Mostrando entradas con la etiqueta Salud. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Salud. Mostrar todas las entradas

viernes, 6 de septiembre de 2024

Descubrimiento sobre la depresión neurológica

Daniel Mediavilla, "Las personas con depresión tienen una red del cerebro dos veces mayor que las sanas", en El País, 5 de septiembre de 2024: 

Un sistema de neuroimagen también identifica cambios en las conexiones de esa red asociadas a la ansiedad o la falta de deseo. El estudio ha identificado una serie de regiones del cerebro que tienen casi el doble de tamaño en las personas con depresión.

Aunque hay una serie de síntomas que permiten identificar la depresión, como la falta de energía o la pérdida de interés por la vida, no se sabe bien qué sucede en el cerebro cuando alguien se deprime. Pese a la aparición de técnicas como la resonancia magnética funcional (fMRI), que mide cambios en el flujo sanguíneo del cerebro y los relaciona con distintas funciones, no se han encontrado diferencias importantes en la estructura o en las conexiones de este órgano entre personas sanas y deprimidas. Si se pudiesen identificar los rasgos propios de las personas enfermas, se razona, sería posible entender mejor qué produce la enfermedad y cómo curarla.

Hoy, la revista Nature publica el trabajo de un equipo internacional de científicos liderado por Charles Lynch y Conor Liston, de la Universidad Cornell (EE UU), en el que identifican una serie de regiones del cerebro que tienen casi el doble de tamaño en las personas con depresión. Estas regiones se agrupan en lo que se conoce como red de saliencia frontoestriatal, que conecta áreas más superficiales del cerebro, como la corteza prefrontal, que necesitamos para razonar, con regiones que se encuentran debajo y son fundamentales para la regulación del estado de ánimo o para procesar la información que recogen nuestros sentidos. En conjunto, esta red desempeña un papel crucial identificando y procesando estímulos relevantes (los que son salientes), como el olor de una comida que nos gusta o los indicios de una situación peligrosa, y está implicada en la regulación del comportamiento orientado a objetivos, la toma de decisiones y la adaptación a cambios en el entorno.


Más de 300 millones de personas en el mundo sufren depresión y más de 260 millones, ansiedad, según los datos de la OMS. Los síntomas habituales de estas enfermedades mentales son la tristeza, la pérdida de interés, los sentimientos de culpa, la falta de autoestima, los trastornos del sueño y del apetito, la sensación de cansancio o la falta de concentración. Además, las personas que tienen depresión o ansiedad tienen mayor riesgo de desarrollar dolores de espalda en el futuro, según una revisión sistemática realizada por la Universidad de Sydney. Aunque no se sabe el motivo, dice Plasencia: "No se conoce con exactitud la relación causal pero puede deberse a una somatización o intento de rentabilizar su enfermedad mental". Serrano puntualiza: "El dolor no es siempre lo que ocurre en el resto del cuerpo, sino lo que el cerebro percibe según las emociones y creencias. La ansiedad, la depresión, el miedo y otras variantes psicológicas pueden aumentar la percepción del dolor agudo y crónico. Y puede ser la causa del fracaso del tratamiento rehabilitador".

El enigma de las enfermedades mentales: ¿por qué es tan difícil tratarlas?

Hasta ahora, los estudios con fMRI había hecho comparaciones entre grupos de personas deprimidas y sanas, haciendo medias entre ellas, y no se habían encontrado diferencias importantes entre unos y otros. El equipo de Lynch y Liston obtuvo su novedoso resultado gracias a una técnica innovadora, de mapeo funcional de precisión, con la que se observó a pocos pacientes durante muchas sesiones espaciadas, para poder reconstruir lo que sucede a nivel cerebral durante las épocas buenas y malas de alguien con depresión. “Los estudios tradicionales miran en dos instantes y no te dan una perspectiva total de lo que está pasando. En este estudio se mira en pocos sujetos y se caracteriza muy bien la evolución a lo largo del tiempo”, explica Cesar Caballero-Gaudes, investigador del Centro Vasco de Cognición, Cerebro y Lenguaje, en San Sebastián. Su equipo proporcionó medidas de la misma calidad y tomadas con el mismo método de personas sanas con las que el grupo de Cornell puedo comparar a sus personas deprimidas.

Con este seguimiento, los científicos quisieron ver si el tamaño de la red era distinto cuando la persona estaba bien y cuando estaba baja de ánimo. Descubrieron que no cambia y que tampoco se puede modificar con tratamientos antidepresivos como la estimulación magnética transcraneal, que aplica campos magnéticos sobre el cuero cabelludo para modular la actividad del cerebro. En todos los casos, el tamaño de la red permaneció estable. Además, escriben los autores, ni la gravedad de la crisis depresiva ni el número de episodios se podía relacionar con diferencias en el tamaño de estas regiones cerebrales. Según comenta Caballero-Gaudes, esta estabilidad “podría tener una utilidad diagnóstica”, porque, “en niños, se observó que los que después desarrollaron síntomas depresivos ya presentaban una expansión de la red de saliencia antes de mostrarlos”.

Se ha visto que el tamaño, la forma o la ubicación de las redes funcionales del cerebro está controlada, en parte, por la genética, pero también por nuestras experiencias o por la influencia ambiental. “Un ejemplo extremo de una influencia ambiental que ayuda a ilustrar esta idea es que diferentes partes del cuerpo tienen una cierta cantidad de espacio dedicado en la corteza motora primaria”, explica Charles Lynch. “Si una persona sufre la amputación de un brazo, la representación del miembro amputado en la corteza motora se contraerá, mientras que el tamaño de la representación del miembro intacto, compensatorio, aumentará”, añade.

El hecho de que la expansión de la red de saliencia esté presente desde etapas tempranas del desarrollo cerebral y varios años antes de los primeros síntomas de depresión sugiere una fuerte base genética, aunque este hallazgo no descarta la posible contribución de factores de estrés o experiencias en la vida temprana. “Esto es algo que esperamos investigar ahora”, indica Lynch. El investigador de Cornell especula con la posibilidad de que tener experiencias procesadas por la red de saliencia demasiado a menudo, como las que nos dan un placer inmediato o la dirección de nuestra atención hacia información relevante, positiva o negativa, podría contribuir a síntomas depresivos, como la falta de deseo o una atención exagerada a aspectos negativos de la vida y a cosas que nos dan miedo.

Aunque el tamaño de la red no variaba con los síntomas de la depresión, un análisis más profundo de algunos pacientes, a los que se observó durante un año y medio, en algún caso con hasta 62 resonancias, permitió ver que sí había cambios funcionales entre los nodos de la red que se podían relacionar con la pérdida de deseo o la ansiedad. Esto, según los autores, sugiere que la red de saliencia juega un papel crucial en la depresión, no tanto por cambios estructurales, sino por cómo sus nodos se comunican durante diferentes estados emocionales.

“Existen múltiples implicaciones clínicas potenciales a largo plazo, pero al mismo tiempo, es importante dejar claro que no esperamos que los escáneres cerebrales se utilicen para diagnosticar la depresión”, apunta Lynch. “Aún queda mucho trabajo por hacer, como determinar cómo de específico es este efecto para la depresión en comparación con otros tipos de enfermedades psiquiátricas”, añade. “Sin embargo”, concluye, “a corto plazo, creemos que sería posible incorporar información sobre cómo están organizadas estas redes funcionales del cerebro en individuos con depresión para ajustar [en tratamientos personalizados] la forma en que aplicamos terapias de estimulación cerebral, como la estimulación magnética transcraneal o la estimulación cerebral profunda”.

miércoles, 22 de abril de 2020

El hombre en la cofa del palo mayor

El virus ha cogido en bragas a todo el mundo, pero en especial a los que mandan el barco, que se supone han de avistar los peligros de lejos. Contaban con prismáticos adecuados, que sirvieron, por ejemplo, para ver venir el otro coronavirus, el SARS, de periodo más corto y menos encriptado, pero igual de mortífero. Entonces el vigía en la cofa del palo mayor pudo apercibir el iceberg y se logró cambiar el rumbo predestinado y esquivar la pandemia; ¿por qué ahora no?

Cabe imputar no poco en esta debacle al carácter sigiloso y subrepticio de la nueva variante. Pero debe notarse que, aunque el puesto de vigía en la cofa es de mucha responsabilidad, a menudo lo desempeña un marinero de mérito dudoso y que ha sido puesto ahí por castigo o porque nadie lo aguanta. Estar en la alta cofa del palo mayor (mal llamado carajo en el argot naviero) provoca mareos, pulmonías, caídas, descargas de fuego de San Telmo a la gente común. Por eso los embarcados en el rol del navío evitan el puesto y el capitán solo lo otorga al marinero más vago o sinvergüenza. De lo que vino la expresión "mandar al carajo", esto es, a la cofa o cofia del palo mayor, junto a las gavias, a aguantar la marimorena, pero también para otear el horizonte en busca de amenazas sobre el helado imperio de la sombra, un tigre como el de Blake, que aunque a veces duerme otras ruge agitando sus onduladas estrías; en cambio, el que lo ha puesto ahí duerme confortablemente en su camarote, como si con él no fuera.

Por tanto, en la vida real, que también es un océano de inquietudes (o dormitudes), los puestos de más alta responsabilidad suelen otorgarse muchas veces a las personas más dudosas, no a las más fiables, trabajadoras o preparadas. Los inteligentes suelen huir de esos cargos como de la peste (negra), así que suelen detentarlo ambiciosos sociópatas, listillos ruines o borderlines incapaces de encontrar las puertas de salida. No tengo que señalar la larga nómina de ladrones y violadores que han presidido el FMI y los increíbles sinvergüenzas que han pasado por monarquías o incluso presidencias sin contrapeso (en especial las autoritarias o las dictaduras) arrasándolo todo a  su paso y dejando una larga cohorte de amiguetes y lameculos instalados. Mencionaré tan solo que, por ejemplo, el avisado y diestro director de la OMS que destruyó el SARS dejó su puesto y ahora le tocó por vez primera a un hombre del tercer mundo, buen político y de notable trayectoria profesional, pero con fama (que solo ahora se ha hecho visible) de haber participado en un régimen genocida, prochino y antitaiwanés y de haber ocultado tres epidemias de cólera en su país en 2006, 2009 y 2011. Cosas todas que todavía es difícil encontrar escudriñando los entresijos, escondrijos y grietúsculas de Internet.  

