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domingo, 29 de noviembre de 2015

Julián Assange, "A los incompetentes les encanta el secretismo"

I

Joseba Elola, Julian Assange, fundador de Wikileaks. “A los incompetentes les encanta el secretismo”. Assange carga contra las agencias de inteligencia en el quinto aniversario de la filtración de los papeles del Departamento de Estado. El País 29 NOV 2015 .

Son ya más de 41 los meses que Julian Assange lleva encerrado entre las paredes de la Embajada de Ecuador en Londres. Más de tres años y medio que dejan huella. Aquí llegó el editor australiano en 2012 huyendo de una extradición a Suecia, donde se le reclamaba para interrogarle por cuatro acusaciones de acoso sexual y violación planteadas por dos mujeres con las que tuvo contacto en agosto de 2010. El plazo para tomarle declaración ha prescrito. De las cuatro acusaciones, solo queda en pie una, la más grave, la de violación. El límite para interrogarle expira el 17 de agosto de 2020.

Assange está desmejorado. Pálido, debilitado, con ojeras. Arrastra una lesión en el hombro derecho que le obliga a estrechar la mano con la izquierda.

Han pasado cinco años desde la publicación de Los Papeles del Departamento de Estado, operación en la que cinco cabeceras –The Guardian, The New York Times, Der Spiegel, Le Monde, EL PAÍS– coordinaron esfuerzos con la plataforma de filtraciones para otorgar salida periodística a 250.000 cables diplomáticos, y parece que por él hubieran pasado algunos más. Desde entonces, está en fuga. Lleva toda una vida en fuga.

Pregunta. WikiLeaks ha publicado, según dice usted, más de 10 millones documentos. ¿Qué diría que han conseguido después de todo?

Respuesta. Bueno, me pide usted que haga una declaración para calificarme a mí mismo…

P. Bueno, más bien, a su organización, WikiLeaks…

R. No es necesario para nosotros haber conseguido nada. WikiLeaks es un proyecto de educación masiva. Hemos construido una significativa biblioteca que muestra cómo se comportan en realidad las instituciones humanas modernas.

“La vigilancia en Internet se está convirtiendo en una amenaza potencial para la civilización” Su voz suena apagada en esta anodina sala de reuniones de la Embajada. Eso sí, su querencia por los largos monólogos permanece intacta. Aborta en varias ocasiones las preguntas para enredarse en sus dilatados circunloquios.

P. El Cablegate tuvo una amplia repercusión. Sus últimas publicaciones parecen tener menos impacto, ¿a qué lo atribuye?

R. Estoy de acuerdo, en términos generales. Se ha producido una normalización. Hemos publicado ya 2,7 millones de cables. Y este año hemos difundido más material. El documento más importante de 2015 no ha sido muy entendido fuera de Francia. Es la orden de interceptación de contratos [de empresas francesas] valorados en más de 200 millones de dólares. Una prueba del espionaje económico masivo de Estados Unidos contra Francia. Obviamente, esto no lo hace solo en Francia.

La plataforma está activa. Este año filtró, entre otros, 475.413 documentos de la productora Sony. Publicó los mails personales del director de la CIA, John Brennan. Reveló nuevos datos sobre el espionaje de EE UU a sus aliados —caso del Elíseo; escuchas a los ministros de Merkel—. Publicó actas de las negociaciones de los acuerdos de libre comercio de la Asociación Transpacífica (TPP). Difundió cables secretos del Ministerio de Exteriores saudí. Filtraciones más o menos polémicas, con mayor o menor llegada según la región del mundo en que uno se halle, que han revitalizado su presencia en los medios.

Assange, de 44 años, atribuye esta efervescencia a “la expansión de WikiLeaks, a algunas victorias legales y a un esfuerzo tecnológico”. El bloqueo bancario que impedía la llegada del 95% de sus ingresos se ha mitigado. Solo Bank of America y Western Union, dice, bloquean ya las donaciones dirigidas a las arcas de la organización que lidera.

Tras cuatro años sin buzón de recepción de filtraciones abierto —quedó desmontado al abandonar los disidentes de Assange la organización (le echaban en cara su personalismo)—, WikiLeaks cuenta con uno de última generación desde enero. Construir un método para que las fuentes puedan hacer llegar material de modo seguro no es fácil en estos días. “La vigilancia en Internet se está convirtiendo en una amenaza potencial para la civilización, como consecuencia de su amenaza global a la democracia”.

Assange sostiene que la mayoría de las interceptaciones de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) vienen de su cooperación con Google, Facebook y otras grandes firmas tecnológicas de EEUU. “La NSA simplemente clava sus colmillos en estas organizaciones de Silicon Valley y chupa toda la información”. Y lanza su andanada contra las agencias de inteligencia. “El secretismo institucional corrompe. A los incompetentes también les encanta el secretismo. Las agencias nacionales de inteligencia son burocráticas, corruptas e incompetentes. Y por eso en el intercambio de golpes para ver quién se llevaba a Edward Snowden de Hong Kong —¿nos lo llevaríamos nosotros a un sitio de asilo, o se lo llevarían la NSA, la CIA, o el Departamento de Justicia de EE UU a una prisión?— ganamos”.

Las agencias nacionales de inteligencia son burocráticas, corruptas e incompetentes. WikiLeaks se ha propuesto poner en valor la megafiltración de hace cinco años. De ahí que en agosto publicara The WikiLeaks Files: The World According to US Empire [Los expedientes de WikiLeaks: El mundo según el imperio de EE UU], un libro en el que 13 académicos y periodistas analizan las claves geopolíticas que se derivan del análisis de los cables publicados. Con él se pretende poner de manifiesto el modo en que EE UU impone su agenda en el mundo.

P. Si tuviera una filtración de servicios secretos de la que el Estado Islámico pudiera aprovecharse, ¿qué haría?

R. No estoy seguro de lo que quiere decir pero hemos publicado mucho sobre cómo se ha creado la situación actual en Siria. Desde 2006, tenemos declaraciones de la Embajada norteamericana en Siria en las que se dice que querían derribar al Gobierno atizando tensiones sectoriales entre chiíes y suníes, creando paranoia, ese es el término que usan, en el régimen de El Asad. Todo para que creyese que había un golpe de Estado inminente y hacerle “sobreactuar”, que es lo que hizo en 2011. Así que ese era el plan de Estados Unidos y, producto de ello, Francia, Inglaterra, Turquía, Arabia Saudí, Qatar e Israel han participado en esto también. El resultado de medios que no hicieron el adecuado escrutinio y de esta aventura enloquecida de Estados Unidos y sus aliados es la destrucción de Siria. Se suma a otras aventuras enloquecidas previas en Irak y Libia. Nada de eso tenía por qué ocurrir. La consecuencia es que Europa está ahora inundada de refugiados sirios; tenemos la creación del ISIS y de Al Nusra. Millones de personas han sido desplazadas y cientos de miles han muerto.

P. ¿Y todo esto no cambia nada a la hora de publicar información?

R. Solo significa que es necesario publicar más información acerca del conflicto tan pronto como sea posible.

He viajado a más de 50 países, me gusta la variedad, así que preferiría ser libre; libre de estar en muchos países distintos.

Mientras la filtración de materiales prosigue, los frentes judiciales se acumulan. En Arabia Saudí, por la publicación de cables; en Australia, por denunciar un caso de sobornos en el sudeste asiático. En el Reino Unido, dice Assange, hay una investigación terrorista

contra él y su colaboradora Sarah Harrison por ayudar a Snowden. Y, además, sostiene, hay un gran caso abierto en Estados Unidos “que ha sido declarado por el Gobierno como un secreto de Estado”.

En cuanto a la acusación por violación a la que debería hacer frente en Suecia, Assange se presenta como víctima de sistemas judiciales poco independientes. “El caso sueco es ahora el caso más infame de acusación falsa, al menos, en el mundo occidental”, alega. La fiscal sueca Marianne Ny intentó interrogarle en la Embajada el pasado mes de junio, después de años sin querer aceptar esta fórmula, pero Ecuador no facilitó la visita porque no se había notificado a tiempo, dijo la Embajada. Assange sostiene que la fiscalía sueca avisó tarde, de modo deliberado, para no tener que interrogarle: así, mantenían el caso vivo y evitaban el desprestigio. “No he tenido ni siquiera las garantías de defensa que tiene todo acusado”.

La situación no termina de desbloquearse y Assange sigue en fuga, recluido en la Embajada. Si pone un pie en la calle, dice, el Reino Unido le arresta. 

P. Si pudiera estar fuera de esta embajada, ¿a qué país iría?

R. Preferiría estar con mis hijos. He viajado a más de 50 países, me gusta la variedad, así que preferiría ser libre; libre de estar en muchos países distintos.

II

David Leigh, "La era de las filtraciones", en El País, íd.:

Más allá de las revelaciones, la asociación de WikiLeaks con cinco medios tradicionales para difundir 250.000 cables diplomáticos estadounidenses revolucionó hace cinco años nuestra comprensión de la política internacional real e inspiró un nuevo tipo de ‘soplones’, de Snowden a Falciani, con agendas propias.

Tengo ante mí, en mi mesa de Londres, una fotografía hecha en Madrid, una imagen poco frecuente: cinco directores de importantes periódicos internacionales juntos en el mismo estrado. Los cinco, antes de ese día, habían sido rivales, pero ahora eran amigos.

Los directores, de España, Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos, unieron sus fuerzas en 2010 para una colaboración extraordinaria. Acordaron publicar de manera simultánea la historia periodística más superlativa del mundo, que rápidamente acabó bautizada como Cablegate.

The Guardian había recibido una filtración masiva de 250.000 cables diplomáticos secretos procedentes de embajadas de Estados Unidos en 180 países. Los cinco directores acordaron publicar conjuntamente su explosivo contenido.

Cinco años después, ¿qué consecuencias tuvo aquella decisión?

Fijó el amanecer de un periodismo nuevo, capaz de dar a conocer datos inéditos a millones de personas. Uno de los detalles significativos de la fotografía de los directores es que ninguno sigue en su puesto.

