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lunes, 24 de marzo de 2025

Una profesora francesa acosa a una alumna. Final trágico.

 Francia juzga a una profesora por acoso moral tras el suicidio de una alumna, en El País, por Raquel Villaécija, París - 10 mar 2025

Pascale B. está acusada de haber alimentado el hostigamiento por parte de otros niños a una menor de 11 años, que se quitó la vida en 2019. Francia juzga a una profesora por acoso moral tras el suicidio de una alumna

El juicio que comienza este lunes en el tribunal de Pontoise (al norte de París) contra la profesora de francés Pascale B., de 62 años, es excepcional por dos motivos. Es la primera vez que se juzga a un maestro por acoso moral a un alumno y, además, por su responsabilidad en el bullying que otros niños ejercían sobre él. La víctima se llamaba Evaëlle Dupuis y se suicidó en junio de 2019 en su casa de Herblay, cerca de la capital francesa. Tenía 11 años.

Los padres de Evaëlle y la madre de otros dos alumnos denunciaron por acoso moral a la maestra, que llevaba 25 años ejerciendo y que niega las acusaciones. La sentencia se dictará este martes. La mujer se enfrenta a dos años de prisión y una multa de 30.000 euros. Lleva cinco años bajo control judicial y no puede dar clase a menores. Hay otros dos alumnos implicados en el acoso a Evaëlle, que comparecerán ante un tribunal de menores antes de que acabe el año.

El caso conmovió al país y reveló las grietas del sistema de protección contra el acoso escolar, pues los padres de la niña habían denunciado la situación a la dirección del colegio Isabelle-Autissier, donde estudiaba su hija. Según refleja la juez de instrucción en el sumario, la profesora “la humillaba de manera regular delante de sus compañeros, aislándola al fondo de la clase”.

Se le acusa de haber alimentado así el hostigamiento que ya padecía por parte de otros niños. En concreto, se le reprocha haber organizado una reunión con los menores implicados en el acoso en la que la víctima no salió bien parada. Según el relato que hicieron algunos de los niños presentes, Evaëlle rompió en lágrimas: “La profesora gritaba mucho y le ordenó que parase de llorar”.

La educadora argumentó que su objetivo era revertir la situación y terminar con las actitudes de acoso, tratando de implicar a los agresores en el diálogo para que empatizaran con la niña. Para el juez instructor, no solo no supo protegerla, sino que “la estigmatizó como víctima”. “Es difícil imaginar, sobre todo en el caso de un profesor con experiencia, que no se diera cuenta del impacto emocional que esa situación podía tener en la menor”, explicó. A lo que añadió: “Estos actos repetidos degradaron sus condiciones de vida”.

Según sus padres, la pequeña sufría insultos, burlas y agresiones físicas por parte de algunos niños y comía sola. Denunciaron a tres de los alumnos. “Vivía un infierno”, lamentó Marie Dupuis, la madre de la víctima, en una entrevista con la cadena BFM. “Como profesora, con su comportamiento, legitimó el acoso que sufría mi hija”.

Entonces, los padres presentaron una queja formal por acoso a la dirección de la escuela y decidieron cambiarla de centro, pero las humillaciones no cesaron. El viernes 21 de junio de 2019, Evaëlle volvió de clase y se quitó la vida. Fue su padre el que la encontró en la habitación.

Tras su muerte, algunos menores denunciaron que a la profesora “le gustaba menospreciar” a los alumnos y les hacía comentarios como “no tienes cerebro”. “Esta profesora humillaba sistemática a los niños y hay una decena de testigos que lo confirman”, ha denunciado la abogada de los padres, en el inicio del juicio. “Lo que esperamos es que no vuelva a haber un caso Evaëlle; el acoso puede matar”.

El acoso es la gran lacra de la educación en Francia. El año pasado, el Gobierno aprobó un plan nacional para luchar contra el bullying tras el suicidio de dos niños. El caso de Evaëlle ya había revelado fallos en la protección a las víctimas en las aulas. Los padres denunciaron negligencias, como que Pascale B. no hubiera participado en los cursos de formación contra el acoso que impartía la escuela. También, que después de la muerte de su hija, la profesora siguió dando clase.

El director del centro admitió entonces que “el tiempo administrativo no se adaptó a la situación”. Las autoridades educativas que analizaron el caso reconocieron también que “se cometieron errores a la hora de apreciar el sufrimiento real [de la niña]”. Según sus padres, Evaëlle soñaba con ser profesora.

sábado, 8 de febrero de 2025

El gran corruptor Juan March y sus negocios criminales, por David Cot.

 “Nuestra Cruzada es la única lucha en la que  los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos.” Franco pronunciaba estas palabras tan  sorprendentemente honestas en un discurso de 1942 en Lugo. La historia de la guerra civil y de la dictadura franquista representa muchas cosas, pero entre otras, es la historia de un reducido número de personajes y familias que amasaron una fortuna al estar en los círculos de poder del nuevo estado que construyó el general Francisco Franco. 

Soy David Cot, presentador de Memorias Hispánicas,  y esta es la última entrega de la serie dedicada a Juan March Ordinas, el mallorquín que fue  el hombre más rico de España. En esta ocasión veremos algunos de sus negocios de posguerra, su  época de oposición al régimen franquista que él mismo había aupado, cómo surgió la Fundación Juan March, y su muerte y herencia. Veamos los últimos años de vida de uno de los hombres más  importantes de la historia de España del siglo XX. 

Negocios de posguerra

Ya vimos que Juan March tuvo un rol crítico en la  guerra civil española y que hizo un gran negocio con ella, gracias a sus préstamos, el tráfico de  armas y el control del comercio exterior. March hizo una apuesta arriesgada con los sublevados,  pero le salió bien y reforzó su papel como hombre más rico de España, eso sí, como un gran patriota  tenía el dinero principalmente en Suiza y Reino Unido. Se convirtió en el séptimo hombre más rico  del mundo según estimaba un diario londinense en 1943 gracias a los beneficios extraordinarios  de guerras. Mientras millones de personas habían muerto, estaban refugiadas, o pasaban toda  clase de penurias, el mercader de la muerte se construyó un palacio en Palma de Mallorca. En los primeros meses de 1939 fundó Aucona para centralizar sus actividades de exportación e  importación, en unos años en los que prácticamente monopolizaba el comercio exterior de España.  También poco antes de terminar la guerra civil fundó en Londres la Juan March & Co. con el  objetivo de controlar el mercado de divisas de España y el comercio con Reino Unido. Servía  de agencia financiera, de bolsa y de cambio de divisas, y entre los directores de esta sociedad  estaba un agente del servicio secreto británico, lo que remarca las buenas conexiones  de March con el gobierno británico. 

En España el capitalista mallorquín ganó mucho  dinero con el estraperlo, la venta de artículos eludiendo el control estatal, aprovechándose  del contexto de miseria de la posguerra. Nunca dejó el contrabando. En los años 50 seguía  traficando con tabaco, e incluso sacerdotes de Estados Unidos le pasaban cigarrillos de  forma ilegal. Eso pese a que, cuando se fundó Tabacalera en 1945 para monopolizar la venta de  tabaco, la familia March poseía en torno al 10%  de las participaciones. Ya vimos en el episodio  sobre los sobornos británicos que Juan March hizo negocios con los dos bandos de la Segunda Guerra  Mundial, aunque principalmente con los aliados, y ganó mucho dinero con el tráfico de armas.

 En este contexto, el hombre más rico de España aumentó las exportaciones de bienes de primera  necesidad. Esto ocurrió entre 1939 y 1942, cuando se produjo en España la hambruna más brutal  de su historia, que provocó la muerte de más de 200.000 españoles. Pero al cerdo capitalista y  traidor de Juan March esto le daba igual. España se había convertido en un estado totalitario, así  que ya no se tuvo que enfrentar a protestas por falta de alimentos como ocurrió cuando había  mallorquines que sufrían de hambre por sus exportaciones durante la Primera Guerra Mundial. Arturo Dixon recogió una anécdota que retrataba perfectamente a Juan March: “Desde Checoslovaquia  llegó a un puerto español un barco con un cargamento de zapatos. Cuando se examinó la carga,  se vio que todos eran del pie izquierdo y que, por lo tanto, no servían. La única persona que  pujó para quedárselos — naturalmente a un precio enormemente bajo— fue Juan March. Poco después  llegó otro barco con un cargamento de zapatos. Esta vez todos eran del pie derecho. Y de nuevo  March los compró a un precio verdaderamente irrisorio. Solo él sabía que los zapatos del  segundo envío hacían juego con los del primero. Además, ambas entregas fueron declaradas por la aduana como «mercancías inacabadas», y por lo tanto, libres de impuestos.” Otra anécdota que refleja el carácter de March viene del que había sido confesor  de Alfonso XIII. En 1945 era un hombre mayor en apuros económicos, y decidió reclamarle  a March todas las promesas económicas que le había hecho por sus favores. Este confesor fue clave en convencer a la empresa francesa, quien tenía el monopolio de venta de tabaco en el  Marruecos español, para que renovasen el contrato de subarrendamiento a March en los años 20. Pero  March nunca le pagó ni se dignó a contestar a la carta. Así de desagradecido era con quienes ya veía que no podía sacar ningún provecho. 

March contra el régimen franquista

Pero las relaciones de Juan March con la dictadura  franquista no siempre fueron buenas. Conforme se consolidaba en su puesto, Franco se irritó cada vez más por las deudas contraídas en la guerra con el mallorquín y no quería permitir que su  pretensión de monopolizar el comercio exterior pusiera en peligro la estabilidad de las finanzas  estatales. March chocó sobre todo con el ministro de Comercio e Industria, Demetrio Carceller, un  falangista favorable al intervencionismo estatal extremo que se enriqueció con comisiones obtenidas del mercado negro y el comercio  exterior, como el tráfico de wolframio y petróleo. Era por tanto un competidor directo de Juan March, y así debe entenderse estos choques dentro de la  dictadura franquista, que era una cleptocracia como ya vimos en el episodio anterior de esta  serie. En 1941 Carceller acusó a March de masón y de provocar escasez de materias en España, y  el ministro de Trabajo José Antonio Girón exigió que lo fusilaran por alta traición. A Valentín  Galarza, ministro de Gobernación, le ordenaron que retirase el pasaporte a Juan March y que lo  pusiera bajo arresto domiciliario. Sin embargo, Galarza era uno de los que recibían los sobornos  británicos directamente de March, y le trasladó la información para que pudiera abandonar el país. March envió una carta a Franco negando las acusaciones y pidiendo ir al Consejo de Ministros  para defenderse, donde podría denunciar la corrupción de dos o tres ministros. El fascismo falangista odiaba a March por representar el arquetipo de capitalista insaciable sin  patria, pero March no había financiado una rebelión militar para instaurar un gobierno que le  pusiera trabas a sus negocios. En julio de 1942, Juan March fue detenido durante unas horas porque  los servicios secretos españoles tenían indicios  de que participaba en una  conspiración monárquica contra Franco. Cuando fue liberado, no se la jugó y huyó  de España para fijar residencia en Lisboa, centro de conspiraciones monárquicas. Otros  monárquicos, como Pedro Sainz Rodríguez y Eugenio Vegas Latapié, quienes ya desde  el día de la proclamación de la República conspiraban contra ella, tuvieron que  trasladarse a Portugal debido a las amenazas de detención por parte de la dictadura  de Franco. Allí también residía José Gil Robles. 

Tras la operación Torch en el norte de  África en noviembre de 1943, la presión privada y pública para restaurar la monarquía en  España aumentó. Juan de Borbón expresó que había llegado el momento de sustituir la dictadura  de Franco, vista como un régimen de transición, y generales monárquicos como Orgaz y Kindelán  pidieron a Franco que abandonase el poder y dejase las formas de gobierno a imitación de  otras extranjeras, en referencia al fascismo, y volviese a formas genuinamente  españolas, la de la monarquía católica. 

