Transcrito y corregido desde Cosmos Diario, 15 de septiembre de 2025:
Estamos rodeados de materia. Las piedras, los árboles, las estrellas, nuestro cuerpo son supuestamente reales porque están compuestos de algo sólido. Muchos piensan que primero fue la materia, luego la energía y solo después surgió la vida, la conciencia y finalmente la información como una especie de subproducto del pensamiento.
Pero, ¿y si fuera al revés? ¿Y si la información no fuera un fenómeno secundario? Y si fuera la base de todo lo que existe, si el mundo no fuera, sino comunicara, no existiera, si no transmitiera, y no fuera la materia la que generara la información, sino la información la que diera lugar a la materia.
Del mismo modo que las palabras pueden provocar emociones y el código puede dar vida a la pantalla, la información deja de ser algo efímero. Cada vez más se la denomina una nueva forma de sustancia.
Científicos como John Wheeler afirmaban, "Todo lo que vemos proviene de un sí o un no elemental, como si fuera la base de una elección lógica. Y hoy en día los físicos observan cómo los sistemas cuánticos se comportan como si primero fuera la información y solo después los acontecimientos."
Entonces, si esto es cierto, si todo lo que nos rodea no es producto de la materia, sino de una danza de información que se desarrolla en las profundidades de la realidad, ¿qué es realmente la energía? ¿De dónde viene la materia? Y lo que es más importante, qué es lo que crea la información.
Antes de adentrarnos en las profundidades del cosmos y tratar de comprender cómo la información crea la materia, debemos plantearnos una pregunta aparentemente trivial, pero de vital importancia. ¿Qué es la información? Suena sencillo.
Creemos que la conocemos bien. Números, megabytes, bases de datos, internet. Todo esto parece ser información, pero por paradójico que parezca, la mayoría de la gente e incluso los científicos confunden la información con los datos.
Ahí está el quid de la cuestión. Los datos son materia prima, un conjunto de bits, números y símbolos. Pueden ser sin sentido, desordenados, caóticos, pero la información es estructura. Es algo que puede ser reconocible. Claude Shannon, uno de los padres de la teoría de la información, la describió como una medida de lo inesperado. Cuanto menos predecible es el resultado, más información contiene.
Supongamos que miras la pantalla y ves una cadena de unos. Esos son datos. Pero una cadena como por ejemplo 11110 ya contiene más información porque hay más incertidumbre, más significado. La información aparece donde hay elección, donde son posibles diferentes estados, donde no todo está predeterminado. Es lo que distingue una cosa de otra. no existe en los objetos mismos, sino en las diferencias entre ellos, en las relaciones. Por eso el filósofo Wittgenstein dijo una vez "El mundo no está compuesto por cosas, está compuesto por hechos." Y el filósofo Gregory Bateson precisó, "La información es la diferencia que tiene significado". Esta comprensión supuso una auténtica revolución. En términos físicos, la información no reside en los objetos, sino que codifica las conexiones, las leyes y las interacciones. Los campos cuánticos, las partículas, incluso los espacios, no son cosas sino manifestaciones del orden informativo.
Es más, la información no necesita un soporte material en el sentido habitual. Una fórmula matemática es información, un algoritmo es información. La estructura de un copo de nieve, el dibujo en la piel de un leopardo, el ritmo de los latidos del corazón... Todas estas son formas de orden que pueden expresarse como patrones de información. Son precisamente estos patrones los que dan forma y energía a la materia y sentido al universo. Y cada vez más científicos llegan a la conclusión de que es precisamente la información la que precede a la energía de la materia, no como una abstracción, sino como un constructor activo de la realidad que le da su arquitectura antes de que aparezca en ella cualquier cosa.
