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jueves, 16 de enero de 2025

El origen de Cien años de soledad

 Dasso Saldívar, "Historia secreta del “mamotreto”: así escribió Gabriel García Márquez ‘Cien años de soledad’", en Babelia de El País, 15 - I- 2025:

A lo largo de dos décadas el Premio Nobel colombiano proyectó una ficción sobre la familia Buendía que de inmediato se interpretó como el ‘Moby Dick’ de América Latina

Es evidente que fueron México y Buenos Aires, las dos grandes ciudades latinoamericanas de los años sesenta, las parteras de la escritura y de la publicación de Cien años de soledad. Se ha especulado sobre la suerte que hubiera corrido la obra magna de García Márquez si esta se hubiera publicado, por ejemplo, en Madrid o en Bogotá. Tal vez la buena estrella de la novela no solo hubiera retrasado su aparición, sino que la rotundidad de su éxito hubiera sido algo distinto.

Por suerte, el escritor estaba seguro de la obra que acaba de escribir hacia mediados de 1966 y sabía que solo Barcelona o Buenos Aires podían darle su consagración. Por eso, meses antes de firmar el contrato que le envió Paco Porrúa de Editorial Sudamericana, el novelista se la había ofrecido a Carlos Barral, quien no le contestó a tiempo por estar en vísperas de vacaciones. De México, que le había brindado el marco idóneo para sentarse a escribirla a mediados de julio del año anterior, ya no podía esperar mayor cosa. Él mismo contaría que durante la escritura de la novela solía hablarles de ella a algunos editores mexicanos y que, a excepción de la pequeña editorial Era, a ninguno se le ocurrió la simple formalidad de leerla siquiera. Cuando en Buenos Aires estalló el escándalo de su publicación por Sudamericana, a partir del 5 de junio de 1967, los mismos editores que lo habían ignorado se precipitaron sobre el escritor en tono recriminatorio: “¿Y por qué no nos diste a nosotros la novela?”. “¡Ah, porque ninguno de ustedes me la pidió!”, se justificaba el escritor.

La seguridad que García Márquez tenía en su novela no era el delirio de un escritor de éxitos minoritarios. Él llevaba ya casi 20 años buscándola en las entrañas de su vida, de su familia, de su pueblo, en el marco de la cultura Caribe y de la historia colombiana, y aprendiendo a escribirla en dos libros de cuentos, en tres novelas y en cientos de reportajes y artículos de prensa. Tan seguro estaba de que algún día alcanzaría esa cumbre, que le había prometido a su flamante esposa, Mercedes Barcha, cuando en marzo de 1958 volaban de Barranquilla a su luna de miel en Caracas, que él, el mayor de los 16 hijos del telegrafista y de la niña bonita de Aracataca, escribiría a los 40 años “la obra maestra” de su vida.

La historia de La casa, como se llamó Cien años de soledad durante 17 años, había comenzado hacia mediados de 1948, mientras su autor era un escritor de relatos y un aprendiz de periodista en El Universal de Cartagena. Con apenas 21 años, en unas tiras largas de papel periódico, intentaría contar ya la historia de la familia Buendía, centrada en la soledad del derrotado coronel Aureliano Buendía en la Guerra de los Mil Días, la misma donde había luchado su abuelo Nicolás Márquez bajo las órdenes del general Rafael Uribe. Durante cuatro años bregaría con esta larga, amorfa e interminable historia, hasta llegar a convencerse de que era “un paquete demasiado grande” para su limitada experiencia vital y literaria de entonces.

Durante estos años se hizo legendaria entre sus amigos y colegas de Cartagena y Barranquilla la historia imposible de “el mamotreto”, como empezó a conocerse familiarmente La casa. García Márquez la llevaba bajo el brazo a todas partes y le soltaba el rollo infinito de su lectura a todo el que quisiera escucharla. Ramiro de la Espriella recordaría la que les hizo un fin de semana a él, a su madre Tomasa y a su hermano Óscar en la finca familiar de La Loma del Diablo, en Turbaco. La tediosa sesión estaba siendo amenizada con el ron añejo que Ramiro y Gabriel le robaban con una cánula al viejo De la Espriella, cuando la madre sorprendió al escritor revelándole una de sus fuentes: “¡Ese es el general Rafael Uribe!”, exclamó doña Tomasa. “Y usted ¿cómo lo sabe?”, preguntó él intrigado. “Por las muñecas, porque el general Uribe las tenía así de gruesas”.

A pesar de que ya García Márquez había dado el salto de su abuelo (modelo de los coroneles de La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba) al general Rafael Uribe, referente principal del coronel Aureliano Buendía; a pesar de que la casa familiar, el ambiente, las historias y algunos de los personajes de La casa pasarían a conformar la novela magna; y a pesar de que, entre los años 1952 y 1953, García Márquez exploraría a fondo, en compañía de Rafael Escalona y Manuel Zapata Olivella, los pueblos de La Guajira y del Gran Magdalena de donde provenían sus abuelos maternos, García Márquez no pudo ir entonces mucho más allá con La casa. La falta de experiencia y de lecturas, el desconocimiento a fondo de las sutiles artes de la invención y de la narración, y, cómo no, su corta experiencia vital, lo obligaron a poner en remojo el proyecto imposible de “el mamotreto”.

Tendrían que pasar tres lustros más para que aprendiera a concebirla y a escribirla, tiempo durante el cual residiría en distintos países y acumularía experiencias esenciales en lo personal y en lo familiar, en lo literario y en lo periodístico, a la vez que se ocupaba de sus afanes cinematográficos. Las lecturas e influencias de Homero, Sófocles, el Lazarillo de Tormes, el Amadís de Gaula, las Crónicas de Indias, Rabelais, Cervantes, Defoe, Dumas, Melville, Conrad, Kafka, Joyce, Faulkner, Woolf, Gómez de la Serna, Borges, Rulfo y las muy tempranas de Las mil y una noches, le fueron enseñando el camino para llegar a la novela soñada y ensayada una y otra vez, pero sin perder nunca de vista a Aracataca y la casa natal, así como la influencia y las historias de sus abuelos maternos: los mismos lugares, personajes e historias a los que quería “volver”.

Y así La casa se convirtió en el gran tronco común del cual brotarían con el tiempo La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y Los funerales de la Mamá Grande. Más aún: podría decirse que todo, o casi todo, lo escrito por García Márquez desde La tercera resignación, su primer cuento de 1947, hasta El mar del tiempo perdido, su primer relato mexicano de 1961, conforma el largo, complejo y minucioso camino que conduce a Cien años de soledad, incluida buena parte de los cientos de artículos y reportajes de las dos primeras etapas periodísticas del escritor. A través de ellos fue hallando y perfilando personajes, escenarios, atmósferas, argumentos y elementos estructurales y formales para la gran novela en perspectiva.

En su cuarto artículo de El Universal, publicado el 26 de mayo de 1948, aparece ya, con sus “alfombras mágicas” miliunanochescas y el “río indispensable”, el primer bosquejo de la aldea que sería Macondo. En La tercera resignación y en Eva está dentro de su gato, sus dos primeros cuentos publicados el año anterior en El Espectador, despuntan los temas de la casa, la soledad, la nostalgia, la muerte, el afán de trascendencia de la muerte, las muertes superpuestas, las taras hereditarias, el enclaustramiento y la belleza asociada a la fatalidad.

En La hojarasca, asistimos a la fundación de Macondo y a la aparición de todo un arsenal de temas que García Márquez desarrollaría en sus libros posteriores y especialmente en Cien años de soledad, y, aparejado a su ópera prima, conseguiría dar otro salto cualitativo en el "Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo", que originalmente era un subcapítulo de La hojarasca. En este breve relato el tiempo se detiene mediante la cosificación o espacialización, llegando a ser maleable, como habría de ocurrir en el Macondo de José Arcadio Buendía y en los pergaminos de Melquíades, que es la novela en sánscrito dentro de la novela. Esta astucia poética es la que le permitiría al poeta y profeta gitano, concentrar un siglo de episodios cotidianos coexistiendo en un mismo instante.

Pero para llegar a concebir personajes como Melquíades y Prudencio Aguilar, García Márquez había comenzado una revolución de gran calado, casi inadvertida, con el niño narrador de Alguien desordena estas rosas (que tendría su complemento esencial años después en la lectura de Pedro Páramo), donde por primera vez un personaje suyo es un espíritu viviente al margen de su estado corporal. Otras aportaciones esenciales para el futuro Macondo se dan en La siesta del martes y en Un día después del sábado. Pero las más importantes se desarrollan en Los funerales de la Mamá Grande y El mar del tiempo perdido, ficciones macondianas que se erigen en verdaderos umbrales de Cien años de soledad, pues, aparte de la temática, el tiempo y el espacio se fusionan de forma espontánea y convincente.

Con estos y otros hallazgos de demiurgo, una reflexión profunda y minuciosa sobre el tono y la concepción de la novela, más las posibilidades y limitaciones que le habían enseñado cuatro años de experiencias cinematográficas en México, García Márquez se encerró una mañana de mediados de julio de 1965, en su estudio de La Cueva de la Mafia del barrio San Ángel Inn, a contarnos por fin las mil y una historias de La casa de sus tormentos.

El día anterior había regresado con su familia de unas breves vacaciones en Acapulco, durante las cuales, repetiría el escritor, encontró por fin el tono, la clave de Sésamo que le permitió acceder a la novela. Esa misma noche Álvaro Mutis y Carmen Miracle fueron a visitar a sus amigos. De pronto, García Márquez le dijo a Mutis en tono confidencial: “Maestro, voy a escribir una novela. Mañana mismo voy a empezar. ¿Se acuerda de aquel mamotreto que nunca le mostré y que le entregué en el aeropuerto de Bogotá, en enero de 1954, para que me lo metiera en la cajuela del coche? Pues es esa, pero de otra manera”. Y a la mañana siguiente empezó a trabajar de forma afiebrada, demencial, en lo que desde entonces y para siempre sería Cien años de soledad.

Recreación del despacho de García Márquez en la casa de la calle de La Loma 19, del barrio Lomas de San Angel Inn, México. La casa de La Loma 19, hoy Casa Estudio Cien Años de Soledad, pertenece a la Fundación para las Letras Mexicanas, donada para ser dedicada al estudio de la obra del escritor y de la literatura mexicana e hispánica por Luis Coudurier, el funcionario mexicano que se la alquiló a García Márquez en noviembre de 1964.

Recreación del despacho de García Márquez en la casa de la calle de La Loma 19, del barrio Lomas de San Angel Inn, México. La casa de La Loma 19, hoy Casa Estudio Cien Años de Soledad, pertenece a la Fundación para las Letras Mexicanas, donada para ser dedicada al estudio de la obra del escritor y de la literatura mexicana e hispánica por Luis Coudurier, el funcionario mexicano que se la alquiló a García Márquez en noviembre de 1964.

Él pensó que el encierro conventual para escribirla duraría seis meses, pero fueron catorce. Con los ahorros que tenía, más lo que le dejó Mutis, juntó 5.000 dólares y se los entregó a Mercedes, con el ruego de que no lo molestara por nada hasta que terminara la novela. Como a los seis meses se habían agotado los 5.000 dólares, y el escritor se fue a Monte de Piedad y empeñó el Opel 62 de la familia. Con todo, en los últimos meses Mercedes tuvo que pedir fiados el pan, la carne, la leche y otras cosas de comer, y hablar con Luis Coudurier para que les siguiera fiando el alquiler otros seis meses más, hasta que su marido terminara el libro. Cuando el 10 de septiembre de 1966 firmó el contrato que, en octubre del año anterior, le había enviado Paco Porrúa de Sudamericana con 500 dólares de adelanto, había ocurrido de todo en sus vidas y en las vidas de los personajes de la novela, pero él era ya un hombre endeudado y feliz por haber echado a andar sola la monstruosa criatura de sus pesadillas de casi 20 años.

Escribía de 8:30 a 14:30, después de llevar a Rodrigo a y Gonzalo al colegio. El resto del día lo pasaba metido en La Cueva de la Mafia descubriendo y contando las locuras de los Buendía y vigilando muy de cerca el ángel exterminador de Macondo. A veces, Mercedes lo escuchaba reírse a carcajadas en su estudio, ella le preguntaba qué había pasado, y él le respondía: “¡Es que me río de las cosas que les ocurren a los cabrones de Macondo!”. Pero el escritor dejó siempre abierta la puerta para los cuatro amigos que solían visitarlo cada noche, y cuyas conversaciones cómplices, así como los libros y las noticias que le traían, alimentaban parte de su vida y parte de la novela.