¿Cómo puede resolverse el problema? Sin duda la prioridad en la solución, más que política, ha de ser solo técnica. No debería haber limitaciones políticas ni económicas en temas que afectaran a obligaciones que todos los estados (no digo que naciones) deben asumir: la salud, la educación, la ciencia. La industria farmacéutica debía nacionalizarse o incluso mundializarse, sometiéndose a leyes que tengan el interés general como mejor criterio; algunos estados no alineados ya hicieron mucho en ese sentido, como por ejemplo India o Brasil en el caso del SIDA; resulta paradójico, por ejemplo, que la drogadicción más severa tenga cura (la ibogaína) pero no pueda dispensarse porque la desintoxicación es un negocio con clínicas que necesitan las recaídas para poder seguir ganando dinero, o que una farmacéutica norteamericana recete opiáceos fuertes porque causan dependencia. Y es que lo que llamamos "dependencia" es solo una manifestación del capitalismo buitre y de obsolescencia programada que pretende "fidelizar" al cliente: hay que pagar dos veces o más por un producto que debería solucionar un problema para siempre. Y hay financieros que compran medicamentos investigados por universidades públicas para subirles el precio al tres mil por ciento, como ha ocurrido con el tratamiento de la hepatitis B.

La educación hace que los gobiernos empiecen a ser más odiados por un pueblo menos ignorante de sus trapacerías. Que los productos malos tengan que superar un creciente sentido crítico; que no se venda el baratillo ideológico. No es extraño que se esté estropeando tanto en Iberoamérica y en nuestro país; en Portugal, por el contrario, mejora continuamente, según revelan los índices del informe Pisa.

El fomento de la ciencia, por otra parte, va unido al ítem anterior. No hay ciencia ni prosperidad económica sin educación de base. Los países nórdicos, a los que ninguna crisis ni epidemia parece afectarles nunca, sometidos a impuestos grandes pero repartidos y razonados, han entendido que la educación es algo que no termina nunca: sus ciudadanos afirman que es uno de los fines de la vida el saber más y ser más sensible a lo que nos rodea. Seguramente porque en lo alto del palo mayor de la nave del estado hay gente sabia y sensible. Gente que, lejos del cortoplacismo, contempla el horizonte más lejano.

martes, 7 de abril de 2020

Artículo de David Torres

En Público, hoy: "Los expertos cuñados y la OMS"

DAVID TORRES

https://www.facebook.com/david.torres.escritor/ 

No recuerdo quién dijo aquello de que un camello no es más que un caballo diseñado por un comité de expertos, pero la frase bien podría aplicarse a la Organización Mundial de la Salud, un organismo al que nadie hace mucho caso. De hecho, el pasado 30 de enero, la OMS decretó el estado de alerta sanitaria mundial ante la epidemia del coronavirus, y ningún país tomó las medidas pertinentes, entre ellos España, donde el ministro de Sanidad, Salvador Illa, dijo que estábamos preparados de sobra para lo que viniera. Aparte de los titubeos y la dejadez inicial del gobierno, hay que recordar que a todo el mundo le pareció una exageración y un alarmismo innecesario la cancelación del Mobile Word Congress en Barcelona a mediados de febrero. El resto, por desgracia, también es muy conocido.

Aun así, el 2 de marzo, el director general de la OMS, Tedros Adhanon Ghebreyesus, dio una rueda de prensa explicando que las medidas de contención tomadas en China y Corea, y también en Italia e Irán, estaban funcionando bien, que el coronavirus no era la gripe y que de momento no había motivos para hablar de pandemia. Les estaba quedando un camello precioso, con dos o tres jorobas, muy apto para cruzar el desierto a paso lento, pero en seguida quedó claro que hubiera sido mucho mejor diseñar un purasangre capaz de cortar el viento al galope. Ocurre, no obstante, que el pasado es incorregible, que la medicina no es una ciencia exacta y que la OMS posee un inquietante historial de pastorcillos alertando que viene el lobo, dinerales desembolsados en vacunas cuando menos cuestionables y sorprendentes cambios de opinión de la noche a la mañana.

Por ejemplo, hace un par de semanas los expertos de la OMS aseguraban que en occidente no nos tomábamos en serio la amenaza y que los gobiernos europeos eran unos irresponsables totales, el italiano y el español a la cabeza. De ahí que la oposición, con el PP al frente, iniciara una campaña de descrédito contra Sánchez tan brutal que hacía sospechar que si hubieran puesto la mitad de énfasis en echar una mano en lugar de palos en las ruedas lo mismo ahora tendrían disponible una vacuna en un laboratorio de Aravaca testada y firmada por Rocío Monasterio. Dejando aparte su original gestión de la sanidad pública -sumar hospitales y dividir camas, multiplicar beneficios y restar médicos-, basta recordar su actuación ante la crisis por la hepatitis C, que costó la vida a más de 4.000 pacientes porque el medicamento para la cura -Sovaldi- era demasiado caro y el PP por aquel entonces sólo tenía presupuesto para sobres de dinero negro y volquetes de putas.

Ayer mismo, sin embargo, los mismos expertos de la OMS declaraban que después de todo no los europeos no lo habíamos hecho tan mal y se mostraban profundamente impresionados por la eficacia y la "resolución inspiradora" del gobierno de Sánchez. Tal vez se habían tomado una sobredosis de carajillos o tal vez calibraron cuál podía ser la magnitud de la chapuza con un triunvirato de emergencia presidido por Casado, Abascal y el perro Lucas. De cualquier modo, ante este repentino bandazo de la OMS, los grandes intelectuales de referencia del facherío (Bertín Osborne, Carlos Herrera, José Manuel Soto y Quique San Francisco, entre otros ilustres cuñados), por no hablar de su coro de espumarajos, se quedaron con el pie cambiado y empezaron a vociferar que la OMS no es más que un nido de etarras bolivarianos dirigidos por un mono borracho. Es verdad, habría sido mucho más eficaz un camello.

sábado, 16 de febrero de 2019

Educación, II. Patologías del trabajo.


La mayor parte de los afectados por estrés son aquellas personas cuyos trabajos requieren una implicación personal, una relación constante y directa con personas, incluyendo aquí a los profesionales de la sanidad, la enseñanza, los funcionarios de prisiones, los servicios públicos y los servicios sociales. El mundo moderno y un pensamiento único que asume el capitalismo como una ética de consumo y deshumanizada, si tal cosa es concebible, ha transformado también las relaciones personales en relaciones de consumo, y eso se refleja más fuertemente en la despersonalización de los trabajos que requieren una implicación mayor de lo individual y que operan en la esfera de lo interpersonal.  
En consecuencia, es preciso deslindar dentro de los trastornos por estrés una categoría diferenciada de trastorno que afecta a las profesiones donde el individuo implica algo más que su trabajo físico. Es el síndrome de burnout, de agotamiento emocional por el trabajo, del quemado o, más exactamente, de desgaste profesional, un tipo característico de estrés que suelen sufrir los trabajadores que realizan su labor en contacto con otras personas; se trata, pues, de un trastorno en gran medida psicosocial y estructural (1) e implica en su sintomatología mucho de lo que atañe a las relaciones entre individuo y sociedad. 

Los síntomas de este síndrome son los mismos que los del estrés, con el añadido del cambio de actitud del individuo con respecto a su trabajo y la gente que le rodea, causa de que se vuelvan fríos y despersonalicen completamente su relación con los demás. Los conceptos de origen marxista de alienación, masificación y reificación o cosificación tienen mucho que ver con este síntoma particular, degradando las relaciones humanas en relaciones de consumo, degradación o dominio absoluto en todas las esferas de la actividad: la anomia social, pues, se incrementa y se expresa a través de divorcios, abortos, alcoholismo, drogadicción, inestabilidad, violencia física, emocional e intelectual y, por supuesto, del burnout y otras patologías psicosociales bastante frecuentes en el profesorado.



Por otra parte, tanto el burnout como el estrés en general no afectan de forma homogénea a todas las personas; la sintomatología y las causas, tanto endógenas como exógenas, por las que se producen son variables. Así, por ejemplo, dentro del ámbito educativo al que me refiero, los profesores de griego o de religión (2) asumen una sintomatología diferente en cantidad y cualidad a la de un profesor de asignaturas troncales o instrumentales más masificadas, como la lengua o las matemáticas, y también hay diferencias en el caso de que su situación administrativa sea de interino, de funcionario de carrera o de catedrático (reparto de horarios mejores o peores, turnicidad diurna o nocturna, mejores o peores cursos, mayor o menor trato y aceptación social en el grupo etc.), o según el centro en que se encuentren (privado, público, concertado) o la modalidad de enseñanza que impartan (primaria, secundaria, bachillerato, universidad, educación especial, apoyo...) por más que los síntomas de este mal sean comunes: falta de ilusión que lleva a la apatía, agotamiento psicofísico, frustración, ansiedad, inseguridad... El afectado de burnout siente que no encaja en su contexto, y reacciona ante él de la misma manera antisocial y nihilista que un doctor Gregory House, por poner un ejemplo al alcance de esta cultura audiovisual y de un ámbito en que este tipo de síndrome es incluso más frecuente.

 Cuantitativamente, las cifras de las enfermedades profesionales y de accidentes en el sector docente revelan la importancia del problema, puesto que éste se constituye en la segunda causa de baja laboral del sector. Antonio Cano Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, apunta en una entrevista que, entre las profesiones más estresantes, el sector educativo tiene el mayor índice de estrés del Estado: un 47.9% de los profesores se reconocen “siempre” o “frecuentemente” estresados, lo que en cualquier otra profesión exigiría un plus de peligrosidad. Que se tolere, sin embargo, esta desproporción se debe a la contención que imponen las vacaciones estivales para paliar este enorme desequilibrio, si bien los dos meses conceptuados en ellas son descontados en las retribuciones globales que imponen un sueldo de funcionario de clase A. Que las vacaciones no solucionan el problema se demuestra con el hecho colateral de una estadística de divorcios y separaciones particularmente alta en esta profesión, así como en el creciente número de bajas durante el calendario escolar. 

