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lunes, 2 de enero de 2017

Natalidad a la baja: sin bebés de año nuevo en Orense

Juan Tallón, "Un Año Nuevo sin bebés en Ourense", en El País, 2 de enero de 2017:

Nos hemos acostumbrado a la sensación de no nacer, y en cambio morir a todas horas.

En los pequeños periódicos, repartidos por todo el país, llegabas a la redacción el 1 de enero, y si tenías suerte, te tocaba hacer la ronda de llamadas a los hospitales para interesarte por el primer bebé del año. Se trata de una tradición, casi de una carrera. Las preguntas que importaban era a qué hora había nacido, y si todo había ido bien, a menudo por este orden. Cuanto más cerca de las doce de la noche se produjese el parto, mejor para el periodista. Esa circunstancia proporcionaba cierta emoción a una noticia relativamente aburrida. Aburrida, pero fácil. Quizá la más fácil del año, en un día que precisamente nadie está para heroicidades. A veces se agradece hacer las cosas con un dedo. Después hablabas con los padres, felices de la vida, y enviabas a un fotógrafo para retratar a la familia.

Me tocó al menos dos veces cubrir el nacimiento del primer bebé de Ourense. Eso, más los altercados en varias locales de ocio, más las toneladas de basura que había dejado la Nochevieja en las calles, servía para llenar la sección de local. No quiero ni pensar en la desazón de los periodistas ourensanos que este domingo telefonearon al hospital de la ciudad, y se encontraron con que no había nacido nadie. Pero nadie. El horror. No se recordaba nada parecido. El dato estremece, aunque no sorprende. Es catastrófico, no grave. Después de todo, Galicia es un país de viejos. Nos hemos acostumbrado a la sensación de no nacer, y en cambio morir a todas horas. Ya escuchamos a tres presidentes de la Xunta decir que el envejecimiento representa nuestro principal problema del futuro, sin que lograsen hacer nada relevante para atajarlo. A la vista de que no hay nacimientos, tal vez ni siquiera lleguemos al futuro.

A la espera del primer bebé de 2017, los diarios optaron por publicar la foto de la última criatura de 2016. La necesidad siempre ahoga. Parece una historia local. Y lo es. Y sin embargo, es una historia universal. Funciona como una metáfora de la España vacía, cuya población se concentra cada vez en menos núcleos, dejando el resto reducida a un desierto. En La Región, el principal periódico de Ourense, sólo unas pocas hojas después de leer que la provincia empezaba el año por primera vez sin nacimientos, te encontrabas una página con seis enormes esquelas. Cuatro hombres y dos mujeres. Hacía pensar en uno de esos claros del bosque llenos de setas venenosas. La muerte nunca falla. En Ourense, la proporción es de tres defunciones por cada nacimiento. Hay lugares en los que un día empiezan a no suceder cosas, como la ausencia de gritos de recién nacidos en Año Nuevo, y de ese hueco acaban por salir las noticias más destacadas de la jornada. Qué triste

miércoles, 14 de diciembre de 2016

El rector de universidad que copia

Jesús Mota, "El rector multicopista o la virtud de resistir. Silencio administrativo absoluto sobre los casos de plagio que se imputan a Fernando Suárez", El País 14 DIC 2016:

Fernando Suárez Bilbao, rector de la Universidad Rey Juan Carlos, acumula acusaciones de plagio a razón de una por día. Por el momento —pero esto no ha terminado—, cinco profesores reclaman airados su dimisión por la (presunta) estafa de haber copiado alguno de sus estudios; se informó de que había plagiado incluso el trabajo de una alumna de la Complutense (María Reyes Domínguez); los alumnos buscan firmas para exigir que dimita y la Universidad de California ha retirado un artículo del ilustre plagiador porque en el texto había reproducido a otros seis autores. Como en España los casos vidriosos suelen adornarse de una graciosa filigrana irónica, la URJC ha instalado un moderno sistema informático para detectar los plagios en los trabajos de los alumnos. ¿Detectará el artilugio los remiendos en los textos del rector o son más sofisticados?

Dejemos a un lado las lamentaciones morales de rigor sobre la conducta fraudulenta del señor Suárez, quien más que un rector parece una multicopista. Ministros europeos han dimitido “por copiar”, pero en España mantenerse en el cargo por encima de cualquier escándalo es ya una virtud cívica. El señor Suárez, sorprendido in fraganti, consciente del fango de impunidad que nos rodea, confía en sus escudos político-institucionales. Véase, si no: atribuye los infames copieteos a una disfunción, es decir, los equipara a una errata de imprenta. Hay que estar muy seguro de los apoyos políticos para llamar disfunción al (presunto) delito de plagio. El chascarrillo o nonsense es coherente con el cinismo arraigado en algunos entornos de poder que consiste en desviar cualquier responsabilidad personal hacia conceptos o cosas inanimadas. Se podría escribir un tratado psicológico analizando como la crisis financiera de 2007 se atribuyó a la avaricia.

Tiene más chispa su análisis del término plagio. En su opinión, este delito está vinculado a la protección de una propiedad que proporciona un beneficio económico. Pero como nadie —ni el propio rector— sabe cuando una producción propia puede generar un beneficio económico, ni cuando un texto u obra concebido para disfrute personal producirá ganancias en otras manos, el argumento parece un tecnicismo jurídico propio de rábulas.

Mientras el rector se recrea en florituras culteranas para explicar lo inexplicable, las instituciones implicadas callan. El ministerio de Educación y la Dirección General de Universidades despejan a patadas de problema (“son asuntos internos”). Tanto respeto por los asuntos internos es un potente indicador de que el Gobierno no va a iniciar conflicto con un jefe local. En un país más atento por los procedimientos democráticos ya se habría reunido una comisión para investigar al señor Suárez. Aquí, no. Si la irritación amaina, bien; si arrecia, se convoca para cumplir. En cuanto al Consejo de Rectores, la cosa irá para largo. Tanta cautela con los métodos corporativos confirma que la sociedad española carece de instituciones capaces de enfrentarse a problemas reales que afectan a personas sin poder. Luego gimotearemos porque crece el populismo

jueves, 1 de diciembre de 2016

Los refugiados de antes y los de hoy para Javier Marías

Javier Marías, "Mil cien años. Un libro, ‘El saco de Tesalónica’, sirve para encontrar paralelismos entre la angustia y el destino de sus habitantes con los de sitiados y huidos actuales". En El País, 27-XI-2016:

ME LLEGA un librito meritorio. Interesará a tan poca gente –pese a su interés– que vale la pena dar noticia de él. Se trata de El saco de Tesalónica, del clérigo bizantino (“cubuclisio”) Juan Cameniata o Kaminiates, quien vivió el ataque sufrido por su próspera ciudad a manos de los agarenos o sarracenos en el año 904, recién iniciado el siglo X. No es una obra única en ningún aspecto, ni siquiera en lo referente al lugar devastado, más conocido hoy como Salónica: hay relatos de su toma por parte de los normandos en 1185 y de la invasión de los otomanos en 1430, a las órdenes del sultán Murad II. Las ciudades sitiadas, su conquista, su quema y las matanzas habidas en ellas, son una constante de nuestra historia, y sin duda uno de los puntos fuertes de series ficticias, vagamente medievales, como Juego de tronos. Y es sabido que Tolkien se inspiró en la caída de Constantinopla de 1453, que tan maravillosamente narró Sir Steven Runciman, para las más emotivas batallas de El Señor de los Anillos. Los asedios siempre funcionan narrativamente, y siempre producen la fascinación del espanto.

La breve obra de Cameniata (Alianza, cuidada edición de Juan Merino Castrillo) tampoco resiste la comparación estilística con textos muy posteriores como La caída del Imperio Bizantino del extraordinario cronista Jorge Frantzés o Sfrantzes (lean, lean a Frantzés los que puedan; ay, no en español si no me equivoco, pero sí en otras lenguas a las que se lo ha traducido). Pero, como señalan los editores, no deja de causar perplejidad pensar que lo contado en ella sigue ocurriendo en torno al Egeo y el Mediterráneo, casi igual que hace mil cien años, con las capturas y carnicerías del Daesh o de Boko Haram más al sur, con la esclavitud reinstaurada (si es que alguna vez se fue), con las masas de refugiados a la deriva, manipulados y engañados por mafias. Cameniata, todavía cautivo en Tarso de Cilicia (hoy Turquía), relata los hechos en forma de misiva, confiado en que ésta ayude a un intercambio de prisioneros o a un rescate. Como clérigo, no puede evitar ser pelmazo al principio, achacando la desgracia que aguardaba a los tesalonicenses a la “vida disipada” y a los numerosos pecados en que habían incurrido. Lo que sí se ve pronto es que la ciudad ufana estaba mal preparada para el combate, y que además, como sucede a menudo en estos casos, la inferioridad bélica se conjugó con la mala suerte, casi de forma cómica.

