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martes, 2 de junio de 2020

Byung-Chul Han y el dataísmo

Entrevista de César Rendueles a Byung-Chul Han, en El País, 20 de mayo de 2020

Byung-Chul Han: “El dataísmo es una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento”

El filósofo coreano, que en su último ensayo afirma que la conversión de la producción y el rendimiento en valores absolutos está desritualizando cada vez más a la sociedad, cree que la violencia que el ser humano ejerce contra la naturaleza se está volviendo contra él con más fuerza

El filósofo alemán vivo más leído en todo el mundo es coreano. Byung-Chul Han (Seúl, 1959), profesor en la Universidad de las Artes de Berlín, se dio a conocer en todo el mundo hace 10 años con La sociedad del cansancio. Desde entonces ha publicado más de una decena de ensayos formalmente similares —muy breves y con una escritura clara y directa— en los que desarrolla una peculiar crítica comunitarista de distintos aspectos del capitalismo contemporáneo. Su último trabajo es La desaparición de los rituales (Herder, 2020). Esta entrevista se hizo por correo electrónico.

PREGUNTA. En su libro define los rituales como acciones simbólicas que generan una comunidad sin necesidad de comunicación. En cambio, según plantea, en las sociedades actuales abundaría más bien la comunicación sin comunidad. ¿Cómo imagina esa “comunidad-sin-comunicación” perdida? Los ejemplos que usted pone pertenecen al pasado o a pequeños pueblos campesinos e insiste en que el causante de esa destrucción comunitaria es el neoliberalismo. ¿Ha habido otras épocas del capitalismo más abiertas a los rituales? ¿Es incompatible la modernidad y la comunidad o la incompatibilidad se da exclusivamente entre capitalismo y comunidad?

RESPUESTA. La desaparición de los rituales señala sobre todo que, en la actualidad, la comunidad está desapareciendo. La hipercomunicación consecuencia de la digitalización, nos permite estar cada vez más interconectados, pero la interconexión no trae consigo más vincu­lación ni más cercanía. Las redes sociales también acaban con la dimensión social al poner el ego en el centro. A pesar de la hipercomunicación digital, en nuestra sociedad la soledad y el aislamiento aumentan. Hoy se nos invita continuamente a comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos o preferencias, incluso a que contemos nuestra vida. Cada uno se produce y se representa a sí mismo. Todo el mundo practica el culto, la adoración del yo. Por eso digo que los rituales producen una comunidad sin comunicación. En cambio, hoy prevalece la comunicación sin comunidad. Cada vez celebramos menos fiestas comunitarias. Cada uno se celebra solo a sí mismo. Deberíamos liberarnos de la idea de que el origen de todo placer es un deseo satisfecho. Solo la sociedad de consumo se orienta a la satisfacción de deseos. Las fiestas no tienen que ver con el deseo individual. En el juego colectivo uno no procura satisfacer su propio deseo. Antes bien, se entrega a la pasión por las reglas. No estoy diciendo que tengamos que volver al pasado. Al contrario. Sostengo que tenemos que inventar nuevas formas de acción y juego colectivo que se realicen más allá del ego, el deseo y el consumo, y creen comunidad. Mi libro va encaminado a la sociedad que viene. Hemos olvidado que la comunidad es fuente de felicidad. La libertad también la definimos desde un punto de vista individual. Freiheit, la palabra alemana para “libertad”, significa en origen “estar con amigos”. “Libertad” y “amigo” tienen una etimología común. La libertad es la manifestación de una relación plena. Por tanto, también deberíamos redefinir la libertad a partir de la comunidad.

P. Su descripción de nuestro mundo como crecientemente alejado de los rituales se opone a quienes ven el capitalismo como una sociedad hiperritualizada. Desde ese punto de vista, que usted critica, el consumo tendría una fuerte dimensión ritual e incluso religiosa: los supermercados o los estadios serían nuestros templos. ¿Por qué le parece incorrecto interpretar las prácticas capitalistas o burocráticas como formas secularizadas de rituales religiosos?

R. Rechazo la tesis de que el capitalismo es una religión. Los centros comerciales son todo lo contrario de un templo. En los centros comerciales, y en el capitalismo en general, domina una atención particular. Todo gira en torno al ego. Según Malebranche, la atención es la oración natural del alma. En los templos encontramos una forma totalmente diferente de atención. Se presta atención a cosas que no se pueden alcanzar con el ego. Los rituales me alejan de mi ego. El consumo refuerza la obsesión con él. No soy creyente, pero me gusta asistir a las celebraciones religiosas, católicas por supuesto. Cuando me dejo embriagar por los cánticos, la música del órgano y el aroma del incienso me olvido de mí mismo, de mi ego, y experimento una hermosa sensación de comunidad. En mi libro cito un apunte de Peter Handke: “Con ayuda de la misa, los curas aprenden a tratar bien las cosas: la manera delicada de sostener el cáliz y las hostias, la limpieza sosegada de los vasos, la manera como pasan las páginas del libro; y el resultado de ese hermoso modo de tratar las cosas: una alegría que da alas al corazón”. Hoy en día damos un uso muy diferente a las cosas. Las agotamos, las consumimos y las destruimos. En los rituales las tratamos de una manera totalmente distinta, con cuidado, como si fuesen amigas. Las cosas ritualizadas también pueden crear comunidad.

Los rituales poseen un factor de repetición, pero es una repetición animada y vivificadora. No tiene nada que ver con la repetición burocrática-automática. Hoy en día vamos constantemente a la caza de nuevos estímulos, emociones y experiencias, y olvidamos el arte de la repetición. Lo nuevo se trivializa rápidamente y se convierte en rutina. Es una mercancía que se consume y vuelve a inflamar el deseo de algo nuevo. Para escapar de la rutina, del vacío, consumimos aún más estímulos nuevos, nuevas emociones y experiencias. La sensación de vacío es precisamente la que activa la comunicación y el consumo. La “vida intensa” que actúa como reclamo del neoliberalismo no es sino consumo intenso. Existen formas de repetición que crean auténtica intensidad. Me encanta Bach. He tocado más de 10.000 veces las arias de las Variaciones Goldberg, y cada vez experimento una felicidad. Personalmente, no necesito nada nuevo. Me encantan las repeticiones, los rituales de la repetición.

P. Una tesis muy sugerente de su libro es que los rituales permiten que los valores de una comunidad se asimilen corporalmente. Me parece una idea cercana a aquello que decía Pascal: “Si no crees, arrodíllate, actúa como si creyeras y la creencia llegará por sí sola”. Usted plantea que, en cambio, vivimos en una sociedad de las pasiones marcada por el culto narcisista a la autenticidad, donde lo único que cuenta es la sinceridad de nuestras emociones.

R. Los rituales anclan la comunidad en el cuerpo. Sentimos físicamente la comunidad. Precisamente en la crisis del coronavirus, en la que todo se desarrolla por medios digitales, echamos mucho de menos la cercanía física. Todos estamos más o menos conectados digitalmente, pero falta la cercanía física, la comunidad palpable físicamente. El cuerpo que entrenamos solos en el gimnasio no tiene esa dimensión de comunidad. También en la sexualidad, en la que lo único que importa es el rendimiento, el cuerpo es, en cierto modo, algo solitario. En los rituales, el cuerpo es un escenario en el que se inscriben los secretos, las divinidades y los sueños. El neoliberalismo produce una cultura de la autenticidad que pone el ego en el centro. La cultura de la autenticidad va de la mano con la desconfianza hacia las formas de interacción ritualizadas. Solo las emociones espontáneas, es decir, los estados subjetivos, son auténticas. El comportamiento formalizado se rechaza como falto de autenticidad o como externo. Un ejemplo es la cortesía. En mi libro hago un alegato en contra de la cultura de la autenticidad, que conduce al embrutecimiento de la sociedad, y a favor de las formas bellas.

P. ¿Cree que los partidarios de la nueva derecha radical podrían sentirse identificados con su reivindicación de los rituales y la comunidad? ¿Qué diferencia su propio comunitarismo del de la ultraderecha emergente?

R. La comunidad no se define necesariamente por la exclusión del otro. También puede ser muy hospitalaria. La comunidad a la que se acoplan las derechas está vacía de contenido. Por eso encuentra su sentido en la negación del otro, del extranjero. Está dominada por el miedo y el resentimiento.

P. En el prefacio dice muy explícitamente que este no es un libro nostálgico, pero a menudo hace comparaciones con el pasado muy desfavorables para nuestro presente. En el capítulo dedicado a la guerra, por ejemplo, defiende los antiguos valores guerreros frente a la guerra automatizada moderna, que sería una matanza sin reglas. ¿No está idealizando la guerra antigua? Al fin y al cabo, a lo largo de la historia encontramos una amplia serie de genocidios. La matanza indiscriminada no es exactamente un invento capitalista.

R. Solo quería señalar que la cultura humana se está desritualizando cada vez más, que la conversión de la producción y el rendimiento en valores absolutos está acabando con los rituales. Por ejemplo, la pornografía aniquila los rituales de seducción. En las órdenes de caballería europeas el objetivo principal no era matar al adversario. El honor y el valor también eran importantes. En la guerra con drones, en cambio, lo fundamental es matar al enemigo, que es tratado como un criminal. Después de la misión, a los pilotos de los drones se les hace entrega solemne de una “tarjeta de puntuación” que certifica cuántas personas han matado. También cuando se trata de matar, lo que más cuenta es el rendimiento. En mi opinión, esto es perverso y obsceno. No pretendía decir que las guerras del pasado fuesen mejores que las actuales. Por el contrario, lo que quería señalar es que hoy en día todo se ha convertido en una cuestión de rendimiento y producción. No solo en la guerra, sino también en el amor y la sexualidad.

P. En su ensayo relaciona el auge del big data con un giro en nuestra concepción del conocimiento, que cada vez más entendemos como algo producido maquinalmente. Llega a hablar de un “giro dataísta” análogo al “giro antropológico” de la Ilustración. ¿Es el dataísmo la conclusión de un camino irreversible que ya estaba anticipado en los orígenes de la modernidad?

R. El dataísmo es una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento. No existe un pensamiento basado en los datos. Lo único que se basa en los datos es el cálculo. El pensamiento es erótico. Heidegger lo compara con el eros. El batir de alas del dios Eros lo acariciaba cada vez que daba un paso significativo en el pensamiento y se atrevía a aventurarse en un terreno inexplorado. La transparencia también es pornográfica. Peter Handke dice en una de sus anotaciones: “¿Quién dice que el mundo ya está descubierto?”. El mundo es más profundo de lo que pensamos.

P. La pandemia de la covid-19 está teniendo un impacto enorme no solo en términos sanitarios o económicos, sino también en nuestra subjetividad compartida. En apenas unos días, la noción de “biopolítica” se ha vuelto muy intuitiva. ¿En qué medida cree que la comunicación-sin-comunidad que usted diagnostica en nuestras sociedades está afectando a la manera en que estamos viviendo la epidemia?

