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miércoles, 11 de noviembre de 2015

Salvador Jiménez Coronado, astrónomo ciudarrealeño

He escrito un wikiartículo sobre el gran astrónomo y matemático escolapio ciudarrealeño del siglo XVIII Salvador Jiménez Coronado; (Ciudad Real, 7 de enero de 1747 - Jerez, 24 de noviembre de 1813), traductor de Leonhard Euler y otros autores, más o menos el equivalente en ciencias a nuestro también escolapio manchego (de Daimiel) Pedro Estala en Humanidades y tan protegido por Godoy como él. En este artículo además cito un texto suyo que no había sido reconocido hasta ahora y he descubierto yo en el número 21 de Variedades de Ciencia, Literatura y Artes, firmado con sus siglas S. X. C.; se trata del "Reglamento" del Real Observatorio Astronómico de Madrid que proyectó, creó y dirigió y  cuyo edificio podéis admirar detrás de la estatua de Pío Baroja en la cumbre de la cuesta de Moyano. Estuvo interesado también por la telegrafía óptica, y tras haber viajado mucho por Italia, Francia e Inglaterra se secularizó y fue diputado nuestro en las Cortes de Cádiz, pero no pudo tomar posesión: enfermó y murió. 

De nada, si es que alguien lo agradece.

martes, 27 de octubre de 2015

Mario Bunge: falso cientifismo y política

Mario Bunge, "La relación entre pseudociencia y política" El País 24-X-2015:

Adelanto del libro 'Materia y mente', del filósofo de la ciencia Mario Bunge, en el que se discuten algunas teorías supuestamente científicas usadas por políticos conservadores.

La pseudociencia es siempre peligrosa porque contamina la cultura, y cuando lo que está en juego es la salud, la economía o la organización política, la ciencia espuria pone la vida, la libertad y la paz en riesgo. Pero, desde luego, la pseudociencia se torna extremadamente peligrosa cuando goza del apoyo de los gobiernos, las religiones organizadas o las grandes empresas. Un puñado de ejemplos bastará para aclarar esto.

A partir de la Ilustración, la mayoría de los progresistas ha sostenido que el genoma no determina nuestro destino: que no sólo podemos aprender a pensar, sino también a sentir y actuar, tanto de forma directa, a través de la imitación y el aprendizaje, como de modo indirecto mediante la reforma social. En cambio, los conservadores y reaccionarios de todas layas han abrazado el innatismo o nativismo, la opinión de que nacemos con todas las características que emergen en el trascurso de nuestras vidas. Así pues, las escrituras sagradas hindúes consagraron el sistema de castas, la Biblia sostiene que los judíos fueron escogidos por Yahvé; Aristóteles, que los “bárbaros” eran inferiores a los helenos; los colonialistas europeos, que los pueblos conquistados eran salvajes, buenos sólo para ser esclavizados o exterminados, y un largo etcétera. La posición innatista-conservadora se debilitó considerablemente con la Ilustración y la subsiguiente difusión de las ideologías de izquierdas, pero resurge de cuando en cuando. Lo hizo con especial virulencia en forma de darwinismo social y más recientemente bajo el ala de la psicología evolucionista. Recordemos la última resurrección del innatismo “científico”.

La lista de logros de la “nueva ciencia de la naturaleza humana” de Pinker parece el preámbulo de un Manifiesto de la Nueva Derecha, más que un resumen de descubrimientos científicos".

Steven Pinker, un profesor de Harvard y el psicólogo más popular de nuestra época, dedica un capítulo íntegro de uno de sus influyentes libros a las cuestiones políticas que rodean el dilema ambientalismo/innatismo. Pinker afirma que “las nuevas ciencias de la naturaleza humana”, desde la genética hasta la psicología evolucionista, justifican lo que él llama una visión trágica. Se trata, ni más ni menos, que del individualismo y el pesimismo de la economía ortodoxa y la filosofía política conservadora, desde Hobbes, Burke, Schopenhauer y Hayek hasta Thatcher y Reagan. Pinker cita, en particular, los siguientes “descubrimientos” de esas “ciencias nuevas”: “la primacía de los lazos familiares”, a pesar del hecho de que en la mayoría de los casos los miembros de las empresas, los grupos políticos, los laboratorios, los regimientos y los equipos deportivos no están relacionados genéticamente; “el limitado alcance del reparto comunal en los grupos humanos”, aunque todas las sociedades humanas y muchas empresas modernas son cooperativas; “la universalidad del predominio y la violencia en todas las sociedades humanas”, a pesar de que la tasa de homicidios ha disminuido en todas las sociedades civilizadas durante el pasado siglo y ni siquiera las sociedades más divididas son básicamente tiránicas o violentas; y “la universalidad del etnocentrismo y otras formas de hostilidad entre grupos en todas las sociedades”, como si la innegable lucha no estuviese equilibrada por la cooperación, el cumplimiento de las leyes y los intereses materiales.

Pero eso no es todo: para convencernos de que, básicamente, todos somos unas bestias egoístas y ruines, Pinker completa la lista anterior con lo siguiente: “la heredabilidad parcial de la inteligencia, la meticulosidad y las tendencias antisociales”, aunque todas esas capacidades pueden fomentarse o reprimirse mediante la educación y el control social informal; “la prevalencia de mecanismos de defensa, la parcialidad interesada y la reducción de las disonancias cognitivas”, las cuales, aunque reales, son, sin duda, menos acentuadas en las sociedades del estado de bienestar que en la “liberales”; “los sesgos del sentido moral humano”, incluidos el nepotismo y el conformismo, lo cual es cierto, pero no implica pasar por alto el hecho de que junto al egoísmo se dan el altruismo y el inconformismo, y que con frecuencia el progreso político incluye el progreso moral. Todo esto constituye un claro ejemplo de reduccionismo radical fallido; en este caso ha fracasado la reducción de las ciencias sociales a la genética y la psicología. Además, la lista de logros de la “nueva ciencia de la naturaleza humana” de Pinker parece el preámbulo de un Manifiesto de la Nueva Derecha, más que un resumen de descubrimientos científicos. El compromiso con una ideología política reaccionaria es un indicador fiable de la naturaleza pseudocientífica de una disciplina.

Los autoproclamados psicólogos evolucionistas afirman confiadamente que la desigualdad social está en los genes y que, por consiguiente, las revoluciones sociales están condenadas al fracaso"
Gran parte de lo anterior vale también para los autoproclamados psicólogos evolucionistas a los que Pinker admira: ellos también afirman confiadamente que la desigualdad social está en los genes y que, por consiguiente, las revoluciones sociales están condenadas al fracaso. Barkow, por ejemplo, uno de los fundadores, escribe: “La estratificación social es un reflejo del hecho evolutivo de que las personas desean más ventajas para sus hijos de las que desean para los hijos de los demás”. Sin embargo, seguramente las barreras de clase, por definición, ralentizan o impiden del todo la movilidad social. De lo que se sigue que sólo una sociedad sin clases o, al menos, una sociedad en la que las barreras sociales sean permeables, permite el desarrollo personal. Adviértase que este es un argumento puramente lógico. Lo que sí exige pruebas empíricas es el supuesto de que la ambición de tener más descendencia es innata y, por tanto, universal. Pero la genética humana no ha confirmado esta afirmación de la genética pop.

En lugar de tener raíces biológicas, la estratificación social tiene un fuerte impacto en la calidad y la duración de la vida: la gente situada en lo alto vive mejor y más tiempo que sus subordinados. He aquí a grandes rasgos el mecanismo psiconeuroendocrinoinmunitario: subordinación → estrés → liberación de cortisol → elevación de la presión sanguínea y la glucemia → mayor morbilidad. Por eso la vida es mejor y más larga en Japón y en los países nórdicos que en las sociedades menos igualitarias, como Estados Unidos y el Reino Unido.

Los legisladores estadounidenses recurrieron a la eugenesia, fomentada en una época por muchos científicos e intelectuales públicos de buena fe, para proponer y aprobar proyectos de ley que restringían la inmigración de personas de “razas inferiores”
Además, los arqueólogos sociales han descubierto que la estratificación social no surgió hasta hace unos 5000 años, junto con la civilización. Tal como dice Trigger en su monumental tratado, “los antropólogos utilizan la expresión ‘antiguas civilizaciones’ para las formas más antiguas y simples de sociedad, en las cuales el principio rector básico de las relaciones sociales no era el parentesco, sino una jerarquía de divisiones sociales que atravesaba trasversalmente la sociedad, cuyos estamentos poseían desigual poder, riqueza y prestigio social”. Sin embargo, pasemos a otros especímenes de pseudociencia.

Los legisladores estadounidenses recurrieron a la eugenesia, fomentada en una época por muchos científicos e intelectuales públicos de buena fe, para proponer y aprobar proyectos de ley que restringían la inmigración de personas de “razas inferiores” y condujeron al internamiento de miles de niños considerados débiles mentales. Esa misma “ciencia” justificaba las políticas raciales de las potencias coloniales y los nazis, y llevó a la esclavización o asesinato de millones de amerindios, indios, negros, eslavos, judíos y gitanos.

Hay consenso de que las culpables de esta crisis son las políticas de 'laissez faire' aplicadas por los gobiernos estadounidense y británico desde los tiempos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher"
La crisis mundial que comenzó en 2008 es un ejemplo más actual de las catastróficas consecuencias sociales que resultaron de las políticas sociales inspiradas en filosofías económicas y políticas equivocadas. En efecto, hay consenso de que las culpables de esta crisis son las políticas de laissez faire aplicadas por los gobiernos estadounidense y británico desde los tiempos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Ahora bien, laissez faire no es un lema ideológico aislado: se trata de la consecuencia lógica de dos dogmas que se mantienen de forma acrítica, pese a los cambios en la realidad económica desde que Adam Smith (1776) publicó su gran obra. Estos dogmas son los principios de que a) el único objetivo de la actividad económica es el beneficio privado; y b) el mercado libre (no regulado) se autorregula, es decir, está siempre en equilibrio o cerca del mismo, por lo que, sin duda, toda intervención tendrá en él un efecto perjudicial.

