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lunes, 22 de octubre de 2018

Caminar

Caminar es actividad redundante; se empieza buscando otra cosa pero se termina siempre en uno mismo o en casa. Al menos esto permite constatar que hay cruces, bifurcaciones, otros caminos distintos que a veces confluyen. Muchos van deprisa pensando que van a alguna parte, que lo suyo importa; en moto incluso lo señalan con harto ruido. Parecería como si hubiera muchos sentidos y direcciones diferentes. Pero no.

Aunque la sociedad y la información parecen redes complejas, no lo son. Cualquiera que vaya a un punto de reunión cualquiera (llamémosle bar) encontrará siempre los mismos periódicos de derechas... o nada; el mismo fútbol, la misma conversación. Desde luego, La Razón es un periódico moderno y al día, con sus columnas fijas de los septuagenarios Cañizares, Ussía, Amilibia etc. De La Tribuna no digo nada: ha mejorado mucho desde que la critiqué; quien tenga el mérito de ello, que se lo arrogue. 

Inspeccioné otros lugares públicos de reunión en Ciudad Real, y saqué algunas conclusiones. Los únicos suscritos a publicaciones contestatarias (El Jueves, por ejemplo, que esta semana es el único que habla de la corrupción del rey emérito) son la taberna Living Room, cierta peluquería para caballeros regentada por gays y la Biblioteca Pública. Deduzcan lo que quieran. Menos mal que las infantas no son elefantas, al emérito se le podrían escapar algunas balas sin querer (que ya le ha pasado), como a su amigo el príncipe saudí.

La capital está llena de letreros de se alquila y se vende. La mayoría son antiguos, pero hay muchos nuevos. Evidentemente, la libido está bastante baja; hasta el único sex-shop que hay va a cerrar y está vendiendo rebajadas sus existencias al cincuenta por ciento de su valor. Las damas del alba están por los rastrojos. A cambio, proliferan las casas de apuestas, las tiendas que compran oro, las clínicas dentales, las peluquerías. Hay mucha desesperación encubierta y sobre todo que se quiere encubrir incluso con un buen peinado o una buena sonrisa. De los pocos jóvenes que hay, unos cuantos que ven la tele (muy pocos) lo único que aprenden es a discutirlo todo: es lo que ven a diario en la tele, discusiones, problemas, angustia. La mayor parte de ellos están simplemente acojonados; no se extrañen si se aficionan a la botella o al botellón, la esperanza se vende cara y la sonrisa falsa o la mordedura (clínicas dentales) están a la orden del día. Que no les engañe tanta hipocresía. 

Son días grises estos días. Dentro de poco habrá que homenajear a algunos de nuestros muertos, los que tienen nombre y un lugar donde estar.

domingo, 30 de septiembre de 2018

De tiranías (y II). Memorias manchegas de la Guerra Civil.

Uno ha ido coleccionando autobiografías de manchegos y por eso echa de menos algunos manuscritos que averiguó se escribieron y Dios sabe por dónde andarán. Se sabe (así lo dijo Pedro Sainz Rodríguez), que Franco hizo buscar y destruyó los manuscritos de memorias de sus generales, entre ellos el de Queipo de Llano, que leyó el propio Sainz en Roma y han reconstruido en parte. Pero casi no pudo hacer lo mismo con los de los generales demócratas. Para nosotros es el más importante, sin duda, el escrito a lápiz por el general valdepeñero y masón Juan García Gómez-Caminero (1871-1937). Autor de alguna novela, tratadista militar (se le debe un De la guerra de casi quinientas páginas) y avezado conspirador republicano, fue uno de los pocos que se dio cuenta de la que tramaba Emilio Mola y escribió informando de ello al ministro de la guerra, que no le hizo ni puto caso. Está en manos de una de sus descendientes.

Otro interesante es el de mi colega Carlos Calatayud Gil, un profesor de lengua y litteratura que llegó a dirigir el Instituto Maestro Juan de Ávila y es abuelo del famoso juez Emilio Calatayud. Yo me encontré en un gordo libro de viejo en papel biblia que compré, Cátedra 1960-61. Prontuario del profesor (Madrid: Dirección General de Enseñanza Media, 1960, p. 972) una pequeña biografía suya, con foto y todo. Además recuperé de Internet una portada de una obra que escribió en que aparece su caricatura con uniforme falangista.


Nació en Valencia, el 24 de enero de 1894. Antes de la Guerra Incivil colaboró en El Pueblo ManchegoVida Manchega y fue "profesor de Terminología". Estuvo de director en el Instituto de Peñarroya (Jaén) hasta que estalló la contienda y fue luego secretario en Córdoba y director de nuevo en Cádiz. Licenciado en Derecho, fue maestro de primera enseñanza y oficial del Cuerpo Técnico de Gobernación por oposición. También por oposición, fue delegado de Información y Turismo y asimismo profesor numerario de institutos locales, presidente de la Diputación de C. Real, secretario de la Junta Provincial de Beneficencia, Presidente del Patronato de Protección a la Mujer, Delegado Provincial de Educación Popular, Secretario Provincial de FET y de las JONS "desde la liberación hasta 1942" y decano del Colegio de Abogados durante trece años. Lo incorporaron al cuerpo de catedráticos de lengua y literatura en noviembre de 1941. Se puede añadir a esto que dirigió el Instituto de Estudios Manchegos al menos desde 1970. En su haber tenía tres discursos falangistas en alabanza de la Victoria (dos de 1939 y uno de 1940) y En pos del Caudillo. Colaboración al logro de la España una, grande y libre (C. Real, imp. Alpha, 1942), ciento setenta y cinco páginas de las que habla muy poco la Historia de la literatura fascista española de Julio Rodríguez Puértolas. Y he aquí lo importante: un manuscrito inédito, Memorias de mi cautiverio, en tres volúmenes.


Duro debió ser el cautiverio de este señor si se extendió por tres volúmenes, pero la familia haría bien en donarlo a alguna biblioteca o editarlo al menos en Internet. Es cierto que poseía la Medalla de sufrimientos por la patria y era caballero de la Cruz de Cisneros y Cruz de Peñafort. Vivía en la calle Caballeros, número 15 y tenía por teléfono el 1058, así que hoy seríamos más o menos vecinos. Es una lástima que haya tantos manuscritos inéditos por ahí, entre ellos la famosa traducción dieciochesca en verso y anotada de la Iliada de Homero hecha por el jesuita expulso, manchego de Oropesa, Manuel Rodríguez Aponte (1737-1815), localizada hoy en la Biblioteca Vaticana y tan alabada por su amigo Moratín, o la del manuscrito original del Bernardo del Carpio o La derrota de Roncesvalles del poeta barroco valdepeñero Bernardo de Balbuena. ¡Qué vergüenza!

Gianna Prodan escribió e imprimió además una deliciosa autobiografía de su marido, el escultor Joaquín García Donaire. De la guerra cuenta barbaridades como que al obispo mártir Narciso Estenaga lo pusieron a sacar agua de un pozo tirando de una noria como un burro, pero en lo que yo más me fijé fue en los chismes que cuenta sobre Ángel Crespo. Usa su nombre entero en los que se podían contar, pero recurre a las siglas Á. C. cuando habla de sus presuntas correrías por las casas de putas y cómo le pillaron ganando un premio de poesía provincial con un poema copiado de Rafael Morales. ¡Lo que sabe esta señora! En fin, hay otras memorias de manchegos en mis estanterías, de esta y de otras épocas, de las que ya les contaré si hace al caso.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Curiosidades sobre las Terreras y el siglo XVIII ciudarrealeño

Mi primera noticia sobre las Terreras vino cuando estudiaba en el instituto. A uno de mis compañeros las monjas le dejaban pasar, previa campanilla, al palomar del convento. Y es que desde antiguo solo gozaban de este tipo de criaderos los que poseían ejecutoria de hidalguía (por eso dice Cervantes que Alonso Quijano comía "algún palomino de añadidura los domingos");  escarbando algo he visto que desde la Edad Media el privilegio señorial se extendía a las fundaciones religiosas; en 1552 se le llamaba “derecho de palomar”. En el Lazarillo, el escudero cuenta que uno suyo “a no estar derribado como está, daría cada año más de docientos palominos”, con lo que apoyaba sus pretensiones de hallarse entre “los más altos”.

El hidalgo pobre era un motivo folklórico. Inspiró a Cervantes su celebérrimo personaje, e instaló en nuestra literatura un tema que ya no nos abandonaría: la pobreza. Algo a lo que no se dedican tesis en nuestro país por clasismo y aporofobia. A título de curiosidad, por si le puede valer al señor Cantero, quien ha poco ha publicado un libro sobre vestimenta regional, mencionaré de paso que los hidalgos manchegos usaban paño de grana blanca para hacer sus capas de lujo, como cuenta el docto primer comentarista manchego del Quijote Juan Calderón Espadero, al que le van a hacer un programa en "La 2" al que me han invitado para entrevistarme. Aclaro que la grana era un tipo de insecto, otras veces llamado cochinilla, del cual se extraía un tinte de añil (y otros colores) cuya variedad específica servía para teñir de blanco ese paño.

Pasó el tiempo. Descubrí que el párroco de Santiago que atendía ese convento a fines del siglo XVIII era un cura ilustrado que escribía artículos y poemas en el Semanario de Salamanca a fines del siglo XVIII bajo el pseudónimo de "Lidoro". En alguno de ellos escribe que poseía en las Terreras un despacho con libros; de ellos solo menciona la segunda edición (1789) de la Poética de Ignacio de Luzán, la más severamente neoclásica al haber sido corregida y aumentada por Llaguno; por otras inferencias debía tener además las Poesías (1785) de su vate más estimado, Juan Meléndez Valdés. "Lidoro" llegaría luego a dirigir el Hospicio de Ciudad Real durante la ocupación francesa; allí tenía varios cuadros, uno de ellos un retrato de Carlos III, regalados por su ilustrado amigo, el funcionario de rentas reales José Boada. Este hombre, de origen catalán, por cierto, era pintor aficionado y uno de sus hijos llegaría andando el tiempo a ser alcalde de la ciudad ya en el siglo XIX. 

