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viernes, 4 de agosto de 2023

Vida y diabluras de Antonio Pérez

De Joaquín Bernárdez, en Quora:

Aunque un par de presidentes de los que hemos tenido en estas últimas legislaturas amenazan con adelantarle como el segundo de ellos siga gobernando, sí existe un personaje en la historia que puede considerarse sin lugar a dudas y con toda claridad, el mayor traidor de la historia de España.

Y no sólo ha pasado a ser el traidor por antonomasia en la historia de España reconocido como tal por todos los historiadores, sino tal vez de la mundial, dada la trascendencia de España en el mundo en la época en que le tocó vivir, y puesto que las consecuencias de su traición se han prolongado en algún modo hasta hoy.

Este personaje se llamaba Antonio Pérez del Hierro.

Nació en 1540 como hijo ilegítimo de Gonzalo Pérez, un aragonés que era secretario de estado de Carlos V, con Juana Escobar; aunque fue legitimado por el propio Felipe II en 1542 en reconocimiento a los excelentes servicios de su padre al emperador y posteriormente al propio rey.

Antonio Pérez recibió muy buena educación, cursando estudios en las universidades de Alcalá de Henares y en Salamanca, después de lo cual su padre le llevó por toda Europa para que aprendiera con los mejores maestros, en las universidades de Padua, Venecia y Lovaina entre otras.

Empezó su carrera política de muy joven, ayudando a Gonzalo. Fue por esa época cuando comenzó a trazar sus ambiciosos planes. Mediante sus buenos modales y simpatía sugestionó al príncipe de Éboli, Ruy Gómez de Silva, y se ganó su favor. Este príncipe portugués era el cabecilla de una de las dos facciones que pugnaban por influenciar sobre el rey; la otra era la casa de Alba.

El propio Ruy Gómez, primer ministro de Felipe II, se lo recomendó entusiásticamente a éste, quien se tomó la recomendación con cautela tras averiguar que Pérez llevaba una vida licenciosa y desordenada y tenía en la corte una tremenda fama de calaveras.

Enterado de esta opinión del rey, Antonio urdió una treta para mejorar su imagen ante el monarca, y a tal efecto se casó con la mujer con quien tenía un hijo ilegítimo (1567). La estratagema surtió efecto, y Felipe II se decidió a nombrarle secretario de estado de las cosas de Italia, pensando que el matrimonio le haría cambiar de vida.

Al cabo de un año, Pérez ya era el hombre más influyente de España, habiendo también acaparado el puesto de secretario para las cosas de Flandes, posición ganada merced a su carácter dúctil, su gallarda presencia, su cultura y su agradable conversación.

Desempeñó aquel puesto con eficiencia, celo y actividad. Fue entonces cuando, en connivencia con la princesa de Éboli, que enviudó en 1573, empezó a utilizar su influencia en beneficio propio aunque tuviera que perjudicar los intereses del Estado.

Debido a su posición, Pérez tenía acceso a la correspondencia entre el rey y don Juan de Austria, medio hermano de Felipe II que ostentaba la capitanía de la flota del Mediterráneo. Las cartas entre ambos se entrecruzaban escritas en un código que Pérez conocía y descifraba para el rey, de modo que el secretario se las arregló para que fueran malinterpretadas.

Esto originó una situación de tensión entre Felipe II y Juan de Austria. En este contexto, éste había sido trasladado a Flandes y, sospechando (con toda la razón) que el rey había concebido de él la idea de que era un ambicioso que obraba en beneficio propio en lugar de hacerlo para la Corona, en 1578 le envió a su secretario Juan de Escobedo para que tratara directamente con el monarca.

Las intrigas de Pérez a lo largo de varios años habían conseguido que Felipe II se incomodara contra su medio hermano; por lo cual el rey no quiso recibir inmediatamente a Escobedo cuando éste llegó a Madrid, sino que le citó para una fecha posterior.

Mediante sus interpretaciones sesgadas, Pérez había hecho pensar al rey que Juan de Austria deseaba desentenderse de los problemas que había en Flandes para abandonarlo y emplear los tercios en invadir Inglaterra, instaurarse allí como monarca y declararle la guerra a España, cuando en realidad los mensajes que había enviado a Felipe II contenían un plan para apaciguar Flandes e invadir posteriormente Gran Bretaña para liberar a María Estuardo y que ésta devolviera el catolicismo a la isla.

Por esta razón, Pérez no deseaba que Escobedo se reuniera directamente con el rey para exponérselo en persona. Valiéndose de su conocimiento personal de Escobedo, a quien él mismo previamente había recomendado para el cargo esperando que sirviera a sus intereses, Antonio Pérez consiguió reunirse con el emisario antes de que éste se encontrase con el rey, para tratar de sobornarle y, como viera que esto no funcionaba, también de chantajearle.

En vista de que estos intentos no dieron fruto, dos veces urdió planes para envenenarlo que resultaron fallidos, hasta que al final los nervios se apoderaron de Pérez y encargó a la desesperada el asesinato del secretario de Juan de austria, acción que se llevó a cabo en el último instante, cuando Escobedo se encontraba de camino a la audiencia con el rey, momento en que, en plena calle, un espadachín le traspasó el pecho de parte a parte. Pero la urgencia del plan hizo que se desarrollara de una manera tan burda que se reveló la autoría de Pérez.

Los papeles de Juan de Austria que portaba Escobedo, donde había pruebas del falso juego entre el rey y su medio hermano propiciado por Pérez, llegaron a manos del rey; y, a partir de este momento, los problemas para el secretario no hicieron más que empezar. Se llevó a cabo una investigación, a raíz de la cual los autores del crimen "cantaron" quién les había pagado espléndidamente y proporcionado medios para ponerse a salvo. Pérez y la princesa de Éboli fueron encarcelados en 1579 bajo los cargos de tráfico de secretos de Estado, corrupción y asesinato.

También desde entonces, los poderosos amigos que ambos tenían comenzaron a mover los hilos para mejorar su estado. La princesa fue trasladada de la torre de Pinto al fuerte de Santorcaz, y más tarde al castillo de Pastrana, que era de su propiedad, donde murió años más tarde sin haber recuperado la libertad.

En cuanto a Pérez, fue recluido primero a prisión domiciliaria durante un año, y después a libertad condicional en la que sólo se le permitía salir para ir a misa. Sin embargo, tanta fue la ostentación, el boato con que vivía a pesar de su estado, y la evidencia de que continuaba manejando intrigas, que se le abrió otro expediente de investigación pública.

Todo esto se vio complicado con el fallecimiento en circunstancias sospechosas de varios personajes que conocían bien la vida íntima de Pérez, entre ellos su mayordomo Rodrigo Mangado y el astrólogo Pedro de la Hera, hechos que fueron investigados dejando documentalmente probado que sus muertes habían sido promovidas por él para eliminar testigos de las intrigas que le habían ocupado durante años.

A consecuencia de estos hechos, Pérez fue sometido a tortura y posteriormente condenado a dos años de prisión, destierro de la corte, privación de oficio por diez años y una multa de 30.000 ducados. Pero en 1590, durante una visita de su esposa a la cárcel, ésta intercambió sus ropas con Pérez, quien huye para ocultarse en un convento de dominicos de Calatayud, de donde es sacado por el baile aragonés Alonso Celdrán, quien se lo lleva a Zaragoza, donde no tenían jurisdicción los tribunales castellanos.

Allí organiza Antonio Pérez otra farsa, apelando a los fueros aragoneses, y sigue aumentando su traición alentando a la rebelión contra Felipe II, aunque siendo ignorado por el pueblo, lo cual no evita que le escuchen algunos nobles, como el conde de Aranda, que inician revueltas y tumultos.

Como consecuencia, los tribunales castellanos dictan pena de horca contra él y decapitación post mortem para que su cabeza sea exhibida en público, por cuya causa Felipe II pide a la Justicia de Aragón la entrega de Antonio Pérez bajo los cargos de asesinato, tráfico de secretos de Estado y huida de prisión.

Ante el silencio de las autoridades aragonesas, la Corona recurre al Tribunal de la Inquisición, único que actuaba en toda España; y, de hecho, en toda Europa, excepto en las zonas protestantes, donde tenían la suya propia. Esto provoca rebeliones de insumisión, para sofocar las cuales se ve Felipe II obligado a enviar un ejército a Aragón, episodio que acaba con la ejecución del Justicia Mayor de Aragón, Pedro de Lanuza, uno de los máximos agitadores. Y así consigue, por fin, el traslado de Pérez a una prisión de control real.

Pero no habrá tal traslado, ya que, en el ínterin, los aragoneses le han liberado y Pérez ha conseguido huir aprovechando los desórdenes; y en noviembre de 1591 se presenta en Pau, un estado de corte feudal semi independiente de Francia donde la Inquisición no tiene potestad por estar en poder de los calvinistas. Como enemigo de Felipe II es allí muy bien acogido por la princesa Catalina de Bearn y su hermano el rey de Francia Enrique IV, a quien Pérez se dedica a revelarle secretos de estado y le anima a organizar una expedición militar contra España que, afortunadamente para ésta, acaba en derrota para los franceses.

Pérez se traslada a París, mientras en España se le da por perdido para la justicia, siendo quemado en efigie. En la capital francesa, se gana el favor de la corte igual que lo había hecho en España, mediante su simpatía y pintando en tono novelesco sus aventuras previas. Enrique IV se vale de él todo lo que quiere para obtener secretos de estado españoles y le otorga una pensión de 4000 escudos.

En 1593 viaja a Londres para hacer lo mismo ante la reina Isabel I, enemiga irreconciliable de Felipe II, y regresa a Francia en 1595. Al año siguiente, la información vertida por él en Inglaterra será utilizada para atacar Cádiz. El almirante lord Effingham penetra en la bahía al mando de una flota compuesta por ciento cincuenta barcos y siete mil soldados. Se somete la ciudad a saco y a incendio, causando grandes pérdidas económicas, y se pide rescate por los habitantes.

El duque de Medina Sidonia se niega a pagar, y los ingleses incendian también la flota de cabotaje española fondeada en Puerto Real, lo que provoca la desaparición de las naos de Indias y una pérdida de cinco millones de ducados, con la consiguiente quiebra de la Real Hacienda española, un golpe más duro que la pérdida de la Armada Invencible acaecida ocho años antes.

En 1598, Felipe II y Enrique IV firman un tratado en el cual queda excluida la admisión de Pérez en España, lo cual habría podido hacer a éste perder ya toda esperanza de regresar a su país si no fuera por la muerte del monarca español en ese mismo año. A esta adviene Felipe III, quien concede la libertad a la esposa e hijos de Pérez, encarcelados por haberle ayudado a escapar, pero a él se le deniega el regreso a España.

Desde Francia, Antonio Pérez empleará su tiempo en redactar y publicar periódicos escritos contra Felipe II, a promover el movimiento propagandístico antiespañol, oculto tras seudónimos, y a promocionar la leyenda negra que empañará el Siglo de Oro español, la cual llega hasta hoy. Además de estos panfletos, Pérez es autor de una serie de textos considerados de alta calidad literaria y documental, que demuestran que podría haber sido un buen escritor profesional de haberse dedicado a ello.

Aun poco antes de su muerte, acaecida en 1611, solicitó Antonio Pérez ser reintegrado a España y presentado ante el tribunal de la Inquisición, petición que le volvió a ser denegada. En 1615, sus hijos obtuvieron del tribunal de Zaragoza una absolución completa.

En sus últimos tiempos, Pérez parece haber sufrido una catarsis total por el modo en que había vivido su vida, y dejó también escritos en los que manifiesta su deseo de morir como un buen católico, así como de su amargura por no habérsele considerado un buen servidor de su rey. El texto principal fue una declaración en este sentido dictada a su amigo Juan de Mesa poco antes de fallecer, lo cual sucedió en París, donde fue enterrado en el convento de los Celestinos.

