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lunes, 27 de enero de 2025

Pros y contras del método Montessori

 Pros y contras del método Montessori, una educación que se sale de lo convencional, en El País, Mayte Ametlla, 27 ene 2025:

Esta corriente pedagógica lleva más de un siglo en las aulas con un enfoque que respeta los ritmos de cada niño y fomenta su autonomía, creatividad y aprendizaje, pero algunos expertos señalan la falta de límites y de objetivos claros. La principal fortaleza del método Montessori es que sitúa al niño en el centro del aprendizaje, permitiéndole desarrollar habilidades como el pensamiento lógico, creativo y abstracto.

En la era de las redes sociales y la sobreinformación, los padres enfrentan un aluvión constante de consejos y opiniones sobre cómo educar a sus hijos. Desde blogs y foros hasta influencers especializados en crianza, cada día parecen surgir nuevas corrientes pedagógicas que prometen ser la clave para el éxito educativo y emocional de los más pequeños. Aunque no es nueva, una de las más populares es el método Montessori, creado por la pedagoga italiana Maria Montessori en 1912. Un enfoque educativo que lleva más de un siglo generando polémica, atrayendo tanto a fervientes defensores como a voces críticas.

Entre los mitos más comunes sobre este tipo de enseñanza se dice que los niños no tienen límites ni reglas, que no socializan porque trabajan solos, que no saben adaptarse a la educación tradicional o que crecen indisciplinados porque se les deja ser libres. Pero, ¿qué hay de cierto en esto? ¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de una educación que se sale de lo convencional?

Miriam Escacena, ingeniera, madre de dos hijos, experta en pedagogía Montessori y formadora de maestros, asegura que el objetivo de esta educación es “permitir el desarrollo integral del niño desde un punto de vista intelectual, físico, emocional y social”. También destaca que esta educación respeta al menor y sus tiempos: “No se obliga a alcanzar hitos concretos, como dejar el pañal a los tres años o aprender a leer y escribir a los cuatro. Si un pequeño necesita más tiempo, se respeta, porque forzar un aprendizaje puede crear rutas neuronales incorrectas”.

“Su principal fortaleza es que sitúa al niño en el centro del aprendizaje, permitiéndole desarrollar habilidades como el pensamiento lógico, creativo y abstracto”, sostiene también Laura Cerdán, licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona y en Psicopedagogía por la Universitat Oberta de Catalunya. Sin embargo, Cerdán advierte que, en muchas ocasiones, el método se aplica sin límites o pautas claras: “Dejar que el niño marque completamente su formación puede convertirlo en una norma demasiado permisiva”.

Escacena, también creadora de la web Tú guía Montessori, resalta, en cambio, que esta disciplina fomenta una gran autonomía en los menores, lo que repercute directamente en su autoestima: “Estamos acostumbrados a sobreproteger en exceso a los pequeños, y eso les convierte en inválidos. En nuestras escuelas se les da libertad para tomar decisiones desde muy temprano, fortaleciendo sus funciones ejecutivas esenciales para organizar el tiempo y resolver problemas”. Respecto a la formación académica, Escacena desmiente que los alumnos educados en esta disciplina no alcanzan los mismos niveles que los matriculados en los colegios tradicionales: “El aprendizaje es muy significativo porque se basa en experiencias sensoriales y manipulativas. Todo lo que pasa por el cuerpo se conecta mejor en el cerebro. Como decía Maria Montessori, la mano es el instrumento de la inteligencia”.

Deborah, madre de una niña de 2 años y un niño de 5, también valora el impacto positivo de los colegios Montessori: “Muchos creen que los pequeños no son capaces de hacer prácticamente nada solos, pero, si se les da la oportunidad, pueden lograr muchísimo. Mi hija de 2 años ya pone la mesa, se sirve agua y se viste sola”. Sarah Reynoso, madre de dos niños de 1 y 5 años que vive en Miami (Estados Unidos), asegura que el método Montessori transformó la vida de toda su familia. “No solo me volví más comprensiva con mis retoños, sino también conmigo misma. Me abracé, sané y cambié mucho”, afirma. Además de educar a sus hijos en un colegio Montessori, está certificada en esta pedagogía.

Pero el testimonio de algunas familias refleja que este método no siempre cumple con las expectativas deseadas. “Cuando Marc tenía 8 años costaba mucho que estuviera sentado a una mesa. En el colegio nos decían que los niños necesitaban moverse, pero su padre y yo sentíamos que no era normal. Cada vez que íbamos a un restaurante era una locura; incluso un camarero llegó a llamarnos la atención porque molestaba al personal”, recuerda Laura, madre de Marc y Blanca. También comenzó a notar que el menor iba retrasado en lectura y, más tarde, su hija Blanca mostró dificultades similares. “Una amiga me habló del colegio donde iban sus hijos, que era más tradicional, y decidimos cambiar antes de que Marc llegara a Primaria, y fue un acierto”.

Cerdán, autora del libro Para quererte mejor (Editorial Aulamagna, 2023), menciona algunos casos tratados en su consulta cuando la flexibilidad del método ha derivado en problemas: “He visto alumnos en 4º de Primaria que no sabían multiplicar por dos cifras porque los niños no habían pedido aprender esto. Respetar su ritmo está bien, pero no marcar objetivos claros puede tener consecuencias nefastas”.

Algo fundamental que destaca Cerdán es cuándo y cómo debe aplicarse este tipo de enseñanza para que sea realmente efectiva. “Aunque se puede aplicar en toda la vida escolar, el enfoque Montessori funciona especialmente bien en la etapa de infantil [de 0 a 6 años], una edad clave para el aprendizaje sensorial y emocional”, aclara. Sin embargo, considera que tanto en Primaria como en etapas posteriores es crucial que la disciplina se implemente correctamente por docentes bien formados. “Conozco casos en los que los alumnos no tenían ni mesa para sentarse, visitaban el huerto, aprendían cosas lúdicas muy interesantes, pero no sabían leer o sumar”, advierte. Por ello, recomienda a las familias informarse a fondo antes de elegir un centro, asegurándose de que está bien aplicada y supervisada.

Cerdán insiste en que vivimos en una sociedad competitiva que exige resultados y que, aunque las pedagogías innovadoras son positivas, es esencial garantizar que los niños adquieran competencias básicas, “porque vivimos en una sociedad que busca resultados”. Escacena no comparte las reservas que plantean algunos detractores y defiende que “en un mundo donde la tecnología pone toda la información al alcance de un clic, el método Montessori destaca por su capacidad para desarrollar las llamadas soft skills (competencias sociales)”. Según la experta, estas habilidades, que incluyen “la creatividad, la resolución de problemas, el trabajo en equipo y el pensamiento crítico, son esenciales en el siglo XXI” y preparan a los niños para enfrentarse con éxito a los retos de un entorno en constante cambio.

Otra de las críticas más comunes hacia el método Montessori es que se percibe como “solo para ricos” debido a los altos costos de las escuelas privadas que lo implementan. Escacena reconoce que, en algunos casos, las tarifas son más elevadas por la baja ratio de alumnos por maestro, pero recuerda que cada vez son más los colegios públicos en España que están adoptando esta metodología como parte de sus proyectos educativos. “Esto demuestra que es un enfoque accesible y aplicable en distintos contextos”, aclara. Como ejemplo, menciona el CEIP San Benito en Madrid, donde, según confirma, toda la etapa de Educación Infantil lo ha incorporado. “Es una propuesta educativa que puede beneficiar a cualquier niño”, concluye.

Además, la experta y guía Montessori defiende que este enfoque no solo impacta positivamente en el desarrollo de los menores, sino también en las relaciones entre padres, educadores y alumnos, fomentando una comunicación respetuosa y una comprensión más profunda de las etapas del crecimiento. Cerdán, por su parte, recalca que el niño puede ser el maquinista del tren, pero necesita una buena locomotora, “unas vías en buen estado y alguien que le ofrezca opciones de posibles rutas”.

Entrevista al neurocientífico Rafael Yuste

Rafael Yuste, neurocientífico: “Tenemos que evitar una fractura en la humanidad, con unas personas aumentadas mentalmente y otras no”, en El País, Manuel Ansede, 5 ene 2025:

El investigador, de la Universidad de Columbia (EE UU), ha impulsado el nuevo Centro Nacional de Neurotecnología en España, un instituto que fabricará aparatos capaces de penetrar en la mente humana y modificarla. 

Hace casi un año tuvo lugar una escena inusual en el Congreso de los Diputados. Un pequeño grupo de parlamentarios se sentó a ver la última película del cineasta alemán Werner Herzog, Theatre of Thought (El teatro del pensamiento), un documental que alerta de que las neurotecnologías —aparatos capaces de leer o incluso modificar la actividad del cerebro humano— están a punto de transformar el mundo para siempre. La hipnótica voz en off del director resonaba en la Sala Constitucional del Congreso. “¿En el futuro podrás leer mi mente y ver mi próxima película antes incluso de que yo la ruede?”, pregunta Herzog a un investigador en un momento del film. El neurocientífico Rafael Yuste, protagonista del documental, estaba entre los diputados españoles, intentando concienciarlos de los riesgos de penetrar en la mente humana. Su respuesta a la pregunta del cineasta es estremecedora: “Probablemente”.

Yuste, nacido en Madrid hace 61 años, dirige el Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia, en el corazón de Nueva York (EE UU). Cuenta que, hace una década, su vida cambió por un experimento. “Estudiando la corteza visual de un ratón, pudimos no solamente descifrar lo que estaba viendo, sino manipular su actividad cerebral para hacerle creer que estaba viendo cosas que no estaba viendo. Como si le metiésemos una alucinación en su cerebro. Y el ratón se empezó a comportar como si realmente estuviese viendo esta imagen falsa. Lo manejábamos como una marioneta. Aquella noche no dormí”, rememora por videoconferencia desde un pueblo madrileño, horas antes de las campanadas de Nochevieja. “Lo que hoy hacemos en un ratón se podrá hacer mañana en un humano. Hemos abierto la puerta a unos problemas éticos y sociales gordísimos, como le ocurrió al físico Robert Oppenheimer con la bomba atómica”, reflexiona.

“Tener un sensor en la cabeza será de rigor en 10 años, igual que ahora todo el mundo tiene un teléfono inteligente”

El neurocientífico español lleva cinco años trabajando en la sombra para dar forma al inminente Centro Nacional de Neurotecnología (Spain Neurotech), que se instalará en un edificio de la Universidad Autónoma de Madrid. Con una inversión prometida de 200 millones de euros hasta 2037, es una de las mayores iniciativas de la historia de la ciencia española. Yuste, que se define como “instigador” del proyecto, explica que está negociando para incorporarse como director científico.

Pregunta. En una entrevista hace tres años, usted afirmó que “tener un sensor en la cabeza será de rigor en 10 años, igual que ahora todo el mundo tiene un teléfono inteligente”. Quedan siete años. ¿Lo sigue pensando?

Respuesta. No sé si será obligatorio, pero las cosas van superrápidas. Hace ya más de un año, un equipo de la Universidad de Tecnología de Sídney, en Australia, y una empresa neurotecnológica desarrollaron un casco de electroencefalografía acoplado a un sistema de inteligencia artificial generativa. Consiguieron descifrar el lenguaje mental de 19 voluntarios, con una exactitud que en promedio era baja, de alrededor del 40%, pero con muchísima exactitud en algunos casos. Hay un vídeo en el que se ve cómo descifran las palabras que está generando una persona en su cerebro: “Buenas tardes, espero que estés bien. Me tomaré un capuchino con extra de café”. En realidad no sabemos lo que es un pensamiento, pero sí conocemos el lenguaje. Descifran las palabras que no se pronuncian. El potencial que tiene esto es brutal.

P. ¿En qué está pensando?

R. Supongo que esta empresa australiana quiere construir un sistema para que tú puedas, por ejemplo, escribir a máquina en la computadora a base de pensar, sin utilizar los dedos. Creo que estamos relativamente cerca de que eso ocurra y, cuando suceda, va a ser una revolución. Imaginemos que llevas un casco de estos o una gorra: puedes generar lenguaje internamente, que te lo descodifique el sistema, comunicarte con otras personas, dar instrucciones, manejar un equipo robótico. Se va a abrir un mundo entero. Tenemos que anticiparnos a este futuro que nos viene de frente, en el que vamos a utilizar neurotecnología en la vida corriente igual que utilizamos ahora los móviles, una neurotecnología que también nos aumentará las capacidades mentales y cognitivas.

