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martes, 12 de noviembre de 2024

El salmo 129.

 Un cura va conduciendo cuándo ve una monja parada a un lado de la carretera esperando el autobús

El cura se detiene y le ofrece llevarla hasta el pueblo más próximo.

La monja acepta y pone el equipaje en el asiento trasero, al sentarse su hábito se abre un poco y deja ver una hermosa pierna.

Cuándo el cura lo advierte, casi ocurre un accidente; consigue controlar el coche, aunque no resiste la tentación y pone la mano en la pierna de ella.

La monja mira al cura y le dice:

- Padre, recuerde el Salmo 129.

El cura retira rápidamente su mano y pide disculpas, pero sus ojos se resisten a dejar de mirar la pierna, por lo que, poco después, su mano salta de la palanca del cambio, esta vez a la rodilla de la monja:

- Padre, recuerde el salmo 129, reitera la monja.

El cura, contrariado, retira la mano y trata de disculparse:

- La carne es débil, hermana.

Llegan a su destino y ella mira al cura significativamente; y le agradece el favor de haberla acercado a su destino.

El cura prosigue su viaje y cuándo llega a su destino corre a ver lo que dice el salmo 129:

"Sigue adelante e inténtalo y alcanzarás la gloria".

domingo, 3 de noviembre de 2024

La teoría de la relatividad en el Cielo

 Tres mujeres mueren juntas en un accidente de tráfico y van al Cielo...

Al llegar San Pedro les dice: "Solo hay una regla en el cielo... No pisar a las hormigas”.

Así que entran en el Cielo y ¡claro! el lugar está llenísimo de hormigas. Es casi imposible no pisarlas, aunque hagan todo lo que puedan por evitarlas.

La primera mujer, accidentalmente, pisó una. Y allá viene San Pedro con el hombre más feo que la pobre mujer haya visto jamás. San Pedro los encadena juntos y dice:

- ¡Tu castigo por pisar hormigas será pasar la eternidad encadenada a este hombre feo!

Al día siguiente, la segunda mujer pisó accidentalmente a una hormiga, San Pedro se dio cuenta y trae con él a otro hombre tremendo de feo que era. Los encadena juntos y suelta el mismo discurso que a la primera mujer.

La tercera, habiéndolo observado todo, y no queriendo ser encadenada a un hombre feo por toda la eternidad, se vuelve MUY cuidadosa en fijarse donde pisa. Y de alguna manera se las arregló para pasarse meses y más meses sin pisar hormiga alguna.

Pero un día llega San Pedro con el hombre más hermoso que ella ha visto jamás... Alto, guapo, de ojos grandes y largas pestañas, de cuerpo delgado y atlético.

San Pedro los encadena juntos sin decir palabra... La mujer, sin salir de su asombro, dice:

- ¡Me pregunto qué habré hecho para merecer que me encadenen a alguien como tú por toda la eternidad...!

El chico dice:

- No sé tú.... ¡pero yo pisé una maldita hormiga!

domingo, 8 de septiembre de 2024

Sátira contra los novatos que se dicen escritores, por Donaciano Bueno

 DEDÍCATE A OTRA COSA (sátira de Donaciano Bueno)


Me pides tu opinión y aquí te dejo

sincera, la respuesta de un amigo,

que todo lo que escribes suena a viejo,

no salva tan siquiera ni el pellejo,

espero no me entiendas te fustigo.


Del arte de escribir no andas sobrado,

resígnate a entenderlo y no persistas,

dedícate a explorar a otras aristas

y líbrate de hundirte en el pecado,

la pluma no se aviene a los turistas.


Pues vete ya a tu hogar, ponte una copa,

relájate y enciende un cigarrillo,

y añade a tu escritura el estribillo

haciendo oídos sordos a la estopa

dejando ya por fin de ser pardillo.


Y a aquello que escribiste, ya es pasado,

pues nadie ha de leerlo, no te importe,

dedica tu energía a aquel deporte

que sepas de verdad no estás gafado,

y sea lo que más te reconforte.

lunes, 29 de julio de 2024

Apólogos sobre el arte de injuriar. El león novato, La embajada de Valle-Inclán y La moneda de Schopenhauer.

Eduardo Infante, "El noble arte del insulto o por qué no me gusta la fruta", El País, hoy:

Para que nuestros jóvenes llegasen a dominar el improperio, más provecho encontrarían en Schopenhauer que en Ayuso. El alemán escribió un utilísimo manual para injuriadores amateur bajo el título El arte de insultar.

No hace mucho que un ministro del Reino de España llamaba «saco de mierda» a un jefe de prensa, que la presidenta de una comunidad autónoma mascullaba un «hijo de puta», desde la Tribuna de invitados, al presidente del Gobierno y que dos grupos parlamentarios protagonizaban una batalla de insultos, obligando a la presidenta de la Cámara a paralizar el debate y tener que llamar al orden.

Cuentan que, en cierta ocasión, uno de los leones del Congreso se jubiló y fue sustituido por otro más lozano. El león inexperto llegó a primera hora y, al tomar su sitio en la escalinata, comenzó a escuchar un lejano rumor de voces que parecían provenir del hemiciclo: «¡Ladrón, corrupto, desleal, fascista, felón, gánster, gilipollas, incompetente, inepto, mediocre, mentiroso, tirano, traidor…!» y, atónito, preguntó al veterano: «¿Ya se están peleando?». A lo que el otro respondió: «Tranquilo, solo están pasando lista».

Posiblemente, como el león novato, nuestros jóvenes, los futuros ciudadanos, solo han escuchado insultos en la boca de nuestros políticos. Y esto es algo triste y descorazonador. Duele en el alma ser testigo de cómo las antiguas y nobles artes se van perdiendo, porque ni a nuestros zagales les da por practicarlas como es debido, ni a nosotros por enseñárselas. Vociferar «¡hijo de puta!»  no es insultar, sino graznar.

Dos personas que sí dominaban el noble arte del insulto fueron Ramón del Valle-Inclán y Julio Camba. Ambos escritores rivalizaron por un puesto de embajador en París. Camba, para deslucir los méritos de su oponente, espetó que Valle era tan inepto para el cargo que ni sabía cómo pedir una trucha en francés. Don Ramón respondió que, efectivamente, no tenía la menor idea, pero que el impedimento tenía fácil solución: la República debía nombrarlo a él embajador y a Camba, cocinero. Así Camba podría ir todos los días al mercado parisino y hacer buen uso de su talento para comprar truchas y cocinárselas al embajador.

Para que nuestros jóvenes llegasen a dominar el improperio como lo hacían estos dos maestros gallegos, más provecho encontrarían en Schopenhauer que en Ayuso. El alemán escribió un utilísimo manual para injuriadores amateur bajo el título El arte de insultar. En él se puede consultar un amplio catálogo de escarnios, descalificaciones, invectivas, mofas, denuestos, críticas, reprobaciones, ironías, censuras y sarcasmos que van mucho más allá del tan manido «¡hijo de puta!». Schopenhauer aconseja que, siempre que se pueda, se argumente, pero que cuando nos topemos con aquel imbécil que no ceja en su empeño de repetir sandeces, lo mejor es pasar, sin remordimiento, al insulto, con una condición: hacer siempre uso del humor, el ingenio y la inteligencia. Y, añade el alemán, para que el vituperio sea eficaz, se debe procurar que este sea agudo, lúcido, certero, preciso y tenga como objetivo desconcertar a nuestro oponente sin caer en la ordinariez. Todo ello hará del insulto un arte del que Schopenhauer dio buena muestra de virtuosismo, como así muestra la anécdota de la extraña ceremonia que el filósofo realizaba cada vez que  comía en el restaurante del hotel Inglés. Al comenzar la comida ponía una moneda de oro sobre la mesa y, al acabarla, se la volvía a meter en el bolsillo. Un día, uno de los camareros le preguntó por el significado de aquel extraño rito. Schopenhauer les desveló a los que se encontraban en aquel comedor que se trataba de una apuesta:  todos los días se jugaba donar la moneda a los pobres, si los oficiales ingleses que allí comían hablaban de algo que no fuera caballos o mujeres.

Aun así, advierte Schopenhauer, el vituperio solo debe usarse como último recurso y lo preferible es escoger bien a nuestros interlocutores. Un parlamento aderezado con un «hijo de puta» o un «saco de mierda» nada aporta a al debate democrático, todo lo contrario, lo vuelve un engrudo que hace imposible el libre intercambio de ideas del que nacen las soluciones comunes a los problemas de todos. Quizás, el abuso del insulto, al que peligrosamente nos estamos acostumbrando, no sea una cuestión de mala educación. Quizás, haya detrás una consciente intención de boicotear el diálogo de los ciudadanos, la entraña misma de la democracia. Sea como fuere, el insulto en la política debiera ser lo que la anchoa a la pizza: el encuentro esporádico y sorpresivo con un medido trozo, alegra y despierta el paladar con un ajustado golpe de sal. Empero, es muy fácil pecar de hybris y convertir la genialidad en aberración. Traspasar los límites naturales convierte algo suculento y nutritivo en basura.

domingo, 21 de julio de 2024

El apólogo de Tyrion Lannister

 Una vez entré en un burdel con un panal y un asno, y la encargada me dice 

- ¿Qué podemos hacer por usted?’ Y respondí

- ‘Necesito una mujer para acostarme, pues la mía me ha dejado’

 Entonces, la encargada me pregunta 

-¿Y para qué son el panal y el asno?’

Y yo le contesté:

-“Mi mujer encontró un genio en una botella que le concedió tres deseos. El primero fue una casa digna de una reina, por lo que le dio este maldito panal de abejas. El segundo deseo fue tener el mejor culo de toda la Tierra, por lo que le dio este maldito burro”

Y la mujer me pregunto: 

‘¿Y el tercer deseo?’

Y yo le respondí 

-‘Mi mujer le pidió al genio que mi pito colgara más abajo que mi rodilla’

-‘Bueno, eso no es tan malo, ¿no?’ Dijo la señora

Y yo le respondí

‘¡¿No es tan malo?! ¡Solía medir un metro noventa!'

martes, 2 de julio de 2024

AEE

 El presidente de la Asociación de Estreñidos Españoles: "A veces las cosas no salen como uno quiere".

lunes, 1 de julio de 2024

El humor judío

De Mauricio Bach, "Humor judío, una historia de Nueva York", en La Vanguardia, 29 de abril de 2023:

La publicación de las memorias de Mel Brooks o el rescate y reedición de las obras de Nora Ephron renueva la actualidad e interés de una forma de humor que pervive también en series y películas

Empecemos con un par de chistes. El primero: “Llevo con mucho orgullo el reloj de mi abuelo. Me lo vendió en su lecho de muerte”. El segundo: “Si un libro sobre el fracaso no se vende, ¿es un éxito?”. ¿Qué tienen en común, más allá de jugar con el absurdo y la paradoja para crear el efecto cómico? En ambos casos sus autores son judíos neoyorquinos, empezaron en el mundo de la stand-up comedy y triunfaron después en la pantalla. El primer chiste es de Woody Allen; el segundo, de Jerry Seinfeld. Ahora se publican en castellano las memorias de otro peso pesado del humor judío neoyorquino, Mel Brooks. ¡Todo sobre mí! ( Libros del Kultrum) es un libro amenísimo y repleto de anécdotas, que además ayuda a entender qué es esto del humor judío, por qué se ha desarrollado con tanta fuerza en Nueva York a lo largo del siglo XX y desde allí ha conquistado el mundo.

Vamos a los orígenes: entre el gran flujo migratorio que llegó desde Europa a EE.UU. en el siglo XIX y las primeras décadas del XX, uno de los grupos más nutridos fueron los judíos procedentes del centro y el este del continente, que huían de los pogromos y del hambre. La mayoría eran asquenazíes y trajeron con ellos un idioma –el yiddish–, una religión, unas costumbres, una gastronomía y también un sentido del humor propio. Una de sus principales características es la autoparodia y cuando esto se entremezcla con las neurosis de la gran ciudad, surgen personajes como el que ha ido perfilando Woody Allen en sus películas o el que Jerry Seinfeld cinceló en su serie televisiva. Apunto algunos otros elementos significativos de esta particular comicidad: el personaje de la madre posesiva y con mucho carácter, las familias no siempre bien avenidas, las dudas religiosas, las inseguridades vitales, la combinación de una ironía con tintes muy intelectuales y hasta metafísicos con la sal gorda propia del chiste popular…

Uno de los sectores en los que esta comunidad dejó huella es el del espectáculo y las variedades, de donde saltaron al cine y la televisión. Hay una pionera muy relevante, Fanny Brice, actriz y cantante de madre judía que triunfó a partir de la década de 1910 en las revistas musicales del empresario Florenz Ziegfeld, las Ziegfeld Follies, que son uno de los antecedentes de un género genuinamente americano: el musical de Broadway. Precisamente uno de esos musicales, Funny Girl, la inmortalizó, interpretada sobre las tablas y después en la pantalla por Barbra Streisand, que retomó al personaje en Funny Lady.

También empezaron sobre los escenarios los hermanos Marx, cuyo éxito en Broadway llegó en los años veinte y a finales de esa década dieron el salto a las películas. Por esa misma época, se constituyó otro grupo con inicios en el vodevil y posterior carrera en el cine: Los tres chiflados, menos conocidos fuera de EE.UU. y con una comicidad menos sofisticada que la de los Marx. Ambos casos ejemplifican cómo este humor conquistó Hollywood, cuyos primeros magnates, por cierto, fueron también en su mayoría descendientes de judíos procedentes de la inmigración del este y el centro de Europa.

En la posguerra, la práctica totalidad de los cómicos judíos neoyorquinos seguían un idéntico periplo iniciático. Daban sus primeros pasos en el llamado Borscht Belt (el cinturón del Borscht) en las montañas Catskill, también conocidas como los Alpes judíos. En unos años en que esta comunidad no era bien recibida en muchos hoteles, esa zona concentraba resorts de veraneo para familias judías pudientes de Nueva York. Y contaban, como parte de su oferta de ocio, con actuaciones de humoristas (este mundo está muy bien retratado en la segunda temporada de la deliciosa serie de Amazon La maravillosa señora Maisel).