Los hechos y la actitud de Antonio Pérez han sido objeto de una gran cantidad de estudios e interpretaciones en la posteridad, originando una gran controversia que va desde la disculpa total de sus actos hasta la condena absoluta. Pero a nadie ha dejado indiferente, siendo considerado como el traidor por antonomasia de la historia de España.

jueves, 27 de julio de 2023

Elogios de España y su labor en el Nuevo Mundo

 FRASES DE PERSONAJES CÉLEBRES SOBRE ESPAÑA, LOS ESPAÑOLES Y EL IMPERIO ESPAÑOL

Compiladas por Fernando R. Quesada Rettschlag, 11 agosto, 2020:

Esta antología de frases, citas y pasajes, pretende mover a reflexión a los que aún perseveran en considerar verdades históricas la sarta de fábulas mitológicas y de patrañas aviesas perpetradas por humanistas italianos, historiadores anglosajones, odiadores luteranos, ilustrados franceses, afrancesados españoles, masones hispanoamericanos, liberales decimonónicos, progres que se creen herederos intelectuales de los ilustrados (qué más quisieran ellos), melifluos políticamente correctos que confunden ecuanimidad con equidistancia convencidos de que el postureo redime de la ignorancia… y, en general, por todos los propagandistas antiespañoles que en el mundo han sido, son y serán.  

Las citas están ordenadas cronológicamente por el año de nacimiento de los autores.

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San Isidoro de Sevilla (560-636), teólogo, obispo, erudito y prolífico escritor de la España visigoda. En su tiempo y con su concurso, se logró la unión religiosa y la unión política de todo el territorio peninsular, y España se convirtió en la primera nación de occidente, que además tuvo plena conciencia de serlo. En el prólogo De laude Spaniae (Alabanza de España) de su libro HISTORIA GOTHORUM (HISTORIA DE LOS GODOS), San Isidoro escribe: Eres, oh España, la más hermosa de todas las tierras que se extienden desde el Occidente hasta la India. Tierra bendita y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos. Eres ahora, con pleno derecho, la reina de todas las provincias; de ti, el Oriente y el Occidente reciben su luz. Tú eres el honor y el ornamento de todo el orbe; tú eres la porción más ilustre del globo. En tu suelo grandemente se goza y espléndidamente florece la gloriosa fecundidad del pueblo godo. Con justicia te enriqueció y fue contigo más indulgente la naturaleza con la abundancia de todas las cosas creadas… No hay en el mundo región mejor situada que tú; ni te quema el ardor estival ni te hiela el rigor del invierno, sino que, abrazada por la franja más templada del cielo, eres con blandos céfiros regalada. Cuanto hay de fecundo en los campos, de precioso en las minas, de hermoso y útil en los animales, lo produces tú…


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Crónica albeldense (siglos IX-X), forma parte de las tres crónicas llamadas alfonsinas. Fue redactada en latín por varios autores —Vigila, Sarracino, García y otros anónimos— monjes del monasterio riojano de San Martín de Albelda. Fue impulsada por el rey asturiano Alfonso III (848—910) con el propósito de recopilar buena parte de los saberes contenidos en los escritos que se habían quedado en la parte de la península ocupada por los musulmanes. En ella queda patente que, a pesar de la invasión islámica y de la ocupación de la casi totalidad peninsular, la cristiandad hispana conservó la conciencia de España como la unidad política, cultural, social y religiosa que había sido, y la seguridad de que a la pérdida de España seguiría su restauración, tal y como, según el cronista, había profetizado Ezequiel: Primeramente por Ibero, se llamó Iberia; después por Ispalo, Spania. También se dijo Hesperia por la estrella occidental denominada Espero. Su situación es entre África y Galia: al septentrión la cierran los montes Pirineos y por las demás partes está rodeada de mares. Es fecunda en todo género de frutos y riquísima en toda especie de metales y piedras preciosas…


Un dato curioso e interesante es que este códice contiene el registro más antiguo que se conserva en el mundo de las nueve cifras numéricas indias —llamadas arábigas porque a España fueron traídas por los árabes—escritas igual que las seguimos escribiendo en la actualidad. Del uno al nueve, el cero no aparece.


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Ibn Bassam de Santarém (siglo XII), escritor e historiador musulmán, en su obra TESORO DE LAS HERMOSAS CUALIDADES DE LA GENTE DE LA PENÍNSULA, escribe sobre el Cid Campeador: Este hombre, el azote de su tiempo, por su ansia de gloria, por la prudente tenacidad de su carácter, por su heroica valentía, fue uno de los milagros de Dios.


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Cristóbal Colón (1451-1506), navegante y descubridor de América, escribió:  Ciertamente, que los reyes Fernando e Isabel como católicos y cristianos y príncipes amadores de la santa fe cristiana y acrecentadores della, y enemigos de la secta de Mahoma y de todas las idolatrías y heregías, pensaron de enviarme a mí, Cristóbal Colón, a las dichas partidas de Indias para ver los dichos príncipes, y los pueblos y tierras, y la disposición de ellas y de todo, y la manera que se pudiera tener para la conversión dellas a nuestra santa fe.


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Isabel la Católica (1451-1504), reina de Castilla desde 1474 hasta 1504. Cuando en 1495, Colón pretendió vender como esclavos a cuatro indios que había traído de su segundo viaje, la reina los mandó liberar y costeó su repatriación. En 1500, ambos monarcas, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, resolvieron la ambigua situación legal de los indios proclamando en Real Cédula que: los indios son vasallos libres de la Corona de Castilla y nadie puede osar cautivarlos ni tenerlos por esclavos. Anteriormente, el veinte de septiembre de 1477, la reina Isabel había dictado una ley por la que se prohibía hacer esclavos a los guanches, los naturales de las recién conquistadas Islas Canarias. Es, en la historia de la humanidad, la primera vez que se prohíbe la esclavitud. Poco después, en 1480, la reina Isabel dicta la Sentencia Arbitral de Guadalupe, por la que se declaran completamente libres e iguales en derechos a todos los súbditos de sus reinos. En palabras de Juan Sánchez Galera (1967) en COMPLEJOS HISTÓRICOS DE LOS ESPAÑOLES: De repente, de esta forma tan sencilla como olvidada, la humanidad deja atrás una época de la historia marcada por el poder omnímodo de unos pocos sobre unos muchos y entra de lleno en la carrera de los derechos civiles… supone un gigantesco primer paso en la igualdad de derechos de todos los hombres.


La preocupación de la reina por el bienestar de los indios quedó reflejada incluso en su testamento, en el que reafirma la principal misión de los españoles en las nuevas tierras: Por cuanto al tiempo que nos fueron concedidas las Islas y Tierras firmes del mar océano, nuestra principal intención fue procurar inducir y traer los pueblos dellas a nuestra santa fe católica y enviar prelados y religiosos y clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios para enseñar y doctrinar buenas costumbres…


Asimismo, en su testamento dejó ordenado a su esposo y a sus sucesores: Pongan mucha diligencia y no consientan ni den lugar a que los indios, vecinos y moradores de las dichas Tierras Indias y tierra firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno ni en sus personas ni en sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean por manera que no se exceda en cosa alguna lo que por las letras apostólicas de la dicha concesión nos es infundido y mandado.


Cuando Colón preparaba su cuarto viaje, la reina le ordenó: Y no habéis de traer esclavos. Con esta decisión se anticipó treinta y cinco años a la formulación del derecho de gentes por Francisco de Vitoria y Domingo de Soto. Isabel la Católica concibió la primera formulación moderna de los derechos humanos para los que, posteriormente, los intelectuales de la Escuela de Salamanca desarrollarían un cuerpo de doctrina.


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Fernando el Católico (1452-1516), rey de Aragón, de Castilla, de Sicilia, de Nápoles, de Cerdeña y de Navarra, y regente de la Corona castellana entre 1507 y 1516. Tras la muerte de su esposa Isabel, puso buen cuidado en cumplir su voluntad y continuó la política de protección de los nativos americanos con las Leyes de Burgos de 1512, completadas por las Leyes de Valladolid de 1513 en las que se ordenaba a los colonos que proveyeran a los indios de enseñanza de la doctrina cristiana; se ordenaba también enseñar a leer y escribir a los niños indígenas, y se ordenaba asimismo que los hijos de los caciques fueran instruidos durante cuatro años por frailes franciscanos para convertirlos en maestros. En 1514, el rey Fernando aprobó una Real Cédula que legalizaba los matrimonios mixtos y a sus descendientes, lo cual supuso un enorme avance en la consolidación de los derechos de los nativos.


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Nicolás de Ovando y Cáceres (1460-1511), militar, miembro de la orden de Alcántara de la que llegó a ser comendador mayor, y gobernador general de las Indias Occidentales entre 1502 y 1509. En 1503 promulgó un decreto en el que ordenaba: Construir una iglesia en cada asentamiento español y que, junto a ésta, se erigiera una casa destinada a la enseñanza de niños. Dos veces al día, un sacerdote debía impartir lecciones de lectura y escritura en estas escuelitas. Es de reseñar que también se crearon escuelas diferenciadas para las niñas indias, gracias a la admirable labor de Catalina de Bustamante (1490-1546), “la primera maestra de América”. En ese tiempo, en Europa, la inmensa mayoría de los niños, y no digamos de las niñas, no aprendían a leer ni a escribir.


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Alonso de Ojeda (1468-1515), navegante, conquistador y gobernador, dio el nombre de Venezuela a la región que exploró en sus dos primeros viajes, descubrió el lago Maracaibo, fundó Santa Cruz… Tras desembarcar en las Antillas en 1506, en la misma playa dirigió estas palabras a los indios: Dios Nuestro Señor, que es único y eterno, creó el cielo y la tierra, y un hombre y una mujer de los cuales, vosotros, yo y todos los hombres que han sido y serán en el mundo, descendemos.


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María de Estrada (¿1475-1548?), casada con el soldado Pedro Sánchez Farfán, formaba parte de la hueste de Hernán Cortés. Tras la dramática Noche Triste a la que sobrevivió, participó como soldado en la batalla de Otumba tras convencer a Cortés con estas palabras: No es bien señor Capitán, que mujeres españolas dexen a sus maridos yendo a la guerra; donde ellos murieren moriremos nosotras, y es razón que los indios entienden que somos tan valientes los españoles que hasta sus mujeres saben pelear… Posteriormente, el cronista Diego Muñoz Camargo (1529-1599), historiador tlaxcalteca hijo de español y de india, escribió sobre su comportamiento en esta batalla: Se mostró valerosamente haciendo maravillosos y hazañeros hechos con una espada y una rodela en las manos, peleando valerosamente con tanta furia y ánimo, que excedía al esfuerzo de cualquier varón por esforzado y animoso que fuera, que a los propios nuestros ponía espanto.


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Antonio Pigafetta (1480-1534), noble veneciano, explorador, geógrafo y cronista. Viajó con Juan Sebastián Elcano en la nao Victoria que dio la primera vuelta al mundo. En su obra RELACIÓN DEL PRIMER VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO (1524), narra los terribles sufrimientos que padecieron: El miércoles 28 de noviembre de 1520 nos desencajonamos de aquel estrecho, sumiéndonos en el mar Pacífico. Estuvimos tres meses sin probar clase alguna de viandas frescas. Comíamos galleta; ni galleta ya, sino su polvo, con los gusanos a puñados, que lo mejor habíanselo comido ellos; olía endiabladamente a orines de rata. Y bebíamos agua amarillenta, putrefacta ya de muchos días, completan­do nuestra alimentación los cellos de cuero de buey, que en la cofa del palo mayor protegían del roce a las jarcias; pieles más que endurecidas por el sol, la lluvia y el viento. Poniéndolas al re­mojo del mar cuatro o cinco días y des­pués un poco sobre las brasas, se comían no mal; mejor que el serrín, que tampo­co despreciábamos. Las ratas se vendían a medio ducado la pieza…


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Fray Toribio de Benavente “Motolinía” (1482-1569), misionero franciscano, etnógrafo, escritor e historiador. Motolinía, como lo llamaban los indios, es una palabra náhuatl que significa “pobrecito”. En su obra HISTORIA DE LOS INDIOS DE NUEVA ESPAÑA, en referencia a la facilidad de aprendizaje de los indios, escribe: El que enseña al hombre la ciencia, ese mismo proveyó y dio a estos indios naturales grande ingenio y habilidad para aprender todas las ciencias, artes y oficios que les han enseñado, porque con todos han salido en tan breve tiempo que, en viendo los oficios que en Castilla están muchos años en los de aprender, acá en solo mirarlos y verlos han quedado muchos maestros. Tienen el entendimiento vivo, recogido, no son orgullosos y derramados como otras naciones… Escribir se enseñaron en breve tiempo… y si el maestro les muda a otra forma de escribir, como es cosa muy común que diversos hombres hacen diversas formas de letra, luego ellos también mudan la letra y la hacen de la forma que les da su maestro.