Mientras andaba enfrascado reuniendo y editando los artículos y poesías de Lidoro repasé los libros de defunciones de la parroquia de Santiago. Mi intención era conocer en qué tiempo había llegado el párroco allí, y me sorprendió encontrar continuamente monjas muertas sobre la misma estación. Se debía a las epidemias de tercianas que provocaba la laguna que había donde estaba el antiguo instituto masculino. El pobre párroco, cuyo carácter bonachón (y testarudo) asimilé leyendo y editando sus obras, me  contó que en las Terreras solía inspirarse para escribir inhalando rapé (tabaco en polvo), entonces considerado medicinal. En uno de sus primeros artículos escribió que se sentía muy aburrido en una "cueva de Montesinos" como Ciudad Real; el tedio le hacía inventar fantasías como Don Quijote, en este caso poesías pastoriles y artículos que enviaba como colaboraciones al Semanario de Salamanca. Incluso una historia de Ciudad Real en verso que era lo único que se conocía sobre él en el XIX y XX hasta que yo logré descifrar quién se ocultaba bajo el pseudónimo de Lidoro. Había por entonces algunos abogados y eclesiásticos ciudarrealeños muy ilustrados, como el viajado astrónomo Salvador Jiménez Coronado, que escribió unos extensos Pensamientos sobre la educación pública de la juventud, inéditos todavía (ojalá a alguno de los ilustres profesores de la facultad de Magisterio se les ocurra editarlos: están fechados en Madrid, 15 de junio de 1793, y pueden leerse en el Archivo Histórico Nacional). Cita a casi todos los teóricos sobre la materia, incluidos Locke y Rousseau, aunque es de sesgo fundamentalmente helveciano. Resulta típico que este trabajo no haya interesado todavía a ningún investigador manchego, sino solo a un coreano, Kim Suyeon; pero ya sabemos que Corea del Sur tiene mejores institutos y universidades y, por supuesto, mejores facultades de magisterio que Ciudad Real.

"Lidoro" se llamaba Sebastián de Almenara Pablo; averiguarlo me llevó cuatro años de juntar piezas de rompecabezas y de labores, como se suele decir, detectivescas. Nació al parecer en Belmonte del río Perejil, llamado después Belmonte de Calatayud y actualmente Belmonte de Gracián (por ser patria chica del famoso escritor conceptista barroco), provincia de Zaragoza, antes de 1752. Sus padres fueron Silvestre Almenara y Bárbara Pablo y Pérez; murió desterrado por afrancesado en Agudo, provincia de Ciudad Real, el 16 de octubre de 1811. Jara, que es el que parece más informado y a quien todos los demás siguen, le da el título de doctor en teología y dice que vino de fuera. A la ciudad manchega llegó al parecer en diciembre de 1775 o en 1777, siempre según el canónigo Jara. Allí fue párroco por oposición de su Iglesia de Santiago Apóstol, en la que levantó una bóveda neoclásica para cubrir la techumbre mudéjar y adosó dos panteones, ahora desaparecidos; es más, restauró la ermita de Santa María la Blanca, obra que concluyó en 1779.

Su  primera obra fue un  Compendio de historia de Ciudad Real escrito en silvas que a su muerte quedó manuscrito y fue impreso en Ciudad Real en el folletín de La Atalaya entre 1870 y 1871 por el padre Jara (del que habría mucho que hablar; fue un gran y erudito filólogo, cuyos cuarenta volúmenes de obras, si mal no recuerdo, se han perdido, lo que resulta especialmente doloroso en especial por un Diccionario crítico y consultado de escritores españoles de su época que hizo escribiéndose con ellos. Solo ha quedado uno de esos tomos y los resúmenes de los otros que ofrece en su libro biográfico de 1915 Pedro Fabo). Durante la Guerra de la Independencia se le llamó afrancesado por haber escondido en su casa de las furias populares al Corregidor y a su hijo el 9 de agosto de 1808 y por haber sido recomendado como vicario eclesiástico interino durante el dominio de José I, aunque fuera nombrado legalmente como tal por el arzobispado afrancesado suplente; con eso, y con las intrigas que nunca faltan de los aspirantes "legales" al cargo, hubo bastante para que en 1810 se le sustituyese por Esteban Sánchez de León y se le desterrase a Agudo, donde murió el 16 de octubre de 1811. Escriben sobre él los padres Inocente Hervás y Buendía y, sobre todo, el agustino recoleto secularizado Joaquín de la Jara, en la nota sexagésima de la edición de su única obra conocida hasta el momento, el citado Compendio, cuyo texto deturpó sin embargo sustituyendo las rimas agudas por las llanas y limando el texto otras veces. Menos datos aportan Delgado Merchán y Rafael Ramírez de Arellano. Hasta aquí lo que el investigador saca en limpio de lo conocido hasta ahora.

Mucho más he averiguado yo por mi cuenta.  En el Semanario de Salamanca entre 1794 y 1798 numerosos poemas líricos y artículos polémicos bajo el pseudónimo "Lidoro" contra el académico Munárriz y otros autores que se datan en Ciudad Real, algunos de los cuales ofrecen curiosas informaciones sobre la ciudad manchega y personajes de sus círculos intelectuales. Picada mi curiosidad, decidí ahondar más, sin sospechar siquiera que Almenara tuviera que ver en el asunto. Tras no pocas cábalas, fui atando cabos y encajando las piezas y llegué al fin a algunas conclusiones: primero, que era un religioso, más probablemente secular que regular; segundo, que la cronología casa con Sebastián Almenara; tercero, que Lidoro Sirenay era muy amigo del catalán José Boada, a quien recomienda calurosamente en un poema que le dedica en el Semanario de Salamanca, y que ambos, Sebastián de Almenara y José Boada, aparecen como amigos y contertulios también en un importante documento exhumado por Juan Díaz-Pintado (AHN, Consejos, leg. 2326, exp. 11) fechado en 1790, donde se hace a Almenara también lector de gacetas y aficionado a la literatura. Cuarta, que si era doctor, ese título tuvo que obtenerlo en alguna universidad, y si vino de fuera, es posible que esa universidad fuera la de Salamanca, que tanto echa de menos el tal Lidoro Sirenay. El daimieleño Pedro Estala, el amigo de Godoy y Moratín, alaba los conocimientos del autor, a quien debía conocer, ya que Lidoro lo cita bajo su capuz poético Damón (que le pusieron, además de por helenista, por sus maneras algo "mujeriles"). Quinto, su única obra conocida hasta ahora, el Compendio histórico, recuerda una obra homónima publicada en Salamanca, el Compendio Histórico de la Ciudad de Salamanca… (Salamanca: Antonio de Lasanta, 1776), del que es autor el sacerdote Bernardo Dorado (1710-1778). Sexto, la acusación de afrancesado casa también con su estrecha vinculación al profesor de Salamanca y obispo manchego Francisco de la Dueña Cisneros (Villanueva de la Fuente, 1753 - Madrid, 1821). Pero las pruebas definitivas ya las incluí en uno de los volúmenes recopilatorios del IEM.

Almenara escribió en Ciudad Real varios poemas para elogiar a los soldados caídos del Regimiento de España cuando acabó la Guerra contra la Convención, pero también muchas más obras en verso de sesgo arcádico, horaciano y costumbrista, y muchos artículos de prosa (crítica y polémica literaria, sobre todo) que tengo editadas y estoy demasiado cansado para publicar. La obra de Lidoro/Almenara es muy abundante en prosa y verso y viene toda reseñada en Francisco Aguilar Piñal, Índice de las poesías publicadas en los periódicos españoles del siglo XVIII, Madrid, CSIC , 1981, ''s. v''. Lidoro, Lidoro de Sirene o Lidoro Sirenay o Sirenaye.  Sus versos están llenos de resabios de fray Luis de León y de la lírica del XVI. Conocía a Antonio Calama, párroco de Villarrubia de Santiago, en Toledo y coeditor de las Poesías póstumas (1793) de José Iglesias de la Casa, el famoso poeta homosexual. Quien más ha tratado sobre el enigmático Lidoro, sin saber quién era realmente, y su importancia como líder de una serie de poetas salmantinos ha sido Fernando Rodríguez de la Flor en su El semanario erudito y curioso de Salamanca (1793- 98). Madrid, Facultad de Ciencias de la Información, 1984, y en otros trabajos como “Poéticas y polémicas en el "Semanario erudito y curioso de Salamanca" (1793-1798)”, Castilla: Estudios de literatura, núm. 9-10, 1985, págs. 129-142 y “La Guerra de la Convención en el  Semanario Erudito y Curioso de Salamanca”, Estudios de Historia Social, núm. 52-53, 1990, págs. 425-434. Pero este artículo ya se pasa de largo. Ya les diré en otra ocasión sobre manuscritos autobiográficos inéditos o perdidos sobre la Guerra Civil en Ciudad Real que al parecer nadie conoce o ha mencionado o tiene interés en divulgar.

jueves, 14 de junio de 2018

John dos Passos y los novecentistas manchegos

Cualquiera que lea las memorias de John dos Passos, el famoso escritor de la Generación Perdida estadounidense, The best times. An informal memoir (1966) se topará con algunos manchegos que no suelen asomar por los encenagados melonares de nuestra prensa: el ciudarrealeño José Castillejo, secretario de la Junta para la Ampliación de Estudios, y el pedagogista valdepeñero Lorenzo Luzuriaga. Si hablásemos de castellanomanchegos el círculo aún sería más amplio: Tomás Navarro Tomás, etcétera. De José Castillejo hace una elogiosa etopeya. Lo conoció en la pensión Boston de la Puerta del Sol, hacia 1915. Escribió a su amigo Arthur enorgulleciéndose de haber hecho una amistad allí que él no habría dudado en aprobar:

"Don José Castillejo, un hombre de acuerdo con tus convicciones más profundas... Es un liberal a la antigua, del siglo XIX, jefe de una sección del Partido Educador en España, un hombre muy brillante y enemigo de toda forma de oscuridad, así como un pacifista al estilo de Lowes Dickinson... Tiene también (añadía yo maliciosamente) ese sutil esnobismo humanitario de todos los Defensores del Género Humano (quiero decir que hay que odiar un poco para ser humano)..."

Dos Passos escribió luego una novela de inspiración cervantina, Rosinante to the road again / Rocinante vuelve al camino (1922), en que describe las aventuras de dos nómadas que van de Madrid a Toledo en los años posteriores a la I.ª Guerra Mundial. El viaje fue real: lo realizaron el estadounidense y su amigo y traductor José Robles, protagonistas apenas disfrazados de esas aventuras. En esta obra, además, se dejan caer numerosas consideraciones sobre las costumbres, la literatura y el arte del país.

En una carta escribe que "lo maravilloso de España... es que es una especie de templo de anacronismos. Nunca estuve en un lugar donde los estratos de las civilizaciones celta, ibera, fenicia, griega, romana, mora y francesa hayan pasado a través de cada persona y dejado algo allí con vida."