Todo lo que alguna vez has tocado, visto o sentido, puede ser simplemente una formación ordenada y codificada, grabada en soportes que solo nos parecen sólidos y materiales. Empecemos con algo inesperado. El átomo está compuesto en un 99,9% por vacío. El electrón no es una bola, sino en esencia una nube probabilística que no existe en un punto determinado hasta que se mide. Los quarks no se aíslan. Los gluones ni siquiera tienen masa en el sentido habitual. Cada vez parece más que la llamada materia es una ilusión de estabilidad que surge sobre un fondo de información dinámica que baila según las leyes de la coreografía cuántica.
Recuerda cómo funciona un ordenador moderno. No crea la realidad, la renderiza a partir de un código. En los juegos ves castillos, bosques, océanos, aunque detrás de todo ello hay ceros y unos, reglas y algoritmos. Y aquí está la paradoja. En el mundo real vemos partículas del cuerpo y galaxias, pero detrás de todo ello también puede haber un código informativo. ¿Qué es la masa? En el modelo estándar surge de la interacción con el campo de Higgs, es decir, la materia se vuelve pesada solo porque está grabada en un soporte determinado. Sin campo no hay masa, sin código no hay estructura. Todo lo que parece sólido, resistente y pesado es posiblemente solo el resultado de los parámetros de un enorme sistema de información donde la energía y las partículas son efectos especiales en un universo profundamente programado.
Tomemos otro ejemplo. La luz es a la vez una partícula y una onda, pero en realidad es una perturbación del campo, no una cosa independiente. Por lo tanto, también surge como una determinada configuración de información y hay muchos ejemplos de este tipo. Bosones, neutrinos, partículas virtuales, aniquilación de la materia. Todo ello apunta a lo mismo. La materia y la energía no son fundamentales, son creadas y dirigidas por la información.
El físico Satiot describió una vez el universo como un ordenador cuántico en el que todo lo que ocurre es un cálculo, cada partícula es un bit o un qubit.Cada evento es una operación y las leyesde la naturaleza son simplemente programas según los cuales se calcula todo. Pero eso no es todo. En la teoría AdS/CFT, la gravedad y el espacio en tres dimensiones pueden ser una proyección de la información que se almacena en el límite del mundo bidimensional.
Imagina que nuestro mundo tridimensional es un holograma y que la información real sobre él está grabada en algún lugar en el borde del universo. Por ejemplo, como en una película. Ves una imagen tridimensional, pero toda la trama está en el código. Así que tal vez la materia no sea la base, sino las consecuencias. La energía no es combustible, sino una forma de movimiento de datos. Y nosotros mismos no somos más que construcciones dinámicas de información constantemente actualizada que se desarrolla según un guion misterioso. Y si es así, la siguiente pregunta lógica es, ¿dónde se almacena este código? ¿Quién o qué lo graba? ¿Podemos reescribirlo nosotros mismos? Imagina que coges un dado, lo lanzas, gira y finalmente sale, digamos, un seis. Todo está claro. Hay fuerza, gravedad, superficie, mecánica. Pero, ¿y si antes de que miraras no hubiera salido un seis, sino todas las caras a la vez? Y solo cuando miraste, la realidad eligió una. En la base de este drama cuántico se encuentra la paradoja de la superposición.
Una partícula cuántica, ya sea un electrón, un fotón o incluso una molécula entera, no se encuentra en un solo estado antes de ser medida. Está suspendida entre todos los estados posibles a la vez. Es como si guardara toda la información sobre todas las variantes del futuro, pero no hace ninguna elección hasta que se mide.
Aunque esta teoría es muy controvertida. Tú, yo, un aparato, incluso una mota de polvo en el aire, cualquier acto de medición provoca el colapso de la función de onda y de la infinita nebulosa de posibilidades, nace una realidad definida. No es una metáfora, es lo que los experimentos llevan décadas confirmando. La realidad no existe por sí misma, se desarrolla en interacción con la información. Pero lo que es aún más sorprendente es lo lejos que ha llegado el siguiente experimento.