Álvaro Mutis y Carmen Miracle, Jomí García Ascot y María Luisa Elío solían llegar con un par de botellas de whisky hacia a las 20:00, hora en la que el escritor salía de su cueva con un aspecto tan llamativo que Mutis habría de recordarlo como un sobreviviente del ring a 12 asaltos: “¡Aquello era bestial!”. En las conversaciones nocturnas se hablaba de todo y de todos, especialmente de la novela in progress, que era como la niña mimada de los contertulios. Fueron también ellos los que le portaron las primeras referencias de sus lecturas en caliente cada vez que el escritor terminaba un capítulo, a excepción de Mutis, pues, avezado lector de novelas mamotréticas, no quiso leer la obra por partes.

Jomí García Ascot y María Luisa Elío fueron los mayores pregoneros del nuevo fenómeno literario, pero ella fue la cómplice más cercana que tuvo García Márquez durante todo el proceso de su escritura. Aunque no atinaban en contarles a sus amigos de qué iba la novela, enfatizaban que era “algo muy hermoso, algo que hace levitar”, y repetían por toda la ciudad de México: “Gabo está escribiendo el Moby Dick de América Latina”. Cuando Mutis la leyó completa, se quedó “asombrado”, viendo en ella “el gran libro sobre América Latina”. Algo parecido ocurrió con Fuentes, que fue el primero en escribir un artículo panegírico, con Cortázar y con Emir Rodríguez Monegal. Cuando Plinio Apuleyo Mendoza, Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas devoraron también las 490 cuartillas del original, continuaron el aplauso, de modo que, el día que Gabo y Mercedes fueron a la oficina de correos a enviarle la novela a Sudamericana, el autor tenía las referencias suficientes para estar seguro de que su novela sería también un éxito editorial. Pero Mercedes, que había tenido que manejar con mano ursulina tantos meses de estrechez, tenía sus reservas: “¡Oye, Gabito, ahora lo único que nos falta es que esa novela no sirva para nada!”.

Terminada de imprimir el 30 de mayo de 1967 y publicada el 5 de junio, Paco Porrúa, el director literario de Sudamericana, había sabido crear entre sus amigos de la prensa bonaerense el ambiente idóneo para lanzar un libro que él consideró como la “obra perfecta” de un clásico. Su mayor connivente fue Tomás Eloy Martínez, jefe de redacción del semanario Primera Plana, que le dedicó excepcionalmente una portada a García Márquez, un artículo entusiasta de su propia mano y un amplio reportaje de su enviado especial a México, Ernesto Schóo. Más aún: fueron estos dos diligentes parteros de la publicación de Cien años de soledad los encargados de recibir al escritor y a su esposa en el aeropuerto de Ezeiza el 16 de agosto de ese año. El escritor llegaba invitado por sus editores y Primera Plana como miembro del jurado del concurso de novela Primera Plana Sudamericana, impulsando de paso el relanzamiento de su novela, que en solo dos semanas había agotado la primera edición de 8.000 ejemplares y había obligado a los editores a sacar una segunda de 10.000.

Según Porrúa, la ciudad sucumbió casi de inmediato a la novela y a la presencia de su autor. Según Eloy Martínez, durante los tres primeros días García Márquez pudo caminar por Buenos Aires como un hombre anónimo, hasta que una noche él y Mercedes fueron invitados al estreno de una obra en el teatro del Instituto Di Tella. La sala estaba en penumbra, pero a ellos los conducía un reflector hasta sus asientos. Cuando se fueron a sentar, de pronto el público se puso de pie y prorrumpió en aplausos: “¡Por su novela!”, le gritaron a coro.

Sin embargo, el primer síntoma alentador de su popularidad inmediata lo había percibido el propio García Márquez esa misma mañana, cuando vio que una mujer llevaba en la bolsa de la compra un ejemplar de Cien años de soledad entre las lechugas y los tomates. Como me recordaría Paco Porrúa 25 años después, la novela, que había salido de la entraña popular, fue recibida por los lectores efectivamente como algo propio del mundo popular, no solo como gran literatura, sino también como un soplo mágico de vida.

Dasso Saldivar es autor de la biografía García Márquez. Viaje a la semilla (Ariel).

sábado, 4 de enero de 2025

Virginia Feito, la española que publica buenos thrillers en inglés

 Noelia Ramírez, "Virginia Feito, la escritora española que se rifa Hollywood: “Se ha puesto de moda infantilizar al asesino, yo prefiero que dé asco”", en El País, 3 - I - 2025:

Con su debut ya fichó por un gran estudio de cine. La escritora vuelve con ‘Victorian Psycho’, una novela gótica sobre una homicida en serie que adaptará A24, la productora de moda, y protagonizará Margaret Qualley

Aunque su asesino de cabecera, “desde siempre”, ha sido Jeffrey Dahmer, otro criminal acaba de conquistar a Virginia Feito (Madrid, 36 años): “Desde que vi la segunda temporada de The Jinx, mi nuevo psicópata favorito es Robert Durst. Por momentos sentí pena genuina por él, tan vulnerable y anciano en el juicio, pero luego aparecía gritando por teléfono y pensaba: ‘Casi te compadezco, me la habías vuelto a colar, ¡bravo, Robert!”. No sorprende ver reír a esta escritora de conversación ágil al justificar su flechazo por un asesino múltiple mientras toma un té con leche en el lujoso hotel donde nos ha citado, cerca de su piso de alquiler en la zona de Las Salesas, en Madrid. Con su segunda novela, Victorian Psycho, escrita en inglés con traducción en castellano de Gemma Rovira para Lumen y de Inma Falcó en catalán para La Campana, Feito ha creado a su propia homicida en serie: Winifred Notty, una ocurrente institutriz con voz avispada y despiadada, lista para sembrar el caos y un reguero de vísceras en Ensor House, una mansión tan lúgubre como aspiracional en la Inglaterra victoriana.

La suya es una asesina aventajada a su tiempo, caústica frente a la hipocresía y las desigualdades, como si la voz de Fleabag viajase al pasado sin compasión hacia el resto. “Podría haber construido una psicópata que se tomase todo en serio, pero al final me ha salido una muy anacrónica, tan inteligente como para detectar el absurdo de que ciertas violencias sean un escándalo y otras estén normalizadas. Ella puede tomárselo todo a risa y con la suficiente rabia acumulada como para cargárselo todo”, explica sobre el carácter de su homicida, que provoca carcajadas heladas de espanto. Feito no miente. Victorian Psycho incluye descuartizamientos, denuncias de histerismo, obsesos de la frenología, mordeduras de perro rabioso, pus supurante, mujeres en llamas, vestidos venenosos, dedos colgando de ramas y muertes de niños y bebés. “Temía quedarme corta en lo grotesco, que me fascina. Ahora se ha puesto de moda infantilizar al asesino, hacerlo agradable para que sea más fácil digerirlo. No estoy de acuerdo. Si es un psicópata, señálalo. Dame asco. Dame algo que me corte la digestión”, avanza sobre qué esperar de su antiheroína.

Me intriga saber si mi asesina despierta empatía. Me pregunto si se la defenderá más o dará más pena por ser mujer. Quiero saber hasta qué punto se justifica la venganza feminista

En España sale a la venta el jueves 9 de enero, pero Victorian Psycho ya tiene fecha de rodaje para adaptarse al cine (marzo de 2025), director (Zachary Wigon), productora de moda (A24, la misma de las oscarizadas Todo a la vez en todas partes o Moonlight) y protagonista para interpretarla: Margaret Qualley. Una actriz idónea, entrenada con el gore visto en La sustancia y con otra fábula gótica de empoderamiento femenino como la de Pobres criaturas. Feito, que escribió la novela en el encierro severo de la pandemia, lleva trabajando en el guion desde mayo. La película llegará, en parte, por el tirón de La señora March (Lumen, 2022), su novela debut sobre el terror doméstico y la asfixia de la mujer casada. Aquella narración paranoica la convirtió en un fenómeno editorial por ser “la desconocida madrileña que escribe en inglés” y por fascinar a la crítica estadounidense y a la actriz y productora Elisabeth Moss (El cuento de la criada), que compró los derechos y prepara su adaptación con un gran estudio (el proyecto sigue adelante, está en la segunda revisión de guion). “Cuando salió La señora March me contactó el director [Wigon] porque le había encantado el libro y me propuso hacer algo juntos. Empezamos un proyecto, pero le mandé el manuscrito de Victorian Psycho al finalizar y decidimos que era el momento idóneo para adaptarlo”, cuenta. Como Margaret Qualley había trabajado con Wigon en la película Sanctuary, tanto Feito como el director tenían claro que ella debía protagonizarlo. “Es curioso, pero la secuencia final de la mansión la escribí pensando en ella bailando en el anuncio de Kenzo de Spike Jonze”, aclara. Que la espigada hija de Andie MacDowell sea la protagonista de esta sátira supone una concesión notable. En la novela, Winnifred Notty es corpulenta y los niños a su cargo, dos hermanos malcriados, la tratan de gorda. “La primera frase en la voz del personaje que imaginé era la de ver sus dos pechos bamboleantes sobre el corsé y tenía que ser fuerte para arrastrar cadáveres pero, ¡a ver quién es la guapa que dice que no a Margaret Qualley!”, bromea.

Aunque sea solo por el título, las comparaciones con American Psycho, el clásico de Bret Easton Ellis que Luca Guadagnino traerá de nuevo al cine, no serán gratuitas. “No estoy intentando imitarlo ni soy capaz, pero me intriga saber si una asesina despierta más empatía que Patrick Bateman. Me pregunto si se la defenderá más o dará más pena por ser mujer. Quiero saber hasta qué punto se justifica la venganza feminista”, reflexiona sobre una ficción en la que también pretende testar la idea de crueldad. “¿El mal se hace como una defensa propia siendo víctima o es algo con lo que se nace y siempre llevamos dentro?”, se pregunta esta expublicista que rechazó un puesto de directiva en la agencia de su marido, Lucas Paulino, para el que trabajaba como creativa, y así centrarse en la escritura de La señora March. “Él me dijo que era mejor escritora que publicista y se lo agradezco porque tenía razón. Admiro mucho a la gente que se levanta a las cinco de la mañana para escribir antes de fichar, pero yo era incapaz. Si no lo hubiese dejado, me atormentaría la campaña de turno aunque me pusiera el despertador a esa hora. El trabajo creativo te absorbe hasta en la ducha”, cuenta.

Feito no esconde que podía dejar de ingresar un sueldo para escribir sin miedo al fin de mes. “He tenido una vida idílica y privilegiada, igual me ha faltado trauma y por eso los creo”, reflexiona. La escritora es hija de José Luis Feito, un economista que fue director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional en Washington antes de que ella naciera. De ahí viene su nombre, por el estado de Virginia, una etapa que no vivió y que tiene idealizada por los recuerdos y anécdotas de su familia (“No he ido nunca a Washington ni a Maryland, pero me sé de memoria la calle y la fachada en la que vivieron mis padres y mis dos hermanos mayores de tanto mirarla en Google Maps”). Donde sí residió con ellos fue en París, de los ocho a los doce años, mientras estudiaba en un colegio americano porque a su padre lo nombraron embajador de España ante la OCDE. “La gente piensa que me pasaba la vida comiendo bajo la Torre Eiffel, pero no salía mucho de casa y tenía unas rutinas muy marcadas. En realidad, lo que más recuerdo son los libros, las series y las películas que marcaron aquella etapa, como Seinfeld, El club de los poetas muertos y Cuenta conmigo”. Su madre, licenciada en Historia del Arte y con una tesis reciente sobre la moda medieval, siempre es su primera lectora. “Ahora me recuerda lo buena que era la primera, La señora March, totalmente su estilo de novela porque le apasiona el misterio. Con Victorian Psycho ha sido un poco dramático. No le gustó nada el primer borrador y cree que estoy inmolando mi carrera. Como ves, en mi vida, me rodeo de gente muy sincera”, bromea.