A su vez, la hipótesis anterior se apoya en tres doctrinas filosóficas aceptadas sin examen: una ontología individualista, una gnoseología acientífica y una ética individualista. El individualismo es la tesis de que sólo los individuos existen: que las entidades colectivas, como las empresas y las naciones, son producto de la imaginación. Esta tesis es errónea: lo que es ficticio es el individuo aislado. Tal como hemos sostenido en otra parte, todo lo que existe en el mundo real es un sistema o un componente de un sistema. En este caso particular, las acciones de individuo sólo pueden comprenderse en su contexto social. Se puede comenzar el análisis en el nivel micro o en el macro, pero ningún análisis será satisfactorio si desatiende uno de los dos extremos. La lección metodológica es que toda explicación satisfactoria de un hecho social incluirá lo que he llamado diagramas de Boudon-Coleman (Bunge, 1996). He aquí un ejemplo reciente:


Los diagramas de Boudon-Coleman van a contracorriente de la metodología individualista radical, la cual exhorta a permanecer siempre en el micronivel. Este punto de vista metodológico no puede mantenerse neutral en la controversia gnoseológica entre realismo (u objetivismo) y subjetivismo: si es coherente, ha de comenzar en la experiencia cognitiva individual y no en el conocimiento, el cual se aprende en sociedad y se pone a prueba en las comunidades científicas (el “escepticismo organizado” de Merton). Por consiguiente, el individualista metodológico debe ser o bien un subjetivista radical (como Berkeley, Kant, Fichte o Husserl), o bien un empirista radical (como Hume, Comte, Mill o Carnap). La combinación de Popper de individualismo metodológico radical y realismo gnoseológico no funciona.

No hay duda de que toda política económica hará progresar unos intereses al tiempo que perjudicará otros. En resumen, toda política pública está moralmente comprometida"
Así como el holismo se acompaña de una ética del deber, como ocurre con las de Confucio y de Kant, el individualismo está unido a la consigna egoísta “cada uno para sí”. El sistemismo, en cambio, propone una ética humanística en la cual los derechos y los deberes son igualmente importantes. En esta filosofía moral, todo derecho supone un deber y viceversa. Por ejemplo, mi derecho a ganarme la vida supone el deber de ayudar a otros a sobrevivir, y mi deber de pagar impuestos supone mi derecho de participar en la decisión de cómo se gastará ese dinero. Sostengo que las personas corrientes se rigen por una filosofía moral como esta, en tanto que los economistas ortodoxos y los políticos conservadores predican la deontología a las masas mientras aconsejan el egoísmo a sus clientes.

Todas las economías desarrolladas se rigen por políticas de alguna clase. A su vez, esas políticas se diseñan sobre la base de teorías económicas y principios morales, y son propuestas o puestas en práctica por partidos políticos y gobiernos:


El economista ortodoxo objetará la inclusión de la política y la moral entre los determinantes de las políticas económicas: dirá que se trata de reglas puramente técnicas pertenecientes al manual de operación de la maquinaria macroeconómica. Esta afirmación, sin embargo, es incorrecta en el mejor de los casos y no sincera en el peor de ellos, puesto que no hay duda de que toda política económica hará progresar unos intereses al tiempo que perjudicará otros. Por ejemplo, el comercio libre favorece a los fuertes mientras que frena el desarrollo de los débiles; y el estado de bienestar mejora la suerte de los pobres mediante impuestos a los ricos. En resumen, toda política pública está moralmente comprometida. Así lo entendió el gran socioeconomista Gunnar Myrdal cuando, hace ya tiempo, nos exhortaba: ¡Declarad vuestros valores! Si no lo hacemos, tal vez estemos contribuyendo a justificar la pseudociencia o la ciencia mercenaria, sobre la cual diremos algo a continuación.

Este texto es un extracto del libro de Mario Bunge Materia y mente. Una investigación filosófica, publicado por Editorial Laetoli, Pamplona, 2015. Es el séptimo volumen de la Biblioteca Bunge (www.laetoli.es). Traducción del inglés de Rafael González del Solar.

lunes, 14 de septiembre de 2015

La Psicología no es científica en la mitad de los casos

I

Daniel Mediavilla, "Más de la mitad de los estudios en psicología no se pueden repetir", El País, 27 de agosto de 2015:

Un equipo internacional de científicos intenta replicar 100 artículos relevantes y solo logra hacerlo en un 39% de los casos y con resultados menos significativos que los originales. Hasta el 95% de la investigación en psicología pueden ser falacias sin rebatir.

A principios de 2011, el psicólogo social holandés Diederik Stapel publicó en la prestigiosa revista Science un artículo con resultados llamativos: los entornos desordenados favorecen los estereotipos y la discriminación. Pocos meses después, una investigación encabezada por Pim Levelt, antiguo presidente de la Academia Holandesa de Ciencias, concluyó que Stapel se había inventado los resultados de su trabajo, desde la recopilación de datos hasta las encuestas que apoyaban sus conclusiones. No era la primera vez que lo hacía y, poco a poco, decenas de artículos del mismo autor fueron retirados por las revistas que los habían publicado. Estudios que aseguraban que a veces el fracaso hace sentir mejor, que los anuncios de belleza hacen sentir feas a las mujeres o que el poder hace más probable la infidelidad, eran fruto de la mente de un trilero y no de un trabajo científico honesto. En una entrevista con The New York Times, el investigador holandés trató de explicar sus motivos. Él amaba la psicología social, pero siempre se había sentido frustrado por el caos de los datos obtenidos en los experimentos, con los que era raro llegar a conclusiones claras. Su obsesión por la elegancia y el orden le había llevado a inventar resultados atractivos que gustaban en las revistas científicas. Este tipo de escándalos, que también se han producido en otros campos, pero preocupan especialmente en la ciencia psicológica, iniciaron un debate sobre la validez de los controles en este campo de la ciencia.

Aunque casos como el de Stapel son extremos, la selección de datos para mostrar resultados más atractivos y más fáciles de colocar en las revistas científicas es frecuente. En un artículo que se publicó en 2009 en la revista PLoS One, Daniele Fanelli, de la Universidad de Edimburgo, revisó una serie de estudios en los que se preguntaba a los investigadores si ellos o sus colegas había manipulado sus propias investigaciones para adaptarlos a sus intereses. Los resultados mostraban que un 1,97% de los científicos explicaba que había inventado, falsificado o modificado datos o resultados al menos en una ocasión, y el 33,7% reconocía otras prácticas reprobables aunque menos graves. Cuando se les preguntaba por el comportamiento de los compañeros, hasta un 14,1% afirmaba conocer casos de falsificación de datos y un 72% decía haber sido testigo de otros actos cuestionables.

Este tipo de actitudes, alimentadas por la presión por publicar sus investigaciones, han sembrado dudas sobre la posibilidad de replicar estudios en psicología, algo fundamental para que se la considere una ciencia seria. Los propios investigadores no tienen incentivos para ser fieles del todo a los datos ni para tratar de repetir los resultados de sus colegas, lo que provoca un círculo vicioso. Las revistas científicas prefieren resultados distintos y sorprendentes frente a trabajos que repliquen otros ya conocidos, y todos estos factores facilitan que la mala conducta o las pequeñas triquiñuelas pasen desapercibidos.

Afrontar el problema

Esta semana, en la revista Science, la misma que publicó el estudio fraudulento de Stapel, se publica el mayor trabajo conjunto para replicar estudios científicos en psicología. Un grupo de 270 investigadores de todo el mundo intentó repetir los resultados de 100 artículos relevantes en la materia. Pese a contar con la colaboración de los propios autores para conocer su metodología y las condiciones en las que obtuvieron sus resultados, solo fue posible obtenerlos de nuevo en un 39% de los casos. En algunos casos, los resultados obtenidos fueron los contrarios a los de la investigación de referencia. Según comentan los autores del trabajo, liderados por Brian Nosek, investigador de la Universidad de Virginia (EE UU), que no fuese posible replicar los resultados de un estudio no significa necesariamente que sean erróneos, pero son una señal de que se han de realizar cambios para facilitar que se pueda hacer.

En un artículo que también aparece en Science, el biólogo y periodista John Bohannon, especializado en cuestionar los controles de calidad a los que se someten los artículos científicos, afirma que “estos resultados apoyan la idea de que los científicos y los editores de las revistas científicas están sesgados -conscientemente o no- en lo que publican”. Además, señala que, incluso en los artículos que pudieron ser replicados, los efectos observados eran mucho menos claros que en los experimentos originales.

“Los científicos quieren producir conocimiento fiable, pero también necesitan producir resultados que les ayuden a mantener su trabajo como investigadores”, ha afirmado Nosek, que forma parte de una iniciativa para mejorar el problema que muestran en su artículo. “Para tener éxito en la ciencia, los investigadores necesitan publicar, y algunos resultados son más fáciles de publicar que otros, en particular aquellos que son novedosos y apuntan en direcciones nuevas y emocionantes”, continúa. Por este motivo, muchos científicos prefieren perseguir líneas de investigación novedosas sin tener tanto en cuenta que sus resultados sean reproducibles. En casos extremos, la falta de incentivos para ser fiel a los datos caóticos que suelen surgir del trabajo científico produce fenómenos como el de Stapel


II

Javier Sampedro, "Un descubrimiento irrepetible. Más de la mitad de los estudios en psicología no se pueden repetir", en El País, 27 de agosto de 2015:

Es probable que el lector haya oído hablar de los premios IgNobel (juego de palabras entre los premios Nobel y la palabra inglesa ignoble (innoble), una iniciativa mordaz de los chicos de Harvard donde las investigaciones más grotescas del año pugnan por recibir su merecido. Pero la decana de las revistas satíricas de este género es The Journal of Irreproducible Results (la comicidad se pierde al traducirlo al español, y por otra parte no hace falta), fundada en 1955 y fuente desde entonces de risión e inspiración para científicos y gente normal. En ciencia solo hay una cosa peor que un resultado falso, y es un resultado irreproducible. Del primero sabes que es mentira. Del segundo, ni eso.

En ciencia solo hay una cosa peor que un resultado falso, y es un resultado irreproducible
La necesidad irrenunciable de que los resultados científicos sean reproducibles es una de las grandes causas de que los papers (los artículos técnicos) suelan ser unos ladrillos ilegibles. “Escríbelo para que lo entienda mi abuela” es una cosa. “Escríbelo para que lo reproduzca mi abuela” es justo la contraria. Ahí tiene que estar todo: cómo elegiste tu muestra de población y por qué, qué sesgos puede incorporar sin que te hayas dado cuenta, qué operadores estadísticos has elegido, a quién le has comprado los reactivos y con qué farmacéuticas tienes algún interés compartido. Todo lo necesario para que los demás científicos puedan reproducir tus resultados tiene que estar ahí, allanando tu futuro pero arruinando tu prosa. Un resultado irreproducible no es ciencia, sino rumor.

Pero eso es solo la teoría. En la práctica, los científicos que dedican su tiempo a reproducir los resultados de los demás son muy raros, en el sentido de infrecuentes. Por supuesto, si inventas una técnica rompedora que aumentará en órdenes de magnitud la eficacia de una técnica que utiliza todo el mundo, todo el mundo se tirará encima de tu protocolo un minuto después de que lo publiques. Pero el resto de la producción científica –el 100%, redondeando un poco— pasará inescrutada por el filtro tupido de la confianza general. Nadie intentará reproducirlo, y por tanto nadie comprobará si es ciencia o rumor.

