I
Alicia nunca pudo hablar en sus seis años de vida hasta que entró en un coro y empezó a cantar: “No voy a callar nunca”, en El País, por Rafa Ruiz-Matas, Madrid - 28 NOV 2025:
Las clases en el coro ArteSí con menores vulnerables ayudaron a una niña con un trastorno del lenguaje a sobreponerse a su diagnóstico y cantar con normalidad
Nadie la había escuchado pronunciar una palabra en los seis años que tiene de vida. Llamémosla Alicia. Solo se comunicaba con su familia a través de tímidos ruidos porque sufre un trastorno del lenguaje. Durante varios meses había trabajado con los servicios de atención psicológica de la asociación Olvidados, pero la terapia no logró que superase la barrera a la que se enfrentaba. La habían incorporado desde enero de 2025 a un coro musical, ArteSí se llama, en el que trabajó junto a niños y niñas de cinco a 15 años, donde gesticulaba aunque no saliera de su boca una sílaba. Simulaba cantar, parecía vocalizar, pero nadie escuchaba su voz. Esa voz.
Hasta que llegó un día. Fue en mayo. El coro había organizado un concierto abierto al público en el que las nueve alumnas que entonces componían la agrupación podían demostrar todo lo que habían aprendido durante el curso. La encargada del coro, la violinista y profesora de Primaria Melissa Castillo, dio una frase a cada niña para que hiciera un solo y le preguntó también a Alicia si quería hacerlo, y ella asintió con la cabeza.
“Al decirme que sí, yo confié ciegamente en ella”. La maestra nunca la había escuchado cantar en los ensayos, pero no perdió la esperanza. Le dio su frase.
Llegado el momento, tal y como habían acordado, una compañera le pasó el micrófono a Alicia. Y todos escucharon su voz. Cantó “también de dolor se canta, Llorona, cuando llorar ya no se puede”.
“Cuando llegó su frase se puso a cantar ella sola”, relata Castillo emocionada. Ese verso de la canción mexicana La Llorona fueron las primeras palabras que pronunció Alicia a sus seis años de vida. Aquella interpretación musical fue un paso de gigante en el camino para superar el trastorno del lenguaje que padece. “Me gusta mucho hablar, no voy a callar nunca, nunca y nunca”, afirmó ella misma con una dicción casi perfecta un mes después de haber cantado La Llorona.
Pocas personas son conscientes de que poder comunicarse verbalmente con el resto del mundo es un privilegio, pero pronunciar una frase ordenada con sus vocales y sus consonantes puede ser un auténtico rompecabezas para personas que sufren algún trastorno del lenguaje, como le ocurre a Alicia. La profesora Castillo ya conocía su caso desde hacía meses. “Había trabajado con ella de forma individual, pero nunca la había escuchado hablar. Me pareció que podría encajar muy bien en el grupo”, recuerda. La violinista fundó el coro en julio de 2017 después de haber trabajado con menores sirios refugiados en Grecia. “De aquel viaje salió un trabajo audiovisual con niños refugiados que fue muy bonito y que nos dio pie a comenzar este proyecto estable aquí en Madrid”, relata.
La doctora en Psicología Silvia Álava señala que la música es “un excelente facilitador emocional” y que contribuye a manejar los sentimientos: “Ahí se van a desarrollar unas habilidades emocionales que pueden ser muy importantes porque se está trabajando toda esa parte de gestión y regulación de la emoción, de esos nervios y de esa ansiedad”.
Los 20 niños de entre cinco y 15 años que integran el coro ArteSí desprenden un brillo especial, una mezcla entre la seguridad de quien confía en sí mismo y la inocencia propia de la infancia. Un equilibrio perfecto que han conquistado después de meses de trabajo con la ayuda de su profesora de música. “Ha sido un proceso donde yo he visto un cambio muy grande porque al principio [los niños] llegaron con poca seguridad y, con el tiempo, se han abierto completamente a su entorno”, matiza la violinista. Y la principal protagonista de esa evolución ha sido Alicia.
A partir de ahí empezó a ir mucho más alegre a los ensayos y en la asociación percibieron que Alicia se sentía parte activa del coro. “Este curso hemos vuelto a contar con ella. En las sesiones de terapia habla, se ríe con nosotros y hace frases perfectamente formadas. Es una niña maravillosa, empática, sensible y creemos que va a superar al 100% el diagnóstico que tiene”, afirma Castillo. Álava explica que tener esa “red de apoyo” con los iguales puede ser “un factor protector” de la salud mental. “Un coro donde se puedan reunir los niños puede tener muchos efectos positivos”, agrega. Lanzarse a hablar en público o, en este caso, cantar, puede ayudar a canalizar esos nervios y esa ansiedad.
