Varias cabezas piensan mejor que una
ELENA SANZ, El Mundo, 30 may. 2018 01:59
Existen numerosas evidencias científicas que confirman que los colectivos son más listos que la mayoría de los individuos por separado
Año 1906. Feria de ganado en una campiña al oeste de Inglaterra. Una muchedumbre se agolpa alrededor de un colosal buey. "¡Hagan sus apuestas señores! ¡Atrévanse a adivinar a ojo de buen cubero cuánto pesa el ejemplar por sólo seis peniques!", grita alguien. Un divertido concurso rural que no hubiera tenido la menor importancia si no le hubiera dado por asomarse por allí a un estadista llamado Francis Galton, al que le encantaba analizarlo todo. Aquello despertó su curiosidad. Pidió copia de las 800 apuestas que habían hecho los agricultores y ganaderos locales. Y comprobó que, si las analizaba individualmente, había respuestas de todo tipo, algunas totalmente disparatadas, otras que no andaban demasiado lejos. Pero cuando calculaba la media de las respuestas, ¡'voilà'!, ésta coincidía casi exactamente (con un margen de error de sólo un 1%) con el peso del animal. Así fue como, en una recóndita feria de ganado, Galton llegó a una interesante conclusión: los colectivos son más listos que la mayoría de los individuos por separado. La inteligencia común supera a la de la suma de las inteligencias individuales.Ideas genialesLa teoría de Galton -que publicó la revista 'Nature'- no sólo no ha sido desmentida con el tiempo. Un siglo después, existen aún más evidencias de que en grupo pensamos mejor que solos. Incluso hay iniciativas exitosas basadas en este fenómeno, como las plataformas 'crowdsourcing', que tienen su máximo exponente en Wikipedia, o las iniciativas de co-creación e innovación abierta, que pretenden que surjan ideas geniales pensando en masa. Eso sí, en estos años hemos añadido algunos matices. El más importante de ellos es que las multitudes son más inteligentes que los individuos en muchas ocasiones pero, sobre todo, "en esas situaciones en las que hay opiniones muy diversas (no solamente 'sí' o 'no') y podemos conseguir que las personas las expresen de manera independiente", tal y como le explica a ZEN Bahador Bahrami, neurocientífico y experto en comportamiento humano del University College de Londres. En otras palabras, la inteligencia colectiva funciona mejor cuando ignoramos lo que responden los demás.Si las personas comparten información antes de contestar, empiezan a notarse los efectos de la influencia social, es decir, nuestra "tendencia a cambiar opiniones y preferencias observando lo que otros piensan", aclara Bahrami. Neurocientíficamente tiene sentido: somos animales sociales, y en cierto modo actualizamos nuestras ideas escuchando a los demás. "Nosotros mismos hemos demostrado incluso que somos más fácilmente influenciables cuanta más cantidad de materia gris tenemos en la corteza orbitofrontal lateral del cerebro", explica el investigador. Sin embargo, esta flexibilidad social no nos beneficia a la hora de resolver ciertos problemas en grupo, sino todo lo contrario.ExperimentoLa última prueba de ello la puso sobre la mesa el mes pasado un equipo de investigadores estadounidenses de la Universidad de Harvard y el Instituto de Santa Fe. En su experimento no trabajaban con bueyes sino con tarros de caramelos. Les pedían a distintos sujetos que dijeran una cifra "a ojo" de cuántas golosinas había en los botes. De esta forma, comprobaron que si a los participantes se les informaba de que otros compañeros habían propuesto cifras mucho más altas que las suyas, casi siempre modificaban su respuesta. Con un desastroso resultado, porque al "rectificar", la media se alejaba de la realidad. El cálculo era mucho más atinado cuando nadie compartía información. Dice Bahador Bahrami que también hay que tener en cuenta que la fiabilidad de la inteligencia grupal depende del tipo de problema que se aborde. "Si el asunto requiere conocimientos expertos, entonces los grupos no lo hacen tan bien; pero si la pregunta es una sobre la que cualquiera tiene alguna noción, aunque sea imperfecta, como por ejemplo '¿cuál es la altura de la Torre Eiffel?', ahí los colectivos son sin duda mucho más listos que los individuos por separado", aclara.
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viernes, 1 de junio de 2018
martes, 5 de abril de 2016
El espíritu de la investigación
La curiosidad es la energía del investigador, pero en este trabajo, como en el amor, la perseverancia lo es todo. Algunas respuestas solo se encuentran tras recorrer todas las trochas del monte. El problema es que de una investigación nace otra: quien retira una pareja de cerezas de la fuente termina por retirar casi todo el plato si no corta alguno de los hilos: algo fácil para evitarse complicaciones. Y aquí viene el segundo elemento necesario al investigador: la ambición, una pasión que te obliga a no renunciar a nada, pues quien investiga lo poco termina por investigar lo mucho. Este segunda virtud (vicio para muchos) suele poner bastante nerviosa a la gente; a algunos, incluso, los hace salir corriendo. Pero quien la posee no termina su vida defraudado, porque conoce su destino: la pasión nunca se equivoca, y, aunque lo haga, le da igual.
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sábado, 21 de noviembre de 2015
Wikiartículos escritos en cinco semanas
Me quita mucho tiempo, pero me distrae, y por eso he escrito, sobre tema manchego, 29 artículos, principalmente biobibliografías; también he corregido y ampliado 11 y, sobre tema no manchego, he redactado 62, traducido 15 y ampliado y corregido otros 12. Sin contar trabajos menores; no está mal para un mes largo: salgo a unos tres artículos al día.
Sobre tema manchego:
Juan de Cueto y Mena, un dramaturgo y poeta culterano de Infantes del siglo XVII.
Gaspar de Barrionuevo, entremesista y poeta toledano del XVII, intimísimo de Lope de Vega, del que lo hemos perdido casi todo.
Julián Sánchez Prieto, un pastor poeta, dramaturgo y periodista de los Montes de Toledo.
Luis Esteso y López de Haro, menudo esfuerzo me ha costado su bibliografía; es el genio de los monólogos de humor a principios de siglo y también tenía una faceta de erudito.
Fernán Gómez de Ciudad Real, del que aclaro si existió o no y la superchería que fraguaron en torno a su presunto epistolario, de la que todavía algunos no se han enterado.
