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miércoles, 3 de diciembre de 2025

Novedad: uso del mapa de los neutrófilos contra el cáncer

 SISTEMA INMUNE. El mapa de los neutrófilos: crean una herramienta para combatir el cáncer o las infecciones con las células inmunes más abundantes, en El País, por Daniel Mediavilla, 3 DIC 2025:

Un equipo internacional de científicos liderado por españoles revela los siete estados de la infantería inmunológica.

El sistema inmunitario nos mantiene vivos, pero sigue envuelto en misterio. Se estima que son 1,8 billones de células distribuidas por el organismo dedicadas a defendernos de las infecciones o a destruir células desquiciadas para evitar el cáncer. Las más abundantes de todas y las primeras en responder cuando aparece un problema son los neutrófilos, que salen de los huesos como una tropa de intervención rápida y viajan por la sangre allá donde las necesitan. Hacen su trabajo, ponen trampas a los microbios o los engullen, y mueren en pocas horas. Aunque se conoce su existencia desde hace más de un siglo, se ignora mucho sobre cómo funcionan, y no se sabe por qué pueden salvarnos, pero también condenarnos. En infecciones como la de la covid, son la causa de las respuestas inmunes excesivas que a veces hacen mortal la enfermedad.

La modulación del sistema inmune ha hecho posibles algunas de las terapias más eficaces contra el cáncer y se sabe que la inflamación crónica, la que se produce cuando la respuesta ante una amenaza no se apaga cuando esta desaparece, está detrás de muchas enfermedades cardiacas o el alzhéimer. Sin embargo, la complejidad de la respuesta inmune y su relación a veces ambigua con el daño y la cura hacen difícil su control para utilizarlo en medicina.

Hoy, un equipo internacional de científicos liderado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), la Universidad de Yale, en EE. UU., y la Universidad de Westlake, en China, publica en la revista Nature un mapa que trata de hacer comprensible la complejidad de los neutrófilos. Después de analizar cientos de miles de neutrófilos de ratón, han cambiado nuestra forma de entender estas células, y han desarrollado NeuMap, el primer mapa que describe cómo se organizan los neutrófilos en los distintos tejidos, etapas de la vida y enfermedades.

“Son células muy básicas, pero que hacen cosas muy diversas”, cuenta Iván Ballesteros, profesor de la UC3M y autor principal del estudio. “Cuando comenzamos el proyecto, no sabíamos que íbamos a encontrar y estudiamos neutrófilos en distintas situaciones, en embarazo, en cáncer, en enfermedad pulmonar… cuando los pusimos juntos y generamos este mapa, vimos que no son tan distintos, y solo tienen siete estados”.

Según explica Ballesteros, aunque cada neutrófilo solo vive unas horas, juntos mantienen una arquitectura estable durante toda la vida. También han visto que hay comportamientos convergentes, que en unas circunstancias favorecen la vida y en otras la ponen en peligro. “Los neutrófilos de la placenta se parecen a los protumorales, porque en ambos casos favorecen el crecimiento de vasos sanguíneos”, señala el investigador.

En los siete estados de los neutrófilos, hay fases en las que este ejército de células inmunes se entrenan, otras en las que circulan por la sangre, silenciosas, a espera de una orden de ataque, y otras en las que se activan contra virus o capturan trozos de patógenos para presentarles a los linfocitos T y que los destruyan. También hay algunos neutrófilos que apaciguan la respuesta inmune, impidiendo que produzca daños, pero, en otro estado, la supresión de la respuesta inmune facilita que el cáncer progrese y crea nuevos vasos sanguíneos que lo alimentan.

El conocimiento de que los neutrófilos pueden adoptar justo siete estados también facilita las posibilidades de actuar sobre ellos. Estas células no siempre permanecen en un estado, sino que van cambiando dependiendo de las circunstancias, algo que plantea la posibilidad de manipular esos cambios con objetivos médicos, como bloquear el comportamiento que favorece el crecimiento de tumores.

Andrés Hidalgo, investigador de Yale y del CNIC y coautor del estudio, apunta a dos aplicaciones del conocimiento que están obteniendo con NeuMap. “Como los neutrófilos son tan plásticos, y si tienes una infección tienes un tipo y si tienes un tumor, otro, podemos saber bien qué le está pasando a un individuo, qué tipo de cáncer tiene y en qué fase de desarrollo, o qué tipo de infección y si tiene riesgo de sufrir sepsis, así que pensamos que puede ser útil para obtener diagnósticos precisos”, indica.

En segundo lugar, quieren emplear el conocimiento sobre los neutrófilos para orientar su actividad hacia lo que convenga en cada momento. “No puedes eliminar los neutrófilos, porque están haciendo tareas necesarias, como eliminar virus o bacterias, pero se puede intentar reprogramar ese ejército con programas genéticos muy específicos. Así, podríamos orientar a las células para que hagan lo que nosotros queremos: favorecer la revascularización si necesitamos que se reparen algunos tejidos, como pasa en personas con diabetes, que tienen problemas para cicatrizar, o que vayan al cerebro si está inflamado y tengan una actividad inmunosupresora”, explica Hidalgo.

Para conseguir ese objetivo, señala el investigador, van a utilizar un conocimiento que han adquirido en su estudio de los neutrófilos. “Se organizan como una colonia de insectos. La estructura tiene la célula madre, que es como la reina, que después va produciendo una descendencia que se especializa”, dice el investigador. “Un neutrófilo individual sería como una hormiguita, no es muy útil reprogramarla, es mejor ir a la abeja reina, a esa célula madre que tiene el potencial de producir al resto de células en la médula ósea, y ahí es donde introducir esos programas genéticos para que el ejército de neutrófilos haga lo que buscamos”, concluye.

En enfermedades como el cáncer, se sabe que, cuando en un modelo de ratón hay respuesta a la quimioterapia, los neutrófilos adquieren una forma específica, que activa la respuesta contra las células de cáncer, y cuando el tumor crece, otra, que forma vasos sanguíneos que facilitan la proliferación del cáncer. “Lo que intentamos hacer es impedir que los neutrófilos adquieran el fenotipo que construye vasos y vayan hacia el estado que destruye el tumor”, afirma Ballesteros. “Creemos que es algo posible porque el sistema es muy plástico”, añade.

Hace más de un siglo que se empezaron a conocer los neutrófilos, pero progresos tecnológicos como la secuenciación masiva de células individuales ha comenzado a desvelar su verdadera identidad. El nuevo mapa de estas células no es solo un recurso para comprender mejor al sistema inmunitario, sino una herramienta que puede transformar la medicina.

miércoles, 19 de noviembre de 2025

El biotecnólogo David Liu halla un mismo método para desactivar un tercio de todas las enfermedades genéticas

 Dossier

I

 Nace PERT, una medicina experimental multiusos que promete arreglar la causa de cientos de enfermedades genéticas, en El País, por Manuel Ansede, 19 NOV 2025: 

Uno de los mejores científicos del mundo, David Liu, propone una estrategia revolucionaria para revertir con un tratamiento similar el 30% de las patologías raras

Las curaciones milagrosas de enfermedades genéticas, logradas gracias a la modificación minuciosa del ADN de cada paciente y celebradas con razón a bombo y platillo, son solo excepciones en una tragedia. Hay más de 7.000 enfermedades raras identificadas, pero apenas existen tratamientos para el 5%, pese a que afectan a más de 300 millones de personas. Uno de los mejores científicos vivos, el químico estadounidense David Liu, anuncia este miércoles una idea revolucionaria: una medicina experimental multiusos que promete arreglar la causa de decenas, o incluso cientos, de enfermedades genéticas diferentes. Un único tratamiento, multitud de problemas distintos resueltos en miles de pacientes, esa es la estrategia. Su nombre es PERT.

Actualmente se necesitan años y millones de euros para desarrollar un solo tratamiento de edición genética para una mutación específica de una o pocas personas. Liu, del Instituto Broad (Cambridge, EE UU), argumenta que, a menudo, el cuello de botella no son los avances científicos, que ya existen, sino las exigencias de las autoridades, los precios de fabricación y el reto de comercializar fármacos que solo sirven para un puñado de pacientes. Las empresas de edición genética, alerta, “tienen que tomar la desgarradora decisión de qué objetivos perseguir, que es lo mismo que decidir qué pacientes se van a quedar atrás”. Tras años de devanarse los sesos, Liu propone una solución: “La edición genética agnóstica respecto a la enfermedad”.

El ADN es como un libro de recetas para producir proteínas, las máquinas moleculares que se ocupan de las principales tareas dentro de un ser vivo. Cada célula lee esas instrucciones genéticas para saber qué ingredientes tiene que añadir, hasta que llega a un mensaje final que indica que la receta ha terminado y la proteína está completa. Las erratas en el ADN, sin embargo, pueden arruinar el proceso. Un tercio de las enfermedades genéticas están provocadas por las denominadas mutaciones sin sentido, que detienen la fabricación antes de tiempo y provocan proteínas truncadas y nocivas.

El equipo de David Liu no propone corregir estas mutaciones una por una, como hasta ahora, sino hacer sofisticadas modificaciones genéticas para que cada célula produzca una molécula que consigue que la receta se lea correctamente hasta el final, independientemente de la proteína implicada. Los investigadores han hecho un primer intento con éxito en cuatro enfermedades congénitas aparentemente muy diferentes: la de Tay-Sachs, un trastorno neurodegenerativo que hace que los niños mueran antes de cumplir cuatro años; la de Batten, también letal y asociada a un deterioro progresivo de las capacidades; la de Niemann-Pick, causante de la acumulación de grasas en el cerebro; y el síndrome de Hurler, que provoca una cascada de complicaciones respiratorias y cardíacas antes de que llegue la adolescencia.

Gracias a un mismo tratamiento PERT, Liu y sus colegas han conseguido revertir estas enfermedades en células humanas en el laboratorio y, en el caso del síndrome de Hurler, también en ratones. Es solo una prueba de concepto, pero revolucionaria. “Queda mucho trabajo por delante para hacer realidad el potencial a largo plazo de PERT para beneficiar a los pacientes”, explica Liu a EL PAÍS. Sus resultados se publican este miércoles en la revista Nature, referente de la mejor ciencia mundial.

La palabra pert en inglés significa atrevido, descarado, un adjetivo que encajaría con la audacia del proyecto, pero Liu aclara que, en su caso, PERT es solo el acrónimo de “prime editing-mediated readthrough of premature termination codons”. El nombre se podría traducir como lectura continua mediada por editores de calidad de codones de terminación prematuros, siendo los codones de terminación esas secuencias del ADN que marcan el final de la producción de una proteína.

David Liu, californiano de 52 años, recibió en abril el Premio Breakthrough de Ciencias de la Vida, dotado con tres millones de dólares y considerado una antesala del Nobel. Hay pocas dudas de que acabará ganando el galardón sueco. En 2012, la bioquímica francesa Emmanuelle Charpentier y la química estadounidense Jennifer Doudna se percataron de que unas tijeras microbianas se podían emplear para modificar el ADN humano y acabaron ganando el Nobel de Química. Aquella técnica ―bautizada CRISPR por el microbiólogo español que descubrió el fenómeno en las bacterias, Francis Mojica― era muy útil para dar un tijeretazo dirigido e inactivar un gen, pero quedó obsoleta rápidamente. En 2016, el equipo de David Liu inventó los editores de bases, derivados de los CRISPR iniciales, pero más precisos, comparables con un lápiz con goma de borrar, capaz de eliminar una sola letra del ADN y sustituirla por otra. En 2019, Liu anunció una nueva herramienta: la edición de calidad. “Es como un procesador de texto: puedes buscar una secuencia específica [en el ADN] y sustituirla entera por otra secuencia que tú quieras”, en sus propias palabras.

El biotecnólogo Lluís Montoliu no escatima elogios. “Esto va más allá de anunciar una nueva terapia génica. Sobre el papel, supuestamente, entre un 20% y un 30% de todas las mutaciones ahora podrían ser tratables, lo cual es para hacerle la ola a David Liu. Este señor es infinito en la cantidad de avances que es capaz de generar junto a su equipo en tan poco tiempo”, aplaude Montoliu, del Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid. El 24% de las 200.000 mutaciones causantes de enfermedades son precisamente mutaciones sin sentido, como las ahora tratadas con éxito con PERT en el laboratorio.

