domingo, 29 de noviembre de 2015

Julián Assange, "A los incompetentes les encanta el secretismo"

I

Joseba Elola, Julian Assange, fundador de Wikileaks. “A los incompetentes les encanta el secretismo”. Assange carga contra las agencias de inteligencia en el quinto aniversario de la filtración de los papeles del Departamento de Estado. El País 29 NOV 2015 .

Son ya más de 41 los meses que Julian Assange lleva encerrado entre las paredes de la Embajada de Ecuador en Londres. Más de tres años y medio que dejan huella. Aquí llegó el editor australiano en 2012 huyendo de una extradición a Suecia, donde se le reclamaba para interrogarle por cuatro acusaciones de acoso sexual y violación planteadas por dos mujeres con las que tuvo contacto en agosto de 2010. El plazo para tomarle declaración ha prescrito. De las cuatro acusaciones, solo queda en pie una, la más grave, la de violación. El límite para interrogarle expira el 17 de agosto de 2020.

Assange está desmejorado. Pálido, debilitado, con ojeras. Arrastra una lesión en el hombro derecho que le obliga a estrechar la mano con la izquierda.

Han pasado cinco años desde la publicación de Los Papeles del Departamento de Estado, operación en la que cinco cabeceras –The Guardian, The New York Times, Der Spiegel, Le Monde, EL PAÍS– coordinaron esfuerzos con la plataforma de filtraciones para otorgar salida periodística a 250.000 cables diplomáticos, y parece que por él hubieran pasado algunos más. Desde entonces, está en fuga. Lleva toda una vida en fuga.

Pregunta. WikiLeaks ha publicado, según dice usted, más de 10 millones documentos. ¿Qué diría que han conseguido después de todo?

Respuesta. Bueno, me pide usted que haga una declaración para calificarme a mí mismo…

P. Bueno, más bien, a su organización, WikiLeaks…

R. No es necesario para nosotros haber conseguido nada. WikiLeaks es un proyecto de educación masiva. Hemos construido una significativa biblioteca que muestra cómo se comportan en realidad las instituciones humanas modernas.

“La vigilancia en Internet se está convirtiendo en una amenaza potencial para la civilización” Su voz suena apagada en esta anodina sala de reuniones de la Embajada. Eso sí, su querencia por los largos monólogos permanece intacta. Aborta en varias ocasiones las preguntas para enredarse en sus dilatados circunloquios.

P. El Cablegate tuvo una amplia repercusión. Sus últimas publicaciones parecen tener menos impacto, ¿a qué lo atribuye?

R. Estoy de acuerdo, en términos generales. Se ha producido una normalización. Hemos publicado ya 2,7 millones de cables. Y este año hemos difundido más material. El documento más importante de 2015 no ha sido muy entendido fuera de Francia. Es la orden de interceptación de contratos [de empresas francesas] valorados en más de 200 millones de dólares. Una prueba del espionaje económico masivo de Estados Unidos contra Francia. Obviamente, esto no lo hace solo en Francia.

La plataforma está activa. Este año filtró, entre otros, 475.413 documentos de la productora Sony. Publicó los mails personales del director de la CIA, John Brennan. Reveló nuevos datos sobre el espionaje de EE UU a sus aliados —caso del Elíseo; escuchas a los ministros de Merkel—. Publicó actas de las negociaciones de los acuerdos de libre comercio de la Asociación Transpacífica (TPP). Difundió cables secretos del Ministerio de Exteriores saudí. Filtraciones más o menos polémicas, con mayor o menor llegada según la región del mundo en que uno se halle, que han revitalizado su presencia en los medios.

Assange, de 44 años, atribuye esta efervescencia a “la expansión de WikiLeaks, a algunas victorias legales y a un esfuerzo tecnológico”. El bloqueo bancario que impedía la llegada del 95% de sus ingresos se ha mitigado. Solo Bank of America y Western Union, dice, bloquean ya las donaciones dirigidas a las arcas de la organización que lidera.

Tras cuatro años sin buzón de recepción de filtraciones abierto —quedó desmontado al abandonar los disidentes de Assange la organización (le echaban en cara su personalismo)—, WikiLeaks cuenta con uno de última generación desde enero. Construir un método para que las fuentes puedan hacer llegar material de modo seguro no es fácil en estos días. “La vigilancia en Internet se está convirtiendo en una amenaza potencial para la civilización, como consecuencia de su amenaza global a la democracia”.

