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sábado, 30 de enero de 2016

Michelle Jenner, Epigrama de la mujer imperfecta

Mujer. Imperfecta. Toca hacer fotos.. ¡Hay que prepararse! Depílate. Eres imperfecta. Todos esos pelos no deberían estar allí. En la cabeza sí, nunca tendrás suficiente. Hoy tocan fotos. Tu compañero está listo en dos minutos. Él es un hombre, no necesita todo eso, es guapo tal y como es. ¿Tú? Puede que en hora y media estés presentable. Ya sabes, eres mujer, imperfecta. Tapa la ojera, unifica la piel, oculta ese vergonzoso grano, ¡ay esa arruga!, pinta la ceja, pon más pestañas en las pestañas, rízalas con un instrumento de tortura, más eye-liner para marcar el ojo, colorete, boca perfecta, iluminador en las zonas estratégicas, rimmel como si no hubiera un mañana. El pelo, tan lacio y tan sin gracia... Más volumen, más bucles, más extensiones, más más. Ahora sí, ya te ves un poco mejor. Porque lo necesitas, porque lo quieres. Porque te sientes imperfecta. La ropa. ¡Qué pecho tan pequeño! ¿Eso es celulitis? Algo que sea sexy, femenino, sofisticado, y por supuesto lo más incómodo posible. No importa si hace frío. Y tacón, que eres bajita y hay que estilizar. Da igual si estás a punto de caerte o te sangran los pies. Eres mujer, imperfecta. Ahora sonríe, natural. Ahora mira esa revista: "Nos gustan las mujeres reales", pero esa no, que tiene celulitis y es horrible. Aquella tampoco, ¡has visto qué dedos de los pies!, y esa de ahí tiene el culo un poco caído. Cómo puede ser que no le dé vergüenza salir así. Pero, eh, nos gustan las mujeres reales. Quiérete tal y como eres. Pero no tengas ojeras, ni arrugas, ni pelos donde no toca, ni grasa, ni tetas pequeñas, ni muchos años (si los tienes que no lo parezca), ni un culo muy grande ni muy pequeño, ni uñas mordidas, ni, ya puestos, demasiadas ideas. Pero quiérete. Y mañana trabajas y te levantarás hora y media antes por voluntad propia porque tienes que depilarte, maquillarte, peinarte, vestirte. Porque así te ves bien, y guapa, y femenina. Porque tú lo quieres. Porque si no lo haces te sientes desnuda, rara, fea, mal. Porque así te sentirás un rato como se supone que deberías ser. Porque no sabes ni por qué ni cómo pero lo llevas grabado hasta el tuétano. Porque eres mujer. Imperfecta

viernes, 22 de enero de 2016

Publicar noticias de violencia de género aumenta la violencia de género


Cuando de violencia de género se trata, el asesino no tiene intención de hacer daño a la mujer. Tiene intención de matarla. Ese es un elemento contrastado en los 30 casos de asesinatos de mujeres habidos en Cataluña entre 2006 y 2011 que ha estudiado Isabel Marzabal para elaborar su tesis doctoral (Los feminicidios de pareja: Análisis de los 30 casos de asesinatos sentenciados por la Audiencia de Barcelona (2006-2011). No hay un común denominador entre los asesinos, ni en la preparación de la muerte de su pareja, ni en el método empleado, si bien la autora del estudio atisba una influencia de las noticias que divulgan los medios de comunicación. “La probabilidad de un asesinato es 12 veces más elevada si han aparecido noticias de feminicidios en un intervalo de cuatro días y 24 veces más alta si esas noticias han aparecido en los 10 días anteriores”.

El estudio de los 30 asesinos (condenados en sentencia firme) revela que, en ninguno de los casos, hay un trastorno mental severo y solo en un 15% de los autores se diagnosticó con posterioridad al crimen un trastorno de la personalidad. El 57,1% tenía estudios primarios, el 38,1% estudios secundarios y el 4,8 % universitarios, así que la educación tampoco es un elemento esencial para dibujar un perfil estándar de un asesino de género. Es un hombre que vive con la obsesión de la mujer en la mente, en general casos que no se detectan antes. De hecho, tiene poco aprecio a su vida, la mayoría se entrega y alrededor de un 30% se suicida. Estos son los casos más alarmistas, el de alguien que decide “matar y matarme”, el que puede producir un daño extremo.

Isabel Marzábal es licenciada en Derecho y ha trabajado durante años como secretaria judicial en Barcelona. Vio pasar casos de maltratos, homicidios y asesinatos por su juzgado, ha trabajado también en juzgados de vigilancia penitenciaria, y decidió hacer una investigación que no se había hecho antes. “Me llamaba la atención si en la figura del asesino había elementos comunes, relativos a las personas o a los hechos”. Marzabal descartó para su estudio los casos que fueron sentenciados como homicidios y todos aquellos en los que el agresor terminó suicidándose. Marzabal pudo estudiar las sentencias y los perfiles de los asesinos, además de su situación penitenciaria. Pudo incluso acudir a algún juicio, pero no pudo entrevistarse con ninguno de ellos. Uno de los detalles que le llamó la atención fue el hecho de que la familia del agresor no siempre rompe totalmente su vinculación afectiva con él.

Paralelamente, analizó las informaciones que ofrecieron los medios de comunicación sobre esos 30 casos, a través de los archivos de los diarios EL PAÍS y La Vanguardia y del canal de televisión Tele 5. E hizo algo más, analizó todas las noticias de agresiones o muertes de mujeres que se divulgaron con anterioridad a cada uno de los casos analizados; estableció dos baremos, las noticias de muertes de mujeres desde cuatro días antes al asesinato y desde diez días antes para determinar si hubo algún efecto imitación. La conclusión a la que llega Marzabal es que sí se aprecia una imitación y un refuerzo de la idea de matar que ronda en la mente del asesino. Marzabal concluye que “hay similitud en las conductas de los agresores” y que “muchos asesinatos contiguos en el tiempo o en el lugar suelen tener similares características en su desarrollo”. Su conclusión va más lejos cuando añade: “Hay elementos en el tratamiento periodístico que pueden estar ayudando al asesino a considerar que el objetivo cumplido por un homicida anterior coincide con el suyo y, al mismo tiempo, pueden estar provocando que individuos con “tensión conductual alta” realicen la misma conducta en cuanto tienen conocimiento que otros la han puesto en práctica”. ¿Las informaciones producen un efecto imitación o un refuerzo de la idea de matar? “No son excluyentes”, responde la autora.

En el 92,1 % de las informaciones sobre asesinatos de género, nunca se cita las condenas que sufren los agresores

Marzabal descubre que, en el 92,1% de las informaciones sobre asesinatos de género, nunca se cita las condenas que sufren los agresores. Y ese es un dato que debería considerarse. “Por regla general, las informaciones abundan en datos de la víctima, incluso divulgan una foto suya, casi nunca del asesino. A veces se recrean en aspectos morbosos del crimen, aspectos todos ellos que terminan infundiendo miedo en las mujeres. Y, nunca o casi nunca”, concluye, “se citan las consecuencias”. Marzabal recomienda ofrecer el teléfono de asistencia a maltratadas en este tipo de informaciones y anima a que se divulguen las sentencias. Respecto a las condenas, un reciente estudio del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) señala que las penas han ido en aumento: la media ha subido a 18 años y tres meses cuando en el estudio anterior (de 2012), el promedio de las condenas estaba en los 17 años. Sobre este punto, se aprecia en diversos estudios cómo los jueces son cada vez más severos con la violencia de género.

Cómo progresa la idea de matar a la pareja en la mente del asesino en un asunto por estudiar, que haría necesario algo así como un estudio forense de los casos. “Habría que remontarse muy atrás, estudiar la conducta del asesino con mucha anterioridad, a veces se pueden tener algunas señales en las visitas que hace la pareja al médico”, apunta Antonio Andrés Pueyo, criminólogo, psicólogo forense y director de la tesis. Pueyo asegura que las estadísticas de Sanidad son más fiables que las de Interior a la hora de calibrar los casos de maltrato de mujeres, e incluso los de asesinatos. “La Guardia Civil ha hecho algún intento de hacer un análisis forense, pero en realidad la investigación se limita a la instrucción del caso, que acaba con la detención y la condena del agresor”, señala Marzabal.

SUPRIMIR LA ATENUANTE DE LA CONFESIÓN

El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) realiza periódicamente estudios sobre las sentencias de homicidio y asesinato en los casos de violencia de género. El primero data de 2008 y el más reciente es del 2014 (el séptimo) y analiza 50 sentencias del año 2011 en España, de las 44 se pueden calificar como de violencia de género y 6 de violencia doméstica. En esos 44 casos, el 93 % de las sentencias son condenatorias.