Javier Moreno ya no dirige EL PAÍS; Sylvie Kauffman, de Le Monde, ha tenido al menos tres sucesores en su puesto de París; Georg Mascolo fue apartado en Der Spiegel; Bill Keller dejó su cargo en The New York Times (lo cual desató una desagradable pelea por la sucesión); y en el londinense The Guardian, Alan Rusbridger se retiró tras 20 años de lucha para mantener a flote un periódico en pérdidas.

Esas turbulencias muestran el trastorno que constituye Internet para los medios convencionales. Los directores del grupo inicial se unieron porque eran conscientes de que hacían falta nuevos tipos de colaboración para que el periodismo de investigación pudiera sobrevivir en tiempos difíciles. Cinco años después, la caída de los modelos de negocio tradicionales continúa e incluso se ha agravado. Una consecuencia es que esas colaboraciones entre medios internacionales se han vuelto casi normales.

Pero el Cablegate también fijó el amanecer de un modelo de periodismo completamente nuevo, capaz de dar a conocer datos inéditos a millones de personas en todo el mundo.

En la era de Internet es posible hackear y filtrar los contenidos de inmensas bases de datos, por muy seguras y secretas que parezcan. Una vez analizados esos datos, se pueden hacer públicos en todo el mundo al instante a través de medios en distintas jurisdicciones, de tal manera que ni siquiera los abogados y la policía de la mayor potencia mundial puedan detener el alud de revelaciones.

El Cablegate señaló el nacimiento de la era de las filtraciones masivas.

En los años posteriores, se sucedieron de forma inexorable las filtraciones de Snowden, aún más escandalosas, de datos relativos a las actividades secretas de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, una vez más a través de un grupo de periodistas de varios países. A ellas siguió una serie de revelaciones masivas de datos sobre cuentas en paraísos fiscales —como la famosa lista Falciani— que sacaron a la luz las identidades de propietarios de empresas en todo el mundo que hacían uso de jurisdicciones opacas como las islas Vírgenes británicas.

Este año, otra gigantesca filtración de datos del banco internacional HSBC sirvió para identificar a evasores fiscales y delincuentes de todo el mundo con cuentas secretas en Suiza. Y es previsible que la próxima filtración de datos no sea de gigabytes, sino de terabytes.

Hay una avalancha de información inédita, globalizada y relativamente sin filtrar que llega al público en general sin que nada pueda detenerla. Es un hecho nuevo y trascendental.

Ahora bien, ¿la publicación en 2010 del contenido de los cables diplomáticos estadounidenses revolucionó la política mundial?

Para ser sinceros, no del todo. La expresión Cablegate evoca Watergate, el famoso escándalo de 1974 en el que el presidente de Estados Unidos Richard Nixon se vio obligado a dimitir después de un robo en las oficinas de sus adversarios en el edificio Watergate de Washington.

Pero la terminación gate en 2010 era engañosa. Con una excepción, los cables diplomáticos publicados no dieron a conocer los delitos del Gobierno estadounidense, sino los de otros.

Por ejemplo, el tráfico diplomático registrado en Madrid dejaba en mal lugar a los políticos españoles al desvelar que el periodista José Couso había muerto en 2003 por fuego amigo de Estados Unidos en Bagdad. En su momento, Javier Moreno escribió: “Los cables revelan el doble lenguaje del Gobierno y la fiscalía. Nuestras informaciones muestran que dijeron a los diplomáticos estadounidenses que tratarían de obstruir o incluso cerrar el caso mientras aseguraban a la familia del periodista fallecido que iban a hacer todo lo posible para investigarlo. Al Gobierno socialista le ha resultado difícil explicarlo”.

Asimismo, los cables de Madrid contenían las denuncias oficiales más condenatorias de la Rusia de Vladímir Putin que jamás se hubieran hecho públicas. Un fiscal español que investigaba el crimen organizado internacional describió con detalle a funcionarios norteamericanos cómo se había convertido Rusia en un “Estado mafioso”. Sus severas descripciones de la delincuencia y la corrupción nunca habrían podido salir a la luz en circunstancias normales, y son fundamentales para comprender el comportamiento de gánster que tiene Rusia en el mundo en la actualidad.

La única excepción importante a esta imagen favorable de Estados Unidos fue la revelación de las órdenes emitidas por el Departamento de Estado a sus diplomáticos para que espiaran al personal de la ONU e intentaran obtener datos como sus números de tarjetas de crédito, direcciones de correo electrónico y programas de fidelización para viajeros frecuentes. La noticia causó un escándalo en 2010, pero adquirió una dimesión verdaderamente siniestra más tarde, con las revelaciones de Snowden de que la NSA había desarrollado la tecnología necesaria para piratear el tráfico que circula por la de fibra óptica de todo el mundo. Para eso querían los números.

Este es el verdadero legado de Cablegate. Los investigadores siguen citando con frecuencia su contenido, que ha revolucionado nuestra comprensión de la realidad política.

Las consecuencias no han sido tan halagüeñas para los filtradores. Edward Snowden, que actuó inspirado por el Cablegate, languidece en Rusia después de haberse visto obligado a pedir asilo, bajo la amenaza de cárcel si regresa a Estados Unidos. Julian Assange, el pirata australiano fundador de WikiLeaks, que hizo llegar los cables filtrados a los cinco directores, sigue oculto en la Embajada de Ecuador en Londres para evitar ser extraditado a Suecia, donde se enfrenta a acusaciones de agresión sexual.

Y el soldado Manning, el verdadero filtrador de los cables, un joven norteamericano lleno de problemas pero con grandes aptitudes técnicas, que logró descargar todos los archivos secretos de una terminal de comunicaciones militar a las afueras de Bagdad, cumple una condena de 35 años en una prisión militar en Kansas. Hoy, tras anunciar su decisión de cambiar de sexo, es una mujer, Chelsea Manning, y se somete a tratamiento hormonal.

Aunque las voces más enloquecidas, que pidieron en su momento que se le ejecutara por traición, han callado, está todavía muy lejos cualquier perspectiva de libertad bajo fianza. Manning dijo que, con sus filtraciones, quería provocar “discusiones, debates y reformas en todo el mundo”. Desde luego, lo consiguió. Pero cuesta pensar que hoy lo esté celebrando en su celda.

David Leigh fue responsable de la publicación de los cables en 2010, cuando era redactor jefe de investigación en The Guardian.


Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

III
Stephen Reese, "Una historia 'clasificada'", en El País, 29-XI-2015:

El precedente histórico más cercano de la revelación de los papeles del Departamento de Estado por parte de WikiLeaks es la filtración de los 'Papeles del Pentágono'.

La salida a la luz de mensajes diplomáticos clasificados efectuada por WikiLeaks fue bautizada en seguida como Cablegate, una etiqueta que lo colocaba dentro de la tradición moderna del periodismo de investigación, inspirada por el escándalo del Watergate. Pero del contexto histórico emana una clasificación más precisa.

Los reportajes sobre el abuso del poder presidencial, de la década de los setenta de Bob Woodward y Carl Bernstein publicados en The Washington Post (sus archivos están en los fondos de la la Universidad de Texas, donde imparto clase), aportaron el marco del sufijo "gate" a las diversas investigaciones posteriores que pretendían sacar a la luz algún escándalo. Sin embargo, el marco que ofrece ese sufijo ha tenido como consecuencia el convertir las fechorías personales ("¿Qué sabía el presidente?") —contadas, en esencia, como parte de una historia policial— en el modelo de los reportajes de investigación. Esto ha desviado el foco de los problemas sociales sistémicos.

Comprendemos mejor Vietnam tras  los 'Papeles del Pentágono', y el Cablegate nos ha dado una visión más franca de las relaciones internacionales.

Así que el Watergate no es el mejor precedente para entender esta nueva forma de periodismo. Un modelo más cercano son los Papeles del Pentágono publicados por The New York Times poco antes del Watergate. Aquellos papeles destaparon la historia clasificada de la Guerra de Vietnam que había sido encargada por el Departamento de Defensa de EE UU y que contenía una versión menos suave de la guerra, que la que conocían los ciudadanos hasta entonces. Esto fue un escándalo político, no un delito penal a nivel particular, y la información se obtuvo por la filtración a gran escala a un medio de comunicación.

Históricamente los periodistas siempre han preferido las ruedas de prensa y las entrevistas a la tarea, más difícil, de investigar a partir de pruebas documentales, pero los Papeles del Pentágono eran literalmente papeles, fotocopiados por la fuente que dio la voz de alarma. Hoy la tecnología reduce enormemente los escollos para este tipo de filtraciones, y aumenta el valor de documentos materiales, como se ha visto en el caso de WikiLeaks.

La tecnología reduce enormemente los escollos para las filtraciones, y aumenta el valor de documentos materiales, como se ha visto en el caso de WikiLeaks.

De hecho, el mundo de Internet ha otorgado incluso a los ciudadanos corrientes —que por lo demás no tienen un acceso especial a la información— la capacidad de participar en el proceso de investigación. Mientras que los reportajes del Watergate requirieron una investigación tenaz y mucho ir y venir (con la ayuda de fuentes internas claves), ahora las noticias pueden saltarse a toda la prensa institucional. Incluso en sociedades autoritarias como la china, donde los medios de comunicación profesionales están limitados, los activos netizens o "ciberciudadanos" hacen una puesta en común de la información, contribuyen a los denominados "incidentes masivos", verifican los relatos oficiales y sacan a la luz escándalos a una velocidad y una escala notables.

Más allá de esta investigación con base ciudadana, de los Papeles del Pentágono y del Watergate, el caso del Cablegate supone una nueva forma de colaboración híbrida entre activistas de la transparencia y medios de comunicación. Es una forma de periodismo de investigación para un ecosistema periodístico global, que se ha creado a partir de una estructura de redes interconectadas de medios institucionales, de periodistas ciudadanos, de whistleblowers o gente que da la voz de alarma ante malas prácticas, y de plataformas tecnológicas. Cierto que de este modelo más participatorio surgen menos héroes periodísticos del tipo Woodstein, pero aquello fue una heroificación del periodismo que distorsionaba su función y hacía más difícil la crítica al sistema.

