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lunes, 9 de enero de 2017

El discurso complejo interfiere el contacto visual

Eva Carnero, "Hablar sin mirar a los ojos no es de mentirosos. Su cerebro puede hacer muchas cosas al mismo tiempo, pero desarrollar un discurso y mantener el contacto visual no son dos de ellas" El País, 9 ENE 2017

Somos capaces de enviar un mensaje de Whatsapp y atender el GPS de reojo, contestar una llamada mientras leemos las noticias o tener un debate acalorado con nuestra pareja a la vez que compramos el pan. Sin embargo, conversar y fijar la mirada en nuestro interlocutor, algo que a priori parece la más sencilla de las tareas, se nos resiste. Nuestra capacidad multitarea es limitada y no siempre podemos simultanear dos actividades, al menos sin que una de las dos salga perjudicada. Así lo creen los psicólogos japoneses Shogo Kajimura y Michio Naumura de la Universidad de Kyoto, quienes afirman que la construcción de un discurso complejo interfiere en el mantenimiento del contacto visual.

Según los autores del estudio, nos vemos obligados a elegir entre hablar con propiedad o saber de qué color son los ojos del que tenemos enfrente. Cristina Larroy, directora de la Clínica Universitaria de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, añade: "Cuando queremos escoger bien las palabras, tendemos a desviar la mirada y a fijarla en un punto. Este es el mecanismo por el que evitamos destinar recursos a procesar la información que nuestro interlocutor nos está enviando y utilizarlos para recordar y definir nuestro discurso". Como afirman los investgadores japoneses, "cuanto más complicada es la hisoria que estás contando (o la excusa que estás elaborando), más difícil se hace mantener el contacto visual". Lo que nos lleva a preguntarnos si es cierto que una mirada esquiva puede ser la señal de que no nos cuentan toda la verdad.

No me mira, ¿me está mintiendo?

"Cuando mentimos tendemos a controlar muchos procesos de forma simultánea: inhibir la verdad, fabular la mentira, controlar nuestro lenguaje corporal... Por tanto, si nos centramos más en los recursos cognitivos (pensar rápido y bien), nuestro lenguaje corporal se ralentiza, nos movemos menos y tenemos una mirada de concentración, lo que dificulta mirar a los ojos", explica Martos. En el extremo opuesto, un artículo publicado en el Journal of Nonverbal Behavior asegura que establecer contacto visual de forma deliberada también puede ser señal de engaño: "Los que mienten tienen un deseo mayor de resultar convincentes, lo que les inclina a observar al interlocutor para comprobar que les están creyendo".

Pero la complejidad del discurso, aunque sea para explicar un problema de matemáticas, no es la única razón por la que desviamos la mirada: "Los que más la rehúyen son aquellos individuos que presentan fobia social. Muchos de ellos son incapaces de levantar la mirada del suelo", asegura la psicóloga clínica Pura Hernández, de Garner Psicólogos.

Para Larroy, además, "la distancia y la jerarquía entre los interlocutores pueden influir en la comunicación. Pero el aburrimiento, el miedo, el desprecio, el cansancio o simples problemas visuales también pueden ser eficaces desencadenantes", remarca, por lo que esta experta desaconseja juzgar la veracidad de lo que nos cuentan dependiendo de si existe o no contacto visual.

En cualquier caso, la mirada es un elemento de comunicación no verbal especialmente importante cuando nos comunicamos. "El contacto visual es lo que permite crear un vínculo entre el emisor y el receptor", asegura Larroy. Y añade: "Una mirada dulce o de admiración puede ser percibida como algo positivo. Sin embargo, si va acompañada de un ceño fruncido, transmitirá hostilidad".

Cuánto se tarda en intimidar

Entre un gesto huidizo y una mirada intimidante hay un trecho. Que se recorre concretamente en 3,3 segundos, según una investigación del Colegio Universitario de Londres (Inglaterra), que asegura que este es el tiempo, de media, que tarda el contacto visual en pasar de agradable a incómodo. "No me parece adecuado establecer tiempos porque la duración de la mirada depende de muchas variables, entre ellas, las culturales, hay sociedades en las que no mirar a los ojos se interpreta como una señal de respeto, mientras que en otras es signo de mala educación. Por ejemplo, los latinos mantenemos el contacto visual más que los anglosajones", disiente Larroy, quien afirma que el grado de familiaridad o la proximidad afectiva también influyen.

"Una mirada directa y prolongada puede ser intimidante", afirma el profesor de Comunicación no Verbal y Oratoria José Luis Martín Ovejero, quien aconseja "no mantenerla más tiempo del que precisemos para identificar el color de ojos de quien está frente a nosotros". Además, pensando en aquellos a los que les cuesta mirar a los ojos, el experto aporta un sencillo truco: "Centre la mirada en el entrecejo. No requiere mucho esfuerzo y la otra persona creerá que le está mirando directamente a los ojos".

lunes, 12 de diciembre de 2016

Los comienzos del periodismo de investigación en Gran Bretaña. El curioso caso de W. T. Stead y el hundimiento del Titánic

Uno de los primeros periodistas de investigación fue Félix Mejía; curioseando he investigado por los orígenes de los muckrakers y amplié un artículo de Wikipedia hasta convertirlo en esta amenísima curiosidad, llena también de interés por la mediumnidad y las leyendas en torno al hundimiento del Titanic:

William Stead Thomas (Embleton, Northumberland, 5 de julio 1849 - en el Titánic, 15 de abril 1912) fue un destacado periodista, editor y espiritista británico, pionero del periodismo de investigación, y una de las figuras más controvertidas dentro del periodismo británico de la era victoriana.

Stead fue educado siguiendo estrictamente las Sagradas Escrituras como hijo de religiosos congregacionalistas. Además, a muy temprana edad, Stead ya era capaz de leer textos en lengua latina tan bien como leía textos en su lengua materna, la inglesa. Su nuevo y comprometido estilo periodístico, que Matthew Arnold desaprobó llamándolo "Nuevo Periodismo", fijó el camino del sensacionalismo para la prensa actual y demostró cómo la prensa era, en efecto, un cuarto poder (en palabras de W. T. Stead, un Government by Journalism, "Gobierno por el periodismo") que podía usarse para incidir en la opinión y generar cambios en las políticas gubernamentales. Su trabajo periodístico cubrió los costados menos gratos para la mirada del ciudadano de la ciudad imperial: maltrato infantil, prostitución, trata de blancas y abuso; sus escritos reclamaban, fundamentalmente, un cambio en el sistema de criminalización del vicio.

Comenzó a trabajar a la temprana edad de catorce años como ayudante contable en un negociado de Newcastle upon Tyne; en sus ratos libres leía a Shakespeare y una vida de Thomas Cromwell de Thomas Carlyle, del que siempre fue un gran admirador; un artículo sobre este último fue su primera publicación en Boy's Own Magazine. Gracias a esto ganó una guinea que gastó en comprarse libros, incluida una colección de poemas de James Russell Lowell que lo acompañó durante toda su vida. En 1865 logró publicar en un periódico local un artículo sobre el asesinato de Abraham Lincoln y en 1868 otro en el Sheffield Independent sobre la separación de la Iglesia de Irlanda. Entonces adoptó el pseudónimo que más usaría: "W. T. Silcoates". También empezó a publicar por vez primera una revista de la que fue editor durante diez años: el Magazinctum, cuya distribución se limitaba a la propia familia de Stead. A lo largo de este período sufrió enfermedades oculares y llegó a pensar que iba a quedarse ciego.

El 10 de junio de 1873, Stead se casó con una amiga de la infancia, Lucy Emma Wilson (1849-1932). Juntos tuvieron cuatro hijos y dos hijas. Como se hizo popular por los numerosos artículos que enviaba regularmente a la prensa regional, lo nombraron redactor jefe del periódico liberal Northern Echo de Darlington en abril de 1871, con lo que se transformó en el editor más joven de la historia de la prensa británica. Tras la victoria electoral de Gladstone en 1880, Stead ingresó en la Pall Mall Gazette, que se había convertido más o menos en el órgano oficial del partido liberal, y cuando agosto de 1883 se transformó en su redactor jefe cambió radicalmente su forma y contenido. Sus grandes campañas de opinión dieron lugar a importantes reformas políticas y sociales. Hizo campañas contra la pobreza de algunos barrios de Londres, otra a favor de la intervención del famoso Charles Gordon en la guerra contra los derviches del Sudán, otra para que se aumentara el presupuesto de la Real Armada o Royal Navy y otra en favor de la paz entre Rusia y Gran Bretaña, pero la más famosa, que le granjeó incluso una estancia en la cárcel, fue en 1885 contra la prostitución infantil (una serie de cuatro artículos bajo el título "The Maiden Tribute of Modern Babylon" -"El tributo de las doncellas de la moderna Babilonia"-). Para demostrar la verdad de sus revelaciones, "compró" a Eliza Armstrong, una niña de 13 años, hija de un deshollinador, hecho que relata en el artículo "A Child of thirteen bought for £5".

El origen de esta memorable serie de artículos fue este: un luchador contra el vicio fue a verle cuando era redactor jefe de la Pall Mall Gazette en mayo de 1885 para pedirle ayuda en desatascar un proyecto de ley que se proponía combatir la prostitución infantil que ya había sido rechazado tres veces en la Cámara de los comunes; sus historias conmovieron a Stead, quien decidió emprender una investigación entrevistando desde alcahuetes y proxenetas a trabajadores sociales y capellanes de cárceles; se las arregló incluso para que una de sus reporteras y una chica del Ejército de Salvación se hicieran pasar por prostitutas para colarse en los burdeles, con la esperanza de que pudieran escapar antes de prestar el servicio, y el 6 de julio de 1885 se publicó la primera entrega de "El tributo de las doncellas en la Babilonia moderna". Causó sensación: nunca el Londres victoriano había visto contenidos sexuales tan explícitos en un texto impreso. Titulares como "La violación de las vírgenes", "Confesiones del dueño de un burdel" o "Chicas compradas y corrompidas" interesaron y escandalizaron a la gente. Cuando el mayor distribuidor de prensa de la ciudad (W. H. Smith & Sons) se negó a repartir el periódico, un grupo de voluntarios del Ejército de salvación se ofreció a hacerlo. Incluso George Bernard Shaw (autor de la escandalosa y relacionada con el tema La profesión de la señora Warren) llamó por teléfono para ofrecer su colaboración. Durante los cuatro días siguientes las oficinas del periódicos fueron asaltadas por las masas, deseosas de conseguir un ejemplar, que incluso de segunda mano llegó a alcanzar un precio doce veces superior al nominal. Se organizaron pronto concentraciones públicas y manifestaciones para conseguir que la ley se aprobase, y el Ejército de salvación reunió casi cuatrocientas mil firmas en un gigantesco rollo de papel de milla y media de longitud.

