lunes, 23 de octubre de 2017

Entrevista a Steven Pinker

UNA ENTREVISTA DE CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO. Steven Pinker: "Los progresistas detestan el progreso", en El Mundo, 23 OCT. 2017 09:59

¿Me da tres minutos para arreglar mi habitación? No vaya a ser que me haya dejado un calcetín tirado por ahí". Espero en un pasillo de un hotel de Londres. Fuera diluvia, claro. De pronto: "¡Todo listo!" Habla un hombre sonriente, melena rizada blanca, entre Camarón abuelo y un angelito. Es uno de los más grandes intelectuales de nuestra época y va rumbo a Bruselas, invitado por Euromind. Cada uno de sus libros es un big bang y en febrero sale el próximo, un alegato en defensa del progreso y la razón.

¿Qué es un pinkeriano?

¿Un pinkeriano?

Sí, un pinkeriano.

Ah. Humm... Pues una persona que suscribe alguna de mis teorías.

¿Pero cuáles? Defínase. ¡Y defíname!

Pues... Acabo de recibir un paper en el que me califican como un liberal hobbesbiano. Pero aún no lo he leído, ¡así que no sé qué quiere decir exactamente! Digamos que soy un defensor de los valores de la Ilustración: la razón, la ciencia, el progreso y el humanismo.

¿Es un optimista condicional?

Soy un optirrealista, término acuñado por el psicólogo Jacques Lecomte. Y un posibilista, como lo entiende Hans Rosling. Yo no profetizo. No digo: cosas buenas van a pasar. Digo: cosas buenas pueden pasar. Y lo digo porque los hechos corroboran el progreso. Por supuesto, pueden suceder desgracias que no anticipamos. Pero los seres humanos tenemos recursos para sobreponernos a ellas. Y lo más probable es que los utilicemos. Es el tema de mi nuevo libro Enlightenment now: The case for reason, science, humanism and progress, que se publicará en febrero. Precisamente hoy me han llegado los primeros ejemplares. ¿Le envío uno?

Sí, por favor. ¿Y en qué se distingue del libro de Matt Ridley, The rational optimist?

El núcleo se solapa con el de Matt. Pero yo me centro en las ideas que han hecho posible el progreso, que identifico claramente con las ideas de la Ilustración. También analizo las fuerzas que niegan el progreso: el nacionalismo, el populismo, la religión, la hostilidad de los intelectuales hacia las ciencias... Y amenazas existenciales, como el terrorismo.

Es su libro más político.

No es un manifiesto ni de izquierdas ni de derechas. Pero sí aborda asuntos políticos.

Parece un manifiesto contra el populismo.

Lo es.

Dice que los valores de la Ilustración necesitan una defensa comprometida, militante. ¿Quiénes son sus principales enemigos?

Para empezar el populismo autoritario, del que un particular líder americano es un moderno avatar.

¿Pero entonces es un libro contra Trump?

Unos me decían: "No puedes escribir sobre el progreso y sus amenazas sin hablar de Trump". Otros: "Tu libro será leído durante décadas. Trump es un bache. No pierdas el tiempo". Creo que el libro mantiene el equilibrio.

Pero la cuestión no es tanto Trump como que Trump tiene votantes. Estamos en Londres. La mayoría de los británicos decidió abandonar la UE, que con todos sus defectos es un espacio de progreso, convivencia y razón.

Sí, la irracionalidad tiene votantes y a veces son mayoría. Pero fíjese en la edad de los votantes de Trump, Brexit y los partidos populistas europeos de los últimos 15 años. La curva es clara: los jóvenes son mucho menos pro-populistas que los viejos. Y, frente a lo comunmente aceptado, la mayoría de la gente conserva las mismas opiniones políticas a lo largo de la vida. De forma que el futuro no será populista. El populismo decaerá a medida que los jóvenes de hoy se hagan mayores y los mayores abandonan este mundo.

¿Pero qué hacemos hoy? ¿Cómo logramos que los jóvenes voten y voten opciones racionales y no populistas?

Yo no soy un estratega político. Lo que hago es ofrecer los datos objetivos y, por tanto, los argumentos para defender un orden de democracia, ley y libertad. Las instituciones democráticas liberales han sido determinantes en el impresionante progreso de la condición humana. Y esto no se dice lo suficiente. La cultura política e intelectual lo oculta.

¿Por qué?

Porque los progresistas detestan el progreso. Hoy lo que define la percepción del mundo son los titulares y las anécdotas en lugar de los datos y las tendencias. Y además hay una equiparación absurda entre el pesimismo y la sofisticación. Los pesimistas son considerados más serios y moralmente superiores. Tienen prestigio intelectual.

¿Por qué?

Lo explicó un escritor económico americano: un pesimista parece que quiere ayudarte; un optimista, venderte algo. A los optimistas nos llaman ingenuos, panglosianos o directamente portavoces de la Cámara de Comercio o de Silicon Valley.

¿Y el pesimismo tiene una base biológica?

En parte, sí. La naturaleza humana tiene un sesgo negativo. Somos especialmente sensibles a la pérdida. Nos interesan más las noticias malas que las buenas. Nos afectan más las críticas de lo que nos animan los elogios. Existen más palabras negativas que positivas. Estamos pendientes de lo que pueda ir mal.

Pero el pesimismo también tiene fundamentos empíricos.

La Segunda Ley de la Termodinámica: una cosa puede ir mal de muchas maneras y bien de pocas. Esto da una oportunidad a los demagogos. Dicen: "Todo va mal, el sistema no tiene remedio, y como no tiene remedio vamos a destruirlo o a drenarlo, y como da igual a quién votes, vótame a mí". Pero yo insisto en la responsabilidad de las élites intelectuales. Éstas compiten por influencia y autoridad moral. Y nada otorga más prestigio que señalar desde fuera del poder todo lo que el poder hace mal. El intelectual siempre se siente superior al político, el economista o el funcionario.

Es una explicación un poco cínica.

Lo parece. Hay otro factor que contribuye al pesimismo colectivo: la ilusión cognitiva. Las cosas malas suelen ocurrir de golpe: un atentado, por ejemplo. En cambio, las cosas buenas, como el aumento de la esperanza de vida o el descenso en la criminalidad, se producen lentamente, porcentaje a porcentaje.

Se lo he oído decir: "Nunca hay un jueves de marzo que merezca un gran titular".

Así es. Esto se vincula con un rasgo de la naturaleza humana descubierto por Daniel Kahneman y Amos Tversky: la disponibilidad heurística. Los humanos valoramos el riesgo en función de recuerdos que nos vienen fácilmente a la mente. Recordamos las imágenes de los años 70, de niños africanos con sus barrigas hinchadas. Pero no tenemos imágenes de un niño africano desayunando, yendo al colegio, regresando a casa, un día tras otro. Lo mismo ocurre con el terrorismo. Las imágenes distorsionan nuestra percepción de la amenaza.

Su libro aborda la desigualdad, asunto especialmente querido por los populistas. Entiendo que discrepa de las tesis de Piketty.

Sí, yo creo que la desigualdad no es un elemento determinante del bienestar. Lo que es determinante es la pobreza. La cuestión no es si todos tenemos lo mismo, sino si todos tenemos lo suficiente. Siempre puedes lograr que una sociedad sea más igualitaria quemando la riqueza de la mitad más rica de la población. Pero eso no convierte a la otra mitad en más próspera. Históricamente, las fuerzas más eficaces en la generación de igualdad económica han sido las guerras, las epidemias, el colapso del Estado y las revoluciones violentas.

Pero la Historia es materia de olvido.

Siempre he puesto el énfasis en las ciencias. Pero ahora también lo hago en la Historia. La gente olvida los horribles hechos del pasado. Hay que recordar de dónde venimos. Y no me refiero a siglos atrás. Los índices de terrorismo en Europa occidental eran mucho mayores en los años 70 y 80 que ahora. E incluyo los ataques del ISIS. Hay que recordar los pubs de Cardiff arrasados por el IRA. Los cien asesinatos anuales de ETA. Ahora hay atentados del ISIS, pero matan a menos personas que entonces. Lo mismo ocurre con las guerras.

¿Y cuál es la explicación del estado de malestar de la juventud? ¿Es la cara b del estado del bienestar?

En parte. En mi libro reproduzco un monólogo del comediante americano Louis C.K., en el que dice: "¿Te quejas de que tu avión se ha retrasado 40 minutos? ¿Lo calificas como el peor día de tu vida? ¿Y luego qué ocurrió? ¿Te pusiste a volar por el aire como un pájaro? ¿Estabas sentado en medio del cielo, como un dios griego? ¿Y luego qué? ¿Tu avión aterrizó suavemente gracias a unas ruedas que ni siquiera sabes cómo se inflaron?" Damos por hecho las comodidades de presente como si fueran inevitables. No lo son.

Todo parte, entonces, de una incomprensión básica del estado natural de las cosas

Por eso empiezo el libro con un capítulo que se titula: Entro, Evo, Info. Entropía, Evolución, Información. El estado natural del universo es que la cosas se caigan a pedazos. No podemos esperar facilidades, suficiente comida, casas cómodas. Al contrario: miseria y caos. Tampoco la misión de la evolución es convertirnos en hombres y mujeres felices. Lo natural es una lucha entre organismos: unos queremos comernos a otros; otros quieren evitar ser comidos, y los terceros -las enfermedades- quieren matarnos a todos. Lo increíble es que hayamos logrado prosperar mediante la aplicación acumulada del ingenio humano. Pero la gente quiere creer que la riqueza y la felicidad son el estado natural de las cosas. Y cuando no las obtienen buscan culpables.

Como los niños.

Exactamente. Es un impulso infantil.

Usted describe un mundo adulto, del que se deriva una política adulta. Si no hay culpables, el responsable soy yo: mis genes, mis dones, mis decisiones. Este concepto de responsabilidad no está de moda.

No lo había formulado así. Pero el concepto de política adulta me gusta y coincide con el texto fundacional de la Ilustración -¿Qué es la Ilustración?- en el que Kant escribió: "La Ilustración es la emergencia del hombre de su autoimpuesta inmadurez".