Al publicar los documentos a través de grandes medios de comunicación los grupos activistas de la transparencia como WikiLeaks demostraron que reconocían el contexto y conocimiento que los profesionales pueden aportar. Pero los medios de comunicación tradicionales, aunque valoran el acceso a semejante abundancia de documentos de interés periodístico, encuentran incómoda su colaboración en estas operaciones emergentes apátridas y supranacionales, aunque tengan una misión común: publicar información difícil de encontrar. Mark Coddington, catedrático de la Universidad Washington y Lee, ha analizado el modo en que los medios de comunicación tradicionales han reaccionado ante WikiLeaks, y ha mostrado cómo se sienten empujados a defender las fronteras de su autoridad profesional y el paradigma periodístico tradicional, que se basa en la institucionalización, en una relación más formal con las fuentes de información y en la objetividad.

De este modelo más participatorio surgen menos héroes periodísticos del tipo Woodstein, pero aquello fue una heroificación del periodismo.

La diplomacia debe tener algún componente de secreto y engaño, pero los Gobiernos tienden a llegar demasiado lejos al ocultar información, y estas prácticas entran en conflicto con nuestra idea de cómo funcionan mejor el periodismo y la vida ciudadana. Comprendemos mejor la Guerra de Vietnam tras haber tenido acceso a los Papeles del Pentágono, y el Cablegate nos ha dado una visión más franca de las relaciones internacionales. Debido a la preocupación por la seguridad debe haber información clasificada, pero ahora que las posibilidades tecnológicas del “periodismo en red” sustentan la colaboración (aunque sea incómoda) entre los activistas y los guardianes profesionales de la información, la balanza se inclina cada vez más hacia la transparencia.


Stephen Reese ocupa la cátedra Jesee H. Jones de Periodismo en la Universidad de Texas y es vicedecano de la escuela de Comunicación. Es coautor de Mediating the Message in the 21st Century: A Media Sociology Perspective.

domingo, 15 de noviembre de 2015

El País, un periódico con una deuda más grande que algunos países

El País se toma un artículo de The New York Times como algo muy personal. Después de que el diario estadounidense pusiera en cuestión su independencia, el diario de Prisa le devuelve el cumplido con otro artículo y cancelando la distribución del suplemento semanal del New York TimesEl País, editado por Prisa (deuda: 1.800 millones), destaca que el NYT tiene una deuda de 430 millones. Además, el periódico puso fin a las colaboraciones del periodista Miguel Ángel Aguilar tras las críticas que este expresó en The New York Times.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Fascismo en la Universidad

John Carlin, "El estudiante eunuco. La juventud de hoy pertenece a una generación mimada que practica una especie de fascismo 'lite'", en El País, 9 NOV 2015:

“No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo” (Voltaire)

Hace unos días hubo un debate en la BBC entre el presidente del consejo de estudiantes de una universidad británica y un señor mayor que escribe columnas para The Times de Londres. El tema era la libertad de expresión. ¿Quién estaba en contra? ¿El columnista del Times, cuyo dueño es el reaccionario Rupert Murdoch? No. El líder estudiantil.

Algo raro está ocurriendo en las universidades de Reino Unido, y en las de Estados Unidos también. El estudiante que hablaba en la BBC es síntoma de una tendencia represiva en un sector de la sociedad donde uno suponía que se daba un alto valor al principio del pensamiento libre.

El motivo del debate entre el joven y el periodista, que por edad podría haber sido su abuelo, había sido una petición firmada por 3.000 estudiantes de la Universidad de Cardiff exigiendo que a Germaine Greer, antiguo icono de la revolución feminista, se le prohibiese dar una conferencia en su campus. Greer, como algunos o algunas recordarán, es la autora del influyente y provocador libro La mujer eunuco, publicado en 1970. El libro, tan irreverente como iconoclasta, exhortaba a las mujeres a desencadenarse de los estereotipos represivos de antaño.

El problema de los estudiantes de Cardiff con Greer, que hoy tiene 76 años, es que la consideran una “misógina”. Lo cual, a primera vista, es como llamar a Martin Luther King racista. ¿Cómo se explica? De la siguiente manera. Greer escribió un texto en 2009 en el que argumentó que a las transexuales no se les podía considerar mujeres. Tal afirmación fue considerada lo suficientemente ofensiva como para declararla persona non grata en el campus. Greer se rindió, pero no sin antes declarar en la radio: “Solo porque te cortas la polla y te pones un vestido no significa que te conviertas en mujer”.

El tema aquí no es si Greer tiene razón o no. El tema es que la censura de personas cuyas ideas no confluyen con las nuevas percepciones de lo que es o no aceptable se está extendiendo por las universidades anglosajonas. Algunos ejemplos.

La semana pasada un profesor de la universidad de Yale, en Estados Unidos, fue rodeado por un grupo de estudiantes que le gritaron, entre otros improperios, “¡cállate la puta boca!”. Su pecado: haber aconsejado a sus alumnos que si veían a alguien vistiendo un disfraz de Halloween “ofensivo” que no les hicieran ningún caso.

A finales de septiembre, la Universidad de Warwick, en Inglaterra, canceló una conferencia de una mujer nacida en Irán llamada Maryam Namazie. Esta es una marxista conocida por su virulento desprecio por la religión, empezando por la suya de nacimiento, el islam. La universidad explicó que su comparecencia en el campus incitaría “el odio”.

Y un ejemplo más entre miles: una profesora de Derecho en la Universidad de Harvard escribió un artículo el año pasado lamentando la presión que recibía del cuerpo estudiantil para que no diera clases sobre cómo la ley responde a casos de violación. La profesora, Jeannie Suk, comparó esta actitud con intentar enseñar cirugía a un estudiante de medicina sin exponerle a la angustia de ver sangre.

Según Suk, los organismos estudiantiles estaban en contra de clases sobre la ley y la violencia sexual porque temían que la experiencia podría resultar “traumática”. Y aquí, aparentemente, está el grano de la cuestión. Explicaba el líder universitario que habló en la BBC que el objetivo de la censura era siempre dar prioridad a “la seguridad” de los universitarios. Un reciente artículo escrito por dos académicos en la revista estadounidense The Atlantic profundizó en el tema. Explicó que para los que se apuntan a esta nueva corriente la meta final era proteger “el bienestar emocional” de los estudiantes, convirtiendo los campus en “lugares seguros” donde “jóvenes adultos están protegidos contra palabras e ideas que les hagan sentirse incómodos”. “Se está creando una cultura”, agregaba el artículo, “en la que todo el mundo debe pensar dos veces antes de abrir la boca”.

Alguien que ha optado por no abrir la boca nunca más en foros estudiantiles es el famoso cómico estadounidense Chris Rock, que ha construido una brillante carrera a base de ridiculizar tabúes raciales, sexuales y políticos. Rock, que es negro, dijo en una entrevista reciente que ya no comparece en las universidades porque son “demasiado conservadoras”. Su principal preocupación, estimó, es “no ofender nunca a nadie”.

¿A qué se debe tanta susceptibilidad entre los estudiantes del mundo anglosajón? En parte tendrá que ver con la presión conformista ejercida por la policía religiosa de las redes sociales, el miedo a la crucifixión verbal que padecerá cualquiera que discrepe de la ortodoxia de la manada. Pero, como también sugiere el artículo de la revista The Atlantic, la juventud de hoy, especialmente la que ha tenido la suerte de ir a la universidad, pertenece a una generación mimada. Es verdad que hoy los jóvenes lo tienen difícil para conseguir trabajo pero, al menos en los países ricos de Occidente, sus padres tuvieron la mejor y más pacífica calidad de vida que ha conocido la especie humana. Estos afortunados padres se han esforzado de una manera nunca vista para no herir los sentimientos de sus hijos, para protegerles de lo feo, lo duro y lo difícil de la vida.

La consecuencia ha sido la aparición de una generación de adolescentes y veinteañeros psicológicamente delicados que detectan ofensas donde sus padres —y más aún los padres de los padres, que vivieron guerras— no se las hubieran imaginado. Antes, cuando el columnista del Times era joven, los estudiantes censuraban a los que llamaban fascistas. Para bien o para mal, lo hacían a partir de un proceso de razonamiento político. Los militantes universitarios anglosajones de hoy censuran sobre la base de lo que sienten. Practicantes de una especie de fascismo lite, ellos son los que mandarán dentro de no mucho tiempo. Si la cosa no cambia, uno tiembla por la democracia.

lunes, 5 de octubre de 2015

Filosofía, asignatura marginada

Guillermo Altares, "Platón, expulsado de clase", en El País, 5-X-2015:

La reforma educativa margina la asignatura de Filosofía. Los docentes se movilizan para evitar que los fundamentos del pensamiento occidental salgan del aula

“Que noooo, que Platón está tirao…”. Con el traje de chaqueta que usa a diario, la corbata y el maletín, Enrique P. Mesa introduce a uno de los padres de la filosofía en el aula de 2º de Bachillerato del instituto El Espinillo, en el distrito madrileño de Villaverde. “No es un profe normal”, confiesa un estudiante de la última fila. Cuenta chascarrillos durante toda la clase y confronta el mundo de las ideas con el mundo sensible haciendo dibujos de lechugas y perros en la pizarra. Mesa explica despacio e interrumpe cada poco para asegurarse de que nadie queda atrás. En 45 minutos que pasan volando, los adolescentes ahondan en el primer autor de Historia de la Filosofía, la asignatura de los porqués. Les habla del bien, de la eternidad, de la esencia… “Solo puedes descubrir el mundo de las ideas usando el pensamiento racional”, desliza.

La última reforma educativa (LOMCE) reduce la asignatura de forma sustancial en las aulas españolas. La Historia de la Filosofía que imparte Mesa con pasión pasa de obligatoria a optativa. Hasta ahora se enseñan en secundaria y Bachillerato tres asignaturas relacionadas —Filosofía, Valores Éticos e Historia de la Filosofía—. Solo la primera será obligatoria en 1º de Bachillerato. El resto dependerán de cada comunidad autónoma. Es decir, un estudiante podría cursar la educación obligatoria y salir a los 16 años sin haber visto los fundamentos que estructuran el pensamiento occidental, desde los clásicos hasta Marx o Sartre.