Es obvio que algo va mal. Tan mal como que la mitad de la psicología publicada no es ciencia
O así era hasta ahora. Un esfuerzo inédito y loable, llamado Proyecto Reproducibilidad, se ha tomado en serio el asunto y ha empezado a plantear, e identificar, una serie de –graves— problemas del sistema. En la entrega actual, 270 científicos han intentado reproducir 100 experimentos publicados en los mejores journals de psicología experimental, y solo han conseguido reproducir la mitad. Nadie dice que eso sean exactamente “fraudes científicos” –yo tampoco—, pero es obvio que algo va mal. Tan mal como que la mitad de la psicología publicada no es ciencia. ¿No creen que esto es un problema?

sábado, 12 de septiembre de 2015

Entrevista al matemático Javier Fresán

Entrevista de Ángel L. Fernández Recuero a Javier Fresán: «Las metáforas están condenadas a desvirtuar teorías cuya comprensión requiere años de aprendizaje», en Jot Down, septiembre de 2015:

Javier Fresán (Pamplona, 1987) es un joven matemático, inquieto, sagaz. Ha publicado varios libros de divulgación y recibido premios y distinciones que no vamos a enumerar aquí; él tampoco le da mayor importancia. De trato fácil y cercano, se muestra presto y generoso con la curiosidad de la gente, dispuesto siempre a hablar de matemáticas —y de lo que no son matemáticas—. Nos contará, entre otras, por qué es más sencillo resolver un problema matemático que amoroso o qué es lógica matemática y qué no lo es, si acaso podemos llegar a saberlo todo o por qué se ha dicho que una máquina no puede alcanzar al hombre. Desmenuzando mitos y dimes y diretes relacionados con la ciencia y sus alrededores se nos pasó la mañana volando, como debe ser. Y ahora vamos a contárselo.

Leibniz anticipó la aritmética binaria en 1679 en un ensayo póstumo titulado Demostración matemática de la creación y ordenación del mundo. El lema de la cubierta rezaba Omnibus ex nihilo ducendis sufficit unum (para generar el todo de la nada basta el uno). ¿Cuánto hay de matemático en esta frase y cuánto de metafísico?

Lo que hay de metafísico es la forma de enunciarlo; un matemático actual nunca lo plantearía en esos términos. Es curioso, porque los matemáticos del siglo XVIII utilizaban la palabra «metafísica» para referirse a una serie de ideas y analogías vagas que, a pesar de su formulación imprecisa, representaban un papel importante en sus investigaciones: eran su guía. Por ejemplo, leyendo sus obras podemos encontrarnos con una expresión como «la metafísica del cálculo infinitesimal». Lo explica André Weil en una nota de un par de páginas, que se titula precisamente De la metafísica a las matemáticas. La frase de Leibniz podría ser metafísica en este sentido. Convertirla en matemáticas es una tarea delicada; de hecho, si no supiera que habla de la aritmética binaria, mi primer reflejo habría sido interpretarla como una construcción, muy avant la lettre, de los números naturales a partir del cero, que es el cardinal del conjunto vacío. Leibniz diseñó un medallón con ese lema, que hace unos años se transformó en otro en homenaje a Gregory Chaitin y su constante Ω.

Te voy a contar algo sobre Leibniz que a mí me gusta mucho, tenía una idea que nunca pudo llevar a cabo: la de crear una lengua universal. Uno de los milagros de las lenguas —habría que decir del cerebro— es que, a partir de unos materiales relativamente pobres, seguimos produciendo combinaciones nuevas después de que millones de hablantes hayan usando las mismas palabras durante siglos. ¿Quién no ha tenido esa sensación al leer a un gran poeta? Aun así, Leibniz soñaba con un catálogo de ideas básicas que permitiera producir todas las demás. La idea de lago, por simplificar mucho, podría ser un compuesto de agua y de quietud, que formarían parte del catálogo. Lo que me más interesa es que el sueño de Leibniz sirvió probablemente de inspiración a Gödel para lo que hoy se conoce como gödelización, un modo de codificar los enunciados de la aritmética. Gödel había estudiado con fervor a Leibniz en sus años de formación, pero es una hipótesis difícil de demostrar.

Si llamamos autológico a un adjetivo que se aplica a sí mismo (por ejemplo «corto», que es corto) y heterológico a un adjetivo que no se aplica así mismo (por ejemplo «largo», que es corto), ¿de cuál de los dos tipos sería el adjetivo «heterológico»?

(risas) ¡Quieres que caiga en la paradoja de Russell! Fíjate qué historia: principios del siglo XX, Bertrand Russell está en su casa tranquilamente estudiando la obra de Frege y encuentra una paradoja de una simplicidad incontestable que da al traste con todo el proyecto de reducir las matemáticas a la lógica: es lo que él llama «el final de las mañanas alegres y felices». Lo cuenta Russell en su biografía: se pasó semanas, meses, sentado frente a un papel en blanco intentando resolver el problema. Cuando al fin se decide a escribir a Frege, el lógico alemán está corrigiendo las pruebas del segundo volumen de Los principios de la aritmética. En lugar de derrumbarse o de odiar a Russell, reconoce el error con la honestidad intelectual que debería caracterizar a cualquier científico. Y añade una nota a pie de página explicándolo. Su historia aún tiene mucho que enseñarnos. A menudo se ve en las paradojas el desencadenante directo de una crisis de fundamentos, pero la realidad suele ser más compleja: muchas veces las paradojas surgen porque alguien ya está removiendo los fundamentos. Gracias a la paradoja de Russell, se comprendió que no se podía basar una teoría rigurosa de conjuntos en la definición intuitiva de conjunto como una colección de cosas. Si así fuera, se podría construir el conjunto de todas las cosas que verifican una cierta propiedad y, cuando esa propiedad es «no ser miembros de sí mismos», surge una contradicción (otra respuesta consistirá en decir que «ser miembros de sí mismos» no es una propiedad bien definida, porque solo se puede aplicar la pertenencia a elementos de distinto tipo). Me pregunto qué conceptos hoy en día están en la misma situación que los conjuntos a principios del siglo XX.

El fenómeno de la paradoja no solo es fascinante en las matemáticas; en el ámbito comunicativo es el fundamento de las patologías psíquicas más graves. ¿La racionalidad del pensamiento impone un límite al concepto que una persona puede tener de su relación con el cosmos?

No me veo capacitado para responder a esta pregunta. Solo puedo decirte que la experiencia nos enseña que quienes no ponen límites viven en la irracionalidad más absoluta. El día a día de un matemático despierta mucha curiosidad. Una pregunta típica de sobremesa es si es más fácil resolver un problema de matemáticas o un problema de la vida, por ejemplo, una relación amorosa complicada. ¡No hay duda! Los problemas matemáticos sabrás resolverlos o no, pero al menos están bien formulados. Darse cuenta de que hay cuestiones que escapan a este tipo de formulación forma parte de esos límites…

Gregory Bateson decía que la lógica ordinaria no encaja con el ser humano porque para las personas estar en contradicción es una regla, no una excepción. ¿Existen otros tipos de lógica que puedan explicar los procesos cognitivos que no son puramente racionales?

Me gusta la cita. A menudo, de forma coloquial, utilizamos la palabra «lógica» como sinónimo de «sentido común», por ejemplo, cuando decimos que alguien actuó «con lógica». Eso no tiene nada que ver con la lógica matemática, que se ocupa más —por llevar las cosas a un extremo— de cómo «piensa» una máquina que de cómo piensa un ser humano; esa línea de pensamiento dio lugar precisamente a las máquinas de Turing. Un obstáculo fundamental para explicar los procesos cognitivos es que esta lógica clásica admite solo dos valores de verdad: verdadero o falso. Y eso es muy restringido, sobre todo cuando se trata de tomar decisiones. En 1917 Łukasiewicz propuso una lógica trivaluada, en la que un enunciado puede ser verdadero, falso o posible. Ese primer paso se radicalizó más tarde con la lógica borrosa, en la que los valores de verdad posibles son los números reales entre 0 y 1. Hace pensar en la probabilidad, pero es muy distinta: cuando tiras una moneda al aire, el resultado no deja de ser cara o cruz, aunque no podamos predecirlo; en la lógica borrosa, sin embargo, hay que imaginar monedas que caen 25% cara y 75% cruz, por decir algo. Esta idea ha tenido aplicaciones sorprendentes: hay, por ejemplo, «lavadoras borrosas» que deciden la duración del lavado o cuánto detergente hace falta en función de un valor de suciedad. De hecho, la publicidad de una de esas lavadoras nos prevenía de que la era borrosa había llegado. Hay todavía propuestas más radicales, como la lógica cuántica, pero eso nos llevaría demasiado lejos… 

Además de escribir libros has colaborado con varios medios de comunicación como El País, Público o la revista de literatura Clarín. ¿Sientes la crisis del periodismo desde donde escribes?

No puedo no sentirla, porque fui testigo directo del hundimiento de Público. No entremos en la penosa historia de un señor que juega a ser dueño de un periódico de izquierdas y un día despide a todos sus empleados porque no puede pagarles y al día siguiente compra el periódico que él mismo ha vendido, pero esta vez sin periodistas. Yo desde luego no he vuelto a visitar la edición digital desde entonces. Quedémonos con lo bueno: era la mejor sección de ciencias que ha tenido un periódico en español en los últimos años. Yo aprendí mucho de esas colaboraciones. Sobre todo de mis rifirrafes -siempre cariñosos- con la jefa, Patricia Fernández de Lis, a propósito de si un tema tenía «percha» o no, o de si mis artículos sobre los números primos eran más difíciles de leer que los que hablaban de aceleradores de partículas; le estoy muy agradecido. Y era un placer ir al quiosco y encontrarse con artículos de Lucas Sánchez o de José María Mateos, que tantas cosas me han enseñado. No sé qué paso: ¿nunca se recuperaron de aquella gran apuesta publicitaria de los 50 céntimos? Por suerte, la web Materia está llenando ese vacío.

¿Te atreves a decir hacia dónde se dirige la prensa escrita con los nuevos cambios de paradigma?

No. Si lo supiera ¡ya estaría haciendo la prensa del futuro! (risas)

Cuando entrevistaste a Pierre Cartier para Público, él reconoció que le gustaba ser un «matemático sin fronteras para contribuir a la paz o para ayudar a los matemáticos que luchan contra los regímenes dictatoriales». ¿Cómo puede la ciencia, en este caso las matemáticas, ayudar políticamente a un país?

Esa es una muy buena pregunta. Pierre Cartier es un personaje fascinante, al que tengo la suerte de tratar a menudo. La cita procede de una conferencia que dio en la Residencia de Estudiantes de Madrid, y que yo he traducido al español: son las memorias de un matemático comprometido. Tienes que pensar que el científico ya no es ese genio solitario que, tras meses de aislamiento en su laboratorio, da al mundo una obra magnífica. El contacto con otros colegas es continuo, ya sea a través de congresos o simplemente del correo electrónico, y eso crea unas redes muy potentes. La idea de Cartier es que se pueden utilizar esas redes para ayudar a países menos desarrollados o que viven bajo dictaduras, por ejemplo ofreciendo a los estudiantes la posibilidad de hacer el doctorado en Europa. Es una pequeña ayuda, pero cambiar una vida ya es mucho.