Ha dicho que el progreso no es inevitable. ¿Por qué? El conocimiento es acumulativo.

Puede haber horribles retrocesos: guerras, epidemias como el Sida... El progreso no es una ley del universo. Pero cuanto mejor entendamos el universo mejor equipados estaremos para procurar el bien de la humanidad. Esa gran frase de Chéjov: «El hombre será mejor cuando le enseñes cómo es». La ciencia, la razón y el humanismo no nos vienen dados de fábrica. Pero están sus semillas. Tenemos la capacidad para la simpatía y la compasión. Por defecto, sólo las extendemos al círculo de familiares y amigos. Una de las innovaciones de la Ilustración fue precisamente coger esa nuez de simpatía y extenderla a toda la humanidad.

Esta simpatía restringida se exhibe ante un atentado o accidente. Inmediatamente pensamos: ¿ha muerto uno de los míos? Y luego: ¿ha muerto un español? En su caso, un canadiense, supongo. Es el llamado "kilómetro sentimental"..

Kilómetro sentimental! Formidable. Sucede con el debate sobre una posible guerra en la península coreana. Incluso sin un ataque nuclear, podrían morir millones de personas. "¡Incluyendo a 40.000 americanos!", dicen.

Describe usted una sociedad con dos capas. Unos expertos que toman decisiones racionales en aras del bien común, frente a una sociedad parcialmente arrastrada por sus pasiones. ¿No es una visión maniquea, injusta?

Tiene que haber una hipocresía benigna. El Gobierno tiene que estar dirigido por expertos y al mismo tiempo ser capaz de responder a los intereses de los ciudadanos. Los votantes deben sentir que ellos guían la política, aunque lo hagan otros por delegación. En todo caso, antes de abandonar toda esperanza y decir que las masas son irracionales y punto, hay que fijarse en una circunstancia. Existe un proceso, que aún no entendemos bien, en el que los argumentos racionales de las élites devienen mainstream. Son asumidas por todos. Un ejemplo es la criminalización de la homosexualidad o el propio matrimonio gay. Ha dejado de ser un asunto polémico. Lo mismo ocurrió con la segregación racial. O con el derecho de las mujeres a trabajar fuera de casa. Es un proceso viral, que afecta a toda la población. Y una gran esperanza para el progreso.

¿La xenofobia es una tara natural?

Sí, el hombre es por naturaleza xenófobo. En Estados Unidos, sin embargo, el auge xenófobo contra el que tantos alertaban como consecuencia de los ataques islamistas no se ha producido. No sé en Europa.

En España lo que hay es xenofobia contra los étnica, jurídica y culturalmente iguales.

¿Catalanes contra castellanos?

Nacionalistas catalanes contra el resto de españoles, incluidos los catalanes no nacionalistas. En su libro usted señala al nacionalismo como uno de los enemigos de la democracia liberal y del progreso. Sin embargo, el 1 de octubre escribió un tuit elogiando un artículo publicado en The Atlantic. Decía: «España debe aprender de Canadá: los referéndums reducen la tensión. El separatismo está muerto sin violencia». Compara el referéndum legal de Quebec con el ilegal de Cataluña. Y sobre todo ignora que el referéndum catalán ataca los derechos de los 48 millones de españoles a decidir sus fronteras, su ciudadanía, su futuro.

¡Esto debería enseñarme a no disparar tuits sin educarme a fondo sobre la materia! Estaba respondiendo desde la inquietud ante la detención de personas por actividades no violentas. Esto choca con el principio de libertad de expresión. Y tiende a generar más oposición, por comparación con las políticas más blandas y pacientes. Pero yo me opuse a la independencia de Quebec y desde luego me opongo al tipo de nacionalismo que cree que el Estado es un avatar de un alma étnica, religiosa, lingüística o racial, y que un grupo étnico sólo puede prosperar si tiene su propio Estado-nación. El mundo tiene más de 5.000 grupos étnicos o culturales, y no todos pueden tener estados. Además, la gente se mueve y se mezcla, así que no hay nada como un estado étnicamente homogéneo salvo que haya una limpieza étnica violenta. Un estado debe basarse en un contrato social entre personas que ocupan un territorio, no en una identidad étnica. Esa idea es el gran regalo de los Estados Unidos al mundo. Estados multiétnicos son la regla, no la excepción.

La crisis de Cataluña ejemplifica la tesis de su libro sobre el vínculo entre los valores de la Ilustración y el progreso. En los últimos días más de 800 empresas se han marchado, empujadas por la tensión social y la inseguridad jurídica generadas por el separatismo.

Algo similar ocurrió en Quebec en los años 70. Empresas se fueron en masa. Yo también me marché. Mi generación se marchó. Yo fui al colegio en Montreal y nuestra reunión de ex alumnos fue en Toronto. Por otra parte, no sé cuál será el futuro de Cataluña, pero en Quebec sufrimos algo de terrorismo a principios de los 70, un muerto, pero luego nada. La gente se irrita. Hay tensión. Malos sentimientos. Pero por oposición a las guerras secesionistas o el terrorismo, al final Quebec fue bastante civilizado. De momento no hay terrorismo en Cataluña...

Lo hubo, brevemente, a finales de los 70. En todo caso, el separatismo es violento por definición. Violenta la convivencia, la razón y, en el caso catalán, también la ley. Sin embargo, a ojos del resto del mundo, a veces logra parecer racional. Esto también tiene que ver con su libro. Le daré un ejemplo: el Estado español tuvo que usar su fuerza legítima para evitar el referéndum ilegal catalán. The Guardian y otros medios han reconocido que muchas de las imágenes publicadas de la presunta represión policial eran falsas. Pero ya era tarde. Líderes e intelectuales de medio mundo criticaron a España por su presunto autoritarismo. ¿Cómo se defiende la democracia en tiempos posmodernos, tan hipersensibles a la imagen y tan vulnerables a la mentira?

Esto es un asunto agónico en el corazón del propio concepto del Estado, y no hay una respuesta definitiva ni algorítmica. Desde luego la verdad está por encima de todo lo demás. Y tanto la prensa como los gobiernos deben estar sometidos a los más altos estándares de objetividad y exactitud. Por otra parte, el Estado debe utilizar la menor violencia posible, salvo para prevenir una violencia o un daño mayor. En mi opinión, esto es casi una definición de la democracia. Dónde trazar la línea, cuando la propia democracia está amenazada, es un problema extraordinariamente difícil. La violencia del Estado debe ser el último recurso. Aunque a veces uno tiene que usar el último recurso.

¿Y cómo se combate el nacionalismo? ¿Cómo se convence a millones de ciudadanos de que vuelvan a la razón? ¿Cómo se les explica que vivimos en la época más próspera y libre de cuantas se hayan conocido?

Para hacer que las masas asuman criterios racionales hacen falta políticos inteligentes con mensajes eficaces. Hay que dirigirse a la gente que sí escucha argumentos. Demostrarles con datos objetivos que las cosas van bien, sobre todo comparado con el trasfondo de caos y miseria que es nuestro estado natural. No vayamos a arruinarlo todo. Intentemos mejorarlo. Como hicimos en el pasado. Sabemos que el nacionalismo en general es atávico, arcaico y condujo a dos guerras mundiales. El orgullo nacional no es incompatible con la cooperación internacional. Tenemos sentimientos tribales, pero somos de muchas tribus.

Tony Judt definió bien el carácter múltiple de la identidad. Somos "edge people" , dijo.

No conozco el artículo de Judt. Envíemelo, por favor. Los demagogos y muchos intelectuales insisten en que las personas sólo tenemos una identidad. No es cierto. La psicología humana admite muchas identidades solapadas... Lo cierto es que el papel de los intelectuales ante el nacionalismo es deprimente.

¿Por simplificadores?

No tanto. El problema es que reúnen todos sus recursos intelectuales para empujar una idea hasta el extremo. En el libro analizo la triste historia de los intelectuales que han servido a déspotas totalitarios. Mark Lilla también ha escrito sobre el tema en The Reckless Mind. Pero el primero en señalar este fenómeno fue Julien Benda en La traición de los intelectuales. No hay un solo dictador del siglo XX que no haya contado con una corte de intelectuales.

En una conferencia, le oí citar la frase que Isaiah Berlín tomó prestada de Kant: el fuste torcido de la humanidad. ¿Es posible emocionar desde la razón? Inténtelo.

No tengo talento oratorio, pero lo intentaré: Creo que debemos comprender que hemos nacido en un universo sin piedad. Somos fuste torcido. Tenemos cantidad de defectos. El proceso que nos engendró no tenía un interés benévolo en nuestra felicidad. Pero fuimos dotados de algunos dones que nos han dado la oportunidad de redención. Tenemos la capacidad de empatía y compasión. Nuestras mentes nos permiten tener pensamientos sobre nuestros pensamientos. Tenemos la capacidad del lenguaje: podemos acumular nuestras ideas y compartirlas. Y al expandirse nuestra simpatía y al acumularse los frutos de nuestro ingenio colectivo podemos lograr pequeñas victorias frente a las fuerzas que nos oprimen. Si prestamos atención al estado del mundo, veremos que hemos logrado estas pequeñas victorias. Y como no hay límite al ingenio humano, no hay límite a las mejoras que podemos prever. Esto no significa que tendremos un mundo perfecto. No puede haberlo porque no somos idénticos. Ese es el gran hallazgo de Berlín: el mejor mundo al que podemos aspirar acepta un compromiso entre intereses y valores. Podrá inquietarnos que el mundo nunca vaya a ser perfecto, pero lo cierto es que existe un inmenso margen para el progreso. Hay fuerzas que naturalmente empujan en esa dirección. Cuando tenemos más conocimiento, nos conectamos más. Al expandirse el círculo de conexión, gentes de diversas culturas se juntan en defensa de intereses comunes. Llaman a priorizar el progreso humano porque tienen en común su humanidad. Y porque a pesar de todas las discrepancias culturales o nacionales, hay un fundamento básico de intereses comunes. Todos coincidimos en que la vida es mejor que la muerte. En que la salud es mejor que la enfermedad. En que la prosperidad es mejor que la pobreza. En que la seguridad es mejor que el peligro. En que la paz es mejor que guerra. Y en que el conocimiento es mejor que la superstición o la ignorancia.

