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jueves, 6 de febrero de 2025

Sectas franquistas. El Opus Dei, dossier.

 Soy ya viejo, así que tengo que mirar una Obra. Dossier Opus Dei:

I

    Fátima Navarro, exnumeraria auxiliar: “O salía del Opus o me volvía loca”, por Natalia Junquera, en El País, 6 feb 2025:

El documental ‘El minuto heroico’ recoge los testimonios de 13 mujeres de diferentes edades y países que relatan abusos sufridos dentro de la organización.

Agustina López de los Mozos fue numeraria del Opus entre 1971 y 1979. Cuenta que la “captaron” en un partido de baloncesto y que la felicidad, para ella, es recordar los 20 minutos en un autobús tras salir del centro en el que vivía para volver a casa de sus padres. Es decir, el día que decidió salir. En 2002, encendió la televisión y vio que estaban emitiendo la ceremonia de canonización del fundador, José Escrivá de Balaguer. “Sentí una profunda decepción y decidí difundir en Internet libros de antiguos miembros de la Obra que habían pasado inadvertidos o ya estaban descatalogados, porque la sociedad no sabe cómo funciona de verdad el Opus, ni siquiera los supernumerarios [que no hacen promesa de celibato y viven en sus casas] lo saben. Y a partir de ahí, empecé a recibir muchísimos mensajes de gente pidiendo ayuda, contando su experiencia. Tengo miles de testimonios de todos los países donde está presente el Opus”, relata a EL PAÍS.

La página web, Opus libros, se convirtió en una especie de terapia de grupo y en una primera gran grieta en la opacidad que rodea a la organización, que afirma tener 41.500 miembros en España, el 70% de ellos supernumerarios (no dan cifras de bajas). López de los Mozos es una de las 13 mujeres de distintas edades y nacionalidades que participan en la serie El minuto heroico. Yo también salí del Opus Dei, que se estrena este viernes en Max, casi cuatro horas de testimonios demoledores. Escrivá vuelve a la pantalla, pero más de dos décadas después de la canonización, el contenido es muy distinto. El documental cuenta con la colaboración de la actriz Claudia Traisac, quien, siguiendo las indicaciones de las exnumerarias, recrea sus vivencias.

Menores de edad

Las mujeres entrevistadas en la serie, dirigida por la periodista Mònica Terribas, fueron miembros de la organización en España, El Salvador, México, Irlanda, Inglaterra, Argentina, Guatemala y Costa Rica. La más antigua ingresó en 1971. La última en abandonar lo hizo en 2016. “Los fallos del Opus Dei son iguales en todo el mundo. Es fuente de manipulación de adolescentes, de separación de familias, de problemas físicos y psíquicos…”, relata López de los Mozos. El documental, dividido en cuatro capítulos, abarca desde la captación, siendo menores de edad; el control férreo que el Opus ejercía sobre ellas una vez dentro, apartándolas de sus familias y sometiéndolas a una dependencia económica absoluta, hasta el complicado proceso para salir de la organización y empezar una “vida normal”. María Roca revela, por ejemplo, que cuando salió no sabía si los semáforos se cruzaban en rojo o en verde. Otras mujeres explican cuánto les costó relacionarse con hombres. “Temblaba cada vez que veía a uno”, relata María Isabel Mena.

La captación se produce a través de los centros educativos y mediante actividades atractivas para los menores: excursiones, deportes... Se hace de uno en uno, por numerarios o numerarias jóvenes que se hacen amigos de los chicos y chicas hasta que “pitan” —en la jerga interna, iniciar el proceso de admisión—. “Te hacen sentir importante, especial...”, recuerdan las entrevistadas, pero una vez que ya estás dentro, los captadores desaparecen —para captar a otros— y ellas mismas se convierten en reclutadoras. “El mismo día que cumplí 14 años y medio”, relata Mena, “le dije a mi madre que iba a estudiar, pero iba a pedir la admisión al Opus Dei. Me dejaron muy claro que no le tenía que decir nada a mis padres porque ellos podían ser la voz del demonio”. Su testimonio coincide con el de otras entrevistadas, como Fátima Navarro, que explica cómo le pidieron que no comunicara que había dado el paso hasta que cumpliera la mayoría de edad. Numeraria auxiliar, estuvo 20 años dentro de la organización. “O salía, o me volvía loca”, resume.

La Prelatura no quiso participar en el documental. Cuando EL PAÍS publicó, el pasado octubre, testimonios de antiguos miembros del Opus Dei denunciando manipulación y abusos, una portavoz de la organización replicó que, según sus estatutos, la edad mínima para “comprometerse formalmente” son los 18 años, “tras al menos un año y medio de preparación y discernimiento”. “Si alguien más joven siente una llamada vocacional”, añadió, “puede solicitar ser ‘aspirante’, con el consentimiento expreso de sus padres y siempre que sea mayor de 14 años y medio”. Tanto las entrevistadas en el documental como en el reportaje de este diario desmienten ese consentimiento previo paterno.

"Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava"

Tras el último paso, el de la llamada “fidelidad”, las mujeres del documental y los testimonios recogidos por EL PAÍS coinciden en que les dieron una plantilla de testamento para donar sus bienes al Opus Dei. “La Obra ha conseguido verdaderas fortunas así”, afirma De los Mozos. Una vez dentro de los centros, les entregan el cilicio —que deben usar dos horas al día— y las disciplinas (una especie de cuerda para azotarse la espalda). A partir de ese momento, “la familia es la Obra” y las cartas que envían y reciben, denuncian, son abiertas y “censuradas”.

Entre las entrevistadas para el documental figuran cinco numerarias auxiliares, mujeres que limpian y cocinan en los centros de la organización. “Las numerarias sirvientes, y lo digo en serio”, anotó Escrivá de Balaguer, “me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas; ahora, se están santificando pelando patatas”. Las mujeres explican que carecían de sueldo y no estaban dadas de alta en la Seguridad Social. La fiscalía argentina, tras dos años de investigación impulsada por la Procuradoría de Trata y Explotación de Personas (Protex), acusó por ambos delitos a cuatro responsables del Opus Dei. EL PAÍS entrevistó el pasado octubre a una de las denunciantes, Lucía Giménez, que nunca cobró por su trabajo, y a una portavoz de la organización en Argentina, que admitió “inconsistencias en los aportes durante algunos periodos de tiempo” y aseguró que se habían emprendido “acciones de reparación”. “El Opus Dei”, añadió, “es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”.

II

"Manipulación, codicia y poder: la historia no contada del Opus Dei," reseña publicada en Babelia, suplemento cultural de El País, por Natalia Junquera, 2 oct 2024:

Tras cinco años de investigación, el periodista financiero Gareth Gore acusa a la organización del secuestro del Banco Popular, explotación y maltrato. Su futuro depende de Trump y de hasta dónde esté dispuesto a llegar el papa Francisco.

“La Obra es un peligro para sí misma, para sus miembros, para la Iglesia y para el mundo”, concluye el periodista Gareth Gore (Wigan, Inglaterra, 43 años) en Opus (Editorial Critica), una investigación de cinco años sobre la organización fundada hace casi un siglo por Escrivá de Balaguer. El libro empieza con una confesión. “En 2017, me enviaron a Madrid a cubrir la quiebra del Banco Popular y me perdí la parte más importante de la historia”. Especializado en información financiera, ya había cubierto crisis bancarias en una decena de países y contó la caída de la entidad española de una manera similar. “Pero un par de años después”, relata durante la entrevista en Londres, en la oficina de su agente literario, en pleno Piccadilly, “tuve la suerte de que mi jefe me enviara de vuelta a España” para hacer seguimiento. “Lo que parecía otra historia sobre el colapso de un banco que había asumido demasiados riesgos dejó de serlo. Nada tenía sentido”. Los accionistas trataban entonces de recuperar su dinero en los tribunales. Todos menos uno, curiosamente, el mayor. “Enigmáticamente bautizado como La Sindicatura”, relata Gore, “el grupo contaba con el 10% del banco cuando quebró, una participación valorada en más de 2.000 millones de euros en su punto álgido. Sin embargo, pocas semanas después de la quiebra, la principal empresa de La Sindicatura notificó su disolución”. “Siguiendo el rastro del dinero”, el investigador llegó a esa historia que se había perdido y que motiva el subtítulo de este libro: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica. Es decir, el lado más oscuro de una organización religiosa vinculada hoy a decenas de centros educativos en España.

Cien de las casi 500 páginas del libro son notas, es decir, fuentes. Gore se entrevistó con más de un centenar de actuales miembros del Opus Dei: de veinteañeros a nonagenarios; en Londres, Roma, Madrid, Buenos Aires y Nueva York; y entre ellos “personas cruciales en la toma de decisiones dentro de la organización”. Confía en que su libro sea “el inicio de un proceso para animar a policías, jueces y gobiernos a investigar los abusos y posibles delitos cometidos por el Opus”. Gore desea que esos cinco años de trabajo sirvan para “abrir los ojos”. “Para mí, lo más peligroso es cómo esa organización que recluta niños y se levanta sobre un sistema de manipulación se ha introducido en el sistema educativo. En España el debate gira en torno a si los concertados deben recibir dinero público. Para mí, lo que debería estar preguntándose el Ministerio de Educación español es: ¿Debe tener autorización el Opus Dei para encargarse del bienestar de los niños?”.

EL PAÍS comparte en primicia en España, tras conversar en Londres con el autor, las revelaciones del libro, a la venta el 9 de octubre. Un memorándum interno del Opus Dei previo al lanzamiento y distribuido en residencias de numerarios pide a Escrivá que interceda desde el cielo y a los miembros de la organización que “recen por todos los involucrados y por todos los que puedan verse afectados”. La oficina de prensa del Opus Dei ha emitido este miércoles un comunicado en el que afirma que el libro ofrece una “imagen falsa” de la Obra y de su fundador; niega las acusaciones, asegura que sus miembros no les “representan” en sus actividades políticas o económicas y que su red de corporaciones y fundaciones cumplen la ley. Las organizaciones sin ánimo de lucro manejadas por integrantes de la organización, añaden, buscan “extender el mensaje y el espíritu del Opus Dei”: “Lo hacen con la convicción de que todos los bautizados están llamados a ser agentes de evangelización”.

Luis y Javier Valls-Taberner: Opus Dei y Opus Night

La entrevista con Javier Valls-Taberner, que llevaba más de 40 años en el Banco Popular, 15 de ellos como presidente junto a su hermano Luis, “abrió esta gigante caja de pandora”, relata Gore. “Nos llamaban Opus Dei y Opus Night”, le reveló el banquero. Mientras Luis, numerario, se retiraba por las noches a una residencia del Opus a las afueras de Madrid donde se ceñía al muslo el cilicio —una cadena con pinchos— para recordar el sufrimiento de Cristo, a Javier le gustaban “los buenos vinos, la buena comida, las fiestas y el golf”. Fue Luis quien asumió el encargo de hacerse con el Banco Popular. La operación implicaba traicionar a su propia familia, ya que Félix Millet, su presidente entonces, era primo hermano de su madre.

El “secuestro” del Banco Popular

La maniobra de lo que Gore llama “secuestro” de la entidad bancaria para convertirla “en un cajero automático del Opus” y financiar su expansión por todo el mundo se consolidó a principios de 1957. A través de empresas vinculadas a la Obra, fueron comprando grandes paquetes de acciones. “Los archivos oficiales del Banco Popular están salpicados de menciones a empresas auxiliares del Opus Dei. A finales de 1962 y principios de 1963, el banco prestó a Eolo más de 30 millones de pesetas para participar en una ampliación de capital”, afirma el libro. “Sin Luis [Valls-Taberner] y el modo en el que desvió dinero del banco, el Opus no sería lo que es hoy. Una parte muy importante de la red que tiene por todo el mundo existe gracias al dinero que vino del Popular”, explica Gore. “La participación se efectuaba a través de una serie de empresas fantasma y fundaciones que operaban como un juego de muñecas rusas para ocultar a su verdadero beneficiario. El dinero iba del banco a iniciativas de reclutamiento”. Gore afirma que una web en la que un grupo de numerarios homenajeaba a Valls-Taverner cifró en 700 millones de euros la contribución a fundaciones vinculadas con la organización.

Cuando Luis Valls-Taberner enfermó y dejó de serles útil, apartaron a los hermanos del banco. “Javier me contó que apenas le dejaban hablar con Luis”, quien murió en 2006. Un mes después, Javier fue despedido de la entidad y llegó a temer por su vida. “Viajó a Londres para hablar con el embajador español, un hombre conocido por ostentar un alto cargo en el Opus Dei, y le pidió que informara a Villa Tévere [la sede del Opus Dei en Roma] de que tenía documentos incriminatorios en una caja fuerte en Suiza que saldrían a la luz si algo les ocurría a él o a su familia”.

El comunicado oficial de la organización tras la publicación del libro afirma que Luis Valls-Taberner “destinó parte de su retribución a ayudar a iniciativas inspiradas en el Opus Dei” y ayudó a “crear varias fundaciones, algunas de las cuales recibieron donaciones del Banco Popular” que “financiaron diversas iniciativas impulsadas por el Opus Dei o personas relacionadas con esta institución”. Todo se hizo, insisten, “de manera transparente y legal, y generalmente en forma de préstamos que han sido reembolsados”.

El Santander se hizo con la entidad financiera por un euro en 2017. El caso Banco Popular seguía coleando este año. El pasado junio, la sala de lo penal de la Audiencia Nacional confirmó que el expresidente Ángel Ron debía ser juzgado por los delitos de estafa a inversores y falsedad contable por una ampliación de capital en 2016.

