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jueves, 2 de marzo de 2023

Gafes legendarios y de gran poder.

[Casi me muero por un golpe de calor después de ampliar este artículo: de verdad] Los gafes existen, aunque son pocos y de poder variable. Los hay flojos y los hay temibles. También pueden ser objetos, lugares o animales. Los gatos de Harry Lime, el de Alien, el de Vito Corleone, el de Holly Golightly, Señora Norris, por ejemplo; el perro Pard de Humphrey Bogart, que sigue invariablemente a las gentes tocadas por la desgracia, o los coches de James Dean (no solo lo mató a él, se lo predijeron y mató a otros cuatro que lo compraron sucesivamente, y quebró las piernas a un mecánico; y también actuó incluso cuando fue vendido en piezas: cada fragmento siguió haciendo de las suyas y cosechando desgracias; eso ocurrió también con el del Archiduque que murió junto a su esposa asesinado un 28 de junio, el del comienzo de la I Guerra Mundial; este coche fue comprado o heredado cuatro veces: y a todos sus propietarios los mató en poco tiempo.

En España los gafes han abundado tanto como ha escaseado la gente con baraka o antigafe. Cabe mencionar el poderosísimo del rey Amadeo de Saboya: cuando contrajo matrimonio con Maria Victoria del Pozzo, varios de los testigos se suicidaron, uno de ellos nada más acabar la ceremonia, de un tiro en la sien. El conductor del carruaje que les trajo a España desde Italia murió aplastado al caer su carro por un despeñadero. Amadeo fue nombrado Rey de España por el general Juan Prim, pero el día en que llegó a Madrid para ser presentado ante las Cortes y allí ser proclamado Rey se encontró con el cadáver del General Prim, que había sido asesinado la tarde anterior, junto al Congreso, en la calle del Turco, y solo pudo velar su cadáver. Su reinado fue tan efímero que él mismo se obligó a renunciar abandonando España para siempre. 

Según numerosos analistas políticos y periodistas otro gafe más reciente y en activo fueron Luis Yáñez o José Luis Rodríguez Zapatero, a quien se le atribuye la capacidad de hacer perder las elecciones a todos los candidatos extranjeros que apoya, además de otra serie de fatalidades. Por estas razones, el periodismo político en España siempre ha tratado temerosamente de lo relativo a los gafes de cada época, evitando incluso nombrarlos. Algunos articulistas se decían peritos en detectar gafes; César González Ruano cuenta que, en su tertulia del Gijón, cundía el pánico cuando entraba un político que hizo varios alardes de su potencial negativo. Un día, al pedir un café en la barra, explotó la cafetera dejando ciego al camarero. También otro columnista más reciente, Jaime Capmany, en el diario ABC se refería al gafe de turno del cual decía no se podía nombrar ni escribir su nombre para no atraer la desgracia. El novelista Juan Antonio Zunzunegui, por caso, era un jettatore poderosísimo y temido por todo el mundo. Alfonso XIII y el portero De Gea también han sido señalados frecuentemente.

Violet Jessop era azafata de la naviera White Star y trabajaba en el buque Olimpic que se hundió el 20 de septiembre de 1911. Sobrevivió a la tragedia y pasó a formar parte de la tripulación del Titanic, y de nuevo salió con vida tras su hundimiento. En 1915 volvió a sobrevivir tras la colisión con una mina del barco en el que viajaba como enfermera durante la Primera Guerra Mundial. 

Tal vez no sea estrictamente un gafe o cenizo el llamado pararrayos humano: Roy Sullivan aparece en el libro Guinness de los récords por ser la persona que más rayos ha recibido. Se ha topado con uno en 9 ocasiones y, en siete de ellas, recibió el impacto. ¿Cuál es la probabilidad de recibir el impacto de un rayo? 1  de cada 3 millones. 

Robert Todd Lincoln, hijo del presidente americano Abraham Lincoln, estaba con él cuando su famoso padre fue asesinado de un disparo. También estuvo cuando, en 1881, el presidente James A. Garfield fue asesinado a tiros al subir a un tren. Y, años después, el presidente William McKinley lo invitó a una exposición y allí fue testigo del tercer asesinato de un presidente de su país. Se dice incluso que el fantasma de este último presidente se aparece de vez en cuando. 

“El día que vino Rappel de invitado, que empezamos a grabar sobre las nueve de la mañana, no acabamos hasta las cuatro y pico de la madrugada, porque nos pasó de todo, pese a las medidas de seguridad que teníamos: un concursante se nos cayó del arnés y tuvimos que parar porque se lo tuvieron que llevar al hospital; otro casi se ahoga en una prueba de la piscina; la luz nos fallaba cada dos por tres, con apagones constantes de cinco y diez minutos… Y casi salimos ardiendo porque falló una cosa en los efectos especiales, en una de las pruebas con fuego. Después de grabar me dijeron que Rappel tenía fama de gafe y que cuando él va a televisión "pasa de todo”, me contó una vedette. Otros gafes bastante poderosos son José Vélez, Juan Pardo e Isabel Pantoja.

Antoine Griezman es un futbolista maestro en frustrar cualquier final. Kirikocho es un argentino cuya presencia arruina cualquier intento deportivo, incluso si su nombre se grita una sola vez, y el gafe del futbolista galés Aarón Ramsey mató a un total de veinte celebridades mundiales, siempre cada vez que marcaba un gol.

También hay gafes solo en un aspecto. El escritor Stefan Zweig cuenta en sus memorias El mundo de ayer, escritas poco antes de suicidarse junto a su mujer, que se convenció de que no debía escribir teatro, porque todos los implicados cuando estrenaba una pieza se morían enseguida impidiéndolo: empresarios, actores, dueños del teatro; en cuatro veces que probó, ocurrió así: como atacados por una maldición faraónica. La última vez se mostró remiso, hasta que lo presionaron tanto, tanto, que solo accedió pidiendo previos chequeos de salud en todos los implicados para evitarlo, y, sin embargo, pasó lo de siempre, aunque esta vez fue incluso más fulminante.

Pero, como en la película de Shyamalan, también existen personas que se caracterizan por lo contrario: gente que goza de una suerte insolente y constante, pese a su demostrada estupidez. El caso más notorio es de Timothy Dexter, el bostoniano que se volvió uno de los hombres más ricos cometiendo siempre una idotez tras otra. Le era imposible fracasar, simplemente.