P. ¿Cómo nos aumentará las capacidades?

R. Por ejemplo, hace ya dos años, un equipo de la Universidad de Boston utilizó neuroestimuladores electromagnéticos encima de la cabeza para estimular una parte del cerebro y aumentar la memoria un 30%. Era un experimento control para después probarlos en pacientes con alzhéimer u otras demencias. Imaginemos cuando se empiecen a vender: “¿Quiere usted tener más memoria? Pues le vendo un estimulador electromagnético que cuesta 1.000 euros y aumentará su memoria”. Vamos a tener una situación en el mundo en la que, con neurotecnología, podremos empezar a retocar la actividad cerebral, no solo descifrarla, sino cambiarla. Estamos hablando de una cosa gordísima, porque la actividad cerebral es el santuario de la mente humana, de ahí sale todo lo que somos mentalmente: nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras creencias, nuestra personalidad, nuestros recuerdos. Con neurotecnología, puedes mapear la actividad mental y cambiarla. Puede tener aplicaciones fantásticas: entender qué ocurre ahí dentro, sistemas para escribir a máquina a base de pensar, imaginemos todas las aplicaciones médicas… Pero también tenemos muchos riesgos, porque estamos abriendo la tapa de la mente de las personas, con tecnología. Tenemos que asegurarnos de que esto esté superprotegido desde el comienzo.

Cambiar la actividad cerebral es una cosa gordísima, porque es el santuario de la mente humana

P. ¿Cómo será el Centro Nacional de Neurotecnología?

R. Tendrá más de 250 investigadores y habrá tres grandes departamentos dedicados a fabricar neurotecnología: dispositivos para medir la actividad del cerebro humano y modificarla. Un departamento será de neurobiólogos, con métodos de genética, biología molecular, celular. Otro será de neuroingenieros, con métodos electrónicos, magnéticos, acústicos. El tercer departamento será de inteligencia artificial. Y luego habrá otros tres departamentos pequeños: uno para coordinar ensayos clínicos en toda España para aplicar las neurotecnologías a los pacientes, una pequeña incubadora de empresas para generar valor económico y otro de ética y derechos humanos. Sinceramente, no existe nada similar en el mundo.

P. El Ministerio de Ciencia se ha comprometido a poner 120 millones de euros, incluidos 40 millones de los fondos europeos; la Comunidad de Madrid, 78 millones; y la Universidad Autónoma de Madrid, dos millones. ¿Este dinero es suficiente?

R. Es fantástico. Yo lo he visto en primera fila y ha sido una cosa preciosa, que se tiene que contar. Con la tragedia de la covid, que devastó España, llegaron los fondos europeos para reconstruir el tejido tecnológico, industrial y científico. Surgió una oportunidad histórica para la ciencia española y las dos administraciones más enconadas que te puedes imaginar se han puesto de acuerdo. Han puesto la ciencia por encima de sus diferencias. Me he reunido varias veces tanto con la presidenta Isabel Díaz Ayuso como con el presidente Pedro Sánchez y no tengo ninguna queja. Han puesto todo lo que tenían que poner y más.

P. Usted y dos colegas alertaron hace un mes de que empresas como Meta [dueña de WhatsApp, Instagram y Facebook] y Apple ya han patentado, o están desarrollando, neurotecnologías vestibles que pronto llegarán al mercado con un alcance mundial nunca visto. Estás empresas, entonces, ya están invadiendo ese santuario de la mente humana.

R. Sí, ya empieza a haber cositas, aunque preliminares, por eso es tan urgente proteger la privacidad mental, porque ahora mismo hay montones de compañías de neurotecnología en todo el mundo que ya están acumulando datos cerebrales de los usuarios. Son dispositivos que se venden para dormir mejor, para meditar, para videojuegos, para pilotar drones con tu pensamiento, para mover un cursor en la pantalla de la computadora. Me preocupa que estas compañías estén acaparando todos estos datos. Ya se pueden empezar a descifrar, como se ha hecho en Australia, porque la inteligencia artificial está mejorando espectacularmente. Es cuestión de tiempo.

P. ¿A usted le da miedo que al comprar un videojuego con una diadema que lee la mente para mover un cursor, por ejemplo, esa lectura permita averiguar que padece ansiedad y ese dato acabe en una aseguradora?

R. Sí, esto, en principio, ya puede ocurrir. Los dispositivos médicos están regulados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, el problema son los destinados al consumo de masas. Nuestra fundación publicó un estudio en abril de 30 compañías de neurotecnología comerciales. Nuestro equipo jurídico se leyó la letra pequeña de todos los contratos que el usuario tiene que aceptar para poder encender el dispositivo o bajarse el software. Es un desastre. Si dices “Estoy de acuerdo”, las 30 empresas toman propiedad de todos tus datos neuronales. Y prácticamente todas las compañías se autorizan a vender esos datos a terceras partes, que puede ser una aseguradora o el Ejército de Corea del Norte. Es la situación de menor protección que te puedas imaginar. Como no hay leyes, las compañías dicen: “Bueno, de momento, me quedo con todo y me autorizo a venderlo”. Esta situación me preocupa muchísimo. Este agujero hay que taparlo inmediatamente.

Me preocupa muchísimo que las empresas estén tomando propiedad de todos tus datos neuronales

P. Usted afirma que los cinco neuroderechos básicos son: la privacidad mental, el acceso justo al aumento de la capacidad cerebral, preservar la identidad personal, estar libre de sesgos y mantener el libre albedrío.

R. Eso es. De los cinco, el más urgente es la privacidad mental, porque, como digo, hoy en España te puedes comprar en Amazon un casco de electroencefalografía para jugar por internet y todos esos datos son acaparados por la empresa que te lo ha vendido. Esto hay que pararlo inmediatamente. Sin embargo, al margen de la urgencia, el neuroderecho que yo pondría en primer lugar por importancia es el acceso equitativo al aumento cognitivo. Antes o después tendremos que lidiar con este problema. Vamos a tener la posibilidad de aumentarnos mentalmente, y ahí podemos crear una brecha en la sociedad con dos tipos de seres humanos: unos que están aumentados y otros que no. Tenemos que empezar ya a pensar en cómo evitar una fractura en la humanidad.

P. Técnicamente, ¿cuándo podría ocurrir eso?

R. Yo creo que pasará poco a poco. Quizá los dispositivos para aumentarnos la memoria pueden ser el primer aperitivo. No sé cuándo ocurrirá, pero lo veo en cuestión de pocos años.

P. Usted preside la Fundación de Neuroderechos, dedicada a alertar de las implicaciones éticas de la neurotecnología.

R. Ya hemos conseguido que la actividad cerebral esté protegida por ley en cuatro sitios en el mundo. Primero fue Chile, que hace tres años se convirtió en el primer país del mundo donde se protege la actividad cerebral de la ciudadanía. Después, en 2023, lo hizo el estado brasileño de Río Grande del Sur. Y en 2024 hemos conseguido que dos estados de Estados Unidos, Colorado y California, tengan leyes de protección de datos cerebrales. También hay proyectos de ley en discusión en Uruguay, en Ecuador, en México y en Brasil a nivel federal.

P. ¿Y en España?

R. En España todavía no se ha hecho nada, pero ya ha habido dos reuniones. La primera fue en febrero en el Congreso de Diputados. Hubo una buenísima recepción de todos los partidos políticos. Y hace un par de semanas me invitó el Senado para hablarles en la comisión de ciencia. Si todo va bien, vamos a empezar a trabajar con legisladores en 2025 para ver si España también se incorpora a este movimiento y lo lidera a nivel europeo. España sería el primer país en Europa en tener una legislación específica para proteger la actividad cerebral. La mejor solución sería establecer una regulación a nivel mundial, con un acuerdo de Naciones Unidas, y una agencia especializada, como el Organismo Internacional de Energía Atómica, pero ese es un objetivo muy complicado y a largo plazo.

España sería el primer país en Europa en tener una legislación específica para proteger la actividad cerebral

P. Usted es uno de los 12 miembros del Comité Español de Ética de la Investigación, el organismo que ha analizado el caso del rector de la Universidad de Salamanca, Juan Manuel Corchado. A él y a sus colegas les han retirado 75 estudios por prácticas fraudulentas, pero ha dicho que no va a dimitir. El diario local La Gaceta de Salamanca ha publicado que es el comité de ética el que no tiene ética.

R. Yo puedo asegurar que todas las deliberaciones que hemos tenido han sido escrupulosas desde el punto de vista de la ética y del respeto a los derechos del rector de la Universidad de Salamanca.

P. Desde el entorno del rector se criticó al comité de ética por estar, supuestamente, politizado [una acusación sin pruebas de estar manejado por el Gobierno socialista]. Sin embargo, a usted lo eligió como miembro la Comunidad de Madrid, presidida por Isabel Díaz Ayuso (PP).

R. Eso es, yo estoy representando a la Comunidad de Madrid en el comité de ética. En realidad, representamos a los ciudadanos, no tenemos ninguna afiliación política. Puedo asegurar que no hay ninguna falta de ética en el comité, eso es un poco el colmo.

viernes, 27 de diciembre de 2024

Efectos neurológicos del contenido basura en Internet

 Facundo Macchi, ‘Podredumbre cerebral’ o lo que el abuso de contenido basura en internet puede hacerle a la mente, en El País, 26 de diciembre de 2024:

La adicción a las redes sociales reduce la materia gris, acorta la capacidad de atención, debilita la memoria y distorsiona procesos cognitivos. Investigaciones recientes encontraron que el uso y abuso de internet está asociado con una disminución de la materia gris en las regiones prefrontales del cerebro.

Podredumbre cerebral: “Deterioro del estado mental o intelectual de una persona como resultado del consumo excesivo de material (particularmente contenido en línea) considerado trivial o poco desafiante”. La definición la ha dado el diccionario de Oxford que, tras los votos de más de 37.000 personas, eligió este concepto como su palabra del año. Los expertos del diccionario observaron que el término ganó relevancia en el último tiempo “para expresar las preocupaciones sobre el impacto del consumo excesivo de contenido de baja calidad en redes sociales”, dice la publicación. La frecuencia de uso del término aumentó un 230% entre 2023 y 2024.

La podredumbre cerebral no es solo un capricho lingüístico. En los últimos 10 años, la ciencia ha sido capaz de demostrar que el consumo excesivo de contenidos basura en internet —sensacionalismo, conspiración, vacío— está modificando nuestros cerebros, hasta el punto de que la palabra “podrido” tal vez no sea tan exagerada. La evidencia muestra que las redes sociales están reduciendo la materia gris, acortando la capacidad de atención, debilitando la memoria y distorsionando procesos cognitivos fundamentales, según recoge el diario británico The Guardian con citas a un gran número de investigaciones académicas de instituciones como la facultad de medicina de Harvard, la Universidad de Oxford y el King’s College de Londres.

El ‘escroleo’ infinito en redes sociales aumenta el aburrimiento

Una de esas investigaciones se publicó el año pasado y evidenció que la adicción a internet provoca cambios estructurales en el cerebro, lo que repercute de manera directa en el comportamiento y las capacidades de un individuo. Michoel Moshel, investigador de la Escuela de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Macquarie (Australia) y coautor del estudio, explica que el consumo compulsivo de contenidos en redes sociales —el famoso doomscrolling— “aprovecha la tendencia natural de nuestro cerebro a buscar novedades, especialmente cuando se trata de información potencialmente dañina o alarmante, un rasgo que en su momento nos ayudó a sobrevivir”.

Moshel destaca que con algunas funciones, como el ‘desplazamiento infinito’, diseñadas para mantenerte enganchado al móvil, las personas, más que nada jóvenes, pueden quedar atrapadas en un ciclo de consumo de contenido durante horas. “Esto puede afectar gravemente la atención y las funciones ejecutivas al saturar nuestro enfoque y alterar la forma en que percibimos y reaccionamos ante el mundo”, sentencia el investigador.

Eduardo Fernández Jiménez, psicólogo clínico en el Hospital la Paz de Madrid, explica que el cerebro activa diferentes redes neuronales para configurar distintos tipos de atención. Y que el uso problemático de los móviles e internet está generando problemas en la llamada atención sostenida: “Te permite concentrarte en una misma tarea durante un período de tiempo más o menos largo. Es la que está vinculada a los procesos de aprendizaje académico”, dice. El problema, señala, está en que los usuarios de redes sociales suelen estar expuestos a estímulos muy cambiantes, variables (una notificación de Instagram, un mensaje de WhatsApp, una alerta de noticias) y con potencial adictivo. Eso hace que el foco de atención esté todo el tiempo saltando de un sitio al otro, afectando su propia capacidad.