“La idea general, que es errónea, es que la filosofía te enseña a pensar. A pensar puedes aprender con otras materias. Pero de la filosofía emana el pensamiento crítico, que es el que sustenta la democracia. Tenemos el derecho a votar porque se nos considera críticos y autónomos”, reflexiona Mesa en el descanso entre clases. Preside la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid, que se ha movilizado en la comunidad, igual que han hecho otros docentes en el resto de regiones aunque con logros desiguales. Cantabria y Andalucía se han comprometido a recuperar la asignatura como obligatoria en 2º de bachillerato en la parte del currículo que diseñan las autonomías.

Los profesores de Filosofía han recibido también el apoyo de instituciones como la Sociedad Española de Historia de la Medicina, que consideró “indiscutible el carácter formativo de esta materia dentro de la historia de la cultura occidental”. Su causa se ha hecho viral. Una carta al director en este diario titulada La belleza de las humanidades logró 200.000 recomendaciones en Facebook. “A partir del próximo año, la filosofía desaparece de 2º de Bachillerato, y se entierra en el oscuro baúl donde fueron desterradas sus hermanas música, pintura, literatura, historia, retórica, etcétera", señalaba el texto del lector Pedro Argüellol.

“Sentí una tristeza profunda, porque esta medida forma parte de una concepción de la educación que no comparto”, relata Silvia Vela Arrans, de 46 años, que enseña en el instituto Margarita Salas de Majadahonda (Madrid). “Pero no afecta solo a la Filosofía, sino a las asignaturas que ayudan al alumno a crear: a las Artes Plásticas, a la Música”, prosigue.

Los docentes critican que su materia ha sido una asignatura maltratada en todas las leyes educativas españolas. Y van siete. Pero añaden que nunca había quedado tan minimizada como en esta última. “Es el recorte más fuerte de todas las reformas educativas de la democracia”, asegura Antonio Campillo, decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia, presidente de la conferencia de decanos y de la Red Española de Filosofía, que agrupa a las 24 facultades y 40 asociaciones.

Para Campillo, la clave de la reforma está en que el Gobierno quería reforzar la Historia de España como obligatoria en todas las comunidades y sacrificó la Filosofía. “Las materias básicas no se aprenden en un año, se estudian en ciclos formativos. Los alumnos necesitan un recorrido mínimo”, explica este profesor que enseña desde 1979. “Incluso en el terreno de la educación instrumental, enseña a expresarse, a hablar. Por eso las escuelas de negocios se han dado cuenta de que un economista o un ingeniero necesitan las humanidades”.

Durante la tramitación de la LOMCE ha habido numerosos encuentros entre representantes de los profesores y del ministerio, con escasos avances. Esperanza Rodríguez, profesora del Instituto Margarita Salas y presidenta de la Comisión de Educación de la Red Española de Filosofía, ironiza: “He estado en todas las conversaciones, ya me gustaría que hubiesen sido negociaciones”. “Cada vez irán saliendo menos plazas, de hecho, los dos últimos años no ha habido”, prosigue Rodríguez, que aprobó la oposición con 26 años y enseña desde hace 20. “Algunos seguiremos enseñando Filosofía, otros darán asignaturas afines y muchos tendrán que compartir centros. Pero creo que es sobre todo una pena para los alumnos. La adolescencia es una edad estupenda para hacerse preguntas. La filosofía les lleva a enfrentarse a nuevas inquietudes, a hacerse más adultos. Y eso requiere tiempo y ayuda”, reflexiona esta docente.

Emilio Lledó (Sevilla, 1927) es miembro de la Real Academia, premio princesa de Asturias de Humanidades y una referencia del pensamiento en España. Pero a este hombre sabio siempre le ha gustado definirse como un profesor de Filosofía y ha dedicado toda su vida a la enseñanza. “Lo que está ocurriendo está dentro de esa misma tendencia pragmatoide, de obsesión con lo inmediato”, explica. “Eso significa la muerte de la riqueza más grande un país, que es la cultura, porque ahí residen su libertad. La filosofía ocupa una función esencial, porque nos obliga a pensar sobre la lengua, sobre el bien, sobre la justicia, sobre lo que somos, sobre la verdad. Desde los griegos, los filósofos siempre han sido la conciencia crítica de una época”.

Las diferencias entre estudiar Ética o Religión

Con la LOMCE, la nota de Religión vuelve a contar para la media en el expediente. En Madrid, las matrículas de esta asignatura se han disparado un 150% porque la otra opción —Valores Éticos, impartida por profesores de Filosofía— es más 'hueso'. Preguntado por este asunto, el ministro de Educación, Iñigo Méndez de Vigo, consideró recientemente “muy importante” que los alumnos salgan de la escuela “con unas agarraderas religiosas, sociales o éticas”.

El decano de Filosofía de la Autónoma de Madrid (UAM), Antonio Cascón, lo ve distinto: “Me parece que estamos en el territorio de la barbarie, en los tiempos en los que vivimos de racionalidad y avance, la religión debe ocupar otra parcela. Que avance en detrimento de la filosofía define bastante hacia donde quieren nuestros dirigentes que camine esta sociedad”.

José Luis Mora, del Departamento de Antropología social y Pensamiento Filosófico Español de la UAM, añade: “La filosofía debe construir mentes abiertas, no puede ser una alternativa a la religión, los centros de enseñanza son el espacio público de la razón. Lo contrario es volver al siglo XVIII”.

sábado, 3 de octubre de 2015

Anécdota sobre Cortázar y la censura franquista

Ugné Karvelis, la segunda mujer de Julio Cortázar, contó en una entrevisa que Rayuela  nunca se publicó en España durante el franquismo, pero, casi al final del régimen, Jaime Salinas, director de la editorial Alfaguara, había negociado con la censura de forma que le dijeron que podría hacerse si suprimía la frase "Dios, el pajarito mandón". Pero Julio dijo que no y Rayuela quedó sin publicar hasta después de la muerte de Franco.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Autocensura y eufemismos

M. A. Bastenier, "Auto-censura y eufemismo", en El País, 14-VIII-2015:

Incluso en democracia puede haber un juego de intereses velados que afecte al mejor desarrollo del periodismo.

Entre las múltiples asechanzas que dificultan y empobrecen el trabajo del periodista figuran muy prominentemente la autocensura y el eufemismo. Ambos han existido siempre y siempre existirán, pero el segundo ha cobrado renovados bríos en los últimos tiempos, sobre todo en países apostrofados de baja intensidad democrática, porque todo parece más frágil, menos asentado y por fabricar.

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. La autocensura, como el calor, tiene grados que la hacen soportable, o todo lo contrario. Y lo que, en cualquier caso, el periodista le puede pedir a su periódico es que el cuadro marco en el que se mueva, de derecha o izquierda, sea razonablemente democrático, de forma que haya holgura suficiente para que pueda obrar con comodidad. Uno no se ve obligado a mentir cuando escribe, pero no necesariamente lo dice todo. Con eso basta y sobra. Mucho más grave es el caso del periodista que se autocensura atendiendo a intereses puramente personales, para agradar a tal o cual instancia política o social, porque aspira, quizá, a puestos mejor remunerados, dentro o fuera de la profesión, y cree conveniente difuminar sus convicciones para congraciarse con este o aquel. Incluso dentro de un ordenamiento jurídico democrático cabe ese juego de intereses, que si es muy humano y yo no condeno a nadie por defenderlos, sí que afecta al mejor desarrollo del quehacer profesional.

Uno no se ve obligado a mentir cuando escribe, pero no necesariamente lo dice todo. Con eso basta y sobra.

Una forma más o menos larvada de autocensura es el eufemismo, la sustitución de la forma directa de decir las cosas por una versión light, que pretende hacer más digerible lo claramente negativo. En Economía el eufemismo campa por sus respetos con toda la autoridad con que se maneja especialista y de ahí hace metástasis donde puede. Así tenemos una desaceleración del crecimiento, un crecimiento negativo, y tantas otras versiones del enmascaramiento de la realidad, que, especialmente, encuentra terreno abonado en la política. Los personajes públicos se refugian en lo que yo llamo el chip colonial, la terminología esotérica y auto-referencial que era como en tiempos del Antiguo Régimen el poder se dirigía a sus súbditos, y hoy trata de impresionar al votante con un lenguaje que quiere parecer culto y es simplemente enrevesado. Colombia puede ser todo un caso particular porque su terminología jurídica, que es una selva inextricable de ideas y conceptos, está todos los días representada en las páginas de los periódicos. A mí el que más me gusta es extinción de dominio, para decir que te has quedado sin algo.

Pero el eufemismo, como expresión camuflada o de lo que no es, tiene cada día más porvenir. Una muestra relativamente emparentada al trabajo periodístico son los llamados periodistas institucionales, cuyo quehacer es tan digno y legítimo como cualquier otro, pero que se falsifica a sí mismo porque se puede ser periodista o servir a una institución, pero nunca ser periodista institucional. Hay que elegir porque, como dijo el clásico, casa con dos puertas malas es de guardar. Son términos que disfrazan lo que conocíamos de toda la vida: jefe de prensa, o más elegante, director de comunicaciones. Y por ese mismo sendero llegamos a fórmulas tomadas del inglés, en especial norteamericano, que como un ave de rapiña sobrevuela América Latina presto a hacer todo el daño que pueda: community manager, versión posmoderna del comunicador social, que no seré yo quien ose explicar en qué consiste.

El eufemismo se extiende cada vez más a la conversación diaria, incluso presidido por la mejor de las intenciones, como cuando hablamos de afrodescendientes o afroamericanos. Sé muy bien que esta es una reivindicación de la procedencia africana de tantos latinoamericanos, y cada uno es muy dueño de apodarse como prefiera, pero no puedo dejar de preguntarme ¿qué de malo tiene negro, o en su versión levemente domesticada, de color? Si así tiene que ser, otros tendrían en cambio, que llamarse eurodescendientes.