En las Catskill se foguearon futuras leyendas como Sid Caesar, George Burns, Milton Berle, Don Rickles, Danny Kaye, Red Buttons, Rodney Dangerfield, Joan Rivers, Jean Carroll, Phyllis Diller, Mel Brooks, Carl Reiner, Jerry Lewis, Lenny Bruce, Woody Allen… Estos complejos estivales entraron en decadencia a partir de los años sesenta, cuando por un lado se atemperó el antisemitismo y por otro se popularizó la aviación comercial, que permitía optar por destinos más lejanos.

Tras probar que eran capaces de provocar la carcajada de los veraneantes, los cómicos daban el salto a los clubs de comedia de la ciudad y desde ahí al medio que entonces se estaba expandiendo por todo el país: la televisión. Hay un programa de gags de especial relevancia a principios de los años cincuenta: Your Show of Shows de Sid Caesar, en el que formaba pareja con Imogene Coca. El departamento de guionistas fue una cantera de humoristas judíos de Nueva York. Allí se reunían, con Mel Tolkin al mando, Carl Reiner (que también actuaba), Mel Brooks, Neil Simon y su hermano Danny, y en la última etapa un jovencísimo Woody Allen. Esta legendaria sala de guionistas inspiró a Neil Simon una de sus comedias tardías, Laughther on the 23rd floor, cuyos personajes son retratos apenas velados de las figuras reales.

Buena parte de los competidores de Caesar eran también judíos: George Burns y Gracie Allen por un lado y Jack Benny por otro tuvieron su programa televisivo de gags. Y en 1955 llegó The Phil Silvers Show, comandado por un cómico procaz procedente del vodevil al que llamaban The King of Chutzpah, una palabra de origen yiddish que quiere decir descarado, insolente.

Judíos del centro y el este de Europa llegaron a Estados Unidos huyendo de los pogromos y del hambre. Trajeron con ellos un idioma, el yiddish, una religión, costumbres, gastronomía y un sentido del humor propio.

Uno de los guionistas de Caesar, Neil Simon, se convirtió en el rey de las comedias de Broadway y sus piezas más populares tuvieron exitosas adaptaciones al cine: Descalzos en el parque, La extraña pareja, La pareja chiflada, El prisionero de la Segunda Avenida… Mirado en ocasiones por encima del hombro como un mero autor de teatro comercial, Simon manejó con eficacia los resortes de la comicidad. Abordó también sus raíces judías en obras de corte autobiográfico como Memorias de Brighton Beach o Biloxi Blues.

Otros dos guionistas del equipo, Mel Brooks y Carl Reiner, hicieron buenas migas y les divertía actuar juntos para los amigos. De esas improvisaciones humorísticas nació El hombre de 2000 años. Brooks interpretaba a un tipo que había vivido todo ese tiempo y Reiner le daba la réplica. En 1961 grabaron un disco –al que seguirían otros dos– que vendió más de un millón de ejemplares. A principios de los sesenta surgió otro dúo cómico legendario, el formado por Mike Nichols (futuro director de ¿Quién teme a Virginia Woolf? y El graduado) y Elaine May (que se inició en el teatro ambulante en yiddish).

Mel Brooks triunfó en la televisión como cocreador con Buck Henry de El superagente 86 (el del celebérrimo zapatófono) y debutó en el cine en 1967 con un auténtico hito: Los productores, con dos soberbios cómicos judíos: Zero Mostel y Gene Wilder. Mostel ya era entonces una leyenda de Broadway. Había tenido problemas de trabajo al ser investigado por el Comité de Actividades Antiamericanas por sus simpatías comunistas. Renació a lo grande en 1957 interpretando al Leopold Bloom de Joyce en Ulysses in Night­town y participó después en el histórico musical El violinista en el tejado. Wilder era un principiante con aspiraciones a actor dramático en el que Brooks descubrió una vena cómica arrolladora. Mezcla sin complejos de sofisticación y astracanada, Los productores tuvo la osadía de bromear con un chiflado autor teatral nazi y su musical sobre Hitler, por lo que recibió críticas y presiones. Brooks siguió en racha en sus siguientes películas y tuvo otro exitazo con El jovencito Frankenstein. En sus memorias cuenta la anécdota de que tuvo que comprar pañuelos para que todo el equipo se los metiera en la boca y evitar así las carcajadas en el plató porque fastidiaban las tomas.

Menos conocido por el gran público que Brooks, Carl Reiner fue otra figura muy relevante del humor americano: como actor protagonizó la gran comedia ¡Que vienen los rusos! ¡Que vienen los rusos! y alcanzó tardía fama con sus apariciones en la serie Ocean’s Eleven. Como director tiene una notable película sobre un comediante en decadencia, El cómico, con Dick Van Dyke. Su hijo Rob Reiner fue el director de una de las grandes comedias de los ochenta: Cuando Harry encontró a Sally, escrita por Norah Ephron. Hija de guionistas judíos neoyorquinos, nació en Nueva York pero creció en Los Ángeles porque sus padres fueron a trabajar a Hollywood. Después regresó a la costa este y se convirtió en una figura del periodismo. El actor principal era Billy Crys­tal, cómico judío criado en el Bronx. Y una curiosidad, si me lo permiten: la señora que en la famosísima escena del orgasmo simulado de Meg Ryan le dice al camarero que quiere que le sirvan lo mismo que está tomando ella era la actriz y cantante Estelle Lebost, madre de Rob y esposa de Carl.

En un ámbito menos comercial y confortable se movieron dos grandes humoristas subversivos que basaban sus actuaciones en la provocación. Hablamos por un lado de Lenny Bruce, cuya madre, Sally Marr, fue una relevante stand-up comedian que ejerció una enorme influencia en su hijo. Bruce, cuya carrera se desarrolló en los años cincuenta y sesenta, jugaba a provocar al público, hacía chistes impropios sobre judíos y negros y fue detenido por obscenidad en varias ocasiones. El otro, Andy Kaufman, llegó un poco más tarde, en los setenta, y llevó el humor al límite más como performer que como simple comediante. Buscaba desconcertar al espectador, que muchas veces no sabía si lo que veía era parte del espectáculo o algo estaba saliendo mal. Uno de los personajes que creó fue el casposo y repulsivo cantante Tony Clifton, que encadenaba comentarios impropios hasta provocar la reacción indignada del público.

Ambos artistas han tenido su biopic: Lenny de Bob Fosse en el caso del primero y Man in the Moon de Milos Forman el segundo. Bruce, por cierto, aparece como personaje en La maravillosa Miss Maisel, que es un retrato muy fiel del mundo de la stand-up comedy neoyorquina. La creadora, Amy Sherman-Palladino, lo conoce bien porque su padre, Don Sherman, fue un cómico criado en el Bronx que después tuvo una larga carrera actuando en cruceros.

Si hay un personaje que representa el paradigma del tema de este artículo es Woody Allen. Sus películas están plagadas de madres posesivas, hermanas ortodoxas, histriónicas reuniones familiares, pesadillas con rabinos, detalles sobre las costumbres de la comunidad… Algunas obras son especialmente significativas: Annie Hall fue la primera en que abordó su identidad judía de forma explícita, Días de radio es un emotivo retrato familiar a partir de sus recuerdos, en Broadway Danny Rose interpreta a un inepto agente de artistas de variedades, en su episodio de Historias de Nueva York trazó el retrato definitivo de la madre judía dominadora, y películas como Hannah y sus hermanas, Delitos y faltas y Desmontando a Harry rebosan de referencias.

A la misma altura, pero en el ámbito televisivo, habría que situar Seinfeld, que revolucionó en los años noventa los planteamientos clásicos y acaso adocenados de la sitcom televisiva. En palabras de sus creadores, Jerry Seinfeld y Larry David, se trataba de “un show sobre nada”, que partía de las situaciones cotidianas más anodinas para convertirlas en puro disparate. El protagonista, proveniente de la stand-up comedy, se interpretaba a sí mismo y la propuesta era neoyorquina hasta el tuétano y contenía abundantes referencias a la identidad judía de la mayoría de los personajes. En este aspecto, eran especialmente relevantes los padres de Seinfeld y de George Constanza, adjudicados a grandes cómicos históricos: Liz Sheridan, Estelle Harris, Barney Martin y, en el caso del padre de Constanza, nada menos que Jerry Stiller, padre de Ben Stiller.

Larry David creó y protagonizó después Curb Your Enthusiasm (HBO), en la que un personaje neurótico y puñetero que es una versión exagerada de él se trasladaba a Los Ángeles, donde desarrolla situaciones de un humor provocador, que puede llegar a incomodar al espectador. También son judíos neoyorquinos los creadores de otros dos hitos de la sitcom : Martha Kauffman y Daniel Crane de Friends y Chuck Lorre de The Big Bang Theory, aunque esta última está ambientada en la costa oeste.

Sin dejar el ámbito de la televisión, la ya mencionada La maravillosa señora Maisel (se acaba de estrenar la quinta y última temporada) retrata este mundo neoyorquino en la posguerra y de nuevo los padres de la protagonista y de su marido son personajes muy jugosos, interpretados por los veteranos Tony Shalhoub, Marin Hinkle, Caroline Aaron, Kevin Pollak. El cruce de ambas parejas permite mostrar dos capas muy diferentes de la comunidad judía neoyorquina. Por su parte, la recién estrenada tragicomedia Fleishman está en apuros (Disney+), protagonizada por Jesse Eisenberg, demuestra que el humor sobre el que hemos hablado aquí sigue en plena vitalidad. Por último, mencionar que el actual rey de la comedia, Judd Apatow, viene también de estos orígenes, aunque se trasladó de joven a Los Ángeles, donde triunfó primero como stand-up comedian y después como director y productor de televisión y cine. Acabaremos con una cita de las memorias de Mel Brooks: “Aunque parezca absurda, idiota y disparatada, la comedia dice mucho sobre la condición humana. Porque si puedes reír, puedes sobrevivir”.

Estampas de la ciudad judía

Georges Perec, escritor francés descendiente de judíos polacos, es autor de una de las piezas más hermosas sobre la emigración, el desarraigo y el exilio: Ellis Island, que es un libro (Seix Barral en castellano) y una película que él mismo dirigió. A Ellis Island llegaban quienes tenían el sueño de empezar una nueva vida en EE.UU. Esta pequeña isla frente a Nueva York era la puerta que daba o no acceso al paraíso soñado, porque allí se hacía la selección de quién entraba en el país y quién era rechazado. La película El sueño de Ellis (The Inmigrant) de James Gray, con Marion Cotillard y Joaquin Phoenix, es un buen retrato de esa dura realidad.

Por allí pasaron miles de judíos y muchos de los aceptados se instalaron en Nueva York, donde creció una importante comunidad. Hoy, cualquiera que visite la ciudad puede hacer una escapada al barrio de Williamsburg , poblado por ortodoxos jasídicos, y tendrá la sensación de viajar en el tiempo por sus vestimentas de otra época. Y puede pasear por el llamado Diamond District, en la calle 47 de Manhattan, una sucesión de joyerías regentadas por judíos. Es un entorno muy cinematográfico, allí se desarrollaba una escena de gran dramatismo de Marathon Man y allí arranca el thriller de los hermanos Safdie Diamantes en bruto, con Adam Sandler.

Otra muestra de la relevancia de esta cultura en la ciudad es el exitoso musical de Broadway de 1964 El violinista en el tejado, después convertido en película. Está inspirado en los cuentos del escritor humorístico ruso en yiddish Sholem Aleijem, que retrataban la vida de las comunidades judías en la Rusia de principios del siglo XX. En yiddish escribió también Isaac Bashevis Singer, polaco, hijo de rabino, que llegó a EE.UU. con treinta y pocos años huyendo de Hitler, se instaló en Nueva York, consiguió la ciudadanía en 1943 y ganó el Nobel en 1978. Su literatura se centra sobre todo en el mundo centroeuropeo del que procedía, pero traza un excelente retrato de los inmigrantes en Sombras sobre el Hudson. La comunidad neoyorquina era tan numerosa que en los años treinta se hacía teatro en yiddish (Clifford Odets estrenó Levántate y canta en esta lengua con el Group Theatre) y también cine (Edgar G. Ullmer rodó cuatro melodramas en yiddish).

Chaim Potok, escritor y rabino del Bronx, retrató el mundo de la comunidad ortodoxa en obras como Los elegidos (1967), su más célebre novela. La literatura ha dejado grandes retratos judíos de Nueva York en la obra de autores como Henry Roth, Bernard Malamud, Philip Roth, Cynthia Ozick, Norman Mailer…

También nació en Nueva York, hijo de judíos rusos inmigrantes, Ben Hetch, que después se trasladó a Chicago y a Los Ángeles, donde lo llamaban el Shakespeare de Hollywood por sus espléndidos guiones. Es también judío neoyorquino el dramaturgo Tony Kushner, que retrató la crisis del sida en la que tal vez sea la obra más importante del teatro americano contemporáneo, Ángeles en América. Desde hace tiempo es colaborador asiduo de Spielberg en los guiones de películas como Múnich y Los Fabelman. En el ámbito de la novela gráfica son muy relevantes las aportaciones de Will Eisner con Contrato con Dios y Art Spiegelman con Maus.

El humor tiene un representante histórico en S. J. Perelman, periodista y guionista de los hermanos Marx, cuyos relatos y textos periodísticos están recopilados en Perelmanía (Contra). Hay que destacar también la obra literaria de Woody Allen y los artículos cargados de ironía de Nora Ephron. También hay que mencionar a la novelista Laurie Colwin, de la que Asteroide publica un jugoso libro gastronómico: Una escritora en la cocina. Merecen destacarse los divertidísimos relatos del actor Jesse Eisenberg (El besugo me da hipo, Reservoir Books) y la novela de Taffie Brodesser-Akner Fleishman está en apuros (Umbriel). M.B.