Entre las causas cualitativas de que en el curso de los últimos años el campo de la docencia se esté viendo tan afectado por este síndrome están: la desintonía y disparidad entre lo que se enseña en la universidad y lo que se aplica en la enseñanza; los cambios continuos en las materias y los procedimientos de enseñanza; la escasa remuneración;  la perentoria necesidad de actualización; la inseguridad e inestabilidad laboral; la imposibilidad de progreso y promoción profesional y social y la falta de reconocimiento que acarrean; las presiones y procedimientos coercitivos respecto al modo de educar; el nulo reconocimiento social de los profesores –ya ni siquiera los alumnos desean serlo–; la falta de salidas laborales alternativas; la nula formación de los cuadros directivos de instituciones educativas en recursos humanos: el desprecio generalizado a las opiniones del profesorado por parte del Estado y de las Comunidades Autónomas; la elaboración de planes educativos impermanentes y contradictorios; el trato, a menudo cargado de violencia emocional, psíquica o incluso física, implícita o explícita, de alumnos, padres y jefes; la antigüedad y estancamiento de los baremos, que, por ejemplo, no reconocen o degradan méritos realizados en soporte informático, la formación o experiencia suplementaria incluso en otros ámbitos, la creatividad o los premios; el excesivo número de alumnos por clase; el hecho de alargar la escolarización hasta los 16 años; la general desmotivación y desinterés del alumnado; el escaso y anticuado material educativo disponible; las exigencias socioeconómicas que promueven un alumno ignorante y acrítico para venderle productos aculturales de peor calidad; la mala educación de un sector pequeño, pero que basta para impedir u obstruir el trabajo, de los alumnos; el enfrentamiento puro y directo con la anomia social y la cultura de masas; la diversidad étnica, lingüística, social, psíquica y física del alumnado;  el nulo reconocimiento de las actividades extraescolares y su lamentable falta de protección jurídica; la repetitiva monotonía y poca variedad del trabajo; el entorno ruidoso y degradado del ámbito laboral; la ausencia de un estatuto del docente y de una ética profesional común; la visión peyorativa –apoyada por los medios de masas– de las humanidades y otras concausas afectan negativamente a las personas que se dedican a esta profesión, llegando a provocarles el síndrome del quemado o burnout.

NOTAS



    (1) Los estudios modernos señalan que la mayoría de los factores estresores de la enseñanza son de naturaleza social y estructural “El análisis de regresión efectuado muestra la importancia en el desarrollo del burnout de las fuentes potenciales de estrés propias de la organización en la que el profesor desempeña su trabajo.” Así Bernardo Moreno-Jiménez en su “Burnout docente, sentido de la coherencia y salud percibida”, en Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 4, (1999, 3), pp. 163-180, e igualmente el estudio de B. Moreno Jiménez y E. Garrosa Hernández, Las condiciones de Salud Laboral en el colectivo de: Trabajadores de enseñanza de la Comunidad de Madrid. Madrid: Fundación Prevención de Riesgos Laborales. UGT, 2002.

(2)  El griego, el latín y las asignaturas humanísticas como la Filosofía sufren una continua crítica y remodelación por parte de los sucesivos planes de enseñanza que se replantean su necesidad y obligatoriedad; además son asignaturas minoritarias, devaluadas en los planes de estudios (reconvertidas a la llamada Cultura clásica), así como desprestigiadas entre los profesores y alumnos y expuestas a diversos vaivenes de horarios. Por otra parte, la Iglesia católica rechaza renovar la contratación de profesores divorciados, por ejemplo, y sus exigencias en el ámbito privado e irregulares contrataciones imponen un estrés suplementario al profesor de esta área.

martes, 16 de enero de 2018

Pseudomedicinas y pseudociencias

Vicente Prieto: "Ya me he suicidado dos veces con homeopatía"
COTE VILLAR

Viveiro (Lugo), 1968. Es biólogo del cuerpo facultativo superior de la Xunta y presidente del Círculo Escéptico, una curiosa asociación con miles de seguidores en las redes que combate las mentiras de las pseudociencias.

Principios de año, somos presa fácil de profecías y dietas milagro.

Un socio recopila las profecías de cada año: no sólo se repiten, es que además nunca se cumplen.
La industria del adelgazamiento marcha a pesar de tener una tasa de fracaso cercana al 90%.
Cuando le preguntan al dietista Juan Revenga si funcionan las dietas él siempre dice que sí, porque consiguen su objetivo, que es ganar dinero.

¿Y las dietas detox, esa palabra imprescindible?

Si ya tenemos riñones e hígado, que son los que eliminan las toxinas de verdad...

Las cremas rejuvenecedoras...

O los suplementos alimenticios como el magnesio, tan de moda, que, si no tienes ningún déficit, no te aportan nada.

El mayor escándalo, ¿la homeopatía?

Los remedios homeopáticos son delirantes.El más común es tratar la depresión con muro de Berlín diluido, según ellos te tienes que tomar algo que te produzca los mismos efectos. Aire de cabina de avión, tiranosaurio rex diluido, tormenta, ostia consagrada... Es absurdo.

Pero se vende en farmacias.

Da mucho dinero. Yo ya me he suicidado dos veces con homeopatía, compré sedantes homeopáticos y me tomé una caja entera.

¿Ni un poquito de sueño le dio?

El azúcar me dejó la boca pastosa. La homeopatía dice que el agua guarda memoria, pero si eso es cierto, el agua recordará todo lo que se haya disuelto en ella a lo largo de los siglos, no exclusivamente lo bueno que ellos pretenden.

Las farmacias son también un negocio.

Recordemos que las power balance se vendían en farmacias. Y los imantadores de agua. Bueno, la power balance la llevaba hasta Leire Pajín cuando era ministra de Sanidad.

De todas las pseudociencias, ¿ésa es su favorita?

La homeopatía recopila muchos absurdos, pero no podemos reírnos mucho porque hay gente que está sustituyendo los tratamientos de enfermedades graves como el cáncer por tomar bolitas de azúcar.

A usted le gustaba la ufología.

De hecho, el origen del movimiento escéptico en España fue un grupo de ufólogos que empezaron a estudiar de manera crítica los avistamientos, preguntaban, lo investigaban y demás. Se dieron cuenta de que no había nada. Hacían experimentos como soltar globos con luces por la noche y al día siguiente se multiplicaban los avistamientos de ovnis. Entonces era todo más inofensivo, fantasmas, ovnis, el monstruo del Lago Ness... el problema es que desde hace unos años la mayor parte de las estafas y las charlatanerías se han centrado en la salud, es donde está el dinero.
Mi charlatán favorito es ese señor que dice que en muy poco tiempo alcanzaremos la vida eterna.
Es inofensivo. Son más preocupantes los que venden remedios para el cáncer, el Sida, la diabetes y demás, y que además se están publicitando sin problemas. La máxima derivada es el remedio imaginario para enfermedades imaginarias, como los que venden curas para la homosexualidad.

Anda, ¿y cómo se cura?

Con exorcismos y homeopatía, dicen.

Contra todo eso, escepticismo

No queremos que la gente piense como nosotros, ¡sólo que piense!

Entra en juego el factor fe

Creer consuela, pero también hay un punto de "yo sé algo que la mayor parte de la gente no sabe, sé que esta medicina alternativa cura".

Y el sacrosanto regreso a lo natural

 Lo verdaderamente natural era morirse de frío en una cueva a los 38 años habiendo visto morir a la mitad de tus hijos en el parto. En África nadie se plantea no vacunarse, saben que es la diferencia entre la vida o la muerte. Aquí vivimos tan bien que creemos que nos vamos a curar con mejunges o con los pases mágicos esos del Reiki, que parece que hay que ser Jedi para controlar la fuerza.
Pero tienen voceros entre los representantes públicos.

No hace mucho una diputada hizo una pregunta en el Parlamento europeo criticando las vacunas.
O Trump, que duda de que el cambio climático exista porque, según él, hace mucho frío en su casa.
Con toda la gente preparada que hay en Estados Unidos no puedo entender cómo han decidido que ése es el que mejor les puede gobernar.

Bueno, ¿y en qué cree usted?

En muchas cosas, en la ciencia, en la gente. Australia y Nueva Zelanda han autorizado el arroz dorado, una planta transgénica cuya patente es gratuita y que tiene muchos carotenos para activar la vitamina A y evitar la ceguera.

¿En qué momento dice, como Sócrates, sólo sé que no sé nada?

De jovencito me encantaban los ovnis, pero luego empiezas a estudiar y a plantearte cosas. Ahora creo que debe haber alguna forma de vida más en el universo, pero es difícil que nos visite, es un problema de tiempo y de espacio.

Dígame al menos que dejó que sus hijas disfrutaran de los Reyes Magos..
.
Y del Ratoncito Pérez. A mí me encantan la ciencia ficción y la fantasía, el problema es seguir creyendo en eso con 40 años. Un escéptico no es un negacionista, es alguien que busca evidencias. La inteligencia es una estrategia evolutiva de nuestra especie, usémosla.

sábado, 7 de octubre de 2017

Método comprobado y que funciona para acabar con el botellón y las drogas

Emma Young, "Islandia sabe cómo acabar con las drogas entre adolescentes, pero el resto del mundo no escucha", en El País, 7 de octubre de 2017:

En los últimos 20 años, Islandia ha reducido radicalmente el consumo de tabaco, drogas y bebidas alcohólicas entre los jóvenes. ¿Cómo lo ha conseguido y por qué otros países no siguen su ejemplo?

Falta poco para las tres de una soleada tarde de viernes, y el parque Laugardalur, cerca del centro de Reikiavik, se encuentra prácticamente desierto. Pasa algún que otro adulto empujando un carrito de bebé, pero si los jardines están rodeados de bloques de pisos y casas unifamiliares, y los críos ya han salido del colegio, ¿dónde están los niños?

En mi paseo me acompañan Gudberg Jónsson, un psicólogo islandés, y Harvey Milkman, catedrático de Psicología estadounidense que da clases en la Universidad de Reikiavik durante una parte del curso. Hace 20 años, cuenta Gudberg, los adolescentes islandeses eran de los más bebedores de Europa. “El viernes por la noche no podías caminar por las calles del centro de Reikiavik porque no te sentías seguro”, añade Milkman. “Había una multitud de adolescentes emborrachándose a la vista de todos”.