Otro aspecto interesante de la cuestión es la impenetrabilidad del trabajo matemático. Un día de enero de 1936, Shostakovich descubre, al leer Pravda, que ha caído en desgracia: su música es «intelectualista» y el hermetismo es «un juego que podría terminar mal»; parece que el artículo lo escribió el propio Stalin. Es difícil que eso le ocurra a un matemático, aunque haya matemáticas más «intelectualistas» que otras. No es una casualidad que, en la antigua URSS, muchas personas, que en otras circunstancias se habrían dedicado a la literatura o la filosofía, encontraran un refugio en las matemáticas. Es imposible que un régimen ataque a un matemático sin la colaboración de otros matemáticos: si permanecen unidos, son invencibles. Lo cual tampoco es un gran consuelo porque, como en cualquier otra profesión, siempre habrá diez personas dispuestas a denunciarte…

¿El caso contrario fue el de André Weil?

De esa historia no sabemos mucho más que lo que él mismo nos cuenta en Memorias de aprendizaje, su espléndida biografía. Weil había decidido desertar si lo llamaban a filas. Cuando estalló la guerra estaba de vacaciones al borde de un lago en Finlandia, cerca de la frontera rusa, junto a su mujer, Éveline. Todos los días trabajaban varias horas en una barca: él en un informe para Bourbaki, ella en unas prácticas de estenotipia. No es de extrañar que los dueños del hotel en el que se alojaban los tomaran por espías (algo que, por cierto, también le ocurrió a Gödel en un pueblecito del estado de Maine). Se abrió un dossier sobre Weil en la comisaría de Helsinki y lo detuvieron. Siempre según su versión, un matemático con simpatías nazis le salvó la vida y, tras toda una serie de vicisitudes, regresó a Francia para cumplir condena por deserción. Nunca se lo perdonarían. Weil se vio obligado a hacer carrera en los Estados Unidos: primero en Chicago, luego en Princeton. Es muy triste leer ese capítulo de su correspondencia con Henri Cartan, en el que se ve cómo, pese a los esfuerzos de su fiel amigo y colaborador, una y otra vez candidatos infinitamente menos valiosos que Weil obtienen las plazas a las que él se presenta. 

Ganaste el premio Arquímedes de introducción a la ciencia cuando cursabas la carrera, lo que te permitió hacer una estancia en el CSIC. Sin embargo, has decidido desarrollar tu carrera de investigador en Francia. ¿Qué ventajas tiene la investigación matemática con respecto a España?

Creo que la idea de una «ciencia nacional» pertenece al pasado. En un mundo como el nuestro, ¿a qué país pertenecen los descubrimientos? ¿Al que los paga? ¿Al del laboratorio en el que se realizan? ¿Al que, por un azar completo, vio nacer a los científicos que los realizan? Skype o arXiv tienen muchos más derechos que cualquier país sobre un teorema escrito en colaboración. Yo cuando me pongo a pensar en un problema, no me siento español ni francés: pienso en el problema. Pero no creas que estoy esquivando la pregunta: me fui a París en un momento en el que me apetecía irme a París y pensaba que la ciudad tenía cosas que ofrecerme. Después de cinco años, todavía me sigue sorprendiendo que, en un curso sobre la Divina Comedia en el Collège de France, haya que llegar media hora antes porque, si no, te quedas sin sitio en el inmenso anfiteatro, o que cien personas hagan cola bajo la lluvia para ver la nueva copia de Il Gattopardo. Volviendo a las matemáticas, hay que decir que en geometría algebraica y teoría de números París es invencible. No solo por una tradición de más de doscientos años, sino porque es un aglomerado de universidades y centros de investigación; apenas exagero si te digo que, si te apetece hablar con alguien, solo tienes que esperar un poco: antes o después pasará por allí. Y eso no es que no ocurra en España, ¡es que no ocurre en casi ningún sitio! Dentro de poco cambiaré París por el Max Planck Institute de Bonn, y no lo hago con melancolía: es una nueva aventura. La matemática española ha avanzado espectacularmente en los últimos años: hay excelentes matemáticos trabajando en áreas muy variadas: ecuaciones en derivadas parciales, teoría de Hodge, geometría aritmética, sistemas dinámicos. Antonio y Diego Córdoba, José Ignacio Burgos, Vicente Muñoz, Ricardo Pérez Marco… Que nadie se enfade: te digo solo los primeros nombres que me vienen a la cabeza. Me da miedo que las barbaridades políticas que estamos sufriendo frenen esa evolución. Ya casi es imposible conseguir una beca de doctorado en España. ¿Qué va a pasar con la generación siguiente?

Victoria Ley nos decía cuando la entrevistamos que en España a los matemáticos les cuesta bastante participar en programas de transferencia tecnológica. ¿En Francia cuál es la situación?

Pues creo que para un matemático puro la situación es la misma.

En El sueño de la razón comentas que Kurt Gödel aparece en varias ocasiones en la tira cómica Xkcd autodenominado «un cómic web de romance, sarcasmo, matemáticas e idioma». ¿Existe una versión del Teorema de Gödel para dummies o por su naturaleza ello es imposible?

Hace un par de años, Guillermo Martínez y Gustavo Piñeiro publicaron Gödel para todos, que es uno de los mejores libros de divulgación sobre el tema que conozco. En el prólogo mencionan un ensayo de Ernesto Sábato, en el que un físico trata de explicar a un amigo qué es la relatividad. Empieza hablando de curvatura, tensores y geodésicas, pero se ve obligado a rebajar poco a poco el nivel del discurso para que su interlocutor entienda; al final solo quedan trenes y cronómetros. «¡Ahora sí entiendo la relatividad!», exclama, entusiasmado, el amigo. «Sí, pero ahora ya no es la relatividad». Lo mismo ocurre con muchas otras ramas de la física y la matemática moderna: solo gracias a las metáforas pueden llegar al gran público. Y, por bellas que sean, aunque conecten áreas distintas del cerebro, como decía Platón, las metáforas están condenadas a desvirtuar teorías cuya comprensión requiere años y años de aprendizaje. Esa es la soledad del matemático.

El teorema de Gödel constituye una feliz excepción a esta regla. Su contenido se puede explicar como un problema de equilibrio en los sistemas axiomáticos y basta un poco de paciencia para dar una idea de las grandes líneas de la demostración. Supongamos que queremos fundar una teoría partir de una serie de principios básicos: necesitamos saber cómo escogerlos, de modo que podamos demostrar el mayor número posible de enunciados. El objetivo último sería demostrar todos los enunciados verdaderos para crear una teoría completa. Podríamos pensar que más axiomas conllevan más teoremas pero no nos conviene elegir demasiados porque, si lo hacemos, corremos el riesgo de demostrar una afirmación y su negación, y eso daría lugar a una teoría llena de contradicciones; en lenguaje técnico, decimos que no es consistente. Otra de las propiedades deseadas es la recursividad, algo más difícil de explicar que la consistencia, pero que consiste esencialmente en ser capaces de distinguir, mediante un número finito de operaciones, si un enunciado cualquiera de nuestra teoría es un axioma o no. Así que consistencia, recursividad y completitud. El teorema de Gödel dice simplemente que es imposible tener las tres cosas a la vez: si una teoría es consistente y recursiva, entonces no es completa. Es decir, siempre existirán enunciados sobre cuya validad nuestros axiomas no puedan pronunciarse. 

El teorema de Gödel ha sido utilizado conceptualmente por diferentes disciplinas sociales. En sus Imposturas intelectuales Sokal y Bricmont desmontan las teorías al respecto de varios intelectuales como Kristeva, Deluze o Lacan. ¿Tiene sentido aplicar el teorema de Gödel fuera del ámbito de las matemáticas, en el ámbito de las ciencias sociales?

A mí la historia de las impostura sociales es un tema que me encanta. Es una de esas cosas que me hubiera gustado hacer a mí. La historia es que el físico Alan Sokal, cansado de ver cómo algunos popes de ciertas corrientes de las ciencias sociales utilizaban conceptos científicos con el único objetivo de apabullar al lector, decide escribir una parodia de ese tipo de literatura y enviarla a la revista de mayor impacto del área. El artículo, con un título tan improbable como Transgrediendo las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica es aceptado, y cuando, poco después, su autor revela que se trataba de una broma, estalla un gran escándalo que llega a ser portada del New York Times. El libro Imposturas intelectuales, escrito en colaboración con el también físico Jean Bricmont, es una especie de versión ampliada, que explora sistemáticamente el abuso de una serie de ideas matemáticas y físicas por parte de los filósofos que has citado.

El teorema de Gödel, tal y como es, es un enunciado que habla de las matemáticas, de la aritmética, de las teorías axiomáticas, etc. Eso hace que sea prácticamente imposible aplicarlo a cualquier cosa de forma rigurosa que no sean las propias matemáticas; nada realmente es axiomático fuera de las matemáticas, ni siquiera la física, que sería lo más cercano. Sobre él se han dicho cosas como que explica «por qué hay que momificar a Lenin y exhibirlo a los camaradas en un mausoleo». Y 15 años después del caso Sokal aun me encuentro con un crítico literario capaz de escribir «si usamos un método científico para medir poemas, parece más interesante la estratigrafía que la topología, cuyas limitaciones, incluso en el propio campo matemático, quedaron demostradas por Gödel». Esto hay que verlo de forma positiva. Es decir, es un teorema que tiene tanto éxito, es tan fuerte, lo que dice es tan interesante que gente de lo más variopinta intenta aplicarlo. Por supuesto, es muy tentador preguntarse cuáles serían sus consecuencias para las realidades que nos rodean: a mí mismo me divierte imaginar una novela como un pequeño mundo axiomático, en el que siempre habrá alguna información sobre el protagonista que seré incapaz de conocer. ¿Llegaremos a saber algún día por qué se llama Quirke el detective de Benjamin Black? Pero sé que es solo un juego.

Sin embargo, en Hasta que el álgebra nos separe narras mediante un fascinante diálogo entre Lévi-Strauss y André Weil cómo las matemáticas pueden echar un cable a la observación participante. ¿De qué manera colaboraron estos dos grandes científicos del siglo pasado?

Esta es una historia distinta, realmente apasionante. Cada uno de ellos por sí solo lo es, de hecho. El mismo André Weil, casi fusilado en la frontera, era un tipo que había viajado muchísimo, durante toda su vida, dominaba bastantes lenguas, leía a los clásicos hindúes en sánscrito y en matemáticas hizo unas contribuciones increíbles.

