Rosa Romero ha escrito un artículo bajo el título "400 años después, Cervantes sigue siendo el español más universal". Y es cierto. Ya he copiado una jácara de Cervantes contra los toros, pero ahora voy a copiar otra dedicada a cierta señorita en su comedia El rufián dichoso que tiene, creo yo, una cierta aplicación; he quitado alguna que otra cosa que es demasiado fuerte para la democracia actual y su ley mordaza (benditos aquellos tiempos de holganza y desenfreno gracias a la liberal Inquisición, que luego Larra dijo que había cambiado de nombre por “Gobierno”). También he actualizado algunos términos geográficos.
“Escucha, la que viniste
de la castellana tierra
a hacer en Madrid la guerra
en cueros, como valiente;
la que llama su pariente
al gran Miramamolín;
la que se precia de ruin,
como otras de generosas;
la que tiene cuatro cosas,
y aun cuatro mil, que son malas;
la que pasea sin alas
los aires en noche escura;
la que tiene a gran ventura
ser amiga de un lacayo;
la que tiene un papagayo
que siempre la llama [ejem];
la que en vieja y en astuta
da quinao a Celestina;
la que, como golondrina,
muda tierras y sazones;
la que a pares, y aun a nones,
ha ganado lo que tiene;
la que no se desaviene
por poco que se le dé;
la que su palabra y fe
que diese jamás guardó;
la que en apreciarse excedió
a las narcisas más francas;
la que echa por cinco blancas
las habas y el cedacillo…”
Etcétera.
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