El historiador manchego Agustín de Horozco, primero en documentar y profundizar en la historia de la ciudad de Cádiz
Isaac Núñez de Arenas, el crítico y académico conquense que fue periodista y jurista también.
Pedro Navarro (dramaturgo)
Baltasar Mateo de Velázquez, un novelista conquense del Siglo de Oro.
Otro novelista manchego del Siglo de Oro que no menciono porque quiero leerlo y estudiarlo ya que merece más atención y es prácticamente desconocido.
Otro novelista manchego del Siglo de Oro que no menciono porque quiero leerlo y estudiarlo ya que merece más atención y es prácticamente desconocido.
Íñigo de Mendoza, poeta manchego de la reina Isabel la Católica
Salvador Jiménez Coronado, el astrónomo, matemático, traductor y diputado liberal en las Cortes de Cádiz de Ciudad Real
Ramón Giraldo de Arquellada, de Infantes, célebre diputado y presidente liberal de las Cortes de Cádiz, del que no se sabía cuándo nació y murió hasta que yo lo arreglé; por demás, qué alergia a la escritura la de este hombre.
Reales Fábricas de Bronce y Latón, creadas en Riópar, Albacete, gracias a Carlos III y al ingeniero que sigue:
Juan Jorge Graubner, de Viena y manchego de adopción , porque si fuera natural, lo único que habría hecho es rascarse la panza.
Juan Hidalgo Repetidor, un dramaturgo del XVI
Juan Hurtado, escritor aúreo
Juan de la Cuesta (maestro) del Siglo de Oro que escribió cómo tratar a los niños y enseñarles a leer y escribir
Juan Antonio Castro, escritor manchego moderno
Amalio Fernández, escenógrafo y pintor magnífico de Albacete que murió en Hollywood; he visto algunas de sus impresionantes telones en el buscador de imágenes de Google.
Felipe Antonio Fernández Vallejo, el manchego obispo erudito de Salamanca que cuando era canónigo en Toledo descubrió tantos manuscritos interesantes; ¿qué habrá sido de los papeles con los que se quedó su hermana?
Joaquín Tomeo y Benedicto, dramaturgo albaceteño del XIX que escribió tragedias sobre nuestra historia
Alfonso Hurtado de Valverde, dramaturgo caracense del XVI del que queda su comedia sobre los Siete infantes de Lara; quizá si se buscara un poco más...
Juan José Luján, actor manchego
Antonio de Heredia, el historiador benedictino manchego de su orden.
Damián de Vegas, dramaturgo toledano del XVI, o eso me parece, porque aunque vivió en Toledo toda su vida échale un galgo a dónde nació.
Feo de Cariño, guerrillero carlista. ¿A qué se nota que me hizo gracia el sobrenombre?
Antonio Merendón Mondéjar, tuerto en la Guerra de Cuba y guerrillero carlista de desigual fortuna; también me hizo gracia el apellido.
Antonio Zoilo Vázquez Marjaliza, periodista, político y guerrillero carlista; creo yo que no le iban los trabucos, por demás su segundo nombre de pila le define.
Exclamación y querella de la gobernación, el famoso poema político de Gómez Manrique, siglo XV. Menudo panorama toledano pinta.
He actualizado, corregido y ampliado además los artículos que yo mismo redacté sobre el toledano poeta meapilas del XVII José de Valdivielso, Juan Marina (el abuelo del famoso filósofo manchego; ¡cuánto trabajo encontrar sus destinos administrativos de profesor en la prensa de la época!), la bibliografía del pedagogo exiliado Lorenzo Luzuriaga y del novelista Rafael López de Haro, muy estimable pese a sus delirios políticos de la Guerra Civil, Ceferino Palencia, dramaturgo que hay que revalorizar como sea; el gran y severo moralista político y poeta Gómez Manrique, las últimas novedades sobre las nuevas obras descubiertas de Bartolomé Jiménez Patón, las poesías del vate de la reina Isabel I Ambrosio Montesino, cuyos restos fueron arrasados por la piqueta, el ahora tan celebrado Carlos Vázquez Úbeda y el artículo sobre Humor manchego. He corregido los de Luis Hurtado de Toledo y Jaime de Huete
Sobre tema no manchego
Fadrique Furió Ceriol (parece mentira que un escritor y humanista tan importante no tuviera entrada); se le subió a las barbas al mismo Carlos I defendiendo la traducción de la Biblia a las lenguas vulgares.
Isaac Muñoz, escritor modernista y decadente, muerto cuando más prometía... de sífilis.
Juan Alonso de Pedraza, dramaturgo del XVI de la Danza de la muerte; no es tan bueno como parecía.
Miguel de Carvajal, dramaturgo del XVI, también famoso por el Auto de las Cortes de la Muerte que aparece aludido en el famoso capítulo de la segunda parte del Quijote, pero que en realidad fue refundido por un arreglalotodo poeta toledano.
Félix González Llana, interesante dramaturgo del naturalismo, asociado al masón amigo de nuestro asesinado poeta Antonio Rodríguez García-Vao.
El bachiller Alfonso de la Torre, un enciclopedista del siglo XV sin entrada en la enciclopedia electrónica, al que tanto ha estudiado mi fumador Francisco Rico.
Sebastián Francisco de Medrano, escritor al que no hay que confundir con el poeta casi contemporáneo.
Gutierre Joaquín Vaca de Guzmán, escritor importante del XVIII al que nadie recuerda hoy, pero al que habría que leer los dos libros que añadió a los Viajes de Enrique Wanton compuestos por un italiano de origen armenio.
José María Joaquín Vaca de Guzmán, hermano del anterior y más renombrado en su época, pero poeta frío y académico, bastante vanidosillo y hoy olvidado
Anselmo Petite, uno de los primeros traductores de los Evangelios en el XVIII; cuánto me ha costado encontrarle datos biográficos.
Baltasar de Vitoria, mitógrafo importantísimo y sin lugar en la enciclopedia.
El poeta Pedro de Quirós, no menos importante que otros del Siglo de Oro más recordados.
Ezequiel González Mas, un importantísimo historiador de la literatura española que se fue al exilio muerto de asco de la vida franquista y del que apenas ha llegado (y es casi imposible conseguir) un tomo siquiera de su manual en España, cuanto más los últimos. Como uno no vaya a buscarlos a Puerto Rico...