Assange sostiene que la mayoría de las interceptaciones de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) vienen de su cooperación con Google, Facebook y otras grandes firmas tecnológicas de EEUU. “La NSA simplemente clava sus colmillos en estas organizaciones de Silicon Valley y chupa toda la información”. Y lanza su andanada contra las agencias de inteligencia. “El secretismo institucional corrompe. A los incompetentes también les encanta el secretismo. Las agencias nacionales de inteligencia son burocráticas, corruptas e incompetentes. Y por eso en el intercambio de golpes para ver quién se llevaba a Edward Snowden de Hong Kong —¿nos lo llevaríamos nosotros a un sitio de asilo, o se lo llevarían la NSA, la CIA, o el Departamento de Justicia de EE UU a una prisión?— ganamos”.

Las agencias nacionales de inteligencia son burocráticas, corruptas e incompetentes. WikiLeaks se ha propuesto poner en valor la megafiltración de hace cinco años. De ahí que en agosto publicara The WikiLeaks Files: The World According to US Empire [Los expedientes de WikiLeaks: El mundo según el imperio de EE UU], un libro en el que 13 académicos y periodistas analizan las claves geopolíticas que se derivan del análisis de los cables publicados. Con él se pretende poner de manifiesto el modo en que EE UU impone su agenda en el mundo.

P. Si tuviera una filtración de servicios secretos de la que el Estado Islámico pudiera aprovecharse, ¿qué haría?

R. No estoy seguro de lo que quiere decir pero hemos publicado mucho sobre cómo se ha creado la situación actual en Siria. Desde 2006, tenemos declaraciones de la Embajada norteamericana en Siria en las que se dice que querían derribar al Gobierno atizando tensiones sectoriales entre chiíes y suníes, creando paranoia, ese es el término que usan, en el régimen de El Asad. Todo para que creyese que había un golpe de Estado inminente y hacerle “sobreactuar”, que es lo que hizo en 2011. Así que ese era el plan de Estados Unidos y, producto de ello, Francia, Inglaterra, Turquía, Arabia Saudí, Qatar e Israel han participado en esto también. El resultado de medios que no hicieron el adecuado escrutinio y de esta aventura enloquecida de Estados Unidos y sus aliados es la destrucción de Siria. Se suma a otras aventuras enloquecidas previas en Irak y Libia. Nada de eso tenía por qué ocurrir. La consecuencia es que Europa está ahora inundada de refugiados sirios; tenemos la creación del ISIS y de Al Nusra. Millones de personas han sido desplazadas y cientos de miles han muerto.

P. ¿Y todo esto no cambia nada a la hora de publicar información?

R. Solo significa que es necesario publicar más información acerca del conflicto tan pronto como sea posible.

He viajado a más de 50 países, me gusta la variedad, así que preferiría ser libre; libre de estar en muchos países distintos.

Mientras la filtración de materiales prosigue, los frentes judiciales se acumulan. En Arabia Saudí, por la publicación de cables; en Australia, por denunciar un caso de sobornos en el sudeste asiático. En el Reino Unido, dice Assange, hay una investigación terrorista

contra él y su colaboradora Sarah Harrison por ayudar a Snowden. Y, además, sostiene, hay un gran caso abierto en Estados Unidos “que ha sido declarado por el Gobierno como un secreto de Estado”.

En cuanto a la acusación por violación a la que debería hacer frente en Suecia, Assange se presenta como víctima de sistemas judiciales poco independientes. “El caso sueco es ahora el caso más infame de acusación falsa, al menos, en el mundo occidental”, alega. La fiscal sueca Marianne Ny intentó interrogarle en la Embajada el pasado mes de junio, después de años sin querer aceptar esta fórmula, pero Ecuador no facilitó la visita porque no se había notificado a tiempo, dijo la Embajada. Assange sostiene que la fiscalía sueca avisó tarde, de modo deliberado, para no tener que interrogarle: así, mantenían el caso vivo y evitaban el desprestigio. “No he tenido ni siquiera las garantías de defensa que tiene todo acusado”.

La situación no termina de desbloquearse y Assange sigue en fuga, recluido en la Embajada. Si pone un pie en la calle, dice, el Reino Unido le arresta. 

P. Si pudiera estar fuera de esta embajada, ¿a qué país iría?

R. Preferiría estar con mis hijos. He viajado a más de 50 países, me gusta la variedad, así que preferiría ser libre; libre de estar en muchos países distintos.

