es decir

Esto es

A saber

Dicho en otras palabras

O en otros términos significa que