Fue su padre, un acérrimo seguidor de la cultura británica y de Winston Churchill, quien le contagió su devoción por Charles Dickens. El inicio de Victorian Psycho contiene un guiño a Casa desolada, pero mientras lo escribía descubrió las cartas del escritor en las que quiso encerrar a su mujer, totalmente cuerda, en un psiquiátrico. “Me dio tanta rabia, ¡pero si Dickens era como mi abuelo!”. Con quien no se ha rebelado todavía es contra El jardín secreto, el clásico infantil inglés de Karen Blixen sobre una niña solitaria en una mansión que escuchó en audiolibro tantas veces como pudo hasta que su familia volvió a Madrid. El instituto británico en el que estudió de vuelta propició su obsesión por las hermanas Brontë (“Jane Eyre, que nos entró en temario, me explotó la cabeza”) y multiplicó su fascinación por las mansiones lujosas y decadentes “en las que mujeres están solas, aburridas, volviéndose un poco locas”. Tanto le hipnotizan que hasta en otoño de 2022 se casó en una a la española, el renacentista castillo de Batres en Madrid, enlace que recogió la edición española de Vogue. Lo propuso ella paseando en el Retiro tras ver la exposición de flores gigantes del Palacio de Cristal de Petrit Halilaj, sacando un altavoz. En lugar de anillo, ofreció un reloj. “Yo soy muy exigente, de las que dice: ‘¿No me lo irás a pedir en mi cumpleaños, que eso es una horterada?”, así que los dos sabíamos que yo tomaría la iniciativa”, aclara. Su Ensor House, la mansión de su novela, no tiene vibración nupcial alguna, pero sí está inspirada en “lo oscuro, decadente y claustrofóbico” de Haddon Hall, donde se rodó la versión de Jane Eyre de Cary Fukunaga y Norton Conyers, “en la que se inspiró Charlotte Brontë para la mansión Rochester y donde hubo una mujer encerrada en un ático escondida”.

Feito cree que esta nueva ola de horror gótico en cine y literatura se debe a que el género se presta a explorar la subyugación femenina y la violencia, pero si resuena tan bien ahora es por los estragos psicológicos de la pandemia. “Tuve suerte, a mí me vino muy bien, porque me encanta estar encerrada en mi casa y tiendo a quedarme atrapada en bucles, que es mi estado natural”, dice. Fue en su anterior piso y en aquella etapa donde escribió Victorian Psycho, mientras leía Mexican Gothic, de Silvia Moreno García (“Hay algo muy lánguido y adictivo en estas narraciones”) y a Ottesa Moshfegh, que inspiró “la parte de asquerosidad humana, que me fascina”. El texto fluyó mientras oía toser a través de las paredes a su vecino de arriba, enfermo de un covid del que salió sin complicación en marzo de 2020. “Todo era tremendamente gótico. Había una melancolía extraña en el ambiente, como una costra. Fue un momento tan surrealista como romántico”, apunta esta aquejada de trastorno obsesivo-compulsivo. En su texto aparecen alguna de sus compulsiones, como un inspirado párrafo de rechazo a la menstruación. “Casi todo me da asco, incluso ciertas cremas o jabones, pero me pasa especialmente con la regla. ¿Por qué no estáis todas llorando y tirando de vuestros cabellos cada vez que os sangra la vagina? Esto es un trauma mensual eterno”, lamenta. Dice que se independizó de la religión cuando dejó de ir a misa por obligación y se fue a Londres a estudiar Interpretación y Literatura. “No soy creyente, pero íbamos cada fin de semana desde niña. Nunca escuché una palabra del sermón, siempre pensaba lo mismo: ‘¿Si hay un incendio, cómo escaparía de aquí? ¿Por dónde treparía para huir?’”. En Victorian Psycho aparece un reverendo, un abusador que no sale bien parado. “Lo introducí más por cuestión de poder personal que de crítica a la fe o a una iglesia”, advierte, aunque asegura que “a mis tíos del Opus no les regalaría mi libro ni de broma”.

Antes de despedirse para marcharse de vacaciones de Navidad a Egipto con su marido, Feito asegura que quiere disfrutar de la promoción sin pensar en nuevas ideas, aunque tenga varias en la cabeza. Su plan inmediato son los guiones adaptados y urdir su cameo en el rodaje de Victorian Psycho. “Está complicado, las pelucas son carísimas y se ven mal en pantalla, mira la pobre Nicole Kidman, que todas le quedan fatal. Como Margaret Qualley probablemente esté pelirroja, dicen que no podrán verse dos con ese color de pelo. Yo lo estoy insinuando tan fuerte que va a acabar pasando, y lo peor será que me cargaré el plano porque tiendo a sobreactuar. Pero que vayan preparando algo que ponerme en la cabeza, porque yo, en esa película, tengo que tener mi gran momento”.

Victorian Psycho

Virginia Feito

Traducción de Gemma Rovira Ortega

Lumen, 2025. 216 páginas. 19,90 euros

A la venta el 9 de enero

martes, 31 de diciembre de 2024

Javier Marías, editor

 Esta absurda aventura, por Javier Marías, en El País, 23 de agosto de 2008:

Los sinsabores de la edición aumentan cuando los medios de comunicación se muestran ajenos. Y más si son editoriales pequeñas como Reino de Redonda, con un catálogo exquisito de poca repercusión.

Así como cae dentro de lo muy previsible que un editor acabe desesperándose al ver durante años cómo sus autores se llevan la mayor porción de gloria y de fama -que no de dinero-, y se lance a escribir, preferentemente memorias ensimismadas o viñetas de los escritores que lo hicieron rico, es mucho más raro que un novelista se meta a editor, y supongo que es por eso por lo que se me pide que hable aquí un poco de Reino de Redonda, seguramente la editorial más pequeña y pausada del Reino de España, ya que publica tan solo dos títulos al año, o a lo sumo tres. Además, no tiene sede más que nominal, ni plantilla, ni equipo, ni colaboradores externos, ni encargado de prensa ni nada por el estilo. La formamos dos personas, una en Madrid, que soy yo, y otra en Barcelona, Carme López Mercader, que es la encargada de las ediciones, es decir, de que los libros existan. La distribuidora Ítaca me hace el favor de colocar algunos ejemplares en las librerías, y mi agente literaria Mercedes Casanovas me echa una generosa mano en la contratación de derechos (cuando los hay). Y sin duda ha de ser la única editorial que no hace cuentas: sé que es deficitaria, porque sus volúmenes están cuidados, llevan muy buen papel y encuadernación, y a los ocasionales traductores les pago el máximo y, si lo desean, la mitad por adelantado, pues no en balde fui yo traductor en su día y habría deseado ese trato para mí. Aun así ponemos a los libros precios razonables, y aun así no se venden mucho. La única forma de no deprimirse en exceso y arrojar la toalla consiste en ignorar a cuánto ascienden las pérdidas anuales y generales (siempre he odiado saber cuánto gano y cuánto gasto). Me basta con comprobar que el Reino no se arruina por ello y sigo adelante, hasta que me canse, me aburra, o la excesiva indiferencia de los suplementos literarios me obligue a echar el cierre: si ni siquiera los lectores se enteran de la aparición de un título, qué sentido tiene.

Da lo mismo que uno lance a las librerías rescates fundamentales de autores fundamentales o textos desconocidos

Hasta la fecha Reino de Redonda ha publicado dieciséis. El Cultural de El Mundo, por ejemplo, no se ha dignado -cuesta creer que no haya deliberación- sacar reseña de ninguno de ellos, a lo largo de ocho años. El único suplemento que les suele hacer caso es Babelia, tal vez por la proximidad de mi firma, domingo tras domingo, en El País Semanal (sea como sea, gracias mil). Los demás acostumbran a ser rácanos. Habituado a no incurrir en el mal gusto de solicitar críticas y atención para las obras que publico como autor, me cuesta hacerlo para las que saco como editor, y empiezo a pensar que si uno no da la lata, llama, promociona, ruega, amenaza e insiste, mal lo tiene para que su catálogo suscite interés en los medios especializados. Da lo mismo que uno lance a las librerías rescates fundamentales de autores fundamentales (Isak Dinesen, Conrad, Hardy, Yeats, Sir Thomas Browne, el Capitán Alonso de Contreras o el gran Sir Steven Runciman) o que suelte textos interesantísimos desconocidos en español (Viaje de Londres a Génova de Baretti, los cuentos de Vernon Lee o los recuerdos del fusilero Harris que combatió en la Guerra de la Independencia). Si uno no hace relaciones públicas ni pide favores, será difícil que alguien, en las redacciones, se moleste ni en echarles un vistazo.

Por todo ello, y por la parsimonia del proyecto, en realidad no me atrevo a llamarme "editor". Me limito a recuperar maravillosos libros olvidados y a ofrecer algunos nuevos que en mi opinión deberían ser conocidos en mi lengua o en mi país -es el caso de los artículos de Jorge Ibargüengoitia, el extraordinario autor mexicano muerto en Barajas hace ya muchos años, que aparecerán con prólogo y selección de Juan Villoro-. Todos los volúmenes, eso sí, llevan su prólogo o presentación: algunos míos -qué remedio-, otros de gente afectuosa como Mendoza, Savater, Pérez-Reverte, Antony Beevor, Rodríguez Rivero o el Profesor Rico -bueno, éste aún me lo ha de escribir-. Todos ellos forman parte del jurado del Premio Reino de Redonda, que concede cada año a un escritor o cineasta extranjeros la editorial, añadiéndose déficit, para variar. Pese a que son también miembros del jurado George Steiner, Almodóvar, Coetzee, Rohmer, Alice Munro, William Boyd, Ashbery, a veces Coppola, Villena, Magris, Sir John Elliott, Lobo Antunes o Gimferrer, la cosmopolita prensa española apenas si se hace eco de él, mientras llena páginas con cualquier merienda de negros de cualquier editorial poderosa o institución oficial.

¿Y las ventas? A diferencia de los editores de verdad, no tengo reparo en hablar de ellas. Nuestro best seller es La caída de Constantinopla 1453, que ha vendido cerca de cinco mil ejemplares, seguido a distancia por El espejo del mar de Conrad, Ehrengard de Dinesen y Vida de este capitán de Contreras, que van por la mitad. Los menos vendidos no llegan ni a mil ejemplares, y son, inexplicablemente, el mencionado Viaje de Londres a Génova, un divertido e inteligentísimo paseo por la España de Carlos III, La nube púrpura de M P Shiel -primer Rey de Redonda-, la novela que inauguró el subgénero "último hombre sobre la Tierra" que luego han copiado tantos, incluido el hoy famoso Richard Matheson de Soy leyenda, y los magníficos cuentos de El brazo marchito, de Hardy, que fueron mi primera traducción, allá por 1974. Tampoco los de Vernon Lee han alcanzado los mil lectores, quizá por ser tan extraña mujer como fue.

Solo dos libros al año, a lo sumo tres, como he dicho. Y sin embargo cada uno lleva tanto trabajo -sobre todo a la encargada de la edición- que ahora admiro a los editores mucho más que antes de iniciar esta absurda aventura, que desde luego trae más sinsabores que ser autor. ¿Cómo es posible que algunos saquen ochenta o cien títulos anuales, si aspiran a hacerlo bien? Claro está que la mayoría cuentan con equipos nutridos, plantilla fija y numerosos colaboradores externos a los que suelen explotar a fondo. Pero aun así. Quizá es que demasiados -por lo que leo últimamente publicado en nuestro país- han renunciado a hacerlo bien: textos lunáticos o pésimamente escritos que nadie parece haber corregido, traducciones desastrosas o demenciales hechas por gente que no sabe la lengua de la que traduce ni la suya propia, erratas sin fin... "Productos podridos", los llamé una vez, ante los que sin embargo nadie protesta en esta época de defensa de los consumidores. Ni siquiera los críticos, que pocas veces ya distinguen cuándo un libro está agriado. Lo que sale de Reino de Redonda es muy lento y modesto, pero al menos se puede tener la certeza de que está en buenas condiciones. Supongo que el verdadero destino de estas publicaciones es convertirse, de aquí a unos años, en objeto de coleccionistas, los cuales acaso busquen desesperadamente el título que les falte para completar su colección. "Doy lo que sea por Browne", dirán. "O por Bruma de Crompton, o por La mujer de Huguenin". A eso quizá se le llama trabajar para la posteridad. Les aseguro que en modo alguno era esa mi intención.

Más cerca del origen de la vida. Investigación hispanoalemana descubre protocélulas.

 Manuel Ansede, "Un experimento recrea el mundo sin vida y surgen protocélulas, un paso previo a los seres vivos: “No hay un soplo divino”, en El País, Ciencia, Geología, 30 de diciembre de 2024:

Los investigadores, de un laboratorio español, observan por primera vez la aparición de compartimentos junto a los ingredientes básicos de los organismos

El geólogo Juan Manuel García Ruiz cuenta todavía asombrado que él y sus colegas han creado “un protomundo” en su laboratorio, a apenas 1.500 metros de la playa de La Concha, en San Sebastián. Suena trascendental, y lo es, pero se trata de un pequeño recipiente transparente, de tres litros, en el que básicamente han metido un vaso de agua, metano, nitrógeno y amoniaco, añadiendo descargas eléctricas para imitar el salvaje ambiente de la Tierra primitiva. Es una versión más del célebre experimento de Stanley Miller, un químico estadounidense de 22 años que en 1952 demostró que era sencillo crear los ladrillos básicos de los seres vivos en ese caldo primigenio. García Ruiz, sin embargo, se ha topado con una sorpresa mayúscula. En su frasco también han surgido “protocélulas”, unas estructuras que considera la antesala de la vida. “Es alucinante”, proclama.

