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sábado, 29 de noviembre de 2025

Entrevista a Gary Stevenson, economista defensor de elevar impuestos a los ricos

 Gary Stevenson: “La izquierda tiene un problema en cómo concibe a los hombres jóvenes”, en El País, por Xavi Sancho, 29 nov 2025:

Abandonó su exitosa carrera como corredor de divisas cuando entendió que desde su posición ayudaba a hacer más desigual el sistema económico global. Lo narró en sus memorias, ‘El juego del dinero’, y hoy es una de las más destacadas voces a favor del aumento de los impuestos a los más ricos.

Gary Stevenson nació hace 39 años en Ilford, uno de esos barrios obreros del este de Londres cuyo cielo se ensombrece por el perfil de los rascacielos de la City, a cuyas calles los niños de estas zonas solo sueñan con ir a repartir comida o a vender cosas ilegales. Entró a trabajar como trader en Citibank en 2008 con apenas 22 años gracias a un enorme talento para las matemáticas y una ambición casi igual de grande. En pocos años se convirtió en uno de los empleados más rentables (según él, el que más dinero generaba para su banco en el mundo) desde su puesto en la compra y venta en divisas.

Pero apenas cinco años después se hallaba deprimido y al borde del colapso en la otra punta del mundo. Le habían trasladado a Japón y su única ambición, como narraría más tarde en su best seller El juego del dinero (Península), era forzar su despido. Una noche le llevaron a un karaoke. Salió a cantar con desgana. Terminó. Se sentó. Entonces, se le acercó un veterano japonés de su compañía y le comentó que no es que cantara mal, ni siquiera que estuviera triste, sino que no entendía la naturaleza del karaoke. “Me dijo: ‘No se trata de cantar bien, sino de que tus invitados se diviertan”, recuerda Stevenson en la terraza del Yurt Café, a escasos metros de la casa que se compró en Limehouse —muy cerca de donde nació y desde la que se ve la torre de Citigroup— con parte del dinero que amasó apostando a favor del colapso del sistema económico global.

"Nos han intentado convencer de forma torticera de que es un debate entre vivienda asequible o derechos trans. Eso es una idiotez", afirma Stevenson.

“Una de las mejores cosas de una sociedad como la japonesa es que la gente se pasa mucho tiempo pensando en los demás. Y si se preocupan por ti, puedes pasar menos tiempo preocupándote por ti mismo. El egoísmo no lleva a la felicidad, debes preocuparte menos por si cantas bien o mal. Pero no soy Buda, soy igual de gilipollas que todos. Simplemente, he decidido consagrar mi vida a una misión”, explica. Esa misión es concienciar a la población de la necesidad de subir los impuestos a los más ricos. Stevenson quiere acabar con la desigualdad, porque está convencido de que, si eso se repara, el resto vendrá después.

Todo empezó con unos rudimentarios vídeos en YouTube hace cinco años, pero no fue hasta que en febrero de 2024 Penguin publicó su libro de memorias cuando la figura de aquel tipo rapado al tres, con tendencia a vestir como si fuera al gimnasio (o estuviera a punto de pedirte papel de fumar en algún parque) y con un marcado acento de clase obrera, empezó a llamar la atención del público y del establishment británicos. Un hooligan ilustrado. Financial Times publicó un largo artículo buscando desmentir la idea de que Stevenson fue el mejor trader del mundo, no fuera a ser que alguien se tomara en serio el resto de su discurso.

El libro fue número uno en el Reino Unido (en 2025 lo ha sido durante 11 semanas) y se publicó en 13 países. Pronto será una película y aquel rudimentario canal de YouTube cuenta hoy con 1,5 millones de suscriptores. Hace un mes, Stevenson paró para irse de vacaciones a Italia. Al cabo de dos semanas volvió para anunciar que cancelaba las vacaciones porque iba a producir un documental sobre impuestos para Channel 4. La mañana después de la entrevista (a finales de septiembre), aparecerá en el podcast de Zack Polanski, el flamante nuevo líder de los Verdes británicos. Allí anunciará el final de una era, de una idea de sociedad que afirma que ha colapsado. “El que tenga la propuesta más ruidosa ganará. Y ahora mismo está claro quién la tiene: Nigel Farage [líder del ultraderechista Reform UK] y los demás de su estirpe alrededor del mundo”.

Gary Stevenson se manifiesta como una nueva voz dentro de la izquierda, una conectada con la clase obrera, blanca y masculina, que ha decidido centrar su discurso solo en la desigualdad y la economía, algo que, como era de esperar, le ha granjeado algunas críticas. “Yo sé de economía. Conozco mi tema y me niego a hablar de cosas que no son mi tema. Mira, te llaman primero para hablar de lo tuyo; luego, si funciona, te llaman para ir a plató a las siete de la mañana, sentarte en un sofá y comentar 10 noticias. Lo hice una vez, otra… y dije que no lo hacía más. Cuando voy a las noticias y me toca hablar de derechos trans, inmigrantes o la familia real, eso empequeñece que soy un experto en economía, en esa cosa concreta. Y no quiero que mi discurso se diluya porque prácticamente soy el único que trata estos temas. Pero que me centre en la desigualdad no significa que no crea que el cambio climático es importante. Es solo que de eso sé menos”, afirma, y añade: “Nos han intentado convencer de forma torticera de que es un debate entre vivienda asequible o derechos trans. Eso es una idiotez. La verdad es que la vida es dura para hombres y para mujeres y hay que entender por qué son infelices todos. Hay mucha gente infeliz que quiere un cambio. Y la extrema derecha no va a mejorar la vida de nadie. Estamos jodidos porque van a votar a quien va a empeorar sus vidas y eso hay que cambiarlo ya. La izquierda debe dejar de hablar de votantes de Trump y empezar a escuchar a los votantes de Trump”.

Esta propuesta le ha valido en las últimas semanas un aluvión de críticas de individuos que se alinean con sus ideales económicos pero que no están dispuestos a acercarse a un segmento de la población supuestamente machista, racista y xenófobo con el fin de frenar la subida al poder de un partido machista, racista y xenófobo. Pero en la cosmovisión de Stevenson esto tiene sentido. Al final, todo surge de nuestro mayor o menor bienestar económico, incluso nuestras ideas más perversas e intransigentes.

Lo mismo que hace a Stevenson incómodo le hace especial. Exuda una masculinidad alfa desde las primeras páginas de su libro, concebido como una mezcla entre Uno de los nuestros y El lobo de Wall Street, dos filmes cuyo mensaje ha sido subvertido hasta convertirse en biblias fundacionales de la estirpe criptobro. Proclama que la esencia de su discurso es que tiene razón. Y no se explica aún por qué ningún partido político no ha contado con sus servicios. Hay una petulancia en su puesta en escena que resulta tremendamente contracultural con la esencia que se le supone al progresismo actual. “Alguien me dijo el otro día en una charla en Newcastle que el problema de la izquierda es que no llegaba a los hombres jóvenes. Creo que los hombres jóvenes en ciertos espacios de la izquierda sienten que no son bienvenidos. Me ha pasado a mí. Es jodido, pero es verdad. Hay una especie de racismo. Yo nunca quise tener a los hombres jóvenes como público mayoritario, aunque es verdad que muchos hallan un espacio en mi canal. Y esto viene de que la izquierda tiene un problema en cómo concibe a los hombres jóvenes. No ganan dinero y en la izquierda no los aceptan. Entonces llegan Reform, o Vox, o Chega, y les dicen: ‘Aquí sí os queremos”.

A quienes afirma recoger él en su canal de YouTube es a muchos de esos chavales que han crecido adorando a multimillonarios como Elon Musk, para quienes el único símbolo de estatus, casi el único bien cultural que queda en pie en el siglo XXI, es el dinero. “Con 18 años puedes creer que serás billonario de mayor. Pero si a los 26 aún lo crees, es que tienes un problema. Soy poco popular entre la gente de menos de 26. Eso sí, me va muy bien con los que ya se han dado cuenta de que este juego está trucado, que no vas a ganar”.

Otro elemento que provoca que Stevenson se perciba con cierta discordancia dentro del ecosistema progresista actual es su forma de navegar nuestra relación con el pasado, su ubicación en el debate de si estamos mejor o peor que nuestros padres. El inglés siente nostalgia, pero no de aquellos veranos en el pueblo de los abuelos, ni de la supuesta sinceridad de una vida sin fines de semana patrocinados por Ryanair ni suscripciones a Netflix y Uber Eats. Lo que añora es un sistema impositivo que, afirma, era más justo. “Miro a la generación de mi padre y creo que la mayoría no estaba para nada obsesionada con el dinero. Para ellos, lo importante era el trabajo. Trabajas duro y mantienes a tu familia. Ahora trabajas duro y no ganas dinero. Te están diciendo que si no logras ganar mucho dinero eres un fracasado, pero la verdad es que, sin dinero familiar, sin conexiones, es complicadísimo hacerse rico. Debemos comunicar urgentemente que la verdad del asunto es que la mayoría del dinero hoy se basa en lo que heredes. Si se entiende esto tal vez se pare de juzgar a los demás y a uno mismo por lo que gana. Y ahí, volviendo al asunto de los hombres, esto de no ganar provoca más frustración entre ellos, y es una de las grandes causas de las crisis de las masculinidades que vivimos. Hombres y mujeres reciben el mensaje de que si no se hacen ricos son una mierda. La diferencia es que los hombres lo llevan peor”, sentencia.

En febrero de este año acudió al programa de Piers Morgan, ruidoso comunicador de la derecha anglosajona que fue editor de News of the World o el Daily Mirror. Allí debía debatir con el comentarista conservador Dave Rubin, célebre por acuñar el término “izquierda regresiva”. Recuerda el autor de El juego del dinero que la emisión iba con retraso y que estuvo una hora en el camerino viendo el programa y tratando de entender qué tipo de trampas les tendían a los activistas de izquierdas que iban desfilando por el plató siendo ninguneados, cuando no ridiculizados. Tal vez a estos no les importaba entrar en conflicto o padecer las chanzas de Morgan porque entendían que ese no era su público, que su única labor allí era performativa. Cuando volvieran a su círculo, ellos también se echarían unas risas con lo acontecido en el plató.

Pero Stevenson no iba a hacer eso. “Siempre buscan activistas de izquierdas que encajen en su estereotipada idea de lo que es eso, alguien con el pelo azul, transexual… Y buscan enfadarlo y llevarlo a decir algo escandaloso que haga que su público se indigne. Luego ellos pueden decir: ‘Mira, la izquierda es así’. Y eso les es muy fácil porque hay muchos activistas que caen en esa trampa. Así que pensé: voy a escuchar y no caeré en su juego. Me preguntaron si me gustaba Trump, respondí que no lo conocía en persona; luego, que si me gustaba Musk, lo mismo, no tengo el placer… Al final, les dije que todos en esa mesa éramos millonarios y que el mundo sería un lugar mejor si pagábamos más impuestos. Creo que no les gustó que me metiera en el mismo grupo que ellos, pero no fueron capaces de contradecirme”, recuerda el autor, que es miembro en su Reino Unido natal del grupo Patriotic Millionaires, formado por ricos que quieren pagar más impuestos.

De su exposición al establishment mediático salió reforzado. En cambio, de momento sus intentos por adosarse a algún proyecto político desde el que imponer su agenda han sido menos exitosos -aunque cada vez se encuentra más cerca de los Verdes de Polanski, que se están disparando en las encuestas-. Le duele que, antes de escribir el libro, le ningunearan en el laborismo y, en cambio, una gran corporación como Penguin sí apostara por él y le diera un cuantioso adelanto, aunque el libro fuera, en esencia, la historia de un tipo que entra en el sistema financiero global y descubre que lo mejor que se puede hacer con todo eso es destruirlo.