II

David Leigh, "La era de las filtraciones", en El País, íd.:

Más allá de las revelaciones, la asociación de WikiLeaks con cinco medios tradicionales para difundir 250.000 cables diplomáticos estadounidenses revolucionó hace cinco años nuestra comprensión de la política internacional real e inspiró un nuevo tipo de ‘soplones’, de Snowden a Falciani, con agendas propias.

Tengo ante mí, en mi mesa de Londres, una fotografía hecha en Madrid, una imagen poco frecuente: cinco directores de importantes periódicos internacionales juntos en el mismo estrado. Los cinco, antes de ese día, habían sido rivales, pero ahora eran amigos.

Los directores, de España, Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos, unieron sus fuerzas en 2010 para una colaboración extraordinaria. Acordaron publicar de manera simultánea la historia periodística más superlativa del mundo, que rápidamente acabó bautizada como Cablegate.

The Guardian había recibido una filtración masiva de 250.000 cables diplomáticos secretos procedentes de embajadas de Estados Unidos en 180 países. Los cinco directores acordaron publicar conjuntamente su explosivo contenido.

Cinco años después, ¿qué consecuencias tuvo aquella decisión?

Fijó el amanecer de un periodismo nuevo, capaz de dar a conocer datos inéditos a millones de personas. Uno de los detalles significativos de la fotografía de los directores es que ninguno sigue en su puesto.

Javier Moreno ya no dirige EL PAÍS; Sylvie Kauffman, de Le Monde, ha tenido al menos tres sucesores en su puesto de París; Georg Mascolo fue apartado en Der Spiegel; Bill Keller dejó su cargo en The New York Times (lo cual desató una desagradable pelea por la sucesión); y en el londinense The Guardian, Alan Rusbridger se retiró tras 20 años de lucha para mantener a flote un periódico en pérdidas.

Esas turbulencias muestran el trastorno que constituye Internet para los medios convencionales. Los directores del grupo inicial se unieron porque eran conscientes de que hacían falta nuevos tipos de colaboración para que el periodismo de investigación pudiera sobrevivir en tiempos difíciles. Cinco años después, la caída de los modelos de negocio tradicionales continúa e incluso se ha agravado. Una consecuencia es que esas colaboraciones entre medios internacionales se han vuelto casi normales.

Pero el Cablegate también fijó el amanecer de un modelo de periodismo completamente nuevo, capaz de dar a conocer datos inéditos a millones de personas en todo el mundo.

En la era de Internet es posible hackear y filtrar los contenidos de inmensas bases de datos, por muy seguras y secretas que parezcan. Una vez analizados esos datos, se pueden hacer públicos en todo el mundo al instante a través de medios en distintas jurisdicciones, de tal manera que ni siquiera los abogados y la policía de la mayor potencia mundial puedan detener el alud de revelaciones.

El Cablegate señaló el nacimiento de la era de las filtraciones masivas.

En los años posteriores, se sucedieron de forma inexorable las filtraciones de Snowden, aún más escandalosas, de datos relativos a las actividades secretas de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, una vez más a través de un grupo de periodistas de varios países. A ellas siguió una serie de revelaciones masivas de datos sobre cuentas en paraísos fiscales —como la famosa lista Falciani— que sacaron a la luz las identidades de propietarios de empresas en todo el mundo que hacían uso de jurisdicciones opacas como las islas Vírgenes británicas.

Este año, otra gigantesca filtración de datos del banco internacional HSBC sirvió para identificar a evasores fiscales y delincuentes de todo el mundo con cuentas secretas en Suiza. Y es previsible que la próxima filtración de datos no sea de gigabytes, sino de terabytes.

Hay una avalancha de información inédita, globalizada y relativamente sin filtrar que llega al público en general sin que nada pueda detenerla. Es un hecho nuevo y trascendental.

Ahora bien, ¿la publicación en 2010 del contenido de los cables diplomáticos estadounidenses revolucionó la política mundial?

Para ser sinceros, no del todo. La expresión Cablegate evoca Watergate, el famoso escándalo de 1974 en el que el presidente de Estados Unidos Richard Nixon se vio obligado a dimitir después de un robo en las oficinas de sus adversarios en el edificio Watergate de Washington.

Pero la terminación gate en 2010 era engañosa. Con una excepción, los cables diplomáticos publicados no dieron a conocer los delitos del Gobierno estadounidense, sino los de otros.