Pero como Stead había quebrantado la ley, aunque con buenas intenciones, y había cometido varias irregularidades más, dos periódicos de la competencia (la Saint Jame's Gazette y el Lloyd's Weekly Newspaper) terminaron por meterlo entre rejas; Stead, sin embargo, consiguió que se elevara la edad de consentimiento sexual desde los trece a los dieciséis años. Todo esto, sin embargo, le pasó factura: la cantidad de reputaciones que había destrozado con sus campañas le granjeó tantos y tan poderosos enemigos entre los poderes fácticos que tuvo que abandonar su cargo de redactor jefe en enero de 1890. Pero de hecho, en ese mismo año, The New York Sun llegó a decir que "entre los años 1884 y 1888 estuvo más cerca de gobernar Inglaterra que cualquier otro ciudadano del reino".

Stead se definía como "imperialista más los diez mandamientos y el sentido común", pero su premisa fundamental era que "el progreso del mundo" dependía de la conducta del imperio británico: su misión era ética y trascendía la política de los partidos. La represión de manifestantes irlandeses por la policía británica en el llamado Domingo Sangriento (1887) dio lugar a su creación, con ayuda de la activista irlandesa Annie Besant, del periódico The Link. Hacia los años noventa empezó a interesarse por el espiritismo (editó la revista espírita The Bordeland) y la escritura automática y apoyó la difusión del esperanto como lengua internacional en su revista de entonces, la Review of Reviews. En 1899, Stead participó en la primera Conferencia en La Haya como parte de su lucha por la paz mundial. Se convirtió en un defensor del desarme y del arbitraje en caso de disputas internacionales y continuó dando conferencias en contra de los conflictos y masacres como el genocidio armenio entre 1894 y 1895 y la Guerra de los Boers (1899-1902), lo que le hizo perder la amistad de halcones como sir Cecil Rhodes y de Alfred Milner y condujo a su periódico Review of Reviews a un menor número de ventas. Jugó un papel clave en la preparación y realización de la Segunda Conferencia de La Haya en 1907, donde nuevamente se hizo hincapié en la necesidad de un arbitraje internacional para evitar conflictos. Así, denunció en ese momento la actitud "antialemana" del Ministerio de Asuntos Exteriores y protestó contra las atrocidades cometidas por los italianos durante la Guerra italo-otomana (1911-1912). En 1904 lanzó The Daily Paper, pero perdió con este diario una auténtica fortuna (35.000 libras de las de entonces), lo que lo llevó a una crisis nerviosa. 

Un año antes de la Guerra de España contra los Estados Unidos, en 1897, viajó a Nueva York para reunirse con el gran magnate de la prensa William Randolph Hearst, para enseñarle su modelo de negocio, que este magnate entendió sin escrúpulos, y en 1905 viajó a Rusia en una gira para tratar de desalentar la violencia, aunque no tuvo éxito alguno. Su fallecimiento en el hundimiento del famoso transatlántico RMS Titanic la madrugada del día 15 de abril de 1912, pues había sido contratado para dar una conferencia en Nueva York, tuvo una gran repercusión porque, a causa de su militancia espiritista, se crearon muchas leyendas en torno a su muerte, algunas con fundamento en la verdad, como la predicción del hecho veinte años antes, en su novela Del viejo mundo al nuevo (1892). El testimonio de una de las supervivientes, la señora de William Shelley, lo contemplaba ayudando en la evacuación cuanto pudo para terminar rezando en la cubierta casi en estado de trance. Es cierto que Stead se creía (o era en verdad) un medium, e incluso llegó a compilar las cartas que un espíritu, Julia, le dictaba mediante escritura automática desde 1892 en su libro After Death: Letters From Julia (1910).

Stead fue un reconocido defensor de la paz mundial (llegó a ser propuesto para el premio Nobel de la paz en 1903) y los derechos de la mujer y escribió varios libros, muchos de ellos traducidos al español, al francés, al alemán e incluso al japonés. El más personal es sin duda su autobiografía, The life of Mr. W. T. Stead (London, 1886). Destaca una obra bibliográfica, Index to the periodical literature of the World... (1891-1902). Otros célebres fueron The Americanization of the world, or, The trend of the twentieth century (1902), Real Ghost Stories, The United States of Europe, The Pope and the New Era, Coming Men on Coming Questions, The Splendid Paupers: a tale of the coming plutocracy...

sábado, 29 de octubre de 2016

Cómo se crea periodísticamente a un monstruo como Trump

Elvira Lindo, "Hemos creado un monstruo", en El País, 28 oct. de 2016:

El poder del dinero convirtió a Trump en un hortera entrañable, en un cerdo con los labios pintados

Un monstruo no se crea de la noche a la mañana. Si en el ámbito familiar intervienen padres, titos y abuelas en la creación de un ser consentido y ególatra, cuando se trata de un monstruo nacional como Trump, han de ser muchos los ciudadanos que se apliquen durante años para que un egomaníaco de escasas luces esté a un paso de la presidencia. Se está dando la cómica situación de que algunas de las personas que participaron activamente en la creación de Frankenstein estén saliendo del armario en estos días para confesar: “Sí, yo también tengo algo de culpa”. Uno de ellos ha sido Tony Schwartz, un tipo que en 1987 ya se había hecho un nombrecillo como periodista, pero que se dejó seducir por la insólita propuesta de Trump para que escribiera su autobiografía. ¿Hay alguien que quiera publicar su autobiografía a los 38 años? Donald Trump. Aunque hoy en día, con la excusa de la autoficción, los escritores empiezan a contar su vida desde preescolar.

Por supuesto, Trump no podía escribir ese libro, porque no sabía cómo eran los libros por dentro, no había abierto ninguno, así que contrató a Schwartz como negro, y accedió a pagarle la mitad del adelanto y de los royalties. El negro, viendo que como periodista siempre sería un pelagatos, dijo que sí. La autobiografía se llamó, The Art Of the Deal (“El arte de negociar”), se vendió como churros y Schwartz se hizo millonario. El periodista, como es lógico, perdió credibilidad entre sus pares y montó una empresa de coaching que le ha hecho más millonario. Pero cuando Schwartz escuchó este verano que Trump se presentaba como candidato y declaraba que Estados Unidos se merecía un líder como el que escribió The Art of de Deal, empalideció y escribió un furioso tuit: “Gracias, Donald, por sugerir que compita para presidente, dado que yo escribí The Art of the Deal”. Al autobiógrafo de Trump no sólo le alarma que el magnate se crea autor de la escritura, sino que asuma sin rubor todas las falsas cosas buenas que sobre él aparecían en el libro, porque lo que hizo Schwartz fue mentir y embellecer la historia de Trump para que este apareciera como un genio de los negocios: “Pinté los labios a un cerdo”. Y es que lo que verdaderamente presenció el negro fue a un hombre incapaz de concentrarse en una conversación, irritable, obsesionado con la fama, un mentiroso que se cree sus propias mentiras, y un empresario que ha pinchado en muchas inversiones, porque aunque se venda como un hombre hecho a sí mismo, la pasta le venía de papá, del que suele hablar poco por no contar cómo el padre le salvó de muchos disparates inmobiliarios. Schwartz piensa ahora, arrepentido, en dedicar las ganancias que siga generando el libro a causas nobles, aunque asume que él creó parte del monstruo.

Por otro lado, está Michael D’Antonio, un premio Pulitzer que le hizo la última entrevista al candidato antes de la campaña. D’Antonio ha cedido las cinco horas de grabación que tiene con Trump a The New York Times para que este medio vaya soltando perlas en los últimos días. En ellas, Trump da cuenta de su matonismo juvenil, que obligó a sus padres a apartarlo del barrio y mandarlo a una academia militar para reformarlo. Error. El joven Donald se sintió en su salsa en un ambiente en que podía dar rienda suelta a su hombría. Porque a él le gusta pelearse como a los machotes, llegar a las manos. Detesta, más que nada, sentirse humillado: viendo en una ocasión que Ivana sabía manejar los esquís mejor que él, montó en cólera y destrozó a golpazos su equipo. Las grabaciones dan cuenta también de su nula aceptación del fracaso, de su desprecio por los perdedores, y de una obsesión patológica por salir en los medios.

La historia del tercer libro, el de Harry Hurt III, es más triste. Hurt escribió una biografía no autorizada en 1993, El magnate perdido: las vidas de Donald Trump. Este libro nació herido de muerte porque el autor decidió incluir una declaración jurada de su exesposa en la que contaba que Trump, animado por ella, se sometió a un implante de pelo, y como la operación fue dolorosa, volvió a casa, le arrancó a ella un mechón de pelo, la violó y la dejó encerrada un día en el baño. Los abogados de Trump obligaron entonces a la editorial a incluir una página aclaratoria de Ivana: “Se me malentendió, dije que me había sentido violentada, no violada”. Esa rectificación tiene que ver con un acuerdo de divorcio de 14 millones de dólares (12,8 millones de euros).

El biógrafo Hurt, viendo cómo las mujeres de las que abusó el magnate han hablado, quería reeditar el libro, pero nadie se atreve. Temen la ferocidad de los abogados de Trump. Y es que, en el fondo, el monstruo da miedo. Ese monstruo creado colectivamente. Nunca se han escrito tantos libros sobre una persona con tan poco interés. Pero el poder del dinero convirtió a Trump en un hortera entrañable, en un cerdo con los labios pintados.

martes, 18 de octubre de 2016

Entrevista al Gran Wyoming, que presenta un nuevo libro

El Gran Wyoming: "¿Por qué tiene que gobernar el PP si la gente no quiere eso?", Huffington Post, 18-X-2016 

Jose Miguel Monzón pertenece a "una generación que conoció los campos de Castilla tal y como los vio el Cid camino del destierro". Tiene 61 años, es del madrileño barrio de La Prospe (Prosperidad) y ha ejercido de médico, humorista, actor, músico y, durante los últimos diez años, presentador del programa El Intermedio. El Gran Wyoming acaba de publicar su séptimo libro, ¡De rodillas Monzón!, en el que narra cómo vivió la recta final del franquismo durante su niñez y su juventud.

A pesar de que a Wyoming no le gusta el papel de referente de la izquierda -"creo que es de los papeles más incómodos que hay"- e intenta ceñirse al tema de su nueva obra, resulta casi imposible no preguntarle por la situación política española. "Yo manifiesto mi opinión porque estoy más protegido, soy de las pocas personas que, por desgracia, en este país donde se supone que hay libertad de expresión, puede opinar sin que le pase algo", explica a El Huffington Post. "A veces me veo en la obligación de hablar por los que no pueden", dice. Es el objetivo de muchas críticas de la derecha porque "está en su naturaleza; no tienen rivales, tienen enemigos a los que hay que batir como sea".

Considera que la división de la izquierda y la dificultad para formar un gobierno progresista los últimos meses "es lo normal" y que "lo que no es normal es que la derecha esté siempre unida". Para él, "la división es un acto de coherencia". "También son normales los gobiernos de coalición, aunque aquí no tenemos tradición", continúa. "Me duele mucho que el PSOE diga que con 85 diputados no se puede formar un gobierno, ¿cómo que no? Lo que tienen que lograr son los apoyos necesarios". Cree que "estos señores lo que buscan es volver a la situación de privilegio que tenían, el bipartidismo, pero es normal que haya fricciones".