Su alegato dibuja una nueva política. Una política que puede ser compartida por todos los que creen en los valores de la Ilustración y el progreso frente a quienes los atacan: los nacionalistas, los populistas, los identitaristas...

Los gendarmes de la corrección política...

Lo que quiero decir es que, al escucharle, pienso que no sólo hay margen para el progreso, sino también para un nuevo consenso. ¿Eso no debería llevarnos a rediseñar las fronteras ideológicas tradicionales? En vez de izquierda y derecha, ilustrados y reaccionarios.

Sí, o como leí precisamente ayer: upwing y downwing.

Hablemos de los medios. Tenemos un ecosistema mediático fragmentado y polarizado, en el que proliferan las noticias falsas. ¿Cómo afecta esto a la capacidad de los votantes para tomar decisiones racionales y sensatas?

Ya había mucha desinformación en los viejos días de los periódicos de papel. Los hechos que desembocaron en la Primera Guerra Mundial, en Vietnam, en la Guerra de Irak... Muchos intelectuales creían que la Unión Soviética de Stalin o la China de Mao eran éxitos. Teorías conspirativas, rumores virales, fake news y libelos como los Protocolos de los sabios de Sion son propios de todas las épocas.

Pero entonces en la lucha contra la mentira no progresamos.

Hoy tenemos nuevos desafíos, pero también nuevos instrumentos para abordarlos: webs dedicadas al fact-checking, como Snopes o Politifact, o el milagroso Wikipedia. Dicho esto, es crucial que los periodistas dejen de utilizar el corrosivo posverdad, que sugiere que la precisión es imposible y que el único arma contra la demagogia es más demagogia.

¿Cuánto nos importa que nos mientan?

No nos gusta que nos mientan. Pero la gente relaja sus estándares de exigencia, a veces a cero, cuando se trata de afirmaciones que refuerzan la virtud de su grupo y demonizan a sus enemigos. Estas afirmaciones han sido calificadas como "mentiras azules", un juego sobre la expresión "mentiras blancas". El objetivo de las mentiras blancas es adular al individuo. El de las mentiras azules, al grupo. Y las mentiras azules gustan.

¿Y esa vieja falacia periodística: "la verdad objetiva no existe, sólo hay versiones"?

Existe un acuerdo paradójico y perverso entre los ideólogos trumpianos de los hechos alternativos y los posmodernistas de la extrema izquierda. Afortunadamente, la izquierda posmoderna no tiene ningún prestigio entre la gente. Sin embargo, su influencia en el mundo intelectual sigue siendo notable.

De nuevo, los reaccionarios se tocan.

Kellyanne Conway parece una intello francesa de los 70. Trump, ¡la encarnación de Derrida! Pero hay movimientos en la buena dirección. Los periódicos todavía conservan un cierto prestigio. Y empieza a haber profesionales dispuestos a desafiar la vieja idea de que sólo las malas noticias son periodismo serio.

Tiene usted un gráfico que muestra que las noticias son cada vez más negativas a pesar de que el mundo va cada vez mejor.

Como dijo Max Roser, los periódicos podrían titular: "37.000 personas salieron de la pobreza ayer, y cada día de los últimos 30 años". Pero jamás lo hacen. El resultado es que la gente cree que la pobreza mundial ha crecido cuando ha caído de forma drástica.

¿Promueve usted un periodismo positivo?

Llamémoslo periodismo constructivo o periodismo de soluciones. Dos de sus promotores son David Bornstein y Tina Rosenberg, y su columna Fixes en The New York Times tiene cada vez más seguidores.

Vender periódicos con noticias positivas: un verdadero desafío comercial.

Hay una demanda real para un periodismo constructivo y de calidad. Evidentemente, no puedes decir: "Oye, te voy a contar buenas noticias". Pero hay otro criterio que sí funciona y que es propio del periodismo: la rendición de cuentas. Si quieres que los poderosos rindan cuentas no puedes señalar sólo lo malo, porque eso les permite decir: como nada tiene remedio, da igual lo que hagamos. En cambio, si señalas las políticas que sí funcionan, entonces puedes denunciar con credibilidad todo aquello que va mal. Es tácticamente inteligente y además refleja mejor la realidad. Y la realidad es que el mundo no deja de progresar.

domingo, 22 de octubre de 2017

De las soluciones a la soledad

Nunca aprendemos que no hay solución; yo no lo he aprendido. Todavía intento tapar los agujeros de mi barco como puedo, aunque no ignoro que por cada uno que logre quitar se abrirán dos más. Hay, en todo caso, "soluciones", paliativos que no logran ser lo que en abstracto llamamos La Solución; solución con una cara perfectamente desconocida y que nunca hemos visto, pero que sin embargo insistimos en atisbar para que todo marche un poco mejor que mal. 

He ido a buscar en mi librería una novela del nobel Saroyan donde leí algo que me pareció tan cruel como verdadero, Un tal Rock Wagram (1951). Calcada de la vida, como todas las suyas. Y leo:

Toda la vida el hombre lucha contra la muerte y al fin pierde la pelea, habiendo sabido siempre que la perdería. La soledad es el tributo y el fracaso de todo hombre. 

El hombre que intenta escapar de la soledad es un lunático.  El hombre que no sabe que todo es fracaso, es un estúpido.  El hombre que no se ríe de todas estas cosas es un pelmazo.

Pero el lunático es un buen hombre y también el estúpido y el pelmazo, y cada uno de ellos lo sabe. Todo hombre es inocente y, en última instancia, un lunático solitario, un estúpido solitario o un pelmazo solitario.

La vida tenía para William Saroyan un sentido humilde, pero lo tenía. Sin embargo, cuando te quitan la mitad de ti mismo, lo que más quieres, el amor de tu vida, te quedas en la tierra lunático, estúpido y pelmazo pero sobre todo, más que nada y para siempre, solo.

Hasta que te das cuenta de que ese dolor, la soledad, es solo la parte rota con que tu fragmento se une a los de toda la humanidad que sufre. Porque solo somos eso, fragmentos rotos de un todo que sí tiene verdadero sentido aunque algunos no lo vean por su desenfocado punto de vista. Y ahogarse en ese mar es dulce.

Frases de Ramón y Cajal

"Las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas."

"Nada me inspira más veneración y asombro que un anciano que sabe cambiar de opinión."

"Como hay talentos por el estudio, hay tontos entontecidos por desuso."

"Es preciso sacudir enérgicamente el bosque de las neuronas cerebrales adormecidas; es menester hacerlas vibrar con la emoción de lo nuevo e infundirles nobles y elevadas inquietudes."

"Para el biólogo, el ideal supremo consiste en resolver el enigma del propio yo."

"Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro."

"O se tienen muchas ideas y pocos amigos o muchos amigos y pocas ideas."

"El Homo sapiens posee un cuerpo pacífico y un cerebro belicoso."

"Observar sin pensar es tan peligroso como pensar sin observar."

"[Las neuronas son] células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental."

"Procuremos agradar e instruir; nunca asombrar."

"La Naturaleza nos es hostil porque no la conocemos: sus crueldades representan la venganza contra nuestra indiferencia."

"El jardín de la neurología brinda al investigador espectáculos cautivadores y emociones artísticas incomparables."

"Vivimos en un país en que el talento científico se desconoce a sí mismo."

"Las perezosas células cerebrales solo encienden su luz -inspiración- bajo el látigo de las emociones penosas."

sábado, 21 de octubre de 2017

En España no se dialoga porque no se pregunta

Cándido Marquesán Millán, "En España no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para responderse a sí mismo", en Nueva Tribuna, 21 de Octubre de 2017 
  
Considerar Cataluña como botín de guerra, como ya se hizo en determinados momentos –tanto por los hunos como para los hotros según terminología unamuniana– dejará una herida profunda y muy difícil de cicatrizar por mucho tiempo

Ortega y Gasset  en el prólogo a la obra de Guizot Historia de la civilización en Europa nos dice: “Siempre ha acontecido esto. Cuando el inmediato futuro se hace demasiado turbio y se presenta excesivamente problemático el hombre vuelve atrás la cabeza, como instintivamente, esperando que allí, atrás, aparezca la solución. Este recurso del futuro  al pretérito es el origen de la historia misma…”  

En su libro publicado en 1936 Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, Antonio Machado nos cuenta: “Preguntadlo todo, como hacen los niños. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? ¿Por qué lo de más allá? En España no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para responderse a sí mismo. Todos queremos estar de vuelta, sin haber ido a ninguna parte. Somos esencialmente paletos. Vosotros preguntad siempre, sin que os detenga ni siquiera el aparente absurdo de vuestras interrogaciones. Veréis que el absurdo es casi siempre una especialidad de las respuestas”.

¿Y para qué este largo prólogo? La respuesta es muy clara. Tiene plena actualidad, está relacionado con todo lo que está ocurriendo en estos momentos críticos en Cataluña. Si estamos donde estamos, es porque ha sido abandonado el diálogo, porque nadie en ambos lados pregunta, a no ser para responderse a sí mismo. Lo único que le interesa de su propia pregunta, es su propia respuesta. Y esto no es diálogo, sino puro y estricto monólogo.

Tal actitud, puede que tenga que ver con la idiosincrasia de los españoles, incluidos también, de momento, los catalanes, aunque no sabemos el futuro, que consideramos estar en posesión absoluta de la verdad. Mas la verdad no es patrimonio de nadie, por ello Machado nos advirtió: “Tu verdad no; la verdad; y ven conmigo a buscarla”.

Y por otra parte, los españoles, según otro gran conocedor de nuestra idiosincrasia, seguramente el mejor, Manuel Azaña en La Velada de Benicarló, somos extremosos en nuestros juicios: “Pedro es alto o bajo; la pared es blanca o negra; Juan es criminal o santo… Los segundos términos, los perfiles indecisos, la gradación de matices no son de nuestra moral, de nuestra política, de nuestra estética. Cara o cruz, muerte o vida, resalto brusco, granito emergente de la arena”.