La primera alerta fue el correo electrónico

Algunos expertos vienen alertando sobre este tema prácticamente desde comienzos de siglo, cuando el correo electrónico pasó a ser una herramienta de uso frecuente. En 2005, The Guardian tituló: “Los correos electrónicos ‘son una amenaza para el coeficiente intelectual’”. La historia contaba que un equipo de científicos de la Universidad de Londres se preguntó qué impacto podría tener sobre el cerebro el bombardeo incesante de información. Luego de 80 ensayos clínicos, encontraron que el coeficiente intelectual de los participantes que utilizaban el correo y el teléfono móvil a diario caía una media de 10 puntos. Los investigadores midieron que esta demanda constante de atención tenía efectos más negativos que el consumo de cannabis.

Esto fue antes de la llegada de los tuits, los reels de Instagram, los desafíos de TikTok y las notificaciones instantáneas. El panorama actual es aún menos alentador. Investigaciones recientes encontraron que el uso y abuso de internet está asociado con una disminución de la materia gris en las regiones prefrontales del cerebro. Es la zona que interviene en la resolución de problemas, la regulación emocional, la memoria y el control de los impulsos.

El trabajo de Moshel y sus colegas va en esa línea. Su último estudio revisó 27 investigaciones de neuroimagen y encontró que el consumo desmedido de internet está relacionado con una reducción en el volumen de materia gris en regiones del cerebro involucradas en el procesamiento de recompensas, el control de impulsos y la toma de decisiones. “Estos cambios reflejan patrones observados en las adicciones a sustancias”, asegura el científico, como las metanfetaminas y el alcohol.

Eso no es todo. La investigación también encontró que “estos cambios neuroanatómicos en adolescentes coinciden con la interrupción de procesos como la formación de identidad y la cognición social, aspectos críticos durante esta etapa del desarrollo”. Funciona casi como un bucle, donde los más vulnerables pueden ser los más afectados. Según los resultados de una investigación publicada en Nature en noviembre, las personas con peor salud mental son más propensas a navegar por contenidos basura, lo que agrava aún más sus síntomas.

En diciembre, el psicólogo Carlos Losada le sugirió a EL PAÍS algunas recomendaciones para evitar caer en el doomscrolling o, dicho de otra manera, evitar ser absorbido por el agujero negro del contenido chatarra que refuerzan los algoritmos: reconocer el problema, esforzarse por desconectar y hacer actividades que requieran una presencia física, como quedar con amigos o hacer deportes, son algunas de sus sugerencias.

Moshel dice: “Estas actividades son fundamentales para la salud cerebral y el bienestar general, ayudando a equilibrar los efectos potencialmente dañinos del uso prolongado de pantallas”. Enfatiza que el tipo de contenidos que se consumen es un factor clave para modular los cambios anatómicos en el cerebro. “Concéntrese tanto en la calidad como en la cantidad del tiempo frente a la pantalla. Priorice el contenido educativo que evite características adictivas. Establezca límites claros y apropiados para la edad sobre el uso diario de pantallas y fomente pausas regulares”, añade.

domingo, 22 de diciembre de 2024

Efecto Troxler

 El efecto Troxler, también conocido como "desvanecimiento periférico", ocurre cuando te concentras en un punto fijo durante un período prolongado. Con el tiempo, los estímulos en tu visión periférica tienden a desaparecer o desvanecerse porque tu cerebro prioriza lo que estás observando directamente.

Cuando aplicas este fenómeno frente a un espejo, si te miras fijamente a tus ojos o a un punto específico de tu rostro, podrías notar varios efectos curiosos:

Rostro distorsionado: Los detalles de tu rostro en la periferia (como la forma de tus mejillas o el contorno de tu cabeza) pueden empezar a deformarse o parecer diferentes. Esto ocurre porque el cerebro se aburre y "rellena" con información ausente en lugar de actualizarla constantemente.

Desvanecimiento parcial: Partes de tu rostro podrían parecer que se desvanecen o se mezclan con el fondo del espejo. A veces el desvanecimiento es total.

Ilusiones extrañas: Algunas personas reportan ver caras que parecen no ser las suyas, sombras, o incluso detalles "fantasmales". Esto se debe a la combinación del efecto Troxler con la imaginación y la forma en que el cerebro interpreta la información visual en ausencia de cambios.

Mirarte al espejo bajo una luz tenue puede intensificar estos efectos, haciendo la experiencia más extraña o "sobrenatural". Sin embargo, todo esto es un fenómeno visual y psicológico perfectamente normal, resultado de cómo el cerebro procesa estímulos estáticos. 

El psicólogo Giovanni Caputo experimentó con un grupo de 50 voluntarios frente a un espejo a cuarenta centímetros con poca luz diez minutos algunos de estos efectos:

66% Observaron deformaciones en su rostro.

48% No se reconocían.

18% Veían el rostro de un familiar.

10% El familiar estaba muerto.

8 % El familiar estaba vivo.

Se produce una disociación con la realidad, el cerebro rellena los espacios oscuros.

sábado, 14 de diciembre de 2024

Los cinco (malos) hábitos que desgastan y pasan inadvertidos según la psicóloga Marian Rojas

 Todos hemos notado que hay ciertos días en los que nuestra energía parece inexistente. Días en los que estamos más apáticos o tristes, aparentemente sin motivo. De repente se nos hace un mundo levantarnos por la mañana, ir a trabajar o hacer las tareas de casa. "Es algo que trabajo mucho en consulta", afirma la psiquiatra Marian Rojas. Muchos de sus clientes se preguntan qué les está sucediendo, si es depresión o si están teniendo un problema de deterioro cognitivo.

Lo cierto es que sí que hay veces que puede ser una patología, pero la mayor parte de las veces es que tenemos hábitos de nuestro día a día que nos están chupando la energía. Como dice Marian Rojas: "nos están chupando la pila". 

Es verdad que el ser humano tiene épocas donde está más animado y otras donde está más triste, sobre todo para las personas inestables. Pero, aunque no sepamos identificar exactamente que nos está sucediendo, las emociones suelen tener una razón. La psiquiatra Marian Rojas nos cuenta qué hábitos de nuestro día a día pueden estar afectando a nuestra energía. 

PRIMERA CLAVE: ¿CÓMO ESTÁS DURMIENDO?

Claro y conciso: nuestras pilas se reparan cuando dormimos. "Una clienta me dijo una vez: soy de dormir poco, yo con cuatro o cinco horas funciono", declara la psiquiatra. Aquí está el problema. El sueño verdaderamente reparador necesita entre 7 y 9 horas. Hay que aprender a dormir. “Y dormir significa que pasas por las fases del sueño, que no te levantas 50 veces, que no tienes micro despertares, que no te levantas con un sobresalto, que pasas al sueño REM”, afirma Marian. 

El sueño es la clave de muchísimas cosas que nos suceden durante el día. Es decir, la causa del día está en la noche. Por eso, muchas de las veces que sentimos que no tenemos pilas se debe a que hemos pasado una mala noche.

SEGUNDA CLAVE: MANTÉN TU ENTORNO ORDENADO

El desorden quita mucha energía porque hace que nos distraigamos con facilidad, hace que nuestra mente esté mucho más dispersa. "La armonía da paz y todo lo que da paz te ayuda a recuperarte por dentro, a potenciar el sistema inmune, a encontrarte mucho mejor y en equilibrio", declara la psiquiatra. Y es que el desorden quita equilibrio, hace que exista un caos y que inviertas muchísimo tiempo en buscar aquello que necesitas. La excusa de "yo tengo orden en mi desorden" ya no sirve. El orden genera mucha armonía mental y todo lo que sea esa armonía nos haría sentirnos mejor.

TERCERA CLAVE: EL EJERCICIO

"La gente sedentaria es gente que se cansa mucho más", afirma Marian Rojas. Mucha gente piensa que por estar todo el día sentado sin hacer nada tendrás muchísima fuerza y mucha energía, pero es todo lo contrario. El no movernos inhibe la producción de sustancias en nuestro cerebro que nos ayudan al bienestar y que nos ayudan a sentirnos mejor.

Cuando nos movemos, aunque sea 15 minutos al día, activamos una sustancia en el cerebro que se llama BDNF, factor neurotrófico derivado del cerebro. Este factor solo se segrega cuando hacemos ejercicio y potencia las conexiones neuronales y nos ayuda a sentirnos mejor.

Por ejemplo, si un niño va al colegio y tiene deporte a primera hora, a lo largo del día rinde más porque ha producido una sustancias en el cerebro que facilitan el aprendizaje, la memoria y la concentración. De hecho, hasta autores de best sellers por la mañana hacen un paseo vigoroso de una hora antes de empezar a todo.

CUARTA CLAVE: LA ALIMENTACIÓN

Hay alimentos que nos desgastan muchísimo. Por ejemplo, la comida inflamatoria. Tienen un pico de dopamina que en el momento te hace sentir bien, pero luego te notas sin energía. Por ejemplo, comer fast food te genera una euforia momentánea y, dos horas después, sientes el bajón. 

Por lo contrario, una buena proteína, una buena carne o un pescado, por ejemplo, se mantienen en sangre muchísimo más tiempo y te mantienen más estable. Todo lo que inflama te quita energía, te hace sentirte cansado, triste y sin capacidad de relacionarte bien. “Aprovecha los meses donde te sientas peor para comer más sano y cuidarte más”, aconseja la psiquiatra a sus clientes. 

Los alcoholes y los estimulantes activan circuitos neuronales, lo que se llama el circuito del GABA, que te excitan y luego te dan el bajón. Por ejemplo, el café y la cafeína activan un receptor que es el que compite con la hormona del sueño. Este engaña tu cuerpo y le dice en verdad no tienes sueño. ¿Qué sucede? Que tu cuerpo en realidad está más cansado de lo que piensas. Le has dado ese chute de estimulante y cuando deja de hacer efecto, el bajón se intensifica. 

QUINTA CLAVE: EL PENSAMIENTO

El 90% de lo que nos preocupa nunca sucede. Pero ese 90% tiene un impacto directo en nuestro organismo porque nos cansa, nos desgasta y nos da tristeza. "Todo pensamiento genera una imagen. Al visualizarlo, eso automáticamente tiene un impacto en tu cuerpo", declara Marian Rojas. 

Lo que tenemos que intentar es reconfigurar cómo nos hablamos. ¿Estoy sufriendo tanto como me lo estoy diciendo? El problema es que nos ponemos etiquetas. Nos sentenciamos a nosotros mismos de forma cruel. Debemos aprender a separarnos de ese pensamiento que nos atormenta y preguntarnos: ¿Estoy exagerando un poco? Para salir del bucle es necesario hacer un buen diagnóstico de nuestros pensamientos. La voz errante, aquella que nos machaca, hace sentir al cuerpo que algo malo está pasando. "El cuerpo oye cómo nos tratamos", finaliza la psiquiatra.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

La verdad sobre los sintecho

De Quora. Por cierto, el vídeo es terrible:

 ¿Cuál es una verdad tan difícil de tragar que la mayoría de la gente nunca entenderá? Que las personas sin techo no siempre tienen la culpa de estar en esa posición.

Luke, un indigente, fue entrevistado en el 2015 por un YouTuber. Él y su esposa quedaron atrapados en la calle luego de una serie de cheques de pagos que fueron perdidos.

Este hombre estaba en Los Ángeles en el momento de la entrevista. Después de contar su historia, empezó a explicar los problemas que le obligaron a quedarse en la calle.

En las calles simplemente no puedes tener posesiones. Todo lo que tienes termina robado. Comida, dinero, herramientas e incluso zapatos. Los zapatos de Luke fueron robados 30 veces según él. Ha aludido a que lo asaltaron 13 veces desde que se quedó en la calle. 10 de las 13 veces en las que fue asaltado, ni siquiera conocía a la persona.

"Siento que estoy cayendo y nunca tocando fondo, o talvez golpeando un fondo que es falso..."

Él, junto a millones de personas, está literalmente atrapado en el frío, solitario, duro, peligroso y extraño mundo de las calles.

No puede conseguir trabajo, ya que se le reconoce como un indigente y, por lo tanto, no será contratado en ningún lugar cerca de él. Tampoco puede conseguir un apartamento sin un trabajo… ni puede conseguir un trabajo sin un apartamento.

Esta declaración es, por sí misma, una paradoja. A mi opinión, estas personas están atrapadas en una paradoja generada por la sociedad que crea una barrera invisible entre ellos y ella.

