domingo, 23 de octubre de 2016

La interpretación del Persiles cervantino

De Lanza, 23/10/2016:

Jesús Munárriz: "El 'Persiles' es un libro que casi nadie conoce, y sin embargo Cervantes lo consideraba el mejor de los suyos"

Acaban de reeditar el Persiles de Cervantes, uno de los textos menos frecuentados de su autor, ¿han querido rendir un tributo especial a Cervantes por su IV Centenario?

Habíamos publicado un libro importante hace 10 años, de un profesor alemán, Michael Nerlich El Persiles descodificado o la "Divina Comedia" de Cervantes. Entonces a partir de la publicación de este libro, yo mismo me metí en el tema cervantino, y concretamente en el Persiles, que leí y releí, y se me ocurrió que podríamos publicarlo para la conmemoración de la muerte de Cervantes porque, pese a la fama de su autor, era un libro que casi nadie conoce, y sin embargo Cervantes lo consideraba el mejor de los suyos, al menos de los de entretenimiento, que decía él. Además, es precisamente el libro que dejó listo en el momento de morir, porque el prólogo está fechado tres días antes de su muerte.

Como buen conocedor de este texto, ¿cuál es su esencia y su interpretación?

Hasta ahora nadie ha dado con una explicación muy clara de lo que pretendía Cervantes con este libro. Hay muchas teorías, de investigadores, catedráticos, que lo han interpretado como una afirmación cristiana por parte de Cervantes, posterior al Concilio de Trento, pero Nerlich lo interpreta como un intento de diálogo entre protestantes y cristianos; cuando se escribe el Persiles se acababan de separar las dos ramas del cristianismo, y de hecho, el libro arranca en una zona no determinada, pero que es del norte de Europa, tierras nórdicas, y los protagonistas salen de ahí y van a Roma, o sea que parte de tierras protestantes y llegan a Roma a ver al papa. Pero no hay una afirmación explícita de una cosa ni de la otra, aunque se puede interpretar efectivamente como un intento de unir a la cristiandad frente al enemigo común que en aquellos momentos era el islam, eran los turcos, que se habían apoderado del mediterráneo, y Cervantes había luchado en Lepanto contra ellos, de modo que tiene sentido.

¿Qué otros temas va a encontrar el lector en esta obra?

Hay muchos, es un libro de viajes porque arranca en el norte y acaba en Roma, pasando por Holanda, Inglaterra, Portugal, luego atraviesa toda España, subiendo por la costa mediterránea hacia Francia, atraviesa el norte hasta bajar por Italia y llegar a Roma, de manera que es un grandísimo viaje donde van apareciendo todos esos paisajes, y en cada sitio les van pasando cosas, de modo que es una suma de aventuras, de historias diversas, como el Quijote en parte es una historia de historias, pues también en parte el Persiles lo es.

La conferencia que va a protagonizar dentro de estos ‘Encuentros con Cervantes’, va a estar amenizada por una lectura dramática de algunos de los pasajes de esta obra,¿ cuál ha sido el criterio de selección y cómo se siente al poder escucharlo, después de haberlo estudiado y leído tanto, en las voces e interpretación de Cuetos y Galiana?

Respecto a la selección de los pasajes a leer, he procurado que se tratara de episodios breves, interesantes  y con vida propia, es decir, narraciones que se pueden aislar del resto del libro y que en unas pocas páginas empiezan y terminan, y cuentan una historia independiente del resto. Estoy seguro de que estos pasajes, leídos e interpretados por actores de la excelencia de Concha Cuetos y Manuel Galiana, descubrirán a los asistentes las maravillas de esta obra de Cervantes, a menudo eclipsada por la merecida fama de sus obras más conocidas.

La última historia de terror de Stephen King

Stephen King:

My newest horror story: Once upon a time there was a man named Donald Trump, and he ran for president. Some people wanted him to win. (6:37 PM - 21 Oct 2016)

("Mi nueva historia de terror. Hubo una vez un hombre llamado Donald Trump que se presentó a presidente. Algunos querían votarle para que ganara.")

Leer clásicos

Carlos García gual, "Los clásicos nos hacen críticos. Las grandes obras nos ayudan a entender aspectos esenciales de la condición humana: su mensaje se reinterpreta con los años, abre nuevos horizontes y moldea a personas más críticas e imaginativas", en El País, 21 OCT 2016:

Como señala Alfonso Berardinelli, los libros que calificamos de “clásicos” no fueron escritos para ser estudiados y venerados, sino ante todo para ser leídos (Leer es un riesgo, traducción de S. Cobo; Círculo de Tiza; Madrid, 2016). El renovado y largo fervor de sus lectores ha dado prestigio a algunos libros que se mantienen vivos a lo largo de siglos. Acaso por eso hay quien cree que esos escritos de otros tiempos no son de fácil acceso, son inactuales y se han acartonado por la distancia y están mantenidos por una retórica académica. Contra tan vulgar prejuicio me parece excelente el consejo de Berardinelli: “Quien lea un clásico debería ser tan ingenuo y presuntuoso como para pensar que ese libro fue escrito precisamente para él, para que se decidiese a leerlo”. Sin más, cada clásico invita a un diálogo directo, porque sus palabras no se han embotado con el tiempo, y pueden resultar tan atractivos hoy como cuando se escribieron, para quien se arriesga a viajar sobre el tiempo con su lectura.

Leer un clásico no presenta mayor riesgo que la lectura de algo actual de cierto nivel literario. Es decir, exige una vivaz atención, y tal vez cierta lentitud, para llegar a captar con precisión lo que nos dice por encima de los ecos de su trasfondo de época. Más allá de las convenciones de estilo, lo que caracteriza a un libro clásico es el hecho de que pervive porque fue interesante y emotivo y capaz de sugerir apasionadas lecturas al lector de cualquier época. Classicus quería decir en su origen “con clase” o “de primera clase”, según los mandarines de la crítica; pero los grandes clásicos no requieren lectores muy selectos ni con título especial, sino inteligentes y despiertos, porque versan sobre aspectos esenciales de la condición humana. Un libro clásico es el que puede releerse una y otra vez y siempre parece inquietante y seductor porque nos conmueve y cuestiona, a veces en lo íntimo, y, como escribió Italo Calvino, “siempre tiene algo más que decir”. Por eso se ha salvado del gran enemigo de toda cultura: el abrumador olvido (hablo de los libros, pero vale lo mismo para los clásicos de la música o de otras artes).

Creo que hay dos tipos de clásicos: los universales (que mantienen su vivaz impacto incluso a través de sus traducciones) y los nacionales (aquellos cuyo prestigio va ligado a la frescura y belleza de su lengua original). Así, Cervantes, Shakespeare y Tolstói resultan del primer grupo; y Góngora y Ronsard, más bien del segundo. Es evidente que la lista canónica puede variar según épocas. Solo los clásicos más indiscutibles han sobrevivido a las varias fluctuaciones de la cotización crítica. Virgilio y Horacio permanecen, mientras que Estacio ha desaparecido desde fines de la Edad Media, y el fabulista Esopo, ya en el siglo XX. Los clásicos más antiguos de Occidente son los griegos, que ya los romanos leían como tales y modélicos.

 Homero, Virgilio, Platón son mucho más cercanos de lo que se pudiera imaginar. Se han salvado del gran enemigo de toda cultura: el olvido

Y en su pervivencia los clásicos no viven momificados, sino que renuevan su mensaje. Porque la interpretación no está fijada, sino varía según las lecturas en una tradición que no sólo los conserva, sino que los reinterpreta. No leemos El Quijote como los lectores del XVII. La tradición literaria posterior puede modificar nuestra percepción de los temas y personajes descubriendo perspectivas diversas. Incluso cada lector puede matizar su reinterpretación. Después de leer a Kafka advertimos rasgos prekafkianos en autores antiguos. (Eso sucede también con los héroes míticos. La tradición renueva máscaras sobre figuras literarias; como sucede con Prometeo, Edipo, o Fausto y Don Juan, por ejemplo).

Por otra parte, también los logros de los estudios históricos nos hacen comprender mejor un texto, al descubrir nuevos aspectos de su contexto y su formación. Pensemos, por dar sólo un ejemplo destacado, en todo lo que sabemos hoy del mundo que evocan y el contexto en que surgieron los poemas homéricos, es decir, sobre la Ilíada y la Odisea. Ahora conocemos la época en que se forjaron esos cantares y el modo de componerlos mucho más que lo que sabían los eruditos de hace siglo y medio, y mucho más de lo que pensaban al respecto Platón y los filólogos de Alejandría. Nuestro conocimiento ha progresado gracias a tres audaces personajes: Heinrich Schliemann (que descubrió las ruinas de Troya), Milman Parry (que estudió la técnica de la épica oral arcaica) y Michael Ventris (que descifró el silabario micénico B). Ninguno de ellos era un académico ni un filólogo profesional, pero con sus estupendos logros abrieron un nuevo horizonte a nuestra mirada sobre lo homérico. Gracias a los nuevos datos arqueológicos conocemos mejor esa Edad Oscura que, en su nostalgia hacia un pasado más glorioso, dio un impulso decisivo a la épica con el canto y culto de los héroes micénicos.

Y, sin embargo, por encima de todos esos estudios, lo esencial respecto a la pervivencia de Homero sigue siendo la inigualable fuerza narrativa de su poesía. Lo que mantiene nuestra lealtad a la Ilíada y la Odisea como perennes clásicos no es su trasfondo histórico ni el manejo magistral de fórmulas y epítetos de larga tradición oral. Es la magnánima recreación con que un poeta recuenta los mitos heroicos a la vez que da a ese legado mítico una honda perspectiva trágica con figuras inolvidables. Es la sensibilidad del lector la que salva del olvido ese mundo de fascinantes héroes y fabulosos dioses, como hizo a lo largo de tantos siglos y tantas modas.