En todas las escuelas se enseñaba canto y en todas se formó un grupo de indios cantores. El canto litúrgico acompañado de instrumentos musicales, era una disciplina que a los indios les producía especial complacencia. Motolinía escribe al respecto: Cantan bien, y como son de vivo ingenio y gran memoria, tanto que, si estando cantando se revuelven las hojas o se cae el libro, no por eso dejan de cantar, sin errar un punto; y si ponen el libro en una mesa, tan bien cantan los que están al revés y a los lados como los que están delante.


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Fray Bartolomé de las Casas (1484-1566), encomendero primero, y después fraile, cronista, teólogo y obispo: Todo lo que ha sucedido desde el maravilloso descubrimiento de América ha sido tan extraordinario que le historia le parecería increíble a cualquiera que no háyala vivido de primera mano. En verdad, parece ensombrecer todas las acciones de la gente famosa del pasado, sin importar qué tan heroicas éstas hubieran sido, y silenciar toda habla de otras maravillas del mundo.


Sobre la reina Isabel escribió: No cesaba de encargar que se tratase a los indios con dulzura y se emplearan todos los medios para hacerlos felices.


En su obra DE ÚNICO VOCATIONIS MODO, escribe: Solo hay una manera de enseñar al indio, y esa manera es la que convence al entendimiento con razones y mueve la voluntad suavemente.


Bartolomé de las Casas, después de haber sido un encomendero sin demasiados escrúpulos, se convirtió en el gran denunciador de los abusos contra los indios. Como señala Pedro Borges Morán (1959-2008) en su obra QUIÉN ERA BARTOLOMÉ DE LAS CASAS: Se trata de un personaje que nunca fue imparcial y ante el que resulta muy difícil serlo. Estuvo tan interesado en el bienestar de los indios como en reclamar las Indias para la Iglesia antes que para su rey: La colonización solo se justifica por la autoridad del papa para evangelizar el mundo entero y la del rey para organizar y dirigir la evangelización por delegación legítima del pontífice. A tales fines escribió su BREVÍSIMA RELACIÓN DE LA DESTRUCCIÓN DE LAS INDIAS, un folleto lleno de exageraciones, de quimeras y aún de mentiras, con el que consiguió que parte de sus tesis se impusieran en la Junta de Valladolid (1550 y 1551), remediándose grandemente la situación de los indígenas con una legislación muy favorable. Paradójicamente, esa obra, junto con la APOLOGÍA de Guillermo de Orange y diversos textos de Antonio Pérez, se convirtieron en las fuentes primordiales con las que los enemigos de España construyeron la Leyenda Negra.


En época tan temprana como la primera mitad del siglo XVI, cuando el resto de Europa aún vivía en el medievo, resulta de una audacia fascinante que fray Bartolomé afirmara tan rotundamente la igualdad de derechos entre los civilizados españoles, que acababan de sentar las bases de la Edad Moderna, y unos indígenas que vivían anclados en la Edad de Piedra: Todas las gentes del mundo son humanas y solo hay una definición aplicable a todos y cada uno de los seres humanos y es que son racionales… de este modo, todas las razas son una. Este pionero en la defensa de los derechos humanos puede parecer un hombre sorprendentemente adelantado a su tiempo, pero, en realidad, esta idea de la igualdad esencial de todos los hombres, eje central del humanismo cristiano, protagonizó toda la legislación que reguló las relaciones jurídicas y administrativas en el Imperio español. Su idea de que los indios son seres racionales y libres, miembros de pleno derecho de la humanidad, se convirtió en doctrina general de la Iglesia desde 1537, fecha en que el papa Pablo III publicó la bula Sublimis Deus.


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Hernán Cortés de Monroy (1485-1547), conquistador de Nueva España y primer marqués del Valle de Oaxaca, en carta dirigida a Carlos I, escribe: Seguramente no era sin motivos que Dios, Nuestro Señor, había hecho descubrir esos nuevos países por los reyes españoles, ya que Él quería difundir la fe cristiana entre los bárbaros indígenas.


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Carlos I de España (1500-1558), rey de España y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, en 1540 convocó en la Universidad de Salamanca una junta que reunió a los principales teólogos, filósofos y juristas del reino, para tratar la cuestión de los indígenas de los nuevos territorios de la Corona. Allí se concluyó, entre otras muchas cosas, que tanto el rey como los gobernadores y los encomenderos debían respetar la libertad de conciencia de los indios y no forzar en ningún caso su conversión: Los indios no deben ser bautizados antes de haber sido suficientemente instruidos no sólo en los artículos de la fe, sino también en las costumbres cristianas y en todo aquello que es necesario para la salvación, hasta que ellos sepan lo que reciben, y profesen en el bautismo, y empiecen a dar pruebas de que es su voluntad venir y perseverar en la fe y religión cristiana.


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Felipe II (1527-1598), rey de España, de Nápoles y Sicilia, de Portugal y los Algarves. En 1596, dirigiéndose al Consejo de Indias, dijo: No parece conveniente forzarlos a abandonar su lengua natural. Solo habrá que disponer de unos maestros para los que quieran aprender voluntariamente nuestro idioma.


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Juan Ramírez de Arellano (1527-1609), dominico, obispo de Guatemala y defensor de los indios, dice que los monarcas hispanos: respecto de los indios son padres, maestros y predicadores evangélicos.


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Robert Dudley conde de Leicester (1532-1588), noble británico que combatió contra España en Flandes y fue derrotado por Alejandro Farnesio: Los españoles son los mejores soldados existentes en la Cristiandad.


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Pierre de Bourdeille señor de Brantôme (1540-1614), soldado, aventurero, escritor, historiador y biógrafo francés: Los soldados españoles, se han atribuido siempre la gloria se ser los mejores entre todas las naciones. Y, por cierto, no les falta base para tal opinión y confianza, porque a sus palabras les han acompañado los hechos. Pues ellos son quienes en los últimos cien o ciento veinte años han conquistado, por su valor y su virtud, las indias Occidentales y Orientales, que forman un mundo completo. Ellos son los que tantas veces nos han batido y rebatido en el reino de Nápoles, expulsándonos finalmente de allí. Y otro tanto han hecho en Milán, cuya ocupación tanta sangre y recursos nos había costado… Y no contentos con los bienes que nos quitaron, pasaron a Flandes y vinieron a Francia… Ellos son los que han triunfado sobre los alemanes y les han puesto el yugo en la guerra de Alemania, cosa no oída, vista ni hecha desde el gran Julio Cesar u otros emperadores romanos. Ellos son los que, siguiendo la divisa de su gran emperador Carlos, de avanzar más allá, han cruzado el mar, caído sobre África… Y lo más notable de todas estas hazañas es que no las han llevado a cabo grandes masas de hombres, sino tropas reducidas; porque nunca se han hallado diez mil españoles juntos en una ocasión, que la mayor no pasaban de ocho o nueve mil, de los cuales nunca quedaron tendidos los cadáveres de más de tres mil…


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Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) por boca de don Quijote, acierta a sintetizar magistralmente la esencia de la médula moral de los españoles del Siglo de Oro, en una sola y sencilla frase: Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro. Siglos después, Rafael Gómez Ortega, El Gallo (1882-1960), sin haber leído a Cervantes viene a coincidir con él en la misma concepción: Cada uno es cada uno y nadie es más que nadie. En el siglo XX como en el XVII, la esencia de la médula moral de los españoles seguía siendo la misma.


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Francisco Suárez de Toledo Vázquez de Utiel (1548-1617), fue un sacerdote jesuita granadino que para muchos representa la máxima figura de la filosofía española. Filósofo, teólogo y jurista, fue uno de los más preclaros exponentes de la Escuela de Salamanca. A instancia del papa Paulo V escribió un tratado dirigido a los príncipes cristianos de Europa: DEFENSIO FIDEI CONTRA ANGLICANAE SECTAE ERRORES (1613). En él proclama sin ambages y con una modernidad sorprendente la igualdad esencial de todos los hombres, y defiende la doctrina de que los reyes no reciben su poder de Dios; Dios deposita el poder en el pueblo y es éste el que lo delega en el monarca. En base a estos principios tan adelantados a su tiempo, invalida la legitimidad del juramento que el rey anglicano Jacobo I de Inglaterra exigía a sus súbditos y sienta las bases de lo que más tarde se llamará libertad de conciencia. El rey Jacobo, en el colmo de la indignación, mandó que un verdugo quemara el libro de Suárez en las escaleras de la catedral de San Pablo de Londres. Da miedo pensar lo que hubiera hecho con el autor si hubiera podido echarle el guante.


Dos siglos antes de que Thomas Jefferson, en su hermosa plantación con centenares de esclavos, tras violar una noche más a su esclava Sally Hemings, una mulata treinta años más joven a la que hizo ocho hijos, escribiera aquello de: Sostenemos como evidentes estas verdades,  que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad… Francisco Suárez ya había escrito: Todos los hombres nacen libres por naturaleza, de forma que ninguno tiene poder político sobre el otro… toda sociedad humana se constituye por libre decisión de los hombres que se unen para formar una comunidad política.


La obra de Suárez provocó enormes controversias en toda Europa y, siglo y medio más tarde, esta doctrina jesuita sobre el origen de la autoridad real, contraria al absolutismo monárquico, fue la verdadera causa de que Carlos III los expulsara de sus dominios y proscribiera la tesis de Suárez.


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Philippe du Plessis-Mornay (1549-1623), político y escritor francés, protestante: La ambición de los españoles, que les ha hecho acumular tantas tierras y mares, les hace pensar que nada les es inaccesible.


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Walter Raleigh (1552-1618) al que los españoles llamaban Guatarral, fue un cortesano, político y pirata inglés –perdón por el pleonasmo– que pasó su vida luchando contra España. Combatió contra la Gran Armada española en 1588, formó parte de la desastrosa Contra Armada inglesa en 1589, participó en el saqueo de Cádiz de 1596, pirateó establecimientos españoles en Venezuela…  y por último cayó en desgracia, en parte debido a la actuación del embajador español en Londres Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar. Fue encarcelado por el rey Jacobo I, condenado a muerte y ajusticiado por decapitación en 1618. Además de pirata, cortesano y político, fue escritor. Durante sus años de prisión tuvo tiempo de escribir una HISTORIA DEL MUNDO (1617) muy estimable, en la que, a propósito de los trabajos y padecimientos de sus enemigos los españoles, dice: No puedo por menos que ensalzar la paciente virtud de los españoles. Pocas naciones o acaso ninguna, han soportado tantas desdichas y padecimientos como los españoles durante su descubrimiento de las Indias. Y, sin embargo, persistiendo en sus empresas con indomable constancia, han anexionado a su reino tantas extraordinarias provincias como para enterrar el recuerdo de todos los peligros afrontados. Tempestades y naufragios, hambre, derrocamientos, motines, el frío y el calor, la peste y todo tipo de enfermedades antiguas y nuevas, junto a una extrema pobreza y carencia de lo más necesario, han sido los enemigos que han tenido que afrontar en un momento u otro, todos y cada uno de sus más nobles descubrimientos.


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Alonso de Contreras (1582-1645). Militar, corsario y escritor, autor de una de las poquísimas autobiografías de un soldado de los Austrias: Mire vuestra excelencia que nada queda fuera de mi alcance, pues para eso me dio Dios diez dedos en las manos y ciento cincuenta españoles.