El hecho de que el PSOE se esté planteando abstenerse para que Rajoy sea investido al mismo tiempo que se celebra el juicio por el caso Gürtel al Gran Wyoming le parece "terrible". "Los votos que no quieren que gobierne el PP son muchísimos, el doble; así que cuando se habla de que tiene que gobernar el más votado me parece una tomadura de pelo, es ridículo", lamenta. "Sólo Podemos y el PSOE juntos tienen un millón más de votos que el PP, ¿por qué tiene que gobernar el PP, si la gente no quiere eso?", se pregunta. Asegura que "cuando el PSOE dice que está dispuesto a abstenerse para que gobierne el PP porque es lo que quiere la gente, miente a sabiendas".

Wyoming tiene tres hijos que pertenecen a las nuevas generaciones que se están enfrentando a las consecuencias de la crisis (precariedad, inmigración, subida de tasas universitarias...) "Me parece absolutamente injusto", señala sobre la situación de los jóvenes en España, "soy totalmente partidario de la igualdad de oportunidades y por eso no soporto esta generación de políticos crueles que vienen de familias privilegiadas y que quieren acabar con estas cosas. Quieren que los ricos sigan siendo los mismos y los pobres no tengan acceso a la cultura ni a los estudios".

"Con este libro quería recordar que detrás de toda gran estrella hay un ser humano", bromea el presentador que, al contrario que la editora que le acompaña (que asegura que Wyoming "no para de hacer cosas"), explica que gracias a que no ha trabajado nunca, ha podido ser un observador objetivo de todo lo que pasa: "He tenido la suerte de no estar empleado nunca y eso me convierte en un observador frío y distante, eso me permite tener este tipo de recuerdos". Los escribe como una "maniobra de rescate" de la memoria personal, "como las que se llevan ahora en el Mediterráneo".

"Como creo que mi vida personal no tienen ningún interés, lo que he hecho ha sido contar mi punto de vista de todo lo que pasaba entonces, hasta los 17 años", dice. Según él, pertenece a "una de las últimas generaciones que tuvo una infancia feliz", a pesar de la enfermedad mental de su madre, que se perdió parte de la infancia de sus hijos por estar ingresada en el hospital. "Nunca se recuperó", escribe el autor, "cuando estudié medicina entendí lo que era la depresión, que era lo que ella tenía". "Ahora los niños no tienen la libertad que teníamos antes. Hay que dejarles su espacio. 24 horas de educación para ellos es una tortura", asevera.

La transición no fue gran cosa

Wyoming, que tuvo una breve experiencia con el Opus Dei y otra con la falangista Organización de la Juventud Española (OJE), también vivió la Transición. Aunque para él, "no fue gran cosa". "No fue el paso de la dictadura a la democracia, fue la reconversión de la dictadura en democracia", opina.

El primer contacto consciente que tuvo el joven Monzón con la dictadura fue al entrar en la universidad para estudiar Medicina: "Cumplí los 17 años sin haber oído la palabra comunismo. No era consciente de lo que era una dictadura, creía que todo el mundo era así". "Cuando entré en la carrera hubo un boicot a los exámenes y la universidad estaba tomada por policías con metralleta", recuerda, "cuando tuve que atravesar la barrera de agentes para entrar en la facultad, comprendí que ellos eran los malos".

El Wyoming de hoy se considera "un hombre intoxicado por la información": "Estoy destrozado por la realidad que cuento cada día". Asegura que con el tiempo ha visto "lo que se ha movido hacia la derecha este país: lo que antes era derecha ahora es centro y también han dicho que yo soy de extrema izquierda y antisistema".

Tiene clara una cosa: la generación del 55 "es la mejor". Pero no se siente nostálgico, ya que lo que vivieron sus padres y abuelos "fue una mierda". "Viví cosas como mayo del 68 o la liberación de la mujer y tengo claro que la generación de mis hijos va a sufrir muchísimo más que la mía", asegura El Gran Wyoming quien insiste en que a día de hoy, para una familia obrera con cuatro hijos es muy difícil mandar a todos a todos a la universidad por la carga económica que supone. "Están creando una nueva clase dominante", denuncia el que un día fue un niño que corría por los descampados de Prosperidad.

lunes, 3 de octubre de 2016

Los poderes económicos que manipulan al estado

Cándido Marquesán Millán, "Grupo PRISA, paradigma de poder salvaje", en Nueva Tribuna, 2 de Octubre de 2016: 

Que la democracia, como sistema político, está pasando por un mal momento, no es ninguna novedad. Este sistema político, el peor exceptuados todos los demás, según Winston Churchill, como categoría política, en nuestra época está sometido a una contradicción. Por un lado, es el único régimen capaz de aspirar a la legitimidad. Ningún gobierno es aceptado si no se presenta ante la opinión pública como respetuoso del principio democrático. A la vez, las características que definen la democracia están en profunda crisis o amenazadas.

Tal como describe Gerardo Pisarello en su libro Un largo Termidor. Historia y crítica del constitucionalismo antidemocrático, si definimos democracia a grandes rasgos como un régimen basado en el sufragio universal, el pluralismo político, libertad de expresión, ideológica, de información; el gobierno de las mayorías en oposición al de unos pocos o uno solo; y capaz de maximizar la autodeterminación política con el respeto a las minorías, si evaluamos la salud de la democracia a través de estos elementos, tenemos que concluir que no solo no disfruta de una buena salud, sino que está al borde de su extinción.

El ejercicio del sufragio, a pesar de su generalización, tiene claras deficiencias. En España tenemos un sistema electoral injusto y muy poco proporcional, instaurado en la Transición como un filtro para que determinadas fuerzas no llegaran a las instituciones y si lo conseguían con una representación muy inferior a su fuerza real; así como también para potenciar el voto útil o de centro político, en el que los elegidos suelen ser reclutados en las clases medias o altas, y con orientaciones políticas moderadas. Y a pesar de ello irrumpen fuerzas como Podemos. Si ese filtro de la ley electoral no es suficiente, para ello está el funcionamiento de los partidos políticos y la manipulación de la opinión pública. El mundo financiero y empresarial es clave en la creación, sostén y financiación de los grandes partidos, por lo que, si estos llegan al gobierno, les proporcionan subvenciones, prebendas y favores sin cuento; e incluso, pueden incumplir sus programas electorales para responder a sus solicitudes. Según Josep Fontana la "United States Chamber of Commerce", la mayor federación empresarial del mundo, financió las campañas electorales a través de Comités de Acción Política, actividad que aumentó considerablemente desde 2009, tras la decisión del Tribunal Supremo. Debido a  la interconexión entre el mundo de la política con el financiero y empresarial, se produce el efecto "puerta giratoria": directivos del sector financiero o empresarial ocupan puestos políticos clave, y a la inversa. De ahí que  Antoni Doménech, catedrático de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Barcelona haya dicho: “Las democracias actuales se enfrentan a poderes privados neofeudales más grandes y poderosos de lo que soñaron las más codiciosas dinastías empresariales de la generación de nuestros ancestros”  Como prueba de ello: a finales de los 90 el presidente de Mercedes Benz, advirtió expresamente a Schröder que trasladaría toda su producción a los EEUU, de concierto con el gigante automovilístico Chrysler, para conseguir del canciller la destitución fulminante de su ministro de hacienda, Oskar Lafontaine (quien narra el episodio en sus ácidas e instructivas memorias).

Pero además de las deficiencias ya mostradas. Quiero detenerme en otra no menos grave. La libre circulación de ideas y opiniones se ve amenazada por los grandes medios de comunicación cada vez más concentrados y vinculados con los poderes financieros y empresariales,  que al alcanzar tanto poder, pueden contrariar o delimitar la soberanía expresada por la sociedad en las urnas y poner en peligro la democracia, de ahí que el profesor Luigi Ferrajoli en su libro Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional, los denomine poderes salvajes. Las empresas de comunicación son poderes de hecho, influyentes sobre los asuntos públicos y con agendas que no responden necesariamente a los intereses de la sociedad. Según Sánchez Noriega “tienen capacidad en el espacio político para boicotear leyes o difundir determinadas demandas y, a la vez,  una gran resistencia a las imposiciones del poder político”. Pueden forjar o derribar a su libre albedrío el liderazgo en un partido político con encuestas, editoriales, artículos de opinión, selección de determinadas noticias. Son el desafío principal para la democracia en nuestros días.

El periódico El País, del Grupo Prisa, puede ser un ejemplo paradigmático de lo expuesto, de un auténtico poder salvaje. Su actuación está al servicio de los grandes poderes financieros, de los cuales depende para no acabar en la bancarrota. Todos los conocemos. Será difícil encontrar en un sistema democrático una campaña continua tan sesgada, torticera, vergonzosa y malintencionada con el objetivo de destrozar la fuerza política de Podemos. Es seguro que se estudiará, ya se estudia, en las Facultades de periodismo. Lo mismo puede decirse de su actuación con determinadas editoriales recientes contra Pedro Sánchez, brutales en el fondo y en la forma. Tarea mendaz a la que sumaron toda una serie de intelectuales, cabe pensar que bien recompensados, como Javier Cercas, Antonio Elorza, Félix de Azúa, Fernando Savater, Félix Ovejero, José Luis Pardo o Santos Juliá, etc. Todo porque no se doblegaba a  la abstención patriótica y así facilitar un gobierno del PP, que está al servicio de los intereses de los grandes poderes económicos. ¡Qué bajo ha caído este periódico que en otra época fue un referente de la socialdemocracia!  Al final han podido con Pedro Sánchez, que estaba legitimado en unas primarias por la militancia y por 5, 4 millones ciudadanos españoles. Tales actuaciones del Grupo Prisa son un claro ejemplo del concepto de poderes salvajes expresado por Ferrajoli. Como también, las expresadas en el artículo "Las prisas de PRISA" de este mismo periódico de José M. Roca, que cito textualmente: “Así, el día 13 de enero de 1995, un editorial titulado “Final de etapa”, instaba a Felipe González a presentar una moción de confianza en el Congreso o en su defecto a convocar elecciones anticipadas. Y el día 18 de julio de 2011, con un editorial titulado “Final de ciclo”, acompañado por un artículo de Juan Luis Cebrián titulado “Esta insoportable levedad”, El País señaló el fin de la etapa de Rodríguez Zapatero”.

domingo, 28 de agosto de 2016

El cotilleo en Suetonio y Plutarco

Jaime Romero, "El mayor arte del mundo", en Huffington Post 28/08/2016 

Las más exquisitas sutilezas del humanal linaje siempre se han alcanzado en el donoso arte de la chismografía: quién dijo qué de la pareja de quién, y por dónde le dolía el dolor al susodicho. Y sus dos mayores artistas de siempre son Suetonio y Plutarco.

