Aldous Huxley, en su obra El fin y los medios (1937), escribe lo siguiente:
Esencialmente, todas las nuevas morales comunista, fascista, nazi o meramente nacionalista, se parecen mucho entre sí. Todas afirman que los buenos fines justifican los medios; y para todas, los fines consisten en el triunfo de una parte de la especie humana sobre las demás. Todas justifican el uso ilimitado de la astucia y de la violencia. Todas predican la subordinación de los individuos a una oligarquía gobernante, endiosada, que denominan 'el Estado'. Todas predican las virtudes menores, como la temperancia, la prudencia, el coraje y otras; pero todas desacreditan la caridad y la inteligencia, virtudes superiores sin las cuales las virtudes menores son meros instrumentos para hacer el mal con una eficiencia cada vez mayor.... Tanto el capitalismo como el nacionalismo son frutos de la obsesión por el poder, el éxito y la posición social... Deja definitivamente atrás una Europa que, en sus propias palabras, se ha rendido a la idolatría de «divinidades locales como la nación, el partido, la clase o el caudillo endiosado», en la que las masas son «conducidas como rebaños» y «el individuo es reducido a un estado de intoxicada subhumanidad».
Abandona el cinismo que lo había caracterizado, se adentra de manera constructiva en el terreno de la teoría política y la filosofía moral y se pregunta cómo «podríamos desembarazarnos de la maldición de la obediencia pasiva, curar el vicio de la indolencia política y poner al alcance de todos las ventajas de la libertad activa y responsable».
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viernes, 17 de julio de 2020
miércoles, 10 de junio de 2020
Enigmas, de Iliya abu Madi
Elia o Iliya abu Madi (1889-poeta libanés
ENIGMAS ("Al Talasim", en Los arroyos, 1927).
Traducción de Nayib Abumalham y Monstserrat Abumalham Mas. He modificado levemente la puntuación y sustituido algunas palabras, muy pocas, por sinónimos más adecuados.
I
He venido, no sé de dónde, pero he venido.
ante mí vi un camino y caminé
y seguiré caminando quiera o no.
¿Cómo vine, cómo veo mi camino?
No sé.
¿Soy nuevo o antiguo en esta existencia,
soy libre y emancipado, o un preso encadenado?
¿Soy yo el que conduce mi vida o soy conducido?
Tengo la esperanza de saberlo, pero...
No sé.
Mi camino... ¿cuál es mi camino? ¿Es largo o corto?
¿Por él asciendo o me precipito y me hundo?
¿Camino yo por el sendero o el sendero se desliza,
o estamos parados ambos y el destino es el que corre?
No sé.
¡Ay de mí! Cuando yo estaba en un mundo escondido y seguro,
¿me veíais como si supiera -mientras estaba enterrado-
que un día aparecería y sería,
o tal vez parecía como si nada supiera?
No sé.
¿Antes de ser hombre,
fui siquiera la nada, un absurdo o fui algo?
¿Tiene solución este enigma? ¿Perdurará siempre?
No sé. ¿Y por qué no sé?
No sé.
II
El mar
Un día pregunté al mar: ¿Mar, soy yo de ti?
¿Es cierto lo que algunos cuentan de ti y de mí,
o te parece que pretenden calumnia, mentira y falsedad?
Sus olas se rieron de mí y dijo:
"No sé".
Mar, ¿sabes cuántos milenios han pasado sobre ti?
¿Sabes, tal vez, la playa que yace junto a ti?
¿Saben los ríos que de ti salen y a ti vuelven
qué dijeron las olas al revolcarse?
No sé.
Eres un prisionero, Mar; ¡cuán grande es tu prisión!
Y como yo, oh poderoso, no eres dueño de ti;
mucho se asemejan tu estado y el mío, tus excusas y mis excusas.
Cuando escape de mi prisión, ¿te liberarás tú también?...
No sé.
Envías las nubes que riegan nuestra tierra y los árboles.
Te devoramos y decimos comer frutos.
Te bebemos y decimos beber lluvia.
Cuando lo decimos ¿acertamos o erramos?
No sé.
Pregunté a las nubes del espacio si recordaban tus arenas,
al árbol frondoso si sabía de tus favores,
si las perlas en los cuellos recordaban que de ti venían;
tal vez me lo imaginé; pero dijeron:
"No sé".
Mientras danza la ola, en tu abismo hay una guerra sin fin.
Crías pececillos junto a monstruos depredadores;
en tu seno conviven muerte y hermosa vida.
¡Ay de mí! ¿Eres cuna o sepultura?
No sé.
¡Cuántas jóvenes como Layla y mancebos como Ibn al-Mulawwah
dejaron sus horas en tu playa! Ella sus lamentos, él sus explicaciones.
Si él hablaba, ella lo atendía. Si ella decía, él cantaba.
¿El rumor de las olas es un secreto que ambos perdieron?
No sé.
¡Cuántos reyes, en tu entorno, levantaron cúpulas
y, al llegar la mañana, no quedaba sino niebla!
¿Regresarán, mar, algún día, o no tienen ya retorno?
¿Quizá están en la arena? La arena dijo: "Sin duda yo...
No sé".
En ti, como en mí, oh poderoso, hay conchas y arena,
pero tú no tienes sombra y yo dejo sombra sobre la tierra,
tú tampoco tienes seso, mar, y yo tengo inteligencia,
¿por qué, escucha, yo paso mientras tú permaneces?...
No sé.
Libro del destino, dime: ¿tiene él un antes y un después?
¿Soy yo una barca, en tanto fluye él sin límites?
¿No tengo yo objetivo, aunque el destino, en mi caminar, tenga sus metas?
Ojalá supiera; pero, ¿cómo saber?
No sé.
En mi pecho, mar, hay secretos maravillosos
a los que cubrió un velo. Yo mismo soy ese velo,
y cuanto más me acerco, más lejos están.
Me miro, y cuando ya casi lo averiguo...
No sé.
Yo, mar, también soy un mar, cuyas costas son tus costas,
entre el mañana ignorado y el ayer; y ambos te abarcan.
Ambos somos una gota, mar, de este y aquel.
Pero no me preguntes qué es el mañana o qué es el ayer, yo...
No sé.