Las instrucciones escritas en el ADN se transcriben en otro lenguaje genético, el ARN mensajero, que a su vez se traduce en proteínas gracias a otra pequeña molécula: el ARN de transferencia. El equipo de Liu ha utilizado su técnica de edición de calidad para diseñar un nuevo ARN de transferencia e instalarlo permanentemente en el genoma de las células. “De alguna manera estamos cambiando la gramática de la traducción de proteínas, para que cuando lleguen esos stops prematuros no sean el punto final de la frase, sino que siga la producción”, celebra Montoliu, vicepresidente de la Asociación para la Investigación Responsable e Innovación en Edición Genética.

“Es una idea brillantísima”, recalca el biotecnólogo español, que destaca el cambio de estrategia. “El problema de la terapia génica actual es que es una terapia de lujo, para muy pocas personas, extraordinariamente personalizada”, expone. “A pesar de que se nos llena la boca y aplaudimos cada vez que ocurre una nueva terapia génica, lo cierto es que si sumas todos los pacientes que han podido ser tratados son unas pocas decenas, estamos muy lejos de llegar a todos los pacientes de enfermedades raras. Se necesitan ideas distintas. Se necesitan estrategias innovadoras. Y esto es lo que nos presenta David Liu”, proclama Montoliu.

El biólogo Xurde Menéndez Caravia utiliza el editor de bases de David Liu para corregir mutaciones puntuales en el gen LMNA, asociadas a enfermedades del corazón. El investigador coincide en el adjetivo al describir la “brillantísima” nueva estrategia. “Es un estudio titánico, con una cantidad de trabajo cósmica. No es una técnica dirigida a corregir una mutación, ni siquiera a corregir una enfermedad concreta, sino potencialmente todas las enfermedades, o al menos varias, que estén causadas por los codones de parada”, reflexiona Menéndez Caravia, del Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria, en Santander.

“Habrá que ver los efectos que tiene a largo plazo, pero, en líneas generales, abre una dimensión nueva en el campo de la edición génica, porque trata las enfermedades de manera agnóstica. Da igual la enfermedad que sea, lo que queremos es traspasar ese codón de parada prematuro, y este artículo lo hace brillantemente”, zanja Menéndez Caravia.

II

David Liu, químico: “Podemos corregir la inmensa mayoría de los errores en el ADN que causan las enfermedades genéticas”, en El País, por Manuel Ansede, 28 MAR 2023:

El científico ha inventado una revolucionaria herramienta para modificar el genoma que ya ha salvado la vida de una niña con un cáncer muy agresivo

La revista de la Universidad de Harvard publicó hace casi un par de décadas que a uno de sus profesores, el químico David Liu, le habían prohibido la entrada en unos casinos de Las Vegas cuando tenía 29 años, tras ganar demasiado dinero jugando al blackjack. Preguntado sobre si es una leyenda urbana, Liu sonríe. “Es parcialmente cierto. En realidad tenía 21 años y no fue solamente una noche”, responde entre carcajadas. El químico fue un joven prodigio. Con 26 años era profesor en Harvard. Con 31 ya era catedrático. Como diversión, utilizaba las matemáticas mentalmente para tener ventaja en el blackjack, un juego de naipes en el que gana quien suma 21 puntos. Con 43 años, en 2016, su equipo inventó los editores de bases, una herramienta para modificar el ADN con precisión que está revolucionando la medicina. Hace tres meses, un hospital de Londres anunció que había utilizado los editores de bases para salvar la vida de Alyssa, una niña de 13 años con una leucemia muy agresiva.

“Su cáncer está en remisión completa”, celebra Liu. El manual de funcionamiento de un ser humano, presente en cada célula, es un texto con más de 3.000 millones de letras químicas. Los errores en este ADN provocan el cáncer y multitud de enfermedades. Liu quiere reescribir este libro humano para eliminar las erratas. El químico californiano, nacido en Riverside hace 49 años, compara sus editores de bases con un lápiz con una goma de borrar, capaz de eliminar una sola letra y sustituirla por otra.

El equipo médico de Alyssa, del University College de Londres, empleó los editores de bases para modificar glóbulos blancos de un donante y ayudar a que atacasen a las células del cáncer de la niña. Las asombrosas técnicas de David Liu han dejado desfasadas las herramientas de edición genética anteriores, incluso las conocidas como CRISPR, inventadas en 2012 y ganadoras del Nobel de Química de 2020. El investigador compara las CRISPR originales con unas tijeras, útiles para inactivar genes de manera tosca, pero no para reescribir con precisión. Su propio lápiz con goma ya está siendo superado. En 2019, Liu anunció una nueva herramienta: la edición de calidad. “Es como un procesador de texto: puedes buscar una secuencia específica y sustituirla entera por otra secuencia que tú quieras”, explica por videoconferencia. Sus editores de calidad, todavía en fase experimental, pueden teóricamente corregir el 89% de las 75.000 variantes genéticas asociadas a enfermedades.

Pregunta. Hay 20 millones de nuevos casos de cáncer cada año en el mundo. ¿Cuántos de estos pacientes podrían beneficiarse de los editores de bases o de los editores de calidad?

Respuesta. El cáncer no es una enfermedad, son cientos de enfermedades. Y cada una de ellas presenta diferentes cambios moleculares que lo provocan. Creo que la estrategia utilizada con Alyssa es muy prometedora para pacientes con leucemia de las células T y posiblemente para otros tumores de la sangre, pero es muy pronto para saber qué papel pueden desempeñar estas herramientas en otros tipos de cáncer.

P. Esto parecía ciencia ficción en 2016, incluso para usted.

R. Estos editores de bases y editores de calidad no existen en la naturaleza. Son máquinas moleculares diseñadas. Me parece increíble que los seres humanos estemos tomando tan rápido el control de nuestros genomas y de las faltas de ortografía que provocan las enfermedades genéticas.

P. Hay 400 millones de personas afectadas por alguna de las 7.000 enfermedades causadas por mutaciones en un solo gen. Su colega Fyodor Urnov, de la Universidad de California en Berkeley, se preguntaba hace tres meses: “¿Por qué no las estamos curando ya?”. Él sostiene que los principales obstáculos no son técnicos, sino legales, financieros y de organización.

R. Estoy de acuerdo. Todavía hay desafíos técnicos y científicos importantes, como aprender a modificar el ADN de maneras que serían terapéuticas, pero que no sabemos hacer. Y, por supuesto, todavía no sabemos cómo llegar a determinados tejidos del cuerpo. Pero estoy de acuerdo con Fyodor en que existen barreras de fabricación, regulatorias y otras no científicas, que habrá que abordar si queremos maximizar el beneficio de estas tecnologías para la sociedad.

P. ¿Va a morir mucha gente por obstáculos que no son científicos?

R. Si alguien muere por una enfermedad, la culpa es de la enfermedad, no de los organismos reguladores. Los reguladores no matan a nadie. El objetivo es garantizar que estos tratamientos sean lo más eficaces que sea posible, pero también que sean seguros. La historia de la medicina está plagada de ejemplos en los que médicos y científicos bienintencionados no comprendieron suficientemente bien los efectos secundarios de sus terapias experimentales y acabaron perjudicando a los pacientes. El objetivo es evitar que esto ocurra.

P. ¿Usted cuántas cartas recibe de padres con niños con enfermedades genéticas?

R. Unas cinco o diez cartas cada semana. Intentamos responder a todas. En los inicios de los editores de bases, la tecnología podía arreglar pocas de las mutaciones de una sola letra que nos contaban, pero ahora casi siempre existe una tecnología para corregir el error, ya sea con editores de bases o con editores de calidad. En algunos casos, sin embargo, no se ha demostrado que corregir el error pueda realmente curar al paciente. En algunas enfermedades genéticas es tarde, porque el daño aparece muy pronto. En muchos casos, por desgracia, tengo que explicar a las personas que nos envían las cartas que hace falta una ciencia muy sólida para vincular una mutación genética a una enfermedad. Y también necesitas buenos modelos animales que imiten esa enfermedad. Para la mayoría de estas enfermedades no hay, por lo que es difícil probar si la edición genética puede funcionar. Y, por supuesto, aunque haya modelos animales, necesitas años de trabajo para demostrar que corregir una mutación puede corregir la enfermedad. Comprendo que pueda ser frustrante para la familia de un paciente saber que conocemos una tecnología que puede corregir un error en el ADN que podría ser la causa de la enfermedad genética que afecta a su hijo o a su hija. Sin embargo, la tecnología de edición genética no es suficiente por sí sola. Así que la buena noticia es que ya tenemos tecnologías que pueden corregir la inmensa mayoría de los errores en el ADN que causan las enfermedades genéticas conocidas. Pero, aunque este es un paso importante, necesitamos el resto de pasos para desarrollar estrategias terapéuticas.

P. Fyodor Urnov, en el mismo artículo publicado en The New York Times, calculaba que se necesitan cuatro años y unos 10 millones de dólares para obtener un fármaco de edición genética.

R. Diez millones suena correcto, incluso es una cifra baja. Yo diría que puede costar entre un millón y 100 millones de dólares. Y cuatro años me parece muy rápido. Me parece un plazo ambicioso para comenzar un ensayo clínico, pero no para obtener la autorización de un fármaco. Es un punto de vista importante, para que la gente se dé cuenta de que, cuando leen una noticia de que un tratamiento funciona en un animal, todavía faltan años de trabajo para que ese tratamiento esté disponible para los pacientes.

P. ¿Quién puede invertir 10 millones de dólares para desarrollar un fármaco que solo se puede utilizar en una persona con una mutación específica?

R. Esa es una de las principales cuestiones a las que se enfrenta nuestro campo. Ya estamos trabajando en algunas estrategias para intentar resolver este problema. Creo que hay algunas maneras de utilizar un agente de edición genética para tratar muchas mutaciones diferentes e incluso muchas enfermedades genéticas diferentes. Espero que podamos informar pronto de algunas novedades al respecto.

P. Después de la remisión del cáncer de Alyssa, ¿qué será lo próximo?

R. Hay cuatro ensayos clínicos en marcha con editores de bases. 

Uno de ellos es el de Alyssa, del University College de Londres. 

El primer ensayo que va a administrar editores de bases directamente en los pacientes [no en sus células en el laboratorio] es una colaboración entre las empresas Verve y Beam, para reducir niveles altísimos de colesterol malo relacionados con el gen PCSK9. 

El ensayo Beam-101, contra la enfermedad de células falciformes y la beta talasemia, ya está reclutando pacientes. 

Y también hay en marcha otro ensayo clínico en China para tratar la beta talasemia. Espero que Alyssa sea el preludio de muchos más resultados positivos.

P. ¿Cuándo se probarán los editores de calidad en un ensayo clínico en humanos?

R. Habría que preguntar a Prime Medicine, la empresa que está desarrollando tratamientos con editores de calidad. Esperan tener un fármaco en fase de investigación en 2024, así que espero que los ensayos clínicos empiecen pronto, en pocos años [David Liu es cofundador de las empresas Beam Therapeutics y de Prime Medicine].

P. ¿Cómo se imagina usted la medicina dentro de 10 años?

R. Me sentiría decepcionado si, dentro de 10 años, no tuviéramos bastantes ensayos clínicos, tanto con los editores de bases como con los editores de calidad. Y espero que tengamos los primeros fármacos aprobados que sean máquinas moleculares capaces de ir a la célula de un paciente y cambiar específicamente un error que cause una enfermedad genética. O, como están haciendo las empresas Verve y Beam, introducir un cambio preciso que disminuya tu riesgo de padecer una enfermedad grave. Si hacemos otra entrevista en 2033 espero que estén aprobados los primeros fármacos que nos permitan tomar el control de nuestros genomas, sin depender tanto de errores en nuestro ADN que determinan el destino genético de tantos millones de personas.

Espero que en 10 años estén aprobados los primeros fármacos que nos permitan tomar el control de nuestros genomas

P. Usted tuiteó el otro día que las personas somos accidentes felices.

R. Me refería al azar en la evolución. Los organismos evolucionan y sus mutaciones son parcialmente al azar. Que un gen evolucione de una manera o de otra se puede considerar un accidente feliz. La evolución depende de sucesos fortuitos que hacen que los resultados sean estocásticos, difíciles de predecir. En ese sentido, el hecho de que los humanos hayan evolucionado como lo han hecho es un poco una cuestión de suerte, o de mala suerte, según la perspectiva de cada uno. Como dijo [el biólogo estadounidense] Stephen Jay Gould, si rebobinas la película de la vida y vuelves a empezar desde el primer organismo en la sopa primigenia, volviendo a ver la evolución durante miles de millones de años, me sorprendería que todo acabe con nosotros hablando en esta entrevista. Hay abrumadoras probabilidades de que acabase con resultados muy diferentes.