La expansión en EE UU y la agenda de Trump

Mientras en la vecina Francia un tribunal condenaba a una fundación de la organización y a dos numerarios que trabajaban para ella a indemnizar a una mujer que los acusó de explotación, en otros países, especialmente EE UU, el Opus avanzaba a grandes zancadas. “En España”, explica Gore, “todo se debe a Franco. Su complicidad con esa dictadura sangrienta fue lo que los ayudó a crecer. Y en EE UU, el país más poderoso del mundo, el Opus ha dedicado muchos recursos a aumentar su influencia. No es casual que florezca en tiempos de profundas divisiones y guerras culturales. El Opus se alimenta de todo eso y de la desinformación. Después de las elecciones de 2020, el Papa llamó a fomentar un clima de reconciliación. Pero lo que hizo el Centro de Información Católica [organismo que fue dirigido por John McCloskey después de renunciar a su trabajo en Wall Street para hacerse sacerdote del Opus] fue lo contrario: se convirtió en una plataforma para las figuras próximas a Donald Trump que cuestionaban las elecciones, una herramienta para echar más gasolina al fuego”.

El libro relata cómo a través de distintas fundaciones y organismos, el Opus trata de infiltrarse en la élite del poder estadounidense, desde la Cámara de Representantes hasta la Casa Blanca y el Tribunal Supremo. En 2002, el senador por Pennsylvania Rick Santorum fue invitado por la Obra para participar en Roma en una serie de conferencias en las que los oradores insistieron en la necesidad de que los miembros del Opus y los católicos en general utilizaran su posición en la sociedad para influir en las políticas públicas. Santorum declaró que, en su lucha pública en el Senado estadounidense, “el bendito Josemaría” guiaba su camino. Fue uno de los patrocinadores de una enmienda para obligar a las escuelas a dejar de enseñar la teoría de la evolución como un hecho. “El Opus”, afirma Gore, “crea el ambiente y se relaciona con las personas adecuadas para provocar cambios legislativos. El mayor logro de esa red es haberle dado la vuelta a Roe contra Wade [el fallo del Tribunal Supremo que garantizaba el derecho federal al aborto], pero eso es solo el principio. Si Trump gana en noviembre, será también una victoria para esa red de personas vinculadas al Opus Dei en EE UU”.

Escrivá de Balaguer: “bombardeo del amor” y “prudencia de serpiente”

El fundador del Opus Dei llamaba a Luis Valls-Taberner “mi san Nicolás”, en alusión a Nicolás de Bari, santo al que se atribuía haber salvado de la prostitución a tres hermanas arrojando por la ventana de su casa dinero para que su padre pudiera casarlas —con el tiempo pasó a ser conocido como Santa Claus—. El propio padre de Escrivá se había arruinado cuando él tenía 12 años. El que sería declarado santo en 2002, había ingresado en el seminario para optar a una vida mejor. Estudió derecho y llegó a pedir plaza de funcionario, pero su solicitud no prosperó. “Al no encontrar un trabajo decente en la vida civil, empezó a buscar vacantes eclesiásticas”,relata el libro. A finales de 1928, comenzó a esbozar las líneas generales de lo que sería el Opus Dei. Al principio, afirma el investigador británico, “abarca ideas como la compasión, el perdón y la caridad”, pero pronto evolucionará, por el lado religioso, a algo mucho más parecido a una secta, y por el lado político, al lobby. “Una historia de manipulación, abuso y codicia envuelta en el manto de la santidad”, resume Gore.

El segundo manual de Escrivá, Instrucción sobre el modo de hacer proselitismo, detalla los métodos de reclutamiento de los futuros numerarios, quienes harán votos de castidad, pobreza y obediencia. Con lo que llamaba “prudencia de serpiente”, pedía ir uno a uno, desconfiar de las personas que hacían muchas preguntas, incluso de los que padecían sonambulismo, y alejarlos de sus familias. La estrategia para entablar amistad se conoce como “el bombardeo de amor”. A la primera ceremonia de ingreso, Escrivá la denominó “la esclavitud”.

- Desde el principio, hay una voluntad de ocultar sus métodos. ¿No es, en el fondo, mala conciencia?

- Escrivá sabía que el sistema que estaba diseñando era inaceptable. Los escritos fundacionales nunca han sido compartidos con el Vaticano. Hay un factor de culto a Escrivá, otro elemento de vergüenza y otro de miedo a que la gente los vea como lo que son. En el caso de los supernumerarios (los miembros que pueden vivir en familia) es más complicado, pero en el de los numerarios funcionan como una secta.

“Se están santificando pelando patatas”

Uno de los secretos que el Opus intentó preservar fue el funcionamiento de sus residencias para numerarios. Aunque al principio Escrivá diseñó una hermandad secular de hombres —”Nunca habrá mujeres, ni de broma, en el Opus Dei”, escribió—, primero admitió a numerarias (con educación y dinero) y años más tarde inventó la figura de las “numerarias sirvientas” (sin formación), que limpiaban y cocinaban para los numerarios. En la residencia donde vivía Luis Valls-Taberner, entraban por puertas distintas. “Ni siquiera se permitía el contacto físico entre el director [de la parte masculina] y la directora [de la parte femenina]. Cualquier conversación para coordinar las comidas o la limpieza debía mantenerse a través de un sistema telefónico interno. Para asuntos más complicados, se permitía pasar una nota por debajo de la puerta, aunque tenía que estar mecanografiada y sin firmar como medida de seguridad para evitar que se formaran vínculos personales, por ejemplo, al ver el nombre o la letra de otra persona”, escribe Gore.

El Opus animaba a dirigirse a universitarios varones con el fin de “reclutar a la próxima generación de funcionarios y empresarios”, relata el investigador. “Para llegar a todos nos dirigimos primero a los intelectuales, sabiendo que a través de ellos pasa cualquier intento de penetración en la sociedad”, dejó escrito el fundador de la Obra. Pero el caso de las numerarias sirvientes era bien distinto. Se trataba, explica Gore, de “mujeres sin estudios y procedentes de familias pobres. Escrivá consideraba que esa nueva clase inferior era vital para crear un ambiente más enrarecido dentro de las residencias, ya que, de ese modo, los miembros numerarios se sentirían aún más especiales”. Tras las primeras admisiones, anotó: “Las numerarias sirvientes, y lo digo en serio, me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas; ahora, se están santificando pelando patatas”.

- ¿Es el Opus una organización misógina?

- Absolutamente. Hoy el Opus se esfuerza en presentarse como una organización donde la toma de decisiones es democrática y paritaria, pero es una ficción. Las mujeres votan, pero lo que votan tiene que ser validado posteriormente por los hombres.

María del Carmen Tapia fue enviada a una de las residencias de la Obra en Venezuela. Allí había sugerido algunos cambios, como que les permitieran confesarse con sacerdotes ajenos al Opus. En sus valientes memorias, tituladas Tras el umbral y citadas por Gore, Tapia relata que Escrivá la hizo viajar a Italia, donde la llamó “grandísima hipócrita y mala mujer”. A continuación se dirigió a las representantes de la sección femenina y les ordenó, refiriéndose a Gladys, una venezolana a la que Tapia había recurrido para eludir el control de la correspondencia: “A esa cójanla después. Levántenle las faldas, bájenle las bragas y denle en el culo hasta que hable”.

A lo largo de los años, algunas de aquellas mujeres se atrevieron a denunciar lo que habían vivido. Uno de esos casos, el de 43 antiguas sirvientas en Argentina, sería crucial para llamar la atención de un compatriota, el hombre más poderoso de la Iglesia, el papa Francisco. La pionera, Lucía Giménez, había sido captada en un pueblo de Paraguay cuando tenía 13 años y trasladada sin documentos en un avión privado hasta Buenos Aires, donde trabajaba en “jornadas de 12 horas, sin paga, con descansos solo para comer y rezar y durmiendo en una tabla de madera”, según recoge el libro. Cuando, con 32 años, abandonó el Opus, “era una mujer destrozada”. Por este caso, la justicia federal argentina acaba de imputar a las máximas autoridades del Opus en el país por trata de personas y explotación laboral. Gore advierte: “He hablado con muchas mujeres, muchas de ellas reclutadas cuando eran apenas unas niñas, también españolas, que han sufrido cosas muy parecidas. Las autoridades españolas deberían seguir el ejemplo de sus colegas argentinos e investigar al Opus con carácter de urgencia”.

Mortificación y libros prohibidos

En la residencia donde vivió el presidente del Banco Popular, “los numerarios debían llevar un cilicio atado al muslo dos horas al día”. “Una vez a la semana, tenían que dormir en una tabla de madera. Las mujeres lo hacían todas las noches porque se las consideraba más sensuales y debían hacer un esfuerzo extra para evitar la tentación. Los sábados, la disciplina suponía una mortificación adicional: un látigo en forma de cuerda que los miembros golpeaban por encima de los hombros contra la espalda mientras entonaban una oración”, relata el libro. Se buscaba el aislamiento y control total de los inquilinos, de modo que cada mañana el director revisaba los periódicos para recortar cualquier material sensible. El Opus también diseñó un sistema de calificación de libros, del 1 (puede ser leído por cualquiera) al 6 (totalmente prohibido) y al que debían ceñirse los miembros de la organización. Entre los autores censurados con el 6 figuran Flaubert, Joyce, Roth o Tennessee Williams. “El Vaticano suprimió en los años sesenta un índice de libros parecido, pero a día de hoy, el Opus mantiene ese sistema”, afirma Gore.

Maletas con dinero, Operación Limonada y la caída de Ruiz-Mateos

El libro de Gore no es el primer escándalo para el Opus. Richard Cushing, el arzobispo que casó y enterró a John Fitzgerald Kennedy, escribió en 1964 una carta al máximo responsable de la organización en Boston y llegó a pedirles que cesaran todas sus actividades. En 1965, el hombre del Banco Popular en Lisboa, Gregorio Ortega, numerario, fue detenido en Venezuela con una maleta llena de billetes. Al registrar su habitación de hotel, la policía encontró un cuarto de millón de dólares. “Se había convertido en el principal contrabandista monetario del Opus Dei”, relata Gore, que explica cómo “a mediados de los sesenta se habían creado 138 sociedades auxiliares para generar fondos destinados a financiar las ambiciones de Escrivá. El Opus Dei ya había creado un complejo sistema de cuentas bancarias, tanto en España como en el extranjero, a nombre de numerarios de confianza para evitar las normas de control. Pero el sistema no era infalible, y a veces el grupo tenía que recurrir a lo más básico para sacar dinero de España. Antes de un viaje al extranjero, a los miembros a veces se les entregaba un cinturón con billetes”. En 1988, “un grupo de padres católicos de Nueva York publicó un libro titulado Guía sobre el Opus Dei para padres de familia en el que detallaban las técnicas de captación del grupo”. En 2001, agentes del FBI detuvieron a uno de sus compañeros, Robert Hanssen, por espiar para los rusos. Cuando fueron a registrar su casa en Nueva York, Bonnie Hanssen les explicó que su marido llevaba haciéndolo desde 1979, cuando lo pilló in fraganti. Entonces, relató a los agentes, llevó a su marido a confesarse con el padre Robert Bucciarelli, sacerdote del Opus, quien, según relató, aconsejó a Robert que en lugar de entregarse, donara el dinero que le pagaban los rusos. En 2002, el sacerdote estrella de la prelatura en Washington, John McCloskey, fue denunciado por abusos sexuales…

- Ninguno de esos escándalos, de esas llamadas de atención, parece haber tenido mucho impacto en la reputación del Opus Dei, que cumple casi un siglo. ¿Por qué?

- Casi todas las conversaciones empezaban de la misma manera, con el miembro del Opus Dei explicando que todos los que formaban parte de la organización actuaban con total libertad y que cualquier cosa que hicieran, ya fuera en los negocios, en la política o en general, era por iniciativa propia y no tenía nada que ver con la Obra. Hasta ahora les ha sido muy fácil lavarse las manos diciendo: “Ha sido un hombre. No es el modo en el que opera el Opus”. Pero mi libro va al corazón de la organización, a los escritos de Escrivá donde se asienta un sistema de manipulación. Ya no pueden decir que ha sido un individuo, una manzana podrida. Es un diseño. Mucha gente dentro de la Iglesia, incluyendo al Papa, es hoy consciente del peligro del Opus; otra mucha gente desconoce los abusos o está dispuesta a cerrar los ojos porque percibe a la organización como un aliado para mover a la Iglesia hacia una agenda más conservadora. Y el mundo en general no tiene idea de lo que supone el avance del Opus. Envía feliz a sus hijos a su escuelas porque piensa: “Es una organización católica. ¿Qué puede tener de malo?”.

Gore apoya esa tesis con dos datos. El primero alude a las precauciones tomadas por Bergoglio cuando encarga una investigación sobre las finanzas del Vaticano. Para tratar de eludir a la vieja guardia, los investigadores recibieron teléfonos móviles con números malteses en lugar de italianos y se estableció una línea privada para enviar contraseñas de acceso a documentos encriptados. El segundo recibe el nombre de Operación Limonada, literalmente, un plan para tratar de licuar el escándalo que iba a suponer el lanzamiento de El código da Vinci, de Dan Brown (del que se hizo luego una película), donde se vincula a la organización con “lavado de cerebro” y donde se mencionaban, “además del escándalo del espía Hanssen, el rescate del Banco Vaticano por el Opus Dei”. Se presentó el libro como una ofensa a todos los cristianos, no a la Obra. “Gracias a una astuta estrategia de comunicación —con profusión de entrevistas y visitas guiadas para mostrar la cara amable de la organización— y al pago de un millón de dólares para silenciar a una víctima, convirtieron los limones en limonada”. “El dinero recaudado por el Opus”, afirma Gore, “se utilizó para reclutar adeptos y tapar delitos”.

- ¿Qué tipo de delitos?

