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martes, 23 de abril de 2013

Habla Adrados


Javier Rodríguez Marcos, El País, 22 de abril de 2013, “La literatura está siendo arrinconada”. Francisco Rodríguez Adrados, último Premio Nacional de las Letras, rastrea en su nuevo ensayo las fuentes comunes de la ficción europea lejos de nacionalismos 

Francisco Rodríguez Adrados tiene 90 años y la energía de un becario. En noviembre recibió el Premio Nacional de las Letras y en marzo viajó a Grecia para dictar la conferencia inaugural del congreso de historia de la lengua griega; los jueves acude a la Real Academia Española y los viernes a la de la Historia, de las que es miembro. Honores aparte, en una mesa de su casa madrileña tiene las galeradas de una nueva edición de la Ilíada –obra de un colega- que corrige estos días y junto al televisor, un ejemplar de El río de la literatura (Ariel), el libro de 600 páginas que acaba de publicar y que él describe como “de pensamiento, no de erudición” pero cuya ambición está bien reflejada en su subtítulo: De Sumeria y Homero a Shakespeare y Cervantes.

Si se piensa que Adrados ha escrito en la última década libros como El reloj de la historia (Homo sapiens, Grecia Antigua y Mundo Moderno), Nueva historia de la democracia o Historias de las lenguas de Europa se entiende la amplitud de intereses de este sabio nacido en Salamanca en 1922. En su opinión, el “núcleo central” de la literatura universal está en el “corredor” que forman Egipto, Oriente próximo, Grecia, Roma, la Edad Media europea y las literaturas europeas y americanas modernas. Pero matiza: “Ese ‘río’ no es el único en el mundo, pero es el que más ha influido, el más globalizado”. Catedrático emérito de Filología Griega de la Universidad Complutense, Adrados es consciente de que su manera de estudiar la literatura contrasta con la tendencia a hacerlo embalsando las aguas de ese ‘río’ en los pantanos del nacionalismo decimonónico: “Es imposible dominarlo todo, pero está claro que la literatura occidental tiene una fuente común: la oralidad”.

La épica, la lírica y la literatura sapiencial son los tres géneros esenciales desde Sumeria, un “agregado de ciudades” cuyo idioma fue la lengua culta del Próximo Oriente -“como el latín en la Edad Media”- y cuya literatura –con el Poema de Gilgames como cumbre- contiene ya muchos temas aún vigentes: del origen del mundo al amor pasando por las fábulas (campo en el que Adrados es una autoridad mundial). Hace 40 años se publicó su pionero estudio Fiesta, comedia y tragedia –enseguida traducido al inglés-, y algunas de sus ideas vuelven a recorrer ahora El río de la literatura. Sobre todo la central: si el origen de la literatura es oral, el origen de la oralidad es la fiesta: “En ella se mezclaban imitaciones, ritos y deporte”. La palabra, insiste, iba acompañada de música y danza. “Lo del autor encerrado en su despacho destilando sus sentimientos es muy posterior, aunque hubiera un Ahikar asirio, un Ptahhotel egipcio o un Homero griego (si es un nombre real). En la fiesta el sentimiento es de todos. Es difícil de entender con la sacralización actual de la autoría y de la originalidad, pero es así”. Según su autor, El río de la literatura trata de contextualizar piezas que hemos conocido aisladas: “Cuando hablamos de literatura oral con poemas, fábulas o representaciones dramáticas, desgajamos esa pieza del entorno en que nació. Es inevitable pero empobrecedor, como si arrancásemos una escultura de la fachada de una catedral y la viéramos aislada en un museo”.

Tal vez vivamos una decadencia, pero puede nacer algo grande.

Para este helenista que recuerda su primer viaje a Grecia en 1953, la cultura griega es el gran hito por lo que tiene de resumen de lo anterior –Egipto, Sumeria- y de vanguardia: “La literatura occidental es como una carrera ciclista. Avanza en grupo pero a veces alguno salta del pelotón: esos que saltan son los griegos. Ellos inventaron el individuo humano. En el comienzo de la Ilíada se ve cómo a Agamenón le dicen todas las verdades en asamblea, como si fuera el parlamento de aquí. Aquello asustaba a la gente. Tanto que la palabra democracia estaba prohibida en la Edad Media”.