Una investigación realizada en 2022 con fotones demostró que el resultado del experimento puede depender de si la medición se realiza en el futuro. Es lo que se denomina elección diferida. La elección realizada más tarde parece reescribir el pasado. Algunos científicos dicen, "No es una paradoja si se reconoce que la información es primaria. El futuro y el pasado de las partículas y los campos, todo esto no son cosas, sino resultados de la interacción de la información. Nodos en una red gigante que no tiene por qué desarrollarse de forma lineal. Da la sensación de que no estamos observando el universo, sino interrogándolo como si fuera una gigantesca base de datos. Y cada una de nuestras miradas es una pregunta que genera una respuesta.
Cuando miras a la Luna, más bien preguntas, "¿Dónde está la Luna?" Y el sistema responde, "ahí está. Antes de tu pregunta podía estar en cualquier lugar o en ningún lugar."Algunos incluso creen que el universo no existe como una secuencia de acontecimientos, sino como una enorme estructura de información posible que vamos descubriendo poco a poco. Esto significa que la materia, el espacio e incluso el tiempo son secundarios en relación con la información y no solo una interfaz a través de la cual interactuamos con la realidad profunda.
Esta visión no es solo filosófica, sino que se está infiltrando cada vez más en la teoría cuántica de campos, los modelos holográficos del universo e incluso en el desarrollo de ordenadores cuánticos. Después de todo, estos no trabajan con cosas, sino con probabilidades, estados, información pura. La paradoja de la observación cuántica ya no parece una anomalía. Y si es así, la conclusión lógica es la siguiente: Todo lo que ves, oyes y sientes no es una cosa en sí misma, sino la respuesta de la realidad a tu pregunta.
En la historia de la ciencia hay momentos en los que una sola persona desencadena una avalancha. Para la física del siglo XX, ese giro lo supuso el enigmático y hasta místico aforismo de John Wheeler, discípulo de Niels Bohr y coautor de Einstein, It from bit. Todo está gastado. La materia, el espacio, la energía, el tiempo. Todo proviene no de las cosas, sino de las elecciones, de la información, del sí o del no. A primera vista, parece que se trata simplemente de una metáfora efectista, pero no es así. Wheeler no era un místico, sino un físico frío que razonaba cómo se forma la realidad cuántica a través de actos de observación, a través de preguntas planteadas por la naturaleza y respuestas que ella da. En su opinión, el universo no es un mecanismo, sino un proceso de comunicación donde cada elemento del ser es el resultado de la interacción informativa. ¿Qué quería decir con eso? Las cosas no son la base del mundo y crean preguntas formuladas por la conciencia. La medición o la interacción. En la teoría de Wheeler, el rabbit es la unidad elemental de la diferencia, la unidad de elección que hace la propia naturaleza. Toda la materia, todas las leyes, incluso el espacio mismo son respuestas a preguntas formuladas por alguien o algo, como si el universo fuera un oráculo gigante que se revela línea a línea a medida que interactúas con él.
En una versión ampliada de su idea, Wheeler sugirió que incluso el pasado puede ser creado por una elección en el presente. Discutió seriamente el modelo de un universo participativo en el que el observador no es simplemente pasivo, sino que desempeña un papel clave en la creación del cosmos mismo. No solo observa, sino que participa en la construcción de la realidad. Al igual que un jugador de videojuegos que activa las ubicaciones, no porque existan, sino porque ha dirigido su atención hacia ellas. En lenguaje matemático, esto significa que el espacio, la energía y la materia son derivados de la información, como una cadena de código que provoca la aparición de un objeto, como un guion según el cual se desarrolla una obra de teatro. El bit es aquí el principal ladrillo con el que se construye todo, desde un fotón hasta una galaxia.
Esta idea ha encontrado el apoyo de muchos científicos contemporáneos. Por ejemplo, Seth Lloyd del MIT llama al universo ordenador cuántico y al proceso de evolución del cosmos, cálculo continuo de información. ¿Y sabes qué es lo realmente genial? Que ya no se trata solo de filosofía, es la base de muchos de los modelos más avanzados de la física teórica contemporánea. El bit se convierte en la nueva materia. O más exactamente, la materia es simplemente un bit disfrazado de una capa densa.