- Particularmente, trata de seres humanos. Naciones Unidas la define como la captación, transporte o recepción de personas mediante amenazas, fuerza o coacción con fines de explotación, aunque la víctima haya dado su consentimiento. El sistema de captación y traslado de las niñas y mujeres jóvenes que se incorporaron al Opus Dei con la promesa de estudiar en una escuela de hostelería parece encajar en esa definición. También deberían investigar las autoridades la posibilidad de que haya habido un fraude en esta red de empresas y fundaciones que el Opus controla, pero no oficialmente. El Opus siempre se protege a sí mismo.

- Cuenta en el libro que José María Ruiz-Mateos, supernumerario, llegó a donar 1.500 millones de pesetas (unos nueve millones de euros) al Opus, pero cuando fue a pedirles ayuda por sus problemas con la justicia, le dejaron caer.

- Ruiz-Mateos debía tanto dinero al Estado y sus negocios eran tal desastre financiero que el Opus no habría podido hacer nada, pero se aprovecharon de él. Una vez que dejas de serles útil, tienen cero interés en tu espiritualidad.

40.000 dólares en una bolsa de McDonalds. El hartazgo del Papa

La relación del Opus con el Vaticano está en crisis. Poco después de la investidura de Fernando Ocáriz al frente de la organización, se produjo un nuevo escándalo. Una numeraria argentina que había donado todos sus ingresos y tres apartamentos a la Obra decidió marcharse. Sin dinero con el que seguir adelante, pidió a la prelatura que le devolvieran parte de sus donativos, pero el Opus se negó. Al enterarse, el Papa, relata el libro, ordenó que la indemnizaran. “Le entregaron 40.000 dólares en efectivo en una bolsa de McDonalds”. “Se avecina una lucha encarnizada entre el Opus y fuerzas progresistas de la Iglesia”, afirma el investigador británico, convencido de que esa red de políticos y jueces conservadores de EE UU dispuestos a implantar una agenda ultraconservadora en la sociedad ha apostado claramente a la pronta llegada de otro Papa. “Todo depende de cuánto tiempo viva Francisco y cuánto apetito tenga para dar esa batalla. El Opus tiene muchos aliados en la Iglesia”.

Opus, Gareth Gore. Traducción de Efrén del Valle. Barcelona: Crítica, 2024. 496 páginas. 23,90 euros

Opus, Gareth Gore. Traducción al catalán de Mireia Alegre e Imma Estany Morros. Barcelona: Pòrtic, 2024. 

III

“Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava”, en El País, por Natalia Junquera, 6 oct 2024:

Ex miembros del Opus Dei relatan su proceso de captación siendo menores, describen técnicas de manipulación y trastornos mentales. Una psicóloga con 15 años de experiencia con estos pacientes advierte a la sociedad del peligro que supone. La organización niega las acusaciones

“A todas las personas que quise ahí dentro, las sigo queriendo. La mayoría están ya fuera del Opus Dei, pero una de ellas sigue. Cuando hice la denuncia, la enviaron a hablar conmigo. Le dije: ‘Estoy denunciando a la organización. Esto no tiene nada que ver contigo, que no sabes qué es el Opus Dei’. Yo tampoco lo supe hasta que salí. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava”.

Lucía Giménez es una de las pioneras en la denuncia que ha provocado que la fiscalía argentina, tras dos años de investigación impulsada por la Procuradoría de Trata y Explotación de Personas (Protex), haya acusado por ambos delitos a cuatro responsables del Opus Dei. La organización atraviesa un momento clave, ya que el Vaticano revisa sus estatutos y un investigador británico, Gareth Gore, acaba de publicar un volumen de casi 500 páginas acusándoles del “secuestro” del extinto Banco Popular y manipulación de personas.

“Salí gracias a mi mamá”, relata Giménez a EL PAÍS por videollamada desde Buenos Aires. “Ella enfermó de cáncer y dije que iba a ir a cuidarla. Para entonces me había alejado mucho de mi familia. Cuando me preguntaban si iba a ir a verlos les decía que no, porque la Obra era ahora mi familia y no tenían dinero para mi viaje. Te vuelven una fanática. Cuando mi mamá murió, se me cayó el mundo encima. Veía a mis hermanos felices con sus hijos, con su casa... A mí apenas me conocían, era una extraña. No tenía nada ni a nadie. Me quería morir. Pero algo hizo click en mi cabeza”.

Giménez tenía entonces 32 años. Había sido reclutada a los 13 en un pueblo rural de Paraguay, Loreto. “Venían a por mi hermana mayor, de 16, pero ella no quiso ir y fui yo. Oí cómo les contaban a mis padres que podían ofrecerme una educación, una vida mejor. Les engañaron, como a mí. Éramos muchos en casa, pero no éramos pobres. Teníamos animales, huertas, leche, verduras, queso… mi mamá nos hacía la ropa. A ella le dijeron que me iban a cuidar”, cuenta, emocionándose. Primero, relata, la trasladaron a Asunción y a los 16, a Buenos Aires. Durante años, denuncia, custodiaron su documentación. “Un día me empezaron a decir que podía ser del Opus Dei, que era mi vocación. Dijeron que supernumeraria [los miembros que no hacen promesa de celibato] no, que mejor numeraria auxiliar porque era muy joven y pura. Yo no sabía qué significaba eso. Cuando me dieron el cilicio y la disciplina [una especie de cuerda para azotarse la espalda] y me explicaron que tenía que usarlo para no caer en la tentación y no abandonar a Dios, me asusté, pero te insisten tanto… Me llevaron a una casa de varones del Opus. Había bastantes chicas trabajando y pensé: ‘Esto debe ser así’. Nadie te explica de entrada que vas a ser sirvienta. Al principio me pusieron a cocinar para 15 hombres. Una numeraria me enseñaba con un libro. También recibía clases sobre el espíritu del Opus Dei. Por las noches caía destruida, agotada. Nos levantábamos a las seis de la mañana, y a las siete menos cuarto ya estábamos limpiando. Tenías tantas cosas que hacer que no te dejaban pensar. Tardé mucho en preguntarme a mí misma: ¿por qué fueron a buscarme a un pueblo de Paraguay? ¿Por qué no iban a por la gente de su ciudad? Y en responderme: Porque en la ciudad tenían televisión, sabían muchas más cosas de las que sabíamos en nuestra casa”.

Nunca le pagaron por su trabajo. “Cuando salí, tenía la espalda destrozada y estaba muy mal psicológicamente. Me daban ataques de pánico en la calle porque yo no sabía qué era la calle. Mi primera relación la tuve a los 40 años. Me costó mucho cambiar el disco, comprender que nada del cuerpo de una mujer es pecado”. Con el paso del tiempo, entró en contacto con otras mujeres con un relato similar, como Claudia Carrero: “Conocí el Opus Dei en 1979, a los 13 años. Fueron a la casa de mis padres y dijeron que había un sorteo para ver si ingresaba en el Instituto de Capacitación en Estudios Domésticos”, relata a este diario. “Me dieron una estampita de Escrivá de Balaguer y me dijeron que rezara para poder ingresar. En la escuela estuve tres años, luego pasé por diferentes residencias hasta que me fugué en 2002. Me desilusionaron mucho. Pienso que solo les importa el dinero y el poder”, añade.

La portavoz de la Obra en Argentina: “El Opus Dei es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”

No fue fácil encontrar a un abogado que las ayudara. “Yo soy exnumerario”, cuenta desde Nueva York Sebastián Sal, el letrado que asumió su defensa, “y no tenía ni idea de que esto ocurría. Lo primero que hice fue pedirles perdón. Es imposible que Dios te pida que durante toda tu vida seas empleada doméstica del Opus Dei”. Sal pasó diez años en la organización, que abandonó en 1998. “Cuando me fui, me dijeron que iba a enfermar de cáncer”. “El número 43 [por las denunciantes, aunque la mayoría de esos casos están ya prescritos según la legislación argentina] quedó como una referencia”, añade, “pero se han puesto en contacto con nuestro despacho mujeres de España, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Perú, México, Guatemala, Inglaterra... con una experiencia similar”.

A preguntas de EL PAÍS, una portavoz del Opus Dei en Argentina niega las acusaciones de trata y explotación y afirma que los padres de estas mujeres daban autorización para que sus hijas fueran formadas en la escuela ICES, creada en 1973 y “fiscalizada por todas las autoridades competentes durante más de 40 años [entre ellos, los de la dictadura]”. Por esa escuela pasaron hasta 2016 [año en que una nueva ley estableció que no estaba justificado que las alumnas residieran en centros educativos fuera de su ámbito familiar] 1.080 alumnas. Afirma que “solo el 10% pidió la admisión al Opus Dei”. Preguntada por las 43 denunciantes, asegura que “eligieron libremente ser miembros” de la Obra. En cuanto al trabajo que realizaban, responde: “Las formas de materializar esos pagos y organizar el trabajo fueron variando a lo largo de las décadas, acompañando a la legislación y los cambios culturales propios de cada época”. La portavoz admite “inconsistencias en los aportes durante algunos periodos de tiempo” y afirma que “se han emprendido acciones de reparación”. “No negamos que [las denunciantes] hayan podido sufrir experiencias negativas a nivel personal y nos hemos disculpado públicamente por ello. El Opus Dei es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”, añade. Finalmente, preguntada por qué solo mujeres forman parte de ese cuerpo de numerarias auxiliares que limpian y cocinan, responde: “Es una cuestión de carácter fundacional. San Josemaría [Escrivá de Balaguer] se dio cuenta de que su madre y su hermana estaban generando el clima que buscaba para los centros de la Obra. Tras considerarlo en la oración, decidió pedirles esta ayuda insustituible. Se trata de una llamada específica, que surge entre las primeras mujeres del Opus Dei”. El fundador, en efecto, llegó a escribir: “Las numerarias sirvientes me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas. Ahora se están santificando pelando patatas”.

Tratamiento psiquiátrico por miembros del Opus Dei

Laura, (nombre ficticio), española, accede a compartir su experiencia como numeraria auxiliar, pero pide ocultar su identidad porque ha llegado a un acuerdo económico con el Opus Dei. “Entré en 1975, con 18 años, y salí en 2001, a los 44. Me dijeron que iba a tener formación profesional, que iba a ser santa y servir a Dios. Nadie me explicó que servir a Dios era servir a los numerarios y a las numerarias que vivían en un centro. La supuesta formación profesional era religiosa, clases del espíritu de la Obra, del fundador…nada realmente útil para la vida civil y tampoco nada sobre la doctrina de la Iglesia Católica. Hablaban exclusivamente del Opus Dei. Cuando ya dabas el último paso, la ‘fidelidad’, hacías testamento y te comprometías a entregar todo lo que tuvieras a la Obra. Eso, y los papelitos que te entregaban cuando pedías dinero para comprar unas medias, fue lo único que firmé hasta que, en 1990, vino una inspección de Trabajo al colegio mayor donde trabajábamos y nos hicieron un contrato por una temporada. Luego me enviaron a un centro de varones, donde vivían entre 10 y 12 hombres, y ahí volví a trabajar sin contrato”.

Pablo Galán, exnumerario: “Cada año tenías que hacer una lista de amigos que ibas a intentar que pitaran. Pitar es como llaman unirse a la Obra”

“Cuando me dieron el cilicio y las disciplinas”, prosigue Laura, “pensé que no iba a ser capaz de usarlos, pero luego terminabas acostumbrándote, sobre todo al cilicio, que había que llevar dos horas al día, mientras limpiabas, nunca durante el tiempo de oración. Te preguntaban si lo estabas usando y si decías que no, de penitencia te ponían una hora extra al día siguiente. Nos decían que el fundador, a veces, después de usar las disciplinas, tenía que limpiar la sangre que saltaba a la pared y que nosotras teníamos que ser igual de fuertes. Un día a la semana, dormíamos sobre el suelo o en una tabla de madera”. Laura describe, en Madrid, los mismos métodos y largas jornadas de trabajo que Lucía Giménez en Buenos Aires y el mismo nivel de ocupación para evitar que se hicieran preguntas. “Una vez me fui a casa de mi madre, vinieron a buscarme y me dijeron que había traicionado a Dios. Te decían que ellos eran tu familia y que la Obra era lo primero. En 26 años, debí ir a casa de mis padres tres veces y siempre acompañada por una numeraria. A mis sobrinos los empecé a conocer cuando salí de la Obra”. Antes de eso, describe un calvario. “Cuando empecé a encontrarme mal, porque estaba muy angustiada, me llevaron a una psiquiatra del Opus Dei que me empastilló. Yo quería ser santa, pero la lucha interior era terrible, cada día juzgaba más cosas. Empezaron a medicarme en 1988. Me ingresaron tres veces en la clínica universitaria de Pamplona. Los dos primeros ingresos fueron porque me tomé dos cajas de pastillas, pero yo no quería morirme, quería salir de allí. El último, porque dijeron que estaba muy cansada. En los ingresos no venía nadie a verte y luego volvías al centro como si nada. Cuando salí, estaba machacada por dentro. Ahora soy feliz, sigo sanándome, entendiendo que no es que yo hiciera mal, es que aquellas cosas eran anormales”.

Blanca (nombre ficticio), exnumeraria: “El Opus Dei no debería tener contacto con menores”

Una portavoz del Opus Dei en España afirma que todas las personas que trabajan en el mantenimiento de las residencias “están dadas de alta en la Seguridad Social desde el momento en el que existe una regulación legal de su trabajo, en los años ochenta”. A la pregunta de si han llegado a acuerdos económicos por reclamaciones de estas mujeres responden que sí. Preguntada por si existe una plantilla para que los numerarios cedan todos sus bienes en testamento a la Obra, responde: “Como ocurre en toda la Iglesia Católica, las iniciativas y labores del Opus Dei se financian con la aportación de sus miembros y de otros que no lo son. No hay ninguna obligación de donar a la Obra los bienes no procedentes de su trabajo. En su testamento, como cualquier ciudadano, determinan el destino que desean para sus bienes”. Y niega que se impida el contacto con sus familias: “Tienen total libertad”. Media docena de exmiembros del Opus Dei de distintas ciudades y edades consultados por este periódico aseguran lo contrario. La portavoz de la organización en Argentina admite que “en décadas pasadas, las dificultades materiales y económicas para viajar eran mayores, lo que pudo haber ocasionado que, en alguna ocasión, algún miembro del Opus Dei no haya podido asistir a algún evento familiar”.