Hay evidentemente clásicos más fáciles de leer, es decir, textos en los que el lector entra fácil y queda pronto atrapado por su singular encanto, claro estilo y su fantasía o su emotividad. Por ejemplo, la Odisea, los poemas de Safo, Heródoto, El banquete de Platón o El asno de oro de Apuleyo, por citar sólo autores antiguos. Otros cuestan más, e incluso pueden producir cierto rechazo cuando están mal elegidos o forzados como lecturas obligatorias en edades inoportunas, arduos y difíciles de entender. Sin embargo, lo característico de los clásicos, bien elegidos y enfocados, es que su lectura deja siempre en la memoria un poso, una huella terca en nuestra imaginación, y aguzan nuestra mirada sobre aspectos importantes de la vida.

La escuela aún conserva su gran papel de difusión, pero de forma mutilada y desalentada

De todos modos hay que reconocer el gran papel que tradicionalmente la escuela asumía en la conservación y difusión de esos libros de largo prestigio. Aún lo conserva, pero de forma mutilada y desalentada. Que la escuela debe enseñar qué significan —para nosotros— los grandes libros, y estimular su lectura con entusiasmo para la formación del gusto y la crítica personal, no lo creen algunos pedagogos ni siquiera los políticos del ramo, poco ilustrados. Esas lecturas tropiezan con muchos obstáculos: planes de enseñanza que reducen la de la literatura a mínimos y profesores con escasa simpatía hacia textos de otras épocas. Muy bien lo analiza Marc Fumaroli en La educación de la libertad (Arcadia; Barcelona, 2007). Por otro lado, nuestros estudiantes, acaso con excepción de los más jóvenes, no frecuentan los libros de muchas páginas, atrapados por mensajes mínimos y raudos en diversas pantallas.

Los clásicos son inactuales: justamente eso es lo más valioso: hablan de cosas que están más allá del presente efímero, y abren otros horizontes y ofrecen ideas sobre el mundo que van mucho más allá de lo actual y cotidiano. Y nos hacen críticos, escépticos y más imaginativos.

Volviendo a algo ya apuntado. Leer a los clásicos debería acaso iniciarse en la escuela, pero es importante releerlos a lo largo de la vida, porque vuelvo a subrayar que siempre podemos entablar o proseguir el diálogo con ellos. Un curioso ejemplo es el de David Denby, que cuenta su personal experiencia en Los grandes libros (Acento; Madrid, 1997). Editor y escritor de éxito, decidió ensayar una curiosa experiencia: volver a los leer a fondo los clásicos. “En 1991, 30 años después de matricularme en la Universidad de Columbia, volví a las aulas, me senté entre los estudiantes de 18 años y leí los mismo libros que ellos. Juntos leímos a Homero, Platón, Sófocles, Kant, Hegel, Marx y Virginia Woolf. Aquellos libros…”. Me parece un ejemplo digno de imitarse: una aventura de escaso gasto que vale la pena ensayar. No es fácil: en ninguna universidad española hay cursos sobre los libros de esa lista. Pero cada uno puede intentarlo. Los clásicos siguen ahí, aún nos hablan y son de trato amable.

sábado, 22 de octubre de 2016

La vida en frases

La única manera de ser feliz es que te guste sufrir. (Woody Allen)

Si yo viviera mi vida otra vez, cometería los mismos errores... solo que más deprisa. (Tallulah Bankhead)

Nunca he visto una situación tan deplorable que un policía no pueda empeorar. (Brendan Behan)

Ríe y el mundo reirá contigo; ronca y dormirás solo. (Anthony Burgess)

No tomen la vida demasiado en serio; de todas maneras, no saldrán vivos de ella. (Bernard Le Bovier de Fontenelle)

Existen dos maneras de ser feliz en esta vida: una es hacerse el idiota y la otra es serlo. (Sigmund Freud)

Vida: Breve período que se divide en dos partes; durante la primera se desea que venga la segunda, y durante la segunda se desea que vuelva la primera. (Lina Furlan)

Si vemos la luz al final del túnel es la luz del tren que llega. (Robert Traill Spence Lowell)

La conciencia es una suegra cuya visita nunca jamás termina. (Henry-Louis Mencken)

'Si la vida te da limones, deberías hacer limonada. Y tratar de encontrar a alguien a quien la vida le dé vodka y hacer una fiesta'. (Ron White)

La distinción que encontramos en el infortunio es tan grande que si le decimos a alguien 'Pero ¡qué feliz es usted!' por lo general protesta. (Friedrich Nietzsche)

La vida es una especie de juego de azar donde todo el mundo piensa que el de al lado sabe qué está pasando. (Barbara Probst Solomon)

No hay respuesta. No va a haber ninguna respuesta. Nunca ha habido una respuesta. Y esa es la respuesta. (Gertrude Stein)

Un tonto nunca se repone de un éxito. (Oscar Wilde)

Errar es humano, pero sienta divino. (Mae West)

Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna... (Groucho Marx)

jueves, 20 de octubre de 2016

Los palacios del poder

El poder no es compatible con la gente: la detesta o la olvida. Luis XIV, por ejemplo, huyó de París y se diseñó en Versalles una ciudad más hermosa en miniatura y como siempre quiso, a la medida de su mundano y mitológico narcisismo. Pero ese modelo trascendió, porque, andando el tiempo, París llegó a ser otro Versalles: frío, limpio, geométrico, formal. Felipe II, su contramodelo, se había construido en El Escorial no un templo pagano, sino una cárcel católica y medieval donde acorazarse, semejante a la España que nos dejó: un erizo invertido, con pinchazos en vez de púas, reflejo del árido e inhóspito pedregal de Madrid. Ni siquiera su ejemplo llegó a trascender: el Siglo de Oro no abrió nada, sino que cerró para siempre España. 

Ambos palacios estaban bien rodeados de lo que más importaba a los reyes: un amplio coto de caza con leyes mortíferas también para los furtivos: ningún monarca tuvo para con ellos piedad alguna y los condenaron a muerte: la nobleza no gusta solo de matar animales, sino a hombres; en época más arcaica incluso se los comía.

Llamo cárcel al monasterio de El Escorial porque eso le parecía al poeta italiano Giosuè Carducci, imbuido de ideales de libertad que le volvieron incluso un Rubén Darío renovando la anquilosada métrica italiana como hizo este en la española; pero el laberíntico edificio de Juan de Herrera era en realidad una trinidad absoluta: monasterio, palacio y tumba / Padre, Hijo y Espíritu Santo. O sea, el cuarzo, feldespato y mica que forma el granito de su materia prima constituyente. Ahora solo nos parece el pudridero adonde fue a parar un siglo de oro ajeno, en primer lugar, porque fue sustraído a los indígenas y, en segundo lugar, porque se lo llevaron los genoveses, como ahora se llevan los de Génova cuanto no ande atornillado al suelo, que el robar no se va a acabar.

Los actuales reyezuelos de España, domésticos y grises, que no lucen corona ni cetro como los ingleses (también es verdad que estas joyas se las llevó José Bonaparte I a Filadelfia, donde las vendió) prefieren hacer nada, que es lo que mejor hacen los reyes españoles, en una sede más hogareña; el cascote impresionante del Palacio Real lo dejan para recibir embajadores. Nuestros presidentes, por el contrario, hacen su manida en lo que, con buen juicio, bautizó Leopoldo Calvo Sotelo, el único algo escritor entre ellos, Complejo de la Moncloa, más por lo que agobia y abate que por sus crecientes anexos, alguna vez poblados por un bosque suicida de bonsáis o por canchas de pádel para torpes, pero también por telefonistas y asesores sin cuento o con mucho cuento, que tanto da.

La verdad, a uno le van más los decadentes y modestos palazzi de que está llena la melancólica y medio muerta república de Venecia. Era un cementerio otoñal y encantado para Proust (un zoo-gallinero para lord Byron), pero por sus canaletos discurrieron, además, Mozart, Chateaubriand, Goethe, Monet, Turner, Wagner, Ruskin, Hemingway y nuestros Fortuny y Nieva (quien, por cierto, se enamoró allí de la condesita Adriana Marcello), entre tantos otros ilustres extranjeros como tuvieron la suerte de albergarse en un palacete con frío en los pies, entre ellos Auguste Renoir, a quien ahora  han colgado en el Thyssen. Sus visiones de Venecia impresionan incluso más que sus pelirrojas morropintadas, tan eróticamente perturbadoras como las doncellitas de su Piano lesson; otros disfrutarán más quizá en la broza de luz y hojas de sus festines parisinos.

Los setenta palacetes venecianos, casi todos a lo largo del Gran Canal, estimulan con sus fantasmas y sus historias; todo el mundo, incluso los reumáticos, debería fallecer después de morar en ellos, como el desleído músico de Visconti, no ya entre notas de Mahler, sino entre los reflejos acuosos y coloridos de tantos pintores y cortinajes rúbeos como han formado la escuela veneciana desde Carpaccio a Tiépolo, pasando por descontado por Giorgione, Bellini, Tiziano, Tintoretto, Canaletto y Guardi.