Pedro López de Montoya, del que ahora mismo no me acuerdo.
Alejandro Ramírez Blanco, del que tampoco.
Nicolás Aguayo y Aldea, un colono en América que hizo grandes cosas allí por los demás.
Rafael de Rodas Hoyos, otro que tendría que revisar qué hizo y no tengo ganas; bastante con lo que le he escrito.
Tomás Tuero, uno del "Bilis Club", amigo de los novelistas asturianos del XIX, que murió joven.
Joaquín Setantí, el clásico cultivador del aforismo áureo tacitista del que nadie se acuerda ahora (y está muy mal que sea así).
Juan Palafox Rovira... ¿Qué escribí sobre él?
María Brey Mariño, la pariente erudita, bibliófila y roja de Rajoy, mujer del inefable Moñino.
José Safont Casarramona, un tío Gilito del siglo XIX español
José Safont Lluch, su hijo, igual de Gilito y especulador que su padre.
Me he hartado de corregir los artículos Biblioteca de Autores Españoles, Generación del 50 y Naturalismo.
Ricardo Defarges, poeta de los 50 al que nadie hace caso y casi yo tampoco, del que siempre escriben mal el apellido, que es Defargues; no sé como enmendarlo.
Fernando Vázquez Orcall, pariente carlista de nuestro pintor Vázquez y al parecer guerrillero en la tercera.
Alonso de Fuentes... tal vez sea autor dramático
Marcelo Martínez Alcubilla, el infatigable compilador de códigos legales antiguos y modernos... Hacen falta arrestos.
Francisco Fernández Villegas... uf, no me acuerdo.
Pedro Sánchez de Viana, mitógrafo, creo.
Luis Tejedor, José de Lucio, Adolfo Torrado, dramaturgos malisimos de posguerra, sobre todo el último, que creó el patrón del cine malo de posguerra o españolada al estilo de "La tonta del bote", con Gracita Morales.
Giuseppina Ledda, hispanista sarda fallecida este mes
Howard Rollin Patch, hispanista cuyas teorías sobre el ultramundo medieval leí con sumo deleite hace años.
Margot Arce Blanco, otra hispanista puertorriqueña cuyo ensayo sobre Garcilaso leí también con gusto y utilicé cuando estudiaba la carrera.
Caroline Brown Bourland, una hispanista estadounidense con la que tropecé al redactar artículos sobre teatro antiguo del XVI.
Diego y José Figueroa y Córdoba, hermanos y dramaturgos olvidados del Siglo de Oro, bastante copiones.
Jerónimo de Guedeja Quiroga, al que tan poco gustaban las comedias de santos.
Manuel Cortés y Campomanes, un revolucionario liberal que se desencantó.
Juan Pons Izquierdo, otro revolucionario liberal, filósofo y poeta español que no se desencantó y al que tendrían que dedicar una tesis; escribió más que el Tostado, pero todo está sin recoger.
Joaquín Barón Domingo, un poeta de la tertulia del manchego Estala; sus obras andan invistas por la Biblioteca Real.
Ricardo Blasco Soler, del que no me acuerdo de nada, solo que era escritor.
Afredo Miguel Aguayo Sánchez, un benemérito colono español que trabajó por los demás.
José Antonio Portuondo, un economista y funcionario como no los ha habido y benemérito colono español de la Ilustración en América
He actualizado y corregido además los artículos del escritor áureo Cristóbal Suárez de Figueroa, sobre el cual hizo una tesis una amiga mía, Asunción Satorre Grau; de la feminista poetisa dieciochesca Margarita Hickey, que odiaba a los hombres; los sumamente erróneos y disparatados de Infografía, Silva, Abencerrajes, Pictograma, Ideograma y Logograma, que ahora se pueden leer; los de Hugh Blair, Manuel Azaña (no había bibliografía de obras y yo se la he confeccionado), el pedagogo Andrés Manjón y el artículo que creé sobre Svetlana Aleksiévich mucho antes de que le dieran el premio Nobel.
He traducido al español, ampliado y adaptado los artículos correspondientes al dramaturgo burgués Henry Arthur Jones, los pintores franceses Auguste Creuzé de Lesser, Isidore Pils, Georges Clairin, François-Édouard Picot y el holandés Johannes Le Francq van Berkhey, este también gran naturalista y con chaladura política incluida; los enciclopedistas y mitógrafos Paul Scalich, Barthélemy de Chasseneuz, Lilio Gregorio Girardi, Vincenzo Cartari, Guillaume du Choul, Konrad Kürchner y Gregor Reisch; el filósofo y orador William Johnson Fox, qué soso el hombre, y el bibliógrafo y lexicógrafo gallego Francisco Javier Rodríguez Gil
Sobre materias no biográficas he escrito:
Geoglifos de la estepa; me llamó la atención un artículo que leí.
Género jocoso; para exprimir un libro de Maxime Chevalier que leí hace tiempo.
Bernardina; para cachondeos, el Siglo de Oro.
Fiel de fechos, algo con lo que me topé y que no sabía que era.
Mesura, lo que caracteriza el modo de ser castellano desde el Cid.
Observatorio de Arequipa, una derivación de Harvard en Perú
Comedia de costumbres, que faltaba.
Comedia de carácter, que también.
Comedia mitológica, lo mismo.
Comedia de bandoleros, igual.
Estancia spenseriana, cuya estructura cada cierto tiempo se me olvida.
Triángulo de Ogden y Richards, algo que echaba en falta.
Unitarismo, que faltaba y con lo que me he topado al estudiar a heterodoxos como Blanco White.
He revisado también el de Sátira, que andaba incompleto.
También muchas correcciones menores de otros artículos que o andaban errados o imprecisos o mal escritos en ortografía o estilo.
¿Y por qué cuento esto?