Hasta hoy, afirma que nadie en el laborismo del premier británico, Keir Starmer, le ha llamado, y aunque está convencido de que una revolución interna cambiará el liderazgo del partido el próximo año, sus esperanzas allí ya son prácticamente inexistentes. “Nada va a funcionar si siguen jugando a ser sensibles y sensatos. Eso ya no vale. Desafortunadamente, para la izquierda moderada del mundo es más natural comprar el marco de la derecha que el de la gente que está a su izquierda. Mira, toda esta mierda de crecer, crecer, crecer, ya no se la cree nadie. ¿De dónde sale el dinero? Ya no hay tiempo. Todo se fue al carajo en la covid, cuando sabíamos que los gobiernos iban a tener que soltar mucho dinero, trillones, pero no nos preocupamos de en manos de quiénes iba a terminar. Nos encaminábamos hacia un mundo tremendamente desigual, pero eso lo aceleró todo. Esta desigualdad conlleva un freno a la movilidad social, lo que significa que esta sociedad ya no es capaz de colocar a la mejor gente en los mejores puestos de trabajo. Hoy no hay ninguna conexión entre lo inteligente que puedas ser y lo lejos que eso te pueda llevar. Estamos manejados por idiotas que han llegado a donde están por tener padres ricos. Así debió de colapsar el Imperio Romano”, sentencia Stevenson, quien tiene una cruzada personal en contra de los economistas desde que fue a Oxford a estudiar un máster, trató de debatir con algunos y la cosa salió regular. “La economía ha fracasado, y los economistas están evitando que hablemos de eso. No quieren que pase nada nuevo, y yo traigo ideas nuevas…, eso sí, ojo, Milei también”.

Algunos creen que es casi ya mejor dejar que ganen los Mileis de la vida, que arda todo…

¿Y cómo está yendo esa idea en Argentina? Como una mierda, así te lo digo. No soy experto en Milei, pero la verdad es que ver a esta gente caer no es suficiente. No vale con ver a tu enemigo inmolarse si tú no tienes un discurso que dar ante su caída.

¿Qué es lo que más teme de un gobierno de extrema derecha?

La extrema derecha tiene solo un espacio hacia el que moverse: más hacia la derecha. Siempre tienen una enorme retahíla de gente y entidades a las que culpar de todo: las universidades, los inmigrantes, las feministas, los medios de comunicación. Juegas con gran ventaja cuando puedes culpar casi a cualquiera de lo que está mal. Farage dice que va a frenar la entrada de refugiados, pero eso obviamente no va a mejorar la economía. Entonces, ¿qué hará cuando vea que nada va a mejor? Pues dirá que el problema real es la inmigración ilegal. Después, va a empezar a deportar a gente. Cuando el centro fracasa, como lo ha hecho, colapsa porque no tiene adónde ir. En cambio, la derecha siempre puede ir un poco más a la derecha. Ahí siempre hay más sitio.

¿Es esto lo que está pasando ahora mismo con la Administración de Trump?

Obvio, es mucho más radical que en 2016. Mi esperanza es que podamos usar a Trump. Lo que hay que ver es que el estándar de vida en EE UU no mejora y entender que, si Trump no lo consigue, la extrema derecha no lo logrará tampoco en Europa. El problema es que aquí no nos comunican que los estándares de vida en EE UU están desplomándose. Trump es nuestra oportunidad de señalar que la extrema derecha no mejora la vida de la gente. Pero no estamos construyendo ni el discurso ni la alternativa.

Tal vez porque aún no entendemos la globalidad de estas cosas. Uno piensa que los problemas de vivienda son peculiares en su territorio. En cambio, viendo su vídeo sobre vivienda en el Reino Unido, los paralelismos con España asustan.

Es muy curioso esto, porque en todas partes hay una crisis de vivienda y cada uno piensa que la suya es especial y única. No lo es. Lo que pasa es que hay una masiva compra de bienes global, porque ¿qué hacen los ricos? Compran y hacen que los precios suban. El problema es que tú no puedes competir con ellos por la compra de nada, incluida una casa, claro. Los más ricos no van a vivir en mil casas, pero pueden comprar mil casas.

¿Se arrepiente de no haber seguido su carrera como rapero?

No, era muy malo. Mi hermana es la buena. Esto se me da mucho mejor.

miércoles, 26 de noviembre de 2025

Byung-Chul Han explica por qué el capitalismo necesita líderes idiotas en el poder

¿Por qué el capitalismo siempre coloca líderes idiotas en el poder?  Byung-Chul Han

 [Transcrito y corregido de Youtube]

 El mundo está dirigido por personas que en cualquier otra profesión habrían sido despedidas en su primera semana. Para operar en un quirófano necesitas una década de formación. Para pilotar un avión comercial, miles de horas de práctica supervisada. Para reparar un sistema eléctrico, certificaciones que demuestren que no matarás a nadie por negligencia. Pero, para controlar arsenales nucleares, firmar órdenes de movilización que envían a miles de personas a morir, o decidir qué industrias quiebran y cuáles reciben rescates multimillonarios, solo necesitas una cosa, saber aparecer en una pantalla. 

Un comediante ucraniano que interpretaba a un presidente en una serie de televisión ahora firma decretos que determinan si habrá guerra o paz. Un magnate estadounidense cuya única experiencia administrativa real fue despedir participantes en un reality show controló durante cuatro años los códigos nucleares de la mayor potencia militar del planeta.

No son anomalías, son el estándar. Y lo más inquietante no es que hayan llegado, es que mientras estaban ahí, el mundo siguió funcionando. Las bolsas subieron, los bancos operaron, las corporaciones se expandieron como si la figura en la pantalla fuera completamente prescindible para el funcionamiento real del poder. Hay un sentimiento que recorre las sociedades contemporáneas, una angustia que no siempre se nombra, pero que todos reconocemos.

La sensación de que no hay ningún adulto en la sala; de que las decisiones que determinan si viviremos en paz o en crisis están en manos de personajes que parecen protagonistas de una sátira, no estadistas capacitados para gobernar... ¿Cómo llegamos hasta aquí? Esa es la pregunta equivocada. La pregunta correcta es, ¿para qué los necesitan?

La narrativa oficial es tranquilizadora. Los idiotas llegaron al poder porque las masas fueron manipuladas. Las redes sociales envenenaron el debate público. Los algoritmos crearon burbujas de desinformación. El populismo explotó el resentimiento de los perdedores de la globalización. La democracia, ese experimento frágil, finalmente mostró su defecto fatal: confiar en el criterio de personas no preparadas para tomar decisiones complejas. 

Esta explicación tiene la virtud de ser coherente y la desgracia de ser completamente insuficiente, porque trata el fenómeno como una anomalía, como un virus que infectó un sistema previamente sano, como si antes de Trump, antes de Zelenski, antes del desfile de bufones mediáticos que ocupan los más altos cargos, el poder hubiera estado en manos de mentes brillantes tomando decisiones racionales en favor del bien común, como si este fuera el desvío y no la consolidación de algo que llevaba décadas gestándose. La teoría de la manipulación de masas tiene un problema estructural. Asume que existe un votante ideal, racional, informado, que fue corrompido por fuerzas externas. Pero ese votante nunca existió. Nunca votamos por competencia técnica.

Siempre votamos por narrativa, por identidad, por el líder que nos hace sentir algo. Lo que cambió no fue el electorado, fue que el sistema dejó de necesitar disimular.

Antes, los actores del poder necesitaban mantener la ilusión de que la política importaba. Necesitaban líderes que al menos aparentaran entender economía, geopolítica, administración pública.

Hoy esa pantalla cayó y lo que quedó expuesto no es el caos. Es una máquina funcionando con perfecta eficiencia, pero sin conductor. Estos líderes no son errores del sistema, son el producto final, no son la enfermedad, son el síntoma de un cuerpo que ya aprendió a funcionar sin cerebro. Y la pregunta que deberíamos hacernos no es cómo detener la invasión de los incompetentes, sino por qué un sistema que se jacta de ser meritocrático, eficiente y racional los prefiere exactamente así: visibles, ruidosos y completamente prescindibles para las decisiones que realmente importan. Para entender por qué los prefiere así, necesitamos nombrar lo que está ocurriendo. Los griegos tenían una palabra para esto, caquistocracia, el gobierno de los peores, de los menos calificados, de aquellos cuya única virtud es no tener vergüenza suficiente para rechazar el cargo. Pero caquistocracia suena a decadencia, a colapso, a final de ciclo.

Y lo que estamos presenciando no es el final de nada, es la culminación de un diseño. El capitalismo financiero contemporáneo operó una escisión que pocos advierten. Separó la autoridad escénica del poder administrativo. El líder que aparece en la pantalla y el poder que toma las decisiones reales ya no son la misma entidad. El presidente gesticula, twitea, genera controversia, ocupa todos los titulares. Mientras tanto, la burocracia permanente, los bancos centrales, las corporaciones multinacionales, los fondos de inversión que controlan infraestructuras críticas operan en un silencio absoluto, sin cámaras, sin escrutinio, sin resistencia. El líder mediático funciona como un pararrayos. Atrae toda la electricidad de la indignación popular hacia su figura.

Las marchas, los hashtags, las columnas de opinión, los memes, los debates familiares, todo se consume discutiendo su último escándalo, su última declaración aberrante, su incompetencia evidente. Y mientras esa tormenta descarga su furia sobre él, la estructura de la casa permanece intacta.

Nadie está cuestionando quién redacta las leyes de desregulación financiera. Nadie está vigilando qué corporación acaba de comprar el sistema de agua potable de tu ciudad. Nadie está siguiendo el dinero. Guy Debord escribió en 1967 que, en la sociedad del espectáculo, todo lo que era vivido directamente se ha convertido en representación.

No estaba prediciendo el futuro, estaba describiendo el mecanismo que haría inevitable esta realidad. La política dejó de ser el ejercicio del poder y se convirtió en la representación del poder. El líder dejó de ser quien gobierna y se convirtió en quien aparenta gobernar. El voto dejó de ser un acto cívico y se convirtió en un acto de consumo de imagen. Por eso Trump y Zelenski no son anomalías, son la lógica llevada a su conclusión natural. Trump transformó la Casa Blanca en un plató de televisión porque entendió que eso era exactamente lo que se esperaba de él. No llegó a Washington para cambiar el sistema, llegó para ser su entertainer en jefe. Su función no era gobernar, era mantener el show. Cada tweet polémico, cada declaración escandalosa, cada controversia fabricada cumplía el mismo propósito. Mantener todas las miradas fijas en él, mientras detrás del escenario quienes realmente importaban hacían su trabajo sin interferencias. Desmontó regulaciones ambientales, firmó recortes fiscales para corporaciones, nombró jueces que alterarían leyes por décadas. Pero lo que el público recuerda son sus peleas con celebridades y sus errores ortográficos en redes sociales.

Zelenski es aún más revelador. Interpretaba a un profesor de historia que, harto de la corrupción política, se convertía en presidente de Ucrania en una serie de televisión llamada Servidor del Pueblo.

La serie tuvo tanto éxito que creó un partido político con el mismo nombre y ganó las elecciones. El pueblo no votó por un programa de gobierno; votó por la ficción, esperando que se hiciera realidad. Jean Baudrillard llamó a esto el simulacro, el momento en que la copia sustituye al original, en que la imagen importa más que la sustancia. Zelenski no fue elegido a pesar de ser actor. Fue elegido precisamente porque ya había interpretado el papel. La realidad política había muerto. Lo que quedó fue el casting. Pero aquí está la parte que incomoda: esto funciona. Funciona porque el sistema económico global ya no necesita líderes competentes. Necesita gestores de emociones colectivas.

Necesita a alguien que sepa leer un prompter, que genere engagement, que mantenga a la audiencia entretenida; mientras la economía sigue operando en piloto automático. Los bancos centrales ya tienen sus fórmulas. Las corporaciones ya tienen sus lobbies. Los tratados comerciales ya están negociados por tecnócratas que nunca aparecerán en un debate televisado. El presidente es la mascota del sistema, no su cerebro. Y lo más aterrador es que el mercado financiero no solo tolera esta dinámica, la prefiere. Un líder que gasta toda su energía política en guerras culturales y polémicas de redes sociales es un líder que no está interfiriendo con lo que realmente importa. La acumulación de capital.