"Estos son mis principios, y si no le gustan… tengo otros” Groucho Marx

"Si a Jesucristo lo hubieran matado hace veinte años, los niños de los colegios católicos llevarían colgadas del cuello sillas eléctricas en miniatura en lugar de cruces" Lenny Bruce

"Una cita es una experiencia que tienes con otra persona que te hace apreciar la soledad” Larry David

"No creo en una vida más allá, pero, por si acaso, me he cambiado de ropa interior” Woody Allen

"El deseo de casarse es un instinto primario de las mujeres. Seguido por otro instinto primario: el deseo de volver a estar soltera” Nora Ephron

"Mientras el mundo siga girando, te vas a sentir mareado y vas a ir cometiendo errores” Mel Brooks

"El tío que inventó la primera rueda era un idiota; el tío que inventó las otras tres era un genio” Sid Caesar

BIBLIOGRAFÍA

Mel Brooks, Todo sobre mí mismo, Libros del Kultrum

Nora Ephron, No me acuerdo de nada, Libros del Asteroide

Ensalada loca: algunas cosas sobre las mujeres, Anagrama

Taffy Brodesser-Akner, Fleishman está en apuros, Umbriel

Laurie Colwin, Una escritora en la cocina, Libros del Asteroide

Woody Allen, Gravedad cero, Alianza Editorial

sábado, 15 de junio de 2024

Humor científico.

 Letreros orientativos del edificio de la Universidad Autónoma de México (UNAM):

Si es verde y se mueve, es Biología.

Si apesta, es Química.

Si no sale, es Física.

viernes, 26 de abril de 2024

Leyes absurdas

¿Qué Leyes absurdas han sido decretadas en algún momento?

Algunas de EE.UU. (muchas siguen vigentes):

Los pájaros siempre tienen prioridad en las autopistas (Utah).

Está prohibido hablar inglés británico, ya que la lengua oficial es el americano (Illinois).

Está prohibido tener sexo con animales que no superen los 18 kg (Virginia).

Está prohibido disparar un fusil desde el coche, salvo a una ballena (California).

Está prohibido lanzar cuchillos sobre personas que lleven camiseta a rayas (Kansas).

Está prohibido cabalgar en camello en una autopista (Nevada).

No se pueden llevar botas de cowboy, salvo si tienes dos o más vacas (California).

Está prohibido limpiar el coche utilizando ropa interior sucia (San Francisco).

Prohibido que los niños lleven cortes de pelo insólitos (Texas).

Está prohibido tener más de dos vibradores en casa (Arizona).

Está prohibido pescar en pijama (Illinois).

Está prohibido atar jirafas a postes de teléfono o farolas (Atlanta, Georgia).

Está prohibido bajar por la gran vía sobre una mula en agosto, salvo si ésta lleva gorro (Pennsylvania).

Están prohibidos los caballos en los hostales, salvo si llevan pantalón (Carolina del Sur)

Está prohibido que los pollos crucen la calle (Quitman, Georgia).

Están prohibidos los duelos con pistolas de agua (Massachusetts).

Una persona se considerará siempre sobria hasta que se caiga por los suelos (Kentucky).

Los hombres que tengan bigote no pueden dar besos (Nevada).

Está prohibido excitar a las mustelas (Minnesota).

Las personas deben bañarse una vez al año (Kentucky).

No está permitido comer en lugares que están ardiendo (Chicago).

Están prohibidas las peleas entre perros y gatos (Carolina del Norte).

Está prohibido pescar con lazo (Pennsylvania).

Un piloto no puede hacer cosquillas con un plumero a una estudiante de pilotaje (Columbia, Pennsylvania).

Está prohibido hacer ruido tomando sopa (Nueva Jersey).

Es ilegal prestar la aspiradora a un vecino (Denver).

Es ilegal caminar hacia atrás y comer cacahuetes en la acera si hay un concierto (Greene, Nueva York).

Prohibido tomar el sol en días de lluvia a no ser que el pronóstico sea de buen tiempo (California).

Prohibido poner sal en la vía del tren, es un delito que se castiga con la pena de muerte (Alabama).

Prohibido llevar un helado de cono en el bolsillo trasero del pantalón (Alabama).

Está prohibido pescar montado a caballo (Idaho).

El valor de PI es 4 y no 3.141592 (Indiana).

Está prohibido cruzar los límites del estado con un pato en la cabeza (Minnesota).

Está prohibido disparar a un grupo de 7 o más indios (Montana).

Es ilegal negar la existencia de Dios (Vermont).

Los habitantes de Seattle no pueden desplazarse con un arma de más de 1,8m (Washington).

Es ilegal fingir que tus padres son ricos (Washington).

Prohibido llevar un violín dentro de una bolsa de papel (Utah).

Prohibido servir tartas de manzana sin queso (Wisconsin).

Está permitido matar osos, pero no se les puede despertar para hacerles una foto (Alaska).

Es ilegal utilizar ropa transparente (Rhode Island).

Prohibido servir vino en tazas de té (Kansas).

Prohibido tirarse pedos en lugares públicos después de las 6am del jueves (Florida).

Prohibido dormirse en un secador de pelo de una peluquería, lo que supone una multa tanto para el cliente como para el peluquero (Florida).

Prohibido criar a cocodrilos en una bañera (Arkansas).

Está prohibido regalar cajas de bombones de menos de 23 kg a una mujer (Idaho).

Está prohibido meterse monedas en la oreja (Hawaii).

Las mulas no pueden dormir en una bañera (Arizona).

Está prohibido llevar un bigote falso que pueda causar risas a la iglesia (Alabama).

Está prohibido dormir en una fábrica de quesos (Dakota del Sur).

viernes, 19 de abril de 2024

El humor según la neurociencia

Manuel Ansede, "El chiste más gracioso de la historia y los límites del humor negro. El libro 'Ja', escrito por un neurocientífico, repasa la ciencia de cuándo reímos y por qué", en El País, 27 de septiembre de 2015:

El martes 30 de enero de 1962, tres alumnas de un internado religioso femenino en Kashasha (Tanzania) se echaron a reír. Su risa era tan contagiosa que las compañeras con las que se iban cruzando también se echaban a reír. La risa se propagaba aula tras aula, hasta infectar a la mitad de los presentes en el colegio. Casi un centenar de personas no podían parar de reír. Pasaron semanas y la gente se seguía riendo. La escuela tuvo que cerrar. Las chicas que regresaban a sus casas en otros pueblos contagiaban a sus vecinos. La epidemia de risa llegó a Nshamba, un pueblo de 10.000 habitantes, donde centenares de personas se echaron a reír. En total, 14 escuelas tuvieron que cerrar y 1.000 personas sufrieron brotes de risa incontenibles. La epidemia desapareció 18 meses después de su inicio y quedó descrita en un estudio científico de 1963 publicado en la revista especializada Central African Journal of Medicine.

El caso lo recuerda el neurocientífico Scott Weems en su libro Ja. La ciencia de cuándo reímos y por qué, publicado por la editorial Taurus. “Ja trata de una idea. La idea es que el humor y su síntoma más corriente —la risa— son productos derivados de poseer un cerebro que se basa en el conflicto”, escribe Weems. El cerebro humano, explica, se adelanta constantemente a los acontecimientos y genera hipótesis. “Sin embargo, a veces conduce al conflicto, por ejemplo cuando intentamos sostener dos o más ideas contradictorias al mismo tiempo. Cuando eso ocurre, a nuestro cerebro solo se le ocurre una cosa: reírse”.

Apoyado en una bibliografía de 135 estudios científicos, Weems describe el humor como “nuestra respuesta natural al conflicto y a la confusión”. El neurocientífico, formado en la Universidad de California en Los Ángeles (EE UU), recuerda que, tan solo una semana después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el humorista Gilbert Gottfried actuaba en el Friar’s Club de Nueva York. En la ciudad todavía olía a quemado. Los colegas que le habían precedido en el escenario no habían tocado el tema de los ataques terroristas. Se habían limitado a bromear sobre el tamaño del pene del invitado de honor de la noche, el fundador de la revista Playboy, Hugh Hefner. Pero Gottfried se vino arriba cuando el público celebró uno de sus chistes sobre musulmanes. Asomado al micrófono, proclamó:

—Esta noche tengo que irme pronto. Tengo que volar a Los Ángeles. No he podido conseguir un vuelo directo y he de hacer escala en el Empire State Building.

Todo el mundo se quedó sin respiración. Al silencio siguieron los abucheos y los gritos de “¡Todavía es muy pronto para bromear sobre eso!”. Gottfried, un humorista con dos décadas de experiencia sobre el escenario, se enfrentaba a un público indignado, pero no se amilanó. Mirando a los asistentes, comenzó un nuevo chiste:

—Muy bien. Un descubridor de talentos está sentado en su oficina. Entra una familia: un hombre, una mujer, dos hijos y un perrito. Así que el descubridor de talentos pregunta: “¿Qué clase de espectáculo hacen?”.

Lo que siguió fue una sucesión de escatología, bestialismo, incesto y sexo depravado sin tabúes, “literalmente el chiste más guarro del mundo”, según Weems. El público estalló en carcajadas. “La actuación fue tan memorable que alguien realizó una película sobre el chiste, con la actuación de Gottfried como clímax, titulada Los aristócratas”, rememora.

¿Cuándo se puede bromear sobre una tragedia? ¿Dónde están los límites del humor? Weems recuerda que en 1986, después de la explosión del transbordador espacial Challenger con siete tripulantes a bordo, se hizo muy popular un chiste: “¿Qué significan las siglas NASA? Necesitamos Ahora Siete Astronautas”. Un estudio mostró que los chistes sobre la tragedia surgieron unos 17 días después del accidente. La muerte de la princesa Diana de Gales tuvo un periodo de latencia más corto. Y el de los ataques terroristas del 11-S fue mucho más largo. El autor del estudio, Bill Ellis, de la Universidad del Estado de Pensilvania, clasificó los chistes sobre el Challenger por fecha y lugar de aparición. El accidente fue el 28 de enero de 1986. El 22 de febrero, en la ciudad de Shippensburg se contaba este chiste: ¿Sabes cuál es la bebida oficial de la Nasa? Seven Up (siete arriba, en inglés). 

Los chistes sobre la tragedia del 'Challenger' surgieron unos 17 días después del accidente

“Nuestra fascinación por el humor negro la demuestra la inmensa variedad de chistes de mal gusto: los que tienen con ver con el Challenger, el sida y Chernóbil, por nombrar solo unos pocos”, narra Weems. Armado con publicaciones en revistas especializadas, el neurocientífico sostiene que el humor negro no es cruel. “Inventar alternativas que expliquen el acrónimo sida resulta divertido para algunas personas, pero chillar ¡Ja, ja, estás enfermo! en un pabellón oncológico no resulta gracioso a nadie. Nos reímos de los chistes acerca de grupos o sucesos sólo cuando provocan reacciones emocionales complejas, porque sin esas reacciones no tenemos otra forma de responder”, reflexiona.

“No hay un solo chiste que le agrade a todo el mundo. El humor es idiosincrásico porque depende de aquello que hace que todos seamos únicos: cómo nos enfrentamos a la discrepancia que reina en nuestro complejo cerebro”, subraya. La mejor prueba es un experimento llevado a cabo por el psicólogo Richard Wiseman, de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido). En 2001 abrió una web con la ayuda de la Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia, con el objetivo de encontrar el chiste más gracioso del mundo. Recibió unos 40.000 chistes y un millón y medio de votaciones. El ganador fue:

Dos cazadores de Nueva Jersey caminan por un bosque cuando uno de ellos se desploma. Da la impresión de que no respira y tiene los ojos vidriosos. El otro coge el teléfono y llama al servicio de emergencias. Dice con voz entrecortada: “¡Creo que mi amigo está muerto! ¿Qué debo hacer?”. El operador le contesta: “Cálmese. Le ayudaré. En primer lugar, asegúrese de que está muerto”. Hay un silencio y a continuación se oye un disparo. De nuevo al teléfono, el cazador dice: “Muy bien, y ahora ¿qué?”.

El chiste más gracioso del mundo no tiene mucha gracia, coinciden Wiseman y Weems, y eso tiene una explicación científica. “Como no a todo el mundo le gusta por igual que los chistes sean provocadores, los más populares suelen agruparse cerca, aunque todavía debajo, del umbral de provocación más habitual. Si un chiste lo sobrepasa con mucho, algunas personas se troncharán de risa y otras no se reirán nada. Si queda demasiado corto, todos permanecerán fríos”, expone Weems.

El animal más gracioso es el pato y la hora más descacharrante del día son las 18:03, según un estudio

El experimento de Wiseman sirvió para extraer unas cuantas conclusiones sobre los chistes. Los más divertidos tenían un promedio de 103 letras. El animal más gracioso era el pato. La hora más descacharrante del día son las 18:03. Y el día más chistoso del mes es el 15. En cuanto a nacionalidades, los estadounidenses mostraron “una clara afinidad por los chistes que incluían insultos o vagas amenazas”. Este chiste en inglés sobre un tejano y un graduado en Harvard fue muy apreciado en EE UU y poco fuera de sus fronteras:

—Tejano: ¿De dónde eres? (Where are you from?)

—Graduado de Harvard: De un lugar donde no terminamos las frases con una preposición.

—Tejano: Muy bien, ¿de dónde eres, gilipollas? (Ok, where are you from, jackass?)

Los europeos, en cambio, mostraron predilección por chistes absurdos o surrealistas, como este:

Un paciente dice: “Doctor, ayer noche tuve un lapsus freudiano. Estaba cenando con mi suegra y quise decir: “¿Podrías pasarme la mantequilla?”. Pero en lugar de eso dije: “Vaca estúpida, me has destrozado completamente la vida”.

Este otro chiste gustó a más de la mitad de los hombres, pero solo a un 15% de las mujeres:

Un agente de policía para a un hombre que va por la autopista. El agente le pregunta: “¿Sabe que su mujer y su hijo se han caído del coche hace un kilómetro?”. El hombre sonríe y exclama: “¡Gracias a Dios! ¡Pensaba que me estaba quedando sordo!”.

“El humor —especialmente el humor ofensivo— es idiosincrásico. Cada uno posee su propio umbral de lo que considera ofensivo y reacciona de manera muy diferente cuando se cruza ese umbral”, afirma Weems. En las páginas de Ja, el neurocientífico recuerda la teoría del médico Sigmund Freud de que el humor es nuestra manera de resolver el conflicto interior y la ansiedad. “Aunque hoy en día pocos científicos se toman en serio a Freud, casi todos reconocen que hay al menos algo de verdad en su teoría. Los chistes que no consiguen ni siquiera incomodarnos un poco no triunfan. Es el conflicto de querer reír, y al mismo tiempo no estar seguro de si deberíamos, lo que hace que los chistes sean satisfactorios”, señala Weems.

