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martes, 23 de mayo de 2017

Entrevista a Caballero Bonald

Entrevista a Caballero Bonald: “Tengo la cabeza que tenía hace un siglo”, 22 de mayo de 2017:

El premio Cervantes ofrece una impagable galería de retratos de personajes de la cultura española en 'Examen de ingenios'

Con Examen de ingenios (Seix Barral, 2017), J. M. Caballero Bonald despide con brillante estilo tardío ese ciclo memorialístico iniciado con Tiempo de guerras perdidas (1995) y continuado por La costumbre de vivir (2001). De sus recuerdos entresaca esta vez una selección “muy meditada y a la vez muy arbitraria” de un centenar de retratos de quienes ha ido tratando “mucho o poco, pero siempre algo” durante sus varias vidas: el niño de la guerra, el estudiante en Sevilla y Cádiz, el poeta jerezano recién llegado a Madrid, el conspicuo integrante de la generación del 50, el profesor en Bogotá y Estados Unidos, el disquero flamenco, el premio Cervantes en 2012 y la persona que, en definitiva, parece haber conocido a más gente de la cuenta y no va a empezar a callarse lo que piensa ahora que acaba de cumplir 90 años.

El recorrido, mezcla de crítica cultural, canon heterodoxo y galería de ilustres (y no tan ilustres), arroja, al mismo tiempo, un retrato de sí mismo y de un siglo de cultura en español a través de músicos, toreros, pintores, actrices o escritores “de cinco grupos generacionales, referidos por lo común a los años 98, 14, 27, 36 y 50, con los debidos excursos”.

La entrevista tuvo lugar en su casa, donde se echó a faltar su butaca de siempre, que anda estos días en el taller y quedó inmortalizada en la portada de un disco producido por él de Agujetas, cantaor retratado en Examen de ingenios. La conversación se completó después por correo electrónico.

PREGUNTA. ¿Es este canon un libro contra el canon?

RESPUESTA. En cierto modo, sí. No es que me lo planteara como norma, pero esa actitud se iba concretando a medida que escribía. La desobediencia al canon, la heterodoxia es muy saludable. La gran literatura es obra de grandes heterodoxos.

P. ¿Cuánto tiene de punto final a su obra?

R. No sé si es un punto final, pero a mi edad no puedo permitirme ya ningún proyecto a largo plazo. Ni siquiera a corto plazo. Otra cosa es que aparezca de pronto por ahí un poema.

P. Como ya hizo en sus memorias, aquí parece quedarse en torno al año 1975… ¿Por qué no adentrarse en la Transición y lo que vino después?

R. Es un asunto bastante complejo. Yo viví muy a fondo, política y humanamente, esos seis o siete años que siguieron a la muerte de Franco. Fue una etapa terrible. El apaño de la Transición, la ley de amnistía, la historia sin culpables y todo eso, el franquismo que resurge a cada paso. No deseo evocar esa experiencia. Adiós a todo eso.

P. Si en este libro ha dicho la verdad, habrá otros en los que ha mentido. ¿Cuánto de invención hay en el ejercicio de la memoria?

R. Verá. Todo eso de la mentira, en literatura, es una cuestión muy relativa. No es que se mienta, es que se inventa. La literatura es una invención y el escritor que no inventa se queda a medio camino, se atasca en la anécdota.

P. ¿Alguien se ha dado ya por aludido con su retrato en el libro?

R. Hasta ahora solo me ha llamado alguno de los que están de acuerdo con lo que digo de ellos. Los que se incomodan son más tardíos, supongo que algunos prefieren no darse por enterados, lo normal.

P. ¿Hay maldad en el libro?

“La literatura española está muy quieta, se mueve muy poco. El realismo lo contamina todo. Adiós muy buenas, a mí no me interesa nada”

R. Digamos que hay mordacidad. Y hay sobre todo mucha ironía que deriva hacia la sátira, hacia el sarcasmo, hacia una crítica a veces algo melancólica. No es que me lo plantee de antemano, es que el personaje va reclamando esos matices en el retrato. Cada texto tiene su dinámica.

P. ¿Cuál es el ingenio que sale peor parado de su examen?

R. Hay unos cuantos. Que yo recuerde, Baroja, Eugenio d’Ors, Leopoldo Panero, Josep Pla. Son algunos con los que no me llevo bien. Y eso se nota.

P. Queda la sensación de que los mejor considerados (Rulfo, Onetti, Paz) son también algunos de los que trató menos. ¿El roce con los autores (y sus manías) influye en la valoración de sus obras?

R. No, no lo creo… A Rulfo, a Onetti, a Octavio Paz, a Lezama los traté poco, es cierto, pero los valoré mucho. Vaya lo uno por lo otro.

P. ¿Por qué parece en España tan difícil de conjugar el deber de la crítica y el derecho a sentirse ofendido?

R. Ni idea. A lo mejor es que no hemos desaprendido todo lo que aprendimos mal.

P. ¿Es esta la clase de libro que uno solo escribe cuando tiene una edad? Dicho de otro modo…, ¿se habría atrevido hace 20 o 30 años?

R. Atreverme sí, o eso creo… Pero no recuerdo por dónde andaba yo hace 20 o 30 años, tampoco me veo metido en un trabajo así.

P. ¿Y lo habría hecho con más personajes de los seleccionados aún vivos? En otras palabras: ¿es más fácil ser sincero sobre un muerto?

R. Con los muertos nunca se sabe… Los muertos son muy sensibles a la crítica, por ellos mismos o por persona interpuesta. Hay quien se ha enfadado porque José Hierro, pongo por caso, o Gil de Biedma o Cabrera Infante no son santos de mi devoción.

P. Leyendo el libro, queda la impresión de que ha practicado con dedicación eso que llaman la vida cultural.

R. Con mis años me ha dado tiempo para todo, pero no recuerdo que me haya dedicado a la vida cultural, a lo que llaman vida cultural. Al principio me tentó algo todo eso, claro, pero se me pasó pronto la afición.

P. ¿Ha sido hombre de amistad fácil?

"Ando medio jodido. Menos la lepra y la fiebre amarilla, tengo de todo. Bueno, la cabeza me funciona muy bien, eso sí"

R. Me he tomado muy en serio la amistad, si se refiere a eso. He tenido buenos amigos, que no eran necesariamente escritores.

P. Tras ese “centón de retratos” del libro…, ¿qué retrato queda de usted?

R. Bueno, yo creo que el libro tiene mucho de memorias complementarias y yo ando un poco por ahí, enredado con los retratados. Digamos que yo retrato a unos personajes, pero que ellos a su vez me retratan a mí.

P. En cierto momento alaba el surrealismo como el más influyente movimiento estético del siglo…

R. Yo tengo familia surrealista y familia romántica, me llevo muy bien con las dos, que tampoco son tan distintas. El surrealismo, sobre todo como situación límite del simbolismo, es la gran conquista estética del siglo XX.

P. Sin embargo, los textos están escritos con un envidiable grado de exactitud; no sobra ni falta nada. ¿Se ha vuelto más perfeccionista con la edad?

R. No lo sé. Quizá sí. Detesto la escritura descuidada, la prosa abaratada, y eso se me ha acentuado con los años. Un libro carente de cuidado estilístico es un libro que yo me resisto a leer.

P. A juzgar por las listas de ventas, esa “comúnmente zafia novela realista española de los siglos XIX y XX” de la que aborrece en su retrato de Baroja goza de buena salud en el XXI. ¿Sigue viendo el mundo editorial lleno de escritores mediocres encumbrados, como dijo en cierta ocasión?

R. Bueno, la literatura española está muy quieta, se mueve muy poco. El realismo lo contamina todo. Las novelas realistas, figurativas, herederas del naturalismo decimonónico, son las que funcionan con éxito. Siempre digo que el sencillismo es la excusa de los poco dotados, pero resulta que eso es hoy de lo más meritorio… Pues muy bien, adiós muy buenas, a mí esa literatura no me interesa para nada.

P. ¿Ha llegado lo mejor de su producción en el último tramo de su vida?

R. Algo de eso hay, sí… Soy consciente de que con los años he ido perfeccionando el oficio. Lo que pasa es que sigo esperando ese buen poema que me permita no escribir más. Algo así de altisonante.

