martes, 4 de diciembre de 2018

Demonología y vidas de santos

El incestuoso y pajillero nacionalismo es un demonio muy viejo; de hecho, es mucho más viejo y matarife que el del comunismo, aunque no tanto como el del capitalismo, que es el despreocupado y putero padre de ambos haches de pe. ¿Y su madre? El Infierno es machista, pero la demoniosa diosa madre común es el temor mutuo. Ya lo dijo Hobbes (el otro, aunque también). Un virus que causa todas y cada una de las patologías de la política y deja que los problemas sigan ahí, sin resolverse.

El nacionalismo carece de los instrumentos fundamentales del conocimiento, que son la ignorancia y la duda; el nacionalista español, escribió Borges, "ignora la duda". Esto es, ambas cosas, precisamente aquellas cosas que nos desatascan los oídos. Eso de que el español es sordo y no escucha ni entiende y es malo para los idiomas y pajillero ya lo sabía Goya cuando hizo las pinturas negras en una época tan significativa como en el desastroso Trienio Constitucional (1820-1823). Nos gusta tratarnos a zurriagazo limpio. El nacionalismo todo lo tiene claro y exige siempre solo fe y ninguna caridad, esperanza y cerebro. Siempre ha sido así; si tomamos los mandamientos de la fe cristiana por algo así como la clasificación de la liga de fútbol no figura precisamente en primera posición "No mentirás", aunque sí hay dos, el séptimo y el décimo, que advierten sensatamente sobre lo mismo: la codicia. Repetirlo parece por lo menos intencionado: Dios sabe que a esos dos no se les hace demasiado caso. Las leyes se repiten cuando se desobedecen.

El nacionalismo no ama al prójimo tanto como a sí mismo, sino a Dios, al que pone una cara muy fea con bigote (también el che Guevara y Stalin lo llevaban, so mal pensados). De hecho, la causa de beatificación de Franco sigue con buen viento favorable. Recibió los estigmas de un balazo en la mano en una cacería, y el lanzazo de un tiro de rifle en el abdomen (hay quien dice que un poco más abajo). Además se le ha demostrado una portentosa bilocación: podía estar todos los días en múltiples lugares al mismo tiempo: en el Nodo, en la prensa, en TV, en la radio, en los chistes... Incluso se ha aparecido y aun reaparecido muchísimo a sus devotos en los cuarenta años que han seguido a su tránsito. Su reciente aparición en Andalucía, no lejos del santuario en el Palmar de Troya, donde ya está canonizado, así lo patentiza. En cuanto a los milagros, no hay duda: basta con el milagro económico español, aunque hay quien dice que en realidad lo hicieron los mismos trabajadores a los que antaño masacraba marchándose de su ensalzado país a causa de veinte años de conventuales ayuno y mortificación, y los extranjeros que venían a consumir el sol egipcio que empezaba a amanecer para los ya morenos y miserables siervos del faraón Pacofis.

La casta gobernante ha encontrado buenos herederos. Mientras, seguimos leyendo en la prensa a septuagenarios como el ruinoso Juan Luis Cebrián, el arzobispo Cañizares, Alfonso Ussía y compañeros mártires. Nos conocíamos ya el cantar de estos pájaros, pero, por si acaso, nos lo siguen cantando sin cesar, sin pausa, todos los días, una y otra vez. Y ahora, además, tienen ya a jovencitos que ya salen a la calle con la lección aprendida.

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