P. Entonces, ¿usted no ve la mano de un Dios en ninguna parte en el ADN?

R. Es una pregunta difícil de responder. Sin comentarios [risas].

P. Usted apoyó una moratoria sobre la edición de la línea germinal [modificaciones heredables que se llevan a cabo en los óvulos, en los espermatozoides o en los propios embriones cuando son solo una célula], para impedir la creación de bebés modificados genéticamente. Fue en 2019. ¿Todavía apoya la moratoria?

R. No es una cuestión sencilla de blancos y negros, como en la mayoría de los asuntos importantes, pero creo que actualmente hay muy pocas razones para editar la línea germinal. Sí preveo que, en el futuro, habrá más casos, especialmente cuando ya se haya probado más la edición de células somáticas [células que no son ni óvulos ni espermatozoides] e incluso haya fármacos aprobados. Ese podría ser un mejor momento para analizar las ventajas y los inconvenientes de la edición genética de la línea germinal. Por ahora, creo que los riesgos éticos y científicos son demasiado altos como para justificar el escaso número de casos hipotéticos en los que se podría considerar necesaria la edición de la línea germinal.

P. ¿Qué tipo de casos se imagina en el futuro?

R. Bueno, en el futuro puede haber mayor voluntad de editar la línea germinal. Una vez que la edición genética de células somáticas esté lo suficientemente madura como para que haya un alto grado de confianza en su seguridad y eficacia, creo que la gente, con naturalidad, volverá a plantearse la edición de la línea germinal. Actualmente, no creo que deba ser una prioridad.

lunes, 17 de noviembre de 2025

Un caso de animación suspendida accidental

 De María Delgado, auxiliar de enfermería:

Durante el 20 de mayo de 1999, en Tromsø, norte de Noruega, Anna Bågenholm, de 29 años, estaba esquiando cuando el hielo se rompió bajo sus pies. Atrapada bajo el agua helada, encontró una diminuta burbuja de aire… y logró respirar durante 40 minutos. Luego, su corazón se detuvo. Permaneció bajo el hielo durante 80 minutos. Cuando los rescatistas finalmente la sacaron, su cuerpo tenía una temperatura de 13,7 °C. Sin pulso. Sin respiración.

Pero los médicos se negaron a rendirse. Dijeron una frase que quedaría grabada en la historia: “Nadie está muerto hasta que está caliente y muerto.” Conectaron su cuerpo a una máquina corazón–pulmón. Hora tras hora, su sangre se fue calentando lentamente… como debe hacerse, no rápida y súbitamente. Y a los 30 °C, su corazón volvió a latir. Contra toda lógica, Anna volvió a la vida. Su cerebro quedó intacto. Aprendió a caminar de nuevo, terminó sus estudios y se convirtió en radióloga. Hoy trabaja en el hospital de Tromsø, el mismo lugar donde fue salvada.

Clínicamente muerta. 80 minutos bajo el hielo. Y, sin embargo, viva. Porque a veces, la ciencia y la determinación humana se niegan a rendirse. Un recordatorio de que incluso cuando todo parece congelado… la esperanza aún puede volver a latir. 

jueves, 16 de octubre de 2025

Avances contra el cáncer

 Publicado también en Jama. El número de personas con genes asociados al cáncer es mayor de lo esperado: estos son los más afectados. En El Confidencial, por F. S. B., 16/10/2025:

Un nuevo estudio ha analizado la información genética de más de 400.000 personas y ha concluido que la proporción de quienes presentan variantes conocidas de riesgo es algo mayor del 5%

Aunque la mayor parte de los casos de cáncer se consideran esporádicos, una parte se definen como hereditarios, ya que algunas personas llevan en su ADN variantes que aumentan el riesgo. Ahora, un equipo de investigadores ha analizado la información genética de más de 400.000 personas y ha concluido que la proporción de quienes presentan variantes conocidas de riesgo es algo mayor del 5%, una cifra es superior a la esperada: cerca del doble en variantes de los genes BRCA1 o BRCA2 y entre 10 y 20 veces superior en variantes relacionadas con cáncer de tiroides. Se trata del primer gran estudio de este tipo hasta fecha y ha sido publicado este jueves en la revista JAMA. En él, los investigadores han detectado que uno de cada 20 adultos porta mutaciones genéticas patogénicas que incrementan su riesgo de desarrollar algún tipo de cáncer. El hallazgo, basado en datos del programa estadounidense All of Us, sugiere que las actuales recomendaciones médicas podrían estar dejando fuera a millones de personas en riesgo. En concreto, analizaron los genomas de más de 414.000 participantes sin enfermedad diagnosticada, identificando variantes patogénicas o probablemente patogénicas (P/LPVs) en 72 genes de susceptibilidad al cáncer. En total, 20.968 individuos (el 5,05 %) portaban alguna de estas alteraciones, y 469 tenían mutaciones en más de un gen. “Este porcentaje es más alto de lo que se pensaba. Indica que la predisposición genética al cáncer es más común y diversa de lo que reflejan las actuales guías de cribado”, señalan los autores del estudio.

Los genes más afectados

El gen MUTYH, relacionado con el cáncer colorrectal hereditario, fue el más alterado (1,33 % de los participantes), seguido de BRCA2 (0,42 %) y MITF (0,37 %). Los síndromes hereditarios más frecuentes fueron:

Cáncer de mama y ovario hereditario (BRCA1/2): 2.636 casos.

Síndrome de Lynch, asociado al cáncer colorrectal y endometrial: 1.247 casos.

Paraganglioma-feocromocitoma hereditario: 801 casos.

El estudio encontró variaciones significativas entre grupos raciales, aunque no por sexo. Los participantes blancos presentaron la mayor prevalencia de mutaciones (5,72 %), mientras que los asiáticos mostraron la más baja. En 12 genes hubo diferencias relevantes entre individuos hispanos y no hispanos. En cualquier caso, los autores advierten, sin embargo, que la raza o la etnia no deben usarse como criterios clínicos, ya que no reflejan la verdadera ascendencia genética.

Para la experta Conxi Lázaro, que no ha participado en este trabajo, el estudio "pone de relieve que el número de variantes patogénicas en genes relacionados con la predisposición al cáncer hereditario es, probablemente, mayor a lo que se pensaba hace años y que los criterios personales/familiares para la realización de un estudio genético pueden dejar en algunos casos fuera de estudio a pacientes que podrían ser portadores. Aunque en el caso de alteraciones en genes de baja/moderada penetrancia también podría llevar a un sobrediagnóstico innecesario, si hay una ausencia total personal o familiar de historia relacionada con la predisposición en cuestión". Eso sí, Lázaro, que es jefa del grupo de investigación en Cáncer Hereditario del Instituto Catalán de Oncología-IDIBELL, aclara en declaraciones a la agencia SMC que "no constituye ningún motivo de alarma, solo resalta la importancia de la adecuada concienciación de los profesionales implicados y del adecuado asesoramiento genético en cuanto a los posibles hallazgos incidentales o secundarios cuando se realiza un estudio genético".

Diagnóstico más temprano

Los portadores de variantes patogénicas fueron más propensos a haber sido diagnosticados de cáncer (26,4 % frente al 19,7 %) y, en algunos genes, la enfermedad apareció a edades más tempranas. Por ejemplo, los portadores del gen STK11 tuvieron una edad media de diagnóstico de 31 años, y los de DICER1, de 35 años. En cuanto a las tasas halladas para BRCA1 (0,22%) y BRCA2 (0,42%), superan las estimaciones previas en ciertas poblaciones. Los autores sostienen que limitar las pruebas genéticas solo a pacientes con antecedentes familiares o diagnósticos específicos deja fuera a un gran número de portadores.

El oncogén KRAS deja de ser invencible: nuevos fármacos alargan la vida de los pacientes con cáncer de páncreas

Aun así, los investigadores piden prudencia: no se ha demostrado todavía que ampliar el cribado genético a toda la población sea rentable o clínicamente beneficioso. Estudios previos, sin embargo, han mostrado que la gestión estructurada de pacientes con mutaciones de alto riesgo puede ser coste-efectiva y salvar vidas. “Necesitamos evaluar la utilidad clínica y la viabilidad de extender las pruebas genéticas, pero los datos apuntan a que podríamos estar infradiagnosticando a una parte considerable de la población”, concluyen los autores.

domingo, 5 de octubre de 2025

Creado mapa de genes reparadores

 Un catálogo de las ‘cicatrices’ en el ADN alumbra un camino para sortear las resistencias del cáncer, en El País, por Jessica Mouzo, 2 OCT 2025:

La molécula de la vida sufre roturas continuamente y la célula tiene que arreglarlas. Una investigación identifica cómo cada uno de los 20.000 genes humanos afectan a la reparación del ADN y abre una puerta para afinar tratamientos oncológicos

El ADN es la molécula de la vida: esa estructura de doble hélice, presente en cada célula del cuerpo y organizada en fragmentos llamados genes, guarda las instrucciones para hacer funcionar el organismo. Es una máquina biológica de altísima precisión, pero, a veces, se rompe. Puede ser de forma espontánea, por fallos en el propio metabolismo de la célula, o por la influencia de agentes externos, como la exposición al sol, por ejemplo, o a otros carcinógenos, como el tabaco. Cuando esa molécula esencial se quiebra, la célula tiene que reparar esas roturas para sobrevivir, pero, en ocasiones, ahí donde hubo daño, quedan una especie de cicatrices, unas alteraciones genéticas con información clave para la ciencia.

Explica Felipe Cortés, científico del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), que la célula suele ser bastante prolija cuando le toca reparar esos daños en el ADN. La mayoría de veces, arregla los estropicios en esa molécula esencial de forma fiel, sin dejar marcas. Sin embargo, cuando los mecanismos de reparación “se equivocan”, aparecen las cicatrices, una especie de costuras mutacionales que pueden revelar mucha información sobre lo que ha ocurrido ahí: delatan, por ejemplo, quién provocó el daño o cómo se ha reparado esa rotura. Son señales tan valiosas para la ciencia que Cortés y su equipo han creado un catálogo de cicatrices que han llamado “el reparoma humano”: es un inventario que identifica cómo cada uno de los 20.000 genes humanos afectan a la reparación del ADN. Según los autores, que han publicado sus hallazgos este jueves en la revista Science, este listado es “una plataforma para nuevos descubrimientos”. Cortés asegura que ya ha permitido identificar mecanismos genéticos implicados en el cáncer de riñón y ayudará a desarrollar tratamientos personalizados en oncología.

Los investigadores se centraron en un tipo concreto de daño en el ADN, el que se produce cuando se quiebra esa doble hélice tan característica. Es una avería que puede darse por un error fortuito en la replicación del ADN, pero también por factores externos, como la exposición a rayos X o a fármacos. La quimioterapia y la radioterapia, por ejemplo, matan a las células tumorales provocando este tipo de rotura.

En ocasiones, explican los autores, las terapias oncológicas que se dedican a acribillar las células malignas rompiendo su ADN, fallan porque las células tumorales aprenden a reparar las roturas que generan esos medicamentos y el cáncer se vuelve resistente a ese tratamiento. Los investigadores creen que los mecanismos de reparación del ADN son clave en la evolución de los tumores y ven imprescindible entender cómo hacen las células malignas para arreglar esas roturas en el ADN y también cómo se puede evitar esa reparación.

“Este catálogo servirá para buscar posibles vulnerabilidades de los tumores, pero también nos puede ayudar a predecir cómo va a ser su evolución, qué tipos de mutaciones va a acumular y detectar posibles resistencias futuras”, augura Cortés, que es jefe del grupo de Topología y Roturas de ADN del CNIO y autor principal del trabajo junto a los investigadores Ernesto López de Alba, Israel Salguero y Daniel Giménez.

Para construir este catálogo, los científicos tuvieron en cuenta un detalle importante: que el patrón de cicatrices que queda en el ADN después de arreglar esa rotura de la doble hélice cambia según qué genes falten o estén presentes en la célula. Así que generaron unas 20.000 poblaciones celulares distintas, tantas como genes humanos hay, y apagaron en cada una de ellas un gen diferente; luego provocaron roturas en todas ellas y observaron qué huella mutacional dejaba la célula al reparar esos daños. “Así identificamos cómo la ausencia de cada uno de los 20.000 genes humanos afecta a las cicatrices”, apunta Cortés.