El principal encargado de la defensa, el estratego o “protospatario” León Quitzilaces, “estando a lomos de su caballo, se encontró a Nicetas … cuando decidió darle un abrazo … y descuidó las riendas. Se asustaron los caballos y más aquel que montaba el estratego, afectado por un entusiasmo natural, e irguiendo la cerviz y con las crines encrespadas, se encabritó y lo tiró de la silla. Éste cayó de cabeza … y, arrojado al suelo, se rompió el fémur derecho y el hueso del cotilo. Daba lástima y renunciaba a vivir”.

Poco después los sarracenos, al mando de otro León –León de Trípoli–, renegado cristiano y sanguinario, vencieron las murallas desde sus barcos e iniciaron la terrible matanza. Es curiosa la cantidad de veces en que Cameniata señala la estupefacción y la parálisis de los tesalonicenses, con el enemigo ya encima, como causa o agravante de su absoluta derrota. “No sabían de qué manera ponerse a salvo … Toda la gente completamente agitada y confusa, desconcertada sin saber qué hacer ni cuándo y poniendo en peligro su vida. Ninguno se preocupaba de cómo repeler el destino inminente, sino que daba vueltas en su mente a cómo o con cuánto dolor encontraría la muerte”. O bien: “Podía verse a los hombres como naves a la deriva arrastradas de aquí para allá, … hombres, mujeres y niños precipitándose y amontonándose unos sobre otros, dándose el abrazo más lamentable, el postrero”.

Cameniata, su familia y bastantes más lograron salvar la vida prometiendo la entrega de riquezas escondidas. Fueron embarcados tras diez días de saqueo. Hacinados para la larga travesía, Cameniata no ahorra detalles infrecuentes en las narraciones: “Lo peor de todo eran las necesidades de vientre, a las que no había forma de dar salida según apremiaba la necesidad física de evacuar. Muchos, dando prioridad al pudor del asunto, constantemente corrían peligro de morir al no poder aguantar el apremio”. O bien: “Aquella agua, siendo un flujo de las letrinas de la ciudad, era capaz de matar sin necesidad de ningún otro medio a los que la bebían. Pero como poción pura y placentera de nieve recientemente derretida, así llevaba cada uno a su boca aquella podredumbre y aceptaba en su imaginación que el fétido cáliz estaba lleno de miel”.

El ansiado intercambio de prisioneros se inició catorce meses después del saco de Tesalónica, pero se interrumpió a los tres días. No se sabe por qué, ni cuál fue el destino de Cameniata, si se contó entre los afortunados o si ya fue esclavo hasta el final de su vida. Cuánta gente no habrá hoy en Irak, en Siria, en Nigeria, preguntándose lo mismo, cada amanecer, con desaliento.

domingo, 27 de noviembre de 2016

La disfemia verbal en Losantos, que no por nada era profe de lengua

"Jiménez Losantos. Catálogo de exabruptos", en Público, 27 de Noviembre de 2016:

Federico Jiménez Losantos es de los que despierta a sus oyentes con intensidad, con una carga editorializante que ellos demandan. Pues si hay alguien capaz de dar el tiempo como si fuera una columna política ese es el presentador de Es Radio. 

Conocido periodista, contrario a todo lo que huela a socialismo, a la izquierda, a Podemos, al Rey Juan Carlos, a Prisa, a Atresmedia, a Ferreras, a Rajoy y a casi cualquier personaje que no cumpla con los preceptos que él defiende. 

Durante años, desde los micrófonos de la Cope, pontificó sobre la ruptura de España, los peligros que acechaban al país, la ETA, el 11-M y los traidores a la patria. Hasta habló de rey felón en el caso de Juan Carlos I. 

Un insultador profesional

Sus editoriales (puede decirse que su programa es una continua columna de opinión oral) son punzantes, muy cercanos a un público conservador que le sigue como a un telepredicador. Y en los cuales no duda en tirar de ironía y, si cree necesario, de menosprecios e insultos. 

Sí, Jiménez Losantos es muy partidario del insulto por el insulto; de poner motes; de renombrar a personajes y de situarse al límite de la denuncia. En ocasiones traspasando la línea. 

Son muchos a los que el presentador de La Mañana de Es Radio dedica más de un epíteto poco cariñoso. Al presidente del Gobierno no suele dedicarle flores, sino más bien todo lo contrario. Desde hace años le colgó el nombre de 'Maricomplejines' por su poca dureza frente a la izquierda, al menos poca para Losantos. 

Pero si hay alguien dentro del PP que recibe sus dardos y pocos afectos esa es la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría. A la cual considera hacedora de Podemos y el poder real del país, a la que bautiza coomo 'Saénz de la guillotina'. 

Demuestra que él es muy de cambiar el nombre a las vicepresidentas, pues a la segunda de Zapatero pocas veces se refería por su nombre, sino que la llamaba María Teresa Fernández de la Vogue, por un reportaje de las ministras del Gobierno de ZP en la citada publicación. 

Pero aquello es algo del pasado, ahora él utiliza su lengua mordaz para atacar a políticos del momento como Rafael Hernando. Al portavoz popular en el Congreso le llama 'El chico de los recados de Soraya'. 

No es el único popular al que Losantos no tiene entre sus predilectos. A Javier Arenas siempre se refiere como 'el joven Arenas' y a Celia Villalobos como 'La Carmena de la derecha'. 

Fijación con Podemos

Pero como es sabido, no sólo pone en la diana a los dirigentes del Partido Popular, sino que para los cargos del PSOE también tiene más de una pulla. En las últimas fechas, sobre todo, para Susana Díaz. A la cual, en pocas ocasiones se refiere por su nombre, sino por el de 'La niña de la estación'. 

Estación del AVE que tiene que coger para hacerse con las riendas del PSOE nacional. Además de cambiarle el nombre, también le acusa de haber engordado mucho. Un comentario que con los hombres no suele utilizar. 

A otro miembro del PSOE al que cambia el apellido es al líder del PSC. No le suele llamar Iceta, sino Ijeta. Muy Losantos. 

Tampoco menos 'palos' verbales del locutor recibió el anterior Secretario General del PSOE. A Pedro Sánchez llamaba siempre PedroNoNo (por aquello de no faciliar la investidura de Rajoy). 

Eso sí, si a alguien que recibe los mayores insultos de Losantos es Unidos Podemos. Castuza, gentuza, miserables, rompedores de la patria, dictadores... Son muchas los adjetivos que les dedica. Y, en ocasiones, personificados. A Alberto Garzón le llama Caracráter, a Ramón Espinar se refiere como Espiblack, a Pablo Echenique como Echeminga o Bolchenique. 

Mientras que a Pablo Iglesias, además de Coleta Morada le bautiza como PabLenin. Mientras que a Errejón y Bescansa y demás les llegó a amenazar con disperar. El diría que era broma: "Yo es que veo a Errejón, a la Bescansa, a la Rita Maestre y me sale, me sale... el monte, no el agro, el monte. O sea, si llevo la lupara, disparo"

Los medios y los periodistas también reciben su cuota de 'odio Losantos', ya que a García Ferreras y Javier Ruiz los llama Gorilas en la niebla. Losantos al puro estilo Losantos.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

La fortuna de Trump proviene del burdel que fundó su abuelo

La actual fortuna de Donald Trump se gestó en el burdel que tenía su abuelo, Bloomberg / El Economista 27/10/2016:
   
La fortuna del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, no tiene su origen en los negocios inmobiliarios del magnate, en sus casinos o en sus beneficios del 'reality show'. Según Gwenda Blair, que ha reconstruido la historia de la familia Trump de las últimas tres generaciones, todo comenzó cuando el abuelo del multimillonario emigró desde Alemania, llegó a Canadá y montó un bar restaurante y un prostíbulo.

Blair señala que Friedrich Trump se fue de Alemania a los 16 años con poco más que una maleta, llegando a Nueva York para trabajar como peluquero. Después de pasar por Seattle y la extinta Monte Cristo, la fiebre del oro de finales del siglo XIX le llevó a Bennett, en la Columbia Británica (Canadá). Allí, junto con su socio Ernest Levin, construyó el Arctic Restaurant, que se promocionaba como el mejor equipado de la ciudad. Este municipio era lugar de tránsito para los buscadores de oro, y el restaurante-lupanar de Trump, como tantos otros negocios similares, aprovechó la afluencia habitual de mineros.