Ladra mucho, muerde poco, o mejor dicho, ladra tanto que la audiencia no nota que ya no tiene dientes. La consecuencia de esta dinámica no es el caos, es algo peor, la normalización. Nos acostumbramos a que la política sea entretenimiento, a consumir noticias como quien consume una serie de televisión, esperando el próximo giro argumental, el próximo escándalo, la próxima temporada.

El electorado, entrenado por algoritmos que premian la novedad y el shock, ya no vota por programas de gobierno, vota por arcos narrativos, por el candidato que ofrece la historia más emocionante, no el plan más coherente. Esto ha reconfigurado por completo lo que significa ganar en política. Ya no ganas por tener las mejores ideas, ganas por tener la mejor presencia escénica, por saber cuándo gritar, cuándo susurrar. ¿Cuándo generar indignación y cuándo fingir empatía? La campaña electoral dejó de ser un debate de propuestas y se convirtió en una audición para protagonista de un drama colectivo. Y cuando el líder finalmente llega al poder, el guion sigue escribiéndose con la misma lógica. Cada decisión se mide por su impacto mediático, no por su efectividad administrativa.

Cada crisis se gestiona pensando en cómo se verá en los titulares, no en cómo se resolverá en la práctica. Gobernar se volvió indistinguible de actuar. Frente a esto emergen las soluciones de siempre. Necesitamos líderes más educados, dicen algunos. Debemos regular las redes sociales, proponen otros. La respuesta es más democracia directa, más participación ciudadana, insisten los optimistas.

Todas estas propuestas tienen algo en común: son completamente inútiles, no porque sean malintencionadas, sino porque no atacan la raíz. Puedes exigir que los candidatos tengan doctorados, pero, si el sistema sigue premiando la capacidad de generar titulares por encima de la capacidad de gobernar, solo conseguirás idiotas con diplomas. Puedes regular las redes sociales hasta el autoritarismo, pero, si la televisión, la radio y los periódicos ya llevan décadas convirtiendo la política en espectáculo, solo estarás cerrando una ventana mientras todas las puertas permanecen abiertas.

Puedes multiplicar los referendums y las consultas populares, pero, si el votante sigue consumiendo política como entretenimiento, solo estarás democratizando el circo, no desmontándolo. El problema no es quién está en el escenario, el problema es que exista un escenario. El problema no es que el actor sea malo, es que estemos buscando actores cuando necesitaríamos ingenieros. Y, sobre todo, el problema es que hemos dejado de preguntarnos si acaso necesitamos ese escenario, si el protagonista que tanto miramos tiene algún poder real o si lo que llamamos democracia no es más que el derecho a elegir qué máscara usará el siguiente decorado de un sistema que ya decidió hacia dónde va. Ahora podemos ver lo que estaba oculto a plena luz. La idiotez no es estupidez, es camuflaje. La incompetencia del líder no es un defecto que el sistema tolera, es una funcionalidad que el sistema necesita.

Porque un líder que parece ridículo desarma cualquier crítica seria antes de que llegue a las estructuras reales. Nos pasamos años riéndonos de los errores ortográficos de Trump, de sus exabruptos, de su estética de millonario de telenovela. Mientras tanto, ¿quién estaba revisando los contratos de reconstrucción? ¿Quién seguía el dinero de los rescates bancarios? ¿Quién vigilaba las leyes que permitieron la mayor transferencia de riqueza hacia arriba en décadas? 

Nadie, porque estábamos ocupados compartiendo memes. La futilidad es la armadura perfecta para la impunidad. Cada escándalo del líder histriónico drena toda la energía crítica del público hacia su figura. Mientras nadie pregunta quién escribió la legislación que desreguló las finanzas, qué corporación privatizó un servicio público o dónde están las cuentas offshore de quienes realmente deciden, Zelenski llegó como el outsider que enfrentaría a las élites, pero los oligarcas que controlaban Ucrania antes de su elección siguieron controlándola después. Las mismas redes de poder, los mismos intereses. Solo cambió la cara en la pantalla, solo cambió el actor encargado de absorber la frustración popular mientras el guion permanecíai ntacto. El sistema no necesita líderes brillantes porque los líderes brillantes son peligrosos. Un estadista con visión real puede cuestionar el orden establecido, pero un comediante, un magnate de reality shows, un personaje que solo entiende de trending topics, es perfectamente inofensivo. No puede amenazar lo que no comprende, no puede desmantelar lo que ni siquiera sabe que existe. Por eso, el capitalismo financiero prefiere gobernantes que provengan del entretenimiento, no a pesar de su falta de experiencia política, sino exactamente gracias a ella. Su única función es mantener el espectáculo en marcha, absorber la insatisfacción colectiva y renovar cada 4 años la ilusión de que algo puede cambiar. El sistema no colocó a un payaso en el trono por equivocación: necesitaba un circo para que nadie notara que el trono en realidad está vacío. Entonces, ¿qué hacemos con esta revelación?

La primera respuesta instintiva es buscar un líder mejor, alguien más preparado, más honesto, más capaz. Pero ya vimos que esa solución no toca la raíz. El problema no es la calidad del actor, es la existencia del teatro. La alternativa real no es política en el sentido tradicional, es perceptiva. Es un cambio radical en donde colocamos nuestra atención, llamémoslo el asetismo de la atención; retirar deliberadamente nuestra mirada del escenario y dirigirla hacia los bastidores. Dejar de consumir política como si fuera entretenimiento. Dejar de reaccionar a cada declaración escandalosa, a cada tweet polémico, a cada controversia fabricada. Porque cada segundo que invertimos discutiendo al payaso es un segundo que no estamos vigilando quién está moviendo los hilos, quién financia realmente las campañas, qué corporaciones redactan los proyectos de ley que los legisladores solo firman.

¿Qué fondos de inversión controlan la infraestructura crítica de tu ciudad? ¿Quién se benefició del último rescate financiero? Esas preguntas no generan memes, no se vuelven virales, no alimentan el ciclo del espectáculo y precisamente por eso son las únicas que importan. La solución no es cambiar al líder, es dejar de mirarlo. Tal vez lo más revolucionario que podemos hacer en este momento no sea marchar ni votar diferente, ni compartir el próximo hashtag indignado. Tal vez sea algo mucho más simple y más difícil, negarnos a seguir el guion. Negarnos a consumir el escándalo del día, negarnos a alimentar con nuestra atención el único recurso que el espectáculo necesita para perpetuarse.

Porque, si hay algo que este sistema no soporta, es el silencio. Y nada aterra más al circo que una audiencia que se levanta y se va. Si este análisis cambió tu forma de ver el poder, si ahora puedes nombrar lo que antes solo sentías como malestar difuso, escribe en los comentarios.

Ya no miro el escenario. Es una marca de lucidez compartida, una forma de reconocernos entre quienes dejamos de aplaudir el circo para empezar a vigilar la caja fuerte. 

Volvamos al inicio, pero con otros ojos. El mundo está dirigido por personas que, en cualquier otra profesión, habrían sido despedidas en su primera semana. Esa frase, que al principio sonaba como denuncia, ahora revela su verdadera naturaleza. No es una falla: es el diseño perfecto para un sistema que ya no necesita conductores, porque lo que llamamos incompetencia es, en realidad, la cualificación exacta para el cargo. El líder idiota no está ahí para tomar decisiones, está ahí para simular que alguien las está tomando. No está ahí para gobernar, está ahí para que creamos que todavía existe algo llamado gobierno. Su función no es dirigir la máquina, es distraernos del hecho de que la máquina ya no tiene volante. Esta es la orfandad política que mencionamos, ese terror existencial de descubrir que no hay ningún adulto en la sala. Pero ahora podemos reformular esa angustia. No es que no haya adultos, es que dejamos de necesitarlos.

El capitalismo financiero llegó a un punto de automatización tan completo que el liderazgo humano se volvió decorativo. Los algoritmos de trading mueven mercados. Los bancos centrales aplican fórmulas predeterminadas. Las corporaciones ejecutan planes estratégicos diseñados por consultoras que nadie eligió. El sistema opera en piloto automático, y el líder es simplemente la interfaz humana de un mecanismo que ya decidió su propio rumbo. Trump nunca tuvo el poder que aparentaba tener. Zelenski nunca controló lo que decía controlar, no porque fueran débiles, sino porque elpoder ya no reside donde solía residir.

igró, se dispersó, se volvió difuso, técnico, administrativo, se escondió en cláusulas de tratados comerciales, en decisiones de juntas directivas, en algoritmos que determinan qué ves, qué compras, qué piensas. Y aquí está la gran ironía. Mientras nos obsesionamos con el idiota en el trono, con su incompetencia evidente, con sus declaraciones absurdas, el verdadero poder celebra. Porque cada minuto que dedicamos a indignarnos por lo que el líder dijo, es un minuto que no dedicamos a cuestionar por qué las grandes corporaciones no pagan impuestos. ¿Por qué los salarios no crecen mientras las ganancias corporativas explotan? ¿Por qué cada crisis financiera termina con rescates para los bancos y austeridad para el resto? El idiota es el escudo perfecto.

Mientras exista, mientras ocupe la pantalla, mientras monopolice nuestra atención y nuestra rabia, el sistema real puede operar sin resistencia, sin cuestionamientos, sin amenaza de transformación, pero ahora lo sabemos. Y saber cambia todo, porque una vez que ves el mecanismo, no puedes dejar de verlo.

Una vez que entiendes que el escándalo del día es una cortina de humo, que ell íder ruidoso es una distracción funcional, que tu indignación está siendo administrada como un recurso más, ya no puedes participar del juego con la misma inocencia.

El poder no está donde nos dijeron que estaba. Y esa revelación, por más incómoda que sea, es también liberadora. Porque si el trono está vacío, si el líder es un decorado, entonces nuestra energía política no debería gastarse en cambiar la decoración, debería invertirse en desmantelar el teatro completo. ¿Has sentido esa transformación? ¿Ese momento en que dejas de discutir lo que dijo el político y empiezas a preguntar quién le escribió el discurso? Comparte en los comentarios en qué momento dejaste de mirar el escenario y empezaste a buscar los cables. Esas experiencias de despertar colectivo construyen el mapa que todos necesitamos. Hay una verdad que atraviesa todo lo que hemos analizado. Una verdad tan simple que resulta obscena.