III
El convento
Me dijeron: en el convento están los que alcanzaron el secreto de la vida;
pero yo no encontré allí más que mentes petrificadas
y corazones de los que se borró la esperanza: un despojo.
¿Soy el que está ciego o lo están los demás?
No sé
Se dijo: "Sé que los dueños de los secretos viven en celdas."
Dije: "Si verdad dice quien dice, es un secreto a voces".
¡Sorprendente! ¿Cómo pueden ojos velados ver el Sol,
mientras ojos sin velos no lo ven?
No sé.
Si el apartamiento es ascetismo y virtud, el lobo es monje,
y la guarida del león es un convento digno de veneración.
¡Ay de mí! ¿Ese apartamiento mata o da vida a las virtudes?
¿Podrá borrar un pecado, si él mismo lo es?
No sé.
Vi en el convento rosas entre espinas
conformarse con agua salobre, tras probar el fresco rocío.
A su alrededor hay luz de vida, pero se contentan con la oscuridad.
¿Es sensato matar el corazón a fuerza de conformidad?
No sé.
Como un alegre amanecer, entré al convento una mañana;
y como noche cerrada lo abandoné al atardecer.
En mi alma había una pena, y luego fueron más.
¿Del convento o de la noche procede mi dolor?
No sé.
Entré al convento a preguntar a los ascetas,
pero ellos, como yo, estaban estancados por la duda,
la indiferencia los dominaba y a ella se entregaban;
sobre la puerta estaba escrito:
No sé.
Es sorprendente: el místico asceta, ser inteligente,
abandona el mundo y, con él, todas las bellezas del Creador,
para buscarlo en un lugar desierto.
¿Ha visto en el desierto agua o un espejismo?
No sé.
¡Cuánto polemizas, asceta, acerca de la absoluta verdad!
Si Dios hubiera querido que no ansiaras las cosas buenas
te habría construido sin seso y sin espíritu.
Lo que haces es, pues, pecado... Dijo: "Realmente yo...
No sé".
¡Tú que huyes! Es vergonzosa tu huida.
Nada bueno hay en lo que haces, ni siquiera para el desierto.
Eres un criminal ¡y qué criminal! Un asesino sin causa.
¿Puede Dios tener clemencia y perdonar algo así?
No sé.
IV
Entre tumbas
Me dije, estando entre tumbas,
¿se puede ver paz y sosiego si no es entre las fosas?
Mi alma apuntó: "Los gusanos tienen donde roer en las cuencas de los ojos".
Luego añadió: "A ti que preguntas, de verdad yo...
No sé".
Mira como todo se iguala en este lugar;
se confunden los restos del esclavo con los del rey,
aquí se aúnan el enamorado y el que odia,
¿no es esta la más completa igualdad? Y mi alma dijo...
"No sé".
Si la muerte es castigo, ¿cuál es la culpa de la pureza?
Si se trata de una recompensa, ¿cuál el mérito de la lujuria?
Y si no es ganancia ni pérdida,
¿a qué vienen esos nombres de "pecado" o "virtud"?
No sé.
¡Tumba, habla! ¡Contadme, despojos!
¿Acabó la muerte con los sueños? ¿Ha muerto el amor?
¿Quién lleva muerto un año y quién un millón,
o es que el tiempo en las tumbas se convierte en nebulosa?
No sé.
Si es la muerte un sueño, al que sigue largo despertar,
¿por qué no continúa esta hermosa vigilia nuestra?
¿Y por qué el hombre no sabe cuál es el momento de partir
y cuándo se desvela el secreto y conoce?
No sé.
Si la muerte es un dormir que colma el alma de paz;
si es libertad, no prisión; si es comienzo, no final,
¿por qué prefiero el sueño y no ansío morir
y por qué los espíritus sienten de ella temor?
No sé.
¿Tras la tumba, después de la muerte, hay resurrección,
vida y eternidad, o acabamiento y desaparición?
¿Son ciertas las palabras de la gente o son falsas?
¿Es verdad que algunos saben?...
No sé.
Si tras la muerte resucito en cuerpo y alma
¿te parece que resucitaré en parte o entero?
¿Crees que resucitaré como un niño, o lo haré como un hombre?
¿Me reconoceré, tras la muerte, a mí mismo?
No sé.
Amigo mío, ¡no me des esperanzas de rasgar el velo!
Después del tránsito, mi entendimiento no se ocupará de lo externo.
Si hoy, que comprendo, no sé cuál es mi destino,
¿cómo sabré, después de muerto, cuál es mi camino?
No sé.
V
El palacio y la choza
Vi un alto palacio de elevadas cúpulas
y dije: "Quien te construyó, lo hizo para que acabaras en ruina.
¿Tú eras parte de él, pero no sabes cómo desapareció
y él tampoco sabe qué encierras o lo sabe?"
No sé.
¡Proyecto! Eras una quimera antes de que te diseñaran tus constructores,
eras solo una idea en un cerebro al que cubrieron las sombras,
eras el deseo de un corazón al que devoraron los insectos,
tú eras el arquitecto que te trazó, o no, no...
No sé.
¡Cuántos palacios imaginó su constructor para durar y permanecer
plantados como cimas de montes, excelsos como las estrellas!
Pero el tiempo arrastró su cola sobre ellos y ahora son solo rastros,
¿por qué construimos, y por qué construimos para que se destruya?
No sé.
Nada hay en el palacio que no se halle en una humilde choza,
aquí y allá, soy un esclavo entre la duda y la certeza
y prisionero para siempre de ambas: la noche y la clara mañana.
¿Soy yo en el palacio o en la choza más refinado?
No sé.
Ni en la choza ni en el palacio de mí puedo huir.
Imploro y temo, me compadezco y me enojo,
ya sea mi ropa de seda dorada o de cáñamo.
Y, ¿para qué quiere ropas el desnudo?
No sé.
Pregunta a la aurora. ¿Tiene la aurora barro y mármol?
Pregunta al palacio. ¿No lo ocultan, como a la choza, las tinieblas?
Pregunta a las estrellas, al viento, al llanto de las nubes:
¿Veis las cosas como yo las veo...?
No sé.
VI
El pensamiento
Tal vez un pensamiento cruzó el umbral de mi alma con claridad,
y yo lo creí mío. Pero apenas se asentó, desapareció
como un fantasma se refleja en un pozo un instante y, luego, desaparece.