Entonces, si la información es primaria y es ella la que despliega el universo en todo su esplendor, surge una pregunta razonable, casi detectivesca.
¿Dónde se producen estos cálculos? ¿Dónde se encuentra la máquina que hace girar los gigantescos engranajes de la realidad creando estrellas maduras, quarks diminutos y observadores conscientes? En realidad, la respuesta es más complicada de lo que parece y mucho más misteriosa.
Empecemos por el hecho de que físicos como Seth Lloyd afirman, "El universo mismo es una computadora cuántica."
Ya he mencionado esto anteriormente. Según sus cálculos, desde el momento del Big Bang, nuestro universo ya ha realizado alrededor de 10 a la potencia de 120 operaciones lógicas. Literalmente, se ha calculado a sí mismo, desde el momento de la singularidad hasta el segundo actual. Cada partícula elemental, cada interacción cuántica, cada desintegración y cada destello de supernova no son más que un paso en un gigantesco algoritmo cósmico. Pero surge una paradoja. Los cálculos requieren un soporte, un procesador, una memoria operativa. ¿Dónde están? ¿Dónde se esconde este ordenador físico en el que funciona el propio cosmos? Y aquí es donde la física se topa con un techo teórico denominado límite de la cantidad máxima de información que se puede procesar dentro de un área determinada del espacio. No viene determinada por el volumen, sino por la superficie de su frontera. Sí, esto está directamente relacionado con el principio holográfico.
Dentro de cualquier volumen del universo solo se puede almacenar tanta información como píxeles quepan en su superficie. Y esto ya no es una teoría, es la base de los cálculos en los agujeros negros. Según Einstein y Hawking, un agujero negro almacena toda la información sobre los objetos que caen en él, en su superficie y no en su interior. Es como si el tejido del espacio fuera una pantalla y la realidad interior solo una ilusión generada por los datos en la frontera.
Es decir, no existe un ordenador interno. Todo el universo es un proceso. El tiempo como fondo absoluto no existe. Solo hay una secuencia de transiciones entre estados de información. Incluso la causalidad se vuelve estadística. No es un flujo de eventos, sino la lógica de las actualizaciones. Y eso no es todo.
Las investigaciones en el campo de la teoría de la computabilidad en la gravedad cuántica indican que hay límites más allá de los cuales ningún cálculo es posible en principio. Demasiada energía, y se crea un agujero negro. Demasiado poco tiempo, y no hay suficiente información para distinguir los acontecimientos. Esto significa que incluso la propia naturaleza tiene un límite de cálculum integrado en la estructura del universo.
Sorprendentemente, resulta que la realidad no solo no es continua, sino que está cuantificada no solo en energía, sino también en cálculos. Es como si se actualizara por paquetes. No se descarta que vivamos en un universo discreto donde todo, desde los neutrinos hasta los pensamientos, son pasos en un enorme proceso de despliegue de información. Y aquí llegamos a lo más extraño. ¿Y si no existe ningún dónde en absoluto? ¿Y si la propia pregunta de dónde se produce el cálculo es incorrecta? Al fin y al cabo, en ella se intenta encontrar un contenedor espacial para el proceso que genera el espacio mismo. Con cada nuevo paso en este rompecabezas surge una pregunta que realmente pone los pelos de punta. Si la información es primaria, ¿de dónde viene? No huele, no pesa, no se puede meter en una caja, no curva el espacio como un agujero negro, pero puede cambiar el curso de la historia del universo. ¿Cómo es posible? A primera vista, la información parece algo efímero, simplemente una forma de describir las cosas, pero la física de los siglos XX y XXI afirma lo contrario. La información no es una descripción, sino una sustancia. No es secundaria, es la fuerza motriz de todos los procesos. Es más, toda la materia y la energía son formas en las que se manifiesta la información. Pero, ¿de dónde surge? En primer lugar, de las diferencias. La información aparece cuando surge una diferencia, una elección binaria, ¿sí o no?, blanco o negro, una partícula aquí o allá. Un bit es ya un comienzo. Y aquí entra en juego el principio propuesto por Claude Shannon. La información es la incertidumbre eliminada. Es precisamente en ese momento cuando algo se ha convertido en esto y no en aquello.