El estudio del CGPJ concluye que el 60 % de los agresores son españoles y que el 44,7 %, casi la mitad, tienen entre 46 y 65 años. En ninguno de los casos estudiados hay presencia de drogas y alcohol y los expertos del CGPJ concluyen que habría que reconsiderar “la circunstancia atenuante de la confesión, nacida con la finalidad de otorgar un tratamiento más favorable”. Los expertos opinan que habría que abordar “el estudio de su supresión o reconsideración en delitos con resultado de muerte”. Según los datos de este estudio, el 34 % de los agresores se entregan voluntariamente, el 27 % intentan suicidarse y solo un 18 % niegan los hechos en un primer momento.

viernes, 8 de enero de 2016

El extraño caso del feminista Plutarco Marsá.

Con los libros mantengo una actitud sadomasoquista: odi et amo, que decía Catulo... y excrucior. Cuando voy a una librería lo paso fatal porque muchos manjares tienen precio desorbitado y solo renunciando a otras cosas podría poseerlos, que leerlos me sería más difícil pues el tiempo me lo arrebata lo demasiado que tengo que hacer. Necesito tiempo para no hacer nada. 

Me cuesta soportar la larguísima narrativa o la prosa desmañada: busco más bien las quintaesencias de la poesía, la experiencia real contenida en las autobiografías y las ideas que contienen los ensayos; son los únicos géneros que no me hacen perder la paciencia; y como la cultura en la España mariana es ya un lujo, soy más bien de librerías de viejo y baratillo, donde rebusco, como Ana Torroja, algo barato: "Entre los trapos y los camisones / la gente busca nuevas sensaciones". La degradación cultural auspiciada por la España pepona ha convertido a los basureros culturales de las librerías de segunda mano en una mina. A veces pueden desenterrarse auténticos tesoros, si bien hace falta un buen mapa para saber donde excavar la bicoca. Por ejemplo, ayer encontré por un euro (en una librería de viejo ciudarrealeña de cuyo nombre no llego a acordarme) un libro de poesía de Concha Zardoya, Gradiva y un extraño héroe (1987) publicado en la Colección Torremozas de Madrid, que editaba solo obra femenina. El libro contiene poemas interesantísimos, en meditativo verso blanco ("¿Qué es filosofía? / Es vida verdadera, que sin notarlo, mueve / a saber que es el bien, la verdad, la belleza"), pero la edición contaba con una dedicatoria que de inmediato despertó mi interés: "A Plutarco Marsá, cordialmente, Concha Zardoya, mayo, 87". 

Al volver a mi casa hice una de esas investigaciones que al cabo me da para un artículo más de Wikipedia que publiqué en ese mismo día, este. Aquí les diré algo más. Plutarco Marsá Vancells fue un jurista eminente que dominaba cuatro idiomas y poseía tres doctorados en Derecho, Políticas y Filosofía... y era registrador de la propiedad (o sea, como ahora). Su padre, fiscal general de la II.ª República, se había formado en la Institución Libre de Enseñanza y no había bautizado a sus hijos Graco, Otilia, Marco, Marina, Plutarco, Héctor y Licinio; todos ellos, padres e hijos, fueron represaliados duramente por el franquismo. Plutarco publicó casi obsesivamente sobre un mismo tema: La mujer en el derecho político (1970), La mujer en el derecho civil (1970), La mujer en la filosofía (1976) La mujer en la literatura (1987), La mujer en el periodismo (1987), La mujer en el trabajo (1993), La mujer en el cristianismo (1994), La mujer en la familia (1998), La mujer en la administración (1998), Concepción Arenal y la Institución Libre de Enseñanza (1992)... También fue de los pocos en tratar el tema del racismo: Racismo y derecho civil (1970). Pero lo que me llamó más la atención fue el documento impagable con que el dominico fray Cándido Aniz Iriarte, creo que aún vivo, rector de la universidad laboral de Córdoba entre 1958 y 1967, lo expulsaba de la universidad laboral de Córdoba. Lo copio para que ustedes aprecien y paladeen la prosa del régimen:

"Muy señor mío:

Habiendo asistido a la conferencia por Vd. desarrollada en el salón de actos de esta Universidad laboral, que me disgustó profundamente, y habiendo comprobado que la magnífica oportunidad que se le ofreció para rehabilitarse con prudencia y discreción, la convirtió en manifiesta desorientación y desprestigio, lamento tener que comunicarle que, acorde con el Servicio de Universidades, cesa Vd. en el ejercicio de la enseñanza, prohibiéndole enseñar disciplina alguna a nuestros alumnos universitarios laborales.

Me resulta incomprensible la actitud por Vd. adoptada, pues

su imprudencia en la forma de hablar a los alumnos;
su inexactitud en la proposición de los problemas sociales;
su partidismo en la valoración de las formas de estructura;
su desconsideración con los dictámenes de la Superioridad;
su exposición de aspectos personales de su vida particular;
su alusión inoportuna e improcedente a la Orden Dominicana;
su exposición de criterios personales de capacitación social;
su postura de halago fácil a la multitud, poco formativa;
su estilo y forma de conversar tendenciosa;

hacen un conjunto sorprendente de cosas que en modo alguno encajan con el espíritu, con el tema, con las indicaciones que previamente se le habían formulado por mediación del Padre organizador de las conferencias; y además indican que nos hallamos ante un maestro cuya palabra más bien deforma que orienta.

En consecuencia, lamentándolo de todo corazón, como corresponde a todo Superior que se ve obligado contra uno de sus comprofesores, y no pudiendo continuar explicando sus clases, tengo que comunicarle las dos posibilidades que están en mis pobres manos en este momento en que lógicamente hubiera deseado uno ayudarle en vez de condenarle:

1.ª Renuncia voluntaria a la plaza de profesor, por escrito, sin presentarse en el Centro, Universidad Laboral.

2.ª Incoación de expediente, por la gravísima falta cometida ante los propios alumnos de la Universidad.

Solo nos resta rogarle que, por el bien de la paz y por su mejor prestigio, se digne enviarme la renuncia a su plaza y se decida [borrón mecanográfico] a permanecer entre los suyos, buscando su tranquilidad espiritual y corporal, aunque tenga que planear algún otro modo de compensación económica.

Dios guarde a Vd. muchos años.

Córdoba, 28 de abril 1962.

El Rector
Fr. Cándido Aniz
(Firmado y rubricado)

Sr. D. Plutarco Marsá Vancells, Donoso Cortés, 85, 1º. -MADRID. Es copia."

La paranoia inquisitorial de los curas y fascistas implicados puede verse en la elección léxica de algunas palabras, por ejemplo, "planear" una "compensación económica" o en el borrón mecanográfico en el momento justo en que se alude a la decisión de la persona afectada (eran épocas sin típex), la inseguridad que demuestras esas "indicaciones que previamente se le habían formulado", el carácter "inoportuno, improcedente, descondiderado, inexacto, incomprensible, tendencioso, imprudente, desorientado, deformador" y "partidista" en una época en que no había otros partidos que los futbolers, algunos de máxima audiencia en la tele del uno de mayo. ¿Les extrañará saber que, tanto el dominico como el jurista, eran muy cristianos y rezaban el rosario a diario en casa? En fin, don Plutarco sostuvo con su bolsillo y el de otros protectores de las mujeres y la cultura (ninguno fraile ni mucho menos manchego, salvo la poetisa Benita C. Barroso, de Talavera y la pintora Sopetrán Domenech, de Guadalajara) la colección de poesía femenina de Torremozas.

No sé por qué, pero cuando oigo a Rafael Hernando, portavoz del PP, o a cualquiera de sus correligionarios del pepeísmo en Ciudad Real, me parece como si estuviera oyendo a los fantasmas monologadores de 1962, el año en que a mí me daba por nacer. Me gustaría, claro, hablar de cosas más modernas, pero los caros libros de la España mariana me han obligado a hurgar en las antiguallas de las librerías de viejo, que son más económicas... y todas están llenas de cosas franquistas por el estilo. Qué le vamos a hacer.

sábado, 10 de octubre de 2015

Discurso de Clara Campoamor en defensa del sufragio femenino

"Texto íntegro del discurso de Clara Campoamor en las Cortes", El País, 1 de octubre de 2015:

El 1 octubre de 1931, las mujeres obtuvieron el derecho al voto en España por 161 votos frente a 131. La diputada Clara Campoamor lo defendió así frente a Victoria Kent

Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.

Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. ¿Que cuándo las mujeres se han levantado para protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿y por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que las mujeres, que iban en mayor número que los hombres?

¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?

Pero, además, señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre, estáis -fijaos bien- afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos. ¿Y es en nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? No; tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo.

No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés, en 1848, Victor Considerant se levantó para decir que una Constitución que concede el voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto -que en España existe- no puede negárselo a la mujer. No es desde el punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del principio -cosa dolorosa para un abogado-, como se puede venir a discutir el derecho de la mujer a que sea reconocido en la Constitución el de sufragio. Y desde el punto de vista práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España.

Hace él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más, porque las estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice esa estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de 1860 a 1910, se observa que mientras el número total de analfabetos varones, lejos de disminuir, ha aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta ha disminuido en 48.098; y refiriéndose a la proporcionalidad del analfabetismo en la población global, la disminución en los varones es sólo de 12,7 por cien, en tanto que en las hembras es del 20,2 por cien. Esto quiere decir simplemente que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no sólo llegarán a alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los hombres, sino que lo sobrepasarán. Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva ascendente, y la mujer, hoy día, es menos analfabeta que el varón. No es, pues, desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se puede negar a la mujer la entrada en la obtención de este derecho.

Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones, pude ver en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y, con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer.

A eso, un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros.

Desconocer esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer.

Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino.

No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de su redención.

Cada uno habla en virtud de una experiencia y yo os hablo en nombre de la mía propia. Yo soy diputado por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella.

Señores diputados, he pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os molesté, considero que es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo Breno colocó su espada, para que se inclinara en favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando, y no por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos momentos a la República española.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Buenas novelas escritas por mujeres

Lara A.Serodio, "20 libros escritos por mujeres que merece la pena leer", El País, 7de octubre de 2015:

Al faro, de Virginia Woolf (1927). Más allá de lo que podemos conocer de Virginia Woolf gracias al cine, la autora merece ser leída sin miedo y sin contemplaciones debido a lo imponente de su estilo tan marcado; su obra puede y debe ser alcanzable para muchos. Al faro es un bello ejemplo del tan latente viaje por el subconsciente en la pluma Woolf pero, sobre todo, es una oda al paso del tiempo. La Parte II de Al Faro debería poder enmarcarse y admirarse como un cuadro.

Mansfield Park de Jane Austen (1814). No hay lista que se precie que no cuente con Jane Austen. A pesar de que puede resultar repetitivo, Austen sigue presente no por moda sino por mérito propio: su prosa habla directamente al presente cómo pocos se pudieron imaginar que haría un texto que el año pasado cumplió 200 años. Os animamos a que paséis por las páginas de Mansfield Park, una de las obras de la autora más controvertidas en su época.

Cómo las hermanas García perdieron su acento, de Julia Álvarez (1992). Entre temas tales como hacerse mayor y el cambio y asimilación de una nueva cultura, la narración de la autora dominico-americana vuelve a mezclar la autobiografía con la ficción, narrando cómo unas jóvenes inmigrantes se ven afectadas por la terrible sensación de pertenecer a dos culturas y a ninguna a la vez.

El amante, de Marguerite Duras (1984). De nuevo, una novela con grandes dosis de autobiografía, es la obra de mayor éxito mundial de la autora criada en la indochina francesa Marguerite Duras. Llena de tormento, destrucción y erotismo, El amante hace querer adentrarse más en la vida de su enigmática autora.

Tell me a riddle, de Tillie Olsen (1961). La historia de la propia autora es tan fascinante como su primera obra publicada, un conjunto de desgarradores relatos escrito cuando contaba con más de 50 años. De origen judío y pobre, Tillie Olsen tuvo que posponer el derecho a dedicarse a la escritura para educar a sus hijos mientras hacía malabares entre decenas de trabajos. Conocer y leer Tell me a riddle es un regalo como pocos.

El cuaderno dorado, de Doris Lessing (1962). Un libro que pide de la alta participación del lector y que parte de la premisa de cuatro cuadernos que documentan la vida de su protagonista entremezclando la narración entre sí. Antibelicista, feminista, política en cada tema de cada una de sus obras, Lessing traslada como nadie la crítica social y el conflicto cultural buscando siempre despertar la conciencia sobre la situación de la mujer en la sociedad.

El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers (1940). La primera novela de su autora, escrita cuando esta tan solo contaba con 23 años, dibuja como es habitual en autoras de esta época narraciones autobiográficas. Esta novela abre una puerta al sur profundo de los Estados Unidos de la década de los 30 de la mano de un sordomudo solitario y el grupo disparatado de personajes a los que atrae.

Beloved, de Toni Morrison (1987). Esta desgarradora novela, ganadora del Pulitzer en 1988, está dedicada a todos los esclavos que murieron a causa del tratado Transatlántico, y constituyó uno de los primeras alegatos en el camino entorno a honrar el recuerdo de ese episodio de la historia afro-americana.

A girl is a half-formed thing, de Eimear McBride (2013). Pese a ser la ganadora de infinitos premios por esta, su novela debut, todavía no contamos con la traducción al castellano del texto. Tal vez tarde en llegarnos como tardó la nueva autora favorita de Irlanda en publicarla desde su escritura, 9 años. La narración, al más puro estilo Virginia Woolf y de influencias tales como Joyce o Faulkner, nos habla de las complejas relaciones familiares a través de la enfermedad de uno de sus miembros.

Nubosidad variable, de Carmen Martín Gaite (1992). Parece que hay un tiempo y un lugar de nuestras vidas para leer y sentirnos identificados con la narración de Martín Gaite entorno al reencuentro de dos amigas y la reconstrucción de su relación a través de cartas. De manera inequívoca, esta narración nos anima a reorganizar los rincones más caóticos de nuestra mente y trasladarlos al papel.

El cuento de la criada de Margaret Atwood (1985). Alejándose de las narraciones clásicas, y asentando un futuro alejado de la realidad a modo distópico como punto de partida, Atwood nos plantea una sociedad sin valores y donde la mujer pasa a tener únicamente un uso reproductivo. Activista política y pro-derechos humanos, la autora no deja el tema de género fuera de vista en ninguna de sus obras.

NW London de Zadie Smith (2012). Como si de la Hanif Kureishi femenina se tratase, Zadie Smith lleva desde bien joven (apenas tiene 40 años) sorprendiendo al panorama actual de las letras británicas. NW London, escrita de la manera más fresca y experimental, es su última contribución al retrato de una vasta ciudad como es la capital inglesa y de su multicultural vida urbana.

Cómo ser mujer de Caitlin Moran (2011). Caitlin Moran es un personaje en sí misma y tanto es así, que ha conseguido enganchar a millones de personas gracias a sus opiniones y vivencias. De manera nada convencional, esta crítica, columnista y ahora escritora de ficción es el epítome del movimiento feminista que, sin pelos en la lengua, ha conseguido darle una bocanada de aire fresco a temas que parecían absurdamente casi tabúes hasta el día de hoy.

La pianista de Elfriede Jelinek (1983). Aunque mundialmente reconocida por la adaptación cinematográfica que dirigió Michael Haneke y protagonizó Isabelle Hupert en 2001, esta perturbadora historia  que trata la sexualidad femenina de manera desgarradora es una de las novelas más significativas de la austríaca Elfriede Jelinek, ganadora del Nobel de Literatura en 2004.

La campana de cristal, de Sylvia Plath (1963). Denominada en ocasiones como El guardián entre el centeno femenino, la única novela publicada de la poetisa Sylvia Plath es una narración prácticamente autobiográfica sobre el descenso hacia la enfermedad mental que sufrió la autora en los años 50. Su calidad basta como mérito, aunque igualmente alcanzó la fama por el sonoro suicidio de Plath meses después de su publicación.

¿Hay alguien ahí fuera?, de Marian Keyes (2006). Erróneamente metida en el mismo saco del resto de autoras chick-lit, género que se ha visto vapuleado desde su auge a inicios de los 90, Marian Keyes no solo consigue erigirse como la reina del género, sino que lo lleva siempre un paso más allá, tratando temas para nada habituales en narraciones similares. Probablemente ¿Hay alguien ahí fuera? no sea el más famoso de su amplia bibliografía, pero es el más emotivo y el que seguro consigue convencer a los escépticos de su talento.

El buen nombre, de Jhumpa Lahiri (2003). De origen indio, esta autora traslada a las páginas de El buen nombre dos historias relacionadas con el sentimiento de verse atrapado entre dos culturas: la de una pareja India que lucha por lograrse un porvenir en América con sus consiguientes problemas de adaptación, y la de sus hijos, que pese a haber nacido estadounidenses, se ven arrastrados por su bagaje cultural.