Los primeros palacios realmente monumentales datan del siglo XIII, dos siglos después de que el serenísimo Dogo estableciera la ceremonia de los esponsales de Venecia y el mar; la mayoría perteneció al patriciado urbano, a la nobleza o a ilustres marinos que doblegaron al Turco de la Sublime Puerta; pero a los españoles nos interesaría especialmente el de Michele (o Michiel, en dialecto véneto) dalle Colonne, poco después del Ponte di Rialto, en la ribera derecha entrando por el mar, porque fue el serrallo de un ilustre donjuán (o Don Giovanni, cabría decir; está visto que, siendo veneciano Casanova, algo también le tenía que tocar), el duque de Mantua Ferdinando Carlo Gonzaga, que aparece retratado en El castigo sin venganza de Lope de Vega. Aquí traía el vejestorio a todas sus amantes durante el Carnaval, se dice. Pero hoy en día en el Carnaval de Venecia la gente se disfraza de lo que quiere ser, no de lo que son en realidad, como ocurre en, valga la comparación nefanda, Miguelturra, así que uno podría enamorarse o morirse allí en un hermoso ballo di maschera; por desgracia hoy el palazzo ha sido convertido en un prosaico registro civil. En Ca' d'Oro el príncipe ruso Alejandro Trubetzcoy, emparentado con el famoso fundador de la fonética Nicolái, le hacía el amor a la hermosa vedette María Taglioni. Pero a nosotros nos interesa más entre Les pierres de Venise de Ruskin el palacio que compró el hijo del pintor modernista catalán Mariano Fortuny, pintor, escenógrafo y fotógrafo él mismo también, que hoy alberga su museo. Sin embargo el patio está hecho una mierda: solo hay que ver lo desportilladas que andan sus paredes comidas por la hiedra. Cuenta mucha historia: allí representaron muchas piezas de teatro renacentista (luego vendría, en el XVIII, el ilustre veneciano Carlo Goldoni). Albergó además, también en ese siglo, la Academia musical de los Orfei, que luego se instaló en la Fenice. Por la tertulia de Fortuny se pasearon Proust, D'Annunzio y las Duse, Duncan y Bernhardt. Por último, y para terminar con una anécdota, en el palazzo Labia, el ilustre y rico anfitrión arrojaba tras cada comida la vajilla de oro por la ventana a la voz de "L'abia o non l'abia, sarò sempre Labia" ("Tenga o no tenga, seré siempre Labia"); omnia mecum porto, vamos; pero la leyenda añade que, como el personaje no era tonto, una red sumergida bajo el canal permitía recoger la vajilla tras la partida de los invitados. 

La desprotección de los funcionarios que denuncian corrupción

Dolores González Pastor "Hay que proteger a los funcionarios que denuncian la corrupción", Huffington Post, 19/10/2016.

¿Cuántos casos ya judicializados pueden investigarse gracias al testimonio de funcionarios valientes? ¿Cuántos podrían haberse prevenido a tiempo?

¿Hay que ser un héroe para ser responsable, para ser cívico? Si la respuesta es sí, comprenderemos que tramas auténticamente mafiosas hayan podido extenderse y carcomer gobiernos locales y autonómicos. Los "casos aislados" ya no son creíbles: la magnitud de los indicios evidencia colaboradores necesarios, y tristemente, testigos silenciosos. El caldo de cultivo de la impunidad.

Desde que en 2000 veinticinco países de la UE -entre ellos España- ratificasen la resolución de Naciones Unidas Contra la Corrupción, casi todos han desarrollado leyes específicas para proteger al whistleblower, alertador o denunciante de corrupción. Estas leyes amparan, antes de llegar a la vía judicial, al denunciante de malas prácticas en el ámbito público, a veces también en sectores privados específicos (por ejemplo, el financiero). EEUU, Reino Unido, Japón, Israel, Nueva Zelanda, Canadá, Holanda, Corea del Sur, Francia, Italia, Austria, Bélgica, Irlanda... Solo cuatro países de la OCDE no han escrito ni una línea dieciséis años después, entre ellos, España.

Ciudadanos ha incluido un capítulo específico en la Ley Integral contra la Corrupción presentada recientemente en el Congreso. En la Asamblea de Madrid hemos propuesto, por segunda vez, crear una Autoridad independiente del Gobierno que ampare a funcionarios denunciantes en la Comunidad y ayuntamientos.

Queremos una Autoridad a la que los denunciantes puedan dirigirse, más protectora que fiscalizadora. Que preserve la identidad del denunciante, su estabilidad personal y laboral. Que ampare el derecho a asistencia jurídica de los denunciados en las investigaciones. Que respete la independencia del Poder Judicial y derive a este los indicios de delito. No queremos una Autoridad antifraude juez y parte del Gobierno de turno, como han defendido Ahora Madrid y el PSOE en el ayuntamiento de la capital, o el PP en Castilla y León.

Por segunda vez, el Partido Popular, como partido conservador de poder que es, ha votado en contra. Nos ha llamado "antipolíticos" y "antiliberales". Ignoran que son Gobiernos de corte liberal y reformista quienes impulsan siempre estas medidas.

Y en su deriva, el Partido Socialista, con su abstención, ha vuelto a bloquear la iniciativa. Lo llevaban en su programa, lo incluyeron en el acuerdo de investidura con Ciudadanos (como el PP) y han cruzado los límites apoyando la Oficina Antifraude de Carmena, que más parece una Comisaría Política.

En Madrid, de momento, la protección al denunciante tendrá que esperar

martes, 18 de octubre de 2016

Entrevista al Gran Wyoming, que presenta un nuevo libro

El Gran Wyoming: "¿Por qué tiene que gobernar el PP si la gente no quiere eso?", Huffington Post, 18-X-2016 

Jose Miguel Monzón pertenece a "una generación que conoció los campos de Castilla tal y como los vio el Cid camino del destierro". Tiene 61 años, es del madrileño barrio de La Prospe (Prosperidad) y ha ejercido de médico, humorista, actor, músico y, durante los últimos diez años, presentador del programa El Intermedio. El Gran Wyoming acaba de publicar su séptimo libro, ¡De rodillas Monzón!, en el que narra cómo vivió la recta final del franquismo durante su niñez y su juventud.

A pesar de que a Wyoming no le gusta el papel de referente de la izquierda -"creo que es de los papeles más incómodos que hay"- e intenta ceñirse al tema de su nueva obra, resulta casi imposible no preguntarle por la situación política española. "Yo manifiesto mi opinión porque estoy más protegido, soy de las pocas personas que, por desgracia, en este país donde se supone que hay libertad de expresión, puede opinar sin que le pase algo", explica a El Huffington Post. "A veces me veo en la obligación de hablar por los que no pueden", dice. Es el objetivo de muchas críticas de la derecha porque "está en su naturaleza; no tienen rivales, tienen enemigos a los que hay que batir como sea".

Considera que la división de la izquierda y la dificultad para formar un gobierno progresista los últimos meses "es lo normal" y que "lo que no es normal es que la derecha esté siempre unida". Para él, "la división es un acto de coherencia". "También son normales los gobiernos de coalición, aunque aquí no tenemos tradición", continúa. "Me duele mucho que el PSOE diga que con 85 diputados no se puede formar un gobierno, ¿cómo que no? Lo que tienen que lograr son los apoyos necesarios". Cree que "estos señores lo que buscan es volver a la situación de privilegio que tenían, el bipartidismo, pero es normal que haya fricciones".

El hecho de que el PSOE se esté planteando abstenerse para que Rajoy sea investido al mismo tiempo que se celebra el juicio por el caso Gürtel al Gran Wyoming le parece "terrible". "Los votos que no quieren que gobierne el PP son muchísimos, el doble; así que cuando se habla de que tiene que gobernar el más votado me parece una tomadura de pelo, es ridículo", lamenta. "Sólo Podemos y el PSOE juntos tienen un millón más de votos que el PP, ¿por qué tiene que gobernar el PP, si la gente no quiere eso?", se pregunta. Asegura que "cuando el PSOE dice que está dispuesto a abstenerse para que gobierne el PP porque es lo que quiere la gente, miente a sabiendas".

Wyoming tiene tres hijos que pertenecen a las nuevas generaciones que se están enfrentando a las consecuencias de la crisis (precariedad, inmigración, subida de tasas universitarias...) "Me parece absolutamente injusto", señala sobre la situación de los jóvenes en España, "soy totalmente partidario de la igualdad de oportunidades y por eso no soporto esta generación de políticos crueles que vienen de familias privilegiadas y que quieren acabar con estas cosas. Quieren que los ricos sigan siendo los mismos y los pobres no tengan acceso a la cultura ni a los estudios".

"Con este libro quería recordar que detrás de toda gran estrella hay un ser humano", bromea el presentador que, al contrario que la editora que le acompaña (que asegura que Wyoming "no para de hacer cosas"), explica que gracias a que no ha trabajado nunca, ha podido ser un observador objetivo de todo lo que pasa: "He tenido la suerte de no estar empleado nunca y eso me convierte en un observador frío y distante, eso me permite tener este tipo de recuerdos". Los escribe como una "maniobra de rescate" de la memoria personal, "como las que se llevan ahora en el Mediterráneo".

"Como creo que mi vida personal no tienen ningún interés, lo que he hecho ha sido contar mi punto de vista de todo lo que pasaba entonces, hasta los 17 años", dice. Según él, pertenece a "una de las últimas generaciones que tuvo una infancia feliz", a pesar de la enfermedad mental de su madre, que se perdió parte de la infancia de sus hijos por estar ingresada en el hospital. "Nunca se recuperó", escribe el autor, "cuando estudié medicina entendí lo que era la depresión, que era lo que ella tenía". "Ahora los niños no tienen la libertad que teníamos antes. Hay que dejarles su espacio. 24 horas de educación para ellos es una tortura", asevera.

La transición no fue gran cosa

Wyoming, que tuvo una breve experiencia con el Opus Dei y otra con la falangista Organización de la Juventud Española (OJE), también vivió la Transición. Aunque para él, "no fue gran cosa". "No fue el paso de la dictadura a la democracia, fue la reconversión de la dictadura en democracia", opina.

El primer contacto consciente que tuvo el joven Monzón con la dictadura fue al entrar en la universidad para estudiar Medicina: "Cumplí los 17 años sin haber oído la palabra comunismo. No era consciente de lo que era una dictadura, creía que todo el mundo era así". "Cuando entré en la carrera hubo un boicot a los exámenes y la universidad estaba tomada por policías con metralleta", recuerda, "cuando tuve que atravesar la barrera de agentes para entrar en la facultad, comprendí que ellos eran los malos".