R. La crisis del coronavirus ha acabado totalmente con los rituales. Ni siquiera está permitido darse la mano. La distancia social destruye cualquier proximidad física. La pandemia ha dado lugar a una sociedad de la cuarentena en la que se pierde toda experiencia comunitaria. Como estamos interconectados digitalmente, seguimos comunicándonos, pero sin ninguna experiencia comunitaria que nos haga felices. El virus aísla a las personas. Agrava la soledad y el aislamiento que, de todos modos, dominan nuestra sociedad. Los coreanos llaman corona blues a la depresión consecuencia de la pandemia. El virus consuma la desaparición de los rituales. No me cuesta imaginar que, después de la pandemia, los redescubramos.

P. ¿Cree que la pandemia constituye un hito histórico similar a la crisis de 2008, que se traducirá en transformaciones políticas de calado? ¿Qué tipo de cambios sociales cree que vamos a experimentar a raíz del coronavirus?

R. A consecuencia de la pandemia nos dirigimos a un régimen de vigilancia biopolítica. El virus ha dejado al descubierto un punto muy vulnerable del capitalismo. A lo mejor se impone la idea de que la biopolítica digital, que convierte al individuo y a su cuerpo en objeto de vigilancia, basta para hacer al capitalismo invulnerable al virus. Sin embargo, el régimen de vigilancia biopolítico significa el fin del liberalismo. En ese caso, el liberalismo no habrá sido más que un breve episodio. Pero yo no creo que la vigilancia biopolítica vaya a derrotar al virus. El patógeno será más fuerte. Según el paleontólogo Andrew Knoll, el ser humano es solamente la guinda de la evolución. El verdadero pastel se compone de bacterias y virus que amenazan con atravesar cualquier superficie frágil, e incluso reconquistarla, en cualquier momento. La pandemia es la consecuencia de la intervención brutal del ser humano en un delicado ecosistema. Los efectos del cambio climático serán más devastadores que la pandemia. La violencia que el ser humano ejerce contra la naturaleza se está volviendo contra él con más fuerza. En eso consiste la dialéctica del Antropoceno: en la llamada Era del Ser Humano, el ser humano está más amenazado que nunca.

lunes, 18 de mayo de 2020

Mística de la realidad

Un enfoque posreligioso de la trascendencia puede encontrarse en el budismo de Sri Aurobindo, que integra y reinterpreta toda la tradición filosófica occidental y oriental. El término místico aparece en Esquilo y en Herodoto, en el siglo V.º a. C.  Es "un saber no sabiendo / toda ciencia trascendiendo", que engloba e integra a los otros saberes: los incluye porque no es una lógica cognitiva (todas las lógicas, desde la bivalente a la plurivalente, más exacta y menos lineal, se fundan en el tiempo y en la causalidad): para el místico no hay tiempo, puesto que incluye todos los tiempos en un solo ser / no ser, o por decirlo de otra manera, en este tipo de tiempo no tiempo del místico todo es circular y quedar quieto en uno: el futuro fue/es/será pasado. En la película La llegada de Denis Villeneuve esa idea es persistente. "El místico flota y nada donde el psicótico se ahoga". Ese es el principio fundamental de la magia blanca o misticismo, el que formuló Anaxágoras: Todo está en todo

San Juan de la Cruz:

Tres personas y un amado / entre todos tres había / y un amor en todas ellas / y un amante las hacía. / Y el amante es el amado / en que cada cual vivía; / que el ser que los tres poseen / cada cual le poseía, / y cada cual de ellos ama / a la que este ser tenía. / Este ser es cada una / y este solo las unía / en un inefable nudo / que decir no se sabía / por lo cual era infinito / el amor que las unía.

La vida está fuera de la materia, y el alma también, a nuestro alrededor, pero no en el cuerpo, que es solo su instrumento por medio de la conciencia. Y lo único que da sentido y esencia a todo es el amor y su versión material, el bien, "que mueve al Sol y a las demás estrellas".

jueves, 23 de abril de 2020

Camus y El hombre revuelto / L'homme revolté

Albert Camus, la vigencia del no. Pensadores y artistas reflexionan en las Trobades Literàries Mediterrànies sobre‘El hombre rebelde’, el ensayo donde el escritor reivindicó el derecho a la disidencia. En El País, 28 de abril de 2019:

LAURA FERNÁNDEZ

Sant Lluís (Menorca) 28 ABR 2019

El centro del pequeño Sant Lluís, el municipio menorquín de calles rectas y casitas blancas en el que nació Catalina Cardona, la abuela materna de Albert Camus, ha vuelto a llenarse estos días de camusianos. ¿Que qué es un camusiano? Podría decirse que un experto en la obra del Nobel argelino, pero también cualquiera decidido a invocar su fantasma, a encarnar el mito del hombre que fue partidario del no como motor y principio de libertad. Precisamente, de ese no, el no que puso en marcha El hombre rebelde, su tratado filosófico de 1951, departían los ilustres invitados, artistas de un sinfín de disciplinas —literatura, cine, fotografía— y pensadores —filósofos, periodistas, profesores— llegados de hasta 11 países, a la segunda edición de las Trobades Literàries Mediterrànies Albert Camus, suerte de pequeña isla de ideas y butacas, espacio mental colectivo, que se crea durante tres días, desde el 25 hasta ayer, en la pequeña isla física de la que partió la abuela del escritor hace más de un siglo.


Bajo el signo de Prometeo, el titán amigo de los mortales, el que osó robar el fuego a los dioses para compartirlo con los humanos, el primer rebelde, trató de arrojarse luz, una y otra vez, no solo a aquello que hermanó la rebeldía metafísica del mito con la rebeldía real de la palabra del escritor —“los mitos no existen por sí solos, esperan que los encarnemos”, dejó dicho Camus. según recordó Sandra Maunac, directora del encuentro—, sino también a jugosas curiosidades, como es la relación más que evidente entre su obra y el helenismo, del que se enamoró a los 17 años, cuando cayó enfermo de tuberculosis y leyó, por primera vez, a Epicteto, como apuntó el profesor Michel Barré, que se dedicó a glosar los paralelismos entre las palabras del autor y las puestas en boca del titán griego. Así, por ejemplo, Prometeo dijo: “Yo liberé a los hombres”. Y Camus (Dréan, 1913—Villeblevin, 1960) superpuso: “Yo defendí a los hombres”. “Para Camus, como para Seferis, ser uno mismo era más un deber que un derecho”, señaló, también aludiendo al vínculo con lo helénico del escritor, el novelista Yannis Kiourtsakis.

Curiosidades aparte, Tahar Ben Jelloun contrapuso la idea de que “el mundo de hoy ha destruido la dignidad del hombre árabe y lo ha convertido en culpable” a la visión que de La peste dio Marylin Maeso. La joven filósofa de Montpellier rescató unas líneas del final de la novela de Camus sobre el horror nazi —“que fue mucho más allá, pues de lo que habla es de qué manera el miedo se convierte en odio y cómo el cosificar al otro permite la barbarie”, dijo— para recordar de qué manera dejó claro que “la peste está en nosotros, no en el otro, es algo que llevamos pegado a la piel, y no somos conscientes de que enfermamos hasta que no empezamos a ver las ratas correr a nuestro alrededor”. Algo completamente aplicable al mundo de hoy. “La peste, metafórica o real, existe, es el populismo dramático en el que vivimos inmersos”, sentenció Ben Jelloun. Un populismo que está moldeando la realidad de tal manera que “lo primero en lo que piensas cuando ves arder Notre Dame es: ‘Ojalá haya sido un árabe”.

Hubo lugar para la mujer revolucionaria, por supuesto. Isabel Muñoz, que fue Premio Nacional de Fotografía en 2016 —y cuya primera muestra en la isla se clausuró durante el encuentro—, rindió homenaje al “valiente” y “necesario” trabajo de la única mujer del único periódico independiente de El Congo, Solange Lusiku, que “supo convertir el dolor en poder”. Haifa Zangana, escritora y activista, expuso su trabajo con exprisioneras políticas de Túnez, Palestina e Irak, a las que animó a contar su historia, y que, dice, “al salir de la cárcel, continúan luchando: la suya es una forma de resistencia que consiste en no dejarse callar, contarse de una manera u otra, pero contarse”. Ella misma estuvo en la cárcel. Hay tres puntos tatuados en una de sus manos. “No somos honradas, proponemos el conflicto”, había dicho la también escritora Cristina Morales durante la apertura de las jornadas el jueves, y así fue.

EL HOMBRE QUE AMÓ LA VIDA CON INOCENCIA

Coincidiendo con el 25º aniversario de la publicación de la novela póstuma de Camus, la autobiográfica e inacabada El primer hombre (recién reeditada por Tusquets), Alianza publicará su versión en viñetas el próximo 16 de mayo. Jacques Ferrandez es el autor de la adaptación de la novela más personal del autor de El extranjero,escrita como respuesta, precisamente, a la feroz crítica que Jean-Paul Sartre y otros intelectuales de la época, hicieron a su tratado sobre la rebeldía, considerándolo en extremo burgués, y malentendiendo por completo su condición individualista, agravada ante la no toma de posición clara tras el estallido de la guerra por la independencia en Argelia. Quería Camus demostrarle a Sartre y a todos los demás que él sería siempre aquel chico pobre sin padre —es la figura del padre fantasma la que planea por todo el libro, el padre muerto reencontrado en un momento en el que es un niño para su propio hijo, pues murió con 29 años, y cuando Camus visita su tumba tiene más de 40— que creció rodeado de mujeres, su madre y su abuela menorquina, y aprendió a amar la vida con la inocencia y la pasión con la que un niño ama el mar.

Morales expuso ante el centenar de asistentes de la primera sesión su propio tratado de resistencia camusiano entonando el sí a la destrucción “del sistema que nos domina”, y el no a aquello que no va a soportarse más. Porque, declamó, “decir no contiene, como dice Camus, un valor positivo: el del despertar frente a la opresión padecida”. Habló Morales del colectivo anarquista Acció Llibertària de Sants al que pertenece y de cómo la okupación resistuye derechos perdidos, algo en lo que estuvo de acuerdo Erri De Luca, que recordó la época en que conseguía techo a las familias que no lo tenían —la década de los setenta, en Roma— y cuando, en los noventa, se hizo conductor de vehículos de ayuda humanitaria. Quería restituir un daño, dijo. Las pesadillas que había sufrido su madre durante los bombardeos de Pérgamo en la Segunda Guerra Mundial.

Como Albert Camus, “entre la justicia y mi madre, yo también escojo a mi madre”, dijo. ¿Las elecciones? Solo estuvieron presentes en clave europea, cuando De Luca apuntó que “un acto de rebeldía” sería que “los mayores no votásemos”. “Se trata de decidir el futuro, y nosotros ya no tenemos futuro. No podemos arriesgarnos a arruinárselo a los jóvenes”. Invocó, una vez más, la rebeldía consciente del Nobel, pidiendo un no.

martes, 7 de abril de 2020

El navío de Otto Neurath

Del interesante blog de Jesús Zamora Bonilla:

A bordo del Otto Neurath, 2 de octubre de 2007

BIENVENIDOS A BORDO (Y AGARRAOS FUERTE)

Acabáis de subir al barco más famoso de la Filosofía de la Ciencia: el barco de Otto Neurath.