El investigador, nacido en Sevilla hace 71 años, relata que su experimento apenas duró dos semanas. Enseguida se formó una capa superficial, como la nata en la leche, y el agua clara se volvió de color marrón amarillento. Las imágenes al microscopio son desconcertantes. Aparecen multitud de diminutas estructuras curvilíneas, que cualquier observador atribuiría a seres vivos, pero no lo son. Son simplemente moléculas autoorganizadas.

“Siempre nos hemos aproximado al origen de la vida siguiendo el texto bíblico, como si hubiera un soplo divino, un momento en el que ya es irreversible. Lo que nuestro estudio sugiere es que no ha debido de ser así, sino que esto es una evolución química de millones de años, absolutamente azarosa, como la evolución biológica posterior, y que va aumentando la complejidad con el tiempo. Puede llegar a estructuras autoorganizadas y, en algunos casos, a estructuras autoensambladas, como la vida”, expone García Ruiz. “Este tipo de protomundos deben de existir en miles de millones de planetas en el universo. Y esos protomundos pueden llegar a algo tan complejo como la vida o a nada. No hay un diseño inteligente, no hay un soplo divino, pero tampoco hay ninguna reacción fundamental”, subraya el geólogo, del Donostia International Physics Center.

El animal que perdió los genes necesarios para tener un corazón humano

El veinteañero Stanley Miller escribió sus resultados en una decena de párrafos en febrero de 1953 y cambió la forma en la que la humanidad se veía a sí misma. Mostró que bastaban tres gases, agua y descargas eléctricas para crear en el laboratorio aminoácidos, los componentes de las proteínas, que son las máquinas biológicas que forman la materia viva. El equipo de Juan Manuel García Ruiz ya repitió el experimento de Miller en 2021, pero cambió el recipiente original de vidrio por uno de teflón. Su conclusión fue una noticia que dio la vuelta al mundo: allí no surgió ningún ladrillo de la vida. La sílice —un mineral formado por silicio y oxígeno— presente en el vidrio era esencial. El año pasado, un consorcio encabezado por García Ruiz recibió 10 millones de euros de la Unión Europea para estudiar el papel de la sílice en el origen de la vida.

El nuevo experimento ha generado aminoácidos y también las cinco nucleobases que son el ingrediente fundamental del ADN, pero la gran novedad es la aparición simultánea de esas “protocélulas”. El geólogo explica que son una especie de vesículas huecas, que compartimentan el espacio encerrando los ladrillos de la vida y facilitando que reaccionen entre ellos, un paso clave en aquel inmenso océano primitivo. “Estas protocélulas también debieron aparecer en el experimento de Miller y en los posteriores, pero nadie las había buscado hasta ahora”, sostiene García Ruiz, que ha liderado la investigación junto a su colega alemán Christian Jenewein, en su laboratorio del Donostia International Physics Center, en San Sebastián. DIPC

Sus resultados implican que la vida terrícola podría haber surgido cientos de millones de años antes de lo que se pensaba, durante el Hádico, el periodo geológico que comenzó hace 4.600 millones de años, con la formación del planeta Tierra, y finalizó hace unos 4.000 millones de años. García Ruiz destaca que sus “protocélulas” están formadas, con ayuda del burbujeo, por unidades repetidas de ácido cianhídrico, una sencilla molécula con un átomo de hidrógeno, otro de carbono y otro de nitrógeno. “Hay varios estudios que sugieren que a partir de esos polímeros de ácido cianhídrico se puede crear todo, todo lo que necesitas para llegar a los ladrillos básicos de la vida”, apunta el geólogo. Su estudio se publica este lunes en la revista PNAS, de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

El biólogo mexicano Antonio Lazcano recuerda que, hace justo 100 años, el científico soviético Aleksandr Oparin publicó su revolucionario libro El origen de la vida, en el que defendía la hipótesis de que los primeros organismos fueron el resultado de la evolución química de moléculas en el caldo primigenio de la Tierra primitiva. En plena Guerra Fría, el joven estadounidense Stanley Miller se subió a los hombros del soviético. “El mérito del trabajo de García Ruiz es el haber seguido la evolución de moléculas sencillas hasta la formación de complejas estructuras microscópicas en un mismo sistema”, aplaude Lazcano, fundador del Laboratorio de Origen de la Vida de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El investigador mexicano, sin embargo, es cauteloso. “Yo no las llamaría protocélulas, porque eso sugiere una continuidad evolutiva que está lejos de demostrarse, y que no corresponde con su composición química”, señala. “Hacen bien en escribir que pueden haber sido microrreactores que permitieran otras reacciones, pero aún estamos lejos de la construcción de una secuencia detallada y realista de la evolución que llevó de los componentes inorgánicos y las moléculas de la Tierra prebiótica a los primeros organismos, entre otras razones, porque aún no nos ponemos de acuerdo en cuál podría ser una buena definición de las primeras formas de vida”, advierte Lazcano.

El propio García Ruiz recalca esa incertidumbre. “Yo diría que la conclusión de nuestro trabajo es que, hoy en día, la diferencia entre lo vivo y lo no vivo es menos nítida que nunca, tanto morfológicamente como químicamente”, apunta el geólogo, que también es investigador emérito del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC), en Granada, donde su equipo realizó parte de los experimentos. García Ruiz alerta de que las misiones espaciales traerán en los próximos años rocas de Marte y podrían detectarse en ellas aminoácidos, las nucleobases del ADN e incluso estas “protocélulas”, pero eso no significará que se hayan descubierto rastros de vida extraterrestre.

El filósofo de la biología Kepa Ruiz Mirazo, experto en el origen de la vida y los modelos protocelulares, también aplaude el “excelente trabajo” de García Ruiz. “La relevancia y el interés específico de esta investigación, más allá de situar los primeros pasos hacia la vida en épocas muy remotas, radica en que la síntesis de moléculas orgánicas a la Miller va aquí acompañada de la formación de compartimentos con un tamaño, morfología y topología similares a los de una célula”, resalta Ruiz Mirazo, de la Universidad del País Vasco.

“Queda por resolver —y espero que este grupo aborde ahora el reto de demostrarlo— si ese tipo de estructuras supramoleculares cerradas y huecas pudieron acoplarse a alguna química prebiótica con la que coevolucionar hacia formas de organización realmente protocelular, estableciendo mecanismos de intercambio de materia y energía con su entorno”, advierte Ruiz Mirazo. “Desde mi perspectiva, la encapsulación de precursores biomoleculares, aunque sí es necesaria (como defienden los autores del artículo), no es por sí misma condición suficiente para que un compartimento sea concebido como protocélula. No obstante, así avanza la ciencia, en todos sus campos: cuanto más significativo sea un logro, más cuestiones abiertas plantea a su alrededor. Seguir investigando por esta senda, sin duda, ampliará horizontes en la búsqueda de nuestros orígenes más profundos y lejanos, como entidades biológicas que somos”, opina este investigador.

El geólogo Juan Manuel García Ruiz prepara una expedición en 2026 a Kenia, al Valle del Rift, un paraje que considera relativamente similar al de la Tierra primitiva, con lagos alcalinos y sílice en abundancia. Mientras tanto, su grupo continuará repitiendo el experimento de Miller en nuevas versiones, por ejemplo, cambiando la temperatura y añadiendo ingredientes, como el azufre, el fósforo y el monóxido de carbono. “Vamos a extender el tiempo y vamos a empezar a cocinar, a ver qué pasa”, anuncia.

Los clientes de planes de pensiones podrán retirar de golpe 64.000 millones desde el miércoles

 Miguel Moreno Mendieta, "Los clientes de planes de pensiones podrán retirar de golpe 64.000 millones desde el miércoles", en Cinco Días, 31 de diciembre de 2024:

Los bancos temen una salida masiva de dinero, pues la normativa permite retirar los fondos aportados antes de enero de 2015 y que suponen más de la mitad del total

Los planes de pensiones afrontan una prueba de fuego a partir del 1 de enero de 2025. Por primera vez desde que se creó la figura hace 38 años, sus dueños podrán retirar de golpe el dinero que tienen acumulado. Tan solo con una condición, que las aportaciones tengan una antigüedad de más de 10 años. Esto se traduce en que, desde el miércoles, estarán totalmente disponibles 64.000 millones de euros para rescatar del plan a la cuenta corriente. Es justo la mitad de todo el patrimonio que hay acumulado en estos vehículos de ahorro para la jubilación.

Este pequeño cambio legal puede ser muy importante para algunas personas. Es el caso de Pilar, una profesora interina que atraviesa una situación económica complicada. “Tengo varias deudas que me hacen llegar muy justa a fin de mes, pero dentro de unos días voy a poder rescatar una buena cantidad de dinero que había metido hace años en un plan de pensiones, y que me permitirá cancelar varios créditos. Para mí va a ser un alivio”, explica.

Fue Mariano Rajoy quien impulsó un real decreto en 2018 que modificó uno de los aspectos esenciales de este tipo de producto financiero, para mejorar su liquidez y hacer más atractivas las aportaciones. La concepción original de los planes de pensiones los configura como una vía de ahorro para acumular recursos que permitan completar la pensión pública: la persona va metiendo dinero poco a poco y, hasta ahora, no podía rescatarlo si no alcanzaba la edad legal de jubilación. Para que este proceso de ahorro fuera llevadero, el importe que se va añadiendo al plan se descuenta de la base imponible del impuesto de la Renta. Si alguien ganaba 35.000 euros al año y aportaba a su plan 3.000 euros, solo paga IRPF por 32.000 euros. A cambio, al llegar a los 65 años y empezar a rescatar el plan de pensiones, ese dinero tributa como una renta del trabajo, igual que un salario. Así que, a fin de cuentas, se trata de un diferimiento fiscal.

Ahora, toda de esta concepción del plan como previsión social complementaria va a cambiar. Cualquier partícipe puede acudir a su banco y reclamar el reembolso de aquellas aportaciones anteriores al 1 de enero de 2015, junto con los rendimientos que estas hubieran generado. De acuerdo con cálculos sectoriales, este importe supera los 64.000 millones de euros, lo que supone un 51% de todo el dinero acumulado en planes.

En puridad, este no es el primer supuesto de liquidez excepcional, pero sí el más extendido —afecta a todos los dueños de planes— y el más diferencial. De hecho, en los últimos años, los sucesivos Gobiernos han permitido retirar el dinero de los planes en caso de situaciones especiales: enfermedad grave, desempleo de larga duración, riesgo de desahucio, enfermos de covid-19 o damnificados por el volcán de La Palma y la dana de Valencia. Estas excepciones han hecho que cada ejercicio salgan entre 150 y 300 millones de euros de los planes. Un flujo pequeño comparado con el gran caudal que podría abrirse ahora con el supuesto especial de los 10 años de antigüedad.

Inquietud sectorial

En los bancos, que controlan mayoritariamente el sector de los planes de pensiones, hay una cierta inquietud porque a partir de enero pudiera registrarse una retirada masiva del dinero depositado en este producto. Durante mucho tiempo, la asociación de las gestoras de fondos de inversión y planes de pensiones (Inverco) ha reclamado que se revisara este supuesto especial de liquidez “porque desvirtúa la figura del plan de pensiones”, pero ha acabado dándose por vencida y defendiendo que el impacto será pequeño. Cuando la medida se aprobó, se pensaba que al tener una ventana fija de liquidez a los 10 años la figura se haría más atractiva, porque el dinero no tendría que estar indisponible durante tanto tiempo. Pero la figura no ha acabado de despegar.

Desde el sector se mira ahora el equivalente a los planes que existe en el País Vasco —las denominadas Entidades de Previsión Social Voluntaria, EPSV— en las que ese supuesto de rescate con 10 años de antigüedad está vigente desde 2016. En este caso, las retiradas por este motivo han sido testimoniales. Sin embargo, en una figura similar de Reino Unido, la incorporación de esta ventana especial de liquidez sí que produjo la salida de mucho patrimonio.