Y nuestra verdad inmutable e irrefutable la hemos defendido y defendemos a muerte sin concesiones con una extraordinaria visceralidad y vehemencia. A la hora de hablar sobre el problema catalán, afortunadamente la mayoría de nuestros compatriotas lo consideran ya también un  problema español, gente educada y con formación universitaria pierde los estribos y la compostura. ¡Qué bien nos conocían el poeta sevillano y el político de Alcalá! Machado en Proverbios y Cantares: “De diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Nunca extrañéis que un bruto se descuerne luchando por la idea»”. Y Azaña: “El percibir exactamente lo que ocurre en torno nuestro, es virtud personal rara. La moderación, la cordura, la prudencia, estrictamente razonables, se fundan en el conocimiento de la realidad, es decir, en la exactitud. El caletre español es incompatible con la exactitud. Nos conducimos como gente sin razón, sin caletre. ¿Es preferible conducirse como toros bravos y arrojarse a ojos cerrados sobre el engaño? Si el toro tuviese uso de razón no habría corridas. Un cartelón truculento es más poderoso que el raciocinio”.

De acuerdo con lo expuesto, es lógico que todos aquellos que han tratado y tratan de introducir en el problema catalán, insisto problema español, ciertas dosis de mesura, de equilibrio, de transacción y de sentido común estén marginados, e, incluso sean acusados de traidores a los valores patrios.- ¡Cuántas fechorías y crímenes se han cometido en la Historia de España con el recurso del patriotismo!- Aquí se ha impuesto el todo o nada. Victoria o derrota. No se pretende convencer, sino derrotar y humillar al enemigo. Pero aquí no habrá vencedores, ya que todos perderemos. Ya estamos perdiendo y mucho.

Considerar Cataluña como botín de guerra, como ya se hizo en determinados momentos –tanto por los hunos como para los hotros según terminología unamuniana– dejará una herida profunda y muy difícil de cicatrizar por mucho tiempo. A no ser que se esté aquejado de autismo político o de falta de ética, esta huella futura cualquiera la puede vislumbrar. Mucho ojo. Estamos jugando con fuego. Los grandes incendios se inician con un simple chispazo.  Ejemplos en la historia nuestra  no faltan. Por ello, aunque sé que la voz de un simple profesor de instituto no servirá para nada, no me resisto a recurrir a la de uno de esos marginados, dotada de sensatez y mesura. Juan José López Burniol en el libro reciente Escucha, Cataluña. Escucha, España, en el que han participado también Josep Borrell, Francesc de Carreras y Josep Piqué, nos advierte: “No todos los problemas se resuelven solos. Ni todos los resuelve el tiempo. Este problema no es de los que se desvanezca. Al contrario, se agrava con los años. De nada sirve ampararse en la ley, escondiéndose tras ella como un burladero. De nada sirve dejar la resolución del conflicto al arbitrio de jueces y tribunales. Hay que afrontar políticamente el problema, exigiendo a todos-como presupuesto irrenunciable- el cumplimiento de la ley, pero sabiendo que la solución no está en la letra de la ley interpretada rígidamente. Ni sin ley ni solo la ley. La pauta debería ser: la ley como marco, la política como tarea y la palabra como instrumento”. Pero, para esta tarea es clave el protagonismo de políticos de verdad, aquellos que saben captar los cambios que se suceden inexorablemente en una determinada sociedad, y además saben encauzarlos políticamente y plasmarlos jurídicamente. ¿Ningún político pudo prever semejante drama político? ¿O si lo previó, esperó acaso a su explosión por fines espurios?

Recurro de nuevo a unas palabras de Azaña, que dedicó una gran parte de su actividad política al problema catalán: “Todos los problemas políticos tienen un punto de madurez, antes del cual están ácidos; después, pasado ese punto se corrompen, se pudren”. Espero que todavía no haya llegado a corromperse completamente y que se equivoque de pleno Antoni Puigverd cuando compara la actualidad de Cataluña con el juego de la comadreja y el gallo, una fábula de Esopo. La comadreja quería zamparse el gallo, pero necesitaba una razón para hacerlo y le acusó de no dejar dormir a los hombres. El gallo contestó que los ayudaba a despertarse. La comadreja lo acusó entonces de tener demasiadas novias, y el gallo contestó que así ponían más huevos. Cada respuesta del gallo era inútil, porque la comadreja presentaba una nueva acusación. Lo que ella quería era comerse el gallo; y así lo hizo.  Y si así ocurre desgraciadamente, quizá sea una nueva ocasión perdida de nuestra historia. Como ya fueron: la primera en 1812; la segunda en 1868-1874; y la tercera en 1931-1936.

Termino con una pregunta. ¿Cómo es posible que los cuerpos de Manuel Azaña y Antonio Machado sigan todavía fuera de España? La respuesta está implícita en las líneas precedentes.

Entrevista a Gabriel Albiac


Entrevista con Gabriel Albiac de Fernando 
Palmero, "Si el Gobierno persevera en su ignorancia, tiene la batalla perdida", en El Mundo,  21 OCT. 2017:


No existen, afirma categórico, ni el sentido ni la finalidad de la Historia y quien ha intentado inventarlos sólo ha conseguido crear destrucción y muerte. La política, dice que comprendió en el París de los 70 de la mano de Althusser, es el instrumento esencial del mal. Y desde entonces se ha dedicado a diseccionar el discurso del poder sin ceder un ápice del rigor analítico al que está obligado todo lector de Spinoza.

"El sentido, pues sería la clave: la fijación de finalidades que la nación materializa y en función de cuya preeminencia todo sacrificio es exigible". De esta forma precisa define Gabriel Albiac el nacionalismo en su Diccionario de adioses (Seix Barral, 2005). Y advierte sobre su naturaleza destructora: "La gran carnicería colectiva en que se mutó la antigua Yugoslavia no es más que un paradigma de laboratorio de lo que, en otros espacios geográficos, emerge bajo escenografías menos cruentas; por el momento. La certeza, elemental en sus convicciones, de políticos que enarbolan la identidad de sangre y lengua, como fe última e incuestionable teología, se ha convertido en la pesadilla inaugural del siglo". Religión laica, por tanto, que transforma variedades culturales (sangre, tierra y lengua) en identidades de guerra (todas lo son, dirá Albiac) que comparten "imprecisas fronteras con el fascismo".

¿Por qué, entonces, se resiste el Gobierno a frenar este delirio del independentismo catalán?

Porque estamos ante un tipo de golpe de Estado con escasos precedentes, ante algo que quizá, aunque sea muy metafórico, se puede llamar un modelo virtual. Es la idea de que un golpe de Estado puede desarrollarse sin costes humanos, económicos e incluso de algún modo sin costes simbólicos. Como si el combate material que ha definido los golpes de Estado desde que Gabriel Naudé inventa el término en el siglo XVII, se hubiese desplazado al ámbito de la escenografía. Un golpe de Estado convertido en un paso de danza. La cosa llega a la caricatura durante el acto insurreccional del 1 de octubre: ¿Qué es lo que lleva a que 17.000 hombres, los Mozos de Escuadra, sin disparar un solo tiro puedan eludir la actuación de una Policía moderna? La idea de que la realidad ha desaparecido y que lo único que cuenta son las imágenes.

¿Por eso no se mandó intervenir al Ejército?

El Estado ha actuado en un anacronismo total. No se ha dado cuenta de que el golpe que se estaba forjando era de un nuevo tipo. Vale que don Mariano Rajoy y su gente no hayan leído nunca a Guy Debord, aunque podían haber consultado a algún especialista, pero tras lo de noviembre de 2014, el Gobierno debería haber aprendido la lección de que tenía, primero, que destruir el golpe en lo virtual, y segundo, saltar por encima de la barrera de lo virtual y ejecutar la imposición material. El Gobierno se ha quedado completamente perdido ante esa estrategia, ha ido jugando permanentemente a la contra y permanentemente mal, porque ya me dirás qué sentido tiene encargar al Ejército que va a ser el responsable de mantener el Estado resultante del golpe a que impida el golpe. Cuando los guardias civiles y policías nacionales fueron a deshacer el roto que habían hecho los mozos, su intervención se convierte en la escenografía de una violación. Y lo que es peor todavía, al ni siquiera llevarlo hasta el final, tienes la imagen del violador, pero encima es el otro el que consigue culminar el proceso.

¿Es un Estado inepto o cobarde?

Ante todo, ignorante. El modo en que han utilizado a los medios de comunicación, el modo en que han puesto la representación imaginaria de los ciudadanos en manos de una gente como la de La Sexta, por ejemplo, que no es más que la máquina de producir representación de toda la banda de los independentistas catalanes y de los grandes empresarios que se benefician de esa dinámica, ese modo estúpido representado arquetípicamente por la vicepresidenta del Gobierno, solamente se puede entender por una ignorancia inconcebible, que no me imagino en ningún otro político de ningún otro país europeo. Si perseveran en esa ignorancia, tienen la batalla perdida. Si no se enteran de una maldita vez de que la representación, en los inicios del siglo XXI, es la representación imaginaria, que todo sucede primero en la escena y luego produce realidad, al contrario de lo que pasaba en el siglo XIX, por supuesto, mientras no entiendan que eso ha mutado, su destino es ser machacados.

¿Cómo interpreta la actitud de los empresarios?

La tesis clave de todo el pensamiento de Carl Schmitt es que para formar la identidad de una nación, basta con inventarse a un enemigo. Da igual que exista o que no exista. Lo que el nacionalismo hace en el periodo de entreguerras, exactamente igual que ahora, es configurar un enemigo, y el enemigo es la España que, fórmula afortunadísima de uno de los grandes publicistas del independentismo, no hace otra cosa que robarnos, España es un inmenso parásito que vive a costa de lo que chupa a Cataluña. Los altos dirigentes de La Caixa saben que eso es falso porque ellos viven de la clientela española; los grandes empresarios comerciales lo saben también porque sus productos se venden principalmente en España. Todo el gran capital sabe que eso es una majadería y que si se aplicase sería para ellos la catástrofe completa, pero les interesa desarrollar una bolsa de rechazo contra España a la sombra de la cuál piensan poder obtener unas situaciones fiscales mucho más favorables de las que tienen. Sin embargo, en un momento determinado se encuentran con que eso ya no lo pueden controlar. Y es el momento en el que empieza a producirse la gran fuga de empresas, como se intentó producir en los años 30 en Alemania. Pero ya con el nazismo en el poder si te intentabas marchar te fusilaban. Afortunadamente no es el caso, por el momento, en Cataluña.