P. ¿Cómo le van cayendo los 90?

R. Regular, ando medio jodido. Menos la lepra y la fiebre amarilla, tengo de todo. Bueno, la cabeza me funciona muy bien, eso sí. Tengo la cabeza que tenía hace un siglo.

P. ¿Cómo definiría la vejez?

R. La vejez es sin paliativos una cabronada, una maldita sucesión de pérdidas.

P. ¿Y se entiende bien con el mundo, tan tecnológico, tan apresurado, en el que vivimos?

R. No, qué va, no me entiendo para nada. Todo eso de las páginas web y las redes sociales me trae sin cuidado. Tengo entendido que hay colegas que dicen comunicarse con el mundo por ese sistema. ¿De qué coño hablan y con quién?

jueves, 18 de mayo de 2017

La última entrevista a Michi Panero

Última entrevista, por Lidia García Rubio, a José Moisés Santiago (Michi) Panero Blanc (Madrid, 14 de septiembre de 1951 – Astorga, León, 16 de marzo de 2004)

El menor de los Panero, el escritor sin libros, el bufón de la familia al que le tocó el papel más difícil -decir la verdad dulcificada con humor, entre risas y sornas-, falleció en Astorga (León) unos días después de recibir en su casa a CORDEL DE EXTRAVIADOS. Quiso que su último testimonio, que se ha ido publicando fragmentariamente en revistas como INTERVIU o periódicos como CANARIAS 7, quedara reflejado de esta manera y por ello recibió a dos periodistas y a una cineasta que no conocía de nada y que le acompañaron en sus últimos momentos. A Elba Martínez le permitió tomarle unos últimos planos, a Lidia García unas fotografías y a mi me acepotó la grabadora, su generosidad durante esos días -y noches- fue conmovedora: tenía ganas de hablar y así lo hizo, se privó de pocas cosas a lo largo de su existencia. Su vida concluyó con un trazo sutil y sin alharacas sobre sus dos grandes pasiones: la literatura y el cine, materia ésta última sobre la que se ha realizado una interesante tesis doctoral en la Universidad Complutense a cargo de Jorge García López. Repasando las cintas grabadas afloran partes de la conversación nunca publicadas. Este es un extracto de ellas.

¿Tienes esperanzas de mejorar tu estado?

- No hay, no. Quizás todo se deba a que estoy un poco espeso y ahora busco culpables, pero tambien es verdad que lo estoy llevando con un mínimo de pudor porque podría exhibir la negrura de como se ha portado la gente conmigo en Madrid y en todas partes. Salvo para Enrique Vila-Matas y cuatro más, yo estoy muerto.

¿Y la salud de España? Suele decir que era verdad eso de lo que presumía Franco: "todo queda atado y bien atado".

- Sí, sabía lo que hablaba porque conocía al pueblo español. Para estar cuarenta años gobernando hace falta, aparte de policía y ejército, saber como funciona ese pueblo. Este pueblo es una mierda, no nos engañemos. Y no lo digo yo, lo dice su literatura que debería ser su espejo, o las memorias de Azaña o el exilio… Yo que conocí tanto a la gente del exilio, trabajé tanto con ellos en radio… Eran una desesperación. Los que volvieron cuando se murió Franco, ¡con que ilusión lo hacían!, ¡y lo que se encontraron!…: este país es despiadado. Y para nada, porque se puede ser despiadado como Robespierre. Pero no, es despiadado por incultura y por falta de sensibilidad y lo demás son máscaras y caretas, como Almodóvar y tantos otros. Almodóvar es muy paradigmático porque lo ves ahora y no es nada, son chistes de revista del Paralelo, la misma "movida" no es nada. Lo cual te demuestra que en este país si tiras una piedra a un escaparate ya eres Bakunin. Yo no debería estar así.

Recuerdo que cuando fui al rodaje de una película de mi amigo Gonzalo Herralde, con Marta Moriarty, al pasar por el Ampurdán nos paramos porque vimos ¡a Tejero! Estaba en una huerta, con un sombrerito de paja y con una regadera. Era un jubilado del golpismo y se le veía feliz como una perdiz. El general Franco se lo hubiera cargado a los dos minutos. Es un país disparatado… disparatado.

Quizás peor que la persecución sea el olvido…

- Sí, el olvido con que muere en esos sanatorios la gente con sida, gente de 20 años, habiéndoles enseñado a leer… El olvido en el que se sumían ellos mismos y sus familias era dolorosísimo. Y eso ahora y hace diez años. Es increíble. Es un país despiadado. Miedo al olvido: yo puedo llamar a gente, llamarlos ahora por teléfono, a dos o tres amigos… pero es que me jode. Me jode oir "!el pobre Michi, que se está muriendo!". Me jode.

¿Siguen siendo los Panero unos malditos?

- Yo creo que hemos vivido, por regla general y al menos en mi caso, como creía, aunque con una vida llena de errores, como todo el mundo, y de irregularidad, para mi desgracia. Se veía venir ya desde que rodé El Desencanto. A mi El Desencanto me cuesta Astorga, que era mi vida. Esa casa era mi vida, pero la dejé conscientemente, y creo que en la vida hay cosas que hay que hacer, por que si no ¿para qué puñetas…? ¿para seguir vivo? Mi padre tenía poemas muy bonitos y poemas malísimos, como todo el mundo.

¿Admite ser un escritor sin libros?

- Me dan muchísima pereza los libros. Así son las memorias de mi familia, incluidas las de mi madre. Para eso hice las películas: me las inventé. Y yo diría mucha más verdad en las películas, si se busca, que en cualquier libro. En una familia como la mía, de la que te guste o no, se ha leído tanto… se conoce a mucha gente…, en fin, tantas biografías, se acaba por ser mimético, es inevitable. Hombre, Paquirrín no se parece a su padre, pero yo creo que no, que se le echa más literatura a lo que tu dices que a lo que en realidad dices, la gente busca dobles y triples sentidos y no existe ningún manuscrito dentro de la botella, sólo hay líquido.

También dice que Juan Luis y Leopoldo "reniegan de la familia porque ninguno la tiene".

- Eso es una cosa que descubrí porque yo soy muy ingenuo. Por eso me gustaría escribir algo que no fuera televisión, sino retratos de gente. He conocido a la generación de mi padre, de mi madre, de mis hermanos y a la mía: son cinco. Más la generación del 27, a la que he tratado mucho más, inexplicablemente. Podría explicar un poco cómo es la gente, que no son sus memorias. He leído recientemente las memorias de Jaime Salinas y por eso no escribo, a no ser que tuviera mucha necesidad de dinero… y no sé para qué.

He leído mucho sobre el suicidio, mucho. Y mas aún: quise editar una colección de libros que era bonita: escritores, actores y pintores suicidas, que su biografía fuera la mitad del libro y la otra mitad su obra. La colección se titulaba "El Dios Salvaje", que es como llamaban los aztecas al Dios del suicidio, que no lo elegían. Me miraron todo rarísimo: "¡Como vas a hacer una colección de muertos y de suicidas!". ¡Y eso me lo decían en un país tan escatológico como éste, donde les encanta! Yo miro el suicidio de una forma muy diferente a la de mis hermanos.

Afirma que todo ser humano ha tenido más cerca o más lejos un suicidio por lo que nadie debería hablar de ello como algo tan ajeno…

- Que yo sepa sí. Y es un asunto que hay que afrontar además con absoluta sinceridad y frialdad. Si yo tuviera que estar así dos años más yo no vivo. O si me hubiera quedado en una silla de ruedas. No me compensa. Si cada vez me falla una cosa, un órgano… No me compensa. La vida no es ni de lejos tan hermosa como para vivir solamente de su retórica y de buenos sentimientos: En navidades, que es cuando más explotan este tipo de reflexiones y a mí me ocurrió en las últimas, siempre lo pienso. Lo he pasado muy mal en mi vida y los últimos quince años han sido un infierno, viviendo en montones de casas… Y recuerdo pasar un fin de año completamente sólo en un piso repugnante en Madrid, sin luz porque me la habían cortado. Y aquel día de fin de año sentí que lo que me faltaba es valor. Y oportunidad, porque me tenía que tirar de un segundo piso y cabía la posibilidad de que no me rompiera nada, y tampoco tenía pastillas. ¡Era tan tétrico...! La vida invivible que yo estoy viviendo no es ni justa para mí ni para los demás, sobre todo para mí. Y no digamos mis 25 sanatorios, que se dice pronto.