Solo por si alguno piensa que los profesores se ponen a mirar a las moscas; hay muchos como yo que colaboran con esa enciclopedia en línea y que no obtendrán fruto alguno por su trabajo, que no sirve para Sexenios ni otras leches. He escrito este post mientras los demás se iban a ver el partido entre Madrid y Barcelona; me gusta el fútbol, pero no más que soltar el hilo de la prosa, como el gusano de seda, aunque termine hecho un capullo. Como se me da bien y suelto escribir a ordenador y tengo libros para consultar, lo hago, pues, si dispongo de todo eso, ¿por qué no aprovecharlo para ilustrar y educar, que es el cometido de todo profesional de la enseñanza, y encima darle algo de gimnasia a la prosa y, con ella, algo de agilidad al cerebro?
domingo, 8 de noviembre de 2015
Rescato y publico el texto y partitura del antiguo Himno nacional republicano de 1868
El himno titulado
“¡Abajo los Borbones!” fue estrenado en el Teatro de la
Zarzuela, el 7 de dIciembre de 1868, formando parte de un espectáculo
compuesto por El alcalde de Zalamea, unos poemas políticos
alusivos a la obra de Calderón y, a propósito, uno de Luis de
Eguilaz titulado “la convalecencia”. El himno del famoso poeta y
autor dramático Antonio García Gutiérrez, con música del maestro
Emilio Arrieta, “agradó mucho a la nutrida concurrencia y fue muv
aplaudido” según Los Sucesos, núm. 669, 9 de diciembre de
1868, y se publicó íntegramente en este mismo número, en su página
536, y con la partitura en Madrid: Casimiro Martín, 1868. En el enlace azul está la partitura.
RECITATIVO
Después de siete
siglos de luchas y de hazañas
del español ya
exenta la indómita cerviz
al trono de Pelayo,
nacido entre montañas
subió la casa de
Austria en época infeliz.
Subió Carlos
primero, verdugo de Castilla,
que su altivez
heroica queriendo castigar
en la caliente
sangre de Bravo y de Padilla
ahogó la
independencia de España en Villalar.
Y, en pos de aquel
soldado de trágica memoria,
avanza el parricida
que a España despobló,
y aquellos dos
Felipes de triste y pobre historia,
hasta el segundo
Carlos que a Francia nos legó.
Mas resistiolo el
pueblo, de su viril constancia
haciendo airada
muestra y alarde singular,
y horrores de
Sagunto y estragos de Numancia
en Barcelona y
Játiva se vieron renovar.
Subió el Borbón al
trono, pero subió dejando
la garra del
leopardo clavada en Gibraltar;
predecesor fue digno
del séptimo Fernando
y de esa desdichada,
fanática y vulgar.
Triunfó el Borbón
y ahora por despedida deja
cadalsos, sangre,
luto y la miseria en pos,
y aun hoy en el
destierro de ingratitud se queja
la que sucumbe
herida por el rigor de Dios.
Perdiose con su
raza, perdiose aquel imperio
que levantó Pelayo
y engrandeció Cortés,
que ya era nuestra
España sangriento cementerio
en que se alzaba un
trono como fatal ciprés.
PARTE CANTADA
¡Abajo los
Borbones!, exclama el pueblo entero
hirviéndole en el
pecho la afrenta y el rencor, (bis)
repítelo el soldado
y el duro marinero,
y todos cuantos
sienten las iras del rubor.
Aquel que entre
nosotros tuviere madre honrada,
esposa, hermano o
hija, y estimen su virtud,
que diga si no
siente la indignación sagrada
con que la España
toda rompió su esclavitud
¡Abajo, abajo
los Borbones,
de nuestra patria
mengua y horror!
Muestre la España
a las naciones
alta la frente,
limpio el honor.
España, que ocultaba
con silencioso lloro
su afrenta y su
ignominia temiendo al mismo sol, (bis)
que ayer su sangre
toda miró trocarse en oro
del crimen y del
vicio fundido en el crisol.
¡Abajo los Borbones,
abajo! ¡Y que les sea
la tierra ya enemiga
del uno a otro confín!
¡Sin propio suelo
vaguen como la raza hebrea,
y aun no es a sus
delitos el merecido fin!
¡Abajo, abajo
los Borbones,
de nuestra patria
mengua y horror!
Muestre la España
a las naciones
alta la frente, limpio el honor.
En
tanto, respiremos la brisa bienhechora
y el apacible ambiente de amor y libertad,
que pronto a nuestros ojos se mostrará la aurora,
presagio venturoso de más risueña edad.
y el apacible ambiente de amor y libertad,
que pronto a nuestros ojos se mostrará la aurora,
presagio venturoso de más risueña edad.
La
paz con el trabajo, y el arte con la ciencia
serán desde hoy las armas que enciendan nuestra lid;
mas, si de España atacan la santa independencia,
veréis cómo retoñan los vástagos del Cid.
serán desde hoy las armas que enciendan nuestra lid;
mas, si de España atacan la santa independencia,
veréis cómo retoñan los vástagos del Cid.
¡Abajo, abajo los Borbones
de nuestra patria
mengua y horror!
Muestre la España
a las naciones
alta la frente, limpio el honor.
sábado, 10 de octubre de 2015
Se instala en Toledo el archivo del Marqués de Santa Cruz
Jesús García Calero, "El marqués de Santa Cruz deposita su archivo en Toledo: siete siglos de historia", Abc, 8-X-2015:
El legado incluye los planos de batalla del vencedor de Lepanto, las cartas de los Reyes de España, correos del Nuevo Mundo y fotografías familiares.
Nobles y viejos papeles guardados durante siete siglos por los marqueses de Santa Cruz y los duques de San Carlos: planos de Lepanto, cartas cruzadas con todos los reyes de España, desde Felipe II, comunicaciones de almirantes y correos con noticias urgentes del Nuevo Mundo fueron cedidos en depósito ayer para quedar a disposición de los investigadores. Se trata de un fondo que ilumina momentos únicos y relevantes de la historia de España, cuya propietaria era la Fundación Álvaro de Bazán, que lleva el nombre del vencedor de Lepanto. Son papeles que abarcan desde el final de la Edad Media hasta mediados del siglo XX y que sus propietarios han decidido depositar en el Archivo de la Nobleza, en el toledano Hospital de Tavera.
El director general de Bellas Artes, Miguel Ángel Recio, y el marqués de Santa Cruz, Álvaro Fernández de Villaverde, firmaron ayer el comodato que llevará de manera gratuita más de cien metros lineales de legajos y documentos singulares al maravilloso palacio renacentista de los Medinaceli en la ciudad del Tajo. Al acto asistieron también el marqués de Acicóllar, el conde de Estradas y la condesa de Carvajal.
La fecha, 444 años de Lepanto.