El Wyoming de hoy se considera "un hombre intoxicado por la información": "Estoy destrozado por la realidad que cuento cada día". Asegura que con el tiempo ha visto "lo que se ha movido hacia la derecha este país: lo que antes era derecha ahora es centro y también han dicho que yo soy de extrema izquierda y antisistema".

Tiene clara una cosa: la generación del 55 "es la mejor". Pero no se siente nostálgico, ya que lo que vivieron sus padres y abuelos "fue una mierda". "Viví cosas como mayo del 68 o la liberación de la mujer y tengo claro que la generación de mis hijos va a sufrir muchísimo más que la mía", asegura El Gran Wyoming quien insiste en que a día de hoy, para una familia obrera con cuatro hijos es muy difícil mandar a todos a todos a la universidad por la carga económica que supone. "Están creando una nueva clase dominante", denuncia el que un día fue un niño que corría por los descampados de Prosperidad.

Entrevista a Patrick Süskind

El día 22 de septiembre es publicada la entrevista realizada al escritor Patrick Süskind por Lester Oliveros en Guatemala.

El autor del Best Seller El Perfume vive retirado de todo. Muchos periodistas han buscado una entrevista, y él les ha dicho con voz definitiva que dará una entrevista cuando cumpla 70 años. Me he saltado su muro y he llegado tan sólo con un lapicero y una libreta. Lo veo llegar y se sienta. Bebe un Wiskie en una taza y sólo sé que es Wiskie porque el aroma se esparce. Le digo, sin que me pregunté, que solamente quiero hacerle tres preguntas, y él me responde que eso ha venido oyendo desde que su novela se ha prostituido por el mundo.

-Jean-Baptiste Grenouille soy yo, y también soy todos los demás- me dice.

-Y ¿por qué no ha querido dar más entrevistas?

-No he dado entrevistas nunca, siempre he trabajado, no tengo tiempo para gente que verdaderamente le quita el tiempo a uno. Y he dicho, y usted debe saberlo, que yo no vivo, yo escribo. Y me resultan insultantes algunas interpretaciones al libro.

-Habla de El Perfume.

-Hablo de mi libro total. Un libro no es sólo un par de páginas, un libro es una obra total, y si el lector es atento puede encontrar señales mías hasta en los guiones tediosos que yo escribía para ganarme la vida. Ya ve ahora vivo acá en mi adorado rincón del paraíso, Starnberger es tan saludable con su aroma campestre, y el lago no lo cambió por nada. La novela me cambio la vida, estuve un tiempo estudiando el olfato y una temporada en la perfumera Fragonard, y han dicho tanto sobre mi retiro. Lo que más me ofendió fue algo sobre cómo el carácter de mi padre influyo en mi retiro.

-Cree que lo ha salvado su aislamiento de caer en el bloqueo literario o repetirse.

-No, mire empezare por algo, yo viajo mucho a París, no soy un anacoreta como han dicho, tengo amigos, uno de ellos es Sempe, y hacemos fiestas donde acuden ciertas personas, no más de cinco, y hablamos de la vida, pero ningún ser humano puede vivir marginado, y mi marginación tiene el lujo de ser voluntaria, en fraternal apoyo a los que son marginados por voluntades ajenas.

-¿Qué le pareció la película?

-No la he visto, ni la veré. Una tarde me llamó el director pidiéndome ayuda para una escena, actué por un momento el papel del villano y lo mande al diablo, y después me reí tanto que terminé en el sanitario tomándome un Wisky a la salud de lo imposible, sólo con esa anécdota ya puede entender lo que pienso de la película, y me dolió vender los derechos a Bernd Eichinger y que terminara haciendo una película que está en contra de lo que el personaje transmite.

-¿Qué transmite su personaje?

-¿Usted leyó el libro?

-Sí.

-Y me imagino que vio la película.

-Sí, la vi, y creo que sé a lo que se refiere, y no digo estas cosas fácilmente, creo que ninguna película se parece a su concepción original, Flaubert, si me permite citarlo, decía que nadie se imaginaría el ritmo con que sonaban las palabras en su mente, y en cuanto a su libro en particular, es poesía lo que logra el efecto sonoro de los aromas, algo que sólo un director inconcebible lograría.

-Me ha dejado usted sin palabras, y claro que dejo que cite a Flaubert, si él no me hubiese enseñado a recolectar datos obsesivamente no hubiera logrado dar coherencia temporal a lo que imaginaba.

-Una última pregunta Sr. Süskind… ¿Por qué me concedió esta entrevista a mí?

-Porque no te conoce nadie -me respondió.

domingo, 16 de octubre de 2016

Cuatro estilos de aprendizaje


Adaptadores, asimiladores, divergentes o convergentes son los cuatro estilos de aprendizajes, según David Kolb. Hay personas que se leen hasta la letra pequeña de los manuales mientras que otros se lanzan a pulsar todos los mandos para ver qué ocurre. No es ni bueno ni malo. Simplemente, nos da pistas de nuestra manera de aprender. Veamos los cuatro tipos de aprendizaje que existen para identificar cuál es el tuyo.



Quieres hacer un viaje con tu pareja y uno de vosotros necesita leer hasta el mínimo detalle sobre el sitio a donde vais, mientras que el otro se pone de los nervios porque preferiría lanzarse a la aventura. O en una reunión de trabajo un compañero no para de dar ideas sin concretar nada, mientras que a otro le agobia no trabajar en una sola. ¿Has vivido algo de esto? Si es así, bienvenido a los diferentes modos de aprender y a sus dificultades (y oportunidades).

En 1984 un profesor universitario, David Kolb, descubrió que los adultos tenemos distintas maneras de aprender que dependen de cómo percibamos la realidad y de cómo la procesemos. Hay personas que captan la realidad fundamentalmente a través de la experiencia y otros, creando teorías. Los primeros son más empáticos y tienden a hacer varias tareas al mismo tiempo (multiplicidad). Es más, si no lo hacen se pueden aburrir soberanamente. Los segundos prefieren centrarse en una sola tarea, se manejan muy bien en la teoría y se perderían con varias cosas al mismo tiempo (unicidad).

No todos captamos la información igual: algunos la procesarán si se ponen manos a la obra (acción) y otros si reflexionan sobre lo que observan (pensamiento).

Con respecto a la manera de captar la información, algunos la procesarán si se ponen manos a la obra (acción) y otros si reflexionan sobre lo que observan (pensamiento). Pues bien, las anteriores características definen los ejes de las maneras de aprender y de los cuatro estilos. Veámoslos con algo más de detalle:

Adaptadores o los “hacedores”

Difícilmente leerán un manual. Son el resultado de la multiplicidad y la acción. Prefieren trabajar rodeados de personas y se buscan la vida para conseguir recursos y alcanzar resultados. Les gusta asumir riesgos y saben adaptarse a las circunstancias. En una empresa abundan en los departamentos de ventas. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿cuándo?

Asimiladores o expertos en la conceptualización

Su estilo es opuesto a los adaptadores. Son extraordinarios creando modelos teóricos y definiendo claramente los problemas. Les interesan más las ideas abstractas que las personas, por lo que no es de extrañar que destaquen en el campo de las matemáticas o de las ciencias. En una empresa pueden estar en posiciones de investigación o de planificación estratégica. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿por qué?

Divergentes o los reyes de las mil y una ideas creativas

Todos tenemos un estilo de aprendizaje definido pero para desarrollarnos mejor personal y profesionalmente conviene estar con personas que nos complementen y cuyo estilo esté en el extremo del nuestro.

Disfrutan analizando los problemas en su conjunto y trabajando con personas. Son empáticos, emocionales y ocurrentes. No es de extrañar que lancen un sinfín de propuestas diferentes en una reunión. En este estilo se encuentran artistas, músicos y todos los creativos en el mundo de la empresa. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿y si…? o ¿por qué no?

Convergentes o el poder de la aplicación en una sola cosa

Son los opuestos a los divergentes. Necesitan la aplicación práctica a las ideas para testar teorías o resolver problemas. Se pierden con muchas alternativas. Sin embargo, son excepcionales en situaciones donde haya un único camino para ser resueltas. Muchos ingenieros se enmarcan en este estilo de aprendizaje. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿para qué?

Como es de imaginar hay personas cuyo estilo de aprendizaje está más marcado que otros como, por ejemplo, Sheldon Lee Cooper, protagonista de la serie The Big Bang Theory, quien es un asimilador total. Lo normal es que no sea así y que todos tengamos un poco de los cuatro aunque nos solamos sentir más cómodos con uno.

En definitiva, todos tenemos un estilo de aprendizaje que nos define más que otros y para desarrollarnos mejor en lo personal y profesional sería recomendable estar con personas que nos complementaran y cuyo estilo estuviera en el extremo del nuestro. Por ello, si eres de los que no lees los manuales, estáte cerca de quienes disfrutan haciéndolo (o viceversa). Porque más allá de este hábito, existe una manera interna distinta de percibir y de procesar la realidad que te puede ayudar a mejorar y a superarte a ti mismo en muchos otros ámbitos de la vida

sábado, 15 de octubre de 2016

Aventuras del matemático liberal ciudadrealeño José Núñez de Arenas

Hasta hace poco no se sabía nada sobre el matemático, periodista y revolucionario liberal José Núñez de Arenas, ni siquiera que era de Ciudad Real. Pero el economista de la Universidad de Málaga Luis Robles Teigeiro me ha comunicado una interesante investigación sobre esta aventurera figura de nuestra historia cultural que prolonga y complementa mis trabajos sobre sus parientes Manuel Núñez de Arenas y Fernando Camborda y sus amigos Pedro Estala y Félix Mejía, todos ellos coterráneos suyos. No poca satisfacción me ha cabido al constatar, por enésima vez, que estos personajes manchegos siguen interesando más a gente de fuera de La Mancha y del extranjero que a sus propios connaturales.