Hay genes más implicados que otros en esa maquinaria de reparación celular, apunta el investigador del CNIO: “Lo que hemos visto es que, en muchos casos, tú quitas uno de esos 20.000 genes y no tiene ningún impacto. Sigue reparándose exactamente igual. Pero también hemos podido identificar casos en los que, ante la ausencia de un determinado gen, esa cicatriz cambia. ¿Y qué nos quiere decir eso? Pues que son genes que influyen en cómo la célula va a reparar esa rotura y podemos inferir, además, cómo está contribuyendo [ese gen] a la reparación”.

Para aterrizar sus hallazgos, Cortés hace una analogía con una caja de herramientas: “Todos tus genes son las herramientas de la caja. Imagina que tenemos que hacer una obra en casa y al albañil le hemos ido quitando, una por una, todas las herramientas de la caja. Y luego hemos visto cuál es el resultado final de la obra. De cómo ha quedado la obra podemos inferir qué herramientas hacían falta y para qué servía cada una de ellas”.

Abel González-Pérez, investigador asociado del laboratorio de Genómica Biomédica del IRB Barcelona, recuerda que el estudio de las alteraciones en el ADN es “esencial” para comprender, entre otras cosas, procesos como la aparición de tumores o el mecanismo de otras enfermedades. El científico, que no ha participado en esta investigación, destaca que los autores han abordado un tipo de alteraciones que habían sido menos estudiadas y subraya la importancia de uno de sus hallazgos: el haber identificado “algunos genes cuya implicación en la reparación de las rupturas de doble cadena del ADN no estaban tan bien validados o eran desconocidos hasta el momento”.

Acceso libre a la comunidad científica

Los autores han puesto este reparoma a disposición de la comunidad científica y Cortés prevé que será una plataforma clave para nuevos descubrimientos. Por lo pronto, avanza, ellos ya han encontrado que un patrón de cicatrices que se da en el cáncer de riñón está asociado a la falta de un gen concreto. “Desde el punto de vista mecanístico, este catálogo nos va a permitir conocer nuevos genes que están implicados en la reparación de roturas del ADN que son desconocidos hasta ahora. Pero también se podrá encontrar una explicación a patrones de cicatrices que se habían asociado a unos tumores”, explica.

Otro campo en el que esperan que contribuya el reparoma es en el de la edición genética: técnicas como las tijeras moleculares CRISPR-Cas se basan, precisamente, en inducir roturas para provocar cambios específicos en el ADN y los autores creen que profundizar en cómo operan estos mecanismos de reparación servirá para optimizar las herramientas de edición genética.

Cortés vuelve a sintetizar todo su trabajo con otro símil, en el que los genes son los instrumentos dentro de un botiquín: “Quitamos cada uno de estos componentes, se usa el botiquín para curar una herida y vemos qué características tienen las cicatrices dependiendo de qué faltaba en el botiquín. Así podemos identificar qué componentes del botiquín son importantes para curar heridas, inferir para qué se usan en concreto y qué componentes sirven para lo mismo. Como aplicación puedes ver qué componentes tienes que eliminar para que la herida no se pueda curar (tratamiento del cáncer) o para que se cure dejando la cicatriz que tú quieres (controlar la edición génica)”.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

Estudian la longevidad en española de 117 años.

 Dossier

I

Científicos revelaron las claves de la longevidad de María Branyas Morera, la mujer que vivió 117 años, en Infobae, por Fermín Filloy, 24 Sep, 2025:

Un equipo internacional estudió sus antecedentes médicos, la genética y el estilo de vida. La describieron como “un ser humano extraordinario”.

Investigadores utilizaron un análisis multiómico

Investigadores utilizaron un análisis multiómico de alto rendimiento para comparar el genoma, microbioma y epigenoma de la persona más longeva del mundo con otras mujeres de distintas edades en Cataluña, buscando diferencias claves (guinnessworldrecords.com)

El análisis de los genes y el estilo de vida de María Branyas Morera ha arrojado luz sobre los factores que pueden contribuir a una longevidad excepcional, según un estudio publicado en Cell Reports Medicine y recogido por Nature. La investigación, liderada por Manel Esteller de la Universidad de Barcelona, se centró en la mujer que, hasta su fallecimiento el 19 de agosto de 2024, fue la persona más longeva del mundo, con 117 años.

El equipo científico realizó un estudio multiómico de alto rendimiento, analizando el genoma, microbioma y epigenoma de Branyas Morera y comparando estos resultados con los de cortes de mujeres de distintas edades de la misma región catalana.

Esta aproximación permitió distinguir entre los cambios moleculares asociados al envejecimiento y aquellos vinculados a la mala salud. Según Esteller, “es posible distinguir los cambios moleculares que ocurren en el cuerpo debido al envejecimiento de los que ocurren debido a la mala salud”.

Uno de los hallazgos más llamativos fue la longitud de los telómeros de Branyas Morera. Según los autores, aunque estos tramos de ADN repetitivo, que protegen los extremos de los cromosomas, eran excepcionalmente cortos —una característica normalmente asociada a enfermedades relacionadas con la edad—, la supercentenaria no presentaba tales patologías.

A través de la comparación

A través de la comparación de resultados moleculares entre María Branyas Morera y cohortes de otras edades, la ciencia logró distinguir entre los procesos asociados al envejecimiento natural y aquellos vinculados directamente con la mala salud (guinnessworldrecords.com)

“Esto nos indica que la pérdida de telómeros no está necesariamente asociada con una enfermedad, sino simplemente con la edad”, afirmó Esteller a Nature.

El estudio también identificó variantes genéticas en Branyas Morera que ofrecen protección frente a enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo y diabetes, y no halló variantes asociadas a un mayor riesgo de enfermedades graves como el Alzheimer. “Presentaba variantes en genes que, en otros seres como perros, gusanos y moscas, se asocian con una longevidad extrema”, explicó Esteller. “Tuvo suerte en la lotería genética”.

No obstante, la genética no fue el único factor relevante. Los análisis de sangre de Branyas Morera mostraron niveles bajos de colesterol LDL (“malo”) y altos de colesterol HDL (“bueno”), lo que sugiere un metabolismo lipídico eficiente. Además, sus marcadores de inflamación eran bajos y su sistema inmunitario se mantenía robusto: a los 113 años, fue la persona de mayor edad en España en superar la COVID-19. “A veces, nuestras células inmunitarias se vuelven un poco desleales y empiezan a atacar a nuestras propias células, causando inflamación”, señaló Esteller. “No había nada parecido”, añadió.

La investigación identificó que María

La investigación identificó que María Branyas Morera contaba con variantes genéticas que ofrecían cierta protección frente a enfermedades frecuentes en la vejez, como las cardiovasculares o el deterioro cognitivo /EFE/ Archivo / Jordi Bedmar

El microbioma intestinal de Branyas Morera también resultó notablemente saludable, con altos niveles de Bifidobacterium, un género de bacterias beneficiosas, siempre según los científicos.

Este perfil bacteriano, más propio de una persona joven, probablemente se vio favorecido por su dieta, que incluía tres porciones diarias de yogur. Además, su estilo de vida incorporaba una dieta mediterránea y ejercicio regular, factores que, según los investigadores, contribuyeron a su longevidad. “Nuestros genes son las cartas en una partida de póquer. Pero lo que realmente importa es cómo los jugamos”, reflexionó Esteller.

La disposición de Branyas Morera a colaborar con la investigación fue destacada por el equipo. “Era una persona muy humilde”, recordó Esteller. “Decía: ‘Mi único mérito es estar viva’”.

La investigación, aunque exhaustiva, reconoce sus limitaciones por basarse en un solo caso. Mayana Zatz, genetista de la Universidad de São Paulo, subrayó a Nature que “sería interesante comparar los hallazgos con supercentenarios de otras poblaciones”.

Los científicos no hallaron en

Los científicos no hallaron en el perfil genético de María Branyas Morera variantes asociadas a un riesgo elevado de desarrollar enfermedades como el Alzheimer, aportando pistas sobre la influencia genética en la longevidad

En la publicación científica, los autores resumieron: “La longevidad humana extrema, ejemplificada por los supercentenarios, presenta una paradoja en la comprensión del envejecimiento: a pesar de su edad avanzada, mantienen una salud relativamente buena. Para investigar esta dualidad, hemos realizado un estudio multiómico de alto rendimiento en la persona viva más longeva del mundo, analizando su genoma, transcriptoma, metaboloma, proteoma, microbioma y epigenoma, y ​​comparando los resultados con cohortes emparejadas más amplias".

“Estos hallazgos ofrecen una nueva perspectiva sobre la biología del envejecimiento humano, sugiriendo biomarcadores para un envejecimiento saludable y posibles estrategias para aumentar la esperanza de vida. La extrapolación de nuestros resultados a la población general requerirá cohortes más grandes y estudios prospectivos longitudinales para diseñar posibles intervenciones antienvejecimiento”, añadieron los expertos.

Al tiempo que remarcaron: “La imagen que surge de nuestro estudio, aunque derivada sólo de este individuo excepcional, muestra que la edad extremadamente avanzada y la mala salud no están intrínsecamente vinculadas y que ambos procesos pueden distinguirse y analizarse a nivel molecular”. María fue calificada como "un ser humano extraordinario" por la ciencia.

La historia de María Branyas Morera

La longevidad de Branyas se atribuye a factores como una dieta mediterránea equilibrada, actividad física moderada y la ausencia de hábitos perjudiciales para la salud, como el consumo de tabaco o alcohol. Su residencia en Olot (Cataluña), una región del sur de Europa reconocida por favorecer una vida más larga, también influyó de manera significativa.

A lo largo de su vida, Branyas fue testigo de acontecimientos históricos como la guerra civil española, la segunda guerra mundial, la pandemia de gripe de 1918 y el Covid-19.

Nacida en San Francisco el 4 de marzo de 1907, tras la migración de sus padres desde España y México a Estados Unidos, vivió en Texas y Nueva Orleans antes de que su familia regresara a España en 1915, durante la Primera Guerra Mundial, para establecerse en Cataluña.

II

 “Estudiadme, aprended de mí”: desvelados los secretos de la longevidad de María, la anciana catalana que murió con 117 años, en El País, Miguel Ángel Criado, 24 SEPT 2025:

El estudio de muestras de la supercentenaria española muestra las claves de su excepcional genética y da pistas para un envejecimiento saludable. Maria Branyas vivió la muerte de sus padres, su marido, sus hermanos y hasta su hijo. La imagen, cedida por la familia, es de su 117 cumpleaños.

María Branyas Morera nació el 4 de marzo de 1907 en San Francisco (Estados Unidos), unos meses después del terremoto que destruyó la ciudad. Empezada la I Guerra Mundial de 1914, su padre murió de tuberculosis en el barco que traía a la familia de regreso a España. Aquí, aun una niña, fue testigo de la pandemia de gripe de 1918. Durante la Guerra Civil trabajó de enfermera en el frente republicano junto a su marido, médico. Fue testigo de la II Guerra Mundial, de la llegada del hombre a la Luna en 1968, de la caída del Muro de Berlín en 1989, del cambio de milenio, en 2020 superó una infección por covid... En todos esos años, vio morir a sus padres, a sus hermanos, incluso, la cruz que más dolió, a su hijo. En 2023 se convirtió en la persona viva de mayor edad del planeta. Durante los últimos años de su vida y hasta poco antes de morir, en agosto del año pasado, un grupo de científicos le tomó varias muestras. Sus resultados, recién publicados en Cell Reports Medicine, muestran las claves de su longevidad.

“Estudiadme, aprended de mí”, cuenta Manel Esteller que le dijo María al poco de conocerla. Jefe del grupo de Epigenética del Cáncer del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, Esteller es el autor sénior de esta investigación en la que han participado una cuarentena de científicos. Supo por la prensa que vivía cerca de donde tiene el laboratorio, así que se empeñó en conocerla y poder estudiarla. “Contaba que al llegar a los 100, a los 105 o a los 108 años, Dios se había olvidado de ella”, recuerda. Pero al poco recuperó el optimismo. “Se dijo, mira ya que estoy aquí, hago lo que puedo, disfrutando de la familia lo que me quede”, añade Esteller, que termina destacando que era “una persona muy generosa, muy amable, siempre con una sonrisa”.

Lo que ha hecho el equipo coordinado por Esteller es estudiar el sustrato biológico de la longevidad de María y su posible conexión con sus hábitos y su actitud ante la vida. En varias ocasiones de los últimos años, tomaron muestras de su saliva, sangre, orina y deposiciones para realizar un análisis multiómico. El neologismo se refiere a un conjunto de herramientas de la biología molecular. La más conocida es el análisis de su genoma, también popular es el estudio del microbioma. Menos conocidos son el transcriptoma (la expresión específica de los genes), la revisión de su metaboloma (los metabolitos resultado del funcionamiento celular), la proteómica (el campo dedicado a las proteínas) y la epigenómica, el campo en el que destaca el equipo de Esteller. Nunca se había estudiado la biología de una persona tan mayor tan a fondo.