¿Cómo es su evolución física?

Lo que sí he notado desde el último verano que pasé tan malo, es que he perdido muchísima movilidad. Me iba paseando hasta la quinta coña, iba a comer a los restaurantes que me gustan…

¿Qué influencia ha tenido la política en su vida y en la de su familia?

- Yo sigo votando a la izquierda, entre comillas, que hay en España, y he sido militante del partido socialista, si eso es izquierda, que ahora lo dudo. Pero claro, hablar en este país de política suena dantesco. Como ahora casi todo. No he tenido militancias más activas como Leopoldo o en menor medida Juan Luis, pues yo militaba sólo porque los conocía y me caían bien. De Aznar mis referencias son inexistentes, lo mejor que puede hacer es irse y desaparecer para siempre. Es un señor de estos que da la burocracia española de provincias cada tanto, y da muchísimos, inspectores de hacienda, registradores, funcionarios… y cuyo resultado siempre es lamentable. Y no es que Zapatero me parezca un rey en Polonia sino que Aznar me parece lamentable, todo esto que ha hecho ahora con los americanos es de juicio de Nuremberg. Sólo por lo de Irak, Aznar tendría que estar en el tribunal de La Haya, o por lo menos dimitido y olvidado. La política en España es siempre sota, caballo y rey. Ahora soy muy amigo de Juanjo, el alcalde de Astorga, que es socialista.

¿De veras no cree ya en nada?

- Siempre se cree en algo, y yo siempre que me quedo sólo creo que me voy a curar. Era Scott Fitzgerald quien decía que hay que saber que la cosa no tiene solución y sin embargo seguir luchando por ella. La felicidad se disfruta en los momentos en que tienes salud. Yo empecé con un brazo roto, no le dí importancia, me metieron un clavo…. Y no he parado. Y cuando me vine a Astorga lo hice para olvidarme de todo. Pero nunca he creído en la religión. En ese sentido, una de las grandes liberaciones que le debo a mi madre o a mi padre es que Leopoldo y yo estudiáramos en el Liceo italiano, el único sitio donde no te mareaban con esa historia. Y yo la recuerdo como la época más feliz de mi vida, no sé Leopoldo. Él dice que lo mejor que recuerda es la cárcel, pero es mentira: en la cárcel estaba siempre llorando. Si la vida tuviera un mínimo de sentido lo justo sería que al llegar a una cierta edad o cuando viniera una enfermedad desagradable, tuvieras por lo menos la opción de decir: bueno, adiós. Una muerte dulce, dormirte con cinco pastillas y adiós. Esta crucifixión de hospitales, médicos… es una auténtica obra de brujería.

Ha hablado de sexo ¿qué valor le ha concedido en su vida? ¿se considera heterosexual o bisexual?

- Me considero heterosexual, eso de entrada, me he casado dos veces, para mi desgracia, y he tenido más amantes de las que pude disfrutar. Mi sexo está bien cuando funciona, como todo. Y cuando crece te lo crees -cuando te lo crees- como te crees el amor, la comida, el alcohol o la literatura. Yo creí más en el amor, pero a lo mejor me he equivocado.

Su entonces amigo de juventud que a veces menciona en las películas, Vicente Molina Foix, se declara homosexual, eso indica que al menos no tiene prejuicios…

- Vicente Molina Foix es un homosexual declarado porque es muy mal escritor. Si Vicente hubiera sido un escritor cojonudo no sería un homosexual declarado. Como escritor es nefasto. Vicente era una especie de brazo articulado que había en mi casa. A mí me presentó a mucha gente y estuvo aquí, en Astorga. El éxito literario cambia hasta el concepto de "glorias sexuales". Un ejemplo: Javier Marías, mi mejor amigo durante años. Para él, la literatura es todo, tan es así que ha creado una editorial para sus amigos. De todas formas en mi generación existe poca gente que me guste o admire. Por unos u otros motivos me gustaba mucho Soledad Puértolas, que es muy amiga mía. Yo le hice su primera crítica en El Independiente. Pero es todo muy cutre, es un poco como la tertulia de José Luis Garci, ese nivel de oficinista. España es sólo un nombre, España ha muerto… Quizás yo lo vea ya desde el punto de vista del moribundo, ojalá, porque te juro que no tengo muchas ganas de vivir. Y de los tiempos en que yo entraba en mi apartamento con Lucía Bosé, que era mi amante, y el portero me decía: "a esa hay que cogerle las peras" hasta llegar a este pisito de habitaciones vacías, llega un momento en que la vida pierde su gracia. Y eso que he tenido suerte, pues hay otra gente que se murió más o menos joven como Jaime Gil o Claudio Rodríguez que son, cada uno en su estilo, los dos mejores poetas de su generación. Y llevaron unas vidas perras tambien, osea que tampoco… Aquí hay que ser feliz con cualquier cosa y el que pretende subvertir lo cutre lo paga caro. Aquí o te estrellas o te estrellan. Si bebes, porque bebes y si te drogas, porque te drogas. He conocido a gente sanísima morirse en veinte minutos, pero si eres un vicioso no te perdonan.

¿Por qué mantiene que los intentos de suicidio de su hermano Juan Luis han sido algo postizos?

- Porque lo son, uno no se suicida quemando sus poemas y luego resulta que lo que había quemado era una copia y había dejado bien guardado el original. O tomándose dos tubos de optalidón. Si uno quiere suicidarse lo tiene facilísimo, abres esa ventana y te tiras, no te salva ni la caridad. Claro que si caes encima de un bar de putas o de una vieja…

Era a los quince años precisamente cuando decía que su padre le tenía miedo y pavor a su hermano Leopoldo María ¿por qué?

- Porque ya de niño tenía un carácter endiablado. Mi padre murió en 1962 cuando Leopoldo tenía 13 años. Entonces decía "no quiero hacer esto" y era capaz de encerrarse en una habitación tres días sin comer, sin llorar y sin pedir nada. Y eso, una persona como mi padre, no lo entendía. Claro que al pobre Juan Luis, con el que yo podré tener mis más o mis menos, tampoco lo entendía mucho, a la menor ocasión lo mandó a un colegio interno y luego a casa de la abuela. Tiene gracia que "el poeta de la familia", como le llaman, a la hora de la verdad la quería de lejos. Quizás en la última etapa de su vida la quiso más, pero claro, esa etapa duró sólo tres años. Supongo que eso también da cierta idea del mundo cerrado que eran los Panero en Astorga: nuevos ricos, masones, un poco fuera del pueblo. A papá le intimidaba mucho la familia, pero no soy quién para juzgar.

Dice que hay días en que envidia la locura porque para poco le sirva la lucidez: sólo para constatar la soledad.

- Básicamente sí, lo mantengo. También hay gente idiota y feliz pero ser lúcido no es un buen negocio, sobre todo en este país, aunque en ninguno tampoco. No creo que sea muy feliz Stephen Hawking con su enfermedad, a pesar de sus agujeros negros. Me he estado muriendo dos veces, pero muriendo, muriendo, y no por suicidio: sales con mucho apego a la vida. O miedo, porque te han explicado lo de la lucecita y el túnel. Pero la vida en determinadas circunstancias no tiene sentido. Tiene poco sentido generalmente, y en mi caso ninguno. Me había hecho un montón de ilusiones, que la casa de los Panero en Astorga funcionaba, poder ocuparme de algo que no fuera escribir cuatro artículos idiotas. Y eso como última solución que me dejara satisfecho ante una serie de historias. ¿La lectura? La lectura le queda a Leopoldo, y jugar a lo literario, con esa inconsciencia que te da la locura, entre comillas. Pero yo a Leopoldo le he visto llorar mucho y sufrir en Las Palmas. Y eso no es nada justo, generalmente. Incluso esto en la vida literaria es muy mezquino. Leopoldo no tiene el sitio que debería tener por el simple hecho de estar en un manicomio, como si castigaran a Holderlin o a Lautremont. Se le mira raro y se dice que está muy bien en un manicomio. Y es posible que sea mucho más cómodo, pero se le sugiere que no hable de literatura, que hable de lo que quiera, de la comodidad y del confort de los psiquiátricos, pero no de literatura.