Uno de los frenos que tendrá el rescate total del dinero de planes es el fiscal. El dinero proveniente de la venta de la participación en un plan de pensiones computa como renta del trabajo en el IRPF y se le aplica el tipo marginal. Así, a un empleado con un sueldo de más de 60.000 euros que rescate su plan, tendrá que pagar impuestos con un tipo marginal del 37%, el vigente para su tramo de renta. De este modo, si sacara de golpe 50.000 euros, 18.500 serían para Hacienda. Paula Satrústegui, socia de asesoramiento patrimonial de Abante, explica que “a no ser que sea estrictamente necesario o fiscalmente eficiente por no tener otras rentas, el dinero aportado a planes de pensiones no debería de ser rescatado antes de la jubilación”. En todo caso, el impacto fiscal de rescatar de golpe el plan de pensiones ocurre igualmente si se espera a la jubilación.

Lo peor de la llegada de este nuevo supuesto de liquidez es que llega en un momento muy difícil para los planes de pensiones. El intento del Gobierno de fomentar los planes empresariales en detrimento de los individuales le llevó a fijar una aportación máxima en los primeros de solo 1.500 euros al año. Eso ha hecho que hayan dejado de entrar mucho dinero a esta figura. De hecho, entre enero de 2021 y septiembre de 2024 han salido 3.100 millones de euros más de los que han entrado. Si el patrimonio total, que ahora asciende a 126.000 millones de euros, ha continuado creciendo es exclusivamente por la revalorización de las inversiones ya realizadas en los planes.


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Alice Munro y el hombre del saco. Elvira Lindo.

 Alice Munro y el hombre del saco. Elvira Lindo, 31 dic 2024.

Lo terrible del abuso sexual a menores es siempre el silencio que se genera a su alrededor, todos los que saben y callan

Una de esas singulares mañanas del Madrid vacío de agosto tomamos café. Somos amigas desde mucho antes de que ella me contara el abuso que durante años sufrió de niña a manos de su padrastro. Eso significa que nuestra amistad no se cimienta sobre ese hecho pavoroso, sino por pura complicidad. No soy su terapeuta, no puedo salvarla, incluso en ocasiones me ha resultado difícil escuchar. Es necesario decirlo porque aunque ahora pareciera haber un consenso sobre el beneficio de la escucha no siempre es fácil. Recuerdo las palabras de la terapeuta Mariela Michelena al respecto: “Incluso quienes estamos entrenados para sumergirnos en la sordidez debemos asomar la cabeza de vez en cuando para tomar aire”. En algún momento de la conversación sale el nombre de Alice Munro, cómo no. Cuántas veces hemos diseccionado sus relatos como si los personajes fueran de carne y hueso. Las dos hemos usado sus cuentos de una u otra manera como material literario o terapéutico. Mi amiga me confiesa que ha leído lo aparecido en prensa solo por encima. Lo terrible, siempre dice, es el silencio que se genera en torno al abuso. Cuando la víctima encuentra a alguien que salga en su defensa esa herida puede aliviarse, pero la realidad nos dice que una mayoría de los menores abusados temen ser avergonzados, culpados u observados como si hubiera algo monstruoso en su corazón. No, me dice, no podré seguir trabajando con sus textos. Inevitablemente, la figura de su madre se funde con la de Munro: mujeres que, conocedoras de la agresión, siguen compartiendo el lecho con el violador de la hija. Antes de entrar en la historia, vayamos con un dato esclarecedor que nos dejó este año un estudio australiano de alto nivel con casi 60.000 participantes: entre el 20% y el 40% de los trastornos mentales podría erradicarse si se atajara el maltrato infantil.

Cuando en julio apareció en el Toronto Star el testimonio de Andrea Skinner, hija pequeña de Munro, sobre la complicidad de su madre con el agresor que la violó desde los nueve años, en España, adiestrados como estamos a la gresca, nos lanzamos a opinar como si se tratara de tomar partido. Desde quien condenaba su obra hasta quien eximía a la escritora de toda responsabilidad; desde quien temía su cancelación hasta quien tachaba de puritanismo que sus cuentos sean leídos hoy de otra manera. Pero lo interesante es que en estos meses en distintos medios, del Toronto Star a The New York Times, han ido apareciendo ensayos magníficos que nos permiten conocer la historia de los Munro, algo que bien pudiera servirnos, si leemos serenamente, para adoptar nuevas perspectivas sobre un asunto del que sabemos poco y opinamos mucho. El último trabajo, escrito por Rachel Aviv, cronista que incide en asuntos de salud mental, es un riguroso ensayo publicado en The New Yorker que ojalá se convierta en un libro.

Los hechos referidos comienzan en 1976, cuando la pequeña Andrea pasa las vacaciones con su madre y Gerald Fremlin, hombretón atractivo a la antigua usanza, tan divertido como propenso a la ira, seductor y aficionado a las bromas sexuales, que comparte sin rubor con una niña a la que hace sentirse cómplice. A pesar de la extrañeza que se palpa en el ambiente, Munro deja a Fremlin al cuidado de la pequeña y ahí comienza una serie de agresiones que duran hasta la adolescencia de Andrea. De vuelta a la casa del padre, la pequeña cuenta el secreto a su hermanastro, este a la madrastra y la madrastra al padre, Jim Munro, que impone el silencio por considerar que la criatura puede haber mentido. El silencio se rompe en 1992. Andrea tiene 26 años cuando se lo cuenta por escrito a su madre porque no se atreve a decírselo en persona. Alice Munro abandona entonces el hogar conyugal y reacciona ante su hija victimizándose, como si se enfrentara a una infidelidad. En esos primeros momentos de desesperación, Munro le confiesa a su hija que ya había tenido noticias de agresiones a otras niñas, pero lo que a Andrea la deja sin aliento es que su madre alberga desde hace tiempo la sospecha de que Fremlin pudiera ser el autor de la violación y asesinato de Lynne Harper, una niña cuyo crimen, sucedido en 1959, sigue sin resolverse. Como respuesta a la confesión de Andrea, Fremlin escribe varias cartas a los padres culpando a la niña de haberlo seducido y amenazando con hacer públicas fotos de la pequeña en poses provocativas.

“Me he enterado demasiado tarde”, se excusa Munro, “y lo sigo queriendo”. Vuelve entonces con su pareja, y los Munro harán como tantas familias: fingir que nada ocurrió. A Andrea le ocurre como a muchas víctimas de abuso: siente que es ella la que ha perturbado la convivencia y acepta ese pacto hasta que en 2002, ante el nacimiento de sus gemelos, se aviva en ella el trauma que nunca ha dejado de estar latente. Le dice a su madre que no permitirá que los niños estén cerca del individuo, y Munro replica lo inconveniente que es para ella hacerle una visita ya que no sabe conducir. Esa dependencia misteriosa de una mujer tan dotada intelectualmente como Alice Munro nos revela lo complejo de una personalidad que en la ficción muestra un férreo control del argumento y en la vida real se declara torpe e incapaz. Será la última vez que hablen.

En 2005, Andrea lee cómo su madre elogia al padrastro en una entrevista y decide reunir las cartas autoinculpatorias del agresor y entregarlas en comisaría. Cuando la policía se presenta en casa de Fremlin, Munro tacha a su hija de mentirosa. Pero eso no evita que Fremlin deba presentarse ante el juez. Dado que Andrea no tiene interés en que vaya a la cárcel se llega a un acuerdo: dos años de libertad condicional y una donación a un centro de víctimas de abuso sexual. Fremlin estimará esta compensación en 10.000 dólares. Aunque por las salas del juzgado deambula la prensa, nada aparece en los periódicos. Andrea se descorazona. Tiene claro que a nadie le parece buena idea que el nombre de la gran escritora sea manchado por un asunto tan turbio. Alice y Gerald siguen unidos. Una secta de dos, según las hijas.

Conforme se ha ido reconstruyendo la historia de este monstruoso silencio aparecen testimonios de quienes lo sabían, y resultan ser muchas las personas que estaban al tanto: editores, periodistas, agentes, escritoras, policías, jueces, familia. Así que el marido de una gloria nacional es condenado a no acercarse a menores de 14 años y todo se reduce a un cuchicheo social que protege al agresor y a quien le da cobijo. Mientras que en la realidad hay un extremo control sobre este secreto vergonzoso, en los cuentos de Alice Munro van desfilando criaturas violadas, madres negligentes, rivalidades entre mujeres maduras y niñas por el amor de un hombre grosero, similar al modelo real. Son muchos los relatos, magistrales sin duda, que pueden ser leídos con esta perspectiva. Open Secrets sería un gran ejemplo.

Me cuenta el psiquiatra Guillermo Lahera que algunas personas con deterioro cognitivo, especialmente las que han vivido controlando de manera más neurótica su presencia social, se muestran en los primeros momentos de la enfermedad propensas a la desinhibición. Así parece que ocurrió con Munro, cuando en primera fase del alzhéimer le dijo a su hija Jenny: “¡Qué cruel por mi parte no librarme de él”. O “yo no quería a ese pedófilo”. Pero lo que ella no se atrevió a resolver, por dependencia insana, por proteger una reputación duramente lograda o por las dos cosas a la vez, lo han hecho sus hijas, arropando a la hermana herida. Nunca se curará la rabia de Andrea hacia su madre. El hombre del saco que fue Gremlin escribió a Jenny, la mediana: “Tu madre será una pirada, pero es una gran escritora”. En esos términos groseros hablaba de Munro el hombre que ella se empeñó en proteger.

viernes, 27 de diciembre de 2024

Efectos neurológicos del contenido basura en Internet

 Facundo Macchi, ‘Podredumbre cerebral’ o lo que el abuso de contenido basura en internet puede hacerle a la mente, en El País, 26 de diciembre de 2024:

La adicción a las redes sociales reduce la materia gris, acorta la capacidad de atención, debilita la memoria y distorsiona procesos cognitivos. Investigaciones recientes encontraron que el uso y abuso de internet está asociado con una disminución de la materia gris en las regiones prefrontales del cerebro.

Podredumbre cerebral: “Deterioro del estado mental o intelectual de una persona como resultado del consumo excesivo de material (particularmente contenido en línea) considerado trivial o poco desafiante”. La definición la ha dado el diccionario de Oxford que, tras los votos de más de 37.000 personas, eligió este concepto como su palabra del año. Los expertos del diccionario observaron que el término ganó relevancia en el último tiempo “para expresar las preocupaciones sobre el impacto del consumo excesivo de contenido de baja calidad en redes sociales”, dice la publicación. La frecuencia de uso del término aumentó un 230% entre 2023 y 2024.

La podredumbre cerebral no es solo un capricho lingüístico. En los últimos 10 años, la ciencia ha sido capaz de demostrar que el consumo excesivo de contenidos basura en internet —sensacionalismo, conspiración, vacío— está modificando nuestros cerebros, hasta el punto de que la palabra “podrido” tal vez no sea tan exagerada. La evidencia muestra que las redes sociales están reduciendo la materia gris, acortando la capacidad de atención, debilitando la memoria y distorsionando procesos cognitivos fundamentales, según recoge el diario británico The Guardian con citas a un gran número de investigaciones académicas de instituciones como la facultad de medicina de Harvard, la Universidad de Oxford y el King’s College de Londres.

El ‘escroleo’ infinito en redes sociales aumenta el aburrimiento

Una de esas investigaciones se publicó el año pasado y evidenció que la adicción a internet provoca cambios estructurales en el cerebro, lo que repercute de manera directa en el comportamiento y las capacidades de un individuo. Michoel Moshel, investigador de la Escuela de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Macquarie (Australia) y coautor del estudio, explica que el consumo compulsivo de contenidos en redes sociales —el famoso doomscrolling— “aprovecha la tendencia natural de nuestro cerebro a buscar novedades, especialmente cuando se trata de información potencialmente dañina o alarmante, un rasgo que en su momento nos ayudó a sobrevivir”.

Moshel destaca que con algunas funciones, como el ‘desplazamiento infinito’, diseñadas para mantenerte enganchado al móvil, las personas, más que nada jóvenes, pueden quedar atrapadas en un ciclo de consumo de contenido durante horas. “Esto puede afectar gravemente la atención y las funciones ejecutivas al saturar nuestro enfoque y alterar la forma en que percibimos y reaccionamos ante el mundo”, sentencia el investigador.