Lo de Suetonio era el arte chismográfico por el arte mismo, la persecución de un ideal. Plutarco, aunque le iba a la zaga con paso firme y la cabeza muy en alto, no alcanzó nunca esa misma cualidad lírica. Pero lo suplió con cantidad: Suetonio con su arte sólo desbarató 12 vidas, en cambio Plutarco nos regaló las intimidades de nada menos que 48 personajes.

Sin embargo, más allá de un número frío y escueto, o de la relevancia de los biografiados y el punto picante de sus biografías, lo que hay detrás es una técnica artística depurada.

Suetonio era de los que te decía, luego de aparentemente ya haber destripado por completo a Tiberio: "Se le atribuían vicios aún peores y más indignos, de tal naturaleza que apenas es lícito exponerlos u oírlos contar, y menos aún creerlos... Se decía, en efecto, que...", y se manda el angelito a detallarnos minuciosamente esos precisos vicios de Tiberio que apenas era lícito contarlos u oírlos contar, y menos aún creerlos.

Sus textos están repletos de golosinas de gracioso cinismo chismográfico. Hablando de Julio César dice: "Paso por alto los discursos de Dolabela...", pero claro que no los pasa por alto y muy bien que rescata sus mejores perlas en contra del Divino Julio ("rival de la reina", "almohada de la litera real", "establo de Nicomedes", "Lupanar de Bitinia"). Constantemente se vale de muletillas jugosas tales como: "Sin embargo, no me puedo creer que...", pero de todas formas nos lo cuenta igual que si lo jurara por su vida. "Tampoco ignoro lo que otros han contado, a saber, que...", ¡y tanto que no lo ignoraba! Otras veces aboga por la pluralidad de opiniones: "Hay quienes creen que... otros piensan que...", y entre lo que creen unos, y lo que piensan otros, Suetonio acaba de rematar en el suelo el nombre del biografiado.

Plutarco tampoco se chupaba el dedo. Luego de contarnos mil rumores turbios acerca de Pericles (que Fidias "recibía en secreto mujeres libres que iban a las obras a citarse con Pericles", o que Pericles conocía demasiado bien a la mujer de su amigo Menipo, o que Pirilampes, criador de pájaros, les regalaba un pavo real a todas la mujeres que tortoleaban con Pericles), ahora quiere hacernos creer que él no se cree esos rumores, sin embargo suelta al final un dardo chismográfico aún más rico y venenoso: "¿Por qué tendría uno que admirarse de que hombres con conducta propia de sátiros anden constantemente ofreciendo difamaciones contra los poderosos a la envidia de la chusma como a un demon malvado, cuando incluso Estesímbroto de Tasos se atrevió a publicar contra Pericles una terrible y repugnante impiedad en relación con la mujer de su hijo?".

Suetonio era obsesivamente pedagógico, sus textos rebosan de "pero para que a nadie le quepa la menor duda..." y del incisivo "No sólo que...sino que...".
Plutarco también se vale de jugosas muletillas: "Tal vez no valga la pena mencionarlo, pero...". Luego de despacharse en contra de Aspasia, la segunda mujer de Pericles (de ella ya nos ha dicho que "no dirigía un negocio digno y honrado, sino que formaba a cortesanas", y ha citado unos versos donde se refieren a ella como "concubina ojos de perro"; y ya a Pericles nos lo ha pintado como un pelele al que Aspasia lo despedía y recibía en la puerta de la casa con un beso en la boca), luego de despacharse muy a su sabor, se lava las manos con un tan donoso estilo que Poncio Pilato hubiera muerto de envidia: "Estas cuestiones me vinieron a la memoria al hilo del relato...y tal vez no era humano omitirlas y pasarlas por alto".

Suetonio era obsesivamente pedagógico, sus textos rebosan de "pero para que a nadie le quepa la menor duda..." (y continua diciéndonos que Curión se refiere a Julio César como "marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos"). "Y para dejar aún más clara cuál era su índole..." (y a continuación nos deja clarísima la perturbadora índole de Nerón). También era asiduo al incisivo "No sólo que...sino que...".

Asimismo sabía de apologías. El emperador Tito "fue el amor y la delicia del género humano". Germánico "tuvo la suerte de poseer todas la virtudes físicas y espirituales, y en una medida mayor a la que nadie gozó jamás: una belleza y una fortaleza extraordinarias, un ingenio que sobresalía en la elocuencia y la erudición tanto en griego como en latín, una bondad excepcional, y una admirable y eficaz inclinación a granjearse la amistad de los hombres y conquistar su afecto". De Calígula nos cuenta que al principio la multitud le gritaba que era "su estrella, su polluelo, su muñequito, su niño...".

Una de sus mayores querencias fue la precisión exhaustiva. De los vicios de Tiberio nos advierte que "hablaré de ellos uno a uno desde el principio...". También nos dice: "Hasta aquí hemos hablado de Calígula como de un príncipe, réstanos referirnos a él como a un monstruo".

Suetonio fue un gran burlón. La vez que Tiberio se cruzó por la calle con la mujer de la que le habían obligado a divorciarse, dice que "la siguió con unos ojos tan alegres y tiernos...", que hubieron de tomarse medidas drásticas al respecto. Y Augusto se divorció de Escribonia "hastiado del desarreglo de sus costumbres". Del emperador Otón nos suelta que fue "hijo de un caballero romano y de una mujer de condición humilde que quizás no era libre de nacimiento".

Dejó dicho Henry James que "en literatura, el chisme es rey". Con Plutarco y Suetonio como sus mayores regentes, la chismografía, con su depurada técnica, su rico saber y su arcana ciencia, sin duda es la más excelsa de todas las artes

miércoles, 8 de junio de 2016

Avances en Lingüística animal


Hace más de un siglo, en 1915, cuando estaba en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, un joven ingeniero llamado Hugh Lofting se sintió conmovido por los sufrimientos de los caballos y las mulas inocentes arrastrados al horripilante torbellino de la destrucción humana. Como tenía que contar algo en las cartas a sus hijos pequeños, se inventó un doctor que asistía a los animales. Ese hombre extraordinario –explicaba Lofting a su prole– podía hablar con ellos. Herido gravemente por una granada de mano, Lofting volvió a Inglaterra, y más tarde se trasladó a Estados Unidos con su familia. En el barco, durante la travesía del Atlántico, releyó las cartas de la guerra. Llamó a su doctor “Dolittle” y lo situó en la Inglaterra victoriana, entre los numerosos descubrimientos del mundo vivo que se hicieron en ese periodo. El caballeresco científico de Lofting demostró que los humanos no eran los únicos seres verdaderamente pensantes. El pasado siglo ha sido el peor de la historia en cuanto a relaciones entre humanos y entre animales humanos y no humanos. Quizá tendríamos que mirarnos al espejo y preguntarnos si deberíamos seguir aspirando a hablar con los animales –¿quién no comparte el sueño de Lofting?–, o si, por el contrario, deberíamos esforzarnos en bajar el volumen de nuestro parloteo y escuchar mejor lo que los animales necesitan que oigamos.

El filósofo del siglo XX Ludwig Wittgenstein pronunció la famosa frase según la cual “si un león pudiese hablar, no podríamos entenderle”. Con ello quería decir que los leones habitan un mundo incomprensiblemente diferente. En todo caso, si un león pudiese hablar, probablemente nos aburriría con cosas prosaicas: la charca, los jabalíes, ñus hasta la saciedad; el sexo y los cachorros; la inquietud por esos dos nuevos hermanos con sus pobladas melenas. Sus preocupaciones –el alimento, la pareja, los hijos y la seguridad– son las nuestras. Al fin y al cabo, los seres humanos somos animales. Conviviendo con los leones en las mismas llanuras bajo el arco del mismo sol, persiguiendo las mismas presas y robándonos mutuamente las piezas, nos hicimos humanos. Tenemos mucho en común. No es culpa de los leones que después algunos humanos se convirtiesen en filósofos.

Acabo de salir del estudio donde escribo. Los perros Chula y Jude están tendidos en una agradable mancha de sol sobre un montón de hojas secas, haciendo lo mismo que haría yo: mantenerse calentitos y sentirse a gusto. Mientras camino hacia ellos, hago crujir algunas hojas. Chula me mira a los ojos preguntándose si vengo a pedir o a ofrecer algo. Me quedo quieto y su mirada se dirige hacia la calle. El sonido del autobús escolar nos es familiar a ambos. No necesita ir a investigar. En territorio conocido, oyendo sonidos conocidos, absorbiendo el escaso calor de ese sol invernal, compartimos en gran medida el mismo momento.

El pasado siglo ha sido el peor de la historia en cuanto a relaciones entre humanos, y entre animales humanos y no humanos.

Pero ni siquiera Chula y Jude pueden hablar. Millones de especies se comunican utilizando el lenguaje corporal y las llamadas instintivas. Los seres humanos también tenemos llamadas instintivas: nuestros gritos de dolor, la risa, el llanto. Además, tenemos una plantilla cerebral para adquirir el lenguaje. Sobre esa plantilla aprendemos italiano, malgache, etc. Los chimpancés pueden aprender a indicar cosas como “dame manzana” (los simios no pueden articular sonidos humanos). “Dame manzana” puede ser explícito, pero el vocabulario extenso con gramática y sintaxis parece exclusivo de los humanos. El lenguaje complejo permite contar historias. No solo el “¡Peligro! ¡Serpiente!” en presente de un mono o un pájaro, sino la capacidad humana de transmitir “Ayer vi una serpiente allí. Ten cuidado”.

Cuando una criatura humana dice “andé” en vez de “anduve” está aplicando intuitivamente una regla gramatical. El psicólogo de Harvard Steven Pinker cree que los cerebros humanos están preprogramados con un instinto del lenguaje para crear estructuras verbales, adquirir la gramática y emplear la sintaxis. Así, a los seres humanos hablar les resulta tan natural como a los elefantes barritar y trompetear, a los lobos aullar y gruñir, y a los delfines chasquear y silbar. Lo cual, si lo pensamos, parece algo obvio.

Las implicaciones son inquietantes. A lo mejor nosotros somos tan verdadera, profunda y constitucionalmente incapaces de entender la riqueza que otras especies perciben en su propia comunicación como ellas lo son de entender la conversación humana. ¿Y si sus modalidades de comunicación son fronteras que podemos difuminar pero nunca cruzar del todo? Tal vez “hablar con los animales” sea imposible. Puede que seamos tan definitivamente incapaces de tener una conversación en elefante como un elefante lo es de comentar las previsiones de lluvia en vietnamita o en farsi. Es posible que uno de los grandes sueños de la humanidad, la habilidad de Dolittle para “hablar con los animales”, quede descartado.