Juan Luis asegura que empezó a dialogar con su madre, Felicidad Blanch, prácticamente con 21 años ¿Era usted o Leopoldo María el preferido de ella o el cariño se repartía por igual?

- Yo era el menos querido porque era el más pequeño. Leopoldo era la mala conciencia porque ella pensaba que como había tenido una hermana loca, podía haber transmitido una herencia genética en Leopoldo. Y Juan Luis es un mundo aparte del que no podría decirte nada, me lleva nueve años por lo menos. Cuando se murió mi padre, Juan Luis fue para mi madre la liberación, aunque muy relativa: salir por la noche no es ninguna liberación, sobre todo cuando has tenido un marido que te ha hecho perder la personalidad. Pero no quiero juzgar más a mi familia porque yo ya he hecho mis dos películas y ahí están. Creo que El Desencanto en su momento fue un acierto, no sólo para mí, sino para bastante gente a la que ayudó mucho. La otra, Después de tantos años, fue una idea equivocada de Ricardo, con toda la buena voluntad del mundo, pero El Desencanto quedará por los siglos. Y esa sensación me ha ocurrido viéndola pasados los años, con gente muy distinta, mexicanos que conocían un poco la historia…(tose, un largo silencio) Perdona, pero cuando hablo tanto tiempo… Y menos mal que dicto los artículos, porque si hubiera trabajado en la radio o la televisión iba de culo… De todas formas mientras este país no vea la luz y no libere sus fantasmas de hipocresía, no lea más y sea más culto de verdad, en el sentido helenístico o humanístico de la palabra, nada cambiará. No va a seguir Aznar pero ahí deja a Rajoy.

Algunos han querido ver en las ironías y quejas de su madre en El Desencanto y en su libro Espejo de sombras acerca de la perenne compañía de Luis Rosales una relación más allá de la amistad…

- No, era una relación de amigote y de puteros, una heterosexualidad llevada al machismo ¡Hombre, por dios! ¡Y en Luis no digamos! Nada. Simplemente era que mi padre, igual que no podía prescindir de sus hermanas astorganas tampoco podía prescindir de sus amigotes. Y cuando se va de luna de miel viene a Astorga con todos ellos. No hay ningún misterio, en la literatura española hay muy poco misterio, eso te lo digo yo. Y en la historia sexual de esa literatura, ninguno. Si oyeras las cintas con aquellas entrevistas que les hice en Radio Nacional a los miembros de la Generación del 27 comprobarías que están plagadas de mentiras. Y mienten con un pie en el estribo. El sexo ha sido muy cutre, y lo sigue siendo, en la literatura española. De todas formas lo peor es que a mi generación le toca vivir ahora la España más cutre, todos esos escándalos que cuando los leo son de risa, como el de Dimas Martín. En eso mi amigo Claudio Rizzo y yo estábamos de acuerdo, aparte de que nos reíamos mucho. En España para suicidarse hay que hacerlo de otro modo, pero llega un momento que cuando no te funciona nada, lo mejor es decirle simplemente adiós a la vida. Y más si no crees en nada, y yo para colmo no es que no crea en nada, es que no creo en la medicina. Y eso es jodido porque vas a un quirófano…inmolado.


1 de febrero de 2015, 16:23
 Anónimo dijo...
De JRJimenez que me retrotrae a los Panero:
La soledad esta sóla. 
Y sólo el solo la encuentra
que encuentra la sola ola
al mar solo que se adentra.

domingo, 5 de marzo de 2017

Orwell y el estilo

Jaime Rubio Hancock "Los seis consejos de George Orwell para escribir mejor" en El País, 5-III-2017:

El lenguaje político está lleno de tópicos y vaguedades

A menudo se dice que no hay reglas para escribir bien. Pero no es cierto. Por ejemplo, ayuda tener a mano las seis normas que propuso George Orwell. Las recordaba su hijo, Richard Blair, en una entrevista que le hizo Bernardo Marín y que publicaba EL PAÍS hace unos días.

1. Nunca uses una metáfora, símil u otra frase hecha que estés acostumbrado a ver por escrito.

2. Nunca uses una palabra larga si puedes usar una corta que signifique lo mismo.

3. Si es posible eliminar una palabra, hazlo siempre.

4. Nunca uses la voz pasiva cuando puedas usar la activa.

5. Nunca uses una expresión extranjera, una palabra científica o un término de jerga si puedes pensar en una palabra equivalente en tu idioma que sea de uso común.

6. Incumple cualquiera de estas reglas antes de escribir nada que suene estúpido.

Orwell las incluyó en un ensayo titulado Politics and the English Language (La política y el idioma inglés), publicado en 1946 en la revista Horizon. El artículo criticaba sobre todo el lenguaje político, pero sus consejos se pueden aplicar a cualquier texto. Por ejemplo, The Guardian lo citaba hace unos años para criticar cómo escribimos en internet. Y también puede servir para cualquier idioma, a pesar de que el punto 4, el que se refiere a la voz pasiva, se puede aplicar con más frecuencia al inglés.

Para el autor británico, esta preocupación por el lenguaje no es ni "frívola" ni "exclusiva de los escritores profesionales". Cuando uno se libra de los malos hábitos al escribir, “puede pensar con más claridad y pensar con claridad es el primer paso hacia la regeneración de la política”.

Tópicos imprecisos

En opinión del autor británico, los problemas principales de muchos textos son dos: las imágenes trilladas y la falta de precisión. Cuando escribimos, hay que dejar que “el significado escoja a la palabra y no al revés”, afirma. Hay que hacer un esfuerzo y pensar antes de comenzar a juntar letras, para evitar así “las imágenes desgastadas o confusas, todas las frases prefabricadas, las repeticiones innecesarias, y las trampas y vaguedades”.

En los textos que critica se acumulan “metáforas moribundas”, de las que ya se ha abusado tanto que han perdido su significado. Pensemos, por ejemplo, en “arden las redes”. Otro vicio habitual, según Orwell, es el de usar términos pretenciosos con la intención “de dar un aire de imparcialidad científica a juicios sesgados”, además de “palabras que carecen casi de significado”.

Por ejemplo, términos como democracia, socialismo, libertad, que a menudo se usan con “significados diferentes que no se pueden reconciliar entre sí”. No es lo mismo leer información sobre noticias falsas en un texto del New York Times que en unas declaraciones de Donald Trump, que se ha apropiado de esta expresión, fake news, para calificar todos los titulares que no le gustan.

Paradójicamente, otra palabra que no significa lo mismo según quien la utilice es orwelliano, usada por "críticos de todos los bandos", tal y como publicaba el New York Times en un artículo que mencionaba que este texto es, junto con 1984 y Rebelión en la granja, uno de los más influyentes de Orwell.

Defender lo indefendible

Como ya hemos apuntado, a Orwell le preocupa especialmente lo mal escritos que estaban los textos políticos, algo que no podemos decir que haya cambiado mucho. Orwell pone ejemplos que suenan muy actuales, como hablar de “pacificación cuando “se bombardean poblados indefensos desde el aire” o de “traslado de población” cuando “se despoja a millones de campesinos de sus tierras”.