Una carta en el diario Yukon Sun el 17 de abril de 1900 advertía de que el local suponía un alojamiento excelente para los hombres, pero que las mujeres debían evitarlo porque escucharían cosas "repugnantes" que herirían sus sentimientos pronunciadas también por personas "depravadas de su propio sexo".

La ciudad de Bennett dejó de ser un enclave estratégico de paso de mineros cuando se construyó una vía de tren entre Skagway (Alaska) a Whitehorse, lo que facilitaba el viaje a los buscadores de oro, que ya no pasaban por la ciudad del local de Trump. En consecuencia, Trump se llevó su negocio a Whitehorse, de donde finalmente se fue en 1901.

Friedrich Trump intentó regresar a su Kallstadt natal, pero no pudo recuperar su nacionalidad germana, por lo que regresó a Nueva York con sus riquezas, equivalentes a algo menos de medio millón de dólares actuales. Con estos fondos se financiaron las primeras inversiones inmobiliarias de la familia Trump en el estado de la 'Gran Manzana', que más tarde aprovecharían tanto su hijo Fred como su nieto y candidato presidencial Donald.

Por su parte, el magnate que ha llegado a disputar la carrera por la Casa Blanca afirmó a The New York Times que la investigación de Blair es "totalmente falsa", y apunta en sus memorias que su abuelo era sueco.

lunes, 7 de noviembre de 2016

In God we Trump. El nuevo Hítler

I
JOHN CARLIN, "El problema no es Trump. Decenas de millones de estadounidenses apoyan a un candidato que no tiene causa, sino enemigos", en El País, 7 NOV 2016

"El demagogo es aquel que predica doctrinas que sabe que son mentira a gente que sabe que es idiota".

H.L. Mencken

El problema no es Donald Trump. El problema es el trumpismo, un cóctel de odio y fascismo repleto de mentiras e incoherencias confeccionado sobre la marcha por Trump y sus aduladores en un proceso febril de incitación mutua.

Los ingredientes del odio los conoce cualquiera que ha prestado una mínima atención a la campaña presidencial de Estados Unidos: denigra a los mexicanos, a los musulmanes, a los judíos, a los negros, a los inmigrantes en general, a los minusválidos, a los intelectuales y a las mujeres, especialmente las mujeres modernas, postfeministas e independientes, cuya imagen más visible es su rival para la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton.

Los ingredientes fascistas tampoco han sido difíciles de identificar: Trump, apoyado en su candidatura por el diario oficial del Ku Klux Klan, expone que si llega a la presidencia encarcelará a Clinton, desdeñando el principio democrático de la independencia judicial; que si no llega, no respetará el resultado, sugiriendo a la vez que podría animar a sus partidarios a alzarse en armas; que la tortura es deseable como método de interrogación; que los musulmanes en Estados Unidos, como los judíos en la época nazi, deben estar todos identificados en una base de datos.

Pero el problema no es Donald Trump, por más que sea la expresión hecha carne de casi todo lo que es vil en el ser humano. El problema es la gente que cree que semejante bicho es digno de ser el presidente de Estados Unidos, el país con más poder sobre la humanidad que cualquier otro. El problema es que decenas de millones de estadounidenses piensen votar por un hombre que dice que el gobernante que más admira en el mundo es el dictador ruso y exoficial del KGB Vladímir Putin. El problema es la idiotez de la jauría trumpista.

“Amo a los que no tienen educación”, declara Trump, y las multitudes le vitorean. Les ama porque no saben distinguir entre la verdad y las mentiras en las que se basa, que, como está bien documentado, conforman el 70% de lo que dice.

Un ejemplo entre miles. Trump insiste en que el índice de homicidios en Estados Unidos hoy es el más alto en 45 años. Trump se queja ante sus devotos de que la prensa jamás lo menciona. No lo hace porque es mentira. El índice de homicidios fue el doble en 1980 que en 2015.

Lo que hace Trump es presentar una imagen de Estados Unidos aterradora, una especie de Estado fallido hundido en la criminalidad y la miseria. Es el viejo truco del demagogo fascista, sea este Hitler, Franco o Mussolini, sea el enemigo el comunismo o la conspiración judía. Confiad en mí; solo yo soy capaz de salvaros.

El problema no es Trump; el problema son los que creen en él. Como nos recuerda una crítica en el New York Times de la biografía más reciente de Hitler, escrita por un historiador alemán llamado Volker Ullrich: “Lo que realmente da miedo en el libro de Ullrich no es que Hitler pudiera haber existido, sino que tanta gente parece haber estado esperando que apareciera”.

Es verdad que el apelativo de fascista se ha escupido con exagerada frecuencia y ligereza desde los años treinta. Pero en este caso, ya que de lo que se habla es la campaña de Trump para ascender al poder, la comparación no es frívola. Reputados intelectuales de izquierda y derecha en Estados Unidos, entre ellos el profesor universitario de economía Robert Reich y el historiador Robert Kagan, han definido explícitamente como de carácter fascista el culto al hombre fuerte redentor que se ha creado alrededor de la figura de Trump.

La victoria electoral de Hitler en 1933 fue el triunfo del odio, la barbarie y la estupidez. Una victoria para Trump en las elecciones de mañana sería lo mismo. No existe lógica alguna para que decenas de millones de estadounidenses, el grueso de ellos aparentemente hombres blancos que se sienten marginados y resentidos, vean en Trump el hombre que les devolverá a la prosperidad. La parte del cerebro que utiliza la razón no entra en juego. Trump es un billonario que no ha pagado impuestos en 20 años y está favor de que se recorten los impuestos de los mega ricos aún más.

La parte del cerebro que sí entra en juego es la más primaria y animal. La del miedo y la agresión, la de la manada. Tony Schwartz, que hace 30 años vendió su alma y escribió para Trump su libro El arte de la negociación, llegó a conocer al actual candidato presidencial mejor que casi nadie. “Trump está solo un eslabón por encima de la jungla”, dijo en una entrevista la semana pasada con el Times de Londres. “Su visión del mundo es tribal”.

Lo cual sería solo un problema para aquellos de sus familiares y conocidos que lo tienen que aguantar si no fuera por el hecho de que las masas descerebradas le adoran y existe el serio riesgo de que acabe ocupando la Casa Blanca. No hay análisis político que lo explique. Esa herramienta sobra. Para entender el fenómeno Trump hay que recurrir a la antropología, en este caso al estudio del animal humano en su versión más salvaje y primitiva. Porque el trumpismo no tiene causa; tiene enemigos. No propone esperanza; propone odio.

El problema no es Trump. Lo fantástico, lo grotesco, lo surreal es que en vísperas de las elecciones las encuestas digan que el odio, la barbarie y la estupidez tienen una razonable posibilidad de triunfar, que no es disparatado pensar que Trump consiga los votos necesarios para ser coronado presidente de Estados Unidos. Lo fantástico, lo grotesco, lo surreal es que tantos millones de los habitantes del país más próspero del mundo compartan su visión tribal, que no solo Trump sino sus devotos estén solo un eslabón por encima de la jungla.


II

Ariel Dorfman, "Faulkner ante la América de Trump", en El País7 NOV 2016:

El autor de El sonido y la furia se preguntó públicamente si Estados Unidos merecía sobrevivir después del linchamiento de un niño negro. Hubiera sentido espanto, aunque no extrañeza, frente a la figura del candidato republicano.

¿Merece sobrevivir este país? Esa fue la pregunta que lanzó públicamente William Faulkner en 1955 cuando supo que Emmett Till, un joven negro de 14 años, había sido mutilado y muerto en un pueblito de Misisipi por la osadía de silbarle a una mujer blanca —un acto de linchamiento que constituyó un hito fundamental en la creación del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos—.