¿Cuál es la peor parte de esto? Nadie sabe si Luke está vivo.

Ha ganado millones de visitas en Youtube indirectamente a través de un canal tipo blog, pero ese video fue subido en el 2015. Varios comentaristas del vídeo especulan sobre su muerte en los últimos años. Estas declaraciones no pueden ser comprobadas, y no hay registros de personas sin hogar, ni funerales, ni entierros, ni familias que reclamen sus cenizas. Estas personas son estructuralmente invisibles.

Notas al pie

[1] https://www.youtube.com/watch?v=T_c5ff0EEcA

sábado, 5 de octubre de 2024

Doce leyes psicológicas que conviene seguir

Si se entienden y aplican, cambian la vida:

1- “La Ley del Confort Psicológico”... Retirarse del caos no tiene precio. 

2- “La Ley de la Inteligencia Mental”... Ignorando a todos vuelve a su tamaño normal, sea cual sea.

3- “La Ley de la Dispensación”... No todo lo que puedes prescindir es una pérdida. Para algunas cosas, dejarlas ir es un mejor comienzo. 

4- “La Ley del Autodesarrollo”: Búscate un lugar arriba, porque el de abajo está muy concurrido. 

5- “La ley de la autoprueba”... Actualiza tus reglas y estilo de vez en cuando hasta que seas claro y distintivo para todos. 

6- “La Ley de la Discriminación”: Puedes crear un estilo mientras estás sumamente relajado y todos te imitan. 

7- “La Ley del Desafío”: encontrar un lugar entre los adultos y ser reconocido. 

8- “La Ley de la Gestión del Tiempo”... Sé como un barco que navega entre las olas con ciencia y conocimiento. 

9- “La Ley de las Metas”... Una vida sin una meta es como un cuerpo sin alma. Ambos no tienen valor. 

10- “La Ley de la Conciencia”... Si no te das cuenta de tus errores, no aprenderás lo que es correcto. 

11- “La Ley del Aprendizaje”: Si no sufres, no aprenderás. 

12- “La Ley del Cambio”... Si no cambias, perderás la vida.

viernes, 27 de septiembre de 2024

Criterios psicológicos de madurez para el psiquiatra Enrique Rojas

Laura Mesonero, "El psiquiatra Enrique Rojas revela las características que definen a las personas inmaduras", en La Razón:

En el día a día, es habitual encontrarnos con personas a las que consideramos inmaduras. Incluso nosotros mismo podemos serlo para otras personas. La madurez, más allá de la edad, involucra actitudes y comportamientos específicos.

El psiquiatra Enrique Rojas, ha compartido con sus más de 400.000 seguidores en Instagram los cinco indicadores que definen a las personalidades maduras. Conocer y aplicar estos principios es fundamental, no solo para nuestro propio desarrollo personal, sino también para entender mejor a quienes nos rodean y poder tener relaciones saludables.

Según Rojas, la madurez es "un estado mental". No se trata de "un lugar al que llegas y te instalas, ya que la vida es un movimiento, un cambio constante".

Ante las dificultades, las personas psicológicamente maduras no se rinden porque tienen un horizonte lo suficientemente amplio para relativizar lo que sucede. Es decir, tienen sabiduría práctica para lidiar con los problemas de la vida. Una persona madura es capaz de vivir los acontecimientos de la vida con resiliencia, respondiendo de manera asertiva.

¿Cómo sé si soy una persona madura psicológicamente?

Según el experto existen cinco indicadores que garantizan que tienes una personalidad madura.

Ser una persona realista y exigente con las posibilidades: esto supone tener los pies en el suelo pero sin renunciar a las ilusiones y retos, aunque exijan grandes esfuerzos.

Tener sentido del humor: tener la capacidad para reírse de uno mismo y de las circunstancias, ya que esto permite ver los problemas con perspectivas.

Tener relación entre cabeza y corazón: la personalidad equilibrada es aquella ni demasiado fría ni demasiado sensible.

Tener la capacidad de superar los acontecimientos negativos: tener tolerancia para superar las frustraciones. Al fin y al cabo, lo que nos hace crecer son las derrotas.

Ser responsable con los propios actos: sea en el ámbito que sea ya sea familiar, profesional, afectivo o de amistad.

¿Cómo tratar con una persona inmadura?

La inmadurez emocional es la dificultad de una persona para gestionar sus emociones de manera adecuada y madura. Esta incapacidad se manifiesta en conductas impulsivas, falta de empatía, problemas para asumir responsabilidades y una tendencia a evitar situaciones desafiantes. Interactuar con personas emocionalmente inmaduras puede ser muy complicado para ambas partes de la relación.

La inmadurez emocional complica la comunicación efectiva y el entendimiento mutuo, generando constantes malentendidos y conflictos repetitivos, lo que aumenta el estrés y la frustración. Además, puede afectar la estabilidad emocional entre ambos, debilitando el vínculo afectivo y la confianza en la relación.

Sin embargo, al aprender a manejar esta inmadurez, se puede fortalecer la relación y promover el crecimiento emocional mutuo.

Identificar los signos de inmadurez emocional es el primer paso para abordar este reto. Estos signos incluyen:

Falta de responsabilidad sobre sus acciones y palabras.

Tendencia a culpar a otros por los problemas en la relación.

Dificultad para expresar y gestionar las emociones de manera saludable.

Falta de empatía hacia las necesidades y sentimientos del otro.

Falta de compromiso en la relación.

Qué hacer si alguien de tu entorno es inmaduro emocionalmente

Para superar la inmadurez emocional de alguien de tu entorno, la comunicación efectiva es esencial. Crear un entorno seguro y respetuoso donde ambos puedan expresar sentimientos y necesidades libremente es fundamental, así como escuchar activamente sin interrupciones ni juicios, mostrando empatía.

La terapia puede ser muy beneficiosa para aprender estas habilidades y abordar los problemas de manera constructiva. Además, establecer límites saludables y comunicar necesidades y expectativas claramente ayuda a mantener la salud emocional.

Fomentar el crecimiento personal tanto de la relación como en uno mismo, animando a buscar desarrollo personal, es crucial. Si lidiar con la inmadurez emocional se vuelve abrumador, buscar ayuda profesional es una excelente opción, ya que un psicólogo especializado puede proporcionar herramientas efectivas para manejar la inmadurez, mejorar la comunicación y fortalecer el vínculo emocional.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Descubrimiento sobre la depresión neurológica

Daniel Mediavilla, "Las personas con depresión tienen una red del cerebro dos veces mayor que las sanas", en El País, 5 de septiembre de 2024: 

Un sistema de neuroimagen también identifica cambios en las conexiones de esa red asociadas a la ansiedad o la falta de deseo. El estudio ha identificado una serie de regiones del cerebro que tienen casi el doble de tamaño en las personas con depresión.

Aunque hay una serie de síntomas que permiten identificar la depresión, como la falta de energía o la pérdida de interés por la vida, no se sabe bien qué sucede en el cerebro cuando alguien se deprime. Pese a la aparición de técnicas como la resonancia magnética funcional (fMRI), que mide cambios en el flujo sanguíneo del cerebro y los relaciona con distintas funciones, no se han encontrado diferencias importantes en la estructura o en las conexiones de este órgano entre personas sanas y deprimidas. Si se pudiesen identificar los rasgos propios de las personas enfermas, se razona, sería posible entender mejor qué produce la enfermedad y cómo curarla.

Hoy, la revista Nature publica el trabajo de un equipo internacional de científicos liderado por Charles Lynch y Conor Liston, de la Universidad Cornell (EE UU), en el que identifican una serie de regiones del cerebro que tienen casi el doble de tamaño en las personas con depresión. Estas regiones se agrupan en lo que se conoce como red de saliencia frontoestriatal, que conecta áreas más superficiales del cerebro, como la corteza prefrontal, que necesitamos para razonar, con regiones que se encuentran debajo y son fundamentales para la regulación del estado de ánimo o para procesar la información que recogen nuestros sentidos. En conjunto, esta red desempeña un papel crucial identificando y procesando estímulos relevantes (los que son salientes), como el olor de una comida que nos gusta o los indicios de una situación peligrosa, y está implicada en la regulación del comportamiento orientado a objetivos, la toma de decisiones y la adaptación a cambios en el entorno.


Más de 300 millones de personas en el mundo sufren depresión y más de 260 millones, ansiedad, según los datos de la OMS. Los síntomas habituales de estas enfermedades mentales son la tristeza, la pérdida de interés, los sentimientos de culpa, la falta de autoestima, los trastornos del sueño y del apetito, la sensación de cansancio o la falta de concentración. Además, las personas que tienen depresión o ansiedad tienen mayor riesgo de desarrollar dolores de espalda en el futuro, según una revisión sistemática realizada por la Universidad de Sydney. Aunque no se sabe el motivo, dice Plasencia: "No se conoce con exactitud la relación causal pero puede deberse a una somatización o intento de rentabilizar su enfermedad mental". Serrano puntualiza: "El dolor no es siempre lo que ocurre en el resto del cuerpo, sino lo que el cerebro percibe según las emociones y creencias. La ansiedad, la depresión, el miedo y otras variantes psicológicas pueden aumentar la percepción del dolor agudo y crónico. Y puede ser la causa del fracaso del tratamiento rehabilitador".

El enigma de las enfermedades mentales: ¿por qué es tan difícil tratarlas?

Hasta ahora, los estudios con fMRI había hecho comparaciones entre grupos de personas deprimidas y sanas, haciendo medias entre ellas, y no se habían encontrado diferencias importantes entre unos y otros. El equipo de Lynch y Liston obtuvo su novedoso resultado gracias a una técnica innovadora, de mapeo funcional de precisión, con la que se observó a pocos pacientes durante muchas sesiones espaciadas, para poder reconstruir lo que sucede a nivel cerebral durante las épocas buenas y malas de alguien con depresión. “Los estudios tradicionales miran en dos instantes y no te dan una perspectiva total de lo que está pasando. En este estudio se mira en pocos sujetos y se caracteriza muy bien la evolución a lo largo del tiempo”, explica Cesar Caballero-Gaudes, investigador del Centro Vasco de Cognición, Cerebro y Lenguaje, en San Sebastián. Su equipo proporcionó medidas de la misma calidad y tomadas con el mismo método de personas sanas con las que el grupo de Cornell puedo comparar a sus personas deprimidas.

Con este seguimiento, los científicos quisieron ver si el tamaño de la red era distinto cuando la persona estaba bien y cuando estaba baja de ánimo. Descubrieron que no cambia y que tampoco se puede modificar con tratamientos antidepresivos como la estimulación magnética transcraneal, que aplica campos magnéticos sobre el cuero cabelludo para modular la actividad del cerebro. En todos los casos, el tamaño de la red permaneció estable. Además, escriben los autores, ni la gravedad de la crisis depresiva ni el número de episodios se podía relacionar con diferencias en el tamaño de estas regiones cerebrales. Según comenta Caballero-Gaudes, esta estabilidad “podría tener una utilidad diagnóstica”, porque, “en niños, se observó que los que después desarrollaron síntomas depresivos ya presentaban una expansión de la red de saliencia antes de mostrarlos”.

Se ha visto que el tamaño, la forma o la ubicación de las redes funcionales del cerebro está controlada, en parte, por la genética, pero también por nuestras experiencias o por la influencia ambiental. “Un ejemplo extremo de una influencia ambiental que ayuda a ilustrar esta idea es que diferentes partes del cuerpo tienen una cierta cantidad de espacio dedicado en la corteza motora primaria”, explica Charles Lynch. “Si una persona sufre la amputación de un brazo, la representación del miembro amputado en la corteza motora se contraerá, mientras que el tamaño de la representación del miembro intacto, compensatorio, aumentará”, añade.

El hecho de que la expansión de la red de saliencia esté presente desde etapas tempranas del desarrollo cerebral y varios años antes de los primeros síntomas de depresión sugiere una fuerte base genética, aunque este hallazgo no descarta la posible contribución de factores de estrés o experiencias en la vida temprana. “Esto es algo que esperamos investigar ahora”, indica Lynch. El investigador de Cornell especula con la posibilidad de que tener experiencias procesadas por la red de saliencia demasiado a menudo, como las que nos dan un placer inmediato o la dirección de nuestra atención hacia información relevante, positiva o negativa, podría contribuir a síntomas depresivos, como la falta de deseo o una atención exagerada a aspectos negativos de la vida y a cosas que nos dan miedo.

