Mostrando entradas con la etiqueta Vergüenzas españolas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vergüenzas españolas. Mostrar todas las entradas

viernes, 19 de septiembre de 2025

Monólogo de Buenafuente

 Lo que dijo Andreu Buenafuente no tiene ni puñetera gracia: "Esto no va de partidos, va de no sentir vergüenza ajena", en El Mundo, por Esther Mucientes, 19 septiembre 2025:

Andreu Buenafuente y su Futuro Imperfecto regresaron anoche a La 1. Todo parecía igual, un show cómico e irónico con un Buenafuente que lo sostiene todo. Pero Buenafuente sorprendió con ocho minutos de discurso que no han dejado indiferentes a nadie. Lo que dijo no es para reírse.

Los bemoles de Andreu Buenafuente en RTVE: si hay que repartir guantazos, se reparten

Contó hace poco Andreu Buenafuente en una entrevista en la Cadena Ser que cuando el presidente de RTVE, José Pablo López, le quiso fichar uno de los peros que le puso el humorista fue que no confiaba en que le dejaran completa libertad editorial en RTVE. Como no conocía López, Buenafuente le mandó un programa subtitulado de TV3 para que viera lo que quería hacer. López le dijo que podría hacer lo que quisiera y así Buenafuente y su Futuro imperfecto saltaron a La 1. Anoche, Futuro imperfecto regresó con su nueva temporada a la cadena pública y si alguien dudaba de la promesa del presidente de RTVE, Buenafuente despejó todas las dudas con un monólogo de ocho minutos en los que el tomo cómico del programa se dejó a un lado, pues las reflexiones de Buenafuente no tienen nada de gracioso.

Si el miércoles fue Silvia Alonso la que sorprendió con una súplica inesperada que colocaba a cada uno, tanto de un lado como del otro, en el punto de mira de '¿qué coño estamos haciendo?', anoche fue Andreu Buenafuente el que sorprendió con un discurso en el que cada frase era un titular, pero, sobre todo, en el que cada frase sacaba las vergüenzas de muchos, de nuevo, de los de un lado y de los del otro. Mientras en EE. UU., Donald Trump fulmina a presentadores como Jimmy Kimmel o Stephen Colbert por expresar su opinión sobre sus políticas, en España, aunque cada vez más polarizados, crispados y encendidos, no solo los políticos, sino también colaboradores, presentadores y periodistas, la libertad de expresión todavía existe. ¿Presiones? Seguramente, todas las del mundo. ¿Censura? El monólogo de Andreu Buenafuente es la contestación.

Empezó Futuro imperfecto con Andreu Buenafuente en el escenario. Empezó esperando el espectador y el público del teatro el primer chiste de la nueva temporada, pero no. Andreu Buenafuente se puso serio, y mira que es raro, paró el inicio habitual del programa y avisó: "Antes de empezar el programa y desplegar toda la comedia que podamos o sepamos hacer, quería compartir con vosotros una pequeña reflexión. Esto no es programa. Esto viene de estar parado unas semanas, y no hay nada peor que un cómico sin hacer nada. Mis opiniones se me van quedando dentro y digo "esto va a petar porque yo también esto en el mundo y veo las cosas"".

Y en ese tiempo de asueto lo que ha hecho Andreu Buenafuente es observar, mirar a su alrededor y ver lo que hay. ¡Y madre lo que hay! No me extraña que Andreu Buenafuente se pusiera anoche serio. Todos nos deberíamos poner serios. T-O-D-O-S.

"Lo que veo, no sé si estamos de acuerdo, no me gusta nada. No solo no me gusta, me ofende como ciudadano y me ha dado por pensar qué papel jugamos nosotros en todo este berenjenal encabronado", continuó. En su caso se refería a su programa, a sus guionistas, a su equipo, a sus colaboradores y a los humoristas. Su primera conclusión, "que no deja de ser un privilegio venir a hablar de lo que quieras a una tele pública, sino mira lo que ha pasado a Jimmy Kimmel, que esta mañana le han dicho ¿sabes contar? Pues no cuentes con nosotros". En realidad, no es solo en la televisión pública. En ninguna televisión de este país ocurre lo que ha ocurrido con Jimmy Kimmel, más que, qué casualidad, cuando hay un cambio de Gobierno y los que estaban en Televisión Española salen desfilando y entran los que quiere el nuevo Gobierno. También habría que analizarlo.

"Visto lo visto, escuchado, sentido, sufrido lo que se ha sufrido viendo las cosas, ¿debemos alimentar el mal gusto, la insensatez y el odio por el odio, instalado en el día a día?", se preguntó a sí mismo y a todos. "Pues yo digo que no. No me da la gana", se respondió.

"Y usted dirá: 'yo quiero verlo todo por impresentable que sea la persona que lo dice'. Se lo respeto, pero para eso están los informativos. Busque un informativo que lo cuente todo, llame si lo encuentra, le recomiendo los de Televisión Española porque estoy aquí, y una vez usted lo ve todo, saque sus conclusiones", instó el humorista con promo incluida. Era algo serio, pero, a ver, que es Andreu Buenafuente, que de hasta un entierro saca el chiste.

Para Buenafuente hay cosas que no. Cierto que nombró tres ejemplos sin dar los nombres de los protagonistas. Ya se los digo yo: Isabel Díaz Ayuso y Miguel Tellado, presidenta de la Comunidad de Madrid del Partido Popular y el secretario general del Partido Popular. Y cierto que de las barbaridades que pudieran decir otros, que también las dicen, porque si no las dijeran no estaríamos donde estamos y Buenafuente no estaría dando tal discurso, no dijo nada.

Dijo que "hay cosas que no": "Cuando un responsable político compara las protestas de Madrid en La Vuelta a España con el cerco de Sarajevo donde murieron miles de personas se convierte inmediatamente en un irresponsable político. Pero más que nada es que no veo humor ahí. No le veo la gracia".

"Cuando otro habla enterrar un partido en una fosa, me agrede personalmente. No hay humor ahí. No lo hay. Mi abuelo, Mariano, sigue sin ser identificado en algún campo del Maestrazgo como miles de soldados republicanos, así que no hable así de las fosas". Puestos los ejemplos. Ahí están.

Y llegó la reflexión, la que vale para las irresponsabilidades que nombró, pero para muchas otras, porque aquí el problema es que todos han perdido el rumbo. Como se suele decir, parece que no hay nadie al volante. "¿Qué está pasando?", se volvió a preguntar Buenafuente. "Por lo que yo veo, la ignorancia ha cogido unas cotas de prestigio nunca imaginables. La banalización de la ignorancia nos hace peores, no tenemos valores, no tenemos pasado y si lo tenemos no lo queremos reconocer y, por tanto, no tenemos presente o el presente que tenemos es una mierda". ¡Ojo a esto! Si uno lo piensa bien es terrorífico que pueda llegar a pasar esto. Piénselo, aunque sea de uno, aunque sea del otro. Piénselo.

"Hagan su trabajo, háganse responsables de sus actos y de sus gestiones", espetó Buenafuente a la clase política. Y de nuevo más ejemplos: "Los peores incendios de nuestra historia que han dejado un reguero de escaqueos. Esto es una doctrina trumpista, de lo que no voy a hablar, que se lo coman ellos, hablo de lo que nos comemos nosotros, que es la de 'no argumentes, no admitas un error, tú solo ataca, muerde, destroza'. Esto hace un mundo irrespirable y nosotros los de la comedia decimos, 'joder, dónde están los chistes'. Coño, no los veo".

Porque la realidad de esta reflexión es, como dijo Buenafuente a continuación, que "han conseguido que no haya rivales, han conseguido que haya enemigos, y yo no quiero tener enemigos. Nunca me he peleado, pero el día que me pelee.... va a salir todo".

"Quiero que mi país sea justo y razonable. A mí no me gusta un país donde se llama y se corea hijo de puta a un presidente, ¿no? No me gusta. No estoy a gusto. Que responda de sus actos en las urnas o en los tribunales. Que hay corrupción, venga, de dónde sea, impresentable, investigada y juzgada, toda la corrupción, toda, toda", sentenció.

"Todo lo demás es ruido y yo no quiero estar ahí y tengo que hacer un programa de comedia. Por no hablar de Gaza y el funambulismo de muchos para no hablar de genocidio, que hasta la ONU lo ha dicho. ¿En serio que estamos discutiendo esto en lugar de estar buscando soluciones? Es que yo veo las imágenes de Gaza y como se dice en catalán "em cau un colló per cada camal" (me cae un huevo por cada pernera)".

Y es por ello que la decisión que ha tomado Buenafuente, el equipo de Futuro imperfecto y sus guionistas es que "no dejemos entrar a todo lo que atente contra los mínimos valores de humanidad y civismo". Es decir, el exabrupto, la declaración para llenar Telediarios con tu pan te la comas. "Va a ser nuestro granito de arena. Esto no va de partidos, esto va de no sentir vergüenza ajena". Seguramente, Andreu Buenafuente y su programa lo haga. Puede hacerlo. El problema es el resto. ¿Se va a dejar de poner el micro ante burradas? ¿Se va a dejar de dar espacio a quien encienda, insulte, ataque, y demás? Sabemos que no. ¡Ay, si José Luis Balbín levantase la cabeza!

sábado, 15 de febrero de 2025

Entrevistas y reseñas de la biografía de Julián Casanova sobre Franco, por Guillermo Martínez y José Andrés Rojo

 I Entrevista:

Julián Casanova, biógrafo de Franco: “En España, en 1945, sabían que la represión era una inversión de futuro”,  en La Marea, por Guillermo Martínez, 2 marzo 2025:

Una biografía para la gente que no sabe apenas sobre Franco. Ese es el propósito que se fijó Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, cuando comenzó a preparar una de sus obras culmen. La editorial Crítica acaba de publicar esta monografía que condensa cuatro décadas de investigación de Casanova en torno al franquismo. Como él mismo dice al final del libro, “tiene que ser posible, 50 años después, volver la vista a ese pasado y no buscar solo aprobación o condena”. En esta dilatada conversación, el historiador repasa algunos de los momentos decisivos de Franco y de la España más reciente.

No es fácil abordar en una entrevista la figura de Franco, que usted ha narrado de forma profusa y largamente documentada en su biografía de casi 500 páginas. Empecemos por el principio. ¿Cómo influyó en Franco su paso por África? En su obra afirma que aquello lo elevó a “categoría de héroe nacional”.

El caso de África y los africanistas solo se entiende en julio de 1936, ahí encuentran la culminación al embrutecimiento que venían experimentando. Jugaron tres factores cruciales. Pensaban que el desastre del 98 español había sido causa del liberalismo y la mala política; y que ellos necesitan otro tipo de políticos porque se sienten desamparados. Por otro lado, que Azaña eliminara los méritos de guerra como forma de ascenso hizo que todos reaccionaran. Ahí Franco ya llevaba muchos años destinado en África, y él siempre dijo que le dejó una huella indeleble.

Estamos ante una de las carreras militares más rápidas del ejército español en el siglo XX. Cuatro meses después de desembarcar en Melilla en 1912 fue nombrado teniente; el 1 de febrero de 1914 ascendió a capitán; en 1917, a comandante; en 1923, a teniente coronel; en 1925, a coronel; y en 1926, el 3 de febrero, con 33 años, era ya general de brigada. ¿Qué tenía Franco de excepcional?