El sistema no se equivocó al colocar a un payaso en el trono. El sistema necesitaba un circo para que nadie notara que el trono en realidad está vacío. Durante décadas nos vendieron la idea de que la democracia era el gobierno del pueblo, que nuestro voto importaba y quizás alguna vez fue verdad. Pero ese tiempo terminó. Lo que tenemos ahora es una simulación tan perfecta que nos cuesta aceptar que es simulación. Un teatro tan bien montado que seguimos comprando entradas, aunque ya sepamos que los actores no escriben el guion, que el decorado es cartón pintado, que la obra se representa para mantenernos en la butaca, mientras en otro edificio, sin cámaras ni audiencia, se toman las decisiones reales. El verdadero poder no necesita aplausos, necesita silencio, y nada genera más ruido que un idiota al mando. Mientras discutimos si el líder es fascista o incompetente, mientras compartimos indignados su última barbaridad, el sistema que lo colocó ahí sigue acumulando,  concentrando, extrayendo, sin freno, sin oposición, sin que siquiera sepamos sus nombres, pero ahora tú lo sabes y eso te convierte en un problema para el espectáculo, porque el espectáculo solo funciona si la audiencia cree en él. El día que dejemos de aplaudir, el día que dejemos de consumir el escándalo del día, el día que dirijamos nuestra atención hacia donde realmente duele, el circo colapsa. Desaprender eso es un acto de resistencia. Negarse a seguir el guion, a consumir la indignación programada, a invertir energía emocional en peleas diseñadas para agotarnos es sabotear el único recurso que el sistema necesita: nuestra atención. Tal vez la revolución no sea tomar el poder. Tal vez sea dejar de mirarlo donde nos dijeron que estaba y empezar a buscarlo donde realmente opera. Tal vez sea entender que el enemigo no es el idiota en el trono, sino el mecanismo que hace que el trono no importe. Tal vez sea aprender a vivir sin esperar al líder correcto, al partido correcto, a la elección correcta. Asumir que, si queremos transformar algo, tendremos que hacerlo sin pedir permiso al espectáculo, porque el espectáculo nunca dará permiso para su propia abolición. Esta no es una conclusión, es una apertura, un punto de partida para mirar de otra forma, para dejar de ser audiencia y empezar a hacer otra cosa. Algo que se reconoce en la lucidez compartida de quienes ya no aplauden. El circo seguirá, pero no necesitas quedarte en la función.

sábado, 15 de noviembre de 2025

La crítica contra la partitocracia de Simone Weil, por Enric Gel

 Los conflictos entre la filosofía y la política, por Enric Gel, en su programa de YouTube Adictos a la filosofía, que recomiendo:

Desde sus inicios, ha habido grandes conflictos entre la filosofía y el poder político. Sócrates fue asesinado por la democracia ateniense básicamente por animar a la gente a pensar por sí misma. Platón propuso que el único remedio a los males de las ciudades era derrocar al político y que el filósofo fuera  el rey. Aristóteles tuvo que huir de Atenas cuando la masa enfurecida empezó a conspirar contra él por el papel que había tenido en la  educación de Alejandro Magno.Y desde entonces, el número de filósofos que, de un modo u otro, han sido silenciados o perseguidos por aquellos que ostentan el poder político no ha hecho más que crecer. En línea con este conflicto sistemático, en el siglo XX hubo una filósofa que propuso una crítica radicalmente destructiva de la principal estructura política moderna: los partidos. Y lo hizo sobre la base de que los partidos políticos, por su propia naturaleza, tienden a apagar la llama del espíritu filosófico: el pensamiento crítico. Esa filósofa fue Simone Weil, y en  este vídeo te lo cuento. Soy Enric, bienvenido  de vuelta a Adictos a la Filosofía, ¡empecemos!  

Breve biografía de Simone Weil

Simone Weil fue una filósofa francesa con un corazón desbordante que vivió una vida que no se puede sino admirar. Comprometió su pensamiento a la causa de los oprimidos y solamente con escuchar hablar del sufrimiento del otro la conmovía la compasión y la movía a las lágrimas. Falleció a la joven edad de 34 años al contraer tuberculosis y complicársele la enfermedad por su negativa a alimentarse adecuadamente, debido a que quería compartir las condiciones de vida de los prisioneros en la Alemania nazi. De ella dijo  Albert Camus que fue el único gran espíritu de su  tiempo. Y aunque tiene obras muy interesantes (y al final de este vídeo te diré dónde puedes aprender más acerca de su pensamiento), hoy te quiero hablar de un pequeño textito suyo de 1940: "Nota sobre la supresión general de los partidos  políticos". Como podéis adivinar por el título, en este ensayo defiende la necesidad de erradicar por completo los partidos políticos con el fin de que se pueda perseguir verdaderamente el bien común. El simple hecho de que los partidos existan y nos hayamos acostumbrado a ellos, dice Weil, no es un motivo para conservarlos. El único motivo suficiente sería el bien, es decir, que fueran  realmente buenos o útiles para la vida pública.  

Pero, ¿acaso es así? Weil, desde luego, pensaba que no, que los partidos eran un mal casi en  estado puro, dice, y que en ellos no había ningún bien con peso suficiente como para contrarrestar este mal y hacer deseable su conservación. Ahora, ¿cuál es el criterio del bien, se pregunta Weil, con el que juzgar a los partidos? "No puede ser  otro", escribe, "que la verdad y la justicia, y, en segundo lugar, la utilidad pública". Ni la democracia ni el poder de la mayoría son bienes en sí mismos, sino más bien medios con vistas al bien: solo preferimos la democracia porque sirve al bien común de un modo más eficaz que el  resto de regímenes. Si no lo hiciera, habría que desecharla y cambiarla por algo distinto. como uno en el que gobierne yo solito. Ese estaría bien. 

Primera crítica de Weil a los partidos políticos

En este punto, Weil está siguiendo las ideas de Rousseau, según el cual la mayoría de las veces, y dadas unas ciertas condiciones, la voluntad de la mayoría tiene mayores probabilidades de acertar con lo bueno y lo justo que cualquier otra, por motivos similares a los que daba Aristóteles: muchos ojos ven más y mejor que uno solo. El inconveniente está en que, para que esto se cumpla bien, para que la voluntad de la mayoría tenga realmente mayor probabilidad de acertar con lo bueno, tiene que cumplirse al menos una condición: que en el momento en el que se expresa la voluntad de la mayoría no haya ninguna pasión colectiva que distorsione la percepción que tiene la gente de la realidad. Y aquí es donde empiezan los problemas para Weil, y esta es su primera crítica, porque para ella los partidos son una máquina de fabricar pasión colectiva, con lo cual la dinámica natural del partido no ayuda para nada a adquirir una comprensión real, tranquila y ponderada de la propia situación y los dilemas y problemas en los que nos encontramos. Al contrario, dice, el partido exalta a las masas con tal de acaparar para sí el mayor número de apoyos. Esto nos lleva a la segunda crítica que Weil hace:  

Segunda crítica de Simone Weil a los partidos

Que el primer y último fin de todo partido es su propio crecimiento, para el que no se pone ningún límite. ¿Cuál parece ser siempre el objetivo que  persiguen los partidos? La mayoría absoluta y, así, lo bien o lo mal que hayan ido unas ciertas votaciones suele medirse con respecto a cómo de lejos ha quedado el partido de ese resultado. La mayoría absoluta es la gran victoria para el partido: es lo que le permite no depender de nadie más y poder aplicar inalterado, sin debatirlo ni negociarlo, su propio programa electoral. La deliberación y negociación con el otro suelen verse, en cambio, como un fastidio, como lo que me toca hacer cuando no tengo los apoyos suficientes. Pero si me lo puedo saltar por los números que tengo, me lo salto. Lo que plantea Weil es que en esta búsqueda del poder completo hay un germen totalitario peligroso. Pero eso no está mal. Si lo hago yo, claro, quiero decir. 

 Nadie se plantea que su partido pueda tener demasiados votos, demasiados miembros, demasiados diputados: más es siempre mejor. Pero, en este caso, ¿se está entendiendo el partido como un medio para el bien común o más bien como un fin en sí mismo? ¿Se ordena el partido al bien público o se ordena todo al crecimiento del partido? 

Tercera crítica de Simone Weil a los partidos

Alguien podría responderle a Weil que el partido busca su propio crecimiento con la intención precisamente de hacer realidad su propia idea particular del bien común. Pero aquí es donde entra su tercera crítica: que el hecho de que exista esa idea particular del bien común, que es la doctrina central del partido, y que se aplica de modo disciplinar sobre sus miembros, los convierte en organismos "constituidos para matar en las almas el sentido de la verdad y de  la justicia". El argumento es como sigue. Cuando uno entra en un partido, se le pide que asuma un cierto sistema de ideas, una doctrina. Puede que de ella conozca de entrada solamente una pequeña parte, pero aún así se le pide que la abrace toda. Si una persona prometiera enfrentarse a cada problema olvidándose de su condición de miembro de ese partido y preocupándose solo por discernir lo que le parece justo, sería mal visto. Y no te digo ya si encima rompe las directrices del partido y vota de manera contraria en alguna materia particular: sería aleccionado de inmediato. El problema, entonces, es que entrar en un partido, dice Weil, implica aceptar de manera más o menos acrítica toda una serie de postulados de los cuales conozco en principio solamente una parte. Weil lo asemeja al converso que a medida que va aprendiendo los dogmas de la iglesia en la que se ha metido, los va aceptando sin rechistar ni cuestionar. Así dice que cada partido es "como una pequeña Iglesia profana armada con la amenaza de la excomunión". En ambos casos se somete el pensamiento propio a una autoridad, sea la del partido o la de la iglesia. Así, el deseo de  buscar la verdad queda sustituido por la tendencia a acomodarse a un discurso preestablecido. De esta  manera, dice Weil, uno deja de pensar como tal y pasa a pensar como monárquico, como socialista,  como persona de izquierdas, de derechas, etcétera, cosa que, para ella, es lo mismo que no pensar. Y lo que es peor, los intentos de pensar dentro del partido se castigan a la mínima que se aparte uno de la doctrina oficial. Eso, escribe Weil, equivale a castigar a los que se atrevan a pensar por sí mismos, e implica que un diputado está obligado a atenerse a lo que decida el partido y no a lo que la luz natural de su razón le indique que es bueno, justo y verdadero.  

"Los partidos son un maravilloso mecanismo en virtud del cual, en toda la extensión de un país, no hay nadie que preste su atención al esfuerzo de discernir, en los asuntos públicos, el bien, la justicia y la verdad. [...] Si se confiara al diablo la organización de la vida pública, no podría imaginar nada más ingenioso". 

Uno cede su capacidad de pensar al partido y ya no es él el que piensa lo que le parece bien o lo que le parece mal: es el partido, son otras personas en las esferas altas del partido las que piensan y deciden por él. Así, los partidos persiguen solamente su propio crecimiento y la  búsqueda de un poder total. Y con ese fin buscan avivar la pasión colectiva polarizando las masas e imponer un fuerte control disciplinario sobre el pensamiento de sus miembros. De esta manera nublan por un lado el juicio del pueblo y castigan por el otro el pensamiento crítico. Por estos motivos, los partidos "son malos en su principio y en la  práctica sus efectos son malos. La supresión de los partidos sería un bien casi puro". 

Pero, ¿cuál  es la alternativa, Simone Weil? Pues una forma de política mucho más libre, nos dice, sin partidos ni doctrinas, en la que los distintos diputados se presentarían a elecciones no con la etiqueta de yo soy de este partido, sino con una descripción detallada de sus valores y su pensamiento y la promesa primero de seguir pensando en diálogo con los demás elegidos y de hacer siempre solo aquello que honestamente le pareciera correcto. De esta manera, imagina Weil, las relaciones entre diputados serían mucho más libres y fluidas y se asociarían o disociarían según las afinidades que tuvieran en cada problema o tema particular. El  planteamiento de Weil, como os podéis imaginar, ha sido criticado desde todos los puntos de vista.  

Objeciones al pensamiento de Weil

De hecho, todo este tema ya lo expliqué como en los orígenes del canal, hace casi ya 10 años, y muchos de vosotros mismos planteasteis muchas objeciones en comentarios. Por ejemplo, no hay que olvidar que Weil está escribiendo este texto en un momento histórico muy concreto: apenas empezada la Segunda Guerra Mundial. Por mucho que sus críticas tal vez se puedan trasladar de algún modo a los partidos actuales, tal vez su radicalidad se deba más bien al contexto político de ese momento y no se pueda traducir tal cual día de hoy. De hecho, incluso si aceptamos las críticas como interesantes, es bastante controvertido que la alternativa que propone sea viable. 

¿Acaso no terminarían surgiendo otra vez los partidos de una manera o de otra cuando esos diputados libres se vayan asociando repetidamente entre los que tienen más afinidades? Al final, los problemas que  identifica con los partidos como institución los podemos tal vez encontrar también en cualquier otra organización humana lo suficientemente compleja por la que pase algo de poder. Y esto es importante, porque en política no basta simplemente con señalar un problema: uno tiene que ser capaz de poner sobre la mesa una alternativa mejor, porque si no la hay, a veces es preferible malo conocido que bueno por conocer. Los partidos puede que tengan muchas cosas malas, pero es que tal vez no lo podemos hacer mejor. Al final, en política no hay que perseguir la mejor solución ideal en abstracto sobre el papel, sino la mejor solución posible para nuestro caso, dadas nuestras circunstancias. Sin ir más lejos, la disciplina de voto, OK, tiene sus inconvenientes, pero tampoco hay que olvidar que se planteó precisamente para abordar otro problema igual de gordo, el transfuguismo, la compra del voto de un diputado. Al final, en política hay poco que sea un bien o un mal casi puro, como dice Weil, sino que prácticamente todo tiene sus pros y sus contras y da la impresión de que Weil eso lo pierde de vista (de nuevo, posiblemente por la situación histórica en la que se encontraba). Puede ser simplemente que esos problemas que identifica sean nuestros, de la condición humana en general, y no de los partidos en específico. 