También pide ocultar su identidad otra mujer de 34 años, en este caso, universitaria y exnumeraria, no auxiliar, pero por motivos diferentes. “Yo estuve 11 años en el Opus Dei, hasta 2017. Durante todo ese tiempo no me hablé con mi padre, porque no aceptó que me fuera de casa para vivir en un centro. Quiero hacer una denuncia pública de todo lo que sufrí, pero sin que la exposición vuelva a abrir esa herida en mi familia”. Blanca (nombre falso) relata que fue “captada” en el colegio. “El mío es un modelo muy común: padres que no son del Opus, pero que te mandan ahí porque el nivel académico es bueno y creen que en los colegios no hay labor de captación, pese a que es el principal foco. Del colegio pasas a lo que llaman clubes juveniles, donde hay actividades deportivas, culturales… y donde viven las numerarias. En mi caso se acercó una chica unos seis años mayor que yo. Parecía una amistad genuina. Con el tiempo te das cuenta de que todo lo que te dicen, en la forma y en el tiempo, está premeditado, responde a un plan y es progresivo, para que tu vayas asimilando cosas de forma muy lenta. La captación, el lavado de cerebro empieza antes de los 14 años. Si para ti es súper normal, desde pequeño, meterte en una habitación con un adulto y que te pregunte por tus padres, tus amigos, las películas que ves y cuestiones cada vez más íntimas, es muy fácil que esa persona termine manipulándote. El Opus no debería tener contacto con menores de edad”.

“Aparentemente”, prosigue Blanca, “eres un adolescente normal, pero cuando tienes 18, te vas y una vez dentro, el control es total. Cuando empiezas a trabajar, te piden tu sueldo cada mes. Si necesitas una chaqueta, tienes que pedirles dinero. Yo he cotizado porque trabajaba fuera de la residencia, pero me fui sin nada porque había entregado todo. Cualquier cosa fuera de tu rutina tienes que consultarla y si te dicen que no, obedeces porque al entrar te comprometes a eso, a obedecer. Tampoco te permiten que te apegues a la gente dentro, porque si lo haces es mucho más fácil que te desahogues con esa persona, que os hagáis preguntas, que os empecéis a cuestionar cosas. Si ven que tienes más intimidad con alguien te lo afean, hacen que te separes”.

Blanca relata que del mismo modo que no hubo un detonante para entrar, tampoco lo hubo para salir. En ambos casos fue algo progresivo. “Yo tenía depresión, pero no lo sabía. Mis últimos dos años allí fueron un infierno. Cuando dices que no estás bien, te responden que estás pensando demasiado en ti misma, que no rezas lo suficiente, que no eres generosa”. La psicóloga Laura Merino, especializada en “grupos de manipulación o sectas”, lleva 15 años tratando a pacientes del Opus Dei y advierte: “Una forma de detectar que una secta es una secta es si cuando haces preguntas sobre algo que te genera dudas, te hacen sentir culpable. Es una bandera roja. Señal de que estás ante un grupo manipulador”. Cuando Blanca perdió la confianza del todo, se fue, pero con muchas dudas. “El lavado de cerebro es tan grande que aunque parezca tonto, yo pensaba que me iba a condenar, que iría al infierno. Tuve que recomponer mi vida, sin dinero y con muchísima culpa. No sabía pagar la luz, alquilar un piso. Nunca en mi vida había tomado una decisión y era una desconocida para mi familia. Ni yo misma me conocía porque había construido mi identidad en base a lo que me habían dicho que tenía que ser”.

Estrés post-traumático

Merino explica que sus pacientes del Opus Dei, al salir, “tienen un problema de adaptación porque han vivido en un lugar donde todo estaba protocolizado y guionizado, y cuando abandonan el grupo, se sienten muy solos. A veces los padres han muerto, o se han roto los vínculos... También son frecuentes los síntomas del estrés post-traumático: miedos, ansiedad a la hora de cómo abordar las relaciones sexuales, por ejemplo. En el caso de las auxiliares sirvientas a las que he tratado, se ven sin nadie a quien servir. He visto a algunas de ellas ponerse a estudiar y hacer en un año lo que otros hacemos en cinco. En general suelen ser personas muy válidas y trabajadoras. El tiempo de recuperación depende de si tienen familia, recursos..., pero el esfuerzo que tienen que hacer en todos los casos es enorme”.

El Opus Dei cuenta actualmente con 41.500 miembros en España, el 70% de ellos supernumerarios, según responde la portavoz en España a EL PAÍS. Si bien hay registro de altas, no lo hay de bajas. Preguntada por qué, responde: “Al hacer la admisión, la persona completa un impreso autorizando su inclusión en la base de datos de la Prelatura. Conforme a ley de protección de datos, al desvincularse, esta información es eliminada”. La mayor parte ingresa entre los 18 y los 28 años. La organización tampoco dispone del tiempo medio de pertenencia a la organización de los actuales miembros. La portavoz afirma que, según sus estatutos, la edad mínima para “comprometerse formalmente” son los 18 años, “tras al menos un año y medio de preparación y discernimiento”. “Si alguien más joven siente una llamada vocacional”, añade, “puede solicitar ser ‘aspirante’, con el consentimiento expreso de sus padres y siempre que sea mayor de 14 años y medio. Los ‘aspirantes’ no empiezan un itinerario de incorporación, reciben acompañamiento espiritual y pastoral adaptado a su edad. Una vez alcanzada la mayoría de edad, pueden incorporarse a la Obra”.

A Pablo Galán, odontólogo, de 39 años, también lo “captaron” en uno de esos centros juveniles. Desde Sevilla relata, como otros antiguos numerarios consultados por EL PAÍS, que cuando cumplió 18, le pidieron que se fuera a vivir a un centro del Opus Dei y le sugirieron que pidiera un crédito para costear “la pensión”. “El centro estaba en la misma ciudad donde vivían mis padres, y yo entonces estaba estudiando, es decir, que no tenía ingresos, pero te dicen que eso es lo que Dios te pide, te hacen sentir un privilegiado, un elegido, y te recomiendan que solicites un crédito y pagarlo en cuotas cuando empieces a trabajar. Yo pedí 25.000 euros al banco y mis padres también pusieron dinero. Mi padre decía: ‘He pagado la boda de mi hija y esto es lo mismo’, porque yo me estaba casando con Dios. Ellos eran supernumerarios y les hacía mucha ilusión que yo fuera numerario”. Hoy ningún miembro de la familia sigue en el Opus Dei.

Pablo no salió, le invitaron a salir. “Yo nunca fui feliz, pero estaba resignado. Cuando ya me tocaba dar el último paso, el de la fidelidad, me dijeron que esto no era lo mío porque vieron que no podían exprimirme más, que yo no les llevaba a nadie. Cada año tenías que hacer una lista de amigos que ibas a intentar que pitaran. Pitar es como llaman unirse a la Obra. Es decir, una lista de gente que tenías enfilada para hacer proselitismo o apostolado. Yo no lo hacía porque no me parecía natural. Pensaba: ‘Si esto es una vocación divina, la gente la descubrirá por sí misma, ¿no?’. Yo estuve en la lista de alguien y una vez que pité, mi relación con esa persona cambió totalmente, ya no era una amistad, porque un numerario no tiene amigos, tiene objetivos. Con el tiempo, hablando con otros exmiembros, te das cuenta de que, dependiendo de la edad a la que te captaban te proponían una cosa u otra: de 25 para arriba supernumerario, y de 25 para abajo, numerario. Cuando me dijeron que no era lo mío, pensé: ‘Podíais habérmelo dicho antes de reventar mi juventud, todos esos años en la facultad, donde el 90% de las alumnas eran chicas, y lo pasaba fatal porque no podía ni mirarlas, porque aquello era como ponerle los cuernos a Dios, que era con quien estabas comprometido. Y poco a poco vas viendo las contradicciones: ¿Qué compromiso de pobreza puede tener alguien que tiene sirvientas, mujeres que le cocinan, le lavan y le planchan la ropa? Yo he vivido con jueces, médicos, profesores… que donaban su sueldo íntegro a la Obra. ¿Para qué querían tanto dinero? En el parto de mi hermano pequeño, el quinto hijo, casi mueren él y mi madre. Al principio, cuando mis padres explicaron que les habían dicho que mi madre no podía tener más críos, que era peligroso, les dijeron que tenían el hospital al lado de casa, y después, que separaran las camas, es decir, que no volvieran a tener relaciones. Eso con 37 años que tenían”.

La psicóloga Laura Merino aclara: “El problema no es la creencia religiosa, sino las técnicas de abuso que este grupo usa para dominar a las personas, pese a que no concebimos lo religioso con lo manipulador”. Cuenta que su interés por el Opus Dei empezó mucho antes de terminar la carrera. “Tenía una vecina que tuvo 14 hijos, con graves riesgos para su salud. Eso me llamó mucho la atención y desde muy joven empecé a leer sobre el tema”. “Hoy tengo también consulta online, lo que me ha permitido tener pacientes de Argentina, de México… y relatan las mismas experiencias. El opusino que salió hace 50 años y el que acaba de salir cuentan lo mismo: la trayectoria desde el colegio, convencerte de que puedes hacer un camino de santidad… La realidad es que es un camino de sacrificio en beneficio exclusivo del Opus Dei, con la aceptación del adepto, pero desde la manipulación. Las vocaciones son provocadas”.

Merino compara la incomprensión social hacia los adeptos de este tipo de grupos con la que sufrían las mujeres maltratadas. “Se decía: ‘Está con él porque quiere’, y no, estaba con el maltratador porque era una mujer manipulada. El adepto tampoco está ahí porque quiere, sino porque le han hecho creer que ponerse un cilicio en la pierna beneficia al mundo. Con el tiempo ha cambiado la percepción social sobre el maltrato machista, pero no sobre el Opus Dei. La sociedad no es consciente de lo que supone. El foco debería estar en la gente que queda afectada por un grupo como este, pero de lo que no se habla, no existe”.

lunes, 27 de enero de 2025

Lutero

 ¿Porqué la mayoría de enemigos o negacionistas de la ciencia como terraplanistas y antievolucionistas son religiosos?, contestación de Antonio García en Quora:

Pregúntale a Lutero:

La razón es contraria a la fe [1] repetirá fiel a sus principios; pero no solo es contraria, sino que es la culpable de impedirnos tener una fe perfecta, ya que «durante esta vida no está completamente aniquilada la razón» [2].

«A la inteligencia Dios nos la ha concedido para que gobierne en el mundo, es decir, a ella corresponde el poder de dictar leyes y de ordenar principalmente lo que respecta a esta vida, como el beber, el comer, el vestir, así como lo referente a la disciplina exterior y a una vida honesta» [3]. Pero en lo espiritual es «ciega y anda en tinieblas» [4].

«La razón se opone directamente a la fe, y deberían dejarla que se vaya; en los creyentes hay que matarla y enterrarla [5] (…). Es imposible poner de acuerdo a la fe con la razón [6] (…). Has de abandonar tu razón, ignorarla, aniquilarla por completo, de lo contrario no entrarás en el Cielo (…) [7]. Es menester dejar a la razón en su casa, porque es la enemiga nata de la fe… Nada hay tan contrario a la fe como la ley y la razón, hay que vencerlas si se quiere alcanzar la bienaventuranza» [8].

«La razón es la puta del diablo. Solo es capaz de blasfemar y de deshonrar cuanto Dios ha dicho o ha hecho» [9] (…) “La más feroz enemiga de Dios» [10] (…). «Es la mayor puta del diablo; por su naturaleza y manera de ser es una puta dañina; la puta titular del diablo, una puta carcomida por la roña y la lepra, a quien habría que pisotear y destruir junto con la sabiduría… Arrójale inmundicia al rostro para afearla… La abominable merecería ser relegada a la más sucia habitación de la casa, a las letrinas» [11].

Pero no solo contra la razón despotricaba el autor de la ruptura, sino también contra aquellos que habían intentado utilizarla a lo largo de la historia y a quienes la Iglesia respeta y sigue con veneración:

«Aristóteles es el reducto impío de los papistas (católicos). Es para la teología lo que las tinieblas son para la luz. Su ética es la mayor enemiga de la gracia» [12]. “Es un filósofo rancio» [13]. «Un pillo digno de ser encerrado en el chiquero o en el establo de los asnos» [14]. «Un calumniador desvergonzado, un comediante, el más astuto corruptor de los espíritus. Si no hubiera existido en carne y hueso, no sentiría el menor escrúpulo en tenerlo por un verdadero diablo» [15].

El Estagirita no es más que un «ciego gentil», «una bestia pagana»; «un devastador de la pía doctrina», «un mero diccionario», «impiísimo», «sicofante», «burro ocioso», «monstruo de tres cabezas» [16].

Tanto era el odio de Lutero por Aristóteles que hasta se dedicaba a atacarlo por medio de sus discípulos:

«Estoy preparando a seis o siete doctorandos, entre ellos Adriano (de Amberes), para el futuro examen, que redundará en ignominia de Aristóteles, contra quien desearía que se alzasen pronto muchísimos enemigos» [17].