Neurath, economista de profesión, fue uno de los fundadores del llamado "Círculo de Viena"... Sí, has oído bien, aquellos personajes maliiiignos que infectaron el mundo con su "positivismo lógico", decretaron la falta de sentido de la metafísica, y separaron a rajatabla los hechos y los valores. Eso sí, como muestra de que el positivismo es un movimiento esencialmente progresista, además de que a otro de sus fundadores (Moritz Schlick) lo mató un alumno nazi de un tiro en las escaleras de la Universidad de Viena, hay que mencionar el hecho de que Otto Neurath había sido unos años antes un alto cargo en el gobierno socialista de Baviera (la República Espartaquista, 1919), donde fue el encargado de "socializar la economía".

Tal vez por esta experiencia de la vida y la sociedad como algo radicalmente inestable, Neurath ha pasado a la posteridad como el creador de una de las más bellas imágenes de la Historia de la Filosofía, en el mismo nivel que la caverna de Platón, el genio maligno de Descartes, o la paloma de Kant. Nuestro autor propone que el conocimiento científico (o más bien el conocimiento en general) no tiene fundamentos firmes, no se basa en certezas absolutas, como habían pretendido la mayoría de los filósofos, y aún deseaban sus compañeros positivistas. Ni la evidencia racional, ni los datos de los sentidos, son algo que podamos considerar como "fuera de toda duda". Al contrario, Neurath sugiere que todos los elementos del conocimiento científico pueden, en principio, entrar en contradicción con otros, y, cuando esta contradicción se da, somos nosotros quienes tenemos que tomar la decisión de qué elementos conservar en la nave de la ciencia, y cuáles eliminar.

En la ciencia nos hallamos, por tanto, como los marineros de un navío que tuvieran que reconstruirlo continuamente, cambiando sus piezas una por una (¡no todas a la vez, por supuesto!), pero siempre a flote, nunca en un puerto seco. En la ciencia siempre permanecemos en altamar, no estamos anclados ni sujetos al fondo, y no pisamos nunca tierra firme. La roca madre de las certidumbres, la que permite excavar cimientos propiamente dichos, no es para los científicos, sino sólo para los creyentes. Quien desee estar seguro de algo, no tiene más que apuntarse a una iglesia, oratorio, mezquita o sinagoga (si le dejan), o comprarse las obras completas de Juan José Benítez, y dejarse petrificar la mente por las melodiosas pláticas que en esos respetables foros escuchará.

Ahora bien, en una construcción con cimientos bien clavados en la tierra, uno tan sólo puede guarecerse, esconderse. Para llegar muy lejos, en cambio, sólo podemos navegar, echar nuestro barco al infinito océano de las preguntas, dejarnos mecer (y a veces zozobrar) por el oleaje de la incertidumbre, y aprovechar el viento favorable de las respuestas siempre provisionales.

(Eso sí, llevamos salvavidas: el del humor).

viernes, 7 de junio de 2019

Va de tapas

Hay dos películas que presentan formas opuestas de idealismo. Casablanca (1942), por ejemplo, se ríe continuamente de quienes pretenden hacer lo correcto, pero termina con el sacrificio idealista del héroe y los consuelos de la memoria y la amistad. En El tercer hombre (1949), por el contrario, el que intenta hacer las cosas bien termina sin ni siquiera esas magras recompensas; porque el héroe verdadero no es un bueno que se disfraza de malo (también el capitán Renaud lo hace), sino un malo hasta la médula, el nihilista Harry Lime, quien, tras ver que los poderes juegan con la vida humana y con la suya como han hecho en la II Guerra Mundial, decide que él, ¿por qué no? tiene "derecho" a hacer lo mismo, ya que no es mejor que ellos:

Hoy en día nadie piensa en términos de seres humanos; los gobiernos no lo hacen ¿por qué nosotros sí? Hablan del pueblo y del proletariado; yo de los tontos y los peleles, que vienen a ser lo mismo; ellos tienen sus planes quinquenales; yo, también.

El héroe americano (los de entonces vestían de paisano) de El tercer hombre nunca se ha comido, ni esta vez se come, un rosco: la chica bonita está enamorada del malo y pasa de él como de la mierda; ni siquiera les queda París o Miguelturra, con su Sacré-Coeur gordo. Harry Lime no tiene conciencia, al contrario que Raskolnikov: por eso es más moderno, más narcisista y completamente culpable. Si usted piensa que ahora no ocurren esas cosas es tan ingenuo como Joseph Cotten; en Viena se traficaba con penicilina diluida; ayer nos hemos enterado de que Pfizer sabía que un medicamento suyo curaba el alzheimer y prefirió ocultarlo porque le salía más beneficioso curar con él la artritis; ni siquiera hay que hablar del que compró los derechos de la panacea contra la hepatitis C para subir el precio o  de los que mataron sidosos y ahora matan drogadictos solo porque no es negocio curarlos con lo que saben que puede hacerse.

Veámoslo de otra manera; en concreto, de la manera como no se suele ver al gato de Schrödinger: con empatía. El gato puede estar vivo o muerto, pero mientras no abras esa caja, que puede ser también un ataúd, estará las dos cosas al mismo tiempo (quizá porque el tiempo es el mismo). Pero imaginemos que la realidad está encerrada en la caja del gato, esto es, que nosotros somos el gato, pura indeterminación: que no sabemos si somos reales o no somos, y queremos saber qué hay fuera, para saber si alguien o algo nos lo puede decir, ahí fuera, sobre la tapa de los cielos, en el lugar de las suposiciones y del idealismo (porque "la verdad está ahí fuera", que dicen).  Yo, desde luego, no sé si existo: los científicos nos han dicho que el universo es solo el cinco por ciento de lo que hay; así que no tengo derecho a pensar que la pizca que soy es algo sino una parte ínfima, rota y dolida de un todo inmenso (John Donne lo dijo mucho mejor hace cuatro siglos):

¿Quién no echa una mirada al sol
cuando atardece? ¿Quién depone los ojos
del cometa cuando fulgura?¿Quién no presta
oídos a una campana cuando por algo
tañe?¿Quién puede desoír esa campana
cuya música traslada fuera de este mundo?

Nadie es una isla, completo en sí mismo;
cada hombre es una pieza del continente,
un trozo de tierra; si el mar arrebata
una parte, toda Europa queda
achicada como si se tratara de un promontorio,
de la casa de uno de tus amigos, o incluso de la tuya. 

La muerte de cualquier hombre me reduce
porque estoy unido a la humanidad;
por tanto, no preguntes nunca

por quién doblan las campanas: doblan por ti.

También hace unos siglos, fíjense, pensábamos que estábamos en el centro del universo y las estrellas eran de papel pintado. ¿Cómo será de grande el tamaño de lo que hay dentro de veinte años? Ahora entiendo lo que dijo el filósofo Woody Allen: "La eternidad se hace muy larga, sobre todo hacia el final". ¿Estamos vivos o estamos como Willis en El sexto sentido, como Segismundo en La vida es sueño o como Hamlet entre el ser y el no ser? Porque el gato de Schrödinger es Willis, Segismundo y Hamlet y es usted y lo soy yo. Lo único cierto es que hay una tapa que tenemos que levantar para saberlo, y no precisamente para mear.

Esa tapa que hay que levantarse es la de los sesos: la muerte. En el mundo subatómico (es un suponer) no existe eso que llamamos vida; pero cuando nos descomponemos nos volvemos elementos simples, átomos sin vida. Si creemos que puede haber vida dentro de la caja, también puede haberla fuera, y (quizá) no dentro de ella, donde estamos: porque no estamos... seguros. Quizá la caja está dentro de otra caja, como en matriuskas o en un mandala zen. La diferencia es eso que hay entre la vida y la muerte, si es que hay algo; Poe se lo preguntaba al señor Valdemar.

Incluso podríamos creer, o estar seguros del todo de que estamos vivos ahora, pero, si eso es así, ¿no podemos estarlo más? ¿No existe una posibilidad de que una vida quizá más verdadera, o sencillamente distinta, otra forma de vivir, se halle al levantar la tapa de la muerte? Que no sea la ilusión de un trilero.

viernes, 11 de enero de 2019

Sobre el escepticismo

Un par de citas

Konrad Lorenz:

Se dijo, pero no se escuchó.
Se escuchó, pero no se entendió.
Se entendió, pero no se aceptó.
Se aceptó, pero no se llevó a la práctica.
Se llevó a la práctica, pero ¿por cuánto tiempo?

W. A. Auden:

Los solipsistas afirman
que nadie más existe,
pero siguen escribiendo... para otros.

...Los conductistas sostienen
que los que piensan no aprenden,
pero siguen pensando... sin desanimarse.

...Los subjetivistas descubren
que todo está en la mente,
pero siguen sentándose... en sillas de verdad.

...Los seguidores de Popper niegan
la posibilidad de probar,
pero siguen buscando... la verdad.

...Los existencialistas afirman
que están completamente desesperados,
pero... siguen escribiendo.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Entrevista a Zizek

Entrevista de Xavier Vidal-Folch a Slavoj Zizek: “La gente está drogada, dormida, hay que despertarla”

El filósofo esloveno dice que no defiende el viejo comunismo, sino un nuevo comunalismo globalista. Los nuevos retos, afirma, son la ecología, renovar el Estado del Bienestar y evitar la "guerra digital cognitiva"

El País, 16 DIC 2018

Slavoj Zizek, el gran provocador. Genial, paradójico, contradictorio, torrencial, mediático. Las reflexiones sobre la actualidad de este filósofo esloveno de 69 años, posmarxista, psicoanalítico, cinéfilo hasta el infinito y enamorado de los chistes como espejo cóncavo de la vida siguen provocando pasiones. Jamás deja a nadie indiferente.

El autor del trepidante Problemas en el paraíso, entre otros muchos títulos, acaba de publicar dos libros: El coraje de la desesperanza (Anagrama) y una minisíntesis de su obra (“siempre me canibalizo, me autoplagio”, alega). La titula La vigencia de ‘El manifiesto comunista’, aunque en ella sostiene que “hoy en día el comunismo no es el nombre de una solución, sino el nombre de un problema”. Desmadejado y de verbo seductor, nos recibe entre sus libros, en su casa de Liubliana.

PREGUNTA. Usted dio la bienvenida a Donald Trump.

RESPUESTA. Porque Trump es una bendición, aunque protagoniza un tipo de conducta horrible, capaz de todas las rupturas. Precisamente por eso puede despertar, desencadenar, alguna reacción. Lo que hace Trump es una locura, pero antes ocurría lo mismo paulatinamente. Con el medio ambiente, con todo. Algunos izquierdistas hacen comparaciones erróneas. Si te disgusta Trump o el nuevo autoritarismo, y eres vago para analizarlo, la analogía es cómoda: “¡Oh, es fascismo!”. Esa analogía con los años treinta es demasiado sencilla. Es más adecuado remitirnos a la decadencia anterior a la Primera Guerra Mundial cuando, igual que hoy, todos se preparaban para la guerra, pero nadie la creía posible.