Según el profesor Adrados, no solo los argumentos y los géneros de la literatura son constantes, también lo son sus ciclos. Por eso subraya el paralelismo entre la Antigüedad y el Medievo: al origen oral le siguió un esplendor de la escritura que terminó en decadencia (“cae el imperio romano, se rompen las comunicaciones, las lenguas vernáculas se imponen al latín, desaparece la gran tragedia, los cristianos vetan los géneros eróticos…”). La Edad Media empezó con la oralidad popular y rehizo el mismo camino. “Parecía que de tanto avanzar se había llegado al comienzo”, resume Adrados. “Se dio una terrible estratificación social. La alta literatura se refugió en las bibliotecas. La gente común no leía, le bastaba con la Historia Sagrada esculpida en los templos”.

La tecnología ha acostumbrado a la gente a mensajes pequeños.

Vista la actualidad de un resumen así, ¿vivimos una nueva Edad Media? “No quiero ponerme fúnebre”, responde Rodríguez Adrados. “Se siguen haciendo grandes librotes, pero el influjo de los medios electrónicos ha acostumbrado a la gente a mensajes pequeños, más concentrados, tal vez más frívolos. La literatura nace de la fiesta, pero ahora siempre es fiesta. En la fiesta usted se viste de otra manera, come y bebe de otra manera, puede hacer bromas sobre el vecino.... La fiesta era un descanso y una liberación. Ahora, como decía Larra, todos los días son carnaval. Ese chisme [dice señalando al televisor] es pura fiesta. La literatura era fiesta y ayudaba a vivir; ahora la literatura está siendo arrinconada”.

Adrados asume que el libro “se enfrenta hoy a la competencia de medios que requieren menos esfuerzo”, pero su conocimiento del pasado le impide ser lapidario respecto al futuro: “Tal vez vivamos una decadencia desde el punto de vista de la literatura antigua, pero puede nacer otra gran literatura. Antes la literatura popular era para las masas y la culta, para gente con cierta formación. Hoy la culta podría llegar a todos pero los niveles de enseñanza han bajado. Eso es lo preocupante”. La escritura no acabó con la oralidad ni la imagen con la escritura, recuerda. “La Iglesia se carga el teatro pero renace al cabo de los siglos; la épica había desaparecido y en el XIX resucita en cierta novelística, en Gogol, por ejemplo. La naturaleza humana es muy fuerte. Todo lo que prohibieron los cristianos –las instituciones políticas libres, los baños, el desnudo, el deporte- volvió al cabo de mil años. Ahí están”.

domingo, 28 de agosto de 2011

Manual del perfecto cuentista, de Horacio Quiroga


Manual del perfecto cuentista,  Horacio Quiroga

Una larga frecuentación de personas dedicadas entre nosotros a escribir cuentos, y alguna experiencia personal al respecto, me han sugerido más de una vez la sospecha de si no hay, en el arte de escribir cuentos, algunos trucos de oficio, algunas recetas de cómodo uso y efecto seguro, y si no podrían ellos ser formulados para pasatiempo de las muchas personas cuyas ocupaciones serias no les permiten perfeccionarse en una profesión mal retribuida por lo general y no siempre bien vista.
Esta frecuentación de los cuentistas, los comentarios oídos, el haber sido confidente de sus luchas, inquietudes y desesperanzas, han traído a mi ánimo la convicción de que, salvo contadas excepciones en que un cuento sale bien sin recurso alguno, todos los restantes se realizan por medio de recetas o trucos de procedimiento al alcance de todos, siempre, claro está, que se conozcan su ubicación y su fin.

Varios amigos me han alentado a emprender este trabajo, que podríamos llamar de divulgación literaria, si lo de literario no fuera un término muy avanzado para una anagnosia elemental.

Un día, pues, emprenderé esta obra altruista, por cualquiera de sus lados, y piadosa, desde otros puntos de vista.

Hoy apuntaré algunos de los trucos que me han parecido hallarse más a flor de ojo. Hubiera sido mi deseo citar los cuentos nacionales cuyos párrafos extracto más adelante. Otra vez será. Contentémonos por ahora con exponer tres o cuatro recetas de las más usuales y seguras, convencidos de que ellas facilitarán la práctica cómoda y casera de lo que se ha venido a llamar el más difícil de los géneros literarios.

Comenzaremos por el final. Me he convencido de que, del mismo modo que en el soneto, el cuento empieza por el fin. Nada en el mundo parecería más fácil que hallar la frase final para una historia que, precisamente, acaba de concluir. Nada, sin embargo, es más difícil.