El mayor eufemismo, a la vez que forma absolutamente funcional de autocensura, consiste, sin embargo, en confundir interesadamente comunicación con información. Dejemos claro que la comunicación es tan legítima como la información, pero no por ello es lo mismo. La comunicación es un contenedor general en el que cabe todo, desde los asuntos ventilados entre particulares, hasta el relato de sucedidos, rumores, corre-ve-y-dile de todo tipo en las redes sociales, que pueden tener un contenido real de información, pero nunca presentados de manera profesional, eficaz, directa, y fiable, como aspiran a hacer los medios de información. Y hoy asistimos a una pugna, en la que nadie tiene razón ni a priori carece de ella, entre el tsunami comunicativo que lo anega todo y esa información facilitada por los medios legal y profesionalmente habilitados para ese fin. El crecimiento exponencial, en individuo-hora, de las redes parece ser hoy fuertemente superior al de utilización de los medios de comunicación tradicionales —digitales e impresos—, de forma que el tiempo-persona del consumo de redes tiene que influir negativamente sobre el número de usuarios de las marcas periodísticas. Y solo cabe decir que gane el mejor, pero no porque comunicación equivalga o sustituya a información, porque esa sería la peor de todas las autocensuras o eufemismos.

sábado, 5 de septiembre de 2015

El canallazgo

Ígor Rodríguez, "El canallazgo", en Nueva Tribuna, 4-IX-2015:

Es el sistema del canallazgo. Construyendo una realidad sobre la que ideologizar a las masas de uno y otro lado de la línea.

Es el canallazgo, un régimen donde la libertad de ser mediocre, la dictadura del precariado intelectual y las ideologías jerarquizantes de la desigualdad y la dominación se dan la mano en un occidente que, con su falaz aserto “tenemos el sistema menos malo conocido”, cierra las puertas a un mundo verdaderamente justo.

Estamos en manos de canallas. Es una variante de otra frase aún con menos certeza que pronunciaban nuestros mayores ante cualquier injusticia social televisada: ¡en manos de quién estamos! Hoy queremos ser capaces de acertar a señalar qué y quiénes son esos en cuyas manos estamos, en cuyas manos nos hemos puesto, a cuyas manos permitimos manosearnos, manejarnos, hacer y deshacer a su antojo, el antojo de unos límites que ellos han creado y que llaman ley (no todas las leyes, está claro, emanan de ese antojo), donde las dudas sobre la distancia entre lo ético y lo legal quedan despejadas.

Pienso en cada acto cotidiano: por ejemplo, ponerse delante de la tele, creer que en la gama de canales que se ofertan (se imponen) está el acto ingenuo de servicio público de información, de contar sin más lo que pasa, sin que medien aspectos de carácter político, entre los que se encuentran los económicos. Obviamente, político aquí no es partidista, aunque la consecución de ciertos fines, claro está, se materialice en los partidos, especialmente en aquellos en cuyo ideario y/o praxis podemos identificar ideologías de la desigualdad).

Canallas son gobernantes y hombres de poder xenófobos que luego se persignan, como canallas son esos –suelen ser los mismos- que se enriquecen a costa del empobrecimiento de los trabajadores. Canallas son también esos comentaristas de tres al cuarto, intelectualmente mediocres, que, por estar capitalizados simbólicamente en las destrezas discursivas que el mercado de intercambios lingüísticos sanciona como adecuadas (como explicara Bourdieu), pasan, en apariencia, por ser honestos y poseedores de la verdad y el conocimiento. Canallas son los que editan espacios televisivos o periodísticos, de consumo masivo, y que ponen a aquellos el micrófono en la boca y nos hablan de objetividad, imparcialidad, neutralidad, sin que los asistentes al espectáculo (des)informativo puedan, con certeza, acertar a dilucidar sus conceptos. La luz es difusa para identificar a los canallas.

El mundo es construido desde el atril del partido, desde la rueda de prensa, convenida en hora interiorizada en la útil agenda informativa que ordena el día; desde la televisión y el titular (limitado en su esencia misma) en las definiciones de los otros, partiendo del auto construido punto cero de la (falaz) neutralidad.

Nos han despojado de la filosofía de tal modo que es imposible que el ciudadano educado en la precariedad para el precariado pueda establecer la línea de continuidad de todo este sistema filosófico de las definiciones de los otros y la definición propia, en el ahora mismo del mediatizado mundo que 1) el cine de gran presupuesto y efectos especiales reproduce e inventa; 2) los articulistas y comentaristas y presentadores televisivos y radiofónicos de escrúpulos e intelectualidad a la altura  de un gusano –en algunos casos más que en otros, y excepciones hay- construyen, donde el género periodístico noticia (incluso la opinión misma) se confunde con el hecho mismo o, peor, con la invención de una realidad paralela intencionadamente edificada respecto de los intereses de un grupo social-económico-político específico; 3) el político profesionalizado, aspirante a cargo desde su adolescencia, defiende, porque el cargo actual y futuro le va en ello; 4) el maestro de corta y poca formación eleva a la altura adecuada que precisa el maniqueísmo jerarquizante de lo correcto y lo incorrecto, de lo bello y lo no bello, de lo superior y lo inferior, de lo universal y lo no universal, es decir, lo tuyo frente a lo del otro, tú que hablas una lengua, frente al otro que no llega, que habla en dialecto o, peor, como sostuviera Pidal, “jerigonzas de negros” (llámenle intelectual); tú que tienes historia frente al otro, al que –oh, un intelectual más dixit- ni historia tiene; tú que vives en un sistema y no un régimen; tú, demócrata y no populista; tú, hombre (blanco), no mujer (de cualquier aparente color). ¡Qué destino le depara al otro –piensas desde el sistema-mundo, construido a tu imagen y semejanza- sino la tutorización y el oenegeísmo!

Las masas piden a sus gobernantes neoliberales, colocados en sus puestos por el pensamiento neoliberal de los votos de las masas, algún atisbo de humanidad: ¡piden, a las ideologías de la desigualdad, ideología de la igualdad!

Es la contradicción de nuestro tiempo, donde la tasa de alfabetización y comodidades están a años luz del ayer. La línea de continuidad no contrapone aquella dureza con la felicidad, aquel analfabetismo con la intelectualidad generalizada, aquella sinrazón con el haber aprendido de los errores, como los discursos de la mediocridad vienen construyendo desde hace décadas. La línea de continuidad es la del canallazgo, ese sistema de la indolencia edificado desde la construcción del otro como inferior, para someterlo, para arrebatarle su tierra, su cultura, su historia, su vida y su familia, para esclavizarlo, (pseudo) argumentando sobre su no humanidad, su condición de inferior, para descubrirlo, para conquistarlo, para interiorizarlo sin solución posible para él/ella. Un sistema construido sobre las bases de la ideología de la desigualdad encargado de expoliar hasta el último suspiro, incluyendo el conocimiento, cada hallazgo humano de los inferiorizados, para autodesignarse la luz y la razón que ilumina el mundo, sobre el que ya no es preciso ni discutir el auto asumido derecho –supremo, como no puede ser de otro modo- de apropiación, llamando a esto la civilización frente al salvaje.

Es el sistema del canallazgo. Construyendo una realidad sobre la que ideologizar a las masas de uno y otro lado de la línea, a través de eso que llaman conocimiento y que no es más que la continua exaltación de lo falazmente superior ante el falazmente inferior, ideologizando por doquier y con todos los medios, con más poca vergüenza que otra cosa, en que lo europeo, lo occidental, es el bien, luz, cultura, museo, belleza, orden, ciencia, libro, lo universal: en definitiva, la superioridad misma.

¿Cómo asombrarnos de la indolencia, de la indiferencia, de la misma institucionalidad de la desigualdad, del racismo, del machismo, de la discriminación y la violencia, de la normalidad con que un fabricante de vallas hace su negocio a cuenta de la sangre ajena?

Las masas gritan despavoridas ante las fotografías que muestran los horrores de nuestra propia vergüenza, los efectos de nuestra miseria interior. Las masas piden a sus gobernantes neoliberales, colocados en sus puestos por el pensamiento neoliberal de los votos de las masas –cualquiera que sea el color de la papeleta-, algún atisbo de humanidad: ¡piden, a las ideologías de la desigualdad, ideología de la igualdad! ¿Y no es como pedir peras al olmo?

Las masas encenderán la televisión, escucharán al iluminado de la gomina, al fantoche de los dientes como marfil y al otro, el del flequillo, en cuya mordida de gafas aparenta el saber; los escuchan porque el espacio televisivo los presenta como opción posible, como punto de vista posible, como ideología posible, porque la ideología de la desigualdad no sólo puede, está: es consustancial a esta indolencia.

Las masas en la línea de continuidad del canallazgo preservarán el sistema canalla en la urna y volver a la serie de televisión pseudohistórica para que siga alimentando la falsa superioridad del yo frente al otro, al tiempo que dilucidar si el hijo de la Pantoja anda flojo del vientre ante las muchachas; volverán al informativo que nombra sistema al yo y régimen al otro, que llama pirata al marinero desposeído de su mar, de su sustento; que busca la anécdota del otro frente a la certeza de los propios, a los que amenazan avalanchas humanas (he ahí las maravillosas metáforas periodísticas), de las que, en la procesión, la misa y la romería, nos protegen las benditas concertinas.

Es el canallazgo, un régimen donde la libertad de ser mediocre, la dictadura del precariado intelectual y las ideologías jerarquizantes de la desigualdad y la dominación se dan la mano en un occidente que, con su falaz aserto “tenemos el sistema menos malo conocido”, cierra las puertas a un mundo verdaderamente justo.

Ígor Rodríguez Iglesias | Investigador en la Universidad de Huelva y la UAM.
Área: sociolingüística crítica y análisis crítico del discurso.

domingo, 30 de agosto de 2015

La selección de cobertura informativa revela el sesgo conservador y neoliberal de los medios de comunicación

Vicenç Navarro, "El sesgo conservador y neoliberal de los medios de comunicación", en Nueva Tribuna, 27 de agosto de 2015:

Uno de los problemas mayores que tienen las democracias occidentales ha sido la gran concentración de la riqueza y de las rentas en estos países en manos de sectores muy minoritarios de la población y que ejercen una enorme influencia en las instituciones representativas y en los mayores medios de tales países, con el consiguiente deterioro de la calidad democrática en estas sociedades. Consecuencia de ello es que la información a la cual tiene acceso la ciudadanía es, por lo general, muy sesgada además de deficiente.

Muchos estudios científicos han mostrado de una manera muy convincente y contundente de que a mayor desigualdad en una sociedad, (con mayor concentración de la riqueza y de las rentas) menor es la calidad democrática de sus instituciones, y más limitada y sesgada es la información que la ciudadanía recibe a través de los mayores medios de información.