Perdida, de Gillian Flynn (2012). Uno de los últimos superventas es, además de la sorpresa de los últimos años, un libro que rezuma calidad en cada página. Lo que en términos anglosajones se define como page-turner (un libro cuyas páginas se pasan casi como se respira), Gillian Flynn tiene el arrollador talento como para engancharnos a una narración tan bien escrita e incluso como para encargarse personalmente de la maravillosa adaptación cinematográfica que vino de la mano de David Fincher en 2014.

Cuentos completos, de Dorothy Parker (1995). Llena de su clásico humor mordaz y su sátira que tantos elogios como críticas le reportaron, esta compilación de toda su narrativa es la mejor manera de adentrarse en una autora imperdible como es Dorothy Parker. Un personaje ya en sí misma, retrato clave de cómo entender el empoderamiento de la mujer en América durante la primera parte del siglo XX.

Silas Marner de George Eliot (1861). Mary Ann Evans es el nombre que se esconde tras el pseudónimo de George Eliot, autora que, como muchas otras del siglo XIX, tuvo que hacerse servir de un nombre de hombre para poder ver su obra publicada. George Eliot aparece habitualmente en todas las listas de mejores novelas con Middlemarch, considerada una de las grandes novelas de la literatura inglesa, otra gran recomendación.

martes, 25 de agosto de 2015

Un caso espeluznante que demuestra que no hay que contrariar la sexualidad innata


Brenda no supo que había nacido siendo un varón hasta que tuvo 15 años. Fue una tarde de 1980 cuando su padre, torturado por el sufrimiento que veía, le reveló el historia que habían estado manteniendo en secreto: había nacido en Canadá siendo Bruce, junto a su hermano gemelo Brian, pero una negligencia médica durante una circuncisión en 1965 había destruido sus genitales.

En un intento desesperado porque la vida de su hijo fuera satisfactoria, sus padres se pusieron en contacto con un psicólogo que aseguraba que la condición sexual no es innata, sino que es asignada mediante la educación en los primeros años de vida. Es decir, que si trataban a Bruce como Brenda, este se convertiría en una mujer plena, en vez de sufrir como un hombre sin pene. Se trataba de John Money, un psicólogo del hospital Johns Hopkins (Baltimore) famoso por sus teorías sobre el género. Además, era una oportunidad inigualable para Money de demostrar sus teorías, ya que tendría un sujeto de control: Brian, con la misma carga genética que su hermano, pero que tendría una orientación diferente.

El 3 de julio de 1967, los médicos sometieron a Bruce a una castración quirúrgica (quitándole los testículos) y le modelaron una vagina. Bruce se convirtió en Brenda a la vez que en un conejillo de indias. Mientras, las instrucciones para sus padres, Janet y Ron, fueron claras: no contarle jamás lo que había ocurrido.

Los niños fueron creciendo y la situación se fue complicando. Según contaría Janet ya en los años 90 al periodista de la revista «Rolling Stone» John Colapinto, la primera vez que trató de ponerle un vestido a Brenda intentó arrancárselo. «Recuerdo que pensé: “¡Dios mío, sabe que es un chico y no quiere que le vista como a una chica!”». Pero no solo fue aquello. Cuando su hermano jugaba a afeitarse con su padre, Brenda también quería. «Mi padre me dijo: “No, no. Tú vas con tu madre”. Me puse a llorar, “¿Por qué no puedo afeitarme también?”», contó él mismo. Desde pequeña incluso insistía en orinar de pie.

Por su parte, su gemelo identificaba a Brenda como a una hermana. «Pero ella nunca actuó como tal», reconoció al periodista de «Rolling Stone». «Si le regalaban una comba, para lo único que la usaba era para atar a la gente o para azotarla como si tuviera un látigo. Nunca la usó para su propósito real. Jugaba con mis juguetes mientras que los suyos, como una lavadora, solo los usaba para sentarse».

«Estudio John/Joan»

Sin embargo, para cuando cinco años después el doctor Money publicó el primer libro sobre el «estudio John/Joan» (como lo había bautizado) bajo el título «Man & Woman, Boy & Girl», las conclusiones que reflejaban eran las opuestas. Money aseguraba que tras haber enfatizado en el uso de la ropa femenina, Brenda ya tenía una clara preferencia por los vestidos. Que se sentía orgullosa de su pelo largo. Que por Navidades había pedido una casa de muñecas y un carrito de paseo. Que la orientación de género se había impuesto.

Para cuando Brenda llegó a la adolescencia sufría depresión y se había intentado suicidar al menos una vez. También tomaba estrógenos. Cuando el doctor Money le instó a que se sometiera a otra cirugía, se negó rotundamente. Fue entonces cuando sus padres decidieron contárselo. Fue entonces cuando Brenda pudo volver a ser un chico. Eligió de nombre «David» en honor al héroe bíblico que, desafiando todas las probabilidades, mató al gigante Goliat. Se sometió a una faloplastia y se quitó los pechos que le habían crecido gracias a las hormonas. Para cuando cumplió 23 años, se casó.

Los dos gemelos acabaron suicidándose en un lapso de dos años.

Sin embargo, su familia había quedado destrozada. Su madre Janet cayó en depresiones clínicas repetidas que requerían hospitalización. Su padre Ron se convirtió en un alcohólico. Su gemelo Brian abandonó los estudios y trató de suicidarse en varias ocasiones hasta que lo consiguió en 2002. Dos años después, con 38 años, David hacía lo mismo tras haberse divorciado años atrás de su mujer.
La historia de David Reimer saltó a la luz en 1997 gracias al doctor Milton Diamond de la Universidad de Hawai, quien convenció a David de que contar su caso ayudaría que no le ocurriera a nadie más. Meses después salía publicado también el artículo de John Colapinto que en el año 2000 se editaría en un libro titulado «Tal como la naturaleza lo hizo». La reflexión del doctor Milton Diamond fue: «Si todos estos esfuerzos médicos, quirúrgicos y sociales combinados no tuvieron éxito en hacer que este niño aceptara una identidad de género femenina entonces, tal vez, tengamos que pensar que hay algo importante en la constitución biológica del individuo».

sábado, 7 de febrero de 2015

Elena Francis

Rita Abundancia, "Elena Francis, consejos para la mujer sumisa" El País, 4-XI-2014:

Durante 36 años su consultorio diseñó a la mujer, madre y esposa del franquismo. Un estudio rememora la figura de la 'coach' sentimental más popular de la historia de España.

Los consultorios sentimentales de antes hacían las veces de los psicólogos, coaches y sexólogos de ahora, incluso cuando hablar de sexo estaba mal visto o era casi pecado. De entre todos esos consejeros, en España, destacó Elena Francis, que durante 36 años y desde la radio recomendó a las mujeres abnegación, aguante, mirar para otro lado, hacer la vista gorda, tener paciencia, esperar a que las cosas cambiasen o sacrificarse por los hijos y la familia. El programa no fue sino la doctrina del régimen franquista disfrazada de consultorio sentimental, aunque llegó a sobrevivir al propio Franco –se emitió entre 1947 y 1984- y agonizó hasta su muerte, al negarse a actualizarse y seguir preconizando una moral de posguerra, cuando el destape, el divorcio, el feminismo y la lucha por la ley del aborto campaban a sus anchas por una España con prisas por sacudirse su pasado reciente.

Pura Sánchez, profesora de secundaria de lengua y literatura en el instituto Velázquez, de Sevilla, trabaja en un estudio ligado al equipo de investigación de la Universidad de esa misma ciudad, dentro del departamento de antropología social. El trabajo es una reflexión de la vida íntima de nuestras madres y abuelas a través del análisis de consultorios de radio y revistas femeninas. Pura espera que su investigación tenga éxito y se convierta, en el futuro, en libro. Leer las cartas que las mujeres de aquella época mandaban a Elena Francis con sus preguntas, ha sido una de las tareas de Sánchez para elaborar su estudio. Unas cartas a las que ella identifica con "mensajes de náufragos en una botella" y que describen un panorama de amas de casa solas, relegadas al hogar y a las tareas domésticas y con poca conexión con el mundo. “Es cuando la mujer sale a trabajar cuando empieza a interactuar con otras congéneres, a contarle sus problemas y a compararse con ellas. En los primeros años de la posguerra el lugar de las féminas estaba en casa y su relación con el mundo era bajo el acompañamiento de sus maridos”, cuenta Sánchez, “por eso muchas recurrían al consultorio de la doctora Francis, porque no tenían a nadie a quién contarle sus inquietudes, o porque éstas eran tan graves que temían ser estigmatizadas por ello”.