En 1916 Dos Passos hizo amistad con José Robles Pazos, quien sería profesor en la universidad John Hopkins de Baltimore en los años veinte. Tradujo al español su Manhattan Transfer, y su mujer Márgara Villegas el Rocinante. El profesor español vertió además a nuestro idioma alguna obra de Sinclair Lewis. Al estallar el golpe de los militares contra su propio pueblo, Robles estaba de vacaciones en España y trabajó como traductor e intérprete, ya que sabía ruso; pero sus puntos de vista independientes y abiertamente en conflicto con los enviados estalinistas de la Unión Soviética, provocaron que fuera asesinado por agentes rusos seguramente a las órdenes de Orlov a principios de 1937. El periodista de izquierdas estadounidense Josephine Herbst, en una visita al frente, descubrió que había sido detenido y fusilado como supuesto "espía franquista", y transmitió esta información a Ernest Hemingway y Dos Passos que estaban en Madrid. Dos Passos no se lo creyó, pero Ernest Hemingway consideró justo el asesinato, y eso motivó que ambos escritores ya no volvieran a ser amigos nunca más. La esposa inglesa de Castillejo, Irene Claremont, nada dice sobre Dos Passos en sus memorias Respaldada por el viento, que les aconsejo encarecidamente lean. Están muy bien escritas, fuera de los interesantes detalles que da sobre su marido, sobre Ciudad Real, sobre La Mancha y sobre la España de entonces.

miércoles, 3 de enero de 2018

Promecal, la empresa propietaria de La Tribuna y sus manipulaciones

Pascual Serrano, "PROMECAL, ladrillos, corrupción y prensa", en Diagonal, 18-I-2011:

Con este texto, Serrano comienza una serie de introspecciones en los grandes grupos mediáticos regionales que publicará en DIAGONAL.

Pascual Serrano es periodista y autor del libro Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles

En el grupo de información regional Promecal confluyen toda una gama de corrupciones urbanísticas y escándalos políticos. Implantado en la prensa regional de Castilla y León y Castilla-La Mancha, y en el sector televisivo local de Navarra y de Castilla y León, Promecal es mayoritariamente propiedad del constructor Antonio Miguel Méndez Pozo y su familia. En 1992, la Audiencia de Burgos lo condenó –junto a ediles del PP– a siete años y tres meses de cárcel por falsedad en documentos públicos y privados, estafa y desacato.

No obstante, Méndez Pozo cumplió nueve meses de prisión y desde entonces su carrera ha sido un éxito hasta contar con los príncipes en la inauguración de la nueva sede de su empresa. Propietario de varias inmobiliarias y constructoras, tiene buenas relaciones con el Gobierno de José María Barreda tras su inversión en el aeropuerto de Ciudad Real, que le permitió contar con el respaldo financiero de la intervenida Caja Castilla-La Mancha. Su hijo, Miguel Méndez Ordóñez, también empresario, reconoció en 2006 haber invitado a altos funcionarios municipales y a un concejal del PP de Burgos a un viaje con todos los gastos pagados a la Costa Azul, y añadió que está dispuesto a hacerlo con quien colabore con sus empresas.

Y como Dios los cría y ellos se juntan, Méndez Pozo es socio de José Luis Ulibarri en la explotación de la licencia de Radio Televisión de Castilla y León en esta comunidad. Ulibarri tiene varias empresas de construcción y ha estado implicado en diversos escándalos, como la trama Gürtel. También está vinculado a medios audiovisuales valencianos y al grupo empresarial Begar, y está bien relacionado tanto con José Bono como con el PP.

Resultó adjudicatario de numerosas obras públicas, parcelas, infraestructuras, servicios y contratas cuando estaba legalmente inhabilitado para ello y carecía de capacidad para contratar con administraciones públicas. En otra ocasión, una empresa suya adjudicataria de obras en el Ayuntamiento de Boadilla del Monte, resultó fantasma, no estaba registrada en la Seguridad Social ni tenía trabajadores.

viernes, 19 de mayo de 2017

Santiago Martínez Álvarez, poeta salesiano y residente en Ciudad Real

Copio aquí una autobiografía del poeta y sacerdote salesiano Santiago Martínez Álvarez, largo tiempo residente en Puertollano y Ciudad Real, nacido en Acebes del Páramo (León) el 25 de marzo de 1927.  Forma parte del Grupo Guadiana de Ciudad Real; ha escrito siete libros de poesía y un esbozo autobiográfico que copio a continuación. Es un escritor simpático e interesante que yo no conocía hasta que ha caído por casualidad en mis manos su libro Amor (¡y humor!)  y vida  (2010). Le he compuesto una biobibliografía en la Wikipedia.

El primer balbuceo de vocación se llamaba como yo (*). Era tío de mi amigo Manolo; supe después que era Oblato. El cura de Grisuela, (pueblo natal de su padre, el señor Emiliano, N.de la R.), escribió al Director de los Salesianos para ofrecerle como posibles aspirantes algunos muchachos de dicho pueblo.

El día 6 e abril de 1940 ya estábamos en Astudillo (Palencia).Eran los prolegómenos de la Primera Misa, que continuarían en este seminario, dos años;  en Mohernando, haciendo el noviciado y Filosofía otros cinco. Tres en Atocha, Madrid, dando clase; y cuatro más en Carabanchel estudiando Teología. Allí el 27 de junio de 1954 recibí la ordenación sacerdotal y en Acebes concluí aquella Misa empezada con ilusión el 6 de abril del 40.

El curso 54-55 estuve de Jefe de Estudios y los años 55 a 58 los pasé ya de Administrador de la casa central provincial de Madrid-Atocha. Aquí la labor principal, además de atender a los 1.100 alumnos (300 internos), fue la construcción de la iglesia, en su estructura fundamental.

El año 58 fui nombrado Director del Seminario de Coadjutores (Salesianos no sacerdotes) y el 62, del Colegio Domingo Savio de Madrid. Estos años pusimos en marcha la Asociación de Cooperadores Salesianos y la de María Auxiliadora.

El año 65 ya estaba de Rector en la Institución Sindical Virgen de la Paloma: 2.400 alumnos de Formación Profesional, de las periferias de Madrid, semipensionistas.

Cumplida esta misión, el año 67, en Puertollano (Ciudad Real) fui director de proyectos e ilusiones. Casi medio millar de chicos no pudieron ser admitidos en el colegio y parecía se iban a quedar sin escolarizar en el pueblo. ¿Por qué no hacer otro colegio? El Ayuntamiento nos subvencionó para comprar los terrenos y nos dio las licencias, los Consejos de la casa y de la Inspección aprobaron el proyecto y Construcciones Escolares (el Ministerio) concedió los diez primeros millones para ello. A mi sucesor no le pareció o no se atrevió y todo quedó en el aire, menos los diez millones que se aprovecharon años más tarde para hacer los talleres mejores de Automoción que hoy hay en la provincia, y la finca, que se pudo vender últimamente con buenos beneficios.

El año siguiente, el 68, el periódico Pueblo y su director, Emilio Romero, con una mala jugada, quiso asestar un golpe al Presidente de la Diputación de Madrid y cayó de lleno sobre el Colegio de San Fernando, regentado por los Salesianos desde hacía quince años y que se había encauzado muy bien. Se trataba de un colegio-hospicio de 1.200 alumnos internados y sin familia normal. El caso del periódico Pueblo había conmocionado bastante a la comunidad salesiana y educadores del centro y más al Rector… Era conveniente un cambio y el Provincial consultó, recibió negativas, según él, y me propuso fuera a suplir al Rector de San Fernando. Lo pensé, le recordé los proyectos de Puertollano, pero, ante sus razones, acepté.

El 28 de agosto del 68 era presentado a la comunidad salesiana. Primera consigna privada: “Sacarle jugo al caso” y ¡adelante! Primera propuesta al Presidente de la Diputación y al Visitador del Colegio: Hijos (los chicos) de una madre rica (la Diputación) no tienen por qué sentirse hospicianos… Vestimenta, fines de semana, sus perrillas como familia...  Para ello, presupuesto para esos capítulos cuanto antes.

Luego, en lo posible, implicar a las familias: también se les puede hacer bien. Necesidad de un Gabinete  Psicotécnico: hay chicos con deficiencias que crean problemas e impiden el desarrollo normal…

Una de mis grandes alegrías, al final de seis años de Rector, fue comprobar que todos los alumnos tenían su relación familiar, y los nueve que no, quedaban dados en adopción a familias sin hijos.

Los años 74-75 los pasé en Roma, en la Universidad, descansando y reciclando estudios de espiritualidad y psicología.

Del 76 al 87, párroco de S. Francisco de Sales, en Estecho, Madrid (…). ¡Qué buenos años! Pude editar los libros de poemas “Canciones sobre la arena” y “Semillas de eternidad”, preparados  en Roma y, al fin, “Luz y Cristal”.

El año 87-88, Ciudad Real. Los PP. Jesuitas dejaban un Colegio de Formación Profesional, nosotros el de la Diputación, y aceptamos el suyo. Yo me hice cargo de algunas clases y de la iglesia, muy concurrida, en el centro de la Ciudad.

El año 88 el Director de la Procura de Misiones de Madrid pidió la retirada y me propusieron reemplazarle. Luego me llegó una llamada: “XX quiere seguir”. “¡Estupendo!, le dije yo aliviado”. “No obstante tú eres buen amigo suyo y de la comunidad: convendría que fueras como Vicario”. Y allá me fui.

Al curso siguiente, el Director de la revista Juventud Misionera, por motivos familiares, renunció inesperadamente a seguir dirigiéndola. Me miraron, me indicaron y (¡fue lo más duro de mi vida!) no me quedó más salida que encomendarme al Espíritu Santo y comenzar a componer y manejar el ordenador… Me fui espabilando, escribí a los misioneros y misioneras conocidos, les di el título de “corresponsales” y la revista se mantuvo hasta hoy.  Dos años después comenzó a editarse, para los mayores, la revista Misiones Salesianas (…).Del 92 al 98, el calendario misionero de pared, con una hoja semanal y un articulito misionero de fondo, que de un año para otro iba llenando mis ratos de futuro. (Por estos años lanza la asociación informal de Acebes en Madrid, que cuenta con más de un centenar de paisanos, y fomenta amistad, intercambio de noticias y encuentros, sobre todo en torno a la fiesta de San Tirso. N. de la R.).

El año 92 moría el Delegado de las Asociaciones de María Auxiliadora y pocos días después el Provincial me propone que me haga cargo de esa Delegación Inspectorial. Lo acepté (…).

El año 98 dejaba la Procura y, por tercera vez, volvía a La Mancha y aquí estoy (en Ciudad Real) celebrando Misas, confesando, visitando enfermos y llevando Comuniones: sacerdote sin más limitaciones  que las de los años y, durante los tres primeros cursos, llenando rincones del tiempo con publicaciones de las ediciones de libros de poemas de “A, con, por y para María” y del otro “Versos y vivencias”: los amores de un cura, ambos agotados, se puede decir.

Y dando gracias infinitas a Dios de poder dedicarme al ejercicio sacerdotal como nunca había podido hacerlo, salvo los años de párroco.(**).