“María tuvo una covid muy leve, algunos de los motivos de esa levedad quizá los sabemos ahora con este estudio”, dice Esteller. Uno es que tenía “un sistema inmune muy potente, unas células de defensa muy buenas”, detalla. Tenían una memoria muy larga, con el recuerdo de las infecciones que tuvo en sus 117 años. “Eran todavía muy eficientes para atacar a los microorganismos, pero al mismo tiempo, no atacaban a sus propios tejidos, es decir, no inducían esa inflamación tan típica de las enfermedades autoinmunes”, amplia. Aparte de la sordera en uno de sus oídos de cuando era joven, María envejeció con los típicos achaques de la edad para moverse, pero sin problemas cardíacos, sin tumores ni enfermedades neurodegenerativas.

Y eso que los primeros resultados de este análisis multiómico de María desvelaron que el lado oscuro de la vejez la acechaba. Uno de los marcadores más relacionados con el envejecimiento es la longitud de los telómeros, una especie de capuchones que protegen los extremos de los cromosomas. Pues María los tenía hasta en un 40% más cortos en comparación con una muestra de personas de todas las edades. “Estaban como la punta de un lápiz desgastado, casi no les quedaba nada. Pero a pesar de eso, su salud era buena. Eso nos permite deducir que los telómeros indican el paso del tiempo, pero no la mala salud que se relaciona con el paso del tiempo”, destaca Esteller. Este trabajo no invalida la conexión entre telómeros y envejecimiento, pero sí la aclara. “Son un cronómetro, van indicando la edad cronológica, es decir, nació en tal año. Pero no la edad biológica”, termina Esteller. De esta se encarga la epigenómica.

Como se puede apreciar en la fotografía (ver más abajo), María no aparentaba su edad. Y no es una impresión subjetiva. “Si me das tu ADN, puedo saber tu edad gracias a unas marcas químicas que hay encima”. Así explica Eloy Santos, investigador del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras y primer autor del estudio, lo que son los relojes epigenéticos. Usados ya en ciencia forense para determinar la edad de una víctima o su asesino, en el caso de María usaron una media docena de ellos. “Ninguno de los relojes epigenéticos, sin importar el tejido, daba con su edad. Ninguno pudo predecir de ninguna manera que esta señora tenía 116 años” comenta Santos, el miembro del grupo de Esteller que más visitó a María. La media obtenida de estos marcadores decía que Branyas tenía una edad biológica 23 años menor que lo que marcaba su documento de identidad.

Nadie le echaría 101 años a María Branyas en una imagen de 2008. Salvo una sordera y los achaques de movilidad propios de la edad, María no tuvo patologías cardíacas, tumores o trastornos neurodegenerativos.

El estudio de su microbioma confirma esa juventud biológica. Al comparar el perfil de su microbiota intestinal, tan relacionada como se sabe ahora con la salud física y mental, con la de una muestra de centenares de personas de hasta 91 años, vieron que era comparable al de una persona joven, casi adolescente. También comprobaron que conservaba un metabolismo del colesterol y lípidos muy eficientes. “No tenía ninguna alteración en las arterias, tenía las tuberías muy limpias”, apostilla Esteller. Para completar el perfil, detectaron que tenía una función mitocondrial excepcional. Las mitocondrias se encargan de la respiración celular y “en el caso de María eran máquinas de eliminar radicales libres y oxidación muy buenas”, termina.

Iñaki Martin-Subero, investigador ICREA y jefe del grupo de Epigenómica Biomédica del IDIBAPS de Barcelona, no ha participado en el estudio de las muestras de María Branyas. Pero sí conocía el trabajo de Esteller y su equipo, en el que han participado científicos de una veintena de instituciones. “Es un estudio extremadamente completo”, reconoce. “Con problemas como unos telómeros tan cortos o una metilación del ADN tan acelerada, no habría llegado a los 117 años si no tienes un sistema inmune potente o un microbioma que compensen los otros factores”, añade. Martín-Subero también destaca elementos que no se leen tan fácilmente en los genes, proteínas o mitocondrias. Con el estilo de vida saludable que llevó o todas las emociones que debió pasar perdiendo a tantos, “tuvo ser una persona muy equilibrada, sin estrés; no es tanto lo que vives, sino cómo lo encajas.

Martín-Subero le ve una limitación al trabajo, una que ya reconocen los autores, pero que es esencial: “La muestra es N=1, es decir, arroja luz sobre cómo María llegó a vivir tanto, pero no podemos decirlo de otros centenarios, para eso habría que estudiar a más y del mismo entorno”. El problema es que no hay tantos supercentenarios para estudiarlos. “Casos como el de María son tan extraordinarios que cada uno de ellos podría haber llegado a una edad tan avanzada por su propio camino”, añade y como han apuntado varios trabajos. El investigador apunta otra limitación, “a pesar de ser muy completo, el estudio incluye datos de cuatro tipos de muestras, pero no otras”. Martín-Subero se refiere a tejidos u órganos de María. Aquí la ética se impuso al interés científico.

La gráfica muestra el perfil del microbioma intestinal de María Branyas a sus 116 años. La comparación con centenares de muestras de otras personas desvela como los 'bifidus' casi se salen de la gráfica.

“Ya en vida extrajimos aquellas muestras que implicaran molestarla lo menos posible, que fueron saliva, sangre, orina y heces. No entramos a estudiar nada que implicara molestarla demasiado, porque una cosa es que sea generosa y preste sus muestras para el estudio y otra cosa es aprovecharse”, deja claro Santos. Coincide en que el trabajo habría ido más allá si hubieran analizado muestras de María una vez que se fue mientras dormía, el 19 de agosto de 2024, por ejemplo, de las neuronas de su cerebro libre de trastornos neurodegenerativos. “Si no queríamos molestarla más en vida, ¿cómo hacerlo después? No lo hicimos por respeto a María, a la familia", completa Santos.

Los investigadores coinciden en lo extraordinario del caso de María. No solo por su biología, sino por la ausencia de hábitos perjudiciales y su gran sociabilidad. Pero Santos no lo ve como una limitación, “que sea tan especial la hace más útil para la ciencia”, comenta. Esa utilidad es la que llevó a María a permitir que la visitaran y estudiaran. “Tenemos la concepción de que envejecer equivale a enfermedad y que una cosa tiene que ir necesariamente con la otra. Pero esta señora nos ha demostrado que hasta cierto punto esto no tiene por qué ser así”.

III

El secreto genético de la 'supercentenaria' Maria Branyas: un ADN privilegiado, un microbioma juvenil y 23 años menos de edad biológica, en El Mundo, Cristina G. Lucio, 24 septiembre 2025:

Un estudio liderado por Manel Esteller descubre las claves que permitieron a esta catalana que con 117 años fue la persona más longeva del mundo vivir una vida tan larga

Maria Branyas nació el 4 de marzo de 1907 en San Francisco (EEUU). Murió 117 años después, el 19 de agosto de 2024, en Olot (Girona), siendo la persona más longeva del mundo y después de haber vivido dos guerras mundiales, la guerra civil española, el franquismo y dos pandemias. Contrajo el Covid a los 113 años y lo superó sin complicaciones. Falleció en paz, mientras dormía, sin ninguna enfermedad grave.

¿Qué tenía de excepcional su organismo? Un equipo dirigido por Manel Esteller, jefe del grupo de Epigenética del cáncer del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras ha destapado las particularidades que hicieron posible esa extraordinaria longevidad.

Estudiando sus células, los científicos han podido diferenciar por primera vez los componentes del envejecimiento clásico, que están asociados a enfermedades, de los que caracterizan un envejecimiento saludable, como el de Branyas.

En las células de Maria había claras evidencias de su avanzada edad, apunta Esteller. "Había tres propiedades que indicaban que era muy vieja: la casi ausencia de las puntas de los cromosomas, los denominados telómeros [cuya longitud está asociada al envejecimiento], la presencia en su sangre de mutaciones asociadas con la edad, un fenómeno llamado hematopoyesis clonal; y finalmente unos linfocitos B que empezaban a expandirse con signos de malignidad", señala el investigador.

Sin embargo, su organismo también presentaba particularidades cuya influencia superaba con creces el impacto de esos signos del envejecimiento. "Tenía un genoma único con variantes que se han asociado a la longevidad incluso en otras especies", subraya Esteller, quien añade que, además, Branyas "tenía un perfil cardiolipídico excelente, con baja grasa mala, alta grasa buena y niveles de azúcar normales". Exhibía además "un sistema inmune aún potente", sin signos de inflamación. Finalmente, la 'supercentenaria' tenía un microbioma intestinal "casi juvenil", rico en bifidobacterias. Y, como guinda, presentaba una edad biológica muy inferior a la cronológica, tal y como demostraron los marcadores epigenéticos. "Poseía un decalaje de unos 23 años que hacía a sus tejidos 'sentirse' y funcionar como si fueran mucho más jóvenes", señala Esteller.

Branyas tenía indudablemente en su organismo unas cartas privilegiadas, pero también supo jugarlas bien, recuerda el investigador.

"Existen muchos factores externos a los que podemos atribuir una contribución a esta vida tan extensa", indica Esteller. La "ausencia de hábitos tóxicos, como el tabaco o el alcohol" es uno de ellos. "Otro sería una vida activa con ejercicio moderado y llena de relaciones familiares y de amigos hasta el final", detalla. Y una tercera pata sería una alimentación equilibrada "sin comida procesada ni exceso de grasa y un yogurt diario para enriquecer las bacterias buenas del intestino". Probablemente la restricción calórica involuntaria sufrida durante las guerras y la posguerra que la 'supercentenaria' vivió también contribuyeron a sostener su longevidad, explica.

Estrategias antienvejecimiento

"María fue una persona excepcional, con una sonrisa que iluminaba la habitación en la que estaba y un optimismo que nos hace mucha falta, fue un privilegio conocerla", recuerda Esteller, que propuso a Branyas estudiar las particularidades de su organismo y obtuvo una frase por respuesta: "Por favor, estúdienme y así podré ayudar a otros".

Mediante técnicas no invasivas, los investigadores tomaron muestras de Branyas y estudiaron en profundidad su perfil molecular, con análisis de su genoma, transcriptoma, metaboloma, proteoma, microbioma y epigenoma, tras lo que compararon los resultados con los de otras personas ancianas.

Las conclusiones de su trabajo permiten comprender mejor el envejecimiento y diseñar estrategias para abordarlo de forma específica, aseguran.

"María nos proporciona pistas de cuáles son los genes implicados en una longevidad larga y, al mismo tiempo, saludable. Por tanto, ahora podemos pensar en diseñar fármacos que, actuando sobre estas dianas, provoquen el 'efecto supercentenario' en el resto de la población", desgrana Esteller.

"Hasta ahora, la supervivencia de los humanos ha ido aumentando de promedio, pero algunos estudios recientes sugieren que estamos llegando a una meseta", añade. "Debemos aprender de estas excepciones a la regla sobre cómo no solo vivir más tiempo, sino mejor".

Los resultados, que publican en la revista Cell Reports Medicine, también pueden ayudar a profundizar en la comprensión de algunas enfermedades de la sangre, como la leucemia y los síndromes mielodisplásicos.

El equipo de Esteller está ahora embarcado en el estudio "del otro extremo de la longevidad": los casos de niños con progeria, que envejecen rápido y mueren en su adolescencia. "Queremos comprobar si ciertos fármacos que actúan sobre la química de material genético podrían enlentecer este envejecimiento tan agresivo y dar una esperanza para estos casos", adelanta el investigador.

Para Iñaki Martín-Subero, profesor investigador ICREA y jefe del grupo de Epigenómica Biomédica en el IDIBAPS de Barcelona, la novedad que aporta este estudio "es la aproximación multiómica muy detallada en una persona excepcionalmente longeva. El estudio revela factores tanto genéticos como de estilo de vida asociados a una vida larga y sana", ha señalado en declaraciones a SMC España.

"Como los autores indican en el artículo, el análisis de una única persona hace que tengamos que ser cautelosos con las conclusiones", continúa. "Deberán ser validadas en más personas 'supercentenarias'. Sin embargo, son casos muy poco frecuentes, así que incluso el análisis de una sola persona creo que es muy interesante y revelador", concluye.

