martes, 30 de diciembre de 2014

Sánchez, Iglesias... y Habermas.

¿Qué qué pienso sobre el hipotético pacto Pesoe / Podemos? Evocaré un libro que me compré hace casi veinte años, cuando todavía quería saber algo (uno, que tantas cosas ha sido, también ha sido ingenuo): Teoría de la acción comunicativa, de Jürgen Habermas, porque haber haber, lo que más hay es un pasaje de su capítulo "Consideraciones sobre patologías de la comunicación" donde, inspirándose en un trabajo de Laing y Philipson, Percepción interpersonal (1974) pone como ejemplos a ciertos Pedro y Pablo que entonces (1984) no sonaban. No es coña: por eso me he acordado. Copio el pasaje entero:

Voy a ilustrar la dinámica de los conflictos de identidad recurriendo a un ejemplo que Laing y sus colaboradores construyen de la siguiente forma:

1. Pedro: "Estoy nervioso" / Pablo: "Pedro está nervioso".
2. Pedro: "Pablo está muy tranquilo, como si la cosa no le importara lo más mínimo" / Pablo: "Trataré de ayudar a Pedro mostrándome tranquilo y limitándome a escuchar"
3. Pedro: "Si a Pablo le preocupara mi situación y quisiera ayudarme, se mostraría más interesado y no con esa frialdad". / Pablo: "cada vez está más nervioso. Procuraré mostrarme más tranquilo"
4. Pedro: "Pablo sabe que su actitud me molesta" / Pablo: "Me acusa de estarlo enfadando"
5. Pedro: "Si Pablo sabe que su actitud me fasidia, entonces es que quiere fastidiarme a propósito" / Pablo: "Pero si, en realidad, de lo que estoy tratando es de ayudarle"
6. Pedro: "¡Será cruel y sádico! Sin duda le alegra que... etc." / Pablo: "Sin duda me está atribuyendo cosas que no son."

Suposiciones de este tipo sobre la base de una mezcla en definitiva inextricable de expectativas, fantasías y percepciones que continuamente se yerran las unas a las otras son la materia de que está hecha la realidad interhumana. Y en esta clase de mundos hay que introducirse cuando se quiere entender cómo aquello que una persona le supone a otras puede resultar a las otras particularmente perturbador e incluso enojoso, de suerte que al cabo empiecen reiteradamente a negar lo que el otro les atribuye y a suponer, por su parte, que el afectado "está como una cabra".

Primera condición para que en las relaciones interpersonales se inicie tal espiral es la desconfianza de, a lo menos, una de las partes, desconfianza que tiene su origen en una falta de seguridad respecto a la propia identidad. No hablo de cualquier afecto, sino de un tipo de desconfianza que cabe expresar en términos de teoría de la comunicación: la desconfianza en la solidez del fundamento consensual de la interacción, es decir, el temor de que el otro pudiera abandonar la base de la acción orientada al entendimiento y "derivar" más o menos inadvertidamente hacia un comportamiento estratégico. La segunda condición para que se inicie la espiral es una latente no concordancia en la valoración de (por lo menos una de) las imágenes que los participantes tienen de sí, valoración que regula la presentación que de sí mismos hacen los participantes. En nuestro ejemplo es relevante para la perturbación de la comunicación la violación de la pretensión de veracidad y de la pretensión de rectitud.

El primer "malentendido" surge en la segunda secuencia: Pedro no entiende que Pablo quiere ayudarle porque Pedro espera que Pablo se comportaría de otra manera si quisiera ayudarle. El segundo malentendido surge en la tercera secuencia: Pablo no entiende que Pedro lo malentienda  porque espera que Pedro tiene que interpretar su comportamiento (el de Pablo) como un comportamiento tendente a ayudarle. En la cuarta secuencia la base consensual de la interacción se rompe sin que ninguno de los participantes haya renunciado visiblemente a la acción comunicativa; Pedro cree que Pablo le está hiriendo intencionadamente mientras que, esta vez, Pablo se da cuenta de lo que Pedro piensa. En la secuencia quinta y sexta ambas partes llegan a la conclusión de que la otra está violando pretensiones de veracidad: Pedro piensa que a Pablo le divierte herirle, pero sin atreverse a manifestarlo. Pablo piensa que Pedro está transfiriendo falsamente a Pablo los sentimientos hostiles que él mismo abriga contra Pablo. Pedro atribuye, pues, a Pablo una violación intencionada de la pretensión de veracidad y Pablo atribuye a Pedro una violación no consciente de esa misma pretensión. Supuesta la condición - y esta es la tercera condición- de que ninguna de ambas partes está en situación de proseguir en el nivel metacomunicativo la acción orientada al entendimiento, la espiral sigue moviéndose hacia arriba (pp. 217-218).

¿Que qué me parece un pacto Pedro Picapiedra / Pablo Mármol? Dificilillo.

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