Pese a ello, la cosa no queda aquí. A veces los orangutanes indican por gestos lo que les gustaría que hiciese un humano. Cuando parece que el humano entiende en parte lo que le quieren decir, los orangutanes repiten sus gesticulaciones. Pero cuando no se les entiende, prueban con señas nuevas. Si se les pide que busquen un objeto que no está en la piscina, los delfines y los leones marinos bien lo buscan con especial empeño, o bien ni se molestan en buscar. Conocen lo que están buscando, y saben si está allí o no. Los delfines pueden comprender la diferencia entre “coge la anilla de John y dásela a Susan” y “coge la anilla de Susan y dásela a John”. Entienden que el orden puede cambiar el significado; eso es sintaxis, el rasgo distintivo del lenguaje humano.

Cuando alguien insiste en que no podemos saber lo que piensan otras especies porque no podemos hablar con ellas, tiene buena parte de razón. Pero, en el mejor de los casos, las palabras son una imprecisa red de etiquetas que lanzamos sobre nuestras alocadas y confusas percepciones. La comunicación oral es un asidero resbaladizo para capturar los pensamientos. La gente miente. Decir “te quiero” es suficiente, pero es más fiable si se demuestra en silencio. Si estás pasando un bache con la persona amada, mejor “díselo con flores”. Las artes visuales, la música y la danza son la continuación de conversaciones ancestrales cuando las palabras cesan.

Los elefantes africanos tienen una alarma peculiar que, al parecer, es su palabra para “¡abejas!” Una amiga vio cómo unos impalas huían cuando oyeron a los elefantes gritar a una jauría de perros salvajes. Su guía le dijo que los impalas nunca echan a correr cuando los elefantes gritan a la gente o se chillan entre sí. Eso quiere decir que los elefantes dicen determinadas cosas que los impalas entienden. Las crías de elefante tienen dos “palabras” muy diferentes para expresar alegría o enfado. Cuando las consuelan, responden diciendo aauurrrr, y cuando las molestan –las empujan, les dan golpes con los colmillos o con las patas, o su madre les niega el pecho– dicen barúuu. Determinados murmullos de las madres tienen el efecto inmediato de devolver a su lado a una cría descarriada. Parece lógico interpretarlo como que le están diciendo “ven aquí”.

A lo mejor nosotros somos tan verdadera, profunda y constitucionalmente incapaces de entender la riqueza que otras especies perciben en su propia comunicación como ellas lo son de entender la conversación humana.

Los cercopitecos verdes utilizan llamadas con diferentes significados. Dicho de otro modo: utilizan palabras. Si detectan a un felino peligroso, la alerta hace que todos trepen a la copa de un árbol. Cuando un águila amenazadora se cierne sobre ellos, su toque de alarma hace que otros monos miren arriba y corran a ponerse a cubierto en el suelo (no en la copa de un árbol). No lanzan avisos cuando el águila es de una especie que no ataca a los monos. Cuando un mono ve una serpiente peligrosa emite un “gruñido” que hace que sus congéneres se levanten y registren el suelo en su busca. En resumidas cuentas, los cercopitecos verdes tienen palabras que significan “leopardo”, “águila”, “serpiente”, “babuino”, “otro mamífero depredador”, “humano desconocido”, “mono dominante”, “mono subordinado”, “cuidado, otro mono” y “grupo rival”.

Los titís, los cercopitecos de nariz blanca y los colobos añaden información por el orden de las llamadas. Si la amenaza está lejos, los monos de Campbell introducen su toque de alarma con una especie de adjetivo, un bum grave que significa, esencialmente, “veo un leopardo a lo lejos y lo estoy vigilando. Solo para que tengáis cuidado”. Sin el boom, el aviso significa, en tono de apremio, “¡Aquí! ¡Un leopardo!” Tienen tres secuencias de avisos para los leopardos y cuatro para las águilas coronadas. Cuando, en Trinidad, un mono capuchino se separó de su grupo, se subió a un árbol por encima de nuestras cabezas y se puso a arrancar ramas y a lanzárnoslas, claramente nos estaba comunicando “fuera de aquí”. Una mañana, nuestro guía nos contó que había oído a un pájaro llamado momoto decir “¡serpiente!” Y en efecto, al poco vimos al agitado momoto en una ramas elevadas revoloteando alrededor de una boa de Cook, alertando a otros pájaros y echando a perder el sigilo de la boa. Tiko, el loro del Amazonas de la profesora de la Universidad de Rutgers Joanna Burger emite diferentes sonidos para halcón, persona, gato o un perro en el patio. Ella me cuenta: “Antes de mirar, ya sé qué es lo que hay”.

Cuanto estoy en mi despacho, por los ladridos puedo saber si Jude y Chula están ladrando a alguien que pasa solo o con un perro, a un recadero, a una ardilla que han asustado y está trepando a un árbol, o si se ladran el uno al otro cuando juegan a pelearse. Las burdas palabras como “chillar” o “ladrar” que empleamos para sus expresiones y su vocabulario matizados ponen trabas a lo que nosotros entendemos que ellos entienden que significan. No es que no nos estén diciendo nada. Pero, la mayoría de las veces, no somos capaces de oírlo.

Cuando tu perro quiere entrar o salir, lo indica apoyando el hocico en la puerta y meneando la cola. Solo hay que saber a qué lado de la puerta está. La idea queda transmitida. Resulta que nosotros hablamos, pero la mayoría de nuestro parloteo es banal. Pensemos en todas las palabras malgastadas. Terapeutas profesionales intentan ayudarnos a cruzar los puentes levantados sobre los violentos rápidos de las palabras fallidas. Guerra significa balas, bombas y miedo a hablar. Millones de palabras se han demostrado ineficaces para cerrar las brechas de las injusticias étnicas, las ideologías y las religiones. Ahí está la ONU, las conversaciones sobre el clima, el “proceso de paz”.

Los elefantes africanos tienen una alarma peculiar que, al parecer, es su palabra para “¡abejas!”
Pensemos en cómo es posible expresar cosas realmente importantes con unos brazos abiertos, la yema de un dedo o una sonrisa, sin necesidad de frases ni sintaxis. Billones de criaturas sobreviven a existencias sumamente difíciles indicando claramente sus intenciones, sin adverbios ni gerundios. Es el poder silencioso del verdadero propósito.

Hay misterios aún más profundos. Cuando Phoenix y Akeakami, dos delfines de nariz de botella hawaianos que vivían en cautividad recibieron la indicación “haced algo nuevo”, se dirigieron nadando al centro de la piscina y estuvieron unos segundos describiendo círculos bajo el agua, como si planeasen algo. Luego salieron disparados en vertical atravesando la superficie en perfecta coordinación e hicieron girar sus cuerpos en el sentido de las agujas del reloj mientras lanzaban un chorro de agua por la boca. Nada de eso lo habían ensayado. El investigador Lou Herman no tenía la menor idea de cómo lo hicieron. Dijo que había sido “absolutamente misterioso”. Parece que los delfines son capaces de deliberar utilizando alguna clase de lenguaje para planear y ejecutar una acrobacia nueva y compleja. Desde entonces se ha entrenado a muchos otros delfines y responden de forma similar. Ningún ser humano sabe si es que existe otra manera de comunicarse –¿telepatía entre delfines?– que no alcanzamos a imaginar. Hasta la década de 1960 ni siquiera sabíamos que los delfines usan un sónar. Sea lo que sea, por lo visto para ellos es algo tan normal como cuando los niños dicen: “Vamos a hacer tal cosa”.

En una ocasión, el barco de la investigadora Denise Herzing se estaba aproximando a un grupo conocido de delfines que habían estado estudiando. Ellos “nos saludaron, pero se comportaron de una manera muy rara”. No se acercaron a menos de 15 metros de la embarcación y, cosa extraña, rechazaron las invitaciones a nadar en la estela de la nave. Uno de ellos se acercó un poco más durante un instante y huyó rápidamente. En ese momento alguien descubrió que una de las personas que iban a bordo acababa de morir mientras echaba una cabezada en su litera. Espeluznante. Pero entonces, cuando viraron para volver a puerto, “los delfines se pusieron al lado del barco, no nadando en nuestra estela, como solían hacer, sino flanqueándonos a 15 metros de distancia en una escolta acuática... Nadaron organizadamente en paralelo a nosotros”. Después de ocuparse del luctuoso asunto, cuando la embarcación volvió a la zona de los delfines, “estos nos saludaron normalmente, nadaron en nuestra estela y jugaron como solían hacer”. En los 25 años de trato con esos delfines, Herzing nunca los vio comportarse como cuando en el barco había una persona muerta. Al parecer, de un modo u otro se dieron cuenta y se comunicaron entre sí que, en la embarcación, el corazón de una persona había dejado de latir. ¿Qué significa para los delfines la solemnidad ante la muerte de un ser humano?

Las preocupaciones de un león –el alimento, la pareja, los hijos y la seguridad– son las nuestras. Tenemos mucho en común. No es culpa de los leones que después algunos humanos se convirtiesen en filósofos.

Los investigadores han dado a conocer recientemente un avance en la traducción. Resulta que todas las especies de grandes simios que viven en libertad emplean gestos para comunicarse que todos los miembros del grupo entienden. Van dirigidos a individuos determinados, que saben lo que quieren decir, y se utilizan de manera intencionada y flexible. En Uganda, los expertos han elaborado un primer “diccionario” de 66 gestos empleados por los chimpancés para transmitir 19 mensajes con sentido como “ven”, “vete”, “vamos a jugar”, “dame eso” o “me gustaría que me dieses un abrazo”. Los gorilas utilizan más de 100 gestos con significado. Y los bonobos hacen una seña con la mano parecida a la de los humanos para indicar a un congénere que se acerque y, a continuación, añaden un airoso giro de la palma para mostrarle la dirección en la que el saludador invita a dirigirse al saludado para un discreto encuentro sexual privado.

Una mujer llamada Dawn Prince-Hughes, que de pequeña padecía autismo y tenía dificultades para adquirir el lenguaje, descubrió una especie de identidad con un grupo de gorilas del zoo de Seattle y acabó contratada como su cuidadora. Ella los califica de “los primeros y mejores amigos que he tenido nunca... Son gente de una antigua nación”. Al mismo tiempo, en un laboratorio del lenguaje de Georgia, el bonobo Kanzi había visto vídeos del gorila Koko. Cuando Kanzi conoció a Prince-Hughes, observó un instante su manera de actuar y, acto seguido, indicó por señas: “¿Eres un gorila?”

Tal vez el dilema de Dolittle se haya enfocado erróneamente. A lo mejor en vez de querer aprender a hablar con los animales lo que necesitamos es bajar la voz y aprender a escuchar.

Carl Safina es catedrático de Naturaleza y Humanidad en la Universidad Stony Brook. Su libro 'Beyond Words; What Animals Think and Feel' será publicado a finales de 2017 o principios de 2018

Traducción de NewsClips.

jueves, 2 de junio de 2016

Los blogueros resucitan la literatura

Un buen artículo sobre la resurrección de la literatura a través de los blogueros.

sábado, 5 de marzo de 2016

Nomofobia

Nomofobia

por Maria C. Orellana 5-III-2016

Al final de la tarde salgo agotada de una reunión de casi tres horas ininterrumpidas durante las cuales todos los presentes hemos tenido el móvil sobre la mesa o en el regazo. Nada más empezar, algunos ya habían empezado a mirar de soslayo sus dispositivos, a la media hora intercambiaban mensajes con disimulo y hacia el final de la sesión casi todos consultaban descaradamente las redes sociales o las noticias sobre el debate de investidura que había tenido lugar en el congreso de los diputados.