Hasta aquí sobre Aristóteles. ¿Y de Santo Tomás de Aquino, que diría? Sencillo: «Me duele que este insigne varón haya intentado probar las cosas de la fe valiéndose de Aristóteles» [18].

«Nunca comprendió un capítulo del Evangelio o de Aristóteles» [19]. «Es la fuente y la cloaca de todas las herejías y de todos los errores y el destructor del Evangelio, como lo prueban sus libros» [20]. «Tomás escribió muchas herejías y es el autor del rey Aristóteles, el devastador de la pía doctrina» [21]. «Dudo vehementemente si está condenado o salvado» [22]. «Ha sido seducido por la metafísica [23] (y) su autoridad ha encarnado a Aristóteles sobre un pedestal y le ha hecho rey efectivo de las universidades» [24]. «Jamás cita a la Escritura, ni a los Padres, ni los cánones, y ¡jamás da una prueba para un remedio! Por lo cual en la plenitud de mi derecho, es decir, con la li­bertad propia de un cristiano, recuso y reniego de Sto. Tomás» [25]. «En resumen es imposible reformar la Iglesia si la teología y la filosofía escolástica no se arrancan de raíz» [26].

Y al final lo consiguió. Ya está erradicada la escolástica oficialmente de los deshabitados seminarios católicos. Lutero triunfó y el Papa Paco le homenajea poniendo una estatua suya en el Vaticano. Señor, llévame pronto…

martes, 31 de diciembre de 2024

Cine: Heretic, terror teológico

 Javier Ocaña, ‘Heretic’: la sonrisa de Hugh Grant provoca pavor, en El País, 31 de diciembre de 2024:

Hay películas de autores inteligentes y brillantes, y hay películas de gente lista, y esta la han hecho dos listos que se lanzan, para bien, al terror teológico

En una posible clasificación acerca de la habilidad, el conocimiento y la experiencia, y seguramente del mismo modo que lo que ocurre en la vida, hay películas de autores inteligentes y brillantes, y hay películas de gente lista. Heretic (Hereje) es la película de dos listos.

Hugh Grant: “¿Sabes lo que echo de menos? Cuando no existía Internet”

Se llaman Scott Beck y Bryan Woods, nombres no mayoritariamente conocidos, ambos de 40 años, siempre cercanos al cine de terror, con tres largometrajes, sin demasiado recorrido como directores, pero con un notable guion que dio pie a una estupenda película convertida en saga: Un lugar tranquilo (2018). La pareja creativa, dos amigos de toda la vida criados en Iowa, compañeros de universidad de cine, ha dado un golpe sobre la mesa con su cuarto trabajo tras la cámara: un thriller psicológico que desemboca en el terror, escrito con una enorme sagacidad, de apenas tres personajes y desarrollado en un único espacio, que viene acompañado de una decisión astuta, pero tan coherente que parece imposible que no se le hubiera ocurrido a nadie antes: que los mohínes, los tics, las caídas de ojos, las sonrisas y los leves tartamudeos de Hugh Grant en sus maravillosas comedias románticas podían servir para dar miedo.

Dicho así, parece incluso lógico (y su papel en Paddington 2 ya lo apuntaba), pero solo Beck y Woods han sabido verlo hasta estos extremos. Así, Heretic está tan asentada en un libreto lustroso como en una decisión de reparto admirable. Una película de terror teológico, y el concepto ya se las trae (para bien), que desarrolla un encuentro con infinitas posibilidades dramáticas, religiosas, terroríficas y hasta cómicas (que de todo ello tiene el triángulo): el de un tipo solitario obsesionado con las religiones, y un par de adolescentes mormonas, de esas que van por las casas y las calles con la chapita con su nombre, sus sencillos uniformes, su sonrisa de paz y sus interioridades seguramente complejas, intentando convencer al personal de las increíbles bondades de su Movimiento de los Santos de los Últimos Días.

El perspicaz diálogo inicial de las dos chicas, sentadas en un banco y prestas para un día de proselitismo vecinal, va poniendo en su sitio el insólito tono de Heretic: entre el conocimiento profundo del ser humano y la más efervescente de las gamberradas juveniles, su conversación sobre los condones talla XXL se configura como un inicio de bendita procacidad. Tan desvergonzada como para que durante buena parte del relato estemos mucho más cerca de las teorías del villano Grant que del par de angelicales coprotagonistas.

Todo ello desde una esencia teológica, y a través de un elevado concepto que da que pensar mientras nos divertimos con la interpretación de Grant (y de las jóvenes Sophie Thatcher y Chloe East, que también están magníficas): el de la iteración; es decir, volver una y otra vez a lo ya hecho. Una noción que se acomoda a cada una de las religiones de la historia (en realidad, la misma), y también a otros grandes conceptos procedentes de la cultura popular, con la que Beck y Woods juegan a la perfección con ese aire de listilla traviesa que tiene toda la película. Y ahí el diálogo entre los parecidos de tres canciones de The Hollies, Radiohead y Lana del Rey se lleva el premio gordo de la lotería de la perspicacia a la hora de establecer paralelismos llamativos.

Eso sí, llegado el último trecho, el del terror físico, Heretic decae hasta lo convencional. Aparente historia de encierro, con excelente cadencia hasta su tramo final, algo reiterativo y complaciente, el trabajo de Beck y Woods aún posee una guinda más, justo la que envuelve conceptualmente el espectáculo: la relevancia del control. En nuestras sociedades, en nuestras vidas y en nuestras mentes.

Heretic (Hereje)

Dirección: Scott Beck, Bryan Woods.

Intérpretes: Hugh Grant, Sophie Thatcher, Chloe East, Elle McKinnon. 

Género: terror. EE UU, 2024.

Duración: 110 minutos.

Estreno: 1 de enero.

martes, 10 de diciembre de 2024

Jorge Luis Borges, Abel y Caín

 Abel y Caín

Jorge Luis Borges

Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminaban por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los dos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le fuera perdonado su crimen.

Abel contestó:

—¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo; aquí estamos juntos como antes.

—Ahora sé que en verdad me has perdonado —dijo Caín—, porque olvidar es perdonar. Yo trataré también de olvidar.

Abel dijo despacio:

—Así es. Mientras dura el remordimiento dura la culpa.

FIN

lunes, 9 de diciembre de 2024

Un teólogo en la muerte, Swedenborg

 Un teólogo en la muerte

Minicuento

Manuel Swedenborg

Los ángeles me comunicaron que cuando falleció Melanchton le fue suministrada en el otro mundo una casa ilusoriamente igual a la que había tenido en la tierra. (A casi todos los recién venidos a la eternidad les ocurre lo mismo y por eso creen que no han muerto.) Los objetos domésticos eran iguales: la mesa, el escritorio con sus cajones, la biblioteca. En cuanto Melanchton se despertó en ese domicilio, reanudó sus tareas literarias como si no fuera un cadáver y escribió durante unos días sobre la justificación por la fe. Como era su costumbre, no dijo una palabra sobre la caridad. Los ángeles notaron esa omisión y mandaron personas a interrogarlo. Melanchton les dijo:

-He demostrado irrefutablemente que el alma puede prescindir de la caridad y que para ingresar en el cielo basta la fe.

Esas cosas las decía con soberbia y no sabía que ya estaba muerto y que su lugar no era el cielo. Cuando los ángeles oyeron este discurso, lo abandonaron. A las pocas semanas, los muebles empezaron a afantasmarse hasta ser invisibles, salvo el sillón, la mesa, las hojas de papel y el tintero. Además, las paredes del aposento se mancharon de cal, y el piso, de un barniz amarillo. Su misma ropa ya era mucho más ordinaria. Seguía, sin embargo, escribiendo, pero como persistía en la negación de la caridad, lo trasladaron a un taller subterráneo, donde había otros teólogos como él. Ahí estuvo unos días y empezó a dudar de su tesis y le permitieron volver. Su ropa era de cuero sin curtir, pero trató de imaginarse que lo anterior había sido una mera alucinación y prosiguió elevando la fe y denigrando la caridad. Un atardecer, sintió frío. Entonces recorrió la casa y comprobó que los demás aposentos ya no correspondían a los de su habitación en la tierra. Alguno contenía instrumentos desconocidos; otro se había achicado tanto que era imposible entrar; otro no había cambiado, pero sus ventanas y puertas daban a grandes médanos. La pieza del fondo estaba llena de personas que lo adoraban y que le repetían que ningún teólogo era tan sapiente como él. Esa adoración le agradó, pero como alguna de esas personas no tenía cara y otras parecían muertas, acabó por aborrecerlas y desconfiar. Entonces determinó escribir un elogio de la caridad, pero las páginas escritas hoy aparecían mañana borradas. Eso le aconteció porque las componía sin convicción.

Recibía muchas visitas de gente recién muerta, pero sentía vergüenza de mostrarse en un alojamiento tan sórdido. Para hacerles creer que estaba en el cielo, se arregló con un brujo de los de la pieza del fondo, y este los engañaba con simulacros de esplendor y de serenidad. Apenas las visitas se retiraban reaparecían la pobreza y la cal, y a veces un poco antes.

Las últimas noticias de Melanchton dicen que el brujo y uno de los hombres sin cara lo llevaron hacia los médanos y que ahora es como un sirviente de los demonios.

FIN

domingo, 28 de julio de 2024

Sectas

A Lutero no le gustó la Iglesia católica y fundó la iglesia luterana.

A Thomas Münzer no le gustó la iglesia luterana y fundó la anabaptista.

A Calvino no le gustó tampoco la iglesia luterana y fundó la iglesia reformada o calvinista.

A Enrique VIII no le gustó que el Papa le negara el divorcio y fundó la Iglesia anglicana.

A John Smith no le gustó la iglesia anglicana y fundó la iglesia bautista.

A William Miller no le gustó la iglesia bautista y fundó la adventista.

A Ellen G. White no le gustó mucho lo que decía William Miller y fundó la iglesia adventista del séptimo día.

A Charles T Russell no le gustó la iglesia adventista y fundó a los testigos de Jehová.

A John Wesley no le gustó la iglesia anglicana y fundó la iglesia metodista.

A Joseph Smith no le gustó la Iglesia metodista y fundó la iglesia de Jesucristo de los santos de los ultimos días (los mormones)

A algunos pastores tampoco les gustó la iglesia metodista y fundaron la iglesia pentecostal.

A muchos no le gustó la iglesia pentecostal y fundaron miles de iglesias, como Pare de sufrir, Asambleas de Dios, La luz del mundo, y un largo etcétera.


martes, 2 de abril de 2024

Sergio del Molino, La gente quiere creer

Sergio del Molino, "Como Mulder en ‘Expediente X’, mucha gente quiere creer en algo", en El País, 29 de marzo de 2024:

Los conventos se vacían de vocaciones, y las parroquias, de feligreses, pero la espiritualidad gana prestigio y relevancia: vivimos una época fértil en milenarismos, gurús y emociones trascendentes que den sentido al acelerón cotidiano

Los primeros 15 minutos de La so­­ciedad de la nieve son canónicos y magistrales. Yo los usaría para explicar en la escuela cómo se plantea una historia y cómo se caracterizan los personajes. Con una economía de recursos soberbia, Bayona cuenta quiénes son esos jóvenes y por qué se comportarán así después del accidente, y en ese ejercicio narrativo sobresale una secuencia en una iglesia. Gracias a ella, al espectador le queda claro que la religión es muy importante en las vidas de esos personajes y en su forma de entender la amistad y la fraternidad. Sin esa secuencia, los debates morales sobre la antropofagia que ocupan buena parte del nudo de la película serían incomprensibles o estarían cojos. La sociedad de la nieve es, en buena medida, una película sobre el tabú religioso: la fe otorga a esos náufragos el espíritu solidario que necesitan para sobrevivir, pero también les pone ante un dilema destructivo.

Por supuesto, Bayona no inventa nada. Esa fe y esos dilemas están en el corazón de las memorias de los supervivientes y son fieles a sus relatos y meditaciones, pero subrayar su sustrato católico es una decisión narrativa. Todas las historias se pueden contar desde muchos puntos de vista, incidiendo en tales o cuales aspectos y obviando otros. La escena de la iglesia pone la religión en el centro y le quita universalidad laica a la angustia moral. Por eso esta película interpela tan hondamente a su época: su autor ha entendido —quizá sin pensarlo, por pura absorción del ambiente— que vivimos tiempos religiosos y que la mirada laica sobre el mundo se está apagando.

Esto no tiene que ver con las grandes religiones organizadas, que en los países occidentales siguen decayendo (aunque no hay que menospreciar su importancia en el auge de movimientos trumpistas o en la escalada belicista de la derecha israelí). Los conventos y los seminarios se vacían de vocaciones, y las parroquias, de feligreses, pero la espiritualidad gana prestigio y relevancia, y el discurso religioso empapa la vida pública y la cultura de formas tan sutiles como insólitas. Como el Mulder de Expediente X, mucha gente quiere creer en algo. Muerto Dios y diluida la patria, el individualismo y la vida sin raíces ni vínculos comunitarios fuertes propician que esta época sea fértil en milenarismos, gurús y emociones trascendentes que den sentido al acelerón cotidiano y al consumismo banal. El espectador de La sociedad de la nieve, aislado en su suscripción de Netflix, envidia la cohesión y la hermandad en la fe de las víctimas del accidente de los Andes.

El pensamiento y la literatura han respondido al caos urbano con llamadas al retiro no muy diferentes de las de los eremitas que fundaron algunas grandes religiones. Las apologías de la vida tranquila, campestre, recluida y ensimismada, con el culto a la santidad de Thoreau y su libro sagrado Walden, fomentan una nueva espiritualidad de las cosas sencillas y de la comunión con la tierra. Desde la pandemia, este género narrativo no para de enriquecerse, y cualquier lector atento puede encontrar un buen puñado de alabanzas al retiro en las mejores librerías: desde Gozo, de Azahara Alonso; hasta La vida pequeña, de José Ángel González Sainz, pasando por las diatribas filosóficas de Byung-Chul Han o los manifiestos más políticos, como el recién publicado ¡Silencio!, de Pedro Bravo.