“Un orador que usa esa clase de fraseología ha tomado distancia de sí mismo y se ha convertido en una máquina” que intenta “defender lo indefendible”, escribía Orwell. Lo que consigue es que “las mentiras parezcan verdaderas y el asesinato respetable”. Como recordaba Steven Pinker en The Sense of Style, esta abstracción tan vaga acaba deshumanizando.

lunes, 9 de enero de 2017

Premio Nadal a Care Santos

Carles Geli, "Care Santos: “Este país tiene unos cuantos perdones pendientes”. La escritora obtiene con 'Media vida' el 73º Premio Nadal", en El País, 7 ENE 2017 

No hace mucho, Care Santos (Mataró, 1970) desempolvó su vieja máquina de escribir y se la mostró a sus tres hijos, dos de ellos preadolescentes, que contrastaron teclados con los de hoy, pusieron papel en el carro… El episodio doméstico dice mucho de la escritora catalana: está su pulsión por la escritura, que empezó con ocho años, y, por otro, la huella del pasado, uno de los hilos que cose su ya notable producción literaria y que también aflora en Media vida, la novela con la que la pasada Noche de Reyes obtuvo el 73º Premio Nadal, convocado por Destino. “Somos inexorablemente fruto de las cosas que nos han sucedió y de la gente que, a lo mejor sin recordarla, se nos cruzó en el camino; y eso me interesa como persona pero también como ciudadana, me preocupa que mis hijos entiendan el mundo”.

De esa inquietud cívica quizá venga la reflexión sobre el perdón, verdadero eje de la novela, que aparecerá (catalán y castellano) a principios de febrero. El perdón sobre un suceso oscuro que viven cinco niñas en un internado de monjas en la España de los 50 y que aflora en una cena de reencuentro 30 años después. Esta vez, la génesis no está en una de las historias que le contaba su abuela Teresa los domingos de pequeña sino “en la experiencia de una cena que hice en casa con compañeras de Primaria y un préstamo de la memoria de mi madre, con esos internados con las niñas pobres haciendo casi de criadas de las ricas, y esa educación castradora, aunque sin historia truculenta”. Como argamasa, la lectura de un aforismo de La lectura como plegaria, del filósofo Joan-Carles Mèlich: “Sólo se puede perdonar lo imperdonable”. “Es un tema que me inquieta: pedir perdón hoy está de moda, pero es un perdón solo de cara a la galería; estamos más preocupados por el gesto que por el significado; la sinceridad en el perdón de hoy es cero; es algo que no se puede delegar y se hace, y si es sobre algo que tiene reparación es absurdo pedirlo, más vale arreglarlo”, sostiene.

En estos tiempos de la posverdad, ese gesto aún queda más en entredicho, para Santos: “Al ignorarse los hechos como tales, como las cosas en el fondo no pasan, eso nos exonera de la incomodidad de pedir perdón”. El perdón, el olvido y la culpa, coordenadas de Media vida, son aún más ignotas en España: “Este país tiene unos cuantos perdones pendientes, aunque ya no queden las víctimas; especialmente la Iglesia, que durante la Guerra Civil se fue con los malos”, dice citando a una de sus protagonistas. Santos es especialmente dura con “una parte de esa iglesia, ese clero invisible… Soy apóstata desde hace 10 años, desde las protestas por los matrimonios homosexuales”.

La novela transcurre durante la cena, que tiene lugar el 29 de julio de 1981, cuando se aprobó la Ley del Divorcio, que volvió a enfrentar a las dos Españas. “Es un anclaje histórico para las protagonistas, con las que quiero homenajear a las mujeres nacidas en los años 30, nunca valoradas: evolucionaron mucho a contracorriente de lo que les fue enseñado”. A pesar de tener fama de ello, esta es la primera vez que construye, admite, una novela femenina: “Los hombres son una anécdota aquí, pero un lector de verdad verá, independientemente de ello, humor y autocrítica, tampoco soy de las que soportan las novelitas dulces, y la autocomplacencia de sexo: somos también muy insoportables y cierto feminismo se equivoca en cómo trata a los hombres, ha hecho mucho daño a la causa”, admite sin remilgos.

Santos garabateó sus primeros textos a los ocho años y a los 25 ya publicaba (Cuentos cítricos). Hoy tiene más de una treintena de libros, bastantes en el Grupo Planeta, que en una estrategia endogámica usual ya la había catapultado con el premio Ramon Llull en 2014 por Deseo de chocolate y publicado su último libro, Diamante azul, en la misma Destino (2015). “Literatura es para mí salvación: de pequeña me rescató de un aburrimiento galáctico y fue mi ventana a un mundo paralelo que me gustaba más que el mío; crear específicamente uno a medida era un paso natural”, dice esta fan de la narrativa del XIX, con Turgeniev a la cabeza (“era una literatura pensada para seducir, sin el ensimismamiento de la autoficción de hoy”).

En la extensa producción de la autora de Habitaciones cerradas (2011, recién adaptada en televisión), hay dos minúsculas obras de poesía. “Son opera prima y poesía completa a la vez porque no haré más: no soy suficientemente buena; escribo casi cada día versos, cuando el alma me desborda; es lo más cerca que estoy, como escritora, de esa chica de 16 años que fui; en las novelas quedas más camuflada por el montaje”. Una tercera parte de sus ahora ya 12 premios proviene del campo de la narrativa juvenil. ¿Hasta cuándo podrá conectar con esos lectores? “Son un termómetro real de tu capacidad de seguir seduciendo con la literatura, es como ir al gimnasio del oficio; el día que los pierda me preocuparé como escritora”.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Dos poemas-poéticas de Francisco Nieva


I


El teatro es vida alucinada e intensa.
No es el mundo, ni manifestación a la luz del sol,
ni comunicación a voces de la realidad práctica.
Es una ceremonia ilegal,
un crimen gustoso e impune.
Es alteración y disfraz:
Actores y público llevan antifaces,
maquillajes,
llevan distintos trajes…
o van desnudos.
Nadie se conoce, todos son distintos,
todos son “los otros”,
todos son intérpretes del aquelarre.
El teatro es tentación siempre renovada,
cántico, lloro, arrepentimiento, complacencia y martirio.
Es el gran cercado orgiástico y sin evasión;
es el otro mundo, la otra vida,
el más allá de nuestra conciencia.
Es medicina secreta,
hechicería,
alquimia del espíritu,

jubiloso furor sin tregua.


II

El arte es sinónimo de pobreza
es solo un soplo tan memorable como pestilente.
El arte se detiene en los destierros
y en los rincones donde la muerte está latiendo muerta.
El arte tiene constantes augurios de pasado
y es algo estúpido
y no puede moverse de su centro
tan incierto como la terrena verdad.
Al arte le horroriza consolar
porque no sabe ser piadoso.
Tampoco sabe ser del tiempo
y no agradece que se le rescate.
Es ilusión pensar que el arte ama lo humano,
es un taponador de abismos lógicos y totales respuestas,
un animador de malas intenciones.
Nunca es alegre, como sucede con el amor más duro y fuerte
Pero es un seductor oscuro,
siempre ausente,
siempre necesitado y mal amigo.
Digo que el arte es pobre,
no tiene orgullo ni humildad
ni deseo alguno de prosperar en las conciencias.
Su mal ejemplo es el propio confín.
¿No es, pues, absurdo decir que es inocente?

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Quien tache al arte sabrá lo primordial
y gozará de paz, al fin.
Me vale.

Francisco Nieva

martes, 1 de noviembre de 2016

La poética y su reducción esencial

Una curiosa cita de Aristóteles que he encontrado en Fernando Savater, "Deberes y gozos de la palabra", en VV. AA., Escritores ante el espejo. Estudio de la creatividad literaria, Barcelona: Lumen, 1997, p. 280: “Lo más grande con mucho de todo, es ser dueño de la metáfora: es lo único que nadie puede aprender de los otros.” 

domingo, 30 de octubre de 2016

25 posibles mejores libros en español de los últimos 25 años.