No parece muy educado y es estéticamente penoso que las personas a las que te diriges dentro de una sala estén consultando el móvil. Pero al parecer es inevitable, porque más del 50% de la población sufre “nomofobia” (del inglés no-mobile phobia) en mayor o menor grado, es decir, sienten angustia cuando no están conectados al mundo a través de su dispositivo móvil. Estudios recientes han demostrado que los niveles de estrés que sufren los nomofóbicos agudos si se agota su batería o pierden la cobertura son similares a los que se dan en una visita al dentista.

Es un hecho que todos estamos cada vez más enganchados al Smartphone, sin importar edad ni condición. Me incluyo, con salvedades: aunque el fin de semana logro dejarlo apartado para “desintoxicarme”, debo reconocer que en la oficina me llevo el móvil incluso al excusado, no vaya a ser que justo en ese momento reciba una llamada profesional urgente. De hecho, el otro día se me cayó por accidente dentro del inodoro y armándome de valor pude rescatarlo del fondo (por suerte bajé corriendo al comedor, donde una de las cocineras tuvo la amabilidad de darme un bol de arroz que me permitió resucitar el dispositivo in extremis).

Mi ex compañera Ainhoa, a la que siempre he admirado por su capacidad multitarea, solía aprovechar las visitas al lavabo para hacer esa llamadita imprescindible que los asuntos urgentes no le habían permitido realizar. Me aseguraba que al otro lado de la línea nadie se daba cuenta, ni siquiera cuando vaciaba la cisterna.

Pero esto no debe ser cierto, porque mi amigo Carlos me cuenta que al teléfono, cuando se percata de que su interlocutor está ocupado en el inodoro durante la conversación, se indigna y da por terminada la llamada. Le pregunto cómo se da cuenta, y efectivamente, me confirma que al otro lado se oye.

Tengo que decírselo a Ainhoa.

lunes, 11 de enero de 2016

Cómo se generan los factoides, las leyendas urbanas y las teorías conspirativas según el filósofo Karl Hepfer

Patricio Pron, "No fue Lee Harvey Oswald. El filósofo alemán Karl Hepfer plantea un estudio crítico del auge y popularidad de las versiones que persiguen manipular la realidad", en El País,  10-I-2016:

Todo el mundo sabe que los atentados en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, fueron perpetrados por los servicios secretos estadounidenses, pero resulta difícil averiguar quién es ese “todo el mundo” y, más aún, a qué se denomina aquí “saber”. En un libro publicado recientemente, el filósofo alemán Karl Hepfer se pregunta ambas cosas en relación al auge de las teorías conspirativas en Europa, y responde que se trata de “modelos de interpretación de la realidad simplificados”, intentos de regresar a un estadio anterior de nuestra cultura en el que la realidad supuestamente era sencilla de comprender, y los actores, buenos o malos. Así, el presidente norteamericano John F. Kennedy (bueno) no habría sido asesinado por un paranoico llamado Lee Harvey Oswald, sino en realidad por la mafia, por el Gobierno cubano o por el vicepresidente Lyndon B. Johnson (malos), según las versiones.

Para el historiador alemán Dieter Groh las teorías conspirativas son una “constante antropológica” a lo largo de la Historia.

El libro de Hepfer, Teorías conspirativas: Una crítica filosófica de la sinrazón (Transcript), presenta, sin embargo, algunos problemas. Uno es que soslaya el hecho de que la nostalgia de un mundo más “simple” de comprender y el consiguiente auge de las teorías conspirativas, no son algo reciente. En el año 64, por ejemplo, un gran incendio en Roma fue atribuido a los cristianos para justificar su persecución. En 1312, el rey francés Felipe IV acusó de prácticas heréticas y sodomía a los templarios para eximirse del pago de una importante deuda económica que había contraído con ellos. Durante la Edad Media, se acusó a los judíos de beber la sangre de niños cristianos y de envenenar las fuentes para desatar la peste. Más adelante casi todo acontecimiento político de relevancia fue atribuido a una conspiración de alguna índole. Así, la disolución de la orden jesuitica habría sido la respuesta a un supuesto intento de asesinato de la reina de Inglaterra para reinstaurar el catolicismo y convertir a un Habsburgo en rey de Estados Unidos; detrás de la Revolución Francesa y el auge de los nacionalismos habrían estado masones e Illuminati; y la derrota alemana en la I Guerra Mundial habría sido producto una conspiración de socialdemócratas y judíos. También la Revolución Rusa, la propagación del VIH-Sida y la crisis de los refugiados tendrían una trama secreta. Para el historiador alemán Dieter Groh las teorías conspirativas serían, en ese sentido, una “constante antropológica” a lo largo de la Historia.

El otro problema del libro de Hepfer es que sostiene que las teorías conspirativas serían un modelo simplificado de interpretación de la realidad, un argumento que la complejidad de ciertas teorías parece desmentir. Piénsese, por ejemplo, en las del británico David Icke, quien afirma que el mundo estaría siendo controlado por una alianza de judíos e Illuminati, los cuales serían extraterrestres “reptiloides” dirigidos por la familia Rothschild. Esta teoría no sólo es absurda —una afirmación que se enfrenta a la popularidad de su autor y de los foros dedicados a su trabajo—, sino también extremadamente complicada. ¿No es más sencillo pensar que son la desigualdad económica y política y la concentración de poder los responsables de las catástrofes del presente?

Naturalmente, la respuesta es que no. Las teorías conspirativas proponen (a pesar de su complejidad) un modelo de interpretación más simple y más atractivo de la realidad para ciertas personas porque articulan procesos económicos, políticos y demográficos simultáneos y de gran complejidad en un relato coherente. Vivimos, sostiene Hepfner, en el mundo del “Logos destruido”. Y esto equivale a decir, como hace el británico John Higgs en su excelente Historia alternativa del siglo XX: Más extraño de lo que cabe imaginar (Taurus), que vivimos en una realidad desasosegante en la que —al menos desde la Teoría de la Relatividad— debemos aceptar que estamos imposibilitados para ofrecer una explicación racional, absoluta y libre de paradojas de cómo funciona el mundo.

En ese sentido, el auge de las teorías conspirativas no sólo se apoyaría en una intencionalidad deliberada —como la que llevó recientemente a que, en el marco de las elecciones españolas, regresasen las teorías conspirativas acerca de los hechos trágicos del 11 de marzo de 2004 en ciertas televisiones—, sino en la necesidad humana —la “constante antropológica” de Groh— de articular los hechos en series y estas series en relatos, como pondría también de manifiesto la popularidad de las ucronías literarias en las que se especula con la pregunta acerca de qué habría pasado si, por ejemplo, Alemania hubiese ganado la II Guerra Mundial.

Existe, por supuesto, una diferencia entre especular literariamente con la posibilidad de un triunfo nacionalsocialista en 1945 —lo hicieron Philip K. Dick y Philip Roth, entre muchos otros— y creer que ese triunfo tuvo lugar, efectivamente y de forma secreta, por ejemplo, a través de la influencia que las empresas alemanas ejercen en la economía mundial. Pero esa diferencia sólo existe en relación con lo que hacemos con ambos tipos de relatos. Los dos comparten, sin embargo, un fondo de miedo y de perplejidad. Si las teorías conspirativas funcionan, lo hacen debido a ese fondo común, como prueban la popularización tímida pero constante en la Red de versiones conspirativas de lo sucedido en París el 13 de noviembre de este año. Son la dificultad de comprender que alguien pueda desplazarse armado por una ciudad como París y el miedo a que todo ello se repita, en la capital francesa o en cualquier otra parte, los que impulsan la creación anónima de explicaciones que a muchos no les parecen más implausibles que las que ofrecen la prensa y el Gobierno.

 David Icke afirma que el mundo estaría siendo controlado por una alianza de judíos e Illuminati, los cuales serían extraterrestres “reptiloides” dirigidos por la familia Rothschild
Bajo la impresión de hechos conmovedores —el asesinato de un presidente, por ejemplo— es más fácil creer en una conspiración antes que en la acción individual. Lo que las teorías de este tipo evidencian es que lo primero que se pierde bajo esa impresión es la capacidad del individuo de formarse un juicio crítico: es bueno pensar que ese juicio podría ser estimulado con más y mejor educación. Pero esto también es discutible, como pone de manifiesto la proliferación de teorías conspirativas durante el siglo XX. A ese siglo, nos recuerda Higgs, le debemos dos neologismos que lo describen bien, “racismo” y “genocidio”, y es nuestra responsabilidad individual en relación con ambos lo que explica el auge de la teoría conspirativa, que permite que los “malos” sean, por una vez, los otros.

sábado, 9 de enero de 2016

Zygmunt Bauman y la modernidad liquida

I

Texto refundido de la Wikipedia:

Cómo convivir con los otros ha sido un problema omnipresente de la sociedad occidental; Bauman presenta las principales estrategias utilizadas: la separación del otro excluyéndolo (estrategia émica), la asimilación del otro despojándole de su otredad (estrategia fágica) y la invisibilización del otro para que desaparezca del propio mapa mental. Para él existen dos tipos de culturas: las cultivadas y las silvestres o naturales. Las cultivadas son producidas, dirigidas y diseñadas por una de sus partes y las culturas silvestres o “naturales” son diseñadas por la realidad del ecosistema. Es la llamada "metáfora del jardinero". La máxima expresión de cultura cultivada es la totalitaria. Por otra parte, en su libro Vidas desperdiciadas: La modernidad y sus parias, Bauman aborda una de las consecuencias de la modernidad, la basura material y los "residuos humanos" producto de las migraciones y la globalización , un flujo de poblaciones que no se puede reabsorber y esta comenzando a ser un problema serio en una sociedad que ya no puede ni siquiera tolerar la clase media en diferentes partes del mundo, principalmente en países primermundistas, como Estados Unidos y la Unión Europea. La producción de "residuos humanos" constituye una consecuencia inevitable de la modernidad. Utiliza los conceptos modernidad sólida y modernidad líquida para caracterizar lo que considera dos caras de la misma moneda y causó cierta controversia dentro de la sociología al aseverar que el comportamiento humano no puede explicarse primariamente por la determinación social o discusión racional, sino más bien descansa en algún impulso innato, presocial, en los individuos, ejerciendo gran influencia en el altermundismo. Plantea una nueva forma de entender la sociedad moderna que no se funda en los conformistas y los anticonformistas, sino en una tercera vía de sociología reflexiva que apunta a modificar la sociedad moderna. La hipótesis de Bauman afirma que el cambio social tiene que ser un producto necesario y dinámico. Una vez comprendida la relación entre la sociedad sólida (seguridad, contenidos, valores) y la sociedad líquida (movilidad, incertidumbre, relatividad de valores), el segundo paso necesario es modificar la realidad y comprender que la vía del cambio es la única posible y la única necesaria, además del hecho de que es oportuna, para evitar los conflictos sociales y mejorar las condiciones de vida. 