Ayer se cumplían 444 años exactos de la batalla de Lepanto, pero la fecha para la firma había sido elegida sin tenerlo en cuenta. De hecho, Fernández de Villaverde confesaba a ABC que cayó en la cuenta del día que era cuando salía de casa y miró los fanales de las naves turcas tomadas por su antepasado en la batalla naval contra el turco, porque llevan la fecha inscrita. Por su parte, Recio se dio cuenta al visitar la web de ABC y ver el relato que ofrecíamos a nuestros lectores en recuerdo de la batalla.
Sea como fuere, según el marqués de Santa Cruz, «la fecha no podía ser más indicada». Como portavoz de los propietarios, Fernández de Villaverde destacó que la cesión de sus fondos «es un acto de confianza absoluta en las personas que rigen este museo y en el director general de Bellas Artes». Según relató, hasta ahora se abría el archivo en su casa un día a la semana para los investigadores y «siempre teníamos una cola de quince o veinte que querían acceder. Ahora estará siempre abierto. Hoy es un día muy feliz para nosotros». Miguel Ángel Recio, por su parte, anunció que este depósito permitirá en un futuro próximo que el Archivo de la Nobleza se desgaje del Archivo Histórico Nacional, con presupuesto propio y más personal (que ya ha empezado a incorporarse) gracias a un decreto que pronto comenzará a prepararse. Recio animó a otras familias nobiliarias a «enriquecer con documentos los fondos de esta institución única en el mundo porque contiene elementos esenciales del patrimonio histórico español».
En las instalaciones de última generación de este archivo, con temperatura y humedad controladas, descansan ya 7,5 kilómetros lineales de legajos desde una donación de un monasterio de 943 hasta un documento fechado en 2003, procedentes de diferentes colecciones nobiliarias. En las dependencias de restauración, esos fondos reciben los cuidados necesarios y se documentan de manera científica para facilitar la labor del investigador.
Pieza única del siglo XIII
María Burgaleta, la restauradora del Archivo, mostró ayer al marqués de Santa Cruz y sus hermanos el tratamiento que en estos momentos aplican a fondos recibidos por la institución, entre ellos viejas placas fotográficas. Destaca que, en una copia de un pleito sin demasiado valor del siglo XV, ha sido hallada una pieza única: un pergamino del siglo XIII que contiene una hoja de cantoral del rito sajón y que fue empleada como cubierta del manuscrito. Ha sido sustituida por un pergamino nuevo y la hoja está siendo tratada para que recupere su esplendor y sea expuesta.
Al mismo tiempo, han llegado unos libros de mediados del siglo XV con las cuentas del monasterio de Las Huelgas, pero están en muy mal estado. Proceden del Ducado de Frías, porque sus titulares fueron condestables de Castilla. La restauradora mostró todos los estadíos de su intervención, desde la limpieza a la reintegración, antes de volver a coser los libros, ya en perfecto estado, como si no hubieran sufrido las humedades, ataques de hongos y cicatrices que aún muestran los que están en espera de que les llegue el turno.
Papeles del héroe Álvaro de Bazán
Entre los legajos depositados por la Fundación don Álvaro de Bazán, figuran documentos sobre la conquista de las Azores, la batalla de Lepanto, la invasión de Portugal, los preparativos de la Armada Invencible para el desembarco en Inglaterra, sobre las guerras de Flandes, el Milanesado y la costa de Berbería. Pero el legado de los marqueses de Santa Cruz (la concesión del título por Felipe II también está) se enriquece con correspondencia con Carlos V y todos los monarcas que vinieron después.
Entre los fondos del Ducado de San Carlos, establecido en Lima, destacan los correos de Indias, y entre todos ellos, la carta en la que el duque avisa de la rebelión de Tupac Amaru, tan sangrienta como la represión a que dio lugar.
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lunes, 22 de junio de 2015
Un cura contra los pirrónicos ciudadrealeños del siglo XVIII
El párroco de la iglesia de Santiago en Ciudad Real a fines del siglo XVIII, Sebastián de Almenara, era muy amigo de la mujer del salmantino marqués de Castellanos, suscrito a una publicación de la ciudad del Tormes, el Semanario de Salamanca. El marqués vivía parte del año en Ciudad Real, de donde era su mujer, y tenía algunas tierras aquí que con el tiempo vendería para marcharse definitivamente de un lugar tan desagradable. Su devota mujer pasaba, como era costumbre en la época, las gacetas a sus amigos, entre ellos su párroco, para que las leyeran y las comentaran en la tertulia después de misa. Y allí empezó a publicar nuestro Almenara, bajo el pseudónimo principal de Lidoro de Sirene. El doctor Almenara, del que habría mucho que hablar, era huérfano y bastante buen poeta, aunque muy polemista, sobre todo en cuestiones literarias (era un horaciano de cuidado y se partió la cara con los prerrománticos acaudillados por el futuro académico José Luis Munárriz, aunque tuvo también buenos amigos que le ayudaron a atacarlo, como el gran historiador Tomás González Hernández). He venido recogiendo sus escritos para una edición que preparo y, por la descripción que hace del ambiente cultural e ideológico entonces en Ciudad Real, creo que la composición que voy a copiar y a comentar brevemente, publicada el 22 de noviembre de 1794 en el número 124 del citado Semanario, podrá ilustrar y hacer las delicias de los que ven cambiar las cosas ahora como las veía cambiar este buen y adorable, pero un poco carca, señor.
ELEGÍA
¡Oh! ¿Quién dará a mi vista consumida
que de una vez la acabes, llanto fiero,
si para ver el mal no es bien tenida?
¿Qué corazón ni pecho tan de acero
habrá, que, si le cuento mi aventura,
no me sea en el llanto compañero?
Mejor me fuera, cierto, en la espesura
vivir con los zagales cual solía,
tocando mi rabel sin amargura.
En una biblioteca entré este día,
y abandonadas vi con gran quebranto
las obras de inmortal sabiduría...