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Cardenal Richelieu (1585-1642), primer ministro del rey Luis XIII de Francia: Tan cierto es que los españoles aspiran al dominio mundial, como que solo su escaso número se lo impide.


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Juan Pablo Mártir Rizo (1593-1642), poeta, historiador y tratadista político español: Los españoles son ejemplo que no parece excepción, pues siendo generalmente de estatura pequeña, la grandeza del corazón es tan grande que les da aliento, de forma que con su propio valor se han hecho dueños del mundo.


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Pedro de Salazar y Mendoza (1549-1629), toledano, doctor y primer canónigo penitenciario de la catedral de Toledo, en su obra MONARQUÍA DE ESPAÑA (Madrid, 1770), en la p. II del COMPENDIO, escribe: Que es más grande la Monarquía de V.M. que juntas todas las cuatro más celebradas de los Asirios, Caldeos, Griegos y Persas; porque la de España abraza la tercera parte del Universo; y sola su Colonia o Mundo Nuevo es tres veces mayor que Europa; y la Nueva-España mayor que África: que se puede dar una vuelta al Mundo sin tocar en otras tierras o mares que los de V.M…


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Juan de Caramuel y Lobkowitz (1606-1682), fue un monje cisterciense, matemático, lingüista, arquitecto y filósofo, nacido en Madrid y muerto en Vigevano, Lombardía. En su obra DECLARACIÓN MYSTICA DE LAS ARMAS DE ESPAÑA INVICTAMENTE BELICOSAS (Bruselas, 1636), escribió: Que dependen de aquesta Monarquía Española tanto todas las otras, que es imposible que moviéndose ella, estén las otras sosegadas… Que es tan ilustre esta gran Monarquía, que cuanto más procuren sus contrarios abatir lo generoso de sus glorias, tanto más ella se levanta a mayores soberanías de Magestuosa Alteza.


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Francisco Ugarte de Hermosa y Salcedo, jurista criollo del siglo XVII que nació y vivió en el virreinato del Perú, estuvo en Chile como secretario del Gobernador López de Ulloa y Lemos, y murió en Madrid. En su obra ORIGEN DE LOS DOS GOBIERNOS DIVINO Y HUMANO Y FORMA DE SU EJERCICIO EN LO TEMPORAL (Madrid, 1665), que pertenece al género llamado de «educación de príncipes», aborda el tema del poder y de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. En el prólogo, Bernardo de Estuñiga escribe: este libro para espejo de príncipes, para regla de vasallos, para guía de católicos… En la p. 364 dice: Y que ha hecho a España el dilatar y tender tanto su Monarquía; pues no ha habido otro Imperio ninguno en el mundo desde que se creó, tan dilatado en él como el de los Reyes de España, que desde que sale el sol hasta que vuelve a salir, está alumbrando tierras de su gran Monarquía, sin que en toda su carrera falten a su luz un solo instante tierras de este Monarca…


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Marie-Catherine le Jumelle de Barneville, Baronesa d´Aulnoy (1651-1705), escritora francesa conocida por sus cuentos de hadas. En su RELATO DEL VIAJE A ESPAÑA (1691) narra, en forma epistolar, su viaje y su estancia en Madrid durante el reinado de Carlos II. En él escribe: Se les ve expuestos a la injuria de los tiempos, en la miseria; y a pesar de ello, más bravos, soberbios y orgullosos que en la opulencia y la prosperidad.


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Blas de Lezo y Olavarrieta (1689-1741), almirante español, genial estratega y vencedor del almirante inglés Vernon en el asedio a Cartagena de Indias: Decidle a Vernon que para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta sólo le ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.


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Voltaire (1694-1778), historiador y filósofo francés: Los españoles tuvieron una clara superioridad sobre los demás pueblos: su lengua se hablaba en París, en Viena, en Milán, en Turín; sus modas, sus formas de pensar y de escribir subyugaron a las inteligencias italianas y desde Carlos V hasta el comienzo del reinado de Felipe III España tuvo una consideración de la que carecían los demás pueblos.


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Erasmus Darwin (1731-1802), médico, naturalista, filósofo y escritor británico, abuelo paterno de Charles Darwin: En mis viajes por el inabarcable imperio español, he quedado admirado de como los españoles tratan a los indios, como a semejantes, incluso formando familias mestizas, y creando para ellos hospitales y universidades. He conocido alcaldes y obispos indígenas y hasta militares, lo que redunda en la paz social, bienestar y felicidad general que ya quisiéramos para nosotros en los territorios que con tanto esfuerzo les vamos arrebatando. Sus señorías deberían reconsiderar la política de despoblación, ya que a todas luces la fe y la inteligencia española están construyendo, no como nosotros un imperio de muerte, sino una sociedad civilizada. España es la sabia Grecia, la imperial Roma, Inglaterra el corsario turco.


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Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), escritor asturiano, jurista y político ilustrado, en 1808, siendo miembro de las Cortes de Cádiz, escribió en su carta a Cabarrús, en la que explica su negativa a ser ministro del rey José Bonaparte: Quien deja de ser amigo de mi Patria deja de serlo mío. España no lidia por los Borbones, ni por Fernando. Lidia por sus propios derechos. Derechos originales, sagrados, imprescriptibles, superiores, e independientes de toda familia o dinastía. España lidia por su religión, por su Constitución, por sus leyes, sus costumbres, sus usos; en una palabra: España lidia por su libertad que es la hipoteca de tantos y tan sagrados derechos.


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Edward Jenner (1749-1823), médico descubridor de la vacuna contra la viruela, afirmó en 1806 en referencia a la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna 1803-1806 dirigida por Francisco Javier Balmis y Berenguer: No me imagino que, en los anales de la historia, haya un ejemplo de filantropía tan noble y tan extenso como éste.


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François Depons (1751-1812), jurista, viajero y escritor francés que recorrió Saint Domingue, Cuba, Haití y el oriente venezolano. Recogió sus impresiones en su obra VIAJE A LA PARTE ORIENTAL DE LA TIERRA FIRME EN LA AMÉRICA MERIDIONAL. En ella escribió: Las leyes francesas no permiten que los hijos de los criollos reciban en las colonias otra instrucción que la que dan los maestros locales, es decir, leer, escribir y contar. No hay colegios para sus estudios… no hay un solo habitante blanco de las colonias que no desee abandonarlas. El criollo español, sin cambiar de residencia, puede dar a su ambición la dirección que crea más ventajosa o que más se adapte a sus gustos… Francia ha adoptado como base de su sistema que tanto el criollo como el europeo habrán de considerar las colonias meramente como lugares de residencia temporal hacia los cuales hay que atraer a los individuos con facilidades para adquirir fortuna, y de los que conviene que regresen en cuanto hayan alcanzado sus propósitos. España, por el contrario, permite que todos sus súbditos, americanos o europeos, consideren como su patria cualquier parte del Imperio donde hayan visto la luz o que para ellos presente especiales atractivos.


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Alexander von Humboldt (1769-1859) fue un geógrafo, astrónomo, naturalista y explorador prusiano que recorrió España e Hispanoamérica con salvoconducto del Consejo de Indias, realizando estudios, mediciones, investigaciones y observaciones. A propósito de lo que vio en sus viajes, escribió: La humanidad debe gratitud eterna a la Monarquía española, pues la multitud de expediciones científicas que ha financiado, ha hecho posible la extensión de los conocimientos geográficos… La posteridad más remota agradecerá a los marinos españoles los inmensos e importantes trabajos que han sabido acopiar en los últimos veinte años. Yo al menos, no conozco otra nación que hubiese adelantado más la Astronomía náutica y publicado más mapas exactos en tan corto tiempo.


Los monarcas de España, tomando el título de Reyes de las Indias, han considerado estas provincias lejanas más bien como partes integrantes de su monarquía y como provincias dependientes de la Corona de Castilla, y no como colonias en el sentido que, desde el siglo XVI, ha significado esta voz para el resto de pueblos de Europa.


En su obra VIAJE DE UN NATURALISTA ALREDEDOR DEL MUNDO (1800) en la que describe sus viajes por Europa, América del Sur, Centroamérica, América del Norte y Asia Central, afirma: No he visto en el mundo mayor alegría y felicidad de vida que en las posesiones españolas en América. Es un canto a la vida, es una esperanza de felicidad, es el lugar donde viven las personas más felices del planeta.


En carta dirigida desde Caracas a Philippe von Forell, embajador de Sajonia en Madrid, el 03-02-1800, escribe: Admiro, entre los habitantes de estos lejanos parajes, esa lealtad, esa sencillez de carácter, esa mezcla de autoridad y de bonhomía que ha sido siempre característica de la nación española. Si las luces no están muy extendidas, mucho menos lo está la inmoralidad. (…) Mientras más vivo en las colonias españolas, más me gustan. Al regresar a Europa me desespañolizaré con gran pesar. Es preferible el régimen paternalista español a la destrucción implacable que se está produciendo en el norte en nombre del progreso.


En carta dirigida a Manuel Espinosa y Tello el 08-11-1803, escribe: México es una de las ciudades más bellas que han fundado los europeos en ambos hemisferios, superando claramente a Washington. A ninguno de los gobernantes de México se les puede acusar de corrupción o falta de integridad.


En su ENSAYO POLÍTICO SOBRE EL REINO DE LA NUEVA ESPAÑA (1811), se sorprende de que, a cuatrocientas leguas de Ciudad de México, en Durango, se fabricaran pianos y clavicordios, y que ya en el siglo XVI los españoles hubieran introducido molinos de ruedas hidráulicas. En ese libro escribe: Ninguna ciudad del nuevo continente, sin exceptuar las de los Estados Unidos, presenta establecimientos científicos tan grandiosos y sólidos como la capital de México. La capital y otras ciudades de México, tienen establecimientos científicos que llevan a una comparación con las de Europa.


Entre todos los reinos (virreinatos de España en América) México ocupa actualmente el primer lugar, tanto por sus riquezas territoriales como por lo favorable de su posición para el comercio con Europa y Asia.


Por virtud de un prejuicio muy generalizado en Europa hay la creencia de que se han conservado muy pocos indígenas de tinte cobrizo… En la Nueva España, el número de indígenas se eleva a dos millones, contando sólo los que no tienen mezcla de sangre europea… Y lo que es más consolador aún, habrá que repetirlo, lejos de extinguirse, la población india ha aumentado considerablemente durante los últimos cincuenta años, como lo prueban los registros de la capitación y los tributos.


El agricultor indio es pobre pero libre. Su situación es mucho mejor que la de los campesinos del norte de Europa, en especial rusos y alemanes. El número de esclavos es prácticamente cero.


¡Esto debe saberse en Europa! Los mineros mexicanos son los mejor pagados del mundo, reciben de seis a siete veces más salario por su labor, que un minero alemán.


La Nueva España tiene una ventaja notable sobre los Estados Unidos, y es que el número de esclavos, así africanos como de raza mixta, es casi nulo. El número de esclavos africanos en los Estados Unidos pasa de un millón, que es la sexta parte de su población.


Sobre José Celestino Mutis escribió: Es un anciano y venerable sacerdote de unos setenta y dos años… el rey le paga 10 000 duros anuales por la Expedición botánica. Desde hace quince años trabajan a sus órdenes treinta pintores. Él tiene de dos mil a tres mil dibujos en folio, parecidos a miniaturas. Excepto la de Banks, de Londres, nunca he visto una biblioteca más nutrida que la de Mutis.


En 1925, en referencia a la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna 1803-1806 o Expedición Balmis, escribió: Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia.


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José I Bonaparte (1768-1844), rey de Nápoles y de España: Hacen falta muchos medios para someter a España… este país y este pueblo no se parecen a ningún otro. No hay un solo español para defender mi causa.


Tengo por enemigo a una nación de doce millones de almas enfurecidas hasta lo indecible. Todo lo que aquí se hizo el dos de mayo fue odioso. No, Sire. Estáis en un error. Vuestra gloria se hundirá en España.