En una estética de consumo es el trabajo lo que proporciona moralidad y son los que no lo tienen (pobres, perdedores, discapacitados, emigrantes) los considerados inmorales. El dinero da la moralidad.  

En el planteamiento de Bauman, la búsqueda de la identidad es la tarea y la responsabilidad vital del sujeto, y esta empresa de construirse a sí mismo constituye al mismo tiempo la última fuente de arraigo. Bauman plantea que en la modernidad líquida las identidades son semejantes a una costra volcánica que se endurece, vuelve a fundirse y cambia constantemente de forma. El autor plantea que éstas parecen estables desde un punto de vista externo, pero que al ser miradas por el propio sujeto aparece la fragilidad y el desgarro constante. El individuo tiene que pasar para poder integrarse a una sociedad cada vez más global, pero sin identidad fija, y sí maleable, voluble. La identidad se tiene que inventar, crear, se tiene que moldear máscaras de supervivencia. Llega a esta conclusión a partir del análisis histórico de los grandes cambios que ha experimentado la sociedad, en especial a partir de la lucha de clases, entre el proletariado y los dueños de los procesos de producción, a finales del siglo XIX, el desintegramiento de las sociedades colectivas, para dar paso a la individualidad en términos de ciudadanía, los cambios vertiginosos que ha provocado la globalización y el imperialismo comercial de los monopolios en contubernio con los gobiernos neoliberales, el resurgimiento de la alteridad (movimientos índigenas), el feminismo, la lucha arcaica en medio oriente, el crecimiento exponencial de la población mundial, hasta llegar a la era de las TIC, donde más se observa la problemática de la identidad en la modernidad líquida. Si antes, en el siglo XVIII, la sociedad se caracterizaba por el sentido de pertenencia del individuo muy marcado entre los distintos estratos sociales, ahora, con el auge de las redes sociales y las TIC, las identidades globales, volubles, permeables y propiamente frágiles, oscilan según la tendencia que marca el consumismo. Sin embargo, esta identidad escurridiza nos hace cada vez más dependientes del otro, y es ahí donde se encuentra la esperanza de crear condiciones de crecimiento en términos de humanidad, conciencia colectiva por el bien individual a partir del común, en comunión con la naturaleza

II

Ricardo de Querol entrevista a Zygmunt Bauman: “Las redes sociales son una trampa”, en El País, 9-I-2016:

Es la voz del 'precariado'. El sociólogo denuncia la desigualdad y la caída de la clase media. Y avisa a los indignados de que su experimento puede tener corta vida

Acaba de cumplir 90 años y de enlazar dos vuelos para llegar desde Inglaterra al debate en que participa en Burgos. Está cansado, lo admite nada más empezar la entrevista, pero se expresa con tanta calma como claridad. Se extiende en cada explicación porque detesta dar respuestas simples a cuestiones complejas. Desde que planteó, en 1999, su idea de la “modernidad líquida” —una etapa en la cual todo lo que era sólido se ha licuado, en la cual “nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos solo hasta nuevo aviso”—, Zygmunt Bauman es una figura de referencia de la sociología. Su denuncia de la desigualdad creciente, su análisis del descrédito de la política o su visión nada idealista de lo que ha traído la revolución digital lo han convertido también en un faro para el movimiento global de los indignados, a pesar de que no duda en señalarles las debilidades.

Este polaco (Poznan, 1925) era niño cuando su familia, judía, escapó del nazismo a la URSS, y en 1968 tuvo que abandonar su propio país, desposeído de su puesto de profesor y expulsado del Partido Comunista en una purga marcada por el antisemitismo tras la guerra árabe-israelí. Renunció a su nacionalidad, emigró a Tel Aviv y se instaló después en la Universidad de Leeds, que ha acogido la mayor parte de su carrera. Su obra, que arranca en los años sesenta, ha sido reconocida con premios como el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2010, junto a su colega Alain Touraine.

Se le considera un pesimista. Su diagnóstico de la realidad en sus últimos libros es sumamente crítico. En ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? (2014) explica el alto precio que se paga hoy por el neoliberalismo triunfal de los ochenta y la “treintena opulenta” que siguió. Su conclusión: que la promesa de que la riqueza de los de arriba se filtraría a los de abajo ha resultado una gran mentira. En Ceguera moral (2015), escrito junto a Leonidas Donskis, alerta de la pérdida del sentido de comunidad en un mundo individualista. En su nuevo ensayo vuelve a las cuatro manos, en diálogo con el sociólogo italiano Carlo Bordoni. Se llama Estado de crisis y trata de arrojar luz sobre un momento histórico de gran incertidumbre. Paidós lo publica en España el día 12.

Bauman vuelve a su hotel junto al filósofo español Javier Gomá, con quien ha debatido en el marco del Foro de la Cultura, un ciclo que celebrará su segunda edición en noviembre y trata de convocar en Burgos a los grandes pensadores mundiales. Él es uno de ellos.

PREGUNTA. Usted ve la desigualdad como una “metástasis”. ¿Está en peligro la democracia?

RESPUESTA. Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas. Es lo que está poniendo de manifiesto, por ejemplo, la crisis de la migración. El fenómeno es global, pero actuamos en términos parroquianos. Las instituciones democráticas no fueron diseñadas para manejar situaciones de interdependencia. La crisis contemporánea de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas.

P. El péndulo que describe entre libertad y seguridad ¿hacia qué lado está oscilando?

R. Son dos valores tremendamente difíciles de conciliar. Si tienes más seguridad tienes que renunciar a cierta libertad, si quieres más libertad tienes que renunciar a seguridad. Ese dilema va a continuar para siempre. Hace 40 años creímos que había triunfado la libertad y estábamos en una orgía consumista. Todo parecía posible mediante el crédito: que quieres una casa, un coche… ya lo pagarás después. Ha sido un despertar muy amargo el de 2008, cuando se acabó el crédito fácil. La catástrofe que vino, el colapso social, fue para la clase media, que fue arrastrada rápidamente a lo que llamamos precariado. La categoría de los que viven en una precariedad continuada: no saber si su empresa se va a fusionar o la va a comprar otra y se van a ir al paro, no saber si lo que ha costado tanto esfuerzo les pertenece... El conflicto, el antagonismo, ya no es entre clases, sino el de cada persona con la sociedad. No es solo una falta de seguridad, también es una falta de libertad.

P. Afirma que la idea del progreso es un mito. Porque en el pasado la gente confiaba en que el futuro sería mejor y ya no.

R. Estamos en un estado de interregno, entre una etapa en que teníamos certezas y otra en que la vieja forma de actuar ya no funciona. No sabemos qué va a reemplazar esto. Las certezas han sido abolidas. No soy capaz de hacer de profeta. Estamos experimentando con nuevas formas de hacer cosas. España ha sido un ejemplo en aquella famosa iniciativa de mayo (el 15-M), en que esa gente tomó las plazas, discutiendo, tratando de sustituir los procedimientos parlamentarios por algún tipo de democracia directa. Eso probó tener una corta vida. Las políticas de austeridad van a continuar, no las podían parar, pero pueden ser relativamente efectivos en introducir nuevas formas de hacer las cosas.

P. Usted sostiene que el movimiento de los indignados “sabe cómo despejar el terreno pero no cómo construir algo sólido”.

R. La gente suspendió sus diferencias por un tiempo en la plaza por un propósito común. Si el propósito es negativo, enfadarse con alguien, hay más altas posibilidades de éxito. En cierto sentido pudo ser una explosión de solidaridad, pero las explosiones son muy potentes y muy breves.

P. Y lamenta que, por su naturaleza “arco iris”, no cabe un liderazgo sólido.

R. Los líderes son tipos duros, que tienen ideas e ideologías, y la visibilidad y la ilusión de unidad desaparecería. Precisamente porque no tienen líderes el movimiento puede sobrevivir. Pero precisamente porque no tienen líderes no pueden convertir su unidad en una acción práctica.

P. En España las consecuencias del 15-M sí han llegado a la política. Han emergido con fuerza nuevos partidos.

R. El cambio de un partido por otro partido no va a resolver el problema. El problema hoy no es que los partidos sean los equivocados, sino que no controlan los instrumentos. Los problemas de los españoles no están confinados al territorio español, sino al globo. La presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea.

P. Usted analiza la crisis del Estado-nación. ¿Qué opina de las aspiraciones independentistas de Cataluña?

R. Pienso que seguimos en los principios de Versalles, cuando se estableció el derecho de cada nación a la autodeterminación. Pero eso hoy es una ficción porque no existen territorios homogéneos. Hoy toda sociedad es una colección de diásporas. La gente se une a una sociedad a la que es leal, y paga impuestos, pero al mismo tiempo no quieren rendir su identidad. La conexión entre lo local y la identidad se ha roto. La situación en Cataluña, como en Escocia o Lombardía, es una contradicción entre la identidad tribal y la ciudadanía de un país. Ellos son europeos, pero no quieren ir a Bruselas vía Madrid, sino desde Barcelona. La misma lógica está emergiendo en casi  todos los países. Seguimos en los principios establecidos al final de la Primera Guerra Mundial, pero ha habido muchos cambios en el mundo.

P. Las redes sociales han cambiado la forma en que la gente protesta, o la exigencia de transparencia. Usted es escéptico sobre ese “activismo de sofá” y subraya que Internet también nos adormece con entretenimiento barato. En vez de un instrumento revolucionario como las ven algunos, ¿las redes son el nuevo opio del pueblo?

R. La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. El papa Francisco, que es un gran hombre, al ser elegido dio su primera entrevista a Eugenio Scalfari, un periodista italiano que es un autoproclamado ateísta. Fue una señal: el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la controversia… Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.

Estado de crisis. Zygmunt Bauman y Carlo Bordoni. Traducción de Albino Santos Mosquera. Paidós. Barcelona, 2016. 157 págs., 16,95 euros

III

Joaquín Estefanía, "El fantasma de la indignación. Bauman y Bordoni debaten entre sí: esta crisis no es transitoria, sino permanente, y es sobre legitimidad y representación", en El País, 8 de enero de 2016:

“Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la indignación”. Si Marx y Engels, aquellos dos exaltados e irascibles jóvenes renanos, se propusieran redactar hoy su ya casi bicentenario Manifiesto comunista, es muy posible que lo comenzasen con esta frase inicial. Eso es lo que proponen los sociólogos polaco e italiano Zygmunt Bauman y Carlo Bordoni, que han escrito un libro (Estado de crisis) a cuatro manos, mediante una larga conversación en la que cada párrafo es una sugerencia, una idea, que daría para muchos desarrollos y discusiones posteriores.