¿Cómo vino y por qué huyó de mí?
No sé.
¿Lo has visto acaso navegar sobre la tierra de un alma a otra?
¿Algo lo apartó de mí y no quiso quedarse
o, tal vez, lo has visto pasar por mi alma como yo atravieso un puente?
¿Es posible que antes que la mía otra alma lo viera?
No sé.
¿Lo has visto, como un relámpago, brillar un instante y desaparecer?
¿Tal vez lo viste como un ave enjaulada, que, al fin, echa a volar,
o lo viste como una ola que se inclina hacia mi alma y se hunde?
Tal vez yo lo ande buscando y esté en mi interior,
No sé.
VII
Duelo y combate
Doy fe de que en mi interior hay un duelo y un combate.
Como un demonio me veo a veces y otras como a un ángel.
¿Soy acaso dos personas, y esta se niega a unirse a aquella,
o te parece que me equivoco en lo que veo?
No sé.
Mientras mi corazón conversa al amanecer es como una fronda,
y en él hay flores, aves canoras y arroyos.
Cuando llega el atardecer, se vuelve inhóspito y seco como el páramo.
¿Cómo se mudó mi corazón de vergel en desierto?
No sé.
¿Donde fueron mi risa y mi llanto de niño,
dónde mi ignorancia y mi reposo de mozo ingenuo,
dónde fueron mis sueños, que caminaban conmigo?
Todo ello se perdió, pero ¿dónde se perdió?
No sé.
Tengo fe. Pero no son mi fe y mi virtud como las que tenía.
Lloro, pero no como solía.
También a veces me río, pero ¿qué clase de risa es esa?
¡Ay de mi vida! ¿Qué lo mudó todo?
No sé
Cada día tengo una ocupación, a cada instante unos sentimientos.
¿Soy el yo que era hace noches y meses
o, al ponerse el Sol, soy otro que a su salida?
Cada vez que pregunto a mi alma, me contesta:
"No sé".
Siempre que tuve algo lo desprecié
y, cuando lo perdí, lo deseé.
¿Qué me lo hizo amable, qué odioso?
¿Soy yo la misma persona que se apartó de ello?
No sé.
Tal vez hubo alguien con quien viví, por un tiempo, en alegría y diversión,
o un lugar que fue para mí, con el paso del tiempo, entretenimiento y placer.
Desde lejos, me hace señas y me parece más agradable y más nítido que de cerca,
pero ¿cómo permanece la imagen de algo ya desaparecido?
No sé.
Tal vez se trate de un huerto cuyos árboles defendí toda mi vida,
impidiendo que nadie cortara una flor de él.
Las aves llegaron al amanecer y picotearon sus frutos,
¿es de las aves del cielo el huerto o mío?
No sé.
Tal vez lo que es malo para Zayd sea bello para Bakr,
y ambos disputan, mientras para Amr es una quimera.
¿Quién tiene razón en lo que pretende, ¡ay de mí!
y por qué no hay medida para la belleza?
No sé.
He visto que la belleza se olvida, al igual que los defectos,
y el orto se desea igual que se desea el ocaso
y el mal y el bien he visto pasar y volver,
¿por qué considero, pues, al mal un intruso?
No sé.
La lluvia al caer lo hace contra su voluntad,
y las flores de la tierra esparcen su perfume a la fuerza,
no puede la tierra ocultar sus flores ni sus espinas:
no preguntes cuál de ellas es más deseable o más odiosa,
No sé
Tal vez las espinas se vuelvan corona de rey o de profeta
y sea la rosa adorno para el ojal de un ladrón o un pecador.
¿Envidian las espinas en el campo a la flor brillante
o te parece que las menosprecian?
No sé.
Tal vez las espinas que punzan mi mano me prevengan de un peligro,
mientras el veneno está en el perfume que penetra mi olfato.
Sin embargo, las rosas gozan del favor de mi aprecio y mi ley;
ley que puede ser injusta, pero...
No sé.
He visto a las estrellas no saber por qué brillan.
He visto a las nubes no saber por qué son generosas.
He visto al bosque no saber por qué se cubre de hojas.
¿Por qué todos me igualan en ignorancia?
No sé.
Cada vez que creí haber alzado el velo
y cada vez que creí que era mío el secreto, mi alma se rio de mí.
Descubrí desesperación y duda, sin encontrarme a mí.
¿La ignorancia es dulce o un infierno?
No sé.
Es para mí un placer escuchar el trino de los ruiseñores,
el susurro de las hojas verdes, el murmurar del arroyo,
y ver a las estrellas, como antorchas, brillar en la oscuridad;
¿te parece que el placer viene de ellas o de mí?
No sé.
¿Te parece que alguna vez fui melodía en una cuerda
o, tal vez, una onda en un río
o que estuve en una brillante estrella?
¿Fui perfume, susurro o brisa?
No sé.
Dentro de mí, como en el mar, hay conchas, arenas y perlas.
En mí, como en la tierra, hay prados, llanuras y montes.
En mí, como en el espacio, hay estrellas y nubes y sombras.
¿Soy mar o tierra o espacio?
No sé.
Entre mis bebidas están néctar, vino y agua pura.
Entre mis alimentos carne, frutas y verduras.
¿Cuántos seres en mi ser se han deshecho y mudado
en cuántos seres existe algo de mi ser?
No sé.
¿Soy yo más elocuente y dulce que el pajarillo del valle,
más seductor que la flor, si su perfume es más agradable?
¿Soy más astuto que la serpiente o más asombroso que la hormiga,
o más insignificante y humilde que ambas?
No sé.
Todos ellos, como yo, viven. Todos, como yo, mueren.
Todos tienen qué beber, como yo, y, como yo, qué comer.
Todos velan y duermen. Todos hablan, todos callan.
¿En qué me distingo de ellos? ¡Ay de mí!
No sé.
He visto a la hormiga procurarse el alimento como yo.
Ella tiene en la existencia objetivos y derechos como yo.
A los ojos del tiempo, son iguales su silencio y mi hablar;
ambos, un día, nos convertiremos en...