Esa pregunta no era la que yo esperaba plantearme en este peregrinaje literario que mi mujer y yo hemos emprendido a Oxford, Misisipi, donde Faulkner vivió la mayoría de su vida y donde escribió las obras maestras torrenciales que lo convirtieron en el novelista norteamericano más influyente del siglo XX. Habíamos estado planificando un viaje como este hace muchos años, viéndolo como una ocasión para meditar sobre la existencia y la ficción de un autor que me había desafiado, desde mi adolescencia chilena, a romper con todas las convenciones narrativas, arriesgarlo todo como la única manera de representar la múltiple fluidez del tiempo y la conciencia y la aflicción, instándome a que tratara de expresar lo que significa “estar vivo y saberlo a fondo” en mi Sur chileno aún más remoto y perdido que el desdichado Sur de Faulkner. Y, sin embargo, esa pregunta acerca de la supervivencia de Estados Unidos es la que me ronda al visitar el sepulcro donde descansa, hace 54 años, el cuerpo del gran escritor, se me asoma cuando caminamos las calles que él caminó, es una pregunta que no puedo evitar al recorrer Rowan Oak, la vieja mansión que fue para él su más permanente hogar.

Puesto que, si el autor de El sonido y la furia estuviese vivo hoy, cuando su patria encara la elección más decisiva de nuestra época turbulenta, donde un demagogo demencial aspira, insólitamente, a ocupar la Casa Blanca, no cabe duda de que, ante “un momento incomprensible de terror”, volvería a proponer esa dolorosa pregunta a los seguidores de Trump, retándoles a rechazar una política de odio. Faulkner lo haría, creo yo, recordando a los personajes de sus propias novelas que, poseídos por un exceso de rabia y frustración, terminan autodestruyéndose a sí mismos y a la tierra que aman, incapaces de superar el pasado oscuro y salvaje que han heredado.

Habría mucho, por cierto, en Estados Unidos de hoy que Faulkner no reconocería. Aunque escribió sobre el dilema de los afroamericanos con notable inteligencia emocional, describiendo cómo los descendientes de esclavos sobrellevaron, “con orgullo inflexible y severo”, la carga impuesta por un sistema injusto y corrosivo, este hijo del Sur de Estados Unidos, sospechoso de los cambios drásticos, predicaba la paciencia y el gradualismo para vencer las barreras del racismo. Un hombre que no alcanzó a escuchar el discurso de Martin Luther King en Washington y al que le hubiera parecido inverosímil que alguien nacido del mestizaje pudiera ser presidente, tendría poco que enseñarle a esta América tan multicultural y atiborrada de nuevos inmigrantes. Igualmente difícil para Faulkner hubiera sido entender a las mujeres del siglo XXI, cuya emancipación y autosuficiencia feministas jamás anticipó.

Otros, menos envidiables, aspectos contemporáneos de Estados Unidos le serían, sin embargo, tristemente familiares a Faulkner.

Hubiera sentido espanto —aunque no extrañeza— frente a la peligrosa figura de Donald Trump. En su vasto y devastador universo ficticio, Faulkner ya había creado una encarnación sureña de Trump, si bien en una escala menor: Flem Snopes, un depredador voraz e inescrupuloso con “ojos del color de agua estancada”, que sube al poder mediante mentiras e intimidación, burlando y raposeando a los ingenuos que creen ser más astutos que él. Flem y su clan representaban para Faulkner aquellos conciudadanos suyos que “lo único que saben y lo único en que creen es el dinero, importándoles un carajo cómo se consigue”. Si una caterva como la de los Snopes llegase a proliferar y tomar las riendas del Gobierno el resultado sería, según Faulkner, catastrófico. Las últimas encuestas indican que semejante apocalipsis electoral, salvo una sorpresa estilo Brexit, es cada vez más improbable, pero el mero hecho de que un ser tan patológico y amoral sea siquiera un candidato viable hubiera llenado al autor de Absalón, Absalón de asco y pavor.

Los adeptos de Trump suscitarían hoy una reacción muy diferente de parte de Faulkner. Aunque era, para su época, políticamente liberal y progresista, trazó con cariño y humor las vidas de aquellos que hoy constituyen —pido excusas por tal generalización, siempre reductiva— el núcleo central de los partidarios de Trump: cazadores y patriotas que temen una conspiración para quitarles sus armas de fuego; hombres escasamente informados que se aferran a una virilidad amenazada y tradiciones atávicas; habitantes de comunidades rurales o económicamente deprimidas que se sienten sobrepasados por la marea incontenible de la modernidad, indefensos ante una globalización que no pueden controlar. Faulkner condenó siempre los prejuicios raciales y la paranoia de estos desconcertados coterráneos suyos, pero nunca fue condescendiente con ellos, acordándoles siempre aquello que deseaban con fervor tanto ayer como hoy: el respeto hacia su plena dignidad humana. Faulkner hubiera comprendido las raíces de la desafección de esa gente a la que le tenía tanto apego, la desazón irracional de muchos norteamericanos de raza blanca ante el asedio a su identidad y privilegios.

Es lo que hace hoy tan valiosa la voz de Faulkner.

La simpatía que manifestó este novelista insigne y sofisticado por los pobladores menos educados, religiosamente conservadores, de su imaginario condado de Yoknapatawpha, el hecho de que prefería la compañía de esa ralea popular y menospreciada a las tertulias y el elitismo abstracto de intelectuales exquisitos, lo hace el emisario ideal para abordar a los sostenedores de Trump con un mensaje en contra de la intolerancia y el miedo, un mensaje desde más allá de la muerte que no contiene ni un mínimo dejo de paternalismo o desdén.

Al contemplar el diminuto y frágil escritorio del estudio de Faulkner en Rowan Oak donde compuso el discurso que pronunció para la graduación de su hija Jill en el colegio local, oigo el eco de esas palabras tan pertinentes para su país actual. Urgió a esos compañeros de clase de su hija a transformarse en “hombres y mujeres que nunca han de rendirse ante el engaño, el temor o el soborno”. Les dijo, y lo reitera empecinadamente a sus compatriotas en 2016, que “tenemos no solamente el derecho, sino que el deber de elegir entre el coraje y la cobardía”, exigiéndoles a “nunca tener miedo de alzar la voz en pro de la honestidad y la verdad y la compasión, y contra la injusticia y la mentira y la avaricia”.

¿Caerá Estados Unidos en el abismo y el desconsuelo?


¿Se encuentra hoy este país marchando fatalmente a un destino trágico, como tantos personajes implacables de Faulkner, o sus ciudadanos tendrán la sabiduría para probar en forma contundente y avasalladora que, en efecto, su país merece sobrevivir?

lunes, 18 de julio de 2016

El 2% de la población es psicópata

La Organización Mundial de la Salud nos ofrece una estadística inquietante: el 2% de la población mundial (140.000.000 de personas) es psicópata. De estos, un 1%, cometen actos delictivos. La psicopatía (o trastorno antisocial de la personalidad) es una enfermedad mental que afecta únicamente a la voluntad, no a la inteligencia. Su rasgo esencial es la falta de empatía absoluta, el completo desprecio por el efecto de sus actos en los demás, y/o un grado sustancial de resentimiento que vehicula esos actos. El psicópata o sociópata no está exento de responsabilidad criminal.