Cuando nace la unidad de información, fíjate en un electrón. Mientras está en superposición, no está definido, pero en cuanto lo mides, toda la nebulosidad se colapsa en algo concreto. Y es precisamente en ese momento cuando obtienes la información. Resulta que es un acto de elección; pero, ¿quién elige? ¿El mundo, nosotros o el propio espacio? ¿No está claro?
En segundo lugar, a partir de las interacciones físicas, la teoría moderna, desde la mecánica cuántica hasta la teoría de campos, se inclina cada vez más por la idea de que la información está integrada en la estructura misma del universo, en cada proceso, en cada interacción. Cualquier colisión entre dos partículas, cualquier curvatura gravitacional no es solo un acto físico, es un intercambio de información. Según la teoría de Landuer, cualquier borrado lógico de información, por ejemplo, el reinicio de la memoria de un ordenador, requiere energía. Por lo tanto, la información no es nada.Tiene un valor termodinámico, participa en ecuaciones, tiene un precio en julios.
Y, en tercer lugar, de la nada. Algunos teóricos sugieren que la información podría haber sido la esencia primaria de la que luego surgió el universo. En otras palabras, no hubo primero la energía y luego la estructura. Había un conjunto puro de estados posibles como un océano potencial de todas las variaciones. Y, a partir de ahí, como si alguien hubiera iniciado un cálculo, comenzaron a surgir elementos concretos.
Como en un juego, antes de pulsar el botón inicio, hay infinitos mundos potenciales, pero al pulsarlo comienza la simulación. Esta hipótesis se ve reforzada por las ideas sobre el multiverso de la potencialidad cuántica. Algunos incluso discuten seriamente, ¿y si la información es algo extratemporal, independiente de la materia, no vinculada al tiempo? ¿Y si es una realidad absoluta y todo lo demás son manifestaciones temporales de ella?
Si la información no solo surge de la materia, sino que, por el contrario, genera materia, crea espacio, oculta el tiempo, entonces, tal vez, estemos ante algo eterno, algo que no desaparece. Incluso si las galaxias se apagan, los agujeros negros se evaporan y el espacio se colapsa, la información puede permanecer. Comenzamos con una pregunta que sonaba a filosofía científica o incluso a abstracción poética. La información es primaria, pero ¿cómo crea todo lo demás? La materia ya no parece algo fundamental. Su densidad, su estabilidad, son una ilusión que surge de la interacción de patrones invisibles.
La energía que considerábamos la fuerza motriz del universo resulta ser nada más que una forma de mover y transformar la información. Incluso el tiempo, nuestro ancla y director de todos los acontecimientos, comienza a aparecer un efecto secundario de los procesos de cálculo, una secuencia de actualizaciones en un gigantesco sistema de información. Y el espacio ya no es un escenario, es una proyección de datos. Está, literalmente, escrito, a partir del contenido de su frontera. Todo esto suena a ciencia-ficción, pero son precisamente estas ideas las que sustentan las principales teorías de la física actual. Y aquí surge la pregunta más interesante.
¿Quién, o qué, pone en marcha este cálculo del mundo? Simplemente observamos como la información se despliega por sí misma o hay algún nuevo nivel oculto en algún lugar más allá de todos los bits. Quizás nosotros mismos seamos esa pregunta que la realidad se plantea a sí misma.
Quizás la conciencia no sea un producto, sino un socio, un coautor del universo. O quizás incluso más. La información es la conciencia y toda la realidad es su sueño. Al final, todo lo que ves, sientes y tocas puede que no sea más que una interfaz. Detrás de ella se esconde una arquitectura invisible de diferencias, bits y patrones.
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