Empieza entonces a enumerar diversos autores místicos y ascéticos del siglo XVI, algunos de ellos partícipes en el Concilio de Trento, de los que lamenta no se les haga en el siglo XVIII caso alguno: Medina, "consumido de carcoma"; De Soto, desbastado y sin cubiertas; León de Castro, que denunció a fray Luis, "pluma muerta"; el propio poeta conquense de Belmonte fray Luis, a quien tanto imita, pero "al que ignoran todos como a extraño"; Orozco y Vega, de los que "apenas hay memoria"; Osuna, del que ni se recuerda un consejo, y el penúltimo propio manchego Juan de Ávila, que "apóstol fue de estilo duro". El último de la serie es otro manchego, pero no de Almodóvar, sino de Lagartera, en la provincia de Toledo, el franciscano fray Juan de los Ángeles, cuyo "nombre quedó obscuro". Por el contrario, está de moda todo lo afrancesado:
Vinieron ciertos hombres extranjeros
con modos de escribir superficiales
a oscurecer ¡oh España! tus luceros;
Demóstenes bebió de estos raudales,
y el púlpito sagrado dio doctrinas
partos de ti, sin duda, originales,
mas con falaz adorno peregrinas
y con voz de tu idioma tan ajena
como el cenar en horas matutinas
y como el prohibirte que a la escena
sacases tus graciosos divertidos
acompañando al hijo de Jimena,
y como el pretender que tus sentidos
fuesen a las comedias tan atentos
que no advirtieran ser hechos fingidos,
y como el pretender que a los jumentos
con el hombre igualaras ¡qué locura!
o el enseñarte a navegar los vientos,
o como el obligar a tu cordura
a desatarse en bailes muy livianos
donde se arriesga la virtud más pura,
o como el pretender que en besamanos
gastases y en afeites todo el día,
cosa que aborrecieron tus ancianos,
o como el disponer, no siendo impía,
que a tu querido Dios gracias no dieras
de noche en el cenar, ni al mediodía.
Esto de ti naciones extranjeras
con engañoso amor solicitaron,
y tú las estimaste muy sinceras.
Las cruces del estrado te quitaron,
sustituyendo adornos de gentiles
a los que tus mayores celebraron.
Te hicieron olvidar leyes civiles
y se acabó en las calles el saludo
y el humillarse a Dios en sus pretiles.
Quedose esta piedad al pueblo rudo
y, el que es marcial, de aquesto se desdeña,
aventajando el ser viviente mudo.
Ya el hombre ha de mostrarse como peña
y al agasajo de otros insensible,
menos al cortejar de alguna dueña.
Castigo, Iberia, fue del Dios terrible
que contra ti los cielos fulminaron
guiarte de esta gente aborrecible.
Tu pecho en algún momento cautivaron
y la ciencia moral, como Sofía,
de su seguro norte se apartaron.
Hasta la antigua y sana Teología
lloró del atomista crudas penas
y la Oratoria echó por otra vía.
Pláticas viste de follaje llenas,
ampliación de palabras sin sustancia
y, en prosa, celebradas cantilenas.
Perdieron los Granadas su elegancia
y a fray Cristóbal, pozo de oro fino,
culpáronle los zoilos de ignorancia.
Mudose de los cielos el camino,
dejó de trabajar el dulce asceta
contra los alumbrados y Dulcino.
El orador, el teólogo, el poeta,
el físico y el letrado se formaron
fuentes de erudición a la violeta.
Efímeros papeles circularon
y en ellos aprendimos solamente
¡ay!, lo que nuestros padres ignoraron;
si para esto se vive entre la gente
y sólo hay que ver males en el mundo
que angustia den al ánimo inocente,
al valle de los montes más profundo
yo me retiraré con mi Talía,
que nunca el suelo me será infecundo.
Yerbas y flores la montaña cría
para dar pingüe pasto a mis corderos,
y a mis hundidos ojos alegría.
Repetirán mi canto los oteros
y mi rabel no ingrato a los pastores;
de amigos gozaré más verdaderos.
La soledad aumenta los amores,
y en río y prados de verdor lozano
descansarán los ojos lloradores.
¡Bien haya quien los cierra al mundo vano
y, alegre en la piedad con suficiencia,
de Dios y de los ángeles hermano,
conserva en su retiro la inocencia! (pp. 113-117)
El pueblo todavía besa la mano a los sacerdotes, pero no los militares. Se ha puesto de moda la oratoria neoclásica francesa, en concreto Jacques de Tourreil (cita en otro artículo " me acuerdo del célebre Tourreill dando excelentes reglas para traducir y quebrantándolas todas en su traducción del Demóstenes, prueba clara de cuánto más fácil es dar consejos que tomarlos"), critica los galicismos, los minués desvergonzados, las costumbres francesas como los periódicos, esos "efímeros papeles que circularon", en los que aprendimos solamente, "ay, lo que nuestros padres ignoraron" y en los que solo se ven "males en el mundo"; el galanteo a la francesa o cortejo, el uso de cosméticos y peluca, la comida fuerte por la mañana o no rezar al mediodía o por la noche, y el teatro neoclásico o "a la francesa", demasiado realista y sin graciosos, que no mezcla lo trágico y lo cómico ni personajes nobles con plebeyos. Novedades como navegar los vientos en globo Montgolfiero o la filosofía de Descartes, que iguala a los hombres con los jumentos al transformar nuestro cuerpo en mero mecanismo. La frívola erudición superficial "a la violeta", usando la denominación de Cadalso, que desprecia la teología de Santo Tomás por las materialista, pues no en vano se llaman "a-tomistas", y la general laicización de la sociedad, que incluso quiere quitar los crucifijos de los estrados (más o menos como quería evitar nuestra "modelna" exalcaldesa Rosa Romero).
viernes, 22 de mayo de 2015
Mis libros
Escribir sobre uno mismo suele darse bien a cualquiera, porque es el tema más cercano y vigilado que uno puede tener. Hoy lo haré sobre unos amigos algo más distantes, a los que escucho y doy la mano con frecuencia: mis libros. Lo hago porque he tenido que seleccionar un buen grupo para enviarlos a un trastero comprado solo con ese fin. Son demasiados y hace tiempo tuve que mudarme a una casa mayor solo para hacerles sitio; aun así tuve que hacer un expurgo y regalar muchos, leídos ya o en edición rústica y letra pequeña (prevengo lo que voy a a dejar a mi gente y ya solo compro ediciones no fungibles en tapa dura, que soporten sin deterioro el paso del tiempo sin deterioro y se lean fácilmente). Lo mismo hace otro compañero de columnata (llamémosle peristilo, ya que es arquitecto), José Rivero, que tiene más que yo.