¿Qué le parece la respuesta de Europa?

Muy tibia. Pero eso sí que forma parte de las mitologías europeas. Europa es una entidad marcada por la voluntad de suicidio desde 1914, y después de la Segunda Guerra Mundial, es como si no quisiese ya seguir viviendo. Europa no ha tenido capacidad de autodefensa y tiene plena consciencia de que no ha hecho nada para sobrevivir, que se ha salvado por la cabezonería de un político conservador, Churchill, y por la intervención de eso que los europeos han odiado siempre por encima de todas las cosas: el malvado imperialismo yanqui. Durante la Guerra Fría, Europa fue el escaparate frente a la URSS y al bloque del Este, por lo tanto había que plantearla desde el punto de vista de la guerra propagandística, de la guerra simbólica. Finalizada ésta, Europa se encuentra con que no produce nada y que tiene unos niveles de vida disparatadamente elevados. Si se cree que puede seguir viviendo 10 veces mejor que el resto del planeta y 2.000 veces mejor que los que están del otro lado del Mediterráneo y que lo puede mantener sin un ejército, allá ella.

¿En qué medida el populismo de Podemos es heredero de los gobiernos de Zapatero?

Rodríguez Zapatero ha sido el mayor imbécil de la política española, utilizo el término imbécil en su sentido etimológico, débil. Es un viejo dilema que se estudia en teoría política: ¿Qué es peor a efectos de gobierno, un malo o un tonto? Éticamente tenderíamos a decir que un malo, pero desde el punto de vista de los efectos materiales de un país, no hay nada peor que la estupidez, y la estupidez de Zapatero fue el origen de todo lo que vino a continuación. Lo fascinante es que grupos como estos chicos de Podemos que se presentan a sí mismos como la forma hipermoderna de la vieja izquierda revolucionaria, busquen la identificación en Cristina Kirchner, por un lado, y por otro, en la prolongación del peronismo en Venezuela, es decir, en movimientos abierta, descarada, explícita, inocultablemente fascistas. Creo que es un grave error hablar de Podemos como una organización comunista. No, Podemos es una organización fascista clásica.

¿Cómo se explica que surjan de la Universidad?

El destino del 80% de los alumnos de la Facultad de Filosofía o de Políticas, que es donde surgen, es estar allí para acabar la carrera y seguir viviendo a costa de sus padres. Es una tragedia. Y esto crea un estado de desequilibrio mental extremo. Por tanto, la posibilidad de ofrecer a estos chavales una nueva sacralidad, un universo sacramental que los libere, es tentadora. Estos de Podemos utilizan la vieja jerga religiosa y evangélica (el asalto a los cielos, el hombre nuevo...), hablan como San Pablo, literalmente y cuando lo que tú tienes delante es gente muy desesperada, funciona. Igual que funcionó en los años 30. Toda la Universidad alemana fue nazi, desde los profesores más brillantes hasta los alumnos más preparados.

¿La situación de la Universidad es por Bolonia?

No. Bolonia certifica la muerte de una universidad que ya estaba muerta. La gran enseñanza media, que fue la gloria de Europa, ha desaparecido. Por múltiples motivos, que van desde la masificación de los centros hasta la pérdida de homogeneidad del alumnado. Así, todo el sistema escolar ha descendido un escalón, es como si se estuviera pasando directamente de la primaria a la Universidad. Por tanto, lo que debemos hacer es bajar un escalón la universidad y convertirla en la enseñanza media que ya no existe. Naturalmente los países más sensatos lo que hacen es, en paralelo, mantener el sistema de centros élite. El caso francés es el más descarado. Allí, el deterioro de las grandes universidades ha sido igual pero cuentan con esa alternativa que mantiene todavía al alto funcionariado del Estado.

Su última novela está construida en torno al 11-M, ¿qué significó ese atentado?

El 11-M cierra el ciclo que se inicia en 1975. Es decir, cierra el ciclo de la Transición y lo cierra con una derrota de tales dimensiones que ni siquiera se puede verbalizar. Y eso distingue esencialmente la peculiaridad española de la de cualquier otro país. El bárbaro de Iglesias, que se ha gloriado tanto de decir que él fue el que organizó los ataques contra las sedes del PP después de los atentados, lo ha dicho con más claridad que nadie: no, no, miren, en realidad tenemos que entender que nuestro enemigo es España, España es una cosa inventada por el franquismo, tras la victoria de Franco en la Guerra Civil, por lo tanto, España es algo que ya no puede ser utilizado para nada. Lo que en ese momento triunfa en las calles es la idea de que hemos sido masacrados porque somos una cosa odiosa llamada España y eso, exactamente eso, es lo que une a un Iglesias con las variedades más locas del independentismo. El triunfo más espantoso y más perenne del franquismo es que cada uno de nosotros tiene que hacer un esfuerzo para decir España sin temer estar diciendo franquismo. La canallada mayor de la dictadura fue aprovecharse del significante España. Y los de Podemos deberían estar libres de eso. Para mí y para los de mi edad, decir España implicaba pararte, meditar y decir con toda seriedad: digo España a pesar del franquismo. Estos no tendrían ni que hacer esa cautela. Digo España porque ya sólo un gilipollas puede pensar que España es el franquismo. Bueno, pues esos gilipollas son ellos.

En Alá en París (Confluencias, 2016) advertía del peligro que para Europa representa el yihadismo, ¿qué consecuencias tendrá la caída de Raqqa?

A medio plazo eso repercutirá en una pérdida de capacidad técnica y logística del Estado Islámico (IS). Ante su pérdida de influencia, es probable que la guerra de Siria se desplace hacia Libia, donde una parte del IS se va a instalar porque aquello es, en estos momentos, el caos. A corto plazo, sin embargo, los militantes islamistas que logren escapar y regresen a Europa, principalmente a Francia, serán incontrolables. Habrá muchos atentados en los próximos años y pagaremos un precio muy alto.
Has pasado los últimos cinco años reactualizando a Pascal para una edición completa y bilingüe de los Pensamientos que saldrá en unos meses en Tecnos. ¿Qué tiene de actual Pascal y todo el siglo XVII?

El descubrimiento del siglo XVII, de personajes tan ocultos como Spinoza, Pascal o los libertinos, viene para los de mi edad ligado a una experiencia política y a la necesidad de dar razón de esa experiencia política personal. Tras la monstruosidad completamente inaceptable que fue la URSS, Althusser propone una tesis básica que es la que todos nos lanzamos a desarrollar: esto ha sido el resultado de proyectar sobre Marx la concepción de la Historia hegeliana. Es decir, la idea de que la Historia avanza implacablemente por el sentido bueno, que hay un sentido de la historia y una finalidad de la historia. El retorno al XVII, sin embargo, nos permite decir algo esencial que Spinoza es el que lo formula de manera más clara: todos los autoengaños, todos los errores, todas las mentiras que se producen en las cabezas de los hombres lo hacen a partir de una sola mentira básica: la de que existe el sentido, la de que existe la finalidad, porque si existe el sentido y la finalidad, todo está justificado, tanto la matanza de seis millones de judíos como los veintitantos millones exterminados por Stalin. En cuanto a Pascal, sus manuscritos los publica Pierre Nicole, que es el autor de un libro extraordinario sobre el teatro, en el que analiza el espacio escénico como el espacio de la corrupción de las almas. La polémica con Racine es terrible, porque Nicole dice que un poeta teatral no es más que un envenenador de las almas, así que será mejor poeta teatral cuanto mejor las envenene. A ese envenenador de almas llamamos hoy político.

Al niño le han quedado cuatro

Pablo Poó Gallardo

Al niño le han quedado cuatro,  en Jot Down, octubre de 2017:
  
A estas alturas todos sabemos que cada español lleva dentro, de manera innata, un entrenador de fútbol, un economista y un docente. Con tanto profesional de la educación de incógnito por ahí, analizar el sistema educativo se convierte en una tarea de alto riesgo. Intentaremos, no obstante, aportar la visión de alguien que se pasa las mañanas de lunes a viernes delante de treinta angelitos adolescentes ávidos de conocimiento.

Antes de comenzar habría que tener en cuenta unas sencillas premisas que, por algún motivo que desconozco, a gran parte del personal no le entran en la sesera:

No es lo mismo Primaria que Secundaria: niveles educativos distintos implican estrategias metodológicas distintas, alumnado diferente y profesionales diferenciados.

Las estrategias metodológicas no son estándares universales: una estrategia aplicada en 3.º A no tiene por qué funcionar en 3.º B, porque partimos de una base humana distinta, cada una con sus propias peculiaridades, que necesita un enfoque diferente. Si eso ya pasa en un mismo centro, imaginen en distintos institutos o en diferentes comunidades autónomas. Y eso que aún no he mencionado a Finlandia…

En educación las cosas no son blancas o negras, a pesar de que se empeñen en dividirnos a los docentes en dos bandos: uno más cool, más moderno y más del siglo XXI, que potencia el método por encima del conocimiento, y otro más ilustrado, reaccionario y anticuado, para el que prima el saber por encima de la metodología.

El sistema educativo es la Hidra de Lerna: si queremos entender el estado por el que pasa en la actualidad tendremos que detenernos en cada una de sus cabezas.

El sistema de acceso

Deberíamos contar con un sistema de acceso justo que permitiera la selección de los mejor preparados, ¿no? Pues no. Las oposiciones no son un método de acceso justo.

El número de plazas es independiente según el tribunal. Eso provoca que, en el tribunal 1, alguien con un 5,45 obtenga plaza y que en el de justo al lado, el 2, el que haya sacado un 7,56 se quede fuera. Esto sucede por dos motivos fundamentales: los exámenes son distintos para cada tribunal, por lo que los temas que hay que defender son diferentes. Los tribunales, también: uno puede ser más exhaustivo corrigiendo y el otro más benévolo.