La metodología de trabajo de Melissa Castillo no se limita exclusivamente a aspectos musicales, sino que también aborda la parte cognitiva, el juego, y, en general, la artística. “Hacemos actividades de autoconocimiento, de fomentar su confianza y su sensación de pertenencia a un grupo”. En el proceso de aprendizaje también desempeñan un papel importante las familias y por ese motivo la asociación establece un contacto muy cercano con los padres de los niños y adolescentes que componen ArteSí. “Trato de darles herramientas que les permitan construir un entorno familiar más establece y que todos estén mejor”, asegura Castillo.
La historia de superación de Alicia es una muestra de lo que representa para los niños del coro ArteSí poder participar en ese proyecto de la asociación Olvidados. “Nosotros vemos continuamente que los resultados del arte llegan de una manera muy profunda a los niños”, destaca la vocal de la organización, Nereida Coig. La enseñanza que reciben los menores no solo es un aprendizaje para ellos, sino también para las personas que les dan clase, como explica Castillo: “Para mí el poder trabajar con ellas es un privilegio porque son personas que me enseñan cada día a poder avanzar”. Además del grupo musical, Olvidados también impulsa Alas, un proyecto de estimulación temprana e infantil que cuenta con apoyo psicológico, destinado a menores de familias desfavorecidas. Hoy atienden a 30 niños —de entre cuatro meses y 12 años—, con diferentes dificultades: retraso madurativo, dislexia, lenguaje pobre y/o tardío, alteraciones en la atención, impulsividad, hiperactividad, hipersensibilidad o autismo, entre otros diagnósticos.
El último capítulo de esa colaboración mutua entre los niños del coro ArteSí y la asociación ha sido versionar la canción Niño sin miedo junto a dos de sus compositores: David Santiesteban e India Martínez. “Desde que se lo comentamos a India su colaboración ha sido extraordinaria, ha sido una entrega absoluta, el proyecto le ha gustado muchísimo”, cuenta Coig. A través de esa iniciativa, la asociación busca dar a conocer el coro en Madrid y conseguir el apoyo de más artistas para grabar un futuro disco. Todo enfocado en seguir fomentando el aprendizaje y el desarrollo de niños y niñas como Alicia a través de la música.
II
Niños que tardan en hablar: la importancia de la detección temprana, en El País, por Ana M. Longo, Ourense - 8 NOV 202:
El hito de los dos años, cuando el menor es capaz de juntar dos palabras, sirve de índice de medida para ver si está adquiriendo bien el lenguaje. Observar el ritmo o estimular la comunicación desde casa son pautas que impulsan su desarrollo
Hay errores frecuentes de los adultos hacia los niños, como hablarles como lo hacen ellos, con lengua de trapo, y no aplicar el modelado.
Que el menor hable poco o tarde en empezar a expresarse genera inquietud en muchos padres. Las comparaciones con otros niños de su entorno o la sensación de que va más lento suelen alimentar la preocupación. Diversas investigaciones en España respaldan la importancia de implicar a las familias en la estimulación temprana del lenguaje. Uno de los estudios al respecto más destacados es el realizado por profesores de la Universidad Católica San Vicente Mártir de Valencia sobre el programa Takes Two To Talk (ITTT), un modelo de intervención en el que se capacita a los padres para fomentar la comunicación de sus hijos en situaciones cotidianas. El trabajo, titulado Parent-Implemented Hanen Program It Takes Two to Talk: An Exploratory Study in Spain (Programa Hanen implementado por los padres Se necesitan dos para hablar: Un estudio exploratorio en España) y publicado en 2021, observó mejoras significativas en la comunicación social, evaluada mediante indicadores como la mirada y los gestos, de las 17 familias con hijos con retraso en el habla que participaron. Frente a las siete que tuvieron terapia dirigida por clínicos, el grupo It Takes Two to Talk, formado por 10 familias, mostró mejores resultados en comunicación social, sin diferencias en vocabulario o sintaxis. Además, no se detectaron cambios en el estrés parental y sí una mejora en la percepción de las dificultades comunicativas.
La Asociación Española de Pediatría (AEPed) identifica también la utilidad de una intervención oportuna. En su protocolo sobre trastornos del lenguaje, el habla y la comunicación, de 2022, destaca que detectar de forma temprana las señales de alerta y derivar a servicios especializados puede mejorar el pronóstico del desarrollo lingüístico en la infancia.
Miriam Escacena, educadora: “Los padres estamos tan estresados que hemos pasado a una labor más de cuidar que de educar”
Las conclusiones de ambos informes se reflejan también en las experiencias de muchos padres. Maripaz, madre de un pequeño de cuatro años, recuerda los meses de incertidumbre antes de buscar atención especializada. “Hasta casi los tres años apenas decía palabras sueltas. En el parque veía cómo los demás niños hablaban sin parar y yo me angustiaba, pensando que algo no iba bien. El pediatra nos recomendó esperar, pero yo seguía inquieta y, al final, decidimos acudir a un logopeda”, cuenta. Gracias a las sesiones y a los juegos que aprendió para hacer en casa, su hijo empezó a soltarse: “Ahora se comunica mucho mejor. Y yo también empecé a ver las cosas de otro modo: no hay que comparar con otros niños, pero tampoco quedarse de brazos cruzados cuando ves que algo no avanza. La intervención temprana nos dio tranquilidad y a él le dio confianza”.