IV

Un análisis trata de identificar qué hizo a Maria Branyas vivir 117 años: “Es como si hubiera conservado juventud en su vejez”, en ElDiario.es, por Antonio Martínez Ron, 24 de septiembre de 2025:

El estudio detallado de los marcadores biológicos y moleculares de esta supercentenaria fallecida en 2024 muestra una “fascinante dualidad”, con señales de vejez extrema y de longevidad saludable.

Llegar a supercentenario (por encima de 110 años) sin tener ninguna enfermedad grave es tan excepcional que los científicos necesitan comprender cómo sucede. Este fue el caso de Maria Branyas, quien en el momento de su fallecimiento, en 2024, tenía 117 años y era la persona más longeva del mundo. 

Ahora, un equipo de investigadores, encabezados por el experto en envejecimiento Manel Esteller, ha analizado los marcadores biológicos y moleculares de esta mujer catalana en busca de la receta para alcanzar esta longevidad extrema con salud. Los resultados, que se publican este miércoles en la revista Cell Reports Medicine, no aportan el secreto para llegar a supercentenario, pero muestran una “fascinante dualidad”, al contener la presencia simultánea de señales de vejez extrema y de longevidad saludable. “Es como que hubiera conservado una juventud en su vejez”, explica Esteller a eDiario.es.

Para el trabajo, los científicos del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras y la Universidad de Barcelona (UB) han analizado el genoma, el metaboloma, el microbioma y el epigenoma de Maria Branyas, a partir de muestras de sangre, orina y saliva obtenidas de forma mínimamente invasiva. Aunque el equipo detectó signos inequívocos de envejecimiento, como los extremos de los cromosomas (los telómeros) acortados y una población envejecida de linfocitos B, Branyas también presentaba bajos niveles de inflamación crónica, un microbioma dominado por bacterias beneficiosas, características genéticas asociadas a una protección del corazón y el cerebro y una edad biológica inferior a la cronológica, determinada mediante marcadores epigenéticos.

Un plus de supervivencia

Para los autores, el elemento más interesante es que han podido diferenciar estos dos procesos sucediendo a la vez, el del envejecimiento que experimentamos todos y los rasgos que parecen haber protegido a Branyas de enfermar gravemente. “Ahora sabemos que hay factores que tienen que ver simplemente con hacerse viejo que no tienen que ver con la enfermedad de la vejez y otros que tienen que ver con la longevidad saludable”, destaca Esteller.  

El ADN de Branyas tenía unas variantes que le daban protección cardiovascular, protección contra la demencia y contra enfermedades metabólicas como la diabetes, enumera el científico. Tenía un sistema inmune que todavía funcionaba muy bien (fue la persona más vieja que sobrevivió al COVID 19), tenía bajo nivel de inflamación y las bacterias que vivían en su tracto digestivo eran antiinflamatorias. “También calculamos siete relojes epigenéticos y de promedio vimos que sus células se comportaban como si tuvieran unos 23 años menos”, apunta. “Todo esto le dio un plus de supervivencia”.

Aunque la limitación principal de este estudio es que se trata de un solo caso, Esteller defiende que es el primer paso para analizar lo que sucede en los supercentenarios y compararlos entre sí. Lo que quieren ver es si hay una forma común de llegar a estas edades extremas o hay varias. También quieren analizar si los rasgos de Branyas los han heredado sus hijas, que ahora tienen más de 90 años, y han comparado este caso con otros con centenarios y con miles de casos de la población general para detectar las diferencias. 

¿Qué es un supercentenario?

“Estamos en una fase de entender qué es un supercentenario y queremos ver qué marcadores o qué parámetros los hacen especiales”, detalla Salvador Macip, catedrático de medicina molecular en la Universidad de Leicester y coautor del estudio. “¿Enferman menos porque envejecen menos o envejecen menos porque enferman menos? Eso aún estamos lejos de saberlo”.

Para Macip, la gran aportación de este trabajo es que muestra lo complejo que es el envejecimiento. “Vemos que tiene muchas capas y es muy heterogéneo dentro del propio cuerpo”, señala. “Es decir, es heterogéneo entre personas, pero también heterogéneo dentro del propio organismo”. En general, cree que todo apunta a que determinadas condiciones metabólicas y la forma en que lucha tu cuerpo contra el daño pueden ser la clave de esta superlongevidad. “Parece claro que si te toca buena genética, vas a vivir mejor y envejecer mejor. Pero en los casos extremos, creo que es donde pesa más, incluso más que el entorno”. 

Esteller cree que la clave es una suma de muchos factores, incluidos algunos externos, como la alimentación y los hábitos saludables. “María era una persona que no tenía ningún consumo de tabaco ni de alcohol, que hacía hasta que pudo un ejercicio físico moderado diario, que tuvo una dieta bastante frugal y con un círculo de amistades y familiar que le daba mucho apoyo. O sea, tuvo muchas cosas que ayudaron”, asegura. “Para llegar a supercentenario primero tienes que ser afortunado y que tus padres te dejen un genoma adecuado, y después hay una serie de factores desde el medio físico, como la ausencia de factores tóxicos, que también te ayudan”.

“Lo que estamos viendo en los supercentenarios es un poco lo mismo que vemos en los animales de laboratorio a los que les conseguimos alargar la vida, que viven más que los otros en muy buenas condiciones hasta el final”, apunta Macip. “O sea, el envejecimiento es para casi todos como una pendiente que baja de manera progresiva, pero en los supercentenarios es una línea plana que baja de golpe al final”. “La idea es: ¿cómo podemos trasladar el efecto supercentenario a la población?”, resume Esteller.

Uno de los aspectos que ven en Maria Branyas a través de este análisis es que, por algún motivo, su cuerpo pudo detener los daños que en la mayoría de las personas acaban en una enfermedad grave y la muerte. “Por ejemplo, tenía dos mutaciones en su sangre que se asocian a enfermedad normalmente, pero ella no la tenía”, revela Esteller. “Quizá de aquí a cinco o diez años hubiera tenido una leucemia, pero había resistido a la enfermedad”. “Lo que nos gustaría es ver qué genes protectores tienen o qué programa de reparación, o de control de daño, los hace diferentes de las personas normales”, concluye Macip. Y tal vez, ya sea a través de terapia génica o como el desarrollo de fármacos, lo que aprendamos del caso extraordinario de Maria Branyas nos termine ayudando a todos a envejecer mejor.

Interesante y revelador

Ana O’Loghlen, investigadora del CIB-CSIC, experta en longevidad, cree que es un estudio muy interesante a pesar de ciertas limitaciones y destaca que aspectos como la función mitocondrial y la autofagia de Maria Branyas muestran similitudes con individuos jóvenes. Además, “los análisis de diferentes relojes biológicos epigenéticos en tres tejidos diferentes (saliva, orina y sangre) muestran un perfil mucho más joven que la edad cronológica del individuo”, subraya. “Y el estudio demuestra la importancia de una microbiota saludable, como lo demuestran los metabolitos microbianos, inducida por una buena dieta”.

Iñaki Martín-Subero, profesor investigador ICREA y jefe del grupo de Epigenómica Biomédica en el IDIBAPS de Barcelona que no ha participado en el estudio, cree que está bien pensado y destaca el uso de una batería enorme de tecnologías avanzadas. “La novedad de este estudio es la aproximación multiómica muy detallada en una persona excepcionalmente longeva”, explica al SMC. En su opinión, aunque el análisis de una única persona obliga a ser cautelosos con las conclusiones, el hecho de que sean casos tan poco frecuentes hace que su estudio sea “muy interesante y revelador”.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

Hallado algoritmo epigenético para predecir el desarrollo del cáncer.

 El hallazgo de la ‘caja negra’ del cáncer abre la puerta a predecir la evolución de cada tumor, en El País, por Jessica Mouzo, 10 sept 2025:

Un estudio desarrolla un algoritmo que permite reconstruir cómo ha progresado cada enfermedad desde su origen y anticipar su progresión en el futuro.

El cáncer no es una enfermedad estática. Desde esa primera célula que se corrompe y empieza a reproducirse descontroladamente, el tumor crece, evoluciona y se diversifica. A veces, lo hace rápido; otras, más lento. Pero toda esa trayectoria vital queda grabada en algún lugar de las células tumorales y da pistas clave para entender cómo se comportará cada cáncer y predecir su evolución. Una nueva investigación científica, publicada este miércoles en la revista Nature, ha encontrado dónde se guarda toda esa información crucial de las células malignas y ha desarrollado un método epigenético para poder leerla e interpretarla. Según los autores, su programa bioinformático es capaz de descodificar la huella que deja el tumor desde su origen, reconstruir su historia evolutiva y anticipar, incluso, la progresión de la enfermedad.

Se trata de un algoritmo matemático que lee unas marcas, como un código de barras identitario, que deja la célula que dio lugar al tumor. Esas señales, que cambian a medida que el tumor crece y se diferencia, son como una especie de “caja negra” del tumor, explican los autores. Igual que en los aviones la caja negra registra todos los datos técnicos y conversaciones de cabina de la aeronave, en el cáncer, estas marcas epigenéticas —se llaman patrones de metilación fluctuante— revelan la identidad de las células malignas, permiten reconstruir cómo han evolucionado y también predecir cómo se comportará el tumor en el futuro. La investigación, liderada por científicos del Clínic-Idibaps de Barcelona y el Instituto de Investigación del Cáncer de Londres, se ha realizado a partir del estudio de unas 2.000 muestras de leucemias y linfomas, pero los autores creen que su metodología podría funcionar en todos los tipos de cáncer.

Anna Gilmore, investigadora en salud pública: “Solo cuatro productos causan al menos un tercio de todas las muertes”

Cuenta Iñaki Martín-Subero, investigador ICREA, jefe del grupo de Epigenómica Biomédica del Idibaps y coordinador de esta investigación, que una de las grandes trabas en el conocimiento del cáncer es, precisamente, “descifrar su pasado”. “Cuando llega un paciente con cáncer y se diagnostica, se obtiene una biopsia del tumor, pero lo que vemos de ahí es solo el momento presente [de la enfermedad]”, explica. Lo que ocurrió antes, desde que esa primera célula degenera hasta que el cáncer da la cara, sigue siendo una incógnita que puede lastrar, incluso, el abordaje terapéutico del paciente.

Esta investigación internacional, sin embargo, da un paso adelante para alumbrar la trayectoria evolutiva del cáncer desde su origen con una herramienta que no es, además, muy cara, por lo que facilita su viabilidad en la práctica clínica, apuntan los investigadores. Martín-Subero recurre al símil de la aviación para explicar sus hallazgos: “Igual que la caja negra registra los detalles del vuelo, hemos encontrado dónde se registran los datos del tumor: esta historia secreta del cáncer queda registrada en el epigenoma”.

El epigenoma es un entramado de compuestos químicos y proteínas que se pegan a los genes y, aunque no modifican su secuencia, sí provocan variaciones químicas que afectan a sus funciones. La metilación, por ejemplo, es uno de esos procesos epigenéticos que funciona como una especie de interruptor, apagando o encendiendo la actividad de los genes. Pero los investigadores han descubierto que ese mecanismo epigenético tiene una función adicional, pues “también actúa como un sistema que registra información sobre la identidad del tumor, cuándo empezó, a qué velocidad ha ido creciendo y si ha ido cambiando con el tiempo”, expone el científico.

La información necesaria para reconstruir la trayectoria evolutiva del tumor está ahí, en la metilación del ADN, pero descifrarla no es sencillo. A simple vista, en una representación sobre el papel, el patrón de metilación parece como la imagen de una televisión estropeada, con miles de puntos aleatorios distribuidos en una cuadrícula sin sentido alguno. De hecho, durante mucho tiempo, los investigadores pensaron que la información cobijada en esos patrones era “ruido de fondo” que estorbaba para el estudio de lo importante, admite Martín-Subero.

Su investigación, no obstante, ha revelado que esos patrones se pueden descodificar con modelos matemáticos y que ese presunto “ruido” contiene, en realidad, información valiosísima para el estudio del cáncer. “Lo que antes descartábamos, ahora hemos encontrado que es una mina de oro, nos da una información que estaba oculta a los ojos de todo el mundo”, reflexiona.

Los investigadores aplicaron una metodología basada en una tecnología que se ayuda de inteligencia artificial para interpretar esos patrones de metilación y descifraron esa “historia secreta”, en palabras de Martín-Subero: “Hemos podido saber, para cada uno de los tumores [en las 2.000 muestras analizadas], cuándo empezó a crecer, a qué velocidad ha crecido y cuál es su grado de diversidad celular”.