La investigación de Robles Teigeiro es muy rigurosa y documentada; se trata de una contribución de primer orden. Confirma, como ya apuntaba yo, la existencia de un importante núcleo ilustrado de escritores y pensadores de sesgo godoyista en la provincia de Ciudad Real, con raíces especialmente en la capital y en Daimiel, que irá evolucionando hacia el liberalismo.

A este grupo pertenecían el párroco de Santiago Sebastián de Almenara, quien escribía poesía y crítica literaria neoclásicas en el Semanario de Salamanca y en el Diario de Madrid bajo el sobrenombre de "Lidoro de Sirene"; el helenista y editor daimieleño Pedro Estala, un escolapio amigo de Godoy y cabeza visible de la academia matritense Pastores del Manzanares, que escribió también crítica literaria en la prensa madrileña bajo el sobrenombre de "El censor mensual"; su compañero de orden, el astrónomo y matemático ciudarrealeño Salvador Jiménez Coronado, fundador del observatorio astronómico de Madrid que se instaló en la cumbre de la Cuesta de Moyano auspiciado por Godoy y que, diputado en las Cortes de Cádiz, fue además inventor de la telegrafía óptica y traductor de Euler; el abogado, periodista y poeta satírico afrancesado y masón Fernando Leandro Camborda y Núñez, más conocido en Madrid que aquí; su tío, el naturalista ilustrado Manuel Núñez de Arenas, asiduo colaborador científico del Memorial Literario de Madrid y autor de interesantes artículos sobre vulcanismo, electricidad, enología, geología y meteorología; el abogado y revolucionario liberal Félix Mejía, de descomunal obra periodística en España y América, autor de la primera novela histórica publicada en español en el Nuevo Mundo, el Jicoténcal (Filadelfia, 1826), así como de obras biográficas esenciales sobre Fernando VII y los liberales y una interesantísima obra teatral y poética; y este citado militar, matemático, periodista y revolucionario liberal, pariente de Manuel Núñez y de Fernando Camborda, José Núñez de Arenas y Palacios (3 de julio de 1784, Ciudad Real - 1861, Murcia).

José Núñez de Arenas y Palacios tuvo una muy vistosa familia lateral descendiente de uno de sus hermanos, también ciudarrealeño, don Leoncio Núñez de Arenas. En efecto, uno de sus dos hijos fue el famoso periodista, gramático, académico de la RAE y catedrático de literatura de la Universidad Central Isaac Núñez de Arenas y de él desciende el historiador de la emigración liberal en Francia y del movimiento obrero español Manuel Núñez de Arenas. Este último era, además, biznieto de Espronceda y, por cierto, poseía el único retrato al óleo de su antepasado ciudadrealeño José Núñez, según César González-Ruano ("La obra de un erudito español en Francia", Heraldo de Madrid, 24-IV-1928); sabe Dios dónde andará ahora. En cuanto a su relevancia para nuestra historia cultural bastará solo decir que Manuel Núñez es autor de unas Notas sobre el movimiento obrero español (1916) que Tuñón de Lara amplió hasta darles el título de Historia del movimiento obrero español (1979). Otro hijo asimismo de don Leoncio fue Bernardino Núñez de Arenas, quien fue (junto a los poetas Ros de Olano, Ventura de la Vega y Espronceda) uno de los fundadores del periódico El Siglo en 1834, puntal del Romanticismo... antes de transformarse, merced a la desamortización de Mendizábal, en un rico financiero y prestamista con intereses, al igual que la reina Isabel II, en la trata de esclavos; más adelante lo veremos.

A su tío, el matemático ciudadrealeño José Núñez de Arenas, debemos la idea de fundar, junto el famoso botánico Mariano Lagasca y el escritor Pablo Mendíbil, el Ateneo Español de Londres en 1828 durante su exilio.

Pero empezaremos por el principio. José Núñez de Arenas Palacios (apellidos que todavía podemos ver en algunos comercios de la ciudad) nació en Ciudad Real en 1784; su abuelo, Juan Ángel Núñez de Arenas, fue natural de "Daymiel", como se escribía entonces. Un tal Antonio Núñez de Arenas era también párroco allí en 1739 y la historia habla de otros parientes que fueron en esta villa terratenientes y jueces o desempeñaron incluso cargos políticos en municipios constitucionales a lo largo del siglo XIX; uno de ellos, por ejemplo, en el partido de Manuel Ruiz Zorrilla (El País, 2-VIII-1889).

José  empezó siendo oficial de artillería y llegó a ser una destacada figura del partido liberal; tuvo una intensa y ajetreada vida de aventurero, casi como la de Félix Mejía, a quien sin duda conocía porque eran naturales de la misma ciudad (y aun de la misma parroquia que, por cierto, es la mía). Compartían la misma ideología y los mismos amigos, y fue un masón sobresaliente que defendió con la espada (el cañón, habría que decir) y con la pluma el régimen constitucional.

Robles Teigeiro encontró su partida de bautismo:

Yo Bartolomé Alonso, cura párroco de esta iglesia parroquial de Santiago de Ciudad Real certifico que en el libro de bautismos que dio principio en el año de 1774 dice así: En la Ciudad de Ciudad Real en cinco días del mes de Julio de año de 1784, bauticé solemnemente en ella a un niño que nació el día tres de dicho mes, hijo legítimo de D. José Núñez Cerdán y de Doña Vicente Palacios, naturales de esa referida ciudad, al cual le puse por nombre José, Trifón, Joaquín, María: son sus abuelos paternos D. Juan Ángel Núñez de Arenas, natural de la villa de Daimiel y Doña Cándida Cerdán natural de ésta; y maternos D. Alfonso Palacios natural de la villa de Manzanares y Doña Paz de Almazán natural del Campo de Criptana, fue su padrino D. Fernando Camborda, su tío, a quien advertí en su obligación y parentesco espiritual.

Un expediente de su vida militar fechado en Valencia en 1835 y digitalizado en PARES permite conocer los inicios de su carrera y su participación en la Guerra de la Independencia. El doce de febrero de 1804 ingresó como cadete en el cuerpo militar de Ingenieros Cosmógrafos del Estado auspiciado por el matemático y astrónomo ciudarrealeño Salvador Jiménez Coronado, protegido por Estala y Godoy; en su escuela, situada en el parque del Retiro junto al Observatorio y dirigida por Jiménez, alcanzó a tener entre sus profesores al famoso matemático valenciano Joseph Chaix Isniel (1766-1811), subdirector de la misma, antes de que este cuerpo fuera desbaratado y disuelto por una de las múltiples conspiraciones antiilustradas contra Godoy en ese mismo año. En 1808 se incorpora a la guerra contra Napoleón y es promovido a Subteniente del Regimiento de Ávila de infantería de línea, escapando al menos de dos cautiverios.

La primera vez fue tras la defensa de la Plaza de Madrid por diciembre de 1808, cuando fue hecho prisionero y logró fugarse robando a los enemigos un cañón de a 4 y un carro de municiones que presentó en el Ejército de Extremadura. Permaneció en él peleando en acciones generales y algunas particulares durante todo 1809, sirviendo como comisionado para construir sobre el Tajo, por orden del general Gregorio García de la Cuesta, un puente militar de pontones transportado desde Badajoz porque el de piedra de Almaraz había sido cortado en febrero; por él pasó el ejército hispano-británico hacia la batalla de Talavera. Después lo enviaron a reforzar el Ejército del Centro que se hallaba en La Mancha, y se encontró en las acciones de Santa Cruz de Mudela, Madridejos, en las tres de la Cuesta del Madero y en la larga batalla de Ocaña en noviembre, donde fue hecho prisionero de guerra por segunda vez. En 1810 volvió a fugarse en la frontera de Francia y se presentó en Valencia, donde mandó tres baterías en el asedio que sufrió en marzo del mismo año por parte del mariscal Suchet. También se halló la acción y retirada del 17 de agosto y en la del 26 de noviembre. En mayo de 1811 le comisionaron también para que habilitase el paso en el reino de Aragón de las cortaduras de Albentosa, al sureste de la provincia de Teruel, y este y otros méritos le hicieron ascender a teniente (31-III-1812) después de la caída de Valencia. Entonces lo destinaron otra vez al Ejército del Centro y se halló en su retirada (enero de 1812) desde las Cabrillas a Alicante. Después lo comisionaron otra vez para construir un puente de barcas que Robles localiza en Mahora (Albacete), sobre el Júcar. Y el general Luis de Bassecourt y el Empecinado le ordenaron asentar una batería para defender un puente, probablemente el de Auñón sobre el Tajo (provincia de Guadalajara). Marchó luego con la división del general Pedro Villacampa desde Cartagena hasta Aragón desempeñando el servicio de caballería en guerrillas; en varias acciones capturó algunos prisioneros allí y en La Mancha (febrero).

En abril se trasladó al Ejército del Norte, hallándose en las acciones de las dos Amescuas (o Amescoas) navarras (Alta y Baja), donde utilizó por primera vez cohetes explosivos contra el enemigo (el primer uso de cohetes modernos Congreve se cita en España en la toma de Badajoz entre marzo y abril de 1812, por lo que éste realizado por Núñez Arenas puede considerarse uno de los primeros). Su implicación en este invento fue incluso más allá: años después José será enviado a Londres para adquirir cohetes que serán usados en la I.ª Guerra Carlista.