==Notas==

(*) Se trata del hermano Santiago Martínez García, O.M.I., estonces en Hispanoamérica. 
     Falleció en Hernani (Guipúzcoa) el 24 de noviembre de 1970.
(**) Quien desee adquirir esos libros de poemas o conectar con este Poeta acebeño, puede  hacerlo a su dirección, que figura en "El Plantel de Acebes" (v. página Religiosidad):           Ramón de Arellano, 1 - 13001 - Ciudad Real (España)

jueves, 23 de marzo de 2017

Un periodista ciudarrealeño, Luciano González, descubre artículos periodísticos inéditos de Antonio Cánovas del Castillo

Luciano González Ossorio, veterano periodista nacido en Ciudad Real en 1933 afincado en Málaga desde 1975 y ateneísta como Antonio Cánovas del Castillo, fue durante muchos años jefe de prensa con los alcaldes de Málaga Pedro Aparicio y Celia Villalobos y ha realizado a sus 83 años en 2016 una tesis magnífica con la obra periodística del citado Antonio Cánovas del Castillo donde descubre más de un centenar de nuevos artículos inéditos, sobre todo de su más temprana juventud. Le he escrito una biografía en la Wikipedia, donde también hay un enlace a uno de los volúmenes de su tesis:

https://es.wikipedia.org/wiki/Luciano_Gonz%C3%A1lez

lunes, 21 de noviembre de 2016

Sin Tapujos. Artículo de Marcelino Lastra

Marcelino Lastra, "Sin tapujos", en Miciudadreal, 21 noviembre, 2016:

Estoy sentado frente a una de las personas más irrelevantes de Ciudad Real. Alguien a quien la sociedad no sabe cómo quitarse de encima cuando lo ve acercarse. Me he cruzado con él infinidad de veces, y detenido unas pocas a intercambiar alguna que otra palabra. Viste limpio; nunca he sentido en su presencia un ápice de mal olor, lo cual es de mucho mérito ya que tiene por hogar la calle y por dormitorio el recinto de cualquier cajero automático.

marcelino-lastra-Tengo mucha hambre- fueron las primeras palabras de nuestro último encuentro, esta vez en la plaza Mayor. Lo invité a entrar en algún sitio a comer algo. Una vez en la mesa le pregunté si le importaría hablarme sobre su situación, su vida, de cómo había llegado a ese punto.

-No, no me importa, siempre y cuando respetes mi anonimato –respondió.

No se llama Sergio, aunque utilizaré este nombre para respetar su voluntad.

-No hay día que no piense en suicidarme. La calle te mata lentamente y lo peor es que lo ves venir.

Un cimbronazo me sacudió el cuerpo. Fui incapaz de articular palabra, de continuar con naturalidad la incipiente conversación. Le hice un gesto de que comiera con calma. En realidad, era una estratagema para sobreponerme. Sergio me lanzó la frase demoledora con toda serenidad, como un ser humano consciente de estar al límite. Fue a mí a quien se le vino el mundo encima. Era yo el que necesitaba la calma.

-Tenía un año cuando mi padre murió, no lo conocí, sufrió un accidente mientras trabajaba. Vivíamos en la barriada de Vista Alegre ¿Sabes cuál te digo? –me preguntó, dando la impresión de esperar una respuesta afirmativa.

-No soy de aquí, Sergio. No tengo ni idea –le respondí.

-Ya no existe. Estaba frente al cementerio. Hoy es un descampado para aparcar coches. Éramos tres hermanos. Mi madre no podía mantenernos y tuvo que llevarnos a la Casa-cuna. Allí me crié hasta cumplir la edad para ir al colegio, lo que significó el retorno a un lugar desconocido para mí.

A su regreso le recibió un hogar roto. Una madre arisca, probablemente sobrepasada por una situación que le venía grande y un hermano mayor –niño también, en cualquier caso- ejerciendo de padre, un oficio que sin duda le venía igualmente enorme a juzgar por las palizas que le propinaba. Por su comportamiento problemático, los hermanos fueron expulsados antes de terminar sus estudios escolares. Sergio no es analfabeto, pero lee y escribe con dificultad.

Comenzó a trabajar de camionero, se casó, tuvo hijos. Realizaba viajes largos, regresando a casa cada dos semanas. Cuando Vista Alegre fue demolido la familia recibió una vivienda social. Así transcurrieron cerca de veinte años hasta que, a la vuelta del que sería su último viaje como camionero, su esposa le contó que un hombre había querido violarla en su ausencia. Se trataba de un íntimo amigo de Sergio. Fue a su encuentro y lo apuñaló en medio de una pelea para vengar la afrenta a su mujer y la traición a una amistad profunda. Pagó con nueve años de cárcel por intento de homicidio. A su salida ya no conseguiría ningún empleo. Al cabo de cierto tiempo su esposa comenzó una nueva relación y le pidió el divorcio. El domicilio familiar fue asignado a su cónyuge. Sergio vivió de alquiler hasta agotarse las últimas ayudas sociales. Se enteró que su exmujer convivía con su pareja y el antiguo piso familiar estaba cerrado. Pidió poder habitarlo para no estar en la calle. Una abogada de oficio le dijo que no podía hacer nada ya que como titular del inmueble sólo aparecía registrada su anterior esposa. Desconoce cómo pudo suceder esto.

Lleva tres años en la calle. Mientras compartía el habitáculo de un cajero automático con otra persona, unos desconocidos entraron, le rompieron una costilla y orinaron  a su compañero.

A nadie la interesa la situación de Sergio ni de los otros “sergios” de nuestra ciudad. No hay que sentirse muy compungidos por ello, al fin y al cabo ¿conoce alguien algún lugar en el mundo donde no suceda lo mismo? Los “sergios” estorban, molestan. Da igual que no huelan. Su mera presencia es un incordio, y lo es porque estamos enfermos de inhumanidad.

Pero es lo que se lleva. Los sofistas modernos han secuestrado nuestra forma de pensar. Sí, los sofistas, aquellos con los que se enfrentaba Sócrates en la antigua Grecia. Aquellos que no buscaban la verdad sino imponer su opinión aún recurriendo a retorcer al límite la realidad de las cosas, cuando no a manipularla y falsearla. Sí, los sofistas, los que hicieron que Sócrates fuera condenado a muerte tomando de sus propias manos la cicuta asesina. Sí, los sofistas, los que al imponer el imperio de la opinión frente al de la verdad pusieron las bases del declive griego ¿No nos resulta familiar?

¿Existe alguna persona más expuesta a todo, a todo lo malo y peligroso de la vida? ¿Alguien más vulnerable -por utilizar un término muy de moda-  que quien no tenga un techo, bajo el que cobijarse, y un plato que llevarse a la boca? No, no lo hay. Entonces, ¿por qué sucede? Es más ¿por qué lo permitimos? Más, todavía ¿por qué les perdonamos la vida cada vez que se acercan a nosotros, endurecemos la mirada – cuando no miramos a otro lado- y nos resistimos a ayudarles con una mísera moneda?

Un compañero de Sergio me recordaba la conversación de un grupo de amigos en una terraza este pasado verano.

-Criticaban con vehemencia la política del gobierno con los refugiados, cuando me acerqué a pedirles una limosna. La mayoría siguió hablando sin ni siquiera mirarme aunque fuera por pura educación, no digo ya por compasión. Si no son capaces de darme ni una moneda de 10 céntimos, ni de ayudarme a tener dónde dormir o a llevarme a la boca algo de comer, ¿qué pretenden con los refugiados? Yo no tengo nada en su contra, pero no dejo de preguntarme ¿qué ven en ellos que no vean en nosotros? ¿Acaso las calamidades que nos han expulsado a la calle no son dignas de tener en cuenta? Deberían vivir en carne propia lo que es sentir que nadie te mire, que todos te esquiven, que traten de desentenderse de ti como si fueras un apestado ¿Puede haber algo peor? Quizá la muerte, y recalco lo de quizás.

¿Qué podemos hacer? ¡Por favor, ayúdanos a salir de esta situación! ¡No nos olvides! – me pidió con los labios e imploró con la mirada.

-No lo haré –respondí en primera persona del singular; quiero pensar, quiero ensoñar, que en realidad lo hice en primera persona, sí, pero del plural. Si esto no nos concierne a todos, ¿qué otra cosa podría hacerlo?

Han tratado de convencernos –y en gran parte lo han conseguido- que la caridad cristiana era hipócrita y debía ser sustituida por la solidaridad. No quiero profundizar hoy sobre los sofismas que suelen respaldar tal afirmación. Sólo diré que a nuestros “sergios” los hemos  instalado mentalmente en tierra de nadie. De tanto creernos el buen funcionamiento de esa supuesta solidaridad hemos arrancado el espíritu caritativo natural de las personas. Hoy, los “sergios” de Ciudad Real carecen de lo uno y lo otro, están absolutamente abandonados a su suerte. Y no hará falta insistir que de continuar por este camino los estaremos condenando al cadalso de la calle. Porque en su caso, la calle es su garrote vil. Y si aceptamos su destino con los brazos cruzados seremos cómplices, cuando no inductores, de una palabra que prefiero no mencionar, pues tengo esperanza de que nuestra cualidad humana nos hará reaccionar a tiempo.

Debemos acabar con la mendicidad en Ciudad Real. No es una cuestión práctica ni estética. Tenemos que hacerlo porque sí. Es una de esas cosas que no necesitan discusión, por eso se las llama imperativos categóricos. Claro que a los sofistas modernos les encantaría argumentar y contra argumentar para convertir nuestra alma en un torbellino de confusión con el fin de paralizarnos. Es su arma favorita de ingeniería social. No se lo podemos permitir.

Sigo sentado frente a él. Le noto inquieto mirando al reloj.

-No hay prisa, disfruta un poco de este momento – le dije inocentemente.

-No puedo perder tiempo, tengo que volver a trabajar a ver si saco algo para la cena -. Y nos fuimos. Sergio aceleró enseguida el paso. Se notaba que tenía prisa por evitar que la noche del invierno lo cogiera por sorpresa.

Tenemos que actuar. No podemos permitir que seres humanos como nosotros sean tratados peor que las mascotas de nuestras casas y con menos amor que los peluches de los niños.

En el artículo del próximo lunes hablaré de ello. De cómo pasar a la acción y tratar de dar luz a la nube negra que hemos creado entre todos al consentir y “normalizar” la existencia de los “sergios” de nuestra ciudad.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Calles de Ciudad Real

Si uno quiere encontrar a la vieja guardia de Ciudad Real solo tiene que acercarse a los bares del centro un domingo algo después de misa mayor; son los únicos que abren a esas horas y a la misma fauna. Cualquiera que entre entonces verá los mismos corrillos, oirá los mismos temas de conversación, percibirá las mismas miradas de náufrago en busca de barco; son miradas ansiosas, que buscan reconocerse en otros ojos, unas señas de identidad común. Si usted quiere pedir algo, más le vale que no sea un humilde sandwich vegetal: eso es imposible conseguirlo aquí un domingo, hagan la prueba.  