Durante su estancia en Brasil, Lévi-Strauss se dio cuenta de que todas las tribus que estudiaba prohibían de algún modo el incesto, aunque el grado de permisividad fuese muy variable. Eso le lleva a formular la hipótesis de que la prohibición del incesto es una especie de eslabón entre la naturaleza, con sus leyes universales, y la cultura, en la que las reglas cambian de una sociedad a otra. Para respaldar su hipótesis, se lanza a un estudio exhaustivo de las relaciones de parentesco en las tribus que conoce y en otras muchas documentadas en la literatura. Hasta que se topa con los Murngin, unos aborígenes del norte de Australia, cuyas reglas de matrimonio no consigue explicar con los métodos que había usado hasta entonces (basados esencialmente en la enumeración de todos los casos posibles). Decide pedir ayuda a un matemático, pero el primero al que lo hace, Jacques Hadamard, le responde que «en matemáticas solo hay cuatro operaciones, y el matrimonio no es una de ellas». Fin de la colaboración. Por suerte, Lévi-Strauss conoce a Weil en el exilio neoyorquino. Weil, un hombre de una curiosidad insaciable, que había viajado mucho, que lo había leído todo; enseguida se interesa por el problema, y lo resuelve usando la teoría de grupos. El resultado será un apéndice a Las estructuras elementales del parentesco, la tesis doctoral de Lévi-Strauss.

Pero date cuenta que, al contrario del uso que hacen de la matemática Lacan y compañía, la colaboración de Weil y Lévi-Strauss se produce en un marco en el que sí que es posible crear modelos axiomáticos simplificados (de ahí el «elemental» del título). Si establecemos como hipótesis, pongamos, que todos los miembros de una tribu pueden casarse y que a cada uno de ellos le corresponde un único tipo de matrimonio que depende solo de su sexo y del tipo de matrimonio de sus padres, hemos reducido el estudio a un problema de teoría de grupos. Esa fue la intuición genial de Weil. Como él mismo explica en los comentarios a sus obras completas, el reto más difícil al que se enfrenta un matemático, al abordar un problema de matemática aplicada, consiste en traducirlo a su propio lenguaje. Me pareció que una historia tan atractiva como esta era la excusa perfecta para explicar al gran público algunas ideas de la teoría de grupos. Y como me divierte explorar nuevas formas de divulgación, decidí hacerlo mediante un diálogo entre sus protagonistas.

¿El estructuralismo ha matado definitivamente en matemáticas al intuicionismo?

Yo creo que no. Quiero decir, el estructuralismo suele ser, salvo en raras excepciones, un proceso posterior al descubrimiento matemático, un modo de dar forma y de adecuar a los estándares de rigor modernos el resultado de un fenómeno inexplicable en el que se mezclan la intuición, la analogía y el análisis de ejemplos. La propia historia de Bourbaki lo confirma: históricamente, el movimiento surge tras una serie de avances extraordinarios a finales del siglo XIX y en el primer tercio del XX (la teoría de conjuntos, la topología algebraica, los espacios de Hilbert, el álgebra moderna…). Por supuesto, la disección minuciosa de estas teorías dio lugar a nuevas propiedades, pero, de algún modo, lo esencial ya estaba allí. La gran contribución de Bourbaki fue crear un lenguaje matemático universal que sirviera lo mismo para la lógica que para la geometría algebraica o la probabilidad. Cada matemático tiene su método: hay quienes abordan los problemas situándose en estructuras lo más generales posibles y quienes prefieren una solución elemental para estar seguros de que es correcta. Pero hoy en día todos somos hijos de Bourbaki.

André Weil, como tú ya has comentado, fue uno de los fundadores del grupo Bourbaki, responsables entre otras cosas de hacer que los que empezamos en la EGB en los 70 odiásemos las matemáticas (aquello de los conjuntos, los cardinales…). Cuál es la pedagogía matemática más efectiva, ¿la de la abstracción o la contextualizada históricamente?

No creo que los miembros de Bourbaki fueran responsables de esa deriva pedagógica, sino una serie de conversos que, por normal general, no eran matemáticos. Y ya se sabe que los conversos son siempre los más fanáticos. Yo tuve la suerte de que me enseñaran 2+3=5 y no que «el cardinal de la unión disjunta de un conjunto de cardinal dos y de un conjunto de cardinal tres es cinco» (risas). Los excesos de aquella época no solo tuvieron consecuencias negativas para la generación que los sufrió, sino también para todas las posteriores porque, para paliarlos, se decidió eliminar toda abstracción de la enseñanza de las matemáticas. Se prohibieron las demostraciones, y este extremo es igual de malo que el otro. Eso no quiere decir que haya que volver a una pedagogía axiomática: lo ideal sería un método casi experimental en el que los conceptos vayan apareciendo poco a poco.

En un texto muy iluminador sobre la educación matemática, Vladimir Arnold explica que, en los años 60, dio un curso de teoría de grupos a alumnos de instituto; alejándose de los detalles técnicos y sin perder nunca de vista la física, en un semestre llegó a explicar la insolubilidad por radicales de la ecuación de quinto grado. También John Conway cuenta en una entrevista reciente que no decide el tema de una charla en función de la formación del público, sino solo la forma de tratarlo: si los estudiantes son jóvenes, insiste más en las ideas que en los detalles. Sin ser tan ambiciosos, ¿cómo es posible no explicar por qué hay infinitos números primos o por qué la raíz cuadrada de dos es irracional? Son dos ejemplos de demostraciones accesibles a todo el mundo, que además permiten enseñar una técnica muy útil en el razonamiento matemático: la reducción al absurdo. Eso es lo que echo de menos en la enseñanza de las matemáticas. Te confesaré que nunca me han interesado los juegos de mesa, y creo que es porque no tengo ninguna motivación para ganar. Con las matemáticas pasa lo mismo: es difícil interesarse por un problema si lo único que te enseñan son los pasos para resolverlo, sin saber por qué ese problema es interesante o dónde surge o quién lo ha estudiado antes que tú.

Clara Grima nos decía en una entrevista que en Japón, por ejemplo, hay programas matemáticos en la televisión con audiencias muy altas. ¿A qué se debe?

No veo ninguna razón por la que un programa similar no funcionara en España. De hecho, el balance de todas mis experiencias divulgadoras es siempre el mismo: las matemáticas interesan a la gente. Si lo haces bien, puedes tener en vilo durante una hora a un público de lo más variado hablándoles de números primos o de topología. Para promocionar la colección El mundo es matemático, El País tuvo la brillante idea, que luego copió Le Monde, de colgar en su web un vídeo con un problema matemático y dar una semana a los lectores para resolverlo. Fue un éxito increíble, nadie se lo esperaba. Yo mismo participé presentando uno de los desafíos, relacionado con las matemáticas de los procesos electorales. Recibimos unas 600 soluciones, y muchos de los que nos escribían nos contaban que esperaban con ansia cada nuevo vídeo; recuerdo un lector que me escribió: «Estoy resolviendo el problema en el hospital, con mi hijo recién nacido en brazos. A ver si así se aficiona a las matemáticas». Si eso no es interés…

Pero son raros los casos en los que realmente se aprovechan todos los medios de los que disponemos. El telediario, sin ir más lejos. Tienes delante a una audiencia de millones de personas y pierdes cinco minutos con partos en autobuses, explosiones de gas y otros sucesos sin interés alguno: ¡haz que aprendan algo!, háblales de ciencia, cuéntales la Odisea. El problema es que quienes están en condiciones de poner en marcha iniciativas como esta son los mismos que han conseguido que sea posible terminar 20 años de educación con una cultura lamentable y sin haber leído un solo libro. 

En Italia son muy de jugar con las palabras, en Francia está el Oulipo… Y en España no tenemos nada…

Bueno, nos gustan los juegos de palabras también. Sí que es cierto que visto desde fuera, claro, pensamos que el Oulipo es un fenómeno de masas, y son cuatro. Lo fueron en su momento y lo siguen siendo ahora.

Arquímedes aplicó el método Diagonal para calcular El Arenario (el número de granos de arena necesarios para llenar el Universo). Ahora hay matemáticos que intentan demostrar que cualquier número puede aparecer en las cifras decimales del número Pi. ¿Qué se esconde tras estos divertimentos? ¿Son solo un juego?

Es una cuestión de gusto. Yo creo que hay problemas más interesantes que ese, porque el hecho de que π contenga, pongamos, todas las cifras del 0 al 9 con igual frecuencia no es sorprendente: lo sería que el 3 apareciese mucho más que el 7. Pero todo depende de cómo presentemos el problema. La cuestión subyacente es de una simplicidad casi provocadora: ¿qué es un número? Empecemos por un ejemplo fácil: ¿cómo definimos la raíz cuadrada de 2? Es un número que, multiplicado por sí mismo, da 2; si lo llamamos x, cumple la relación x2=2. Los números de este tipo, que son solución de ecuaciones polinomiales, se llaman algebraicos. En cuanto a π, la forma más sencilla de definirlo es como el área de un círculo de radio uno; fíjate que no tiene nada que ver. Así que podemos preguntarnos: ¿es π solución de alguna ecuación polinomial? Y la respuesta es no; esos números se llaman trascendentes. Mi amigo Juanjo Rué y yo acabamos de escribir un librito sobre ellos para la colección ¿Qué sabemos de?, editada conjuntamente por el CSIC y por Los Libros de la Catarata. En cierta medida, los números trascendentes contienen una cantidad infinita de información, en contraste con los algebraicos. Si pensamos que cualquier texto se puede codificar mediante una secuencia numérica y π las contiene todas, significa que dentro de π está el Quijote. No hay duda de que eso hace más atractivo el problema, pero no es una razón matemática para interesarse en él… 

¿Existe algún método para generar números trascendentes cuyos decimales tengan una estructura determinada?

Sabemos que tienen que existir números trascendentes porque el infinito de los números reales es mayor que el de los algebraicos. Ese mismo argumento demuestra que casi todos los números son trascendentes: en un sentido técnico, la probabilidad de que un número elegido al azar sea algebraico es cero. Sin embargo, resulta extremadamente difícil decidir si un número dado es trascendente o no, y eso tiene que ver con la pregunta «¿qué es un número?» de la que hablábamos antes. El número π es trascendente, pero hubo que esperar hasta 1882 para tener una demostración. Cuarenta años antes, Liouville había construido los primeros números trascendentes: por ejemplo, 10-1+10-2+10-6+10-24+… es un número trascendente (los exponentes son los factoriales de los números naturales). En general, cualquier sucesión acotada de enteros positivos da lugar a un número trascendente con una cierta estructura. Pero se podría decir que esos números trascendente lo son por una razón tonta: admiten muy buenas aproximaciones por números racionales y eso contradice un teorema del propio Liouville sobre los números algebraicos. Mucho más interesante sería demostrar que un número como 1+1/8+1/27+1/64+… (la suma de los inversos de los cubos de los números naturales) es trascendente. Y de eso no tenemos la menor idea.