Por ejemplo, el tráfico diplomático registrado en Madrid dejaba en mal lugar a los políticos españoles al desvelar que el periodista José Couso había muerto en 2003 por fuego amigo de Estados Unidos en Bagdad. En su momento, Javier Moreno escribió: “Los cables revelan el doble lenguaje del Gobierno y la fiscalía. Nuestras informaciones muestran que dijeron a los diplomáticos estadounidenses que tratarían de obstruir o incluso cerrar el caso mientras aseguraban a la familia del periodista fallecido que iban a hacer todo lo posible para investigarlo. Al Gobierno socialista le ha resultado difícil explicarlo”.

Asimismo, los cables de Madrid contenían las denuncias oficiales más condenatorias de la Rusia de Vladímir Putin que jamás se hubieran hecho públicas. Un fiscal español que investigaba el crimen organizado internacional describió con detalle a funcionarios norteamericanos cómo se había convertido Rusia en un “Estado mafioso”. Sus severas descripciones de la delincuencia y la corrupción nunca habrían podido salir a la luz en circunstancias normales, y son fundamentales para comprender el comportamiento de gánster que tiene Rusia en el mundo en la actualidad.

La única excepción importante a esta imagen favorable de Estados Unidos fue la revelación de las órdenes emitidas por el Departamento de Estado a sus diplomáticos para que espiaran al personal de la ONU e intentaran obtener datos como sus números de tarjetas de crédito, direcciones de correo electrónico y programas de fidelización para viajeros frecuentes. La noticia causó un escándalo en 2010, pero adquirió una dimesión verdaderamente siniestra más tarde, con las revelaciones de Snowden de que la NSA había desarrollado la tecnología necesaria para piratear el tráfico que circula por la de fibra óptica de todo el mundo. Para eso querían los números.

Este es el verdadero legado de Cablegate. Los investigadores siguen citando con frecuencia su contenido, que ha revolucionado nuestra comprensión de la realidad política.

Las consecuencias no han sido tan halagüeñas para los filtradores. Edward Snowden, que actuó inspirado por el Cablegate, languidece en Rusia después de haberse visto obligado a pedir asilo, bajo la amenaza de cárcel si regresa a Estados Unidos. Julian Assange, el pirata australiano fundador de WikiLeaks, que hizo llegar los cables filtrados a los cinco directores, sigue oculto en la Embajada de Ecuador en Londres para evitar ser extraditado a Suecia, donde se enfrenta a acusaciones de agresión sexual.

Y el soldado Manning, el verdadero filtrador de los cables, un joven norteamericano lleno de problemas pero con grandes aptitudes técnicas, que logró descargar todos los archivos secretos de una terminal de comunicaciones militar a las afueras de Bagdad, cumple una condena de 35 años en una prisión militar en Kansas. Hoy, tras anunciar su decisión de cambiar de sexo, es una mujer, Chelsea Manning, y se somete a tratamiento hormonal.

Aunque las voces más enloquecidas, que pidieron en su momento que se le ejecutara por traición, han callado, está todavía muy lejos cualquier perspectiva de libertad bajo fianza. Manning dijo que, con sus filtraciones, quería provocar “discusiones, debates y reformas en todo el mundo”. Desde luego, lo consiguió. Pero cuesta pensar que hoy lo esté celebrando en su celda.

David Leigh fue responsable de la publicación de los cables en 2010, cuando era redactor jefe de investigación en The Guardian.


Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

III
Stephen Reese, "Una historia 'clasificada'", en El País, 29-XI-2015:

El precedente histórico más cercano de la revelación de los papeles del Departamento de Estado por parte de WikiLeaks es la filtración de los 'Papeles del Pentágono'.

La salida a la luz de mensajes diplomáticos clasificados efectuada por WikiLeaks fue bautizada en seguida como Cablegate, una etiqueta que lo colocaba dentro de la tradición moderna del periodismo de investigación, inspirada por el escándalo del Watergate. Pero del contexto histórico emana una clasificación más precisa.

Los reportajes sobre el abuso del poder presidencial, de la década de los setenta de Bob Woodward y Carl Bernstein publicados en The Washington Post (sus archivos están en los fondos de la la Universidad de Texas, donde imparto clase), aportaron el marco del sufijo "gate" a las diversas investigaciones posteriores que pretendían sacar a la luz algún escándalo. Sin embargo, el marco que ofrece ese sufijo ha tenido como consecuencia el convertir las fechorías personales ("¿Qué sabía el presidente?") —contadas, en esencia, como parte de una historia policial— en el modelo de los reportajes de investigación. Esto ha desviado el foco de los problemas sociales sistémicos.

Comprendemos mejor Vietnam tras  los 'Papeles del Pentágono', y el Cablegate nos ha dado una visión más franca de las relaciones internacionales.