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Napoleón Bonaparte (1769-1821), general y emperador francés: Si queremos dominar el mundo, antes debemos anexionarnos a los vecinos del sur, su arrojo y valentía nos darán las victorias que necesitamos.


A los españoles les gusta renegar de su país y de sus instituciones, pero no permiten que lo hagan los extranjeros.


Sobre la guerra de España: Esa desgraciada guerra me perdió.


En las memorias que escribió durante su destierro en Santa Elena, reconoce: Todas las circunstancias de mis desastres vienen a vincularse con este nudo fatal; la guerra de España destruyó mi reputación en Europa, enmarañó mis dificultades y fue una escuela para los soldados ingleses. Fui yo quien formó al ejército británico en la Península.


En sus memorias, sobre los sucesos del dos de mayo, escribe: Se indignaron con la afrenta y se sublevaron ante nuestra fuerza corriendo a las armas. Los españoles en masa se condujeron como un hombre de honor.


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Jean Lannes (1769-1809), duque de Montebello, príncipe de Siewierz y mariscal de Francia, fue uno de los más brillantes militares y de los más íntimos amigos de Napoleón. En una carta dirigida a Bonaparte durante el segundo sitio de Zaragoza, escribió: Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores… ¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena. Años después, Mariano de Pano y Ruata (1847-1948), historiador, escritor y político, sintetizó este episodio con una sencilla frase: Para un canto al heroísmo con una palabra sobra, se moja la pluma en sangre y se escribe «Zaragoza».


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William H. Prescott (1796-1859), historiador e hispanista estadounidense, en su libro THE HISTORY OF CHARLES THE FIFTH (1897), afirma: Las Leyes Nuevas firmadas por Carlos V en Barcelona en 1542, convertían de un plumazo en libre a un pueblo de esclavos.


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Charles Joseph La Trobe (1801-1875), científico y político inglés, gobernador de la colonia de Victoria (Australia). En su obra EL PASEANTE EN MÉXICO (1836) rebautizó a Ciudad de México como la Ciudad de los Palacios, sobrenombre con el que se la conoce desde entonces, aunque muchos, erróneamente, se lo atribuyen a Humboldt. Mira sus obras: los monumentales acueductos, iglesias, calzadas, y la lujosa Ciudad de los Palacios.


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Gaceta inglesa de Gibraltar (9-XI-1805) tras la batalla de Trafalgar, se refiere a los combatientes españoles en estos términos: La terrible carnicería y el estado de los navíos apresados prueba el encarnizamiento con el que se batieron… Su coraje nos inspira el mayor respeto, y la humanidad con que han tratado a los prisioneros y náufragos ingleses es superior a todo elogio.


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Karl Marx (1818-1883), celebérrimo por ser autor de EL CAPITAL y creador del marxismo, aunque no tanto por preferir que sus tres hijos murieran de hambre y de frío, antes que aceptar el trabajo de profesor de idiomas que le ofreció un amigo. En el New York Daily Tribune, el 21-7-1854, escribió: Acaso ningún otro país, excepto Turquía, es tan poco conocido y tan erróneamente juzgado por el resto de Europa como lo es España. El 9-9-1854, escribió en el mismo diario neoyorquino: Así ocurrió que Napoleón, quien, como todos sus contemporáneos, creía a España un cadáver exánime, se llevó una sorpresa fatal al descubrir que, si el Estado español yacía muerto, la sociedad española estaba llena de vida y rebosaba, en todas sus partes, de fuerza de resistencia.


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Hippolyte Taine (1828-1893), historiador y filósofo francés: Hay un momento extraño y superior en la especie humana: España desde 1500 a 1700.


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Eliseo Reclus (1830-1905), geógrafo y escritor belga: España y Portugal ocupan el primer puesto en la historia de los conocimientos geográficos. La importancia del descubrimiento del Nuevo Mundo es tal y tan grande que el comienzo de la Edad Moderna debe de fijarse en la fecha en que se realizó tan trascendental acontecimiento… El descubrimiento del Nuevo Mundo ha ejercido y ejerce sobre los destinos de la humanidad una influencia muy superior a todo lo que podía imaginarse en teóricas disquisiciones, porque, no sólo ha producido este descubrimiento sus inmediatas y naturales consecuencias en los progresos de la ciencia geográfica y de la astronómica, sino que ha llegado hasta otras esferas de la vida humana como la religión, la filosofía y la política que, por su índole espiritual, digámoslo así, parecían muy alejadas del terreno en que se verifican los hechos del orden puramente físico.


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Edgar Sanderson (1838-1907), clérigo, maestro y escritor inglés, en su libro ESQUEMAS DE LA HISTORIA DEL MUNDO, ANTIGUA, MEDIEVAL Y MODERNA (1885), escribe: El honor de dar América al mundo, el consiguiente engrandecimiento de España, acaecido en lo sucesivo con nuevas aportaciones territoriales a costa de una exploración secular no igualada por ninguna otra nación en región alguna y que constituye en conjunto la más maravillosa serie de valientes proezas que registra la Historia, suscitó a la larga la animadversión en la mayor parte de la naciones europeas y no se perdonó medio para contrarrestar la grandeza del glorioso pueblo que, llevado por su intrepidez al otro lado del Mar Tenebroso, había hallado y estaba colonizando un Nuevo Mundo. Tal leyenda colonial antiespañola no ha podido, sin embargo, resistir al fulgor de la verdad aportado por nuevas y desapasionadas investigaciones, que ha iluminado y continúa esclareciendo el fondo de crasa ignorancia y a veces de mala fe que había, no ya en plumíferos de baja estofa, sino en historiadores de renombre universal.


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Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912), escritor, filólogo e historiador de las ideas: Pueblo que no sabe su historia es pueblo condenado a irrevocable muerte. Puede producir brillantes individualidades aisladas, rasgos de pasión, de ingenio y hasta de género, y serán como relámpagos que acrecentarán más y más la lobreguez de la noche.


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Theodore Roosvelt (1858-1919), vigésimo sexto presidente de EUA, en un discurso pronunciado en Baltimore en 1912, dijo: Los españoles, con la transmisión de su sangre, de su vida y de su fe, implantaron en nuestro suelo una civilización muy distinta a la de otros pueblos conquistadores. Mas humanitaria que la que mata y esclaviza razas, como hicieron los franceses, los ingleses y nosotros mismos con los indios en Norteamérica.


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Charles Fletcher Lummis (1859-1928), periodista, historiador y activista a favor de los indios estadounidenses, en su libro LOS EXPLORADORES ESPAÑOLES DEL SIGLO XVI (1920), escribe: El honor de dar América al mundo le cupo a España; el crédito, no solo del descubrimiento, sino de siglos de trabajo pionero tal que ninguna otra nación en ningún otro país se le puede equiparar. Prácticamente una sola nación tuvo la gloria de descubrir y explorar América, de cambiar las ideas del mundo sobre la geografía y de llevar por sí sola el conocimiento y el comercio durante un siglo y medio. Y esa nación es España.


Porque creo que todo joven norteamericano ama la justicia y admira el heroísmo tanto como yo, me he decidido a escribir este libro. La razón de que no hayamos hecho justicia a los exploradores españoles es sencillamente porque hemos sido mal informados. Su historia no tiene paralelo y sin embargo nuestros libros de texto no han reconocido la verdad, si bien ahora ya no se atreven a discutirla… En este país de hombres libres y valientes, el prejuicio de raza, la más supina de todas las ignorancias humanas, debe desaparecer… Amamos la valentía, y la exploración de las Américas por los españoles fue la más grande, la más larga y la más maravillosa serie de valientes proezas que registra la historia. En mi juventud no le era posible a un muchacho anglosajón aprender esa verdad y aún hoy es sumamente difícil, en el caso de que sea posible. Convencido de que es inútil la tarea de buscar en uno o en todos los libros de texto ingleses, un relato exacto de los héroes españoles del Nuevo Mundo, me propuse que ningún otro joven americano amante del heroísmo y la justicia tuviese necesidad de andar a tientas en la oscuridad como a mí me ha sucedido. Los Ángeles, 1916.


No solo fueron los españoles los primeros conquistadores del Nuevo Mundo, sino también sus primeros civilizadores. Ellos construyeron las primeras ciudades, las primeras iglesias, escuelas y universidades, montaron las primeras imprentas y publicaron los primeros libros; escribieron los primeros diccionarios, historias y geografías, y trajeron los primeros profesores y misioneros. Una de las cosas más asombrosas de los españoles, es el espíritu humanitario y progresista que desde el principio hasta el fin caracterizó sus instituciones.


Los españoles no exterminaron a ninguna nación aborigen, como exterminaron docenas de ellas nuestros antepasados los ingleses… Entre el Cabo de Hornos y el Polo Norte no había ni una mala casucha inglesa ni un solo hijo de Inglaterra… España se desangró en una conquista tan enorme que ni aún hoy podría nación alguna dar los hombres o el dinero necesarios para una empresa semejante en pos del progreso mundial.


Algunas historias han pintado a esta heroica nación como cruel para los indios; pero la verdad es que la conducta de España en este particular a nosotros debería avergonzarnos. La legislación española referente a los indios de todas partes, era incomparablemente más extensa, comprensiva, sistemática y humanitaria que la de la Gran Bretaña, la de las Colonias y la de Estados Unidos juntas.


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Edward Gaylord Bourne (1860-1908), escritor y profesor de Historia en la Universidad de Yale, en su libro SPAIN IN AMERICA 1450-1580 (1904), escribe: El proceder de España en América, ofrece uno de los más señalados ejemplos de transmisión de la cultura por el dominio soberano, preferible al ejercido en particular por grupos de emigrantes atenidos al impulso propio, como ocurrió a los ingleses que arribaron a los Estados Unidos.


Cada misión era una escuela de religión, de artes, de industria, de lenguas, así como de lectura y escritura para los indígenas, a quienes se enseñaban todos los oficios usados en España.


España emprendió la enorme, si no imposible, tarea de llevar a toda una raza de millones de personas a la esfera del pensamiento, la vida y la religión europea.


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Rafael Altamira y Crevea (1866-1951), historiador americanista, jurista, crítico literario y escritor alicantino. A finales de 1494, Colón envió a los reyes una remesa de quinientos prisioneros de guerra que, según el uso de la época, había hecho esclavos. La reina Isabel, consulta con juristas, teólogos y canonistas, pero antes de recibir respuesta ordena a Pedro de Torres que recoja a los indios, los repatríe y se los devuelva a sus familias, costeando ella misma el viaje. Acerca de este hito histórico, Rafael Altamira escribe: Fecha memorable para el mundo entero, porque señala el primer reconocimiento del respeto debido a la dignidad y libertad de todos los hombres, por incultos y primitivos que sean; principio que hasta entonces no se había proclamado en ninguna legislación, y mucho menos se había practicado en ningún país.


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Herbert Eugene Bolton (1870-1953), historiador y profesor universitario en Berkeley y Wisconsin-Milwaukee, en su libro THE COLONIZATION OF NORTH AMERICA 1492-1783 (1920), escribe: Se debe admitir que el éxito de España permanece como una fuerza que hizo posible la preservación de los indios, en oposición a su destrucción que fue tan característica de la frontera angloamericana.


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Carlos Hilario Pereyra Gómez (1871-1942), abogado, diplomático, escritor e historiador mexicano, en su obra HISTORIA DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA dice acerca de Vasco de Quiroga y Alonso (1470-1565) obispo de Michoacán: Hizo por sí solo en Michoacán la obra de una legión de civilizadores, distribuyendo el ejercicio de las artes en los pueblos de su diócesis para perpetuar habilidades técnicas tradicionales, o recientemente adquiridas.


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Karl Vossler (1872-1949), profesor alemán, lingüista e hispanista, en su obra ESPAÑA Y EUROPA escribe: Este belicoso y devoto pueblo de señores fue tan admirado como odiado y temido mientras fue poderoso, y cruelmente olvidado tan pronto como decayó su poder. El racionalismo francés, el deseo de libertad de los flamencos y el espíritu comercial anglosajón le dieron el golpe de gracia.