Nos acercamos a un gran edificio. “Y aquí tenemos la pista de patinaje cubierta”, dice Gudberg.

Hace un par de minutos hemos pasado por dos salas dedicadas al bádminton y al pimpón. En el parque hay también una pista de atletismo, una piscina con calefacción geotérmica y, por fin, un grupo de niños a la vista jugando con entusiasmo al fútbol en un campo artificial.

Actualmente, Islandia ocupa el primer puesto de la clasificación europea en cuanto a adolescentes con un estilo de vida saludable

En este momento no hay jóvenes pasando la tarde en el parque, explica Gudberg, porque se encuentran en las instalaciones asistiendo a clases extraescolares o en clubs de música, danza o arte. También puede ser que hayan salido con sus padres.

Actualmente, Islandia ocupa el primer puesto de la clasificación europea en cuanto a adolescentes con un estilo de vida saludable. El porcentaje de chicos de entre 15 y 16 años que habían cogido una borrachera el mes anterior se desplomó del 42% en 1998 al 5% en 2016. El porcentaje de los que habían consumido cannabis alguna vez ha pasado del 17 al 7%, y el de fumadores diarios de cigarrillos ha caído del 23% a tan solo el 3%.

El país ha conseguido cambiar la tendencia por una vía al mismo tiempo radical y empírica, pero se ha basado en gran medida en lo que se podría denominar “sentido común forzoso”. “Es el estudio más extraordinariamente intenso y profundo sobre el estrés en la vida de los adolescentes que he visto nunca”, elogia Milkman. “Estoy muy impresionado de lo bien que funciona”.

Si se adoptase en otros países, sostiene, el modelo islandés podría ser beneficioso para el bienestar psicológico y físico general de millones de jóvenes, por no hablar de las arcas de los organismos sanitarios o de la sociedad en su conjunto. Un argumento nada desdeñable.

“Estuve en el ojo del huracán de la revolución de las drogas”, cuenta Milkman mientras tomamos un té en su apartamento de Reikiavik. A principios de la década de 1970, cuando trabajaba como residente en el Hospital Psiquiátrico Bellevue de Nueva York, “el LSD ya estaba de moda, y mucha gente fumaba marihuana. Había un gran interés en por qué la gente tomaba determinadas drogas”.

La tesis doctoral de Milkman concluía que las personas elegían la heroína o las anfetaminas dependiendo de cómo quisiesen lidiar con el estrés. Los consumidores de heroína preferían insensibilizarse, mientras que los que tomaban anfetaminas preferían enfrentarse a él activamente. Cuando su trabajo se publicó, Milkman entró a formar parte de un grupo de investigadores reclutados por el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos para que respondiesen a preguntas como por qué empieza la gente a consumir drogas, por qué sigue haciéndolo, cuándo alcanza el umbral del abuso, cuándo deja de consumirlas y cuándo recae.

“Cualquier chaval de la facultad podría responder a la pregunta de por qué se empieza, y es que las drogas son fáciles de conseguir y a los jóvenes les gusta el riesgo. También está el aislamiento, y quizá algo de depresión”, señala. “Pero, ¿por qué siguen consumiendo? Así que pasé a la pregunta sobre el umbral del abuso y se hizo la luz. Entonces viví mi propia versión del “¡eureka!”. Los chicos podían estar al borde de la adicción incluso antes de tomar la droga, porque la adicción estaba en la manera en que se enfrentaban a sus problemas”.

“¿Por qué no organizar un movimiento social basado en la embriaguez natural, en que la gente se coloque con la química de su cerebro –porque me parece evidente que la gente quiere cambiar su estado de conciencia– sin los efectos perjudiciales de las drogas?”

En la Universidad Estatal Metropolitana de Denver, Milkman fue fundamental para el desarrollo de la idea de que el origen de las adicciones estaba en la química cerebral. Los menores “combativos” buscaban “subidones”, y podían obtenerlos robando tapacubos, radios, y más adelante, coches, o mediante las drogas estimulantes. Por supuesto, el alcohol también altera la química cerebral. Es un sedante, pero lo primero que seda es el control del cerebro, lo cual puede suprimir las inhibiciones y, a dosis limitadas, reducir la ansiedad.

“La gente puede volverse adicta a la bebida, a los coches, al dinero, al sexo, a las calorías, a la cocaína… a cualquier cosa”, asegura Milkman. “La idea de la adicción comportamental se convirtió en nuestro distintivo”.

De esta idea nació otra. “¿Por qué no organizar un movimiento social basado en la embriaguez natural, en que la gente se coloque con la química de su cerebro –porque me parece evidente que la gente quiere cambiar su estado de conciencia– sin los efectos perjudiciales de las drogas?”

En 1992, su equipo de Denver había obtenido una subvención de 1,2 millones de dólares del Gobierno para crear el Proyecto Autodescubrimiento, que ofrecía a los adolescentes maneras naturales de embriagarse alternativas a los estupefacientes y el delito. Solicitaron a los profesores, así como a las enfermeras y los terapeutas de los centros escolares, que les enviasen alumnos, e incluyeron en el estudio a niños de 14 años que no pensaban que necesitasen tratamiento, pero que tenían problemas con las drogas o con delitos menores.

“No les dijimos que venían a una terapia, sino que les íbamos a enseñar algo que quisiesen aprender: música, danza, hip hop, arte o artes marciales”. La idea era que las diferentes clases pudiesen provocar una serie de alteraciones en su química cerebral y les proporcionasen lo que necesitaban para enfrentarse mejor a la vida. Mientras que algunos quizá deseasen una experiencia que les ayudase a reducir la ansiedad, otros podían estar en busca de emociones fuertes.

Al mismo tiempo, los participantes recibieron formación en capacidades para la vida, centrada en mejorar sus ideas sobre sí mismos y sobre su existencia, y su manera de interactuar con los demás. “El principio básico era que la educación sobre las drogas no funciona porque nadie le hace caso. Necesitamos capacidades básicas para llevar a la práctica esa información”, afirma Milkman. Les dijeron a los niños que el programa duraría tres meses. Algunos se quedaron cinco años.

En 1991, Milkman fue invitado a Islandia para hablar de su trabajo, de sus descubrimientos y de sus ideas. Se convirtió en asesor del primer centro residencial de tratamiento de drogadicciones para adolescentes del país, situado en la ciudad de Tindar. “Se diseñó a partir de la idea de ofrecer a los chicos cosas mejores que hacer”, explica. Allí conoció a Gudberg, que por entonces estudiaba Psicología y trabajaba como voluntario. Desde entonces son íntimos amigos.

Al principio, Milkman viajaba con regularidad a Islandia y daba conferencias. Estas charlas y el centro de Tindar atrajeron la atención de una joven investigadora de la Universidad de Islandia llamada Inga Dóra Sigfúsdóttir. La científica se preguntaba qué pasaría si se pudiesen utilizar alternativas sanas a las drogas y el alcohol dentro de un programa que no estuviese dirigido a tratar a niños con problemas, sino, sobre todo, a conseguir que los jóvenes dejasen de beber o de consumir drogas.

¿Has probado el alcohol alguna vez? Si es así, ¿cuándo fue la última vez que bebiste? ¿Te has emborrachado en alguna ocasión? ¿Has probado el tabaco? Si lo has hecho, ¿cuánto fumas? ¿Cuánto tiempo pasas con tus padres? ¿Tienes una relación estrecha con ellos? ¿En qué clase de actividades participas?

En 1992, los chicos y chicas de 14, 15 y 16 años de todos los centros de enseñanza de Islandia rellenaron un cuestionario con esta clase de preguntas. El proceso se repitió en 1995 y 1997.

Los resultados de la encuesta fueron alarmantes. A escala nacional, casi el 25% fumaba a diario, y más del 40% se había emborrachado el mes anterior. Pero cuando el equipo buceó a fondo en los datos, identificó con precisión qué centros tenían más problemas y cuáles menos. Su análisis puso de manifiesto claras diferencias entre las vidas de los niños que bebían, fumaban y consumían otras drogas, y las de los que no lo hacían. También reveló que había unos cuantos factores con un efecto decididamente protector: la participación, tres o cuatro veces a la semana, en actividades organizadas –en particular, deportivas–; el tiempo que pasaban con sus padres entre semana; la sensación de que en el instituto se preocupaban por ellos, y no salir por la noche.

“En aquella época había habido toda clase de iniciativas y programas para la prevención del consumo de drogas”, cuenta Inga Dóra, que fue investigadora ayudante en las encuestas. “La mayoría se basaban en la educación”. Se alertaba a los chicos de los peligros de la bebida y las drogas, pero, como Milkman había observado en Estados Unidos, los programas no daban resultado. “Queríamos proponer un enfoque diferente”.

El alcalde de Reikiavik también estaba interesado en probar algo nuevo, y muchos padres compartían su interés, añade Jón Sigfússon, compañero y hermano de Inga Dóra. Por aquel entonces, las hijas de Jón eran pequeñas, y él entró a formar parte del nuevo Centro Islandés de Investigación y Análisis social de Sigfúsdóttir en 1999, año de su fundación. “Las cosas estaban mal”, recuerda. “Era evidente que había que hacer algo”.

Utilizando los datos de la encuesta y los conocimientos fruto de diversos estudios, entre ellos el de Milkman, se introdujo poco a poco un nuevo plan nacional. Recibió el nombre de Juventud en Islandia.

Las leyes cambiaron. Se penalizó la compra de tabaco por menores de 18 años y la de alcohol por menores de 20, y se prohibió la publicidad de ambas sustancias. Se reforzaron los vínculos entre los padres y los centros de enseñanza mediante organizaciones de madres y padres que se debían crear por ley en todos los centros junto con consejos escolares con representación de los padres. Se instó a estos últimos a asistir a las charlas sobre la importancia de pasar mucho tiempo con sus hijos en lugar de dedicarles “tiempo de calidad” esporádicamente, así como a hablar con ellos de sus vidas, conocer a sus amistades, y a que se quedasen en casa por la noche.

Asimismo, se aprobó una ley que prohibía que los adolescentes de entre 13 y 16 años saliesen más tarde de las 10 en invierno y de medianoche en verano. La norma sigue vigente en la actualidad.