En la conferencia que diste en la UMP comentabas que el único problema común entre los famosos 23 que propuso Hilbert y los 7 del milenio es la demostración de la hipótesis de Riemann, de la que Marcus du Santoy ha hecho un libro alucinante titulado La música de los números primos. ¿Serviría un conocimiento avanzado de la distribución de los números primos para facilitar la ingeniería inversa de los métodos criptográficos basados en RSA y curvas elípticas o no tiene nada que ver?

Ambos sistemas criptográficos están basados en la existencia de operaciones irreversibles en tiempo polinomial. Déjame que te lo explique. En el caso de RSA, se trata de la multiplicación y la factorización: es muy fácil para un ordenador multiplicar dos números primos de entre 300 y 400 dígitos cada uno, pero, conociendo solo el producto, incluso la máquina más potente del mundo tardaría millones de años en encontrar los dos factores. La criptografía de curvas elípticas es más difícil de explicar, pero el principio es el mismo: cierta operación es fácil de realizar en un sentido, pero no en sentido contrario. Como la clave pública es el resultado de esa operación, aunque alguien la intercepte, para desencriptar el mensaje tendría que revertirla. De modo que la pregunta es si existen algoritmos rápidos de factorización, y yo no conozco ningún enunciado que los relacione con la hipótesis de Riemann. Sí que existe un procedimiento de computación cuántica, el algoritmo de Schor: el día en que se construya un ordenador cuántico con suficientes qubits, el método RSA dejará de ser seguro. Pero por ahora podemos estar tranquilos: el mayor número que se ha conseguido factorizar con ese método es 21 (risas). Con eso no quiero decir que no sea un avance de extraordinaria importancia. Una vez le escuché a Juan Ignacio Cirac compararlo con el paso de las cartas al correo electrónico: por mucho que mejore el correo postal, nunca será como un e-mail; es otra dimensión.  

¿Se ha abordado la indecibilidad de encontrar la existencia de un patrón en los números primos o no ha lugar?

De hecho, existen fórmulas que generan todos los números primos. Es una consecuencia del teorema de Davis-Putnam-Robinson-Matiyasevich que establece que un subconjunto de los números naturales es recursivamente enumerable si y solo si es diofántico. «Recursivamente enumerable» significa que existe un algoritmo que imprime, suponiendo que se le deje actuar indefinidamente, todos los valores del conjunto. Los números primos lo son porque, dado un número cualquiera, se puede decidir en un número finito de pasos si es primo o no, así que lo único que tiene que hacer la máquina es ir examinando los números naturales uno a uno e imprimiendo solo aquellos que sean primos: 2, 3, 5, 7, 11… «Diofántico», por su parte, quiere decir más o menos que existe una ecuación con coeficientes enteros cuyas soluciones son exactamente los elementos del conjunto. Por ejemplo, los números pares son diofánticos, pues son las coordenadas x de las soluciones de la ecuación x-2y=0. Gracias al teorema que he mencionado, sabemos que los números primos son diofánticos, de modo que existe una fórmula que los genera todos. En los años 70 se encontró un tal polinomio, en 26 variables.

Pero eso no permite predecir cuál es el siguiente número primo a uno dado: su distribución sigue siendo un misterio. Usando otra vez los factoriales, podemos ver que existen intervalos tan grandes como queramos sin números primos. En efecto, n!+2, n!+3, …, n!+n es un intervalo de longitud n-1 sin ningún número primo, porque n!+2 es divisible por 2, n!+3 por 3, y así sucesivamente, hasta n!+n, que es divisible por n. Aun así, el matemático Yitang Zhang acaba de demostrar que existen infinitos pares de números primos separados por una cantidad menor que una cierta constante. En su artículo, Zhang establece el valor de esa constante en 70.000.000. Gracias a un proyecto de colaboración masiva online, Polymath, en un par de meses se ha conseguido reducirla a 14.950. El objetivo es llegar a 2, lo cual daría una respuesta positiva al problema de los primos gemelos. 

En psicología el modelo más utilizado de explicación de la mente humana es el que asimila los procesos cognitivos como los procesos de computación. Por otro lado, en base a la lógica difusa y las redes neuronales estamos avanzando en I.A.. En tu opinión, ¿buscamos replicar al ser humano a través de modelos o ponemos de manifiesto nuestra naturaleza con la búsqueda de los mismos?

El intento de comprender el cerebro y, en última instancia, de reproducirlo es un producto del cerebro. Virgilio llama afortunado al que conoce las causas de las cosas: no hay nada más humano que la voluntad de comprender. Y la inteligencia sigue siendo un misterio en una época que ha desvelado los secretos de tantas cosas. Por desgracia, mi conocimiento de las redes neuronales y los algoritmos genéticos es solo el de un lector interesado. Hay argumentos muy famosos contra la inteligencia artificial, pero ninguno de ellos se sostiene. Podríamos pasar horas hablando del test de Turing o de la habitación china de Searle; también el teorema de Gödel tiene reservado su papel. Los detractores de la inteligencia artificial explican, a grandes rasgos, que ninguna máquina puede emular al cerebro porque si le diéramos uno de los enunciados indecidibles cuya existencia predice el teorema, la máquina se pasaría toda la eternidad intentando demostrarlo o refutarlo, mientras que un ser humano sería capaz de ver que es indecidible. El problema es que, entre las hipótesis del teorema de Gödel, está la consistencia. y no está nada claro que demostrar la consistencia sea más fácil para un ser humano que para una máquina. De hecho, lo que a menudo se conoce como segundo teorema de Gödel afirma que la consistencia de la aritmética no se puede demostrar «sin salirse» de la aritmética.

domingo, 30 de agosto de 2015

Hawking resuelve en Estocolmo la paradoja de la información

Javier Sampedro, "Stephen Hawking sale del agujero negro. El físico formula una hipótesis por la que las dos grandes teorías de la ciencia moderna dejarían de ser incompatibles", en El País, 30 de agosto de 2015:

Ningún poeta místico ha logrado imaginar un mundo tan extraño como el que nos presenta la física moderna, con el tiempo y el espacio dilatándose y formando ondulaciones, con la masa convirtiéndose en energía y viceversa y con un ámbito microscópico donde rige la misteriosa mecánica cuántica y la intuición humana se vuelve tan inútil como una superstición. La diferencia con la poesía mística es que la física funciona. La relatividad general, que gobierna el mundo de lo muy grande, y la mecánica cuántica, que preside el de lo muy pequeño, son dos teorías matemáticas de enorme éxito y solidez, que han superado la confrontación con el mundo real con un montón de decimales. Por eso resulta tan fastidioso que las dos teorías sean incompatibles entre sí.

Y también por eso mismo resultan tan interesantes los agujeros negros. Son tan masivos que deben entrar bajo la jurisdicción de la relatividad general —de hecho, se descubrieron como una predicción de las ecuaciones de Einstein—, y a la vez son tan pequeños que deben amoldarse a las exigencias de la teoría cuántica. Los físicos como Stephen Hawking los consideran una ventana prometedora hacia una teoría más abarcadora donde las dos grandes teorías de la ciencia moderna dejen de ser incompatibles. Y además, ya se han convertido en los protagonistas de una superproducción de Hollywood, Interestelar, que ha contado con el concienzudo asesoramiento de un gran amigo de Hawking, el físico teórico Kip Thorne.

Los legos conocemos a Stephen Hawking por su activismo en temas políticos y sociales, donde siempre está dispuesto a poner su voz —sintética— al servicio de causas como el desarme nuclear o la lucha contra la superstición y la irracionalidad. Pero el físico también cumple ese papel provocador ante sus propios colegas, empujando su atención hacia teorías polémicas y promoviendo —mediante apuestas si es necesario— el debate intelectual en el interior de la profesión. Su última intervención en Estocolmo, el lunes pasado, no ha defraudado las expectativas.

Siguiendo en la estela de físicos anteriores, Hawking propone ahora que lo que cae en un agujero negro no desaparece en sentido estricto: su información queda almacenada en la “superficie” del agujero, intacta pero en forma bidimensional. La superficie de un agujero negro es su “horizonte de sucesos”, la esfera en cuyo interior la deformación del espacio y del tiempo alcanza tal magnitud que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de ella. Pero, aunque no pueda escapar de esa superficie, la información sí puede quedar almacenada en ella. Hawking admite que en cualquier caso no hay forma de recuperarla de ahí en forma útil, pero está dispuesto a jugar con la idea de que pueda reaparecer en un universo paralelo.

Que iguale eso algún poeta místico.

domingo, 26 de julio de 2015

La ciencia que desmanteló Franco

Un par de artículos para los que ignoran cuánto retrocedió la ciencia en España gracias a los que apoyaron a Franco. En neurología, por ejemplo, terreno entonces puntero en España gracias a los discípulos de Ramón y Cajal, el retroceso fue absoluto. Quien quiera saberlo, lea por ejemplo Pretérito imperfecto, el libro de memorias de Carlos Castilla del Pino. También el libro coordinado y dirigido por Isidro Sánchez sobre los becarios manchegos de la Junta para la Ampliación de Estudios, en el que yo mismo he escrito yo tres articulitos. Pero lo mejor de estos artículos aparece sin duda en los comentarios. He seleccionado algunos al final.

I


“Al carro de la cultura española le falta la rueda de la ciencia”, sentenció Santiago Ramón y Cajal, único científico 100% español que ha ganado un premio Nobel. El investigador recibió el galardón en 1906 por descubrir las neuronas del cerebro y un año después predicó con el ejemplo y se transformó en el carretero del país: se puso al frente de la nueva Junta para Ampliación de Estudios (JAE), una institución que pagaba a los mejores científicos españoles estancias en las grandes universidades europeas y americanas.

La JAE contribuyó al florecimiento de la Edad de Plata de las letras y las ciencias en España durante el primer tercio del siglo XX. Hasta el físico Albert Einstein aceptó dirigir una cátedra extraordinaria en la Universidad Central de Madrid en 1933. Pero el golpe de Estado de 1936 y la Guerra Civil barrieron este progreso. El 8 de diciembre de 1937, el general Francisco Franco disolvió la JAE y creó otra institución para colocar la “vida doctoral bajo los auspicios de la Inmaculada Concepción de María”.

El libro Enseñanza, ciencia e ideología en España (1890-1950), editado por la Diputación de Sevilla y Vitela Gestión Cultural, repasa ahora el desmantelamiento de la ciencia en España ejecutado por la dictadura franquista. “A los que estudiamos en la Universidad española entre finales de los sesenta y principio de los setenta nos hacían creer que antes de 1940 la ciencia estaba atrasada y fue casi inexistente, que todo lo que se estaba haciendo entonces provenía del actual régimen, el cual había puesto los medios materiales y las personas adecuadas para que la ciencia española progresara y saliera del atraso en que se encontraba en la década de 1930. Pero nada más lejos de la realidad”, reflexiona el historiador Manuel Castillo, catedrático emérito de Historia de la Ciencia en la Universidad de Sevilla y coautor del libro.