Sea como sea, ahí está este texto, "Nota sobre la supresión general de los partidos políticos", y sigue valiendo la pena muchísimo leerlo porque es un recordatorio, primero, de  los peligros de un sistema que a menudo damos por supuesto y, segundo, de la necesidad de proteger el pensamiento crítico dentro de la política.  

Y ahora, si lo que quieres es descubrir lo fascinante que fue su vida y las claves de su pensamiento filosófico, no te puedes perder este otro vídeo de aquí en el que, encima, conecto su filosofía con el último disco de Rosalía, LUX, en el que aparece una cita suya: "El amor no es consuelo, es luz". ¿Qué  significa eso? Pues en este vídeo te lo cuento. Así que venga, dale un buen clic, ahí te veo y, sobre todo... no dejes de pensar.

jueves, 23 de octubre de 2025

Los meses perdidos de Luigi Mangione

 Los meses perdidos de Luigi Mangione, en The New York Times, 22 de octubre de 2025

Desde unas cervezas en un bar de Bangkok hasta una escalada al monte Omine en Japón, el Times siguió los meses cruciales antes de que Mangione fuera acusado de asesinar al director ejecutivo de UnitedHealthcare.

En lo más profundo de las exuberantes montañas de Japón, entre los miles de picos que forman una extensa península en la isla principal del país, se alza una montaña sagrada que durante más de mil años ha sido santuario de peregrinos espirituales.

Desde el siglo VII, los árboles altísimos y los arroyos burbujeantes del monte Omine han recibido a hombres japoneses en peregrinación espiritual. Los devotos practicantes de shugendo, una fusión de budismo y culto a la montaña, visitan la zona para escalar una cresta traicionera, un esfuerzo que creen que puede ayudarles a alcanzar poderes sobrenaturales.

Según la tradición, en el Japón premoderno los asesinos ninja se disfrazaban de practicantes de shugendo para eludir las restricciones del shogun, y aún existe la creencia de que acercarse a la montaña en busca de dirección espiritual sin el entrenamiento adecuado puede hacer que una persona sea susceptible de ser manipulada por fuerzas oscuras. El videojuego Assassin’s Creed Shadows sigue a un samurái en su viaje al monte Omine. Sin embargo, pocos viajeros extranjeros realizan el viaje a sus neblinosas cumbres.

El 6 de mayo de 2024, día en que cumplía 26 años, un estadounidense se registró en una pequeña pensión del pueblo de Tenkawa, el punto de entrada a esta legendaria montaña. Se presentó como Luigi Mangione, un mochilero de Estados Unidos.

Con su pelo castaño rizado, Mangione destacaba como el único huésped que no era japonés. Llegó dispuesto a sumergirse en los manantiales, escribir y “entrar en modo zen”, como le dijo en ese entonces a un amigo.

Siete meses después, el 4 de diciembre de 2024, un hombre que según los fiscales era Mangione viajó al centro de Manhattan, sacó una pistola de nueve milímetros impresa en 3D y disparó contra el director ejecutivo de UnitedHealthcare, una de las mayores compañías de seguros médicos de Estados Unidos. El director ejecutivo, Brian Thompson, murió en la acera, y su asesino escapó en bicicleta en la tranquila mañana de Midtown.

Mangione fue detenido cinco días después mientras comía papas hash brown y navegaba con su computadora portátil en un McDonald’s de Pensilvania. La policía dijo que había encontrado lo que denominó un manifiesto en el que denunciaba el sistema estadounidense de asistencia de salud con fines de lucro y a los “parásitos” del sector de los seguros. También se encontró en posesión de Mangione, según la fiscalía, un diario en el que se detallaban los planes para el asesinato.

Mangione, de 27 años, que se ha declarado inocente, se enfrenta a cargos estatales y federales de asesinato y es posiblemente el acusado más analizado de la reciente oleada de violencia por motivos políticos en Estados Unidos.

Aunque ahora los datos esenciales de la historia de su vida (sobresaliente en su elitista instituto privado de Maryland, estudiante de informática en la Universidad de Pensilvania, ingeniero de datos en Hawái) son bien conocidos, su paradero y sus acciones en los meses previos al asesinato de Thompson han sido en gran medida un misterio. Algunos familiares y amigos han dicho que no pudieron ponerse en contacto con él desde poco después de que regresara de su viaje de mochilero a Asia, un viaje que ahora parece haber sido crucial para él.

The New York Times consiguió nuevos detalles sobre ese periodo, incluido el viaje a las montañas de Japón, donde Mangione se unió a generaciones de personas que han buscado una oportunidad para la soledad y la reflexión en esas zonas remotas.

Entrevistas con compañeros de viaje y residentes locales, junto con una revisión de los escritos y comunicaciones de Mangione, sugieren un cambio de la búsqueda de conexión humana y comunidad al aislamiento, y a la creciente preocupación por cómo pronunciarse sobre la injusticia.

“Por fin me siento seguro de lo que voy a hacer”, escribió Mangione en su diario poco después de regresar a Estados Unidos. “No siento ninguna duda sobre si es correcto/justificado”.

‘Modo zen’

Mangione había crecido en un suburbio de Baltimore, en el seno de una conocida familia local entre cuyos negocios figuraban clubes de campo y una cadena de residencias de adultos mayores. En 2016 se graduó en la prestigiosa Gilman School, solo para varones, y se matriculó en la Universidad de Pensilvania, donde obtuvo una licenciatura y una maestría relacionadas con la ingeniería informática. Destacó académicamente; sus amigos lo describieron como inteligente, reflexivo y considerado. Pero también tenía lo que él describía como una niebla cerebral que afectaba a sus notas y a su concentración mental, según sus publicaciones en las redes sociales en la universidad.

También sufría dolores de espalda persistentes por una afección de la columna vertebral que empeoró tras un incidente de surf, según sus publicaciones en las redes.

Pero en julio de 2023 se sometió a una operación que fue un éxito inesperado. Al séptimo día, escribió más tarde ese mismo verano, tomaba “literalmente cero analgésicos”.

La operación allanó el camino para su extensa gira por Asia a principios de 2024, durante la cual solo llevaba una mochila. “Sin equipaje, hay una sensación muy real de viajar como aventurero, más que como turista”, escribió en Reddit en abril.

Al principio, como muchos jóvenes mochileros, bebía y entablaba amistad con desconocidos por el camino. En Tokio, en febrero, conoció a un jugador profesional de póquer japonés en una cena y se unió a su grupo para comer. Al mes siguiente, fue a Tailandia y conoció a dos expatriados estadounidenses en el Stumble Inn de Bangkok, un bar situado en una calle bañada por las luces de neón que es muy conocida por su intensa vida nocturna.

Uno de ellos, Christian Sacchini, que había crecido en Texas y se había trasladado a Tailandia para jugar al fútbol profesional, dijo que se había instalado en el bar con otro amigo cuando vio a un hombre de su edad dos asientos más allá. Al oírlos hablar en inglés, el hombre se presentó como Luigi y les habló de sus raíces en Maryland y de su situación actual en Hawái. Al final, les enseñó fotos suyas cerca de un volcán y habló de Pokémon y videojuegos, dijo Sacchini.

Los tres charlaron durante dos o tres horas con varias rondas de cervezas. Cuando Sacchini dijo que creía que sus días como jugador de fútbol estaban contados y que estaba interesado en dedicarse a la informática, Mangione le instó a especializarse en inteligencia artificial, de la que dijo que “iba a cambiar el mundo”.

Sacchini recordó que también hablaron del elevado costo de la asistencia sanitaria en Estados Unidos y de lo “jodido” que estaba el sistema en su país. Mangione se sorprendió de lo poco que costaba una resonancia magnética en Tailandia, dijo. “No lo podía creer”, dijo Sacchini. Tras terminarse las cervezas, los tres estadounidenses se dieron una vuelta por la zona turística y visitaron algunos estudios de tatuajes para preguntar los precios, dijo Sacchini.

En una serie de mensajes de WhatsApp enviados a un amigo, Mangione relató algunas noches alocadas que había pasado en la ciudad de Bangkok.

Durante el tiempo que pasaron juntos, el amigo de Sacchini, quien pidió no ser identificado porque no quería que se le relacionara públicamente con Mangione, llevaba una cámara GoPro sujeta al pecho para documentar sus viajes. Una imagen fija de la grabación, revisada por el Times, muestra a Mangione de pie en un dispensario de marihuana muy iluminado, con un collar delgado y una camiseta Billabong.

En una serie de mensajes de WhatsApp enviados más tarde al amigo que tenía la cámara, Mangione relataba algunas de las alocadas noches que pasó en la ciudad. En una ocasión perdió el teléfono en un taxi. Otra noche, escribió, había sido golpeado por siete “ladyboys”, un término local comúnmente utilizado para referirse a las mujeres transgénero y que puede considerarse despectivo. Adjuntó una foto de su brazo arañado.

Aunque Mangione y su nuevo amigo tenían previsto viajar a Vietnam, él decidió regresar a Japón. En un momento dado, envió una foto desde Osaka e hizo una broma sobre el intento de pagarle a un supuesto jefe de la Yakuza por una prostituta con tarjetas de “pokemon pornstar” en lugar de yenes japoneses.

Pero a finales de mes, parece que Mangione ansiaba un ritmo más lento y pausado. El 21 de abril, Mangione envió una nota de voz a su amigo diciendo que estaba en las montañas de Nara, donde se encuentra el monte Omine. Vietnam sonaba divertido, dijo, pero no era lo que necesitaba después del “caos” de Tailandia. “Creo que quiero quedarme aquí quizá un mes y meditar, tomar baños termales y escribir un poco”, dijo.

Mangione había pagado recientemente una suscripción a The Prism, un boletín de Substack del escritor británico Gurwinder Bhogal, que incluía la oportunidad de mantener una videollamada privada.

Durante las dos horas que duró la llamada, dijo Bhogal, Mangione pidió al anfitrión que empezara a hacer videollamadas grupales porque estaba deseoso de encontrar una comunidad de personas con ideas afines que valoraran lo que Bhogal describió como “racionalidad, voluntad y superación personal”. En otras palabras, dijo Bhogal, serían personas que daban prioridad a la lógica y al autocontrol, y que querían combinar sus recursos para lograr el mayor impacto positivo. La gente que rodeaba a Mangione no estaba en su misma sintonía, recordó Bhogal que dijo el joven. Sin embargo, Mangione nunca habló de recurrir a la violencia, afirmó el escritor.

Un santuario en Tenkawa

Al día siguiente, Mangione se registró en la casa de huéspedes de Tenkawa. En una tarjeta de registro escribió que era ingeniero e indicó su dirección de Honolulu. En la nota de voz enviada a su amigo desde Bangkok dos semanas antes, había descrito la zona como “preciosa, hermano”.

“Hay como unos pueblitos diminutos aquí, como al lado de los acantilados; enviaré una foto, súper exuberantes, hay un río precioso que atraviesa el desfiladero”, dijo. “Solo voy a entrar en modo Zen y hacer algo, hacer algo de Buda”.

Del monte Omine a Mumbai

En el siglo VII, el fundador del shugendo, En No Gyoja, recorría a menudo las montañas de la región japonesa de Nara. Pero su ascensión a la cima del monte Omine fue diferente: dijo que se encontró con un dios.