March gastó al menos un millón de francos suizos a  favor de Juan de Borbón durante la Segunda Guerra  Mundial. El capitalista creía que lo mejor sería  que la dictadura franquista fuese sustituida por una monarquía aceptada por la izquierda y capaz  de cohesionar España. Básicamente se adelantó a lo que sería luego la Transición. En 1944 la  victoria ya se veía a favor de los aliados, y se formó la Alianza de Fuerzas Democráticas  entre socialistas, anarquistas y republicanos, excluyendo a comunistas. Franco y todo su  régimen temían que, pese a haber ganado la guerra civil, ahora perdiesen el poder. March celebró una reunión con las fuerzas opositoras en el piso de su amante Matilde  Reig. El mallorquín ofreció un cheque y le dijo a Régulo Martínez, presidente de la Alianza,  que pusiera la cantidad que quisiera. Lo que querían los opositores era hacer propaganda para  difundir las corrupciones de Franco y su régimen, pero Juan March se negó porque temía que eso le  costara la vida. Al final, esto quedó en nada, pero Franco se enteró de la reunión. March volvió a Portugal, porque le llegó el soplo de que Franco había expresado  que quería matarlo, y al terminar la Segunda Guerra Mundial fijó su residencia  en Ginebra, Suiza, aunque siguió visitando España muy frecuentemente. En 1946, viendo que el  régimen de Franco estaba para quedarse y que las victoriosas potencias aliadas no se estaban  moviendo para cambiarlo, Juan March comunicó que no iba a dar más dinero a la oposición  monárquica encabezada por Juan de Borbón. 

Juan March no mantuvo una relación estrecha con  Franco al finalizar la guerra civil. Bartolomé March, hijo del banquero, visitaba asiduamente el  palacio de El Prado e implicaba en los negocios familiares al entorno del dictador. Por tanto,  se puede describir la relación entre Franco y March como unmatrimonio de conveniencia. No había  amor ni confianza mutua, sino intereses comunes.   

 Pese a que tuvieron roces importantes, Barcelona Traction, uno de los mayores robos de la historia. Así nació FECSA Francisco Franco supo recompensar bien a Juan  March por su apoyo. El mallorquín se aprovechó de la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial  para tomar medidas hostiles contra empresas extranjeras en suelo español y comprarlas a precio  de saldo. Así lo hizo con la filial mallorquina de General Electric, que a base de hostigamiento  los propietarios vendieron a March en 1942. 

Pero el mayor regalo de la dictadura franquista  a Juan March fue la Barcelona Traction. Estamos hablando de la compañía eléctrica de Cataluña,  conocida popularmente como La Canadiense, que por activos era la tercera empresa más grande  de España y producía el 20% de la electricidad del país. Era un holding con un entramado  empresarial muy complejo y opaco, constituido con capital extranjero que se aprovechaba de esta  estructura para no pagar sus impuestos en España. 

Su accionista principal y dirigente era Dannie  Heineman, un judío de nacionalidad estadounidense y belga que no pudo ejercer un control efectivo  sobre la compañía desde la guerra civil, primero por haber sido colectivizada y después  porque Franco prohibió la compra de divisas a  sociedades extranjeras. El ministerio de Industria  no permitía subir precios en las tarifas,  ni tampoco llevar a cabo nuevas inversiones.  Entre esto y que la compañía cobraba en pesetas que no paraban de devaluarse y debía  pagar a los acreedores en libras esterlinas, el negocio estaba en una situación complicada. Desde 1945 March fue comprando obligaciones de la Barcelona Traction hasta convertirse en  su mayor acreedor. Tras la constitución de la ONU y la exclusión de España de este organismo  internacional, existía un clima muy contrario a las empresas extranjeras del que March se  aprovechó, presentándose como un patriota  español dispuesto a poner su fortuna contra las  oligarquías financieras internacionales de las que él mismo pertenecía. Por ideología y como  recompensa por su contribución en la guerra, a Franco ya le interesaba que una gran empresa  pasase a estar en manos de un capitalista español. 

El 12 de febrero de 1948 un juez de la  localidad tarraconense de Reus declaró en quiebra La Canadiense, después de que hombres  de March presentasen una demanda para reclamar el pago de las obligaciones. Con eso, los intereses  de los acreedores pasaban a ponerse por delante de los accionistas, y el mayor acreedor era  March. Que el mallorquín untó al juez para que fallara a su favor con una medida tan  desproporcionada ni cotiza, porque muchas otras empresas no eran declaradas en quiebra  por simple falta de disponibilidad de divisas. 

Además, a los pocos días de la sentencia,  sin que los accionistas y directivos de la Barcelona Traction pudieran reaccionar  porque no les notificaron a tiempo, un hombre presentó un recurso de apelación. Este  era un secuaz de March, que hizo este movimiento para evitar que los propietarios de la Barcelona  Traction pudieran presentar su propio recurso.  

Inmediatamente hombres de March tomaron el  control de la Barcelona Traction, y hubo negociaciones en vano con Heineman y protestas  de los gobiernos de Bélgica, Reino Unido, Canadá y Estados Unidos, aunque finalmente los  británicos actuaron a favor de su antiguo aliado. 

En enero de 1952 se procedió a la subasta  pública de la compañía. Solo pujó Fuerzas Eléctricas de Cataluña, conocida por sus  siglas FECSA, una empresa creada por Juan March expresamente para la ocasión y que contaba  también con la participación de diversos bancos, como el Santander y Pastor. El precio de compra  de las acciones fue de 10 millones de pesetas, cuando su valoración estimada estaba entre  los 1.000 y 3.000 millones de pesetas. Un robo en toda regla revestido de legalidad. Esta es solo una de las muchísimas pruebas que demuestran que la dictadura franquista fue  una cleptocracia, un gobierno donde primaba el enriquecimiento personal de algunos cercanos al  régimen. El magnate judío podría haber presentado una oferta por el mismo valor o superior  para evitar la venta. Se recurrió en vano la sentencia y los accionistas presentaron distintas  demandas en juzgados de España. Pero en la España de Franco no había independencia judicial, y  nadie podía ir contra el gobierno y contra March. 

El gobierno estadounidense, cuando se negoció  normalizar relaciones diplomáticas con la España franquista, presionó sobre esta cuestión  y advirtió de las consecuencias negativas en la imagen de España entre inversores internacionales,  pero Franco dijo que era una cuestión privada y que no podía hacer nada. Al final, Estados Unidos  proporcionó un crédito de cien millones de dólares a España, y así empezó su proceso de reapertura,  sin que afectase negativamente el caso Barcelona Traction a la atracción de inversiones  extranjeras. El caso terminó en el tribunal internacional de La Haya con una resolución  favorable para los March en 1970, cuando ya Juan March y Dannie Heineman habían muerto. En los años 50, ya en su vejez, Juan March Fundación Juan March, o cómo lavar la imagen de un capitalista corruptor con las manos manchadas de sangre quiso crearse la imagen de benefactor. En  consonancia con ser el más rico de España, era el que más aportaba en campañas benéficas  organizadas por la dictadura, como contra la tuberculosis o para viudas y huérfanos de familias  de militares. Con su dinero manchado de sangre y corrupción, March, sobre todo a través de su  esposa, financió algunas obras caritativas y religiosas, como la construcción del  colegio de los franciscanos en Palma. 

Sin embargo, su mayor acción en este sentido  filántropo fue en 1955. El capitalista mallorquín copió el modo de hacer de los ricos anglosajones  y creó la Fundación Juan March para que su nombre se recordara por generaciones, para lavar su  imagen y para pagar menos impuestos. La Fundación Juan March promueve la formación con becas e  intercambios de estudiantes e investigadores, la elevación y difusión de la cultura, así como  la investigación científica. La constituyó con 300 millones de pesetas y 1.200.000 dólares, siendo la  fundación con más recursos de Europa y equiparable a las grandes fundaciones estadounidenses. En  los años siguientes los March fueron ampliando su capital hasta los 1.000 millones de pesetas. La decisión de formar la fundación vino por sugerencia del catalanista Joan Mascaró,  nacido también en Santa Margalida y que fue trabajador de March, pero que, al acompañar  al hijo de este a estudiar en el extranjero, se licenció en lenguas y se convirtió en uno de los mayores especialistas en sánscrito. Este le envió una carta en 1951 sugiriéndole  imitar el ejemplo de otros millonarios en obras sociales o culturales para que su  nombre se perpetuase en la historia. Juan March quería morir sabiendo que la gente le  lloraría y honraría, y hay que decir que lo consiguió. A su muerte fue recordado por  su fundación y hoy en día mucha gente ni siquiera sabe quién fue realmente Juan March.  

Muerte de Juan March Ordinas

Hablando de su muerte, el 25 de febrero de 1962, su chófer conducía un Cadillac para  llevar a March a una reunión por Madrid, pero un vehículo circulaba en dirección contraria  y chocó violentamente con el coche del hombre más rico de España. El millonario de 81 años se llevó  la peor parte y sufrió numerosas fracturas y un shock traumático, aunque permaneció consciente.  El prestigioso médico catalán Josep Trueta se desplazó expresamente desde Londres para  examinarlo, y también se desplazó desde Barcelona el doctor Puigvert, pero era difícil que  sobreviviera con 81 años y varios traumatismos. 

Modificó el testamento para elevar hasta los  2.000 millones de pesetas el capital de la Fundación Juan March. Mostró algunos signos  de mejoría, pero nadie se atrevía a hacer un pronóstico optimista. Su amante Matilde Reig,  familiares, y ministros de Franco lo visitaron,  y un padre lo confesó y administró los sacramentos  el 4 de marzo. Juan March nunca fue religioso,  pero debió pensar que más valía ser pragmático  y asegurarse una plaza en el cielo por si  existía. En sus últimos días las mejorías  desaparecieron y entró en un estado delirante. 

Finalmente, el 10 de marzo de 1962 falleció  Juan March Ordinas. Se oficiaron misas en Madrid y Palma de Mallorca en las que asistieron  todas las grandes personalidades del momento. La Banca March y FECSA suspendieron sus actividades,  y los barcos de la Transmediterránea ondearon las banderas a media asta. Fue enterrado en el panteón  familiar en Palma de Mallorca, junto a su esposa que ya había muerto unos años antes. La noticia  de su muerte llegó a ocupar primeras páginas en diarios de todo el mundo, que tildaban a March del  hombre más misterioso del mundo y el Rockefeller español. Un becario envió esta carta: “No conocí  a don Juan. Pero difícilmente olvidaré su nombre. Sin su ayuda nunca habría pisado la Universidad.  Le ruego acepte esta pequeña nota de condolencia.” 

Así fue Juan March, en pocas palabras ¿Quién fue, por tanto, Juan March Ordinas? Después  de haber estudiado su biografía, describiría al  mallorquín como un capitalista que no tuvo ningún  escrúpulo para conseguir sus objetivos. Siempre que podía buscaba la colaboración voluntaria de otros o inducirlos a ello mediante sobornos, se valió de la corrupción empresarial y política  para hacerse el hombre más rico de España, pero aquellos que no se sometían a su  voluntad se aseguraba que lo pagasen caro.  

No tenía ninguna moral más que el dinero. March era un hombre que tenía como objetivo y obsesión hacerse siempre más y más rico e  influyente, no llegó un momento en que dijo, vale, estoy feliz con la riqueza que he acumulado  y ahora voy a disfrutar. Azaña lo describía en 1932 como un hombre intrépido, inteligente,  y lleno de rabia. Juan March no era el típico mafioso italiano que actuaba de patriarca de un  clan familiar extenso. Era un hombre solitario, con muchos lacayos a sueldo, y que sabía hacerse  imprescindible y moverse en la política para que sus negocios triunfasen. Se rodeaba de  un equipo de técnicos competentes que le fuesen fieles. Era un mafioso a la española. Era un hombre muy individualista y egocéntrico que solo velaba por sus propios intereses. Por  eso tampoco tuvo inconveniente en proporcionar suministros a dos bandos en guerra, porque lo importante era ganar dinero. Cuando le convenía,  se presentaba al público como alguien preocupado por el patriotismo, la religión, o como un mecenas de artes y ciencias, pero eso no eran más que  maneras de justificar sus acciones y lavar su imagen. Juan March Ordinas fue sin duda uno de  los hombres más listos, ambiciosos, amorales  y más importantes de la España del siglo XX. 