Encontré una vez a un amigo mío, excelente cuentista, llorando, de codos sobre un cuento que no podía terminar. Faltábale sólo la frase final. Pero no la veía, sollozaba, sin lograr verla así tampoco.

He observado que el llanto sirve por lo general en literatura para vivir el cuento, al modo ruso; pero no para escribirlo. Podría asegurarse a ojos cerrados que toda historia que hace sollozar a su autor al escribirla, admite matemáticamente esta frase final:

"¡Estaba muerta!"

Por no recordarla a tiempo su autor, hemos visto fracasar más de un cuento de gran fuerza. El artista muy sensible debe tener siempre listos, cómo lágrimas en la punta de su lápiz, los admirativos.

Las frases breves son indispensables para finalizar los cuentos de emoción recóndita o contenida. Una de ellas es:

"Nunca volvieron a verse".

Puede ser más contenida aun:

"Sólo ella volvió el rostro".

Y cuando la amargura y un cierto desdén superior priman en el autor, cabe esta sencilla frase:

"Y así continuaron viviendo".

Otra frase de espíritu semejante a la anterior, aunque más cortante de estilo:

"Fue lo que hicieron".

Y ésta, por fin, que por demostrar gran dominio de sí e irónica suficiencia en el género, no recomendaría a los principiantes:

"El cuento concluye aquí. Lo demás, apenas si tiene importancia para los personajes".

Esto no obstante, existe un truco para finalizar un cuento, que no es precisamente final, de gran efecto siempre y muy grato a los prosistas que escriben también en verso. Es este el truco del "leitmotiv".

Final: "Allá a lo lejos, tras el negro páramo calcinado, el fuego apagaba sus últimas llamas..."

Comienzo del cuento: "Silbando entre las pajas, el fuego invadía el campo, levantando grandes llamaradas. La criatura dormía..."

De mis muchas y prolijas observaciones, he deducido que el comienzo del cuento no es, como muchos desean creerlo, una tarea elemental. "Todo es comenzar". Nada más cierto, pero hay que hacerlo. Para comenzar se necesita, en el noventa y nueve por ciento de los casos, saber a dónde se va. "La primera palabra de un cuento -se ha dicho- debe ya estar escrita con miras al final".

De acuerdo con este canon, he notado que el comienzo exabrupto, como si ya el lector conociera parte de la historia que le vamos a narrar, proporciona al cuento insólito vigor. Y he notado asimismo que la iniciación con oraciones complementarias favorece grandemente estos comienzos. Un ejemplo:

"Como Elena no estaba dispuesta a concederlo, él, después de observarla fríamente, fue a coger su sombrero. Ella, por todo comentario, se encogió de hombros".

Yo tuve siempre la impresión de que un cuento comenzado así tiene grandes posibilidades de triunfar. ¿Quién era Elena? Y él, ¿cómo se llamaba? ¿Qué cosa no le concedió Elena? ¿Qué motivos tenía él para pedírselo? ¿Y por qué observó fríamente a Elena, en vez de hacerlo furiosamente, como era lógico de esperar?

Véase todo lo que del cuento se ignora. Nadie lo sabe. Pero la atención del lector ya ha sido cogida por sorpresa, y esto constituye un desiderátum, en el arte de contar.

He anotado algunas variantes a este truco de las frases secundarias. De óptimo efecto suele ser el comienzo condicional:

"De haberla conocido a tiempo, el diputado hubiera ganado un saludo, y la reelección. Pero perdió ambas cosas".

A semejanza del ejemplo anterior, nada sabemos de estos personajes presentados como ya conocidos nuestros, ni de quién fuera tan influyente dama a quien el diputado no reconoció. El truco del interés está, precisamente, en ello.

"Como acababa de llover, el agua goteaba aún por los cristales. Y el seguir las líneas con el dedo fue la diversión mayor que desde su matrimonio hubiera tenido la recién casada".

Nadie supone que la luna de miel pueda mostrarse tan parca de dulzura al punto de hallarla por fin a lo largo de un vidrio en una tarde de lluvia.

De estas pequeñas diabluras está constituido el arte de contar. En un tiempo se acudió a menudo, como a un procedimiento eficacísimo, al comienzo del cuento en diálogo. Hoy el misterio del diálogo se ha desvanecido del todo. Tal vez dos o tres frases agudas arrastren todavía; pero si pasan de cuatro el lector salta en seguida. "No cansar". Tal es, a mi modo de ver, el apotegma inicial del perfecto cuentista. El tiempo es demasiado breve en esta miserable vida para perdérselo de un modo más miserable aún.