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Gilbert Keith Chesterton (1874-1936). Escritor, filósofo y periodista británico, en un artículo fechado en 1933, escribió: Permítaseme llamar la atención al mundo incrédulo hacia la existencia de un lugar llamado España […] Estoy dispuesto a reconocer que en parte hay una explicación, es la ignorancia que hay en Inglaterra sobre la importancia de este precioso rincón de Europa. No es consecuencia de la antigua rivalidad marítima que se fomentó en torno a la armada. Los españoles descubrieron América; pero los ingleses aún no han descubierto a España […] Porque realmente nosotros siempre hemos estado en un asombroso error acerca de ella. […] En muchísimos aspectos, España ha sido a través de la Historia lo opuesto a lo que muchos norteños suponen. España ha sido campeona del progreso y de la libertad. La misma institución del Parlamento, para la cual los liberales parlamentarios guardan todo su entusiasmo, no vino de Simón de Montfort o de la Carta Magna, sino de España. Y más importante aún es que, cuando el sistema feudal era casi uniforme en toda Europa, solamente España tenía una forma libre de feudalismo. Poseía un sistema que permitía al vasallo descontento de su señor pasar bajo el dominio de otro más humano. […] Sin detenerme en otras pruebas, voy a resumir diciendo que la idea de que España fue siempre anticuada y reaccionaria es debida a un solo hecho que prueba exactamente lo contrario; a saber: la figura popular de Don Quijote. Se cree que España produjo el último hombre que creyó en los romances extravagantes de la Edad Media. Lo cierto es que España produjo el primer hombre que se burló de ellos. En una palabra, España más bien ha estado a la cabeza de todos los demás países como fue la cabeza de todos en América. […] Cuando se toma la historia de España en su conjunto, se percibe a través de ella un espíritu cuyo verdadero y único nombre es libertad.


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Ramiro de Maeztu y Whitney (1875-1936), periodista, ensayista y crítico literario, llamó humanismo español a esa particular y españolísima manera de entender la conquista, la colonización y las relaciones con los colonizados, en la que los valores morales del catolicismo iluminaron las leyes y las conductas. En su obra DEFENSA DE LA HISPANIDAD, explica: Lo más característico de los españoles es una fe profunda en la igualdad esencial de los hombres, en medio de las diferencias de valor de las distintas posiciones que ocupan y de las obras que hacen… A los ojos del español, todo hombre, sea cualquiera su posición social, su saber, su carácter, su nación o su raza, es siempre un hombre. No hay nación más reacia que la nuestra a admitir la superioridad de unos pueblos sobre otros o de unas clases sociales sobre otras.


El debate de Valladolid de 1552 y las disposiciones reales que se derivan de él, constituyen la primera ocasión en que un gran poder expansivo hace alto para resolver problemas de justicia y de conciencia que el hecho plantea.


No hay en la Historia universal obra comparable a la realizada por España, porque hemos incorporado a la civilización cristiana a todas las razas que estuvieron bajo nuestra influencia.


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Edith O’Saughenessy (1876 – 1939), escritora, periodista y guionista de cine, fue testigo de excepción de los primeros años de la Revolución Mexicana porque su marido era el Encargado de Negocios de los Estados Unidos en México: Todo lo que se hizo por México lo hicieron los españoles, a pesar de su crueldad y su codicia. Los norteamericanos sólo lo usamos como cantera; no dejamos testimonio de Dios ni herencia a los hombres en pago de los tesoros que acumulamos y robamos.


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Zacarías de Vizcarra y Arana (1880-1963), presbítero y obispo, en su artículo LA HISPANIDAD Y SU VERBO (1926), propone sustituir el antiguo Día de la Raza, que se celebraba desde 1913, por el Día de la Hispanidad: Estoy convencido de que no existe palabra que pueda sustituir a Hispanidad para denominar con un solo vocablo a todos los pueblos de origen hispano y a las cualidades que los distinguen de los demás.


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José Ortega y Gasset (1883-1955), filósofo y ensayista: Es preciso rehacer la historia de España hasta sus primeros postulados… Es una faena casi divina, poco fecunda, que se merece que toda una vida se dedique a ella.


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Adolf Hitler (1889-1945), dirigente del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y Führer de Alemania. Cuando sus asesores le aconsejaron invadir España replicó: ¡Ni hablar! Los españoles ya gobernaron una vez el mundo, son el único pueblo mediterráneo verdaderamente valiente e inmediatamente organizarían guerrillas en nuestra retaguardia. No se puede entrar en España sin permiso de los españoles.


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Lesley Byrd Simpson (1891-1984), historiador y profesor universitario estadounidense: Considero que la capacidad media de los virreyes de Nueva España era tanta, que ningún país, a mi juicio, fue más afortunado con sus gobernantes. Nueva España tuvo muchas cosas en su contra… pero disfrutó una larga vida (¡300 años!) de relativa paz, estabilidad y prosperidad, en marcado contraste con las pendencieras naciones de Europa. Algunos de los hombres que hicieron esto posible, merecen ser conocidos.


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Arthur Scott Aiton (1894-1955), profesor de Historia en la Universidad de Michigan, en su libro ANTONIO DE MENDOZA, FIRST VICEROY OF NEW SPAIN (1927), escribe: A los americanos se les ha dado una visión falsa e incompleta de la conquista y colonización española de América. El primer siglo del esfuerzo español en América presenció los más extraordinarios hechos de exploración y conquista en el continente americano que, con toda probabilidad, pueda ser recordado en cualquier otro período de la historia… Los lectores quedan satisfechos con la vieja fábula de que los españoles, atraídos por el oro, sólo exploraron y conquistaron, pero no fundaron, e ignoran la igualmente espectacular historia del trasplante de la cultura europea a América. En ese siglo XVI, España poseía una civilización igual o superior a la de cualquier otra potencia europea.


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Federico García Lorca (1898-1936), poeta, dramaturgo y prosista granadino: Yo soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre de mundo y hermano de todos. Desde luego, no creo en la frontera política.


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John Tate Lanning (1902-1976), profesor de Historia en la Universidad de Duke, en su libro ACADEMIA CULTURE IN THE SPANISH COLONIES (1940), escribe: El intercambio de ideas y el comercio de libros era constante entre Europa y la América hispana, y la vida universitaria allí no era diferente de la que existía en el viejo continente. Hasta hace una generación la teoría de que todo producto intelectual europeo fue excluido de América por un celoso monarca y la Inquisición, se aceptó sin discusión. Pero ahora, ningún investigador de prestigio se pronunciaría sobre la abundancia de libros que existían en América basados exclusivamente en la apreciable “Recopilación de Indias” o en el “Índice de Libros Prohibidos”. La llegada de la Ilustración europea a Hispanoamérica nunca fue tan obstaculizada como se deduce de los reglamentos y catálogos … Una grandiosa y tenaz injusticia, que brota de las tradiciones y emociones de los primeros historiadores nacionales de Hispanoamérica, es la arrasadora condenación de la cultura colonial española, calificada como tres siglos de teocracia, obscurantismo y barbarie.


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Ronal Syme (1903-1989), neozelandés, historiador y profesor en la Universidad de Oxford, en su libro COLONIAL ELITES. ROME, SPAIN AND THE AMERICAS (1958), escribe: A pesar de las desventajas geográficas y de las distancias, España fue capaz de mantener sus extensos dominios durante tres siglos, y les dio el sello indeleble de su lenguaje, pensamiento e instituciones. Esa hazaña merece más honor del que comúnmente se le ha otorgado, y una profunda investigación.


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Lewis U. Hanke (1905-1993), profesor de Historia en las universidades de Harvard, Columbia y Texas, en su libro LA LUCHA ESPAÑOLA POR LA JUSTICIA EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA (1949), escribe: El presente libro se propone demostrar que la conquista de América por los españoles no fue sólo una extraordinaria hazaña militar en la que un puñado de conquistadores sometió a todo un continente en un plazo sorprendentemente corto de tiempo, sino, a la vez, uno de los mayores intentos que el mundo haya visto de hacer prevalecer la justicia y las normas cristianas en una época brutal y sanguinaria.


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Sverker Arnoldsson (1908-1959), historiador e hispanista sueco, en su libro LOS ORÍGENES DE LA LEYENDA NEGRA ESPAÑOLA (1960), escribe: La Leyenda Negra española fue, durante dos siglos, la mayor alucinación colectiva de Occidente y, precisamente por esto, la más afanosamente divulgada y asimilada por todos.


Tras referirse al crecimiento demográfico, a la mejora de las infraestructuras y a la excelente organización administrativa en el Imperio español, Arnoldsson concluye: Los historiadores estuvieron más atentos a la literatura y los textos propagandísticos antiespañoles que a los documentos y los datos referidos a la economía o a la organización de la cosa pública.


El profesor sueco remata su libro afirmando que: de haber pretendido con mi obra, enfrentarme a los vestigios todavía actuantes de la Leyenda Negra, hubiera sido un combate digno del Caballero de La Mancha.


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Philip Wayne Powell (1913-1987), historiador, escritor y profesor universitario estadounidense, en su libro EL ÁRBOL DEL ODIO (1972), escribe: Es lamentable en extremo que los mitos de la hispanofobia lleven la etiqueta de la respetabilidad intelectual. Esto contrasta con prejuicios tales como el de la supremacía blanca o el denominado antisemitismo que, muy al contrario, no llevan tal pasaporte.


No existe nada, en toda la historia española, que pruebe que los españoles de entonces o de ahora puedan clasificarse como más crueles, más ambiciosos o más corrompidos que otros pueblos. No creo en la existencia de ningún intelectual respetable que, libre de prejuicios raciales y religiosos, pueda contradecir esta afirmación.


En contraste con la inglesa, la Corona española no escatimó ningún esfuerzo para evitar que los criminales y otros elementos socialmente indeseables emigraran a América. Los españoles, al contrario que muchos ingleses, no sintieron la necesidad de huir a América para escapar de persecuciones religiosas o de otra índole.


La conquista española de América fue más un logro de diplomacia que de guerra. Tuvo que ser así puesto que las fuerzas de exploración e invasión fueron tan pequeñas que, de otro modo, no hubieran podido sobrevivir y conquistar. Comparados con la perspicaz diplomacia española, las armas de fuego, los caballos y las espadas de acero fueron, a menudo, de eficacia menor.


El interés español por las riquezas del nuevo mundo parece del todo lógico, enteramente normal y nada singular. Por contraste con el orgullo, eficaz rendimiento e interés con que ingleses, franceses, holandeses, judíos, alemanes, angloamericanos o italoamericanos buscan la riqueza material, el español aparece generalmente menos preocupado por tales metas, e incluso desdeñoso de ellas. Tuvo y tiene mayor inclinación por alcanzar otros objetivos, arriesgando su vida y sus bienes al azar de una carta o de un conflicto bélico, ajustándose a la riqueza y a la pobreza con una ecuanimidad que sorprende a la mayoría de los extranjeros.


El hecho de que España gobernase seriamente y con hondo sentido de la responsabilidad una gigantesca parte del Nuevo Mundo durante unos tres siglos, de ordinario se pasa por alto en nuestros libros de texto y en la literatura popular… Las normas de legalidad y aplicación de las leyes estuvieron vigentes como en otras sociedades civilizadas… La Corona no intentó imponer en América algo extraño o inferior a lo que regía en la Península. Los impuestos, ordenanzas municipales, estatutos universitarios, legislación criminal y civil, justicia, fomento de las artes, sociedades benéficas, prácticas comerciales, etc. eran semejantes en todo al uso español y a las normas de los estados europeos. En prácticas gubernamentales y privadas concernientes al bienestar público, hay abundantes pruebas de que las acciones de los españoles demostraron una consideración muy avanzada para su época.


En referencia a las obras de ingeniería y arquitectura realizadas por España en América, dice: …no se había visto impulso constructivo semejante desde los tiempos de los romanos.