Juan March y la legitimidad de las herencias

El testamento de Juan March declaraba heredero único a su hijo mayor Juan March Servera. Este se  quedó en pleno dominio con el 60% de los bienes, y el usufructo del 40% restante para dos  nietos del patriarca familiar. En cambio,  excluyó de la herencia y solo dejó la legítima  que le correspondía a su hijo menor Bartolomé. 

Juan apenas se relacionó con este hijo, que  las malas lenguas decían que ni era hijo suyo, y en cambio fue el mimado de su madre Eleonor y  recibió todos sus bienes en herencia. Bartolomé era un mecenas y coleccionista, un vividor  alejado del espíritu capitalista de su padre. Quizás por eso Juan March lo repudiaba  y no quiso fragmentar el patrimonio familiar. 

Pero esto no es lo importante. Lo importante es  preguntarse qué legitimidad tiene la herencia de Juan March y que hoy los March sigan siendo una  de las familias más ricas de España. La memoria histórica sobre la Segunda República, guerra  civil y dictadura franquista sigue siendo un campo de batalla ideológico muy importante  porque los beneficiarios del franquismo saben que el reconocimiento de la ilegitimidad del  franquismo y de todas sus acciones criminales es solo un primer paso que luego puede derivar en  la exigencia de políticas de reparación económica y devolución del patrimonio robado, como se  hizo en Alemania a las víctimas del nazismo. 

En el caso de los March, no es solo que  se lucrasen en la dictadura franquista, sino que sus chanchullos ya venían de antes.  Hemos visto a lo largo de la serie de episodios sobre Juan March que la riqueza de los March se  formó a base de la corrupción, el contrabando, el tráfico de armas, la especulación  inmobiliaria, las actividades bancarias, los monopolios ilegales, la exportación de  alimentos mientras se provocaba hambre en España, los asesinatos y la financiación de los golpistas  en la guerra civil, aparte de por supuesto las relaciones laborales propias del capitalismo. Desde mi posicionamiento anarquista, la propiedad privada es en sí misma ilegítima,  porque se basa en desigualdades y las reproduce, en términos tanto de poder como de riqueza  material. No es aceptable que la riqueza, que es el resultado de esfuerzos colectivos  acumulados durante siglos, sea monopolizada por unos pocos y que estos vivan del trabajo de otros.  Pero incluso si no cuestionas la legitimidad de la propiedad privada y con ella las herencias,  creo que si tienes un mínimo de moralidad verás que no puede justificarse la concentración y  perpetuación de la riqueza en una familia que cometió tantas actividades ilegales y muchas  de ellas en contra de la mayoría de españoles. 

El sistema de leyes y gobiernos protege a los  grandes ladrones como Juan March, mientras que  cae todo el peso de la ley sobre los que cometen  pequeños hurtos. ¿Cómo se puede defender esta injusticia? ¿Cómo alguien puede decir sin  que se le caiga la cara de vergüenza que no, que Juan March fue un gran empresario y que su  familia está donde está gracias a que era un genio y trabajó más que nadie, y que si eres pobre será  porque eres un vago? ¿Cómo alguien aún puede caer en el discurso meritocrático del capitalismo? Es indecente que no se aplicase la Ley de Memoria Democrática a la Fundación Juan  March, que lleva el nombre del principal, y más indispensable, financiador del golpe y de  los sublevados en la guerra civil. Pero claro, es más fácil atacar a las élites políticas  y militares que ya no están en el poder que a las élites económicas beneficiarias del  franquismo, que siguen perpetuándose hoy en día. 

La abolición del capitalismo y propiedad  privada creo que es la forma más simple de hacer tabula rasa, porque además pueden  haberse cometido todo clase de atropellos en la formación de la riqueza familiar de cada  uno de nosotros, pero ahora te pregunto a ti qué opinas sobre el debate de la legitimidad  de la herencia de Juan March y blanqueamiento de su figura a través de su fundación, y  sobre el debate de las herencias en general.  

Espero tus reflexiones en los comentarios. En cualquier caso, espero que si te has visto la serie completa sobre Juan March Ordinas  hayas aprendido mucho sobre este personaje tan importante de la historia de España y del que se  habla poco para no enfadar a los March, y espero que te lleve a reflexiones más profundas sobre el sistema en que vivimos que recompensa a tipos sin escrúpulos como Juan March. Si es así, por favor  dale a me gusta y compártelo para ayudar en su  difusión, y suscríbete al programa si eres nuevo. Puedes apoyarme en patreon.com/lahistoriaespana a cambio de beneficios exclusivos, también  en YouTube y Spotify con membresías, o con una donación en la página web del programa, donde  también encontrarás los guiones y fuentes de mis  episodios. Muchas gracias por cierto a Juan Carlos  Traversi por haberse hecho miembro del canal. 

Hacer esta serie ha sido gratificante por todo  lo aprendido, pero también me ha recordado porqué ya no hacía series, por el compromiso de  dedicación y tiempo que suponen. Lo próximo de Memorias Hispánicas quizás serán ya entrevistas a historiadores, que tengo muchas ganas de hacer, así que permanece atento por ello y  mantén las notificaciones activadas o sigue el Discord o canal de WhatsApp.  ¡Gracias por escucharme y hasta la próxima!

jueves, 6 de febrero de 2025

Sectas franquistas. El Opus Dei, dossier.

 Soy ya viejo, así que tengo que mirar una Obra. Dossier Opus Dei:

I

    Fátima Navarro, exnumeraria auxiliar: “O salía del Opus o me volvía loca”, por Natalia Junquera, en El País, 6 feb 2025:

El documental ‘El minuto heroico’ recoge los testimonios de 13 mujeres de diferentes edades y países que relatan abusos sufridos dentro de la organización.

Agustina López de los Mozos fue numeraria del Opus entre 1971 y 1979. Cuenta que la “captaron” en un partido de baloncesto y que la felicidad, para ella, es recordar los 20 minutos en un autobús tras salir del centro en el que vivía para volver a casa de sus padres. Es decir, el día que decidió salir. En 2002, encendió la televisión y vio que estaban emitiendo la ceremonia de canonización del fundador, José Escrivá de Balaguer. “Sentí una profunda decepción y decidí difundir en Internet libros de antiguos miembros de la Obra que habían pasado inadvertidos o ya estaban descatalogados, porque la sociedad no sabe cómo funciona de verdad el Opus, ni siquiera los supernumerarios [que no hacen promesa de celibato y viven en sus casas] lo saben. Y a partir de ahí, empecé a recibir muchísimos mensajes de gente pidiendo ayuda, contando su experiencia. Tengo miles de testimonios de todos los países donde está presente el Opus”, relata a EL PAÍS.

La página web, Opus libros, se convirtió en una especie de terapia de grupo y en una primera gran grieta en la opacidad que rodea a la organización, que afirma tener 41.500 miembros en España, el 70% de ellos supernumerarios (no dan cifras de bajas). López de los Mozos es una de las 13 mujeres de distintas edades y nacionalidades que participan en la serie El minuto heroico. Yo también salí del Opus Dei, que se estrena este viernes en Max, casi cuatro horas de testimonios demoledores. Escrivá vuelve a la pantalla, pero más de dos décadas después de la canonización, el contenido es muy distinto. El documental cuenta con la colaboración de la actriz Claudia Traisac, quien, siguiendo las indicaciones de las exnumerarias, recrea sus vivencias.

Menores de edad

Las mujeres entrevistadas en la serie, dirigida por la periodista Mònica Terribas, fueron miembros de la organización en España, El Salvador, México, Irlanda, Inglaterra, Argentina, Guatemala y Costa Rica. La más antigua ingresó en 1971. La última en abandonar lo hizo en 2016. “Los fallos del Opus Dei son iguales en todo el mundo. Es fuente de manipulación de adolescentes, de separación de familias, de problemas físicos y psíquicos…”, relata López de los Mozos. El documental, dividido en cuatro capítulos, abarca desde la captación, siendo menores de edad; el control férreo que el Opus ejercía sobre ellas una vez dentro, apartándolas de sus familias y sometiéndolas a una dependencia económica absoluta, hasta el complicado proceso para salir de la organización y empezar una “vida normal”. María Roca revela, por ejemplo, que cuando salió no sabía si los semáforos se cruzaban en rojo o en verde. Otras mujeres explican cuánto les costó relacionarse con hombres. “Temblaba cada vez que veía a uno”, relata María Isabel Mena.

La captación se produce a través de los centros educativos y mediante actividades atractivas para los menores: excursiones, deportes... Se hace de uno en uno, por numerarios o numerarias jóvenes que se hacen amigos de los chicos y chicas hasta que “pitan” —en la jerga interna, iniciar el proceso de admisión—. “Te hacen sentir importante, especial...”, recuerdan las entrevistadas, pero una vez que ya estás dentro, los captadores desaparecen —para captar a otros— y ellas mismas se convierten en reclutadoras. “El mismo día que cumplí 14 años y medio”, relata Mena, “le dije a mi madre que iba a estudiar, pero iba a pedir la admisión al Opus Dei. Me dejaron muy claro que no le tenía que decir nada a mis padres porque ellos podían ser la voz del demonio”. Su testimonio coincide con el de otras entrevistadas, como Fátima Navarro, que explica cómo le pidieron que no comunicara que había dado el paso hasta que cumpliera la mayoría de edad. Numeraria auxiliar, estuvo 20 años dentro de la organización. “O salía, o me volvía loca”, resume.

La Prelatura no quiso participar en el documental. Cuando EL PAÍS publicó, el pasado octubre, testimonios de antiguos miembros del Opus Dei denunciando manipulación y abusos, una portavoz de la organización replicó que, según sus estatutos, la edad mínima para “comprometerse formalmente” son los 18 años, “tras al menos un año y medio de preparación y discernimiento”. “Si alguien más joven siente una llamada vocacional”, añadió, “puede solicitar ser ‘aspirante’, con el consentimiento expreso de sus padres y siempre que sea mayor de 14 años y medio”. Tanto las entrevistadas en el documental como en el reportaje de este diario desmienten ese consentimiento previo paterno.

"Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava"

Tras el último paso, el de la llamada “fidelidad”, las mujeres del documental y los testimonios recogidos por EL PAÍS coinciden en que les dieron una plantilla de testamento para donar sus bienes al Opus Dei. “La Obra ha conseguido verdaderas fortunas así”, afirma De los Mozos. Una vez dentro de los centros, les entregan el cilicio —que deben usar dos horas al día— y las disciplinas (una especie de cuerda para azotarse la espalda). A partir de ese momento, “la familia es la Obra” y las cartas que envían y reciben, denuncian, son abiertas y “censuradas”.

Entre las entrevistadas para el documental figuran cinco numerarias auxiliares, mujeres que limpian y cocinan en los centros de la organización. “Las numerarias sirvientes, y lo digo en serio”, anotó Escrivá de Balaguer, “me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas; ahora, se están santificando pelando patatas”. Las mujeres explican que carecían de sueldo y no estaban dadas de alta en la Seguridad Social. La fiscalía argentina, tras dos años de investigación impulsada por la Procuradoría de Trata y Explotación de Personas (Protex), acusó por ambos delitos a cuatro responsables del Opus Dei. EL PAÍS entrevistó el pasado octubre a una de las denunciantes, Lucía Giménez, que nunca cobró por su trabajo, y a una portavoz de la organización en Argentina, que admitió “inconsistencias en los aportes durante algunos periodos de tiempo” y aseguró que se habían emprendido “acciones de reparación”. “El Opus Dei”, añadió, “es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”.

II

"Manipulación, codicia y poder: la historia no contada del Opus Dei," reseña publicada en Babelia, suplemento cultural de El País, por Natalia Junquera, 2 oct 2024:

Tras cinco años de investigación, el periodista financiero Gareth Gore acusa a la organización del secuestro del Banco Popular, explotación y maltrato. Su futuro depende de Trump y de hasta dónde esté dispuesto a llegar el papa Francisco.