En la cultura popular —o semipopular—, merece la pena detenerse en la complejidad de La mesías. Los Javis ya demostraron una sensibilidad favorable al sentimiento religioso en La llamada. Con La mesías exploran la oscuridad de la fe, pero no lo hacen desde la denuncia laica a la que nos ha acostumbrado la mentalidad progresista, sino adoptando el punto de vista de quienes se asoman al abismo y sienten a la vez su atracción y su pánico a tirarse. Los Javis entienden muy bien el mundo en el que viven y saben que el ansia espiritual es el tema de nuestro tiempo. La presentan como una tragedia que a veces se viste de farsa y de esperpento kitsch (ven el dolor auténtico y hondo donde la mayoría solo ve un meme), por eso no la caricaturizan ni la denuestan, sino que intentan comprenderla.

Reconozco que para alguien como yo, educado en el ateísmo anticlerical, es difícil entrar en ciertos juegos y superar el desprecio y la burla que todo lo religioso me despierta por instinto, pero si no se hace un esfuerzo por comprender el sustrato de creencias irracionales de los debates de hoy, no se entiende nada. La razón es un arma inútil para interpretar muchas actitudes y manifestaciones que no admiten refutaciones argumentales ni operaciones lógicas porque son emotivas: cuando alguien dice que siente algo, la discusión racional es imposible, no se pueden rebatir sentimientos. La religión está detrás de muchos activismos —¿cuántos ecologistas hablan del planeta en términos de divinidad y entienden su compromiso como un sacrificio trascendente?— y de muchas discusiones públicas en las que no importa quién tiene razón, sino quién es el ortodoxo y quién el hereje. Todos los días, un puro excomulga a un impuro. El libro que mejor explica la política radical actual o la dinámica de las redes sociales es Castiello contra Calvino, de Stefan Zweig.

De ahí que también tengan mucho éxito las redenciones y los caminos de perfección, con todos esos personajes públicos que se flagelan por su mala conducta y prometen ser la mejor versión de sí mismos. El pecado, elemento nuclear de todo pensamiento religioso, rige de una forma que desconcierta a quienes nacieron en tiempos más laicos y frívolos.

Necesidad de trascendencia, ansia de verdad (o de estar en la verdad, de pertenecer al grupo de los que se salvan) y caminos de perfección mueven un mundo desorientado cuya espiritualidad se expresa a veces de manera delicada y artística, y otras inspira furias justicieras groserísimas. Exactamente igual que en los años de la Contrarreforma, cuando lo sublime de Miguel Ángel convivía con la hoguera del auto de fe. Sin la violencia de entonces, claro, pero solo en las democracias occidentales: que nos cuente Salman Rushdie cómo las gastan en otros pagos donde no rige el Estado de derecho.

Mantener una postura laica coherente y firme es muy difícil en un contexto así. Emboscarse en las barbas de Marx y seguir diciendo lo del opio del pueblo es comprensible, pero también vacuo y contraproducente: en parte, ha sido la eficacia con la que los ateos matamos a Dios la que nos ha llevado hasta aquí. El laicismo se desentendió tanto de la dimensión espiritual de la vida íntima y de la comunitaria, que ahora no sabe cómo bregar con esas emociones que antes regulaban las instituciones y liturgias religiosas. Liberadas de ellas, hoy se expresan en una entropía que amenaza con reventar las costuras de la razón

miércoles, 27 de marzo de 2024

El Infierno según los clásicos

Juan G. Bedoya, "El Infierno, según los clásicos", El País,  5 de septiembre de 1999:

Woody Allen, en su penúltima película, Desmontando a Harry, desciende a los infiernos y se encuentra, entre otros atormentados, al carpintero que inventó los muebles de metacrilato. Un "absurdo moral" de este tipo debió sentir Unamuno cuando escribió: "Por el infierno empecé a rebelarme contra la fe. Mi terror ha sido el aniquilamiento, la anulación, la nada más allá de la tumba. ¿Para qué más infierno?" La idea clásica del Infierno le parece al teólogo Tamayo un "cotilleo morboso". Así aparece en Dante y, mucho antes, en la Eneida, del pagano Virgilio. La visión dantesca, por ejemplo, de los cinco primeros pisos de la "región de los condenados" está repleta de pecadores menores, de "incontinentes": los que han vivido en lujuria, gula, avaricia e ira, o en sus contrarios: el hastío, el spleen con que Baudelaire abre sus Flores del mal. Así que, en general, desde Voltaire a Quevedo, es frecuente la imagen terrorífica del lugar, salvo los apuntes románticos de Goethe. Al autor del Fausto nada le parece terrible. Horrible es el Infierno, sí, pero el Purgatorio le resulta "ambiguo", y "tedioso" el Paraíso.

La Iglesia, con su enorme poder, logró convertir a la Teología en "la emperatriz de las ciencias" hasta muy entrado el renacimiento. Al margen de las víctimas (Galileo o fray Luis de León entre las más sonadas: eran "años recios", se resignó Teresa de Ávila), la prepotencia ensombreció la visión de la humanidad y alcanzó límites tenidos hoy por irreverentes. Así, el teólogo capuchino Martin Von Cochem llegó a fijar la altura de las llamas del Infierno, llamando la atención sobre el hecho de que su fuego es más tórrido que el terrenal: porque sucede "en lugar cerrado", "se alimenta de pez y azufre" y porque es Dios quien lo sopla. "Tú sabes", se exhibe Cochem, "que cuando se sopla sobre el fuego, este prende con más ímpetu. Si el fuego se atiza con grandes fuelles, como se hace en las fraguas de los herreros, las llamas se enfurecen. Ahora bien, cuando es el Dios omnipotente el que sopla el fuego del Infierno con su aliento, ¡cuán horrible no será su rabia y furor".

El teólogo Enrique Miret Magdalena ha demostrado, en El catecismo de nuestros padres, que siempre habrá quien oiga el galope de los caballos del Apocalipsis. "¿Quién es el mundo?", se pregunta el catecismo del P. Astete en la versión de 1955. Responde: "El mundo son los hombres mundanos, malos y perversos". Otra cuestión: "¿Hay más que un infierno?". Respuesta: "Hay cuatro infiernos, y se llaman: infierno de los condenados, purgatorio, limbo de los niños, limbo de los justos o seno de Abrahan".

El catecismo Nuevo Ripalda en la nueva España, edición 1951, no es menos apocalíptico, pero sí mucho más patriótico. Ripalda, jesuita como Astete, cuenta el mismo número de infiernos ("cuatro senos o lugares de las almas que no van al Cielo", precisa); llama a Dios el "remunerador" (porque "premia a los buenos y castiga a los malos"); y selecciona cinco guerras de "exaltado patriotismo" entre "los seis hechos culminantes de la historia de España". La última fue "la segunda guerra de la Independencia contra los rojos". En la anterior, España había logrado la expulsión de Napoleón.

sábado, 16 de marzo de 2024

Se ha descubierto en el Tibet una biblioteca secreta, emparedada, sobre budismo tibetano, con obras de hace mil años.

"Monasterio Sakya, la biblioteca de oro del budismo tibetano", Rodrigo Lastreto, 2 de marzo de 2021

Allí encontraron 84.000 sutras y pergaminos escritos a mano en tibetano, sánscrito, chino y mongol; y que cuentan la historia del Tíbet a través del prisma de la filosofía, la ópera, la poesía, la medicina y la geología, entre otras disciplinas.  

Cuando en el año 2003 se encontraron más de 84.000 rollos tras una pared de 60 metros de largo y 10 de alto en el templo budista del monasterio de Sakya nadie podía creerlo. Era una enorme biblioteca de más de 84.000 rollos de escrituras budistas, obras de literatura, filosofía, astronomía y otras ciencias que habían permanecido ocultas e intactas durante cientos de años en el principal santuario sagrado de la secta Sakyapa, una de las últimas sectas de viejas escuelas no reformada de origen indio. Estábamos en presencia de la biblioteca de oro del budismo tibetano.

Estas maravillas se hallaron escondidas detrás de una pared de 600 metros cuadrados en el gran salón de rezos, en una habitación fría, oscura y, sin embargo, extremadamente notable. Allí se encontró una única estantería que albergaba alrededor de 84.000 sutras y pergaminos escritos a mano en tibetano, sánscrito, chino y mongol; y que cuentan la historia del Tíbet a través del prisma de la filosofía, la ópera, la poesía, la medicina y la geología, entre otras disciplinas. Los ejemplares más antiguos tienen más de 1.000 años y cuenta la leyenda que esta estantería podría sostener todo el monasterio por sí sola incluso si los otros muros se derrumbaran.

El Monasterio Sakya (también conocido como Pel Sakya; “Tierra Blanca”) es un monasterio budista situado a 25 km al sureste de un puente que está a unos 127 km al oeste de Shigatse en la carretera a Tingri en el Tíbet; así que llegar allí no es fácil (pero sin duda que valdría la pena el esfuerzo). Es la sede de la escuela Sakya (o Sakyapa) de budismo tibetano y fue fundado en 1073 por Konchok Gyelpo. Después del levantamiento de Lhasa del 10 de marzo de 1959 para proteger al 14º Dalai Lama del Ejército de Liberación del Pueblo Chino Comunista, la mayoría de los monjes del Monasterio Sakya se vieron obligados a irse. Dice Dawa Norbu (politólogo y Profesor de Estudios Asiáticos): “Anteriormente había unos quinientos monjes en el Gran Monasterio Sakya, pero a finales de 1959 sólo quedaban 36 monjes ancianos”. La mayoría de los edificios del monasterio están en ruinas , porque fueron destruidos durante la Revolución Cultural.

Todos los libros de la biblioteca sobrevivieron ilesos a la Revolución Cultural comunista en la última década del gobierno de Mao Zedong de 1966 a 1976 (aunque la mayoría de los monjes del monasterio se vieron obligados a irse) ya que la entrada estuvo sellada y sin tocar durante varios cientos de años. En la actualidad, los textos todavía están siendo descifrados por científicos de la Academia Tibetana de Ciencias Sociales.

Los libros están envueltos parcialmente en pañuelos de seda. Solo el clima frío, a una altitud de 4.280 metros, protege las obras de la descomposición. Pero un libro muy especial se guarda en una vitrina: contiene las enseñanzas de Buda, así como los registros de su vida. El libro tiene 700 años y unas dimensiones impresionantes: dos metros de largo, un metro de ancho y ochenta centímetros de grosor. Por lo tanto, sus páginas deben pasarse con ocho personas. También se necesitan ocho personas para llevarlo ya que es considerado el libro budista más grande del mundo con un peso asombroso de 500 kg. Y todas sus páginas están escritas a mano con letra dorada.

sábado, 23 de septiembre de 2023

Los Diarios de Emil Ciorán

1 Reseña de sus Diarios

2. Dossier

1. Reseña de Karina Sainz Borgo, "Los diarios inéditos de Cioran, el hombre que quiso ser español", en Vozpopuli, 20/01/2020

Tras la muerte del filósofo y escritor rumano Emil Cioran, su mujer Simone Boué encontró treinta y cuatro cuadernos entre los papeles de su buhardilla en L’Odeon parisino. Excepto la fecha, nada diferenciaba uno del otro. El más temprano comenzaba en 1957 y el último pertenecía a 1972. Quince años de anotaciones. Ella nunca pensó en abrirlos, e incluso dio por hecho que se trataba del mismo. Y aunque la mitad tenía la indicación de ser destruidos, Boué los conservó.  

Los diarios los publicó Gallimard en Francia y en España vieron la luz en castellano en el 2000, cinco años tras la muerte del escritor y tres después de que su mujer muriese ahogada. Los editó Tusquets con traducción de Carlos Manzano. Ahora, cuando se cumple el vigésimo quinto aniversario de la desaparición del escritor y pensador, el sello publica no sólo una nueva traducción, a cargo de Maika Lahoz, sino el resto de los textos que permanecían inéditos en español. Alrededor de unas 800 páginas de las que Vozpopuli ofrece un adelanto.

Cuando se cumple el vigésimo quinto aniversario de la desaparición de Ciorán, Tusquets publica los diarios que permanecían inéditos en español

A mitad de camino entre el dietario y el apunte, los diarios de Cioran poseen la naturaleza breve y fibrosa de su escritura. El fragmento lo preside todo. En lo breve reside la verdad y la redención del arte como aquello que hace soportable la vida. Inyectadas de pasión y desesperanza, pero afeitados de cualquier sentimentalismo, en estas páginas Cioran retrata desde sus encuentros con Michaux o Beckett en París hasta su fascinación por la música —"estaba muerto, Bach me ha resucitado", escribe un 15 de agosto de 1960— o la lectura de los místicos.

Durante décadas, Cioran paseó por el Barrio Latino de París, envuelto en una gabardina y con la melena desordenada, ajeno a su celebridad y a su propio envejecimiento, dijo  de él Fernando Savater en su obituario. Cioran había nacido en Rasinari, una aldea de Transilvania (Rumania), el 8 de abril de 1911. En su juventud tuvo verdadero interés el movimiento fascista y nacionalista rumano, Guardia de Hierro, también por el nazismo, con el que se familiarizó en 1933 mientras estudió en la Universidad de Berlín. Renegó de ambos.