En cuanto a la epidemia de risa de Tanzania, el autor cree que “sería fácil afirmar que las niñas simplemente experimentaron una crisis nerviosa”. Una interpretación sostiene que sufrieron una histeria colectiva causada por la tensión de un gran cambio social. En diciembre de 1961, el país se había independizado de Reino Unido y la escuela había abandonado la segregación racial. Además, las alumnas eran adolescentes, en plena pubertad, y las presiones eran tremendas, según destaca Weems.

“Al pedirles que vivieran en dos mundos a la vez —ni británico ni africano, ni blanco ni negro, ni adulto ni niño, sino una combinación de ambas cosas— no consiguieron salir adelante. Pero la risa no es una crisis nerviosa. [...] Es un mecanismo de pugna, una manera de afrontar el conflicto. A veces ese conflicto se presenta en forma de chiste. A veces es algo más complicado”.

viernes, 29 de diciembre de 2023

Antología del piropo elegante

(Se irá ampliando con el tiempo)

-Oye Gabi, estoy perdido.

-¿Por qué?

-¿Me puedes indicar cómo llegar a tu corazón?

2

-Dani, ¿tú naciste el 10 de octubre?

-No.

-Es que eres un diez de diez.

3

-Marta, ¿te llaman medallista olímpica?

-No.

-Es que me llevas a la gloria.

4.

¿Eres psicóloga?

-No

-Es que estoy loco por ti.

5.

-¿Te llaman matemática?

-No. ¿Por qué?

-Es que restas mis problemas, sumas mi felicidad y multiplicas mis alegrías.

6. 

-¿A ti te dicen Death Note?

-No.

-Porque si dices mi nombre me muero.

7

-¿Te llaman WiFi?

-No

-Es que siento una conexión cuando estoy cerca de ti.

8

- ¿Te llaman hipoteca?

-No.

-Es que tienes todo mi interés

9.

Mi celular está averiado, porque no tiene tu número.

10.

Me gustaría ser bizco, para verte dos veces.

11.

Eres como la zapatilla de mi madre, al verte se me acelera el corazón.

12. 

Creo que me debes dinero, porque vives gratis en mi corazón.

13. 

Vayan por la sombra... los bombones se derriten al sol.

14. 

A ti te llaman Google, porque tienes todo lo que busco.

15

-Sara, ¿Sabes primeros auxilios?

-No

-Es que me muero por ti.

16.

Oye Gigi, estás mareada?

-No

-Es que estuviste dando vueltas por mi cabeza.

15.

-María, voy a cambiar de gafas.

-¿Por qué?

-Porque no veo mi futuro contigo con ellas.

sábado, 18 de noviembre de 2023

Copla económica

Un famoso economista,

muy ocurrente y cachondo,

ha dicho para animarnos

que aun no hemos tocado fondo.

(cuervo Rockefeller)


domingo, 13 de agosto de 2023

Los tres peores platos del mundo los tiene la inmunda cocina nórdica

Fundamentalmente tres: 

1. Surströmming o arenque fermentado del mar Báltico. Según la Wikipedia, el surströmming se vende en latas que al ser abiertas liberan un olor nauseabundo más que fuerte, penetrante y fétido a culo que hace a muchos vomitar y se extiende rápidamente. Por este olor particular, parecido al pescado rancio pasado o basura dejada al sol durante un par de semanas, el surströmming tiene mala fama en la cultura popular, pero el mal olor procede únicamente del líquido en que se preserva. A causa de este olor, el plato se suele ofrecer no en casa sino en comidas al aire libre. Sin embargo, abrir la lata bajo el agua puede contribuir a rebajar el olor (hasta cierto punto). La fermentación a menudo genera una considerable presión dentro de la lata. La palabra finesa para denominarlo es hapansilakka. El arenque se fermenta en barriles durante uno o dos meses, y luego es enlatado en cilindros para continuar la fermentación que terminan abombándose. Las líneas aéreas han prohibido cargar estas latas por la presurización. Dentro de la lata son las bacterias del género Haloanaerobium las que realizan el proceso, produciendo dióxido de carbono y varios componentes que provocan el peculiar olor: ácido propílico, sulfuro de hidrógeno (huevo podrido), ácido butírico (mantequilla rancia) y ácido acético (vinagre). Aquí hay un vídeo (desde el minuto 7 y 40'') de los estragos que produjo abrir una lata a una estonia y un argentino desprevenidos que no sabían nada de lo que era el producto, regalado por el suegro de ella a la pareja. Se acompaña con salsa agria, leche o ginebra.

2. El  Lutefisk (noruego) Lutfisk (sueco)  Ludefisk (danés) o Lipeäkala (finés), o pescado blanco (bacalao casi siempre) seco a la sosa cáustica de desatascar, potasa o ceniza de abedul. Químicamente es una gelatina que se encuentra entre el matarratas (por el aminoácido lisinoalanina)  y el jabón; si se ranciea se puede usar para lavar las manos o la ropa.

Wikipedia: "Cada adviento entrábamos en el purgatorio del lutefisk, una repulsiva comida gelatinosa parecida al pescado que sabía a jabón y emitía un olor que provocaría arcadas a una cabra. Hacíamos esto en honor a nuestros ancestros noruegos, como si los supervivientes de una hambruna lo celebrasen con un festín de corteza de olmo. Siempre sentí escalofríos al llegar el Adviento, sabiendo que este temido manjar me sería puesto delante y me dirían, "Come un poquito". Comer un poquito era como vomitar un poquito, igual de malo...  El lutefisk no es comida, es un arma de destrucción masiva. Actualmente es la única excepción para el hombre que comía cualquier cosa. En cualquier otra cosa, soy bastante liberal. Como gusanos e insectos sin problemas, pero pongo mi límite en el lutefisk. ¿Qué tiene el lutefisk de especial? El lutefisk es el intento noruego de conquistar el mundo. Cuando descubrieron que las incursiones vikingas no les darían la supremacía mundial, inventaron una comida tan aterradora, tan cruel, que pudieran aterrorizar a la gente para que se convirtieran en sus subordinados.

3. Hákarl de Islandia. Es carne de tiburón curada y fermentada un máximo de tres meses, luego se cuelga y se deja secar durante otros cuatro o cinco meses, se corta en cubos y se sirve en palillos con un trago de un licor local conocido como brennivin. Contiene un nivel tan alto de amoníaco que puede provocar arcadas.

Los estudiosos de esto afirman que la peor cocina del mundo es la noruega, después la marroquí y en tercer lugar está la estadounidense, que es meramente amalgama y grasaza. Mucha fama tiene el chocolate-covered bacon de los Estados Unidos, o tocino cubierto de chocolate. De él dice Twitter: “El tocino cubierto de chocolate es el peor crimen de guerra que Estados Unidos cometerá jamás”. La cocina coreana también posee suculentos manjares, como el vino de lagartija con ginseng que se produce ahogando un ratón recién nacido de no más de tres días en vino de arroz para que fermente a lo largo de un año. Es tonificante y tiene propiedades curativas. Los japoneses comen también shirako, que es semen de bacalao gelatinoso y crudo acompañado de salsa. También es horroroso la carne a la mongola (boodog), el kiviak de los inuit, el balut vietnamito-camboyano-filipino, que consiste en huevos con fetos de pato, o la sopa de caracoles de Honduras. El casu marzu italiano es un queso podrido con larvas vivas de mosca del queso que tienen un grosor de un centímetro cada una. Las hormigas culonas coloombianas o las arañas fritas de China son otras delicias por ese estilo.

Un inventario de los cincuenta peores platos tradicionales incluye siete nórdicos, seis estadounidenses, cuatro británicos, tres germánicos, tres mejicanos y tres franceses. No incluyo las cocinas que aparecen dos veces o una.

miércoles, 14 de junio de 2023

Las cien mejores comedias según Juan Cabestany

Juan Cabestany , "Las 100 mejores comedias de la historia del cine". Cinemanía 28.04.2020

¿Eres más de Chaplin, de Keaton o de los Monty Python? ¿De los hermanos Marx, de los Farrelly o de los Coen? ¿De Berlanga o de Cuerda? Aquí tienes el ranking definitivo con las mejores comedias de la historia del cine. ¿Eres capaz de terminarlo sin partirte de risa?

99. Caro diario (Nanni Moretti, 1993)

Conocí a Moretti con 'Caro diario': recorría Roma en vespa bailando al son de la música sin perder su aire serio ni caerse de la moto. Después, en una escena conmovedora, buscaba en Ostia el lugar en el que mataron a Pasolini. Para entonces ese tipo desgarbado, impertérrito e impertinente ya me había cautivado. Siempre he disfutado menos del segundo episodio: creo que cuando Moretti baja de la moto y sube a un barco para recorrer las islas junto a un amigo la película pierde parte de su gracia, tal vez porque el tono abandona la cotidianeidad y se acerca a la fábula. Pero cuando acaba Isole llega el tercer capítulo del diario: Medici, posiblemente mi favorito. Aquí Moretti reconstruye algo que le ocurrió: un penoso recorrido de médico en médico para encontrar la causa de unos molestos picores. Verle en la playa, obligado a llevar zapatos y medias hasta la rodilla por el enésimo diagnóstico erróneo me produce una tristeza inmensa. Cuando finalmente encuentran la causa del prurito, un grave linfoma de Hodgkin, y, por fin, Moretti, ya curado y rodeado de montañas de medicamentos (todos los que le recetaron equivocadamente) se dirige a cámara y bebe un vaso de agua, siento que hay algo conmovedor en ese nimio gesto., , Es una manera prosaica de celebrar que está vivo. Y, ahora que lo pienso, creo que eso es exactamente lo que es 'Caro diario'; una muy personal y poco enfática reivindicación de la vida.

​DANIEL CASTRO

98. Jo, qué noche (Martin Scorsese, 1985)

La oscuridad no miente. La peripecia de un oficinista desde que el sol se pone hasta que vuelve a salir da para esta película circular y redonda, abstracta, sexy, histérica, trágica y de cualidades esotéricas. Cine de la interzona que, como los sueños, no envejecerá nunca. Estamos ante una de las comedias más estrambóticas y sofisticadas de una década que se caracterizó por la imbecilidad del género. 

>> Digámoslo de una vez: la mejor película de Scorsese con diferencia.

​R. L.

97. El hombre tranquilo (John Ford, 1952)

Cualquier cosa puede suceder en Innisfree. Convertir una pelea en ronda de cervezas, unir a un cura católico con un pastor protestante, dulcificar a la salvaje Mary Kate (Maureen O’Hara), ver a John Wayne enamorado... Y todas ellas buenas, aunque un poquito rudas por culpa de ese cascarrabias que dijo que hacer cine era como tomar “un pedazo de tarta”. “Todo lo que quiero es ir a Innisfree”. Señor Thornton, sus deseos son órdenes de John Ford. 

>> De aquí vengo y en esto creo. Firmado: Sean Aloysius O’Feeney, aka John Ford.

​C. M.

96. Love Actually (Richard Curtis, 2003)

Una comedia navideña for all seasons, un placer culpable para la eternidad. “Esta es mi 'Pulp Fiction”: Richard Curtis se dio el pisto al ponderar las 10 relaciones cruzadas de esta 'Magnolia' del amor de anuncio, debut del guionista de 'Notting Hill' y 'Cuatro bodas y un funeral' (“Voté contra Hugh Grant para protagonizarla”). No regrets, Grant bordó al más lúcido inquilino del 10 de Downing Street. Al menos el que mejor luce las camisas. 

>> Encantadora: nadie ha rodado mejor las despedidas de aeropuerto.

​C. M.

95. Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012)

Bill Murray con su hacha, Frances MacDormand hablando por un megáfono –sugerencia de Roman Coppola; su madre, Eleanor, solía llamar así la atención de los hijos que comparte con Francis–, el amor imposible de Suzy y Sam, Bruce Willis durmiendo solo en un barco, Nueva Inglaterra en los 60... Como las viñetas de Snoopy y Charlie Brown, el humor de Wes Anderson tiende a ponernos tristes. 

>> Reirás si eres de los que escribe cartas a mano escuchando a Françoise Hardy.

​A. G. B.

94. Granujas a todo ritmo (John Landis, 1985)

Nacida como banda de coña en el Saturday Night Live, The Blues Brothers alcanzaron tal prestigio en su tarea revivalista del rythm’n’blues que sus líderes, John Belushi y Dan Aykroid, no dudaron en lanzarse a la misión celestial de esta película, una road movie demoledora y salvaje que durante mucho tiempo se jactó de ser el título en que más vehículos se desguazaron. De la cocaína mejor no hablamos. 

>> Gasta calibre de culto y en sus reposiciones incita a la performance.

​R. L.

93. Todo en un día (John Hughes, 1986)

Pero... ¿cuántas cosas hace Ferris (Matthew Broderick) en su “día libre”? 7:30 FINGE QUE ESTÁ ENFERMO. Todo es poco para convencer a tus padres de que hoy no puedes ir a clase. 9:15 ‘HACKEA’ EL ORDENADOR del instituto sin salir de casa. ¿Juegos de guerra? 10:00 RECOGE A SU NOVIA en la cara del director Rooney (Jeffrey Jones), que acompaña a Sloane (Mia Sara) a la puerta. 10:30 VISITA LA TORRE SEARS tras dejar el Ferrari del padre de Cameron (Alan Ruck) en el párking para otear Chicago. 10:50 JUEGA A LA BOLSA. 11:15 ALMUERZA EN CHEZ QUIS. 12:45 VA A UN PARTIDO DE BEISBOL, Chicago Cubs contra Atlanta Braves. 13:55 VISITA EL ART INSTITUTE, con parada especial frente a Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte. 16:00 HACE PLAYBACK (Danke Schön y Twist and Shout) en el Día de Von Steuben. 16:45 RECOGE EL FERRARI y mira el cuentakilómetros. Hay que añadir 40 minutos hasta que Cameron sale del shock. 17:35 SE BAÑA EN LA PISCINA y evita que su amigo se suicide en el agua. 18:20 VE CÓMO EL FERRARI se despeña, quedando completamente destrozado. 18:55 SE METE EN LA CAMA cinco segundos antes que sus padres. 19:01 ROMPE LA CUARTA PARED por última vez ese día. ¡Buenas noches!