“La Obra es un peligro para sí misma, para sus miembros, para la Iglesia y para el mundo”, concluye el periodista Gareth Gore (Wigan, Inglaterra, 43 años) en Opus (Editorial Critica), una investigación de cinco años sobre la organización fundada hace casi un siglo por Escrivá de Balaguer. El libro empieza con una confesión. “En 2017, me enviaron a Madrid a cubrir la quiebra del Banco Popular y me perdí la parte más importante de la historia”. Especializado en información financiera, ya había cubierto crisis bancarias en una decena de países y contó la caída de la entidad española de una manera similar. “Pero un par de años después”, relata durante la entrevista en Londres, en la oficina de su agente literario, en pleno Piccadilly, “tuve la suerte de que mi jefe me enviara de vuelta a España” para hacer seguimiento. “Lo que parecía otra historia sobre el colapso de un banco que había asumido demasiados riesgos dejó de serlo. Nada tenía sentido”. Los accionistas trataban entonces de recuperar su dinero en los tribunales. Todos menos uno, curiosamente, el mayor. “Enigmáticamente bautizado como La Sindicatura”, relata Gore, “el grupo contaba con el 10% del banco cuando quebró, una participación valorada en más de 2.000 millones de euros en su punto álgido. Sin embargo, pocas semanas después de la quiebra, la principal empresa de La Sindicatura notificó su disolución”. “Siguiendo el rastro del dinero”, el investigador llegó a esa historia que se había perdido y que motiva el subtítulo de este libro: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica. Es decir, el lado más oscuro de una organización religiosa vinculada hoy a decenas de centros educativos en España.

Cien de las casi 500 páginas del libro son notas, es decir, fuentes. Gore se entrevistó con más de un centenar de actuales miembros del Opus Dei: de veinteañeros a nonagenarios; en Londres, Roma, Madrid, Buenos Aires y Nueva York; y entre ellos “personas cruciales en la toma de decisiones dentro de la organización”. Confía en que su libro sea “el inicio de un proceso para animar a policías, jueces y gobiernos a investigar los abusos y posibles delitos cometidos por el Opus”. Gore desea que esos cinco años de trabajo sirvan para “abrir los ojos”. “Para mí, lo más peligroso es cómo esa organización que recluta niños y se levanta sobre un sistema de manipulación se ha introducido en el sistema educativo. En España el debate gira en torno a si los concertados deben recibir dinero público. Para mí, lo que debería estar preguntándose el Ministerio de Educación español es: ¿Debe tener autorización el Opus Dei para encargarse del bienestar de los niños?”.

EL PAÍS comparte en primicia en España, tras conversar en Londres con el autor, las revelaciones del libro, a la venta el 9 de octubre. Un memorándum interno del Opus Dei previo al lanzamiento y distribuido en residencias de numerarios pide a Escrivá que interceda desde el cielo y a los miembros de la organización que “recen por todos los involucrados y por todos los que puedan verse afectados”. La oficina de prensa del Opus Dei ha emitido este miércoles un comunicado en el que afirma que el libro ofrece una “imagen falsa” de la Obra y de su fundador; niega las acusaciones, asegura que sus miembros no les “representan” en sus actividades políticas o económicas y que su red de corporaciones y fundaciones cumplen la ley. Las organizaciones sin ánimo de lucro manejadas por integrantes de la organización, añaden, buscan “extender el mensaje y el espíritu del Opus Dei”: “Lo hacen con la convicción de que todos los bautizados están llamados a ser agentes de evangelización”.

Luis y Javier Valls-Taberner: Opus Dei y Opus Night

La entrevista con Javier Valls-Taberner, que llevaba más de 40 años en el Banco Popular, 15 de ellos como presidente junto a su hermano Luis, “abrió esta gigante caja de pandora”, relata Gore. “Nos llamaban Opus Dei y Opus Night”, le reveló el banquero. Mientras Luis, numerario, se retiraba por las noches a una residencia del Opus a las afueras de Madrid donde se ceñía al muslo el cilicio —una cadena con pinchos— para recordar el sufrimiento de Cristo, a Javier le gustaban “los buenos vinos, la buena comida, las fiestas y el golf”. Fue Luis quien asumió el encargo de hacerse con el Banco Popular. La operación implicaba traicionar a su propia familia, ya que Félix Millet, su presidente entonces, era primo hermano de su madre.

El “secuestro” del Banco Popular

La maniobra de lo que Gore llama “secuestro” de la entidad bancaria para convertirla “en un cajero automático del Opus” y financiar su expansión por todo el mundo se consolidó a principios de 1957. A través de empresas vinculadas a la Obra, fueron comprando grandes paquetes de acciones. “Los archivos oficiales del Banco Popular están salpicados de menciones a empresas auxiliares del Opus Dei. A finales de 1962 y principios de 1963, el banco prestó a Eolo más de 30 millones de pesetas para participar en una ampliación de capital”, afirma el libro. “Sin Luis [Valls-Taberner] y el modo en el que desvió dinero del banco, el Opus no sería lo que es hoy. Una parte muy importante de la red que tiene por todo el mundo existe gracias al dinero que vino del Popular”, explica Gore. “La participación se efectuaba a través de una serie de empresas fantasma y fundaciones que operaban como un juego de muñecas rusas para ocultar a su verdadero beneficiario. El dinero iba del banco a iniciativas de reclutamiento”. Gore afirma que una web en la que un grupo de numerarios homenajeaba a Valls-Taverner cifró en 700 millones de euros la contribución a fundaciones vinculadas con la organización.

Cuando Luis Valls-Taberner enfermó y dejó de serles útil, apartaron a los hermanos del banco. “Javier me contó que apenas le dejaban hablar con Luis”, quien murió en 2006. Un mes después, Javier fue despedido de la entidad y llegó a temer por su vida. “Viajó a Londres para hablar con el embajador español, un hombre conocido por ostentar un alto cargo en el Opus Dei, y le pidió que informara a Villa Tévere [la sede del Opus Dei en Roma] de que tenía documentos incriminatorios en una caja fuerte en Suiza que saldrían a la luz si algo les ocurría a él o a su familia”.

El comunicado oficial de la organización tras la publicación del libro afirma que Luis Valls-Taberner “destinó parte de su retribución a ayudar a iniciativas inspiradas en el Opus Dei” y ayudó a “crear varias fundaciones, algunas de las cuales recibieron donaciones del Banco Popular” que “financiaron diversas iniciativas impulsadas por el Opus Dei o personas relacionadas con esta institución”. Todo se hizo, insisten, “de manera transparente y legal, y generalmente en forma de préstamos que han sido reembolsados”.

El Santander se hizo con la entidad financiera por un euro en 2017. El caso Banco Popular seguía coleando este año. El pasado junio, la sala de lo penal de la Audiencia Nacional confirmó que el expresidente Ángel Ron debía ser juzgado por los delitos de estafa a inversores y falsedad contable por una ampliación de capital en 2016.

La expansión en EE UU y la agenda de Trump

Mientras en la vecina Francia un tribunal condenaba a una fundación de la organización y a dos numerarios que trabajaban para ella a indemnizar a una mujer que los acusó de explotación, en otros países, especialmente EE UU, el Opus avanzaba a grandes zancadas. “En España”, explica Gore, “todo se debe a Franco. Su complicidad con esa dictadura sangrienta fue lo que los ayudó a crecer. Y en EE UU, el país más poderoso del mundo, el Opus ha dedicado muchos recursos a aumentar su influencia. No es casual que florezca en tiempos de profundas divisiones y guerras culturales. El Opus se alimenta de todo eso y de la desinformación. Después de las elecciones de 2020, el Papa llamó a fomentar un clima de reconciliación. Pero lo que hizo el Centro de Información Católica [organismo que fue dirigido por John McCloskey después de renunciar a su trabajo en Wall Street para hacerse sacerdote del Opus] fue lo contrario: se convirtió en una plataforma para las figuras próximas a Donald Trump que cuestionaban las elecciones, una herramienta para echar más gasolina al fuego”.

El libro relata cómo a través de distintas fundaciones y organismos, el Opus trata de infiltrarse en la élite del poder estadounidense, desde la Cámara de Representantes hasta la Casa Blanca y el Tribunal Supremo. En 2002, el senador por Pennsylvania Rick Santorum fue invitado por la Obra para participar en Roma en una serie de conferencias en las que los oradores insistieron en la necesidad de que los miembros del Opus y los católicos en general utilizaran su posición en la sociedad para influir en las políticas públicas. Santorum declaró que, en su lucha pública en el Senado estadounidense, “el bendito Josemaría” guiaba su camino. Fue uno de los patrocinadores de una enmienda para obligar a las escuelas a dejar de enseñar la teoría de la evolución como un hecho. “El Opus”, afirma Gore, “crea el ambiente y se relaciona con las personas adecuadas para provocar cambios legislativos. El mayor logro de esa red es haberle dado la vuelta a Roe contra Wade [el fallo del Tribunal Supremo que garantizaba el derecho federal al aborto], pero eso es solo el principio. Si Trump gana en noviembre, será también una victoria para esa red de personas vinculadas al Opus Dei en EE UU”.

Escrivá de Balaguer: “bombardeo del amor” y “prudencia de serpiente”

El fundador del Opus Dei llamaba a Luis Valls-Taberner “mi san Nicolás”, en alusión a Nicolás de Bari, santo al que se atribuía haber salvado de la prostitución a tres hermanas arrojando por la ventana de su casa dinero para que su padre pudiera casarlas —con el tiempo pasó a ser conocido como Santa Claus—. El propio padre de Escrivá se había arruinado cuando él tenía 12 años. El que sería declarado santo en 2002, había ingresado en el seminario para optar a una vida mejor. Estudió derecho y llegó a pedir plaza de funcionario, pero su solicitud no prosperó. “Al no encontrar un trabajo decente en la vida civil, empezó a buscar vacantes eclesiásticas”,relata el libro. A finales de 1928, comenzó a esbozar las líneas generales de lo que sería el Opus Dei. Al principio, afirma el investigador británico, “abarca ideas como la compasión, el perdón y la caridad”, pero pronto evolucionará, por el lado religioso, a algo mucho más parecido a una secta, y por el lado político, al lobby. “Una historia de manipulación, abuso y codicia envuelta en el manto de la santidad”, resume Gore.

El segundo manual de Escrivá, Instrucción sobre el modo de hacer proselitismo, detalla los métodos de reclutamiento de los futuros numerarios, quienes harán votos de castidad, pobreza y obediencia. Con lo que llamaba “prudencia de serpiente”, pedía ir uno a uno, desconfiar de las personas que hacían muchas preguntas, incluso de los que padecían sonambulismo, y alejarlos de sus familias. La estrategia para entablar amistad se conoce como “el bombardeo de amor”. A la primera ceremonia de ingreso, Escrivá la denominó “la esclavitud”.

- Desde el principio, hay una voluntad de ocultar sus métodos. ¿No es, en el fondo, mala conciencia?

- Escrivá sabía que el sistema que estaba diseñando era inaceptable. Los escritos fundacionales nunca han sido compartidos con el Vaticano. Hay un factor de culto a Escrivá, otro elemento de vergüenza y otro de miedo a que la gente los vea como lo que son. En el caso de los supernumerarios (los miembros que pueden vivir en familia) es más complicado, pero en el de los numerarios funcionan como una secta.

“Se están santificando pelando patatas”

Uno de los secretos que el Opus intentó preservar fue el funcionamiento de sus residencias para numerarios. Aunque al principio Escrivá diseñó una hermandad secular de hombres —”Nunca habrá mujeres, ni de broma, en el Opus Dei”, escribió—, primero admitió a numerarias (con educación y dinero) y años más tarde inventó la figura de las “numerarias sirvientas” (sin formación), que limpiaban y cocinaban para los numerarios. En la residencia donde vivía Luis Valls-Taberner, entraban por puertas distintas. “Ni siquiera se permitía el contacto físico entre el director [de la parte masculina] y la directora [de la parte femenina]. Cualquier conversación para coordinar las comidas o la limpieza debía mantenerse a través de un sistema telefónico interno. Para asuntos más complicados, se permitía pasar una nota por debajo de la puerta, aunque tenía que estar mecanografiada y sin firmar como medida de seguridad para evitar que se formaran vínculos personales, por ejemplo, al ver el nombre o la letra de otra persona”, escribe Gore.