De acuerdo con mis impresiones tomadas aquí y allá, deduzco que el truco más eficaz (o eficiente, como se dice en la Escuela Normal), se lo halla en el uso de dos viejas fórmulas abandonadas, y a las que en un tiempo, sin embargo, se entregaron con toda su buena fe los viejos cuentistas. Ellas son:

"Era una hermosa noche de primavera" y "Había una vez..."

¿Qué intriga nos anuncian estos comienzos? ¿Qué evocaciones más insípidas, a fuerza de ingenuas, que las que despiertan estas dos sencillas y calmas frases? Nada en nuestro interior se violenta con ellas. Nada prometen ni nada sugieren a nuestro instinto adivinatorio. Puédese, sin embargo, confiar en su éxito... si el resto vale. Después de meditarlo mucho, no he hallado a ambas recetas más que un inconveniente: el de despertar terriblemente la malicia de los cultores del cuento. Esta malicia profesional es la misma con que se acogería el anuncio de un hombre al que se dispusiera a revelar la belleza de una dama vulgarmente encubierta: "¡Cuidado! ¡Es hermosísima!"

Existe un truco singular, poco practicado, y, sin embargo, lleno de frescura cuando se lo usa con mala fe.

Este truco es el del lugar común. Nadie ignora lo que es en literatura el lugar común. "Pálido como la muerte" y "Dar la mano derecha por obtener algo" son dos bien característicos.

Llamamos lugar común de buena fe al que se comete arrastrado inconscientemente por el más puro sentimiento artístico; esta pureza de arte que nos lleva a loar en verso el encanto de las grietas de los ladrillos del andén de la estación del pueblecito de Cucullú, y la impresión sufrida por estos mismos ladrillos el día que la novia de nuestro amigo, a la que sólo conocíamos de vista, por casualidad los pisó.

Esta es la buena fe. La mala fe se reconoce en la falta de correlación entre la frase hecha y el sentimiento o circunstancia que la inspiran.

Ponerse pálido como la muerte ante el cadáver de la novia es un lugar común. Deja de serlo cuando al ver perfectamente viva a la novia de nuestro amigo, palidecemos hasta la muerte.

"Yo insistía en quitarle el lodo de los zapatos. Ella, riendo, se negaba. Y, con un breve saludo, saltó al tren, enfangada hasta el tobillo. Era la primera vez que yo la veía; no me había seducido, ni interesado, ni he vuelto más a verla. Pero lo que ella ignora es que, en aquel momento, yo hubiera dado con gusto la mano derecha por quitarle el barro de los zapatos".

Es natural y propio de un varón perder su mano por un amor, una vida o un beso. No lo es ya tanto darla por ver de cerca los zapatos de una desconocida. Sorprende la frase fuera de su ubicación psicológica habitual; y aquí está la mala fe.

El tiempo es breve. No son pocos los trucos que quedan por examinar. Creo firmemente que si añadimos a los ya estudiados el truco de la contraposición de adjetivos, el del color local, el truco de las ciencias técnicas, el del estilista sobrio, el del folklore, y algunos más que no escapan a la malicia de los colegas, facilitarán todos ellos en gran medida la confección casera, rápida y sin fallas, de nuestros mejores cuentos nacionales...

domingo, 8 de mayo de 2011

Historia de la literatura chimpancé



No sé de qué se admiran. La verdadera noticia sería constatar que los humanos no se comportan como los chimpancés:

"Los chimpancés hablan, mienten y hacen poesías con el lenguaje de signos" Sergio Andreu en El Mundo, Barcelona 05/05/2011:

El matrimonio estadounidense Deborah y Roger S. Fouts ha dedicado su vida a combatir la idea de que el lenguaje es el "último bastión" de la singularidad humana y el resultado ha sido más de 40 años de trabajo con unos chimpancés que no sólo han aprendido a comunicarse con el lenguaje de signos, sino a mentir y hacer poesía.

Esta pareja de psicólogos comparativos, del Instituto de Comunicación entre Humanos y Chimpancés de la Central Washington University, se jubilará el próximo verano sabiendo que han cumplido su misión y que han podido "cerrar la boca" a muchos científicos -entre ellos al lingüista Noam Chomsky- que durante décadas negaban esta posibilidad comunicativa, explican en una entrevista con Efe.