Tras mudarse a París, en 1937, Cioran hablaba rumano, alemán, inglés, ruso, italiano y español. Sentía por España una atracción exagerada, casi una imantación.  "Yo estaba hecho para España, para la lengua española. Era un fanático de santa Teresa de Ávila, y sigo siéndolo (...) Me fascinaba de ella el exceso, un exceso procedente de esa locura particular, inconfundible, propia de España. En mi juventud, lamenté no haber sido español. España me fascinaba, por ofrecer el ejemplo de los más prodigiosos fracasos. ¡Uno de los países más poderosos del mundo, hundido en tal decadencia!".

"España me fascinaba, por ofrecer el ejemplo de los más prodigiosos fracasos"

Dedica no pocas menciones en sus diarios. “En Europa occidental, España es el último país que todavía tiene alma. Todas las hazañas y todos los incumplimientos de España han pasado a sus cantos. Su secreto: la nostalgia como saber, la ciencia del pesar”, escribe en septiembre del año 1961. “Esta edición de los diarios puede fascinar a los lectores devotos de Cioran. No cuenta intimidades, porque era muy discreto, pero su lectura es una forma de entrar a la sala de máquinas de su pensamiento. Aquí están reflejadas sus obsesiones, sus querencias, sus histerias, su obsesión por la música de Bach y su querencia por su literatura de los grandes místicos, su devoción por los paisajes, desde Rusia hasta España”,  comenta a Vozpopuli el editor Josep María Ventosa, responsable de la publicación de estos diarios.

Como Milan Kundera, Cioran abandonó su lengua y abrazó el francés. Su primer libro, En las cimas de la desesperación, fue publicado en Rumania en 1934. Galardonado con el Premio de la Comisión y el Premio de Jóvenes Escritores, fue una de las mejores obras narradas por un joven escritor inédito. A ese siguieron El Libro de los delirios (1935), La transfiguración de Rumania (1936), y De lágrimas y de Santos (1937), todos escritos en Rumano y reeditados también por Tusquets en su colección Biblioteca Cioran. En 1949 escribe su primer libro en francés, Una breve historia de la decadencia. Cinco años después, en 1957, comienza a barruntar estos diarios.

Si entendemos a Cioran en su concepción de que el poder es el mal, su vigencia resulta clarísima, aún 25 años después de muerto

“Uno de los aspectos que está más presente es ese escepticismo radical, lo segundo más destacado es el gusto por un estilo fragmentario. También se aprecia el placer que sentía por ser un pensador intempestivo, porque todo libro debe dejar una herida en el lector. La mayoría de quienes lo leen reconocen su poder de trastornador. Salta a la vista también su gusto por estar en contra de todo, en algún momento llegó a decir que de Adán en adelante, estaba en contra de todo”, asegura Ventosa de estas páginas

Si entendemos a Cioran en su concepción de que el poder es el mal, su vigencia resulta clarísima, aún 25 años después de muerto. La pregunta que permanece busca esclarecer si Cioran es un pensador que escribe o un escritor que piensa. “No hay que subestimarlo como pensador. Estaba influido por Nietzsche, Kierkegaard  y Heidegger,  pero tiene una voluntad de estilo que resulta muy atractiva para el lector”, asegura Josep María Ventosa sobre estos Cuadernos de borrador,  como los llamó Boué, cuya palabras abren también esta edición.

2. Dossier

"El filósofo más aterrador de todos los tiempos", transcripción automática sin corregir desde el canal de Youtube Historia incomprendida, 10 sept 2023:

Hoy nos pasearemos por la vida de Emil Cioran, un hombre de pensamientos fragmentarios, que vio a Dios como un ser que se place en el dolor y sufrimiento del hombre, el cual solo comete el error de nacer y reproducirse. 

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Transcripción

El filósofo más terrorífico de todos los tiempos, Emil Ciorán. 31 cosas de su vida y filosofía.

"Por mucho que haya frecuentado a los místicos, en el fondo siempre me he puesto del lado del Diablo; incapaz de igualarlo en poder, he tratado de ser digno de él al menos en insolencia, acritud, arbitrariedad y capricho." Esta es una de las sentencias más fuertes que hizo Emil Ciorán un hombre de pensamiento controversial y de carácter subversivo algunos lo describen como el Nietzsche del siglo XX, solo que más oscuro y al mismo tiempo con mejor humor. También hay quienes lo catalogan de ingenioso, cínico, aforístico, pesimista y morboso. 

Cientos de lectores ven en su estilo de escritura una fascinante, delicada, refrescante y diferente expresión, a pesar del pesimismo que plantea sobre la existencia de la vida.

 Hoy nos pasearemos por la vida de emil lloran un hombre de pensamientos fragmentarios que vio a Dios como un ser que se place en el dolor y sufrimiento del hombre el cual solo comete el error de nacer y reproducirse antes de meternos a fondo.

Número 1 Quién era Emil Ciorán en 1911.

Nació Emil Ciorán, considerado un filósofo francés a pesar de haber nacido en Rumania fue hijo de un sacerdote ortodoxo y una madre líder de la liga de mujeres cristianas y propensa la depresión Escribió unas dos docenas de libros de belleza salvaje e inquietante; es considerado por cientos de críticos como uno de los mejores ensayistas francófonos pero otros perciben el horror en sus planteamientos sobre la vida y Dios.

Número dos De niño sintió que abandonó el Paraíso. 

Ciorán definió los primeros años de su existencia como los más felices Aunque fuesen analfabeto,s amaba a vivir entre los sencillos campesinos de Trasanari, una comuna en Sibiú, condado Transilvania, donde él nació. En su terruño según se sabe jugaba al fútbol con las calaveras que conseguían en el cementerio de su localidad; su padre se lo llevó del pueblo a los 10 años para que ingresara en la escuela en la pequeña ciudad. Emil sintió que dejó el Paraíso; no obstante años después amaría otros lugares de Europa

Número 3 Sufrió de insomnio crónico. 

Ciorán padeció de insomnio durante su  adolescencia y se convirtió en una influencia en su labor como escritor; de acuerdo con lo que él mismo señaló en su momento el insomnio lo hizo retraído, sombrío, pero gracias a eso plasmó ideas en el papel que luego derivarían en su primer libro en lengua rumana.

Número 4. Su formación académica.

Emil se trasladó a la capital del sur de Rumanía; ingresó a la universidad de Bucarest, donde cursó estudios de literatura y filosofía. Su formación se volcó principalmente en la filosofía de Kant, Nietzsche, Schopenhauer y el filósofo francés Henri Bergson. Aquí también descubrió las obras de Pascal y Nietzsche Esto explica en parte su filosofía pesimista y su nihilismo. En 1932 obtuvo su licenciatura después de redactar su tesis acerca del pensamiento de Bergson

Número 5 en la universidad conoció a grandes amigos.

Durante su permanencia en la universidad de Bucarest tuvo como compañeros de estudios a dos hombres que serían sus amigos de por vida: Eugène Ionesco, dramaturgo de vanguardia, y Mircea Eliade, el famoso historiador de la religión y la mitología 

Número 6. Simpatizó con el fascismo de la época en 1933.

Recién graduado se hizo acreedor de una beca de posgrado visitante en la universidad Frederick Wilhelm de Berlín. Allí mostró simpatía por las ideas fascistas de la época mientras enseñaba en la universidad de Berlín de manera muy entusiasta escribió sobre el líder de la Alemania de la Segunda Guerra Mundial; incluso dijo que admiraba de él el culto a lo irracional, el júbilo de la pura vitalidad, la expresión viril de la fuerza sin ningún espíritu crítico ni freno ni control. Una vez le escribió a su amigo Mircea Eliade: "Estoy absolutamente cautivado por el orden político que han establecido aquí." Amó la movilización en masas que observó en suelo alemán y vio en aquella convulsión política una promesa y grandeza históricas que nunca percibió en Rumanía. En 1936 volvió a su país natal y comenzó a quedar cautivado con una especie de organización nacionalista fascista en Rumanía, el movimiento de la Guardia de hierro. Aunque sobre el particular habló pocas veces en su vida, Ciorán elogió la dictadura de Ceaucescu; para él las personas preferían la sumisión a la libertad; su gusto por los ideales fascistas se convirtió durante décadas en motivo de preocupación de sus lectores. 

Número 7 El arte de la escritura lo salvó.

Ciorán destacó a lo largo de su vida el alivio que le producía escribir: esta práctica tenía un efecto tranquilizador. "Si detestas a alguien, toma un papel y escribe 10, 20, 30 veces "X es un tonto" y después de unos minutos te sentirás aliviado: lo detestas menos", sentenció. Nunca buscó ser un guía para los demás a través de lo que en el papel tan solo escribió para sí mismo y para librarse de sus demonios. Escribir fue su tabla de salvación, al punto que en una ocasión le dijo a Fernando Savater que de no haber sido por la escritura se hubiera convertido en asesino o se habría quitado la vida; de hecho, un tema muy recurrente en su obra fue el de poner uno mismo fin a la propia existencia. Esa idea era para él liberadora y a la vez una posibilidad que podemos elegir en cualquier momento, independientemente de la existencia de algún poder superior. En su obra El problema de nacer aseveró: solo tememos el futuro cuando no estamos seguros de poder acabar con nuestra vida cuando queramos. Y fue precisamente por esa idea liberadora que no llegó a atentar contra su existencia. Muchos de sus lectores le hicieron saber que de no haber leído sus libros se hubieran quitado la vida.

Número 8. Su primer libro, Sobre las alturas de la desesperación, fue su primera obra publicada en 1934 en Bucarest.

Tenía entonces 23 años; el libro es una reflexión acerca de la futilidad de la vida y la imposibilidad de hallar una felicidad permanente en un mundo dominado por el sufrimiento y el absurdo tras la publicación se hizo acreedor al premio de la Real Academia para escritores jóvenes después publicó otros libros en rumano cuando aún era un veinteañero. 

Número 9 En las duras palabras de su madre en ese primer libro subyacen todos los gérmenes para los pensamientos que elaboraría en sus siguientes obras y se ha dicho que, por tratarse del hijo de un sacerdote ortodoxo, el material terminó siendo vergonzoso para su familia. Su madre llegó al punto de decirle que "si hubiera sabido que te convertirías en una persona tan miserable, me habría hecho un aborto". Esas palabras le hicieron concebir la vida como una coincidencia, lo cual era una Liberación para él, pues, desde su visión, vivir no tenía sentido. En una ocasión le dijo a un amigo: "Soy simplemente un accidente, ¿por qué tomarlo todo tan en serio?".

Número 10 La transfiguración de Rumanía, una crítica al país y una alabanza a naciones como Francia, cercano como era a los fascistas rumanos durante la década de los 30. 

En su obra La transfiguración de Rumanía, Ciorán se refirió al contraste que existía entre naciones pequeñas como Rumanía y reprochó la actitud de sus compatriotas. Y es que mientras estuvo en Bucarest pudo conocer un universo cultural completamente nuevo. Aunque entonces catalogó de interesantes a los perdedores, a los procrastinadores, a quienes desperdiciaban la vida como vocación; no obstante, esta visión cambió cuando se fue de Bucarest; entonces elogió a naciones como Francia o Alemania por tomar sus destinos en sus propias manos.

Número 11 En 1937 se fue de Bucarest a París.

Ciorán se propuso irse a París. Se dirigió a la Junta Universitaria con el argumento de que requería una beca para poder continuar sus estudios sobre Bergsón en la  capital francesa; fue así como en 1937 con el apoyo del Instituto Francés de Bucarest logró trasladarse hasta la ciudad de la luz, que se convertiría en su nueva casa por el resto de su vida

Número 12 Una intensa época de pobreza en París. Su estancia en esta ciudad.

No fue fácil al comienzo cubrir los gastos hasta final de mes: era todo un reto; también experimentó un autoexilio debido al choque cultural e idiomático; el insomnio seguía apoderándose de él.

Número 13 Tuvo una vida sencilla.

Cioran pasaba el tiempo en su sencillo apartamento allí mientras escribía sus siguientes libros, trabajaba como corrector y traductor; evitó la compañía de literatos, pero le gustaba frecuentar el área alrededor de los jardines de Luxemburgo. En una ocasión rehusó recibir dos premios literarios franceses.

Número 14 Decidió escribir en francés y logró liberarse de su insomnio.

En Francia se dedicó a escribir en su lengua natal Lágrimas y santos, publicado en 1937; en 1943 escribió su último artículo en rumano y en 1946 se produjo la ruptura definitiva. En el lapso que va de 1937 a 1949, Ciorán aprendió francés hasta que se sintió capaz de hacer una publicación en su nueva lengua. Ciorán empezó a concebir la idea de escribir en francés mientras traducía líneas del poeta Mallarmé. Entonces concluyó que seguir usando su lengua materna en el papel era una tontería. En francés empleó un estilo compuesto enteramente de fragmentos aforísticos, pero en su prosa mantenía la paradoja de plantear la desesperación con gran belleza artística; así surgieron en sus obras dos periodos:

El periodo rumano temprano.

El periodo francés posterior y maduro.

También logró deshacerse del insomnio, puesto que quedaba extenuado debido a sus largos paseos en bicicleta por la campiña francesa.

Número 15 Su primer libro en francés fue Una breve historia de la decadencia.

Fue su primera obra en francés: la reescribió cuatro veces, incluso después de que la editorial la aceptara el libro terminó por publicarse en el año de 1949. El francés Bernard Henri-Levy opinó lo siguiente: "En este libro se ha dicho todo y lo único que le queda es repetirse lujosamente, lo cual hizo. No podía estar más de acuerdo ya que considero que este es el libro más importante de Ciorán y la base de su filosofía." Entre la reubicación de Ciorán en Francia y la aparición del libro tuvieron lugar los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial 

Número 16. Su primer libro polarizó a los lectores.