De Babelia, "Los mejores libros en español de los últimos 25 años. 50 críticos, escritores y libreros de ambos lados del Atlántico eligen los hitos del último cuarto de siglo":

1. 2666 (2004) 
Roberto Bolaño escribió esta novela cuando se sabía sentenciado a muerte y se publicó un año después de su fallecimiento. Salvo quizá su enigmático titulo —el numeral de un año tan distante—, nada revela aquella brega; todo en este relato es la expresión jubilosa de una imaginación en estado de gracia: múltiple, rápida, nítida, juega con ecos de la literatura universal y otros de la propia vida. Es una cumbre de las letras posmodernas —aunque el adjetivo huela ya a puchero de enfermo—, pero lo cierto es que Bolaño es también un post del llamado boom latinoamericano. Su americanidad es quizá menos intensa pero más extensa, más universal: buena parte de su obra es un irónico diálogo con sus grandes antecesores. Las novelas buscan poner orden, pero el Orden es, en el fondo, un reconocimiento y hasta un tributo a la superioridad estética y epistemológica del Desorden y del Caos. '2666' se divide en cinco “partes” que se complementan y que convergen. Un apunte manuscrito (que se reproduce en la más reciente edición) enumera lo que llama las “líneas, puntos de fuga, folletones” que la vertebran. Como 'Los detectives salvajes', '2666' comienza como una 'quest' colectiva en la que vivir y leer se entrelazan; cuatro jóvenes y desorientados filólogos quieren saber más de un misterioso escritor alemán, Benno von Archimboldi, del que nadie sabe nada. Pero, a vueltas de sus erráticos pasos por el campus global, acaban por llegar (como al final de Los detectives…) al Estado mexicano de Sonora: a una ciudad que, bajo el nombre de Santa Teresa, oculta a Ciudad Juárez. En las dos “partes” siguientes rinden viaje en el mismo paraje un exiliado chileno, Óscar Amalfitano, profesor de filosofía al borde de la locura, y un periodista afroamericano, Oscar Fate, cuyo relato es el perfecto remedo de una novela negra clásica. El “folletón” final del libro cuenta la vida de aquel que todos buscan, el escritor Archimboldi, que es un animado cuento de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Que también desemboca en Santa Teresa porque su sobrino es quizá uno de los asesinos. Y en medio, ‘La parte de los crímenes’, narración escueta y sobrecogedora de los feminicidios que desde 1993 hicieron tristemente célebre el nombre de Ciudad Juárez. Ese volcán de horrores es el centro de convergencia de líneas, fugas y folletones. Y estas 400 páginas (de las que ningún lector sale indemne) dan sentido a las otras 800. Un personaje de '2666' dice que prefiere las obras breves a las desmesuradas (cita a Billy Budd frente a Moby Dick, hablando de Melville); Bolaño lo escribe porque, en su caso, pensaba lo contrario. No cabe duda de que es el relato más admirable del último cuarto de siglo. Quizá también lo sea del inmediatamente anterior y es muy posible que lo haya de ser del siguiente. / JOSÉ-CARLOS MAINER

2. La fiesta del chivo (2000) 
Los años han dado un lugar distinguido a 'La Fiesta del Chivo' en la obra de Mario Vargas Llosa. Junto a sus primeras novelas, clásicos de lectura obligada en la literatura del 'boom' latinoamericano de los años sesenta y setenta, esta novela, que inaugura su obra en el nuevo siglo, es una de las más vendidas hasta hoy, por encima de las posteriores. Y se ha ganado ese favor gracias a una estructura perfectamente engarzada, donde el desarrollo de las tres líneas argumentales se refuerza sostenidamente a un ritmo apasionante de 'thrille'r político e intriga dramática. El eje de esta ficción histórica gira en torno al cruel y endiosado “dueño” de un país sometido a sus antojos durante tres décadas. El general Rafael Leónidas Trujillo gobernó y esquilmó República Dominicana, donde se estima su responsabilidad en cerca de 50.000 muertes. 'La Fiesta del Chivo' se desarrolla a lo largo del último día de la vida del tirano –el 30 de mayo de 1961- y en paralelo relata en detalle las interioridades del complot definitivo para asesinarlo, combinado con la historia de Urania Cabral, víctima de abusos sexuales por parte del dictador. Pero es el conjunto, como patético retrato de un personaje despiadado en la tradición de novelas sobre dictadores latinoamericanos y el universo de rastreras fidelidades, ciega complicidad y codicia de los que se rodeó para ejercer el poder, lo que da ese perdurable interés a esta documentada obra sobre la llamada Era de Trujillo. / FIETTA JARQUE

3. Los detectives salvajes (1998) 
Puede decirse que 'Los detectives salvajes' es la más importante novela latinoamericana “total” que se ha escrito después del Boom, y posiblemente la última, su canto de cisne, pero es justo añadir también que para lograr eso hay que romper el rótulo “latinoamericano” y cambiarlo por universal. El tema de la novela (y de ahí el guiño policial del título) es tan universal y trascendente como la búsqueda. Arturo Belano y Ulises Lima son tan “detectives” como podrían serlo Edipo o Hamlet. Buscan una verdad. Solo que la verdad de estos detectives literarios no es una vuelta al orden, sino una verdad “salvaje”. Quieren encontrar el principio de todas las rupturas y todas las vanguardias, es decir el principio mismo de la pulsión poética, encarnada en una poeta casi analfabeta llamada Cesárea Tinajero. En esa poeta desconocida anida el fuego inextinguible de la poesía, que es la ruptura. Por tanto, para encontrarla no se necesita romper solo el lenguaje y aplicarse en la vanguardia (el tema central de la primera parte de la novela, el diario de García Madero) sino también sacrificar la vida misma, como lo hizo Rimbaud, pues no hay hallazgo sin extravío. Así, la segunda parte de la novela busca reconstruir, de manera coral y cual sofisticado rompecabezas, los años perdidos de Belano y Lima. Para eso reconstruye los diferentes dialectos latinoamericanos de decenas de personajes secundarios, un carrusel de lenguaje y destreza narrativa que sin duda es lo mejor que se ha escrito en castellano en las últimas décadas. / IVÁN THAYS

4. Tu rostro mañana (2002) 
Releída ahora, aún asombra más (si cabe) la torrencial fuerza narrativa de 'Tu rostro mañana': desde el deslumbrante arranque que perfila el conflicto del narrador y protagonista, a los sucesivos círculos en que se despliega la novela y que incluyen episodios históricos poco transitados. Jacobo Deza se incorpora a un grupo ya residual que en su día formó parte del servicio de espionaje británico MI6 y tiene como tarea mirar para informar y contar, averiguar lo que aún no es y darle un sentido, buscar reflejos, huellas lejanas, de lo que la gente "entrevistada" llegará a ser: "conocer hoy sus rostros", saber de qué serán capaces. Deza será un intérprete de personas, un traductor de vidas, un anticipador de historias. Esta tarea obliga a una reflexión moral y propicia una indagación en torno al hecho de contar, aparejada a una meditación sobre el tiempo y sus contenidos. Y todo ello, sumado a la admirable y libérrima orquestación compositiva, y a una narración poliédrica, que quiebra de continuo la línea argumental a base de rodeos y desvíos, digresiones, pausas reflexivas, incisos y encadenamientos, reminiscencias o anticipaciones, muy bien resueltas literariamente, convierten Tu rostro mañana en lo que es: una ficción que perdura. / ANA RODRÍGUEZ FISCHER

6. La novela luminosa (2005) 
Levrero escribe sobre la escritura como frustración, cotidianidad, peldaño hacia la luz, práctica religiosa, conjuro frente a la muerte, dolencia, grafomanía… Libro dentro del libro, La novela luminosa es el resultado del 'Diario de la beca': la primera es un breve ángel de Chagall con varices y el segundo el entrenamiento de un deportista. Levrero habla del auténtico escritor disolviendo el límite entre autobiografía y ficciones con misticismo, símbolos de pájaro y humor. La autocontemplación hipocondriaca de Levrero aborda con reverencia e irreverencia simultáneas el discurso literario. Se solidifica la escritura de un devoto que cuestiona a Dios, y sabe que el letraherido se parece al enfermo. Que los enfermos disfrutamos de la fiebre. / MARTA SANZ

7. Soldados de Salamina (2001) 
Recuerdo a Carlos Castilla del Pino comentar, a los pocos días de publicarse la novela: “Este libro será un best seller”. Y, efectivamente, lo fue: un millón de ejemplares vendidos da mucho que pensar. ¿Por qué? Porque Javier Cercas inauguraba una nueva forma de novelar la guerra civil española no solo ahondando en la humanidad sufriente de los soldados, de uno y otro bando, que no tuvieron a nadie que los recordara después de muertos, sino construyendo su relato como una búsqueda de la verdad, prescindiendo de los apriorismos ideológicos. Un soldado republicano pudo matar a un militar fascista, pero no lo hizo. Cercas, a ese soldado que tiene un gesto de piedad lo erige en héroe. Y los lectores hicieron lo mismo. / ANNA CABALLÉ