Tenía una planificación de todo eso, aunque se da una reinvención de su figura después. África fue la universidad de Franco. Mientras muchos están en los despachos, él se hace con esa figura de hombre valiente y bravo. Es un ascenso común en otros militares que sí lucharon en la Primera Guerra Mundial, pero es extraño que eso pase con un español. Por eso, hay que ver a África como una guerra de brutalización y no solo colonial.

De todas formas, si Franco hubiera desaparecido en 1936, no hubiera quedado ni una biografía sobre él. Otros muchos militares ya tenían la suya propia, pero a Franco le llegan como hagiografías cuando ya es Generalísimo en las que le trataban como a un santo, y ya se sabe que los santos están predestinados desde el nacimiento a llevar la corona.

La llegada de la Segunda República en 1931 y las decisiones de Manuel Azaña crearon en Franco un sentimiento de desafección al nuevo régimen democrático. ¿Hasta qué punto esto impulsó la sublevación en 1936?

La reforma militar impulsada por Azaña es clave para entender la sublevación. Si ves el nombre de las calles tras la victoria de los sublevados, todo eran nombres de tenientes, coroneles o capitanes que en su mayoría habían pasado por África. Franco pensaba que la República había realizado un gran agravio, más allá del espíritu de cuerpo que pueda llegar a sentir. Luego vendría otra reinvención contra la República, como que era la antipatria y que quería romper la unidad de España. De hecho, en las proclamas de los pronunciamientos militares del 36 no aparece ninguna mención a la religión, aunque poco después la Guerra se torne en cruzada. Esa es otra reinvención.

Sobre esto que comenta de la cruzada, dice que “obispos, sacerdotes y religiosos comenzaron a tratarlo como un enviado de Dios para poner orden en la “ciudad terrenal” y Franco acabó creyendo que, efectivamente, tenía una «relación especial con la divina providencia”. ¿Los españoles realmente lo vieron como el nuevo mesías?

Caló bastante porque la Iglesia hizo mucho por ello. En mi monografía La iglesia de Franco expliqué cómo se elaboró la teoría de la cruzada, que fue una simbiosis entre catolicismo y militarismo al principio, y luego entre catolicismo y fascismo hasta 1945. También hay que ubicar este fenómeno en su contexto y como una reacción al anticlericalismo, otro de los ejes fundamentales de la historia de la España contemporánea.

«El fascismo es como una religión política, y Franco la va llenando con ritos muy importantes que conectan con la tradición de muchas personas»

Elevar un golpe de Estado que provoca una Guerra Civil a concepto de cruzada solo puede pasar si alguien lo legitima, y eso lo hizo la Iglesia. Para mí, la imagen más clara de eso es la cesión por parte de la Iglesia de su Palacio Episcopal en Salamanca, donde Franco tuvo su primer cuartel general. El fascismo es como una religión política, y Franco la va llenando con ritos muy importantes que conectan con la tradición de muchas personas. Yo diría que a la altura de 1939 ya es un mesías para muchos.

El 19 de abril de 1937 promulgó el decreto de unificación entre Falange y los Tradicionalistas. Boina roja carlista y camisa azul falangista pasaba a ser el uniforme oficial, y se institucionalizó el saludo romano. Se creaba el partido único. ¿Esto significó una forma de quitarse del medio a posibles competidores por el poder? En sus manos quedaba ejército, iglesia y el partido.

Serrano Súñer le hizo saber a Franco que necesitaba un estado a la italiana y la alemana, con una construcción administrativa coercitiva, y en la política para eso se necesita un partido único. En abril de ese año Franco ya ha visto que militarmente no es bueno tener un poder por debajo en forma de requetés y milicias falangistas, por lo que se decanta por la militarización de la política y la creación de un partido milicia. Es paradójico también porque este partido llamado a ser de masas lo crea sin ellas, a diferente de Italia y Alemania, aunque llegarán tras el triunfo de la Guerra.

La paz de Franco transformó la sociedad, destruyó familias enteras, rompiendo las redes básicas de solidaridad social, e impregnó la vida cotidiana de miedo, prácticas coercitivas y de castigo”, comenta en la biografía. Al mismo tiempo, el régimen levantó más de 100 campos de concentración estable con 500.000 prisioneros de guerra en espera de ser clasificados, reeducados y castigados. ¿De dónde procedía tanta venganza hacia los perdedores?

En parte, es fruto de la contemporaneidad. En todos los países fascistas se destruye claramente a la izquierda. Si la universidad fue África, para Franco la tesis doctoral es la Guerra Civil, donde dejaron bien claro que ante cualquier intento de negociación, la rendición incondicional es la única salida. En el libro me detengo en explicar cómo esa venganza llegó hasta el último momento de la dictadura, y también intento desterrar esa idea de que los dictadores no estaban en la parte sucia de la historia, manchados de fango, como también se intentó dar a entender de Stalin o Hitler. En España, en 1945, sabían que la represión era una inversión de futuro.

Justo ese año el dictador promulgó la Ley de Referéndum, la cuarta de las Leyes Fundamentales de la dictadura. Se convirtió en regente vitalicio de una monarquía sin rey. ¿Cómo se desarrolló la relación entre el franquismo y la monarquía a lo largo de la dictadura?

Al principio de la dictadora hay algunos monárquicos en España que piensan que debe ser don Juan quien ocupe el trono. En cambio, Carrero Blanco y Franco lo dejaron bien claro desde el principio: o se estaba con ellos o contra ellos. En 1945 y 1946, don Juan todavía tenía algunas posibilidades de hacer algo, pero muy pronto pactan que su hijo será educado e irá a las academias militares en España.

Más tarde, con la llegada del Opus Dei, Laureano López Rodó dirá que a partir de entonces se emprendió toda una larga marcha hacia la monarquía, que en ningún caso estaba previsto en el guion que fuera liberal. 

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, España se convirtió en refugio placentero para nazis perseguidos por las fuerzas aliadas. ¿Le pasó factura al dictador el haber recibido apoyo y haber apoyado un régimen cuyo objetivo era el exterminio de los judíos?

Nunca le llegó a pasar factura, ni a nivel social ni internacional, porque el anticomunismo protagonizó las alianzas muy pronto tras el término de la Segunda Guerra Mundial. En 1953 se firmaron los pactos con Estados Unidos, y también llegó el Concordato con el Vaticano. El mismo Franco lo dijo cuando lo consiguió: “Al fin he ganado la guerra”.

Para aquellos años, la costa mediterránea de España se había convertido en el paraíso para auténticos criminales de guerra que estuvieron detrás del Holocausto y las políticas de exterminio en muchos países. La Iglesia salvó a muchos de ellos por ser católicos, sobre todo croatas y eslovacos.

En la biografía señala que Franco “sabía que la corrupción a escala masiva garantizaba lealtad y fidelidad personal”, y que “eligió las armas antes que alimentar a la población”. ¿Era realmente el franquismo un régimen de orden y disciplina?

Lo era, pero también de autovigilancia. Una vez despejado el camino mediante la represión, vendría la delación. Una casa cualquiera en Madrid ya no necesitaba policía para saber si ahí vivía algún rojo, porque los vecinos lo comunicarían.

Años antes de 1960 entraron los tecnócratas del Opus Dei al Gobierno. ¿Cómo sacaron de la bancarrota al régimen?

Carrero le dijo a Franco que la única forma de salvar la economía era racionalizar la administración e introducir cambios, y hacer caso a instituciones internacionales tachadas antes de liberales y masonas, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo.

Realizan un Plan de estabilización muy duro que crea una migración hacia el exterior muy fuerte, la gente se aprieta el cinturón y el PIB crece como consecuencia de las profundas desigualdades. Nadie dudó de que esta liberalización de la economía y modernización no traería ningún cambio en la estructura política, y así ocurrió.

No hay que infravalorar el desarrollismo porque les permitió reinventarse de nuevo. Primero habían desterrado el comunismo de España, y ahora era el momento de cambiar la alpargata por el coche, el estraperlo por la televisión, la miseria por la nevera.

Mucha gente defiende hoy la dictadura precisamente por este cambio en la economía.

Eso es lo que utilizan algunos para decir que el franquismo fue mejor que la democracia actual, porque todo lo demás lo vendieron como necesario. El golpe era legítimo y provocado por los desmanes de la República, la Guerra Civil era necesaria, y luego hubo que poner orden. Más tarde llegarían los pantanos y la Seguridad Social, y el desarrollismo. A la gente le funciona pensar eso y con eso es con lo que se quedan.

En los años 60 comenzaron las movilizaciones estudiantiles por opositores que no habían vivido la Guerra Civil, y los llamados “curas rojos” utilizaban sus prédicas para alentar al pueblo. El régimen no comprendió muy bien cómo hijos de los vencedores podían ser opositores, pero lo que más le fastidió a Franco fue la disidencia en la Iglesia. La modernización no solo trajo liberalización, sino asociaciones de vecinos, luchas de las mujeres… Y eran movimientos que no querían la revolución, sino alcantarillas y unos barrios obreros dignos. También se da un éxodo a la ciudad. Hay 3,5 millones de personas que van al extranjero a trabajar, pero 5,4 millones de personas cambian del mundo rural al urbano. En los pueblos la gente estaba controlada, en las ciudades ya no tanto.

Después llegó un repunte de ETA y la conflictividad laboral con “huelgas que derivaban en enfrentamientos con la Policía y con muchos huelguistas torturados y en la cárcel”. ¿Cuándo se empieza realmente a resquebrajar el régimen?

Lo hace en 1969, cuando estalla el caso Matesa. Ahí hay un repunte del sector falangista que reacciona contra los tecnócratas y denuncia un caso de corrupción relacionado con el Opus. Carrero decide hacer una limpia y, en contra de lo que parecía, echa a todos los falangistas del Gobierno. Ese año también culminan las nuevas Comisiones Obreras, los curas rojos, y ETA ha comenzado a matar. Se da una conflictividad importante que no deja de crecer hasta el asesinato de Carrero en 1973.

Desde el exterior siguen con mucho detalle lo que sucede, y sobre todo a Estados Unidos le preocupa la posterior caída de Salazar en Portugal y la Dictadura de los Coroneles en Grecia.

Pero el régimen siguió reprimiendo.

Para entonces todavía nadie estaba pensándose cambiar de chaqueta, así que la represión continúa. Se ve en el Tribunal de Orden Público, que desde 1974 a 1976, porque desapareció en enero de 1977, tiene más expedientes de depuración abiertos que en todos los años que había estado vigente desde su creación a finales de 1963.

«Pensar que los defectos de la democracia son herencia del franquismo y la Transición me parece mucho decir si uno analiza la historia más reciente de España. Yo no soy partidario de pensar que hay un pecado original en la Transición que seguimos pagando medio siglo después«

Por último, este 2025 se conmemoran los 50 años del fallecimiento de Franco. Medio siglo después, ¿hasta qué punto considera que la democracia actual en España es heredera de la dictadura?

Aquí quizá yo tenga una apreciación algo diferente a la mayoritaria. Pienso que la Transición fue muy difícil, que no fue inmaculada, que se hizo desde arriba y hubo conflictos, muertos y tensiones que modelaron toda esa época. Con la democracia y la entrada en la Unión Europea, la sociedad civil y política ya ha tenido muchos años para que haya cambiado eso.