No sé
Soy como el vino y soy, a la vez, mi vino y mi jarra;
su origen está oculto como el mío y su cárcel es de barro como la mía.
El lacre que la sella se le puede arrancar como a mí
sin que sepa por qué, y yo...
No sé.
Se equivoca quien dice que el vino es hijo de la tinaja,
porque, antes de estar en el barro, estaba en las venas de la cepa.
Existía, antes que en las entrañas de la vid, en las nubes.
Sin embargo, antes de eso, ¿dónde estaba?
No sé.
Hay en mi cabeza una idea, en mis ojos una luz,
en mi pecho esperanzas y en mi corazón sentimientos.
En mi cuerpo hay sangre que corre y se agita;
sin embargo, antes de eso, ¿cómo era?
No sé.
No recuerdo nada de mi vida pasada.
No sé nada de mi vida por venir.
Tengo un ser, pero no sé en qué consiste.
¿Cuándo sabrá mi ser el misterio de mi ser?
No sé.
He llegado y paso sin saber.
Soy un enigma. Mi marcha y mi llegada son un enigma.
El que logró este enigma es él mismo un confuso enigma.
No discutas; sensato es quien dijo que yo...
No sé.
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lunes, 1 de mayo de 2017
Una cita de Ramón Ayerra sobre Madrid
De pocos escritores se puede decir que es un gamberro ilustrado. Ramón Ayerra es uno. Cuando Madrid fue nombrada capital europea de la cultura, escribió esto:
Madrid, ciudad mesetaria y puerca, toda ella barrios con resonancias palurdas, donde se cobija la chusma urbana de la nación y la otra, la inmensa mayoría de los que vinieron a medrar al olor del asfalto y la luz neón. No son de Madrid, porque Tetuán conserva todavía los piojos de la tropa que vino a pelear con la morería. Fuencarral y Hortaleza huelen aún a cuadra, a gallina y a conejo cuchifrito. Moncloa apesta a polvo tomillero con chica de servicio. Chamberí jode con su obsesión al clavel en la solapa, y vermut, y señorita aquí estoy para lo que guste mandar. Centro pringa a sudor de clérigo manchego emboscado que viene a la corte a echar un palo. Carabanchel y La Latina anda imposible de soldados, ebanistas, taberneros, incluseros. La Arganzuela suelta tufo a quinqui, a ladilla y gaseosa, a pescadero y frutero. En Moratalaz y en San Blas abunda el cateto y el mastuerzo, el que fue una vez a Roma y el que se queja de lo poco que usa la pieza. Mediodía es la hostia con las vías. Villaverde es una chatarrería. En Vallecas vivaquean pandas canallas que se masturban haciendo corro en el corazón de las calzadas. En Retiro mete mano el que no alcanza para una alcoba y en Salamanca no es oro todo lo que reluce'.
Madrid, ciudad mesetaria y puerca, toda ella barrios con resonancias palurdas, donde se cobija la chusma urbana de la nación y la otra, la inmensa mayoría de los que vinieron a medrar al olor del asfalto y la luz neón. No son de Madrid, porque Tetuán conserva todavía los piojos de la tropa que vino a pelear con la morería. Fuencarral y Hortaleza huelen aún a cuadra, a gallina y a conejo cuchifrito. Moncloa apesta a polvo tomillero con chica de servicio. Chamberí jode con su obsesión al clavel en la solapa, y vermut, y señorita aquí estoy para lo que guste mandar. Centro pringa a sudor de clérigo manchego emboscado que viene a la corte a echar un palo. Carabanchel y La Latina anda imposible de soldados, ebanistas, taberneros, incluseros. La Arganzuela suelta tufo a quinqui, a ladilla y gaseosa, a pescadero y frutero. En Moratalaz y en San Blas abunda el cateto y el mastuerzo, el que fue una vez a Roma y el que se queja de lo poco que usa la pieza. Mediodía es la hostia con las vías. Villaverde es una chatarrería. En Vallecas vivaquean pandas canallas que se masturban haciendo corro en el corazón de las calzadas. En Retiro mete mano el que no alcanza para una alcoba y en Salamanca no es oro todo lo que reluce'.
jueves, 27 de abril de 2017
Norberto Bobbio: El ideal igualitario y el no igualitario. Rousseau - Nietzsche
I
De Derecha e izquierda
Norberto Bobbio
El conflicto entre Rousseau y Nietzsche se puede ilustrar bien, precisamente, por la distinta actitud que cada uno asume con respecto a la naturalidad y artificialidad de la igualdad y de la desigualdad. En el Discurso sobre el origen de la desigualdad, Rousseau parte de la consideración de que los hombres han nacido iguales, pero la sociedad civil, o sea, la sociedad que se sobrepone lentamente al estado de naturaleza a través del desarrollo de las artes, los ha convertido en desiguales. Nietzsche, por el contrario, parte del presupuesto de que los hombres son por naturaleza desiguales (y para él es un bien que lo sean, porque, además, una sociedad fundada sobre la esclavitud como la griega era, y sobre todo debido a la existencia de los esclavos, una sociedad avanzada) y solo la sociedad con su moral de rebaño, con su religión basada en la compasión y la resignación, los ha convertido en iguales.
Aquella corrupción que para Rousseau generó la desigualdad, generó para Nietzsche la igualdad. Allí donde Rousseau ve desigualdades artificiales, y por lo tanto que hay que condenar y abolir por su conflicto con la fundamental igualdad de la naturaleza, Nietzsche ve una igualdad artificial, y por lo tanto que hay que aborrecer en cuanto tiende a la benéfica desigualdad que la naturaleza ha querido que reinase entre los hombres. La antítesis no podría ser más radical: en nombre de la igualdad natural, el igualitario condena la desigualdad social; en nombre de la desigualdad natural, el no igualitario condena la igualdad social. Baste esta cita: la igualdad natural "es un gracioso expediente mental con que se enmascara, una vez más, a manera de un segundo y más sutil ateísmo, la hostilidad de las plebes para todo cuanto es privilegiado y soberano"
[...]