Ciudad Real no ha cambiado desde que eché raíces en ella; quizá yo tampoco. Los muertos no cambian. Su mejor parte, que es la nueva, está sin duda en las afueras, porque su corazón está podrido y carece de árboles, de fuentes brolladoras, de rosales; los jardineros quieren ahorrar en espinas, los barrenderos en hojas, los técnicos en problemas de hidráulica; es lo que produce la indolencia municipal, una completa falta de vida. Hace poco han cerrado tascas legendarias como La Dolores o La Abuelita, y otras se han despersonalizado muchísimo, como el Guridi, que ahora es un restaurante que pretende tener ínfulas, pero ni siquiera tiene ya periódicos. Ahora se va a esos lugares como mucho a ver un partido de fútbol o a tragar cantidades ridículamente menudas de exquisiteces, no desde luego a leer o a conversar; digo conversar, porque chismorrear sí es algo que se hace en estos pagos, y mucho. A Dios gracias, todavía se puede pasar al Living Room, que tiene de todo, incluso futbolines o partituras como la del Paseo del bebé elefante; o a legendarios lugares de fachas, como el solitario Café de París o el Bastón, que conserva sus deliciosas tortitas de nata, sus vejestorios, sus cazadores fachas del Club de campo. Uno prefiere desde luego La ferroviaria, que tiene algo misterioso no sé si por el océano que contiene el gimnasio cercano o por el ambiente bohemio que le da la cercanía del conservatorio y el gigantesco parque aledaño; no ha mucho vi allí una contienda de raperos muy concurrida. También están vivos otros lugares de las afueras, alrededor de Las Vías, por el polígono. En el Zahora hay un campeón de coctelería, pero sin duda el café más pijo y concurrido es Martina, en la calle Toledo, amueblado con buen gusto. Otro donde se come muy barato, seis euros y medio, es la taberna de la Escuela de Ingeniería Técnica Agrícola. Los bares de las Terreras siguen siendo también los de consumición más económica, y tienen periódicos. Y para jugar al ajedrez hay que irse al cutre Zaire, hoy propiedad de chinos, o al Living; también es un lugar idílico el culto tabernáculo de la Madriguera. Las calles mejores para recorrer son Libertad y Real, con sus aledaños, aparte de las rondas, cuanto más lejanas del pútrido centro mejor.

Hoy llueve en esta ciudad de pena o esta pena de ciudad, por donde suelen rondar muchos gatos discontinuos; ha escampado un momento y me ha cagado una paloma, condecoración que le agradezco porque dicen que trae suerte; sin embargo los domingos está deshabitada; unos pocos jóvenes se libran de la lluvia sentándose frente a un cajero automático. Fiel al club de la lluvia al que pertenezco, paseo mirando los árboles azotados por la ventolera y por el Ayuntamiento (perdón por la obscenidad); la lluvia me ha vuelto afectuoso con las cosas que pasan desapercibidas cuando hace sol, pero que al cambiar la luz adquieren unas inusitadas proporciones; luego vuelven los días laborables y con ello toda una malsana e insoportable cotidianidad, en la que, sin embargo, absorbo directamente la luz del sol como una bendición; es de las pocas cosas que, con la cercanía de mis seres queridos, hacen digna de vivir la vida.

sábado, 15 de octubre de 2016

Aventuras del matemático liberal ciudadrealeño José Núñez de Arenas

Hasta hace poco no se sabía nada sobre el matemático, periodista y revolucionario liberal José Núñez de Arenas, ni siquiera que era de Ciudad Real. Pero el economista de la Universidad de Málaga Luis Robles Teigeiro me ha comunicado una interesante investigación sobre esta aventurera figura de nuestra historia cultural que prolonga y complementa mis trabajos sobre sus parientes Manuel Núñez de Arenas y Fernando Camborda y sus amigos Pedro Estala y Félix Mejía, todos ellos coterráneos suyos. No poca satisfacción me ha cabido al constatar, por enésima vez, que estos personajes manchegos siguen interesando más a gente de fuera de La Mancha y del extranjero que a sus propios connaturales.

La investigación de Robles Teigeiro es muy rigurosa y documentada; se trata de una contribución de primer orden. Confirma, como ya apuntaba yo, la existencia de un importante núcleo ilustrado de escritores y pensadores de sesgo godoyista en la provincia de Ciudad Real, con raíces especialmente en la capital y en Daimiel, que irá evolucionando hacia el liberalismo.

A este grupo pertenecían el párroco de Santiago Sebastián de Almenara, quien escribía poesía y crítica literaria neoclásicas en el Semanario de Salamanca y en el Diario de Madrid bajo el sobrenombre de "Lidoro de Sirene"; el helenista y editor daimieleño Pedro Estala, un escolapio amigo de Godoy y cabeza visible de la academia matritense Pastores del Manzanares, que escribió también crítica literaria en la prensa madrileña bajo el sobrenombre de "El censor mensual"; su compañero de orden, el astrónomo y matemático ciudarrealeño Salvador Jiménez Coronado, fundador del observatorio astronómico de Madrid que se instaló en la cumbre de la Cuesta de Moyano auspiciado por Godoy y que, diputado en las Cortes de Cádiz, fue además inventor de la telegrafía óptica y traductor de Euler; el abogado, periodista y poeta satírico afrancesado y masón Fernando Leandro Camborda y Núñez, más conocido en Madrid que aquí; su tío, el naturalista ilustrado Manuel Núñez de Arenas, asiduo colaborador científico del Memorial Literario de Madrid y autor de interesantes artículos sobre vulcanismo, electricidad, enología, geología y meteorología; el abogado y revolucionario liberal Félix Mejía, de descomunal obra periodística en España y América, autor de la primera novela histórica publicada en español en el Nuevo Mundo, el Jicoténcal (Filadelfia, 1826), así como de obras biográficas esenciales sobre Fernando VII y los liberales y una interesantísima obra teatral y poética; y este citado militar, matemático, periodista y revolucionario liberal, pariente de Manuel Núñez y de Fernando Camborda, José Núñez de Arenas y Palacios (3 de julio de 1784, Ciudad Real - 1861, Murcia).

José Núñez de Arenas y Palacios tuvo una muy vistosa familia lateral descendiente de uno de sus hermanos, también ciudarrealeño, don Leoncio Núñez de Arenas. En efecto, uno de sus dos hijos fue el famoso periodista, gramático, académico de la RAE y catedrático de literatura de la Universidad Central Isaac Núñez de Arenas y de él desciende el historiador de la emigración liberal en Francia y del movimiento obrero español Manuel Núñez de Arenas. Este último era, además, biznieto de Espronceda y, por cierto, poseía el único retrato al óleo de su antepasado ciudadrealeño José Núñez, según César González-Ruano ("La obra de un erudito español en Francia", Heraldo de Madrid, 24-IV-1928); sabe Dios dónde andará ahora. En cuanto a su relevancia para nuestra historia cultural bastará solo decir que Manuel Núñez es autor de unas Notas sobre el movimiento obrero español (1916) que Tuñón de Lara amplió hasta darles el título de Historia del movimiento obrero español (1979). Otro hijo asimismo de don Leoncio fue Bernardino Núñez de Arenas, quien fue (junto a los poetas Ros de Olano, Ventura de la Vega y Espronceda) uno de los fundadores del periódico El Siglo en 1834, puntal del Romanticismo... antes de transformarse, merced a la desamortización de Mendizábal, en un rico financiero y prestamista con intereses, al igual que la reina Isabel II, en la trata de esclavos; más adelante lo veremos.

A su tío, el matemático ciudadrealeño José Núñez de Arenas, debemos la idea de fundar, junto el famoso botánico Mariano Lagasca y el escritor Pablo Mendíbil, el Ateneo Español de Londres en 1828 durante su exilio.

Pero empezaremos por el principio. José Núñez de Arenas Palacios (apellidos que todavía podemos ver en algunos comercios de la ciudad) nació en Ciudad Real en 1784; su abuelo, Juan Ángel Núñez de Arenas, fue natural de "Daymiel", como se escribía entonces. Un tal Antonio Núñez de Arenas era también párroco allí en 1739 y la historia habla de otros parientes que fueron en esta villa terratenientes y jueces o desempeñaron incluso cargos políticos en municipios constitucionales a lo largo del siglo XIX; uno de ellos, por ejemplo, en el partido de Manuel Ruiz Zorrilla (El País, 2-VIII-1889).

José  empezó siendo oficial de artillería y llegó a ser una destacada figura del partido liberal; tuvo una intensa y ajetreada vida de aventurero, casi como la de Félix Mejía, a quien sin duda conocía porque eran naturales de la misma ciudad (y aun de la misma parroquia que, por cierto, es la mía). Compartían la misma ideología y los mismos amigos, y fue un masón sobresaliente que defendió con la espada (el cañón, habría que decir) y con la pluma el régimen constitucional.

Robles Teigeiro encontró su partida de bautismo:

Yo Bartolomé Alonso, cura párroco de esta iglesia parroquial de Santiago de Ciudad Real certifico que en el libro de bautismos que dio principio en el año de 1774 dice así: En la Ciudad de Ciudad Real en cinco días del mes de Julio de año de 1784, bauticé solemnemente en ella a un niño que nació el día tres de dicho mes, hijo legítimo de D. José Núñez Cerdán y de Doña Vicente Palacios, naturales de esa referida ciudad, al cual le puse por nombre José, Trifón, Joaquín, María: son sus abuelos paternos D. Juan Ángel Núñez de Arenas, natural de la villa de Daimiel y Doña Cándida Cerdán natural de ésta; y maternos D. Alfonso Palacios natural de la villa de Manzanares y Doña Paz de Almazán natural del Campo de Criptana, fue su padrino D. Fernando Camborda, su tío, a quien advertí en su obligación y parentesco espiritual.

Un expediente de su vida militar fechado en Valencia en 1835 y digitalizado en PARES permite conocer los inicios de su carrera y su participación en la Guerra de la Independencia. El doce de febrero de 1804 ingresó como cadete en el cuerpo militar de Ingenieros Cosmógrafos del Estado auspiciado por el matemático y astrónomo ciudarrealeño Salvador Jiménez Coronado, protegido por Estala y Godoy; en su escuela, situada en el parque del Retiro junto al Observatorio y dirigida por Jiménez, alcanzó a tener entre sus profesores al famoso matemático valenciano Joseph Chaix Isniel (1766-1811), subdirector de la misma, antes de que este cuerpo fuera desbaratado y disuelto por una de las múltiples conspiraciones antiilustradas contra Godoy en ese mismo año. En 1808 se incorpora a la guerra contra Napoleón y es promovido a Subteniente del Regimiento de Ávila de infantería de línea, escapando al menos de dos cautiverios.