Pensar que los defectos de la democracia son herencia del franquismo y la Transición me parece mucho decir si uno analiza la historia más reciente de España. Yo no soy partidario de pensar que hay un pecado original en la Transición que seguimos pagando medio siglo después. Me parece que el presentismo es más poderoso que la historiografía, y vivimos en un momento en que, en lugar del conocimiento, se estimula la ignorancia y es fácil decir simplezas y volver a consignas que yo pensaba superadas.

II Reseña:

Julián Casanova, historiador: “Lo bueno que hizo Franco lo hicieron las democracias sin tortura ni pena de muerte”, José Andrés Rojo, en El País, suplemento Babelia, 14-II-2025:

El catedrático de Historia Contemporánea publica una nueva biografía del dictador, un sólido retrato que muestra desde su paso por África y la ayuda de Hitler al inicio de la Guerra Civil hasta el esencial papel de la Iglesia en el régimen

Dice Julián Casanova (Zaragoza, 1956) que la historia conduce “por muchas calles y direcciones” y que solo se entiende a través de una “indagación profunda” en los hechos del pasado. En Franco, Casanova construye un retrato del dictador para el siglo XXI en casi 400 páginas con 30 capítulos breves y muy ágiles, que ha completado con un álbum fotográfico que da cuenta de los personajes que lo rodearon, una rigurosa cronología y un amplio comentario bibliográfico. Hay algo en Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, que lo convierte en una rara avis dentro de su oficio: los largos periodos de tiempo que ha enseñado fuera de España, en Estados Unidos pero sobre todo en Budapest y Viena en la Central European University, y su afán por intervenir en la discusión pública, ya sea en las redes o en los medios de comunicación tradicionales. Ha estudiado y escrito sobre el anarquismo, la República o la Guerra Civil, pero también sobre Europa rota tras la Gran Guerra, la Revolución Rusa o la violencia que ha marcado el siglo XX. Dice que “es posible explorar el pasado sin buscar una condena o una absolución”: “No se puede poner a nadie en una sala de juicio porque la bondad o la maldad de los personajes no es un concepto histórico”. De Francisco Franco comenta que “no fue un personaje carismático”, pero que frente a otros, que sí lo fueron, murió en su cama y tuvo un entierro faraónico, “y habrá que explicar por qué”.

Pregunta. ¿De dónde viene Franco?

Respuesta. Nace en 1892 en una familia gallega que estuvo largo tiempo vinculada a la Armada en un momento en que España ha perdido las colonias y en la que pertenecer a la Armada ya no supone ninguna gloria. Su padre, que abandona a la familia justo cuando él inicia sus estudios en Infantería, no es nunca una referencia en su vida; su madre es para él la bondad. Su formación es la típica que hubiera tenido en la Galicia de finales y principios de siglo un hijo de militares, una mezcla de tradición castrense y catolicismo. Nada extraordinario hubiera sucedido si Franco no pasa por África.

P. ¿Es entonces África una de las claves?

R. Me di cuenta de que todos los dictadores de su época habían pasado por la I Guerra Mundial, y él no. Y África fue para él algo muy similar a aquella experiencia. Franco ha dicho que la Academia Militar de Toledo, a la que entró en 1907, hizo de él un hombre, y su hija ha recordado que allí sufrió humillaciones. A África llega en 1912, tras salir de la Academia con un expediente poco prometedor, y está hasta 1926, y le deja una huella indeleble.

P. ¿En qué sentido?

R. Entendió que allí se estaban partiendo el pecho por la patria y los políticos los tenían abandonados, y empezó a inventarse un personaje que se sostenía en el heroísmo, en el “todo lo hago por mi patria”. Ascendió de manera rapidísima por méritos de guerra.

P. Llegó a ser general con 33 años.

R. El ascenso rápido por méritos de guerra es importante para entender el odio que le tuvo a Azaña cuando en su reforma militar echó abajo este tipo de promoción. También lo odió por cerrar la Academia General Militar, que creó la dictadura de Primo de Rivera y de la que Franco fue director. Ahí entramos ya en la zona de los agravios. Los fue acumulando y los irá soltando a lo largo de su vida, y puede hacerlo porque llega a tener un poder con el que nunca había soñado.

P. ¿En qué momento lo obtiene?

R. Sin el golpe de Estado, tal como le salió, porque él no era el principal de los implicados, y sin la guerra, tal como le empezó a ir a partir de octubre, cuando fue elegido por los suyos jefe del Gobierno del Estado español, Franco no hubiera sido tan importante. Antes de 1936, solo era un héroe de guerra más, el general de división más joven de Europa.

P. ¿Qué importancia tuvo que al inicio de la guerra fuera quien contactó con Hitler?

R. Sin estar en Marruecos, la carta que le envía a Hitler nunca hubiera existido. Tuvo acceso a algunos alemanes allí que le permitieron llegar a él. Cuando su emisario llega a ver al Führer con la carta no le dice que se la envía Franco, sino un general español que está en dificultades tras dar un golpe de Estado contra la revolución. Y es entonces cuando Hitler muestra interés. Ya lo había explicado Preston: el ascenso a la cúspide del poder de un nadie más que nadie se produce porque sabe jugar la carta de la internacionalización y consigue pasar las tropas por el Estrecho y la ayuda de Hitler. Dos semanas después de empezar todo, alemanes e italianos ya se han puesto de acuerdo para que todas las armas pasen por Franco. Mola, Queipo de Llano y los demás quedan descartados. Tras la toma del Alcázar, que le da fama, empieza otro Franco.

P. ¿El Franco político?

R. En Zaragoza, en la Academia, con los múltiples agasajos que recibe, empieza a ver la miel del poder político. Que, claro, tiene que estar subordinado al poder militar. Y ya no piensa en otra cosa.

P. ¿Qué significa su victoria?

R. Que no tiene que demostrar nada. A él lo quieren porque ha ganado la guerra y librado a España de los comunistas.

P. ¿Qué tipo de régimen y de personaje construye durante la guerra?

R. Cuando se convierte en el jefe se da cuenta de que los militares rebeldes no tienen ningún plan. Serrano Suñer le dice que gobierna un Estado campamental y que necesita un Estado moderno: nazi, fascista, con un partido único. Franco tiene que conjugar la tradición militar de la que viene con el muy importante peso del catolicismo que lo apoya y con una fuerza nueva, la de Falange, que no ha llegado a ser un partido de masas. Franco fue construyendo su régimen mientras guerreaba.

P. ¿Y eso qué importancia tuvo?

R. Le permitió darse cuenta de la importancia de la religión y de los ritos. No solo sirve la propaganda, hacen falta los rituales. Y los ritos se realizan en torno a los mártires. Es lo que Gentile llama la religión política del fascismo. Los mártires empiezan a aparecer por todas partes, y los lugares de memoria.

P. Tras el final de la II Guerra Mundial, Franco se reinventa de nuevo.

R. El fascismo y la Iglesia, esa combinación para mí es la clave, y repartir juego, sin olvidar a los militares que estuvieron con él. Sabe que, por mucho fascismo y por mucha Iglesia, sin los militares que están a su lado no va a durar nada. Son los tres grandes ejes que van a marcar la historia de España. Cuando uno de ellos tiene que desa­parecer, con la derrota del fascismo en la guerra, Franco recibe de Carrero Blanco un informe en el que le dice que desde fuera no los van a echar, así que de lo que se trata es de mantener el orden y aguantar.

P. ¿Qué ha ocurrido mientras tanto dentro del país?

R. Franco se ha dedicado seis años a limpiar España y ha liquidado al enemigo interno, que está en el cementerio o en el exilio. Franco consigue en la posguerra, en medio del hambre y la represión, explicarle a la gente que él no tiene nada que ver en todo eso. Y consigue también transmitir que la monarquía que don Juan representa es la monarquía liberal que ha llevado a España a un fracaso rotundo, así que hace bien en saltarse la línea dinástica. Y conservar el poder.

P. ¿Cómo lo consigue?

R. La parte más sucia de las dictaduras no la llevan los dictadores. Kershaw, en su biografía de Hitler, inventó un término que yo lo aplico a Franco: “En la dirección del Führer”. El Führer no tenía que recordarle a nadie lo que tenía que hacer. Y lo mismo pasa con Franco.

P. Dice que los años cincuenta son la edad dorada de la tiranía.

R. Le doy mucha importancia a la guerra de Corea. Es el punto de inflexión que les permite a los poderes occidentales darse cuenta de que la Unión Soviética fue un aliado contra el fascismo pero que en ese momento es el enemigo. Franco lo capta de inmediato. Ese cambio es clave; el otro es el amigo americano. Que entiende que Franco más Salazar más lo que ocurre en Grecia son decisivos para controlar el Mediterráneo. El año 1953 es clave: se firma el concordato con el Vaticano y los acuerdos con Estados Unidos. Sabe que ya nadie lo va a tocar y, a partir ahí, ancha es Castilla. Para la corrupción y para todo.

P. ¿Qué ocurre con la llegada del Opus Dei al poder a finales de los cincuenta?

R. El Opus, desde un enfoque weberiano, hizo en un país sin protestantismo lo que produjo la ética protestante: racionalizar la Administración y el Estado para modernizar el capitalismo, y lo hizo sin abandonar el autoritarismo.

P. ¿Y los sesenta?

R. Conseguir aguantar con los grandes cambios que se producen entonces tiene mucho mérito. Además de recurrir a la represión, deja trabajar a la gente del Opus y, además, se produce una edad dorada del falangismo con gente del Movimiento tipo Fraga. Hasta que en 1969 sale a la luz Matesa, y se airea un caso de corrupción que toca a la Falange: el régimen se parte por arriba. Todos los estudios de las dictaduras muestran que estas solo caen por las luchas internas entre los que mandan. De la dictadura saco una conclusión clara: todos los personajes que rodean a Franco son masculinos, y tienen una doble moral. De los 119 ministros que tuvo, no hubo ninguna mujer, pero tampoco en la vida personal tenían relevancia: en las cacerías se sentaban en otro sitio, no comían con los hombres. Era una mentalidad cuartelera, pero pasada por África. Había misoginia en la forma de gobernar, en las leyes, en el desprecio y la subordinación de la mujer.

P. ¿Y la oposición?

R. Antes de la aparición de Comisiones Obreras, la oposición está en la catacumba. El sindicalismo clásico de la UGT y la CNT y los partidos políticos están desmontados, tienen un miedo terrorífico. Lo que surge es una nueva mentalidad que ya no va a luchar para echar a Franco y hacer la revolución. Esto lo captó Santos Juliá, lo captó Javier Pradera. Los nuevos eran gente de izquierda, pero ya no peleaban por la conquista de la Bastilla. Con un ejército unido, eso no se puede hacer. La verdadera oposición estaba en las asociaciones vecinales de barrio, en los curas obreros que por primera vez hablan de socialismo, en CC OO y en una decena de grupúsculos revolucionarios maoístas que aún creían que se podía hacer algo. Pero se veía que no iba a poder ser.

P. A Franco se lo defiende diciendo que fue un modernizador.

R. Que haya hoy quienes desde la ultraderecha quieren revitalizar a alguien que ya la mayoría de la gente sabía que no había hecho ningún bien a la historia de España, me permite creer que una biografía como esta pueda servir para hacer pensar. Hacer pensar, no adoctrinar. La gran peculiaridad de nuestra historia es que durante las tres décadas en las que en la Europa occidental se consolida la democracia y el Estado social de derecho, España está fuera de eso. Si Franco hubiera muerto en 1945, hoy sería recordado como un fascista.