Aunque el tamaño de la red no variaba con los síntomas de la depresión, un análisis más profundo de algunos pacientes, a los que se observó durante un año y medio, en algún caso con hasta 62 resonancias, permitió ver que sí había cambios funcionales entre los nodos de la red que se podían relacionar con la pérdida de deseo o la ansiedad. Esto, según los autores, sugiere que la red de saliencia juega un papel crucial en la depresión, no tanto por cambios estructurales, sino por cómo sus nodos se comunican durante diferentes estados emocionales.

“Existen múltiples implicaciones clínicas potenciales a largo plazo, pero al mismo tiempo, es importante dejar claro que no esperamos que los escáneres cerebrales se utilicen para diagnosticar la depresión”, apunta Lynch. “Aún queda mucho trabajo por hacer, como determinar cómo de específico es este efecto para la depresión en comparación con otros tipos de enfermedades psiquiátricas”, añade. “Sin embargo”, concluye, “a corto plazo, creemos que sería posible incorporar información sobre cómo están organizadas estas redes funcionales del cerebro en individuos con depresión para ajustar [en tratamientos personalizados] la forma en que aplicamos terapias de estimulación cerebral, como la estimulación magnética transcraneal o la estimulación cerebral profunda”.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Freud, Sobre la psicología del colegial

 S. Freud, Sobre la psicología del colegial (1914)

Nota introductoria:

Entre los nueve y los diecisiete años de edad (1865-1873), Freud estudió en el «Leopoldstadter Kommunalreal und Obergymnasiurn» de Viena, conocido popularmente como «Sperlgymnasiurn» por estar situado en la calle Sperl. Más tarde su nombre fue modificado y se lo designó «K. k. Erzherzog Rainer-Realgymnasiurn». El presente trabajo fue escrito para una compilación destinada a celebrar el 50º aniversarío de la fundación del colegio. En una carta a un condiscípulo escrita el 16 de junio de 1873 (1941), Freud detalla los pormenores de su examen final del bachillerato, mencionando en particular el ensayo sobre la elección de una profesión, al que hace referencia en este escrito (AE, 13, pág. 248) y que fuera calificado como «sobresaliente» por los examinadores (James Strachey)

Uno tiene un raro sentimiento cuando a edad tan avanzada vuelve a recibir la orden de redactar una «composición en alemán» para el colegio; pero obedece de manera automática, como aquel veterano que, a la voz de «¡Atención!», se ve constreñido a llevarse las manos a las costuras del pantalón dejando caer al suelo su paquetito. Es asombroso cuán pronto dice uno que sí, que colaborará, como si en el último medio siglo nada hubiera cambiado. Y, sin embargo, uno ha envejecido desde entonces, frisa ya los sesenta años, y tanto el sentimiento del propio cuerpo como el espejo le muestran de manera indudable cuánto lleva ya ardiendo la vela de su vida.

Todavía diez años atrás pudo uno tener momentos en los que repentinamente volvió a sentirse joven; cuando, ya barbicano y con todas las cargas del ciudadano y padre de familia, andaba por las calles de la ciudad natal y de improviso tropezó con este o estotro señor anciano, pero bien conservado, a quien saludó casi humillado porque había reconocido en él a uno de sus profesores de la escuela secundaria. Pero después uno se quedó parado, siguiéndolo, meditativo, con la vista: «¿Es realmente él, o solo alguien que se le parece hasta inducir a engaño? ¡Pero cuán joven se le ve, y tú que has envejecido tanto! ¿Es posible que estos hombres, antaño para nosotros los representantes de los adultos,, fueran tan poco mayores que nosotros?».

El presente quedó entonces como en penumbra, y los años vividos entre los diez y los dieciocho se empinaron desde los rincones de la memoria con sus presentimientos y errores, sus trasformaciones dolorosas y éxitos entusiasmantes, las primeras miradas a un mundo sepultado de la cultura, que, por lo menos a mí, me serviría más tarde de inigualado consuelo en la lucha por la vida; los primeros contactos con las ciencias, entre las que uno pensaba poder elegir aquella a la que prestaría sus servicios -sin duda alguna inapreciables-. Y creí acordarme de que toda esa época estuvo recorrida por un presentimiento que al comienzo se anunciaba solo quedamente, hasta que pudo vestirse con palabras expresadas en la composición del examen de bachillerato: en mi vida, yo quería hacer alguna contribución a nuestro humano saber.

Luego me hice médico, pero en verdad más bien psicólogo, y pude crear una nueva disciplina psicológica, el llamado «psicoanálisis», que hoy atarea a médicos e investigadores de países cercanos y de países lejanos donde se habla otras lenguas, provocando alabanzas y censuras -aunque desde luego apenas se habla de él en la propia patria-.

Como psicoanalista debo interesarme más por los procesos afectivos que por los intelectuales, más por la vida anímica inconsciente que por la consciente. El sacudimiento que me causó el encuentro con mi antiguo profesor de la escuela secundaria me advierte que debo hacer una primera confesión: No sé qué nos reclamaba con más intensidad ni qué era más sustantivo para nosotros: ocuparnos de las ciencias que nos exponían o de la personalidad de nuestros maestros. Lo cierto es que esto último constituyó en todos nosotros una corriente subterránea nunca extinguida, y en muchos el camino hacia las ciencias pasaba exclusivamente por las personas de los maestros; era grande el número de los que se atascaban en este camino, y algunos -¿por qué no confesarlo?- lo extraviaron así para siempre.

Los cortejábamos o nos apartábamos de ellos, les imaginábamos simpatías o antipatías probablemente inexistentes, estudiábamos sus caracteres y sobre la base de estos formábamos o deformábamos los nuestros. Provocaron nuestras más intensas revueltas y nos compelieron a la más total sumisión; espiábamos sus pequeñas debilidades y estábamos orgullosos de sus excelencias, de su saber y su sentido de la justicia. En el fondo los amábamos mucho cuando nos proporcionaban algún fundamento para ello; no sé si todos nuestros maestros lo han notado. Pero no se puede desconocer que adoptábamos hacia ellos una actitud particularísima, acaso de consecuencias incómodas para los afectados. De antemano nos inclinábamos por igual al amor y al odio, a la crítica y a la veneración. El psicoanálisis llama «ambivalente» a ese apronte de opuesta conducta, y no le causa turbación alguna pesquisar la fuente de esa ambivalencia de sentimientos.

Nos ha enseñado, en efecto, que las actitudes afectivas hacia otras personas, tan relevantes para la posterior conducta de los individuos, quedaron establecidas en una época insospechadamente temprana. Ya en los primeros seis años de la infancia el pequeño ser humano ha consolidado la índole y el tono afectivo de sus vínculos con personas del mismo sexo y del opuesto; a partir de entonces puede desarrollarlos y trasmudarlos siguiendo determinadas orientaciones, pero ya no cancelarlos. Las personas en quienes de esa manera se fija son sus padres y sus hermanos. Todas las que luego conozca devendrán para él unos sustitutos de esos primeros objetos del sentimiento (acaso, junto a los padres, también las personas encargadas de la crianza), y se le ordenarán en series que arrancan de las «imagos», como decimos nosotros, del padre, de la madre, de los hermanos y hermanas, etc. Así, esos conocidos posteriores han recibido una suerte de herencia de sentimientos, tropiezan con simpatías y antipatías a cuya adquisición ellos mismos han contribuido poco; toda la elección posterior de amistades y relaciones amorosas se produce sobre la base de huellas mnémicas que aquellos primeros arquetipos dejaron tras sí.

Entre las imago de una infancia que por lo común ya no se conserva en la memoria, ninguna es más sustantiva para el adolescente y para el varón maduro que la de su padre. Una necesidad objetiva orgánica ha introducido en esta relación una ambivalencia de sentimientos cuya expresión más conmovedora podemos asir en el mito griego del rey Edipo. El varoncito se ve precisado a amar y admirar a su padre, quien le parece la criatura más fuerte, buena y sabia de todas; Dios mismo no es sino un enaltecimiento de esta imagen del padre, tal como ella se figura en la vida anímica de la primera infancia. Pero muy pronto entra en escena el otro lado de esta relación de sentimiento. El padre es discernido también como el hiperpotente perturbador de la propia vida pulsional, deviene el arquetipo al cual uno no solo quiere imitar, sino eliminar para ocupar su lugar. Ahora coexisten, una junto a la otra, la moción tierna y la hostil hacia el padre, y ello a menudo durante toda la vida, sin que una pueda cancelar a la otra. En tal coexistencia de los opuestos reside el carácter de lo que llamamos «ambivalencia de sentimientos».

En la segunda mitad de la infancia se apronta una alteración de este vínculo con el padre, alteración cuyo grandioso significado apenas imaginamos. El varoncito empieza a salir de la casa y a mirar el mundo real, y ahí fuera hará los descubrimientos que enterrarán su originaria alta estima {Hochschätzung} por su padre y promoverán su desasimiento de este primer ideal. Halla que el padre no es el más poderoso, sabio, rico; empieza a descontentarle, aprende a criticarlo y a discernir cuál es su posición social; después, por lo común, le hace pagar caro el desengaño que le ha deparado. Todo lo promisorio, pero también todo lo chocante que distingue a la nueva generación reconoce por condición este desasimiento respecto del padre.

Es en esta fase del desarrollo del joven cuando se produce su encuentro con los maestros. Ahora comprendemos nuestra relación con los profesores de la escuela secundaria. Estos hombres, que ni siquiera eran todos padres, se convirtieron para nosotros en sustitutos del padre. Por eso se nos aparecieron, aun siendo muy jóvenes, tan maduros, tan inalcanzablemente adultos. Trasferíamos sobre ellos el respeto y las expectativas del omnisciente padre de nuestros años infantiles, y luego empezamos a tratarlos como a nuestro padre en casa. Les salimos al encuentro con la ambivalencia que habíamos adquirido en la familia, y con el auxilio de esta actitud combatimos con ellos como estábamos habituados a hacerlo con nuestro padre carnal. Si no tomáramos en cuenta lo que ocurre en la crianza de los niños y en la casa familiar, nuestro comportamiento hacia los maestros sería incomprensible; pero tampoco sería disculpable.

Otras vivencias, difícilmente menos importantes, tuvimos como estudiantes secundarios con los sucesores de nuestros hermanos y hermanas, con nuestros compañeros; pero estarán destinadas a escribirse en otra hoja. El jubileo de la escuela retiene nuestro pensamiento junto a los profesores

viernes, 19 de abril de 2024

El humor según la neurociencia

Manuel Ansede, "El chiste más gracioso de la historia y los límites del humor negro. El libro 'Ja', escrito por un neurocientífico, repasa la ciencia de cuándo reímos y por qué", en El País, 27 de septiembre de 2015:

El martes 30 de enero de 1962, tres alumnas de un internado religioso femenino en Kashasha (Tanzania) se echaron a reír. Su risa era tan contagiosa que las compañeras con las que se iban cruzando también se echaban a reír. La risa se propagaba aula tras aula, hasta infectar a la mitad de los presentes en el colegio. Casi un centenar de personas no podían parar de reír. Pasaron semanas y la gente se seguía riendo. La escuela tuvo que cerrar. Las chicas que regresaban a sus casas en otros pueblos contagiaban a sus vecinos. La epidemia de risa llegó a Nshamba, un pueblo de 10.000 habitantes, donde centenares de personas se echaron a reír. En total, 14 escuelas tuvieron que cerrar y 1.000 personas sufrieron brotes de risa incontenibles. La epidemia desapareció 18 meses después de su inicio y quedó descrita en un estudio científico de 1963 publicado en la revista especializada Central African Journal of Medicine.

El caso lo recuerda el neurocientífico Scott Weems en su libro Ja. La ciencia de cuándo reímos y por qué, publicado por la editorial Taurus. “Ja trata de una idea. La idea es que el humor y su síntoma más corriente —la risa— son productos derivados de poseer un cerebro que se basa en el conflicto”, escribe Weems. El cerebro humano, explica, se adelanta constantemente a los acontecimientos y genera hipótesis. “Sin embargo, a veces conduce al conflicto, por ejemplo cuando intentamos sostener dos o más ideas contradictorias al mismo tiempo. Cuando eso ocurre, a nuestro cerebro solo se le ocurre una cosa: reírse”.