Casa y Escuela, el organismo nacional que agrupa a las organizaciones de madres y padres, estableció acuerdos que los padres tenían que firmar. El contenido varía dependiendo del grupo de edad, y cada organización puede decidir qué quiere incluir en ellos. Para los chicos de 13 años en adelante, los padres pueden comprometerse a cumplir todas las recomendaciones y, por ejemplo, a no permitir que sus hijos celebren fiestas sin supervisión, a no comprar bebidas alcohólicas a los menores de edad, y a estar atentos al bienestar de sus hijos.

Estos acuerdos sensibilizan a los padres, pero también ayudan a reforzar su autoridad en casa, sostiene Hrefna Sigurjónsdóttir, directora de Casa y Escuela. “Así les resulta más difícil utilizar la vieja excusa de que a los demás les dejan hacerlo”.

Se aumentó la financiación estatal de los clubs deportivos, musicales, artísticos, de danza y de otras actividades organizadas con el fin de ofrecer a los chicos otras maneras de sentirse parte de un grupo y de encontrarse a gusto que no fuesen consumiendo alcohol y drogas, y los hijos de familias con menos ingresos recibieron ayuda para participar en ellas. Por ejemplo, en Reikiavik, donde vive una tercera parte de la población del país, una Tarjeta de Ocio facilita 35.000 coronas (250 libras esterlinas) anuales por hijo para pagar las actividades recreativas.

“No les dijimos que venían a una terapia, sino que les íbamos a enseñar algo que quisiesen aprender: música, danza, hip hop, arte o artes marciales”

Un factor decisivo es que las encuestas han continuado. Cada año, casi todos los niños islandeses las rellenan. Esto significa que siempre se dispone de datos actualizados y fiables.

Entre 1997 y 2012, el porcentaje de adolescentes de 15 y 16 años que declaraban que los fines de semana pasaban tiempo con sus padres a menudo o casi siempre se duplicó ­–pasó del 23 al 46%–, y el de los que participaban en actividades deportivas organizadas al menos cuatro veces por semana subió del 24 al 42%. Al mismo tiempo, el consumo de cigarrillos, bebidas alcohólicas y cannabis en ese mismo grupo de edad cayó en picado.

“Aunque no podemos presentarlo como una relación causal –lo cual es un buen ejemplo de por qué a veces es difícil vender a los científicos los métodos de prevención primaria– la tendencia es muy clara”, observa Kristjánsson, que trabajó con los datos y actualmente forma parte de la Escuela Universitaria de Salud Pública de Virginia Occidental, en Estados Unidos. Los factores de protección han aumentado y los de riesgo han disminuido, y también el consumo de estupefacientes. Además, en Islandia lo han hecho de manera más coherente que en ningún otro país de Europa”.

El caso europeo

Jón Sigfússon se disculpa por llegar un par de minutos tarde. “Estaba con una llamada de crisis”. Prefiere no precisar dónde, pero era una de las ciudades repartidas por todo el mundo que han adoptado parcialmente las ideas de Juventud en Islandia.

Juventud en Europa, dirigida por Jón, nació en 2006 tras la presentación de los ya entonces extraordinarios datos de Islandia a una de las reuniones de Ciudades Europeas contra las Drogas, y, recuerda Sigfússon, “la gente nos preguntaba cómo lo conseguíamos”.

La participación en Juventud en Europa se hace a iniciativa de los Gobiernos nacionales, sino que corresponde a las instancias municipales. El primer año acudieron ocho municipios. A día de hoy participan 35 de 17 países, y comprenden desde zonas en las que interviene tan solo un puñado de escuelas, hasta Tarragona, en España, donde hay 4.200 adolescentes de 15 años involucrados. El método es siempre igual. Jón y su equipo hablan con las autoridades locales y diseñan un cuestionario con las mismas preguntas fundamentales que se utilizan en Islandia más unas cuantas adaptadas al sitio concreto. Por ejemplo, últimamente en algunos lugares se ha presentado un grave problema con las apuestas por Internet, y las autoridades locales quieren saber si está relacionado con otros comportamientos de riesgo.

A los dos meses de que el cuestionario se devuelva a Islandia, el equipo ya manda un informe preliminar con los resultados, además de información comparándolos con los de otras zonas participantes. “Siempre decimos que, igual que la verdura, la información tiene que ser fresca”, bromea Jón. “Si le entregas los resultados al cabo de un año, la gente te dirá que ha pasado mucho tiempo y que puede que las cosas hayan cambiado”. Además, tiene que ser local para que los centros de enseñanza, los padres y las autoridades puedan saber con exactitud qué problemas existen en qué zonas.

El equipo ha analizado 99.000 cuestionarios de sitios tan alejados entre sí como las islas Feroe, Malta y Rumanía, así como Corea del Sur y, muy recientemente, Nairobi y Guinea-Bissau. En líneas generales, los resultados muestran que, en lo que se refiere al consumo de sustancias tóxicas entre los adolescentes, los mismos factores de protección y de riesgo identificados en Islandia son válidos en todas partes. Hay algunas diferencias. En un lugar (un país “del Báltico”), la participación en deportes organizados resultó ser un factor de riesgo. Una investigación más profunda reveló que la causa era que los clubs estaba dirigidos por jóvenes exmilitares aficionados a las sustancias para aumentar la musculatura, así como a beber y a fumar. En este caso, pues, se trataba de un problema concreto, inmediato y local que había que resolver.

Aunque Jón y su equipo ofrecen asesoramiento e información sobre las iniciativas que han dado buenos resultados en Islandia, es cada comunidad la que decide qué hacer a la luz de sus resultados. A veces no hacen nada. Un país predominantemente musulmán, que el investigador prefiere no identificar, rechazó los datos porque revelaban un desagradable nivel de consumo de alcohol. En otras ciudades –como en la que dio lugar a la “llamada de crisis” de Jón– están abiertos a los datos y tienen dinero, pero Sigfússon ha observado que puede ser mucho más difícil asegurarse y mantener la financiación para las estrategias de prevención sanitaria que para los tratamientos.

Ningún otro país ha hecho cambios de tan amplio alcance como Islandia. A la pregunta de si alguno ha seguido el ejemplo de la legislación para impedir que los adolescentes salgan de noche, Jón sonríe: “Hasta Suecia se ríe y lo llama toque de queda infantil”.

A lo largo de los últimos 20 años, las tasas de consumo de alcohol y drogas entre los adolescentes han mejorado en términos generales, aunque en ningún sitio tan radicalmente como en Islandia, y las causas de los avances no siempre tienen que ver con las estrategias de fomento del bienestar de los jóvenes. En Reino Unido, por ejemplo, el hecho de que pasen más tiempo en casa relacionándose por Internet en vez de cara a cara podría ser uno de los principales motivos de la disminución del consumo de alcohol.

“Es el estudio más extraordinariamente intenso y profundo sobre el estrés en la vida de los adolescentes que he visto nunca”

Sin embargo, Kaunas, en Lituania, es un ejemplo de lo que se puede conseguir por medio de la intervención activa. Desde 2006, la ciudad ha distribuido los cuestionarios en cinco ocasiones, y las escuelas, los padres, las organizaciones sanitarias, las iglesias, la policía y los servicios sociales han aunado esfuerzos para intentar mejorar la calidad de vida de los chicos y frenar el consumo de sustancias tóxicas. Por ejemplo, los padres reciben entre ocho y nueve sesiones gratuitas de orientación parental al año, y un programa nuevo facilita financiación adicional a las instituciones públicas y a las ONG que trabajan en la mejora de la salud mental y la gestión del estrés. En 2015, la ciudad empezó a ofrecer actividades deportivas gratuitas los lunes, miércoles y viernes, y planea poner en marcha un servicio de transporte también gratuito para las familias con bajos ingresos con el fin de contribuir a que los niños que no viven cerca de las instalaciones puedan acudir.

Entre 2006 y 2014, el número de jóvenes de Kaunas de entre 15 y 16 años que declararon que se habían emborrachado en los 30 días anteriores descendió alrededor de una cuarta parte, y el de los que fumaban a diario lo hizo en más de un 30%.

Por ahora, la participación en Juventud en Europa no es sistemática, y el equipo de Islandia es pequeño. A Jón le gustaría que existiese un organismo centralizado con sus propios fondos específicos para centrarse en la expansión de la iniciativa. “Aunque llevemos 10 años dedicados a ello, no es nuestra ocupación principal a tiempo completo. Nos gustaría que alguien lo imitase y lo mantuviese en toda Europa”, afirma. “¿Y por qué quedarnos en Europa?”

El valor del deporte

Después de nuestro paseo por el parque Laugardalur, Gudberg Jónsson nos invita a volver a su casa. Fuera, en el jardín, sus dos hijos mayores –Jón Konrád, de 21 años, y Birgir Ísar, de 15–, me hablan del alcohol y el tabaco. Jón bebe alcohol, pero Birigr dice que no conoce a nadie en su instituto que bebe ni fume. También hablamos de los entrenamientos de fútbol. Birgir se entrena cinco o seis veces por semana; Jón, que estudia el primer curso de un grado en administración de empresas en la Universidad de Islandia, practica cinco veces. Los dos empezaron a jugar al fútbol como actividad extraescolar cuando tenían seis años.

“Tenemos muchos instrumentos en casa”, me cuenta luego su padre. “Hemos intentado que se aficionen a la música. Antes teníamos un caballo. A mi mujer le encanta montar, pero no funcionó. Al final eligieron el fútbol”.

¿Alguna vez les pareció que era demasiado? ¿Hubo que presionarlos para que entrenasen cuando habrían preferido hacer otra cosa? “No, nos divertía jugar al fútbol”, responde Birgir. Jón añade: “Lo probamos y nos acostumbramos, así que seguimos haciéndolo”.

Y esto no es lo único. Si bien Gudberg y su mujer Thórunn no planifican conscientemente un determinado número de horas semanales con sus tres hijos, intentan llevarlos con regularidad al cine, al teatro, a un restaurante, a hacer senderismo, a pescar y, cada septiembre, cuando en Islandia las ovejas bajan de las tierras altas, hasta a excursiones de pastoreo en familia.