P. ¿Hasta cuándo se mantuvo la represión?

R. Hasta el final. El Tribunal de Orden Público, el TOP, se crea en 1963 y se disuelve en enero de 1977. Todas las cosas buenas que hizo Franco las hicieron las democracias occidentales sin necesidad de torturas, de cárcel, de políticas de exclusión, de penas de muerte. Si la democracia no sabe explicar estas cosas, eso es otro problema: la historia sí lo hace.

P. Su biografía de Franco aparece en el contexto de una ácida polémica sobre los actos programados para celebrar su muerte.

R. Creo que 50 años después de la muerte de una persona que estuvo 40 años en el poder y que marcó la vida de España es un buen momento para explicarles a los ciudadanos muchísimas cosas. La fecha merece una conmemoración y que la gente pueda saber qué fue la dictadura de Franco. Un Gobierno, socialista o no, democrático no debe tener en 2025 ninguna duda sobre esto. Tenemos una peculiaridad, y no está en Sánchez, sino en un PP que nunca va a participar en esto, en una derecha que no ha sabido abordar nunca con libertad un pasado que también perteneció a la derecha de otros países europeos. Podría mirarse en Adenauer, en la democracia cristiana, para entender que a estas alturas todo lo que sea fascismo o autoritarismo no vale.

Franco, Julián Casanova, Barcelona: Crítica, 2025, 528 páginas. 22,90 euros.

lunes, 22 de junio de 2020

Breve historia de la esclavitud en España

Julio Tovar, "Breve historia de la esclavitud en España", en Público, 21-VI-2020


“¡Ay!, cuando amaso yo,
sabrosito sale el pan.
¡Ay!, panadero soy
y esclavo del catalán!”

Canto popular cubano recogido en ABELLÓ I GÜELL, T., La resposta catalana a la crisi i la pèrdua colonial de 1898, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 1998, pp. 171

Los viejos maniseros solían cantar una copla y que todavía se recuerda en las calles viejas de la Habana: 

“¡Desde el fondo de un barranco.
Grita un negro con afán:
¡Dios mío, quién fuera blanco,
Aunque fuera catalán”.

Los versos, memoria de los años de esclavitud en Cuba y que ya se difundían en 1870 en la metrópoli, han sido interpretados de múltiples maneras: recordaban tanto el pasado esclavista de gran parte de la burguesía catalana como también, y esta era la interpretación del escritor Alejo Carpentier, cierta conmiseración de los afrocubanos por la laboriosidad de los catalanes allí.

Cuba fue, así, ya desde su primera colonización el “gran pecado esclavista” de España como potencia imperial. En ese sentido, Bartolomé de Las Casas pudo instigar las Leyes Nuevas… en 1542, que protegían a los indios y que resultan uno de los grandes hallazgos humanísticos de la tradición hispana, pero este Estado Imperial no tuvo la misma consideración con los afrocubanos que comenzaban a llenar por centenas las plantaciones del caribe conquistado. 

La esclavitud en España, antes del dominio americano, se remonta a los primeros tratantes portugueses de esclavos en ciudades comerciales como Sevilla. Portugal fue la avanzadilla, la “pionera en la esclavitud atlántica” según historiadores, que tomaría España como ejemplo. A pesar de todo, los números de esclavos en Cuba, el principal nodo de importación de mano de obra esclava, no superarían los 1.000 en 1544. El volumen en comparación con Portugal, que en aquel tiempo superaba los 50.000 esclavos, era mínimo y la gran explotación económica se centraría en el continente americano y los metales preciosos. 

Todo cambia en el siglo XVIII: el monopolio de los borbones se trastoca con la conquista de la Habana en 1762 por el Reino Unido. La dominación, que duró solo un año, “abrió la isla al comercio de esclavos africanos” y aumentó cada mes en al menos 4.000 esclavos la mano de obra no emancipada. Aunque los ingenios azucareros, clave en la revitalización económica de la colonia, se databan de antes, pronto empezarán a crecer en número y con ello la importación de mano de obra africana. Entre el año 1763 y 1792, 70.000 africanos llegaron como mano de obra de una burguesía floreciente, que vivía del azúcar, y comenzaba a tener influencia peninsular. Su felicidad debida a la trata pronto comenzaría a nublarse: con la emancipación de los esclavos franceses en Haití en 1794, la libertad comenzaría a ser un ideal de futuro para los miles de negros cubanos. 

Haití, la dictadura negra y las revueltas cubanas

En julio de 1792 la Asamblea Nacional Francesa recibe una carta de los jefes de la revuelta en su posesión de la isla La Española. Es una carta de emancipación, valiente, donde los nuevos dominadores de su colonia caribeña afirman:

“Todos somos negros, es verdad, pero decidnos, caballeros, vosotros que sois tan juiciosos, ¿cuál es la ley que dice el hombre negro debe pertenecer como propiedad al blanco?”

Dividida en dos zonas, una española y francesa, será en la última donde se establezca un sistema de plantaciones de éxito. Ésta será emancipada en plena revolución francesa el 4 de abril de 1792. La ejecución del Rey en la metrópoli, un año después, desembocó en el conflicto total allí agravado por la abolición de la esclavitud ya en 1794. Las potencias enemigas, España e Inglaterra, intentaron arrebatar la colonia aprovechando este caos.

Toussaint L’Ouverture será el dique a estas ambiciones: haitiano emancipado que traicionó a su antiguo aliado, la corona española, pasó a ser la fuerza determinante en la isla. Su victoria sobre los ingleses, en 1798, no pacificó el territorio, sino que inició una oleada de escabechinas entre negros, blancos y mulatos. Aunque L’Ouverture pudo controlar débilmente la isla ya para 1800, fusilando incluso a los suyos, la Francia de Napoleón no reconoció la independencia e invadió con éxito el territorio. El corso reinstauró la esclavitud, encarceló a L’Ouverture, pero no pudo dominar la situación. Poco después, en 1804, Jean-Jacques Dessalines, un subalterno de L’Ouverture, pudo establecer un estado independiente a costa de la masacre de casi todos los colonos blancos que quedaban en la isla (se da el número de 5.000 asesinatos). 

Estos muertos y la desastrosa evolución política posterior de Haití, donde su tejido productivo se desbarató, fueron claves para reforzar la institución de la esclavitud en la cercana isla de Cuba. La historiadora cubana Ada Ferrer recuerda cómo la colonia española creó una leyenda luctuosa a través de los testimonios orales de los supervivientes de “lo que sucedió en Haití”. En contrapartida, la caída económica de la antigua colonia francesa potenció la economía cubana, convirtiéndose en una pieza codiciada por el resto de potencias por su creciente producción azucarera. Así, la primera línea de ferrocarril en España uniría La Habana y Bejucal tan pronto como en 1837; la metrópoli tardaría más de diez años en tener vías férreas entre Barcelona y Mataró.

Las revueltas en Cuba comenzaron tan pronto como en 1795, dirigidas por esclavos liberados, aunque la más importante sería criolla y dirigida por Joaquín Infante en 1809. La metrópoli pudo controlar todas las conspiraciones, una de las pocas colonias que no se escapó al poder imperial español, aunque sufrió revueltas de esclavos dirigidas casi siempre por mulatos en la zona oriental. La represión por los gobiernos liberales fue brutal y en 1844 alcanzó su auge con el fusilamiento de 78 insurrectos luego de una “supuesta”conspiración para masacrar a los blancos e instigar mil fechorías. Los negros, a decir de la investigadora Martha Silvia Escalona Sánchez, comenzarían a ser “la representación del mal” para la conservadora burguesía habanera. Muy pronto la caída de la reina Isabel II, en septiembre de 1868, cambiaría todo.

La democracia llega a España…pero no a Cuba

Todo el hemiciclo está expectante, todos esperan el gran discurso, el que busca redimir a los negros y fijar la posición de los republicanos en el debate sobre la esclavitud. Don Emilio Castelar y Ripoll, así, sube a la tribuna, toma sus acostumbrados vasos de agua con azúcar y declama un discurso memorable: 

“¿Creéis que hay en el mundo algo más horrible, algo más espantoso, más abominable que el negrero? El monstruo marino que pasa bajo la quilla de su barco, el tiburón que le sigue husmeando la carne, tiene más conciencia que aquel hombre. Llega a la costa, coge su alijo, lo encierra, aglomerándolo, embutiéndolo en el vientre de aquel horroroso barco, ataúd flotante de gentes vivas. Cuando un crucero le persigue, aligera su carga, arrojando la mitad al océano. Bajo los chasquidos del látigo se unen los ayes de las almas con las inmundicias de los cuerpos. El negrero les muerde las carnes con la fusta, y el recuerdo de la patria ausente, la nostalgia, les muerde con el dolor de los corazones”.

Su proclama acaba, así, con una invocación a toda la cámara, apelando a sus profundos sentimientos cristianos:

“¡Hijos de este siglo, este siglo os reclama que lo hagáis más grande que el siglo XV, el primero de la Historia moderna con sus descubrimientos, y más grande que el siglo XVIII, el último de la Historia moderna, con sus revoluciones! ¡Levantaos, legisladores españoles, y haced del siglo XIX, vosotros que podéis poner su cúspide, el siglo de la redención definitiva y total de todos los esclavos!”

Es el 20 de junio de 1870 y la esclavitud solo sobrevive ya en las colonias hispanas, protegida por asociaciones como los centros hispano-ultramarinos. Estos centros, que albergan a los políticos reaccionarios y conservadores, consideran la trata institución imposible de abolir por el “temor” a la pérdida de la colonia y acusan a los republicanos federales, partidarios de la abolición total, de “mantener relaciones con los rebeldes”, según el análisis de la trabajadora del CSIC Inés Roldán de Montaud.

España es, desde 1869, una monarquía democrática por sufragio universal masculino, con una fuerte oposición republicana y varias colonias con regímenes relativos de servidumbre. Es en Cuba, como hemos visto, donde la esclavitud es un problema social, y para ello se han hecho decenas de reglamentos buscando controlar a cualquier población emancipada. Castelar da la cifra de 300.00 esclavos en Cuba y 700.000 libres, dando una cifra inferior a los 100.000 no emancipados para Puerto Rico. Segismundo Moret, Ministro de Ultramar, en su respuesta al gran orador fue paternalista y, para los ojos actuales, inmoral ya que habló del“saludo amistoso” entre el viejo esclavo y el dueño de la plantación

El gobierno progresista, con todo, aprobó una ley de “libertad de vientres” en junio de 1870 que liberaba a los hijos de los esclavos, aun dejando este tema sin resolver del todo en plena monarquía democrática. El historiador social José Antonio Piqueras especula si esa “libertad de vientres” y algunos manejos del general Prim en Cuba, en plena guerra de los diez años, pudieron instigar su asesinato en diciembre de 1870. Los debates, a pesar de todo, seguirían en los últimos años de la efímera monarquía democrática de Amadeo I de Saboya y al comienzo de la Primera República. Esta última pudo abolir el 22 de marzo de 1873 la esclavitud en Puerto Rico, aunque no consiguió hacerlo en el caso de Cuba. Una victoria para las sociedades abolicionistas, sin duda, pero quizá incompleta. La abolición total tardaría todavía más de diez años en llegar y la República no viviría para verla.