>> Adolescente y trascendente, Ferris Bueller nos mostró el camino.

92. Election (Alexander Payne, 1999)

“Había conocido a muchos estudiantes ambiciosos, pero Tracy Flick era un caso especial”. Mitad Lolita, mitad Hillary Clinton, Flick (Witherspoon) fue la peor pesadilla del pobre McCallister (Broderick) y la protagonista del filme más irónico de Alexander Payne. “Hasta mi madre cree que Election es mi mejor película. Vio 'Nebraska' y me dijo: ‘Sí, es buena, ¿pero por qué no puedes hacer otra tipo Election?”. 

>> Caricatura de la ridiculez humana. El Payne con más mala uva.

​I. C.

91. Misterioso asesinato en Manhattan (Woody Allen, 1993)

“No puedo escuchar tanto Wagner... ¡Me dan ganas de invadir Polonia!”. Lo que para Allen era un divertimento menor terminó siendo una comedia mayor en la que Diane Keaton reemplazó a Mia Farrow tras su ruptura. “A Mia le gusta hacer cosas graciosas, pero no es una cómica tan completa como Diane. Hizo este papel más gracioso de cómo yo lo había escrito”. 

>> El Allen que más nos gusta: divertido, ligero, ingenioso y cinéfilo.

​D. B.

90. Notting Hill (Roger Michell, 1999)

Aquella puerta azul, parada obligada en el peregrinaje de los cinéfilos, fue propiedad del guionista de 'Notting Hill', Richard Curtis, antes de que acabase subastada en Christie’s. Esta 'Cenicienta' en la que el príncipe era una estrella de Hollywood –Julia Roberts– y la calabaza tartamudeaba como Hugh Grant, nos descubrió, con ayuda de Rhys Ifans, que era posible reírse con –y no de– los cuentos de hadas. 

>> Como las camisetas de Spike (Rhys Ifans), lo ñoño no quita lo valiente.

89. Primera plana (Billy Wilder, 1974)

Billy Wilder, que fue periodista en Viena, traza un mordaz pero elegante retrato del oficio en esta adaptación de la obra de teatro de Ben Hecht que antes llevaron a la pantalla Lewis Milestone y Howard Hawks. El cineasta usó el personaje del psicoanalista, el hilarante Max J. Eggelhofer, para vengarse de Freud, que le había echado a patadas de la consulta cuando de joven intentó entrevistarle . 

>> Una sátira sobre el periodismo que está más vigente que nunca.

​D. B.

88. Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953)

Dicen que William Wyler le daba a Audrey Hepburn todos los días antes de rodar un negroni (cóctel italiano). Una leyenda barata para intentar explicar por qué la actriz brilló como nunca en su primer gran papel en Hollywood: Gregory Peck tuvo que aceptar que la estrella era ella. Hepburn ganó su primer Oscar, puso de moda las vespas y los helados en las escaleras de Piazza di Spagna. 

>> La antiCenicienta casi neorrealista con moraleja periodística.

​I. C.

87. Charada (Stanley Donen, 1963)

Cuando a Cary Grant le ofrecieron protagonizar Vacaciones en Roma junto a Audrey Hepburn la rechazó por los 26 años de edad que le sacaba. Finalmente cedió en esta comedia romántica en la que Donen hace un uso del suspense que ha llevado a muchos a calificarla como “la mejor película de Hitchcok que Hitchcock nunca hizo”. La música de Henry Mancini y los títulos animados son célebres. 

>> La comedia de misterio que hubiera firmado Hitchcock.

​D. B.

86. Ninotchka (Ernst Lubitsch, 1939)

La cámara de Lubitsch, el guion de Billy Wilder y Charles Brackett y el encanto de una Greta Garbo en su primer papel cómico, que también sería el penúltimo de su carrera. Incluso el férreo bigotón de un Stalin en plena campaña de purgas (“Habrá menos rusos, pero mejores”) palideció ante tamaña entente, nominada a cuatro Oscar. Y no olvidemos a Bela Lugosi, en el rol de siniestro comisario político. 

>> Con tiranos o sin ellos, las golondrinas siempre vuelven.

​Y. G.

85. El mundo está loco, loco, loco (Stanley Kramer, 1963)

Spencer Tracy, Peter Falk, Mickey Rooney, Buster Keaton... ¡hasta Jerry Lewis y los Three Stooges! Un reparto de lujo conformó esta comedia coral de ratas a la carrera en busca del botín de un moribundo. Más de tres horas –poca broma– de humor bobo y no tan blanco facturadas por un director dramático y comprometido que aquí se revelaba también dotado para lo que se llama el cachondeo. 

>> Probablemente, la película favorita de tu padre. Respect.

​R. L.

84. Dieciséis velas (John Hughes, 1984)

Misántropo reaganiano por fuera, y adolescente atormentado por dentro: así era John Hughes, y así se revelan sus mejores filmes. Encantadora aún en sus defectos, 'Dieciséis velas' codificó un género (la comedia teen y urbana), lo dotó de iconos (Molly Ringwald y Anthony Michael Hall) y nos regaló escenas tan antológicas como la de esa horda con acné pujando por unas bragas en el lavabo del gimnasio. 

>> El cumpleaños más triste puede ser también el más hilarante.

​Y. G.

83. La cena de los idiotas (Francis Veber, 1998)

Los franceses, tan superiores intelectualmente, cambiaron el “siente a un pobre en su mesa” de Plácido por un “siente a un tonto en su mesa” en esta descacharrante sitcom en la que Francis Veber adaptó su propia obra de teatro. Jacques Villeret, que ganó el César por interpretar al idiota, murió a los 53 años tras una vida marcada por la depresión y el alcohol, cumpliendo así el cliché de payaso triste. 

>> Puro humor galo sin frites ni Ch'tis. Un reto: ¿puedes verla sin reírte?

​D. B.

82. Lío en los grandes almacenes (Frank Tashlin, 1963)

La experiencia de Frank Tashlin como animador de 'Looney Tunes' lo capacitó para ser el director que mejor partido podía sacar a la elasticidad de Jerry Lewis como cartoon humano. Su fetiche eran las extremidades: de los dedos a máquina de Lewis a las piernas infinitas de sus mujeres. “No diga que la comedia es chaplinesca, sino alto y claro que es tashlinesca”, proclamaba con razón Jean-Luc Godard.

>> Más dibujos animados de carne y hueso que en '¿Quién engañó a Roger Rabbit?'.

​D. D. P.

81. Chicas malas (Mark Waters, 2004)

En el guion de una semidesconocida Tina Fey (no había llegado aún 'Rockefeller Plaza') el instituto era una selva peligrosa; las pijas, depreda- doras, y el bullying una suerte de selección natural contra novatas como Lindsay “quién te ha visto y quién te ve” Lohan. Precursora de la lucha de las queen bee por mantener su hegemonía –léase 'Gossip Girl'–, sigue imbatible como ejemplo de comedia teen incisiva. 

>> Decálogo magistral de putadas non- stop. Lindsay se haría luego queen bee.

​M. G.

80. Una cuestión de tiempo (Richard Curtis, 2013)

Esto no es una comedia romántica. Es “una película divertida sobre el amor”, dice Curtis. No hay fórmulas más allá de la suya desde Cuatro bodas y un funeral: chico tímido inglés (Domnhall Gleeson à la Hugh Grant) conoce a chica americana encantadora (Rachel McAdams à la Andie MacDowell o Julia Roberts). Ahora la ha perfeccionado con hilarantes viajes en el tiempo y su as en la manga: Bill Nighy. 

>> La vuelta encantadora y romántica del día de la marmota.

​I. C.

79. La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955)

Billy Wilder dio forma al concepto de Rodríguez y convirtió a Marilyn Monroe en un icono en esta comedia cuyo rodaje fue un infierno. La actriz, que padecía una fuerte depresión, llegaba tarde y olvidaba las líneas de diálogo todo el rato. Y para rodar la celebérrima escena en la que se le levanta la falda en la alcantarilla –que provocó su divorcio de Joe DiMaggio– fueron necesarias 40 tomas. 

>> Convirtió a Marilyn Monroe en el icono que es hoy.

​D.B.

78. Torrente, el brazo tonto de la ley (Santiago Segura, 1998)

Dio lugar a una franquicia millonaria, implantó la cultura del cameo, recuperó la tradición de la comedia castiza, consagró a Santiago Segura como showman, nos descubrió a monstruos como Javier Cámara... Con tantos méritos a veces se olvida lo fundamental. Por ejemplo, que puso de acuerdo a todos, desde el crítico sesudo Ángel Fernández Santos a El Fary: José Luis Torrente es tan repugnante como imprescindible. 

>> El tonto, el facha y el malo –todo junto– que sacudió al cine español.

​M.P.

77. (500) días juntos (Marc Webb, 2009)

La vendetta fílmica del guionista Scott Neustadter (el 75 % de la película es autobiográfica, “¿te enteras, Jenny Beckman? ¡Zorra!”) hizo que el moderneo peterpanesco se reconciliase con la romcom. A cambio, los buceables ojos de Zooey Deschanel –la peli se diseñó en tonos azules para hacer juego con ellos– reactualizó la misoginia en términos molones inventándose el concepto Manic Pixie Dream Girl. 

>> Hará que te acuerdes de tu ex, aunque puede que no te haga ni pizca de gracia.

​A. G. B.

76. Loquilandia (H. C. Potter, 1941)

Antes de que los Zucker y Abrahams lo petaran con Aterriza como puedas ya existía este sidral endiablado de gags lunáticos que hoy puede entenderse como arrebato subversivo en el corazón del Hollywood dorado. Adaptación de un musical con el dúo Olsen & Johnson, abunda en efectos especiales, presenta trazas de spoof movie y alma de varieté, tiene la cuarta pared en ruinas y la capacidad de explotar en tu cabeza. 

>> Una audacia de la Universal que mantiene su velocidad sónica.

​R. L.

75. El diario de Bridget Jones (Sharon Maguire, 2001)

No todo fue engordar. Para prepararse el papel, Zellweger trabajó de incógnito en una agencia de publicidad. Hombre, lo del retrato enmarcado de su novio –Jim Carrey– en la mesa de la oficina era raro, pero sus compañeros no le dijeron nada para no avergonzarla. Algo de lo que no se hubiese librado Bridget, esa bochornosa Jane Austen reloaded que nos hizo considerar ligar con Colin Firth como algo plausible. 

>> Para ver con una tarrina de helado y las bragas elásticas de abuela puestas.

​A. G. B.

74. Un cadáver a los postres (Robert Moore, 1976)

Neil Simon reunió a un supergrupo de investigadores y detectives literarios para enfrentarlos a la resolución de un crimen imposible y al desprecio de Truman Capote. Su dream team de comedia –Peter Sellers, Alec Guinness, Peter Falk, David Niven– rivalizó en plató para ver quién era más gracioso. Sellers imitaba a Guinness por teléfono para reclamar a Simon cambios en sus diálogos y generar caos. 

>> Defensa imbatible cada vez que alguien se mete con la fan fiction.

​D. D. P.

73. Mi tío (Jacques Tati, 1958)

“Creo sinceramente que el cine cómico no está pasado de moda” dijo el genial Jacques Tati, que en esta magistral sinfonía visual (que tardó nueve meses en rodar) se vale de su álter ego, el patoso Monsieur Hulot, para reivindicar la Francia tradicional y reírse (sin hacernos reír) de la mecanización y la deshumanización de la vida moderna. “La película lleva a cabo una defensa del individuo”. 

>> La equivalente de 'Tiempos modernos' del Chaplin francés.

​D. B.

72. Los viajes de Sullivan (Preston Sturges, 1941)

Favorita de cinéfilos y cineastas –los Coen en 'O Brother!', Clint Eastwood en 'Un mundo perfecto' y Frank Darabont en 'Cadena perpetua' le han guiñado un ojo–, su protagonista, el director John L. Sullivan (Joel McCrea) no podía imaginarse que esta odisea americana en busca del drama conduciría hasta el corazón mismo de la comedia. Sturges se la dedicó a todos los que nos hicieron reír. Pluto incluido. 

>> La cura para la Gran Depresión: carcajearse con Veronica Lake.

​M. P.

71. La extraña pareja (Gene Saks, 1968)

Un texto del dramaturgo Neil Simon que Mike Nichols había dirigido en Broadway (en España llegaron a interpretarlo sobre las tablas Esteso y Pajares) dio pie a esta película entrañable donde Jack Lemmon y Walter Matthau son dos divorciados de temperamentos diametralmente opuestos, el uno metódico y ordenado, el otro caótico y desastre. La suma de los dos dará el resumen del hombre como piltrafa.

>> Cristalización cinematográfica de un pequeño gran clásico de la escena.

​R. L.

70. El quinteto de la muerte (Alexander Mackendrick, 1955)

“Es un retrato cómico e irónico de la Inglaterra de postguerra”, escribió Mackendrick. Los cinco infortunados atracadores simbolizan cada colectivo vencido por el poder de la victoriana señora Wilberforce. Canto del cisne del estudio Ealing y, tal vez por eso, la mejor de las muy buenas películas que produjo, es la quintaesencia del humor británico, sombrío como la inolvidable sonrisa torcida de Alec Guiness. 

>> Lección magistral e insuperable de la causticidad del humor inglés.

​R. R.

69. Divorcio a la italiana (Pietro Germi, 1961)

Las maquinaciones de un Marcello Mastroianni afanoso por liberarse como sea del yugo matrimonial para, a sus treinta y largos, yacer legitimado con su prima de 16, una aspiración comprensible tratándose ésta de Stefania Sandrelli. Un relato negro como el alma de Europa, tremendo y anticlerical, y el primer pelotazo de la exitosa “comedia a la italiana” que reinaría en su década. 

>> Un cine de localismos tan profundos que no puede ser más universal.

​R. L.