Los Fouts fueron continuadores de los trabajos iniciados en los 60 por otro matrimonio -los también psicólogos Allen y Beatrice Gardner- a quienes la NASA cedió la chimpancé Washoe después de que la agencia espacial abandonó su investigación con "chimponautas".

Cuatro palabras en seis años.

Washoe fue introducida en un ambiente humano donde sólo se hablaba el lenguaje de sordomudos, una vía muy diferente a la de equipos que, décadas antes, habían intentado enseñar lenguaje oral a una chimpancé que en seis años sólo pudo pronunciar, y no claramente, cuatro palabras: "mamá", "papá", "taza" y "arriba", explica Roger simulando los sonidos que salieron de la boca de la primate.

Los Gardner y su equipo, donde Roger era becario, creían que la vocalización de los chimpancés era involuntaria, como el sonido que hace un humano si se golpea el dedo con un martillo. Apostaron por aprovechar el movimiento natural de sus manos (como utilizan los ejemplares salvajes, con dialectos propios) y decidieron criar a Washoe como una niña sorda, con el lenguaje de signos de EEUU.

La primate aprendió más de un centenar de signos viendo cómo se comunicaba el equipo, y así podía pedir comida o que le rascasen, o expresar conceptos complicados como "estoy triste" o pedir perdón.

Demasiado 'humana'.

Pero la vida doméstica con Washoe se hizo complicada. Cuando los Gardner decidieron cederla a un centro de Oklahoma, Roger no quiso dejarla sola en aquel laboratorio -donde iba a pasarlo mal en jaulas junto a unos congéneres a los que llamaba "bichos negros"- y logró que la trasladaran con él a Washington para seguir investigando, hasta la muerte de la chimpancé en 2007.

En todos estos años, el matrimonio de investigadores, que ha pasado por Barcelona invitado por CosmoCaixa y la Fundación Mona, pudo ver cómo Washoe trasladó el lenguaje a su "familia", Tatu, Dar y Loulis -una cría adoptada que aprendió los signos sin intervención humana- hasta niveles sorprendentes: llegaban a hablar ellos solos mientras "leían" una revista, ya que son capaces de poner nombre a lo que ven en las fotos (bebida, comida, helado, zapatos...).

"Hablan como una familia; si unos discuten, se intenta poner paz; cuando Loulis le quitaba una revista a Washoe, ella le maldecía y le decía 'sucio'", explica Deborah, que indica que los primates también saben utilizar los signos para mentir.

Así se ve en una grabación en la que Dar hizo creer a Washoe que Loulis le había pegado y se tiró al suelo señalándole y pidiendo con signos a su madre un "abrazo", que además acabó regañando al supuesto agresor, una infantil malicia típica de Bart Simpson o de un delantero en el área pequeña.

La poesía de los grandes simios

Más sorprendente si cabe fue otra grabación en la que uno de los chimpancés repetía "llorar, llorar; rojo, rojo; silencio, silencio; divertido, divertido", un enigma para el equipo hasta que un amigo poeta de la pareja apuntó que los signos de estas palabras eran similares y que se trataba de una aliteración de la lengua de signos, ¡¡una composición poética!!

"Hay evidencias de que son capaces de aprender los signos, de ordenarlos y conversar, tienen una sintaxis, incluso son capaces de inventar y transmitirlos", remarca Roger Fouts.

Aunque se jubilarán de su trabajo en la universidad para dedicarse a sus cinco nietos a los que ven poco, reconocen que seguirán yendo a ver a sus otros "nietos" chimpancés. "No podemos decirles que tenemos 68 años y nos jubilamos; iremos a verles aunque ya no cada día", adelantan.

Los Fouts están satisfechos de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña y confían en que se extienda al resto de España. "Con nuestros compañeros animales hemos tenido una relación de explotación, los hemos tratado como esclavos; ahora, aunque poco a poco, al menos estamos pasando al camino de compasión", afirma esperanzado el científico, crítico con el trato que aún se da a los chimpancés en muchos laboratorios de EEUU.