La Restauración y el fin de las cadenas

El 3 de enero de 1874 llegó el “termidor” de la república española: el golpe del artillero Manuel Pavía ante el cese de Emilio Castelar en la presidencia. Esto comenzaría esa extraña república pretoriana, dirigida por Serrano, y que finalizaría con la vuelta sin apenas resistencia de Alfonso XII y los borbones gracias al pronunciamiento del general Martínez Campos a finales de ese año. Volvía, en la tradición pendular de España, el régimen conservador, aunque con ciertos matices e inspirado por ese diputado alfonsino que defendió siempre los intereses de los tratantes en Cuba: Antonio Cánovas del Castillo.

Cánovas conocía el problema cubano, fue ministro de ultramar en 1866, y había intentado suprimir la trata y “controlar” la esclavitud. Ahora bien, nunca se hizo ilusiones por la emancipación rápida y defendía un gradualismo en su extinción. De nuevo, el temor a un “nuevo Haití” paralizaba a las elites en la isla, que financiaban muchas de ellas el todavía débil sistema de la Restauración (el militar Manuel Villacampa realizó un pronunciamiento republicano en 1886). Mientras tanto, ya desde 1868, las autoridades hispanas fomentaron la inmigración de españoles a la colonia ante el temor de una revuelta por una mayoría demográfica negra.

La paz de Zanjón, que acababa la guerra permanente en Cuba en 1878, consiguió un compromiso por parte de Martínez Campos de abolir la esclavitud, pero el debate tardó unos años más y solo pudo concretarse en febrero de 1880. Rebecca Scott da el número de 25.000 esclavos liberados en Cuba, un número menor y aceptable para la metrópoli. El régimen canovista, eso sí, hizo subsistir un “patronato” por el cual la población negra permaneció atada a sus antiguos propietarios como “pago” de una compensación, según la interpretación del investigador Luis Miguel García Mora. Lo cierto es que, desde 1886, con el fin del patronato, se ponía fin a cualquier relación esclavista sin salario, siguiendo los criterios del filósofo Antonio Escohotadoen su perspicaz análisis de la esclavitud.

Es probable que esta emancipación llegara demasiado tarde: el malestar de los negros liberados, el cuantioso capital estadounidense a favor de la independencia y la torpe política de la Restauración llevaron a una nueva guerra en Cuba, la definitiva, a finales del siglo XIX. El periodista francés Charles Benoist recogió la declaración del Cánovas anciano, ya desesperado por un conflicto que no podía resolver, en las que afirma que “los negros de África, de importación” solo entendían la fuerza. No viviría para ver lo más temido para él: la conquista y tutelaje de Cuba por parte de EE.UU. en 1898. 

En estos últimos años la burguesía catalana va a obtener sustanciosos capitales de la trata de esclavos y este patronato. El historiador económico barcelonés Jordi Maluquer de Motes recuerda cómo uno de los círculos hispano-ultramarinos más importantes era el de Barcelona:  son los viejos apellidos Goytisolo, Sampa, Xifré o Vidal-Quadras que dominaron la trata y crearon esa imagen no especialmente feliz del catalán entre los afrocubanos. En 2018, como expiación de estas culpas, la alcaldesa Ada Colau retiró la estatua al barcelonés Marqués de Comillas, Antonio López y López, que había sido tratante de esclavos en sus plantaciones. Este hombre, que había sido casi todo en la España de la Restauración, pasaba a ser una persona non-grata: los tiempos habían cambiado.

------------------------------------------------------

BIBLIOGRAFÍA

CASTELAR, E., La abolición de la esclavitud, Barcelona, Linkgua, 2013

ELORZA, A., HERNÁNDEZ SANDOICA, ELENA., La guerra de Cuba (1895 - 1898), Madrid, Alianza, 1998

FERRER, A., Freedom's Mirror: Cuba and Haiti in the Age of Revolution, Cambridge, Cambridge University Press, 2014

GOTT, R., Cuba: A New History, Londres, Yale University Press, 2004

ISRAEL, J., The Enlightenment that Failed: Ideas, Revolution, and Democratic Defeat, 1748-1830, Londres, University Press, 2019

JAMES, C.L.R., The Black Jacobins: Toussaint L'ouverture and the San Domingo Revolution, Londres, Penguin Books, 2001

ROLDÁN DE MONTAUD, I., La Restauración en Cuba: el fracaso de un proceso reformista, Madrid, CSIC, 2000

SMARTT BELL, M., Toussaint Louverture, Nueva York, Vintage Books, 2008

VV.AA., Esclavitud y derechos humanos: la lucha por la libertad del negro en el siglo XIX, Madrid, CSIC, 1990

VV.AA., La administración de Cuba en los siglos XVIII y XIX, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2017

VV.AA., Slavery in the Development of the Americas, Cambridge, Cambridge University Press, 2004

VV.AA., The Cuban Slave Market, 1790-1880, Cambridge, Cambridge University Press, 1995

domingo, 26 de abril de 2020

Desahucio trágico

Desahucio mortal en la vida de Alicia

La mujer de 65 años que se suicidó cuando iban a desalojarla de su piso en Madrid ocultó sus problemas a la poca gente que frecuentaba. Daba ropa y comida a la iglesia pese a su precaria situación económica

JUAN DIEGO QUESADA

Madrid 2 DIC 2018 - 13:03 CET

Misa el viernes en la iglesia de San Antón, Madrid, en homenaje a Alicia, la mujer que se suicidó cuando iban a desahuciarla. En vídeo, la historia de la mujer. FOTO: A. GARCÍA | VÍDEO: ATLAS
El hijo la acercaba a casa en coche después de haber pasado la tarde juntos. El chico hacía el amago de subir al apartamento de su madre en un gesto de cortesía, pero ambos convenían que era mejor despedirse en el portal del edificio. Ella compartía apartamento con una amiga que se acababa de quedar viuda y no querían importunarla con una visita inesperada. Así que se daban dos besos y se emplazaban a una próxima ocasión.

De puertas para adentro, Alicia del Moral, la señora elegante de 65 años que hace una semana se suicidó lanzándose desde un quinto piso cuando la iban a desahuciar, vivía encerrada en sí misma, inaccesible, amurallada. Si la realidad tiene dos caras, las personas también.

Alicia frecuentaba salones de baile, donaba ropa y comida a la iglesia y pertenecía a un pequeño círculo de amigas del barrio de Chamberí con las que tomaba café por las tardes, en su condición de jubilada que vivía con holgura tras haber recibido la indemnización de su último trabajo como secretaria de un reputado economista.

Esa era la imagen visible. La opaca era mucho menos amable. Vivía sola (no existía tal amiga viuda), cobraba ayudas sociales y necesitaba soporte económico de su único hijo, un informático al borde de los 30 que también le costeaba el teléfono y la conexión a Internet. Nadie de su reducido entorno sospechó que sobre ella pesaba un desahucio que estaba a punto de expulsarla a la indigencia.

Alicia del Moral

Su desalojo procedió a ejecutarse el martes 27 de noviembre, a las 11.00. El portero del número 1 de la calle Ramiro II barría las escaleras cuando llegaron dos policías municipales, dos funcionarios del juzgado, un cerrajero y un par de representantes de la empresa Apartamentos Galileo, en calidad de propietarios. La comitiva anunció que procedía a echar a la vecina del número 4 de la quinta planta, un estudio de 50 metros, por una deuda de 2.000 euros. Cuatro meses de renta.

El portero se quedó asombrado. Nunca imaginó que esa mujer menuda, de aire aristocrático, era morosa. El cortejo pulsó el telefonillo, sin respuesta. Subió en dos tandas de ascensor hasta la quinta planta. Llamó tres veces a la puerta con idéntico resultado. En ese momento, el portero recibió una llamada. Un pintor le informaba de que una mujer yacía tendida en la acera, como si se hubiera desmayado. Al bajar encontró inmóvil a una mujer en calcetines y pijama. Avisó a los policías. Uno de ellos trató de reanimarla. Al fijarse bien, el portero se dio cuenta de que se trataba de Alicia.

-Es la señora del quinto piso -, le dijo.

-¿Estás seguro?

-Segurísimo.

Dos días después, en la sala de espera del Instituto Anatómico Forense, el único familiar directo de Alicia, su hijo, no era capaz de entenderlo. No había percibido ninguna señal preocupante. Ella nunca le comentó nada. La explicación de que vivía con una amiga le había convencido. Entendía que era la que se hacía responsable del alquiler. De hecho, se preguntaba ahora cómo su madre pudo rentar en una zona cara de la ciudad sin contrato de trabajo ni avalista, que él sepa. A esas alturas, 48 horas después de lo sucedido, ningún amigo o conocido de ella había contactado con él. Nadie parecía echarla en falta.

Alicia no tenía en esta vida a nadie más que a su hijo. Ella también era hija única de una familia acomodada del Madrid de los alrededores de la Gran Vía. Su primer trabajo fue como secretaria en una naviera. Conoció a un muchacho con el que tuvo un niño. Intentaron formar una familia en Las Palmas, a donde se fueron por exigencias del trabajo de él. La aventura isleña fracasó. Dos años más tarde, a principios de los noventa, volvió a Madrid con el hijo, y se instaló en casa de su madre.

Poco después comenzó la etapa más estable de su vida. Trabajó de secretaria particular de un abogado y economista por la zona de Islas Filipinas. El señor estaba encantado con el porte distinguido de Alicia. Ella organizaba su agenda, los almuerzos con gente conocida, cuidaba del protocolo. Ese empleo le hacia feliz. Sin embargo, llegó el día en el que hombre se jubiló e indemnizó a sus empleados antes de echar el cierre.

 Vista del edificio donde Alicia falleció tras tirarse desde su domicilio en el quinto piso de un bloque de viviendas en la calle Ramiro II número 1, en el distrito de Chamberí
Vista del edificio donde Alicia falleció tras tirarse desde su domicilio en el quinto piso de un bloque de viviendas en la calle Ramiro II número 1, en el distrito de Chamberí RAMIRO EFE
Por esas fechas perdió a su madre. El hijo, a los 16 años, se mudó a casa de su abuela paterna. Bajo ese techo estudió la carrera. A partir de ahí, según quienes la frecuentaron, Alicia erró por varios empleos inestables que no casaban con su pasado: cuidó enfermos, señoras mayores, fue camarera de piso en un hotel.

Sin casa propia, compartió piso en Vallecas y Cuatro Vientos antes de asentarse seis años, esta vez sola, en el de Chamberí, su última parada. Dadivosa hasta el punto de dar a la caridad lo que no le sobraba, no quería tampoco importunar a su hijo con sus preocupaciones. Impenetrable para los que incluso la conocían íntimamente, ocultó las dificultades por las que atravesaba.

La soledad mata, según Gustavo García, de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales. "Es el principal problema de exclusión social desde 2012, sobre todo para personas mayores. La sociedad ha mutado. Y en casos como el de Alicia vemos que La pobreza no se parece a la de antes, a veces es imperceptible", explica.

¿Su gran pasión? El baile. En las pistas coincidió con gente interesante. Un escritor, autor de un manual de escritura para relatos de ficción, la recuerda enigmática. "Había viajado, vivía de una forma más o menos acomodada. Esa era la apariencia", cuenta por teléfono.