Así que el Watergate no es el mejor precedente para entender esta nueva forma de periodismo. Un modelo más cercano son los Papeles del Pentágono publicados por The New York Times poco antes del Watergate. Aquellos papeles destaparon la historia clasificada de la Guerra de Vietnam que había sido encargada por el Departamento de Defensa de EE UU y que contenía una versión menos suave de la guerra, que la que conocían los ciudadanos hasta entonces. Esto fue un escándalo político, no un delito penal a nivel particular, y la información se obtuvo por la filtración a gran escala a un medio de comunicación.

Históricamente los periodistas siempre han preferido las ruedas de prensa y las entrevistas a la tarea, más difícil, de investigar a partir de pruebas documentales, pero los Papeles del Pentágono eran literalmente papeles, fotocopiados por la fuente que dio la voz de alarma. Hoy la tecnología reduce enormemente los escollos para este tipo de filtraciones, y aumenta el valor de documentos materiales, como se ha visto en el caso de WikiLeaks.

La tecnología reduce enormemente los escollos para las filtraciones, y aumenta el valor de documentos materiales, como se ha visto en el caso de WikiLeaks.

De hecho, el mundo de Internet ha otorgado incluso a los ciudadanos corrientes —que por lo demás no tienen un acceso especial a la información— la capacidad de participar en el proceso de investigación. Mientras que los reportajes del Watergate requirieron una investigación tenaz y mucho ir y venir (con la ayuda de fuentes internas claves), ahora las noticias pueden saltarse a toda la prensa institucional. Incluso en sociedades autoritarias como la china, donde los medios de comunicación profesionales están limitados, los activos netizens o "ciberciudadanos" hacen una puesta en común de la información, contribuyen a los denominados "incidentes masivos", verifican los relatos oficiales y sacan a la luz escándalos a una velocidad y una escala notables.

Más allá de esta investigación con base ciudadana, de los Papeles del Pentágono y del Watergate, el caso del Cablegate supone una nueva forma de colaboración híbrida entre activistas de la transparencia y medios de comunicación. Es una forma de periodismo de investigación para un ecosistema periodístico global, que se ha creado a partir de una estructura de redes interconectadas de medios institucionales, de periodistas ciudadanos, de whistleblowers o gente que da la voz de alarma ante malas prácticas, y de plataformas tecnológicas. Cierto que de este modelo más participatorio surgen menos héroes periodísticos del tipo Woodstein, pero aquello fue una heroificación del periodismo que distorsionaba su función y hacía más difícil la crítica al sistema.

Al publicar los documentos a través de grandes medios de comunicación los grupos activistas de la transparencia como WikiLeaks demostraron que reconocían el contexto y conocimiento que los profesionales pueden aportar. Pero los medios de comunicación tradicionales, aunque valoran el acceso a semejante abundancia de documentos de interés periodístico, encuentran incómoda su colaboración en estas operaciones emergentes apátridas y supranacionales, aunque tengan una misión común: publicar información difícil de encontrar. Mark Coddington, catedrático de la Universidad Washington y Lee, ha analizado el modo en que los medios de comunicación tradicionales han reaccionado ante WikiLeaks, y ha mostrado cómo se sienten empujados a defender las fronteras de su autoridad profesional y el paradigma periodístico tradicional, que se basa en la institucionalización, en una relación más formal con las fuentes de información y en la objetividad.

De este modelo más participatorio surgen menos héroes periodísticos del tipo Woodstein, pero aquello fue una heroificación del periodismo.

La diplomacia debe tener algún componente de secreto y engaño, pero los Gobiernos tienden a llegar demasiado lejos al ocultar información, y estas prácticas entran en conflicto con nuestra idea de cómo funcionan mejor el periodismo y la vida ciudadana. Comprendemos mejor la Guerra de Vietnam tras haber tenido acceso a los Papeles del Pentágono, y el Cablegate nos ha dado una visión más franca de las relaciones internacionales. Debido a la preocupación por la seguridad debe haber información clasificada, pero ahora que las posibilidades tecnológicas del “periodismo en red” sustentan la colaboración (aunque sea incómoda) entre los activistas y los guardianes profesionales de la información, la balanza se inclina cada vez más hacia la transparencia.


Stephen Reese ocupa la cátedra Jesee H. Jones de Periodismo en la Universidad de Texas y es vicedecano de la escuela de Comunicación. Es coautor de Mediating the Message in the 21st Century: A Media Sociology Perspective.

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