P. La tesis leninista de “cuanto peor, mejor” nunca trajo nada bueno.

R. Lenin sostuvo que la guerra era buena porque traería la revolución. Dudo que ahora una guerra aportase nada. Mi afirmación era específica para EE UU, no para otros casos. Ahora están pasando cosas cruciales en el Partido Demócrata, surgen los nuevos demócratas de izquierdas. Eso no habría ocurrido sin Trump. Fue quien rompió el consenso liberal centrista. Las democracias son homogéneas y funcionan muy bien; todas las luchas se producen compartiendo un trasfondo de valores y procedimientos. Por eso cuando la derecha llegó por primera vez al poder en Suecia, mantuvo el sistema socialdemócrata. Republicanos y demócratas también compartían muchas cosas. Ahora ese pacto se está quebrando.

P. Mientras, mucha gente sufre más con Trump que sin él. Esa pretendida buena noticia cuesta cara a ciudadanos concretos.

R. Sí, pero no idealice el estado de las cosas antes de Trump. ¿Qué le llevó al poder? El abandono a la clase media y baja. Este proceso ya existía antes. No culpe de todo a Trump. ¿De dónde llegó? ¿De la luna?

P. Es al revés, la reforma sanitaria de Obama protegía a la clase media baja.

R. Estoy de acuerdo en que la señal de Trump puede ser extremadamente peligrosa. EE UU atraviesa un estado de guerra civil fría interna. Las corrientes políticas no hablan el mismo lenguaje. No pueden pactar. Eso no durará. Habrá que ir hacia otro consenso, que será más radical, algo más a la izquierda. Ya ocurre con Sanders y sus seguidores. O con el milagro de Jeremy Corbyn.

“Abogaría por una cierta apertura de fronteras [a la inmigración]. Pero con condiciones”

P. ¡Vaya milagro! No es un heraldo del futuro, sino del pasado.

R. Le entiendo, ni siquiera tiene grandes ideas. Pero es un milagro en el sentido de que nadie lo habría previsto hace 10 años. Vivimos una época extraña. Muchas socialdemocracias eran más radicales hace medio siglo que los Sanders o Corbyn de hoy.

P. Usted sostiene que los problemas de la inmigración no son solo culpa nuestra, sino también de ella.

R. Por decir esto, ¿sabe cuántos izquierdistas ya me tildan de neofascista? El gran error de la izquierda no es pensar que no hay problemas, sino que el único culpable es nuestro racismo, que nuestro colonialismo ha provocado la desgracia en todo el mundo, por tanto, pase lo que pase, somos culpables. Que no somos bastante abiertos para integrar a los inmigrantes. ¿Por qué suponemos que quieren integrarse? Muchos no quieren, prefieren mantener su estilo de vida. No forman un grupo único. En Alemania muchos jóvenes se vuelven más radicales que sus padres.

P. Entonces, ¿hay que cerrar fronteras?

 Slavoj Zizek.
Slavoj Zizek. ANTONIO OLMOS / EYEVINE / CONTACTO
R. No. Yo abogaría por una cierta apertura. Pero con condiciones. Primero, moralizar el problema de aceptar o no a los inmigrantes es erróneo. Debemos pensar de una manera más estratégica: ¿por qué vienen? Repensemos nuestra política en Siria, Irak, Libia, Yemen. Vienen. Forman parte del problema del mal funcionamiento del capitalismo actual. No es solo un problema moral. Sino económico. Segundo, asumamos que hay un conflicto entre estilos de vida. Deberíamos admitir que hay un auge del fundamentalismo en todo el mundo. Que explosiona como reacción al progreso occidental en los derechos de los homosexuales, los transexuales…

P. También vienen por causas políticas, les atrae la libertad europea.

R. Eso ya es más problemático.

P. Huyen de la guerra, así que vienen por la libertad.

R. En principio, sí. Estoy de acuerdo…, pero ¿qué quiere decir con libertad? ¿Nuestra libertad?

“Es fundamental para Europa seguir unida como Unión Europea, con todas sus imperfecciones”

P. Sí. Hablar con libertad, publicar como usted publica…

R. Estoy de acuerdo, solo me pregunto si la mayoría… Usted idealiza la situación. A la mayoría de la gente que viene, los refugiados pobres, le preocupa la seguridad y el hambre, pero dudo hasta qué punto viene por la libertad en nuestro sentido occidental.

P. Hay muchos que quieren acogerse al derecho de asilo, consagrado en la ley internacional. ¿Dónde colocar los límites entre refugiados económicos y políticos?

R. Mi argumento contrario es este: ¿por qué solo hablamos de nuestros límites, si vivimos en un mundo global? ¿Qué hay que cambiar en él? El error es que ya somos cómplices en su creación. Mire a Libia. La fastidiamos por el modo en que derrocamos a Gadafi. O el Congo y otros países africanos. Serán un caos, pero están totalmente integrados en el capitalismo mundial. ¿Dónde establecemos el estándar para la coexistencia multicultural? El multiculturalismo es una noción complicada. El primer estándar es la tolerancia hacia otras culturas. No solo deberíamos tolerarlos a ellos, sino que ellos deberían tolerarnos a nosotros incondicionalmente. ¿Y ante un conflicto en su comunidad? No me preocupa que las musulmanas se cubran. Pero sí que obliguen a hacerlo a una chica que no quiere taparse. Es una víctima por falta de libertad individual. Debemos protegerla.

P. Porque al final los derechos humanos son una ideología válida en todo el mundo.

R. Aquí empiezan los problemas. Nos dirán: “Ustedes imponen su colonialismo”. Nos culparán de que los derechos humanos europeos dan demasiada preferencia al individuo, que ellos tienen derechos colectivos. Los musulmanes quieren que respetemos su estilo de vida. Pueden incluso respetar a un cristiano. Pero no a gente como yo, que soy ateo.

P. Las libertades y el Estado de bienestar siguen teniendo un inmenso poder de atracción.

R. Aceptemos que la gente viene aquí porque, a pesar de toda la corrupción, seguimos ofreciendo al mundo quizás el gran modelo de bienestar relativo, un modelo único que combina bienestar y libertad, el mejor hasta ahora en la historia mundial. Por tanto, deberíamos estar orgullosos de nuestro destino europeo. Lo fantástico de nuestra tradición democrática es que la imperfección está dentro del sistema, forma parte de la capacidad de nuestra democracia para ser crítica consigo misma. Es un sistema único que incluye la autocrítica.

P. ¿Existe algo así como un capitalismo global?

R. No en el ámbito político. Existe como mercado mundial.

“Los musulmanes pueden respetar a un cristiano, pero no a gente como yo, que soy ateo”

P. El mercado no es el capitalismo. Hay muchas formas de capitalismo.

R. Y coexisten. El asunto consiste en qué forma de capitalismo se está volviendo predominante. El capitalismo socialdemócrata, con Estado del bienestar, está amenazado. Se dice que el comunismo no funcionó. Pero mire lo que ha pasado en China en el último medio siglo. ¿Ha habido alguna vez en la historia de la humanidad un desarrollo económico tan explosivo? Es impresionante. La figura que anunció nuestra época fue Lee Kuan Yew, el fallecido líder de Singapur. Creó la fórmula de autoritarismo “de valores asiáticos”. China demuestra, a nivel masivo, que funciona. El chino es el capitalismo bajo dominio de un partido autoritario. Es una nueva combinación de capitalismo mundial en la que el país participa en el mercado global, pero ideológicamente funciona hacia adentro de una manera patriótica, etnocéntrica.

P. Inquietante.

R. Lo que me preocupa es que Europa está perdiendo. Por eso apoyo el último llamamiento de Emmanuel Macron y Merkel para crear un Ejército europeo. Es fundamental para Europa seguir unida como Unión Europea, con todas sus imperfecciones y con su corrupción. Trump y Putin trabajan sistemáticamente para des­unir a Europa. Ese es su objetivo. Putin, de una manera muy perversa, estaba a favor de la secesión de Cataluña. O del Brexit. Fue muy hipócrita. Siempre que la unidad europea muestra problemas…

P. Sí, y tiene problemas económicos con China, baja su demanda por las medidas proteccionistas de EE UU.

R. La clave es el nuevo desarrollo de los coches eléctricos. El temor es que China intente desarrollar este tipo de coches. Pues no es ya solo la cadena de ensamblaje de la economía mundial, sino que desarrolla su propia economía. Los izquierdistas tradicionales odian dos cosas del orden mundial actual: al mercado libre, loco, con su caos; y a los Estados autoritarios. China aúna ambas cosas. Ahora instaura el miedo. Los disidentes son marxistas, estudiantes que estudian marxismo y proponen organizar a los trabajadores, tan explotados allí. Esto es lo peor que puedes hacer en China hoy: proteger los derechos de los trabajadores. Los “desaparecen” durante 15 días.

UN PROVOCADOR PROFESIONAL
Zizek quiso ser director de cine. Esa pasión la incorpora a todos sus libros, plagados de pelis como parábolas. Y ocupa muchas tardes como habitual en las salas de proyección de Liubliana. Pero no se vio con talento suficiente para el séptimo arte. Optó por su segundo amor, la filosofía. Y agradece a “la opresión comunista” no haber encontrado empleo durante años. Solo apaños de traductor y tareas menores, para acabar al fin en un pequeño instituto de investigación: “Por eso soy del todo libre para investigar, no como un profesor de pueblo”.

Eso le catapulta a afrontar “los nuevos retos”, que resume en el ecológico, la renovación del Estado del bienestar, o la “digitalización directa del cerebro humano” mediante la que el ordenador “detecta lo que piensas” y resultas vulnerable a cualquier dominación sofisticada. “No defiendo el viejo comunismo de ninguna manera”, se parapeta, sino un nuevo comunalismo globalista, porque “nuestro cerebro es nuestra herencia común”.

Reconoce ser un provocador profesional, para incomodar al público y hacerle reaccionar. Considera que la gente está “drogada, dormida” y que hay que “despertarla”. De modo que “la medida de la libertad de expresión es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”. Sobre todo a la izquierda con la que sintoniza, y a aquella con la que disiente: las libertades occidentales “serán falsas, pero las estalinistas no eran siquiera falsas”; o “no creo en eso de escuchar a la gente normal y corriente, como dice Pablo Iglesias, porque la gente normal y corriente está atrapada por la ideología, está a favor de echar a los inmigrantes”.