Nunca antes en nuestro tiempo se han cuestionado las tres principales fuentes de desigualdad: clase, raza y género. La igualación progresiva de la mujer al hombre, primero en la pequeña empresa familiar y luego en la más grande de la sociedad civil y política, es una de las señales más seguras del viaje imparable de la humanidad hacia la igualdad. Y ¿qué pasa con la nueva actitud hacia los animales? Debates cada vez más frecuentes y extendidos, sobre la legalidad de la caza, los límites de la vivisección, la protección de especies animales se han vuelto cada vez más raro, el vegetarianismo... ¿Qué cosa representan si no signos de una posible extensión más allá del principio de igualdad, incluso de los límites de la raza humana, una extensión basada en la conciencia de que los animales son iguales a nosotros, los hombres, al menos en la disposición a sufrir? Entendemos que para tener una idea de este gran movimiento histórico se debe levantar la cabeza de las escaramuzas diarias y mirar alto y más lejos.
II
De Teoria generale della politica, p. LVIII:
Derechos del hombre, democracia y paz son tres momentos necesarios del mismo movimiento histórico: sin derechos del hombre reconocidos y protegidos no hay democracia; sin democracia no se dan las condiciones mínimas para la solución pacífica de los conflictos. En otras palabras, la democracia es la sociedad de los ciudadanos, y los súbditos se convierten en ciudadanos cuando les son reconocidos algunos derechos fundamentales; habrá paz estable, una paz que no tenga la guerra como alternativa, solamente cuando seamos ciudadanos no de este o aquel Estado, sino del mundo.
[...]
Nunca antes en nuestro tiempo se han cuestionado las tres principales fuentes de desigualdad: clase, raza y género. La igualación progresiva de la mujer al hombre, primero en la pequeña empresa familiar y luego en la más grande de la sociedad civil y política, es una de las señales más seguras del viaje imparable de la humanidad hacia la igualdad. Y ¿qué pasa con la nueva actitud hacia los animales? Debates cada vez más frecuentes y extendidos, sobre la legalidad de la caza, los límites de la vivisección, la protección de especies animales se han vuelto cada vez más raro, el vegetarianismo... ¿Qué cosa representan si no signos de una posible extensión más allá del principio de igualdad, incluso de los límites de la raza humana, una extensión basada en la conciencia de que los animales son iguales a nosotros, los hombres, al menos en la disposición a sufrir? Entendemos que para tener una idea de este gran movimiento histórico se debe levantar la cabeza de las escaramuzas diarias y mirar alto y más lejos.
II
De Teoria generale della politica, p. LVIII:
Derechos del hombre, democracia y paz son tres momentos necesarios del mismo movimiento histórico: sin derechos del hombre reconocidos y protegidos no hay democracia; sin democracia no se dan las condiciones mínimas para la solución pacífica de los conflictos. En otras palabras, la democracia es la sociedad de los ciudadanos, y los súbditos se convierten en ciudadanos cuando les son reconocidos algunos derechos fundamentales; habrá paz estable, una paz que no tenga la guerra como alternativa, solamente cuando seamos ciudadanos no de este o aquel Estado, sino del mundo.
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domingo, 9 de abril de 2017
Inutilidad del rencor
"La venganza es mía, dice el Señor", como recuerda El renacido. Es de Pablo, Romanos 12:19-21:
No tomen venganza, queridos hermanos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. Antes bien, «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta». No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.
También el rencor y la ira son detestables;
el pecador las guarda en su interior.
Del vengativo se vengará el señor,
que de sus pecados llevará la cuenta exacta.
Perdona a tu prójimo la ofensa,
y cuando reces, serán perdonados tus pecados.
El que alimenta rencor contra otro,
¿cómo puede pedir curación al Señor?
Si un hombre no se compadece de su semejante,
¿cómo se atreve a suplicar por sus culpas?
Si es un simple mortal y guarda rencor,
¿quién le va a perdonar sus pecados?
Acuérdate de tu fin y deja de odiar,
acuérdate de la corrupción y de la muerte,
y sé fiel a los mandamientos.
Acuérdate de los mandamientos
y no guardes rencor a tu prójimo.
Acuérdate de la alianza del Altísimo
y pasa por alto las ofensas.
miércoles, 27 de abril de 2016
La jácara antitaurina de "El rufián dichoso" de Cervantes
Miguel de Cervantes escribió esta jácara antitaurina en su comedia “El rufián dichoso”:
Año de mil y quinientos
y treinta y cuatro corría,
a veinte y cinco de mayo,
martes, acïago día,
sucedió un caso notable
en la ciudad de Sevilla,
digno que ciegos le canten,
y que poetas le escriban.
Del gran corral de los Olmos,
do está la jacarandina,
sale Reguilete, el jaque,
vestido a las maravillas.
No va la vuelta del Cairo,
del Catay ni de la China,
ni de Flandes, ni Alemania,
ni menos de Lombardía:
va la vuelta de la plaza
de San Francisco bendita,
que corren toros en ella
por Santa Justa y Rufina;
y, apenas entró en la plaza,
cuando se lleva la vista
tras sí de todos los ojos,
que su buen donaire miran.
Salió en esto un toro hosco,
¡válasme Santa María!,
y, arremetiendo con él,
dio con él patas arriba.
Dejóle muerto y mohíno,
bañado en su sangre misma;
y aquí da fin el romance
porque llegó el de su vida.
Es antitaurina porque termina en un “fuese y no hubo nada” del jaque o valentón. Como dice Lagartija después, “Su llaneza / y su buen decir alabo / y más que muestra agudeza / en llegar tan presto al cabo”.
Año de mil y quinientos
y treinta y cuatro corría,
a veinte y cinco de mayo,
martes, acïago día,
sucedió un caso notable
en la ciudad de Sevilla,
digno que ciegos le canten,
y que poetas le escriban.
Del gran corral de los Olmos,
do está la jacarandina,
sale Reguilete, el jaque,
vestido a las maravillas.
No va la vuelta del Cairo,
del Catay ni de la China,
ni de Flandes, ni Alemania,
ni menos de Lombardía:
va la vuelta de la plaza
de San Francisco bendita,
que corren toros en ella
por Santa Justa y Rufina;
y, apenas entró en la plaza,
cuando se lleva la vista
tras sí de todos los ojos,
que su buen donaire miran.
Salió en esto un toro hosco,
¡válasme Santa María!,
y, arremetiendo con él,
dio con él patas arriba.