Mi biblioteca incorpora también la de mi mujer, licenciada en Historia del Arte. En conjunto es muy variada, pero se concentra en los temas que nos molan: es muy buena en Humanidades (Filologías, Historias de la literatura de diversos países y lenguas, Estudios locales sobre La Mancha, Clásicos manchegos del XVIII y XIX, Historia del Arte, Literatura universal, en especial española, europea, grecolatina y hebrea, Pedagogía e Historia de la prensa española. También está bien nutrida en historias de distinto tipo: de las ideas, de la filosofía y de la religión, principalmente, y antropología. Como la utilizo para investigar, hay además no pocos diccionarios y gramáticas de diversas lenguas (francés, inglés, italiano, alemán, hebreo, latín, griego) enciclopedias (temáticas o no), biografías y bibliografías. Pero la extensión de estos saberes más demuestra el tamaño de la curiosidad y el dinero que uno ha decidido gastarse en ella que la posesíón efectiva de los saberes que aglutinan. Qué más quisiera yo que conocer bien esas lenguas y esas disciplinas. Me conformo con tener, al menos, una idea de lo que ignoro y saber dónde buscarlo. Eso ya es algo. Porque una librería mal organizada más es un problema que otra cosa.
Mi biblioteca incorpora también la de mi mujer, licenciada en Historia del Arte. En conjunto es muy variada, pero se concentra en los temas que nos molan: es muy buena en Humanidades (Filologías, Historias de la literatura de diversos países y lenguas, Estudios locales sobre La Mancha, Clásicos manchegos del XVIII y XIX, Historia del Arte, Literatura universal, en especial española, europea, grecolatina y hebrea, Pedagogía e Historia de la prensa española. También está bien nutrida en historias de distinto tipo: de las ideas, de la filosofía y de la religión, principalmente, y antropología. Como la utilizo para investigar, hay además no pocos diccionarios y gramáticas de diversas lenguas (francés, inglés, italiano, alemán, hebreo, latín, griego) enciclopedias (temáticas o no), biografías y bibliografías. Pero la extensión de estos saberes más demuestra el tamaño de la curiosidad y el dinero que uno ha decidido gastarse en ella que la posesíón efectiva de los saberes que aglutinan. Qué más quisiera yo que conocer bien esas lenguas y esas disciplinas. Me conformo con tener, al menos, una idea de lo que ignoro y saber dónde buscarlo. Eso ya es algo. Porque una librería mal organizada más es un problema que otra cosa.
He reunido una modesta colección de libros antiguos de autor castellano manchego; ahí dominan las rarezas e incluso los ejemplares únicos de libros de los que solo ha quedado el que poseo (o uno o dos más, que sepa); algunos de ellos, ya inencontrables, me los quitarían de las manos los libreros de viejo: hoy se cotizan a buen precio y los adquirí por una miseria (mi paga de profesor y mis hipotecas no dan lugar a más): los Padres mozárabes toledanos de Lorenzana, algunas ediciones antiguas de clásicos promovidas por el grupo de Estala, ediciones raras de Balbuena, de Félix Mejía, de Juan Calderón...
Hoy Internet suple bastante bien una biblioteca; Googlebooks, Internet Archive, Europeana y otras muchas virtuales son una mina para el investigador y quien sepa buscar y manejar el álgebra de Boole. Hay incluso una pirata que atesora ya casi ¡cien mil libros gratis! Y no están, por cierto, mal escogidos no son birrias como las que se venden en las librerías actuales para los descerebrados del pensamiento único; muchos de ellos son la única fuente para los pobres que no pueden comprarse los carísimos originales y necesitan esos imprescindibles instrumentos para estudiar.
Los buenos lectores de hoy muy pocas veces buscan novedades que casi siempre defraudan, sino cosas muy específicas, en librerías de lance o segunda mano. No los veréis por las librerías de nuevo sino por excepción; suelen comprar por catálogo en Uniliber (que es más barata que Iberlibro) o en Vialibri.
Para la gente práctica los libros son un imán para el polvo y lo que te suelen preguntar si te los ven es típico: "¿Te los has leído todos?". Por supuesto que no, contesto. Son en su mayoría libros de consulta que utilizo para satisfacer la monstruosa cantidad de dudas que te acometen cuando investigas e intentas aclarar algún misterio del pasado o del presente. Cuando los libros eran difíciles de conseguir, en la Antigüedad, lo que se hacía eran visitas; ahora se visitan los libros o Internet. Otra cosa que te suelen decir, agobiados por el excesivo espacio que ocupan, es el topicazo de que "el saber no ocupa lugar"; a ello ya contestó Unamuno diciendo: "¡Claro que no! Lo que ocupan es tiempo: y muchísimo."
Un gran lector, como Unamuno, leyó y anotó concienzudamente en el curso de su vida unos dos mil libros: los que se conservan en la casa-museo de Salamanca, un selecto plantel cuidadosamente subrayado en las siete u ocho lenguas en que leía. Pocas personas podrán leer más en nuestra corta existencia y seguramente no le sacarán tanto fruto. Cervantes, según mi amigo Eisenberg, que se tomó el trabajo de contarlos, cita unos quinientos; otros autores (pienso en concreto en William Saroyan) han contado más o menos la misma cifra. Cualquiera que haya leído (me refiero a leer por gusto y curiosidad, no por obligación) unos doscientos puede entender bastante bien una revista de humanidades, leer un periódico sin dejarse llevar y arriesgarse a investigar cualquier materia sin sacar conclusiones ridículas. Por lo general, la lectura (si es variada: un lector exclusivo del Corán o la Biblia, de Adam Smith o de Marx, puede transformarse en un auténtico gilipollas; aunque no tanto de la Biblia, cuyo nombre en griego significa "varios libros") crea gente tan tolerante como escéptica. Se lee en general más cuando se es joven, sobre todo novelas, historietas y divulgación; después se relee y profundiza, porque el sentido crítico se ha desarrollado tanto que uno no soporta simplezas ni tiene demasiada paciencia, a no ser que el tema le prive. Yo no leo ya sino poesía, ensayo o biografías: la narrativa se me cae de las manos, a no ser que sea excelente o esté bien escrita. Hay que aprovechar el tiempo, pero pierdo mucho de él leyendo prensa electrónica y correos. La lectura hoy en día entra por los ojos y no termina donde quiere el autor, sino donde quiere el lector: algo muy egoísta y muy cínico: las obras son tan abiertas que no permiten apenas una empatía profunda. Se ve incluso en los blogs: los más leídos son los que tienen fotos, ilustraciones. Como el Hola. Hoy un artículo no tiene que tener sentido, sino enlaces, vídeos y fotos: ruido y furia. Es un itinerario de postales, no una estancia en la mansión de un anfitrión... suponiendo que se entiendan esa palabra, no digo ya su origen mitológico.