Puede que Jón y Birgir sean más aficionados al fútbol de lo normal, y también que tengan más talento (a Jón le han ofrecido una beca de fútbol para la Universidad Metropolitana del Estado de Denver, y pocas semanas después de nuestro encuentro, eligieron a Birgir para jugar en la selección nacional sub-17), pero, ¿podría ser que un aumento significativo del porcentaje de chavales que participan en actividades deportivas organizadas cuatro veces por semana o más tuviese otras ventajas, además de que los chicos crezcan más sanos?

¿Puede que tenga que ver, por ejemplo, con la aplastante derrota de Inglaterra por parte de Islandia en la Eurocopa de 2016? Cuando le preguntamos, Inga Dóra Sigfúsdóttir, que fue votada Mujer del Año de Islandia 2016, responde con una sonrisa: “También están los éxitos en la música, como Of Monsters and Men [un grupo independiente de folk-pop de Reikiavik]. Son gente joven a la se ha animado a hacer actividades organizadas. Algunas personas me han dado las gracias”, reconoce con un guiño.

En los demás países, las ciudades que se han unido a Juventud en Europa informan de otros resultados beneficiosos. Por ejemplo, en Bucarest, la tasa de suicidios de adolescentes ha descendido junto con el consumo de drogas y alcohol. En Kaunas, el número de menores que cometen delitos se redujo en un tercio entre 2014 y 2015.

Como señala Inga Dóra, “los estudios nos enseñaron que teníamos que crear unas circunstancias en las cuales los menores de edad pudiesen llevar una vida saludable y no necesitasen consumir drogas porque la vida es divertida, los chicos tienen muchas cosas que hacer y cuentan con el apoyo de unos padres que pasan tiempo con ellos”.

En definitiva, los mensajes –aunque no necesariamente los métodos– son sencillos. Y cuando ve los resultados, Harvey Milkman piensa en Estados Unidos, su país. ¿Funcionaría allí también el modelo Juventud en Islandia?

¿Y Estados Unidos?

Trescientos veinticinco millones de habitantes frente a 330.000. Treinta y tres mil bandas en vez de prácticamente ninguna. Alrededor de 1,3 millones de jóvenes sin techo frente a un puñado.

Está claro que en Estados Unidos hay dificultades que en Islandia no existen, pero los datos de otras partes de Europa, incluidas ciudades como Bucarest, con graves problemas sociales y una pobreza relativa, muestran que el modelo islandés puede funcionar en culturas muy diferentes, sostiene Milkman. Y en Estados Unidos se necesita con urgencia. El consumo de alcohol en menores de edad representa el 11% del total consumido en el país, y los excesos con el alcohol provocan más de 4.300 muertes anuales entre los menores de 21 años.

Sin embargo, es difícil que en el país se ponga en marcha un programa nacional en la línea de Juventud en Islandia. Uno de los principales obstáculos es que, mientras que en este último existe un compromiso a largo plazo con el proyecto nacional, en Estados Unidos los programas de salud comunitarios suelen financiarse con subvenciones de corta duración.

Milkman ha aprendido por propia experiencia que aun cuando reciben el reconocimiento general, los mejores programas para jóvenes no siempre se amplían, o como mínimo, se mantienen. “Con el Proyecto Autodescubrimiento parecía que teníamos el mejor programa del mundo”, recuerda. “Me invitaron dos veces a la Casa Blanca; el proyecto ganó premios nacionales. Pensaba que lo reproducirían en todos los pueblos y ciudades, pero no fue así”.

Cree que la razón es que no se puede recetar un modelo genérico a todas las comunidades porque no todas tienen los mismos recursos. Cualquier iniciativa dirigida a dar a los adolescentes estadounidenses las mismas oportunidades de participar en la clase de actividades habituales en Islandia y ayudarlos así a apartarse del alcohol y otras drogas, tendrá que basarse en lo que ya existe. “Dependes de los recursos de la comunidad”, reconoce.

Su compañero Álfgeir Kristjánsson está introduciendo las ideas islandesas en Virginia Occidental. Algunos colegios e institutos del estado ya están repartiendo encuestas a los alumnos, y un coordinador comunitario ayudará a informar de los resultados a los padres y a cualquiera que pueda emplearlos para ayudar a los chicos. No obstante, admite que probablemente será difícil obtener los mismos resultados que en Islandia.

Se reforzaron los vínculos entre los padres y los centros de enseñanza mediante organizaciones de madres y padres que se debían crear por ley en todos los centros junto con consejos escolares con representación de los padres. Se instó a estos últimos a asistir a las charlas sobre la importancia de pasar mucho tiempo con sus hijos en lugar de dedicarles “tiempo de calidad” esporádicamente

La visión a corto plazo también es un obstáculo para la eficacia de las estrategias de prevención en Reino Unido, advierte Michael O’Toole, director ejecutivo de Mentor, una organización sin ánimo de lucro dedicada a reducir el consumo de drogas y alcohol entre los niños y los jóvenes. Aquí tampoco existe un programa de prevención del alcoholismo y la toxicomanía coordinado a escala nacional. En general, el asunto se deja en manos de las autoridades locales o de los centros de enseñanza, lo cual suele suponer que a los chicos solamente se les da información sobre los peligros de las drogas y el alcohol, una estrategia que O’Toole coincide en reconocer que está demostrado que no funciona.

El director de Mentor es un firme defensor del protagonismo que el modelo islandés concede a la cooperación entre los padres, las escuelas y la comunidad para ayudar a dar apoyo a los adolescentes, y a la implicación de los padres o los tutores en la vida de los jóvenes. Mejorar la atención podría ser de ayuda en muchos sentidos, insiste. Incluso cuando se trata solamente del alcohol y el tabaco, abundan los datos que demuestran que, cuanto mayor sea el niño cuando empiece a beber o a fumar, mejor será su salud a lo largo de su vida.

Pero en Reino Unido no todas las estrategias son aceptables. Los “toques de queda” infantiles es una de ellas, y las rondas de los padres por la vecindad para identificar a chavales que no cumplen las normas, seguramente otra. Asimismo, una prueba experimental llevada a cabo en Brighton por Mentor, que incluía invitar a los padres a asistir a talleres en los colegios, descubrió que era difícil lograr que participasen.

El recelo de la gente y la renuencia a comprometerse serán dificultades allá donde se proponga el método islandés, opina Milkman, y dan de lleno en la cuestión del reparto de la responsabilidad entre los Estados y los ciudadanos. “¿Cuánto control quieres que tenga el Gobierno sobre lo que pasa con tus hijos? ¿Es excesivo que se inmiscuya en cómo vive la gente?”

En Islandia, la relación entre la ciudadanía y el Estado ha permitido que un eficaz programa nacional reduzca las tasas de abuso del tabaco y el alcohol entre los adolescentes y, de paso, ha unido más a las familias y ha contribuido a que los jóvenes sean más sanos en todos los sentidos. ¿Es que ningún otro país va a decidir que estos beneficios bien merecen sus costes?

Este artículo fue publicado originalmente en inglés por Mosaic Science

Autora: Emma Young

Editor: Michael Regnier

Verificación de hechos: Lowri Daniels

Corrector: Tom Freeman

Fotografía: Dave Imms

Director de arte: Charlie Hall

lunes, 26 de junio de 2017

El móvil es patógeno para los niños pequeños


La atención es la ventana a través de la cual el cerebro se asoma al mundo que le rodea. Cuando el niño nace, apenas es capaz de dirigir su interés hacia el mundo exterior. Inicialmente sólo presta atención a sus propias sensaciones llorando cuando tiene hambre, sueño, frío o se siente solo. Poco a poco comienza a fijarla en el pezón de la madre que destaca como una forma más oscura en el horizonte. A partir de ahí comienza un largo viaje en el que el niño va aprendiendo que atender ciertos estímulos conlleva una serie de beneficios.

Quítale el móvil al niño El smartphone, un arma de distracción masiva
A las pocas semanas el niño reconoce con facilidad objetos que emiten ruido o se mueven; por eso los sonajeros captan su interés. Los padres hacen todo tipo de carantoñas con juguetes o con las manos para dirigir su atención, de ahí los cinco lobitos. Pero también comienzan, de manera instintiva a ayudarle a fijarla en estímulos inmóviles. Primero un árbol que mece sus hojas con suavidad, luego una foto en la que sale junto a su mamá y, más adelante, un cuento en el que casi no pasa nada.

Así, el niño comienza a desarrollar una habilidad tremendamente compleja, que es la de controlar la propia atención y dirigirla no sólo a aquellos estímulos que se mueven, sino también a aquellos que están más quietos o son más aburridos. De esta forma crecerá siendo capaz de atender a su profesor, aunque el compañero de al lado esté haciendo el tonto. Aprenderá a abstraerse con el libro que lee, aunque una mosca lo sobrevuele, y llegará a ser capaz de concentrarse al volante, a pesar de que la carretera sea una larga recta y su cerebro esté cansado.

Dominar la atención y ser capaz de eliminar otros estímulos que intentan distraernos es una habilidad que ofrece múltiples ventajas. Nos permite concentrarnos en lo que realmente queremos o deseamos, detectar detalles y matices que otros pasan por alto, aprender idiomas con más facilidad, persistir en nuestras metas hasta alcanzarlas o reducir los niveles de estrés.

Los padres pasan menos tiempo con los hijos y esto parece interferir en el desarrollo del autocontrol

Desde hace años vivimos un auténtico auge de un diagnóstico que provoca sufrimiento entre los más pequeños: el trastorno por déficit de atención (TDA). Desde los años setenta hasta 2010, el número de niños diagnosticados en Estados Unidos se multiplicó por siete. Desde 2000 hasta 2012, el número de recetas expedidas en Reino Unido para tratar este trastorno cognitivo se multiplicó por cuatro. Los factores que han provocado esta alza son muchos y complejos. Por una parte, la sensibilización de los pediatras ha hecho que se detecten con más eficacia. Por otra, la posibilidad de diagnosticarlo a partir de los tres años (en lugar de a los seis años) ha sido otro motivo para el aumento de la prevalencia.

Sin embargo, también hay otras razones que son más difíciles de entender. La más preocupante de todas ellas es el sobrediagnóstico: los expertos más alarmistas estiman que como mucho un 4% de la población infantil podría sufrir este trastorno y, sin embargo, la realidad es que un 10% de los niños en nuestro país tomarán medicación para el TDA en algún momento de su vida escolar.