Dejóle muerto y mohíno,
bañado en su sangre misma;
y aquí da fin el romance
porque llegó el de su vida.
Es antitaurina porque termina en un “fuese y no hubo nada” del jaque o valentón. Como dice Lagartija después, “Su llaneza / y su buen decir alabo / y más que muestra agudeza / en llegar tan presto al cabo”.
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Rosa Romero y Cervantes
Rosa Romero ha escrito un artículo bajo el título "400 años después, Cervantes sigue siendo el español más universal". Y es cierto. Ya he copiado una jácara de Cervantes contra los toros, pero ahora voy a copiar otra dedicada a cierta señorita en su comedia El rufián dichoso que tiene, creo yo, una cierta aplicación; he quitado alguna que otra cosa que es demasiado fuerte para la democracia actual y su ley mordaza (benditos aquellos tiempos de holganza y desenfreno gracias a la liberal Inquisición, que luego Larra dijo que había cambiado de nombre por “Gobierno”). También he actualizado algunos términos geográficos.
“Escucha, la que viniste
de la castellana tierra
a hacer en Madrid la guerra
en cueros, como valiente;
la que llama su pariente
al gran Miramamolín;
la que se precia de ruin,
como otras de generosas;
la que tiene cuatro cosas,
y aun cuatro mil, que son malas;
la que pasea sin alas
los aires en noche escura;
la que tiene a gran ventura
ser amiga de un lacayo;
la que tiene un papagayo
que siempre la llama [ejem];
la que en vieja y en astuta
da quinao a Celestina;
la que, como golondrina,
muda tierras y sazones;
la que a pares, y aun a nones,
ha ganado lo que tiene;
la que no se desaviene
por poco que se le dé;
la que su palabra y fe
que diese jamás guardó;
la que en apreciarse excedió
a las narcisas más francas;
la que echa por cinco blancas
las habas y el cedacillo…”
Etcétera.
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sábado, 23 de abril de 2016
El amor para algunos escritores
Shakespeare escribe en el primer soneto de El peregrino apasionado, luego republicado con variantes en sus Sonetos: "La mentira es la conducta del amor". Y dice el Arcipreste de Hita en su LBA: "El amor siempre fabla mintroso"
Dos genios puestos de acuerdo en que el amor es una filfa. Pero para Lope de Vega era sencillamente un absurdo que tenía "fácil la entrada y difícil la salida"; él, que lo probó, lo sabía; Quevedo, como siempre, se movía entre dos extremos: para él el amor podía ser más allá de la muerte y de la ceniza y su llama atravesar el agua fría como el alma de Protesilao; pero también hablaba de hallarse "amancebado con su mano", un "polvo enamorado" de puro amor propio, como en el capítulo de ese nombre de La Habana para un infante difunto de Guillermo Cabrera Infante, donde se ocupa de definir el acto que ocupa la mayor parte de El lamento de Portnoy de Philip Roth. Y, con todo, el más gracioso, al menos para mí por su típica mezquindad catalana es Josep Pla cuando escribe en su Cuaderno gris:
Lo que entristece a la juventud es la sensualidad. Esto es un asunto terrible.
A veces pienso en la cantidad impresionante de horas perdidas, en estos últimos años, pensando en la fornicación con señoritas vagas, generalmente inconcretas. Pero acaso, sobre este punto, hay una reflexión a hacer: quizá aún hubieran estado más perdidas si las hubiera pasado fornicando con señoritas concretas y tangibles.
La sensualidad, en la juventud, es un asunto inhumano, insoluble, de un aspecto indescriptiblemente grotesco.
Ortega y Gasset definía el amor como "un estado de estupidez transitoria", y Henri Beyle, más conocido como Stendhal, era partidario de la teoría del flechazo, que el profundizó creando toda una teoría con ciertos términos de la química que él llamó de la "cristalización". Para el realista y desencantado J. M. Coetzee el amor era, simplemente, "un problema".
Sin pretender compararme con tan ilustres escritores, a los que doy por supuesto su parte de razón, me añadiría al punto de vista de Coetzee y lo matizaría llamándolo un mero "latazo". El amor puede volver a la gente esclava o loca, y si tengo que escoger algún tipo del mismo me quedaría con palabras menos intensas como son el "afecto" o la "amistad".
Sin pretender compararme con tan ilustres escritores, a los que doy por supuesto su parte de razón, me añadiría al punto de vista de Coetzee y lo matizaría llamándolo un mero "latazo". El amor puede volver a la gente esclava o loca, y si tengo que escoger algún tipo del mismo me quedaría con palabras menos intensas como son el "afecto" o la "amistad".
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lunes, 18 de abril de 2016
Ya lo decía Quevedo: ladrones / gobernantes
Del Buscón de Quevedo:
“Decíame mi padre:
-Hijo, esto de ser ladrón no es arte mecánica sino liberal.
Y de allí a un rato, habiendo suspirado, decía de manos:
-Quien no hurta en el mundo, no vive. ¿Por qué piensas que los alguaciles y jueces nos aborrecen tanto? Unas veces nos destierran, otras nos azotan y otras nos cuelgan…, no lo puedo decir sin lágrimas (lloraba como un niño el buen viejo, acordándose de las que le habían batanado las costillas). Porque no querrían que donde están hubiese otros ladrones sino ellos y sus ministros. Mas de todo nos libró la buena astucia. En mi mocedad siempre andaba por las iglesias, y no de puro buen cristiano. Nunca confesé sino cuando lo mandaba la Santa Madre Iglesia. Preso estuve por pedigüeño en caminos. Mas de todo me ha sacado el punto en boca, el chitón y los nones. Y con esto y mi oficio, he sustentado a tu madre lo más honradamente que he podido.
-¿Cómo a mí sustentado? -dijo ella con gran cólera. Yo os he sustentado a vos, y sacádoos de las cárceles con industria y mantenídoos en ellas con dinero. Si no confesábades, ¿era por vuestro ánimo o por las bebidas que yo os daba? ¡Gracias a mis botes! Y si no temiera que me habían de oír en la calle, yo dijera lo de cuando entré por la chimenea y os saqué por el tejado.