La pareja lamenta que la difusión de sus sorprendentes investigaciones no hayan servido para detener el maltrato a estos primates, pero confía en que éstas lleguen a las escuelas y que provoquen un cambio de actitud en las nuevas generaciones.

jueves, 28 de abril de 2011

Definiciones de Retórica

Tomado del blog Árbol de la retórica:

Aristóteles: La Retórica es “la facultad de descubrir en cada caso particular los medios que son adecuados para la persuasión”
Francis Bacon (1561-1626): “La Retórica es la aplicación de la razón a la imaginación para movilizar mejor a la voluntad”
A. Richards: “La Retórica es el estudio de los malentendidos y sus remedios”
Erika Lindemeann: “La Retórica es una forma de razonamiento sobre las probabilidades, basado en los acuerdos que la gente comparte en tanto que miembros de una comunidad"
Francis Christensen: “La Gramática postula el mapa sobre lo posible; la Retórica da cuerpo a lo posible asentándolo sobre lo deseable o lo efectivo. La cuestión clave de la retórica es cómo saber qué es lo deseable o preferible”
Sonja and Karen Foss: “La Retórica es el desempeño que tienen los principios humanos cuando se utilizan símbolos para comunicarse con el Otro…”
Boecio: “La Retórica trata con los discursos que a su vez dependen de la construcción de hipótesis, esto es, cuestiones que están rodeadas de una gran cantidad de determinaciones dadas en el tiempo y en el espacio, y con lo cual se comprende que, en todo momento donde se pone en marcha una tesis, es por que ésta encuentra una conexión con esas hipótesis. Las determinaciones son: Quién?, Qué?, Dónde?, Con ayuda de quien? Porqué?, De qué manera? En qué momento?”
Kenneth Burke: “Lo que fundamentalmente concierne a la Retórica es la manipulación de las creencias humanas para fines políticos… la función básica de la Retórica es el uso que los agentes hacen de las palabras para producir actitudes o para inducir a ciertas acciones a otros agentes humanos”
Lloyd Bitzer: “En suma, la Retórica es el modo de alterar la realidad no a través de la aplicación directa de energía a los objetos, sino mediante la creación de un discurso que puede cambiar la realidad a través de la mediación del pensamiento y la acción”
Anónimo del siglo XV: "La Retórica es la ciencia que refresca el hambre, que hace que el mudo hable, que el ciego vea, y que nos permite evitar que cometamos cualquier ineptitud con nuestra lengua"
Mark Backman: “La Retórica trata con las estructuras artificiales de la realidad cuya compleja composición constituye lo que llamamos cultura. Somos injustos al definirla sólo como comunicación… la Retórica es en sí misma un arte estructurante. Como arte de la persuasión, sus materiales son palabras e imágenes, sentencias y párrafos, argumentos y ejemplos, todos los cuales son utilizados para organizar las respuestas y las acciones de una audiencia dada. Como actitud ante la vida, la Retórica suscribe todos los tipos de procesos y métodos que intentan producir un orden frente al caos”
Donald Bryan: “La Retórica es el método, el órganon de los principios para decidir mejor las cuestiones que son indecidibles, para arribar a soluciones ante los problemas que son irresolubles, para instituir un método en esas fases vitales de la actividad humana donde no existe un método inherente a la materia de la que se ocupa una decisión. El arte de resolver este tipo de problemas es la Retórica"
Thomas Farell: “La Retórica es el arte colaborativo que guía las decisiones frente al juicio público en relación a materias sobre las cuales no se puede decidir a través de la fuerza o la experiencia”
William F. Imscher: “La Retórica es el estudio de los paradigmas que organizan las relaciones humanas; de las implícitas pero inviolables reglas con las que se vive en armonía social; de los acuerdos de los que toda comunicación, comprensión e identificación humana dependen”
George Briscoe Kerferd: "La superioridad de un logos sobre otro no es accidental, sino que depende de la presencia de dispositivos específicos. El estudio de esos dispositivos es el arte de la Retórica"
Richard McKeon: “El nuevo arte de la Retórica es un arte del descubrimiento. No es un método heurístico o una interpretación radical de las cosas, sino un arte de los tópicos o de la selección de los elementos que hacen posible el reconocimiento de nuevos hechos y que abre la percepción hacia estructuras y secuencias de las que no se tenía noticia”
o
David M. Berube: "La Retórica no se define sólo como el arte de descubrir los medios adecuados a la persuasión. En los últimos tiempos, se ha definido ya como un arte constructivo para la producción de conocimiento."
o
Edwin Black & Lloyd F. Bitzer: "Los estudios de Retórica se definen por su capacidad de explorar los procedimientos y las prácticas de la comunicación que tradicionalmente no son cubiertos por otras disciplinas de estudio"
o
Robert Ivie: "La retórica es un acto de crítica cultural circunstanciada, que se centra en el problema del chivo expiatorio, o de la demonización del Otro, y que afronta el correspondiente desafío de articular una cultura democrática más inclusiva"