El gran engaño: Elena era un cura (y un psicólogo)

En el año 1982, cuando el programa todavía se oía en la radio, Gerard Imbert, actualmente catedrático de comunicación audiovisual en la Universidad Carlos III, de Madrid, destapó en su libro Elena Francis, un consultorio para la transición (Península) el gran engaño. El alma y cuerpo del consultorio no existía, era todo un montaje que el Instituto de Belleza Francis, con sede en Barcelona, se había inventado para hacer publicidad de sus productos. Doña Elena era un ser ficticio y las cartas las contestaba un equipo de asesores, entre los que se encontraban un cura y un psicólogo. Más tarde, a partir del año 66, los guiones del programa, que se basaban enteramente en la correspondencia, se le encargaron al periodista y crítico de toros Juan Soto Viñolo. Diversos nombres prestaron su voz al personaje irreal y, entre ellos, Maruja Fernández, actriz de doblaje y locutora –dobló a Anna Magnani, entre otras estrellas– fue la más emblemática. Lo único que era verdad eran las 20.000 cartas que llegaban cada mes al Instituto de Belleza Francis, procedentes de toda España.

El escándalo que siguió a la publicación del libro de Imbert fue tapado por el programa, que emitió un comunicado afirmando que “Elena Francis existe, es un ente físico. Se trata de una señora muy digna, muy preparada y muy amante de su intimidad, que tendrá en la actualidad entre 68 y 70 años. No es posible hablar con ella porque sigue una norma estricta de no conceder entrevistas ni aparecer en público".

Una vez una niña le preguntó a Elena "las reglas de la actividad sexual". Francis contestó: "ligada a esta actividad está la función más importante de la mujer, que es la maternidad”

La homosexualidad según Francis: "un trastorno que las esposas podían remediar"

Según Gerard Imbert, “lo que en un principio se concibió como un consultorio de belleza para promocionar los cosméticos de la marca, luego se transformó en un confesionario, aunque en el programa cabía de todo. Se hablaba de temas domésticos, del cuidado de la casa, de moda, de cocina”. Las preguntas iban desde cómo sacar un chicle pegado a una colcha de terlenka hasta cómo preparar un bacalao al pil-pil. “Una vez una chica preguntó cómo se colocaban las cosas en la nevera”, cuenta Imbert, que en su libro recoge preguntas curiosas de las oyentes, como si los besos de amor eran malos. El sexo era tema tabú, aunque indirectamente se aludía a él, en el ámbito de las relaciones marido-mujer. La obra de Gerard incluye también la cuestión de una niña de 12 años, que se atreve a preguntar las reglas de la actividad sexual, a lo que Elena Francis responde, “ligada a esta actividad está la función más importante de la mujer, que es la maternidad”.

En otra ocasión, la experta hace una disertación sobre en qué lugar de la cama debe dormir la mujer casada. A una chica, que sale con un novio más bajo que ella y que le prohíbe llevar tacones, la anima a que se haga muchas ilusiones, “yo, francamente, no le veo para ti”; mientras a una mujer que comprueba que su marido es homosexual y va a bares de gays le aconseja “no hacer demasiado caso de los rumores. Compórtese como si no hubiera ocurrido nada, con el fin de que su esposo recobre la confianza perdida. Extreme sus atenciones pero sin que él advierta nada. Cree un grato ambiente en la casa para que él no sienta la necesidad de salir”. Aunque en otros casos de homosexualidad, doña Elena opina que lo mejor es acudir al médico para que le cure el ‘trastorno’. En cuestiones de embarazos prematrimoniales la experta es tajante y “la falta” o “el fallo”, es siempre culpa exclusiva de la mujer. “Siendo tu la responsable” o “tu enorme equivocación”, son expresiones habituales.

La mujer abnegada y atada al matrimonio

Según Gerard Imbert, “la filosofía del programa era la de proponer un modelo de mujer abnegada, sufridora, entregada enteramente al hogar y capaz de cualquier cosa con tal de salvar la unidad familiar. Infidelidades, malos tratos, alcoholismo… Todo había que soportarlo por el bien de los hijos y su futuro”. “El matrimonio era un contrato en el que el hombre podía romper todas las reglas pero la mujer ninguna”, comenta Pura Sánchez.

A lo largo de sus 36 años de vida en antena, el consultorio adoptó diversos formatos y tiempos de duración, que oscilaron entre 30 minutos y una hora. Se ponían canciones dedicadas, se leían autobiografías o vidas de santos, como modelos a imitar, pero el cuerpo principal del programa consistía en leer las preguntas de las oyentes y darles consejo. Algunas cartas, si así se solicitaba, eran contestadas por correo, lo que servía como confirmación de que doña Francis existía y no era una mera leyenda. Según Imbert, “el formato del programa cumplía también una función que subrayaba la ideología del mismo. Todo estaba muy regulado, la música, la lectura de la pregunta planteada por la oyente, un breve paréntesis amenizado por una melodía, en el que pareciera que doña Francis estaba pensando la respuesta y el comentario. Era como un ritual, una misa. La voz que daba vida al personaje era también cuidadosamente elegida. Debía ser grave, con un cierto tono entre autoritario y maternal, porque había muchas Elenas Francis encerradas en una: la amiga, confidente, directora espiritual; pero también la censora, la juez, la represora. Todo estaba empapado de grandes dosis de maternalismo”.

La ranciedad de los consultorios de la época

Escuchar alguno de aquellos programas puede ser hoy un viaje al surrealismo mágico de la época, pero en realidad casi todos los consultorios para mujeres destilaban el mismo olor rancio y denigratorio para el sexo femenino. Un reciente programa de RNE sobre el tema que nos ocupa, titulado Elena Francis, el consultorio de la mujer sumisa, recuerda como existían muchos espacios femeninos, en las ondas o en las revistas, de corte similar. En uno de ellos, Carta de España, en la radio, la condesa de Quintanilla, que luego sería la condesa de Romanones –la misma que escribió un libro diciendo que había sido espía de los servicios secretos estadounidenses–, respondía a la pregunta de ¿qué cualidades busca la mujer en un hombre?. “Yo creo que busca las que ella no tiene, que sea muy equilibrado, porque las mujeres somos muy emotivas y menos equilibradas. Necesitamos ver que el hombre supera, muchas veces, las cosas que nos faltan a nosotras”, argumentaba la condesa, norteamericana de origen y española de matrimonio, que sintonizó muy bien con el modelo femenino franquista.

De mujer a mujer fue otro programa de RNE, en el que la señorita Teresa, llegada de la ciudad, daba consejos de higiene a las habitantes de un pequeño pueblo. Espacios pensados para ellas, pero que también escuchaban muchos hombres, especialmente taxistas, mecánicos y tenderos. Cualquiera que tuviera una ocupación que pudiera desempeñarla al mismo tiempo que oía la radio.

En 1961 las cortes franquistas aprueban la Ley de Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la mujer. Según Pura Sánchez, “el régimen se había apuntado al desarrollo económico y quería pasar de la época del autoabastecimiento a la del fomento del consumo. Necesitaba, por tanto, que las mujeres se pusieran a trabajar para impulsar la economía y para convertirse en potenciales consumidoras, que luego compraran un frigorífico o una lavadora. Era una nueva filosofía, contraria a la de la posguerra, que propició la vuelta de las mujeres al hogar y demonizó a las republicanas, como integrantes de la clase obrera”. Claro que este nuevo papel de la mujer necesitaría también de una nueva moral, pero no fue así. Como cuenta el programa de RNE, “años después de la aprobación de la ley, en 1966, Pilar Primo de Rivera, la delegada nacional de la Sección Femenina de La Falange, aclaraba en la radio : ‘el principal papel de la sección femenina es que la mujer se centre. Porque, indudablemente, en estos momentos la mujer tiene que trabajar, tiene que estudiar, pero por encima de todas estas cosas, lo primero para una mujer casada es la vida familiar, de matrimonio y el cuidado de los niños. Una mujer no puede desentenderse de la educación y el cuidado de sus hijos, de ser una compañera y amiga de su marido. Que si tiene que trabajar, tiene que trabajar, pero sin perder lo primordial, que es esto”.

Ciertamente era difícil centrarse, cuando por una parte debías ser moderna y ponerte a la altura de otros países -España, por aquel entonces, tenía el índice más bajo de Europa de mujeres trabajadoras- y por otra, seguir siendo la abnegada esposa, cuya principal misión era llevar el timón del hogar. Pero el consultorio de Elena Francis no cambió en casi nada su ideología. Según Pura Sánchez, “si abrió la mano algo con la ley del divorcio. Aquí la señora Francis aconsejaba primero resignación, luego irse a casa de la madre y, finalmente, si la cosa estaba muy mal, el divorcio. Pero seguía el discurso del temor de dios y el chantaje emocional con los hijos. También es verdad que con el tiempo, los casos de homosexualidad o alcoholismo, se veían más desde un prisma científico y médico y se trataba a los esposos con estas “dolencias”, como enfermos a los que había que curar. Y , por supuesto, el sexo seguía siendo tema tabú”.