Respeta a Marx, pretende entroncar con sus preguntas fundacionales y se ríe de quien le tacha de “leninista loco”: “Mis ideas”, dice, “son hegelianas”. Su enfoque estriba en centrarse en cómo pueden salir mal las cosas, y luego preguntarse hasta qué punto era necesario que fuese así. “Por ejemplo”, aunque admira al vicepresidente de Evo Morales, Álvaro García- Linera, tiene “el honor de no haber sido engañado por Hugo Chávez”. Zizek advirtió durante años que el militar acabaría mal, porque “no veía lo nuevo”, solo era “un Fidel con dinero, no resolvía los problemas, echaba dinero a los problemas”.

Así que el pensamiento crítico “duele” y “trae malas noticias”. Pero siempre “hay que provocar”. Aunque cuando profetiza males mayores, de tan estentóreo, cuesta adivinarle la intención provocadora. Así, le inquieta al máximo el “extraordinario progreso que está registrando la industria del armamento”, por su cruce con la civilización digital. Nos abocamos a “una guerra digital, cognitiva”, que “influirá en los cerebros”.

China puede ser el paradigma de la nueva tensión. Como lleva décadas sin experimentar su armamento sobre el terreno, a diferencia de EEUU “necesita probarlo, y la mejor forma de hacerlo es con una guerra”. Es “la situación más peligrosa”, deletrea.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Giacomo Leopardi dando ánimos

Tutto è male. Cioè tutto quello che è, è male; che ciascuna cosa esista è un male; ciascuna cosa esiste per fin di male; l'esistenza è un male e ordinata al male; il fine dell'universo è il male; l'ordine e lo stato, le leggi, l'andamento naturale dell'universo non sono altro che male, né diretti ad altro che al male. Non v'è altro bene che il non essere; non v'ha altro di buono che quel che non è; le cose che non son cose: tutte le cose sono cattive. Il tutto esistente; il complesso dei tanti mondi che esistono; l'universo; non è che un neo, un bruscolo in metafisica. L'esistenza, per sua natura ed essenza propria e generale, è un'imperfezione, un'irregolarità, una mostruosità. Ma questa imperfezione è una piccolissima cosa, un vero neo, perché tutti i mondi che esistono, per quanti e quanto grandi che essi sieno, non essendo però certamente infiniti né di numero né di grandezza, sono per conseguenza infinitamente piccoli a paragone di ciò che l'universo potrebbe essere se fosse infinito; e il tutto esistente è infinitamente piccolo a paragone della infinità vera, per dir così, del non esistente, del nulla. (4174, Bologna, 17 aprile 1826; 1898, vol. VII, pp. 104-105)

Todo es malo. Esto es, todo aquello que existe es malo; que cada cosa exista es un mal; cada cosa existe para el mal; la existencia es un mal y ordenada al mal; el fin del universo es el mal; el orden y el Estado, las leyes, el curso natural del universo no son más que el mal, ni están dirigidos a nada que no sea el mal. No hay otro bien que el no ser; no hay nada más bueno que lo que no es; las cosas que no son cosas: todas las cosas son malas. El Todo existente; el complejo de los muchos mundos que existen; el universo; no es más que un lunar, un moratón en la metafísica. La existencia, por su naturaleza y esencia propia y general, es una imperfección, una irregularidad, una monstruosidad. Pero esta imperfección es una pequeñísima cosa, un lunar real, porque todos los mundos que existen, por muchos y grandes que sean, no siendo ciertamente infinito ni en número ni en tamaño, son en consecuencia infinitamente pequeños en comparación con lo que el universo podría ser si fuera infinito; y el todo existente es infinitamente pequeño en comparación con el infinito verdadero, por así decirlo, de lo inexistente, de la nada. (4174 , Bolonia, 17 de abril de 1826; 1898, vol. VII, pp. 104-105)

miércoles, 28 de marzo de 2018

La sensatez no se oye. Entrevista a Emilio Lledó.

Antonio Lucas entrevista a Emilio Lledó: "Sin las humanidades, nada es posible". El Mundo, 28 MAR. 2018:

Este ilustre profesor que ha enseñado Filosofía durante décadas publica ahora 'Sobre la educación', y del libro y de lo que ahora nos acontece (Universidad, posverdad, nacionalismo, Humanidades) habla aquí

Antes de nada, Emilio Lledó (Sevilla, 1925) es el profesor que no ha perdido la vocación de las aulas, que no ha desfibrado su entusiasmo por enseñar. En Valladolid, en Heildelberg (Alemania), en La Laguna, en Barcelona, en Madrid. En institutos y universidades. Lledó es de esos hombres honestos y satisfechos que han desplegado Filosofía en miles de alumnos, generando gratitudes y una irremediable vocación de pensar. El lenguaje es otra de sus jurisdicciones razonadas. Y todo se concreta en un humanismo claro, desenvuelto, provisto de la lucidez de saber mirar al otro. Lledó no juega a impostar modales de posmodernidad, sabe que la lucidez de su pensamiento tiene mucho de plena vigencia. Como aprende en Platón, Aristóteles, Kant y Nietzsche. La verdad es lo sencillo. Este hombre habla acumulando sentido en lo que dice. El último de sus libros de ensayos y artículos es Sobre la educación (Taurus), donde insiste en algunos de los temas principales de su ideario: la necesidad de la literatura y la vigencia del pensamiento. Por dentro de estos textos asoman igual Juan de Mairena y Clineas, Schiller y Ortega.

La cultura, el saber, es una de las últimas coartadas sociales para la multitud. De ahí el desafío de este conjunto de ensayos. De ahí la palabra de Lledó.

Pero este libro no nace con afán de desafío. Es sólo el resultado de mi experiencia como profesor, que suma más de 50 años. La escritura de estos textos ha sido una tarea espontánea a lo largo del tiempo. Me alegra dejar testimonio de una vida, aunque parezca un desafío cuando tendría que ser una normalidad.

La tecnología va tomando cada vez más espacios de realidad, algo que de algún modo colisiona con los propósitos del Humanismo que usted reivindica, fomenta y defiende. ¿Los pone en peligro?

Ya lo están. Y no es fácil especular hasta dónde aguantará la filosofía y la literatura, tan necesarias sin embargo, en los planes de estudio y en la sociedad. Yo no me encuentro muy cómodo en este presente. Es nuestro mundo, lo sé, aunque también sospecho que estamos cometiendo entre todos un grave error.

¿Cuál?

Creer que las Humanidades son algo secundario de la vida humana. Es cierto que el aspecto utilitario en las Humanidades no parece inmediato como el de la tecnología, pero sin ellas no es posible nada. Nos aportan conocimiento y capacidad de reflexión crítica. La importancia y necesidad de los grandes conceptos (Justicia, Bien, Verdad) es algo que aprendemos de leer filosofía, de leer literatura.

Y en el auge de la confusión irrumpe el concepto de «posverdad».

Ese término me inquieta mucho. No sé qué significa exactamente: quizá sea el suplemento de pasión que ponemos en lo que creemos verdad y luego no lo es. La posverdad desfigura aquello que intentamos interpretar. Es un grave error de la política educativa el que se pueda tener en cuenta la posibilidad, aunque sea de un modo solapado, de abandonar lo que se llama Humanidades. En ellas reside la esencia misma de los seres humanos: la literatura, el lenguaje, el sentido exacto de las palabras para poder detectar quién nos manipula y para qué nos manipulan.

Y a la vez se estrecha la idea de libertad individual.

Naturalmente, la libertad es la libertad de poder cambiar, de poder pensar, de poder mejorar. Y para mejorar hay que ser libre. Si estás atado a unos conceptos que no tienen futuro en tu mente no eres libre, estás esclavizado. La libertad es fluencia y, a la vez, una manera de aprender cómo hay que vivir. Cómo es la vida colectiva, no sólo la individual. Por eso me sorprende tanto el resurgir del nacionalismo.

Que va a más.

El nacionalismo es un error, más cuando lo que necesitamos urgentemente es globalizar algunos sentimientos humanos.

Y razonarlos, ¿no hay un cierto miedo a razonar?

Lo hay. Y es muy desalentador. Hemos aceptado el que sean otros los que nos resuelvan el pensamiento, los que razonen por nosotros. En este sentido, la tecnología también tiene una gran responsabilidad.

Y la política también, que se ha ido vaciando de referentes vitales.

Eso es tremendo. Tiene que ver con la pérdida generalizada de sentido crítico. La cantidad de medios de comunicación que tenemos facilita resbalar si no se tiene una mínima base de comprensión. De ahí que sea tan importante que los chicos y chicas se acostumbren a leer desde temprano, que se familiaricen con la riqueza del lenguaje y con la posibilidad de impregnar de libertad las palabras.

Defiende también el lenguaje como uno de los rasgos constitutivos de la identidad de los individuos.

Lo creo plenamente. Lo más difícil, ya lo decía la tradición griega, es conocerse a uno mismo. Y a esa posibilidad sólo se accede desde el lenguaje. Con un lenguaje lleno de humanidad, de sentimientos, de ideas. No vale sólo patinar por el lenguaje que se nos entrega, sino que hay que profundizar en él.

Las últimas noticias sobre una de las universidades públicas de la Comunidad de Madrid no son muy alentadoras sobre esto que habla, parece que la inmundicia de cierta forma de entender la política se ha instalado en ella.

La Universidad es una apertura, nada tiene que ver con esa inmundicia a la que algunos y algunas la someten. La Universidad ha sido mi vida, así que sé bien de lo que hablo. Al releer estos textos veo que reúnen algunas de mis preocupaciones esenciales, que vienen directamente de la experiencia.

De ahí esa defensa sin fisuras del educador.

Claro. Frente a esos políticos que piden un ordenador por cada alumno, yo reivindico más profesores para más alumnos. Los ordenadores, sin alguien que los llene de sentido, te atropellan.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Dos entrevistas con el filósofo Woody Allen

I

Álex Vicente, Woody Allen: “Que destruyan mis películas, me dará igual”. El director estrena ‘Wonder Wheel”, tragedia ambientada en un parque de atracciones del Brooklyn de su infancia, con Kate Winslet y Justin Timberlake, El País, 21 DIC 2017

Para Woody Allen (Nueva York, 1935), la vida es un parque de atracciones donde la mitad de los tiovivos no funciona y la otra mitad procura emociones mucho menos intensas de lo que uno esperaba. Su nueva película, Wonder Wheel, que se estrena hoy, reúne a cuatro personajes desesperados en el Coney Island de los cincuenta, la gran feria pegada a la playa de Brooklyn en la que transcurrió parte de su infancia. La entrevista tiene lugar en un hotel de lujo de París. Durante su trascurso estará terminantemente prohibido mencionar los escándalos sexuales que han sacudido Hollywood durante el otoño y que ha destapado su propio hijo, Ronan Farrow, con quien lleva años enemistado. “Ni Harvey Weinstein, ni Kevin Spacey, ni Oliver Stone”, insistirá su publicista antes de dejarnos entrar en su habitación, amenazando con interrumpirla en el momento en que dejemos de hablar de la película. Pero no dirá nada sobre las consecuencias que este nuevo clima puede tener en la consideración de su obra. ¿Dejará de ser Woody Allen, cargando con graves acusaciones que siempre ha desmentido, un intocable del séptimo arte?