Uno de los ejemplos de ello es la cobertura mediática de las elecciones al Congreso y a la Presidencia de EE.UU. Debido a la gran importancia que hoy juega EE.UU. en la vida económica, financiera y política de todo el mundo occidental, es comprensivo que estas elecciones pasen a ser noticia en los mayores medios de información, no solo del propio EE.UU., sino también de todos los países llamados democráticos, incluyendo España. Pero esta cobertura mediática tiene, por lo general, un sesgo muy marcado a favor de unos candidatos a costa de otros. Un caso muy presente es la presentación mediática de dos de los candidatos a la Presidencia de EE.UU. más llamativos existentes hoy en la vida política estadounidense. Uno es el Senador socialista Bernie Sanders (el único socialista del Senado) que está atrayendo una gran atención popular movilizando a la población y consiguiendo grandes multitudes en sus actos políticos, nunca vistos en aquel país desde tiempos de Franklin Roosevelt. En realidad, le han llamado el nuevo Franklin Roosevelt por su discurso anti-establishment financiero y económico, que según él, controla las instituciones políticas del país. Habla como ningún otro político ha hablado en los últimos años. Sus propuestas encajan en la tradición socialdemócrata de orientación escandinava, enfatizando la enorme explotación que existe en aquel país por una minoría sobre la mayoría de las clases populares, centrada en la clase trabajadora (referida erróneamente y comúnmente en la narrativa mediática como la “clase media”). Y lo que es bastante único y nuevo es que se presenta, sin ningún rubor o tono defensivo, como socialista. Es interesante señalar que lo mismo hace en su estado de Vermont, de donde ha sido senador por muchos años, a pesar de ser un estado de orientación, en general, conservadora. Lo que parece paradójico es que es un estado que había sido conservador antes de que le votara a él.

El otro candidato a la Presidencia de EE.UU. es el Republicano Donald Trump, que es la otra figura que se presenta también como anti-establishment, crítico del aparato y del establishment del Partido Republicano. Donald Trump es un superbillonario que ha hecho una enorme fortuna con sus negocios especulativos sobre temas inmobiliarios, comprando a políticos para conseguir prebendas, de lo cual hace gala. Es una persona de la ultraderecha representativa del sector empresarial inmobiliario corrupto hasta la médula, que le encanta ridiculizar lo que él considera como “la opresión en la narrativa oficial del país de lo políticamente correcto”, menospreciando a todos los sectores (desde las mujeres a los afroamericanos e hispanos) que han sido discriminados en aquel país. Es también profundamente contrario a los sindicatos, siendo parte de su fortuna (originada en sectores turísticos como Las Vegas) consecuencia de una superexplotación de sus trabajadores, muchos de ellos, inmigrantes. En realidad, han sido estos inmigrantes (víctimas de su explotación) los que han contribuido en gran manera a aumentar su riqueza proveniente de Las Vegas. Hoy, uno de los conflictos mayores de aquella parte del país es el de los trabajadores de las empresas Trump que quieren sindicalizarse (véase Michelle Chen “No Surprise: Trump Is a Union Buster at His Own Hotel”). Pues bien, Donald Trump, con su hipocresía extrema, ha hecho tema central de su campaña expulsar a todos los inmigrantes (que se consideran ilegales) de EE.UU., y también retirar la nacionalidad automática a cualquier persona nacida en suelo estadounidense, negando la nacionalidad a los hijos de los inmigrantes ilegales.

La cobertura mediática de Trump vs Sanders en EE.UU. y en España.

Los dos candidatos han tenido un gran éxito en este periodo de la carrera electoral. Trump ha superado su apoyo popular (desde el 1 de julio) de un 6% a un 22% ahora, un crecimiento muy notable. Pero el apoyo actual es mayor por Sanders (25% desde el 1 de julio), habiendo también crecido notablemente desde aquella fecha (de un 12’7% a un 25%). En realidad, el crecimiento de Sanders es incluso mayor, pues según las encuestas del primer estado que realiza la elección, New Hampshire, Sanders está incluso por encima de Hillary Clinton, y a nivel nacional, Sanders está también por encima de Trump. Y lo que es muy importante es que en el caso de Trump, en el público estadounidense despierta mucha mayor oposición popular que Sanders. En realidad, Sanders es uno de los políticos que despierta menor negatividad en la población.

Parecería, en base a estos datos, que Sanders tendría que tener igual cobertura mediática, sino incluso mayor, que Trump, y sin embargo, los medios están dando mucha mayor cobertura a Trump que a Sanders. Así, la revista Fair (que analiza críticamente el sesgo conservador y neoliberal de los medios estadounidenses) indica que en los tres mayores canales de televisión estadounidense, ABC, CBS y NBC, por cada seis veces que aparece Trump, Sanders aparece solo una vez. El más sesgado a favor de Trump era, además de la ultraconservadora Fox, la CNN. En los mayores rotativos del país – The New York Times, The Washington Post, Wall Street Journal, Los Angeles Times, USA Today – Trump es citado sistemáticamente de tres a cinco veces más frecuentemente que Sanders. Este sesgo es incluso más acentuado en España, donde los mayores medios de comunicación han dado gran cobertura a Trump y muy poca (en la mayoría, nada) atención a Sanders. ¿Por qué?

Por qué unos reciben mayor cobertura que otros.

La respuesta a esta pregunta es obvia. Trump no amenaza a la distribución de poder económico y financiero de EE.UU. Sanders sí. Y de ahí el sesgo. Y a más concentración de la riqueza y de las rentas en un país, mayor es el sesgo conservador y neoliberal de los mayores medios de información de la realidad que nos rodea. En España hemos visto situaciones muy semejantes (e incluso peores) de gran hostilidad hacia políticos que cuestionan y denuncian las enormes desigualdades en España (la segunda más alta después de EE.UU.), como han sido los dirigentes de Podemos o de IU (Izquierda Unida), presentando en cambio reportajes favorables a aquellos políticos que ni siquiera hablan del tema, como, por ejemplo, los dirigentes de Ciudadanos. Sería de una enorme importancia que, en España, hubieran revistas como Fair que señalaran el sesgo sistemático de los medios en la cobertura de la vida política del país. 

martes, 25 de agosto de 2015

El documental sobre Juan Carlos I censurado en esta pseudodemocracia

Javier Ayuso, "Yo, Juan Carlos I, rey de España", E·l País, 25 de agosto de 2015:

El documental de la televisión pública francesa, grabado poco antes de la abdicación del Monarca, que TVE no quiere mostrar a los españoles.

“Los peores momentos de mi reinado han sido los asesinatos terroristas que han sufrido los españoles durante tantos años; más de 800 personas muertas”, dice el rey Juan Carlos, con lágrimas en los ojos, en el documental realizado por el director de cine hispano-francés Miguel Courtois, por encargo de la televisión pública francesa, en coproducción con RTVE. Una película que ahora su director general, José Antonio Sánchez, no quiere emitir en la cadena pública española.

Ayer, en el cine de la localidad vasco-francesa de San Juan de Luz, asistí a un pase privado de la película, en francés (TVE no ha encargado la traducción al español prevista en el convenio de coproducción). Un documental de 150 minutos grabado durante varios meses en España entre finales de 2013 y mediados de 2014 y que utiliza imágenes de los archivos de Televisión Española. El proyecto fue encargado por la televisión pública francesa al director Miguel Courtois y a la periodista y escritora, Laurence Debray (que ha publicado un libro sobre el rey Juan Carlos).

No hace falta decir que yo no soy objetivo a la hora de valorar la película, porque trabajé durante 28 meses como director de Comunicación de la Casa del Rey y participé activamente en la preparación y los rodajes del documental (cinco horas de grabación al Rey en su despacho del Palacio de la Zarzuela). A lo mejor por eso estoy abochornado por las explicaciones que dan desde RTVE para justificar que no van a cumplir su parte del acuerdo y privar así a los españoles de ver una película que la TF3 emitirá en prime time en los próximos meses.

La película arranca con las palabras del todavía rey Juan Carlos I cuando anunció su abdicación el 2 de junio de 2014. A partir de ahí, con idas y venidas en la historia, el narrador va contando su vida desde que llegó a Madrid desde Lisboa, siendo niño, en el Lusitania Express, hasta la proclamación de su hijo, Felipe VI, el 19 de junio del mismo año. Ni Courtois ni Debray sabían que el Rey iba a abdicar unos meses después mientras le grababan en la Zarzuela (no se lo podíamos decir, por razones obvias), pero don Juan Carlos y don Felipe sí lo sabían y en sus declaraciones se pueden deducir claves de lo que más tarde sucedió.

La forma elegida para la entrevista era especial. El Rey estaba sentado en la mesa de su despacho oficial e iba viendo imágenes de su vida en la televisión. Laurence Debray le preguntaba sobre esos momentos y él respondía a bote pronto; unas veces con palabras y otras con silencios. El Rey Juan Carlos habla con toda naturalidad ante las cámaras de Courtois y se muestra risueño a veces, tajante otras y triste y melancólico en muchas ocasiones; sobre todo, cuando habla de la trágica muerte de su hermano (“le echo mucho de menos”), o de las difíciles relaciones con su padre, don Juan de Borbón. “Ahora pienso que el acto de abdicación de mi padre tenía que haber sido más solemne y con más boato, porque se lo merecía”, dice el Monarca mirando a la cámara; “fue un hombre que renunció a todo por la democracia y la Monarquía”.

Se ríe el Rey cuando cuenta su primera reunión con Francisco Franco. “Me llamó para que fuera a verle a su despacho y yo entonces era un crío”, explica. “Él hablaba de no sé qué cosas y yo la verdad es que no le escuchaba, porque había un ratoncito corriendo por el suelo de su despacho y yo lo único que hacía era mirarlo. Él de se dio cuenta y me preguntó que qué pasaba y yo señalé al ratón y le dije que eso es lo que merecía mi atención”.

Más serio y tajante se pone cuando le preguntan por qué aceptó estar junto al general Franco durante tantos años y heredar la Jefatura del Estado del dictador. “Si no hubiera aguantado lo que aguanté”, dice, “no habría sucedido lo que luego sucedió en España: la reinstauración de la democracia y de la Monarquía parlamentaria”.