El Opus animaba a dirigirse a universitarios varones con el fin de “reclutar a la próxima generación de funcionarios y empresarios”, relata el investigador. “Para llegar a todos nos dirigimos primero a los intelectuales, sabiendo que a través de ellos pasa cualquier intento de penetración en la sociedad”, dejó escrito el fundador de la Obra. Pero el caso de las numerarias sirvientes era bien distinto. Se trataba, explica Gore, de “mujeres sin estudios y procedentes de familias pobres. Escrivá consideraba que esa nueva clase inferior era vital para crear un ambiente más enrarecido dentro de las residencias, ya que, de ese modo, los miembros numerarios se sentirían aún más especiales”. Tras las primeras admisiones, anotó: “Las numerarias sirvientes, y lo digo en serio, me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas; ahora, se están santificando pelando patatas”.

- ¿Es el Opus una organización misógina?

- Absolutamente. Hoy el Opus se esfuerza en presentarse como una organización donde la toma de decisiones es democrática y paritaria, pero es una ficción. Las mujeres votan, pero lo que votan tiene que ser validado posteriormente por los hombres.

María del Carmen Tapia fue enviada a una de las residencias de la Obra en Venezuela. Allí había sugerido algunos cambios, como que les permitieran confesarse con sacerdotes ajenos al Opus. En sus valientes memorias, tituladas Tras el umbral y citadas por Gore, Tapia relata que Escrivá la hizo viajar a Italia, donde la llamó “grandísima hipócrita y mala mujer”. A continuación se dirigió a las representantes de la sección femenina y les ordenó, refiriéndose a Gladys, una venezolana a la que Tapia había recurrido para eludir el control de la correspondencia: “A esa cójanla después. Levántenle las faldas, bájenle las bragas y denle en el culo hasta que hable”.

A lo largo de los años, algunas de aquellas mujeres se atrevieron a denunciar lo que habían vivido. Uno de esos casos, el de 43 antiguas sirvientas en Argentina, sería crucial para llamar la atención de un compatriota, el hombre más poderoso de la Iglesia, el papa Francisco. La pionera, Lucía Giménez, había sido captada en un pueblo de Paraguay cuando tenía 13 años y trasladada sin documentos en un avión privado hasta Buenos Aires, donde trabajaba en “jornadas de 12 horas, sin paga, con descansos solo para comer y rezar y durmiendo en una tabla de madera”, según recoge el libro. Cuando, con 32 años, abandonó el Opus, “era una mujer destrozada”. Por este caso, la justicia federal argentina acaba de imputar a las máximas autoridades del Opus en el país por trata de personas y explotación laboral. Gore advierte: “He hablado con muchas mujeres, muchas de ellas reclutadas cuando eran apenas unas niñas, también españolas, que han sufrido cosas muy parecidas. Las autoridades españolas deberían seguir el ejemplo de sus colegas argentinos e investigar al Opus con carácter de urgencia”.

Mortificación y libros prohibidos

En la residencia donde vivió el presidente del Banco Popular, “los numerarios debían llevar un cilicio atado al muslo dos horas al día”. “Una vez a la semana, tenían que dormir en una tabla de madera. Las mujeres lo hacían todas las noches porque se las consideraba más sensuales y debían hacer un esfuerzo extra para evitar la tentación. Los sábados, la disciplina suponía una mortificación adicional: un látigo en forma de cuerda que los miembros golpeaban por encima de los hombros contra la espalda mientras entonaban una oración”, relata el libro. Se buscaba el aislamiento y control total de los inquilinos, de modo que cada mañana el director revisaba los periódicos para recortar cualquier material sensible. El Opus también diseñó un sistema de calificación de libros, del 1 (puede ser leído por cualquiera) al 6 (totalmente prohibido) y al que debían ceñirse los miembros de la organización. Entre los autores censurados con el 6 figuran Flaubert, Joyce, Roth o Tennessee Williams. “El Vaticano suprimió en los años sesenta un índice de libros parecido, pero a día de hoy, el Opus mantiene ese sistema”, afirma Gore.

Maletas con dinero, Operación Limonada y la caída de Ruiz-Mateos

El libro de Gore no es el primer escándalo para el Opus. Richard Cushing, el arzobispo que casó y enterró a John Fitzgerald Kennedy, escribió en 1964 una carta al máximo responsable de la organización en Boston y llegó a pedirles que cesaran todas sus actividades. En 1965, el hombre del Banco Popular en Lisboa, Gregorio Ortega, numerario, fue detenido en Venezuela con una maleta llena de billetes. Al registrar su habitación de hotel, la policía encontró un cuarto de millón de dólares. “Se había convertido en el principal contrabandista monetario del Opus Dei”, relata Gore, que explica cómo “a mediados de los sesenta se habían creado 138 sociedades auxiliares para generar fondos destinados a financiar las ambiciones de Escrivá. El Opus Dei ya había creado un complejo sistema de cuentas bancarias, tanto en España como en el extranjero, a nombre de numerarios de confianza para evitar las normas de control. Pero el sistema no era infalible, y a veces el grupo tenía que recurrir a lo más básico para sacar dinero de España. Antes de un viaje al extranjero, a los miembros a veces se les entregaba un cinturón con billetes”. En 1988, “un grupo de padres católicos de Nueva York publicó un libro titulado Guía sobre el Opus Dei para padres de familia en el que detallaban las técnicas de captación del grupo”. En 2001, agentes del FBI detuvieron a uno de sus compañeros, Robert Hanssen, por espiar para los rusos. Cuando fueron a registrar su casa en Nueva York, Bonnie Hanssen les explicó que su marido llevaba haciéndolo desde 1979, cuando lo pilló in fraganti. Entonces, relató a los agentes, llevó a su marido a confesarse con el padre Robert Bucciarelli, sacerdote del Opus, quien, según relató, aconsejó a Robert que en lugar de entregarse, donara el dinero que le pagaban los rusos. En 2002, el sacerdote estrella de la prelatura en Washington, John McCloskey, fue denunciado por abusos sexuales…

- Ninguno de esos escándalos, de esas llamadas de atención, parece haber tenido mucho impacto en la reputación del Opus Dei, que cumple casi un siglo. ¿Por qué?

- Casi todas las conversaciones empezaban de la misma manera, con el miembro del Opus Dei explicando que todos los que formaban parte de la organización actuaban con total libertad y que cualquier cosa que hicieran, ya fuera en los negocios, en la política o en general, era por iniciativa propia y no tenía nada que ver con la Obra. Hasta ahora les ha sido muy fácil lavarse las manos diciendo: “Ha sido un hombre. No es el modo en el que opera el Opus”. Pero mi libro va al corazón de la organización, a los escritos de Escrivá donde se asienta un sistema de manipulación. Ya no pueden decir que ha sido un individuo, una manzana podrida. Es un diseño. Mucha gente dentro de la Iglesia, incluyendo al Papa, es hoy consciente del peligro del Opus; otra mucha gente desconoce los abusos o está dispuesta a cerrar los ojos porque percibe a la organización como un aliado para mover a la Iglesia hacia una agenda más conservadora. Y el mundo en general no tiene idea de lo que supone el avance del Opus. Envía feliz a sus hijos a su escuelas porque piensa: “Es una organización católica. ¿Qué puede tener de malo?”.

Gore apoya esa tesis con dos datos. El primero alude a las precauciones tomadas por Bergoglio cuando encarga una investigación sobre las finanzas del Vaticano. Para tratar de eludir a la vieja guardia, los investigadores recibieron teléfonos móviles con números malteses en lugar de italianos y se estableció una línea privada para enviar contraseñas de acceso a documentos encriptados. El segundo recibe el nombre de Operación Limonada, literalmente, un plan para tratar de licuar el escándalo que iba a suponer el lanzamiento de El código da Vinci, de Dan Brown (del que se hizo luego una película), donde se vincula a la organización con “lavado de cerebro” y donde se mencionaban, “además del escándalo del espía Hanssen, el rescate del Banco Vaticano por el Opus Dei”. Se presentó el libro como una ofensa a todos los cristianos, no a la Obra. “Gracias a una astuta estrategia de comunicación —con profusión de entrevistas y visitas guiadas para mostrar la cara amable de la organización— y al pago de un millón de dólares para silenciar a una víctima, convirtieron los limones en limonada”. “El dinero recaudado por el Opus”, afirma Gore, “se utilizó para reclutar adeptos y tapar delitos”.

- ¿Qué tipo de delitos?

- Particularmente, trata de seres humanos. Naciones Unidas la define como la captación, transporte o recepción de personas mediante amenazas, fuerza o coacción con fines de explotación, aunque la víctima haya dado su consentimiento. El sistema de captación y traslado de las niñas y mujeres jóvenes que se incorporaron al Opus Dei con la promesa de estudiar en una escuela de hostelería parece encajar en esa definición. También deberían investigar las autoridades la posibilidad de que haya habido un fraude en esta red de empresas y fundaciones que el Opus controla, pero no oficialmente. El Opus siempre se protege a sí mismo.

- Cuenta en el libro que José María Ruiz-Mateos, supernumerario, llegó a donar 1.500 millones de pesetas (unos nueve millones de euros) al Opus, pero cuando fue a pedirles ayuda por sus problemas con la justicia, le dejaron caer.

- Ruiz-Mateos debía tanto dinero al Estado y sus negocios eran tal desastre financiero que el Opus no habría podido hacer nada, pero se aprovecharon de él. Una vez que dejas de serles útil, tienen cero interés en tu espiritualidad.

40.000 dólares en una bolsa de McDonalds. El hartazgo del Papa

La relación del Opus con el Vaticano está en crisis. Poco después de la investidura de Fernando Ocáriz al frente de la organización, se produjo un nuevo escándalo. Una numeraria argentina que había donado todos sus ingresos y tres apartamentos a la Obra decidió marcharse. Sin dinero con el que seguir adelante, pidió a la prelatura que le devolvieran parte de sus donativos, pero el Opus se negó. Al enterarse, el Papa, relata el libro, ordenó que la indemnizaran. “Le entregaron 40.000 dólares en efectivo en una bolsa de McDonalds”. “Se avecina una lucha encarnizada entre el Opus y fuerzas progresistas de la Iglesia”, afirma el investigador británico, convencido de que esa red de políticos y jueces conservadores de EE UU dispuestos a implantar una agenda ultraconservadora en la sociedad ha apostado claramente a la pronta llegada de otro Papa. “Todo depende de cuánto tiempo viva Francisco y cuánto apetito tenga para dar esa batalla. El Opus tiene muchos aliados en la Iglesia”.

Opus, Gareth Gore. Traducción de Efrén del Valle. Barcelona: Crítica, 2024. 496 páginas. 23,90 euros

Opus, Gareth Gore. Traducción al catalán de Mireia Alegre e Imma Estany Morros. Barcelona: Pòrtic, 2024. 

III

“Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava”, en El País, por Natalia Junquera, 6 oct 2024:

Ex miembros del Opus Dei relatan su proceso de captación siendo menores, describen técnicas de manipulación y trastornos mentales. Una psicóloga con 15 años de experiencia con estos pacientes advierte a la sociedad del peligro que supone. La organización niega las acusaciones

“A todas las personas que quise ahí dentro, las sigo queriendo. La mayoría están ya fuera del Opus Dei, pero una de ellas sigue. Cuando hice la denuncia, la enviaron a hablar conmigo. Le dije: ‘Estoy denunciando a la organización. Esto no tiene nada que ver contigo, que no sabes qué es el Opus Dei’. Yo tampoco lo supe hasta que salí. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era una esclava”.

Lucía Giménez es una de las pioneras en la denuncia que ha provocado que la fiscalía argentina, tras dos años de investigación impulsada por la Procuradoría de Trata y Explotación de Personas (Protex), haya acusado por ambos delitos a cuatro responsables del Opus Dei. La organización atraviesa un momento clave, ya que el Vaticano revisa sus estatutos y un investigador británico, Gareth Gore, acaba de publicar un volumen de casi 500 páginas acusándoles del “secuestro” del extinto Banco Popular y manipulación de personas.