Como cuenta el programa de RNE, los últimos años de emisión del consultorio dejaban traslucir ya el cambio social. Algunas oyentes se interesaban por la obra de Albert Camus; otras pedían la receta del pollo al chilindrón y muchas seguía firmando sus cartas con pseudónimos como “una desgraciada”, “una mujer que sufre”, “una esclava del amor”, “una despechada”, “una víctima de su propio error” o “una pecadora arrepentida”.

lunes, 16 de diciembre de 2013

El feminismo manchego de principios del XX: Eduardo Malaguilla.

El nombre de Eduardo Malaguilla resuena un poco en la memoria escrita de esta ciudad. Porque evoca una imprenta bien conocida por los aficionados a coleccionar libros raros de esta capital de provincia, que es una pena de capital o una capital de pena, aunque, antes, más que tenerla la daba, que no es poco progreso.

El personaje posee intríngulis, porque fue un científico que quiso hacer carrera de escritor y algunos trabajos suyos apuntaban maneras; lástima que muriera de joven (1905), como otros se mueren de viejo, el mismo año en que publicó en Ciudad Real, en la imprenta Pérez Hermanos, su polémica Caracterización cerebral de la mujer, que es la obra que me ocupa.

El famoso escritor y editor cubano Eduardo Zamacois lo conocía personalmente y le consagró un capítulo entero de su Río abajo. Almas, paisajes, perfiles perdidos, recolección de artículos que vendió por una miseria (cien pesetas viejas y de las de entonces) al editor madrileño Pueyo. Ambos habían compartido algunas asignaturas en la Universidad Central y, habiendo hecho amistad por sus gustos comunes, el amigo sintió su muerte y le dejó un hermoso artículo necrológico.

Zamacois, con buen ojo para el talento, como demostró en la editorial de novela corta que dirigió, escribió de él que era "un gran espíritu que pasó por la vida sin abrir los labios". Poco antes de morir le había hablado de un libro que pensaba publicar, titulado Canciones infantiles, que ignoro por dónde andará, si es que anda. Malaguilla pertenecía a la Real Sociedad Española de Historia Natural y entre sus profesores madrileños tuvo a eminencias como el darwinista valenciano Eduardo Boscá y Casanoves (1843-1924) y a José Madrid Moreno (1863-1936), de la Real Academia de Medicina. El primero prologó el libro que voy a comentar, y al segundo está dedicada la dedicatoria manuscrita del ejemplar que poseo.

Malaguilla consultó para elaborar el ensayito que voy a comentar la rica biblioteca del filósofo Juan Marina Muñoz, discípulo de Unamuno y abuelo de nuestro famoso ensayista Juan Antonio Marina, en Toledo, de donde era catedrático. Así lo dice en su capítulo octavo, "Diferencias fisiológicas mentales de los sexos": "A la amabilidad de mi distinguido amigo el catedrático de este instituto, don Juan Marina, que posee una hermosa biblioteca de Psicología antigua y moderna, he debido el poder convencerme de que los trabajos serios de psicología de la mujer están por hacer".

Ya he hablado de este abuelo de Marina en mi ensayito sobre escritores manchegos del XIX, así que no me voy a extender más sobre el personaje. Continuando con nuestro "feminista" manchego, hay que añadir que había emprendido su corta carrera literaria estrenando en el Teatro Cervantes de Ciudad Real, que se situaba en el antiguo edificio de Correos, frente a mi casa, La prueba del espejo, "revista cómico-lírica en un acto y cuatro cuadros" con letra suya y de un tal Huete, también vástago de la localidad, y con música de un futuro gran musicólogo, cuya estancia y actividad en Ciudad Real, antes de que se lo llevara a Madrid José Castillejo, ha sido muy poco divulgada: José Subirá. Más tarde publicó una colección lírica llamada Poemas relámpagos (C. Real: Pérez Hermanos, 1901). En ese mismo año se juntó una gavilla de escritores manchegos (Amadeo Barcina Pastor, Fernando Franco Fernández y el propio Malaguilla) bajo el amparo del famosísimo humorista y escritor conquense Luis Esteso López de Haro (abuelo de la desgraciada pareja de Pajares, con quien no tiene punto de comparación, y todo un hombre de letras amante de los clásicos completamente olvidado hoy, cuya obra jocosa e impecablemente escrita, compuesta por poemas, teatro breve y monólogos humorísticos, además de libros de viajes y artículos serios, convendría rescatar) y publicaron una antología conjunta de versos, El palacio de las Musas (Madrid: Librería de Fernando Fe, 1901).

De todos estos escritores, el único cuyo nombre se recuerda hoy después que el de Esteso es el del veterinario Amadeo Barcina Pastor, (1874-1944) natural de El Viso del Marqués y muy popular entre sus coterráneos como periodista y autor de poemas satíricos (dejó inédito, entre otros, un libro suyo con un centenar de sonetos, así como un volumen de cuentos costumbristas manchegos). Don Amadeo creó, dirigió y, en parte, redactó un periódico de título bien significativo, El Único, para El Viso, del que solo conserva ejemplares un tal Isidro Orellana Tarazaga, según cuenta el benemérito investigador José Muñoz del Campo al hablar de su figura en este artículo. El periódico empezó a salir en 1915, con colaboradores tan ilustres como el novelista Emilio Cornejo Caminero, de quien tengo no pocos títulos en mis estantes, y una segunda época del mismo empezó en Valdepeñas en septiembre de 1929. Don Amadeo era un gran dinamizador cultural y dirigió mucho tiempo la Sociedad Cómico Dramática "Talía", que representó muchos de nuestros clásicos; tuvo un hijo que le siguió en la afición a las letras, Cristino Barcina Muñoz, autor de una curiosa obra normativa, Mil vocablos incorrectos de la lengua española, (Madrid, 1980).

Nuestro Malaguilla deja prudentemente sus opiniones más polémicas para el final. En el prologuillo, sin embargo, ya deja bien clara su opinión:

"Ni la mujer sana y tonta por cuya preconización aboga Moebius, ni la mujer sabia y discutidora que entusiasma a Bebel son tipos admirables ni debemos desearlos para lo porvenir. Y los que creyendo en una o en otra razón trazan la vida de la mujer con arreglo a sus fantasías, se exponen a destruir su propia dicha y la de los demás. En nuestro país aún no hace mucho tiempo que se consideraba deshonroso hasta enseñar a la mujer a leer y escribir".

Malaguilla comienza citando los estudios y datos de un montón de antropólogos alemanes, franceses, italianos e ingleses y compara pelvis, estatura, húmeros y cráneos de hombres, mujeres, gorilas, orangutanes y chimpancés africanos, asiáticos y europeos (no hay simios europeos, salvo los titis, aunque alguno pueda pensar que sí). Luego mira si se distingue algo la composición de la sangre de ambos sexos. De ello deduce algo que ya sabíamos: la debilidad corporal de la mujer. Luego se centra en el cráneo, deduciendo correctamente que la mujer posee una menor capacidad craneal, de lo que deduce su inferioridad. Curiosamente, para él los parisienses y auverneses (¿¡!?) son los más cabezones. En fin, que comparados hombre y mujer las mujeres poseen cerca de 220 centímetros cúbicos menos. Es más:

Las diferencias de capacidades craneales entre los hombres y las mujeres de hoy son una tercera parte más pequeñas que las mayores diferencias de raza en la actualidad y una mitad que los términos extremos históricos y etnológicos (p. 40)

Nuestro feminista señor Malaguilla acompaña sus aseveraciones con todo tipo de estadillos y gráficos de cabezas caledonias, merovingias, guanches, vascas, corsas, bretonas, negras tasmanias, chinas, galesas, esquimales y nubias. Y suelta el siguiente disparate:

Si mi modesto ensayo tuviese la aceptación que requería solo la buena voluntad con que lo escribí, yo continuaría estos apuntes con el estudio de algunas familias en las que el prognatismo se hereda "solo por las mujeres", conservando  los hombres cráneos ortognatos normales. Este hecho, repetido en La Mancha con una frecuencia aterradora, me ha hecho afirmarme en mi creencia de que la mujer tiene una tendencia notable a heredar todas las formas cerebrales primitivas, que, con la falta de ejercicio mental, se afirman en ella y se repiten de generación en generación.