Tampoco fomentan la selección de los mejor preparados: el temario de las oposiciones de acceso a los cuerpos docentes de Secundaria por la especialidad de Lengua castellana y Literatura consta de setenta y cinco temas que abarcan todo lo relativo a la gramática, las teorías lingüísticas y la literatura patria desde las glosas silenses. En el examen solo se podrá contestar uno. El resto de tu formación se la trae al pairo.

Los tribunales también son la guinda. Me pondré yo de ejemplo para no herir sensibilidades. A pesar de que a la Administración no le importe lo más mínimo, pues no gozo de ningún tipo de prebenda por serlo, ni económica ni de reducción horaria ni de perrito que me ladre, soy doctor en Filología Hispánica por la especialidad de Literatura. Para las oposiciones, entenderán, me preparaba con más esmero la parte del temario correspondiente a nuestras letras, habiendo incluso temas de gramática (T. 20: Expresión de la aserción, la objeción, la opinión, el deseo y la exhortación) que ni miraba.

Como funcionario docente entro en el bombo de los «tribunables» para cada oposición. Imaginen que me toca para las próximas. Obviamente, como filólogo, conozco las reglas que, en español, rigen la aserción, la objeción, la opinión y la santa madona que las parió, pero no a un nivel suficiente para aprobar unas oposiciones, pues carezco, en ese ámbito, de conocimientos actualizados, de bibliografía académica y de un trabajo con la materia tal que me permitiera codearme con quienes llevan preparando el tema los últimos meses o, incluso, años de su vida.

Bien, como me toque tribunal y salga ese tema, me vería obligado a corregirlo. A toda prisa, pediría el tema a cualquiera de las amables academias que los sirven de modelo (con mucha querencia por el copia y pega: basta bucear en el Alborg o en el Curtius, que ya hay que estar trasnochado, para darse cuenta) y me empaparía en un par de días de todos los conocimientos que estas personas han adquirido durante meses. ¿Quién soy yo para evaluar un examen del que no soy especialista en el que los examinandos se están jugando algo tan importante?

Pero no pasa nada, la Administración, que tanto vela por nosotros, ya se encarga de dotar a los tribunales de unas secretísimas plantillas (oposiciones públicas, recuerden) con las que facilitar la corrección. Y si no estás de acuerdo con tu nota, ajo y agua: no tienes derecho a ver tu examen corregido.

La falta de formación previa

Ahora, con los grados, las cosas han cambiado algo: al menos hay unas prácticas tuteladas y un trabajo de fin de grado. Sin embargo, si repasan la oferta académica del grado en Filología Hispánica, quizá les extrañe la falta de asignaturas dedicadas a enseñar a impartir Lengua y Literatura. Un grado con una orientación profesional tan significativa como la docencia debería contar, no ya con una suerte de «itinerario docente» dentro de la misma, sino con, al menos, una asignatura de «Pedagogía de la Lengua castellana y Literatura». Al menos en la Universidad de Sevilla, que fue donde estudié, no se imparte.

Es decir, que este que les escribe, cuando aprobó sus primeras oposiciones y se plantó delante de una clase de tercero de ESO con ocho repetidores, se había leído Los amores de Clareo y Florisea y los trabajos de la sin ventura Isea, sabía que lo más seguro es que el Lazarillo no fuese anónimo, que la «e paragógica» le daba al Mío Cid un regusto arcaico muy molón en la época (siempre ha estado de moda lo vintage) o que la terminología de Alarcos no tiene nada que ver con lo que enseñamos en Secundaria; pero no tenía ni idea de qué hacer cuando el del fondo te manda a la mierda, cuando vas a corregir unos ejercicios y no los ha hecho ni la niña que sonríe en el póster de vocabulario inglés de Oxford o cuando, con dieciséis años, el primer libro que se van a leer es ese del que tú les estás convenciendo.

La falta de formación continua

Sin embargo, si hay algo que no se le puede achacar a nuestro sistema educativo es falta de coherencia: si nuestra formación inicial no es la más adecuada, la formación continua no iba a ser menos.

Hablo de esos cursos y programas que se, digamos, desarrollan en los centros, y sirven para completar las sesenta horas necesarias para el cobro del próximo sexenio.

Cursos de escaso interés, con algunos ponentes que te dejan un arqueamiento de cejas más propio de una parálisis facial, de dudosa aplicación en el aula, que deben ser realizados en los centros de formación del profesorado (esos que, con suerte, te pillan a menos de cincuenta kilómetros de tu centro) y a los que has de asistir por las tardes porque no disponemos de horas específicas de formación (pero qué más da, ¡si los profesores no trabajamos por las tardes!).

Mención aparte merece el tema de la competencia digital. Este que les escribe no es que sea un as de la informática, pero tiene dos cosas claras: que el ordenador no hace nada que tú, consciente o inconscientemente, no le digas que haga y que probando, equivocándote y ensayando se aprende mucho. Yo he tenido compañeros (y compañeras, claro, pero para esto de las generalizaciones negativas da un poco más igual) que no sabían conectar el proyector con el ordenador en caso de que ambos funcionaran o que no sabían imprimir a doble cara o cancelar una impresión.

No se pide montar un servidor o programar en C, pero, joder, quítame el pen con seguridad.

Las leyes educativas

Imagine un trabajo cuyos legisladores, en el mejor de los casos, haga años que no ejercen de aquello que están regulando. Habrá otros que, incluso, no hayan trabajado en ese ámbito en su vida. Esto es lo que sucede en el mundo educativo: no se cuenta con profesores en activo para la redacción de las leyes que nos rigen.

Es increíble la cantidad de barbaridades que se llegan a acumular en una sola ley educativa. Barbaridades fácilmente subsanables habiendo, al menos, pisado un centro educativo.

Un ejemplo: en la anterior legislación existía el Programa de Diversificación Curricular (PDC). En él se incluía a alumnos con dificultades de aprendizaje para que en 3.º y 4.º de la ESO tuvieran una serie de asignaturas agrupadas en ámbitos: Lengua castellana y Literatura junto con Historia conformaban el Ámbito Sociolingüístico. Matemáticas y Ciencias Naturales, el Ámbito Científico Técnico. El PDC (o la «Diver», de lo bien que nos lo pasábamos en clase) se podía entender como una especie de premio al esfuerzo de determinados alumnos que, por una casuística bastante amplia, desde alguna dificultad diagnosticada de aprendizaje a problemas familiares, ingresaban en este programa como medida para, si no garantizar, facilitarles un itinerario adaptado a sus necesidades que concluyera con la consecución del título de Secundaria.

Mentira. Se metía a los alumnos más problemáticos para que los demás pudieran dar clase y, de paso, ayudar a estos que, con más problemas de vagancia que de aprendizaje, se iban a quedar sin titular.

La Diver, mejor o peor empleada según el centro, no estaba mal planteada del todo: se cogía la parte final del itinerario educativo obligatorio con una clara orientación finalista y se podía repetir curso, que era algo así como decirles que, aunque con más facilidades, no se les iba a regalar el aprobado.

A todo esto, llegan las cabezas pensantes de la LOMCE y topan con la Diver. Quizá alguno, incluso, la hubiera cursado. Entonces deciden remodelarla, darle su toque personal a lo J. J. Abrams y crean el PMAR (Programa de la Mejora del Aprendizaje y el Rendimiento).

El PMAR parte de la misma base: agrupaciones menores de alumnos con alguna dificultad de aprendizaje y asignaturas compendiadas en ámbitos; pero, como habían también cambiado los ciclos de la ESO (el segundo ciclo pasaba de ser 3.º y 4.º a solo 4.º), el PMAR podía durar hasta 3.º, con lo que lo adelantan un año y fijan su inicio en 2.º. Además, le añaden una guinda: no se puede repetir entre 2.º y 3.º, es un programa de dos años, y punto.

Pónganse ustedes delante de unos angelitos que saben que, aunque suspendan todas las asignaturas, no van a repetir el primer año. ¡Ahora van y los motivan!

¿Y cuando terminan el PMAR en 3.º? Pasan a un cuarto estándar. Han tenido dos años para ponerse al día, ¿no?

Finlandia y las competencias básicas

Pero ahí no acaba la cosa. El sistema educativo se replanteó hace ya unos cuantos años con la implantación de las Competencias Básicas de la Educación. Ahora se llaman Competencias Clave: ya saben que los cambios de nombre quedan muy bien de cara a la galería.

¿Se acuerdan de aquella tríada clásica de conceptos (lo que sabes), procedimientos (lo que haces) y actitudes (cómo te comportas)? Pues ya no existe. Sí, a menos que se tengan hijos en edad escolar, el resto de la sociedad española desconoce casi por completo cómo funciona el sistema educativo.

Simplificando mucho, resulta que a nuestros expertos educativos les fascinan los sistemas escolares escandinavos. Entonces piensan: «Coño, si esto funciona en Finlandia, ¿por qué no en España?». Como si la transculturación fuese algo tan sencillo como construir una Maestranza en Copenhague y llevar a Padilla.

El sistema educativo finlandés funciona en Finlandia por una razón muy sencilla: hay finlandeses. Aquí tenemos españoles.

Pero es que, además, la adaptación fue de lo más chapucero. Recuerdo el curso en el que comenzamos a evaluar por competencias: nadie sabía qué era aquello. Llamamos, entonces, a nuestros superiores, a las Consejerías de Educación: nadie sabía qué era aquello. Entonces empezamos a montar grupos de trabajo y nos asignaron expertos: nadie sabía qué era aquello.

Cada profesor tuvo que buscarse la vida a su manera. Básicamente te quedaban dos opciones: o no evaluabas por competencias o te inventabas tu propio método. Lo primero era lo más fácil; el problema es que viniera un inspector educativo a pedirte el cuaderno de notas. Él tampoco sabía evaluar por competencias, pero tú tenías que hacerlo. Lo segundo era frustrante: ahí estaban esos arrojados campeadores educativos con sus hojas de Excel kilométricas, enlazadas, coloreadas… y cuando llegaba la hora de introducir las notas en el programa de gestión educativa resulta que solo tenías que poner una calificación de 0 a 10, como toda la vida.