Pese al reconocimiento del que gozaba en algunos círculos literarios, Ciorán no tuvo un público más amplio enseguida, al contrario: transcurrieron varios años. Mientras esto se concretó, tras la publicación Una breve historia de la decadencia Ciorán comenzó a ser descartado por muchos lectores porque lo percibieron demasiado malhumorado y pesimista, sobre todo en una cultura europea de posguerra. Que prácticamente se estaba enfocando en lograr un optimismo obligatorio. Otros lectores elogiaron esta obra. El crítico literario francés Maurice manifestó sobre C. "aquel cuya llegada ha sido preparada por todos los filósofos del vacío y del absurdo, presagio de malas noticias por excelencia"

Número 17 La ambivalencia de la prosa de Una breve historia de la decadencia.

Aunque había diferencias bien marcadas, Ciorán tenía aspectos en común con Nietzsche, pues decidió exponer las hipocresías de la condición humana; no obstante, en su prosa subyace un entusiasmo y una especie de éxtasis, esto a pesar de su desesperación y pesimismo. Muchas voces podían alternarse en la prosa de Ciorán: algunas ocasiones filosóficas, otras poéticas y hasta políticas; incluso este libro se ha catalogado como una especie de canción, un testamento conflictivo y agonístico de la magnífica futilidad que es la humanidad. 

Número 18 Su filosofía de vida.

Pese a que no ha existido una escuela o academia del pesimismo, si ha habido una tradición de filósofos negativos y este autor de pesimismo, filosofía, ética, espíritu ha señalado que pueden tomarse como parte de esta tradición a grandes pensadores: Unamuno, Camus y Ciorán, uno de los grandes textos existenciales del siglo XX fue Del sentido trágico de la vida, escrito por Unamuno, una de las frases célebres del también filósofo español es: "La verdad es que la razón es enemiga de la vida", con lo que se refiere a que las razones enferman la conciencia. Y esta es una enfermedad para los hombres. Esta afirmación no solo fue absorbida por Ciorán, sino también exacerbada es precisamente la conciencia como enfermedad el punto del que parte la Filosofía de la desesperación de Ciorán. En uno de sus Aforismos a Severo, "la conciencia es mucho más que la espina, es el puñal en la carne" Ciorán afirmó que la conciencia nos permite reflexionar y comprender nuestra existencia del pasado y la del futuro, por ello su filosofía se basa en la conciencia del tiempo; no obstante, esta capacidad de acuerdo con Ciorán implica un costo terrible, si bien sabemos que existimos, también sabemos que vamos a morir: siempre esperamos algo, pero no sin las limitaciones insuperables del tiempo: todos vamos a perecer en algún momento, lo que hace que el futuro no sea otra cosa que un pasado que todavía está por llegar: esto nos diferencia de los animales, los cuales sí están preparados para vivir, puesto que ellos no tienen conciencia del tiempo ni de la muerte: a esta solo la temen por instinto; no saben que pueden morir cuando se sienten enfermos, mientras que nosotros pensamos en la muerte aun cuando estamos sanos. Cioran es un representante de la filosofía de la desesperación, cuyos planteamientos versan en el hecho de que, en un mundo ideal, solo habría rocas; y, si hay que incluir a algún ser vivo, los más idóneos son las plantas.

Número 19 El pesimismo como parte de la filosofía de Ciorán.

En Ciorán tuvo mucha influencia la filosofía pesimista de Schopenhauer, al igual que la de Schopenhauer, la filosofía de Ciorán promueve una especie de negación de la vida; sin embargo, el pensador rumano era mucho más pesimista: mientras el filósofo alemán planteaba que cuando escapamos de la voluntad de vivir tenemos una pequeña victoria, unos instantes, Ciorán vislumbró algo que mejore nuestra condición la única opción que tenemos es administrar el desastre. Total, no obstante, el editor Joseph María Ventosa expresó sobre Ciorán al margen del pesimismo todas las personas que le trataron destacan su facilidad para hacer reír a la gente con su sarcasmo brutal; nada que ver con la imagen de cenizo con que se le podría asociar. Para el editor, a Ciorán le gustaba la existencia con sus búsquedas perdidas y dolores.

Número 20. Ciorán no aprobaba la reproducción humana.

Ciorán desaprobaba la condición humana que nos mueve a la reproducción. Eso posiblemente explique por qué no tuvo hijos con su compañera. En uno de sus cuadernos, que fue publicado póstumamente en 1997, manifestó: "Con lo que sé, con lo que siento, no podría dar la vida sin ponerme en total contradicción conmigo mismo, sin ser intelectualmente deshonesto y moralmente criminal", de manera que sí él condenaba a la condición humana que ciegamente nos mueve a perpetuarnos, a pesar de la total imposibilidad de encontrar un sentido satisfactorio a la vida, a los sufrimientos por los que nos toca atravesar y que se repetirán en las futuras generaciones, lo que convierte a la vida en un incesante sufrir 

Número 21. La filosofía de la desesperación niega la vida sin desear la muerte. 

Es lógico preguntarse por qué si filósofos y pensadores tan importantes como Schopenhauer y Cioran percibían la existencia humana como algo tan pesimista, no terminaron por poner fin a sus vidas. Schopenhauer pensaba que quien tome esa decisión busca asesinar la voluntad de vivir dentro de él; no obstante, quien acaba con su existencia no niega obligatoriamente por eso la voluntad de vivir, cosa que sí hacen los escépticos y Ciorán era un escéptico. En Anatemas y admiraciones se refirió a sí mismo como el escéptico de turno de un mundo en descomposición; sí era escéptico de las verdades absolutas, y planteó que en la metafísica del conocimiento no hallamos ayuda, así que de con su filosofía acabar con nuestra vida es en realidad una alternativa válida pero no es una acción necesaria ni eficaz. Pues porque el daño ya está hecho una vez se reproduce el nacimiento y eso no cambia con la acción de poner por nuestra propia mano fin a nuestra existencia, de manera que tal acción se convierte en algo fútil, en algo más que está en contra de nuestra condición humana. Esta visión suya la podemos corroborar en el siguiente aforismo: "No vale la pena matarse, ya que siempre se mata demasiado tarde" La filosofía de la desesperación niega la vida sin desear la muerte; esto se puede observar en Una breve historia de la decadencia donde manifestó que la acción de quitarse la vida es algo así como un tesoro al que todos tenemos acceso; sin embargo, tenemos la opción de pasar toda nuestra vida sin usarlo de forma paradójica. Cuando abrazamos la desesperación es cuando podemos hallar un atisbo de existencia auténtica. 

Número 22 Su filosofía consideró que la historia era algo carente de sentido.

Este conocimiento que tenemos sobre el tiempo convierte a la historia en algo carente de sentido porque solo una adaptación que realizamos respecto a nuestra condición temporal es un invento nuestro al que llenamos de ilusiones, religiones e ideales de todo tipo. Los animales tienen todo lo que necesitan; obviamente la cultura no forma parte de sus requerimientos y la historia tampoco.

Número 23 Ciorán y su disidente escritura aforística.

El aforismo es uno de los géneros literarios preferidos por Ciorán: es conciso y coherente; el consideraba la escritura aforística como la forma de expresión más disidente, pues la despreciaban personas serias como los profesores, porque así se suelen decir cosas contradictorias; pero Ciorán no veía los aforismos como decretos, sino como verdades momentáneas, y argumentó que él podía dar explicaciones de cada aforismo que usó porque todos tienen una causa. Ciorán es considerado uno de los cuatro grandes maestros del aforismo. Los otros son Heráclito, Schopenhauer y Nietzsche. Su libro El problema de nacer está compuesto enteramente de aforismos y en Los dioses hay una sección compuesta enteramente de aforismos.

Veamos dos muestras de este tipo de escritura en Ciorán: "Me llevo bastante bien con alguien solo cuando está en su punto más bajo y no tiene ganas ni fuerzas para restaurar sus ilusiones habituales". "Si pudiéramos vernos como nos ven los demás, nos desvaneceríamos en el acto".

Número 24. Tuvo una complicada visión de Dios.

Ciorán ha sido catalogado como agnóstico, ateo y como un creyente ateo. Para Ciorán Dios es un ser que disfruta viendo sufrir al hombre y llevándolo a una existencia que es ilusión y tormento; he allí su nihilismo, su visión de ver la vida como algo carente de sentido, sin verdades en las que apoyarse; en esto último, una vez más se hace presente su escepticismo, para él; en la existencia misma prevalece el mal sobre el bien. Fernando Savater, buen amigo de Ciorán, dijo: "En Francia se convirtió en un pesimista irónico, pero en Rumania era más místico, una especie de religioso contrariado: nunca le perdonó a Dios que no  existiera. Ventosa expresó, aludiendo a la compleja relación que Ciorán mantenía con Dios, que le gustaba cuando describían el escritor rumano como místico, pero ateo

Número 25 El pecado original en Ciorán.

El pecado original fue un tema de interés para Ciorán: concibió al hombre como una criatura que estaba manchada por el pecado original, y que en el interior de las personas yace una semilla podrida que las hace creerse el centro del mundo, y todo porque no puede asimilar la idea de que su propia existencia es insignificante. Incluso de acuerdo con su visión, el hombre llegó a considerarse a la par y hasta más importante que Dios, y está viciado por sus actos, porque en él hay una maldad en marcha en este planteamiento se percibe la influencia que la filosofía de Nietzsche tuvo sobre él. Además de que en ambos se ve el ejercicio de la escritura fragmentaria 

Número 26 Un hombre de matices .

En Anatemas y admiraciones escribió una frase controversial: "Por mucho que haya frecuentado a los místicos en el fondo siempre me he puesto del lado del Diablo; incapaz de igualarlo en poder, he tratado de ser digno de él, al menos en insolencia, acritud, arbitrariedad y capricho; además admiro el budismo de la variedad más desconsoladora".

Número 27 Simone Boué fue su compañera de vida.

Ciorán conoció a Simone Boué, una profesora de liceo con la que permaneció por el lapso de unos 50 años; la pareja nunca se casó, ni tuvo hijos. Ella permaneció con él hasta su  muerte. Fernando Savater describió a Simone con estas cuatro características: "Vivaz, irónica, inteligente y discreta, era ella una mujer elegante y que bien pudo haberse desenvuelto con gracia en las pasarelas".

Número 28 Lo que abordó en sus escritos.

Ciorán tenía temas recurrentes en su obra. Escribió meditaciones líricas y expansivas, con frecuencia de naturaleza metafísica, donde habitualmente hablaba sobre la soledad, la desesperación, la muerte, la música, la historia, la santidad y los místicos.

Número 29 Su extraña relación con el fracaso.

Ciorán analizó el fracaso en su país natal y entre sus coterráneos, aunque después de haberse ido de Rumania se sintió secretamente endeudado con esa tierra de fracasos. Portales como Los Ángeles Review Off señalan que Ciorán tenía razón al sentirse en deuda con su Rumania natal debido a que los rumanos mantienen con el fracaso una relación única. Incluso en el idioma tienen muchos vocablos asociados con el fracaso. En París le dijo una vez a un amigo: me gustaría escribir una filosofía del fracaso con el subtítulo "para uso exclusivo del pueblo rumano", pero no creo que pueda hacerlo. Por momentos recordaba aquella extraña mezcla de admiración, ternura y fascinación que tuvo por los grandes perdedores y por el interminable espectáculo del fracaso en Bucarest. "Mis mejores amigos en Rumanía no eran  escritores en absoluto, sino fracasados", afirmó en una ocasión. Por otra parte, Ciorán concibió la condición humana como un fracaso o proyecto fallido. En El problema de nacer escribió textualmente frases como "ya no quiere ser hombre, la vida es un fracaso del gusto que ni la muerte ni la poesía logran corregir"

Número 30 Su muerte el 20 de junio de 1995 con 84 años de edad.

Ciorán falleció como consecuencia de los embates del Alzheimer, enfermedad que le robó la posibilidad de acabar con su propia existencia después de haberle hecho perder la conciencia de su propia identidad. Los últimos años de su vida los pasó en un hospital de París.

Número 31 ¿Es realmente Ciorán el filósofo más terrorífico de todos los tiempos?

Sus detractores, que son muchos, afirmarían que sí. Hay muchas opiniones en contra de la postura pesimista que tuvo Emil sobre la vida, pero mucho más sobre las posturas que planteó en relación con Dios. Algunos siempre aluden al momento en que uno de sus libros, donde hablaba de misticismo, llenó de horror al editor de la imprenta, el hombre descrito por muchos como bueno y temeroso de Dios, se negó a tocar el libro al darse cuenta del contenido blasfemo; se lavó las manos y Ciorán no tuvo otra opción que publicar su libro en otrol lugar; entre las duras frases que escribió Ciorán basta la siguiente: "Si la verdad no aburriese, hace tiempo que la ciencia habría sacado a Dios de circulación". Por otra parte sus ideas filosóficas, según muchas voces, no se han sabido entender sus planteamientos fueron el resultado del tumultoso contexto político y social de la Europa de entreguerras de los años en las que vio el surgimiento de ideologías totalitarias y la desilusión que esas bideologías trajeron años después: todo esto lo llevó a cuestionar los fundamentos de la existencia humana y el significado de la vida misma, Emil Ciorán es uno de esos pocos pensadores que han ahondado en las profundidades de la desesperación y el nihilismo con una prosa que deleita. Algunos han descrito a Ciorán como una guía espiritual de la negación de vivir y de la tentación de no existir. Pese a toda la controversia que puede seguir generando, no se puede negar que el trabajo de Emil Ciorán provoca fascinación: él desafía la sabiduría convencional, pero también nos obliga a que confrontemos las paradojas inherentes a nuestra propia existencia. Su legado filosófico se evidencia entre los existencialistas, pesimistas y pensadores del absurdo por igual y sus escritos han sido la inspiración para filósofos, escritores y artistas, incluidos Albert Camus, Thomas Bernard y Fernando Pessoa [¿?]