“Debido al encuentro, lo designó montaña sagrada entre otras montañas que escaló”, dijo Etsuou Okada, monje principal del templo Ryusen-Ji, que se fundó por aquellos tiempos al pie de la ruta religiosa. Desde entonces, el templo ha sido el lugar donde los peregrinos se han detenido para rezar y recibir bendiciones antes o después de emprender la formidable escalada de múltiples picos que llegó a considerarse una prueba de valor.

La mayoría de los practicantes de shugendo acuden para alejarse de las complicaciones de la vida moderna y apreciar la santidad de la montaña, dijo Okada, una búsqueda que es intrínsecamente no violenta.

Sin embargo, muchos forasteros lo ven principalmente como una forma de poner a prueba sus límites físicos y de trabajar su agitación interior. Se trata de un malentendido fundamental, dijo Okada.

En un mensaje de texto que envió desde el monte Omine, Mangione mencionó las pruebas de valor, aunque no está claro si realizó todas las escaladas, y también habló de la prohibición que pesa desde hace tiempo sobre las mujeres escaladoras, que la montaña ha mantenido, incluso cuando ha obtenido la designación de Patrimonio Mundial de la UNESCO.

David Caprara, un periodista estadounidense que vive en la zona y también practica formalmente el shugendo, dijo que Mangione se habría encontrado con retos formidables, dependiendo de los picos que intentara escalar. Caprara dijo que adentrarse en las montañas sin la orientación adecuada puede ser peligroso y va en contra de las costumbres locales.

“Ha habido cinco veces en mi vida en las que sabía que iba a morir”, dijo Caprara. “Y diría que la mitad de ellas fueron probablemente en estas montañas”.

La casa de huéspedes donde Mangione se alojó es una pequeña construcción que era la oficina de correos del pueblo antes de ser convertida en un austero albergue de cuatro habitaciones. Cuando Mangione hizo la reserva por internet, solo quedaba una habitación con una litera, conocida como la habitación Cazador, que tiene vista a las montañas cubiertas de cedros y a un río estruendoso, dijo Juntaro Mihara, el propietario de la posada. Pasó seis días en la pensión. A diferencia de otros huéspedes, dijo Mihara, Mangione dejó su habitación completamente impecable y sacó su propia basura.

“Si me preguntan quién sería el huésped más impresionante y ordenado de mi historial empresarial, responderé que es él”, dijo Mihara. En Japón, Mangione escribió en una tarjeta de registro de una casa de huéspedes que era ingeniero, y anotó su dirección de Honolulu.

Mientras otros huéspedes del diminuto bar de madera de la posada se entretenían con sus teléfonos y computadoras portátiles, Mangione pasaba el tiempo bebiendo tranquilamente una cerveza y escribiendo en su diario o leyendo un libro, recordó Mihara. “No utilizaba ningún dispositivo digital”, dijo Mihara. “Era callado, y solo mantenía las conversaciones mínimas necesarias con otros invitados o no hablaba con nadie”. Sus amigos consideraban que Mangione tenía una mente filosófica y una curiosidad intelectual por una gran variedad de temas. Según las entrevistas y sus propios escritos, leía mucho y manifestaba interés por una serie de problemas estructurales: la codicia empresarial, los efectos negativos de las redes sociales, el impacto del descenso de la natalidad en la sociedad.

Parecía sentir una gran preocupación por el sistema de salud estadounidense, aunque no está nada claro si se debía a los dolores de espalda con los que había luchado o a sus propias interacciones con el sistema médico. Nunca estuvo asegurado por UnitedHealthcare, según la empresa, y no han aparecido pruebas de ninguna disputa personal sobre una cobertura del seguro.

Después de su estancia en el monte Omine, Mangione voló a Bombay, una ciudad localizada a 6000 kilómetros de distancia. Allí se reunió con un escritor llamado Jash Dholani, quien es más conocido por condensar conceptos de libros clásicos. Según Dholani, se conocieron a finales de mayo.

En una ocasión, Dholani publicó en X 14 ideas extraídas de los escritos de Ted Kaczynski, matemático estadounidense conocido como el Unabomber, cuya campaña de atentados de casi 20 años resultó en tres muertos y 23 heridos. Calificó a Kaczynski como “terrorista filósofo” cuyo manifiesto “ataca a la civilización moderna como ningún otro antes o después” (luego borró esa publicación).

En una declaración, Dholani dijo que se conocieron después de que Mangione intentara comprar 400 ejemplares de su libro autopublicado, que anima a los lectores a asumir riesgos. La operación de compra fue señalada por el banco y rechazada, dijo Dholani. Dholani declaró al Times que él defiende “el riesgo creativo en busca de la belleza” y que siempre tiene claro que perjudicar a alguien nunca es la solución.

Entre los muchos intereses de Mangione, hay una línea clara: su fascinación por Kaczynski. En conversaciones con otras personas, en una entrada de su diario y en una publicación en las redes sociales, Mangione escribió y habló de su interés por Kaczynski, quien creía que la tecnología moderna era perjudicial para la libertad individual, así como para el entorno natural, y había provocado un sufrimiento humano generalizado. En una ocasión señaló que Kaczynski fue “encarcelado con razón” por sus actos violentos, pero que era imposible ignorar “lo proféticas que resultaron muchas de sus predicciones sobre la sociedad moderna”.

‘El objetivo es el seguro’

En julio, Mangione había regresado de su viaje de mochilero y estaba en Estados Unidos, instalado temporalmente en San Francisco. No está claro si aceptó un trabajo allí, pero consiguió un documento de identidad falso con fecha de expedición del 18 de junio.

Había dejado de publicar en sus cuentas de X y Reddit conocidas. Sus últimas publicaciones, en mayo y principios de junio, no mucho después de estar en el monte Omine, trataban sobre el impacto negativo de las redes sociales. También dejó de responder a los mensajes de algunos familiares y amigos, y su madre presentó una denuncia de desaparición ante la policía de San Francisco en noviembre.

En sus escritos de aquellos meses, reflexionaba sobre cómo luchar contra lo que consideraba una injusticia. Escribió en su diario que dormía mal y se sentía “nublado”. Sin embargo, parecía estar concentrándose en algo.

“Por fin me siento seguro de lo que voy a hacer”, escribió en una entrada de agosto. “Por fin se están concretando los detalles. Y no siento ninguna duda sobre si es correcto/justificado. Me alegro —en cierto modo— de haberlo pospuesto, porque me ha permitido aprender más sobre la UHC”.

“El objetivo es el seguro”, escribió. “Cumple con todos los criterios”. Señaló que había decidido no seguir otro plan al que se refirió como “KMD”. “KMD habría sido una catástrofe injustificada que se percibiría sobre todo como enfermiza, pero sobre todo como inútil”, escribió. “No haría nada por concienciar/mejorar la vida de la gente”. No está claro qué quería decir Mangione con “KMD”. Sus abogados no quisieron hacer comentarios al respecto, y él mismo no dio más detalles.

En la siguiente anotación del diario presentada ante el tribunal por la acusación, el 22 de octubre, Mangione invocó a Kaczynski. Escribió que el problema de la mayoría de los actos revolucionarios era que el público en general perdía el mensaje. Como Kaczynski había matado a personas inocentes, mucha gente lo consideraba un asesino en serie y sus ideas eran desestimadas. “Cruzó la línea que separa al anarquista revolucionario del terrorista, lo peor que puede ser una persona”, escribió Mangione. “Este es el problema de la mayoría de los militantes que se rebelan contra las injusticias —a menudo reales—; cometen una atrocidad, cuyo horror supera el impacto de su mensaje, o cuya distancia de su mensaje impide que las personas conecten los puntos. En consecuencia, la idea revolucionaria se asocia con el extremismo, la incoherencia o el mal, una idea que ningún miembro razonable de la sociedad podría aprobar”.

El objetivo final del tiroteo, Thompson, vivía en un suburbio de Mineápolis con su familia. Había sido director ejecutivo de la división de seguros de UnitedHealthcare desde 2021, supervisando un periodo que le reportó inmensas ganancias, así como críticas de legisladores y reguladores, quienes dijeron que la empresa denegaba sistemáticamente la autorización para obtener cobertura de salud. Sus colegas describieron al propio Thompson como una persona abierta y accesible. En su diario, Mangione escribió sobre el acontecimiento que traía a Thompson a Nueva York, una conferencia para inversores de UnitedHealthcare el 4 de diciembre en un hotel Hilton de la calle 54 Oeste.

Un extracto de los escritos de Luigi Mangione

"¿Qué haces? Te cargas al director ejecutivo en la convención anual de contables parásitos. Es selectivo, preciso y no pone en peligro a inocentes. Esta conferencia de inversores es un verdadero regalo caído del cielo”, escribió en la entrada de octubre. “Encarna todo lo que está mal en nuestro sistema sanitario y, lo que es más importante, el mensaje se hace evidente por sí mismo”.

Los fiscales han dicho que Mangione planeó “meticulosamente” el tiroteo: siguió los movimientos de Thompson y vigiló el hotel en los días previos al asesinato. El 4 de diciembre, llegó al exterior del hotel —con el rostro cubierto— y esperó a que Thompson pasara por allí, dijeron.

Cuando Thompson se dirigía a la entrada del hotel, un hombre con capucha salió de entre los coches aparcados, apuntó con una pistola provista de silenciador y disparó. Thompson quedó sangrando en la acera, con un reguero de casquillos a su lado. En algunos de los casquillos estaban escritas las palabras delay (retrasar, en inglés) y depose (deponer), así como “den”, que los fiscales interpretaron como deny (denegar).

Cinco días después del tiroteo, el viaje de un mes de Mangione llegó a un abrupto final en el McDonald’s de Altoona, Pensilvania. Los fiscales federales anunciaron que pedían la pena de muerte. Mangione, dijeron los fiscales de la oficina del fiscal del distrito de Nueva York en documentos judiciales, “mató a un hombre a sangre fría” y “se sintió orgulloso de su malvado acto”. Para Mangione, dijeron, Thompson y UnitedHealthcare “eran simplemente símbolos de la industria de la salud y de lo que el acusado consideraba como un cártel mortal alimentado por la codicia”.

Los abogados de Mangione, que junto con su cliente no hicieron comentarios para este artículo, replicaron en documentos judiciales que las declaraciones que lo pintaban como un extremista de izquierda han sido “falsas, prejuiciosas y parte de una narrativa política mayor que no tiene cabida en ningún caso penal, especialmente en uno en el que está en juego la pena de muerte”.

Pero en Tenkawa, poca gente ha oído hablar del asesinato de Thompson, o del joven que se refugió allí unos meses antes. La vida en el pueblo de unos 1000 habitantes continúa, centrada en los rituales cotidianos de la vida y la religión. Mihara, el propietario de la posada, tuesta granos de café frescos todas las mañanas para su próspero negocio secundario. Los sacerdotes tocan tambores en los santuarios mientras expresan su gratitud a los dioses. Y los pocos visitantes extranjeros que hacen el viaje siguen llegando a cuentagotas, en busca de relajación, guía espiritual o quizá algo más.

jueves, 16 de octubre de 2025

Antonio Escohotado sobre el mejor modo de remunerar a los políticos

Antonio Escohotado:

Gobernar a los demás debiera ser un delito. Es muy claro, y por eso nosotros no permitimos que se gobiernen los demás. En la Confederación Helvética (es el único país que yo sepa, creo que Holanda también) no se permite la reelección de cargos públicos y además no se permite la remuneración. Eh, los cargos públicos están remunerados con arreglo a la declaración previa a Hacienda que haya hecho ese sujeto. De modo que, si ese sujeto ha declarado que tenía ocho millones de renta o trece o cinco, pues el Estado, por ocuparse de las cosas públicas, le va a pagar eso que él declaró. Defiendo eso. Me parece genial, me parece repugnante que alguien pueda vivir toda su vida de cuidar por los intereses del prójimo. No solo repugnante, me parece delictivo y lo mantengo a pies juntillas. Lo que pasa es que cuando yo escribí el libro al que le dieron el premio Anagrama, El espíritu de la comedia, donde defendía eso por arriba y por abajo, ha cambiado mucho el gobierno en España. 