Pero bueno, todavía no he explicado qué son las competencias: son una serie de saberes básicos interdisciplinares que abarcan todos los ámbitos de saber del futuro ciudadano adulto que será nuestro alumno. Sí, es genial.

Ahora, en los centros educativos, evaluamos la competencia lingüística (cómo se expresan), la matemática (cómo suman), la conciencia y expresiones culturales (cómo… valoran la cultura), la social y ciudadana (cómo tratan a sus compañeros y al centro), el sentido de la iniciativa y emprendimiento personal (si te entregan las actividades voluntarias), la competencia digital, aunque no se pueda llevar el móvil a clase y los ordenadores no funcionen, y la competencia para aprender a aprender, que viene a ser algo así como lo que su propio nombre indica.

¿Y qué hacemos con todo esto? ¡Muy sencillo! Como no hay un método oficial, ¡hagan lo que les dé la gana! Yo les propongo uno: dividan cada evaluación en tareas evaluables: un examen, una lectura, unas actividades… A cada tarea evaluable, asígnenle un peso específico dentro de la evaluación expresado en porcentaje (examen: 30%, lectura: 10%…). En cada tarea con cada porcentaje, decidan qué competencias se van a trabajar (en un examen, por ejemplo, la competencia lingüística porque es de Lengua y se tienen que expresar; competencia para aprender a aprender porque al instituto, aunque no lo parezca, se viene a aprender; competencia en conciencia y expresiones culturales porque les voy a poner un fragmento de La colmena; y sentido de la iniciativa porque comprobaré si ha estado practicando ortografía y ha mejorado el número de faltas del último examen). A cada competencia, asígnenle un porcentaje de peso dentro del porcentaje de la tarea que ya establecieron previamente. Et voilà! Ya solo les queda ponerle al examen una nota distinta por cada competencia que dijeron que iban a trabajar.

Así, cuando les pregunten a sus hijos qué han sacado en el último examen de Lengua, les dirán: «Pues mira, he sacado un 7 en CCL que vale un 50%; un 5 en CPAA que vale un 20%, un 4 en CEC, pero no te preocupes, que vale solo un 10% y en SIEP, que no sé lo que es, me han puesto un 8. Ah, vale un 20%. Pero el examen cuenta como 30%».

—Entonces, ¿qué nota has sacado?

—Yo qué sé, ¡haz la cuenta!

Y ni he mencionado los estándares de aprendizaje.

La inspección educativa

Son mis jefes y no voy a hablar mal de ellos, que bastante me ha costado conseguir la plaza. Son supersimpáticos y competentes y te ayudan en todo lo que necesites. No, en serio, algunos son muy buena gente.

El problema es que, al igual que pasa con los que redactan las leyes educativas, un inspector educativo puede llevar décadas sin impartir clase o, directamente, haber sido maestro en Primaria y estar asignado a Secundaria.

La inspección educativa peca de exceso de burocracia. Cada vez que se designa a un centro educativo como de atención preferente, una tribu del Amazonas pierde el que ha sido su hogar durante siglos. Y el problema es que el papeleo no sirve para nada, porque no lo lee quien lo tiene que leer. Y, si lo lee, peor, porque hace caso omiso a las propuestas que sugerimos cada año.

La inspección educativa debería ser un órgano más numeroso de lo que es y debería tener un mayor enfoque de asesoría pedagógica. Pero la impresión que se tiene en los centros educativos es más cercana a la del tribunal de la Inquisición.

Recuerdo también una reunión de departamento bastante tensa donde una inspectora, diplomada en Magisterio por la especialidad de Matemáticas, nos decía que debíamos dejar de impartir gramática en nuestras clases de Lengua y Literatura de Secundaria porque «eso ya no se llevaba».

Además, es inversamente proporcional el número de informes que hay que rellenar cuando suspende un alumno y cuando aprueba. Que, a ver, no digo que sea una medida de presión encubierta; está claro que los que aprueban no necesitan nada más. ¿O sí?

El alumnado

El ambiente en las clases ha cambiado mucho desde que ustedes obtuvieron su título correspondiente. La tónica general que solemos encontrar los profesores, aunque depende enormemente del contexto sociocultural del centro y de la manera en que la directiva lleve su organización y funcionamiento, es que se ha perdido el respeto a la figura del docente y el sentido de utilidad de tener una buena formación. No solo entre los alumnos, la educación que vienen ofreciendo los padres nacidos alrededor de los setenta en adelante tiene mucho que ver.

El respeto al profesorado no se gana a base de temor, como quizá ocurría en la educación que recibieron muchos de ustedes. Los profesores no vamos por ahí. El respeto de tu clase se gana preocupándote por ellos, sabiendo dejar la materia a un lado cuando sus problemas van por otro, buscando la manera de engancharlos a tu asignatura y haciéndoles ver la utilidad de tener una formación.

Pero la carambola a tres bandas es brutal: hay profesores que deberían, mejor, dedicarse a otra cosa; hay familias que, más que educar, destruyen lo poquito que avanzamos cada mañana; y hay niños que traen la mala leche de serie.

Yo he pasado por quince institutos diferentes, la mayoría de un contexto sociocultural bajo, aunque he tenido de todo. Y pienso que cada vez más nuestros jóvenes no solo es que sepan menos, sino que tampoco les preocupa en exceso.

El sistema educativo, sobre todo en su parte obligatoria, está planteado para evitar el fracaso escolar de la manera más burda posible: bajemos el nivel para que aprueben todos. Cualquiera de mis alumnos puede titularse en 4.º de ESO habiéndose rascado significativamente los genitales. Tema distinto es la base que lleve a estudios posteriores, pero titularse, se titula (obsérvese que hablo de «mis» alumnos: insisto en que, en el tema educativo, el contexto es fundamental).

Este curso solo he suspendido, en junio, a cuatro alumnos. Como tengo ya muchos tiros dados, pues el nivel lector de algunos adultos es limítrofe con el de mis pupilos, dejaré claras dos ideas antes de seguir:

La calidad de un profesor no se mide por su número de suspensos.
He puesto más dieces que suspensos.
Lo que ocurre es que detrás de ese casi 100% de aprobados, en la mayoría de los casos, no hay un nivel acorde con la nota. Este curso, casi la totalidad de mi antiguo tercero de ESO ha pasado a cuarto con un nivel competencial, con suerte, de primero de ESO. ¿Qué hay, hoy día, detrás de un título de Educación Secundaria? En muchos casos, casi nada.

Y no me estoy refiriendo a conocimientos vinculados a asignaturas, ya sé que para ser alguien en la vida no hace falta haber leído el Quijote ni analizar una subordinada sustantiva de complemento directo (perdóname, Alarcos), sino a su nivel competencial: su capacidad de reflexión, de analizar ideas, de tenerlas propias, de valorar la cultura, de respetar a los demás.

El timbre está a punto de tocar

En el sistema educativo, como buen reflejo del planeta, también hay varios mundos. Se dan, incluso, dentro de un mismo centro. Hay profesores que prácticamente solo hemos trabajado en el tercer mundo educativo: ese donde el nivel de conocimientos es paupérrimo, donde prefieres dedicar las horas a hablarles de lo jodida que es la vida estando en paro, de que las drogas no son el camino (ni consumirlas, ni venderlas), de que no tienes que cometer los mismos errores de tus padres ahora que, por suerte, sabes cuáles fueron. Clases donde demasiados alumnos se irán del instituto antes de titularse. Centros en los que el equipamiento TIC no es que date de los principios del 2000 sino que, directamente, es inservible.

Pero hay otras realidades, como la que mostró Évole cuando quiso hacer un retrato de la educación en España y se quedó en lo que más vende: esos alumnos con inquietudes, interés, capacidad y mucha verborrea que, por suerte, también habitan las aulas de nuestro país.

Nadie miente y nadie dice la verdad: cada uno habla de lo que ha vivido. Por eso es inútil tirarse los trastos a la cabeza. Aunque una cosa sí está clara: si nunca has dado una clase, al menos, no estorbes.

Todos los hombres desean naturalmente saber

Παντες ανθρωποι του ειδεναι ορεγονται ϕυσειAsí empieza la Metafísica de Aristóteles, pero eso no ocurre en un aula de la ESO. Aristóteles hablaba del conocimiento directo, no del conocimiento abstracto, y mencionaba la necesidad de una continua experiencia para conseguirlo, es decir, de un gran esfuerzo. Pero

1- El nivel de exigencia es paupérrimo en la ESO comparada con la EGB.

2 – La preeminencia de los criterios de los psicopedagogos frente a los de los docentes: Las aulas están llenas de niños hiperactivos en vez de vagos a secas.

3 – La imposibilidad de imponer disciplina a través de castigos a aquellos que rompen la clase e incumplen con sus obligaciones (véase punto 2).

4 – Falta de compromiso de los padres: Yo llevo al colegio al niño para que lo eduquen (no señores, eso se hace en casa. El colegio está para transmitir conocimientos).

5 – Incongruencias graves en el nivel de exigencia en el salto de primaria (mínimo) y secundaria (que es mínimo pero al menos exige constancia, y es un valor que no se transmite).

6 – La obsesion por las TIC hacen que se pierdan los objetivos. En las clases de mi mujer todos los trabajos deben ser entregados escritos a mano porque la experiencia demuestra que muchos chavales copian y pegan de la wikipedia o similar (e imprimen a color con sus hipervínculos y todo) y además, el autocorrector les evita las faltas de ortografía y considera más importante saber redactar y escribir con corrección que saber usar un procesador de textos con corrección.

viernes, 20 de octubre de 2017

Stefan Zweig habló sobre el nacionalismo

“Por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea”. 

Stefan Zweig, El mundo de ayer, 1942

jueves, 19 de octubre de 2017

La inteligencia artificial supera al fin y desfasa a la humana.

Javier Salas "La inteligencia artificial ya aprende sola a ser invencible", en El País, 18-X-2017:

El último algoritmo de Google prescinde del conocimiento humano y señala que puede ser un lastre.