Decía al principio, evocando a Montaigne, que escribir sobre uno mismo es lo mejor que uno puede hacer, pues el tema que mejor conoce; añadiré que muchos buenos lectores leen a otros como si se leyeran a sí mismos y con ello logran expandir su conciencia como si tomasen una droga inocua y magnífica. Quevedo escribió, retirado a la paz de estos desiertos manchegos, que vivía en conversación con los difuntos y escuchaba con sus ojos a los muertos. Esta sentencia traduce en realidad el lema que preside la biblioteca de la Universidad de Padua: "Hic mortui vivunt; hic pandunt oracula muti", pero yo creo que su origen último se halla en realidad en el Estoicismo que consolaba a Quevedo en el destierro, en concreto en la biografía que Diógenes Laercio hace del fundador de esta escuela, Zenón de Citio. Allí se dice que el futuro filósofo fue a pedir consejo a un oráculo (el del adagio citado) para ser sabio; y la respuesta fue que "escuchara a los muertos". Él lo interpretó en el sentido de que tenía que leer libros. Hoy, sin embargo, nadie hace caso a los muertos. Y por eso hoy hay mucha gente a la que el aburrimiento, que otros llaman ignorancia, impide disfrutar de la vida.
Los buenos lectores de hoy muy pocas veces buscan novedades que casi siempre defraudan, sino cosas muy específicas, en librerías de lance o segunda mano. No los veréis por las librerías de nuevo sino por excepción; suelen comprar por catálogo en Uniliber (que es más barata que Iberlibro) o en Vialibri.
Para la gente práctica los libros son un imán para el polvo y lo que te suelen preguntar si te los ven es típico: "¿Te los has leído todos?". Por supuesto que no, contesto. Son en su mayoría libros de consulta que utilizo para satisfacer la monstruosa cantidad de dudas que te acometen cuando investigas e intentas aclarar algún misterio del pasado o del presente. Cuando los libros eran difíciles de conseguir, en la Antigüedad, lo que se hacía eran visitas; ahora se visitan los libros o Internet. Otra cosa que te suelen decir, agobiados por el excesivo espacio que ocupan, es el topicazo de que "el saber no ocupa lugar"; a ello ya contestó Unamuno diciendo: "¡Claro que no! Lo que ocupan es tiempo: y muchísimo."
Un gran lector, como Unamuno, leyó y anotó concienzudamente en el curso de su vida unos dos mil libros: los que se conservan en la casa-museo de Salamanca, un selecto plantel cuidadosamente subrayado en las siete u ocho lenguas en que leía. Pocas personas podrán leer más en nuestra corta existencia y seguramente no le sacarán tanto fruto. Cervantes, según mi amigo Eisenberg, que se tomó el trabajo de contarlos, cita unos quinientos; otros autores (pienso en concreto en William Saroyan) han contado más o menos la misma cifra. Cualquiera que haya leído (me refiero a leer por gusto y curiosidad, no por obligación) unos doscientos puede entender bastante bien una revista de humanidades, leer un periódico sin dejarse llevar y arriesgarse a investigar cualquier materia sin sacar conclusiones ridículas. Por lo general, la lectura (si es variada: un lector exclusivo del Corán o la Biblia, de Adam Smith o de Marx, puede transformarse en un auténtico gilipollas; aunque no tanto de la Biblia, cuyo nombre en griego significa "varios libros") crea gente tan tolerante como escéptica. Se lee en general más cuando se es joven, sobre todo novelas, historietas y divulgación; después se relee y profundiza, porque el sentido crítico se ha desarrollado tanto que uno no soporta simplezas ni tiene demasiada paciencia, a no ser que el tema le prive. Yo no leo ya sino poesía, ensayo o biografías: la narrativa se me cae de las manos, a no ser que sea excelente o esté bien escrita. Hay que aprovechar el tiempo, pero pierdo mucho de él leyendo prensa electrónica y correos. La lectura hoy en día entra por los ojos y no termina donde quiere el autor, sino donde quiere el lector: algo muy egoísta y muy cínico: las obras son tan abiertas que no permiten apenas una empatía profunda. Se ve incluso en los blogs: los más leídos son los que tienen fotos, ilustraciones. Como el Hola. Hoy un artículo no tiene que tener sentido, sino enlaces, vídeos y fotos: ruido y furia. Es un itinerario de postales, no una estancia en la mansión de un anfitrión... suponiendo que se entiendan esa palabra, no digo ya su origen mitológico.
Decía al principio, evocando a Montaigne, que escribir sobre uno mismo es lo mejor que uno puede hacer, pues el tema que mejor conoce; añadiré que muchos buenos lectores leen a otros como si se leyeran a sí mismos y con ello logran expandir su conciencia como si tomasen una droga inocua y magnífica. Quevedo escribió, retirado a la paz de estos desiertos manchegos, que vivía en conversación con los difuntos y escuchaba con sus ojos a los muertos. Esta sentencia traduce en realidad el lema que preside la biblioteca de la Universidad de Padua: "Hic mortui vivunt; hic pandunt oracula muti", pero yo creo que su origen último se halla en realidad en el Estoicismo que consolaba a Quevedo en el destierro, en concreto en la biografía que Diógenes Laercio hace del fundador de esta escuela, Zenón de Citio. Allí se dice que el futuro filósofo fue a pedir consejo a un oráculo (el del adagio citado) para ser sabio; y la respuesta fue que "escuchara a los muertos". Él lo interpretó en el sentido de que tenía que leer libros. Hoy, sin embargo, nadie hace caso a los muertos. Y por eso hoy hay mucha gente a la que el aburrimiento, que otros llaman ignorancia, impide disfrutar de la vida.
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