68. Scary Movie (Keenen Ivory Wayans, 2000)

Los hermanos Wayans abordan el cine de terror juvenil bajo la óptica ZAZ como si fueran esos adolescentes con ganas de bulla, escatología y drogas que se sientan en la última fila de butacas. Y el encadenado de burradas funciona. ¿La clave ignorada por copias y continuaciones? Algo tan evidente como preocuparse por construir una trama alrededor de las burlas a costa de películas recientes. 

>> Descubrió a Anna Faris e hizo que 'Scream' pareciera seria y todo.

​D. D. P.

67. Primos (Daniel Sánchez Arévalo, 2011)

Sánchez Arévalo sabía que era arriesgado “poner a tres tíos de 30 años cantando y bailando los Backstreet Boys en un escenario”. “Era la secuencia estrella en el sentido de que te puedes estrellar”. Pero había que hacerlo. Y los tres primos (Quim Gutiérrez, Raúl Arévalo y Adrián Lastra) brillaron en una escena que merece su estrella propia en un paseo de la mejor comedia española: la que vuelve al pueblo. 

>> La cumbre de las fiestas de pueblo: viva el resacón en Comillas.

​I. C.

66. Intocable (O. Nakache & E. Toledano, 2011)

Un ciclón de carcajadas recorrió Europa a rebufo de una silla de ruedas ocupada por un tetrapléjico millonetis y conducida por un negro con la carcajada contagiosa del mejor Eddie Murphy. Ambos, Cluzet y Sy, estaban tocados por el carisma, ese don que logra que incluso una historia real (¡oh, no!) a punto de moraleja se convierta en la buddy movie perfecta: la pareja interracial más cachonda desde Entre pillos anda el juego. 

>> Hizo reír incluso a los más rancios críticos festivaleros (que luego renegaron). Doy fe.

​C. M.

65. Sucedió una noche (Frank Capra, 1934)

Meses antes de que Hollywood instaurara la autocensura, Capra nos regaló los perniles de la flapper Claudette Colbert, que se patean EE UU junto al bigote de Gable a ritmo de screwball: lucha de sexos y rápidas réplicas verbales. Primera película y única comedia en lograr cinco Oscar y eso que, según Colbert al finalizar el rodaje, era “la peor película que he filmado en mi vida”. 

>> Cómo conocí a la madre de todas las screwball comedies.

​R. R.

64. Wayne's World (Penelope Spheeris, 1992)

Wayne y Garth eran los Beavis and Butt-Head en carne y hueso. Colegas incondicionales, musiqueros, algo bocazas y enamoradizos. Claudia Schiffer se mosqueó porque dijeran que se las ponía duras (¡schwing!). Más blanco que hiriente y deudor del humor anárquico inglés y del SNL, contiene locos cameos como el de Alice Cooper y un memorable karaoke al volante con la Bohemian Rhapsody de Queen.

>>  “Marcha, marcha, es total”. Una tontería convertida en himno generacional.

​M. G.

63. Los Tenenbaums (Wes Anderson, 2001)

Una familia de genios, sí, y también la tribu más disfuncional vista nunca en pantalla. Como todo buen culebrón de Wes Anderson no faltan las claves de su particular universo: las gañanadas de Bill Murray, los uniformes e insignias, la relación tensa (e hilarante) entre padres e hijos, niños prodigio, guiños literarios, la infidelidad... Rocambolescos personajes todos, perdedores con aires de grandeza. 

>> Con ocho basta, excepto para Wes Anderson, familias infinitas.

​M. G.

62. American Pie (Chris & Paul Weitz, 1999)

“Si ocultamos ese pene tras una tarta de manzana, ¿nos dejáis el chiste de la cerveza inseminada?”. Durante meses sus productores negociaron con el comité que da las calificaciones por edades; había que conseguir que no fuera una película para mayores de 18 años, o perderían a su público potencial. Estrenada en la prehistoria de internet –esa webcam pixela, Jim–, propagó como un virus el concepto MILF. 

>> La auténtica estúpida comedia adolescente norteamericana.

​M. P.

61. Mentiroso compulsivo (Tom Shadyac, 1997)

Un año antes de cercar su festival de muecas y elasticidad facial en 'El show de Truman', Jim Carrey nos demostró lo bien que se lo pueden estar pasando en un universo paralelo donde las comedias familiares y el cine judicial los protagoniza un Bugs Bunny de carne y hueso. Diríamos algo del exceso de moralina peliculera, pero seamos sinceros: ¿qué importa eso cuando tienes al hombre de goma on fire? 

Apunta, Godard: para hacer comedia sólo necesitas a Jim Carrey y un boli.

D. D. P.

60. La escopeta nacional (Luis García Berlanga, 1978)

Un país democrático por los pelos. Por los pelos de coño que coleccionaba el personaje de (ídolo) Luis Escobar, quintaesencia de la nobleza casposa en el imperio del sablazo, que reúne a los poderes del Estado en una cacería estrafalaria y cada día más verosímil, donde Berlanga y Azcona disparan a diestro y siniestro, y las piezas más cotizadas son Saza y la Randall, glorioso y sufrido matrimonio catalán para la historia... de España. 

>> Cine de caza mayor para merendarse las sombras de la Transición. Que aproveche.

​C. M.

59. Hot Shots (Jim Abrahams, 1991)

Jim Abrahams no era Chaplin ni Saddam Hussein era Hitler, pero junto con los hermanos Zucker dignificó un género, la parodia absurda, que la saga 'Scary Movie' ha convertido en basura para multisalas. Primero con Aterriza como puedas y luego con esta versión chanante de 'Top Gun' en la que Charlie Sheen sacó su vena cómica tras 'Platoon' o 'Wall Street'. 

>> Nos enseñó nuevas formas de comer aceitunas y freír huevos.

D. B.

58. Pequeña Miss Sunshine (J. Dayton & V. Faris, 2006)

Dos directores de videoclips, un guión de un debutante (Michael Arndt ganó el Oscar) y un actor famoso por The Office haciendo de suicida experto en Proust (Carell). Nadie confió en esta comedia, como la familia Hoover no confiaba en que su pequeña Olive ganara el concurso de belleza, y al final todos acabamos bailando con ella el 'Super Freak', gracias a los pasos maestros de Alan Arkin (Oscar para él). 

>> La road movie que marcó el camino para la nueva comedia indie.

​I. C.

57. La pantera rosa (Blake Edwards, 1963)

El siempre exquisito David Niven, la tremenda Claudia Cardinale y la modelo Capucine (sustituta de última hora para Audrey Hepburn) eran, teóricamente, los protagonistas. Pero su sofisticación palideció frente a tres fuerzas irresistibles: los títulos de crédito animados, la música de Mancini y el potencial catastrófico de un tal Jacques Clouseau, policía francés con el rostro de Peter Sellers.

>> Felina y aterciopelada: una cumbre de la comedia sixties.

​Y. G.

56. El moderno Sherlock Holmes (Buster Keaton, 1924)

Del costumbrismo popular y callejero a la intriga sofisticada, y del cero de los tópicos al infinito de algo que, aún sin nombre, acabaría llamándose “metanarrativa”. Sin tener repajolera idea de qué era aquello del surrealismo, Keaton logró sacarle los colores a André Breton y compañía mediante una sencilla premisa: “Quería que la película fuera como un sueño”, explicó años después. 

>> El cine experimental puede ser rabiosamente divertido.

​Y. G.

55. El gran dictador (Charles Chaplin, 1940)

Sin duda la sátira más popular de la historia del cine, el título más exitoso de su autor y el que provocó su exilio de los EE UU. Chaplin se estrenaba aquí en el cine sonoro parodiando las farfollas hitlerianas y condenando los fascismos. Hitler, fan declarado del cómico, se apresuró en prohibirla aquí y allá, pero bien que se guardó una copia para su colección privada. 

>> Un icono que, tal y como está el patio, conviene tener a mano.

​R. L.

54. El día de la bestia (Álex de la Iglesia, 1955)

El cine español entró en la modernidad con esta comedia satánica en la que Berlanga se encuentra con Rob Zombie en un Madrid al que todavía no había llegado su verdadero anticristo. De la Iglesia, que ganó seis Goya, nos descubrió a Santiago Segura, convirtió en icono el letrero de Schweppes y se cargó la Navidad. “Es gracioso que esté sonando un villancico cuando dos tíos están intentando matarse”. 

>> Probablemente la mejor película de Álex de la Iglesia.

D. B.

53. Dos tontos muy tontos (Peter & Bob Farrelly, 1994)

Los Farrelly debutaban. Dos personajes más tontos aún que lo que anunciaba el título. Y querían que los interpretaran... ¡Nicolas Cage y Gary Oldman! Por suerte, Jim Carrey acababa de obtener el título de detective tonto cum laude con Ace Ventura y consiguió el papel de Lloyd sin pestañear. Jeff Daniels, en cambio, que era “Mr. Drama”, tuvo que probar su gracia. 

>> Reconócelo: tú también has intentado chupar una barra congelada.

​I.C.

52. ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1964)

Según el muy inteligente e intelectual Kubrick, “trabajando en el guión comprendí que, para evitar que fuera una comedia, debía eliminar lo absurdo o paradójico de la situación”. Mejor rendirse: sólo con humor se puede uno enfrentar a ese súmmum de la estupidez humana que es una guerra nuclear. Un triple Peter Sellers más misántropo que nunca hizo el resto.

>> Así se cabalga encima de una bomba H contra la idiotez humana.

​R. R.

51. La quimera del oro (Charles Chaplin, 1925)

Dotado (gracias a la fundación de United Artists) de un control absoluto, y con su compromiso político más evidente que nunca hasta entonces (pero aún no escorado hacia el sermón), Chaplin llevó aquí al límite la naciente gramática del cine. Sin olvidar, eso sí, sus orígenes: la mejor secuencia del filme, el Baile de los Panecillos, era un viejo número que había aprendido en sus años del music hall. 

>> Las partes más sabrosas de una bota son los cordones y la suela.

​Y. G.

50. Las vacaciones del Sr. Hulot (Jacques Tati, 1953)

En el reino europeo del gag visual, Jacques Tati es Dios. Cuatro años después de su insondable carterito de 'Jour de fête', Monsieur Tati nos presenta al señor Hulot, un desgarbado encantador, pero gafado, al que resulta peligroso acercarse, so pena de batacazo seguro. Un baño de ironía sobre las incipientes aventuras vacacionales de las clases populares con una mirada entre cínica, burguesa y redentora, pero ante todo descacharrante. 

>> Portentosa coreografía para robarnos el corazón a carcajadas. El humor-sur-Mer.

​C. M.

49. Clerks (Kevin Smith, 1994)

"El guión nació de mis años como dependiente en esa puta tienda. Muchos de los personajes existieron de verdad", contaba Kevin Smith. La gran comedia de la Generación X fue fruto de la tenacidad, la inconsciencia y un presupuesto pírrico. 

>> La Generación X, por la que suspiraban los comerciales y la publicidad de todo el mundo, ya tenía novela (la de Coupland, que le había dado nombre), banda sonora (Nirvana) y, por fin, película.

​R. R. S.

48. Solo en casa (Chris Columbus, 1990)

Ese icono que usas tanto en WhatsApp (carita gritando con las manos a los lados) lo inventó Kevin McCallister en un tiempo en el que podíamos dejar a Macaulay Culkin solo en casa y al mando de la película más taquillera de aquel año y, además, repetiría hazaña y éxito dos años después Perdido en Nueva York. Sería porque, como Kevin, todos hemos deseado que alguna Navidad toda la familia desapareciera. 

>> La mejor comedia familiar sin familia de por medio.

​I.C.

47. Shrek (A. Adamson & V. Jenson, 2001)

En los 90, Amblin estuvo a punto de adaptar el libro ilustrado de William Steig con Bill Murray como Shrek. Finalmente lo hizo un Jeffrey Katzenberg rebotado de Disney por su choque con el CEO Michael Eisner, al que caricaturizó como el villano Lord Farquaad de esta parodia de los cuentos de hadas. Ganó el Oscar y sus secuelas hicieron que los críticos que la encumbraron en Cannes renegaran de ella. 

>> Nos enseñó a reírnos con (¿o de?) los cuentos de hadas.

​D.B.

46. Algo pasa con Mary (Peter & Bobby Farrelly, 1998)

Kristen Wiig y el resto de bridesmaids no habrían tenido el mismo éxito con sus vomitonas y cacas si 13 años antes una inocente Cameron Diaz no se hubiera puesto un pegote de semen en el pelo, que marcó tendencia... en la comedia y no en peinados, por suerte. Ben Stiller tuvo dudas en esa escena: "¿Cómo no voy a notar un pegote de semen en la oreja?". No lo pienses y hazlo, le dijeron los Farrelly. Amén. 

>> Romántica y gamberra a pesar del dolor de entrepierna de Stiller.

​I. C.

45. Días de fútbol (David Serrano, 2003)

No sé si Días de fútbol es la mejor comedia del cine español, pero yo la tengo en un pedestal. El año que estuve de Erasmus pude verla como 15 veces. Me he llegado a saber los diálogos de memoria. Un reparto maravilloso cubierto de gloria y de actores sembrados y muy bien dirigidos., , No podría elegir una sola secuencia. "Sin daun, Manolito"; "Que con una llamada yo te hundo a ti la carrera"; "No pases las hojas tan rápido que me vas a resfriar". Todas estas son frases que mis amigos y yo hemos llegado a repetir como un mantra. 

DANI ROVIRA

44. Resacón en Las Vegas (Todd Phillips, 2009)

Una pequeña borrachera para Galifianakis y compañía, un salto descomunal para la comedia USA. 30 años después de Desmadre a la americana, por fin supimos qué podría haber sido de Bluto tras su última fiesta toga. Una revisión de la comedia universitaria inteligente e iconoclasta, capaz de mezclar penes, drogas y crisis de los 40 que se resume en el glorioso: "Mira cómo el bebé se hace una minipajilla".

Una noche de juerga que inventó la comedia (post)universitaria.

R.R.S.

43. El reportero (Adam McKay, 2004)

Demostración de que la Nueva Comedia Americana es el principal foco de creatividad y atrevimiento que dinamiza Hollywood en el siglo XXI. Will Ferrell, quien dio con el papel de una vida como el presentador de informativos Ron Burgundy –arrogante, machista y racista al gusto de los 70–, y secundarios en estado de gracia –¡Steve Carell!– improvisaron hasta convertir cada diálogo en joya de culto. 