Metílos en paz diciendo que yo quería aprender virtud resueltamente y ir con mis buenos pensamientos adelante, y que para esto me pusiesen a la escuela, pues sin leer ni escribir no se podía hacer nada. Parecióles bien lo que decía, aunque lo gruñeron un rato entre los dos. Mi madre se entró adentro y mi padre fue a rapar a uno (así lo dijo él) no sé si la barba o la bolsa; lo más ordinario era uno y otro. Yo me quedé solo, dando gracias a Dios porque me hizo hijo de padres tan celosos de mi bien.”
Por demás, hay dos tipos de ladrones: los buenos y los malos. Cristo tenía dos, uno a la izquierda y otro a la derecha. El más “bueno”, quiero decir, el más experto era San Dimas, porque le robó (y con las manos clavadas, que ya es habilidad) nada menos que el Paraíso a Cristo. El otro era un mierda.
Con esto no quiero decir que todos los que están a la izquierda sean unos mierdas. Al respecto lo mejor es lo que escribió Goethe en sus Epigramas venecianos (a Goethe los italianos le escamondaban los bolsillos, por cierto), uno de los libros de poesía más sabios que se han escrito. Dijo que Jesucristo no miraba a los que estaban a izquierda o a la derecha, sino a los que estaban frente y contra él. Solo ellos lo veían con claridad. En cuanto a política, ese libro, escrito en los días de la Revolución Francesa, es todo un breviario:
“Dime, ¿no actuamos bien? Debemos engañar a la chusma.
Mira qué torpe y salvaje es, mira qué estúpida se muestra”.
Te parece torpe y estúpida porque la están engañando.
Sean honestos y la chusma, créanme, será humana y sensata.”
“Que sea soberano quien conoce su propio beneficio…
Pero nosotros hemos elegido al que conoce nuestro propio beneficio.”
“Todos los apóstoles de la libertad me resultaron siempre abominables;
al final lo que buscaban era obrar a su antojo.
Si quieres liberar a muchos atrévete a servir a muchos.
¿Quieres saber qué tan peligroso es? ¡Inténtalo!”
En el epigrama anterior, Goethe cita una de las pocas frases sobre política que llegó a decir Cristo: "Que gobierne a todos el que sea esclavo de todos".
“Se dice que los reyes quieren el bien y los demagogos también;
pero los individuos como nosotros, se equivocan.
Jamás consiguen las masas querer algo por sí mismas,
ya lo sabemos. Pero el que sepa querer por todos
que lo demuestre.”
“Los grandes sucumbieron, pero ¿quién protegió a las masas
de las masas? Las masas se convirtieron en tiranos de las masas.”
“Este yunque es como el país, el martillo como el príncipe
y la chapa es como el pueblo que se tuerce allí en medio.
Pobre chapa, solo los golpes arbitrarios dan en el blanco
y el caldero nunca parece terminarse.”
“Los príncipes acuñan muchas veces en cobre casi plateado su efigie inminente; el pueblo se engaña demasiado tiempo. Los fanáticos acuñan en mentiras y sandeces el sello del espíritu; quien carece de la piedra de toque, las considera oro molido.”
Y así. Pero Goethe ya dijo que prefería la injusticia al desorden.
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martes, 5 de abril de 2016
Una versión de Suzanne de Leonard Cohen
Suzanne te lleva a su escondite, al lado del río.
Puedes oír las barcas pasar de largo.
Puedes pasarte toda la noche a su lado.
Y sabes que está medio loca,
pero ése es el motivo por el cual estás allí.
Y te da té y naranjas de la China.
Y cuando tratas de decirle
que no tienes amor que ofrecerle,
te coge y te mece en sus brazos,
dejando que sea el río el que conteste
que siempre has sido su amante.
Y quieres viajar con ella.
Quieres viajar a ciegas.
Y sabes que confiará en ti
por haber tocado su cuerpo perfecto con tu mente.
Jesús era un marinero
cuando caminó sobre el agua.
Gastó mucho tiempo mirando
desde su solitaria torre de madera.
Y cuando supo con certeza
que solo los que se ahogaran podrían verle
Dijo: "Todos los hombres serán marineros,
hasta el día que el mar los libere".
Pero él mismo estaba arruinado
antes de que el cielo se abriera:
abandonado, casi humano,
y se hundió bajo la sabiduría
como una piedra.
Y quieres viajar con él.
Quieres viajar a ciegas.
Y sabes que quizá confiarás en él
por haber tocado tu cuerpo perfecto con su mente.
Ahora, Suzanne toma tu mano
y te lleva hasta el río.
Lleva puestos unos trapos y plumas
sacados de la ventanilla del Ejército de Salvación.
Y el sol cae como la miel
sobre la chica común del puerto
y te muestra donde mirar
entre la basura y las flores.
Hay héroes en las cloacas,
y niños por la mañana,
inclinándose por amor.
Y lo seguirán haciendo siempre,
mientras Suzanne sostiene el espejo donde se mira.
Y quieres viajar con ella.
Quieres viajar a ciegas.
Y sabes que confiará en ti
por haber tocado tu cuerpo perfecto con su mente..
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domingo, 3 de abril de 2016
El jardín de Proserpina, de Algernon Charles Swinburne
El jardín de Proserpina, de Algernon Charles Swinburne.
Aquí, donde el mundo se acalla;
aquí, donde todas las aflicciones
se agolpan como olas exhaustas,
o como un tumulto de muertas corrientes
en un dudoso sueño de sueños.
Veo crecer las verdes campiñas
entre sembradores y labradores,
en tiempos de cosecha y en tiempos de siega;
un dormido mundo de arroyos.
Cansado estoy de la alegría y la tristeza,
de los hombres que ríen y lloran,
y el destino que aguarda a sus cosechas.
Los días y las horas me fastidian,
marchitos capullos de flores estériles,
y también los anhelos, poderes y deseos;
dormir, solo quiero dormir.
Aquí la vida es vecina de la muerte;
lejos de la vista y el oído, en otras regiones,
resuena el sollozo de las olas y de los vientos
empujando al espíritu en frágiles embarcaciones.
A la deriva, sin rumbo fijo.
Mas aquí, del otro lado del mundo,
donde nada florece,
esos vientos no soplan.
Aquí no brotan hierbas ni malezas;
no hay brezos ni vid;
entre débiles juncos donde las hojas no crecen,
sólo mustios capullos de amapola,
verdes racimos de Proserpina,
para que ella exprima su vino mortal
y lo entregue a los muertos.