Concluyó la guerra y Núñez participa en diversas intrigas y pronunciamientos del ejército liberal contra el absolutista Fernando VII, lo que lo forzó a un largo exilio. Tal vez la primera fue en 1818 cuando, siendo capitán de artillería con destino en Madrid, se unió a la rocambolesca fuga del militar y aventurero Juan van Halen, tan bien contada por Pío Baroja. Y es precisamente Juan van Halen en sus Memorias quien escribe profusamente sobre José: lo pinta como un joven idealista y entusiasta que lo ayudó a escapar y lo protegió ocultándolo mientras se curaba de las heridas de su tortura inquisitorial. 

Núñez de Arenas, uno de aquellos amigos más diligentes, proveyendo obstáculos, había tomado la precaución, bajo lícitos pretextos, de hacerse con las llaves de un piso de casa para alquilar, hacia un barrio de los más lejanos de aquel donde nos hallábamos. Allí había hecho colocar un catre de tijera y dos sillas. Beida y Polo me condujeron á este paraje, y obligados á retirarse á sus casas, donde no les era posible alarmar con ausencias nocturnas á sus familias, me dejaron solo asegurándome que Núñez vendría muy en breve para acompañarme. En efecto, un instante después se apareció Núñez que, aprovisionado de fósforo, velas y comestibles, venía á pasar conmigo la noche.

El carácter naturalmente exaltado de Núñez y la vasta materia de que podíamos tratar dio pábulo á nuestros diálogos de aquella noche, cuyo silencio solo interrumpía la tos seca que me agitaba. Tendidos entrambos sobre el mismo lecho, se paraba muchas veces á contemplar las señales de mi brazo, que, más que mi relación, le revelaban el teatro de horrores de donde yo acababa de sustraerme… Núñez de Arenas, pasando, como ya he dicho, la noche conmigo, con su natural jovialidad me había detallado una gran porción de ocurrencias, ya desagradables, ya risueñas, que yo totalmente ignoraba… 

Al instante Núñez acudió al Conde de M*** que, vigilado muy de cerca por el gobierno, rodeado de espías de alta y baja clase, evitaba ciertos roces. El Conde puso en manos de Núñez una gran suma (que luego le fue devuelta) ofreciendo uno de sus mejores caballos y todo cuanto se necesitara para mi completa libertad.

Efectuada la huida, se resolvió formar un espionaje contra los mismos inquisidores y Núñez fue desde entonces uno de los más eficaces en esta especie de contramina. Él se había propuesto no perder de vista la red que tenía tendida á los que inútilmente me buscaban. Se había asociado al efecto con un antiguo amigo suyo de su mismo temple de alma y astucia, y entrambos (cada cual por su sendero) se habían repartido el provecho de la burla. Las circunstancias le abrían campo.

El marqués *** [el autor no da el nombre, pero hace referencia al Marqués de Mataflorida], hombre de la Inquisición, había por sí y ante sí organizado una tropa de espías que él pagaba á sus propias expensas. El ama de la posada donde él hospedaba tenía dos ó tres hijas jóvenes; Núñez visitaba hacía años esta familia, que le profesaba una estimación particular; una pared sencilla separaba el dormitorio de las señoritas del aposento del marqués. Núñez había encargado eficazmente á una de ellas que vigilasen el huésped, lo escuchasen y no perdiesen instante en saber cuanto él con sus confidentes trataba, iniciándolas en cierto modo en todo lo que era necesario para que supiesen el valor de las expresiones. Las muchachas, diligentes en complacerle, habían practicado un agujero en la pared, el cual, por la parte de la habitación del marqués, quedaba cubierto por el lienzo de una de las pinturas ó cuadros que lo adornaban. Establecieron su guardia: la una relevaba á la otra y el marqués no hablaba ni solo ni acompañado sin que un apunte exacto fuera hecho y Núñez sacara sus consecuencias.

Baroja indica que ya en 1816 el ya capitán de artillería José Núñez de Arenas participó en la conspiración del Triángulo (también llamada de Ramón Vicente Richart) para asesinar a Fernando VII durante una de sus visitas al burdel de "Pepa la Malagueña", por la cual fue ejecutado y descuartizado Richart. Afirma que José había alcanzado ya una alta graduación en la Masonería y formaba parte de su Junta directiva, presidida por un abogado de fama y compuesta por diez individuos. Fracasada la conjura de Richart, se inició la de Lacy en Cataluña, también desbaratada en 1817 como la de Vidal en Valencia (1819), en la que, según van Halen, también estuvo implicado Núñez de Arenas, siendo apresado a resultas de ella. En la cárcel inquisitorial inventó un curioso sistema de comunicación:

Sembradas las cárceles de la Inquisición de una porción de personas, clasificolas el capitán general como reos de la primera época y abrió un segundo proceso en extremo complicado. Núñez Arenas y D. Mariano Beltrán de Lis fueron de los primeros capturados; á estos siguieron el conde de Almodóvar, D. Martín Serrano, D. Ramón Miralles, D. Juan Genovés y otros muchos, entre ellos algunos que por tímidos se delataron y fueron puestos como los demás en los calabozos del Santo Oficio por orden del rey. Para colocarlos á todos fue preciso habilitar las cárceles del
Palacio arzobispal, las del Temple y aun las celdas del Monasterio de Montesa. Una comisión especial de la Inquisición fue nombrada para actuar en aquel laberinto de acusaciones, revelaciones ó sospechas… 

Núñez Arenas, hombre de un talento despejado y de viva penetración, temiendo por sus propios compañeros, consiguió, á fuerza de mil recursos, organizar dentro de la cárcel una comunicación por señas y golpes que, aunque ruidosos y á veces alarmantes, llegó á poner á los más de los procesados á cubierto de una funesta contradicción. A estos esfuerzos se siguió el de la comunicación dificultosa con los parientes ó amigos de fuera, quienes, enterados del origen de donde partía la causa y los cargos que se hacían, pudieron precaverse muchos y entregarse otros á la confusa esperanza que era dable concebir en un periodo tan aglomerado de espantosas contrariedades [...] En una perpetua soledad, el silencio de aquellos corredores solo era interrumpido, ya por el ruido de los hierros, ya por el murmullo de algún autillo de fé que secretamente celebraban los inquisidores, ya oyendo clamores extraños de personas que no estaban iniciadas en el ingenioso telégrafo de Núñez Arenas.

El pronunciamiento de Riego vino a cambiar la situación y de 1820 a 1823 José Núñez de Arenas fue elegido diputado suplente a Cortes en diciembre de 1821, representando a La Mancha. Destacó en especial durante el golpe de estado que intentó dar el Rey contra la Constitución el 7 de julio de 1822 ayudado de su Guardia Real. En la Plaza Mayor la artillería, acertadamente dirigida por José, consiguió derrotar a la Guardia Real. Su amigo y coterráneo el periodista Félix Mejía reportó de primera mano los hechos en el primero de los números triples de El Zurriago, el periódico liberal que dirigía. Otro relato contemporáneo lo narra así:

No tenía más aviso la fuerza constitucional del ejército y milicia de Madrid que el dado momentos antes por el brigadier Zarco del Valle cuando, por las tres bocacalles de la Amargura, Panadería y Boteros, se presentaron á un mismo tiempo, formados en columna de ataque, los batallones de la Guardia Real rebelde, tocando las bandas de tambores un estrepitoso catacuerda y gritando los soldados ¡Viva el Rey absoluto! 

La milicia de Madrid presentaba tres columnas cerradas; cada una de estas columnas tocaba, á su frente y á corta distancia, una pieza de artillería cuyos fuegos mandaban los capitanes Bañona y Núñez Arenas y, tan pronto como los rebeldes llegaban á tocar con las puntas de sus bayonetas las bocas de los cañones, estos disparaban á metralla, y la milicia hacía sus descargas cerradas de fusilería, cediendo el frente las mitades que acababan de disparar sus armas á las descargas de las mitades que les seguían, pasando alternativamente á retaguardia unas de otras al grito imponente de ¡Viva la Constitución! y recibiendo á quemarropa las descargas de los rebeldes que, en el mismo orden de ataque, habían empeñado el combate. Era tanto el encarnizamiento, tal la mortandad en el corto espacio de aquellas tres avenidas por donde atacaron formidablemente los enemigos de la libertad de España á la heroica y bizarra milicia de Madrid, que en menos de media hora los cadáveres (tomando la expresión en el sentido más estricto y liberal) habían obstruido las calles de la Amargura, Panadería y Botero y el fuego que vomitaban las piezas de artillería se estrellaba ya contra los inmediatos promontorios de cuerpos exánimes. La Guardia Real rebelde se pronunció entonces en vergonzosa retirada, y la milicia de Madrid, al grito aterrador de ¡Viva la Constitución!, desbordó de sus posiciones con frenético furor y llevó por delante á sus contrarios por la calle del Arenal (El Clamor Público, núm. 133, 2-X-1844).

Un oficial de la Guardia Real, Teodoro Goiffeu, francés de nación, que optó por huir tras el pronunciamiento relatado, fue apresado en Buitrago y devuelto a Madrid, donde se le sometió a juicio con la acusación adicional de haber participado en la muerte de otro teniente de la guardia real llamado Landáburu, no proclive al alzamiento y en cuyo honor se dio nombre después a la Sociedad Patriótica Landaburiana. Se eligió como fiscal a José Núñez Arenas y éste consiguió la pena de muerte y la ejecución del reo. 

En un periódico absolutista (El Restaurador, 16-VIII-1823) se relata el proceso y, desde luego, no se deja en buen lugar al fiscal, al que lanzan la calumnia de afrancesamiento. Robles no se la explica, pero yo sí, porque su pariente el abogado y periodista Fernando Camborda Núñez era un afrancesado muy conocido, tanto que no ya el parentesco, sino incluso la simple amistad podía perjudicar, como perjudicó, a Félix Mejía, acusado del mismo baldón solo por haber participado en La Periodicomanía, la publicación que dirigía junto con Camborda. Incluso los ataques de la prensa a Camborda por este motivo habían obligado a este a dejar el oficio periodístico en 1822. Pero la falsa acusación contra José Núñez tendrá consecuencias ulteriores pues, ya exiliado en Londres, hizo que le resultara imposible acceder al subsidio económico que el gobierno inglés concedía a los españoles por haber peleado en la guerra común contra Napoleón.

