La mayoría de los grandes maestros de ajedrez son judíos o de origen judío. En 1933, cuando los nazis llegaron al poder en Alemania, un tercio de todos los profesores de matemáticas del país eran judíos, mientras que los judíos constituían menos del uno por ciento de la población. Polonia tuvo un rey que admitió sin tapujos ni restricciones a los judíos, y como resultado de ello gran parte de su población era judía emigrada asquenazí hasta que Hitler los exterminó. Se sumaron a la quinta parte o veinte por ciento de la población de Polonia que pereció en la II Guerra Mundial, la mayor pérdida demográfica que sufrió cualquier país envuelto en ese desastre.
Sin embargo, hasta entonces los judíos polacos hicieron todo tipo de aportaciones a la ciencia, la cultura y las artes, con la única excepción quizá de la pintura. Los matemáticos judíos hicieron importantes contribuciones a lo largo del siglo XX y del XXI, como lo demuestra su alta representación entre los ganadores de los principales premios de matemáticas: 27% para la Medalla Fields, 30% para el Premio Abel y 40% para el Premio Wolf. Asimismo, la mayor parte de los premios Nobel son judíos o de sangre judía. Hasta los test de inteligencia de Eysenck muestran que los judíos poseen de media 15 puntos más que el promedio mundial (y también los orientales destacan al respecto sobre la variedad blanca del homo sapiens).
Los judíos siempre han tenido una supervivencia difícil a causa de prejuicios como el libelo de sangre, las leyes, las persecuciones y los pogromos; eso quizá los hizo más escasos, sino más aptos que los gentiles. Han sido un pueblo tan nómada y prevenido como los gitanos, han sido igual de difíciles de integrar y han padecido casi las mismas persecuciones que este otro pueblo disperso. Pero, con todo, sus estadísticas no son comparables.
Esto puede explicarse tal vez es porque los semitas siempre han brindado un exagerado respeto a la escritura, la ciencia y la cultura en general, al contrario que los gitanos, más proclives a la cultura oral. Los semitas son todos ellos discípulos de Salomón. Solo han sobrevivido los más aptos, los más escurridizos, los más desconfiados, los más ricos. Son el pueblo elegido, las raíces de la zarza en llamas, y su Dios de cuatro letras es un dios celoso.
Su forzada endogamia y la tendencia a casarse con primos y primas, similar a la de los polígamos musulmanes, pero más pronunciada, ha deturpado su salud con numerosas enfermedades genéticas. Esos problemas genéticos se han visto también en algunas de las sectas mormonas y en familias reales del antiguo Egipto y Europa, o entre los franceses de Quebec y los islandeses.
Por otra parte, es también cierto que este pueblo ha desarrollado un instinto de supervivencia muy superior a la media. No permiten que se critique a ninguno de ellos de ninguna forma. En cierto sentido, es cierto aquello de "si quieres saber quién te controla, mira a quién no puedes criticar”. Muchos periodistas se han quejado de haber sido expulsados o despedidos por la menor crítica hacia algunos líderes políticos judíos. Y no se me llame antisemita: tengo alguna sangre judía, asquenazí, en concreto. Pero me parece que el sionismo ha llegado a extremos demasiado reprobables.
En el vídeo de este enlace se ofrecen más datos.
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