Apoyado en una bibliografía de 135 estudios científicos, Weems describe el humor como “nuestra respuesta natural al conflicto y a la confusión”. El neurocientífico, formado en la Universidad de California en Los Ángeles (EE UU), recuerda que, tan solo una semana después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el humorista Gilbert Gottfried actuaba en el Friar’s Club de Nueva York. En la ciudad todavía olía a quemado. Los colegas que le habían precedido en el escenario no habían tocado el tema de los ataques terroristas. Se habían limitado a bromear sobre el tamaño del pene del invitado de honor de la noche, el fundador de la revista Playboy, Hugh Hefner. Pero Gottfried se vino arriba cuando el público celebró uno de sus chistes sobre musulmanes. Asomado al micrófono, proclamó:

—Esta noche tengo que irme pronto. Tengo que volar a Los Ángeles. No he podido conseguir un vuelo directo y he de hacer escala en el Empire State Building.

Todo el mundo se quedó sin respiración. Al silencio siguieron los abucheos y los gritos de “¡Todavía es muy pronto para bromear sobre eso!”. Gottfried, un humorista con dos décadas de experiencia sobre el escenario, se enfrentaba a un público indignado, pero no se amilanó. Mirando a los asistentes, comenzó un nuevo chiste:

—Muy bien. Un descubridor de talentos está sentado en su oficina. Entra una familia: un hombre, una mujer, dos hijos y un perrito. Así que el descubridor de talentos pregunta: “¿Qué clase de espectáculo hacen?”.

Lo que siguió fue una sucesión de escatología, bestialismo, incesto y sexo depravado sin tabúes, “literalmente el chiste más guarro del mundo”, según Weems. El público estalló en carcajadas. “La actuación fue tan memorable que alguien realizó una película sobre el chiste, con la actuación de Gottfried como clímax, titulada Los aristócratas”, rememora.

¿Cuándo se puede bromear sobre una tragedia? ¿Dónde están los límites del humor? Weems recuerda que en 1986, después de la explosión del transbordador espacial Challenger con siete tripulantes a bordo, se hizo muy popular un chiste: “¿Qué significan las siglas NASA? Necesitamos Ahora Siete Astronautas”. Un estudio mostró que los chistes sobre la tragedia surgieron unos 17 días después del accidente. La muerte de la princesa Diana de Gales tuvo un periodo de latencia más corto. Y el de los ataques terroristas del 11-S fue mucho más largo. El autor del estudio, Bill Ellis, de la Universidad del Estado de Pensilvania, clasificó los chistes sobre el Challenger por fecha y lugar de aparición. El accidente fue el 28 de enero de 1986. El 22 de febrero, en la ciudad de Shippensburg se contaba este chiste: ¿Sabes cuál es la bebida oficial de la Nasa? Seven Up (siete arriba, en inglés). 

Los chistes sobre la tragedia del 'Challenger' surgieron unos 17 días después del accidente

“Nuestra fascinación por el humor negro la demuestra la inmensa variedad de chistes de mal gusto: los que tienen con ver con el Challenger, el sida y Chernóbil, por nombrar solo unos pocos”, narra Weems. Armado con publicaciones en revistas especializadas, el neurocientífico sostiene que el humor negro no es cruel. “Inventar alternativas que expliquen el acrónimo sida resulta divertido para algunas personas, pero chillar ¡Ja, ja, estás enfermo! en un pabellón oncológico no resulta gracioso a nadie. Nos reímos de los chistes acerca de grupos o sucesos sólo cuando provocan reacciones emocionales complejas, porque sin esas reacciones no tenemos otra forma de responder”, reflexiona.

“No hay un solo chiste que le agrade a todo el mundo. El humor es idiosincrásico porque depende de aquello que hace que todos seamos únicos: cómo nos enfrentamos a la discrepancia que reina en nuestro complejo cerebro”, subraya. La mejor prueba es un experimento llevado a cabo por el psicólogo Richard Wiseman, de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido). En 2001 abrió una web con la ayuda de la Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia, con el objetivo de encontrar el chiste más gracioso del mundo. Recibió unos 40.000 chistes y un millón y medio de votaciones. El ganador fue:

Dos cazadores de Nueva Jersey caminan por un bosque cuando uno de ellos se desploma. Da la impresión de que no respira y tiene los ojos vidriosos. El otro coge el teléfono y llama al servicio de emergencias. Dice con voz entrecortada: “¡Creo que mi amigo está muerto! ¿Qué debo hacer?”. El operador le contesta: “Cálmese. Le ayudaré. En primer lugar, asegúrese de que está muerto”. Hay un silencio y a continuación se oye un disparo. De nuevo al teléfono, el cazador dice: “Muy bien, y ahora ¿qué?”.

El chiste más gracioso del mundo no tiene mucha gracia, coinciden Wiseman y Weems, y eso tiene una explicación científica. “Como no a todo el mundo le gusta por igual que los chistes sean provocadores, los más populares suelen agruparse cerca, aunque todavía debajo, del umbral de provocación más habitual. Si un chiste lo sobrepasa con mucho, algunas personas se troncharán de risa y otras no se reirán nada. Si queda demasiado corto, todos permanecerán fríos”, expone Weems.

El animal más gracioso es el pato y la hora más descacharrante del día son las 18:03, según un estudio

El experimento de Wiseman sirvió para extraer unas cuantas conclusiones sobre los chistes. Los más divertidos tenían un promedio de 103 letras. El animal más gracioso era el pato. La hora más descacharrante del día son las 18:03. Y el día más chistoso del mes es el 15. En cuanto a nacionalidades, los estadounidenses mostraron “una clara afinidad por los chistes que incluían insultos o vagas amenazas”. Este chiste en inglés sobre un tejano y un graduado en Harvard fue muy apreciado en EE UU y poco fuera de sus fronteras:

—Tejano: ¿De dónde eres? (Where are you from?)

—Graduado de Harvard: De un lugar donde no terminamos las frases con una preposición.

—Tejano: Muy bien, ¿de dónde eres, gilipollas? (Ok, where are you from, jackass?)

Los europeos, en cambio, mostraron predilección por chistes absurdos o surrealistas, como este:

Un paciente dice: “Doctor, ayer noche tuve un lapsus freudiano. Estaba cenando con mi suegra y quise decir: “¿Podrías pasarme la mantequilla?”. Pero en lugar de eso dije: “Vaca estúpida, me has destrozado completamente la vida”.

Este otro chiste gustó a más de la mitad de los hombres, pero solo a un 15% de las mujeres:

Un agente de policía para a un hombre que va por la autopista. El agente le pregunta: “¿Sabe que su mujer y su hijo se han caído del coche hace un kilómetro?”. El hombre sonríe y exclama: “¡Gracias a Dios! ¡Pensaba que me estaba quedando sordo!”.

“El humor —especialmente el humor ofensivo— es idiosincrásico. Cada uno posee su propio umbral de lo que considera ofensivo y reacciona de manera muy diferente cuando se cruza ese umbral”, afirma Weems. En las páginas de Ja, el neurocientífico recuerda la teoría del médico Sigmund Freud de que el humor es nuestra manera de resolver el conflicto interior y la ansiedad. “Aunque hoy en día pocos científicos se toman en serio a Freud, casi todos reconocen que hay al menos algo de verdad en su teoría. Los chistes que no consiguen ni siquiera incomodarnos un poco no triunfan. Es el conflicto de querer reír, y al mismo tiempo no estar seguro de si deberíamos, lo que hace que los chistes sean satisfactorios”, señala Weems.

En cuanto a la epidemia de risa de Tanzania, el autor cree que “sería fácil afirmar que las niñas simplemente experimentaron una crisis nerviosa”. Una interpretación sostiene que sufrieron una histeria colectiva causada por la tensión de un gran cambio social. En diciembre de 1961, el país se había independizado de Reino Unido y la escuela había abandonado la segregación racial. Además, las alumnas eran adolescentes, en plena pubertad, y las presiones eran tremendas, según destaca Weems.

“Al pedirles que vivieran en dos mundos a la vez —ni británico ni africano, ni blanco ni negro, ni adulto ni niño, sino una combinación de ambas cosas— no consiguieron salir adelante. Pero la risa no es una crisis nerviosa. [...] Es un mecanismo de pugna, una manera de afrontar el conflicto. A veces ese conflicto se presenta en forma de chiste. A veces es algo más complicado”.

domingo, 14 de abril de 2024

Desde el pensamiento al destino

 Aristóteles: "El pensamiento condiciona la acción; la acción determina la conducta; la conducta repetida crea hábitos; el hábito estructura el carácter, la manera de pensar, ser y actuar del individuo; y el carácter marca el destino".

domingo, 7 de abril de 2024

Tipos de voz interior y aplicaciones médicas.

Adelaida de la Peña, "No todo el mundo la tiene y suele adoptar cuatro arquetipos: cómo es la voz interior", en La Vanguardia, 9-X-2023:

Hay quien piensa en monólogo, en diálogo y quien carece de voz en off en su cabeza. Suele adoptar la forma de amigo fiel, padre ambivalente, rival orgulloso o niño indefenso

El neurocientífico José Ramón Alonso explica qué tipo de narradores internos hay y cómo experimentan el pensamiento quienes poseen una mente silenciosa

Casi todo el mundo piensa con una especie de narrador interior, posiblemente estés leyendo en tu mente este artículo con una vocecilla en tu cerebro, o estés pensando con palabras “sí, sí, yo pienso con una voz” o incluso “¿de qué está hablando?”. Eso es lo más normal, lo poco habitual es pertenecer al 0,8% de las personas con una mente silenciosa que no tienen esa voz en off que le ayuda a reflexionar, a tomar decisiones, a hacer la lista de la compra o a desahogarse.

El neurocientífico y catedrático de la Universidad de Salamanca José Ramón Alonso cuenta a La Vanguardia cómo son las diferentes voces interiores, qué tipos de personalidades suelen tener estos interlocutores internos y algunas curiosidades sobre la importancia y el funcionamiento de nuestra voz en off.

Anauralia, la rareza de una mente silenciosa

Tener una mente silenciosa, sin voz interior, es un fenómeno que se denomina anauralia, que es la ausencia de imágenes sensoriales auditivas.

La voz interior “no es el único sistema de pensamiento”, afirma Alonso, aunque “no tenerla es muy raro”: según este neurocientífico “en un estudio bastante amplio con un muestreo de unas 15.000 personas encontraron que solo el 0,8% no experimentaba voz interior”.

¿Pero cómo experimenta el pensamiento quien no tiene voz interior? Según Alonso, “lo más común es pensar en imágenes”. También, entendiendo pensar en un sentido amplio, “hay quien piensa que una forma de pensamiento son los sentimientos; el que tengas ira, alegría o tristeza son formas de afrontar una situación determinada”.

En cualquier caso, no tenemos un único mecanismo, “nuestro cerebro nos dota con distintas herramientas y cada persona utiliza la que mejor le funciona o varias de ellas, que es lo que creo que hacemos la mayoría”, explica.

¿Piensas en monólogo o en diálogo?

“Lo más común es oír una voz interior que identificamos generalmente como nosotros mismos, pero también hay personas que tienen una conversación interior en la que aparecen voces diferentes”, explica Alonso.

¿Por qué unos piensan en monólogo y otros en diálogo? ¿Cómo se forja esa voz interior que tiene la inmensa mayoría? “La teoría que tiene más apoyos es que nuestros padres nos dicen de pequeños, por ejemplo “no cojas el cuchillo” y el niño al principio lo repte en voz alta e imita las palabras y progresivamente se va haciendo silencioso. Se cree que esa sería la forma en la que nosotros cogemos mensajes de la infancia, los internalizamos y los convertimos en esa voz interior”, explica Alonso.

Lo más común es oír una voz interior que identificamos generalmente con nosotros mismos, pero también hay personas con una conversación interior

Pero quizás seas de esas personas que dialogan en su cabeza, que por ejemplo están en una tienda y su voz interior le dice “tengo que comprar esto porque es precioso y está rebajado” e inmediatamente otra voz interior discrepa “no lo necesito en realidad”.

En este sentido, el catedrático de la Universidad de Salamanca cuenta que hay un estudio que afirma que, “si los padres discuten mucho sobre el modo de crianza, es muy común que el niño interiorice esas dos voces y a lo largo de la vida, incluso ya de adulto, siga teniendo dos opiniones contrapuestas, una más estricta y otra más empática por ejemplo”.

No obstante, aunque a menudo pensemos verbalizando mentalmente, ya sea en monólogo o en diálogo, “parece que esa voz interior es mucho más sencilla que el lenguaje” que usamos normalmente para comunicarnos con los demás. Así, si tuviéramos ese soñado superpoder de leer el pensamiento de los demás, muy posiblemente no lo entenderíamos al completo porque a menudo está desestructurado.