“Salí gracias a mi mamá”, relata Giménez a EL PAÍS por videollamada desde Buenos Aires. “Ella enfermó de cáncer y dije que iba a ir a cuidarla. Para entonces me había alejado mucho de mi familia. Cuando me preguntaban si iba a ir a verlos les decía que no, porque la Obra era ahora mi familia y no tenían dinero para mi viaje. Te vuelven una fanática. Cuando mi mamá murió, se me cayó el mundo encima. Veía a mis hermanos felices con sus hijos, con su casa... A mí apenas me conocían, era una extraña. No tenía nada ni a nadie. Me quería morir. Pero algo hizo click en mi cabeza”.

Giménez tenía entonces 32 años. Había sido reclutada a los 13 en un pueblo rural de Paraguay, Loreto. “Venían a por mi hermana mayor, de 16, pero ella no quiso ir y fui yo. Oí cómo les contaban a mis padres que podían ofrecerme una educación, una vida mejor. Les engañaron, como a mí. Éramos muchos en casa, pero no éramos pobres. Teníamos animales, huertas, leche, verduras, queso… mi mamá nos hacía la ropa. A ella le dijeron que me iban a cuidar”, cuenta, emocionándose. Primero, relata, la trasladaron a Asunción y a los 16, a Buenos Aires. Durante años, denuncia, custodiaron su documentación. “Un día me empezaron a decir que podía ser del Opus Dei, que era mi vocación. Dijeron que supernumeraria [los miembros que no hacen promesa de celibato] no, que mejor numeraria auxiliar porque era muy joven y pura. Yo no sabía qué significaba eso. Cuando me dieron el cilicio y la disciplina [una especie de cuerda para azotarse la espalda] y me explicaron que tenía que usarlo para no caer en la tentación y no abandonar a Dios, me asusté, pero te insisten tanto… Me llevaron a una casa de varones del Opus. Había bastantes chicas trabajando y pensé: ‘Esto debe ser así’. Nadie te explica de entrada que vas a ser sirvienta. Al principio me pusieron a cocinar para 15 hombres. Una numeraria me enseñaba con un libro. También recibía clases sobre el espíritu del Opus Dei. Por las noches caía destruida, agotada. Nos levantábamos a las seis de la mañana, y a las siete menos cuarto ya estábamos limpiando. Tenías tantas cosas que hacer que no te dejaban pensar. Tardé mucho en preguntarme a mí misma: ¿por qué fueron a buscarme a un pueblo de Paraguay? ¿Por qué no iban a por la gente de su ciudad? Y en responderme: Porque en la ciudad tenían televisión, sabían muchas más cosas de las que sabíamos en nuestra casa”.

Nunca le pagaron por su trabajo. “Cuando salí, tenía la espalda destrozada y estaba muy mal psicológicamente. Me daban ataques de pánico en la calle porque yo no sabía qué era la calle. Mi primera relación la tuve a los 40 años. Me costó mucho cambiar el disco, comprender que nada del cuerpo de una mujer es pecado”. Con el paso del tiempo, entró en contacto con otras mujeres con un relato similar, como Claudia Carrero: “Conocí el Opus Dei en 1979, a los 13 años. Fueron a la casa de mis padres y dijeron que había un sorteo para ver si ingresaba en el Instituto de Capacitación en Estudios Domésticos”, relata a este diario. “Me dieron una estampita de Escrivá de Balaguer y me dijeron que rezara para poder ingresar. En la escuela estuve tres años, luego pasé por diferentes residencias hasta que me fugué en 2002. Me desilusionaron mucho. Pienso que solo les importa el dinero y el poder”, añade.

La portavoz de la Obra en Argentina: “El Opus Dei es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”

No fue fácil encontrar a un abogado que las ayudara. “Yo soy exnumerario”, cuenta desde Nueva York Sebastián Sal, el letrado que asumió su defensa, “y no tenía ni idea de que esto ocurría. Lo primero que hice fue pedirles perdón. Es imposible que Dios te pida que durante toda tu vida seas empleada doméstica del Opus Dei”. Sal pasó diez años en la organización, que abandonó en 1998. “Cuando me fui, me dijeron que iba a enfermar de cáncer”. “El número 43 [por las denunciantes, aunque la mayoría de esos casos están ya prescritos según la legislación argentina] quedó como una referencia”, añade, “pero se han puesto en contacto con nuestro despacho mujeres de España, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Perú, México, Guatemala, Inglaterra... con una experiencia similar”.

A preguntas de EL PAÍS, una portavoz del Opus Dei en Argentina niega las acusaciones de trata y explotación y afirma que los padres de estas mujeres daban autorización para que sus hijas fueran formadas en la escuela ICES, creada en 1973 y “fiscalizada por todas las autoridades competentes durante más de 40 años [entre ellos, los de la dictadura]”. Por esa escuela pasaron hasta 2016 [año en que una nueva ley estableció que no estaba justificado que las alumnas residieran en centros educativos fuera de su ámbito familiar] 1.080 alumnas. Afirma que “solo el 10% pidió la admisión al Opus Dei”. Preguntada por las 43 denunciantes, asegura que “eligieron libremente ser miembros” de la Obra. En cuanto al trabajo que realizaban, responde: “Las formas de materializar esos pagos y organizar el trabajo fueron variando a lo largo de las décadas, acompañando a la legislación y los cambios culturales propios de cada época”. La portavoz admite “inconsistencias en los aportes durante algunos periodos de tiempo” y afirma que “se han emprendido acciones de reparación”. “No negamos que [las denunciantes] hayan podido sufrir experiencias negativas a nivel personal y nos hemos disculpado públicamente por ello. El Opus Dei es una organización compuesta por personas, y como tal, no está exenta de cometer errores”, añade. Finalmente, preguntada por qué solo mujeres forman parte de ese cuerpo de numerarias auxiliares que limpian y cocinan, responde: “Es una cuestión de carácter fundacional. San Josemaría [Escrivá de Balaguer] se dio cuenta de que su madre y su hermana estaban generando el clima que buscaba para los centros de la Obra. Tras considerarlo en la oración, decidió pedirles esta ayuda insustituible. Se trata de una llamada específica, que surge entre las primeras mujeres del Opus Dei”. El fundador, en efecto, llegó a escribir: “Las numerarias sirvientes me parecen el mayor milagro que nuestro Señor ha hecho por su Obra. Antes solo pelaban patatas. Ahora se están santificando pelando patatas”.

Tratamiento psiquiátrico por miembros del Opus Dei

Laura, (nombre ficticio), española, accede a compartir su experiencia como numeraria auxiliar, pero pide ocultar su identidad porque ha llegado a un acuerdo económico con el Opus Dei. “Entré en 1975, con 18 años, y salí en 2001, a los 44. Me dijeron que iba a tener formación profesional, que iba a ser santa y servir a Dios. Nadie me explicó que servir a Dios era servir a los numerarios y a las numerarias que vivían en un centro. La supuesta formación profesional era religiosa, clases del espíritu de la Obra, del fundador…nada realmente útil para la vida civil y tampoco nada sobre la doctrina de la Iglesia Católica. Hablaban exclusivamente del Opus Dei. Cuando ya dabas el último paso, la ‘fidelidad’, hacías testamento y te comprometías a entregar todo lo que tuvieras a la Obra. Eso, y los papelitos que te entregaban cuando pedías dinero para comprar unas medias, fue lo único que firmé hasta que, en 1990, vino una inspección de Trabajo al colegio mayor donde trabajábamos y nos hicieron un contrato por una temporada. Luego me enviaron a un centro de varones, donde vivían entre 10 y 12 hombres, y ahí volví a trabajar sin contrato”.

Pablo Galán, exnumerario: “Cada año tenías que hacer una lista de amigos que ibas a intentar que pitaran. Pitar es como llaman unirse a la Obra”

“Cuando me dieron el cilicio y las disciplinas”, prosigue Laura, “pensé que no iba a ser capaz de usarlos, pero luego terminabas acostumbrándote, sobre todo al cilicio, que había que llevar dos horas al día, mientras limpiabas, nunca durante el tiempo de oración. Te preguntaban si lo estabas usando y si decías que no, de penitencia te ponían una hora extra al día siguiente. Nos decían que el fundador, a veces, después de usar las disciplinas, tenía que limpiar la sangre que saltaba a la pared y que nosotras teníamos que ser igual de fuertes. Un día a la semana, dormíamos sobre el suelo o en una tabla de madera”. Laura describe, en Madrid, los mismos métodos y largas jornadas de trabajo que Lucía Giménez en Buenos Aires y el mismo nivel de ocupación para evitar que se hicieran preguntas. “Una vez me fui a casa de mi madre, vinieron a buscarme y me dijeron que había traicionado a Dios. Te decían que ellos eran tu familia y que la Obra era lo primero. En 26 años, debí ir a casa de mis padres tres veces y siempre acompañada por una numeraria. A mis sobrinos los empecé a conocer cuando salí de la Obra”. Antes de eso, describe un calvario. “Cuando empecé a encontrarme mal, porque estaba muy angustiada, me llevaron a una psiquiatra del Opus Dei que me empastilló. Yo quería ser santa, pero la lucha interior era terrible, cada día juzgaba más cosas. Empezaron a medicarme en 1988. Me ingresaron tres veces en la clínica universitaria de Pamplona. Los dos primeros ingresos fueron porque me tomé dos cajas de pastillas, pero yo no quería morirme, quería salir de allí. El último, porque dijeron que estaba muy cansada. En los ingresos no venía nadie a verte y luego volvías al centro como si nada. Cuando salí, estaba machacada por dentro. Ahora soy feliz, sigo sanándome, entendiendo que no es que yo hiciera mal, es que aquellas cosas eran anormales”.

Blanca (nombre ficticio), exnumeraria: “El Opus Dei no debería tener contacto con menores”

Una portavoz del Opus Dei en España afirma que todas las personas que trabajan en el mantenimiento de las residencias “están dadas de alta en la Seguridad Social desde el momento en el que existe una regulación legal de su trabajo, en los años ochenta”. A la pregunta de si han llegado a acuerdos económicos por reclamaciones de estas mujeres responden que sí. Preguntada por si existe una plantilla para que los numerarios cedan todos sus bienes en testamento a la Obra, responde: “Como ocurre en toda la Iglesia Católica, las iniciativas y labores del Opus Dei se financian con la aportación de sus miembros y de otros que no lo son. No hay ninguna obligación de donar a la Obra los bienes no procedentes de su trabajo. En su testamento, como cualquier ciudadano, determinan el destino que desean para sus bienes”. Y niega que se impida el contacto con sus familias: “Tienen total libertad”. Media docena de exmiembros del Opus Dei de distintas ciudades y edades consultados por este periódico aseguran lo contrario. La portavoz de la organización en Argentina admite que “en décadas pasadas, las dificultades materiales y económicas para viajar eran mayores, lo que pudo haber ocasionado que, en alguna ocasión, algún miembro del Opus Dei no haya podido asistir a algún evento familiar”.

También pide ocultar su identidad otra mujer de 34 años, en este caso, universitaria y exnumeraria, no auxiliar, pero por motivos diferentes. “Yo estuve 11 años en el Opus Dei, hasta 2017. Durante todo ese tiempo no me hablé con mi padre, porque no aceptó que me fuera de casa para vivir en un centro. Quiero hacer una denuncia pública de todo lo que sufrí, pero sin que la exposición vuelva a abrir esa herida en mi familia”. Blanca (nombre falso) relata que fue “captada” en el colegio. “El mío es un modelo muy común: padres que no son del Opus, pero que te mandan ahí porque el nivel académico es bueno y creen que en los colegios no hay labor de captación, pese a que es el principal foco. Del colegio pasas a lo que llaman clubes juveniles, donde hay actividades deportivas, culturales… y donde viven las numerarias. En mi caso se acercó una chica unos seis años mayor que yo. Parecía una amistad genuina. Con el tiempo te das cuenta de que todo lo que te dicen, en la forma y en el tiempo, está premeditado, responde a un plan y es progresivo, para que tu vayas asimilando cosas de forma muy lenta. La captación, el lavado de cerebro empieza antes de los 14 años. Si para ti es súper normal, desde pequeño, meterte en una habitación con un adulto y que te pregunte por tus padres, tus amigos, las películas que ves y cuestiones cada vez más íntimas, es muy fácil que esa persona termine manipulándote. El Opus no debería tener contacto con menores de edad”.