Más serio y tajante se pone cuando le preguntan por qué aceptó estar junto al general Franco
El Rey cuenta detalles poco conocidos sobre su decisión firme de legalizar el Partido Comunista de España antes de las primeras elecciones de la democracia. “Tenía muy claro que no podía haber democracia sin el PCE”, explica. “Hice que transmitieran a Santiago Carrillo el mensaje meses antes, con la advertencia de que lo haría cuándo y como quisiera yo; él aceptó el trato y apoyó la Monarquía y la bandera española. Luego, cuando nos vimos, me pidió disculpas por haberme llamado Juan Carlos El Breve; fíjate”.

Es curioso cómo el Monarca quita importancia a muchas de las decisiones más trascendentales de su reinado, como el cese de Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno, o la decisión de llegar hasta el final en el proceso de democratización en España. “La verdad es que yo entonces había heredado todo el poder de Franco”, dice sonriendo, “y renuncié porque no había otro camino que la democracia”.

El actual rey, Felipe VI, habla también en la película. Alaba las figuras de su padre y de su abuelo y explica que don Juan Carlos siempre le había dicho que no valían los consejos cuando llegara a ser Rey, que tenía que imprimir su propio carácter a su reinado. Él sabía entonces que se iba a producir la abdicación de su padre en los meses siguientes y tenía muy claro que en sus primeras decisiones iban a marcar ese nuevo estilo. 

martes, 18 de agosto de 2015

Un artículo censurado de Javier Marías y otros dos de Arturo Pérez-Reverte

(I: Historia del artículo censurado; más abajo, II: transcripción del citado artículo, y III, los dos artículos de Pérez-Reverte aludidos)

I

Mis razones para abandonar el dominical del Grupo Correo (Javier Marías)

A partir del domingo 22 de diciembre de 2002 ya no aparece, en la revista, mi habitual colaboración desde hace casi ocho años, que en los últimos tiempos llevaba el epígrafe Reino de Redonda. El motivo y la historia son los siguientes:

A raíz de dos artículos de mi vecino de página Arturo Pérez-Reverte, Duke of Corso, sobre la Iglesia Católica (el primero, en el mes de agosto, se tituló "Beatus Ille"; el segundo, en septiembre, "Resentido, naturalmente"), yo escribí uno sobre el mismo tema y sobre las religiones en general, que titulé "Creed en nosotros a cambio". Esa pieza, la número 398 desde el inicio de mis colaboraciones fijas en El Semanal, debería haber aparecido el 6 de octubre de 2002. No fue así porque los responsables del dominical la censuraron y dijeron que no se podía publicar. Al saberlo, mi reacción inmediata fue renunciar a mis olaboraciones. 

Al día siguiente, El Semanal me propuso una solución posible: el artículo no saldría de momento porque los ánimos estaban muy soliviantados con los dos de mi vecino Pérez-Reverte (los de lectores varios, los de algunos directores de periódicos que distribuyen El Semanal -en particular, al parecer el Diario de Navarra-, los de alguna gente "de arriba", es de suponer que accionistas), pero sí más adelante, cuando esos ánimos se hubieran calmado. Acepté la propuesta, con la condición de que la demora no fuera excesiva. Se acordó dejar pasar las Navidades. El artículo censurado se publicaría el domingo 12 de enero de 2003. Ese fue el trato y yo seguí con mis colaboraciones. 

Pero ahora, cuando esa fecha acordada se iba acercando, los responsables me comunicaron que el artículo en cuestión tampoco iba a salir en esa fecha. De tal manera que, a la censura del artículo (ya para mí inaceptable), se unía el incumplimiento de un trato. Es evidente que no se me dejaba otra opción que poner fin a mis colaboraciones. Lo he hecho con pena: han sido 409 artículos, de los cuales vieron la luz 408; han sido casi ocho años de presencia semanal en esa revista. 

También lo he hecho con amargura: siempre la provoca tener que irse de un sitio por culpa de la censura (que, entre otras cosas, es algo ilegal en nuestro país); más aún si dicha censura se ejerce contra una opinión personal acerca de la Iglesia Católica y de las religiones, como si aún estuviéramos bajo un régimen confesional, y como si no hubiéramos padecido durante demasiados años censuras de la misma índole, todos y cada uno de los habitantes de nuestro país. 

Un último artículo de despedida de la revista no era posible: nadie me aseguraba que yo pudiera contar, ni siquiera insinuar, las razones de mi adiós. Vaya éste desde aquí, aunque parcialmente, con mi gratitud hacia todos los lectores de esa revista que me han acompañado o soportado durante tantísimos domingos, y también hacia mi compañero Captain Sadwing. Combatir a su lado fue un placer. No me parece inoportuno permitir aquí la lectura del artículo de la discordia, que no vio nunca la luz y que ha sido la causa indirecta de mi despedida de El Semanal." 

II

El artículo censurado por el Grupo Correo:

Creed en nosotros (Javier Marías)

Mi arrojado vecino el Duque de Corso se ha topado con la Iglesia últimamente, o más bien con sus beatas y monaguillos más coléricos. 

Durante semanas he asistido a la furia de los lectores, bien representada aquí en la sección de cartas, y luego he leído, hace dos domingos, el eco que se hacía Pérez-Rafferty de las que no han visto más luz que la de sus fatigados, hartísimos ojos ("Resentido, naturalmente", tituló su columna).

No pretendo terciar, cada cual libra las batallas que elige y al Capitán Sadwing no le hace falta ayuda en las suyas, ya pega mandobles y suele cargarlos de razón, encima. Pero la larga escaramuza me ha llevado a reflexionar un poco (no suelo: encuentro el tema carente de todo interés) sobre esta Oficial y Privilegiada Iglesia de nuestro país, aconfesional país en teoría. Y, de paso, sobre mi relación con ella y con las religiones en general. 

Y lo primero de que me he dado cuenta es de que difícilmente me habría yo visto metido en una como la que le ha anegado el buzón a Corso, por una sencilla razón, a saber: la Iglesia Católica me trae tan sin cuidado; espero tan poco de ella en cualquier terreno (en el intelectual, en el social, en el humanístico, en el de la consolación, en el compasivo, en el de la inteligencia, no digamos en el comprensivo); y, en suma, la considero tan ajena a mis inquietudes y preocupaciones, y tan lerda en sus argumentos e interpretaciones, y tan afanosa en sus influencias y sus bienes seculares (tanto en el sentido de los muchos siglos como en el de mundanales), que apenas presto atención a lo que dice, propone, manda, predica, condena o prohíbe. En realidad los católicos más indignados deberían agradecerle a mi vecino artúrico que se haya tomado la molestia de dedicar unos pensamientos y líneas, y por tanto de dar cierta importancia, a institución tan apolillada y necia. "Necio" significa "que no sabe lo que debía o podía saber", esto es, el que ignora con voluntad de ignorancia. 

La Iglesia, cómo explicarlo, es para mí una de esas cosas que cuanto más lejos mejor. Ni siquiera quisiera rozarme con ella para combatirla, porque uno acaba siempre en el cuerpo a cuerpo y hay contrincantes que lo contaminan a uno con su solo contacto, aun si acaba derrotándolos. Esa Iglesia no me atañe, excepto cuando invade territorios políticos (y claro, eso sucede a menudo), o abusa del dinero de los contribuyentes (y eso ocurre cada año), o impone sus ortopédicos e intolerantes criterios fuera de sus jurisdicciones (y eso lo intenta sin pausa). Tuve una abuela y una madre muy religiosas, y tengo un padre creyente, pero para mi suerte fui a un colegio laico y mixto en tiempos en que éstos estaban prohibidos (ya he contado aquí cómo los chicos y chicas corríamos a cambiarnos de aula cuando aparecían inspectores franquistas), y mi contacto con curas fue en la niñez casi tan escaso como más tarde (he procurado que fuera nulo). No dudo de que los haya estupendos, y también monjas: en todo colectivo o gremio hay gente admirable, o eso creo optimistamente: los que AP-R llamó "la fiel infantería", los que de verdad ayudan sin ayudarse de paso a sí mismos, los que ni siquiera -pero estos no sé si existen- hacen proselitismo a cambio. 

Lo malo es que a esos se los ve poco por aquí, fuera de hospitales y residencias de ancianos. Tal vez estén la mayoría en sus perdidas misiones, en el África, en Sudamérica, jugándose a menudo el cuello. Los que aquí llevo viendo mi vida entera, en persona (pese a todo, unos cuantos) o en los medios, son, cómo decirlo, individuos que jamás van de frente. Y cuanto más alta la jerarquía (vaya ejemplares los obispos vascos; bueno, los obispos peninsulares casi en pleno), más esquinados y oblicuos, más manipuladores, más melifluos y más falsos. 

¿Saben cuál es el principal problema de esa religión y de cualquiera, incluidas las sectas engañabobos que proliferan tanto? Que, por su definición y esencia, jamás actúan desinteresadamente. Siempre hacen proselitismo (lo llaman "apostolado"), siempre esperan conseguir algo a cambio de sus supuestos favores, enseñanzas, consuelos o buenas obras. 

Cualquier religión, así, me merece en principio desprecio, porque va siempre a captar clientes, aunque ellas los llamen "fieles" o "acólitos", no sé si no son peores estas dos palabras: la segunda, fíjense, significa etimológicamente "los que siguen o acompañan". Esto no quiere decir que, tal como ha ido el mundo, las religiones no haya que conocerlas, saber de ellas. 

Sin ese conocimiento nadie entendería nada, de la historia pasada ni de la presente. Y cómo no va a ser comprensible (quizá hable otro día de eso) la larga necesidad de los hombres de pensar en un Dios o en unos dioses. Pero ese es otro asunto: el Dios o los dioses -su idea- poco tienen que ver con las Iglesias; y si bien se mira, éstas son casi la negación de aquéllos. 

Porque, ¿hay acaso alguna que no dé órdenes y no legisle, que no influya en las vidas de sus creyentes y no aspire a controlarlas, que no prohíba y no manipule y no amenace y no castigue y no atemorice, y que no saque provecho? 