La primera vez fue tras la defensa de la Plaza de Madrid por diciembre de 1808, cuando fue hecho prisionero y logró fugarse robando a los enemigos un cañón de a 4 y un carro de municiones que presentó en el Ejército de Extremadura. Permaneció en él peleando en acciones generales y algunas particulares durante todo 1809, sirviendo como comisionado para construir sobre el Tajo, por orden del general Gregorio García de la Cuesta, un puente militar de pontones transportado desde Badajoz porque el de piedra de Almaraz había sido cortado en febrero; por él pasó el ejército hispano-británico hacia la batalla de Talavera. Después lo enviaron a reforzar el Ejército del Centro que se hallaba en La Mancha, y se encontró en las acciones de Santa Cruz de Mudela, Madridejos, en las tres de la Cuesta del Madero y en la larga batalla de Ocaña en noviembre, donde fue hecho prisionero de guerra por segunda vez. En 1810 volvió a fugarse en la frontera de Francia y se presentó en Valencia, donde mandó tres baterías en el asedio que sufrió en marzo del mismo año por parte del mariscal Suchet. También se halló la acción y retirada del 17 de agosto y en la del 26 de noviembre. En mayo de 1811 le comisionaron también para que habilitase el paso en el reino de Aragón de las cortaduras de Albentosa, al sureste de la provincia de Teruel, y este y otros méritos le hicieron ascender a teniente (31-III-1812) después de la caída de Valencia. Entonces lo destinaron otra vez al Ejército del Centro y se halló en su retirada (enero de 1812) desde las Cabrillas a Alicante. Después lo comisionaron otra vez para construir un puente de barcas que Robles localiza en Mahora (Albacete), sobre el Júcar. Y el general Luis de Bassecourt y el Empecinado le ordenaron asentar una batería para defender un puente, probablemente el de Auñón sobre el Tajo (provincia de Guadalajara). Marchó luego con la división del general Pedro Villacampa desde Cartagena hasta Aragón desempeñando el servicio de caballería en guerrillas; en varias acciones capturó algunos prisioneros allí y en La Mancha (febrero).

En abril se trasladó al Ejército del Norte, hallándose en las acciones de las dos Amescuas (o Amescoas) navarras (Alta y Baja), donde utilizó por primera vez cohetes explosivos contra el enemigo (el primer uso de cohetes modernos Congreve se cita en España en la toma de Badajoz entre marzo y abril de 1812, por lo que éste realizado por Núñez Arenas puede considerarse uno de los primeros). Su implicación en este invento fue incluso más allá: años después José será enviado a Londres para adquirir cohetes que serán usados en la I.ª Guerra Carlista.

Concluyó la guerra y Núñez participa en diversas intrigas y pronunciamientos del ejército liberal contra el absolutista Fernando VII, lo que lo forzó a un largo exilio. Tal vez la primera fue en 1818 cuando, siendo capitán de artillería con destino en Madrid, se unió a la rocambolesca fuga del militar y aventurero Juan van Halen, tan bien contada por Pío Baroja. Y es precisamente Juan van Halen en sus Memorias quien escribe profusamente sobre José: lo pinta como un joven idealista y entusiasta que lo ayudó a escapar y lo protegió ocultándolo mientras se curaba de las heridas de su tortura inquisitorial. 

Núñez de Arenas, uno de aquellos amigos más diligentes, proveyendo obstáculos, había tomado la precaución, bajo lícitos pretextos, de hacerse con las llaves de un piso de casa para alquilar, hacia un barrio de los más lejanos de aquel donde nos hallábamos. Allí había hecho colocar un catre de tijera y dos sillas. Beida y Polo me condujeron á este paraje, y obligados á retirarse á sus casas, donde no les era posible alarmar con ausencias nocturnas á sus familias, me dejaron solo asegurándome que Núñez vendría muy en breve para acompañarme. En efecto, un instante después se apareció Núñez que, aprovisionado de fósforo, velas y comestibles, venía á pasar conmigo la noche.

El carácter naturalmente exaltado de Núñez y la vasta materia de que podíamos tratar dio pábulo á nuestros diálogos de aquella noche, cuyo silencio solo interrumpía la tos seca que me agitaba. Tendidos entrambos sobre el mismo lecho, se paraba muchas veces á contemplar las señales de mi brazo, que, más que mi relación, le revelaban el teatro de horrores de donde yo acababa de sustraerme… Núñez de Arenas, pasando, como ya he dicho, la noche conmigo, con su natural jovialidad me había detallado una gran porción de ocurrencias, ya desagradables, ya risueñas, que yo totalmente ignoraba… 

Al instante Núñez acudió al Conde de M*** que, vigilado muy de cerca por el gobierno, rodeado de espías de alta y baja clase, evitaba ciertos roces. El Conde puso en manos de Núñez una gran suma (que luego le fue devuelta) ofreciendo uno de sus mejores caballos y todo cuanto se necesitara para mi completa libertad.

Efectuada la huida, se resolvió formar un espionaje contra los mismos inquisidores y Núñez fue desde entonces uno de los más eficaces en esta especie de contramina. Él se había propuesto no perder de vista la red que tenía tendida á los que inútilmente me buscaban. Se había asociado al efecto con un antiguo amigo suyo de su mismo temple de alma y astucia, y entrambos (cada cual por su sendero) se habían repartido el provecho de la burla. Las circunstancias le abrían campo.

El marqués *** [el autor no da el nombre, pero hace referencia al Marqués de Mataflorida], hombre de la Inquisición, había por sí y ante sí organizado una tropa de espías que él pagaba á sus propias expensas. El ama de la posada donde él hospedaba tenía dos ó tres hijas jóvenes; Núñez visitaba hacía años esta familia, que le profesaba una estimación particular; una pared sencilla separaba el dormitorio de las señoritas del aposento del marqués. Núñez había encargado eficazmente á una de ellas que vigilasen el huésped, lo escuchasen y no perdiesen instante en saber cuanto él con sus confidentes trataba, iniciándolas en cierto modo en todo lo que era necesario para que supiesen el valor de las expresiones. Las muchachas, diligentes en complacerle, habían practicado un agujero en la pared, el cual, por la parte de la habitación del marqués, quedaba cubierto por el lienzo de una de las pinturas ó cuadros que lo adornaban. Establecieron su guardia: la una relevaba á la otra y el marqués no hablaba ni solo ni acompañado sin que un apunte exacto fuera hecho y Núñez sacara sus consecuencias.

Baroja indica que ya en 1816 el ya capitán de artillería José Núñez de Arenas participó en la conspiración del Triángulo (también llamada de Ramón Vicente Richart) para asesinar a Fernando VII durante una de sus visitas al burdel de "Pepa la Malagueña", por la cual fue ejecutado y descuartizado Richart. Afirma que José había alcanzado ya una alta graduación en la Masonería y formaba parte de su Junta directiva, presidida por un abogado de fama y compuesta por diez individuos. Fracasada la conjura de Richart, se inició la de Lacy en Cataluña, también desbaratada en 1817 como la de Vidal en Valencia (1819), en la que, según van Halen, también estuvo implicado Núñez de Arenas, siendo apresado a resultas de ella. En la cárcel inquisitorial inventó un curioso sistema de comunicación:

Sembradas las cárceles de la Inquisición de una porción de personas, clasificolas el capitán general como reos de la primera época y abrió un segundo proceso en extremo complicado. Núñez Arenas y D. Mariano Beltrán de Lis fueron de los primeros capturados; á estos siguieron el conde de Almodóvar, D. Martín Serrano, D. Ramón Miralles, D. Juan Genovés y otros muchos, entre ellos algunos que por tímidos se delataron y fueron puestos como los demás en los calabozos del Santo Oficio por orden del rey. Para colocarlos á todos fue preciso habilitar las cárceles del
Palacio arzobispal, las del Temple y aun las celdas del Monasterio de Montesa. Una comisión especial de la Inquisición fue nombrada para actuar en aquel laberinto de acusaciones, revelaciones ó sospechas… 

Núñez Arenas, hombre de un talento despejado y de viva penetración, temiendo por sus propios compañeros, consiguió, á fuerza de mil recursos, organizar dentro de la cárcel una comunicación por señas y golpes que, aunque ruidosos y á veces alarmantes, llegó á poner á los más de los procesados á cubierto de una funesta contradicción. A estos esfuerzos se siguió el de la comunicación dificultosa con los parientes ó amigos de fuera, quienes, enterados del origen de donde partía la causa y los cargos que se hacían, pudieron precaverse muchos y entregarse otros á la confusa esperanza que era dable concebir en un periodo tan aglomerado de espantosas contrariedades [...] En una perpetua soledad, el silencio de aquellos corredores solo era interrumpido, ya por el ruido de los hierros, ya por el murmullo de algún autillo de fé que secretamente celebraban los inquisidores, ya oyendo clamores extraños de personas que no estaban iniciadas en el ingenioso telégrafo de Núñez Arenas.

El pronunciamiento de Riego vino a cambiar la situación y de 1820 a 1823 José Núñez de Arenas fue elegido diputado suplente a Cortes en diciembre de 1821, representando a La Mancha. Destacó en especial durante el golpe de estado que intentó dar el Rey contra la Constitución el 7 de julio de 1822 ayudado de su Guardia Real. En la Plaza Mayor la artillería, acertadamente dirigida por José, consiguió derrotar a la Guardia Real. Su amigo y coterráneo el periodista Félix Mejía reportó de primera mano los hechos en el primero de los números triples de El Zurriago, el periódico liberal que dirigía. Otro relato contemporáneo lo narra así:

No tenía más aviso la fuerza constitucional del ejército y milicia de Madrid que el dado momentos antes por el brigadier Zarco del Valle cuando, por las tres bocacalles de la Amargura, Panadería y Boteros, se presentaron á un mismo tiempo, formados en columna de ataque, los batallones de la Guardia Real rebelde, tocando las bandas de tambores un estrepitoso catacuerda y gritando los soldados ¡Viva el Rey absoluto! 