De los 580 catedráticos que había, 20 fueron asesinados, 150 expulsados y 195 se exiliaron, señala el historiador Manuel Castillo
Castillo recuerda que José Ibáñez Martín, ministro de Educación entre 1939 y 1951, asumió la decisión de “recristianizar la sociedad”. La represión vació la universidad. De los 580 catedráticos que había, 20 fueron asesinados, 150 expulsados y 195 se exiliaron, señala Castillo. “La Iglesia supervisó o participó en cada una de estas denuncias”, afirma.

Uno de los primeros en huir fue el físico Blas Cabrera, un experto en magnetismo que había sido elegido miembro de la Academia de Ciencias de París en sustitución del fallecido Svante August Arrhenius, premio Nobel de Química. “A México llegaron medio millar de médicos e investigadores de ciencias biomédicas”, prosigue Castillo. También escaparon grandes figuras de las ciencias naturales, como Ignacio Bolívar, sucesor de Ramón y Cajal al frente de la JAE en 1934, y Odón de Buen, pionero de la oceanografía en España y un divulgador de la ciencia cuyos libros fueron prohibidos por el papa León XIII por defender las teorías de Darwin.

Las matemáticas españolas perdieron a Luis Santaló, uno de los padres de la Geometría Integral, que se exilió en Argentina y continuó investigando en la Universidad de Buenos Aires. En 1983, con 72 años, recibió el premio Príncipe de Asturias de investigación científica. La química también se resintió. Antonio García Banús, catedrático de Química Orgánica en la Universidad de Barcelona, se exilió en Colombia y allí creó la Escuela de Química en la Universidad de los Andes, en Bogotá. Enrique Moles, autoridad mundial en la determinación de los pesos atómicos, también fue depurado, como firmante del manifiesto “Contra la barbarie fascista” publicado tras el bombardeo aéreo de Madrid.

El CSIC nació para buscar “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias destruida en el siglo XVIII”.

Son solo algunos de los ejemplos que aparecen en Enseñanza, ciencia e ideología en España (1890-1950), cuyo segundo autor es Juan Luis Rubio, profesor de Historia de la Educación en la Universidad de Sevilla. El Decreto del 8 de noviembre de 1936, dictado por Franco en Salamanca, había ganado. Era una orden de eliminar “las ideologías e instituciones disolventes, cuyos apóstoles han sido los principales factores de la trágica situación a que fue llevada nuestra Patria”.

Sobre las cenizas de la JAE, y bajo la batuta de José María Albareda, miembro del Opus Dei más tarde ordenado sacerdote, se creó en 1939 el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Albareda propuso en un primer momento que se denominase Nacional en lugar de Superior, pero en cualquier caso el CSIC nació para intentar “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias destruida en el siglo XVIII”, según la ley que lo creó el 24 de noviembre de 1939.

Aquel texto criticaba la supuesta “pobreza y paralización” de la ciencia en España durante el primer tercio del siglo XX. Franco decretaba el olvido de la JAE, una falta de memoria que se repitió de manera sorprendente en 2014, en el 75 aniversario del CSIC, cuando el organismo pasó de puntillas por su pasado de exilios y depuraciones en los actos de celebración. El actual presidente del CSIC es Emilio Lora-Tamayo, hijo de Manuel Lora-Tamayo, ministro de Educación con Franco y también presidente del CSIC, entre 1967 y 1971.

El franquismo convirtió a España en uno de los países "más subdesarrollados del continente en ciencia", según Castillo.

Con la llegada de la dictadura, El origen de las especies de Charles Darwin se convirtió en una obra totalmente prohibida. El ministro Ibáñez Martín incluyó pasajes del Génesis bíblico en algunos libros de Ciencias Naturales. La investigación de la evolución humana, que había empezado a despuntar gracias a la JAE, fue sustituida por Adán y Eva. La paleontología “se retrotraía hasta el Cuarto Concilio de Letrán”, organizado por el papa Inocencio III en el año 1215, según Castillo.

“Hay que reconocer que en esto el franquismo fue pionero: se adelantó decenas de años a la corriente creacionista tan en boga hoy en algunas universidades norteamericanas que afinan la inventiva para introducir sus teorías como avaladas por la ciencia”, ironiza el catedrático emérito.

“La falta de libertad de pensamiento y de expresión durante casi 40 años taró al país y lo convirtió en uno de los más subdesarrollados del continente en ciencia y en cultura general”, sentencia Castillo. El Auditorio de la Residencia de Estudiantes, una de las joyas de la JAE en Madrid y sede de importantes conferencias científicas internacionales, fue demolido parcialmente y se convirtió en una iglesia. “Si de las basílicas romanas surgieron las primitivas iglesias cristianas, por qué de un teatro o cine, en donde se pensaba ir ensuciando y envenenando, con achaques de cultura y de arte, a la juventud española, no puede surgir un oratorio, una pequeña iglesia para que sea el Espíritu Santo el verdadero orientador de esta nueva juventud de España”, escribió tras la Guerra Civil su arquitecto, Miguel Fisac, por entonces miembro del Opus Dei.

II


Los actos pasan "de puntillas" por el exilio y la depuración de científicos por el régimen de Franco.


Tal día como hoy, hace 75 años, Francisco Franco firmó la ley por la que se creaba el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). La institución debía ser una pieza clave del régimen para “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias, destruida en el siglo XVIII”. Ante la” pobreza y paralización pasadas”, reza el texto, se buscaba renovar la “gloriosa tradición científica” del país.

No se puede negar que hubo renovación. Gran parte de la élite científica del país se exilió o fue depurada. Severo Ochoa, que ganaría el Nobel de Medicina en 1959, se instaló en EE UU. México acogió al físico Blas Cabrera, anfitrión de Albert Einstein en 1923, a Ignacio Bolívar, padre de la entomología española, Odón de Buen, pionero de la oceanografía…Otros, como Antonio Zulueta, uno de los primeros impulsores de la genética experimental en el país, o Luis Calandre, introductor de la cardiología moderna, fueron depurados y separados de la ciencia. La lista del exilio científico español tiene al menos 200 nombres. Muchos de ellos formaban parte de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), un organismo creado en 1907, que llegó a presidir Santiago Ramón y Cajal y que supuso el principal impulso de modernización y apertura de la ciencia en España a principios del siglo pasado. El CSIC heredó las infraestructuras de la JAE, pero una concepción de la ciencia totalmente opuesta. El principal auditorio de la JAE que antes acogiera charlas científicas internacionales era demolido y transformado en una iglesia. Para pilotar el cambio, Franco eligió a un cura del Opus Dei, José María Albareda, como secretario general.

El CSIC es hoy el mayor organismo público de I+D del país y uno de los mayores de Europa. El Rey Felipe VI ha presidido hoy en Madrid el acto central de la celebración de los 75 años del CSIC. El aniversario no está exento de polémica, debido a que apenas se ha abundado en los orígenes franquistas de la institución. Entre las ochenta conferencias que se han programado como parte del aniversario hay casi de todo, desde la nanotecnología al fracking pasando por la calidad del aire en Barcelona, o "75 años de vino en el CSIC". No hay ni una cuyo título se centre en los antecedentes históricos del CSIC, en el exilio científico ni en los profesionales depurados por el régimen de Franco.

Esta misma semana, otro acto, en este caso en la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona (UPF), se centrará precisamente en ese capítulo. Historiadores de la ciencia de varias instituciones españolas y extranjeras, incluido el CSIC, participarán durante dos días en un congreso titulado "75 años del CSIC: Ciencia y poder en la España de Franco". Varias ponencias explorarán la represión de la ciencia de la JAE, la visión “totalitaria” de la investigación del consejo o el papel clave que jugó el cura Albareda en la primera década del CSIC.

“Mi impresión es que se ha improvisado con el programa del aniversario, porque una reflexión sobre el pasado de la institución era fundamental”, explica Albert Presas, historiador de la ciencia de la UPF y organizador del simposio. Este experto lo ve como una oportunidad perdida para entender mejor los problemas a los que hace frente el CSIC. “Si haces una revisión de su historia encuentras razones que ayudan a explicar la situación en la que se encuentra ahora, es necesario y conveniente”, resalta.

La falta de historia crítica se ve como un problema también desde dentro del CSIC. “Han dejado a los historiadores de la ciencia del CSIC completamente al margen de la celebración”, denuncia Miguel Ángel Puig-Samper, del Instituto de Historia del CSIC. En 2007, Puig-Samper fue el encargado de coordinar el libro de otro aniversario, el de 100 años desde la creación de la JAE, en el que sí se hablaba del exilio científico y las depuraciones tras la Guerra Civil. “Hubo una fractura real entre la JAE y el CSIC, que se construyó sobre sus cenizas, y que no se haga un mayor reconocimiento a esa generación previa de científicos que se exiliaron o fueron depurados como Antonio Zulueta queda feo”, opina. “Están pasando de puntillas por esa historia previa y habría que contarlo”, añade.

El actual presidente del CSIC conoce la historia del organismo que preside. Emilio Lora-Tamayo ha sido presidente de este centro en dos ocasiones, la primera entre 2003 y 2004 y la segunda desde 2012. También tiene muy cerca la etapa del CSIC previa a la democracia ya que su padre, Manuel Lora-Tamayo, fue ministro de Educación con Franco y también presidente del CSIC (entre 1967 y 1971).

En su discurso para celebrar el 75 aniversario, hace una semana en el Congreso de los Diputados, Lora-Tamayo solo citó el exilio científico previo a la creación del CSIC en una frase que no era suya. "Ni siquiera la guerra civil y el exilio de muchos de nuestros mejores científicos fue capaz de yugular la obra iniciada por la junta [JAE]", dijo en una cita de Salvador de Aza. Sí señaló Lora-Tamayo que “la conmemoración de estos 75 años es un excelente momento para recordar y poner en valor el trabajo muchas veces callado y siempre meritorio de todas estas personas y sobre todo de las asociadas a los primeros años del CSIC, que corresponden a la inmediata posguerra, una época marcada por carencias y carestías, por una orientación autárquica de muchas iniciativas y unas rigideces que también encontraron reflejo en el plano de la investigación científica y técnica”. Como parte de los actos del aniversario, Lora Tamayo tenía programada a principios de mes una charla sobre "micro y nanotecnologías para el almacenamiento de información”.

Este periódico ha intentado infructuosamente recabar la versión del CSIC. La responsable del departamento de prensa de este centro informó que Lora-Tamayo no podía atender las preguntas de este diario.