Alicia vestía muy bien, era coqueta. Hace tres años ella cambió su gusto y se aficionó al flamenco. Él no le siguió el paso. Desde entonces dice que no se frecuentaban. Conoce los momentos fundamentales de su vida, pero no los detalles. Sabía que no trabajaba aunque daba entender que podía mantenerse sin apuros. En ese punto, la conversación se interrumpe bruscamente: no desea seguir hablando del tema.

La misma actitud hosca muestra el gerente de un garito a 20 metros de casa de Alicia. A toda prisa, dice no recordarla y prohíbe turbar a los clientes preguntando por ella. Igual de esquivos son los responsables de un lugar de salsa. En una discoteca que frecuentó se enrarece el ambiente al mencionar el suicidio. El infortunio espanta.

Una verdad a medias, como todas. El padre Ángel, encargado de la iglesia de San Antón, abierta las 24 horas para alojar a indigentes, organizó el viernes una oración y una misa por Alicia al enterarse de que acudía regularmente a donar ropa y comida a esta parroquia abierta a los pobres. Al cura le emociona la historia porque el motivo que desencadenó su final abrupto es más propio de los que reciben la limosna, menos común en quienes la dan: "Estos son los misterios que nos presenta la vida".

Para finalizar la homilía, un coro de luto riguroso entonó el Sanctus y el Aleluya. La atmósfera sobrecogió a los pocos presentes. Este ha sido el único homenaje público en su memoria. No va a haber entierro ni cremación. El hijo ha donado su cadáver a la ciencia.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Historia crítica de la derecha española, de José Manuel Lechado

Reseña de Ramón Cotarelo publicada en su blog Palinuro, martes, 6 de marzo de 2012:

La incompetencia nacional.

Estupendo libro este de José Manuel Lechado (El mal español. Historia crítica de la derecha española, Hondarribia, Hiru, 2011, 480 págs). Ya el título encierra una ambigüedad, ignoro si querida o no, que coincide con su espíritu, porque no significa lo mismo según se tome "mal" como sustantivo y "español" como adjetivo o "mal" como adjetivo y "español" como sustantivo. Son dos significados en órdenes completamente distintos pero ambos claros en los valores que presuponen. Ciertamente el título anuncia y el libro trata del mal que es propio de España, específico suyo, lo genuinamente español.

No es una historia en un sentido académico de investigación historiográfica sino un relato que podríamos llamar militante, interpretativo del devenir de España según un enfoque de izquierda y de carácter divulgativo. La lectura trae al ánimo el eco de la tradición arbitrista, al menos la de la segunda hornada, la regeneracionista. Recuerda El problema nacional de Macías Picavea y se inserta en la tradición de Los males de la patria, de Lucas Mallada. ¿En qué se parecen? En que todos buscan una explicación para la decadencia de España porque todos coinciden en que está en decadencia. Lechado la da ya prácticamente por liquidada y augura su implosión a lo largo del siglo XXI en las unidades previsibles de Cataluña, País Vasco, Galicia y quizá otras menos previsibles.

Es decir, el libro está en la tradición arbitrista por el hecho de buscar y haber encontrado la causa de la postración de España que reside en la fabulosa incompetencia de sus clases dominantes, su falta de patriotismo, de sentido nacional, su egoísmo, su cortoplacismo, su ignorancia, su grosería y, en definitiva, su estupidez. Todos epitetos que se encuentran en el texto y no son los únicos. El autor dice estar indignado y escribe con verdadera pasión, pero muy bien, con un estilo elegante, culto, conversacional, que atrapa al lector desde el principio y le hace leer la obra de corrido, como si fuera una novela. Cosa que en buena parte es, una especie de gran novela dickensiana cuya protagonista, una infeliz España, vive una vida de humillación, miseria y explotación que dura quinientos años a manos de quienes tradicionalmente no han sabido sino desgobernarla a causa de su egoísmo y su estulticia.

Mi alto juicio sobre el libro no procede solamente de su estilo sino, sobre todo, de su contenido con el que estoy de acuerdo. España no ha conseguido cuajar como nación ni como verdadero Estado por la inutilidad, el carácter antinacional de su clase dominante tradicional y la cobardía y cortos vuelos de las políticas burguesas liberales. La vieja tesis marxista (Lechado parece orientarse mucho en la historia a través de la obra de Tuñón de Lara) de la especificidad de España por no haber hecho la revolución burguesa emerge de nuevo aquí y, si no la principal, sí es una de las causas de la ruina nacional que, después del 98, culmina con el franquismo del que la IIª restauración no es más que una prolongación plana y pobre de espíritu.

Al propio tiempo, también la izquierda española (que no es objeto del libro pero sobre la que se habla mucho) ha probado ser consistentemente inepta, si bien es cierto que se le reconocen condiciones más difíciles y, en función de la ideología del autor, se le atribuyen intenciones nobles. Todo lo cual no impide que el resultado de su acción haya sido siempre desastroso, como también lo es el de la derecha si bien no para ella misma que suele prosperar en el desastre que sistemáticamente provoca. La izquierda en cambio queda afectada por el desastre de su acción y se hunde con él.

En definitiva, la tesis del libro es que España es un fracaso como Estado prácticamente desde su fundación que sitúa en 1492, no sin dejar de recordar que ese hecho portentoso del nacimiento de España como Estado, dependió de una pura contingencia. Si Fernando el Católico, viudo de Isabel y casado en segundas nupcias con Germana de Foix, veintitantos años más joven que él, hubiera tenido con ella descendencia masculina, no habría habido unión de Castilla y Aragón ni, por lo tanto, España. El caso es que el Estado ya nace con mal pie, empieza por expulsar a los judíos y adopta luego a lo largo de los siglos y como si fuera una maldición todas las decisiones equivocadas que se puedan adoptar en el orden interno y en el internacional porque no se adoptan en interés del Estado sino de la clase de señoritos cortijeros, nobles estirados. inútiles y empobrecidos, burgueses ennoblecidos que lleva siglos administrándolo como si fuera su cortijo; en interés de la sempiterna derecha, cruz con la que parece tener que cargar España a lo largo de su triste historia igual que los suizos con la de ser un país montañoso o Finlandia la de ser frío.

Lechado resume su tesis de la incompetencia general del país en una observación absolutamente cierta que se repite a lo largo de la obra: el ejército español no sirve para nada porque jamás ha ganado una guerra (pp. 150, 308) como no sea contra su propio pueblo. Pero para eso sí sirve. Y por ello mismo, ha sido un molesto protagonista de la vida política española en todo el siglo XIX y buena parte del XX con dos dictaduras, una de ellas de cuarenta años. A esta continua injerencia militar en la política, característica española que heredarán las "naciones hermanas", dedica el autor bastante atención, centrándola luego en el "africanismo" del ejército. Resulta curioso que otros países hayan conocido épocas de llamado "militarismo" (por ejemplo, el Japón) , pero el término no se haya aplicado nunca a España a pesar de la continua presencia de militares en la política. Quizá se deba ello a que, en el espíritu del libro, los militares españoles no sirvan ni para establecer su propio régimen.

Todo esto forma parte la historia que se cuenta y que lleva su ironía al extremo de detectar que es el triunfo máximo y omnímodo de la clase dirigente en el franquismo precisamente el que causa "la desaparición de España como nación y como Estado soberano en sentido político, económico, social y cultural." (p. 291). No se anda luego el autor con circunloquios a la hora de enjuiciar los acontecimientos posteriores: la transición fue un "bonito remate de la victoria de 1939" (p. 348), el "felipismo" que es "corrupción más sometimiento al capitalismo internacional más conservadurismo político socialdemócrata de 1982 a 1996 y terrorismo de estado." (pp 397/398) ha "acabado con la izquierda" (p. 399). Aznar significa "patrioterismo castellano, catolicismo a ultranza, sueños imperiales, chulería, derroche y culto al líder" (p. 409). Finalmente, la situación es calamitosa pues el PP y el PSOE son inindistinguibles, dos agencias de colocación (...) encargadas por turnos de la gestión del protectorado español" (p. 431). Lo del "protectorado español" tiene su miga.

Discrepo de la igualación entre el PP y el PSOE (aunque es evidente que ese riesgo -para el autor una realidad patente- existe) y de la evaluación final del "felipismo" así como de la valoración negativa que hace de los matrimonios de homosexuales pero, en todo lo demás, suscribo por entero un libro de lectura muy recomendable.

miércoles, 18 de abril de 2018

Los clientes más odiosos para los camareros

LOS CLIENTES QUE MÁS ODIAN LOS CAMAREROS
Pelmazos. Déspotas. Babosos. Enfermos con el culo al aire. Varios camareros hablan de los peores clientes que han tenido que soportar, y sus anécdotas son oro puro.

A estos señores en algún momento les van a tocar las comandas. 

MIGUEL ÁNGEL PALOMO  18/04/2018 - 08:03 CEST

“Jefe, ¿y mi cafelito?”. “¡Oye, pollo, la cuenta!” Cuando hay que insultar a España, se nos reduce a un país de camareros, pero uno de los gremios más desprestigiados aguanta estoico el peso de la rutina diaria. El primer carajillo del día, la comunión de la niña, el desfase nocturno, la comida de empresa, la despedida de soltero. El horror. Detrás de cada representación de esparcimiento hay un camarero sudando la gota gorda. Y frente a él, un cliente: el plasta, el borrachuzo, el intenso, el agonías, el gritón, el indeciso, el impaciente, el grosero y hasta el ladrón.

Si no reparamos en nuestra actitud como clientes, tampoco en la santa paciencia que estos currelas acumulan, en las toneladas de bilis que tragan o en el equilibrismo circense que demuestran al desfilar con una bandeja a pulso llena de peligros. Lidian con jornadas interminables, les obligan a veces a cobrar en negro y, de premio, han de memorizar comandas imposibles y sufrir la liberación ociosa del cuñadismo. Nos olvidamos de que trabajar en un chiringuito de playa equivale a muchos másteres de Cifuentes y derretirse con la pajarita anudada convalida una tesis doctoral en antropología cañí, donde la firma en el aire para pedir la cuenta es la marca del zorro del biotipo español.

Caballeros adormilados y argentinas que se embadurnan la cara con jamón. Chalados con el culo al aire y tuppers de pil-pil en la disco. Hasta fiestas salvajes de swingers, aunque esa sea una historia bajo secreto de sumario. Nos quejamos mucho de los camareros; que si no son profesionales, que si son bordes. Pero ¿cómo somos los que permanecemos al otro lado de la barra? Ellos nos retratan con su testimonio: necesitan desahogarse, porque el cliente no siempre tiene la razón.

El cliente plasta/impaciente/insufrible vs listillo

“Con los clientes pesados desarrollas un filtro que te permite apagar la frecuencia en la que emiten para centrarte en tu trabajo mientras contestas amable y mecánicamente con monosílabos”, se arranca Carmelo, un joven aunque ya experto camarero de un bar de tapeo del madrileño barrio de Conde Duque.