Pálidos, innumerables, sin nombre,
inclinándose en sombríos campos de mieses
durante toda la noche,
esos muertos, como almas tardías,
no acunadas en cielo o infierno alguno,
abatidas por la neblina y la tiniebla,
buscan el brillo de una luz
que los aleje para siempre de las sombras.
Mas por fuerte que sea nuestra vida,
también algún día habremos de morir.
Y no seremos ángeles, si ascendemos al cielo,
ni sufriremos dolores, si caemos al infierno.
Pero la belleza que hay en nosotros
habrá de nublarse hasta perecer
y nuestro amor, ya en reposo, tocará su fin.
Allí está ella, detrás de atrios y pórticos,
coronada de yermas hojas,
recogiendo toda cosa mortal
que llegue hasta sus frías e inmortales manos.
Allí está ella, temida por el amor
a quien supera en dulzura,
acercando sus labios
a tantos hombres de tierras y tiempos diversos.
A la espera de todos nosotros,
nacidos para morir,
ella nos hace olvidar esta tierra, nuestra madre,
y la vida de los frutos y las mieses.
La primavera, las semillas y las golondrinas
emprenden vuelo y la siguen,
allí donde el canto del verano se ahueca
y la vida se aleja.
Allá van los amores marchitos,
los viejos amores con sus alas cansadas,
y los años perdidos y las cosas deshechas.
Moribundos sueños de inhóspitos días,
ciegos capullos arrancados por la nieve,
hojas salvajes arrastradas por el viento,
sangrientos extravíos de arruinadas primaveras.
Ni las tristezas ni las alegrías son seguras;
el presente ha de morir en el mañana
y nada hay que pueda doblegar el señorío del tiempo.
El corazón, decaído y displicente, suspira acongojado;
sus ojos abatidos y olvidadizos
gimen la brevedad del amor.
Por grande que sea nuestro apego a la vida,
buscamos liberarnos de esperanzas y temores;
por eso agradecemos a los dioses,
no importa quiénes sean,
que la vida no dure para siempre,
que nada perturbe el dormir de los muertos,
que hasta el río menos generoso
haya siempre de retornar al mar.
Porque entonces no habrá estrellas ni soles
ni cambios de luz que puedan despertarnos;
no habrá agua que se agite tumultuosa
ni sonidos ni visiones;
tampoco habrá días, estaciones, o seres luminosos;
solo un eterno sueño
en una eterna noche.
Traducción de Armando Roa Vial
Aquí, donde el mundo se acalla;
aquí, donde todas las aflicciones
se agolpan como olas exhaustas,
o como un tumulto de muertas corrientes
en un dudoso sueño de sueños.
Veo crecer las verdes campiñas
entre sembradores y labradores,
en tiempos de cosecha y en tiempos de siega;
un dormido mundo de arroyos.
Cansado estoy de la alegría y la tristeza,
de los hombres que ríen y lloran,
y el destino que aguarda a sus cosechas.
Los días y las horas me fastidian,
marchitos capullos de flores estériles,
y también los anhelos, poderes y deseos;
dormir, solo quiero dormir.
Aquí la vida es vecina de la muerte;
lejos de la vista y el oído, en otras regiones,
resuena el sollozo de las olas y de los vientos
empujando al espíritu en frágiles embarcaciones.
A la deriva, sin rumbo fijo.
Mas aquí, del otro lado del mundo,
donde nada florece,
esos vientos no soplan.
Aquí no brotan hierbas ni malezas;
no hay brezos ni vid;
entre débiles juncos donde las hojas no crecen,
sólo mustios capullos de amapola,
verdes racimos de Proserpina,
para que ella exprima su vino mortal
y lo entregue a los muertos.
Pálidos, innumerables, sin nombre,
inclinándose en sombríos campos de mieses
durante toda la noche,
esos muertos, como almas tardías,
no acunadas en cielo o infierno alguno,
abatidas por la neblina y la tiniebla,
buscan el brillo de una luz
que los aleje para siempre de las sombras.
Mas por fuerte que sea nuestra vida,
también algún día habremos de morir.
Y no seremos ángeles, si ascendemos al cielo,
ni sufriremos dolores, si caemos al infierno.
Pero la belleza que hay en nosotros
habrá de nublarse hasta perecer
y nuestro amor, ya en reposo, tocará su fin.
Allí está ella, detrás de atrios y pórticos,
coronada de yermas hojas,
recogiendo toda cosa mortal
que llegue hasta sus frías e inmortales manos.
Allí está ella, temida por el amor
a quien supera en dulzura,
acercando sus labios
a tantos hombres de tierras y tiempos diversos.
A la espera de todos nosotros,
nacidos para morir,
ella nos hace olvidar esta tierra, nuestra madre,
y la vida de los frutos y las mieses.
La primavera, las semillas y las golondrinas
emprenden vuelo y la siguen,
allí donde el canto del verano se ahueca
y la vida se aleja.
Allá van los amores marchitos,
los viejos amores con sus alas cansadas,
y los años perdidos y las cosas deshechas.
Moribundos sueños de inhóspitos días,
ciegos capullos arrancados por la nieve,
hojas salvajes arrastradas por el viento,
sangrientos extravíos de arruinadas primaveras.
Ni las tristezas ni las alegrías son seguras;
el presente ha de morir en el mañana
y nada hay que pueda doblegar el señorío del tiempo.
El corazón, decaído y displicente, suspira acongojado;
sus ojos abatidos y olvidadizos
gimen la brevedad del amor.
Por grande que sea nuestro apego a la vida,
buscamos liberarnos de esperanzas y temores;
por eso agradecemos a los dioses,
no importa quiénes sean,
que la vida no dure para siempre,
que nada perturbe el dormir de los muertos,
que hasta el río menos generoso
haya siempre de retornar al mar.
Porque entonces no habrá estrellas ni soles
ni cambios de luz que puedan despertarnos;
no habrá agua que se agite tumultuosa
ni sonidos ni visiones;
tampoco habrá días, estaciones, o seres luminosos;
solo un eterno sueño
en una eterna noche.
Traducción de Armando Roa Vial
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