Esta indignación que recorre el mundo, con muy diferentes manifestaciones, ha dado lugar a lo que los autores denominan “antipolítica”, en relación con las críticas contra la gigantesca desigualdad de oportunidades y de resultados, contra la corrupción, los escándalos, la dilapidación de dinero público y su malversación con fines privados, contra la ineficiencia de los controles en forma de autorregulación o desregulación… El efecto de todo ello no podía ser otro que un profundo sentimiento de ultraje, seguido de un alejamiento de la política tradicional, con una sensación de náusea e inutilidad. Esa “antipolítica” se manifiesta a veces en la aparición de formaciones políticas nuevas que pretenden ser coherentes con las reglas de la democracia, pero que a veces también dan pie a fenómenos populistas y nacionalistas que suelen ser el preludio de regímenes autoritarios.

Unas y otras hacen suya la sugerencia de Richard Rorty de que tenemos ahora una clase superior que toma todas las grandes decisiones económicas y lo hace con independencia de los Parlamentos y, con mayor motivo, de la voluntad de los votantes de cualquier país dado. Esas élites son las que inician el alejamiento de la democracia y consiguen la separación del poder y la política, que es una de las razones que explican la incapacidad de los Estados para tomar las decisiones apropiadas. Así surge la indignación.

Por esas circunstancias, entre otras, surge la tesis principal de la conversación entre Bauman y Bordoni: la crisis, que es mucho más que económica, que es también una crisis de la democracia, no es transitoria sino duradera, sintomática de un cambio profundo que afecta al conjunto del sistema. Recuérdese que, en sus libros anteriores, Bauman instaló en la teoría política el concepto de lo “líquido”. La era moderna líquida iba a ser aquel periodo de la historia en el que se iban a dejar atrás los temores del pasado, y en el que los ciudadanos se iban a hacer con el control de sus vidas y domeñarían las fuerzas descontroladas de la política y la economía.

Estado de crisis es la constatación de que no ha sido así. La idea del progreso como un trayecto esencialmente lineal, recto, predeterminado e inseparable de la condición humana desde el salvajismo hacia la civilización era una ensoñación y ha devenido en un mito. Por la acción de aquella “antipolítica” sucia, de esas élites que han vaciado de contenido el concepto de la democracia y han instalado el de “posdemocracia” (una crisis del igualitarismo y una trivialización de los procesos democráticos en la que la política pierde progresivamente el contacto con los ciudadanos), muchos de éstos ya no creen que el futuro pueda garantizar una mejora en su modo de vida. Esto explica las crisis de legitimidad y de representación que se están viviendo.


Estado de crisis. Zygmunt Bauman y Carlo Bordoni. Traducción de Albino Santos Mosquera. Paidós. Barcelona, 2016. 157 páginas. 16,95 euros.

IV

Ricardo de Querol, Epidemia de desafección, en El País, 10-Octubre-2015:

Ante la globalización y la precariedad, el ciudadano se siente desprotegido y los pilares que guiaban la vida se esfuman. Ser crítico está bien visto, pero no sirve de nada


La “modernidad líquida” es una expresión del sociólogo Zygmunt Bauman para definir un modelo social que implica “el fin de la era del compromiso mutuo”, donde el espacio público retrocede y se impone un individualismo que lleva a “la corrosión y la lenta desintegración del concepto de ciudadanía”. Lo expuso en 1999 en Modernidad líquida (FCE) y su opinión no ha variado en su último ensayo, Ceguera moral (Paidós). “Nuestra sociedad ha hecho de la desafección una parte obligatoria de las ocupaciones vitales”, sostiene el pensador de origen polaco. Ser crítico está aceptado, y hasta bien visto, pero resulta inútil cuando la política no es el verdadero poder y el Estado-nación ya no ofrece respuestas.

La desafección ciudadana —hacia las instituciones, hacia los valores tradicionales, hacia los otros, hacia el sistema— es una de las señas de nuestro tiempo en Occidente. En el pasado, la comunidad, la familia, la religión, la nación o la autoridad eran pilares sólidos. ¿A qué puede agarrarse el ciudadano de la globalización, que se siente vulnerable e inseguro, amenazado por la precariedad? Babelia trasladó la pregunta a filósofos y sociólogos.

“Vivimos en una era objetivamente sombría”, sostiene Fermín Bouza, sociólogo experto en cultura de masas y profesor de la Complutense. “El mundo de la guerra fría era un paraíso de certezas y, en cierto modo, de paz, o al menos de guerras que no nos involucraban. Ya no. La ciudadanía lo acusa en todas las conductas: cambios de usos, de creencias, de política, personales... No somos muy conscientes de la magnitud de lo que ocurre”.

"Es el Estado de Derecho el que no atraviesa su mejor momento. No es que la gente se sienta más desprotegida, es que está más desprotegida", dice José Luis Pardo

Saskia Sassen, socióloga de la Universidad de Columbia, considera que “los anclajes de una persona o de un sector social, la clase media o la clase trabajadora, han sido destruidos. Muy pocas cosas son como antes, cuando se tenía un plan de vida. No hay salvavidas claros”. Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2013, Sassen acaba de publicar Expulsiones (Katz), sobre el impacto de un sistema neoliberal incapaz de gobernarse a sí mismo. Y señala que, en vez de apuntar a la globalización, será más útil para el ciudadano movilizarse ante la “capa intermedia”: los políticos y empresas nacionales. “Comprometerse con una política crítica será mejor para su salud y su alma que quedarse con su sufrimiento en casa”.

“El concepto de ciudadano, habitante de una ciudad o un país que le otorga derechos por el hecho de serlo, resulta cada vez más obsoleto”, sostiene Constanza Tobío, catedrática de Sociología de la Carlos III. “En el estrecho marco de un país ningún ciudadano puede estar seguro. La inseguridad es global y su control también”.

José Luis Pardo, ensayista y catedrático de Filosofía en la Complutense, opina que el sentimiento de comunidad viene debilitándose desde los inicios de la modernidad. “Incluso diría que la modernidad es, entre otras cosas, eso. Es el Estado de Derecho el que no atraviesa su mejor momento. No es que la gente se sienta más desprotegida, es que está más desprotegida”. Pero agrega: “Puede que la culpa de esto la tenga ‘la globalización’ (otros dicen ‘el capitalismo’, ‘la eurozona’ o Fumanchú), pero como nada de esto son personas físicas ni jurídicas, habrá que decir que ‘la gente’ no hemos hecho gran cosa para evitar esa desprotección”.

Ángel Gabilondo, catedrático de Metafísica antes de ser elegido diputado socialista en Madrid, lo explica así: “Vivimos en tiempos de una gran indefensión y vulnerabilidad. Y de un sentimiento compartido de incertidumbre, que no es una mera sensación. Hay urgencia y necesidad”. Gabilondo, autor de La vuelta del otro: diferencia, identidad, alteridad (Trotta, 2001), también denuncia el individualismo, que “encuentra su gran aliado en un egoísmo amparado en la desconfianza para con las instituciones o los procesos colectivos o de participación”.

Saskia Sassen asegura que “los anclajes de una persona o de un sector social, la clase media o la clase trabajadora, han sido destruidos"

Para el filósofo José Antonio Marina, Premio Nacional de Ensayo en 1993, hoy todos los mensajes “apelan al yo”: enfatizan la autonomía, el proyecto personal, animan a emprender la propia vida, a cuidar la marca, a buscar la visibilidad. “Esto me parece una trampa bellamente camuflada con el canto a la libertad y a la creatividad. Hace falta recuperar el gran proyecto ético de la convivencia”. Según este pensador, que publica Despertar al diplodocus (Ariel), “la globalización produce reacciones de autodefensa, como los integrismos, los nacionalismos, los localismos. Hay una querencia de vuelta al campanario del pueblo”. Lo cual nos lleva a una cohesión social más débil, “enmascarada por redes sociales más densas, pero superficiales”, sentencia.

Entonces, ¿estamos en un mundo sin valores? Responde Bouza: “La crisis de valores, en general, ha terminado porque comenzó mucho antes. Hay una búsqueda de nuevos valores en creencias de todo tipo. Valores más funcionales para la crisis vigente”. Para Gabilondo, ”se requiere una relectura de la fraternidad ilustrada en términos de solidaridad, de transformación”.

Algunos niegan la mayor. Como la socióloga Consuelo Perera, que ha trabajado en el estudio internacional Values and Worldviews de la Fundación BBVA. “No hay desinterés hacia lo público, pese al bajo nivel de asociacionismo en España”, señala. Por ejemplo, crece la participación en manifestaciones o las recogidas de firmas. Los activismos que se apoyan en las redes sociales desmienten la apatía hacia lo público. Sí abunda una actitud crítica hacia los políticos o el sector financiero, también hacia la economía de mercado, que tiene en España el menor apoyo entre 10 países analizados. La religión pierde peso y la familia lo gana, con una visión más abierta de su modelo, como sostén ante la crisis. “No detectamos una crisis de valores”, concluye Perera. Pardo es más sarcástico: “No conozco ninguna época del mundo en la que no haya existido una gigantesca crisis de valores”.

"Vivimos en una era objetivamente sombría", sostiene Fermín Bouza. "El mundo de la guerra fría era un paraíso de certezas"
Hay autores que recelan de que ese nuevo activismo a través de Internet —lo llaman sofactivismo, o clickactivism en inglés— sea capaz de cambiar las cosas. O quizás no sea más que un “enjambre digital” que no tiene un alma común ni puede convertirse en una voz, como explica el filósofo coreano Byung-Chul Han en En el enjambre (Herder). Las redes, denuncia Han, se mueven entre el ingenuo y compulsivo “me gusta” y las “tormentas de mierda” que confirman “que vivimos en una sociedad sin respeto recíproco”. Sobre ello ironiza José Luis Pardo: “Activismo hay mucho, en efecto, pero esto es como lo de la lectura continuada del Quijote el día del libro, que todo el mundo está activísimo, pero nadie sabe para qué sirve, aunque seguro que para algunos será negocio”.

Bauman también relativiza la irrupción de Facebook o Twitter, a pesar de su efecto en la primavera árabe o el movimiento global de los indignados. Avisa de que por esa vía estamos más controlados: nunca fue más fácil para las dictaduras identificar a los disidentes. “Las redes sociales son lugares donde la vigilancia es voluntaria y autoinfligida”, escribe. Al filo de los 90 años, sigue siendo pesimista. “Con el dolor moral asfixiado antes de que adquiera una presencia realmente inquietante y enojosa, la red de los vínculos humanos, tejida en el hilo moral, es cada vez más débil y frágil, y sus texturas se descosen”.

Ceguera moral. La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida. Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis. Paidós. Barcelona, 2015. 272 páginas. 17,50 euros.

Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía global. Saskia Sassen. Katz. Madrid y Buenos Aires, 2015. 294 páginas. 21 euros.


En el enjambre. Byung-Chul Han. Herder. Barcelona, 2014. 112 páginas. 12,90 euros.