En su ensayo HISTORIA DE UNA INFAMIA, acerca de los gobernantes e intelectuales estadounidenses que se empeñan en comparar la posición jerárquica de su país con la de la antigua Roma, escribe: harían mejor en estudiar la ascensión, los logros, las deficiencias y el declive de España y de su imperio… la voz milenaria del pueblo español podría indicarnos el destino de aquellos que alcanzan el dominio mundial y que no hacen caso a las propagandas que pueden solidificar en forma de historia.


Según Wayne, la Leyenda Negra es un prejuicio especialmente dañino porque: a diferencia de otros prejuicios raciales, religiosos o propagandísticos, esta leyenda es pocas veces reconocida como tal, y aún menos veces condenada por los mismos líderes intelectuales que se jactan de luchar contra similares prejuicios de raza, color o religión.


La Leyenda Negra gratuitamente insulta a España, al sentido común y a la exactitud histórica.


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Octavio Paz Lozano (1914-1998), escritor y diplomático mexicano, escribió: El descubrimiento de América es el origen del mundo actual.


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John F. Kennedy (1917-1963), trigésimo quinto presidente de EUA en un discurso pronunciado en la Casa Blanca el 24-12-1961, dijo: Siempre he pensado que una de las grandes necesidades de los americanos de este país en su conocimiento del pasado, ha sido su desconocimiento de la influencia española, su exploración y desarrollo a lo largo del siglo XVI en el suroeste de los EE. UU. lo cual constituye una historia tremenda. Desafortunadamente, también los americanos piensan que América fue descubierta en 1620 cuando los peregrinos llegaron a mi propio estado y olvidan la tremenda aventura del siglo XVI y principios del XVII en el sur y suroeste de los EE. UU.


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Arthur Meier Schlesinger (1917-2007), historiador, premio Pulitzer y profesor en las universidades de Ohio y Harvard: El anticatolicismo es, en la historia del pueblo americano, el más profundo prejuicio. Perdono a todos los protestantes por crucificar la historia de Europa con su insidiosa e indecorosa Leyenda Negra que envenenó la mente de cientos de millones de personas, que prefieren creer las mentiras sobre la Inquisición antes que asumir el riesgo de leer algún libro al respecto.


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Guillermo Céspedes del Castillo (1920-2006), historiador americanista español considerado la máxima autoridad en la América Virreinal. Académico de la Historia desde 1990. Sobre el hecho de que los reyes de España sometieran sus derechos sobre los nuevos territorios conquistados y sus habitantes al juicio de teólogos y juristas, escribe: Representa un hecho único en la historia que un pueblo someta a dura autocrítica su propia conducta y que aplique a sus mayores éxitos políticos y militares el más severo escrutinio moral.


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Antonio Alatorre Chávez (1922-2010), filólogo y escritor mexicano, en su obra LOS 1001 AÑOS DE LA LENGUA ESPAÑOLA, escribió: La hispanización del Nuevo Mundo ofrece ciertas semejanzas con la romanización de Hispania y con la arabización de España. Al igual que los romanos y los árabes, y a diferencia no sólo de los visigodos, sino también de los ingleses, franceses y holandeses que colonizaron otras regiones de América, los conquistadores y pobladores españoles se mezclaron racialmente desde un principio con los conquistados, y este mestizaje de sangre fue, desde luego, el factor que más contribuyó a la difusión de la lengua y la cultura de España.


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Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), catedrático, diplomático y político, en su obra NUEVO ORDEN MUNDIAL (1996) afirma: Las Leyes de Indias, por encima de todas las fragilidades de toda obra humana, constituyen un monumento de los que honran a sus autores. Las Leyes de Indias, promulgadas hace quinientos años y ampliadas después continuamente (desde las Leyes Nuevas de Indias de 1542 hasta la Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias de 1680), contienen un conjunto admirable de disposiciones laborales que regulaban la condición de hombres libres de los indios con todos los derechos de propiedad, su derecho a tener casas y haciendas propias y tiempo para dedicarlo a su cultivo y mantenimiento, la terminante prohibición a los encomenderos de aplicar todo castigo injuria o maltrato a los indios, su derecho para trabajar con quien quisieren y por el tiempo que les paresciere, la remuneración de justa y razonable estimación que debían percibir puntualmente, el derecho al descanso dominical, la jornada laboral de ocho horas y la normativa que regulaba las condiciones sanitarias en el trabajo y la protección de la salud de los indios, con especial atención a mujeres y niños; aspectos, todos ellos, que tenemos por conquistas sindicales del siglo XX. Estas leyes constituyeron el nacimiento de una legislación social cuya amplitud y ajuste no tenía precedentes. Pero no solo en cuanto a los indígenas del Nuevo Mundo; en lo referente a la mujer, también contemplaban aspectos absolutamente novedosos y avanzados para la época, como el derecho de las mujeres a ser eximidas de cualquier tipo de trabajo a partir del cuarto mes de embarazo, la regulación jurídica del régimen de gananciales, la inviolabilidad de la dote o el derecho de la mujer a conservar sus apellidos en el matrimonio y transmitirlos a sus hijos, una costumbre única en el mundo.


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Jean Dumont (1923-2001), historiador y editor francés: Si por desgracia España se hubiera pasado a la reforma, se hubiera vuelto puritana y hubiera aplicado los mismos principios que América del Norte (“lo dice la Biblia, el indio es un ser inferior, un hijo de Satanás”), un inmenso genocidio habría eliminado de América del Sur a todos los pueblos indígenas. Hoy en día, al visitar las pocas “reservas” de México a Tierra del Fuego, los turistas sacarían fotos a los supervivientes, testigos de la matanza racial, llevada a cabo además sobre la base de motivaciones “bíblicas”.


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Pierre Chaunu (1923-2009), historiador e hispanista francés, en su libro LA LÉGENDE NOIRE ANTIHISPANIQUE (1964), escribe: La leyenda antihispánica en su versión norteamericana, ha desempeñado un saludable papel de válvula de escape. La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el siglo XVI, encubrió la matanza norteamericana en la frontera oeste que tuvo lugar en el siglo XIX. La América protestante logró librarse de este modo de su crimen, lanzándolo de nuevo sobre la América católica.


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Mario Hernández Sánchez-Barba (1925), historiador y americanista español. Sobre la monumental obra de fray Bernardino de Sahagún (1499-1590) HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS DE NUEVA ESPAÑA, escribe: Se trata de la primera investigación antropológica de índole integral que se hizo en el Nuevo Mundo, todavía con plena validez de modelo. Con un sentido de anticipación científica verdaderamente impresionante. Sahagún analiza el cambio a partir de una completa investigación de las diversas instituciones y patrones culturales, analiza los antecedentes y evolución histórica, así como también el ambiente comunitario en que se produce. Con tal criterio se puso en contacto directo con la realidad cultural y humana de los pueblos de habla náhuatl, lo cual hizo posible no sólo la salvación de la cultura, sobre la cual se realizan hoy todos los procesos de investigación, sino que hizo posible el conocimiento cabal del cambio cultural, así como el riquísimo contenido del proceso de «aculturación».


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John H. Elliot (1930), historiador e hispanista británico que ostenta los cargos de Regius Professor Emeritus en la Universidad de Oxford, y de Honorary Fellow en el Trinity College de Cambridge y en el Oriel College de Oxford: Unos pocos cañones pequeños y trece mosquetes, difícilmente podían ser el factor decisivo de la conquista de un imperio que contaba con una fuerza de más de diez millones de hombres.


Es posible apreciar un cierto cinismo al ver sustituida la contaminada palabra conquista por pacificación en las ordenanzas reales de 1573, pero la preocupación por el bienestar de los indígenas y la salvación de sus almas fue una constante… Hubo muchas brutalidades, mucha violencia, como suele pasar en cada conquista. Pero también hubo un empeño decidido de la Corona y de la Iglesia en proteger a los indios.


La proyección mundial de aquellas proezas justifica sobradamente que se identifique su nombre con el de toda una época: la del Imperio español, pues reveló con tan formidable empresa su auténtica dimensión en la historia de la humanidad.


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Josepf Pérez (1931), profesor universitario de Historia y escritor francés: A nivel académico, todos los historiadores, sean o no españoles, están de acuerdo en subrayar que las acusaciones que contiene la Leyenda Negra son falsas, de mala fe y muy exageradas. En este aspecto hay unanimidad.


Una vez desaparecido el fundamento de la Leyenda Negra, permanecen prejuicios, por ejemplo, sobre la importancia o la influencia que pudo tener la Inquisición, la intolerancia, la poca disposición que se dice que tienen los españoles para las actividades económicas… Hay una serie de opiniones que circulan y que no merecen mención especial, pero que son muestra de la ignorancia que se tiene todavía, en muchos casos, sobre España.


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Hugh Thomas (1931-2017), escritor, político, historiador e hispanista británico, en su obra EL IMPERIO ESPAÑOL: DE COLÓN A MAGALLANES (2006), escribe: Los conquistadores no sólo buscaban gloria y oro. La mayoría de ellos creían que el beneficio a largo plazo de su descubrimiento sería la aceptación por parte de los nativos, de la cristiandad, con todas las consecuencias culturales que eso implicaba… Todos nosotros somos, nos guste o no, juguetes de grandes corrientes de ideas. Así fue con la generación del 1500 en España. Sabían que su misión era buscar nuevas almas cristianas. El oro y la gloria eran los que sostenían el escudo de la cristiandad.


En 1513, ciento noventa españoles toman posesión para su Rey del Océano Pacífico y de todas las tierras que lo rodean. Refiriéndose a ellos lord Thomas escribe en la obra citada: Al oír la fórmula por primera vez, uno se ríe. La segunda vez uno se queda asombrado ante la audacia de Balboa y sus hombres. Y la historia vino a demostrar que aquellos hombres ni hablaban en vano, ni pronunciaban una mera fórmula vacía de contenido. Durante todo el siglo XVI el Pacífico solamente fue surcado por navíos españoles; por eso, durante siglos, fue conocido como el mar español.


Tan solo dos décadas después del primer viaje de Colón, los misioneros que regresaron a España con informes sobre la explotación de los indios y la alarmante disminución de su población a causa de las enfermedades, convencieron al rey Fernando para que convocara una conferencia extraordinaria de teólogos y representantes de la Corte. La conclusión fue que los españoles debían respetar la libertad de los indios y salvaguardar su seguridad. Esta conferencia marcó el apogeo del idealismo imperial español, y motivó en el clero utópicos proyectos que, en la práctica, se estrellaron contra la hostilidad de los colonizadores y la resistencia de los indios. Mas, pese a todo, este reconocimiento institucional de la dignidad de los indígenas es exclusivo de la conquista española; no existe nada parecido en ninguna otra potencia de la época ni tampoco de épocas posteriores. A este propósito escribe Hugh Thomas en la citada obra: ¿En qué otra nación imperialista encontramos algo comparable?… Debemos reconocer que este debate fue único en la historia de los imperios. ¿Inspiraron Roma, Atenas o Macedonia tal debate en relación con sus conquistas? ¿Organizaría Gran Bretaña un debate especializado en Oxford para conjeturar si las guerras contra los afganos fueron legales? O ¿conjeturarían los franceses de manera similar sobre su postura en Argelia? La idea es irrisoria.


Destacó la actitud de la iglesia católica en México, mucho mejor que la religión de los aztecas. También llevaron la rueda, el trigo o el caballo, que contribuyeron a mejorar la vida en el continente.


Los indios de América del Norte prácticamente han desaparecido y los de América del Sur, si bien es cierto que diezmados, todavía existen. También hubo un gran mestizaje entre los españoles y las indias que no se vio en América del Norte, salvo algunas excepciones como la del famoso John Smith en Virginia. La idea misma del mestizaje suponía un gran escándalo en Inglaterra. 


Ninguna mujer, en la era del feminismo, ha alcanzado logros tan grandes como los de Isabel la Católica.


Es verdad que los españoles tuvieron intereses en la trata de esclavos, pero hasta el siglo XIX los esclavos los vendían los portugueses, franceses e ingleses, que a su vez los compraban a los mismos africanos.