Esta misma semana el sindicato Comisiones Obreras dijo que no hay “nada que celebrar” en este 75 aniversario. “La fundación del CSIC en 1939 significó la destrucción del tejido científico español construido por la Junta de Ampliación de Estudios, institución clausurada tras la guerra civil, de quien nos sentimos herederos directos”, dijo el sindicato en un comunicado de prensa difundido por Alicia Durán, investigadora del consejo y miembro del Consejo Rector del CSIC en representación de CC OO. “Estamos muy distantes y nos indigna recordar al nacional catolicismo que, en nombre de la fe, expulsó a la generación más brillante de científicos que había tenido este país. Una exaltación que sigue viva en algunos personajes relevantes del CSIC en 2014, como el director de la Revista Arbor, la revista de pensamiento del CSIC”, decía el comunicado.

Los expertos consultados destacan que no se trata solo de hacer memoria. Y afirman que algunos de los mayores problemas que tiene el CSIC actual son una herencia del franquismo. Uno de ellos, dice Presas, es la elección del presidente, que sigue siendo una competencia del Gobierno de turno desde los tiempos de Franco. “A cada cambio político que hay en España se cambia al presidente y este, a su vez, impone cierta marca personal que se transmite a los trabajadores del consejo”, detalla. Lo mismo piensa Juan Lerma, director del Instituto de Neurociencias de Alicante, uno de los más de 120 centros que tiene el CSIC repartidos por toda España. “El Gobierno impone a una persona de su favor y yo pienso que el presidente debería ser elegido por un comité de expertos internacionales que sepa de ciencia”, afirma Lerma.

La burocratización de la ciencia, con científicos funcionarios, también comenzó en los años del franquismo. En la actualidad, el CSIC es nominalmente una agencia, lo que, según muchos expertos, le debería dar más flexibilidad para contratar científicos y manejar sus fondos en función de sus necesidades. Pero la falta del llamado contrato de gestión le impide ser independiente del Gobierno. “El mayor problema del CSIC es que está integrado en la administración del Estado, se rige como cualquier ministerio funcionarial y los científicos no podemos estar regidos por los mismos contratos que un funcionario de Hacienda”, señala Lerma. Este ha sido uno de los principales problemas destacados por el propio Lora-Tamayo en los últimos días, junto a la desaparición de las becas JAE para jóvenes investigadores, que él mismo decretó por falta de fondos.

España se arriesga a sufrir “un lapso generacional” debido a la marcha de jóvenes científicos al extranjero, lo que supondría un “retraso difícil de remontar”. Así lo ha asegurado hoy el rey Felipe VI durante el acto central de celebración del 75 aniversario del CSIC, informa Efe. El país, ha dicho el Rey, no puede permitirse el lujo de formar a jóvenes cerebros para que después tengan que marcharse “sin retorno posible”, un problema que ha achacado a “una tasa de paro inaceptable”. El monarca ha expresado así su preocupación por un problema que afecta de forma importante al mayor organismo público e I+D de España, pero que también a todo el sistema de I+D. Sobre este mal se ha mostrado más optimista Emilio Lora-Tamayo, presidente del CSIC, al decir que la fuga de cerebros existe, pero que se trata de una "leyenda urbana exagerada”, en declaraciones a RNE recogidas por Europa Press. Lora-Tamayo ha destacado que no hay fuga de talento si éste después tiene posibilidad de volver, aunque ha reconocido que actualmente esta situación no se explica solo por la "movilidad" de los investigadores ya que, cada vez más, son "los graduados y doctores los que no encuentran plaza para investigar".

III

Comentarios

El artículo olvida que el CSIC es consecuencia de la lucha entre Propagandistas de Acción Católica (Joaquín Ruiz Jiménez, entre otros muchos) que coparon la Universidad y el Opus Dei, que hubo de "conformarse" con la creación del CSIC. Y bien que lo gestionó: todos los meapilas (con perdón) opusianos se refugiaron allá, comenzando por el eximio Monseñor Albareda (aún en escultura en el CSIC). Sí, hay mucho que tapar.

Cita:

Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), Reglas y consejos sobre investigación científica

Algunos de los que has mencionado y otros que no has mencionado (Mendel, Descartes) fueron católicos y científicos. Equiparar el catolicismo en su conjunto con la negrura española es un error. Si nos centramos en el cristianismo en su conjunto (católicos y protestantes) todos los que mencionas eran cristianos (incluso Darwin, según qué epoca de su vida y qué cita te fijes). España ha sido tradicioinalmente un país no apto para la ciencia. En eso, el catolicismo sólo hizo de catalizador de ideas anticientíficas, nunca fue la causa. Ramón y Cajal fue una excepción en esa historia negra. Y sinceramente creo que este artículo exagera porque si uno lee el libro de Ramón y Cajal http://cort.as/VF2z allí se describe una situación en la que no siendo el dinero un problema (es decir que según el libro los laboratorios y recursos de España en aquella época no tenían nada que envidiar a los extranjeros), el principal problema que el veía era la falta de apoyo social a la labor científica. Las cosas no han cambiado mucho en 100 años. El fútbol sigue dominando..

¿Que en España te permitían largarte de una dictadura? Es al revés, en España echaron a 500.000 personas. Entre ellas a cualquier científico o profesor no meapillas. Jose María Pemán se encargó directamente de la depuración [esto es incorrecto: fue principalmente el monárquico y conspirador del alzamiento fascista Pedro Sainz Rodríguez, autor de la ley de depuración, como él mismo sostiene en sus memorias: nota de Ángel Romera], mandando al 80% de los maestros a la miseria o la cárcel. Y luego nadie se movía sin un salvoconducto y a nadie le daban un pasaporte sin presentar certificado de penales y un informe de buena conducta del cura. Y para tu información, Franco en proporción a la población que dominaba, mató a más gente que Stalin. Sin contar con que mientras el gobierno franquista impuso una política económica fascista (la autarquía) que mató a los españoles de hambre durante 20 años, hasta el plan de estabilización del 59, Stalin aplicaba una politica de desarrollo industrial que convirtió a Rusia en la segunda potencia del mundo en el mismo plazo, y eso saliendo de la destrucción de la 2ª guerra mundial. La comparación es imposible.

Felicidades a El País por este valiente artículo. La foto no tiene desperdicio y aclara todo lo sucedido con la ciencia en España. Que este mediocre personaje y toda la pandilla de pancho villa que le acompaña, pudiesen morirse en la cama, después de los crímenes salvajes contra españolas y españoles desarmados y el enorme daño que le generaron a este país, solo es comprensible leyendo algunos de los comentarios a tan buen artículo. Solo exterminando a los mejores, unos asesinos como estos de las fotos, podían durar tanto tiempo en el sillón de aquella corrupta dictadura. Estos militares fascistas mediocres que aparece en la foto (Después de las grandes masacres en la toma de Málaga), montaban chapuzas de Consejos de Guerra como coartada para los asesinatos de profesores, maestras y funcionarios depurados, y a este Franco le enviaban todas las sentencias de muerte de profesoras y profesores y con un lápiz Rojo poniendo una C, la confirmaba. Eso significa, que las sentencio él a todas y todos. Luego les daban la plaza de los catedráticos depurados a cojos, mancos y heridos de la guerra.


No investigaban nada, y enseñaban poco. La mayoría de los catedráticos españoles eran y son meros charlatanes y muy vagos. Hay unas pocas excepciones, algunas dignísimad, pero son solo excepciones. Los científicos en España son un bien escaso.

Puede que Franco haya detenido o expulsado a algún catedrático pero no masacró la ciencia, porque la ciencia no existía. En España se sustituyó ciencia por charlatanería, y había muchos charlatanes dogmáticos pero carecíamos de científicos.

El aforismo de Ramón y Cajal sigue siendo tan cierto hoy como lo era en 1906. A la sociedad española no le va la ciencia. Esto es desde siempre. Cuando todos los países europeos han contribuído de manera significativa a la ciencia, en España nos quedamos en Ramón y Cajal, y poco más. Y en eso una ciencia relativamente blanda, como es la medicina. En las disciplinas duras (física, química, matemáticas y alguna más) desde el siglo XVI no non solo nombre español de relieve. Este es un caso único entre los grandes (y menos grandes) países europeos.

Estudiando algo de matemáticas, de física, de química, de biología etc. observas que entre los siglos XVI al XIX, no hay ningún español que llegue a la suela de los zapatos a sabios tales como Galileo, como Newton, como Leibniz, los Bernuilli, el gran Euler, Carl Friedrich Gauss, Lavoisier, Gay-Lussac, Faraday, James Clerk Maxwell, Gregor Johann Mendel, Charles Darwin etc etc. Hay de muchos países europeos: franceses, rusos, suizos, alemanes, ingleses, austriacos? menos españoles. No encontrarás ningún sabio español, que haya dado su nombre a ninguna ecuación o fórmula de renombre mundial. En esa época el saber en España estaba controlado por el más rancio, extremado y excluyente catolicismo radical del mundo, representado por la Santa Inquisición, la Compañía de Jesús, etc etc. El atraso científico que todavía padece este país, se debe al excesivo protagonismo de la Iglesia Católica en nuestro estado y hoy, aún estamos con catequistas en la escuela, sumidos en su decadencia. La República fue la gran eclosión cultural y de nuestra ciencia en siglos, por eso el nacionalcatolicismo los atacó y destruyó. 

Con esto es suficiente, para ver la ceguera e ignorancia, en lo referente a la ciencia, del dictador. El 8 de diciembre de 1937, el general Francisco Franco disolvió la JAE y creó otra institución para colocar la “vida doctoral bajo los auspicios de la Inmaculada Concepción de María”. Lo mismo que la ministra de desempleo, que puso el arreglo del paro en manos de su Virgen y el nunca ponderado ministro de Interior, que nombra también a su Virgen como jefa de policías y demás oscurantismos. Después se quejan que les llamen franquistas. Si hacen exactamente lo mismo. Por cierto para los defensores de la dictadura, el artículo habla de una ciencia en progreso, que fué destruida por el dictador. Lo mismo que está ocurriendo ahora, por sus herederos.

No robó tanto porque no lo necesitaba. Todo el país era suyo y por tanto no necesitaba robar, tomaba lo que era suyo. Los que sí robaron con impunidad total (ahora existe algo "parecido" a justicia) fueron las altas jerarquías del régimen. Estos robaban cuanto querían y cuanto se les permitía robar, mientras fueran respetuosos con el caudillo y afectos al régimen. La mafia se comporta de manera similar. Su afirmación no solamente es falsa, sino que supone una afrenta para la inteligencia. En cuanto a los pantanos... jajajaja: mire, no me haga reír... Incluso en esto no dice toda la verdad... hay un pantano que no sigue funcionando hoy en día, se trata de la presa de Tous; su construcción se inició en 1963 en medio de graves irregularidades (que reportaron grandes beneficios) y provocó en 1982 la pantanada que acabó con al vida de creo recordar que 40 personas y la ruina de una comarca. No sigue funcionando.