“Aparentemente”, prosigue Blanca, “eres un adolescente normal, pero cuando tienes 18, te vas y una vez dentro, el control es total. Cuando empiezas a trabajar, te piden tu sueldo cada mes. Si necesitas una chaqueta, tienes que pedirles dinero. Yo he cotizado porque trabajaba fuera de la residencia, pero me fui sin nada porque había entregado todo. Cualquier cosa fuera de tu rutina tienes que consultarla y si te dicen que no, obedeces porque al entrar te comprometes a eso, a obedecer. Tampoco te permiten que te apegues a la gente dentro, porque si lo haces es mucho más fácil que te desahogues con esa persona, que os hagáis preguntas, que os empecéis a cuestionar cosas. Si ven que tienes más intimidad con alguien te lo afean, hacen que te separes”.

Blanca relata que del mismo modo que no hubo un detonante para entrar, tampoco lo hubo para salir. En ambos casos fue algo progresivo. “Yo tenía depresión, pero no lo sabía. Mis últimos dos años allí fueron un infierno. Cuando dices que no estás bien, te responden que estás pensando demasiado en ti misma, que no rezas lo suficiente, que no eres generosa”. La psicóloga Laura Merino, especializada en “grupos de manipulación o sectas”, lleva 15 años tratando a pacientes del Opus Dei y advierte: “Una forma de detectar que una secta es una secta es si cuando haces preguntas sobre algo que te genera dudas, te hacen sentir culpable. Es una bandera roja. Señal de que estás ante un grupo manipulador”. Cuando Blanca perdió la confianza del todo, se fue, pero con muchas dudas. “El lavado de cerebro es tan grande que aunque parezca tonto, yo pensaba que me iba a condenar, que iría al infierno. Tuve que recomponer mi vida, sin dinero y con muchísima culpa. No sabía pagar la luz, alquilar un piso. Nunca en mi vida había tomado una decisión y era una desconocida para mi familia. Ni yo misma me conocía porque había construido mi identidad en base a lo que me habían dicho que tenía que ser”.

Estrés post-traumático

Merino explica que sus pacientes del Opus Dei, al salir, “tienen un problema de adaptación porque han vivido en un lugar donde todo estaba protocolizado y guionizado, y cuando abandonan el grupo, se sienten muy solos. A veces los padres han muerto, o se han roto los vínculos... También son frecuentes los síntomas del estrés post-traumático: miedos, ansiedad a la hora de cómo abordar las relaciones sexuales, por ejemplo. En el caso de las auxiliares sirvientas a las que he tratado, se ven sin nadie a quien servir. He visto a algunas de ellas ponerse a estudiar y hacer en un año lo que otros hacemos en cinco. En general suelen ser personas muy válidas y trabajadoras. El tiempo de recuperación depende de si tienen familia, recursos..., pero el esfuerzo que tienen que hacer en todos los casos es enorme”.

El Opus Dei cuenta actualmente con 41.500 miembros en España, el 70% de ellos supernumerarios, según responde la portavoz en España a EL PAÍS. Si bien hay registro de altas, no lo hay de bajas. Preguntada por qué, responde: “Al hacer la admisión, la persona completa un impreso autorizando su inclusión en la base de datos de la Prelatura. Conforme a ley de protección de datos, al desvincularse, esta información es eliminada”. La mayor parte ingresa entre los 18 y los 28 años. La organización tampoco dispone del tiempo medio de pertenencia a la organización de los actuales miembros. La portavoz afirma que, según sus estatutos, la edad mínima para “comprometerse formalmente” son los 18 años, “tras al menos un año y medio de preparación y discernimiento”. “Si alguien más joven siente una llamada vocacional”, añade, “puede solicitar ser ‘aspirante’, con el consentimiento expreso de sus padres y siempre que sea mayor de 14 años y medio. Los ‘aspirantes’ no empiezan un itinerario de incorporación, reciben acompañamiento espiritual y pastoral adaptado a su edad. Una vez alcanzada la mayoría de edad, pueden incorporarse a la Obra”.

A Pablo Galán, odontólogo, de 39 años, también lo “captaron” en uno de esos centros juveniles. Desde Sevilla relata, como otros antiguos numerarios consultados por EL PAÍS, que cuando cumplió 18, le pidieron que se fuera a vivir a un centro del Opus Dei y le sugirieron que pidiera un crédito para costear “la pensión”. “El centro estaba en la misma ciudad donde vivían mis padres, y yo entonces estaba estudiando, es decir, que no tenía ingresos, pero te dicen que eso es lo que Dios te pide, te hacen sentir un privilegiado, un elegido, y te recomiendan que solicites un crédito y pagarlo en cuotas cuando empieces a trabajar. Yo pedí 25.000 euros al banco y mis padres también pusieron dinero. Mi padre decía: ‘He pagado la boda de mi hija y esto es lo mismo’, porque yo me estaba casando con Dios. Ellos eran supernumerarios y les hacía mucha ilusión que yo fuera numerario”. Hoy ningún miembro de la familia sigue en el Opus Dei.

Pablo no salió, le invitaron a salir. “Yo nunca fui feliz, pero estaba resignado. Cuando ya me tocaba dar el último paso, el de la fidelidad, me dijeron que esto no era lo mío porque vieron que no podían exprimirme más, que yo no les llevaba a nadie. Cada año tenías que hacer una lista de amigos que ibas a intentar que pitaran. Pitar es como llaman unirse a la Obra. Es decir, una lista de gente que tenías enfilada para hacer proselitismo o apostolado. Yo no lo hacía porque no me parecía natural. Pensaba: ‘Si esto es una vocación divina, la gente la descubrirá por sí misma, ¿no?’. Yo estuve en la lista de alguien y una vez que pité, mi relación con esa persona cambió totalmente, ya no era una amistad, porque un numerario no tiene amigos, tiene objetivos. Con el tiempo, hablando con otros exmiembros, te das cuenta de que, dependiendo de la edad a la que te captaban te proponían una cosa u otra: de 25 para arriba supernumerario, y de 25 para abajo, numerario. Cuando me dijeron que no era lo mío, pensé: ‘Podíais habérmelo dicho antes de reventar mi juventud, todos esos años en la facultad, donde el 90% de las alumnas eran chicas, y lo pasaba fatal porque no podía ni mirarlas, porque aquello era como ponerle los cuernos a Dios, que era con quien estabas comprometido. Y poco a poco vas viendo las contradicciones: ¿Qué compromiso de pobreza puede tener alguien que tiene sirvientas, mujeres que le cocinan, le lavan y le planchan la ropa? Yo he vivido con jueces, médicos, profesores… que donaban su sueldo íntegro a la Obra. ¿Para qué querían tanto dinero? En el parto de mi hermano pequeño, el quinto hijo, casi mueren él y mi madre. Al principio, cuando mis padres explicaron que les habían dicho que mi madre no podía tener más críos, que era peligroso, les dijeron que tenían el hospital al lado de casa, y después, que separaran las camas, es decir, que no volvieran a tener relaciones. Eso con 37 años que tenían”.

La psicóloga Laura Merino aclara: “El problema no es la creencia religiosa, sino las técnicas de abuso que este grupo usa para dominar a las personas, pese a que no concebimos lo religioso con lo manipulador”. Cuenta que su interés por el Opus Dei empezó mucho antes de terminar la carrera. “Tenía una vecina que tuvo 14 hijos, con graves riesgos para su salud. Eso me llamó mucho la atención y desde muy joven empecé a leer sobre el tema”. “Hoy tengo también consulta online, lo que me ha permitido tener pacientes de Argentina, de México… y relatan las mismas experiencias. El opusino que salió hace 50 años y el que acaba de salir cuentan lo mismo: la trayectoria desde el colegio, convencerte de que puedes hacer un camino de santidad… La realidad es que es un camino de sacrificio en beneficio exclusivo del Opus Dei, con la aceptación del adepto, pero desde la manipulación. Las vocaciones son provocadas”.

Merino compara la incomprensión social hacia los adeptos de este tipo de grupos con la que sufrían las mujeres maltratadas. “Se decía: ‘Está con él porque quiere’, y no, estaba con el maltratador porque era una mujer manipulada. El adepto tampoco está ahí porque quiere, sino porque le han hecho creer que ponerse un cilicio en la pierna beneficia al mundo. Con el tiempo ha cambiado la percepción social sobre el maltrato machista, pero no sobre el Opus Dei. La sociedad no es consciente de lo que supone. El foco debería estar en la gente que queda afectada por un grupo como este, pero de lo que no se habla, no existe”.

sábado, 1 de febrero de 2025

Bielorrusia, una dictadura y unos exiliados más

 La tristeza de Svetlana Tijanóvskaya por la Bielorrusia que no pudo ser, en El País, Ricardo de Querol, 31 ene 2025:

El documental ‘La legítima presidenta de Bielorrusia’ sigue en su exilio a la líder opositora que se midió a Lukashenko en las elecciones de 2020, resueltas con un pucherazo. El filme deja un regusto amargo y de impotencia. El régimen dictatorial de Bielorrusia celebró elecciones presidenciales el pasado domingo. Sorpresa: Aleksandr Lukashenko obtuvo el 87,6% de los votos. No es para tanto, dado que no había oposición de ningún tipo, toda ella aplastada y todos sus líderes encarcelados o exiliados. Había sido incluso más increíble el resultado que proclamó en febrero de 2020. Entonces le surgió un contrincante de peso, Serguéi Tijanovski, un popular activista y youtuber, y lo metió en la cárcel, donde sigue encerrado hoy. Así que las papeletas de la oposición llevaron al final el nombre de su esposa, Svetlana Tijanóvskaya. El dictador la despreciaba por su sexo: dijo que el pueblo nunca votaría a una mujer, que la Constitución no está hecha para ellas y que una presidenta “colapsaría, pobrecita”. Pero la candidata (y otras dos mujeres igual de valientes a su lado: Maria Kolésnikova y Verónika Tsepkalo) despertaron entusiasmo entre la población. El conteo oficial dio un 80% para Lukashenko y un 10% para su rival. Ella dijo después que si el presidente se hubiera adjudicado, por ejemplo, un 55% del voto, quizás podría haber engañado a alguien. Así no engañaba a nadie.

Aquel pucherazo fue respondido con movilizaciones masivas en las calles de Minsk. Pero Lukashenko y su padrino Vladímir Putin no iban a permitir una revolución ciudadana como la que seis años antes había derribado a otro títere del Kremlin en Ucrania. La represión fue feroz. Tijanóvskaya, a quien sus seguidores llamaban Sveta, fue detenida brevemente y obligada (ese clásico de los autoritarios) a grabar un vídeo en que pedía a sus seguidores volver a casa. Y se refugió en Vilna, la capital de Lituania, a 40 kilómetros de la frontera bielorrusa, pero una distancia abismal entre la UE y la penúltima dictadura de Europa. Improvisó en Vilna un equipo de colaboradores, contactó con los líderes europeos y con la Casa Blanca, empezó a documentar los abusos del régimen. Trató de mantener viva la llama la oposición. Su historia se cuenta en el documental La legítima presidenta de Bielorrusia, producción británica disponible en Movistar+.

El metraje sigue a Tijanóvskaya en su día a día en Lituania y en sus gestiones internacionales. Hay poco material, eso se echa de menos, de las protestas multitudinarias en su país. Aunque sus colaboradores están todo el rato conectados a lo que pasa en Minsk, que siguen en directo por videocámaras, el relato no deja de ser tan penoso como es el exilio. En algún momento la vemos enfadarse con su equipo cuando no tiene planeados los próximos pasos. Ella reconoce algunas inseguridades: no era más que una filóloga que fue profesora y traductora, y era una esposa dedicada al hogar cuando tuvo que tomar el testigo de su marido y liderar un movimiento de masas. Vemos el peso de la responsabilidad sobre ella cuando ve a los suyos, desde lejos, apaleados y detenidos. Confiesa que sí, que fue ingenua al pensar que Lukashenko iba a permitir que llegara a presidenta. Tiene que explicar a sus dos hijos por qué no está papá con ellos. Él fue condenado a 18 años de prisión por desórdenes públicos. Ella misma fue juzgada en rebeldía y le cayeron 15 años. No está predispuesta al martirio como lo estuvo Alexéi Navalni en Rusia.