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Stanley George Payne (1934), escritor y profesor de Historia en las universidades de Columbia y Wisconsin-Madison, en su libro EN DEFENSA DE ESPAÑA (2017), escribe: La leyenda negra de España se la han creído más los españoles que los extranjeros.


Es asombroso el milagro del Imperio español. En cuarenta años los españoles conquistaron en América lo que a los ingleses les cuesta siglo y medio. Sin embargo, los españoles conocen muy poco su historia. La mayor parte de la población fue leal a España. Fueron esencialmente la minoría de españoles quienes se revelaron mientras que los indios y los negros querían el Rey.


La lucha por tratar con justicia a los indios adoptó en España, desde mediados del XVI, mayores dimensiones que en cualquier otro imperio transoceánico.


(A España) El mundo le debe haber logrado la recuperación de España para la Europa cristiana durante la Reconquista, así como la extensión de la cultura occidental en su versión española al resto del mundo a partir del descubrimiento de América. También el nacimiento del Derecho internacional y la derrota del imperialismo napoleónico.


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Henry Kamen (1936), historiador hispanista británico nacido en Birmania, miembro de la Historical Society de Londres y profesor del CSIC en Barcelona desde 1993 hasta su jubilación en 2002. Sobre él, el periodista Fernando García de Cortázar cuenta que, en un curso de verano organizado en El Escorial, Henry Kamen disertó sobre Felipe II. Terminada la conferencia, los universitarios asistentes empezaron a difamar al rey burócrata tildándolo de tirano mezquino, rencoroso, fanático e hipócrita, pero sin aportar ningún dato, prueba o documento en los que basar sus descalificaciones. Al final, harto ya de rebatiros, Kamen dijo: Es inaudito. Los únicos en todo el mundo que se creen ya la Leyenda Negra a pies juntillas son ustedes, los universitarios españoles. Me abochorna.


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William S. Maltby (1940), profesor de Historia en la Universidad de Misuri, en su libro LA LEYENDA NEGRA EN INGLATERRA: DESARROLLO DEL SENTIMIENTO ANTIHISPÁNICO, 1558-1660 (1971), escribe: Las tergiversaciones y exageraciones de Bartolomé de las Casas, son tan graves que arrojan dudas sobre toda su tesis. Que esto generalmente no haya ocurrido es un homenaje al fanatismo de sus lectores extranjeros.


La creación de estereotipos nacionales implica una norma de comparación con el propio país, y en la práctica tales comparaciones habitualmente produjeron envidia. Para una nación consciente de su propia dignidad, contemplar la exaltación de un rival supuestamente inferior es humillante, y el poderío español fue continuamente exaltado en el siglo XVI.


Los ingleses fomentaron tan grotescas exageraciones, mientras que los españoles, por regla general, no lo hicieron. No puede darse a tal problema una solución del todo concluyente, pero quizá tenga que ver con las diferentes condiciones internas de los dos países. España, por una vez en su larga y agitada historia, estaba relativamente libre de pugnas religiosas o ideológicas, mientras que su rival tenía una considerable minoría católica, una entusiasta comunidad de puritanos más o menos violentos, y una gran masa de ciudadanos cuyas creencias iban desde un firme anglicanismo hasta una completa indiferencia.


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María del Carmen Iglesias Cano (1942), directora de la Real Academia de la Historia y miembro de la RAE: El genocidio de los indios se produce ya en el siglo XIX por las propias élites criollas y, en ciertas zonas, todavía ocurre ahora, como en las selvas amazónicas, donde se han eliminado tribus enteras por intereses económicos.


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Anthony Beevor (1946), historiador y militar británico especialista en la Guerra Civil española y en la Segunda Guerra Mundial: España y la Guerra Civil son un caso excepcional desde el punto de vista historiográfico porque, en contra de lo que siempre sucede, en España la historia la escribieron los perdedores.


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Fernando Carmona Fernández (¿), filólogo y catedrático de Literaturas Románicas en la Universidad de Murcia, en su ensayo CONQUISTADORES, UTOPÍA Y LIBROS DE CABALLERÍA (1993), escribe: La gesta del descubrimiento de América ha suscitado la sensación de asistir a las hazañas de cantares de gesta o a las aventuras de un caballero artúrico, antes que a una sucesión de hechos realmente acaecidos. No ha dejado de sorprender a los historiadores la desproporción entre la hazaña y los medios humanos y materiales para llevarla a cabo.


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Manuel Moreno Alonso (1951), historiador, investigador y profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Sevilla, escribe: Los conquistadores serán auténticos Amadises de América, pues cualquiera de aquellos centenares de hombres que pasaron al Nuevo Mundo pudieron muy bien dar vida a una novela de caballería.


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Harm der Boer (1960), holandés, profesor en las universidades de Ámsterdam y Basilea: El arma más potente de los Países Bajos e Inglaterra contra la Monarquía Hispánica fue la difamación. Los enemigos del Imperio atacaron a los españoles en tres frentes: a) la tiranía del rey, b) los horrores de la Inquisición, antítesis de la tolerancia y el progreso protestante, y c) las atrocidades cometidas en América.


La imprenta jugó un papel fundamental. Los holandeses descubrieron el valor del panfleto en tiempos de guerra.


La imagen que se lanzó públicamente de Felipe II, el ejército español y la Inquisición está basada en una pura y simple falsificación. Especialmente significativo fue el empleo de ilustraciones cruentas (falsas) con las que se adornaban los libros publicados en Holanda, Francia e Inglaterra. En dichos dibujos aparecen niños asados a la parrilla o torturas múltiples ante la presencia del secretario de un tribunal de la Inquisición.


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Niall Ferguson (1964), escritor inglés y profesor de Historia en las universidades de Harvard y Nueva York. En su libro EL IMPERIO BRITÁNICO. COMO GRAN BRETAÑA FORJÓ EL ORDEN MUNDIAL (2003), escribe: El Imperio Británico había nacido sobre el expolio y el saqueo indiscriminado del Imperio español a manos de piratas y delincuentes (precursores también de los mercenarios), alentados y protegidos por el rey inglés de turno, con un vendaval de latrocinio y violencia marítima y por una nada sana envidia del español.


Los ingleses eran conscientes que no podían vencer a los españoles en una guerra formal, de acuerdo con las normas establecidas por caballeros, y temían que con los recursos que estaba obteniendo en América, España sería invencible durante muchos siglos.


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María Elvira Roca Barea (1966), en su libro IMPERIOFOBIA Y LEYENDA NEGRA: La hispanofobia ha tergiversado la historia hasta extremos difícilmente imaginables.


En la misma obra, aporta un dato muy significativo que ejemplifica cómo España, a diferencia de Francia, Holanda o Inglaterra, integró a todos los pobladores de su imperio desde el primer momento de la colonización: En 1666, el censo francés en su colonia de Nueva Francia arrojó una población total de 3 215 habitantes. Es evidente que el número total de habitantes de un territorio que abarcaba más de la tercera parte de Norteamérica, era mucho mayor, pero los franceses solo consideraban población a los nacidos en Francia y a los hijos de padres franceses, y no les otorgaban a los indígenas ni siquiera la consideración de habitantes. Exactamente igual hicieron los ingleses y los holandeses. Esta actitud contrasta poderosamente con la de los españoles que, desde el primer momento, incluyeron en sus censos a los indígenas porque les reconocieron la condición de súbditos de la Corona protegidos por las leyes de Castilla.


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Juan Sánchez Galera (1967), abogado linarense, empresario y escritor, en su libro COMPLEJOS HISTÓRICOS DE LOS ESPAÑOLES (2004), escribe: Todos los hombres de todos los tiempos han coincidido en la natural y humana inclinación por mejorar sus condiciones materiales de vida… Los españoles que se lanzaron a la conquista del Nuevo Mundo iban buscando oro, de acuerdo, es verdad, pero ¿acaso todas las maravillas que hicieron bien, no valen un puñado de pepitas de oro? ¿o es qué los españoles del XVI tenían la obliga­ción de ser espíritus puros y vivir del aire? Me sorprende pro­fundamente que una cultura tan materialista como la nuestra tenga la desfachatez de acusar de interesados a unos hombres que dieron tantísimo a cambio de tan poco, e invito a los que acusan a nuestros antepasados de ambiciosos a realizar un balance económico donde en el “haber” aparezca todo lo que dejaron en América (cultura, civilización, desarrollo, derechos humanos, ciudades, impresionantes e incontables obras de arte, edificios, hospitales, universidades, vías de comunicación…) y que en el “debe” conste el oro y la plata que verdaderamente se llevaron. Si tuvieran el valor de sacar la cuenta, verían que no ha habido en la historia de la humanidad una deuda tan grande, y pendiente todavía de serles liquidada.


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Robert Goodwin (1968), historiador londinense, sobre su libro ESPAÑA, CENTRO DEL MUNDO, 1519-1682 (2016), escribe: Es una imagen de España como el centro de un mundo creado por los españoles en el siglo XVI. Mi intención no ha sido ofrecer ni una imagen positiva ni negativa, sino una imagen de la España de la época. Y eso abarca tanto la Inquisición como el Siglo de Oro. Claro, comparándola con la imagen clásica de la Leyenda Negra, es una imagen positiva. Pero eso es porque la Leyenda Negra es, precisamente, una leyenda negra.


En el siglo XVI, en el inicio de la época moderna, cuando aún no había llegado la Ilustración, cuando Europa no tenía todavía dos o tres siglos de desarrollo intelectual a sus espaldas, españoles importantes y con influencia como Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas y toda la Escuela de Salamanca, preguntaban cuáles serían los argumentos morales y legales que deberían reglar todo el proceso del imperialismo… Eso es impresionante.


Una historia magnífica, una historia imperial, siempre tiene lo bueno y lo malo. Pero con una historia así de impresionante hay muchísimos motivos para estar orgulloso de ser español. Vamos, hay muchos más motivos para estar orgulloso de ser español que de ser británico, o incluso francés. El español de hoy en día tiene muchas razones para sentirse orgulloso de su gente, de su pueblo, y de todos los españoles. El mundo político ya es otro asunto.


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Para terminar, una cita que sirva de contrapunto y comparación entre el Imperio español y el Imperio británico.


Juan Sánchez Galera (1967), abogado linarense, empresario y escritor, en su libro ya mencionado COMPLEJOS HISTÓRICOS DE LOS ESPAÑOLES (2004), relata: Los conquistadores anglosajones consiguieron hacer realidad lo que siglos más tarde no pudo el mismísimo Hitler: exter­minar, literalmente, razas enteras, como ocurrió con los indios de América del Norte, o con los de Oceanía, caso este último bastante más desconocido. En Australia había una población de unos tres millones de indígenas cuando llegaron los primeros ingleses con James Cook; un siglo después, su población apenas llegaba a los sesenta mil. El matar aborígenes se convirtió en un deporte de cacería que se podía practicar con fusil, con espada y al galope, o bien abriéndoles el cráneo a golpe de estribo. Los aborígenes de Tasmania tuvieron peor suerte, pues fueron todos literalmente exterminados mediante el sistema de “cordón negro”: una línea de dos mil doscientos soldados cubría todo el ancho de la isla, mientras avanzaba abatiendo a los indios, como si estuviesen en un ojeo de perdices. Estos crímenes no deben entenderse como algo exclusivo de un pasado lejano, pues hasta 1960 era legal y estaba bien visto apartar de sus padres a los niños indígenas para llevarlos a trabajar en tareas domésticas, si eran hembras, o dedicarlos a las labores del campo, en el supuesto de que fuesen varones. Sólo en Australia, en la prime­ra mitad del siglo XX, unos ciento cincuenta mil niños indígenas “tuvieron la suerte de ser trasladados de la barbarie a la cultura”, y según justificaba un político “los aborígenes no tienen sentimientos como nosotros. Aunque hacen aspavientos, gritan y lloran cuando nos llevamos a los niños, enseguida se olvidan y hacen una vida normal”.