miércoles, 2 de marzo de 2016

La mitad de los psicólogos está deprimida


Javier Hernández La mitad de los psicólogos británicos dice estar deprimida El País, 2-III-2016:
Más de 350 millones de personas en todo el mundo se sienten tristes, no pueden dormir, no son capaces de sentir placer, de concentrarse y, en muchas ocasiones, ni siquiera de encontrar un motivo por el que levantarse de la cama. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), el 5% de la población mundial sufre depresión. Y el panorama no parece muy halagüeño: solo en Reino Unido, casi la mitad de los psicólogos, profesionales encargados de atender a la población con esta dolencia, la padecen, según una encuesta de la British Psychological Society.
“Estoy tan decepcionado que me he resignado”. “Cargo con mi desesperanza cada día y tengo la sensación de estar a punto de rendirme”. Son solo dos de los 1.300 testimonios recogidos por la encuesta. Los resultados presentan un panorama general de agotamiento, baja moral y niveles preocupantes de estrés y depresión en un sector que es responsable de mejorar la salud mental del público. El 46% de los psicólogos encuestados dice estar deprimido y el 49,5% se siente un fracaso.
Los resultados se presentaron en la IX Conferencia Anual sobre Terapias de Psicología de Reino Unido a principios de mes. Solo unos días después, un psicólogo —que no quiso identificarse— escribió un artículo para el periódico The Guardian en el que confesaba que se había dado cuenta de que sufría depresión mientras trataba a un paciente con esa misma enfermedad.
“Un pensamiento fugaz atravesó mi mente: en ese momento había dos personas con depresión en la consulta”
"Estaba hablando con uno de mis pacientes sobre sus síntomas. Empecé a sentirme identificado y, de pronto, un pensamiento fugaz atravesó mi mente: en ese momento había dos personas con depresión en la sala de consulta". Durante varios meses no quiso ver lo que le estaba pasando. Empezó a tener problemas para dormir y a sentirse decaído hasta que un día, simplemente, no pudo levantarse de la cama.
Después de trabajar muchos años como un psicólogo cualificado, este profesional creía que era inmune a cualquier desafío que le impusiera su mente. Pero no fue así. A pesar de su experiencia y conocimientos, resultó ser tan vulnerable como el resto de la población.
Además de ayudar a los pacientes a lidiar con sus problemas, los psicólogos en Reino Unido se enfrentan a un sistema de salud que les parece cada vez más restrictivo, según el comunicado de la British Psychological Society. Los plazos improrrogables, hacer más trabajo en menos tiempo, las horas extra sin pagar y una reducción de los recursos sanitarios que "impide a los profesionales proporcionar un tratamiento adecuado", son solo algunas de las quejas de los psicólogos encuestados.
"La psicología ha pasado de ser una de las carreras más atractivas y satisfactorias a convertirse en la profesión con los niveles de satisfacción más bajos de nuestro sistema sanitario", explica la British Psychological Society. Parece que la tendencia continúa. Los preocupantes resultados obtenidos en la encuesta de este año son un 12% más altos que los de 2014. Y, además, el número de incidentes de intimidación y acoso se ha doblado de un año para otro.
“Lidiamos con 20 o 30 tragedias diarias y tenemos que esconder los sentimientos que nos genera lo que estamos viendo”
Toda una combinación de factores llevó a nuestro psicólogo anónimo a la depresión: las presiones en el hogar, las dificultades financieras... y el trabajo en la primera línea de los servicios de salud mental de Reino Unido. En España no hay una encuesta similar a esta y no hay datos registrados sobre el bienestar de los psicólogos ni de los psiquiatras. Aun así, Miguel Gutiérrez, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, no cree que la situación sea tan grave como en Reino Unido.
Sin embargo, reconoce que todos los profesionales que tratan a personas enfermas tienen una presión psicológica muy importante. "Lidiamos con 20 o 30 tragedias diarias y, por profesionalidad, tenemos que esconder los sentimientos que nos genera lo que estamos viendo", explica Gutiérrez. "También tenemos que tomar decisiones difíciles y rápidas. Es fácil que los errores y el sentimiento de culpabilidad te pasen factura". 
La depresión es una de las enfermedades mentales más incapacitantes. Tanto, que la OMS estima que en 2020 será la segunda causa principal de discapacidad en todo el mundo. En muchas ocasiones las personas que la padecen tienen que abandonar su trabajo, al menos temporalmente. Así lo hizo el psicólogo que escribió a The Guardian contando su experiencia.
Tras varios meses de baja y en tratamiento, volvió a la consulta y se dio cuenta de que la experiencia le había cambiado. Para bien. "Creo que la depresión me ha hecho un psicólogo mejor. Ahora puedo empatizar con la gente a un nivel más profundo que antes. Y a veces, cuando procede, le digo a mis pacientes que sé lo que sienten porque yo también he estado en ese profundo valle". 

sábado, 27 de febrero de 2016

Maltrato animal y maltrato humano

Ha salido la noticia de que han metido en una bolsa a una perra, la han apaleado brutalmente y la han tirado a un estercolero en Carrión de Calatrava. Unos la han oído quejarse y la han  salvado. Tenía un ojo fuera. Por mi hija me he enterado de casos de brutalidad semejantes. El más espeluznante, una perra a la que han violado y luego la han dejado morirse con la vagina fuera. Por eso he dicho alguna vez que eso de que "cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro" no es misantropía, es bestialismo.

Un bienintencionado ha dicho que debía haber leyes contra el maltrato animal. El bendito ignora que ya la hay, incluso una autonómica. Pero no se aplica. Como la Constitución, esa ley para impedir el maltrato humano. Debía haber una Constitución universal, pero solo hay pepel pintado, cuando no mojado: una ridícula Declaración de los derechos del hombre que se pasan por el culo hasta merdócratas como Rajoy. Esa es la peor tragedia que hay en España: que existe todo lo necesario para hacer justicia y no se hace. Como esos que se quejan de la corrupción y saben dónde hay corrupción, pero... no la denuncian. ¿Para qué? ¿Para que se aforen? 

Yo diría que eso lo hemos aprendido de la España de Franco: una España corrupta donde no se podía denunciar la corrupción porque no era posible y cuando lo era era inútil y hasta peligroso, hasta el punto de que se acuñó una frase que solo en España tiene sentido: "Usted diga lo que quiera, que yo haré lo que me dé la gana". En España las leyes están para decir, no para obrar. No hay cojones (y los cojones empiezan con un presupuesto correcto para justicia). Y tampoco hay cojones porque el miedo se hereda, se ha heredado de la España de Franco. Está tan mal vocear que hasta Marianico, el Roosevelt que nos va a sacar de la Gran Depresión de 2008, ha hecho una ley para que nos callemos y solo hable él.

Y creo que la mayoría de nuestros políticos son así: se llaman democráticos, pero no creen en la democracia porque se han educado sin democracia o con gentes que no han creído nunca en la democracia o son sencillamente esas mismas gentes que no han creído nunca en la democracia. Como nosotros.

domingo, 21 de febrero de 2016

Una Europa sin vergüenza

Xavier Vidal-Folch "28 Gobiernos egoístas e ignorantes. La cumbre de esta semana ha sido la más ignominiosa de la historia europea", en El País, 21-II-2016:

Ha sido la cumbre más ignominiosa de la historia europea. Hubo alguna inútil, incapaz siquiera de redactar conclusiones: la de Atenas, en diciembre de 1983. Otras, confusas y paralizantes: la de Niza, que alumbró la reforma más tonta del Tratado, en 2000. Pero ninguna como ésta, pletórica de retrocesos.

Casi cada gobernante estuvo peor que su vecino. David Cameron tuvo el rostro de proclamar que la cosa iba de vivir y que le dejasen vivir, como si la Unión fuese un egoísta apañete de pago y week-end, y no un proyecto de vida en común. Y fue el campeón del cinismo al asegurar que nada de lo que proponía perjudicaba a la libre circulación. Olvidaba, claro, que ese tráfico, húerfano de la prohibición de discriminar a los socios, será circulación: pero no libre.

Aunque justificados, fueron penosos —pero atención, seguirán amenazando el pírrico logro británico— los quejidos del Este: el checo, que no se discriminase a sus obreros por más de cinco años; el rumano, que nunca; el polaco, que solo a los ya emigrados; el búlgaro, que qué pena tanta mala noticia. Mucha jeremiada para acabar cediendo indignamente, sin obtener a cambio siquiera un plato de lentejas.

La misma humillante distancia entre deseo y voto caracterizó a las mejores soflamas, a cargo del francés François Hollande y del italiano Matteo Renzi. Abogó el francés por una fórmula que permita a la Unión avanzar y no romperse, bravo, pero se plegó al acoso británico al inmigrante; quizá se miraba en su espejo. Y el efervescente italiano, que se proclamó federalista y diametralmente opuesto a la felonía en cocción, pero la votó.

El egoísmo y el cinismo se turnaron con la ignorancia, sabiendo que lo era. Sostuvo la canciller Merkel que como hay mercado único pero no unión social, pues vale discriminar a los hijos de los inmigrantes.

Menuda falacia. El esbozo de la unión social es tan antiguo como el del mercado común: data de 1957. El principio de no discriminación laboral por razón de nacionalidad figuraba desde esa fecha en el Tratado de Roma (arts. 7 y 48)... mucho antes de que el Informe Werner imaginase por vez primera, en 1970, la unión monetaria. ¿Cómo ignora la unión social ya lograda —aunque aún sea muy incompleta— labrada en decenios de reglamentos y sentencias, la presunta adalid de una completa unión política federal?

¿Y Mariano? Bueno, él solo balbuceó cuatro frases, que estaba en funciones, que ojalá la limitación a la libre circulación de los trabajadores fuese solo temporal, que prefería no cambiar los Tratados. La nada

martes, 2 de febrero de 2016

Las farmacéuticas impiden la llegada de los genéricos

Miguel Ángel Criado, "Cómo las farmacéuticas de EE UU frenan la llegada de los genéricos.