Las razones que llevan al sobrediagnóstico parecen ser muchas. Los padres pasan menos tiempo con los hijos y esto parece interferir en el desarrollo de habilidades como el autocontrol o la capacidad para sobrellevar la frustración. Los colegios tienen menos paciencia con los alumnos difíciles o que no están tan motivados para aprender, en muchos casos presionados por los resultados académicos de la escuela en su conjunto.

Los móviles se usan para distraerles mientras se terminan la papilla, pero así no aprenden a concentrarse

También nos encontramos con la intrusión de las nuevas tecnologías en el cerebro en desarrollo de nuestros hijos. Desde los años ochenta sabemos que más tiempo frente al televisor se traduce en menos paciencia y autocontrol, peor desarrollo madurativo de la atención y mayores tasas de fracaso escolar. La razón es muy sencilla, cuando el niño juega, dibuja o interacciona con sus padres o hermanos, su cerebro debe dirigir la atención voluntariamente a aquellos estímulos o personas con los que interacciona. Cuando se sienta frente al televisor es la tele la que atrapa el interés del niño y hace todo el trabajo.

Por eso nos gusta ver la tele y engancharnos al móvil, no porque estimulen nuestro cerebro, sino porque nos entretienen, nos relajan. Hoy, los dispositivos móviles se utilizan para distraer al niño cuando se tiene que concentrar en terminar una papilla. Para entretener al niño cuando tiene que esperar en el pediatra. Para despistar al niño cuando tiene que esforzarse en ponerse el pijama al final del día. Con este tipo de estrategias parece sensato que el cerebro aprenda que cada vez que tiene que esforzarse, concentrarse o esperar quieto…, tiene permiso para distraerse.

Sin lugar a dudas estamos educando niños menos pacientes, menos atentos y con menor capacidad de esfuerzo, reflejo de una generación de padres menos pacientes y que damos menos valor a hacer las cosas despacio.

Todo ello lleva a que muchos niños sean llevados a un especialista que observa en él todos los síntomas necesarios para el diagnóstico: poco autocontrol, distracción o falta de motivación. En el caso de muchos niños el diagnóstico y el tratamiento son acertados. Para muchos otros, creemos, el trastorno por déficit de atención es un estigma de una sociedad que va demasiado deprisa para educar despacio.

Algunos niños, con ayuda de sus padres, profesores o terapeutas van desarrollando habilidades cognitivas como un mayor autocontrol o paciencia que permiten reducir y compensar las dificultades atencionales. A medida que se hacen mayores suelen preferir y encajar bien en trabajos que les permiten moverse y hacer cosas diversas a lo largo del día.

Pero pueden seguir existiendo desafíos en la vida cotidiana. Muchos los encuentran cuando tienen sus propios hijos y la paciencia, el orden o la organización vuelve a ser un elemento adaptativo fundamental. Algunos adultos con dificultades de atención no experimentan ninguna dificultad en su vida cotidiana, otros se regulan gracias a la medicación y un tercer grupo sufre muchas de estas dificultades pero no tiene ni idea de que el origen esté en una alteración de sus procesos atencionales y ejecutivos, ni conoce cómo compensarlos.

Álvaro Bilbao, neuropsicólogo, es autor de ‘El cerebro del niño explicado a los padres’.

jueves, 25 de mayo de 2017

Escritura curativa

Personalmente estoy convencido de que el Estado ahorraría dinero en salud pública si reconociera el valor terapéutico de las artes, y en nuestro caso de la escritura terapéutica, promoviendo su investigación y uso tanto en psicoterapia como en medicina, trabajo social, terapia ocupacional, programas de inclusión social, etc., y en centros tan dispares como hospitales, colegios, penitenciarias y centro de acogida, entre otros.

Rodríguez, M. (2011), Manual de escritura curativa, Córdoba: Editorial Almuzara, p, 65.

sábado, 20 de mayo de 2017

La dieta del cerebro

Los alimentos que mantienen el cerebro joven, El País, 19-V-2017:

Expertos en salud identifican qué comidas ayudan a combatir el deterioro cognitivo con el paso del tiempo

El cerebro representa solo el 2% del peso de una persona, pero consume alrededor del 20% de la energía corporal. Este órgano, como cualquier otra parte del cuerpo, necesita alimentarse y, por lo tanto, los nutrientes de cada comida pueden tener un efecto directo en su funcionamiento y salud. Una dieta correcta ayuda a combatir el deterioro cognitivo y mejora el estado de ánimo, la memoria y la rapidez de pensamiento. Los expertos de la UOC, la nutricionista Anna Bach y el neurocientífico Diego Redolar, recomiendan los alimentos más adecuados para proteger el cerebro a lo largo de la vida.

Los carbohidratos. «La principal energía que necesita el cerebro para funcionar es la glucosa, que proviene de comer alimentos ricos en carbohidratos», explica Bach. Redolar matiza que, sobre todo, son recomendables los que presentan un índice de glucosa en sangre bajo como son las legumbres, el arroz integral y algunos cereales, entre otros.

Las grasas omega 3 (EPA y DHA). «Como han demostrado distintas investigaciones, las grasas como la del pescado azul y las semillas de lino contienen lípidos poliinsaturados que ejercen efectos beneficiosos para el sistema nervioso, e incluso pueden tener efectos positivos sobre la cognición», afirma el neurocientífico.

«La falta de vitaminas B6 y B12 puede provocar depresión»El aceite de oliva virgen. En algunos estudios se ha visto que reduce el edema cerebral y el estrés oxidativo, y protege las neuronas después de una isquemia. «Uno de los aceites que se ha visto con mejores propiedades es el Oro Bailén, variedad Picual», dice el profesor, también investigador del grupo Neurociencia cognitiva y tecnologías de la información (CNIT) de la UOC.

El cacao. Contiene unos compuestos llamados flavonoides que afectan al sistema vascular, facilitando la oxigenación de los tejidos de todo el cuerpo. Según Redolar, los flavonoides parecen tener además un efecto muy positivo sobre el funcionamiento del cerebro.

Los arándanos y otros frutos rojos. Son alimentos que presentan antioxidantes y, además, unos pigmentos llamados antocianinas que protegen el sistema nervioso. Incluso –añade el experto– algunos estudios han demostrado que los arándanos pueden mejorar la memoria.

Los tomates. «Tienen aminoácidos que son esenciales para el equilibrio entre los neurotransmisores», explica Bach. Contienen, como indica Redolar, un antioxidante llamado licopeno que protege las neuronas de los radicales libres que pueden dañar las células.

Los frutos rojos contienen pigmentos que protegen el sistema nervioso y la memoria
Los frutos rojos contienen pigmentos que protegen el sistema nervioso y la memoria- ABC
Alimentos ricos en vitaminas B6 y B12 y ácido fólico. Estas vitaminas que se encuentran, por ejemplo, en los huevos, las sardinas, los yogurts o levadura de cerveza, reducen la homocisteína en la sangre. «Los niveles altos de esta sustancia se han relacionado con el infarto cerebral y el deterioro cognitivo en algunos tipos de demencia», subraya el neurocientífico. Y, como apunta la nutricionista, «la falta de estas vitaminas puede provocar una depresión».

La vitamina E. «Se encuentra en los frutos secos y de algunos alimentos, como los espárragos y los huevos, y puede ayudar a minimizar el deterioro cognitivo asociado a la edad», comenta Redolar.

Las coles de Bruselas. Parece, según el experto, que pueden ayudar a la función cognitiva por los efectos neuroprotectores de unos compuestos llamados isotiocianatos.

Pipas de calabaza. Son ricas en zinc, mineral que puede ayudar a mejorar algunos aspectos cognitivos como la atención o la memoria. «Y además tienen magnesio, vitamina B y triptófano, sustancia que ayuda a generar serotonina, cuyo déficit se ha asociado a la depresión», concluye el investigador.

martes, 9 de mayo de 2017

La enfermedad como lucha

LUCÍA ETXEBARRIA Un enfermo no es un soldado, en El Periódico de Cataluña, 9 de abril de 2017:

En los últimos tiempos me he especializado en impartir talleres de grafoterapia.

"Escribir sirve para estimular la protección inmunológica, relajar y mejorar la calidad del sueño, ayudar a controlar la presión arterial y reducir el consumo de alcohol y fármacos. Además, reordena el pensamiento, promueve la conexión con los otros y disminuye las crisis depresivas. Parece mágico". Son palabras de James Pennebaker, psicólogo de la Universidad de Texas, que estudia los beneficios de la escritura terapéutica desde hace más de tres décadas.

Escribir cicatriza las heridas espirituales: Pennebaker se trasladó a Madrid tras las bombas de la estación de Atocha y trabajó en la escritura terapéutica con víctimas del atentado. En el 2009 publicó sus conclusiones: "La confrontación de hechos traumáticos mediante expresión escrita, tiene efectos positivos sustanciales".

Pero escribir cicatriza también las heridas físicas: Elizabeth Broadbent, de la Universidad de Auckland, asevera que la escritura funciona como cicatrizante

De momento, se ha realizado un estudio con 49 participantes a los que se les practicó una biopsia que les dejó una herida en el brazo y a los que se les pidió que escribieran durante 20 minutos al día.

Los investigadores fotografiaron sus lesiones hasta que curaron. Una mitad relataba en un papel sus pensamientos, experiencias traumáticas y emociones. La otra mitad escribía sobre sus planes del día evitando mencionar aspectos sentimentales.

A los 11 días, a un 76,2% de integrantes del primer grupo se les había curado la herida. Frente al 42,1% del segundo.

Escribir también ayuda a comunicarse con familiares y amigos, a asumir el duelo y la perdida. Incluso a moderar el dolor, porque el dolor depende de la percepción, y es más fácil de sobrellevar si se percibe con calma.

Pero escribir no cura el cáncer. La actitud no cura el cáncer. Ninguna palabra cura el cáncer. Tenemos que tener mucho cuidado con las palabras. Por ejemplo: tenemos que tener cuidado con la palabra 'luchador'. Cuando decimos "una luchadora contra el cáncer" o "la batalla contra el cáncer".