8. Borges (2006) 
"Come en casa Borges", la entrada más repetida de sus 1663 páginas, se convirtió en talismán para devotos y detractores de este libro único. Crónica de una de las amistades literarias más prolíficas del siglo XX (la que unió a los Premios Cervantes Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares entre 1931 y 1987), 'Borges' es, a la vez, una biografía atípica surgida de sobremesas casi taquigrafiadas y la edición posterior de los diarios que Bioy llevó por más de medio siglo, el fresco de una época y un texto de oralidad inolvidable, que aquilata ocurrencias de uno de los autores más geniales que dio el castellano. Sus diálogos destilan agudeza, malicia y cotilleos, erudición y sobre todo, pasión por la escritura. Vale releerlo al azar, como quien consulta el I Ching. / RAQUEL GARZÓN

9. Corazón tan blanco (1992) 
'Corazón tan blanco' es una novela sobre el secreto, o, dicho con palabras menos elusivas, sobre la necesidad del engaño y la mentira en las relaciones sentimentales. Y es una novela, como todas las de Marías, sobre el modo en el que el azar o la fatalidad –“no he querido saber, pero he sabido”, dice en el prodigioso arranque del libro– construyen nuestra vida. En Corazón tan blanco toma forma ya definitiva esa escritura imantada, de ritmo esférico, con la que Javier Marías le corta la huida al lector y le presenta sin descanso conflictos morales o existenciales siempre irresolubles. Una obra maestra que creó escuela. / LUISGÉ MARTÍN

10. Rabos de lagartija (2000) 
La gran novela del último Marsé. De nuevo en el territorio de la inmediata posguerra, de nuevo bajo la mirada adolescente, de nuevo pintando con una sensibilidad y exigencia extremas que muestran los tristes y sucios colores de la pobreza, del miedo, de la represión y las gentes sometidas y maltratadas, Marsé acude a la luz de la imaginación y de la fantasía para iluminar el dolor de unas vidas truncadas con una intensidad, una compasión y una lucidez implacables. Utilizando una mezcla de tiempos atrás y adelante que van montando las escenas en la imaginación del lector y con una arriesgada apuesta por las voces narradoras resuelta con pulso maestro, el autor acude una vez más a su cita con la realidad de la esperanza violentamente arrebatada a los sentimientos y las ilusiones de unos personajes criados en la imperdonable charca del nacionalcatolicismo. / JOSÉ MARÍA GUELBENZU

11. La grande (2005) 
Esta novela inconclusa muestra que Saer concebía su tarea como asedio del arte. Inesperada obra autobiográfica, la escribió mientras enfermaba y moría. Leída hoy, casi se asiste al despliegue de la escritura como mecanismo de recuperación de la infancia. Un personaje retorna y emergen el padre sirio, el campo de los inmigrantes, la juventud de los otros, los cadáveres vivientes de amigos y amores. / NORA CATELLI

12. Anatomía de un instante (2009) 
Primero se ganó el favor de los lectores, después se alzó con el Premio Nacional de Narrativa 2010. 'Anatomía de un instante', la novedosa aproximación de Javier Cercas al golpe de Estado del 23-F, es un juego magistral entre realidad y ficción que mantiene a los lectores en vilo hasta el final con un hecho histórico de desenlace archiconocido. Una conquista solo al alcance de la mejor literatura. / M. M.

13. El desierto y su semilla (1998) 
En 'El desierto y su semilla', Baron Biza ha logrado extraer belleza de algo ante lo que cualquier otro solo podría sentir espanto: la reconstrucción del rostro de la madre del narrador, desfigurado por un chorro de ácido lanzado por su marido. Se instala una nueva lógica y hay que aprender su idioma: este es el principal mensaje que se nos transmite en la novela, con un tono desprovisto de sentimentalismo y a la vez dotado de una sensibilidad extrema. / MERCEDES CEBRIÁN

14. Crematorio (2007) 
Si las últimas novelas de Rafael Chirbes son una síntesis entre literatura social y literatura experimental, 'Crematorio' es el retrato perfecto de la España del pelotazo inmobiliario. Un año después de su publicación llegó la crisis. / J. RODRÍGUEZ MARCOS

15 Tinísima (1992) 
México es el principio y el fin de la literatura de Elena Poniatowska. Todo cabe bajo su cielo. Mujeres rotas y enteras. La muerte, el arte y la revolución. Eso son los puntos cardinales de la autora mexicana y todos ellos están en Tinísima, la desbordante reconstrucción de la vida de la fotógrafa y revolucionaria Tina Modotti (1896-1942). / JAN MARTÍNEZ AHRENS

16. La noche de los tiempos (2009) 
'La noche de los tiempos' figura entre las grandes obras de Antonio Muñoz Molina y entre las fundamentales para entender la Guerra Civil. Apareció en mitad de los calores de debate sobre la memoria histórica. El autor realiza un muy honesto y cabal examen de conciencia republicano. En ese sentido, la obra es valiente y moralmente tan lúcida como irreprochable. No andaban los ánimos calmados entonces como para entenderla en toda su profundidad. Pero pasan los años y se consolida como uno de los referentes más sólidos de la literatura española contemporánea. / JESÚS RUIZ MANTILLA

17. El desbarrancadero (2001) 
Fernando Vallejo confiesa que no es novelista de tercera persona. “No sé qué piensan mis personajes”, dice. Por eso, cuando contó en esta novela la agonía de su hermano, enfermo de sida, y el desprecio hacia una madre a la que llama La Loca, los colombianos encontraron en estos personajes un epitafio para su país. / ANA MARCOS

18. La pesquisa (1994) 
Juan José Saer maduró largamente escribir una novela policial que no fuera de 'género'. Durante un viaje al litoral fluvial argentino, Pichón Garay, que vive en París, cuenta a sus amigos el caso del inspector Morvan. Una novela dentro de otra, una obra maestra. / EDGARDO DOBRY

19. Son memorias (2008) 
En Argentina, donde existe verdadera pasión por la historia del país, Tulio Halperin fue el historiador más admirado. En 'Son memorias' evocó sus años de infancia y juventud entre 1920 y 1955 mezclándolos con los acontecimientos más relevantes en ese periodo. / FRANCISCO PEREGIL

20. Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (1993) 
Los pecios de Ferlosio contienen lo que queda de un largo trasiego ­entre las palabras y las cosas. ­Iluminaciones, guiños, hachazos… abren un surco para que penetre el veneno del conocimiento. / JOSÉ ANDRÉS ROJO

21. Fragmentos de un libro futuro (2000) 
Viaje al interior de las sombras para encontrar la luz, 'Fragmentos de un libro de futuro' se cerró con la muerte de su autor y quedó como testamento literario de Valente. Un libro atravesado por la muerte y los colores del otoño que recoge la cima de su canto. / JORGE MORLA

22 . Jamás el fuego nunca (2007) 
'Jamás el fuego nunca' es el 'Pedro Páramo' de este siglo. Rulfo escribió el responso del orden patriarcal. Eltit escribe la elegía de la última pareja rebelde y fantasmática, cuya fe en el cambio se apaga entre el mercado y sus policías. / JULIO ORTEGA

23. Nubosidad variable (1992) 
Carmen Martín Gaite trata en '­Nubosidad variable' de uno de sus temas favoritos: la supervivencia a través de la escritura. Con esta ­novela, como con 'Usos amorosos de la posguerra española', conectó con el gran público. Su castellano es ­espléndido. / R. M.