La tralla de 30 años como camarero, 24 de ellos dentro de uno de los locales imprescindibles en la noche bilbaína, explica el expediente de alguien como Íñigo que lo ha visto casi todo y que se las sabe todas. Sin el casi. “No soporto al impaciente. Es muy típico el que te dice que lleva media hora y acaba de llegar”, dispara Íñigo, que reconoce detectar a este tipo de listillo “a kilómetros”. El responsable del bar admite que “normalmente los camareros sabemos quién va a intentar irse sin pagar. Lo lleva escrito. Por su lenguaje corporal está diciendo te la voy a liar. Los fines de semana fuerzas para que te paguen al instante porque hay un tipo de cliente que parece estar mirando a la luna”. A Íñigo también le irrita el cagaprisas: “Podría entender más impaciencia en un sitio de menú del día, pero si vas a pasar la noche en el bar… ¿Qué prisa tienes?”; y los pesados: “Los que creen que en el precio está incluido el camarero psicólogo, los que te dan la chapa y tú te tienes que aguantar”. El plasta de diván, un clásico.

Una versión alternativa del cliente fatigoso es con la que suele lidiar Óscar, desde los 16 años trabajando en el restaurante familiar, en una localidad playera del norte del país, y hoy ya propietario. Por su cercanía con un hospital, al restaurante “vienen muchos médicos que son un poco altivos. Siempre tienen prisa y quieren que les atiendas rápido”, nos pone en antecedentes. “Y luego se tiran cuatro horas hablando en la mesa y quieren que les saques chupitos”, sentencia Óscar algo amargado.


"No soy fan de oír lo que la gente tiene que decir". EZGIF.COM
El cliente tostado

“Un día abro el bar a las diez de la mañana y se me cuela un tío todo pedo”, da comienzo a su vibrante relato una camarera de un bar de Alonso Martínez, en Madrid. “Como soy tan buena, le serví lo que me pidió, creo que un whisky, y se puso a darme la chapa. El pavo era un faltoso. Empezó a decir bobadas”, recuerda. “Me dijo: ‘¿No crees que el papel de las camareras es el de dar coba al cliente?’ Yo le dije que no pero él soltó: ‘pues haberte dedicado a otra cosa’. Ahí ya fue cuando le dije que se pirara”.

No quedó ahí la cosa: “Lejos de hacerlo se acomodó en una mesa. Entonces amenacé con llamar a la policía, pero al tío le daba igual. Al final me vio bastante cabreada y se piró”. Un valiente, “un tonto”, en su retrato robot de este cliente que no pasaría de los treinta y pico. “El tío ya me estaba tocando la vaina como mujer”, continúa, “además de como persona. Estábamos solos en el bar y se me subió a la chepa.”

Es su peor vez, aunque no la primera: “Nada más abrir la gente ya quiere entrar en el bar. Me preguntan: ‘Oye, ¿ponéis música y servís?’ No sirvo alcohol hasta una hora para que no se metan los del after”, puntualiza. Otro trance de dudoso gusto fue con “un cliente que ya había venido el día anterior. Me había quedado con su cara, era como raruno. Estaba sin dormir o algo así, y me pidió vino. Se sentó y el tío se quedaba sopa. ¡Por la mañana!”, grita la pobre sin dar crédito. “Yo le decía: ‘Perdona, es que te estás quedando dormido’. Da una imagen bastante chunga. Y él: ‘Sí, lo siento’. Fui como tres veces a decírselo. La última me dijo: ‘Ay, es que se está tan a gusto aquí, con la musiquita… Si ves que me duermo, vienes y me lo dices’. Otro le hubiera echado, pero yo aguanté el chaparrón. Tampoco me estaba faltando al respeto”, acaba reconociendo.

Menos desagradable fue para Carmelo la siguiente situación kafkiana: “Tuve que convencer a un cliente, que llevaba una merluza importante, de que ya me había pagado y que no hacía falta que me diese otros 500 euros. Casi una hora enseñándole el recibo de la tarjeta con su propia firma y que él no reconocía. Cada mes te pasan de media dos bizarradas parecidas”.


El gorila que lo quiere todo 
El cliente provecto

También el restaurante de Óscar se nutre de “gente mayor que se ha pasado el día con su familiar en el hospital y te quieren contar su vida”. Retrata así a esa tercera edad que “por el mero hecho de ser mayor piensa que tiene derecho a todo”. Pone un ejemplo ilustrativo: “Un señor que ya conozco y con el que tengo mucha paciencia estaba comiendo en una mesa y me llama:

– Oye, tú, ¡capullo! Este rabo estofado es el más rico que me he comido en mi vida. ¿Me puedes poner lo que sobra para llevar?

– Claro, pero ¿por eso me tiene que llamar capullo? ¿Era necesario?” El perfil mezcla edad vetusta y espíritu impertinente, véase a continuación.

El cliente faltón

Al actual responsable de la restauración de un grupo hotelero en Granada, con otros 4 años más de experiencia en un hotel de lujo en Ibiza, casi tuvimos que taparle la boca. “Los peores son los maleducados”, arremete José sin esperar a los preliminares. Una última “movida” en la que unas chicas reservaron un cumpleaños en el restaurante y le “montaron un pollo que no veas”, le sirve para defender que “el cliente muchas veces no lleva la razón”.

A tumba abierta, rememora alguna jugarreta sonada. “En Ibiza tuvimos un grupo de 300 judíos franceses celebrando la Semana Santa judía y fue la peor experiencia de mi vida laboral”, nos cuenta. “Las personas más maleducadas, exigentes y sinvergüenzas que te puedes echar a la cara. Te dan ganas de pelearte con el cliente: usted me revienta, yo le reviento… Alucinante”. Glups. José sigue con aquel infierno: “Tiraban los cubiertos al suelo para que los recogiéramos, como si fuéramos sus esclavos. Lo camareros hicimos un motín en mitad del restaurante para no servirles nada más hasta que la organización nos pidió perdón”.

“Aquí gozamos de un 95% de clientela de calidad”, nos cuenta al otro lado de la barra un camarero venezolano. Nótese que gradúa al público como lo haría con sus pócimas alcohólicas en un bar que prepara sus propios macerados. “No tenemos gente pesada, tenemos muy buenos clientes”, continúa con la sana publicidad. Habrá que quedarse entonces con el 5% restante. ¿Qué es lo que más odias de un cliente?, ataco. “Más que la indecisión, es la forma de hablar”, nos dice. Venden un tipo de alcohol distinto y al explicar de qué se trata “ese 5% suele ser un poco arrogante”. ¿En plan yo sé más que tú?, pregunto. “¡Sí!”, responde conciso. Bingo, nos suena de algo esa gente.

“Tengo un restaurante de menú y doy con gente que se las da de millonario”, nos cuenta Óscar. “El típico que te da palmaditas o que te chista, gente muy maleducada que luego resulta ser la más miserable. Gente que te pide que le hagas descuento por cualquier razón. Y si no, se lleva las naranjas, las manzanas o las botellas de agua”. A José le silban no por piropearle sino para pedirle la cuenta. “Yo me acerco educadamente”, recrea el camarero andaluz, “y le digo: disculpe caballero, no veo ningún perro por aquí”.

El cliente guiri

Además de explicarnos la extraña manera de pedir la cuenta que tienen los japoneses, “haciendo una cruz con los dedos”, al tirar de anecdotario profesional Carmelo se acuerda de una clienta argentina “a la que le habían dicho que la grasa del jamón era buena para la piel, por lo que se frotó una ración de jamón ibérico por los brazos y la cara ante la atónita mirada del personal del bar”. Un testimonio espeluznante que merecería sin duda engrosar asimismo la categoría de cliente rarito.

Sin embargo, si para la joven camarera de Alonso Martínez, la “gente borde, desagradable y maleducada es el pan de cada día”, coincide con el camarero venezolano en su análisis del cliente español, al que según él le falta “un poquito a la hora de pedir por favor, dar las gracias, entrar y decir buenos días, buenas tardes”.

 El cliente rencoroso y cibernauta

Nuestro Óscar no evita tocar un tema espinoso: TripAdvisor. “Un señor me había reservado una mesa en pleno verano, un sábado a las tres. Eran las tres menos cinco y el señor muy nervioso. A las tres y tres minutos tenía la mesa lista, pero con sus santos cojones me puso en TripAdvisor un pésimo como una catedral. Tiempo después, el hombre volvió. Me dijo que lo sentía, que se había equivocado. Pero con sus santos cojones no rectificó en TripAdvisor”, concluye demostrando que lo tiene superado. “Otro vino con una familia de ocho personas sin reserva en pleno verano”, prosigue un Óscar lanzado. “Les hice esperar un poco, obviamente, pero les puse una mesa y quedaron todos encantados. Menos este tocahuevos que me plantó una nota negativa en Tripadvisor diciendo que no iba a volver. La familia sigue viniendo y él también. Sé que es él, pero no le he dicho nada”, revela resignado.

“Tienes que tragar ahora con demasiadas cosas para no recibir una mala crítica”, admite. “Te dicen que has tardado más de la cuenta, que no les gusta como está decorado el local, que el papel del baño les raspa el culo. Me parece injustísimo”, se queja Óscar antes de brindarnos el extra de un bonito simpa: “Un matrimonio se levantó, dijeron que se iban a fumar un cigarro y se piraron”.

El cliente rarito

“Das con cada loco que alucinas”, conviene el mismo Óscar. “Me ha llegado a salir un tipo del hospital con la bata y el culo al aire a tomarse chupitos porque le iban a dar una mala noticia y venir luego a buscarle los enfermeros”.

El pozo inagotable de batallitas que es José comparte su recuerdo más álgido. “Lo más gracioso que me ha pasado fue en Ibiza cuando tuvimos a un grupo de 400 swingers”, recuerda divertido. Ante mi estupor por la impresionante cifra y mi consiguiente avidez de detalles, José sólo nos contó que “un hombre se acercó a la barra a pedir un cóctel fuerte porque su mujer se estaba cepillando a otro enfrente de él”. Mal de Amores, se llamaba el cóctel. Un contrato de confidencialidad le impide hacer más sangre de aquello.

El cliente comidista

Un bar como el de Íñigo ha visto pasar varias generaciones de clientes fieles, por lo que su anecdotario tiene mucho de inconfesable. Para compensar nos regala un par de chascarrillos que rebosan espíritu 100% Comidista. “Las cosas gastronómicas más raras que nos hemos encontrado en el bar…”, anticipa. “¡A una señora se le cayó un tupper con bacalao al pil-pil a las cinco de la mañana!”, clama todavía pasmado. Cosas de Bilbao. “Hace un par de semanas a una señora”, otra distinta, suponemos, “se le cayó una botella de aceite de oliva. Imagina la que lías en un bar, ¡cómo patina!” La gente viene a tu bar con cosas muy raras, hacemos ver a Íñigo. “Sí, ese es el rollo”, y se parte la caja. “Y un tío, del que nunca supimos nada”, insiste a modo de colofón, “se dejó una paella de metro y medio de diámetro. Nunca volvió. Vendría de un txoko, iría muy pedo, no sé… ¿Por qué vas con una paella de metro y medio? En aquella época no debíamos tener portero”, apunta intentando hacer memoria. Está claro: la noche es infinita. Y más en Bilbao.

martes, 10 de octubre de 2017

Manipulaciones informativas del nacionalismo

Ignacio Martín Blanco y Joan López Alegre, "Adiós al circo del odio" Nuestra presencia en TV3 y Catalunya Ràdio es nociva, solo sirve como coartada El País,10 OCT 2017 

Cataluña se asoma al abismo de la separación, soplan vientos de ruptura con el resto de España y con la UE, pero sobre todo de discordia entre nosotros, los catalanes. Estos días a muchos nos duele Cataluña. Una pregunta que casi todo el mundo se hace ahora es cómo hemos llegado hasta aquí. Las causas son diversas, pero en Cataluña hay dos factores estructurales que, de forma sistemática, han favorecido la creación de un marco mental de alejamiento, cuando no de animadversión, hacia el resto de España: la educación y los medios de comunicación públicos y subvencionados por la Generalitat.