Aquello fue en el 92 y desde el 92 ha cambiado mucho el gobierno en España. Llegaron la supuesta derecha, los conservadores, y pues bueno, han obrado con cierta prudencia, con cierta liberalidad. Esperábamos cuartelazos y cosas de tipo franquista y, bueno, han tenido mucho cuidado de no hacerlas. El primer escándalo que les ha estallado aquí es el de Gescartera, que bueno, ya veremos lo que puede salir. Puede que a lo mejor, si se tira de la manta, acabe saliendo más de lo que parece, pero por ahora es una broma en comparación con cosas como lo de Mario Conde de Banesto o todo el resto de la cúpula. Bueno, es que es lógico cuando venimos por ahí diciendo que vamos a liberarles a los pobres en general y les vamos a hacer a todos ricos cosa imposible más que a través de la diligencia, el cumplimiento de los contratos. Como comentaba antes, cuando venimos a eso, pues claro, se nos dan una especie de grandes márgenes de confianza y con esos grandes márgenes de confianza, pues uno empieza a mangonear aquí arriba y abajo. Y por ejemplo, nosotros tuvimos esa desgracia que tuvo Europa antes, Italia, Francia, Bélgica o Inglaterra, Alemania, de que viene el socialismo, un socialismo civilizado, pero claro, sus líderes vienen con una mano delante, otra detrás e intentan irse, pues, con una casa delante y una casa detrás. Entonces esto genera problemas. Craxi se tuvo que exilar de su país. El premier belga está en la cárcel. Sabemos lo que pasó en España. Ha pasado lo mismo en Alemania. Bueno, con más asesinatos. En Inglaterra tres cuartos. Tenemos que darnos cuenta de que hay que ser humildes.

domingo, 5 de octubre de 2025

Crisis social en Marruecos, y protestas. Dossier

I

 Un tsunami de ira desborda a la sociedad de Marruecos. En El País, por Juan Carlos Sanz, Tánger - 03 OCT 2025:

Las protestas de los jóvenes para reclamar mejoras sociales reflejan el malestar acumulado por la desigualdad económica en un país en crecimiento que se dispone a organizar eventos deportivos globales

Hace poco más de dos años, Jadiya Ryadi, dirigente histórica de la Asociación Marroquí para los Derechos Humanos (AMDH), reconocía en medio de una minoritaria concentración ante la sede del Parlamento en Rabat la escasa capacidad de convocatoria de sus protestas sociales. “Hace mucho tiempo que no logramos reunir a mucha gente en las manifestaciones”, admitía la responsable de la AMDH, organización que ejerce como conciencia crítica tolerada del país magrebí. “Pero el malestar ya ha generado un movimiento en marcha, aunque aún no está organizado. El descontento no deja de crecer, a mucha gente ya no le llega para comer”, remachaba, “y la gota está a punto de desbordar el vaso”.

El pasado miércoles, la muerte de tres manifestantes en el área metropolitana de Agadir, en el sur de Marruecos, en los disturbios registrados en un puesto policial que cientos de jóvenes intentaron asaltar, mostró que el tsunami de la ira ciudadana ya se ha desbordado en la sociedad marroquí. Las protestas que han convulsionado el país en la última semana fueron impulsadas inicialmente por sectores de jóvenes de clase media y convocadas, a través de redes como TikTok o plataformas de juegos en línea como Discord, por el grupo GenZ 212: un nombre que hace alusión a la Generación Z o posmilenial (nacidos entre 1995 y 2010) y el prefijo telefónico internacional de Marruecos.

Las fuerzas de seguridad intervinieron para disolver las concentraciones no autorizadas, pero sin contundencia. Las movilizaciones han continuado también durante la noche del jueves, aunque con menor intensidad que en la jornada anterior. En Tánger, las marchas se desplazaron hacia la periferia de la capital del norte ante el masivo despliegue de seguridad, patente también en el aeropuerto Ibn Batuta. En Tetuán, antigua capital del Protectorado español sobre Marruecos, una multitudinaria manifestación coreó las consignas de las reivindicaciones juveniles, donde ondeaban banderas festivas de personajes del cómic manga y no las viejas enseñas revolucionarias, como sucedió en Nepal y Perú recientemente.

A partir del lunes y el martes se fueron sumando a las movilizaciones jóvenes de sectores desfavorecidos, de ese 25% de marroquíes de entre 15 y 24 años que ni estudia ni trabaja. Ese grupo engloba a los hinchas juveniles de los equipos de fútbol que se enfrentan cada fin de semana con los antidisturbios y a los marginados de las barriadas periféricas y los pueblos aislados. En Marruecos, el 55% de los menores de 30 años piensa en emigrar por razones económicas, según el Barómetro Árabe, el principal estudio social para el norte de África y Oriente Próximo.

El Gobierno ha contabilizado al menos 354 personas heridas en los disturbios registrados el miércoles en 23 provincias, de los que 326 son miembros de las fuerzas de seguridad, con daños en 446 vehículos, incluidos 271 coches policiales, así como la destrucción de 80 instalaciones privadas y públicas. Las protestas han cobrado mayor intensidad en el sur del país, donde en septiembre fallecieron ocho mujeres embarazadas a las que se practicaron cesáreas en un hospital de Agadir, unas muertes atribuidas por medios locales al mal estado del material anestésico.

Las movilizaciones de GenZ 212 surgieron precisamente para exigir mejoras no solo en la sanidad, sino también en materia de educación y empleo, así como para denunciar la corrupción en la Administración. El 72% de los ciudadanos reconoce que las prácticas fraudulentas están muy extendidas, según la encuesta elaborada por el organismo oficial Instancia Nacional de Probidad, Prevención y Lucha contra la Corrupción.

Muchos de los jóvenes que se manifiestan estos días en las calles de Marruecos con la bandera del reino jerifiano dan vivas al rey Mohamed VI, pero exigen la dimisión del primer ministro, el conservador Aziz Ajanuch (en la noche del jueves los manifestantes la reclamaron abiertamente). El jefe del Gobierno se muestra ahora dispuesto a responder a las demandas de los jóvenes y a abrir, según informa Efe, “un diálogo y un debate dentro de las instituciones y los espacios públicos” y a “acelerar la implementación de políticas públicas que respondan a las demandas sociales”.

Mientras el Ejecutivo intentaba aplacar la ira juvenil, el monarca de la dinastía alauí presidía un acto religioso en la principal mezquita de Rabat para conmemorar el 26º aniversario de la muerte de su padre, el rey Hasán II, fallecido el 23 de julio de 1999. Mohamed VI ha multiplicado en las últimas semanas sus apariciones públicas tras sus vacaciones de verano en la costa mediterránea del norte del país. Algunos de los actos a los que ha asistido tienen que ver con las ingentes inversiones ante la celebración del Mundial de Fútbol de 2030, que Marruecos coorganiza con España y Portugal.

“Es inconcebible que un país que se dispone a organizar una Copa del Mundo de Fútbol tolere este sufrimiento”, decía el campesino Said Ait Mehdi hace un año ante los restos de su casa en una aldea del Atlas, donde la mitad de las viviendas resultaron destruidas por el terremoto que golpeó el Alto Atlas en 2023. Ait Mehdi fue juzgado y encarcelado a comienzos de este año tras haber encabezado concentraciones ante el Parlamento en Rabat por el retraso en la reconstrucción de las casas dañadas por el seísmo.

II

Las protestas de jóvenes en Marruecos para exigir mejoras en sanidad y educación derivan en disturbios en varias ciudades. La Fiscalía de Casablanca anuncia la detención de 24 personas, seis de ellas menores, por bloquear una carretera. En El País, EFE / El País, 3-X-2025:

Las protestas juveniles convocadas desde el sábado en Marruecos para exigir reformas en los sectores de la educación y la sanidad, y que habían sido prohibidas por las autoridades, derivaron este martes en disturbios en varias ciudades del país. La Fiscalía de Casablanca ha anunciado la detención de 24 personas, entre ellas seis menores, tras bloquear el pasado sábado la vía rápida interna de Casablanca, en el marco de estas protestas juveniles. Asimismo, el martes fueron presentados ante la Fiscalía 37 manifestantes y el ministerio público decidió procesar a 34 de ellos en libertad provisional y a tres en prisión preventiva.

Las protestas se han registrado después de que el pasado septiembre murieran ocho mujeres embarazadas a las que practicaron cesáreas en el hospital Hassan de la ciudad sureña de Agadir. Las ocho muertes —provocadas, según algunos medios locales, por el mal estado del anestésico— sacaron a la luz las carencias del sistema de salud público. El director del hospital y la directora provincial de salud fueron despedidos. Pero eso no frenó la convocatoria de manifestaciones pacíficas en varias ciudades del país.

Tras las muertes de Agadir nació en las redes sociales un grupo anónimo que se autodenomina GENZ 212 (generación Z) y que usa en su nombre los tres dígitos del prefijo telefónico internacional de Marruecos (+212). La generación Z abarca a las personas nacidas aproximadamente entre finales de los noventa y principios de 2010. El grupo reivindica mejoras en la educación y la sanidad pública. También critica el gasto en grandes infraestructuras destinadas al Mundial de Fútbol de 2030, que coorganiza Marruecos junto a España y Portugal. Uno de los lemas de las protestas señala: “Hay estadios, ¿pero dónde están los hospitales?”.

El pasado 23 de septiembre el semanario marroquí Tel Quel denunció que se estaba impidiendo por la fuerza las manifestaciones. “Este episodio”, señalaba la revista, “es sintomático e ilustra una realidad: las protestas en torno a la crisis hospitalaria están creciendo, pero las autoridades prefieren la represión a las respuestas estructurales”.

El Gobierno marroquí se reunió este martes de urgencia y emitió un comunicado en el que manifiesta su “disposición a escuchar y comprensión de las reivindicaciones sociales” y su intención de responder a ellas de “forma positiva y a través del diálogo y el debate”. Pero, mientras tanto, las manifestaciones siguen prohibidas y la policía ha detenido a decenas de jóvenes.

En Marruecos, las autoridades no suelen ofrecer cifras sobre el número de manifestantes. Y mucho menos cuando las protestas no están autorizadas. Pero, más allá del número de asistentes a las protestas, resulta muy indicativo del malestar ciudadano el hecho de que las protestas se hayan extendido por varias ciudades.

El martes los jóvenes recurrieron a la violencia contra las fuerzas públicas, después de tres días de intentos de protesta bajo una fuerte prohibición de las autoridades y el prolongado silencio del Gobierno marroquí. Las primeras señales de enfrentamiento surgieron el domingo pasado, cuando un grupo de jóvenes encapuchados, supuestamente parte de GENZ 212, bloquearon temporalmente una autopista en Casablanca, lo que terminó con el arresto de 24 participantes. A esta cifra se suman otras 37 detenciones en Rabat.

El martes, los disturbios se extendieron a ciudades como Inezgane (sur), Ait Amira (sur), Beni Melal (centro), Temara (cerca de Rabat) y Oujda (este), causando un número indeterminado de heridos y detenidos, además de daños materiales.

El censo de 2024 señala que el segmento joven entre 15 y 30 años representa una cuarta parte de la población total del país, que ronda los 37 millones, mientras que la tasa de desempleo juvenil (15-24 años de edad) alcanzó el 47% en el segundo trimestre de 2025, según estadísticas del Banco Central.

La última vez que se produjeron manifestaciones de este tipo fue en noviembre de 2016, cuando el vendedor ambulante Mouhcine Fikri falleció triturado dentro de un camión de la basura en Alhucemas. Fikri intentaba recuperar la mercancía que le acababa de confiscar la policía. Aquello despertó el sentimiento de humillación de los más débiles hacia el Estado, dio lugar a manifestaciones que se saldaron con cientos de detenidos a lo largo de varios meses.