Pregunta. ¿Por qué escogió un parque de atracciones como decorado?

Respuesta. Es un lugar lleno de sustos fáciles y falsas apariencias. Mis personajes viven al otro lado del decorado de ese gran espectáculo de magia. Ellos saben en qué consisten sus trucos baratos. Cuando los ves sobre el escenario te parecen maravillosos. Pero, bajo la superficie, descubres que son insulsos y que no tienen ningún glamur...

P. Parece utilizarlo como metáfora de la propia vida.

R. La única diferencia es que la vida suele ser tan fea por fuera como por dentro. Pocas cosas escapan a esa regla: un puñado de obras de arte, ciertos momentos vividos con los demás y algunos instantes encantadores, heroicos o románticos… Pero no son demasiados. La mayor parte es solo una carga.

P. Su película se inspira en Tennessee Williams y Eugene O’Neill. ¿Qué aprendió de ellos?

R. Que es fascinante observar a personajes en crisis. Al interesarnos por ellos, puede que aprendamos algo sobre la vida. En todo caso, siempre logramos sentir algo…

P. “Obsesionados por un cuento de hadas, nos pasamos la vida buscando una puerta mágica que nos lleve a un reino perdido de paz”, escribió O’Neill. ¿Lo comparte?

R. Sí, tenía razón. Nos pasamos la vida esperando que suceda algo que, por arte de magia, lo cambie todo a mejor. En realidad, la vida suele cambiar a peor. Creemos que nos tocará la lotería, que nos darán el trabajo de nuestros sueños o que conoceremos a la persona perfecta, que logrará terminar con nuestro espantoso matrimonio. Incluso cuando eso ocurre, te terminas dando cuenta de que te enfrentas a algo muy superior. En un momento dado, te preguntas adónde vas y entiendes que solo te harás viejo y morirás. En el sentido existencial, no se resuelve nada.

P. Entonces, ¿perseguir la felicidad es cosa de necios?

R. No me parece grave, siempre que sepas que no tiene ningún sentido. Mientras todo esto dure, siempre es mejor ser feliz que desgraciado. Es mejor ser un hombre rico, con buena salud y una relación sentimental agradable que un tipo amargado, sin techo y sin amigos. El problema es que, al final, los dos terminarán enterrados en el mismo cementerio…


Tráiler de 'Wonder Wheel'.
P. Esta película, igual que la anterior, Café Society, fantasea con la vida que pudimos tener y no tuvimos.

R. Es algo que han enseñado autores como Chejov, que siempre habla de personajes que aspiran a que todo sea diferente. Salvo que nunca lo es, porque llevan en su interior la semilla de la infelicidad…

P. ¿Fantasea usted con otras vidas? ¿Qué le hubiera gustado que fuera distinto?

R. Me hubiera gustado no estar limitado por ciertos defectos de mi carácter. Me hubiera gustado ser menos cobarde, más dispuesto a correr aventuras, menos hipocondríaco. Más libre…

P. Wonder Wheel es un estudio sobre el “error trágico”, ese defecto de carácter que, en la tragedia griega, provoca la caída del héroe. ¿Cuál sería el suyo?

R. Mis defectos no llegan a trágicos. Como mucho, son patéticos. Soy asustadizo, corto de miras, cerrado, huraño, desconfiado… Podría seguir todo el día…

P. Su protagonista, esa actriz venida a menos a la que interpreta Kate Winslet, se ve carcomida por los remordimientos. ¿De qué se arrepiente usted?

R. Tengo muchos remordimientos, aunque tal vez no sean los que los demás creen. Me hubiera gustado seguir estudiando. Me hubiera gustado tomar decisiones artísticas diferentes. Me hubiera gustado ser más decidido con ciertas mujeres, para lograr conocerlas, salir con ellas y vivir bonitas experiencias…

P. ¿Qué lamenta en lo artístico?

R. Hubiera preferido ser menos comercial cuando debuté. Entonces me incitaron a ser cómico. Mi carrera hubiera sido más difícil, pero lamento no haber tenido la valentía de llevar a cabo lo que tenía en mente.

 P. ¿Lamenta haber sido demasiado divertido?

R. No, eso tampoco, porque el humor me salvó la vida. No sé de qué hubiera trabajado si no hubiera sido divertido. Pero me hubiera gustado estudiar poesía y convertirme en poeta… Mi humor ha sido bastante escapista, con una pátina de entretenimiento. Me hubiera gustado hacer más tragedia, porque siempre es más beligerante.

P. ¿Hay películas que lamente haber rodado?

R. No puedo decir eso, pero sí hay películas que hubiera preferido hacer mejor. Lamento haber dicho que sí a Crisis in six scenes [su miniserie para Amazon]. Fue más difícil de lo que creía. No creo que vuelva a hacer televisión, a no ser que se me ocurra algo sensacional.

P. Desde hace años, casi todas sus películas están protagonizadas por mujeres. ¿Por qué motivo?

R. Me acostumbré a trabajar así desde que empecé a escribir para Diane Keaton. En cierto modo, son más complejas que los hombres. Los hombres tienen menos dimensiones. En las películas estadounidenses suelen ser solo brutos que llevan armas. Las mujeres viven, sienten y expresan más cosas. Cuando uno aspira a hablar de las emociones de la vida, las mujeres te lo ponen más fácil.

P. En ese sentido, ¿su psicología es más femenina que masculina?

R. Sí, existe un elemento femenino en ella. Estoy seguro de ello. Cuando lo tienes, empatizas más con las mujeres.

P. Por primera vez desde Roosevelt, un neoyorquino ocupa la Casa Blanca. ¿Cómo evalúa a Trump?

R. Es ridículo. No entiendo por qué quiso ser presidente. Está claro que no es algo que se le da bien. Una vez salió en una de mis películas [Celebrity]. En aquel tiempo se dedicaba a jugar a golf y acudir a concursos de belleza. No sé qué se le ha perdido en la escalada nuclear con Corea del Norte o la lucha contra el cambio climático. Como dijo P.T. Barnum, pionero del circo en el siglo XIX, nunca hay que subestimar el gusto del público estadounidense. No es un público muy sofisticado…

P. Se cumplen 10 años del rodaje de Vicky Cristina Barcelona. ¿Ha seguido la situación política en Cataluña?

R. Sí, un poco. Nunca logré entender la intensidad del sentimiento catalán respecto a la independencia. Ahora leo que es una cuestión financiera. Cuando pensamos en España, no logramos imaginar un país en el que no esté Barcelona. Seguro que tienen sus razones, pero es triste que se quieran marchar. Espero que puedan resolverlo y que España siga siendo el gran país que siempre ha sido.

 P. ¿Le preocupa la posteridad? En el contexto actual, ¿cómo cree que lo tratará la historia, a usted y a sus películas?

R. No soy una persona que se preocupe por su legado. No me puede importar menos lo que la gente piense de mí o de mis películas. Cuando esté muerto, el único valor que tendrán será como fuente de ingresos para mis hijos. Si no necesitan el dinero, que las cojan y las destruyan en una trituradora de papel, me dará igual… Cuando me haya marchado, se terminó.

P. ¿Qué respondería a los espectadores que, de un tiempo a esta parte, se niegan a ver sus películas?

R. Me parece perfectamente legítimo. Hay gente a la que le apetece y otra gente a la que no. Yo también tengo mi propio gusto. Es un sentimiento totalmente aceptable.

P. ¿Qué piensa hacer después de esta entrevista?

R. Iré a ver una exposición sobre Gauguin. Su historia es interesante: cuando llegó a Tahití, descubrió que el paraíso no era tan bello como él había imaginado, así que decidió embellecerlo en sus cuadros. Pero eso no evitó que terminara muriendo de sífilis...

II

Woody Allen: “De no ser tímido, habría tenido una vida mejor”, El País, 2 de novuiembre de 2014:

Claustrofóbico, alarmista, tímido, pesimista... Calificativos para un cineasta genial que con casi 80 años, vuelve a su cita anual con una nueva película: 'Magia a la luz de la luna'

Los chistes, la angustia existencial, el autoanálisis, la lucidez. Los pensamientos sombríos, los requiebros, la falta de esperanza, el buen humor. El cine de Woody Allen contiene todos estos ­elementos, Woody Allen se compone de todos ellos, y todos ellos aparecen a lo largo de esta entrevista que se celebra en un lujoso hotel de París. A punto de cumplir los 80 años, el viejo Allan Stewart Königsberg, mago de la palabra cinematográfica, reverenciado director y agudo ­comediante, autor de películas deslumbrantes como Manhattan, Annie Hall, Zelig o Delitos y faltas, entre muchas otras, acude fiel a su cita anual con las pantallas, un compromiso del que no se ha apeado más que dos veces desde el año 1966. Una película al año. Su compulsión en la elaboración de largometrajes no tiene parangón. Y ya van 46 películas detrás de la cámara.

Magia a la luz de la luna, su nueva entrega, la historia de un mago interpretado por Colin Firth que intenta desenmascarar a una médium (Emma Stone) en la Francia de los años veinte (se estrena el próximo 5 de diciembre), llega después de una de las más aclamadas películas de su filmografía, Blue Jasmine. Allen se muestra en buena forma durante la entrevista. Cualquiera diría que va a cumplir 80. Sólo se incomoda cuando es preguntado por la acusación de su hija adoptiva Dylan Farrow, que afirma haber sido víctima de abusos sexuales cuando tenía siete años. A pesar de que el caso fue desestimado en 1993 por falta de pruebas, Dylan Farrow escribió el pasado mes de febrero una carta en The New York Times en la que volvía a acusarle. Sólo en lo relativo a esta cuestión Allen se revuelve en el sillón, sobrepone su argumentario sobre el enunciado de la pregunta y hace todo lo posible por evitar la cuestión.

Estás condenado a muerte desde el nacimiento. ¿Y todo para qué?"

El hombre que sueña con arañas, según confiesa, y cuya película favorita es El ladrón de bicicletas, del maestro De Sica, responde ligeramente repantingado en una butaca de la habitación 205 del hotel Le Bristol en el que botones con bonete acarrean paquetes por recepción como si siguiéramos en ese París de los años veinte que a Allen tanto le fascina. Habla con cierta lentitud, lúcido y pesimista. De vez en cuando, detrás de sus palabras, emerge su sonrisa de niño pillo.

A través del mago Stanley Crawford, el protagonista de su nueva película, usted describe a un hombre que quiere escapar de la realidad para abrazar la magia. ¿Hace usted lo mismo? Sí, pero no podemos. A los dos nos gustaría que hubiera algo mágico en el universo, en la vida, pero, desafortunadamente, parece que lo que ves es lo que hay.

O sea, que es usted tan racional como el personaje. Totalmente.