Las grandes compañías estadounidenses pagan a la competencia, compran su producción o gastan más en publicidad que en investigación, según un informe"  El País, 2 FEB 2016

El Daraprim es un veterano fármaco cuyo componente activo, la pirimetamina, se usa desde hace décadas como profiláctico contra la malaria y para combatir la toxoplasmosis. El verano pasado, la compañía Turing Pharmaceuticals se hizo con sus derechos de venta en EE UU. En horas, un medicamento que valía 13,50 dólares pasó a costar 750. El caso desató una gran polémica en ese país y el fundador de la compañía ha acabado en los tribunales. Pero el del Daraprim es solo el caso más extremo y mediático de las muchas historias en las que las farmacéuticas maniobran para frenar la llegada de los medicamentos genéricos lo antes posible y a un precio asequible, según afirma un informe.

"Las compañías farmacéuticas tienen hoy una única misión: maximizar los beneficios para los accionistas y las bonificaciones para los directivos aún a costa del perjuicio y la muerte de los pacientes", dice el profesor del Centro Anderson para el Cáncer de la Universidad de Texas (EE UU), Hagop Kantarjian. "Se trata de un cambio fundamental en su misión tradicional que era dual: ayudar a los enfermos mientras lograban una beneficios razonables", añade.

Kantarjian y un grupo de colegas, entre los que hay médicos y profesores de derecho expertos en patentes, han publicado un informe con las tácticas que usan las grandes farmacéuticas para retrasar la llegada de los medicamentos genéricos que puedan restar mercado a sus propias formulaciones. El estudio, que se centra en la situación en EE UU,  ayuda a entender un fenómeno que parece paradójico: el progresivo incremento del precio de los genéricos. La investigación, publicada en Blood, la revista de la Sociedad Estadounidense de Hematología no se basa en ninguna trama oscura, se apoya solo en datos públicos de la Comisión Federal del Comercio de EE UU, informes de la Comisión Europea o resoluciones judiciales. Así que el relato solo cuenta lo que se sabe y se ha demostrado.

Una de las tácticas es tan imponente como legal. En EE UU, la industria farmacéutica y de la salud es el mayor grupo de presión ante los políticos. Solo en aquel país, el sector dedicó más de 475 millones de euros en 2015 a hacer lobbying, es decir, presión política, según datos del Senado estadounidense. Buena parte de los esfuerzos de lobby de los medicamentos se concentra en endurecer el régimen de patentes y defender la propiedad intelectual e industrial de las grandes compañías estadounidenses en el resto del mundo.

La farmacéutica Cephalon pagó a cuatro compañías de genéricos para que no lanzaran al mercado sus versiones del modafinilo

Pero hay otras tácticas no tan legales. Es el caso de lo que llaman Pay-For-Delay, o pago por retrasar la llegada de los genéricos. Cuando la patente que protege un fármaco de marca está a punto de expirar o, al menos, es cuestionable ante los tribunales, la farmacéutica dueña del medicamento paga a los laboratorios que pensaban sacar un genérico para que no lo hagan. Este mecanismo se puede retorcer aún más: las grandes farmacéuticas denuncian a los pequeños laboratorios por infringir su patente pero, en vez de exigirles una compensación económica, acuerdan pagarles una cantidad a cambio, claro, de retrasar su genérico.

Así, entre finales de 2005 y principios de 2006, la farmacéutica Cephalon firmó cuatro acuerdos con otras tantas compañías de genéricos para que no lanzaran al mercado sus versiones de un medicamento para tratar problemas del sueño y que entonces hacía furor, el Provigil (modafinilo). El año pasado, tras años de litigios, Teva Pharmaceutical Industries (que había comprado Cephalon), acordó con la FTC compensar a aseguradoras, farmacias y usuarios con 1.200 millones de dólares.

Uno de los coautores de este informe, el profesor de la Universidad Rutgers, Michael Carrier, analizó en un estudio previo otra de las artimañas usadas por algunas de las grandes farmacéuticas. Se trata de la introducción o el simple amago de un genérico autorizado por la propia compañía que posee la patente. En principio, esta entrada puede tirar de los precios para abajo pero, como escriben los autores, "la amenaza de la creación de un genérico autorizado sirve como herramienta de coerción". De hecho, en muchos acuerdos se incluye la cláusula de que la detentadora de la patente se compromete a no sacar su propio genérico.

En EE UU, el 'lobby' farmacéutico es el que más dinero gasta en presión política, 500 millones $ en 2015

La FTC, que tiene una sección dedicada solo a vigilar estos acuerdos, estima que el pago por frenar la llegada de los genéricos en cualquiera de sus versiones tiene un coste para la sociedad estadounidense de unos 3.500 millones de dólares al año, su mayoría en forma de sobrecoste de los fármacos.

Aunque el informe se centra sobre todo en la situación de EE UU, el problema del retraso de los genéricos por las maniobras de la industria no es exclusivo de ese país. Desde 2009, la Comisión Europea fiscaliza los acuerdos entre fabricantes de fármacos de marca y genéricos por litigios de patentes. El sexto informe, publicado en diciembre pasado y correspondiente a 2014, desvela que el 39% de los acuerdos incluía alguna limitación de entrada del genérico en el mercado y el 12%, además, añadía algún tipo de compensación por parte de la dueña de la patente.

Uno de los casos más sonados fue el seguido contra la farmacéutica Lundbeck que, en 2002, acordó con cuatro fabricantes de genéricos que retrasarían la llegada de sus fármacos. Una década más tarde, la Comisión Europea impuso una multa a Lundbeck de casi 94 millones de euros. Pero los laboratorios de genéricos también recibieron multas por un total de 52,2 millones de euros. Y es que, como muestra el informe, estos acuerdos benefician a las dos partes.

Materia ha intentado conocer la opinión de este sector en España sobre este informe sin conseguirlo. Ni la patronal de las farmacéuticas ni la asociación sectorial española de genéricos ni la europea,ni tampoco algunos de los mayores fabricantes de genéricos han querido opinar sobre estas prácticas.

"Hay que tener en cuenta que el mercado de los genéricos de EE UU es muy diferente del europeo", recuerda el profesor de trabajo social de la UNED, Miguel del Fresno. En España, por ejemplo, el precio de los genéricos está regulado, lo que desincentiva alguna de las herramientas que usa la industria farmacéutica. Pero, aún así, del Fresno añade otra a la lista. En 2014, este investigador y su colega Antonio López publicaron un estudio sobre la imagen de los genéricos en Internet. Su conclusión principal es que existe "una estrategia de comunicación explícita con un objetivo muy claro: generar percepciones de riesgo a su alrededor para frenar su aceptabilidad social".

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Viaje al planeta Trump

Marc Bassets, "Viaje al 'planeta Trump'", en El País, 28-XII-2015:

Donald Trump, el candidato más mediático, polémico y narcisista en la carrera por la presidencia de Estados Unidos, dispara contra todos. Su público objetivo es la América blanca profunda y rural que jalea sus intervenciones.

Estados Unidos se ha convertido un lugar hostil para personas como Neal Kriete, soldador jubilado de Hayes, un pueblo del estado de Virginia. La última vez que viajó a la capital, Washington, se sintió extranjero. “Nuestro país está inundado de personas que no quieren hablar inglés, que no quieren ser americanas”, dice Kriete, un hombre alto y corpulento, con un bigote blanco y una gorra roja en la que se lee: “Devolvamos la grandeza a América”.

Los blancos de origen europeo dejarán de ser mayoría en las próximas décadas: la imagen del estadounidense típico se parece cada vez más a la de una familia de origen mexicano o a la del propio presidente Barack Obama, hijo de un negro de Kenia y una blanca de Kansas.

A Kriete le ocurre como a muchos hombres blancos de clase trabajadora. No entienden qué ocurre. El país se les escapa de las manos. Y por fin alguien los comprende.

Son el planeta Trump, los seguidores de Donald Trump, el magnate inmobiliario y showman televisivo que, con mensajes xenófobos y un estilo que mezcla la mala comedia con la demagogia populista, ha hecho saltar por los aires la campaña para la sucesión del demócrata Obama. Los sondeos identifican al hombre del imposible flequillo rubio como el candidato preferido de los votantes republicanos para enfrentarse a los demócratas –la candidata favorita es la exsecretaria de Estado y ex primera dama Hillary Clinton– en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre de 2016.

El viaje por el planeta Trump –la búsqueda del secreto de su atractivo para las miles de personas que llenan sus mítines y quieren que dirija el país más poderoso del mundo– comienza un miércoles de diciembre por las instalaciones de una feria agrícola en Virginia.