Ni al jefe político que fue de Vitoria y antes capitán de artillería don José Núñez de Arenas, ni al valiente coronel del Regimiento Imperial Alejandro O’Donnell, ambos sujetos muy recomendables por sus servicios en el tiempo de la Constitución, quiso el Gobierno inglés admitirlos en la lista para socorrerlos en razón a que uno y otro habían sido afrancesados, sin que para hacer desistir al Gobierno de su determinación bastasen las repetidas instancias de varios jefes recomendables ni los sufragios del mimado general Mina (Memorias de la emigración de Don Juan López Pinto, p. 178).

Como se afirma aquí, José fue nombrado jefe político (gobernador civil) de Vitoria (Diario Constitucional de Barcelona, núm. 238, 26-VIII-1822) y tomó posesión el 2 de noviembre de 1822. Y acabado el Trienio Constitucional en 1823 con la invasión de la Santa Alianza, José tuvo que exiliarse. Tras pasar por Gibraltar y Tánger se estableció en Londres durante toda la Década Ominosa (1823-1833) hasta el fallecimiento de Fernando VII. 

Tampoco permaneció inactivo entonces: participó en diversas conspiraciones masónicas para reponer el régimen liberal en el seno de la sociedad secreta denominada Santa Hermandad, la cual, unida a una sociedad del mismo tipo, El Oriente Masón, formó una Junta Común Restauradora de la Libertad de la que dependía un pequeño “ejército libertador” situado en aquella plaza; la Junta se reunía diariamente en la casa del ex cónsul José Shee, quien fue el que ha transmitido la noticia; al menos participó en el desembarco liberal en Tarifa.

Según cuenta Robles, en una extensa real orden de carácter reservado enviada el 24 de noviembre por Calomarde, titular de Gracia y Justicia, a Cea Bermúdez, entonces ministro de Estado, Calomarde afirma conocer la existencia de un gobierno secreto que, apoyado en distintas «asociaciones clandestinas», tenía como objetivo alterar la tranquilidad de Europa, acabar con sus tronos y establecer un nuevo orden de cosas principalmente en España, Francia, Nápoles y Portugal. Al frente de este gobierno decía encontrarse, como Supremo Dictador, Francisco Espoz y Mina, que contaba con siete ministros (Antonio Alcalá Galiano, un tal Franco, Evaristo San Miguel, José Núñez de Arenas, Miguel López Baños, Salvador Martínez Muñoz y Francisco Díaz Morales), tres de ellos residentes, como él, en Londres y los cuatro restantes en Gibraltar. Este gobierno contaba, según el relato de Calomarde, con el apoyo de una amplia red de sociedades secretas llamadas círculos, compuestos cada uno de ellos de solo cuatro miembros, que eran los restos de la desaparecida sociedad secreta comunera. Sabía de la existencia de siete círculos en Madrid, que habían formado una «Dirección Central Peninsular en la Corte», así como de otras dos de este tipo en Cádiz y Gibraltar, la primera se ocupaba, bajo el nombre de Gades, de reunir financiación, en tanto que la segunda, llamada Calpe, se encargaba de la correspondencia con el litoral (Burtón Prida, G. (2015): "Resistencia e internacionalismo liberal en Cádiz en la segunda restauración Fernandina", Historia Contemporánea, nº 52).

El plan era desembarcar dos fuerzas que debían unirse después, una en Tarifa al mando de Valdés y otra en Almería (en la que participaba uno de los inquietos editores de El Zurriago de Félix Mejía, Benigno Morales). Ambas fracasaron, especialmente la segunda, llamada de "Los coloraos", que fue fusilada sin piedad. José Núñez Arenas escapó de la matanza al decidirse que permaneciera en el peñón para apoyar los desembarcos que fueran exitosos.

En 1828, ya definitivamente exiliado en Inglaterra, fundó José Núñez Arenas junto a Mariano La Gasca o Lagasca y Pablo Mendíbil el Ateneo Español de Londres, un centro de enseñanza cuya función era instruir a los hijos de los emigrados adecuada y gratuitamente. El autor de la idea fue el ciudadrealeño; Pablo de Mendíbil era uno de los editores de la revista londinense Ocios de Españoles Emigrados, y el ateneísta madrileño Mariano de Lagasca era uno de sus colaboradores, experto en temas de botánica, en que sus contribuciones científicas fueron, por cierto, notables. Entre los tres se pusieron en contacto a fines de 1828 con el comité inglés de ayuda, que acogió la idea de fundarlo con gran entusiasmo y logró que el Instituto de Artesanos facilitara aulas a los emigrados. El impresor Charles Wood, por su parte, se ofreció a proporcionar la biblioteca. Por fin el 16 de marzo de 1829 se pudo celebrar la ceremonia de apertura con discursos de Antonio Alcalá Galiano y de dos miembros del Comité inglés de ayuda, Smith y el famoso lingüista e hispanista John Bowring.

En el Ateneo londinense José se encargó de la enseñanza de las matemáticas y alcanzó tal notoriedad que el editor Rudolph Ackermann le encargó escribir libros de texto de la materia en español para surtir la demanda de las recién nacidas repúblicas hispanoamericanas (que no querían tener relaciones con las editoriales de la absolutista España). Así nació una serie de obras muy reimpresas no ya en el Reino Unido, sino en la propia Hispanoamérica: su Catecismo de álgebra, (Londres 1828), su Catecismo de ambas trigonometrías (Londres, 1828), su Catecismo de Geometría Elemental (1829; Palau lo atribuye equivocadamente a Urcullu), su Catecismo de geometría práctica y su Catecismo de geografia para el uso de los globos (Londres, 1829), todos ellos para Ackerman. Según los Elena Ausejo, su fuente principal son los dos primeros de los tres volúmenes de los Principios de Matemáticas (1776) de Benito Bails, una abreviación de los famosos diez de sus Elementos. Sobre las otras materias escribieron también manuales (catecismos) los emigrados liberales Joaquín Lorenzo Villanueva, José Canga Argüelles, José Urcullu y José Joaquín de Mora.

Con el fallecimiento de Fernando VII volvieron los liberales y José Núñez recuperó su carrera militar con un destino como jefe de un regimiento de artillería en Valencia. En 1835 fue nombrado gobernador de Cuenca. Se cita en la noticia de prensa que recoge su nombramiento que se había dedicado al estudio de las ciencias exactas durante su exilio de 11 años, habiendo traído además como nueva arma cohetes congreve desde Inglaterra (El Eco del Comercio, 15-XI-1835) que fueron usados en la I.ª Guerra Carlista en Villamediana (Navarra), para lo cual estuvo en Londres negociando su compra y transporte durante un año y dos meses (real orden de septiembre de 1834 para formar una comisión que viajara a Londres para comprar y conducir a la península 300 cohetes de guerra, llamados a la congreve y varias otras máquinas pertenecientes a ellos).  El encargo fue ampliado y la reina Isabel compró alrededor de 5.000 cohetes Congreve con sus respectivos armones a cambio de enviar además una «Legión Auxiliar» voluntaria inglesa como ayuda para los isabelinos en el campo de batalla. En 1835 los cohetes y la «Batería de Cohetes», propiedad de la Legión (en la que iban incluidos, al menos, dos artilleros que habían trabajado con el mismo Congreve) fueron transportados a Navarra. Fueron usados en Ojacastro (Logroño), Villamediana (Logroño), Vendejo (Santander) y otros puntos con resultados efectivos.

El 18 de noviembre de 1835 se nombró a José Núñez Arenas gobernador civil de la provincia de Cuenca hasta su cese el 11 de junio de 1836. Allí descubrió una conspiración carlista en  Tarancón (Cuenca), el lugar de nacimiento del ya fallecido famoso periodista, inquisidor y fraile jerónimo absolutista manchego Agustín de Castro, director y casi único autor de la Atalaya de La Mancha en Madrid

Varios pájaros de cuenta, bien conocidos por sus ideas, así de parte de la Alcarria, como de pueblos de la Mancha, se proponían reunirse en el castillo de Almenara y formar una facción. El gobernador civil de Cuenca Don José Nuñez Arenas tuvo noticia del plan, según parece, por un anónimo que recibió el juez de Trancón; y certificado de la existencia de la trama, ha procedido á prender á los principales motores. Una comisión ha recorrido los pueblos del Horcajo, Torrubia, la Fuente, Almendros y otros, apoderándose de muchos de los carlinos, entre los que se cuentan el guardia de Almendros y un hijo suyo. Habiendo celo y decisión en las autoridades, todas las tentativas deben sofocarse en la cuna. Los gefes político y militar de Cuenca abundan en patriotismo, y con los medios que el ministerio acaba de confiarles sabrán cumplir con el deber de mantener en paz á los buenos y aterrados á los malévolos. (El Eco del Comercio, 17-I-1836).

En ese mismo año sufrió una peligrosa enfermedad de la que se repuso sin mayores problemas y se presentó como candidato a diputado junto con su nieto, el ya citado periodista Bernardino Núñez Arenas, por Ciudad Real. El 10 de septiembre de 1836 fue nombrado jefe político de la provincia de Valladolid, cuando ya era teniente coronel de artillería. Pero en octubre de 1837 es cesado en sus funciones “por haber abandonado la ciudad el 18 de septiembre ante la amenaza de invasión por parte de la facción enemiga de Zariategui”. En su descarga escribió Contestación a lo dicho y escrito contra el gefe politico de Valladolid, Valladolid, Imprenta de Aparicio, 1837. Alcanzó el grado de coronel de artillería y se presentó en 1839 como candidato a Cortes por Ciudad Real (El Corresponsal, 27 de junio de 1839) y un mes después por Valladolid, provincia de la que ha sido jefe político (Eco del Comercio 18 de julio de 1839).