III

Tres muertos en Marruecos en el asalto a un cuartel durante las protestas que reclaman mejoras en sanidad y educación. En El País, por EFE / El País, Rabat / Madrid - 02 OCT 2025

Las autoridades de la localidad sureña de Laqliaa aseguran que los agentes actuaron en “legítima defensa” y abrieron fuego para repeler el ataque. 

Tres personas murieron este miércoles en Laqliaa, en el sur de Marruecos, durante un intento de asalto a un puesto de la Gendarmería Real, en el quinto día de protestas juveniles que sacuden varias localidades del país. Los efectivos de la Gendarmería abrieron fuego para repeler el ataque, según informaron las autoridades locales de la prefectura de Inezgane-Ait Melloul.

Las mismas fuentes indicaron que los atacantes intentaron apoderarse de municiones, equipo y armas de servicio del personal de la Gendarmería: “Los efectivos de la Gendarmería de Laqliaa se vieron obligados a usar sus armas de servicio en la noche del miércoles 1 de octubre de 2025 en legítima defensa para repeler el asalto al puesto de la Gendarmería Real”, apuntaron.

Más de dos tercios de los participantes en los actos violentos eran menores, según datos oficiales. Los disturbios se han registrado en 23 provincias y han provocado daños en 446 vehículos —entre ellos 271 coches policiales—, así como la destrucción de 80 instalaciones privadas y públicas, según el Ministerio del Interior marroquí difundidos este jueves.

Las protestas comenzaron el pasado sábado de forma pacífica en grandes ciudades como Rabat, Casablanca y Tánger, pero pronto se extendieron a otras zonas urbanas y rurales. A partir del martes por la noche derivaron en actos violentos, con enfrentamientos contra las fuerzas del orden que causaron decenas de heridos, daños materiales y cientos de detenciones.

Las protestas se han registrado después de que el pasado septiembre murieran ocho mujeres embarazadas a las que practicaron cesáreas en el hospital Hassan II, de la ciudad sureña de Agadir. Las ocho muertes —provocadas, según algunos medios locales, por el mal estado de los anestésicos— sacaron a la luz las carencias del sistema de salud público. Las manifestaciones fueron convocadas en la plataforma digital Discord por un grupo anónimo autodenominado GENZ 212 (generación Z, en referencia a quienes tienen entre 12 y 28 años), que incorpora en su denominación los tres dígitos del prefijo telefónico internacional de Marruecos (+212).

Además de Laqliaa, los disturbios se produjeron también en Sidi Bibi, otra pequeña localidad en la región de Agadir, y en Salé (vecina de Rabat), Tánger (norte), Tarudant (sur) o Kenitra (al sur de Rabat), según testimonios de periodistas en el lugar y vídeos compartidos en las redes.

En la ciudad de Salé, vecina de Rabat, en el barrio de Amal, un grupo de personas atacó e incendió una agencia bancaria y un comercio cercano. En Tánger, un restaurante de comida rápida perteneciente a una importante cadena internacional fue atacado, con su fachada destrozada y sus instalaciones dañadas, según informa el sitio digital Le360. En el poblado de Sidi Taibi, a unos 37 kilómetros al norte de Rabat, otro grupo apedreó un autobús y atacó una agencia bancaria, según informó un periodista local.

La Fiscalía de Marruecos ha advertido este jueves que los implicados en los disturbios pueden enfrentarse a penas de hasta cadena perpetua. El jefe del Departamento de la Acción Pública en la Fiscalía marroquí, Ahmed Wali Alami, afirmó este jueves en declaraciones a la agencia oficial MAP que estas acciones no están amparadas por la libertad de expresión y constituyen delitos sancionados con severas penas de prisión. Explicó que las condenas para delitos de violencia, vandalismo e incendios oscilan entre 10 y 20 años de cárcel, pero pueden alcanzar los 30 años e incluso la cadena perpetua si van acompañados de circunstancias agravantes.

La última vez que se produjeron manifestaciones de este tipo fue en noviembre de 2016, cuando el vendedor ambulante Mouhcine Fikri falleció triturado dentro de un camión de la basura en Alhucemas. Fikri intentaba recuperar la mercancía recién confiscada por la policía. Aquello despertó el sentimiento de humillación de los más débiles hacia el Estado y dio lugar a manifestaciones que se saldaron con cientos de detenidos a lo largo de varios meses.

El rifeño desempleado Naser Zafzafi se convirtió en líder de aquel movimiento llamado el Hirak del Rif, que tomó forma a finales de 2016 y durante 2017. Tras varios meses de protestas, Zafzafi fue condenado a 20 años de cárcel, acusado de atentar contra la seguridad del Estado. El rey Mohamed VI, que suele indultar en distintas festividades a miles de presos, nunca aplicó la medida de gracia a Zafzafi.

IV

La revuelta de los jóvenes Z deja una herida generacional abierta en Marruecos: “No estudio para emigrar”, en El País, por Juan Carlos Sanz, Leqliaa (Marruecos) - 04 OCT 2025 

Los disturbios sociales pierden fuerza entre un paisaje de destrucción en el área metropolitana de Agadir, donde las fuerzas de seguridad abatieron a tiros a tres manifestantes que asaltaban un puesto policial

El imán —un funcionario estatal en Marruecos— llamaba a la calma durante el rezo de este viernes desde el almimbar de la mezquita de la avenida central de Leqliaa (90.000 habitantes), población satélite de Agadir, en la costa sur del país. “Protestar para reclamar derechos es legítimo”, argumentaba el clérigo musulmán en el principal sermón de la semana, “pero el Corán prohíbe la violencia y la destrucción”. A dos centenares de metros del templo —en cuyo exterior oraba una comunidad mayoritaria de hombres de mediana edad, abrumada por el futuro de sus hijos—, los muros tiznados por el fuego daban testimonio del asalto al cuartel de la Gendarmería. Cientos de jóvenes intentaron incendiar el puesto policial en la noche del miércoles. Tres de ellos cayeron muertos por disparos de las fuerzas de seguridad en el incidente más sangriento de la multitudinaria revuelta social de los jóvenes de la generación Z, un movimiento sin precedentes en el país magrebí en una o dos décadas.

“La parafarmacia Sherezade ha resultado indemne, pero la farmacia ha quedado completamente calcinada”, explicaba Mohamed, un vecino de 55 años, en el centro de Inezgán (140.000 habitantes), capital de la prefectura provincial que incluye Leqliaa. Paredes y escaparates ennegrecidos en el Banco Postal, vidrieras apedreadas en el supermercado Marjane (propiedad de la familia real), señales de tráfico rotas en cada esquina, componían un paisaje de destrucción. Estas conurbaciones fabriles y comerciales del Marruecos real, en vívido contraste con los hoteles y urbanizaciones de lujo de las playas de Agadir, muestran ahora la herida generacional que se ha abierto en el país norteafricano, donde los más jóvenes, los nacidos en los últimos tres decenios, han dicho basta.

“Claro que simpatizo con GenZ 212 (el movimiento en redes sociales que convocó la protestas hace una semana). Queremos una mejor sanidad, para que no vuelva a haber muertes por negligencia en los hospitales públicos, pero sobre todo necesitamos mejor educación”, razonaba Hissam, de 23 años, estudiante de Filología Árabe en la entrada a la facultad de la Facultad de Letras de Agadir, mientras mostraba sonriente su ortodoncia metálica dental a lomos de una motocicleta. Las protestas han cobrado mayor intensidad en el sur del país, donde en septiembre fallecieron ocho mujeres embarazadas a las que se practicaron cesáreas en el hospital regional de Agadir, unas muertes atribuidas por medios locales al mal estado del material anestésico.

“Las movilizaciones ya parecen haber terminado aquí. Esperamos que el Gobierno cumpla su palabra y apruebe inversiones sociales”, se despedía Hissam. Otros alumnos del Campus de Humanidades preferían callar, a pesar de que el despliegue policial se ha reducido considerablemente en toda la zona tras el estallido de la noche del miércoles.

De las áridas barriadas populares periféricas se pasa sin apenas solución de continuidad a las praderas de los campos de golf, al vergel que rodea junto a la costa el palacio real de Agadir, uno de los que el rey Mohamed VI tiene a su disposición en las principales ciudades del reino jerifiano. Como en la mayoría de las grandes urbes, el grupo español ALSA gestiona aquí el servicio municipal de autobuses. Como en los destinos turísticos punteros, cadenas como Iberostar o Riu controlan hoteles de cinco estrellas en primera línea de una playa de casi 10 kilómetros que invita a memorables paseos.

Un país de dos velocidades

Al cumplir 26 años de reinado, Mohamed VI llamó en su discurso anual de la Fiesta del Trono a evitar una ruptura económica y combatir las desigualdades. Dos meses antes de que estallara la actual revuelta juvenil, que se ha extendido por casi todas las urbes y regiones, el monarca de la dinastía alauí afirmó que no hay cabida para un Marruecos “de dos velocidades”, y que las políticas públicas deben contribuir a mejorar la situación de los ciudadanos. El soberano hizo hincapié en las diferencias entre territorios. Ahora se abre también una fractura generacional, precisamente con una reivindicación juvenil que reclama, como el mismo Mohamed VI dijo, “políticas públicas inclusivas” y la mejora de los servicios sociales, la sanidad y la educación.

En el campus universitario de Agadir —en la nueva urbe surgida tras el terremoto que arrasó la antigua ciudad costera en 1960 y se cobró más de 10.000 muertos—, los estudiantes regresaban al mediodía de este viernes a sus casas en el comienzo del fin de semana. Haula, de 18 años, vive como un sueño sus primeros días en la Facultad de Letras, donde aspira a convertirse en profesora de inglés. “Quiero quedarme en mi país, no estudio para poder emigrar a Canadá o Australia”, aseguraba convencida, “pero para eso el Gobierno tiene que aumentar el presupuesto para Educación”.

En las últimas marchas de la protesta, los jóvenes han reclamado la dimisión del Gobierno presidido por el conservador Aziz Ajanuch, al que acusan de priorizar las grandes inversiones para el Mundial de Fútbol de 2030, que Marruecos coorganiza con España y Portugal, en detrimento del gasto social, en particular en Educación y Sanidad.

Las manifestaciones pacíficas se reanudaron en la tarde del viernes en decenas de ciudades marroquíes, esta vez con el visto bueno de las autoridades y encuadradas de cerca por las fuerzas de seguridad. Rabat, Casablanca, Tánger, Fez o Tetuán fueron escenario de las marchas convocadas por GenZ 212 para redoblar las exigencias sociales de los jóvenes.

La revuelta de los jóvenes parece haberse apaciguado en las últimas horas, como predicaban este viernes ulemas e imanes al servicio del Estado. GenZ 212, un movimiento juvenil surgido en redes como TikTok o plataformas de juegos en línea como Discord, ha dirigido al Palacio Real una lista de reivindicaciones en un giro político del movimiento social. Es el memorial de agravios de una generación que espera ser oída en un Marruecos que crece con la celeridad de sus nuevas autopistas y líneas ferroviarias de alta velocidad, pero que deja atrás a campesinos aislados del Atlas o a los también bereberes del Rif. Y, como ahora se observa, a muchos de quienes no han cumplido aún los 30 años.

Algunos ciudadanos han llevado flores al cuartel de la gendarmería de Leqliaa, y el Ministerio del Interior sostiene que los agentes actuaron en legítima defensa. Para que la muerte de los tres manifestantes no arroje sombras de duda sobre el Estado en la represión de las protestas, que se han saldado con cientos de heridos y más de 400 detenidos, Amnistía Internacional ha solicitado este viernes la apertura de una investigación sobre el “uso excesivo de la fuerza” por parte de las fuerzas de seguridad. La protesta social más extendida registrada en Marruecos desde la Primavera Árabe en 2011, que forzó una reforma constitucional prodemocrática, ha dejado una huella de ira. En el calcinado puesto policial próximo a Agadir, un fuerte con torres almenadas de inspiración colonial francesa, Marruecos se afana ahora en pasar otra página de trágica memoria.