24. Santa Evita (1995) 
'Santa Evita' inventó la ficción mezclada con la realidad con tal potencia que ya no se sabe si la genial creación de Eloy Martínez es menos verdad que la realidad protagonizada por Eva Perón. Leerla es una lección para quienes buscan la raíz de las literaturas. / JUAN CRUZ

25. El día del Watusi (2002-2003) de Francisco Casavella
Tobogán entre el esperpento y la piedad, la fábula y el retrato social de la Barcelona de 1975 a 1995, tiempo para patear los barrios populares, los sueños juveniles cercenados por la droga, las falsas esperanzas de la turbia Transición o los cambalaches preolímpicos. Puro desencanto entre personajes de carácter de un narrador que desapareció prematuro. / CARLES GELI

El resto de los seleccionados:

El olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince (2006)

Diario de la hepatitis, César Aira (1993)

Mater Dolorosa, José Álvarez Junco (2001)

Los peces de la amargura, Fernando Aramburu (2006)

Las contemplaciones, María Victoria Atencia (1997)

Diccionario de las artes, Félix de Azúa (1995)

Salón de belleza, Mario Bellatin (1994)

Las poetas visitan a Andrea del Sarto, Juana Bignozzi (2014)

Lo que no tiene nombre, Piedad Bonnett (2013)

El hambre, Martín Caparrós (2014)

Espejo de gran niebla, Guillermo Carnero (2002)

Potlatch, Arturo Carrera (2004)

El asco, Horacio Castellanos Moya (1997)

Rito de iniciación, Rosario Castellanos (2012)

Pretérito imperfecto, Carlos Castilla del Pino (2004)

Febrero, Julia Castillo (2008)

El metal y la escoria, Gonzalo Celorio (2015)

La larga marcha, Rafael Chirbes (1996)

Desiertos de la luz, Antonio Colinas (2008)

La ruina del cielo, Luis Mateo Díez (1999)

Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enríquez (2016)

Karnaval, Juan Francisco Ferré (2012)

El naranjo, Carlos Fuentes (1993)

El síndrome de Ulises, Santiago Gamboa (2005)

Libro del frío, Antonio Gamoneda (1992)

Vivir para contarla, Gabriel García Márquez (2002)

Habitaciones separadas, Luis García Montero (1994)

Lo solo del animal, Olvido García Valdés (2012)

Devastación del hotel San Luis, Lorenzo García Vega (2007)

Santo oficio de la memoria, Mempo Giardinelli (1991)

Tiempo de vida, Marcos Giralt Torrente (2010)

La conquista del aire, Belén Gopegui (1998)

La balada del abuelo, Palancas, Félix Grande (2003)

La fantasía de la individualidad, Almudena Hernando (2012)

El bucle melancólico, Jon Juaristi (1997)

Hoy, Júpiter, Luis Landero (2007)

Romanticismo, Manuel Longares (2001)

Bella en las tinieblas, Manuel de Lope (1997)

El homóvil, Jesús López Pacheco (2002)

La mujer de pie, Chantal Maillard (2015)

El embrujo de Shanghai, Juan Marsé (1993)

Los girasoles ciegos, Alberto Méndez (2004)

Riña de gatos, Madrid 1936, Eduardo Mendoza (2010)

Yo nunca te prometí la eternidad, Tununa Mercado (2005)

Sangre en el ojo, Lina Meruane (2012)

El jinete polaco, Antonio Muñoz Molina (1991)

Como la lluvia, José Emilio Pacheco (2009)

El hombre que amaba a los perros, Leonardo Padura (2009)

Vislumbres de la India, Octavio Paz (1995)

Hombres buenos, Arturo Pérez-Reverte (2015)

Los diarios de Emilio Renzi, Ricardo Piglia (2015)

Plata quemada, Ricardo Piglia (1997)

El arte de la fuga, Sergio Pitol (1996)

Gente que vino a mi boda, Soledad Puértolas (1998)

Lo que soñó Sebastián, Rodrigo Rey Rosa (1994)

La tentación del fracaso, Julio Ramón Ribeyro (2002)

Catch and release, Reina María Rodríguez (2006)

Definiciones mayas, Mercedes Roffé (1999)

Quedeshim quedeshoth, Gonzalo Rojas (2009)

El vano ayer, Isaac Rosa (2004)

Los ejércitos, Evelio Rosero (2007)

Cámara Gesell, Guillermo Saccomanno (2012)

Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, Daniel Sada (1999)

Lección de anatomía, Marta Sanz (2008)

La ciudad vista, Beatriz Sarlo (2009)

Diccionario filosófico, Fernando Savater (1995)

Estuario, Tomás Segovia (2010)

La manía. Salón de pasos perdidos, Andrés Trapiello (2007)

Habíamos ganado la guerra, Esther Tusquets (2007)

Guiando la hiedra, Hebe Uhart (1997)

Concierto animal, Blanca Varela (1999)

Los informantes, Juan Gabriel Vásquez (2004)

En busca de Klingsor, Jorge Volpi (1999)

Cosas del cuerpo, José Watanabe (1999)

Capital de la gloria, Juan Eduardo Zúñiga (2003)


Zurita, Raúl Zurita (2011)

martes, 18 de octubre de 2016

Entrevista a Patrick Süskind

El día 22 de septiembre es publicada la entrevista realizada al escritor Patrick Süskind por Lester Oliveros en Guatemala.

El autor del Best Seller El Perfume vive retirado de todo. Muchos periodistas han buscado una entrevista, y él les ha dicho con voz definitiva que dará una entrevista cuando cumpla 70 años. Me he saltado su muro y he llegado tan sólo con un lapicero y una libreta. Lo veo llegar y se sienta. Bebe un Wiskie en una taza y sólo sé que es Wiskie porque el aroma se esparce. Le digo, sin que me pregunté, que solamente quiero hacerle tres preguntas, y él me responde que eso ha venido oyendo desde que su novela se ha prostituido por el mundo.

-Jean-Baptiste Grenouille soy yo, y también soy todos los demás- me dice.

-Y ¿por qué no ha querido dar más entrevistas?

-No he dado entrevistas nunca, siempre he trabajado, no tengo tiempo para gente que verdaderamente le quita el tiempo a uno. Y he dicho, y usted debe saberlo, que yo no vivo, yo escribo. Y me resultan insultantes algunas interpretaciones al libro.

-Habla de El Perfume.

-Hablo de mi libro total. Un libro no es sólo un par de páginas, un libro es una obra total, y si el lector es atento puede encontrar señales mías hasta en los guiones tediosos que yo escribía para ganarme la vida. Ya ve ahora vivo acá en mi adorado rincón del paraíso, Starnberger es tan saludable con su aroma campestre, y el lago no lo cambió por nada. La novela me cambio la vida, estuve un tiempo estudiando el olfato y una temporada en la perfumera Fragonard, y han dicho tanto sobre mi retiro. Lo que más me ofendió fue algo sobre cómo el carácter de mi padre influyo en mi retiro.

-Cree que lo ha salvado su aislamiento de caer en el bloqueo literario o repetirse.

-No, mire empezare por algo, yo viajo mucho a París, no soy un anacoreta como han dicho, tengo amigos, uno de ellos es Sempe, y hacemos fiestas donde acuden ciertas personas, no más de cinco, y hablamos de la vida, pero ningún ser humano puede vivir marginado, y mi marginación tiene el lujo de ser voluntaria, en fraternal apoyo a los que son marginados por voluntades ajenas.

-¿Qué le pareció la película?

-No la he visto, ni la veré. Una tarde me llamó el director pidiéndome ayuda para una escena, actué por un momento el papel del villano y lo mande al diablo, y después me reí tanto que terminé en el sanitario tomándome un Wisky a la salud de lo imposible, sólo con esa anécdota ya puede entender lo que pienso de la película, y me dolió vender los derechos a Bernd Eichinger y que terminara haciendo una película que está en contra de lo que el personaje transmite.

-¿Qué transmite su personaje?

-¿Usted leyó el libro?

-Sí.

-Y me imagino que vio la película.

-Sí, la vi, y creo que sé a lo que se refiere, y no digo estas cosas fácilmente, creo que ninguna película se parece a su concepción original, Flaubert, si me permite citarlo, decía que nadie se imaginaría el ritmo con que sonaban las palabras en su mente, y en cuanto a su libro en particular, es poesía lo que logra el efecto sonoro de los aromas, algo que sólo un director inconcebible lograría.

-Me ha dejado usted sin palabras, y claro que dejo que cite a Flaubert, si él no me hubiese enseñado a recolectar datos obsesivamente no hubiera logrado dar coherencia temporal a lo que imaginaba.

-Una última pregunta Sr. Süskind… ¿Por qué me concedió esta entrevista a mí?

-Porque no te conoce nadie -me respondió.