Es solo un juego de mesa. Pero el tablero del go, este complejo ajedrez oriental, es el terreno elegido para explorar las fronteras de la inteligencia artificial que en el futuro ayuden a "resolver todo tipo de problemas apremiantes del mundo real", en palabras de Demis Hassabis, líder de Google DeepMind. Esta división de la multimillonaria tecnológica ya logró crear un programa ganador de go, AlphaGo, capaz de derrotar a los campeones mundiales desnudando muchos secretos de la mente humana. Ahora han ido un paso más allá al desarrollar un programa capaz de aplastar a todas las versiones previas del todopoderoso AlphaGo aprendiendo de cero y sin ayuda. Una máquina que se enseña a sí misma, sin ejemplos de partidas reales ni intervención humana, hasta convertirse en invencible. Y además lo logró con una fuerza incomparable, en un tiempo récord y consumiendo una cantidad mínima de recursos informáticos.

Esta nueva versión desarrollada por DeepMind cuenta con un algoritmo que le permite aprender a ganar de la nada, practicando consigo misma

El programa original se había entrenado estudiando millones de movimientos reales de miles de partidas jugadas entre humanos, un monumental paso previo antes de comenzar a entrenarse jugando contra sí mismo hasta convertirse en imbatible. Pero esta nueva versión desarrollada por DeepMind, denominada AlphaGo Zero, cuenta con un nuevo algoritmo que le permite aprender a ganar de la nada, a solas con el tablero y las fichas. El nuevo algoritmo se apoya en una red neuronal basada en el aprendizaje por refuerzo: la máquina sabe enseñarse sola practicando consigo misma hasta alcanzar una capacidad muy superior a la de sus versiones previas.

El equipo de DeepMind quería ilustrar cómo la inteligencia artificial puede ser eficiente frente a aquellos retos en los que no se cuente con datos suficientes o conocimientos previos para guiar a la máquina hacia una solución óptima, como explican en el estudio que les publica la revista Nature. "Nuestros resultados demuestran", escriben, "que un enfoque de aprendizaje por refuerzo puro es completamente factible, incluso en los dominios más exigentes: es posible entrenar a un nivel sobrehumano, sin ejemplos humanos ni orientación, sin más conocimiento del campo que las reglas básicas". La idea ya no es superar a los humanos subiendo sobre sus hombros, sino llegar donde ellos no están ni pueden ayudar.

La máquina autodidacta derrotó a una máquina igual de potente pero enseñada con información de partidas humanas en solo 24 horas

Partiendo de cero, con movimientos aleatorios, AlphaGo Zero comenzó a entender las nociones de este complejísimo juego de piedras blancas y negras que deben ir ganando territorio en un tablero de 19 por 19 cuadrantes. En solo tres días, tras jugar contra sí misma casi cinco millones de veces, esta máquina venció a la exitosa versión previa que derrotó por primera vez a un campeón de talla mundial. Aquella máquina original necesitó meses de entrenamiento y 30 millones de jugadas. El algoritmo actual es tan eficiente que se hizo invencible con tan solo cuatro chips especializados frente a los 48 que necesitaba su predecesora de 2015. AlphaGo Zero derrotó a AlphaGo por 100 a cero.

Lo más interesante es lo que esta nueva máquina nos enseña sobre el aprendizaje, sobre (lo prescindible de) nuestros conocimientos y nuestra inteligencia. "A las 3 horas, el juego se centra en comer piedras con avaricia, como un principiante humano", detalla el estudio. "A las 19 horas, el juego exhibe los fundamentos de vida y muerte, la influencia y el territorio", continúa. A las 70 horas, la máquina es extraordinariamente capaz, a niveles sobrehumanos, capaz de visualizar estrategias sofisticadas impensables para los jugadores de carne y hueso. Y en 40 días es invencible. 

La idea ya no es superar a los humanos subiendo sobre sus hombros, sino llegar donde ellos no están ni pueden ayudar

De forma intuitiva, la máquina fue descubriendo tácticas, posiciones y movimientos que el talento humano había ido perfeccionando durante miles de años. Pero descubrió por sí misma otras estrategias innovadoras desconocidas que le resultaban más eficientes y optó por abandonar los movimientos clásicos humanos. Esa creatividad del algoritmo, uno de los hallazgos más notables de DeepMind, ya pudo verse en su famosa batalla contra el campeón Lee Sedol, de quien siempre se recordará su gesto, ojiplático y boquiabierto, al observar un brillante movimiento ganador de AlphaGo.

Es más, AlphaGo Zero ha demostrado que el conocimiento humano puede incluso ser un lastre a la hora de alcanzar mayores niveles de efectividad. Los especialistas de DeepMind alimentaron a una copia de este algoritmo con información de partidas reales entre humanos, para comparar su rendimiento con la versión autodidacta. El resultado: la máquina autodidacta derrotó a la máquina enseñada por humanos en las primeras 24 horas de entrenamiento. "Esto sugiere que AlphaGo Zero puede estar aprendiendo una estrategia que es cualitativamente diferente del juego humano", concluyen los investigadores de Google.

La verdadera capacidad de las máquinas

DeepMind ya había logrado que las máquinas aprendieran solas a ganar, como hizo con videojuegos clásicos. Pero el nivel de sofisticación del go, con más posibilidades en el tablero que átomos en el universo, lo convierte en mejor prueba que los marcianitos. Sobre todo si, como asegura Hassabis, pretenden usar estos desarrollos para solucionar cuestiones tan difíciles como el plegamiento de proteínas o el desarrollo de nuevos materiales: "Si podemos lograr con estos problemas el mismo progreso que con AlphaGo, tiene el potencial de impulsar el conocimiento humano e impactar positivamente en todas nuestras vidas"

"AlphaGo Zero puede estar aprendiendo una estrategia que es cualitativamente diferente al juego humano", concluyen los investigadores de Google

Conocidos los resultados de DeepMind, conviene recordar la Ley de Amara, propuesta por el científico Roy Amara: "Tendemos a sobrestimar el efecto de una tecnología a corto plazo y subestimar su efecto en el largo plazo". Este algoritmo de Google no tiene rival a la hora de enseñarse a sí mismo a ganar al go, pero hoy por hoy está muy limitado por la tarea encomendada. Así lo reconocieron sus desarrolladores hace unos meses, preguntados por qué pasaría si de pronto le cambiaran a AlphaGo las dimensiones del tablero de 19x19 a 29x29: "Estaríamos muertos". Un jugador humano sabría adaptarse sin mayores problemas al cambio.

Como contexto, un estudio del mes pasado publicado por investigadores de la Academia de Ciencias de China sobre el riesgo real de la inteligencia artificial analizando sus actuales capacidades. Así, estudiaron cuál sería el coeficiente intelectual de los distintos sistemas de inteligencia artificial, llegando a la conclusión de que son como niños pequeños: el de Google es de 47, el doble que el de Siri (24). Tomando en consideración las habilidades de los sistemas en torno a su "dominio del conocimiento, aprendizaje, uso y creación", llegaron a la conclusión de que la inteligencia general de AlphaGo (la versión de 2016) está por debajo de la humana. Eso sí, señalaban que para subir un peldaño en sus capacidades intelectuales AlphaGo necesitaba demostrar la creatividad necesaria para enseñarse a sí mismo a ganar. Y ese reto ya lo ha superado.

martes, 17 de octubre de 2017

El 10% más rico acumula el 52 % de la riqueza

Antonio Maqueda, "El 10% más rico de España acumula el 52,8% de la riqueza", en ·El País, hoy:

(para ver los estadillos, pinchar el enlace)

El 25% más pobre carga con más deudas que activos, según los datos del Banco de España

El 10% de hogares más ricos tenía en 2014 el 52,8% de la riqueza de España una vez descontada la deuda, según se desprende de la Encuesta Financiera de las Familias publicada este martes por el Banco de España y que comprende el periodo entre 2011 y 2014.

Este grupo ha visto como en esos años su riqueza neta ha ganado valor: de media, el 10% más rico poseía en 2014 un patrimonio neto de 1,29 millones de euros frente a los 1,23 millones que tenía en 2011. Sin embargo, en comparación con 2008, la riqueza de este colectivo todavía cae, ya que al principio de la crisis su riqueza neta ascendía a una media de 1,35 millones.

No obstante, según el Banco de España, esta franja de hogares ricos presenta unos niveles de renta o ingresos no tan elevados en comparación con su riqueza acumulada: la renta anual de este 10% más rico se situó en 2014 en los 67.600 euros de media frente a los 80.300 euros que ganaron en 2011.  

Si concentramos el foco en los todavía más ricos, el 1% más acaudalado de España ha conseguido un comportamiento incluso mejor de su patrimonio. Hasta el punto de que entre 2011 y 2014 aumentó bastante la proporción que tiene de la riqueza de España. Según los datos que ha facilitado el director del servicio de estudios del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en esos cuatro años su porción de la riqueza nacional ha engordado desde el 16,87% del total hasta el 20,23%.

O dicho de otro modo, el 1% más rico ha pasado a tener durante la crisis el 20% de la riqueza. La razón de este incremento estriba en el comportamiento de los activos financieros. Cuanto más adinerado, más se invierte en productos financieros como acciones o fondos. Y estos se han beneficiado del impulso que recibieron una vez despejadas las dudas sobre el futuro del euro. Por ejemplo, en ese periodo el Ibex 35 sumó un incremento del 20%.

El resto de los hogares españoles destina, por el contrario, el grueso de su riqueza a la vivienda, cuyo valor en ese periodo cayó un 20% según el INE. A partir de 2014 probablemente se revierta algo esta dinámica, pues el inmobiliario ha mejorado y los mercados financieros se han estancado.    

Los más pobres, con patrimonio negativo

En cambio, el 25% más pobre presentó de media en 2014 un patrimonio negativo de 1.300 euros. Es decir, tiene de promedio más deudas que activos. La situación patrimonial de esta cohorte empeora sensiblemente si se compara con 2011, cuando la media rondaba 12.600 euros. O con 2008, cuando la media subía a los 14.800 euros. Estos datos indican que este grupo fue el que acusó con más diferencia la pérdida de riqueza que causó la crisis.