En 1840 aparece en Santander, al parecer para establecer el orden en la plaza, revuelto por una limitada desafección carlista  (El Correo Nacional, 23-IX-1840 y 9-X-1840). En 1842 es destinado a Ciudad Rodrigo (El Correo Nacional 15-III-1842); en 1844 aparece en el Estado Militar de España con el grado de brigadier. En Cartagena lleva la maestranza de artillería en 1853 (El Balear núm. 1461, 7-II-1853). Fallece en 1861 en Murcia a los setenta y nueve años de edad (La Correspondencia de España núm. 923, 24-III-1861).

Algo más añade Robles en su espléndido trabajo sobre su familia. Hijo de los mismos José Núñez y Vicenta Palacios naturales de Ciudad Real, tuvo un hermano, Leoncio, que vivió en Huete (Cuenca), donde fue un humilde funcionario de Hacienda hasta que se introdujo en la administración de Correos. Casó con María del Carmen Blanco Buzó, hija de Francisco Blanco y de Francisca Buzó, naturales de Valencia, y tuvo al menos a dos hijos ya citados: el periodista Bernardino y el catedrático de la Universidad Central Isaac, ambos nacidos en Huete. Durante el Trienio Liberal, entregó a las Cortes un informe para la reforma de Correos.

Su hijo, el periodista, escritor y financiero Bernardino, fue junto a Ros de Olano, Ventura de la Vega y Espronceda uno de los fundadores del periódico El Siglo en 1834, puntal del Romanticismo. Liberal, al menos al principio, fue miliciano nacional, pero no era honrado y fue acusado de algunas irregularidades, entre ellas cobrar mordidas. Luego se lucró con la desamortización de Mendizábal; estos méritos le valieron una exitosa carrera como funcionario de varios ministerios, en especial de Hacienda, siendo además diputado a Cortes en seis ocasiones por las circunscripciones de Ciudad Real (1840), Madrid (1844) y Toledo (1857-65).  Fue además Oficial de los Consejos de España e Indias y de Hacienda pública, Jefe superior de Administración y Consejero real de Agricultura, Industria y Comercio, Director General de Agricultura y, durante el bienio progresista (1954-1956), Director de la Escuela de Montes situada en Villaviciosa de Odón, para la que escribió Cartas sobre la existencia y conservación de los montes, (1854), vocal de la comisión para la Exposición Universal de París de 1855. Aunque se jubiló en 1861, desde 1854 cobraba una pensión por incapacidad. Escribió la novela histórica El Siglo XVI en Francia, ó, Ulina de Montpensier (1831) y participó en la revista Observatorio Pintoresco (1837) con los artículos “Fragmentos de un Delirio”, “Un Recuerdo” y “El Sueño” y en el semanario enciclopédico El Iris, dirigido por su amigo y consuegro, el famoso editor Francisco de Paula Mellado. Fue socio de la Sociedad Económica de Amigos del País y del Liceo Artístico y Literario al menos desde 1838 y anduvo también por la tertulia del café Solito y la de “El Parnasillo” en el café Príncipe. Fundó El Siglo (1834) con Espronceda, Ros de Olano y Ventura de la Vega, que logró llegar a los 14 números a pesar de la censura. Como escritor político destaca su De nuestra situación. Moderados. Exaltados. Tercer partido (1840) donde abogaba por un tercer partido entre el progresista y el moderado, tercera vía que llevó a cabo luego O’Donnell en su nuevo partido Unión Liberal ayudado por José Posada Herrera... y precisamente como un hombre de Posada se define en un medio de prensa a Bernardino en estos años: la misma definición del clientelismo. Pasados algunos años, vuelve a presentarse ya en las filas de la Unión Liberal donde estará hasta el final de su vida. Así, lo hace primero en las lecciones de 1857 por la circunscripción de Illescas, y luego en 1858, 1863 y 1865, año en que fallece. Asistieron a su funeral el general O'Donnell, los señores Posada Herrera, el diputado Goicorrotea, el catedrático Coronado y Miguel de los Santos Álvarez entre otros.En las fichas del Archivo Histórico de las Cortes consta como su única profesión "propietario", pero además fue prestamista y uno de los fundadores del Banco Español de Ultramar, empresa que nacía impulsada directamente por el grupo económico de apoyo político a las empresas de Mendizábal. También fue socio fundador de la sociedad anónima mercantil La Gran Antilla, estrechamente ligada al banco anterior  y con intereses financieros en las islas de Cuba y Puerto Rico; algunos de esos intereses consistían en la compraventa de esclavos; en esta sociedad participaba también el tío de la reina Isabel II Francisco de Paula. Se casó con Fernanda Bravo Coronado, de la que tuvo cuatro hijos, entre los que cabe destacar a Matilde Núñez Arenas Bravo, que casó con Fernando Mellado Leguey (1842 - 1912), hijo de su amigo el famoso impresor y editor Francisco de Paula Mellado, y su nieta Carmen Mellado y Núñez, que se casó con Manuel Gutiérrez Jiménez, de Ronda, cuya hermana Isabel estaba casada con Saturnino Calleja, famoso creador de la editorial Calleja. Bernardino fundó en 1843 con el famoso Francisco de Paula Mellado “La Unión Literaria”, una fundición de caracteres tipográficos de imprenta y grabados, que luego cambió de nombre.

En 1838 José y Leoncio Núñez Arenas aparecen entre los 500 socios fundadores de la Sociedad para propagar y Mejorar la Educación del Pueblo, institución liberal a la que se debió la apertura de varias escuelas de párvulos y la publicación de manuales para los maestros, a imitación de las escuelas privadas inglesas; fue al parecer, según Robles, una de las pocas iniciativas de este tipo emprendidas en esta época en España que tuvieron algún éxito. Las escuelas de párvulos —equivalente español a las infant schools británicas y las salles d´asile francesas— (SCANLON, G.M. 1988: "Liberalismo y reforma social: la Sociedad para Propagar y Mejorar la Educación del Pueblo, 1838-1850", Cuadernos de Historia Contemporánea, nº 10). Don Leoncio aparece entre 1847 y 1856 como Intendente Honorario del cuerpo administrativo de la Armada y se jubiló en 1852 como administrador de rentas (PARES). Entre sus escritos puede citarse una memoria sobre los portazgos y su reforma que llegó a discutirse en las Cortes en 1839.

Isaac Núñez de Arenas Blanco (1812–1869), el segundo hijo de Leoncio Núñez Arenas y de Carmen Blanco, estudió con los jesuitas en el Colegio Imperial de Madrid o Reales Estudios de San Isidro y se licenció en derecho en Alcalá de Henares (1837). Conocemos algo mejor su vida que la de su hermano Bernardino, porque Antonio Ferrer del Río escribió una  "Necrológica de Isaac Núñez Arenas", Boletín Revista de la Universidad de Madrid, 1869, tomo 1). Ejerció como abogado, auditor de guerra, periodista y escritor. Obtuvo por oposición en 1847 la cátedra de Literatura en la Universidad Central, y por entonces se hizo amigo de Manuel Milá y Fontanals, que obtuvo la de la Universidad de Barcelona; fue miembro de la Real Academia Española de la Lengua a partir de 1863. Abandonó la cátedra en 1862 para ser magistrado en el Tribunal Supremo de Guerra y Marina. 


Colaboró en La Legalidad, El Español, Juventud Republicana, El Nuevo Régimen, El Heraldo Escolar y La Asamblea Federal. Publicó una Gramática general, escrita conforme al programa de gobierno (1847), unos Elementos filosóficos de la literatura. Esthética (¿1853?, 1855, 1858), obra de claro contenido krausista según Raúl Angulo, Conservación del idioma y medios para conseguirla (1863), unas Bases y motivos en que funda la reforma del Tratado de Justicia, para la nueva ordenanza militar (1856), varios discursos y dos traducciones, una de los tres volúmenes del Curso completo de Filosofía para la enseñanza de ampliación de Joseph Tissot (Madrid, 1846-1847), que comprende 1.º Psicología, 2.º Lógica, 3.º Gramática general, 4.º Moral y 5.º Historia de la Filosofía. De estas partes, la Gramática es la citada anteriormente, añadida por Isaac, y la Historia de la filosofía, también añadida, es de Víctor Arnau. La segunda traducción, muy reimpresa, es de la célebre novela de Edward Bulwer Lytton Los últimos días de Pompeya (1850) realizada no desde el inglés, sino desde el francés. Trabajó asimismo activamente en las comisiones del Diccionario y de Gramática de la Real Academia de la Lengua entre 1858 y 1869 y redactó numerosos artículos para el Diccionario de sinónimos. Participó además en una edición de las Comedias escogidas de Juan Ruiz de Alarcón (1863) en tres volúmenes.

Casó con Matilde Castro Irastorza, de la que tuvo dos hijos: José y Manuel, este último casado con una nieta de Espronceda e hija de Narciso de la Escosura, Luz de la Escosura y Espronceda. Manuel fue abogado y bibliotecario del Congreso de Diputados, y falleció en 1931. Por último, según dice Robles, "un hijo de Manuel y Luz fue Manuel Núñez de Arenas y de la Escosura (Madrid, 1886 – París, 1951), enseñante, historiador y activista político, fundador de la Escuela Nueva en 1910, fundador también del Partido Comunista de España, y exiliado en Francia buena parte de su vida", de quien ya he escrito.