Este territorio es un espejo de la metamorfosis de Estados Unidos. Limítrofe al norte con Washington, es uno de los Estados que declararon la secesión tras la elección de Abraham Lincoln a la presidencia en 1860. Aquello fue el origen de la guerra civil, que enfrentó a los Estados esclavistas de la Confederación sureña con la Unión. La capital de la Confederación era Richmond, que es aún la de Virginia. El orgullo sureño pervive. Pero el norte de Virginia es hoy una región diversa, con fuerte presencia de latinos y asiáticos.

Manassas, donde Trump celebra el mitin, fue el escenario de la primera gran batalla de la guerra civil. También es una ciudad en la que un tercio de los 42.000 habitantes son latinos. Sumados a los negros y asiáticos, son mayoría. El futuro de Estados Unidos se parece bastante a Manassas. Unas dos mil personas llenan el recinto donde habla Trump. Es difícil encontrar negros, asiáticos o hispanos. “No soy demócrata. No soy republicano. Ambos partidos nos están fallando”, dice Kriete, el soldador jubilado.

Un voluntario de la campaña de Trump, que es de origen chileno y habla español, vigila el acceso en una puerta que lleva a una zona reservada. Dice que apoya a Trump porque a Trump no le respalda Wall Street, y es cierto. Al contrario que el resto de candidatos, demócratas o republicanos, Trump financia la campaña con sus propios fondos y no acepta dinero de multimillonarios que, con sus donativos, intentan influirle.

En la carrera para convertirse en el candidato republicano a presidente, Donald Trump desprecia a todos aquellos que no piensan como él. Sus exabruptos hacia los inmigrantes han provocado numerosas críticas de sus detractores. Le recuerdo al voluntario chileno que Trump ha insultado a los inmigrantes latinos. Al anunciar la campaña, el pasado junio, prometió construir un gran muro en la frontera con México para impedir la entrada de inmigrantes indocumentados. “Cuando México envía a su gente, no envía a los mejores”, dijo. “Envía gente con muchos problemas y nos trae sus problemas a nosotros. Nos traen drogas. Nos traen crimen. Son violadores. Y algunos, supongo, son buena gente”.

Desde ese día, la escalada retórica se ha desbordado. Trump ha denigrado a mujeres e inválidos. Ha atacado a héroes de guerra como el senador John McCain, republicano como él, y se ha enfrentado a la cadena de televisión conservadora Fox News. Este diciembre, en solo tres días de campaña por varios Estados, se burló de los judíos en una reunión con la Coalición de Republicanos Judíos y elogió a Sadam Hussein. Unos días después dio un paso más y propuso impedir la entrada de musulmanes a Estados Unidos. Esa fue su respuesta a los atentados yihadistas en París y en San Bernardino.

En Manassas, el voluntario chileno niega que Trump insulte a todos los inmigrantes: “Ha insultado a la gente que no respeta la ley”. No podemos acabar la conversación. Otra voluntaria, mayor, se le acerca. Se apartan y hablan unos segundos. El chileno regresa y dice: “No puedo hablar contigo. Se van a enojar”. No quiere dar su nombre.

Un hombre –los hombres predominan en los mítines de Trump– exhibe la bandera con la cruz de San Andrés con estrellas sobre fondo rojo, el emblema confederado que muchos estadounidenses asocian con el esclavismo de los Estados del sur. “Estamos en el gran Estado de Virginia, que representaba a la Confederación. Los sureños estamos muy orgullosos de nuestra herencia, de las tradiciones que están desapareciendo, como Dios, familia, país, todos estos valores que amamos, como la Segunda Enmienda”, dice el hombre, que se llama Jason Sulser. Una enmienda de la Constitución que garantiza, según la interpretación vigente, el derecho a portar armas de fuego.

Sulser cuenta que apoya a Trump porque no es políticamente correcto. “Le preguntas algo y te da una respuesta honesta”, dice. Pero incluso la bandera confederada es demasiado para la campaña desacomplejada de Trump. Su asociación con el racismo no le conviene. Los miembros de la organización invitan a Sulser a abandonar el recinto y este obedece. A las 19.42 alguien dice por los altavoces: “Por favor, den la bienvenida al próximo presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump”. Los seguidores elevan sus teléfonos móviles y graban. Más que un político, parece una estrella de rock.

Trump habla sin hilo aparente, improvisado, sin papeles. Es de los pocos políticos que se permiten el lujo de decir lo que les pasa por la cabeza. En una época de mensajes milimetrados –algunos candidatos consultan obsesivamente con expertos demoscópicos, con asesores de comunicación, con especialistas en imagen antes de lanzar cualquier propuesta, de esbozar cualquier gesto–, este candidato desconoce el horror a meter la pata o a salirse del guion. Declaraciones que habrían hundido las carreras de otros políticos, a él solo le refuerzan.

Los intentos de entrevistarle topan siempre con una respuesta idéntica de su jefe de comunicaciones, Hope Hicks: “El señor Trump no está disponible en este momento”.

Un discurso de Trump recuerda al monólogo de un cómico. En Manassas deja locuciones medio hechas, mezcla asuntos en una frase, abandona un tema para regresar al cabo de media hora, gesticula. Dispara contra todo y todos. De Obama dice que “es un incompetente”. Clinton “no tiene ni la fuerza ni la energía para ser presidenta”. ¿Sus rivales republicanos? “Tienen miedo de atacarme”. De los inmigrantes indocumentados lamenta que “los tratamos mejor a que nuestros veteranos de guerra”. Y los periodistas son “de los peores seres humanos que jamás he conocido”. Trump, como en una tertulia de sobremesa, no deja tema sin tocar, pero el tema de fondo es él mismo.

“Créanme” y “piénsenlo” son dos latiguillos con los que termina sus frases. “Yo” es otra palabra central en su discurso. Él, afirma, es el más rico, el mejor negociador, el único que dice lo que piensa, el que siempre gana y el que logrará que Estados Unidos, un país, en su opinión, al borde del apocalipsis, recupere la grandeza. “Ya no ganamos, y ahora empezaremos a ganar. Mucho. Mucho”.

Su vida es su mensaje. Nacido hace 69 años en Nueva York. Hijo de Fred Trump, un constructor descendiente de inmigrantes alemanes. Formado en una escuela militar. Playboy y habitual en las páginas rosas desde los años setenta. Autor de best sellers como El arte de la negociación o Cómo hacerse rico. Piénsenlo y créanle, viene a decir: él ha ganado siempre en los negocios y con él en la Casa Blanca Estados Unidos volverá a ser respetado. Volverá a ganar.

 Blancos y convencidos de que Estados Unidos se debilita cuando permite la entrada de inmigrantes, preocupados por la llegada de personas que no hablan inglés. 

“Estamos sacando de quicio a los medios de comunicación”, dice Trump en otro momento, y tiene razón. Nadie se explica cómo sus mentiras –un ejemplo: afirmó, sin pruebas, que el 11 de septiembre de 2001 miles de musulmanes en Nueva Jersey celebraron los atentados de Al Qaeda– no le pasan factura, ni cómo un multimillonario de Nueva York seduce a la clase trabajadora blanca con un discurso contrario a las élites. Cuando se afirma que Trump rompe las leyes de la gravedad política significa esto: ningún manual se aplica a él, y él se presenta como un político libre. Libre de las ataduras de lo políticamente correcto, de los compromisos de Washington, del dinero de los poderosos: un individualista pasado de revoluciones en un país que entroniza la libertad individual.

El psicoterapeuta Joseph Burgo es el autor de The Narcissist You Know: Defending Yourself Against Extreme Narcissists in an All-About-Me World (El narcisista que conoces: defiéndete ante los narcisistas extremos en un mundo que solo gira en torno a mí). Burgo define a Trump como un “narcisista extremo”.

“Mientras que hay muchas personas centradas en sí mismas y con una opinión demasiado buena de sí mismas, el narcisista extremo tiene una imagen del yo grandiosa y carece de empatía hacia los demás. Constantemente se siente impulsado a demostrar que él es un ganador, con frecuencia a expensas de las personas a las que desprecia, los perdedores. Cuando se le critica, o cuando se cuestiona la imagen que él tiene de sí mismo, típicamente se defiende con indignación, desprecio y acusaciones”, escribe Burgo en un correo electrónico. “La grandiosidad de Trump es aparente: siente una necesidad constante de anunciar que él es el más grande y el mejor en todo lo que hace. Continuamente se refiere a sus oponentes como perdedores”. 