La milicia de Madrid presentaba tres columnas cerradas; cada una de estas columnas tocaba, á su frente y á corta distancia, una pieza de artillería cuyos fuegos mandaban los capitanes Bañona y Núñez Arenas y, tan pronto como los rebeldes llegaban á tocar con las puntas de sus bayonetas las bocas de los cañones, estos disparaban á metralla, y la milicia hacía sus descargas cerradas de fusilería, cediendo el frente las mitades que acababan de disparar sus armas á las descargas de las mitades que les seguían, pasando alternativamente á retaguardia unas de otras al grito imponente de ¡Viva la Constitución! y recibiendo á quemarropa las descargas de los rebeldes que, en el mismo orden de ataque, habían empeñado el combate. Era tanto el encarnizamiento, tal la mortandad en el corto espacio de aquellas tres avenidas por donde atacaron formidablemente los enemigos de la libertad de España á la heroica y bizarra milicia de Madrid, que en menos de media hora los cadáveres (tomando la expresión en el sentido más estricto y liberal) habían obstruido las calles de la Amargura, Panadería y Botero y el fuego que vomitaban las piezas de artillería se estrellaba ya contra los inmediatos promontorios de cuerpos exánimes. La Guardia Real rebelde se pronunció entonces en vergonzosa retirada, y la milicia de Madrid, al grito aterrador de ¡Viva la Constitución!, desbordó de sus posiciones con frenético furor y llevó por delante á sus contrarios por la calle del Arenal (El Clamor Público, núm. 133, 2-X-1844).

Un oficial de la Guardia Real, Teodoro Goiffeu, francés de nación, que optó por huir tras el pronunciamiento relatado, fue apresado en Buitrago y devuelto a Madrid, donde se le sometió a juicio con la acusación adicional de haber participado en la muerte de otro teniente de la guardia real llamado Landáburu, no proclive al alzamiento y en cuyo honor se dio nombre después a la Sociedad Patriótica Landaburiana. Se eligió como fiscal a José Núñez Arenas y éste consiguió la pena de muerte y la ejecución del reo. 

En un periódico absolutista (El Restaurador, 16-VIII-1823) se relata el proceso y, desde luego, no se deja en buen lugar al fiscal, al que lanzan la calumnia de afrancesamiento. Robles no se la explica, pero yo sí, porque su pariente el abogado y periodista Fernando Camborda Núñez era un afrancesado muy conocido, tanto que no ya el parentesco, sino incluso la simple amistad podía perjudicar, como perjudicó, a Félix Mejía, acusado del mismo baldón solo por haber participado en La Periodicomanía, la publicación que dirigía junto con Camborda. Incluso los ataques de la prensa a Camborda por este motivo habían obligado a este a dejar el oficio periodístico en 1822. Pero la falsa acusación contra José Núñez tendrá consecuencias ulteriores pues, ya exiliado en Londres, hizo que le resultara imposible acceder al subsidio económico que el gobierno inglés concedía a los españoles por haber peleado en la guerra común contra Napoleón.

Ni al jefe político que fue de Vitoria y antes capitán de artillería don José Núñez de Arenas, ni al valiente coronel del Regimiento Imperial Alejandro O’Donnell, ambos sujetos muy recomendables por sus servicios en el tiempo de la Constitución, quiso el Gobierno inglés admitirlos en la lista para socorrerlos en razón a que uno y otro habían sido afrancesados, sin que para hacer desistir al Gobierno de su determinación bastasen las repetidas instancias de varios jefes recomendables ni los sufragios del mimado general Mina (Memorias de la emigración de Don Juan López Pinto, p. 178).

Como se afirma aquí, José fue nombrado jefe político (gobernador civil) de Vitoria (Diario Constitucional de Barcelona, núm. 238, 26-VIII-1822) y tomó posesión el 2 de noviembre de 1822. Y acabado el Trienio Constitucional en 1823 con la invasión de la Santa Alianza, José tuvo que exiliarse. Tras pasar por Gibraltar y Tánger se estableció en Londres durante toda la Década Ominosa (1823-1833) hasta el fallecimiento de Fernando VII. 

Tampoco permaneció inactivo entonces: participó en diversas conspiraciones masónicas para reponer el régimen liberal en el seno de la sociedad secreta denominada Santa Hermandad, la cual, unida a una sociedad del mismo tipo, El Oriente Masón, formó una Junta Común Restauradora de la Libertad de la que dependía un pequeño “ejército libertador” situado en aquella plaza; la Junta se reunía diariamente en la casa del ex cónsul José Shee, quien fue el que ha transmitido la noticia; al menos participó en el desembarco liberal en Tarifa.

Según cuenta Robles, en una extensa real orden de carácter reservado enviada el 24 de noviembre por Calomarde, titular de Gracia y Justicia, a Cea Bermúdez, entonces ministro de Estado, Calomarde afirma conocer la existencia de un gobierno secreto que, apoyado en distintas «asociaciones clandestinas», tenía como objetivo alterar la tranquilidad de Europa, acabar con sus tronos y establecer un nuevo orden de cosas principalmente en España, Francia, Nápoles y Portugal. Al frente de este gobierno decía encontrarse, como Supremo Dictador, Francisco Espoz y Mina, que contaba con siete ministros (Antonio Alcalá Galiano, un tal Franco, Evaristo San Miguel, José Núñez de Arenas, Miguel López Baños, Salvador Martínez Muñoz y Francisco Díaz Morales), tres de ellos residentes, como él, en Londres y los cuatro restantes en Gibraltar. Este gobierno contaba, según el relato de Calomarde, con el apoyo de una amplia red de sociedades secretas llamadas círculos, compuestos cada uno de ellos de solo cuatro miembros, que eran los restos de la desaparecida sociedad secreta comunera. Sabía de la existencia de siete círculos en Madrid, que habían formado una «Dirección Central Peninsular en la Corte», así como de otras dos de este tipo en Cádiz y Gibraltar, la primera se ocupaba, bajo el nombre de Gades, de reunir financiación, en tanto que la segunda, llamada Calpe, se encargaba de la correspondencia con el litoral (Burtón Prida, G. (2015): "Resistencia e internacionalismo liberal en Cádiz en la segunda restauración Fernandina", Historia Contemporánea, nº 52).

El plan era desembarcar dos fuerzas que debían unirse después, una en Tarifa al mando de Valdés y otra en Almería (en la que participaba uno de los inquietos editores de El Zurriago de Félix Mejía, Benigno Morales). Ambas fracasaron, especialmente la segunda, llamada de "Los coloraos", que fue fusilada sin piedad. José Núñez Arenas escapó de la matanza al decidirse que permaneciera en el peñón para apoyar los desembarcos que fueran exitosos.

En 1828, ya definitivamente exiliado en Inglaterra, fundó José Núñez Arenas junto a Mariano La Gasca o Lagasca y Pablo Mendíbil el Ateneo Español de Londres, un centro de enseñanza cuya función era instruir a los hijos de los emigrados adecuada y gratuitamente. El autor de la idea fue el ciudadrealeño; Pablo de Mendíbil era uno de los editores de la revista londinense Ocios de Españoles Emigrados, y el ateneísta madrileño Mariano de Lagasca era uno de sus colaboradores, experto en temas de botánica, en que sus contribuciones científicas fueron, por cierto, notables. Entre los tres se pusieron en contacto a fines de 1828 con el comité inglés de ayuda, que acogió la idea de fundarlo con gran entusiasmo y logró que el Instituto de Artesanos facilitara aulas a los emigrados. El impresor Charles Wood, por su parte, se ofreció a proporcionar la biblioteca. Por fin el 16 de marzo de 1829 se pudo celebrar la ceremonia de apertura con discursos de Antonio Alcalá Galiano y de dos miembros del Comité inglés de ayuda, Smith y el famoso lingüista e hispanista John Bowring.

En el Ateneo londinense José se encargó de la enseñanza de las matemáticas y alcanzó tal notoriedad que el editor Rudolph Ackermann le encargó escribir libros de texto de la materia en español para surtir la demanda de las recién nacidas repúblicas hispanoamericanas (que no querían tener relaciones con las editoriales de la absolutista España). Así nació una serie de obras muy reimpresas no ya en el Reino Unido, sino en la propia Hispanoamérica: su Catecismo de álgebra, (Londres 1828), su Catecismo de ambas trigonometrías (Londres, 1828), su Catecismo de Geometría Elemental (1829; Palau lo atribuye equivocadamente a Urcullu), su Catecismo de geometría práctica y su Catecismo de geografia para el uso de los globos (Londres, 1829), todos ellos para Ackerman. Según los Elena Ausejo, su fuente principal son los dos primeros de los tres volúmenes de los Principios de Matemáticas (1776) de Benito Bails, una abreviación de los famosos diez de sus Elementos. Sobre las otras materias escribieron también manuales (catecismos) los emigrados liberales Joaquín Lorenzo Villanueva, José Canga Argüelles, José Urcullu y José Joaquín de Mora.

Con el fallecimiento de Fernando VII volvieron los liberales y José Núñez recuperó su carrera militar con un destino como jefe de un regimiento de artillería en Valencia. En 1835 fue nombrado gobernador de Cuenca. Se cita en la noticia de prensa que recoge su nombramiento que se había dedicado al estudio de las ciencias exactas durante su exilio de 11 años, habiendo traído además como nueva arma cohetes congreve desde Inglaterra (El Eco del Comercio, 15-XI-1835) que fueron usados en la I.ª Guerra Carlista en Villamediana (Navarra), para lo cual estuvo en Londres negociando su compra y transporte durante un año y dos meses (real orden de septiembre de 1834 para formar una comisión que viajara a Londres para comprar y conducir a la península 300 cohetes de guerra, llamados a la congreve y varias otras máquinas pertenecientes a ellos).  El encargo fue ampliado y la reina Isabel compró alrededor de 5.000 cohetes Congreve con sus respectivos armones a cambio de enviar además una «Legión Auxiliar» voluntaria inglesa como ayuda para los isabelinos en el campo de batalla. En 1835 los cohetes y la «Batería de Cohetes», propiedad de la Legión (en la que iban incluidos, al menos, dos artilleros que habían trabajado con el mismo Congreve) fueron transportados a Navarra. Fueron usados en Ojacastro (Logroño), Villamediana (Logroño), Vendejo (Santander) y otros puntos con resultados efectivos.

El 18 de noviembre de 1835 se nombró a José Núñez Arenas gobernador civil de la provincia de Cuenca hasta su cese el 11 de junio de 1836. Allí descubrió una conspiración carlista en  Tarancón (Cuenca), el lugar de nacimiento del ya fallecido famoso periodista, inquisidor y fraile jerónimo absolutista manchego Agustín de Castro, director y casi único autor de la Atalaya de La Mancha en Madrid

Varios pájaros de cuenta, bien conocidos por sus ideas, así de parte de la Alcarria, como de pueblos de la Mancha, se proponían reunirse en el castillo de Almenara y formar una facción. El gobernador civil de Cuenca Don José Nuñez Arenas tuvo noticia del plan, según parece, por un anónimo que recibió el juez de Trancón; y certificado de la existencia de la trama, ha procedido á prender á los principales motores. Una comisión ha recorrido los pueblos del Horcajo, Torrubia, la Fuente, Almendros y otros, apoderándose de muchos de los carlinos, entre los que se cuentan el guardia de Almendros y un hijo suyo. Habiendo celo y decisión en las autoridades, todas las tentativas deben sofocarse en la cuna. Los gefes político y militar de Cuenca abundan en patriotismo, y con los medios que el ministerio acaba de confiarles sabrán cumplir con el deber de mantener en paz á los buenos y aterrados á los malévolos. (El Eco del Comercio, 17-I-1836).