Amigo fiel, padre ambivalente, rival orgulloso y niño indefenso

Al igual que cada uno tiene su propia personalidad, las voces de la cabeza también la tienen. Así se desprende de un estudio titulado Self-Talk: Conversation With Oneself? On the Types of Internal Interlocutors de Malgorzata Puchalska-Wasyl, psicóloga de la Universidad Católica Juan Pablo II de Lublin (Polonia), que estableció cuatro tipos de interlocutores internos: amigo fiel, padre ambivalente, rival orgulloso y niño indefenso.

El primer tipo descrito es un “amigo entrañable que te apoya”, que es el que parece más común, explica Alonso. 

Otro es “como un profesor o entrenador que te reta diciéndote que esto lo puedes hacer mejor, por ejemplo” que sería el que Puchalska-Wasyl denominaba “rival orgulloso”.

El padre ambivalente es “una figura paterna que en algunos momentos es muy empática, pero en otros casos es muy crítica” 

Y, por último, el niño indefenso, “que se valora como la más negativa, sería una especie de niño llorón, que es cuando te quejas a ti mismo de lo mal que te trata la vida, la gente, etc.”

Se puede educar en cierta manera, uno puede intentar que sus mensajes sean más del tipo positivo. “Al parecer es una clasificación bastante universal” y la mayoría le encaja alguno de estos cuatro perfiles de voces, aunque puede ir cambiando el perfil según el momento.

Y si lo que te dice tu voz interior no te viene bien porque es demasiado exigente o demasiado negativa, “se puede educar en cierta manera, uno puede intentar que sus mensajes sean más del tipo positivo, de animarte a ti mismo, etc.” porque “nuestro cerebro es muy abierto a lo que se encuentra y a lo que le pedimos”, explica el neurocientífico.

A veces te hablas, otras te escuchas

No estamos acostumbrados a reflexionar sobre cómo pensamos y mucho menos a explicárselo a otras personas, por eso son muchos los investigadores sobre el tema que ponen sobre la mesa la dificultad de estudiarlo, ya que la mayoría de los estudios están basados en encuestas que recogen la experiencia de los participantes.

No obstante, hay algunos artículos más cuantitativos que han medido la actividad cerebral y han descubierto un dato curioso: existen dos tipos de voces, una que utilizamos para conversar con los demás y que a veces usamos de forma interior sin verbalizarla y otra que de manera inconsciente aparece en nuestro cerebro.

“La voz deliberada y la espontánea no son exactamente la misma”. A veces te hablas y otras te escuchas. Alonso lo explica, por ejemplo, “cuando haces deporte y te estás diciendo a ti mismo: “¡Venga, a ver si consigues llegar hasta aquel árbol!” es tu voz interior, hablando deliberadamente”. “Pero otras veces surge ella sola como si tuviera vida propia” de forma espontánea, y “no son la misma”. “Una es más que te hablas a ti mismo y en otras te escuchas a ti mismo”, explica, y están en distintas áreas del cerebro, de manera que “a veces se activan las zonas del oído y otras las del habla”.

La dificultad de ponerse en la cabeza del otro

Tan interiorizada está la forma en la que articulamos nuestros pensamientos que “al que no tiene voz interior le parece difícil de creer que haya gente que sí la tenga, y viceversa”, dice.  

Cada vez que aparece en tema en redes sociales, miles de personas comentan, sorprendidos, que existan personas que tengan (o no) tal voz interior, y se preguntan unos a otros cómo la hacen, ante la incredulidad de que otros no tengan esa misma experiencia.

Leyendo este artículo ya habrás reflexionado si tienes voz interior, aunque a veces la respuesta no es tan sencilla. En primera instancia uno puede pensar que no, pero de repente, cuando pasa un rato, puedes sorprenderte a ti mismo con esa voz consciente o inconsciente, reflexionando sobre este tema, o leyendo con tu voz este artículo.

“No es una experiencia constante, aparece en determinados momentos del día”, explica el neurocientífico, “frecuentemente, por ejemplo, en ciertos momentos de estrés, como para ayudar a afrontar momentos un poco más difíciles”, apostilla.

Cuando la voz es el problema

Generalmente, ese ‘Pepito Grillo’ que tenemos es positivo, pero hay unos pocos casos en los que es muy perjudicial, como en “la esquizofrenia y la rumia que se produce con la depresión o la ansiedad, cosas que afectan negativamente al bienestar de la persona”.

Alonso refiere una importante investigación realizada con pacientes esquizofrénicos, de la que se desprende la importancia que puede llegar a tener la voz interior, y hasta qué punto puede llegar a modificarse para convertirla en algo más positivo.

“En la esquizofrenia muchas veces la gente escucha una voz interior que le dice mensajes lesivos para sí misma o para otras personas, diciendo cosas como que mates a tu madre”. En este contexto se ha realizado un estudio publicado en The Lancet Psychiatry Journal en el que los profesionales “han hecho una especie de retrato robot de esa voz, preguntando si es hombre o mujer, de qué edad la imaginan, si es ronca, qué tipo de palabras utiliza, etc.” Y, con esa información recopilada, crean un filtro de voz que utiliza un psicólogo para hablar al paciente desde otra habitación.

Pero no solo replican la voz, esta terapia, denominada Avatar, también crea una imagen virtual, con una cara que el paciente pueda identificar con la de la voz interior que le dicta mensajes maliciosos. Con todo esto el profesional puede ir modulando el mensaje lesivo, volviéndolo más positivo y conduciéndolo a la normalidad sin fármacos.

"Los pacientes empezaron a mejorar de forma magnífica", así que el estudio se ha ido ampliando posteriormente, "porque parecía que podría ser una nueva herramienta sin fármacos ni efectos secundarios, que abriese nuevas perspectivas”.

La afantasia, la enfermedad que suelen padecer los programadores informáticos y los que no saben dibujar

Un afantásico no sabe o no puede dibujar apenas, y si dibuja es un pobre esquema. Curiosamente, los afantásicos suelen ser buenos programadores informáticos.

Adelaida de la Peña, "La 'mente ciega': así es el cerebro de las personas que no pueden crear imágenes en su interior", en La Vanguardia, 31/10/2023:

La afantasia afecta a un 3,9% de la población en algún grado y a un 0,8% de forma total. Las personas incapaces de generar imágenes visuales tienen dificultades para poner cara a un familiar fallecido, evocar recuerdos autobiográficos, recrear sueños muy vívidos e incluso proyectar el futuro

Si alguien te dice “¿te imaginas que estuviéramos en la playa tomando un mojito?”… ¿eres capaz de visualizarlo en tu mente? ¿ves por ejemplo del vaso con hielo, la arena y el mar? Si no puedes o te cuesta hacerlo, quizás tengas afantasia en algún grado, porque la mayoría de las personas sí pueden generar imágenes mentales, no lo dicen en sentido figurado como para expresar que les gustaría estar de vacaciones sino que realmente pueden ver, con mayor o menos nitidez, una imagen mental.

“La afantasia es una dificultad marcada por los problemas para crear imágenes mentales”, explica a La Vanguardia Pablo Barrecheguren, doctor en biomedicina especializado en neurobiología y divulgador científico. “Es un grado, se estima que el 3,9% de la población tiene dificultades y el 0,8% tiene una incapacidad total para crear imágenes mentales”, es decir, que “casi una de cada 100 personas no puede imaginar”.

Los efectos

Un afantásico no puede imaginar con claridad un amanecer, pero puede describirlo perfectamente porque lo conoce

El hecho de no tener imaginación visual, especialmente cuando ocurre en un grado total, impide por ejemplo ver en la mente la cara de un familiar fallecido, visualizar recuerdos autobiográficos, tener sueños muy vívidos e incluso proyectar el futuro.

Además, un afantásico no puede imaginar con claridad por ejemplo un amanecer, pero puede describirlos perfectamente porque los conoce. “Una cosa es imaginar un geranio y otra saber lo que es. Estas personas saben lo que es, lo han visto (…) funcionan de otra manera; si tú les fuerzas a tener que generar una imagen, sí que digamos que ahí se atascan, pero eso no quita para que puedan describir cómo es porque lo han visto, lo han aprendido y lo tienen en la memoria” (que no en la imaginación).

Lo más llamativo es que esto no es limitante.  Para quienes le resulta fácil generar imágenes mentales, un primer impulso es pensar que tener una mente ciega debe ser un problema, sin embargo, “lo más llamativo es que esto no es limitante”, explica el neurocientífico, de ahí que mucha gente no se dé ni cuenta. “Hay otras cosas cognitivas que en cuanto te sales un poco de la norma si es muy problemático, pero esto no. La lección yo creo que es que hay una diversidad neurológica mucho mayor de lo que creemos”, insiste.

Menos terror

Aunque las investigaciones en la materia son aún muy recientes y falta mucho por estudiar, ya se han analizado algunas implicaciones. Por ejemplo, un estudio publicado en Proceedings of The Royal Society en 2021 sobre el papel fundamental de las imágenes mentales en las emociones humanas apunta a que los afantásicos pasan menos miedo o angustia ante un relato de terror. Parece lógico porque cuando leemos a menudo nuestra mente nos transporta a lugares que a veces somos capaces de ver y hasta de oler o sentir el frío del ambiente. En un relato aterrador… ¿cómo pasar el mismo miedo sin visualizar una puerta que se abre sola que podría ser la nuestra?

“Nuestros datos demuestran que los individuos afantasicos muestran una reacción de miedo fisiológica (SCL) significativamente menor cuando leen historias de terror, en comparación con los participantes de control con la capacidad de visualizar”, determina esta investigación.

No poder crear imágenes mentales conlleva tener menos sueños y menos vívidos.

¿Y cómo soñar si no puedes crear imágenes? Quienes no ven con el ojo de la mente “tienen sueños un poco menos vívidos, menos ricos sensorialmente”, cuenta el neurocientífico, refiriéndose a un estudio publicado en la revista Nature en 2020 que dilucida que “curiosamente, los individuos afantasicos reportan menos sueños y cualitativamente empobrecidos”.

Y proyectar el futuro también es más complicado para quienes experimenta ceguera mental, ya que el mismo estudio asegura que “también se informó que la memoria episódica y la capacidad de imaginar eventos futuros de los individuos afantásicos se redujeron significativamente en comparación con las dos poblaciones de control”.

Esta condición neurológica es complicada de detectar porque las personas creen que sus procesos mentales son los mismos que los de los demás: si llevas toda la vida experimentándolo, no tienes la sensación de que en tu cerebro esté ocurriendo algo diferente.

Es difícil diagnosticar a un afantásico porque, aunque hay algunos test, no hay una prueba fisionógica del todo desarrollada. Ha sido en los últimos años, cuando el tema ha salido a la palestra con nuevas investigaciones al respecto, cuando las personas sin imaginación visual están dándose cuenta de ello. “Hay mucha gente adulta que está de repente descubriendo que es afantásico”, asegura Barrecheguren.

Hay mucha gente adulta que está de repente descubriendo que es afantásico.

Pablo Barrecheguren, Neurocientífico y divulgador:

Para descubrir si uno es afantásico total o en algún grado, hay que poner a prueba la imaginación visual. En primer lugar hay que tener en cuenta que “nadie imagina desde cero, cuando imaginamos, una parte del cerebro se pone a funcionar y tira de la memoria siempre”, explica el divulgador. Por tanto, una buena manera de saber si experimentamos esta condición sería por ejemplo “pensar en un cuadro conocido como La Meninas y recorrerlo visualmente con tu mente, entrar dentro del cuadro, mirar por detrás… este ejercicio ¿te cuesta o no?” la respuesta te puede dar una pista de si tienes algún grado de afantasia.

“Si te piden que visualices en la mente algo que ya conoces y tienes dificultad, no es porque no sepas lo que es, sino porque tienes dificultad para generar la imagen” con lo que podrías tener algún grado de afantasia, resume Barrecheguren.

El psicólogo británico Francis Galton, pionero los investigar la inteligencia humana, fue el primero en esbozar la incapacidad de ver con el “ojo de la mente” en su denominado Estudio del Desayuno llevado a cabo en 1880. En este experimento se pedía a los participantes que imaginaran su mesa del desayuno y posteriormente describir lo que habían visualizado (no lo que recordaban). “Es un ejercicio que no se trata sólo de enunciar los objetos de la mesa cuando has desayunado sino que también se mide la viveza, cómo olía por ejemplo”, explica Barrecheguren.

Si te piden que visualices en la mente algo que ya conoces y tienes dificultad, no es porque no sepas lo que es, sino porque te cuesta generar la imagen. Las conclusiones fueron sorprendentes para el psicólogo, ya que se constató una gran diversidad en la forma en la que cada uno imagina visualmente, de manera que algunos de los participantes tenían visiones muy someras o nulas, mientras que otros experimentaban mucho realismo y detalles.

