martes, 16 de diciembre de 2008

Las Memorias de Francisco López Romana

Estoy leyendo en la Biblioteca Virtual de Castilla La Mancha la autobiografía, que se conserva manuscrita en la Biblioteca de Ciudad Real, del escribano Francisco López Romana, un manchego de Fuente el Fresno, nacido en octubre de 1787 y fallecido después de 1835, que se puso a "tractar varios hechos de mi vida privada, por haber sido algunos raros y notables" cuando fijó su residencia en la villa de Manzanares desde diciembre de 1834. Por lo que llevo leído son las memorias de una persona normal, muy representativas de lo que era la vida de un manchego honesto y de mediana y más bien baja clase social a principios del siglo XIX, en que se vio metido en la Guerra de la Independencia y en los turbulentos años del Trienio Liberal y la Década Ominosa. Tuvo la suerte de aprender latín y las primeras letras con un médico que se hallaba hospedado en la casa familiar, pasó a un convento, no le convenció el novi ciado y, en 1806, estaba ya como ayudante del escribano de Villarrubia de los Ojos; fue como fiel de fechos a Fuente el Fresno; allí la causa que más trabajo le dio fue una denuncia a unos mozuelos que hirieron las pantorrillas del alcalde de un tiro de perdigones por haberles este prohibido cantar los mayos. En 1807 pasó a Miguelturra con el escribano Calatrava. Allí permaneció hasta junio de 1809 en que fue a Extremadura, de donde volvió en marzo de 1810 y en octubre de ese año volvió a Villarrubia. En Miguelturra estuvo a punto de ser ejecutado como afrancesado cuando intentó salvar a unos pobres caldereros franceses que iban a ser ejecutados sólo por serlo. Los mismos acalorados miguelturreños, que sabemos habrán de ser en el futuro feroces carlistas, intentaron matar al general Castaños, de lo cual da también testimonio y de cómo el alcalde Pedro Tejerina logró libertarlos antes de que los ahorcaran, aunque no se libraron ambos de una soberana y real y absolutista paliza. Menciona la leva para luchar contra los franceses y el ataque del puente de Nolaya. Fue herido y se colocó en Herrera del Duque, de donde unos líos de faldas provocaron que tuviera que marcharse y volver a Miguelturra. Ganó algún dinero especulando con ganado para carne y pudo llegar a casarse con la hija de su maestro Calatrava el 11 de diciembre de 1813; el matrimonio duró hasta la muerte de su mujer diez años después; aguantaron las exacciones de los franceses y procuraron hacerles la puñeta cuanto les fue posible.

En el primer año de casado fui con mi mujer, como es casi costumbre, a las fiestas o ferias de pueblos inmediatos, como también a Madrid, donde estuvimos 15 días el día de San Fernando 30 de mayo de 1814 que estuvo digno de verse por ser el primero que tuvo el rey Fernando 7º libre de su cautiverio de Francia en que lo tuvo Napoleón.

Volvió su mujer en cinta y a su vuelta murió su suegro de una apoplejía y fue nombrado escribano público o notario por el Duque de Híjar, para lo cual se sacó el título de Escribano de Reynos en 1816 en oposición. Narra las dificultades que tuvo derivadas de ello y cómo se proclamó la Constitución en Villarrubia de los Ojos en 1820. Y hasta ahí he leído, 37 folios de 173. Y me voy a una comida del departamento que hay hoy, con pocas ganas, porque es cara y uno no tiene presupuesto de catedrático, aunque sí más currículum.

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