III

Arturo Pérez-Reverte, "Beatus Ille", en El Semanal, 11 de Agosto de 2002:

    Si es que no puede ser. Si es que pico siempre el anzuelo, porque voy de buena fe, y luego pasa lo que pasa. Que es lo habitual, pero esta vez en Toronto, Canadá: el escenario listo para el espectáculo, con la megafonía y las luces a tope, pantalla gigante de vídeo y el público a reventar el recinto de la cosa, y decenas de miles de jóvenes allí, enfervorizados. Una pasta organizativa, pero será que la tienen. Para gastársela. Y yo me digo que de esta no pasa, porque tal y como está el patio no queda más remedio que mojarse. A ver por dónde sale mi primo. Y en éstas, en efecto, sale el artista rodeado por su grupo, o sea, el papa Wojtila, o lo que queda de él, con su elenco habitual de cardenales y monseñores para pasarle la página del misal y ponerle derecho el solideo cuado se le tuerce. Y en éstas agarra el micro y yo me digo a ver por dónde empieza: por los obispos pederastas que meten mano a los seminaristas y a los feligreses tiernos, o por esos ilustrísimas y párrocos que sólo se sienten pastores de ovejas vascas, y a las demás que les vayan dando equidistante matarile, o por Gescartera y el ecónomo de Valladolid, o pidiendo disculpas y diciendo que no se repetirá lo de aquel hijo de la gran puta al que encima pretendieron hacer santo, el papa Pío XII, que se retrataba con un gorrioncito en la mano, en plan San Francisco de Asís, haciéndose el longuis mientras los nazis gaseaban a judíos, a comunistas y a maricones. 

    Aunque a lo mejor, pienso esperanzado, el papa decide abordar temas más actuales y le dice a Ariel Sharon que la única diferencia entre él y un cerdo psicópata es que Sharon se pone a veces corbata, y a George Bush que quien siembra vientos recoge torres gemelas. O a lo mejor, en vez de eso, Su Santidad decide al fin tener unas palabras de aliento para todos los curas y monjas y misioneros que luchan y sufren junto a los desheredados y los humildes, y se juegan la salud y libertad y la vida en África, y en América Latina y en tantos otros sitios, atenazados tanto por los canallas seglares como por los canallas con alzacuello: los superiores eclesiásticos que invierten en bolsa mientras a ellos los amordazan y los llaman al orden cuando piden cuatro duros para vestir al desnudo y dar de comer al hambriento, o cuando exigen justicia para los parias de la tierra, o cuando proclaman que, si es posible salvar al hombre en el presunto reino de los cielos, más importante todavía es salvarlo antes en la tierra, que es donde nace, sufre y muere. O lo matan.

    El caso es que ahí estoy, sentado ante la tele, y me digo: de ésta no pasa. Tal como está el patio, aunque sea con circunloquios y perífrasis pastorales, seguro que el amigo Wojtila se moja esta vez, por lo menos la puntita de la estola. Con tanto joven delante es imposible desperidiciar la ocasión. Aunque sea algo suave. Justicia social. Coraje ciudadano. Cojones a la vida. Ojo, que el cabrón del Reverte ha puesto este año la crucecita de Hacienda en la otra casilla. Y como él, ciento y la madre. Cosas de este tipo, aunque sea con mucho matiz. Algo para el 2002, que es el año en el que vivimos. Cualquier cosa de las que vienen cada día en los periódicos. Y en ésas, tatatachán, Juan Pablo II se arrima al micro y suelta: «Queridos jóvenes, teneis que ser beatos». Y se queda tan campante. Y los obispos y los cardenales y toda la claque eclesiástica sonríen paternales y mueven la cabeza como diciendo ahí, la fija, qué certero es el jodío, ha dado en el clavo, como de costumbre. Ni follati ni protestati. Canto gregoriano.

    Beatos, eso es lo que en este momento precisa con urgencia la Humanidad doliente. Y todos los queridos jóvenes –que empiezo a sospechar son siempre los mismos y los llevan de un lado para otro, como los romanos esos de las lanzas en las óperas y los babilonios de las zarzuelas, que dan la vuelta y salen varias veces desfilando como si fueran muchos–, en vez de silbar y tirale berzas al Papa y acto seguido pegarle fuego al tablado y a la pantalla de de vídeo, y colgar a todos los sonrientes monseñores de las farolas más próximas, que es de lo que a mí personalmente en mi propia mismidad me dan ganas en este preciso instante, se ponen a aplaudir, y a tremolar banderitas –norteamericanas, que ésa es otra–, y todas las Catalinas y Josefinos venidos de las montañas, a quienes, por lo visto, no afecta ni de lejos el tema del aborto, ni la homosexualidad, ni el sida, ni el preservativo, ni la desoladora ausencia de justicia social, ni la infame condición de la mujer en las cuatro quintas partes del mundo, ni el mangoneo imperturbable de los poderosos, ni el protocolo de Kioto, ni el Tribuna Penal Internacional, ni las mafias del Este y el Oeste, ni echar un polvo sin pensar en la procreación cristiana y responsable, sacan las guitarras y se ponen a cantar, ya saben, dú-dúa, qué alegría cuando me dijeron, etcétera. Con ser beatos estamos servidos de aquí a Lima. Incluso más lejos. Y hasta luego, Lucas. Hasta la próxima. Rediós. Hay días en los que me gustaría ser lansquenete de Carlos V.

Resentido, naturalmente

Hay tres asuntos que, cada vez que se plantean en esta página, suscitan una airadísima reacción. Uno es más ambiguo: el gremial del lector que se siente aludido en el todo por la parte. Cuentas, verbigracia, que el camarero de un bar era un guarro, y veinte camareros protestarán porque llamaste guarro a un honrado colectivo de tropecientos mil trabajadores. Por no hablar de las oenegés. O los pescadores. O el personal de vuelo de las compañías aéreas. Y es que eso es muy nuestro: que un fulano te dé palmaditas en la espalda y diga te sigo mucho, colega, hasta que a él también le tocas los cojones. Entonces dice qué desilusión, y que ya no va a leer un artículo ni un libro tuyo en su vida. Y tú concluyes: pues bueno. Mala suerte. Si de ese tipo de cosas depende que éste me lea o no, por mí puede leer a Paulo Coelho, para no salir de El Semanal. Que muestra el camino y no se mete con nadie. Pero a lo que iba. El otro asunto es el de los nacionalismos periféricos. Y qué curioso. Si digo que España es una tierra de caínes y una puñetera mierda, nadie rechista. Tal vez porque las bestias ultrapatrióticas leen otro periódico, o porque los lectores -llevo diez años aquí- saben a qué me refiero exactamente, y a qué no. Pero basta tocar, aunque sea de refilón, algún aspecto del otro patrioterismo, provinciano y egoísta, que en España ha contaminado tradiciones, historias y culturas muy respetables, para que airados cantamañanas salten acusándote de nostálgico del Imperio y del Santo Oficio. Como si hubiera algo más negro y reaccionario que un cacique que medra a base de manipular a los lameculos y a los paletos de su pueblo. E incluso, a veces, mis primos se descomponen no porque te chotees de algo, sino porque mencionas cosas que ellos identifican con centralismo activo: un autor clásico, un momento de la Historia, la certeza de lo que hay de común en esta compleja encrucijada de razas y culturas que ya los romanos llamaban España. Por no hablar de lenguas. Puedes elogiar el catalán, el euskera, el gallego, el bable, la fabla aragonesa y hasta la de Barbate, enumerando las obras maestras que todas ellas han aportado a la literatura universal, y no pasa nada. Pero si hablas de la necesidad del latín te llaman reaccionario, y si dices que el castellano es una lengua bellísima y magnífica, no te libras de diez o doce cartas llamándote fascista. En fin.

Hablando de latines, el tercer asunto es la Iglesia Católica. Todavía arde el buzón, tras mi comentario del otro día sobre la parafernalia vaticana, con cartas de lectores indignados. Contumaces todos, curiosamente, en no darse por enterados de la distinción que he hecho siempre entre la Iglesia que me parece dignísima, necesaria y respetable -la fiel infantería- de una parte; la Iglesia histórica que es preciso conservar y estudiar como pieza clave de la cultura occidental, de la otra; y la Iglesia reaccionaria y autista instalada en el Vaticano y en las salas de estado mayor donde se mueven los generales: graduación ésta, lleven uniforme, sotana o corbata parlamentaria rosa fosforito, que, salvo contadas excepciones, siempre desprecié profundamente. Porque no sé ustedes; pero yo he visto enterrar a mucha gente a la que entre obispos, políticos y generales llevaron de cabeza a los cementerios. Leo libros. Miro alrededor. Conozco el daño terrible, histórico, que discursos como los que aún colean en boca de santos padres y santos obispos hicieron, directa o indirectamente, a este desgraciado mundo en el que vivo. Daños que no se borran pidiendo disculpas cada tres o cuatro siglos. Alguien, en una de las cartas del otro día, me calificaba de resentido. Y acertaba de pleno: resentido e incapaz de perdonar -porque a veces el perdón conduce a la resignación y al olvido-, que esta España a menudo analfabeta, violenta, cobarde y miserable hasta la náusea, no sería hoy el lamentable espectáculo que es, problema vasco y terrorismo incluidos, de no haber estado siempre la Iglesia Católica en el confesionario de estúpidos reyes o sentada a la mesa de tantos canallas. Manteniendo a un país entero en la superstición, el fanatismo y la ignorancia. Sometiéndolo en la apatía y el miedo. Vinculando el Padrenuestro al vivan las caenas. Esto ya no es una opinión personal. Está en los libros de Historia, al alcance de quien tenga ojos en la puta cara. Así que en vez de tanta carta y tanto soponcio y tanta milonga, vayan a una biblioteca y lean, que allí viene todo. Y si además tienen tiempo, y les apetece, hojeen seiscientas páginas que escribí hace ocho años sobre el asunto. Lo mismo hasta les interesan, fíjense. Hablan de obispos, curas y monjas. De dignidad y de fé. De la vieja y parcheada piel del tambor sobre la que todavía, pese a todo, resuena la gloria de Dios. Échenle un vistazo, si quieren, y déjenme de cartas y de sandeces beatas. Tengo canas en la barba, mucha mili en la mochila, algunas cuentas que ajustar antes de palmarla, y poco tiempo para perderlo en chorradas.

22 de septiembre de 2002