Se está poniendo últimamente de moda convertir a los enfermos en luchadores. Depositando en ellos y ellas toda la responsabilidad para curarse. Ocultando que para curarse de una enfermedad nada es más influyente que la inversión pública que se haga en investigación y en la calidad del sistema público de salud. Porque si llamamos "luchadores" a los enfermos, cuando la persona fallece parece que no ha luchado lo suficiente, que el responsable de perder la batalla es del propio enfermo.

Por no hablar de cuando se dice que si compras tal o cual producto, el producto invertirá en investigación contra el cáncer. Y suele ser un producto que utiliza componentes cancerígenos (compresas o tampones con blanqueantes, desodorantes con aluminio) y que invierte en investigación mucho menos de lo que invierte en la propia campaña de promoción del producto.

Es perverso. El enfermo no se cura solo con su actitud. Se cura con atención médica. Y si no se cura, nunca será, jamás, porque no puso de su parte.

Nuestro sistema está obsesionado con convertirlo todo en fracasos o éxitos individuales. Por eso parece que luchar es suficiente para curarse. Pero no lo es. La actitud cuenta, por supuesto, pero una enfermedad es arbitraria y azarosa, nadie la elige. La curación no depende de una lucha o un lacito sino de un diagnóstico a tiempo, de un buen tratamiento, de un buen equipo médico, de que se gaste dinero público en investigación.

Mientras escribo esto mi cuñada, en Estados Unidos, lleva meses esperando que le den hora para operarle de un cáncer, en una agonía de dolor. Después de pagar durante años un carísimo seguro médico. Y si no lo hubiera pagado habría fallecido, sin más. Ese es el sistema que quieren implantar aquí.

Por eso en lugar de exigirle a las personas enfermas que "luchen", deberíamos luchar todos porque no implanten aquí el sistema de salud norteamericano.

Porque nadie sale airoso de un cáncer luchando como si fuera un atleta olímpico. Porque nadie tiene un buen día solo sonriendo como recomienda el cuqui de Mr. Wonderful. Y porque nadie se hace a sí mismo, que es la frase preferida del sueño americano, de la insolidaridad, del neoliberalismo, del individualismo y de los narcisistas.

Porque todos nos hacemos unos a otros.

martes, 22 de noviembre de 2016

Las farmacéuticas bloquean las investigaciones contra el cáncer que no les benefician

Nuño Domínguez, Chris Sander, investigador del Instituto de Cáncer Dana-Farber: “Las farmacéuticas impiden el desarrollo de nuevas terapias contra el cáncer”, en El País, 22-XI-2016:

El padre de la bioinformática explica cómo la computación puede ayudar a comprender la complejidad de cada tumor y buscar tratamientos especializados.

Los grandes proyectos de secuenciación del genoma del cáncer iniciados hace una década han demostrado que cada tipo de tumor es tan diferente de otro a nivel genético y molecular que parecen enfermedades distintas. Esa heterogeneidad también se da dentro de cada paciente, una célula de un tumor puede ser muy distinta de la de al lado. Y toda esta variabilidad genética puede explicar por qué unas personas (y células) responden a los tratamientos oncológicos y otras no.

“Con tanta complejidad, sólo utilizando ordenadores se podrá resolver el problema”, explica Fátima Al-Shahrour, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Al-Shahrour es especialista en bioinformática, una disciplina en expansión que mezcla el poder de cálculo de los ordenadores actuales con herramientas prestadas de las matemáticas y la estadística para analizar la inmensidad del Big Data genético del cáncer. Al-Shahrour ha sido una de las organizadoras de un congreso internacional del CNIO y La Fundación La Caixa que se ha centrado en cómo entender y combatir la heterogeneidad del cáncer gracias a la bioinformática.

Chris Sander, uno de los padres de esta disciplina, ha sido la estrella del congreso. Es investigador del Instituto de Cáncer Dana-Farber de Boston (EEUU) y uno de los líderes del Atlas del Genoma del Cáncer, un consorcio estadounidense que ha estudiado las variaciones genómicas de 30 tipos de tumores en 20.000 personas. “Esta base de datos nos abre ahora la visión a los detalles microscópicos de lo que sucede cuando hay un cáncer”, resalta Sander. Físico teórico, se pasó a la biomedicina hace más de cuatro décadas. Sander ha dearrollado algortimos capaces de resolver problemas de biología que se le resistían a los mayores superordenadores del mundo y creado unidades de bioinformática en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular y el Centro de Cáncer Memorial Sloan-Kettering de Nueva York. En esta entrevista explica cómo la bioinformática puede ayudar a encontrar nuevas terapias combinadas más efectivas y asequibles.

Pregunta. ¿Qué le diría a una persona con cáncer sobre cómo la bioinformática puede mejorar los tratamientos?

Respuesta. Por ejemplo, hemos demostrado que hay tumores cerebrales que parecen muy similares, pero cuando los analizas desde el punto de vista molecular y genético resulta que cada persona tiene un tumor diferente. Es la heterogeneidad del cáncer, lo que implica que cada uno necesitará una terapia diferente. Nosotros podemos relacionar el paisaje complejo de cada tumor y el número de drogas disponibles para encontrar la combinación correcta. Inicialmente lo vamos a estudiar en ensayos clínicos con pacientes y después comenzará a hacerse en los hospitales, como terapia.

P. Usted defiende que los pacientes también pueden tener un papel más activo en la lucha contra el cáncer

Mi petición a los pacientes es que que dejen captar su información de salud a través de sus teléfonos inteligentes

R. Sí. Por ahora el poder de la genómica en el cáncer son los más de 60.000 tumores analizados a nivel de genética molecular. Esa es la montaña de datos que tenemos. Lo que nos falta es una información equiparable sobre personas. Esa información está bloqueada en los hospitales y es incompleta. Tenemos que trabajar para estructurarla bien, publicarla y compartirla, de forma que podamos pasar de una montaña de datos genéticos a otra de datos de salud personales, historias médicas, estilos de vida, etc. Mi petición a los pacientes es que trabajen con la comunidad de ingenieros informáticos, los geeks, y que les dejen captar su información de salud a través de sus teléfonos inteligentes, de forma que podamos obtener esa información directamente de ellos. Esto ya está pasando, hay programas pilotos en marcha.

P. ¿Debe la gente preocuparse porque se expongan sus datos de salud?

R. Deberíamos crear un derecho constitucional de cada persona a la propiedad sobre su información genómica y de salud. Una vez tengas ese derecho podrás guardarte los datos solo para ti o compartirlos. Hay gente con un cáncer muy agresivo que quiere compartir sus datos mientras estén vivos porque esperan ayudar a otras personas conectadas, igual que en Facebook. Si conseguimos proteger ese derecho, creamos la libertad de compartir información. Y si lo hacemos bien, tendremos una base de datos extremadamente poderosa. Podremos multiplicar por 10 o por 100 los beneficios que ya permite la bioinformática en el tratamiento de tumores.

A Trump le llamo basura [dump]

P. ¿Los ordenadores también pueden encontrar nuevos usos a fármacos ya existentes?

R. Sí. Especialmente con las llamadas terapias combinadas, cuando usas varias drogas juntas para combatir tumores que son resistentes a un fármaco. Una derivada de esto es que puedes evitar usar los fármacos más caros, de digamos unos 200.000 euros, y sustituirlos por una combinación de otros ya aprobados mucho más baratos. Este reposicionamiento ofrece una enorme oportunidad. Pero las grandes farmacéuticas se oponen. Han hecho grandes contribuciones para curar el cáncer, pero no están interesadas en hacer ensayos clínicos si no tienen la oportunidad de sacar un montón de dinero. Si una combinación contiene un medicamento barato, las grandes farmacéuticas no harán el ensayo porque no aumentará sus beneficios. Por eso tenemos que encontrar la forma de hacer ensayos clínicos alternativos, financiados con dinero público. Es un problema social y político, pero hay la oportunidad de aportar un enorme beneficio a los pacientes con cáncer si hacemos ensayos públicos, por ejemplo sobre tumores muy especializados que no les interesan a las grandes compañías.

P. ¿Así que las grandes farmacéuticas se oponen al desarrollo de nuevos tratamientos?

Estamos permitiendo que haya muertes por cáncer totalmente innecesarias

R. Sí. Están poniendo el foco en una sección demasiado pequeña, debemos ampliar las miras.

P. ¿Cuándo llegarán las terapias mejoradas gracias a la bioinformática?

R. Ya. Es parte del sistema global de desarrollo de nuevas terapias. Por ejemplo, considera el melanoma, una enfermedad mortífera y muy rápida. Los nuevos ensayos clínicos de inmunoterapia han tenido una tasa de éxito de entre el 40% y el 50% dos años después del tratamiento, es decir, hay gente que potencialmente se ha curado o al menos no se morirá de melanoma. Es un logro rompedor. No se desprende directamente de la bioinformática, pero esta está ayudando a mejorar los resultados relacionando los tratamientos con el perfil genético de la gente y mostrando quién puede responder mejor.

P. ¿Cómo cree que afectará la victoria de Donald Trump a la ciencia en EE UU?

R. Yo le llamo basura [dump, en inglés], por razones obvias. Hace 77 años ya vimos dónde llevan ciertos movimientos políticos. Creo que ese es el mayor riesgo. Alguno de los políticos que han ganado las elecciones han negado la base científica del cambio climático, incluso en sus filas cuestionan la evolución. Si esa enemistad a la ciencia se traduce en recortes, habrá un problema en la investigación del cáncer. Como científicos debemos alzar al voz para que no haya un nuevo movimiento anticientífico.

P. ¿La medicina personalizada podría incrementar la desigualdad en algo tan importante como la salud?

R. Hay un problema sin resolver. Si quisiéramos reducir las muertes por cáncer en el mundo con una sola acción, esa sería una campaña mundial contra el tabaco y a favor de cambios en la dieta y los hábitos de vida. En una conferencia científica reciente en Singapur hubo una ponencia de Phillip Morris, una de las empresas del cáncer, que aseguraban estar haciendo investigación positiva en biología de sistemas. Cuando miré de qué se trataba, estaban desarrollando nuevos cigarrillos un poquito menos peligrosos ¡y los presentaban como si fuera ciencia! Como seres humanos estamos permitiendo que haya muertes por cáncer totalmente innecesarias y deberíamos pararlo. A no ser que solucionemos estos problemas sociales, la ciencia no podrá cambiar las cosas.