jueves, 5 de abril de 2018

El método Froilán

El Quijote es obra pesimista. "Cada uno es como Dios lo hizo, y aun peor muchas veces", dijo el gobernador de gobernadores Sancho Panza. Hogaño vemos incluso cómo una política al parecer impodructa y nada fangosa, doña Cristina Cifuentes, recurre al método pedagógico Froilán, infalible para que niñatos bitongos y descerebrados alcancen rango académico, a fin de pasar un grado que nombran máster. Pero hay quien dice, y yo lo creo, que doña Cristina no es rubia tonta, ni una Pajín, aunque se haga pasar por tal en un partido tan entero y aun entérico como el suyo, así que el hecho resulta tanto y más inexplicable. A lo mejor es que padece un trastorno por déficit de atención, un comienzo de alzhéimer, y se le olvida presentarse a los exámenes o presentar trabajos. Pero quia, no hay tal: no se le olvidó presentarse en las listas o cobrar la suculenta nómina. Ni siquiera olvida las palabras o la lógica como su jefe, que es el modelo de desmemoria de su partido, aunque por lo menos empieza ya a asimilar el narcinismo de la missing Esperanza Aguirre, que era de aguírrete y no te menees. Todos los poderosos terminan pareciéndose entre sí, como si los hubiera parido el mismo gilipollas ancestral.

Tal vez se trate en el fondo de El Método Grönholm de Jordi Galceran (2003), donde se demuestra que la competencia por los puestos cría no precisamente a gente eficaz para resolver los problemas, sino a psicópatas maestros en el arte de aislarse de un sufrimiento que necesitan para perpetuarse en el poder.

Quizá el extraño trastorno de la señorita Cristina Cifuentes se curara con una dimisión. Pero este procedimiento sanador es propio de épocas oscuras y de moralidad primitiva y bárbara. Además de muy embarazoso: en tiempos más democráticos, incluso se recurría a motoristas para producirlo o a jubilaciones emeritadoras. Pero como una reina de la colmena debe estar rodeada de pieles y mieles y no de hieles, de obreros obedientes y de soldados cumplidores, no se le puede imponer algo que no se impone siquiera don Marrano Rayado. Lo suyo es poner huevos para que los fecunden los zánganos de su monárquica colmena, donde ya solo cabe esperar que le den, ahora que ha demostrado sin género de dudas que también es corrupta,  fuera de la cera necesaria para los cirios que proclaman su santidad, una patada hacia arriba por el estilo de la que dieron a la aromática, o según algunos, pestífera Rosa Romero, repelenta niña Vicenta.

Pero tardaremos en ver algo así, ya que aquí nunca pasa nada para que todo siga igual... o peor, como dice ese antepasado del señor Murphy, Sancho Panza.

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