¿Y qué supone esto en su vida? Significa que la mayor parte del tiempo estás deprimido, en vez de estar feliz. Es triste la condición del ser humano, tener que pasar por esto…

¿A qué se refiere? Vivimos en un mundo que no tiene sentido, ni propósito. Somos mortales, y todas las preguntas importantes… Para mí lo importante no ha sido nunca quién es el presidente de Estados Unidos, esas cuestiones van y vienen. Las preguntas importantes se quedan con nosotros y no tienen respuesta. ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿De qué va esto? ¿Por qué es importante que envejezcamos, por qué morimos? ¿Qué significa la vida? Y si no significa nada, ¿de qué sirve? Esas son las grandes cuestiones que nos vuelven locos, no tienen respuesta, y uno tiene que seguir adelante y olvidarse de ellas.

 Woddy Allen durante el rodaje de su nueva película, junto a Colin Firth (a la izquierda)ampliar foto
Woddy Allen durante el rodaje de su nueva película, junto a Colin Firth (a la izquierda)
Usted ha abordado todas estas cuestiones a lo largo de su filmografía. A medida que pasa el tiempo, ¿las afronta uno de un modo distinto? Alguna gente sí; alguna gente cambia. Yo no he cambiado lo suficiente; ojalá hubiera podido cambiar más. Hay gente cuyos puntos de vista se modifican según pasan las décadas. Empiezan creyendo en Dios y cuando son más mayores ya no creen porque la vida les ha desilusionado. A otros les pasa lo contrario, se hacen mayores y empiezan a creer en Dios porque su experiencia les lleva a la conclusión de que hay un poder superior, que hay algo más…

No es su caso. No, yo no creo. Tengo una visión pesimista y realista de las cosas. Como Colin Firth en esta película, creo que lo que ves es lo que hay.

En un momento dado de la película, el personaje interpretado por Emma Stone dice algo como: “Todos necesitamos mentiras para poder vivir”. ¿Necesitamos mentiras para vivir? Sí; Nietzsche lo dijo; Freud lo dijo; Eugene O’Neill lo dijo en una de sus obras. Necesitamos espejismos, la vida es demasiado terrible de afrontar y no podemos afrontar la verdad de lo que es la vida porque es demasiado horrible. Cada ser humano posee un mecanismo de negación para sobrevivir. La única manera de sobrevivir es negar, ¿negar el qué?: negar la realidad. La vida es una situación tan trágica que solo negando la realidad sobrevives.

¿Siempre le pareció tan trágica la vida? Sí, desde que fui capaz de pensar, desde que tenía cinco años, siempre me pareció tremendamente trágica.

Woody Allen. Nacido en Brooklyn (Nueva York) el 1 de diciembre de 1935, dio sus primeros pasos como monologuista en los años sesenta. Su primera película, como guionista y actor fue ¿Qué tal, Pussycat? Su primer largometraje, Toma el dinero y corre, en 1969. Nunca acude a la gala de los Oscar, no cree en esos premios, pero Hollywood sí cree en él: ha recibido un total de 24 nominaciones a lo largo de su carrera, 16 como guionista. Y ha logrado cuatro estatuillas.

En la película que estrena el 5 de diciembre vuelve a transitar por el terreno de la comedia ligera. Magia a la luz de la luna, ambientada en la Costa Azul de los años veinte, supone el fichaje de la magnética actriz Emma Stone. La máquina de hacer películas no se detiene.

¿Por qué? Porque pude ver lo que era desde una edad temprana. Pude ver que naces, que no sabes por qué naces, que vives un número de años, impredeciblemente, puedes morir en cualquier momento, puedes morir a los 5 años o a los 15 o a los 50, nunca vas a sentirte seguro y relajado, siempre tienes que estar alerta; e incluso con esto, finalmente, vas a morir; estás condenado a muerte desde el nacimiento; consigues una pena de muerte en el instante en que naces, así que ¡muchas gracias! ¿Y todo para qué?

Usted viene haciendo una película al año desde 1966, con dos excepciones. ¿Cómo lo hace? No se debe confundir la cantidad con la calidad. He estado sano, gracias a Dios, y sigo trabajando, es agradable. Pero esto no dice nada de la calidad de las películas. Si me dijera que he estado haciendo grandes filmes, uno tras otro, desde 1966, eso sería un logro.

Bueno, de hecho es algo por lo que se le critica: por hacer muchas películas y, tal vez, no tan buenas como las que rodaba en los años setenta. ¿Qué opina sobre esto? No pienso nada, no significa nada para mí. Hay gente que me dice que Match Point; Midnight in Paris; Vicky, Cristina, Barcelona y Blue Jasmine son las mejores películas que he hecho en mi vida. ¿Qué más da lo que piense la gente? Da igual.

Y usted ¿qué piensa? He leído que es tan perfeccionista que cada vez que ve una de sus películas, no le gusta. ¿Está ­especialmente orgulloso de alguna de ellas? Oh, sí; creo que he hecho algunas películas buenas; no, grandes películas, pero sí películas buenas.

¿Cuáles serían esas para usted? La rosa púrpura del Cairo es una buena película; Zelig, también; Balas sobre Broadway…

¿Qué hace que una cinta sea buena? Para mí una buena película es cuando estoy en casa, tengo una idea, la escribo, la filmo, la monto, le pongo la música y digo: “¡Salió como yo quería, es exactamente lo que quería!”.

Tengo entendido que cuando usted rodó Manhattan, no le gustó nada e incluso ofreció a United Artists rodar una de forma gratuita si no la exhibían. Sí, no estaba contento cuando acabé Manhattan porque no conseguí lo que quería. A la gente le gustó, fenomenal, pero no es lo que yo quería. Lo mismo me pasó con Hannah y sus hermanas, que tuvo mucho éxito, pero no para mí.

 El director junto a Colin Firth en otro momento del rodaje de 'Magia a la luz de la luna'.ampliar foto
El director junto a Colin Firth en otro momento del rodaje de 'Magia a la luz de la luna'.
Más de una vez ha dicho usted que rodar es una manera de escapar de sus ansiedades. Sí, me permite no pensar en cuestiones sombrías. Pienso en si podré contratar a Emma Stone para la película, o a Colin Firth; si deberé rodarla en el sur de Francia o en Boston. Esos problemas triviales se pueden solucionar, y si no se solucionan, nadie me mata; si todo sale mal, mal, mal, el resultado es, simplemente, que tengo una mala ­película. Los otros problemas, los que no puedo resolver, sí que me matan.

Entre esos problemas estará, supongo, lo ocurrido este año con su hija adoptiva Dylan Farrow, que le habrá afectado… No, yo compartimento muy bien las cosas.

¿No le afecta? Yo sólo trabajo, no leo lo que dicen sobre mí en la prensa, nunca leo las críticas de mis películas, ni veo mis películas. No he vuelto a ver Toma el dinero y corre desde 1967, cuando la rodé… Yo solo trabajo; es lo único importante para mí; ni los premios, ni las críticas, ni las cuestiones financieras… No leo lo que se publica de mí en la prensa; sea bueno o malo, críticas…

Sí, pero esta vez tuvo la necesidad de escribir en The New York Times su versión de los hechos… Sí, tuve que corregir algo.

Se trata de una acusación de abusos sexuales… Tuve que corregir algo y lo hice. Lo escribí rápido,no me llevó más de una hora. Y eso fue todo.

En Woody Allen: un documental, realizado en 2011, gente que trabajó con usted le describía como una persona tímida, un poco adolescente, hipocondriaco, lleno de fobias. ¿Es así? Hasta cierto punto. No estoy lleno de fobias, tengo algunas. No voy por túneles, soy claustrofóbico. No soy un hipocondriaco; más bien un alarmista: no imagino que estoy enfermo, pero si veo una cosa pequeñita aquí, una picadura de mosquito, pienso que es un tumor cerebral. Tengo ­peculiaridades, pero no son peligrosas…

Tímido… Sí, siempre luché contra esto. Ojalá no hubiera sido tan tímido, hubiera tenido una vida mejor si no llego a serlo.

Ha rodado la mayor parte de sus últimos largometrajes en Europa. ¿Lo ha hecho para poder mantener su independencia? No. Fue por cuestiones de financiación, al principio. Siempre he sido independiente, siempre he tenido el corte final, nunca, nunca, nunca han tocado mis películas, desde la primera que rodé.

¿Siempre ha sido libre? Completamente, libre al 100%.

Para mí una buena película es cuando tengo una idea, la escribo,
la filmo, la monto y digo: 'Salió exactamente como yo quería"

¿Tuvo esto algún coste para usted? Mientras mis películas no salgan muy caras, les da igual lo que haga. Tuve problemas para conseguir dinero y me propusieron que si hacía Match Point en Londres, me la financiaban, así que fui y me gustó. Luego llamaron de España para que hiciera una película en Barcelona.

¿Qué recuerda de aquellos días en Barcelona? Me encantó, tuve una gran experiencia. Me encanta España en general. Mi mujer y yo lo pasamos muy bien allí. Vivimos en Barcelona una temporada, toqué mucho jazz. Me encantó Madrid cuando fui, San Sebastián… Y Oviedo me volvió loco: si alguna vez tuviera que jubilarme, Oviedo sería el sitio.

¡Vaya! Es precioso, me encanta el tiempo, las comidas, la gente… Y en Barcelona estuve varios meses; con Scarlett Johansson, con Javier Bardem, con Penélope Cruz, lo pasé muy bien.

Suele usted decir que en Europa le consideramos un intelectual porque lleva gafas de pasta, pero que en realidad no lo es… Sí, eso es lo que la gente piensa de mí.

O sea, que usted no es un intelectual. No soy un intelectual, pero la gente piensa que lo soy porque tengo el aspecto que se atribuye a los intelectuales. Pero estos no tienen un aspecto especial; tienen el mismo que los levantadores de pesas o que los jugadores de béisbol… Hace años, si leías mucho, se te estropeaba la vista, y si llevabas gafas era porque leías mucho, porque eras una persona de libros. Pero yo no soy un intelectual.

Acostumbra usted a contar que lo que le gusta es beberse una cerveza viendo un partido de béisbol… Sí, no soy un intelectual. Me gusta tocar jazz; me gusta ver baloncesto, béisbol, fútbol americano, tenis, me gustan los deportes… No son actividades de intelectual.

 Woody Allen junto a Penélope Cruz, a quien dirigió en 'A Roma con amor'.ampliar foto
Woody Allen junto a Penélope Cruz, a quien dirigió en 'A Roma con amor'.
Después de venir tanto a Europa para sus películas, ¿no echa de menos Nueva York, como ciudad, para rodar? No, no demasiado. De vez en cuando me gustaría hacer una película en Nueva York, porque estoy loco por la ciudad de Nueva York, pero no es que me vaya a Sudán o a Libia a rodar; voy a hacer películas a Barcelona, Londres, París, Roma…

Sí, y se dice que sus películas son muy turísticas… Ah, sí, para mí las ciudades son personajes vivos, como Nueva York. El lugar en el que estoy es muy importante para mí, soy muy de ciudad y me gusta que el público sienta la ciudad como yo la siento. Con Nueva York me solían decir lo mismo, que no era tal y como yo la retrataba.