Anticipar la evolución del tumor

El científico asegura que esta descodificación puede tener implicaciones en la práctica clínica. “Hemos desarrollado una herramienta que nos permite entender cómo se ha desarrollado el cáncer y anticipar cómo va a evolucionar en el futuro”, sentencia. Y abunda: “Esta información del pasado nos permite saber si un cáncer será más agresivo en el futuro, si cambiará con el tiempo o incluso, en tumores como la leucemia linfática crónica, que no requiere tratamiento inmediato, podemos estimar cuándo será necesario tratar al paciente”.

Manel Esteller, profesor de Investigación ICREA en el Instituto contra la Leucemia Josep Carreras, se muestra cauteloso con los resultados. El investigador, que no ha participado en este estudio, ha apuntado, en declaraciones al portal Science Media Center España, que este trabajo es “teórico y necesitaría de una mayor validación experimental”, por lo que no se puede implementar en la práctica clínica ahora mismo. La herramienta computacional empleada es, a su juicio, “prometedora”, pero recuerda que ya existen “técnicas de análisis de metilación del ADN en célula única que combinan ya una rigurosa comprobación biológica de los resultados con novedosos algoritmos matemáticos y de inteligencia artificial que permiten obtener resultados similares a los presentados en este estudio para esta leucemia en concreto”.

Por su parte, Alejo Rodríguez Fraticelli, investigador ICREA del Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona (IRB), asegura que es una investigación “muy interesante” y pone el foco en el bajo coste de la técnica desarrollada. “La verdadera innovación está en poder utilizar esta información en el epigenoma como códigos de barras moleculares para poder seguir la progresión de la enfermedad, pero a muy bajo coste”, apunta. Y augura que, en unos años, puede convertirse en una herramienta más en el arsenal de los oncólogos para diagnosticar la enfermedad y su progresión.

Martín-Subero admite que su metodología todavía no está disponible para ser utilizada en la práctica clínica convencional: “Hace falta que una empresa pueda llevar esto al mundo real”. Pero hace hincapié en que es “coste-efectiva para la información que aporta”. El investigador defiende, además, que esta investigación “abre un camino” para comprender mejor la biología del cáncer. “Si conocemos el pasado del cáncer, podemos adelantarnos a su futuro y hacer una mejor gestión de los recursos clínicos para un mejor tratamiento y una mejor estimación del pronóstico del paciente”.

lunes, 1 de septiembre de 2025

Avances notables contra la mortal hipertensión

 El fracaso en la lucha contra la hipertensión: no avisa, no duele, causa ictus, infartos, demencias y 46.000 muertes al año, en El País, por Pablo Linde, Madrid - 31 AGO 2025:

Un tercio de los 10 millones de personas que padecen la enfermedad en España no la tiene bajo control, a menudo porque ni siquiera es consciente de que la sufren.

Existen un centenar de formas para tratar la hipertensión, pero solo un tercio de quienes la padecen la tiene controlada. El resto camina cada día con una bomba de relojería silenciosa en las arterias. No avisa, no duele, y es la mayor causante de enfermedades cardiovasculares, que a su vez son las que más morbimortalidad producen: está detrás de infartos, de ictus, de demencias. En España afecta a diez millones de adultos y causa 46.000 muertes al año que podrían haberse evitado, según datos de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

Como todas las enfermedades causadas por los malos hábitos de vida ―y la hipertensión lo es en la gran mayoría de las ocasiones―, la solución parece sencilla: cambiar esos hábitos, lo que pasaría por reducir la sal, las grasas nocivas, hacer dieta mediterránea, ejercicio físico, evitar el estrés. En la práctica, el estilo de vida saludable funciona individualmente a quien lo consigue practicar, pero se ha mostrado muy complicado generalizarlo a toda la población.

Como dice el cardiólogo José Abellán, que divulga de salud en redes sociales, “el sistema no está pensado para la prevención”. La mayoría de los médicos no tiene el suficiente tiempo para pautar y seguir estos estilos de vida. Lo más frecuente es pasar a la segunda opción: las pastillas. Pero tampoco se está mostrado del todo eficaz. Aunque el porcentaje de pacientes controlados (hipertensos que consiguen mantener la presión en niveles saludables) ha aumentado en las últimas décadas en España, está muy lejos de llegar a cifras óptimas.

La Sociedad Española de Hipertensión (SEHLELHA) tiene como objetivo antes de acabar la década duplicar el porcentaje, del 30% de pacientes controlados al 60%, un guarismo tremendamente ambicioso, pero al que pueden ayudar nuevos medicamentos. Algunos de estos fármacos se han presentado en el Congreso Mundial de Cardiología, que se está celebrando este fin de semana en Madrid. Hay dos muy avanzados que son prometedores (Baxdrostad y Zilebesiran), y se suman a la familia de los agonistas del receptor de GLP-1 (como el Ozempic) que están dando muy buenos resultados porque, al bajar el peso, lo hace también de forma casi lineal la presión.

Pero no hay balas de plata. Incluso con fármacos eficaces, que ya los hay, siete millones personas en España ―lo que representa un porcentaje similar al que se calcula en el resto del mundo― vive con la tensión descontrolada. Probablemente, sean más, porque este cálculo se hizo cuando los valores máximos de referencia eran 140 milímetros de mercurio de máxima y 90 de mínima, pero los últimos estudios han revelado que el riesgo sube significativamente por encima de 130/80 y el verano pasado las guías europeas rebajaron los umbrales, que se ajustan en función de algunas características concretas del sujeto. Con esta revisión, a buen seguro que el número de personas consideradas hipertensas ha subido, aunque no está claro cuánto. Como norma general, lo sano es mantenerla en torno a 120/70.

¿Cuál es el problema? Obviando el principal, que es la falta de prevención, hay varios. Más de media docena de cardiólogos y médicos especialistas en hipertensión consultados por este diario coinciden en esencia con la respuesta que da Rosa Maria Bruno, del European Hospital Georges Pompidou, de París: “El principal obstáculo es que al ser una enfermedad silenciosa, la mitad de las personas hipertensas no saben que los son. El segundo es que, incluso una vez diagnosticado, no es fácil que sigan el tratamiento de por vida para una enfermedad asintomática [salvo fuertes picos, que sí pueden manifestarse en forma de mareos, dolor de cabeza]. Existe un problema de adherencia. Y luego hay una minoría de pacientes a los que les resulta particularmente difícil controlar la hipertensión, y en las que ni siquiera la terapia múltiple estándar, bien administrada, logra controlarla”.

Lo primero que habría que hacer es localizar a esos hipertensos que no conocen su condición para que fueran conscientes y tomasen medidas. Carlos Escobar, miembro de la SEC, cree que igual que a partir de los 50 años se recibe un aviso para un cribado de cáncer de colon por medio de la sangre oculta en heces, igual que existen revisiones para el cáncer de cérvix y mama en mujeres, debería haber un aviso para medir la presión arterial. “Deberían mandar una carta a toda la población recomendando tomarla cada tres años en sujetos menores de 40 años y anualmente en mayores”, sostiene.

El segundo paso sería tomar la tensión bien, algo que raramente se hace, según José Antonio García Donaire, presidente de la SEHLELHA. “No es como el colesterol, que da una medida en un análisis de sangre. La situación cuando se toma influye mucho: la psicológica, si has comido más sal en los últimos días, si has ganado peso, que el aparato sea adecuado, que el paciente no se mueva. Influye si te haces pis, si has fumado en los últimos 15 minutos. Tampoco se sabe que hay que medir tres veces consecutivas y quedarse con media de las dos últimas. Muchos médicos no saben que no vale una sola medida para considerar a una persona hipertensa. Si es necesario se puede recurrir a un aparato llamado MAPA, que se lleva durante todo el día y da una medida más precisa”, señala García Donaire.

Una vez detectada la hipertensión, lo ideal es modificarla con cambios en el estilo de vida. En la clínica donde trabajaba Abellán, el 70% de los pacientes lograban hacerlo así. Pero esto requiere un seguimiento y una implicación tanto del paciente como del médico que no siempre son posibles. Y solo funciona en las primeras fases. Llega un momento en el que las arterias están tan deterioradas que ya es demasiado tarde para revertir la condición con cambio de hábitos.

Para entender por qué, Abellán explica qué es la hipertensión: “Las arterias no son tubos estáticos que llevan sangre. Son elásticas. Se distienden y hacen más grandes en la sístole para almacenar sangre, y cuando el corazón no bombea vuelven a su posición original para impulsar la sangre, la exprimen. Los malos hábitos enferman las arterias, dejan de ser un órgano vivo y se endurecen. Dejan de hacer su función de distenderse y volver a su posición”. Llegado un punto en ese endurecimiento, no hay forma de revertirlo y controlar la hipertensión sin fármacos.

Los medicamentos que existen, a veces en combinación de varios, también mezclados con diuréticos, pueden dar muy buenos resultados si se dan dos condiciones: se encuentra la combinación adecuada y quien los toma sigue la pauta. Y esto no es solo responsabilidad del paciente. “Muchas veces no explicamos bien las cosas”, reconoce García Donaire. “Tiene que saber por qué toma cada mediación, no solo dársela en un papel. Y también que tiene que cambiar hábitos; los fármacos por sí solos no son suficiente”, continúa.

Bruno insiste en la sal. “Un consumo elevado no solo aumenta la presión arterial, sino que reduce la eficacia de los medicamentos habituales. Rebajándola se pueden reducir 20 milímetros de mercurio, que es muchísimo”, explica. El problema es que la mayoría está “escondida”. Se consume sobre todo en la comida procesada y en la de los restaurantes. La sal de mesa que se añade en la cocina no solo no suele ser un problema, sino que en cierta cantidad es recomendable. El sodio, en su justa medida, es imprescindible para la vida.

Nuevos medicamentos

La esperanza contra la hipertensión está en una gama de nuevos medicamentos. Miguel Ángel María Tablado, coordinador del grupo de trabajo de Hipertensión de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) cree que, por un lado están los fármacos de la familia del Ozempic, que además del adelgazamiento disminuyen la tensión: “Muchas veces desaparece y estamos viendo cómo en ocasiones pacientes crónicos que tomaban uno o dos fármacos para la hipertensión, pueden dejar de tomarlos”. En los próximos años viene lo que García Donaire califica como una “revolución brutal” en torno a estas moléculas.

Por otro lado, están los dos fármacos antes mencionados que pueden suponer un avance. El más avanzado es el Baxdrostad, desarrollado por Astrazeneca, que dio ayer resultados en el Congreso Mundial de Cardiología de su última fase en miles de pacientes resistentes al tratamiento en los que se consiguió reducir significativamente la presión.

Bryan Williams, profesor del University College London que participó en el ensayo, explica a EL PAÍS que gran parte de la industria creyó que el problema de la hipertensión era solucionable con las terapias existentes. “Pero pronto se hizo evidente que, en realidad, más de la mitad de las personas que reciben tratamiento nunca alcanzan los objetivos de presión arterial recomendados”, señala.

El Baxdrostad aborda el problema a través de un mecanismo de acción diferente de los que se usaban hasta ahora. Inhibe una enzima que produce aldosterona, el principal regulador de la cantidad de sal que el cuerpo retiene. “Al bloquear su producción, se puede reducir eficazmente la presión arterial mediante el mecanismo fundamental por el cual se elevó originalmente. Ha sido un proceso fascinante, ya que inhibir esa enzima ha demostrado ser bastante difícil sin bloquear otras, y ahora que se ha logrado, lo que abre la oportunidad de tratar la presión arterial de una manera completamente diferente”, recalca Williams, que cree que si todo va bien, en 12 meses el fármaco podría estar en el mercado.

Los resultados del Zilebesiran, desarrollado por Roche y Alnylam, se presentan este domingo, pero están en una fase previa, la II, por lo que todavía no se sabe su eficacia exacta. Actúa inhibiendo la síntesis de angiotensinógeno, una de las hormonas que fabrica el hígado para regular la tensión arterial. La gran ventaja es subcutáneo y solo hay que inyectarlo una vez cada seis meses, lo que supondría un enorme avance en los problemas de adherencia al tratamiento que presentan muchos pacientes.