En ese mismo año sufrió una peligrosa enfermedad de la que se repuso sin mayores problemas y se presentó como candidato a diputado junto con su nieto, el ya citado periodista Bernardino Núñez Arenas, por Ciudad Real. El 10 de septiembre de 1836 fue nombrado jefe político de la provincia de Valladolid, cuando ya era teniente coronel de artillería. Pero en octubre de 1837 es cesado en sus funciones “por haber abandonado la ciudad el 18 de septiembre ante la amenaza de invasión por parte de la facción enemiga de Zariategui”. En su descarga escribió Contestación a lo dicho y escrito contra el gefe politico de Valladolid, Valladolid, Imprenta de Aparicio, 1837. Alcanzó el grado de coronel de artillería y se presentó en 1839 como candidato a Cortes por Ciudad Real (El Corresponsal, 27 de junio de 1839) y un mes después por Valladolid, provincia de la que ha sido jefe político (Eco del Comercio 18 de julio de 1839).

En 1840 aparece en Santander, al parecer para establecer el orden en la plaza, revuelto por una limitada desafección carlista  (El Correo Nacional, 23-IX-1840 y 9-X-1840). En 1842 es destinado a Ciudad Rodrigo (El Correo Nacional 15-III-1842); en 1844 aparece en el Estado Militar de España con el grado de brigadier. En Cartagena lleva la maestranza de artillería en 1853 (El Balear núm. 1461, 7-II-1853). Fallece en 1861 en Murcia a los setenta y nueve años de edad (La Correspondencia de España núm. 923, 24-III-1861).

Algo más añade Robles en su espléndido trabajo sobre su familia. Hijo de los mismos José Núñez y Vicenta Palacios naturales de Ciudad Real, tuvo un hermano, Leoncio, que vivió en Huete (Cuenca), donde fue un humilde funcionario de Hacienda hasta que se introdujo en la administración de Correos. Casó con María del Carmen Blanco Buzó, hija de Francisco Blanco y de Francisca Buzó, naturales de Valencia, y tuvo al menos a dos hijos ya citados: el periodista Bernardino y el catedrático de la Universidad Central Isaac, ambos nacidos en Huete. Durante el Trienio Liberal, entregó a las Cortes un informe para la reforma de Correos.

Su hijo, el periodista, escritor y financiero Bernardino, fue junto a Ros de Olano, Ventura de la Vega y Espronceda uno de los fundadores del periódico El Siglo en 1834, puntal del Romanticismo. Liberal, al menos al principio, fue miliciano nacional, pero no era honrado y fue acusado de algunas irregularidades, entre ellas cobrar mordidas. Luego se lucró con la desamortización de Mendizábal; estos méritos le valieron una exitosa carrera como funcionario de varios ministerios, en especial de Hacienda, siendo además diputado a Cortes en seis ocasiones por las circunscripciones de Ciudad Real (1840), Madrid (1844) y Toledo (1857-65).  Fue además Oficial de los Consejos de España e Indias y de Hacienda pública, Jefe superior de Administración y Consejero real de Agricultura, Industria y Comercio, Director General de Agricultura y, durante el bienio progresista (1954-1956), Director de la Escuela de Montes situada en Villaviciosa de Odón, para la que escribió Cartas sobre la existencia y conservación de los montes, (1854), vocal de la comisión para la Exposición Universal de París de 1855. Aunque se jubiló en 1861, desde 1854 cobraba una pensión por incapacidad. Escribió la novela histórica El Siglo XVI en Francia, ó, Ulina de Montpensier (1831) y participó en la revista Observatorio Pintoresco (1837) con los artículos “Fragmentos de un Delirio”, “Un Recuerdo” y “El Sueño” y en el semanario enciclopédico El Iris, dirigido por su amigo y consuegro, el famoso editor Francisco de Paula Mellado. Fue socio de la Sociedad Económica de Amigos del País y del Liceo Artístico y Literario al menos desde 1838 y anduvo también por la tertulia del café Solito y la de “El Parnasillo” en el café Príncipe. Fundó El Siglo (1834) con Espronceda, Ros de Olano y Ventura de la Vega, que logró llegar a los 14 números a pesar de la censura. Como escritor político destaca su De nuestra situación. Moderados. Exaltados. Tercer partido (1840) donde abogaba por un tercer partido entre el progresista y el moderado, tercera vía que llevó a cabo luego O’Donnell en su nuevo partido Unión Liberal ayudado por José Posada Herrera... y precisamente como un hombre de Posada se define en un medio de prensa a Bernardino en estos años: la misma definición del clientelismo. Pasados algunos años, vuelve a presentarse ya en las filas de la Unión Liberal donde estará hasta el final de su vida. Así, lo hace primero en las lecciones de 1857 por la circunscripción de Illescas, y luego en 1858, 1863 y 1865, año en que fallece. Asistieron a su funeral el general O'Donnell, los señores Posada Herrera, el diputado Goicorrotea, el catedrático Coronado y Miguel de los Santos Álvarez entre otros.En las fichas del Archivo Histórico de las Cortes consta como su única profesión "propietario", pero además fue prestamista y uno de los fundadores del Banco Español de Ultramar, empresa que nacía impulsada directamente por el grupo económico de apoyo político a las empresas de Mendizábal. También fue socio fundador de la sociedad anónima mercantil La Gran Antilla, estrechamente ligada al banco anterior  y con intereses financieros en las islas de Cuba y Puerto Rico; algunos de esos intereses consistían en la compraventa de esclavos; en esta sociedad participaba también el tío de la reina Isabel II Francisco de Paula. Se casó con Fernanda Bravo Coronado, de la que tuvo cuatro hijos, entre los que cabe destacar a Matilde Núñez Arenas Bravo, que casó con Fernando Mellado Leguey (1842 - 1912), hijo de su amigo el famoso impresor y editor Francisco de Paula Mellado, y su nieta Carmen Mellado y Núñez, que se casó con Manuel Gutiérrez Jiménez, de Ronda, cuya hermana Isabel estaba casada con Saturnino Calleja, famoso creador de la editorial Calleja. Bernardino fundó en 1843 con el famoso Francisco de Paula Mellado “La Unión Literaria”, una fundición de caracteres tipográficos de imprenta y grabados, que luego cambió de nombre.

En 1838 José y Leoncio Núñez Arenas aparecen entre los 500 socios fundadores de la Sociedad para propagar y Mejorar la Educación del Pueblo, institución liberal a la que se debió la apertura de varias escuelas de párvulos y la publicación de manuales para los maestros, a imitación de las escuelas privadas inglesas; fue al parecer, según Robles, una de las pocas iniciativas de este tipo emprendidas en esta época en España que tuvieron algún éxito. Las escuelas de párvulos —equivalente español a las infant schools británicas y las salles d´asile francesas— (SCANLON, G.M. 1988: "Liberalismo y reforma social: la Sociedad para Propagar y Mejorar la Educación del Pueblo, 1838-1850", Cuadernos de Historia Contemporánea, nº 10). Don Leoncio aparece entre 1847 y 1856 como Intendente Honorario del cuerpo administrativo de la Armada y se jubiló en 1852 como administrador de rentas (PARES). Entre sus escritos puede citarse una memoria sobre los portazgos y su reforma que llegó a discutirse en las Cortes en 1839.

Isaac Núñez de Arenas Blanco (1812–1869), el segundo hijo de Leoncio Núñez Arenas y de Carmen Blanco, estudió con los jesuitas en el Colegio Imperial de Madrid o Reales Estudios de San Isidro y se licenció en derecho en Alcalá de Henares (1837). Conocemos algo mejor su vida que la de su hermano Bernardino, porque Antonio Ferrer del Río escribió una  "Necrológica de Isaac Núñez Arenas", Boletín Revista de la Universidad de Madrid, 1869, tomo 1). Ejerció como abogado, auditor de guerra, periodista y escritor. Obtuvo por oposición en 1847 la cátedra de Literatura en la Universidad Central, y por entonces se hizo amigo de Manuel Milá y Fontanals, que obtuvo la de la Universidad de Barcelona; fue miembro de la Real Academia Española de la Lengua a partir de 1863. Abandonó la cátedra en 1862 para ser magistrado en el Tribunal Supremo de Guerra y Marina. 


Colaboró en La Legalidad, El Español, Juventud Republicana, El Nuevo Régimen, El Heraldo Escolar y La Asamblea Federal. Publicó una Gramática general, escrita conforme al programa de gobierno (1847), unos Elementos filosóficos de la literatura. Esthética (¿1853?, 1855, 1858), obra de claro contenido krausista según Raúl Angulo, Conservación del idioma y medios para conseguirla (1863), unas Bases y motivos en que funda la reforma del Tratado de Justicia, para la nueva ordenanza militar (1856), varios discursos y dos traducciones, una de los tres volúmenes del Curso completo de Filosofía para la enseñanza de ampliación de Joseph Tissot (Madrid, 1846-1847), que comprende 1.º Psicología, 2.º Lógica, 3.º Gramática general, 4.º Moral y 5.º Historia de la Filosofía. De estas partes, la Gramática es la citada anteriormente, añadida por Isaac, y la Historia de la filosofía, también añadida, es de Víctor Arnau. La segunda traducción, muy reimpresa, es de la célebre novela de Edward Bulwer Lytton Los últimos días de Pompeya (1850) realizada no desde el inglés, sino desde el francés. Trabajó asimismo activamente en las comisiones del Diccionario y de Gramática de la Real Academia de la Lengua entre 1858 y 1869 y redactó numerosos artículos para el Diccionario de sinónimos. Participó además en una edición de las Comedias escogidas de Juan Ruiz de Alarcón (1863) en tres volúmenes.

Casó con Matilde Castro Irastorza, de la que tuvo dos hijos: José y Manuel, este último casado con una nieta de Espronceda e hija de Narciso de la Escosura, Luz de la Escosura y Espronceda. Manuel fue abogado y bibliotecario del Congreso de Diputados, y falleció en 1931. Por último, según dice Robles, "un hijo de Manuel y Luz fue Manuel Núñez de Arenas y de la Escosura (Madrid, 1886 – París, 1951), enseñante, historiador y activista político, fundador de la Escuela Nueva en 1910, fundador también del Partido Comunista de España, y exiliado en Francia buena parte de su vida", de quien ya he escrito.