>> Hasta las escenas eliminadas forman una película alternativa igual de buena.

​D. D. P.

42. Arsénico por compasión (Frank Capra, 1944)

Quería a Boris Karloff, que actuaba en la obra original de Broadway, pero tuvo que conformarse con Raymond Massey. Y casi fichó a Ronald Reagan, cambiándolo a última hora por Cary Grant. Pese a algunos imprevistos, y gracias a otros, Capra se las apañó para retratar el reverso oscuro (y jubileta) de esos EE UU jubilosos (y luminosos) con los que es tan fácil asociar su nombre. 

>> ¿Te apetece probar el vino de saúco? Mejor piénsatelo.

​Y. G.

41. Tiempos modernos (Charles Chaplin, 1936)

Inspirada por una conversación que mantuvo con el mismísimo Gandhi –“¿Se ha fijado, Sr. Chaplin, en que las máquinas están ganándonos terreno?”–, iba a titularse originalmente Las masas, lo que habría dado todavía más argumentos a McCarthy para acusar de comunista a Charlot, algo que tras esta película hizo igualmente. Y eso que el vagabundo, por última vez, seguía sin decir ni mu. 

>> Chaplin aprieta las tuercas de una maquinaria cómica muy bien engrasada.

​M. P.

40. Toma el dinero y corre (Woody Allen, 1969)

Antes de depurar el género en 'Zelig', Woody Allen se estrenó como autor completo (guionista, director y protagonista) con este mockumental que narra la incapacidad para la delincuencia del petimetre Virgil Starkwell. Podría haberla dirigido Jerry Lewis de no haber estado liado con lo suyo, pero estaba destinada a ser la peli que haría del judío neurótico la estrella que debía ser. 

>> Certifica que el Woody de la tontuna fue tan valioso como el relacional.

​R. L.

39. This Is Spinal Tap (Rob Reiner, 1984)

Si este falso –insistimos, FALSO; Ozzy Osbourne creyó que era auténtico– documental sobre una banda de rock peludo no existiera, admitámoslo, los músicos no tendrían nada de lo que hablar durante las pausas en el estudio, los largos viajes entre concierto y concierto o las esperas en el backstage. El trío Guest-Shearer- McKean inventó algo tan poderoso como poner el ampli al 11 de volumen. 

>> El rock se pone en un espejo deformado y resulta tan divertido como realista.

​M. P.

38. Un día en las carreras (Sam Wood, 1937)

Última obra maestra de los Marx, en buena medida por la muerte de su productor Irving Thalberg después del rodaje. Para Groucho “tras su muerte, mi interés en el cine decayó. Filmar dejó de ser divertido”. El argumento incitaba a las bromas de corte bestialista de Groucho (“cásate conmigo y nunca más miraré a otro caballo”) y supuso el mayor taquillazo de los Marx, con cuatro millones de dólares. 

>> La carcajada definitiva del quinto hermano Marx.

​R. R.

37. Los caballeros de la mesa cuadrada (T. Jones & T. Gilliam, 1975)

Antes de hacernos mirar el lado brillante de la vida, los Monty Python hicieron de la necesidad humor absurdo en esta sátira de la Inglaterra medieval y los caballeros del rey Arturo rodada en un mes. Como no tenían dinero para utilizar caballos de verdad, los escuderos chocaban cocos para simular el sonido del galope. Hoy es uno de los gags más brillantes de su carrera. 

>> La esencia de los Monty Python, sin dinero pero con aristas.

​D. B.

36. Arma fatal (Edgar Wright, 2007)

Más de 138 películas de acción policial consumieron Edgar Wright y Simon Pegg durante la escritura de un guión que, como es marca de la casa, tiene más engranajes por escena que películas enteras. También toneladas de creatividad, humor visual esculpido en cada cambio de plano y escenas de acción que hacen palidecer al blockbuster de al lado. El Cornetto más refrescante del trío Wright-Pegg-Frost. 

>> Entre tanto cameo, nos quedamos con Cate Blanchett. ¿La reconoces?

​D. D. P.

35. Bienvenido, Mister Marshall (Lus García Berlanga, 1953)

Tenían firmado que sería de risa, ambientada en Andalucía y a mayor gloria de la folclórica Lolita Sevilla. Y lo fue. Entre Bardem, Berlanga y Mihura consiguieron subvertir la españolada desde el guión hasta poner en jaque incluso las relaciones bilaterales con los EE UU de Eisenhower sin que nadie se diera cuenta: disfrazaron una sátira en un pueblo de Castilla la Vieja y pusieron al tándem Pepe Isbert-Manolo Morán a dar las explicaciones.

>> Edward G. Robinson vetó su premio en Cannes. Intuyó que pasaba algo raro, y genial.

​C. M.

34. Atraco a las tres (José María Forqué, 1962)

Atención a los créditos iniciales. Entre la rutina matutina de los trabajadores del Banco de los Previsores del Mañana se cuela una revelación: la película tenía coreógrafa. En parte, eso explica el sensacional ritmo de este atraco imperfecto que alterna jazz noir con música de organillo. La escena del reparto del botín es casi un palíndromo: estos actores son tan buenos que deberían estar en una caja fuerte. 

>> Una comedia de la que declararse admirador, esclavo, amigo, siervo...

​M.P.

33. El maquinista de la General (Buster Keaton, 1926)

Rey del tortazo, pionero de la spoof y maestro de lo que ahora llamamos “cine de acción”, Keaton pagó cara tanta osadía: su película más ambiciosa fue desdeñada por los críticos y se estrelló en taquilla. Triste sino para un filme que, según Orson Welles, es “la mejor comedia de la historia, la mejor película sobre la Guerra de Secesión y, posiblemente, la mejor película a secas”. 

>> Ya casi cien años (y los que le quedan) derrochando delicias sobre raíles.

​Y. G.

32. Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar, 1988)

Un contundente gazpacho con todos los ingredientes almodovarianos. Los más locos y surrealistas. Un sainete ochentero en el que caben terroristas chiítas, pendientes cafetera, discos voladores, una vieja sesentera con pistolas y el doblaje entre lágrimas de una historia de desamor. La mejor comedia del manchego entre pasodobles y reproches, besos robados y una maldita cabina telefónica. 

>> ¡Pedrooo! Márcate otra comedia nerviosa con la Barranco.

​M. G.

31. Plácido (Luis García Berlanga, 1961)

El descenso a los infiernos de Cassen, a lomos de su motocarro, es el de un Dante cañí y miserable como la España franquista... como la España de ahora, la de los desahucios (“no es un retrato de la época, sino de la España eterna”, dijo López Vázquez). Azcona plasma en su guión un cruel retrato de la caridad pusilánime y burguesa de raíces católicas que, medio siglo después, encarnan las Toñi Moreno de turno. 

>> Retrato despiadado de las miserias pasadas... y presentes.

​R. R. S.

30. Los padres de ella (Jay Roach, 2000)

Fue idea de Steven Soderbergh plantear el remake de gran estudio de una reciente película indie sobre la pesadillesca relación de un tipo con el padre de su novia. Iba a dirigirla Steven Spielberg con Jim Carrey, pero terminó siendo el vehículo que consagró a Ben Stiller como estrella y la demostración definitiva de algo que muchos se negaban a ver: Robert De Niro sí puede ser el rey de la comedia. 

>> Stiller y De Niro geniales, pero Owen Wilson es puro Maverick.

​D. D. P.

29. Borat (Larry Charles, 2006)

Situó a Sacha Baron Cohen a la altura de Godard o Buñuel: capaz de producir conflictos diplomáticos con su cine. Los kazajos, la Asociación Alemana Zíngara o los rusos mostraron su rechazo a un filme que, paradójicamente, a quien critica no es a Kazajistán, sino a EE UU. “La parodia no era sobre Kazajistán, sino sobre los que son capaces de creerse que un país como el que describo puede existir”. 

>> El falso documental más descacharrante del siglo XXI.

​R. R. S.

28. Supersalidos (Greg Mottola, 2007)

Si rascas esa superficie repleta de dibujos de penes, obsesión por perder la virginidad, carnés falsos para pillar priva, policías desfasados, fiestones que sólo pueden acabar mal, toneladas de f*cks y bailes sangrientos; recapitulando, si vas quitando esas capas con la uña, queda una historia tan sensible y melancólica que cuesta no derramar una lagrimita contemplando la pérdida de la inocencia de estos amigos.

>> El eslabón perdido entre 'American Graffiti' y 'Colega, ¿dónde está mi coche?'.

​M.P.

27. Historias de Filadelfia (George Cukor, 1940)

La Hepburn clavaba los personajes inconformistas, sobre todo si eran de la alta sociedad, como su inolvidable Tracy Lord. ¿Casarse ella con un tipo amable que la idolatra? ¡Nunca! Mejor el periodista canalla que vende su boda o sentirse tentada por el plumilla enamorado. Stewart convirtió una borrachera de muy señor mío en un Oscar y Grant parecía omnipresente a pesar de estar en segundo plano. 

>> La versión elegante de Una novia a la fuga, regada con alcohol.

​M.G.

26. Desmadre a la americana (John Landis, 1978)

Si 'Porky’s' fue el cáliz de la comedia picante universitaria, ésta sería el Santo Grial. Los recuerdos estudiantiles de Chris Miller, antes relatados en las páginas de la revista 'National Lampoon', son el germen de esta apología de la juerga, el gamberrismo y la diversión a toda costa. Testosterona mal gestionada, el punto justo de sal gorda, sandeces a manta y Belushi como jefe absoluto de la película y de la vida entera.

>> ¡Fiesta toga, fiesta toga, fiesta toga, fiesta toga!

​R.L.

25. Uno, dos, tres (Billy Wilder, 1961)

Cine rutilante y toda una lección de gramática y caligrafía del género. James Cagney es MacNamara, representante de Coca- Cola en el Berlín Occidental muy dispuesto a desmantelar el Telón de Acero y vencer allí donde Hitler y Napoleón fracasaron. Una sátira intervencionista que pone comunismo y capitalismo en el lugar que les corresponde: el del chiste. 

>> Como siempre en Wilder, relojería de alta gama y felicidad total.

​R. L.

24. El sentido de la vida (T. Jones & T. Gilliam, 1983)

Todas las respuestas al porqué de esta angustia que nos corroe de manos de los grandes filósofos de la comedia moderna. Una ristra de sketches irreverentes y airados como sólo los británicos saben airarlos, pero además un excelente musical, cine terapéutico, humanista y siempre respetuoso para con los micropenes. El regusto trágico es que precedió a la disolución de los Monty Python. 

>> La sátira absoluta de todas las cosas y uno de los títulos predilectos del señor Dios.

​R. L.

23. Luna nueva (Howard Hawks, 1940)

En su adaptación de la obra teatral 'The Front Page' (1931), Hawks sustituyó uno de los personajes masculinos por una mujer, pensando que aquello añadiría tensión a la ya de por sí hilarante relación entre los periodistas. Y tanto que lo hizo. Rosalind Russell, convencida de que Cary Grant tenía frases más graciosas que las suyas, contrató a un guionista clandestino para no parecer menos divertida. 

>> Tres horas de diálogos locos en 92 minutos. ¡Deja de reírte, que no oímos!

​A. G. B.

22. El verdugo (Luis García Berlanga, 1963)

"Todas mis películas son la crónica de un fracaso”, reconocía Berlanga. Un fracaso austrohúngaro, cabe añadir. Síntesis del esperpento y la picaresca, mordaz alegato antipena de muerte presentado en un país en el que señoreaba el garrote vil, nunca antes una obra de arte había logrado equiparar tan callejera y metafísicamente al verdugo como condenado, en perfecta Instamatic de la sociedad española del franquismo. 

>> Única y universal, par de Valle-Inclán, del Lazarillo, del Quijote, pura genialidad.

​C.M.

21. Los cazafantasmas (Ivan Reitman, 1980)

Dan Aykroyd, autor del argumento, quería que la protagonizara John Belushi y que estuviera ambientada en el futuro. El actor murió de sobredosis; su amigo afirmó que el blues brother se apoderó del espíritu de Moquete, ese fantasma gamberro. Ivan Reitman y Harold Ramis la trajeron al presente. “¡Habría costado 300 millones de dólares!”, dijo el director... los que lleva recaudados. ¿Un caso para Iker? 

>> “¿A quién vas a llamar?”. Paranormalmente divertida, un icono de los 80.

​M. P.

20. Un pez llamado Wanda (Charles Crichton, 1988)

El muy publicitado óbito de Ole Bentzen, otorrinolaringólogo danés, añadió un plus de atractivo morboso a esta comedia delictiva y diplomática con John Cleese como cerebro. Armada en torno al genio políglota del ex Monty Python y sostenida por un deslumbrante equi- po (Jamie Lee Curtis, Michael Palin, Kevin Kline...), 'Un pez llamado Wanda' amenazaba, literalmente, con matarnos de risa. 

>> Porque si tú nos hablas en ruso, John, lo dejamos todo.

Y. G.

19. Top Secret (Zucker, Abrahams & Zucker, 1984)

Aterriza como puedas' era más película y 'Top Secret', un libro de chistes”. Zucker, Jerry dixit. Abrahams, Zucker y Zucker se saltaron todas las normas posibles del cine y aún así hicieron su segunda mejor parodia. “No había historia, ni estructura”. Ni el personaje de Val Kilmer tenía arco. Él, que venía de “la tierra de Hamlet”, se estrenó en el cine traficando con anal intruders y alternando con Café au lait y Croissant. 

>> “Souvenirs, novedades, artículos de coña, coñas marrinerras”.

I. C.

18. Cuando Harry encontró a Sally (Rob Reiner, 1989)

Harry y Sally se preguntaban si hombres y mujeres (heteros) podían ser ‘sólo’ amigos. “Porque siempre se interpone la parte sexual”, decía él (Billy Crystal). La ambigua premisa de la romcom más cool de los 80 se zanjaría con 'Pretty Woman'. Porque para muchos, esos 12 años de idas y venidas sin salto del tigre fueron una mentira tan gorda como el orgasmo entre bocados de pastrami de Meg Ryan. 