No está de más volver a recordar que antes de recurrir a los fármacos, incluso antes de llegar a la hipertensión, debería tratarse día a día, en cada comida, en las horas de movimiento, de ejercicio y de descanso. Esto, subraya Bruno, no es igual de fácil para todo el mundo y depende mucho del contexto social: “Puede ser más difícil en ciertos barrios, influye la alfabetización en salud, los recursos para hacer deporte, el tiempo, el acceso a la atención médica. Así pues, no se trata solo de la dieta ni del estilo de vida, sino de la sociedad misma, que debe cambiar para mejorar el control de la presión arterial”.

viernes, 22 de agosto de 2025

El Ozempic reduce el riesgo de cáncer en personas obesas

 Los fármacos antiobesidad podrían reducir el riesgo de desarrollar cáncer en personas obesas, en El País, por Enrique Alpañés 21 AGO 2025:

Un macroestudio asocia su uso con una reducción para 13 tipos de cáncer y un ligero aumento en el de riñón.

El uso de agonistas del GLP1 se asocia con una reducción del riesgo general de cáncer. Es lo que se concluye de un estudio que publica este miércoles la revista científica Jama Oncology. El estudio, realizado con los datos de más de 86.000 adultos obesos o con sobrepeso durante 10 años, comparó las historias clínicas de pacientes que hubieran estado tomando estos fármacos antiobesidad (conocidos por sus nombres comerciales como Ozempic o Wegovy) con pacientes que no se hubieran sometido a su tratamiento. Las tasas de incidencia de los 14 tipos de cáncer estudiados fueron de 13,6 frente a 16,4 respectivamente, lo que indica un riesgo global de cáncer significativamente menor entre las personas que tomaban GLP-1. Esto fue especialmente evidente en los cánceres de endometrio, ovario y meningioma.

El estudio es importante, pero hasta cierto punto esperable. Demuestra con datos estadísticos algo que se podía inferir con un simple causa-efecto. Los agonistas del GLP-1 suponen pérdidas de peso de hasta el 20% en 72 semanas. Por otro lado, la obesidad es un factor de riesgo para, al menos, 13 tipos de cáncer (el presente estudio analizó todos estos más el cáncer de pulmón). Un estudio liderado por Hospital del Mar concluía que la obesidad multiplica por 12 el riesgo de sufrir un cáncer en mujeres, duplicando el riesgo en hombres. El efecto que podría tener Ozempic y otros fármacos similares no es, por lo tanto, sorprendente. Reduce la obesidad y con ella el riesgo de sufrir ciertos tipos de cáncer.

Sin embargo, no todas son buenas noticias. El uso de estos medicamentos puede estar asociado con un mayor riesgo de cáncer de riñón, asegura el estudio, aunque lo califica como “insignificante”. “Esto pone de relieve la necesidad de un seguimiento a más largo plazo para aclarar los mecanismos subyacentes y las implicaciones clínicas de estos hallazgos”, explican los autores, de la Universidad de Indiana. Otra sorpresa fue ver una reducción en las tasas de cáncer de pulmón. No fue significativa (1,6 cada mil personas entre usuarios frente a 2.03 para no usuarios), pero podría apuntar al papel que pueden tener estos fármacos en la gestión de las adicciones, pues muchos usuarios han dejado no solo de comer usándolos, sino de fumar.

El estudio es relevante por la cantidad y la calidad de sus datos. Todos los pacientes estudiados eran elegibles para recibir el tratamiento con agonistas del GLP1, así que tenían tasas similares de obesidad. No tenían antecedentes de cáncer, su edad media era de 52 años y el 68% eran mujeres. Los autores celebran los datos conseguidos en este estudio epidemiológico, pero advierten de que se necesita investigar, a nivel médico, la relación entre el cáncer y estos fármacos.

Los científicos siguen descubriendo nuevas formas de actuar de los GLP-1. Diseñados originalmente para regular la producción de insulina, más tarde surgieron como potentes supresores del apetito. Distintos estudios han apuntado también a que tienen un papel crucial en el control de adicciones. Un reciente ensayo ha demostrado que detienen la acumulación de grasa y la fibrosis hepática. También reducen la inflamación, y esto podría explicar los resultados de este nuevo estudio. La inflamación podría ser un factor determinante en los cánceres relacionados con la obesidad.

La obesidad ya afecta a más de mil millones de personas, según cifras de la Organización Mundial de la Salud. Un estudio publicado el año pasado en The Lancet revelaba que el exceso de peso es la forma más común de malnutrición en la mayoría de países: los casos en niños se han cuadruplicado en tres décadas y en los adultos, casi se han triplicado.

jueves, 17 de julio de 2025

Españoles descubren causa y cura de la aterosclerosis. Enorme avance en medicina.

 "Revolución en la medicina: una molécula producida por bacterias del intestino causa la aterosclerosis, culpable de millones de muertes", en El País, Manuel Ansede, 16 julio 2025:

El descubrimiento, gracias a un experimento con cientos de trabajadores del Banco Santander en Madrid, abre la puerta a nuevos tratamientos más allá de reducir el colesterol.

Un equipo de científicos españoles hizo un llamativo anuncio hace 15 años: buscaban miles de voluntarios entre los trabajadores del Banco Santander en Madrid para estudiarlos a fondo durante décadas, con el fin de entender el nacimiento de las enfermedades cardiovasculares en las personas sanas. Los resultados son todavía más sorprendentes. Los investigadores han descubierto que las bacterias del intestino producen una molécula que no solo induce, sino que causa la aterosclerosis, la acumulación de grasas y colesterol en las arterias que puede provocar infartos e ictus. Este inesperado vínculo entre los microbios y las enfermedades cardiovasculares ―primera causa de muerte en la humanidad― es un cambio de paradigma. El trabajo se publica este miércoles en la revista Nature, vitrina de la mejor ciencia mundial.

El estudio en profundidad de los empleados del Santander, con máquinas de imagen médica avanzada, reveló muy pronto otro dato impactante. La aterosclerosis era omnipresente. Los voluntarios eran personas aparentemente sanas, de entre 40 y 55 años, pero el 63% de los participantes tenía signos de la enfermedad. Los nuevos resultados muestran que algunas bacterias del intestino, en determinados estados, producen propionato de imidazol, una molécula sencilla, con seis átomos de carbono, ocho de hidrógeno, dos de nitrógeno y dos de oxígeno (C₆H₈N₂O₂). Este compuesto entra en la sangre, interactúa con los glóbulos blancos inmaduros y desencadena una reacción inflamatoria en las arterias, que promueve la acumulación de placas de grasa.

“El propionato de imidazol induce aterosclerosis por sí solo. Hay una causalidad”, resume el biólogo David Sancho, líder del nuevo estudio en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), en Madrid. Su equipo ha administrado la molécula a ratones, que han desarrollado la enfermedad. Además, los científicos han observado niveles elevados de propionato de imidazol en uno de cada cinco voluntarios con aterosclerosis activa, el tipo en el que las placas de grasa tienen mayor tendencia a romperse y dar lugar a los trombos que provocan los infartos y los accidentes cerebrovasculares. Los nuevos resultados demuestran que la aterosclerosis no es solo una enfermedad causada por las grasas, sino que también presenta un componente inflamatorio y autoinmune, en palabras de Sancho, nacido en la localidad murciana de Cartagena hace 53 años.

La buena noticia es que, si el C₆H₈N₂O₂ provoca el problema en un porcentaje relevante de los pacientes, se puede intervenir para evitarlo. Los investigadores han identificado el receptor al que se une la molécula y han logrado bloquearlo con un fármaco, reduciendo la progresión de la aterosclerosis en ratones alimentados con una dieta alta en colesterol. “Con este inhibidor prevenimos totalmente el desarrollo de la enfermedad”, afirma Sancho, que ha patentado el tratamiento experimental junto a otros coautores, como la farmacóloga italiana Annalaura Mastrangelo, su colega Iñaki Robles y el cardiólogo Valentín Fuster, director general del CNIC en Madrid y presidente del Hospital Cardiaco Monte Sinaí Fuster de Nueva York, que lleva su nombre desde hace dos años.

Otro de los firmantes del estudio, el biólogo sueco Fredrik Bäckhed, ya descubrió en 2018 que los niveles de propionato de imidazol estaban más elevados en personas con diabetes tipo 2. Y, hace apenas tres meses, una investigación independiente encabezada por el cardiólogo Arash Haghikia adelantó el vínculo entre la molécula bacteriana y la aterosclerosis. “El hecho de que dos grupos distintos hayan llegado a la misma conclusión refuerza la confianza en que se trata de un descubrimiento significativo y relevante”, argumenta Haghikia, de la Universidad del Ruhr de Bochum (Alemania). “Lo que resulta especialmente llamativo es que el propionato de imidazol parece promover la aterosclerosis incluso cuando los niveles de colesterol son normales. Esto podría ayudar a explicar por qué algunas personas desarrollan enfermedades cardiacas a pesar de tener pocos o ningún factor de riesgo tradicional, como el colesterol alto o la hipertensión”, subraya.

Las enfermedades cardiovasculares matan cada año a 18 millones de personas. El propio presidente del Banco Santander, Emilio Botín, falleció por un infarto de miocardio cuatro años después de firmar el proyecto que ha permitido el análisis de más de 4.000 trabajadores voluntarios, 400 de ellos incluidos en este nuevo estudio. La investigación, realizada con técnicas caras y complejas como la tomografía axial computarizada (TAC) y la tomografía por emisión de positrones (PET), ha posibilitado detectar que en fases muy tempranas de la aterosclerosis ya hay niveles altos de propionato de imidazol, lo que podría facilitar enormemente el diagnóstico en esa etapa invisible en la que la persona está en riesgo sin saberlo.

David Sancho y sus colegas reconocen que hará falta más investigación para identificar las cepas específicas de bacterias con capacidad para producir la molécula, pero señalan “cambios en la ecología microbiana intestinal” tras modificaciones en la comida, con un enriquecimiento de géneros bacterianos como Escherichia, Shigella y Eubacterium. Cuando el cardiólogo Valentín Fuster presentó el proyecto en 2010, ironizó con lo complejo que es diagnosticar pronto los problemas cardiovasculares y lo sencillo que es prevenirlos, con medidas como hacer ejercicio, llevar una alimentación sana y no fumar. El nuevo trabajo muestra que los niveles en sangre de propionato de imidazol son más bajos en las personas con una dieta rica en verduras, frutas, cereales integrales, pescado, té y lácteos bajos en grasa.

El microbiólogo argentino Federico Rey y el patólogo indio Vaibhav Vemuganti aplauden “las excitantes oportunidades” que abre el nuevo estudio para la prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. En un comentario también publicado este miércoles en la revista Nature, los dos expertos recalcan que la exposición al propionato de imidazol agrava la formación de placas en las arterias de los ratones. “Este efecto ocurre independientemente de los cambios en los niveles de colesterol, un resultado sorprendente dado el papel central del colesterol en el desarrollo de la aterosclerosis”, apuntan los dos especialistas, de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos. “Este descubrimiento ofrece una pista interesante sobre un posible nuevo factor implicado en el origen de la aterosclerosis. Esto es muy relevante porque, aunque reducir el colesterol ―mediante los medicamentos denominados estatinas, por ejemplo― puede disminuir eficazmente el riesgo de enfermedad cardiovascular, una proporción considerable de personas sigue experimentando eventos cardiovasculares adversos, como infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares”, alertan. El propio CNIC ha proclamado en un comunicado que el nuevo estudio “podría revolucionar” el diagnóstico y el tratamiento de la aterosclerosis.

Sancho destaca que el trabajo se ha podido hacer gracias a la colaboración de los miles de empleados voluntarios del Banco Santander en Madrid, pero también por las ayudas de un millón de euros de la Fundación “la Caixa”, 150.000 euros del Consejo Europeo de Investigación y 100.000 euros de la Agencia Estatal de Investigación.

El descubrimiento del efecto decisivo del propionato de imidazol en la aterosclerosis se enmarca en un contexto en el que la comunidad científica está revelando el papel desconocido de los microbios intestinales en algunas enfermedades humanas. El biotecnólogo español Cayetano Pleguezuelos y sus colegas del Instituto Hubrecht (Países Bajos) demostraron en febrero de 2020 que una cepa de la bacteria Escherichia coli produce una molécula tóxica, llamada colibactina, que daña el ADN de las células humanas y provoca tumores malignos.

Los casos de cáncer colorrectal se están disparando en las personas menores de 50 años, por causas desconocidas, duplicándose en muchos países en las últimas dos décadas. Otro estudio, encabezado por el biólogo computacional Marcos Díaz Gay, sugirió hace solo tres meses que detrás de esta epidemia de cáncer colorrectal se encuentra la toxina de la Escherichia coli. “En pacientes jóvenes, de hasta 39 años, vemos ese patrón de la colibactina en uno de cada tres casos”, subrayó entonces Díaz Gay, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, una institución situada a apenas unos metros del CNIC.