Eduardo Fernández Jiménez, psicólogo clínico en el Hospital la Paz de Madrid, explica que el cerebro activa diferentes redes neuronales para configurar distintos tipos de atención. Y que el uso problemático de los móviles e internet está generando problemas en la llamada atención sostenida: “Te permite concentrarte en una misma tarea durante un período de tiempo más o menos largo. Es la que está vinculada a los procesos de aprendizaje académico”, dice. El problema, señala, está en que los usuarios de redes sociales suelen estar expuestos a estímulos muy cambiantes, variables (una notificación de Instagram, un mensaje de WhatsApp, una alerta de noticias) y con potencial adictivo. Eso hace que el foco de atención esté todo el tiempo saltando de un sitio al otro, afectando su propia capacidad.

La primera alerta fue el correo electrónico

Algunos expertos vienen alertando sobre este tema prácticamente desde comienzos de siglo, cuando el correo electrónico pasó a ser una herramienta de uso frecuente. En 2005, The Guardian tituló: “Los correos electrónicos ‘son una amenaza para el coeficiente intelectual’”. La historia contaba que un equipo de científicos de la Universidad de Londres se preguntó qué impacto podría tener sobre el cerebro el bombardeo incesante de información. Luego de 80 ensayos clínicos, encontraron que el coeficiente intelectual de los participantes que utilizaban el correo y el teléfono móvil a diario caía una media de 10 puntos. Los investigadores midieron que esta demanda constante de atención tenía efectos más negativos que el consumo de cannabis.

Esto fue antes de la llegada de los tuits, los reels de Instagram, los desafíos de TikTok y las notificaciones instantáneas. El panorama actual es aún menos alentador. Investigaciones recientes encontraron que el uso y abuso de internet está asociado con una disminución de la materia gris en las regiones prefrontales del cerebro. Es la zona que interviene en la resolución de problemas, la regulación emocional, la memoria y el control de los impulsos.

El trabajo de Moshel y sus colegas va en esa línea. Su último estudio revisó 27 investigaciones de neuroimagen y encontró que el consumo desmedido de internet está relacionado con una reducción en el volumen de materia gris en regiones del cerebro involucradas en el procesamiento de recompensas, el control de impulsos y la toma de decisiones. “Estos cambios reflejan patrones observados en las adicciones a sustancias”, asegura el científico, como las metanfetaminas y el alcohol.

Eso no es todo. La investigación también encontró que “estos cambios neuroanatómicos en adolescentes coinciden con la interrupción de procesos como la formación de identidad y la cognición social, aspectos críticos durante esta etapa del desarrollo”. Funciona casi como un bucle, donde los más vulnerables pueden ser los más afectados. Según los resultados de una investigación publicada en Nature en noviembre, las personas con peor salud mental son más propensas a navegar por contenidos basura, lo que agrava aún más sus síntomas.

En diciembre, el psicólogo Carlos Losada le sugirió a EL PAÍS algunas recomendaciones para evitar caer en el doomscrolling o, dicho de otra manera, evitar ser absorbido por el agujero negro del contenido chatarra que refuerzan los algoritmos: reconocer el problema, esforzarse por desconectar y hacer actividades que requieran una presencia física, como quedar con amigos o hacer deportes, son algunas de sus sugerencias.

Moshel dice: “Estas actividades son fundamentales para la salud cerebral y el bienestar general, ayudando a equilibrar los efectos potencialmente dañinos del uso prolongado de pantallas”. Enfatiza que el tipo de contenidos que se consumen es un factor clave para modular los cambios anatómicos en el cerebro. “Concéntrese tanto en la calidad como en la cantidad del tiempo frente a la pantalla. Priorice el contenido educativo que evite características adictivas. Establezca límites claros y apropiados para la edad sobre el uso diario de pantallas y fomente pausas regulares”, añade.

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Dossier sobre el principio valla de Chesterton

 Dossier sobre el principio valla de Chesterton, valioso en política y en la toma de decisiones de cualquier tipo en cualquier área (en la pedagogía, magisterio o educación española, por ejemplo, no se ha tenido en cuenta). Consta de cinco artículos seleccionados.

I

Alberto Losada Gamst, "La innovación ante la Valla de Chesterton", en AvantIdeas, Inteligencia & Acción:

Innovar es necesario para evolucionar. Pero cuidado con eso de innovar por innovar, o de empezar a cambiar las cosas porque nos parecen anticuadas o no terminamos de entender por qué alguien, en un momento dado, las hizo así.

Hay muchos ejecutivos recién nombrados que deciden hacer algo de impacto en sus primeros días o semanas. ¿Y qué mejor que empezar borrando proyectos e iniciativas del profesional al que sucede? Esto fuera, aquello fuera, el proyecto que estaba casi listo se congela, despedida o trasladada la gente más cercana al de antes, y así. Fuera fuera que aquí llego yo que soy más listo y estoy más al día que nadie.

LA PARADOJA DE LA VALLA DE CHESTERTON

En 1929, en su libro “The Thing: por qué soy católico” el escritor, filósofo y periodista británico G. K. Chesterton  publicó su famosa Paradoja de la Valla.

Y lo hace en estos términos:

"En lo que se refiere a la reforma de las cosas hay un principio que probablemente será calificado como una paradoja. Se da en casos como en las instituciones o en las leyes; imaginemos, por ejemplo y para simplificar, dos paseantes que se encuentran una valla o una puerta en medio de un camino.

De ambos, el  tipo más moderno de reformador se acerca alegre a la valla y dice: «No veo el uso que pueda tener esto; vamos a deshacernos de ella». El tipo más inteligente de reformador hará bien en responder diciendo: «Si no ves su uso, de ninguna manera te dejaré que lo deshagas. Vete de aquí y reflexiona. Luego, cuando vuelvas y me digas que ya has visto el uso que tiene, tal vez te permita que la destruyas».

Qué nos quiere decir esta parábola? Pues que el que tú no entiendas algo no significa que ese algo sea inútil. Lo único que realmente significa es eso: que eres tú quien no sabe, no que aquello que no entiendes carezca de utilidad. Quien tiene que hacer un esfuerzo previo de comprensión eres tú.

A lo mejor, efectivamente, lo que quieres quitar ya está obsoleto y la razón por la que se creó o instauró ya no tiene sentido. Por ejemplo, las reuniones en una empresa son todos los martes a las 11:30 desde hace 15 años. ¿Por qué es así? A lo mejor había un sistema de información totalmente manual y nada automatizado que exigía mucho trabajo humano para ordenar los datos y presentarlos de una forma útil. Hoy, con todos los recursos informáticos y ofimáticos a nuestro alcance, lo más probable es que la disponibilidad sea inmediata y a tiempo real.

LA VALLA DE CHESTERTON PARA EVITAR LAS CONSECUENCIAS INDESEADAS

Sé de una persona que vivía hace muchos años enfrente de un parque que quitaron para poner un aparcamiento subterráneo. Cuando lo terminaron de construir lo taparon con algo de tierra y, durante un fin de semana, lo estuvieron regando día y noche. Pensó que algún operario habría olvidado cerrar el grifo y que menuda tontería mojar una tierra estéril, así que se acercó y ella misma cerró el grifo para evitar que se siguiera malgastando agua.

Pues bien: más tarde supo que ese “riego” era para mejorar el fraguado del hormigón en la cubierta del nuevo aparcamiento y que su acción supuso una alteración en las fechas de apertura del nuevo aparcamiento.

¿Por qué este error? Porque alguien decidió cambiar una situación que no entendía bien… sin molestarse en averiguar por qué era así antes de hacer nada .

En España tenemos el ejemplo real de las consecuencias indeseadas con la llamada “Ley del Sólo Sí es Sí” (Ley Orgánica 10/2022, de 6 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual). Puesta en marcha para prevenir y perseguir con más contundencia los acosos y delitos sexuales, de momento (septiembre 2023) ha conseguido que más de 1.200 agresores sexuales ya condenados hayan visto reducidas sus penas. El mismo Presidente del Gobierno Pedro Sánchez lo admitía sin rodeos: “ha tenido efectos indeseados. Y me quedo corto."

Moraleja: antes de cambiar algo, entérate de por qué está ahí y estudia bien las consecuencias del cambio que quieres hacer.

II

Binny Sosa D' Meza, "El pensamiento de segundo orden y la valla de G. K. Chesterton", en Acento, 7/06/2023:

Comprender la paradoja de la valla de Chesterton no debe convertirse en una justificación para el castigo, hostigamiento o aislamiento hacia las personas que intentan realizar mejoras continuas en cualquier ámbito del quehacer humano.

En estos tiempos de infantilismo nihilista-posmoderno, donde las convenciones intelectuales, políticas y cotidianas se empeñan en el absoluto de la deconstrucción social e histórica, la disonancia, el negacionismo, el inmediatismo, la sensorialidad y la relativización moral; vivimos en esta obsesión contemporánea, profundizada por los medios de comunicación y las redes sociales, cuyos riesgos y consecuencias para la sociedad actual pueden empeorar situaciones psicosociales, económicas e institucionales de las que G.K. Chesterton en su libro de ensayo The Thing, publicado a principios del siglo XX (1929) ya nos hacía referencia de tales temas en la paradoja de la valla: “En el asunto de reformar las cosas, a diferencia de deformarlas, hay un principio claro y simple; un principio que probablemente puede llamarse una paradoja. Existe en tal caso una cierta institución o ley; digamos en aras de la simplicidad, una valla o puerta erigida a través de un camino. El tipo más moderno de reformador se acerca alegremente a él y dice: "No veo el uso de esto; eliminémoslo". A lo que el tipo más inteligente de reformador hará bien en responder: "Si no ves el uso de eso, ciertamente no dejaré que lo elimines. Vete y piensa. Entonces, cuando puedas volver y decirme que tú ves el uso de esto, puedo permitirte destruirlo. Esta paradoja se basa en el sentido común más elemental. La puerta o cerca no creció allí. No fue montado por sonámbulos que lo construyeron en su sueño. Es muy improbable que se haya puesto allí por lunáticos fugados que por alguna razón andaban sueltos en la calle. Alguna persona tenía alguna razón para pensar que sería una buena cosa para alguien. Y hasta que sepamos cuál fue la razón, realmente no podemos juzgar si la razón era razonable".

Uno de los aspectos más importantes en la toma de decisiones no se circunscribe a gestionar el riesgo, criticar o anular lo que se considera el establishment o status quo; también es importante comprender la lógica de un comportamiento determinado y cuáles son las razones subyacentes en torno a las decisiones que previamente se han tomado, cuál es el origen de determinados acontecimientos y las consecuencias de las consecuencias de esas decisiones.

Comprender la paradoja de la valla de Chesterton no debe convertirse en una justificación para el castigo, hostigamiento o aislamiento hacia las personas que intentan realizar mejoras continuas en cualquier ámbito del quehacer humano; más bien es una alerta para que repensemos y gestionemos el pensamiento de segundo orden, antes de intervenir en cualquier sistema o proceso. Nos prepara para reconsiderar y evaluar las decisiones que otros tomaron antes que nosotros.

Cuando necesitamos intervenir las organizaciones, sistemas, procesos o políticas públicas debemos usar el pensamiento de segundo orden y evaluar las consecuencias a largo plazo de las decisiones que se llevarán a cabo. Aunque, más complejo y profundo el pensamiento de segundo orden nos permitirá analizar las hipotéticas consecuencias de las consecuencias de alguna situación personal u organizacional; permitiéndonos reflexionar y comprender mejor la realidad, resolver conflictos y problemas, tomar decisiones efectivas y generar nuevas ideas. A pesar de su utilidad, es un proceso cognitivo al parecer muy escaso en esta época.

Sin embargo, no podemos menospreciar lo actual y vigente de esta paradoja; muy útil en nuestros días, ya que nos explica la manera en que actúa el pensamiento de segundo orden, y cómo consciente o inconscientemente podemos destruir lo bueno en aras de eliminar lo malo, o de anteponer una razón simplista a través del pensamiento superfluo para solucionar un problema determinado. Veamos un ejemplo: considere un país que, queriendo promover un cambio hacia un régimen democrático en otro país, financia y proporciona armas a un grupo de “rebeldes moderados”, y resulta que esos rebeldes moderados se vuelven poderosos y luego instauran un gobierno de dictadura totalitaria e intentan desestabilizar durante décadas al país que financió al grupo de “rebeldes moderados”.

Para Chesterton, este tipo de perogrullada es propia de “un loco que debe regar cuidadosamente su jardín con una regadera, mientras sostiene un paraguas para protegerse de la lluvia”.

A lo largo de la historia de la humanidad, ha sido una acción repetitiva que políticos e intelectuales converjan en el hecho de no visualizar los efectos e impactos de sus tomas de decisiones, muchas veces con consecuencias negativas a corto, mediano y largo plazo; afectando los cimientos de instituciones históricas, educativas y científicas; incluyendo la desestabilización del tejido económico y social, normas éticas y morales, culturas y tradiciones; con la intención de modificar la sociedad en nombre del desatino, la anarquía universal, el fanatismo y la egolatría.