Eso le dijeron cuando hizo Manhattan… Sí, y dije que me daba igual. Soy un artista, no soy un periodista; te muestro cómo siento Nueva York, mis impresiones de la ciudad, lo mismo con Barcelona y con Roma… Yo voy a esas ciudades como turista, soy un turista en Roma, soy un turista en Barcelona, y las veo desde los ojos del turista que se enamora de ellas. Como turista, no me enamoro de todas las ciudades a las que voy, he viajado por toda Europa. Pero he tenido un sentimiento muy apasionado en las ciudades en las que he rodado.

Sigue usted sin acudir a la entrega de los Oscar. ¿Por qué? No soy una persona de premios. Se puede decir cuál es la película favorita de uno, pero no cuál es la mejor película. ¿Quién puede decir eso? Son valoraciones personales, no significan nada. Para los Oscar, la gente hace campaña y gasta millones de dólares para comprar esos premios.

En otro orden de cosas, señor Allen, ¿a usted qué le preocupa del mundo en el que vivimos, del rumbo que ha tomado nuestra civilización? Soy muy pesimista porque el problema del mundo es que depende de la gente. Si miras la historia, ves que la gente no ha hecho un buen trabajo administrándolo, cuidándolo, viviendo en él. No tengo muy claro que el mundo vaya a sobrevivir; no hay muchas razones para el optimismo en estos momentos, tal vez en unos años haya mejores perspectivas.

¿No encuentra usted ningún motivo para la esperanza? Bueno, hay una porción de la gente que es agradable. Pero o no hay suficiente, o son demasiado pasivos, o la tarea es abrumadora; o los malos tienen más ambición y energía. Pero es difícil hallar un punto luminoso en la historia de la humanidad.

¿La gente, en general, no es buena? La gente, en general, está asustada. Y cuando están asustados, actúan equivocadamente, se comportan mal. Es la condición humana, la trágica condición de la existencia, la gente está ansiosa y asustada, no tiene nada en lo que creer, ni tiene esperanza, y la vida es muy complicada, y se comportan mal. Si mañana quedara claro que la vida tiene sentido, o que hay un dios en el universo, seguro que la gente actuaría mejor, y la situación cambiaría para mejor radicalmente. No es que la gente sea inherentemente mala, es que tiene miedo y por eso se comporta mal.

¿Lo tiene usted? Yo estoy tan asustado como los demás, más que la mayoría; y soy una de las personas que se comportan decentemente a pesar de todo. Hay gente así, pero no demasiada.

Al ritmo que sigue rodando, no parece que tenga usted pensado retirarse del cine. No tengo planes de retirarme en estos momentos. Pero puedo volver a mi habitación y me puede dar un infarto y quedar mal, y entonces me retiraría. Si la salud aguanta, si estoy sano y la gente quiere poner dinero para mis películas, no me retiraré. Si enfermo o la edad me ralentiza de un modo que me avergüence, o no consigo dinero para mis películas, pues me retiraré.

Y a estas alturas de la vida, usted ¿qué quiere? No lo sé. Dos camareras de cócteles de 20 años.

¿Nada más? ¡No necesito nada más!

¿Nada más? No, ¡estoy en forma!

lunes, 18 de diciembre de 2017

Entrevista a Antonio Escohotado

Entrevista de Jorge G. García a "Antonio Escohotado": “Cuanta más inteligencia desarrolle un robot, mejor para el ser humano” en El País, 15-XII-2017: 

El filósofo, autor de la obra icónica ‘Historia general de las drogas’, disecciona el mundo tecnológico que nos rodea y comparte sus pensamientos sobre androides y la inteligencia artificial. Ha publicado toda su obra online en su web La Emboscadura
Madrid  18 DIC 2017 - 09:09 CET

Desde el retiro en un pueblo a unos 35 kilómetros de Madrid, el filósofo Antonio Escohotado (Madrid, 1941) huye del mundanal ruido para seguir la escondida senda de la sabiduría, como ya escribiera Fray Luis de León en su Vida retirada. Detrás de una pantalla de ordenador y rodeado por estanterías repletas de libros agolpados, el autor de la celebérrima Historia general de las drogas discurre sus días divulgando su pensamiento hasta por las redes sociales. Fumador empedernido, cae un cigarrillo detrás de otro, como un pitillo inagotable, deja silencios reflexivos antes de responder a cualquier pregunta. Hace 50 años lo entrevistaron con su padre. Como si del eterno retorno de Nietzsche se tratara, ahora le ocurre lo mismo; pero, en esta ocasión, con él como progenitor y con su hijo llamándole Escota.

¿Cómo fue su llegada a las nuevas tecnologías?

Serendipia pura. En el caso del teléfono móvil, por pura necesidad. Comencé a darme cuenta de que no tenía que peregrinar a las bibliotecas y librerías para encontrar libros. El 99,9% ya estaban en la red. Con respecto a las redes sociales, me las montó mi hijo Jorge y gracias a él estoy ahí dentro ahora.

¿Comprende que haya miedo a la robótica?

No. Como en tantos otros campos, tener miedo y alarmar alimenta la industria amarillista que convirtió en multimillonarios a Victor Hugo y Dickens, supuestos testigos del mundo real. Bien porque parece más vendible, o porque el resentimiento se apoderó del ánimo, ver el lado malo de los asuntos crece a costa de la objetividad, como demuestra Steven Pinker en su monumental y reciente estudio sobre la violencia. Resulta que en todos los órdenes –individual, familiar, social- no alcanza un 10% de la prevaleciente hace un siglo, pero los llamados medios de información dedican una línea a noticias como esa por cada mil centradas en catástrofes. ¿Por qué lo llaman información? Puestos a buscarle causas, la primera podría ser la maldita manía de manipular la mente ajena.

¿Debería existir una ética de la inteligencia artificial?

La única es asegurarse de que piense ecuánimemente, no para confirmar sofismas –bien identificados ya por la lógica aristotélica- sino para acumular inteligencia objetiva. Cuanto más predomine lo razonable y razonado mejor nos irá, aunque el folletín venda en teoría más.

¿Considera que los robots pueden ser más racionales que los seres humanos?

El ataque que pueda protagonizar un androide a la especie homo sapiens solo puede dirigirse a sus facetas irracionales, mostrando cuánto le falta para ser sapiente en vez de demente a ratos. Y es lo que necesitamos. La voluntad se obstina en someter a la inteligencia con dogmas y otros embustes, pero mientras ella duerme el espíritu objetivo sigue tejiendo su malla de innovación e invención. Los despiertos solo supuestamente se aprovechan de esa malla sin identificar la libertad como su origen, y pagan su afán de control recelando por ejemplo de la química -¡los paraísos artificiales!- y de la genética, donde ya están prohibidas cosas hoy por hoy imposibles. El miedo sigue teniendo muy buena salud, pero sospecho que la robótica no acabará de darle motivo.

¿En qué cree que los androides pueden ayudarnos?

En la zona pasional. Seguimos en buena medida a merced de impulsos como los celos, o un fratricidio disfrazado como anhelo de limpieza social, racial e ideológica. ¿Qué hacer con los émulos de Caín? Quizá una inteligencia no lastrada por la inercia de cerebros reptilianos descubra modos de mejorar en ese orden de cosas.

¿Qué entiende por innovación?

Convertir la potencia en acto, una ley de vida. No le falta componente de violencia, porque actualizar equivale a dejar atrás, como unas células sustituyen a sus predecesoras, sin evitar con ello la finitud general de cada organismo. Pero sin innovar no habría llegado a nacer.

¿Y siempre tiene que ser violenta?

Querríamos lo contrario, pero no hay otro modo de mitigar la coerción que partiendo del realismo. Estudiando y sabiendo ampliaremos la paz, pero la pretensión de alguna vía suavecita y políticamente correcta olvida que la realidad procede a saltos, como dirían los cuánticos.

El miedo sigue teniendo muy buena salud, pero sospecho que la robótica no acabará de darle motivo.

¿Le interesa la física cuántica?

Mucho, pero quizá se quedó empantanada desde finales de los años veinte, cuando Einstein advirtió que se permitía divorciar formulación e intuición. La obra de Dirac, en particular, muestra cómo convertirse en orientación canónica descarga de apelar a los sentidos, como si lo real pudiera perseguirse desde entonces con números sobre números.

¿La computación cuántica le parece diferente?

No tengo ni idea de ese campo específico. Solo me pregunto, ¿dónde están las imágenes cuánticas? ¿Nos ayuda a entender el mundo pasar de las tres dimensiones a n dimensiones? Prigogine y Mandelbrot aportan un formidable caudal intuitivo a sus investigaciones, pero no veo nada parecido en la teoría de las supercuerdas. Solo percibo autoconfirmaciones de hipótesis.

¿Los conclusiones cuánticas son erróneas?

Dios me libre de pontificar. Me quejo solo de los resultados, porque nada me dice que el electrón no sea un punto sino una cuerda con forma de lazo. Dada la formidable cantidad de observaciones ¿cómo no se traducen en una visión más nítida? Estudiar de cerca cualquier periodo histórico, por ejemplo, galvaniza y altera todo cuanto pensaba antes de hacerlo. ¿Por qué no ocurre algo análogo en física?

¿Cómo se imagina el futuro que está por venir?

Puestos a imaginar, y considerando que la función crea al órgano, lo ocurrido con el vello, las uñas y los dientes quizá anuncie cambios morfológicos más radicales, apoyados sobre el progreso técnico. ¿Para qué dos piernas, dos brazos, incluso un aparato digestivo y respiratorio, si el medio deja de ser inclemente y podemos dedicarnos a sentir y pensar libremente?

‘La emboscadura’, el pensamiento digital de Escohotado

La expansión del pensamiento del filósofo Antonio Escohotado carecería de sentido sin la figura de su hijo, Jorge. Gracias a las redes sociales se dio cuenta de que toda la obra de su padre antes de Historia general de las drogas estaba descatalogada o a precios desorbitantes. Para corregir este rumbo, decidió abrir la página web. “En los contratos con las editoriales no aparece nada con respecto al libro electrónico y decido digitalizar toda la obra”, argumenta. Con esta iniciativa, ha conseguido que todas las trabas para llegar a un mercado como el sudamericano por la logística de los envíos queden en un segundo plano. “No se trata de oportunismo, sino de desidia de las editoriales, que no todo son bestsellers”, zanja.

Para comprender qué ha llevado a Jorge a volcarse con la red, pone un ejemplo muy gráfico de cómo un hacker pretendía apropiarse de la obra de su padre. “Un pirata argentino hackeó Historia general de las drogas y la estaba comercializando. Si hubiera sido gratuita, no habríamos hecho nada, pero ahora le hemos dado de su propia medicina utilizando su versión con algunas adaptaciones. No creo que se atreva a denunciarnos (risas)”, explica. Para el año que viene, el reto tecnológico que afrontará es el de la impresión bajo demanda. Con el fin de evitar los gastos de almacenamiento, buscará alianzas en todos los países del mundo hispanoparlante para que, en 72 horas, el lector tenga el libro que desea de Antonio Escohotado.