Más polémica es la ceguera de Malaguilla respecto a la cuestión de las circunvoluciones craneales; se le escapa que la inteligencia no es cuestión de peso, sino de uso, y que no se localiza en los huesos del cráneo precisamente. Malaguilla se esfuerza en desacreditar a Topinard, para quien no hay diferencia alguna entre la estructura del cerebro masculino y femenino, y aduce a Rudinger, que observó algunas diferencias de tamaño en algunas áreas y observó que hay diferencias sensibles en los lóbulos frontal y temporal, "tan importantes para vida psíquica".

Y pasa Malaguilla a diferenciar la psicología de ambos sexos., bien provisto de alemanes, franceses (entre ellos Binet, que no es manco), italianos y anglosajones (entre ellos James, quien tampoco lo es). Es significativo que diatribe contra un krausista como el belga Guillaume Tiberghien (1813-1901) considerando "disparatadas" sus ideas sobre los sexos.

"Y no hago ni siquiera mención de los innumerables trabajos en que las feministas y antifeministas desahogan sus iras, porque todo estudio que no lleve en sí una sólida base científica y una serena altura de miras, debe tirarse por inútil. A la cabeza del viejísimo movimiento feminista, figuran obras cuyo solo título provoca la risa. Una veneciana nacida en 1855 escribió un libro con el título Del mérito de las mujeres. En 1600 apareció uno de Moderada Fonte destinado a la defensa intelectual de la mujer. Guillermina María Ana escribió otro en París el año 1668 que se nombra Que el sexo femenino vale más que el masculino. Y así, por este estilo, con lemas y demostraciones curiosísimas, hemos venido soportando hasta la actualidad novelas de comedor, psicologías de enamorado, leyendas áureas que se trazaran en caldeados gabinetes o ante bellas estatuas". p. 74.

"Acaso el convecimiento de la inferioridad mental de la mujer lleva encerrado en sí el desprecio a su sexo? Todos los legisladores y los teúrgos y los profetas han predicado el amor a los débiles. Cuanto más conocida es su debilidad, menos se les ataca. Mucho mejor defenderéis a un ciego poniendo al descubierto sus ojos vacíos que llenando sus manos de puñales. Para que se respete a la mujer, hada mejor que divulgar la escasez de sus fuerzas. Por eso mi labor, que a muchos parecerá de destrucción, es de defensa. Es la defensa de la mujer, débil madre, hermana y compañera de nuestra existencia"

Precisamente lo que ya apreciaba la destacada feminista Simone de Beauvoir en su clásico estudio El segundo sexo, aunque para combatirlo: que a lo largo de la historia la mujer siempre se ha considerado como algo relativo, no sustantivo, como algo vicario o subordinado a un superior: como madre, hermana, esposa o hija. La mujer siempre ha estado atada a las circunstancias y no se ha sustantivado.

Sobre la psicología femenina Malaguilla se decanta por los trabajos del alemán Paul Julius Möbius o Moebius (1853 - 1907) y despacha en unas líneas a Belltez, de Stuttgart, a Lily Braun "que canta el futuro endiosamiento de la mujer con los ideales socialistas" y  a Lombroso y Ferrero, que "dedican cerca de doscientas páginas en forma aforística al estudio de la capacidad mental del sexo femenino". Menciona a una escritora antifeminista, Fanny Sewald, y apenas dice nada de Runge y Scheleur. En resumen, su caracterización psicológica de la mujer es, por ejemplo, el misoneísmo:

1. Conservación de ideas primitivas y resistencia a la innovación. "La costumbre es para ella la más poderosa de las leyes [...] Así se han sostenido en los salones imperios podridos que se apoyaban en trajes lujosos; así confiesan los popagandistas de nuevas religiosas y sociales el escaso número de sus adeptos en el bello sexo. La moda, único progreso de que ellas se ufanan, es cada vez más antinatural y antihigiénica. Ni realza sus bellezas ni las conserva, obedeciendo siempre o casi siempre a los más disparatados caprichos. Sin embargo, la moda conserva adornos que, como los pendientes, son patrimonio de pueblos primitivos y salvajes. Lo desconocido, en lugar de atraer, repugna fuertemente al bello sexo", p. 78.

2. Desconocimiento del propio análisis. "La mujer no tiene la mejor idea de su yo. Una prueba de ello es que, cuando alguien combate a la mujer, se defienden todas como si fuesen una sola. No tienen conciencia de su individualidad, tan poderosa en los seres superiores. Saben que son mujeres y quieren tener todas las mismas ideas, como si las ideas fuesen patrimonio de los sexos y tuviesen que ser en cada uno de ellos idénticas. Cuando no conversan se aburren, según su propia confesión, porque ignoran las delicias de conversar consigo mismas. La observación de lo externo está en ellas tan desarrollada como nula es la de lo interno", pp. 78-9.

3.Asimilación de los juicios ajenos por la carencia de los propios. "La mujer es esclava de la opinión. El "qué dirán" es la más poderosa de sus leyes morales. La opinión de la mayoría la seduce porque no exige el dolor del propio raciocinio y se comprende con facilidad. Cuando se aparta de la opinión del vulgo, raras veces, toma la de los hombres más populares por lo que tiene de distinguida. Una dama aristócrata que tiene en los salones madrileños fama de inteligente, nos declaraba en una ocasión con razonamientos nada vulgares su pasión por la moderna música alemana y polaca. Pero, a continuación, me decía que todas las novelas le parecían iguales y pesadas, prueba evidente de que no eran suyas las apreciaciones", p. 80. El autor se extiende en consideraciones sobre que las mujeres son incapaces de retener el sentido de una frase larga, mientras que los hombres sí pueden. "Es un  hecho sobradamente conocido que las mujeres discuten más las cosas pequeñas que las grandes y tienen a las primeras especial afición. Escuchad la charla de cualquier reunión de señoras y os convenceréis", p. 80.

4. ¿Dónde están las manifestaciones de la actividad mental de la mujer? "No es en la ciencia. Por cada 10000 hombres que la cultiven encontraréis una sola mujer que a ella se dedique. Y su labor (aun en aquellas ciencias que más propias le son, como la obstetricia), según confiesan la mayoría de los doctores, ha sido extraordinariamente perjudicial. No es en el arte; muchas se precian de saber pintar... ¡calcando los grabados! Herejía que ningún adorador de la pintura se ha atrevido siquiera a pensar y prueba plena de que ellas subordinan el Arte, como todo, a su lucimiento. No sienten el placer de crear y lo que las importa es el admirativo efecto final que sus cuadros causan. Una señora que se dedicaba a esta enseñanza, me confesó que se había visto obligada a establecerla porque todas sus discípulas querían prender enseguida sin aprendizaje de ninguna especie de dibujo. Por el procedimiento del calco había enseñado a pintar a más de 20000 discípulas, mientras que solo unas 50 se habían prestado gustosas a una formal enseñanza. Y en cuanto a estas últimas, mirad los museos y todas sus obras se reducen a bodegones y ramitos de flores. En música las cultivadoras son infinitas. Pero, ¿me queréis citar los nombres de las compositoras célebres? En arquitectura y escultura, cero. En literatura, si exceptuáis unos pocos nombres -las excepciones no son la regla- es necesario huir de sus obras como de la peste. Solo en declamación se suelen distinguir algunas, que no llegan nunca a igualar a los grandes actores. En las profesiones manuales el hombre aventaja a la mujer y la arruina cuando con ella compite. Hasta las obras de economía doméstica (cooperativas, economatos, cajas de ahorros, etc.) son organizadas y dirigidas por el hombre", p. 81-82.

5. Caracteres complementarios. "Asustan a la mujer los esfuerzos mentales y, como no los conoce ni comprende, es incrédula y suele tachar de diabólicos los inventos. Toda su inteligencia se desplega cuando ama porque esa es su única y natural misión en la vida: la maternidad. Por tal motivo, como dice Moebius, la mujer que de soltera parecía tener un ingenio brillante, transfórmase de casada en una mujer "afable y tonta". Ha estado siempre sujeta la mujer al dominio del hombre primero como esclava, hoy como compañera, y esta es la mejor prueba de su menor valer. No ha sido ella la que rompió las cadenas de su esclavitud, sino el hombre que la elevó y la educó, y si continúa en su noble tarea, la pondrá en estado de comprenderle y ayudarle, pero jamás de igualar sus obras", p. 82-83.