III

 Dr. Horacio Castellini, "Principio de la Valla de Chesterton" en Big Data and Data Science, 29 mayo 2023:

Los intelectuales contemporáneos están obsesionados con la "deconstrucción". Su mayor pasatiempo es criticar y abolir cualquier cosa que consideren "status quo". Pasan mucho menos tiempo haciendo lo que se supone que deben hacer los intelectuales; que es tratar de entender por qué las cosas son como son y qué consecuencias puede traer a la sociedad cualquier cambio repentino en el orden actual de las cosas.

Pero un componente central para la buena toma de decisiones es comprender la lógica detrás de las decisiones anteriores. Si no entendemos cómo llegamos "aquí", corremos el riesgo de empeorar las cosas. Cuando buscamos intervenir en cualquier sistema creado por alguien, no es suficiente ver sus decisiones y elecciones simplemente como las consecuencias del pensamiento de primer orden porque, sin darnos cuenta, podemos crear problemas graves. Antes de cambiar algo, deberíamos preguntarnos si estaban usando un pensamiento de segundo orden. Sus razones para tomar ciertas decisiones pueden ser más complejas de lo que parecen al principio. Es mejor asumir que sabían cosas que nosotros no sabemos o que tenían experiencias que no podemos entender, por lo que no buscamos soluciones rápidas y terminamos empeorando las cosas.

El pensamiento de segundo orden es la práctica de no solo considerar las consecuencias de nuestras decisiones, sino también las consecuencias de esas consecuencias. Todo el mundo puede gestionar el pensamiento de primer orden, que consiste simplemente en considerar el resultado inmediato previsto de una acción. Es simple y rápido, por lo general requiere poco esfuerzo. En comparación, el pensamiento de segundo orden es más complejo y requiere más tiempo. El hecho de que sea difícil e inusual es lo que hace que la capacidad de hacerlo sea una ventaja tan poderosa. Para entender exactamente por qué este es el caso, consideremos la Valla de Chesterton, descrita por G. K. Chesterton en su libro de 1929 "The Thing: por qué soy católico": Existe en tal caso cierta institución o ley; digamos, en aras de la sencillez, una valla o puerta erigida a través de un camino. El tipo más moderno de reformador se acerca alegremente y dice: “No veo el uso de esto". A lo que el tipo de reformador más inteligente hará bien en responder: “Si no ves el uso de esto, ciertamente no dejaré que lo elimines. Piensa. Entonces, cuando puedas volver y decirme que ves el uso de eso, puedo permitirte destruirlo".

Chesterton continuó explicando por qué este principio es cierto, escribiendo que las cercas no crecen del suelo, ni las personas las construyen mientras duermen o durante un ataque de locura. Explicó que las cercas las construyen personas que las planearon cuidadosamente y “tenían alguna razón para pensar que [la valla] sería algo bueno para alguien”. Hasta que establezcamos esa razón, no tenemos nada que hacer con un hacha. La razón puede no ser buena o relevante; solo tenemos que ser conscientes de cuál es la razón. De lo contrario, podemos terminar con consecuencias no deseadas: efectos de segundo y tercer orden que no queremos, extendiéndose como ondas en un estanque y causando daños durante años.

Chesterton también aludió a la creencia demasiado común de que las generaciones anteriores eran tontos torpes, tropezando, construyendo vallas donde les apetecía. Si no respetamos su juicio y no tratamos de entenderlo, corremos el riesgo de crear nuevos problemas inesperados. En general, la gente no hace las cosas sin motivo y pierden el tiempo y recursos en vallas inútiles. No entender algo no significa que deba ser inútil. La Valla de Chesterton no es una amonestación para cualquiera que intente hacer mejoras; es un llamado a tomar conciencia del pensamiento de segundo orden antes de intervenir. Nos recuerda que no siempre sabemos mejor que quienes tomaron decisiones antes que nosotros, y no podemos ver todos los matices de una situación hasta que nos familiarizamos con ella. A menos que sepamos por qué alguien tomó una decisión, no podemos cambiarla con seguridad ni concluir que se equivocó.

Pero a muchos intelectuales de hoy les importan poco los efectos de la destrucción de las instituciones sociales históricas, normas y tradiciones en su intento de remodelar la sociedad de acuerdo con sus ideales, en su intento de rehacer al hombre a su propia imagen. Si, el cambio es importante pero la estabilidad es crucial. Es primordial no echar a perder lo bueno en el intento de deshacernos de lo malo y para ello es importante seguir el principio de la Valla de Chesterton.

IV

"La cerca de Chesterton, el principio que te obliga a pensar dos veces antes de hacer cambios", en BBC News Mundo, 1 enero 2024:

¡No destruyas lo que no entiendes!

Eso es, en resumen, lo que aconseja una simple regla general llamada la cerca de Chesterton, que sugiere que nunca se debe destruir algo, cambiar una regla o alterar una tradición si no se comprende porqué se creó en primer lugar.

Es, de cierta manera, un llamado a la humildad al criticar y querer reformar desde políticas o instituciones, hasta costumbres familiares, protocolos laborales o líneas de código en programas informáticos.

Señala que sin comprender bien qué está pasando, las consecuencias de una acción apresurada podrían terminar siendo mucho peores que las de lo que se pretende reparar.

Aquello de la cerca quizás suene extraño, pero se llama así por la manera en la que ilustró la idea quien la hizo famosa: el escritor y filósofo inglés Gilbert Keith Chesterton (1874–1936).

Chesterton era un "obeso gigante", como lo describió Jorge Luis Borges en el prólogo de "El ojo de Apolo" de "La Biblioteca de Babel".

El escritor argentino afirmó que era "un hombre bondadoso y afable" que "pudo haber sido Kafka o Poe pero valerosamente optó por la felicidad o fingió haberla hallado".

Calificó de encantadores y penetrantes los escritos críticos de Chesterton, y contó que sus primeras novelas aunaban "lo místico a lo fantástico".

Pero las obras que más hicieron mella fueron unos 50 cuentos cortos sobre un detective que era un sacerdote aparentemente ingenuo pero psicológicamente agudo llamado Padre Brown.

"La literatura es una de las formas de la felicidad; quizá ningún escritor me haya deparado tantas horas felices como Chesterton", escribió Borges.

Cuando no estaba escribiendo o, más tarde, dando charlas por la BBC, le encantaba debatir, y a menudo participaba en disputas públicas amistosas con intelectuales como George Bernard Shaw, H. G. Wells o Bertrand Russell.

O bromeaba con ellos.

En una ocasión le dijo a Shaw: "Al verte, cualquiera pensaría que una hambruna asoló Inglaterra", a lo que Shaw respondió: "Al verte, cualquiera pensaría que tú causaste la hambruna".

Pero algo que se tomaba muy en serio era la religión.

"De la fe anglicana pasó a la católica, que, según él, está basada en el sentido común", contó Borges.

"Arguyó que la rareza de esa fe se ajusta a la rareza del universo, como la extraña forma de una llave se ajusta exactamente a la extraña forma de la cerradura".

Precisa y curiosamente fue de un libro titulado "El asunto: por qué soy católico" (1929) en el que habló de esa cerca que lleva su nombre.

Reformar sin deformar

Declaró que "en materia de reformar cosas, a diferencia de deformarlas, hay un principio claro y simple".

Sugirió imaginar "en aras de la simplicidad, una cerca o puerta erigida a través de un camino".

"El tipo más moderno de reformador se acerca alegremente y dice: 'No veo la utilidad de esto; tumbémosla'.

"A lo que el tipo más inteligente de reformador haría bien en responder: 'Si no le ves la utilidad, ciertamente no dejaré que lo elimines. Vete y piensa. Luego, cuando puedas regresar y decirme que ves su utilidad, puedo permitirte que lo destruyas'.

La idea es que sólo cuando sabes cuál era el propósito de algo, puedes decidir si aún es necesario, si se debe modificar o sencillamente omitir.

Según Chesterton, ese principio se basa en el sentido común más elemental.

"La cerca no creció allí. No fue creada por sonámbulos que la construyeron mientras dormían.

"Alguna persona tuvo alguna razón para pensar que sería algo bueno para alguien. Y hasta que sepamos cuál fue el motivo, realmente no podremos juzgar si fue razonable".

Y advirtió que, de no asegurarnos, "es muy probable que pasemos por alto algún aspecto completo de la cuestión".

La cerca, por ejemplo, así estuviera en mal estado y fuera pequeña, quizás separaba a las vacas de las ovejas, imaginó el filósofo Jonny Thomson en Big Think.

Las ovejas, al comer, arrancan el pasto casi de raíz, mientras que las vacas necesitan pasto alto para comer con sus lenguas prensiles. Poco después de retirar la cerca, las vacas estarían desnutridas y hambrientas.

De refrescos a gorriones

Ahora, a pesar de que Chesterton abogaba por examinar así las decisiones que implicaban cambio pues tendía a ser conservador, el principio sigue haciendo eco en varios campos, desde el personal al político.

Al intentar cambiar malos hábitos, por ejemplo, a menudo fracasamos al no tener en cuenta que no aparecen de la nada: generalmente evolucionan para saciar una necesidad insatisfecha.

Si no se tiene en cuenta ese aspecto, aunque se logre eliminar un hábito, quizás sea reemplazado por otro más nocivo.

A nivel empresarial, en un post considerado clásico, el emprendedor en serie Steve Blank dio un ejemplo que ha visto en las startups cuando crecen y contratan a directores financieros.

Estos, tratando de reducir costos -y de lucirse-, a menudo deciden acabar con detalles de la empresa para los empleados, como los refrescos y pasabocas gratis, pues les parece un gasto inútil.

Según la experiencia de Blank, el resultado es siempre el mismo: a los empleados que ayudaron a la empresa a crecer, aunque se puedan dar el lujo de pagar por sus refrescos, les parece una señal de cambio de cultura de la empresa.

Y eso puede llevar a las personas más talentosas a abandonarla porque, de repente, todo se siente muy coorporativo, ya no es como antes.

Como estos, muchos ejemplos, incluido uno tremendamente trágico: el exterminio de gorriones en China, parte de la Campaña de las cuatro plagas del proyecto Gran Salto Adelante (1958 a 1962) de Mao Zedong.

Se sospechaba que los gorriones robaban granos de los campos así que millones de chinos hicieron todo lo posible para eliminarlos, con éxito: la población de gorriones llegó al borde de la extinción.

La de langostas, en cambio, sin gorriones que la controlara, se disparó y se convirtió en uno de los detonantes de la Gran Hambruna China, uno de los mayores desastres provocados por el hombre en la historia.

Visto así, la cerca de Chesterton parece un mecanismo para evitar la ley de las consecuencias no deseadas. El principio invoca el excesivo entusiasmo de los reformadores y busca frenarlo. Pero puede aprovecharse para lo contrario.

Las reformas, grandes y pequeñas, de por sí siempre suelen tener una fuerza trabajando en su contra: la resistencia al cambio.

Una organización, por ejemplo, puede fácilmente convertirse en un aparato innecesariamente complejo que ya no es adecuado para su propósito. Pero cuanto más sobreviva, menos probable será que sea reformada o abolida.

En esos casos, conviene comportarse como ese "reformador inteligente", y así contar con argumentos firmes para demostrar exactamente por qué se ha vuelto inútil.

Pero a veces, por más que quieras, no te puedes dar el lujo de examinar cada decisión. Entonces, quizás vale más la pena invocar a Alejandro Magno que a Chesterton.

Según la leyenda, cuando Alejandro conquistó Frigia lo retaron a que desatara el nudo gordiano, tan complicado que un oráculo había declarado que quien pudiera deshacerlo estaba destinado a gobernar toda Asia.

Alejandro lo intentó un rato hasta que se hartó. Declaró que no importaba cómo se lograba, sacó su espada y lo cortó de un solo golpe. Lo importante es saber si estás ante una cerca o un nudo. Pero a veces sí, a veces no. Hay ciertas estrategias que pueden usarse como guías.

Quienes trabajan en informática, a lo Alejandro Magno, a veces usan lo que llaman la Prueba del Grito, que aplican a productos, servicios o capacidades que están activos pero nadie usa.

Es sencilla: retíralo y espera a ver si alguien grita. Si sucede, reinstalalo.

Es un caso que se podría encajar en las decisiones de tipo 2 descritas por el fundador de Amazon, Jeff Bezos, en una carta a los accionistas que muchos usan como referencia para discernir entre las opciones cerca o nudo. Sólo que él habló de puertas.