Como colaboradores habituales de los medios catalanes, representantes de lo que ignominiosamente se ha dado en llamar cuota unionista, hemos llegado a la conclusión de que nuestra presencia en las tertulias de TV3 y Catalunya Ràdio es contraproducente, pues solo sirve como coartada para demostrar su supuesta pluralidad y apuntalar la tesis dominante. La tesis oficial en Cataluña es que esta es una nación natural, telúrica, esencialmente buena, que desde hace al menos tres siglos vive una situación de opresión colonial insostenible dentro de un Estado artificial, pérfido y carpetovetónico, España, del que debemos escapar. A tal efecto, todo vale. Se habla de Franco a todas horas y en cualquier formato de programa. Desde Catalunya Ràdio se preguntó a los oyentes si estaban dispuestos a impedir físicamente que se juzgara a Artur Mas. Más recientemente, se les pidió que informaran sobre movimientos de la Guardia Civil en los días previos al referéndum ilegal del 1-O, información que luego se difundió en antena. Brigada de agitación y propaganda antiespañola, y ahora también oficina de reclutamiento y delación.

Cuando la realidad se reduce a un único tema, la secesión, y las tertulias resultan monográficas, entonces la presencia de un solo tertuliano opuesto a la tesis de la tertulia —que defienden de consuno los otros tres o cuatro opinantes además del moderador, a veces reforzados por la opinión de algún telespectador que entra por teléfono— solo sirve para proyectar la idea de que se trata de una posición minoritaria, incluso marginal, en la sociedad catalana. En estas condiciones el discrepante, por muy aguerrido que sea, acaba siendo un colaborador necesario, por no decir el tonto útil del proyecto separatista.

Esa pluralidad impostada, distorsionada, es la misma que se da en las series de televisión de TV3 en las que —como en su día denunció el corresponsal en España de The Wall Street Journal— “solo hablan castellano prostitutas y delincuentes”. Si de verdad tuvieran la intención de reflejar la pluralidad lingüística de Cataluña, al menos la mitad de los personajes de las series de TV3 tendrían que hablar habitualmente en castellano y el uso alternativo de ambas lenguas en el trabajo, en la calle y en los hogares de los protagonistas debería ser lo más natural. Pero, al igual que tras las tertulias de tesis separatista subyace la pretensión de que lo normal es ser independentista, existe en esas series de TV3 una indisimulada intención de instalar en el imaginario colectivo de los catalanes la idea de que lo normal en Cataluña es hablar en catalán y que el castellano es cosa de marginales e inadaptados.

El discrepante acaba siendo colaborador necesario, por no decir el tonto útil

El tertuliano que no acepte la retahíla de falsedades que sustenta la opinión prevaleciente en los medios catalanes, y que se atreva a manifestarlo tantas veces como le parezca preciso, se verá indefectiblemente sometido a un agotador acoso y derribo por parte de sus contertulios, consentido e incluso alentado por el presentador. Es triste reconocerlo, pero la convivencia en Cataluña, si se quiere tranquila, se levanta hoy sobre la resignada asunción por muchos catalanes no nacionalistas del ofensivo decálogo nacionalista, basado en el desprecio a España y a los españoles pero sobre todo a los catalanes que nos sentimos españoles.

Solo hay que repasar la hemeroteca para darse cuenta de que si el resto de los catalanes, los que nos sentimos en mayor o menor medida comprometidos con el proyecto común español, mostrásemos por los separatistas el mismo desprecio que ellos muestran por nosotros, la convivencia en Cataluña sería insostenible. De ahí que muchos catalanes —posiblemente la mayoría— hayan decidido mirar hacia otro lado y prefieran no discutir con la Pilar Rahola o el Joan B. Culla de turno, no solo en las tertulias de radio y televisión sino también en las cenas y reuniones con amigos y familiares.

Cuando un medio público trata a parte de los ciudadanos a los que debería ofrecer su programación como malos catalanes, cuando no directamente como quintacolumnistas antidemocráticos, por no secundar la derogación del Estado de derecho que promueve el Gobierno autonómico, más vale denunciarlo y apartarse.

Con este artículo queremos anunciar nuestra despedida de los medios públicos catalanes, mientras no asuman su responsabilidad de dar voz desde el respeto y un mínimo de honestidad al conjunto de los ciudadanos de Cataluña. Preferimos renunciar a nuestros emolumentos que seguir aguantando el desgaste emocional que supone participar en ese circo del odio a España y la carga moral de pensar que nuestra presencia lo legitima.

Joan López Alegre es político y escritor y Nacho Martín Blanco es politólogo y periodista.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Acoso lingüístico en Cataluña

Olga R. San Martín, "El acoso a una madre que pidió más clases en español para sus hijos: "Que pasen vergüenza"", en El País, 27 de septiembre de 2017:

Casi todos los vecinos de Balaguer se pusieron en contra de Ana Moreno hace dos años por reclamar para sus hijos una asignatura más en castellano en el colegio. Por tres horas adicionales a la semana, le hicieron un boicot a su negocio. Dejaron de invitar a los niños a los cumpleaños. Fingían que no la veían cuando se cruzaban con ella por la calle. Como la Bittori de Patria, como el doctor Stockmann de Un enemigo del pueblo, esta granadina de 37 años se quedó sola frente a una mayoría irracional que vivió como un ataque que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña dictaminara que en las aulas de los niños de Ana, que ahora tienen seis y ocho años, se debía impartir un 25% de las horas lectivas en castellano. «Soy la apestada, si hablas conmigo te miran mal. Los padres del colegio decían a sus hijos que no jugaran con los míos», cuenta intentando sonreír, sentada en una terraza de este municipio ilerdense de 17.000 habitantes. El mes que viene, Ana Moreno recibe el premio de la Asociación por la Tolerancia.Balaguer, por fuera, es una ciudad normal, con su Mercadona y su HiperEuroAsia, su paseo de chopos junto al Segre y su polideportivo de césped bien cortado donde los críos se juntan a la salida del colegio. En la puerta de la escuela pública Gaspar de Portolà hay madres con hiyab, padres con chándal y abuelos con la merienda. Los niños salen de clase haciendo bromas. Pero un cartel en el tablón de anuncios advierte: «Per un país de tots, l'escola en català».Lo que rumia el pueblo por dentro es difícil de explicar. Nadie se siente mal por lo que pasó en septiembre de 2015. Resumiéndolo mucho, alguien filtró detalles que permitieron identificar a esa familia que había pedido castellano como los dueños del único parque infantil de la localidad, el Petit Món. Y les hicieron la vida imposible.Por los grupos de padres de WhatsApp y las redes sociales se viralizó un mensaje que los señalaba y llamaba a movilizarse. Hubo una concentración a las puertas del colegio a la que acudió hasta el alcalde. Se encargaron camisetas de protesta. Una madre dijo que ella no la iba a llevar. «Si no te la pones, te trataremos igual que a ellos», le respondieron. Mensaje de Facebook que insta a hostigar a los niños.Entonces comenzó el apartheid lingüístico. «Esto sólo lo podemos solucionar los padres, cuando toque hacer Matemáticas en castellano, el resto de alumnos se van todos a la biblioteca con algunos padres y que pasen vergüenza (aunque no tengan la culpa) los alumnos que quieren castellano», escribió un progenitor en Facebook.Ana tiene más mensajes que prueban una pequeña parte de lo que vivió aquellos días. Los llevó a la Fiscalía, pero la denuncia se archivó. Una madre avisa: «Esto no quedará así. El día 14 ya se verá cómo se recibe a la familia». Un vecino sugiere: «Yo esto lo arreglaba rápido» con «una cartita a los servicios sociales» para «retirar la custodia de los hijos». Una conocida advierte: «Pues no es muy inteligente montar estos líos teniendo un negocio así». Una amiga aconseja: «Esto os va a repercutir a todos y a tu negocio también».Hay un chat especialmente triste. Dos madres convocan para el cumpleaños de sus hijos en el parque infantil de Ana. Las familias van dando las gracias y confirmando su asistencia hasta que, dos días después, una de ellas señala al Petit Món. Entonces todo el mundo se horroriza y cambian de planes: la fiesta de los niños no será en el chiquipark, sino en la discoteca Beach. «No pienso ir más al Petit Món».«Ese fin de semana se cancelaron todas las reservas. No fue nadie al local», recuerda Ana. Las amigas dejaron de hablarla y, una a una, fueron saliendo del grupo de WhatsApp. Sólo quedó ella como administradora. «Es una locura», dice. «¿Cómo les explico yo a mis hijos que los otros niños no juegan con ellos por el castellano? Yo sólo quería que tuvieran mejor formación, porque reciben dos horas a la semana en esta lengua. Dan más horas en inglés que en castellano. Pero la gente creyó que quería quitarle sus derechos. El rechazo social es la pena que hay que pagar por ser diferente».El alcalde de Balaguer, Jordi Ignasi Vidal (ERC), trata de quitarle hierro al asunto: «No hubo acoso. ¿Boicot? La gente es libre de ir a los locales que quiera», expresa. «Esta mujer antepuso sus intereses a los del resto del colegio. Los otros padres se encontraron con una persona que había pedido una cosa y todos tenían que cambiar por ella. No fuimos a la concentración en su contra, sino para que los jueces no se entrometan en la escuela».El Síndic de Greuges ha dado amparo a Ana y ha instado a la Generalitat a tomar medidas para asegurar «la protección de los derechos de todos los alumnos y el cumplimiento del pluralismo». También le emplaza a abrir un expediente informativo para aclarar si el colegio o el Departamento de Enseñanza facilitaron información que permitió identificar a los niños. Nadie ha investigado nada. La semana pasada, el Parlament rechazó, con la mayoría de todos los grupos menos el PP y Ciudadanos, una propuesta de resolución presentada por la formación naranja para condenar el caso de Ana. La historia termina mal. Tanto presionaron los vecinos que Ana sacó a sus hijos del colegio y los llevó a un concertado de Lérida, a 30 kilómetros de su casa. Cada día tienen que hacer la ruta en autobús. «No he conseguido nada, ni siquiera en ese centro ofrecen más asignaturas en castellano», se lamenta. ¿Por qué tiró la toalla? «Pues porque me quebré, porque vi que no podía seguir cuando una amiga vino un día y me contó que había hablado con una nena que iba a clase de mi hija. '¿Vas a estar con C. en clase, ¿verdad?', le preguntó. 'Sí, pero ya no me dejan ser amiga suya', respondió la niña».

"NO AL PETIT MÓN"

Grupo de WhatsApp en que las madres dicen que no irán más al 'chiquipark': «No es muy inteligente montar estos líos teniendo un negocio así». A la dcha., el mensaje viral: «Los propietarios del establecimiento infantil Petit Món han pedido hacer más horas de castellano, una decisión que afectará a más de 50 alumnos de P5 [3º de Infantil] y Segundo [de Primaria]. Digamos basta a la injusticia y a las imposiciones de una ley injusta».