Los ganadores morales de las elecciones no ejercen el poder, lo hemos visto en otros sitios. El mismo nombre del documental refleja los titubeos del mundo ante estos casos. La legítima presidenta de Bielorrusia, como se ha traducido el filme en España, significa algo distinto que el título original The Accidental President, la presidenta accidental. El debate es incómodo para las democracias: reconocer a presidentes electos, pero nunca en ejercicio es éticamente defendible, pero en la práctica no lleva a ningún sitio (como se vio con Juan Guaidó, el “presidente encargado” que eligió el Parlamento venezolano, como se ve ahora con Edmundo González, pese a las pocas dudas de que fue el más votado). La diplomacia, como parte de la política, es el arte de lo posible.

Este documental deja el regusto amargo de la derrota, de la revolución fallida, del sacrificio inútil. Lukashenko sigue aferrado a su silla, y va para tres décadas. Después de aquella farsa electoral de 2020, inició una escalada de dislates: secuestró un avión para detener a otro opositor exiliado (el periodista Roman Protasevich, al que forzaron a renegar de su causa en televisión y acabó indultado); lanzó una ola de migrantes contra la UE, eso que llaman ataque híbrido, y sufrió una primera catarata de sanciones europeas. En 2022 se le impuso el mismo castigo que a Rusia por su participación, desde el primer día, en la guerra contra Ucrania. Todo esto no ha hecho más que acrecentar su dependencia de Moscú, que apunta incluso a una integración. Podemos ver a Tijanóvskaya seguir todos estos acontecimientos con determinación, pero desde la impotencia.

Es previsible que Trump y Putin se entiendan sobre Ucrania, que impongan una solución injusta al país invadido y a Europa. Que acabemos viendo el fin de las sanciones sobre el tirano bielorruso. Que ese sufrido pueblo continúe bajo su bota. Y que Svetlana Tijanóvskaya siga tan triste en Vilna cuando bien pudo cambiar la historia.

martes, 28 de enero de 2025

Ejemplo clásico de acoso laboral en el CNIO

 Hablan los denunciantes de acoso en el CNIO: “No hay miedo a María Blasco, hay terror”. Varios afectados relatan sus casos a EL PAÍS. Sufrieron ansiedad y enfermedades psiquiátricas que achacan a lo vivido en el centro. La directora defiende que las denuncias no prosperaron. Por Nuño Domínguez, 28 ene 2025:

Cuatro personas que denunciaron a María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) por acoso, abuso de poder y otros problemas, han aceptado relatar su experiencia a EL PAÍS. La mayoría de ellas lo hacen de forma anónima, pues tienen miedo a las represalias por parte de Blasco. Sus casos son algunos de los más de 10 registrados en el centro desde 2013, y que recopila un informe interno que ya está en manos del Gobierno y de los patronos del organismo. Se trata de denuncias internas que no llegaron a prosperar por diversas razones. Entre los denunciantes hay jefes, directores, investigadores, becarios. Al menos cinco son mujeres. El miércoles se reunirá el patronato para valorar la continuidad de la dirección del centro: fuentes del Gobierno aseguran a EL PAÍS que allí se decidirá el futuro de María Blasco, que lleva al frente del CNIO desde 2011.

El mayor centro de investigación del cáncer de España atraviesa una de sus peores crisis desde que se creó en 1998. El CNIO arrastra graves deficiencias en sus infraestructuras científicas. Además, existe un conflicto laboral por las diferencias salariales, así como conflicto entre la dirección y sus empleados. Veinticuatro jefes científicos del centro, la mitad de todos los del organismo, exigen al Gobierno que cese a Blasco.

La directora del CNIO ha decidido seguir al frente del cargo. Ha denunciado ser víctima de una campaña de desinformación, asegura que se la acosa por ser mujer y que sufre una maniobra de desprestigio y calumnias por parte de algunos medios que ha llegado a comparar con lo sufrido por los judíos durante el holocausto.

“Respecto a las acusaciones de acoso, las que puedan haberse producido en el CNIO, habrán seguido el correspondiente protocolo, que debe activar el Gerente, Juan Arroyo, como se desprende de los propios protocolos”, ha respondido Blasco por correo electrónico a EL PAÍS. “Desde 2013 funcionaba el Código de Conducta Ética y desde 2023 ha sido sustituido por el Protocolo de actuación ante situaciones de conflicto interno, violencia y acoso en CNIO. Cuando se ha dirimido algo según protocolos, no se ha corroborado ni acoso laboral o moral, ni abuso de autoridad por parte de la directora del CNIO”, ha añadido. Solo una organización científica ha salido en defensa de Blasco: la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT).

En el CNIO “no hay miedo a María Blasco, hay terror”, confiesa una de las personas que ha denunciado, y que asegura haber sufrido acoso de Blasco “durante años”. Este afectado asegura que conoce a otros compañeros que también quieren denunciar, pero no se atreven. Cuando se trabaja en ciencia, las referencias del superior son esenciales, explica. Enfrentarse al jefe “puede truncar tu carrera para siempre”, detalla esta persona. “La imagen de María es limpia de puertas afuera, pero de puertas adentro es terrible. Tiene una falta de respeto total hacia todo el mundo”, asegura.

Varias de las fuentes consultadas declaran haber sufrido problemas de salud mental y física debido a la presión y las situaciones de acoso que han vivido en el CNIO. Estos trastornos incluyen crisis de ansiedad, presiones en el pecho lo bastante fuertes como para acudir a urgencias, incluso problemas neurológicos, según relatan dos denunciantes. A uno de ellos, la médica de urgencias le explicó que sufría ansiedad y le recomendó denunciar ante el comité de empresa. En ocasiones, se echaban a llorar mientras relataban estas vivencias.

Una de las personas que denunciaron a Blasco ante la gerencia del centro habla de cargas de trabajo insoportables, pues pasó meses haciendo sola la tarea que antes hacían cuatro personas. A esto se añadían presiones de Blasco para que fuese más rápida. “Eres subóptima”, “llegas tarde”, eran algunas de las frases de Blasco, según esta persona. “Había noches que me sentaba a trabajar y acababa viendo amanecer. Mis hijos se despertaban y me los llevaba al colegio”, explica. “Me hicieron llorar y me veían llorando en la pantalla del ordenador, me hacían ver que no cumplía”, relata esta persona sobre Blasco y otros altos cargos del CNIO. Este denunciante asegura que la directora del CNIO hace luz de gas a los empleados que ella considera que le han fallado, por ejemplo, no dirigiéndose nunca a ellos directamente, haciendo como si no existieran. “Las reuniones eran una tortura. Lo peor es que no fui consciente de que eso estaba mal, pensaba que era lo que había que hacer para ser excelente, tal y como preconizaba Blasco. Después lo hablé con otras personas. Y cuando fui consciente, no la denuncié por pánico. No se me hubiera ocurrido hacerlo”, confiesa, en referencia a hacer una denuncia formal de su caso.

Esta persona recuerda que en el momento de vivir la situación no había un protocolo de acoso claro. “El comité científico era el que decidía, y este órgano lo presidía ella [Blasco] junto a una persona adjunta a ella y un investigador. Aunque les diera pena, no hubieran hecho nada. Nunca me he arrepentido de no denunciar. No había ningún tipo de garantía. Y encima sabía que me quería echar”, confiesa. Según este denunciante, hay más empleados del CNIO en la misma situación: “Hay mucho miedo. La gente no habla, no reacciona”.

“Mala persona”

“Tía chula”, “quién te crees que eres”, “no solo eres chula, sino mala persona”, “no eres una jugadora de equipo”, “no sé lo que tienes en la cabeza y te resistes”, “no trabajas desde que tienes reducción de jornada”. Son algunos de los comentarios que recibió una investigadora por parte de María Blasco en una reunión a “puerta cerrada”, según denunció esta persona a la gerencia del CNIO cuando sucedieron los hechos, en mayo de 2016. Se trataba de una investigadora del grupo de Telómeros y Telomerasa, que dirige Blasco. La víctima relató estos hechos en un correo electrónico a gerencia al que ha tenido acceso este diario y que figura entre la documentación que maneja el Patronato, presidido por la secretaria general de Investigación, Eva Ortega Paíno. La denunciante, de origen brasileño, también achaca insultos racistas a Blasco. “Aquí no se hace magia negra”, le espetó en aquella reunión, según el documento. La denunciante lo consideró un comentario “con una connotación extremadamente racista referido a mi raza y mi color de piel”. “Los gritos de esta reunión se pudieron oír por varios testigos fuera del despecho de la doctora Blasco. Yo salí llorando de su oficina y llegué llorando a recoger a mi hijo del colegio”, detalla el correo electrónico. María Blasco llegó a despedir a esta persona y a decirle luego que la reaceptaba si le pedía perdón, según explica la propia víctima en su correo.

Esta persona aseguró en su denuncia que Blasco la apartó de su proyecto y la acosó psicológicamente. También asegura que sufrió una reducción de jornada laboral “forzosa” y concatenación de contratos temporales.

Otra denunciante explica sobre una reunión con Blasco: “Me sentí fatal, insultada en frente de todos mis compañeros y superiores, sin poder defenderme”. “Me subió mucho la tensión, creí que me iba a dar algo, y que por lo bronco de la reunión y las acusaciones, que yo no entendía, como poco, nos echaban del CNIO”, asegura.

“Yo he oído gritos de María Blasco, los ha oído gente de su grupo y también los han oído personas de muy alta responsabilidad en el CNIO”, explica una científica del centro que prefiere no ser identificada, también por miedo a represalias.

La gran mayoría de estas denuncias no llegaron a prosperar por varios motivos. En ocasiones, los propios denunciantes las retiraban por miedo a represalias, pues de lo contrario debían pasar a conocimiento de órganos en los que estaba María Blasco, explican fuentes del CNIO. Otras llegaron a conocimiento del Instituto Nacional de Salud Carlos III, pero no se hizo nada, explican las fuentes consultadas. El actual protocolo contra el acoso en el centro es de abril de 2023 y ya prevé garantías como que la identidad de los denunciantes permanezca anónima y que las denuncias sean gestionadas por abogados y comités externos, explican fuentes del CNIO.

En 2023, un becario denunció a Blasco por acoso y abuso de poder. En este caso se hizo una investigación externa que eximió a Blasco de acoso, pero sí detectaba un posible caso de abuso de poder.

El bioquímico austriaco Erwin Wagner, de 75 años, protagonizó la primera denuncia contra Blasco que se registra en el informe que maneja el Patronato. El caso se remonta a 2013, cuando el investigador dimitió como vicedirector por desacuerdos con la forma en que Blasco dirigía el CNIO, explica Wagner a este diario. “Al inicio de una reunión del Consejo Asesor Científico, no acepté la decisión de Blasco de no dejar entrar a personal, investigadores postdoctorales, miembros de otros grupos de investigación, en la sala de conferencias cuando presentábamos nuestros datos”, relata Wagner en un correo electrónico. “Antes de que yo hablara, Blasco dijo que ella era la jefa y que teníamos que seguir sus decisiones, nos gustaran o no. Fue el comienzo de lo que llamé, frente a los miembros internacionales del comité, una dictadura, y desde ese momento no la apoyé más y renuncié a mi cargo de vicedirector en el acto. Ella dejó de hablarme y si nos cruzábamos, ni me saludaba”, añade Wagner, quien acabó abandonando el CNIO en 2018, y actualmente dirige su grupo de investigación en la Universidad de Medicina de Viena y el Hospital Universitario de esta ciudad. “Parece que por fin se va a hacer justicia”, señala Wagner en referencia al próximo Patronato, “pero ya es tarde: se ha hecho un gran daño, y ha habido demasiado nepotismo y mentiras”.