Por último remacha nuestro manchego con estas ideas, que bien pudieran haber venido de otro clásico feminista manchego (así se atreven a llamarse), como fue el influyente Severo Catalina del Amo en su La Mujer en las diversas relaciones de la familia y de la sociedad. Apuntes para un libro (Madrid, Imprenta de Luis García, 1858), a quien no cita en absoluto. Por demás, que el tema preocupaba en nuestra Mancha puede desde luego colegirse de otras obras como la conferencia leída en el Centro Regional Manchego de Madrid el día 14 de marzo de 1910 por José Quilis Pastor, La mujer (Madrid: Imprenta Centro Gráfico Artístico, 1910), del que no vamos a ponernos a hablar aquí sino a costa de alargar ya demasiado este ensayito. Me hubiera gustado conocer la opinión de nuestra mejor novelista y periodista de principios del XX, Micaela Peñaranda y Lima, sobre este asunto.

"Protesto contra el aserto de Moebius de que la civilización es enemiga de la maternidad. La humanidad camina hacia el bien y la civilización que siempre lo es no puede ser contraria a una ley natural. Creo que puede educarse a la mujer de una manera tal que, sin exigirla el abandono de sus primeros deberes de madre, la haga en lo porvenir nuestro aliado y no nuestro adversario. Soy feminista. No de los que proclaman la superioridad de la mujer para explotar su debilidad. Soy de los que incansables pregonan su incultura y su ineducación para elevarla hacia nosotros. Me parece que la amo más pidiendo su instrucción que proclamando su sabiduría. Quiero para ella leyes menos rígidas y cultura más satisfactoria. Confío ciegamente en los efectos de la educación que de esclava la convirtió en compañera y acabará por hacerla aliada. Me alarma la monotonía de su triste destino y ni deseo hacerla doctora ni condenarla a costura perpetua. Reclamo el testimonio de la Medicina para demostrar que la vida casera la llena de dolencias y la universitaria de locuras", p. 83.

El trabajito se acompaña de una bibliografía de nada menos que medio centenar de autores, en su gran mayoría extranjeros. Cabe entender que, ante ideas como estas, algunas destacadas "feministas" de la presunta izquierda en la República pidieran que no se concediera el voto a las mujeres, porque pensaban que votarían lo que les dijesen sus confesores. ¡Hasta qué punto se ha alienado en la falta de libertad a los españoles y, más particularmente, a la españolas!,

Los pasajes en cursiva son de Malaguilla, no de quien esto suscribe.

sábado, 25 de agosto de 2012

Motivos para el feminismo


Lola García-Ajofrín, “Tomaré pastillas para matarme” en El País,  Kabul 25 de Agosto de 2012:

El abandono del hogar o el sexo fuera del matrimonio son algunos de los ‘delitos morales’ que mantienen recluidas a unas 400 mujeres en las cárceles afganas.

Yasmín ya sabe lo que hará cuando salga de la cárcel de mujeres Badam Bagh, en Kabul (Afganistán): “Iré a casa de mis padres, cogeré un bote de pastillas y me mataré”. Es una de las cerca de 70 reclusas condenadas en esta cárcel por los denominados “delitos morales”, que incluyen la huida del domicilio —en muchos casos, huyendo del maltrato— y el delito de zina, o sexo fuera del matrimonio.

Su historia suena casi con las mismas palabras que la de la mayoría de condenadas por estos delitos: matrimonio forzado, maltrato, abusos, huida y condena. En algunas ocasiones, también hay un novio de por medio. Es la historia de unas 400 jóvenes y niñas en todo el país, según Human Rights Watch. Solo cambian la cara y el nombre.

Mamem Bahara, de 18 años, atraviesa con parsimonia el patio de la cárcel, en el que gotean unas camisolas de manga larga y unos cuantos niños descalzos que lloran al unísono se esconden tras sus madres.

Es la mayor cárcel de mujeres de Afganistán, pero por las edades de las reclusas parece un instituto. “Y es la mejor equipada”, explica Tariq Sonnan, de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, en sus siglas inglesas), que trabaja con mujeres reclusas desde 2008. “La mayoría de las presas están en la cárcel por ‘delitos morales’, y algunas de ellas son víctimas de abusos”, añade. Badam Bagh significa “jardín de almendras”. Amargas.

A Mamem la sacaron del colegio para casarla con un hombre de 40 años. Dice que quería estudiar Periodismo y que era buena en la escuela. Cuando se comprometieron, no sabía que su marido tenía hijos. Fue un matrimonio forzado, en el que aguantó dos meses.

—¿Por qué estás en prisión, Mamem?

—Por huir.

—¿De tu casa?

—De mi marido.

—¿Cómo era?

Pone cara de asco.

—Viejo, feo... horrible —se ríe.

—¿Te pegaba?

Duda un momento y responde.

—Me pegaba siempre.

Mamem está en contacto con su madre, no con sus hermanos, que creen que sigue casada. “Si se enteran de que estoy en la cárcel me matarán”, asegura. El rechazo social es la segunda parte de la condena.

“Ni sus propias familias aceptan a una mujer que ha pasado por prisión”, afirma Huma Safi, de Women for Afghan Women, una ONG que en colaboración con el Gobierno afgano y UNODC gestiona viviendas para las mujeres que tras salir de la cárcel no tienen adónde ir. Se las conoce como “casas de la esperanza”. En Afganistán tienen dos, en Kabul y en Mazar-i-Sharif.

Lalsat es una de las 14 chicas que viven en la casa de Kabul. Todas, excepto dos, fueron condenadas por “delitos morales”. Se arremanga la camiseta con mal gesto y enseña una cicatriz larga y fea que atraviesa la mano hasta casi el antebrazo. “Ves, por esto me escapé”, masculla. Tenía 15 años cuando sus padres la casaron con un hombre de 50, con dos esposas y 12 hijos. “Me pegaba por todo. Decía que le quitaba dinero. Un día me hizo esto con el cuchillo”, admite. Ese día se escapó.

Los casos se repiten en todo el país hasta el absurdo. En febrero de 2012, Human Rights Watch publicó el informe I had to run away (Tuve que huir), con 58 entrevistas a condenadas por “delitos morales” en 24 cárceles y centros de rehabilitación de menores de Afganistán. Su autora, Heather Barr, explica en un café de Kabul que más de la mitad de las mujeres (52%) que entrevistó reconoció sufrir violencia física en casa, el 39% en el último año. Y que, pese a algunos cambios aparentes —en el Parlamento afgano hay un 29% de mujeres, gracias a una cuota aprobada en 2005—, casi 11 años después de la caída del régimen talibán, Afganistán es uno de los peores países del mundo para las mujeres.

Ha pasado más de una década de la invasión estadounidense del país y desde que 30 representantes de los cuatro grupos mayoritarios del país —pastunes, tayikos, uzbekos y hazaras— firmaran el llamado Acuerdo de Bonn, con el que nacía un nuevo Afganistán, en teoría también para las mujeres.

En teoría han mejorado algunas cosas: la creación de un Ministerio de Asuntos de la Mujer, en 2004; una nueva Constitución, que garantiza la igualdad de derechos, y la adopción, en 2009, de la Ley para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Pero ni un millar de mujeres policías ni el 20% de funcionarias con las que cuenta hoy el país disimulan la general amputación de los derechos de las afganas.

Desde 2008, entre el 70% y el 80% de los matrimonios en Afganistán fueron forzados, según la ONU, en muchos casos con contrayentes menores; pese a la apertura de escuelas de niñas, menos del 15% de las afganas sabe leer y escribir; la esperanza de vida femenina no alcanza los 45 años (la de las españolas es de más de 84); el maltrato sigue estando generalizado, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y las cárceles están llenas de víctimas de maltrato que huyen de sus verdugos.

El abandono del hogar es una figura recurrente en la historia de estas mujeres. “En el código penal de Afganistán, huir no es un delito como tal”, asegura Heather Barr. Sin embargo, en respuesta a las numerosas condenas por este motivo, en 2010 el Tribunal Supremo afgano alegó la vulnerabilidad de las mujeres que al abandonar el hogar “podrían cometer delitos como el adulterio y la prostitución, en contra de los principios de la sharía (ley islámica)”.

El mulá Abdul Hadi Hemat, de 30 años, se esmera en explicar que la sharía no permite a una mujer el abandono del hogar sin el permiso del marido, “en ninguno de los casos”. “En los casos de huida, el sagrado Corán sugiere tres opciones: los consejos del marido a su mujer para que no se escape; que interceda la familia para solucionarlo o, en último caso, el divorcio”. ¿Y si le pega? “El islam dice que seamos pacientes”, responde.

Mientras, en la cárcel, la reclusa Yasmín sigue determinada a rematar su condena.

—Yasmín, ¿has dicho que te matarás?

—Sí, me mataré. He defraudado a mi familia y para ellos he perdido el honor. No merezco vivir.