Sin embargo, estos descubrimientos se quedaron en un cajón cerca de un siglo hasta que el científico británico David Marks lo desempolvó en 1973 y desarrolló el Cuestionario sobre la intensidad de las imágenes visuales (VVIQ) que puedes realizar para saber, del 1 al 5, cómo de precisa es tu capacidad de imaginar visualmente, en el que uno es que “no hay imagen en absoluto, sólo “sé” que estoy pensando en el objeto” y cinco que es “perfectamente realista, tan vívido como ver de verdad”.

Las pupilas reaccionan al brillo de la imagen mental, primera prueba fisiolófica de la afantasia. 

Hasta hace muy poco, el año pasado, las investigaciones eran subjetivas, sólo podían medir a base de test los efectos de no tener imaginación visual. Sin embargo, un reciente estudio de 2022 titulado La respuesta pupilar a la luz como índice fisiológico de afantasia, fuerza de la imaginería sensorial y fenomenológica, ha aportado la primera prueba objetiva de la existencia de esta condición neurológica a través de la reacción de la pupila al brillo ilusorio. “Se trata de una investigación muy puntera que aún es experimental que está midiendo un reflejo del ojo”, explica Barrecheguren.

Las pupilas responden a la luz del exterior dilatándose o contrayéndose y este experimento ha demostrado que esta parte del ojo también reacciona ante el brillo ilusorio, es decir, a la luz de la imagen mental.

Atentos al resultado

Una manera de saber si experimentamos esta condición sería por ejemplo pensar en un cuadro conocido como 'Las Meninas' y recorrerlo visualmente con tu mente, entrar dentro, mirar por detrás… 

En conversación con La Vanguardia, el neurocientífico y divulgador cuenta que cuando realizaron el experimento “la pupila cambiaba en función de la luminosidad que mentalmente se asociaba a una imagen. Esto es muy chulo; Mostraban dos imágenes en blanco y negro y con la misma escala de grises y brillo idéntico, pero la pupila reacciona de forma diferente incluso si la imagen es el sol o la luna porque hay como un brillo mental asociado que nos imaginamos bastante automáticamente”, de alguna forma, aunque el brillo de la imagen sea la misma, la pupila responde a lo que imaginas. Así, el ojo de un afantásico no tendría ese reflejo porque no se está imaginando la foto.

Varios ciudadanos se ejercitan en Madrid este sábado. Miles de españoles salen este sábado por primera vez desde que se decretó el estado de alarma a hacer deporte y a pasear cuando la séptima semana de confinamiento llega a su fin, aunque lo harán con limitaciones.

“Nuestros resultados indican que la fuerza del contenido de las imágenes impulsa la respuesta de la luz de la pupila en los participantes que experimentan imágenes visuales. El carácter involuntario de esta respuesta proporciona una valiosa medida objetiva de la fuerza de la imaginación. En consecuencia, buscamos utilizar este hallazgo para probar la veracidad de una condición llamada afanasia, es decir, si estos individuos realmente carecen de imágenes visuales, no deben mostrar una respuesta de luz pupilar a las imágenes imaginadas”. 

Otras formas de imaginación

“Las personas con afantasia parece que no sólo tienen dificultad en imaginación visual sino que también tienen mermadas, quizás no en el mismo grado, las otras formas de imaginar con los otros sentidos”, cuenta Barrecheguren. Por ejemplo, “algunas personas que tienen afantasia técnicamente tienen anauralia”, que es la ausencia de voz interior.

Así lo constata un estudio de 2021 titulado Anauralia: la mente silenciosa y su asociación con la afantasia, en el que se demostró que “la mayoría de los afantasicos también informaron de imágenes auditivas (voz interior) débiles o completamente ausentes y los participantes que carecían de imágenes auditivas tendían a ser afantasicos”. Y esto también ocurre a la inversa; quien tiene una gran imaginación visual también suele tener mucha voz interior.

La mayoría de los estudios son muy recientes y actualmente se ha investigado la imaginación asociada a los sentidos más evidentes como son la vista o el oído (imágenes y voz interiores), por eso hay más documentación sobre la afantasia o la anauralia. “Se han estudiado las más obvias”, explica Barrecheguren, pero probablemente esta diversidad cognitiva atañe a “todas las percepciones como pueden ser la sensación térmica o la del dolor”, aventura el neurocientífico.

La hiperfantasia, el polo opuesto

En la inmensa variedad neuronal que se ha demostrado a lo largo de los estudios, se han valorado grados, y al igual que podemos decir que casi una de cada 100 personas tiene afantasia total, también existe el polo opuesto, a hiperfantasía, que son las personas capaces de generar imágenes fotorealistas y son en torno al 3% según Barrecheguren.

“Esto es el otro lado y tiene sus pros y sus contras”, reflexiona el neurocientífico, quien apunta que “no es un problema de salud, es cuestión de diversidad”.

Hábitos del disciplinado

De Quora:

Ser disciplinado no es una meta a alcanzar, sino una habilidad a desarrollar. Nunca llegaremos a un destino, siempre estaremos en el proceso.

Hábitos, esa es la palabra mágica para abandonar la pereza, darle la bienvenida a la consistencia y convertirnos en personas que no solo hablan sobre su próximo proyecto, sino que lo llevan a cabo.

Estos son los 7 hábitos de las personas que han cultivado la disciplina en su vida:

Escriben su meta principal todos los días: Muchas de nuestras decisiones están siendo tomadas por nuestro subconsciente, el chofer en nuestro cerebro. Escribir nuestra meta a diario es la manera en como le comunicamos: "Voy a este lugar". Quien no escribe sus metas usualmente es presa de la distracción, termina en cualquier lado excepto donde quería.

Limitan su tiempo en redes sociales: La disciplina no depende de la dopamina para subsistir. Es muy raro ver a alguien comprometido con algo revisando su teléfono cada 10 minutos para revisar el conteo de "likes" de su última publicación.

Se hacen inaccesibles por bloques de tiempo establecidos: Si las personas cercanas a ti saben que te pueden llamar, escribir o visitar a cualquier hora porque siempre vas a atenderles hay un problema. La disciplina requiere enfoque, este es celoso con el tiempo que le dedicas a los demás.

Son conscientes de sus debilidades: Digamos que tu meta principal es perder peso, pero traes en tu equipaje cierta adicción por el chocolate. Una persona consciente de esto, no se permite tener envases de "nutela" en su casa u oficina. Sabe que pasará el resto del día tomando "solo un poco". No podremos alcanzar nuestro destino si nos creemos más fuertes de lo que somos.

Se involucran en los grupos correctos: Somos el resultado de las 5 personas con quienes pasemos la mayor parte de nuestro tiempo. La razón principal por la cual la mayoría nunca logra desarrollar disciplina, es por el grupo de amigos en el que están involucrados. Si tu grupo viven una vida desinteresada, despreocupada y sin ningún tipo de metas, pronto terminarás abandonándolo todo.

Meditan 5–10 minutos al día: La manera más rápida de acercarnos a lo que queremos, es detenernos para revisar las señales ¿Estoy en el camino correcto? ¿Aún me interesa? ¿Por qué quiero lo que quiero? Una mente tranquila puede responder a estas preguntas con mayor claridad.

Se comen al elefante por pedazos: En vez de perseguir ser un autor publicado, se dicen a ellos mismos: "Hoy escribiré 5 páginas". Eventualmente, el resultado será un libro del cual se sientan orgullosos. De nada sirve tener una meta grande si no nos movemos diariamente hacia ella.

Pocas personas pueden llamarse a si mismas "disciplinadas", su estilo de vida no les permite avanzar. Por mucho tiempo han estado enfocándose en lo que quieren lograr en vez de construir el puente que los llevará al otro lado.

domingo, 10 de marzo de 2024

Síndrome de padre ausente

Carolina Pinedo, El síndrome del padre ausente, en El País,  28-XI-2023:

El síndrome de padre o madre ausente se refiere a progenitores que no están presentes durante la infancia de sus hijos, lo que tiene consecuencias en el desarrollo del menor. Esta situación puede deberse a diversas causas. “Largas jornadas de trabajo, traslado laboral, separación, divorcio complicado o fallecimiento. No obstante, la ausencia del padre o de la madre no siempre se da por estos motivos, muchas veces se trata de una ausencia emocional”, describe Iosune Mendía, psicóloga infantojuvenil en San Lorenzo de El Escorial (Comunidad de Madrid). Esta situación familiar influye en el niño de diferentes maneras. “La falta de cariño impacta directamente en su desarrollo afectivo, físico y mental y en todos los casos queda la sensación de abandono”, añade la experta.

Además de no estar presentes físicamente, los padres ausentes emocionalmente se caracterizan por otros comportamientos. “No ejecutan ninguna función en el ámbito familiar, delegan en su pareja la autoridad y la aplicación de límites, así como el cuidado y el sostén emocional. En ocasiones, se desvinculan de la crianza o manutención y no establecen lazos afectivos”, puntualiza esta especialista.

De poco sirve un padre corresponsable si el resto de la sociedad no lo es. Los progenitores que no están presentes en la vida de sus hijos durante la infancia dejan una huella de carencia afectiva. “Se traduce en una sensación de malestar, soledad y vacío producido por esa necesidad de amor no cubierta, así como en la búsqueda de aprobación constante para llenar ese hueco”, explica Mendía. La falta de modelos paternos también influye en aspectos de la personalidad del menor de cara a relacionarse con el mundo que le rodea. “Se trata de niños que son más inseguros. Tienen baja autoestima y dificultades para gestionar sus emociones y afectividad. A lo largo de su vida suele aparecer la tristeza, la depresión, la falta de interés, un peor rendimiento académico, la desmotivación o el pasotismo”, destaca. Además, la psicóloga incide en que se puede dar inseguridad, que se puede enmascarar y mostrar con un exceso de confianza, arrogancia, agresividad o rebeldía como manera de tapar los sentimientos dolorosos.

Cómo evitar ser padres ausentes

Los niños necesitan pasar tiempo con sus progenitores y que este sea de calidad. “Precisan contacto físico a través de gestos de cariño o compartiendo actividades manipulativas, como cocinar, porque los aprendizajes relacionados con la afectividad no se consiguen a distancia”, asegura por su parte Azucena Díez, especialista en pediatría y psiquiatría infantil y adolescente y directora de la Unidad de Psiquiatría de la Clínica Universidad de Navarra.

La también miembro de la junta directiva de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría explica que cuando las circunstancias impiden pasar tiempo con los hijos, conviene compensar esa menor cantidad de horas con la calidad: “En estos momentos, es aconsejable que haya atención plena y evitar pretender hacer varias cosas diferentes a la vez, ya que se puede generar frustración y culpa en los padres”. Esta pediatra y psiquiatra aporta varias pautas para casos en los que los padres tienen que ausentarse por cuestiones ajenas a su voluntad, como el trabajo o el cuidado de otras personas. Díez apunta cuatro consejos:

1. Transmitir a los hijos que se trata de una situación temporal y no de algo permanente.

2. Compensar la ausencia de uno de los progenitores con la presencia del otro y organizarse para hacer turnos, porque para los niños la ausencia de ambos padres les resulta más complicado.

3. Transmitir un mensaje de cariño incondicional, explicándoles la situación con mensajes como: “Te quiero mucho y me encantaría poder estar contigo”.

4. Dedicarles tiempo de atención plena cuando se está con ellos. No es necesario hacer grandes planes, porque no se trata de compensar las ausencias. Los niños buscan en muchas ocasiones que sus padres estén con ellos en casa tranquilamente.

¿De hijos con padres ausentes, futuros adultos que repiten el modelo?

Cuando los niños han tenido el patrón familiar de padres ausentes lo habitual es que cuando sean adultos y tengan hijos repitan las mismas conductas con las que se han educado. “Probablemente, serán personas que en su necesidad de encontrar afecto y una figura materna o paterna establecerán relaciones tóxicas. Tendrán miedo al abandono, por lo que tenderán a buscar relaciones de dependencia emocional basadas en la hostilidad y la desconfianza”, expone Mendia.

Estos futuros progenitores suelen tener varios comportamientos con su descendencia. Por ejemplo, según cita Mendía, corren el riesgo de presentar dificultades para establecer vínculos sanos y fuertes con sus hijos, convirtiéndose también en padres y madres ausentes o que pasan al otro extremo y son sobreprotectores.