Según el logopeda Agustín Gómez, generalmente, la comunicación nace antes de expresar las primeras palabras: “Balbucean e interactúan con los adultos”. Comenta que alrededor de los 12/15 meses producen las primeras palabras reales (“mamá”, “papá”, “agua”…), y sobre los 18/24 meses hay que tomar medidas y consultar con un profesional si el menor manifiesta pocas palabras. También recalca que es importante estar atentos a la articulación: “Debe ir mejorando entre los 30 y 36 meses. Si alrededor de los 3 años no se les entiende, también es propicio consultar un logopeda”, aconseja.
Gómez apunta algunas actividades sencillas que se pueden hacer en casa: “Como la lectura de cuentos y comentar imágenes o situaciones cotidianas, porque ayudan a estimular el habla sin presionar al menor”. Y asegura que una atención logopédica a tiempo suele traducirse en una evolución positiva y un mejor pronóstico. “Si estamos hablando de una dificultad estable (un Trastorno del Desarrollo del Lenguaje, por ejemplo), la actuación temprana es clave, ya que permite llegar antes al diagnóstico y proponer una atención más adecuada”.
Algunas señales que deberían alertar a las familias sobre dificultades en el lenguaje son: la emisión de balbuceos, la repetición de sonidos y palabras o las reacciones al propio nombre.
Esa intervención temprana se apoya también en la madurez del cerebro infantil. La neuropsicóloga María Dolores Fernández Cros, también directora clínica del centro de psicología, logopedia y neurodesarrollo iPsike, en Madrid, afirma que el desarrollo cerebral resulta esencial en la adquisición del lenguaje. Esto es así especialmente durante los primeros años de vida, cuando el cerebro infantil pasa por un periodo de máxima plasticidad que facilita el aprendizaje.
Fernández habla de distintas áreas que intervienen en este periodo de plasticidad: motricidad fina y gruesa, percepción e integración sensorial, adquisición de capacidades atencionales y mnésicas e interacción comunicativa: “La detección temprana de problemas en la adquisición del habla marca la diferencia, porque permite aprovechar la etapa de mayor plasticidad cerebral”, asegura. Asimismo, la experta añade que ayuda a distinguir las simples alteraciones en la articulación, como ceceo, seseo o problemas con sílabas trabadas, de trastornos más amplios que afectan a la comprensión o la expresión del lenguaje.
La logopeda Isabel de la Torre Moreno aclara que las señales que deberían alertar a las familias pueden observarse en distintas áreas del desarrollo: la emisión de balbuceos, la repetición de sonidos y palabras, las reacciones al propio nombre, la ejecución de órdenes sencillas o la regresión en el lenguaje o en las habilidades ya adquiridas. También, según añade, pueden manifestarse híper o hipo sensibilidad sensorial, alteraciones en el desarrollo del juego, la atención conjunta o la intención comunicativa, así como problemas en el procesamiento visual y/o auditivo.
El papel de las familias y la escuela
En la misma línea, Antonio Clemente, logopeda y psicólogo infantil con más de tres décadas de experiencia clínica en Bilbao, explica que el hito de los dos años, cuando el pequeño es capaz de juntar dos palabras, es muy importante y sirve de índice de medida para ver si el menor está desarrollando bien el lenguaje o no. Resalta que existen errores frecuentes entre los padres: hablarles como lo hacen ellos, con “lengua de trapo” y no aplicar el modelado (técnica que consiste en repetir lo que el menor dice, pero bien articulado y ampliando la frase para ofrecer un modelo correcto). “Lo último que oye el oído del niño, su cerebro procesa”, resume el especialista.
Respecto al entorno escolar, expone que las diferencias se pueden detectar al comparar la evolución mensual de cada niño, ya que en una misma aula puede haber grandes variaciones de madurez. Según detalla Clemente, los trastornos del lenguaje afectan aproximadamente a entre un 3% y un 7% de la población infantil, estimación que basa en trabajos de referencia internacionales como los de Norbury et al. (2016), por lo que detectarlo a tiempo permite actuar y mejorar el pronóstico. El experto insiste en que los profesionales escolares deberían derivar a las familias a un logopeda para realizar una valoración y orientar la estimulación en el entorno del menor, con revisiones periódicas. “Trabajamos también con los pediatras; antes era habitual oír ‘ya hablará’, y es un consejo pésimo”, advierte.
Sobre la importancia de los gestos y la comunicación no verbal, el logopeda señala que es fundamental adecuar los gestos a los mensajes, que exista coherencia. “Los niños captan primero la entonación antes que las palabras”, indica. Y educar las emociones y en la autonomía: “Hay que responderles a lo que preguntan; así se fomenta la confianza y se desarrolla el lenguaje y un control emocional adecuado. La emoción es la entrada al aprendizaje”, describe.