>> Luego Meg encontró a Tom Hanks y nos quedamos en bragas.

M. G.

17. La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938)

“Lo más absurdo que me ha ocurrido en la vida”, decía David cuando Susan ponía la canción favorita de 'Baby, I Can’t Give You Anything But Love'. Tenía razón. La segunda película juntos de Cary Grant y Katharine Hepburn era la absurdez más disparatada y, sin embargo, no se entendió en su momento. A Hepburn la llamaron “veneno de la taquilla” y Hawks juró que no volvería a hacer una comedia con tanto loco. 

>> La madre de las screwball comedies y de las comedias románticas.,

I. C.

16. Agárralo como puedas (David Zucker, 1988)

En 1982, los responsables de Aterriza como puedas trataron de conquistar la TV con su serie Police Squad!, obteniendo un rotundo fracaso. Seis años más tarde, el detective Frank Drebin (Nielsen, of course) resucitó gloriosamente en la gran pantalla, encabezando la primera de tres exitosísimas operaciones armadas con un infinito arsenal de recursos cómicos y una habilidad demoníaca para ridiculizar clichés. 

>> “Hermoso conejito”, dijo Leslie. Y el público le adoró (aún más).

Y. G.

15. Amanece, que no es poco (José Luis Cuerda, 1989)

“¿Es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner?”. En la boca de Saza todo suena convincente hasta unos extremos increíbles. Arturo Bonín [el escritor que plagiaba a Faulkner] debía de pensar que estábamos todos locos. “Y para puta, ¿alguna voluntaria?”. Una vecina del pueblo donde rodamos me contó que admiraba a Aurora Bautista muchísimo, así que le dije que compartiría plano con ella. Cuando la pobre mujer la escuchó decir esto puso una cara impresionante. “Padre, ¿por qué mató usted a madre?”. Sé que es muy incorrecta políticamente, y pido perdón, pero hoy la seguiría metiendo. “¡Alcade, todos somos contingentes, pero tú eres necesario!”. Contrariamente a lo que algunos piensan, es la segunda frase que más me citan. La primera es... “Que un hombre en la cama siempre es un hombre en la cama, ¿eh?”. Ciges lo primero que me preguntó fue si yo era uno de esos “directores maniáticos que quieren que diga lo del guión”. Le contesté que sí, aunque acabó metiendo lo de la “gallina de colores”, que era de su cosecha. “Pues yo creo que me voy a sacar la chorra”. Es de las respuestas más elocuentes a ciertos estímulos. Llegado este momento yo también estoy pensando en sacármela.

JOSÉ LUIS CUERDA

14. Una noche en la ópera (Sam Wood, 1935)

El superproductor Irving Thalberg consiguió domar la energía anárquica de las anteriores películas de los hermanos Marx dentro de productos comerciales perfectos con el sello MGM de gran espectáculo musical. Los gags más salvajes se pulían durante las giras teatrales de los hermanos hasta lograr cimas del timing como la escena del camarote abarrotado, en cuya escritura participó Buster Keaton. 

>> Marxismo fresco en su jugo, sin espinas. ¡Y dos huevos duros!

D. D. P.

13. Annie Hall (Woody Allen, 1977)

“Conseguí el Oscar de 'Annie Hall' por interpretar una versión amable de mí misma”, decía Diane Keaton sobre la séptima película de Woody Allen, rehecha casi al completo en la sala de montaje. Al parecer, el parecido razonable no atañía sólo a los encantadores chalecos con corbata, sino a la historia de ruptura que el de Manhattan había experimentado con la actriz del “la di la”.

>> La mejor receta para cocinar langostas y desamor.

​A. G. B.

12. Zoolander (Ben Stiller, 2001)

Muérdete las mejillas, saca morritos, escudriña la mirada... strike a pose! La odisea de Derek Zoolander no era en el espacio, aunque imitase a los simios de Kubrick y vistiese sideral. Su gran aventura terrenal consistía en ser irresistiblemente guapo, codearse con David Bowie, y enfrentarse a otro “top model”, Owen Wilson, todo ello en el cuerpo de 1,70 de Ben Stiller. Soñar es gratis y reír, también. 

>> La película antimoda que seduce a todo fashionista que se precie de serlo.

11. Zombis Party (Edgar Wright, 2004)

Diez años antes del fenómeno 'The Walking Dead', Pegg-Frost-Wright iniciaron la trilogía del Cornetto con una de zombies en la que éstos son reflejo del anquilosamiento de la propia sociedad inglesa. Más british imposible: un pub donde refugiarse, un palo de cricket para defenderse y hasta un cameo de Chris Martin de Coldplay como muerto viviente. Un antihéroe dispuesto a jugarse la vida por amor.  

>> Aprobada (y no es coña) por George A. Romero. Ojito.

​M. G.

10. Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959)

Nadie es perfecto, ni tan siquiera la Monroe. Billy Wilder la sufrió, como lo hicieron los pies de Jack Lemmon y Tony Curtis en esos zapatos de tacón. Tan falso como el buen rollo entre el trío protagonista es el hotel del enredo de Miami, localizado en San Diego. Ser mujer y no morir en el intento, con un buen surtido de malentendidos y una rubia despampanante cantando, sugerente, que quería que la amases. 

>> Si ésta fuera la lista de los mejores finales del cine estaría entre los primeros.

9. El jovencito Frankenstein (Mel Brooks, 1974)

Gene Wilder y Mel Brooks juntaron sus talentos para homenajear a los clásicos de terror de la Universal con los que tanto disfrutaron de niños. Y lo hicieron de la mejor manera que supieron: a carcajada limpia. Entre lo popular y lo culto, entre la maravillosa Inga/Tery Garr (“Vaya par de aldabas”) y el grotesco Aigor/Marty Feldman (“Soy el único actor que puede aparecer en una película de terror sin maquillaje”). 

>> Un pastiche pop terroríficamente perfecto.

R. R.

8. Ser o no ser (Ernst Lubitsch, 1942)

No se puede escribir sobre Ser o no ser sin sonar exagerado. Sólo mencionarla empuja a verla de nuevo sin importar las veces que la hayamos disfrutado. Al guión de Edwin Justus Mayer (basado en una idea de Lubitsch y Melchior Lengyel) le pesa la simplista calificación de “comedia” porque es mucho más que risa, drama o sátira, a pesar de sus elementos abiertamente cómicos (puro vodevil de repetición), trágicos (la misma guerra) o irónicos (el sinsentido de los totalitarismos). No sobra nada, todo contribuye en esta perfecta fusión de géneros. Explicar el argumento es más complicado de lo que parece, porque su resolución funciona como un asombroso cubo de Rubik. Una humilde compañía teatral polaca ensaya una obra antinazi (titulada Gestapo) poco antes de que Hitler invada el país. A partir de ahí, los comediantes se verán involucrados en una rocambolesca trama de contraespionaje en la que también hay sitio para un romance liante o una divertida reflexión sobre la vanidad de los actores. Lubitsch sabe moverse en esa delgada línea que separa la reivindicación de la burla sin caer en lo pretencioso, pero sólo él podría decirlo alto y claro con toda intención: “Hail to myself!”. 

7. Sopa de ganso (Leo McCarey, 1933)

¿Es una obra maestra? ¿Es la mejor película de los hermanos Marx? Respondamos primero a lo segundo: ¡Sí! El desparrame marxista pedía a gritos un director riguroso y McCarey puso orden, hasta cierto punto: nunca Margaret Dumont sufrió tanto al bigotudo desbocado, capaz de alertarnos (¡en 1933!) del nazismo desde Freedonia, república para quedarse a vivir. El gag del espejo, apoteosis Groucho-Harpo, es insuperable. 

>> Hasta un niño de 4 años reconocería esta joya. ¡Que traigan un niño de 4 años!

C. M.

6. Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993)

Nos quedamos como Bill Murray atrapados con este divertidísimo día de la marmota eterno (¿o eran ‘sólo’ 10 años?). Una imperfecta historia de amor (¿cuál no lo es?), que nos brindaba una poderosa lección: con paciencia y con tesón puedes conseguir lo que te propongas. Que a nadie se le ocurriera una serie de TV con el 'I Got You Babe', de Sonny y Cher como intro es imperdonable. Y con Murray, of course. 

Cada 2 de febrero la marmota asoma y grita: “¡Peliculón!”.

M. G.

5. La vida de Brian (Terry Jones, 1979)

Pijus Magníficus, la canción más silbable de la historia, el Frente Popular de Judea... Salvo la animación de Terry Gillian, no hay ni un solo segundo que no sea, sencillamente, genial. El catolicismo siempre ha dado pie para la chanza pero, después de La vida de Brian, todo parece poco. Prohibida en Irlanda y en Noruega por... ¿blasfema? No según Jones, que eligió a Brian porque “Jesucristo no era divertido”. 

Nunca el rollazo del Nuevo Testamento fue tan cachondo.

R. R.

4. Aterriza como puedas (Zucker, Abrahams & Zucker, 1980)

Los ZAZ desactivaron un género para siempre –la catástrofe aérea, reutilizando el guión de 'Suspense... hora cero' y exponiendo su ridiculez latente– en todo momento buscando el mayor número de gags por fotograma y tocando todos los registros posibles: humor visual, verbal, absurdo, bobo, enrevesado o metaficcional. La clave, demostraron Leslie Nielsen y el resto del reparto, era tomárselo todo completamente en serio. Y no llamarles Shirley. 

>> Nunca es un mal día para volver a verla por enésima vez.

D. D. P.

3. El apartamento (Billy Wilder, 1960)

Cuando se quedaba falto de ideas en medio de un guión, Wilder se preguntaba: “¿Qué haría Lubitsch?”. Por suerte, el cineasta alemán era una gran fuente de inspiración. Sin él nunca hubiese existido este cuento agridulce entre mesas de oficina y raquetas para colar spaguetti. Sí, quizás el director de 'El apartamento' nos dejase películas más divertidas que ésta, pero ninguna se parecía tanto a la vida como aquella partida de cartas. 

“Cállese y juegue”, Shirley MacLaine, eterna crupier.

​A. G. B.

2. El guateque (Blake Edwards, 1968)

Indira Gandhi quedó encantada: Peter Sellers hizo más por la integración de la cultura de la India con su irresistiblemente torpe Hrundi V. Bakshi que todo el curry de Bengala. Pero a la apología del turbante se añade un festival de improvisaciones (de un guión de apenas 50 folios) fruto de la admiración por Jacques Tati de Blake Edwards en su único filme junto a Sellers sin la Pantera rosa. Dos gallos en el mismo corral que lamentablemente tardaron otros 6 años en trabajar juntos. 

Virguerías con un rollo de papel de wáter. Y de ahí para arriba.

​C. M.

1. El gran Lebowski (hermanos Coen, 1998).

La primera vez que vi El gran Lebowski, cuando se estrenó en 1998, no me gustó nada. Creo que todavía estaba bajo el influjo de Fargo y me parecía mal que los hermanos Coen se pusieran a hacer el ganso después de haber alcanzado tal cumbre de la dramaturgia universal. Todo en El gran Lebowski me parecía una broma molesta. La forma de hablar empanada de Jeff Bridges, los disfraces caricaturescos de John Turturro y John Goodman (haciendo de John Milius, ¿por qué?), los nihilistas gritando “I fuck you!” demasiadas veces, las arbitrariedades del diálogo y de la trama, etc. Sin embargo, durante muchos años me persiguió un temor, o mejor dicho, la certeza de que era yo quien estaba terriblemente equivocado, si es que se puede estar equivocado respecto a una película (a veces sí). Entonces en 2009, los Coen se sacaron de la manga, así como quien no quiere la cosa, la sobresaliente Un tipo serio. Plenamente arrepentido por haber dudado de ellos, tomé la determinación de volver a sentarme delante de El gran Lebowski. Desde el primer minuto viví la película de forma diametralmente opuesta, disfrutando como un enano de absolutamente todo lo que antes me había irritado. La película es de una libertad embriagadora, divertidísima y además exquisitamente rodada. Sus imperfecciones y rarezas no sólo me daban igual sino que me parecían propias del gran cine. Al igual que en Fargo, la acción de El gran Lebowski transcurre unos pocos años antes de su rodaje. Se acercaba el siglo XXI pero al ubicarla en 1991 era como si los Coen quisieran arañarle un rato más al siglo XX, a su estética y sus referentes. En 1998, el año 1991 ya empezaba a ser vintage. Dejar testimonio de lo que ya no es o está a punto de dejar de ser, también puede que sea una facultad del gran cine. Los Coen han explicado alguna vez que El gran Lebowski es una especie de homenaje a El sueño eterno y/o el carácter disperso de algunas tramas de Raymond Chandler. A mí también me gusta encontrarle algunos ecos de Short Cuts o Grand Canyon, sin que eso signifique que la película se valide por estar a la altura o no de otras, porque es deliciosamente única. A menudo me ha pasado al contrario: que una película me deslumbra en un primer visionado pero al repetir se le ven los trucos o simplemente no consigue tocar el nervio que en su momento alcanzó. Parece ser que El gran Lebowski ha logrado con los años el status de película de culto quizá más que ninguna otra película de los Coen, y que al mismo tiempo sigue generando una gran división de opiniones más o menos en torno a los dos extremos que he explicado. En esta ocasión me sirve para pensar en cómo respondemos a las películas de un modo u otro según coyunturas emocionales que son imprevisibles y difíciles de explicar, pero que no se pueden achacar a supuestos deslices de sus autores. Las películas son lo que son por supuesto al margen de estas coyunturas personales del espectador, pero también al margen de las coyunturas de su estreno, su taquilla y cómo se reciben en su momento. Las películas son para siempre. En el caso de El gran Lebowski casi me alegro de que no me gustara la primera vez. Porque a lo mejor me habría gustado sin más y la cosa habría quedado ahí. Tal y como sucedió, puede que yo haya sido admirador de El gran Lebowski durante menos tiempo que otros más avezados. Pero tener que hacer un esfuerzo adicional por conseguir que te guste una película, a menudo proporciona una satisfacción especial y te hace sentir especialmente ligado a ella tras el proceso. 

​JUAN CAVESTANY