Una es de un sólo sentido: una vez la cruzas, se cierra a tus espaldas para no abrirse más. Otra es de dos sentidos: puedes entrar y salir por ella.

"Algunas decisiones tienen consecuencias y son irreversibles o casi irreversibles (puertas de un solo sentido) y estas decisiones deben tomarse de manera metódica, cuidadosa y lenta, con gran deliberación y consulta. "Si pasas por allí y no te gusta lo que ves al otro lado, no podrás volver a donde estabas antes. Podemos llamar a estas decisiones Tipo 1. "Pero la mayoría de las decisiones no son así: son cambiables, reversibles, son puertas de doble sentido. "Si has tomado una decisión subóptima, no tienes que vivir con las consecuencias por tanto tiempo. Puedes volver a abrir la puerta y volver a cruzar. "Las decisiones de tipo 2 pueden y deben ser tomadas rápidamente por individuos o grupos pequeños con buen juicio".

¿Es la reforma que vas a hacer o la solución que le vas a dar a un problema fácilmente reversible?

Entonces podrías hacer cambios rápidamente con información imperfecta y ver qué pasa.

Si es irreversible, conviene recopilar información, aunque el proceso se ralentice y conlleve un costo.

Chesterton habría estado de acuerdo.

V

 Marco Chavarría, "La valla con la que Chesterton te hará pensar dos veces antes de hacer un cambio", La Razón, 2 de enero de 2024:

El filósofo inglés defendió la necesidad de entender el propósito de una tradición o costumbre antes de adaptarla o abolirla

La regla de la valla del escritor y filósofo británico Gilbert Keith Chesterton plantea una premisa simple: nunca hay que alterar, destruir o modificar una tradición, regla o estructura sin entender el propósito original con el que apareció.

Se trata de una premisa que reivindica la necesidad de tener presente la humildad cuando se cuestiona o plantea la reforma de políticas hasta costumbres familiares, legislaciones o hábitos de la vida diaria del hombre.

Según esta regla, sin que uno comprenda plenamente todas las implicaciones de un acto tradicional, las consecuencias de su modificación o abolición precipitada podrían acabar siendo peores que el supuesto problema que se intenta resolver.

El propio concepto filosófico toma su nombre del intelectual inglés G. K. Chesterton (1874 -1936), quien popularizó esta idea como parte de su sistema filosófico. Se le llegó a llamar cariñosamente el "gigante obeso" y fue descrito por otros autores, como Jorge Luis Borges, como un hombre de carácter afable y bondadoso.

De hecho, el poeta argentino alabó la capacidad crítica que reflejaba Chesterton en sus escritos, particularmente en unas novelas que, consideró, combinaban lo místico y lo fantástico. De entre toda la biblioteca, destacó especialmente la cincuentena de cuentos que dejó escritos sobre un detective sacerdote llamado Padre Brown.

Chesterton era un ferviente creyente que transicionó de la fe anglicana a la católica, algo que siempre defendió como acto de sentido común y que, según él, encajaba perfectamente en la rareza que entraña el universo.

Chesterton defendía lo imprescindible de comprender el propósito detrás de cualquier proyecto de cambio y del elemento a cambiar, antes de llevarlo a cabo y siguiendo el raciocinio más elemental.

Una premisa conservadora, que influye en distintos ámbitos de la realidad, desde el más personal del individuo hasta el político del común de la sociedad. El intelectual, últimamente reivindicado por la derecha como nunca antes, señala que al intentar cambiar hábitos es crucial entender su origen, ya que a menudo evolucionan para satisfacer necesidades específicas.

El principio destaca la importancia de examinar detenidamente decisiones o cambios irreversibles, diferenciándolos de aquellos que no lo son y pueden ser tomados con mayor celeridad teniendo en cuenta una información limitada.

La regla de Chesterton sirve como una estrategia para evitar consecuencias no deseadas al realizar reformas, más en la propia vida, recordando la importancia de entender si una situación requiere un cambio definitivo o uno que puede ser reversible

jueves, 5 de diciembre de 2024

Alfonso Ussía, Todos prohibidos

 Alfonso Ussía, "Todos prohibidos", en La Razón, 8.01.2016:

Buena le ha caído encima a mi compadre Antonio Burgos con su artículo «Las Flequis». Machista, rancio, asqueroso, antiguo... le han dicho de todo. Antonio Burgos se ha limitado a hacer uso de su libertad en un asunto opinable. A las «Nekanes», aquel grupo de batasunas amortizadas, les decían en el País Vasco «Las Feas». Señoras feministas y señores buenistas. Somos muchos los feos y las feas. El despreciado por Juan Manuel de Prada, Winston Churchill –para mí, modestamente y con el permiso de Zamora uno de los personajes más grandes del siglo XX–, se lo llamó directamente a «lady» Astor en el Parlamento. Ella, previamente, había llamado a Churchill «borracho». –Y usted es fea. Mi problema se arregla con una siesta. El suyo es para toda la vida–. Lo de Anna Gabriel y las «magas» de Valencia es para escribir un libro.

Pero lo políticamente correcto ha prohibido todo. Y a todos. «Era su nombre Juana / hija de un zurrador y una gitana. / Cambió de nombre y se llamó Ana Pérez / con ayuda de un sastre y de un alférez. / Y, viéndose triunfante, / a Toledo se fue con un farsante, / adonde, por doncella, una alcahueta / se la vendió a un trompeta». Quevedo condenado por el último pareado dedicado a Juana:

«En donde por lo puta y por lo moza / se llamó doña Julia de Mendoza». También prohibido don Manuel del Palacio. «Diálogo al vuelo cogido / en el baile de Menchaca. / -Oriénteme usted, querido; / ¿quién es esa horrible vaca / que al pasar le ha sonreído?-. / Se lo diré, caballero: / Es doña Julia Terrón, / hija del duque de Ampuero / y madre de este ternero / que está a su disposición». Tercetos del soneto de don Manuel a la nobleza española de la Corte de Isabel II: «Saavedra a la Lombilla jode ahora; / Sanjuán, de Fernandina es el segundo. / Y don Ramón con la Fonseca mora. / Mas si queréis ejemplo más profundo, / en Palacio hallaréis una señora / que es capaz de joder con todo el mundo». Y era fea.

A Bretón de los Herreros –también prohibido por machista–, le da por la ironía: «Doña Tecla, la de Yecla / es Tecla muy singular. / ¡De qué servirá una tecla / que no se deja tocar?». Carlos Cano, el poeta del XIX, no el cantautor del XX: «De espaldas a mi novia la fornico. / Y ella mucho se mueve y se menea. / ¿La razón? Que su padre es harto rico / y mi novia terriblemente fea». Hasta el anónimo juego de palabras versificado ha sido prohibido por la Nueva Inquisición: «Te quiero jo, te quiero jo / te quiero joven y bella, / como una pu / como una pu / como una pura doncella. / Y con mi pi, / y con mi pi / y con mi pícara mano / tocar las te / tocar las te / tocar las teclas del piano». A Juan Pérez Creus, poeta que escribió con los seudónimos de «Maese Pérez» y «Pájaro Pinto», lo calificó una periodista de «Informaciones» de «cobarde, piojoso, melindres y maricón» por no haberse atrevido a firmar con su nombre unos versos contra la familia de Franco que corrieron, como en el Siglo de Oro, por todas las tabernas de Madrid. Tardó Pérez Creus cinco años en vengarse y, ya con la libertad recuperada, respondió a la periodista con un soneto cuyos tercetos serían hoy motivo de encarcelamiento súbito: «Llamarte fresca, pobre sonaría. / Decirte zorra, no daría tu talla / pues por puta te tienen las personas. / Y llamarte putísima, sería / como llamarle cerro al Himalaya, / como decirle arroyo al Amazonas». Y a la escritora Dolores Medio, cuando la descubrió paseando por la orilla del Sardinero: «Saca ya de las aguas / tus pies pequeños, / que se te corta el “siglo”, / Dolores Medio». Y los tercetos de Antonio Mingote a lo más admirable de una mujer que deambulaba por El Retiro: «Te veo caminar mientras te alejas / esparciendo a tu paso la hermosura, / y suspiro, ya ves, sin disimulo, / pues suspenso y atónito me dejas / admirando en tu porte y tu figura / lo que es más digno de admirar. Tu culo».

jueves, 31 de octubre de 2024

Jurado número dos, de Clint Eastwood

Luis Martínez, "Jurado Nº 2. Un eterno Clint Eastwood sin edad y sin piedad (****)", en El Mundo, 30 - X - 2024:

El más que longevo director completa una de sus películas más calladamente turbias de su filmografía

Cuenta Cicerón en su tratado sobre la vejez que Platón murió a los 81 y que la muerte le sorprendió en plena redacción de su último libro; que Isócrates escribió a los 94 'Panatenaicos' ("Y se sabe que vivió un quinquenio más") y que su maestro Leontino Gorgias cumplió los 107 y cuando le preguntaron por qué quería seguir viviendo, contestó: "No tengo nada que reprochar a la vejez". Uno se imagina a Clint Eastwood y sus 94 irreprochables años delante de su último trabajo y no queda otra que rendirse. No está claro que 'Jurado Nº 2' sea su última película, pero si así fuera, pocos adioses tan perfectos, tan vitales y tan ajenos a su condición de despedida.

'Jurado Nº 2' insiste en buena medida en el núcleo de una filmografía y hasta una vida obsesionadas las dos por las heridas de la culpa, por el sentido de la justicia y por los muchos inconvenientes de la vida en común. El director de 'Sin perdón', 'Mystic River' y 'Million Dollar Baby' (todas obras mayores) retoma ese cauce oculto de un cine en el que el más furioso de los libertarios convive con el más cabal de los moralistas. A distancia de esa obsesión reciente por los esforzados héroes anónimos, se diría que el cineasta vuelve a lo mejor de sí no tanto para purgar penas o hacer balance como para simplemente recordarse y recordarnos que, a veces, el mejor cine descansa en un simple plano detenido sobre una mirada que huye, un gesto furtivo que delata o nada más que una duda.

La película remite a los grandes dramas judiciales a puerta cerrada. La memoria del cine transparente y efectivo del Sidney Lumet de '12 hombres sin piedad' respira en cada secuencia con una certeza muy cerca de todos los abismos. La historia se antoja tan improbable como cautivadora. Y muy turbia. Un hombre es elegido como miembro del jurado popular en el juicio de un homicidio (o quizá asesinato) del que él, que no el acusado, es en verdad culpable. Lo que sigue es una deliberación cerca de la eternidad sea en el interior de la sala de, precisamente, deliberaciones como en lo más hondo de una conciencia que arde. Confesar e inmolarse en un acto de verdad que también lo es de justicia, o callar y dejar que la vida siga su curso. En verdad, todo es más complejo. El protagonista también es inocente (todo no fue más que un error, un accidente), pero no tiene forma de demostrarlo. Es decir, si se descubre ante todos, da lo mismo sus razones, pierde él y pierde la verdad. Y si se mantiene en silencio, pierde un inocente y pierde la justicia. ¿Puede ser acaso distinta la justicia de la verdad? ¿Dónde queda aquel célebre aforismo de que la justicia es la verdad en acción? Y así.

'Jurado Nº 2' avanza por la pantalla con cada plano en su sitio de la mano de una estructura dispuesta en espiral tan absorbente como reveladora, tan eficaz como libre de adornos. El perfecto trabajo tanto de Nicholas Hoult, en el papel del miembro del jurado a brazo partido contra su destino y su culpa, como de la siempre renacida Toni Collette, en la piel de una despiadada fiscal, puntúan cada tragedia diminuta con una profundidad a la altura de su transparencia. Lo profundo está en la superficie. Eastwood vuelve a su cine de fraseos largos, de escenas únicamente pendientes del peso de las miradas, de ambigüedades perfectamente calculadas y de un raro clasicismo que, de repente, se antoja casi vanguardista. Y todo ello arropado por un coro de voces (J. K. Simmons, Kiefer Sutherland o Cedric Yarbrough) que no solo ofrecen relieve y hondura, sino que acaban por configurar el escenario de un espejo que delata: ellos somos nosotros.

El resultado es una película que también es una prueba de vida. Definitivamente, en la vejez de Eastwood caben todas las juventudes del mundo.

Dirección: Clint Eastwood. Intérpretes: Nicholas Hoult, Toni Collette, J. K. Simmons, Kiefer Sutherland, Chris Messina. Duración: 117 minutos. Nacionalidad: Estados Unidos.