“El atractivo de Trump”, continúa Burgo, “es un producto de los tiempos inciertos en los que vivimos. Durante periodos de convulsión social, de inseguridad financiera y amenazas de violencia, los seres humanos regresamos a una mentalidad de blanco y negro, de nosotros contra ellos. Enfrentados a problemas complejos y aparentemente insolubles, buscamos respuestas simples que resuelvan nuestras ansiedades. Suspiramos por un líder fuerte que nos haga sentir seguros. A muchos individuos, la personalidad grandiosa y desagradable de Trump les parece un signo de fuerza. Su confianza en sí mismo y sus respuestas simplistas –construye un muro, bombardea [a los terroristas] hasta hacerles trizas– hacen que muchos votantes desencantados crean que él sabe exactamente qué hacer”.

Los votantes de Trump, dice Burgo, “tienden a ser blancos, mayores de edad y menos educados que otros republicanos. Son personas cuyos puestos de trabajo están amenazados por la globalización y que carecen de la educación necesaria para los empleos disponibles en la era de la información. Mientras se reduce el porcentaje de blancos en la población, también sienten que su posición social se erosiona. En el ámbito psicológico, su autoestima y su sentido del valor están bajo asedio. Están asustados e inseguros. Ante estas heridas narcisistas, Trump ofrece una vía para reinflar la autoestima, y lo hace mediante tres defensas narcisistas típicas: agitar tu rabia con indignación autocomplaciente, expresar el desprecio por otras personas y culpar a otros por tus problemas”.

El sábado a las diez de la mañana, Davenport, a 1.400 kilómetros de Ma­nassas, es un desierto. Esta ciudad a orillas del Misisipi, que divide los Estados de Iowa e Illinois, tiene 100.000 habitantes, pero no lo parece. Solo a orillas del río entran y salen los clientes del Rhythm City, un casino instalado en una barca típica del Misisipi. Si siguiéramos río abajo, llegaríamos a San Luis, a Memphis y a Nueva Orleans hasta la desembocadura en el golfo de México. La ruta de Huckleberry Finn.

Sin el Misisipi y sus afluentes no se entiende la formación de este país. Tampoco se comprende sin el Medio Oeste, el granero de Estados Unidos: una de las mayores regiones agrícolas del mundo y la mejor comunicada. La cercanía de estos ríos ha permitido distribuir rápido los productos del campo. Así se forjan también las superpotencias. Davenport es un lugar estratégico por otro motivo: aquí se inauguró en 1856 el primer puente ferroviario que cruzaba el Misisipi. Un día el futuro de Estados Unidos –entre el transporte por río y por ferrocarril; entre San Luis, metrópoli fluvial, y Chicago, metrópoli ferroviaria– se jugó en Davenport.

“¿Para qué diario de izquierdas trabaja usted?”, bromea Karlis Norkus, un expolicía originario de Letonia que ejerce de conductor de autobús en Davenport, que espera que Trump llegue al recinto de la feria agrícola, en las afueras de esta ciudad. La pregunta da a entender que todos los medios de comunicación son de izquierdas. Ergo, hostiles a Trump.

–EL PAÍS –respondo.

–¿De Arabia Saudí?

Han pasado cuatro días de la matanza de San Bernardino, perpetrada por un matrimonio musulmán, y el miedo al terrorismo islamista se apodera de la campaña electoral.

“El terrorismo ya está aquí, por eso llevo un arma allí adonde voy. Yo no voy a ser un cordero”, dice. Norkus argumenta que el problema en Estados Unidos es que hay demasiadas zonas –centros laborales, escuelas, cines– donde está prohibido llevar armas. Según Trump, el problema en París fue que las víctimas del atentado del ISIS no tenían armas a mano.

“Cuando hay una zona libre de armas, el lobo entra y dispara a los corderos, y los corderos no pueden hacer más que decir: ‘Beeee”, dice Norkus. “Y morir”.

–¿Dónde tiene el arma”

–No puedo decírselo.

Parece que Trump no gusta a nadie, excepto a millones de votantes americanos”, dice John Anderson, un jubilado de Silvis, un pueblo en la otra orilla del Misisipi. Anderson ha llegado al mitin con una guitarra. Ha compuesto una canción contra Hillary Clinton. “La odio”, dice. “Es algo visceral”. Con pose de rocker de los años cincuenta, canta la canción a quien se preste a escucharla. Explica que hace pesas y se quita la camisa para enseñar sus músculos.

El espectáculo de Trump no se desarrolla solo en el escenario. Dos veces se me acercan personas que, discretamente, me hacen notar que muchos de los asistentes al mitin no acudirán a los caucus el 1 de enero, las asambleas electivas que, en Iowa, abren el proceso para elegir al candidato de cada partido. Sugieren que muchos han venido por el show, como acudirían si una estrella de la televisión visitase Davenport. Trump lo es: presentó el reality show El aprendiz durante 14 temporadas.

Alguien escucha las opiniones negativas sobre Trump y estalla la discusión:

–Conozco a demasiadas mujeres republicanas que me dicen que jamás votarán por él –dice, mientras espera que hable, una mujer que se llama Maxine Russman.

–Yo soy una mujer republicana –replica Claudia Ridenour, que apoya a Trump.

–Trump dijo haber visto miles de musulmanes celebrando después del 11-S [en Nueva Jersey] –dice Russman, que cuestiona el bulo.

–¿No los viste? –asegura Ridenour, convencida–. De todos modos, qué importa si los ofendemos –añade más tarde.

De fondo suenan los Rolling Stones. A las 14.38, Trump sube al escenario y recomienza el ritual: las descalificaciones; el yo, yo, yo (hoy hace un repaso exhaustivo de los sondeos que le sitúan a la cabeza de la carrera republicana), y la alarma sobre el yihadismo.

El viaje al planeta Trump acaba a 200 kilómetros al oeste de Davenport, en un pueblo de 927 habitantes. En Eldon viven 10 hispanos, 9 personas de dos o más razas, 2 nativos americanos, 1 negro y 3 de otras razas indeterminadas. El resto son blancos de origen europeo.

Eldon, en Iowa, ocupa un lugar particular en la mitología americana. Una pequeña casa en las afueras del pueblo, con una ventana de estilo gótico, inspiró en 1930 al pintor Grant Wood el cuadro American Gothic (Gótico americano): dos campesinos taciturnos, un hombre y una mujer, frente a la casa. El cuadro ha dado pie a una multitud de interpretaciones y a decenas de parodias. Durante años se consideró una expresión nostálgica de los EE UU eternos: rurales, blancos. ¿La América gótica de Trump?

Es de noche en Eldon. El pueblo parece abandonado. Una señal indica el único bar, Chommy’s. Detrás de la puerta la actividad es frenética. Sirven cerveza y filetes de cerdo rebozado, la especialidad local. Es día de partido: juegan los Hawkeyes, uno de los equipos de fútbol americano universitario en Iowa. “Tienes que ir a favor de los negros y amarillos”, dice un hombre en la barra, ante el televisor. Negro y amarillo son los colores de los Hawkeyes. “Si es que quieres salir de este pueblo...”, dice otro.

Los forasteros llaman la atención. La gente se acerca, pregunta de dónde vienen, entabla conversación. Acabamos hablando de Trump con un grupo de mujeres. Son blancas y casi todas rubias, y esto es lo más profundo de la América rural. Trump dejará huella y ha sacado a la luz un país que se resiste a este cambio, pero su recorrido electoral todavía es incierto. Nada es lo que parece en el planeta Trump, asediado por una transformación imparable. EE UU cambia demasiado rápido y los cambios revientan las viejas fronteras geográficas y mentales.

“Somos gais, así que odiamos a los republicanos”, dice Lori Lapoint. “Ella es mi prometida”, añade, y señala a una mujer que se llama Sandra Mance. “Si Trump gana, tenemos un problema”, dice otra amiga del grupo, Laurie Fountain. “Los rednecks son racistas. Y llevan pistolas”, interviene Mance. Redneck, literalmente cuello rojo (así se les quedaba a los trabajadores rurales), es un término despectivo para los estadounidenses blancos de la América profunda. “No entiendo qué demonios ocurre”. No es la única

martes, 29 de diciembre de 2015

La España que crece gracias a Rajoy

Raúl Limón, "Detenidos por encerrar a su hermano desnudo y sucio durante años. La víctima, de cuya pensión se beneficiaban los acusados, sobrevivía en un palomar sin techo, agua ni servicio", en El País, Sevilla 29-XII-2015:

Desnudo, con un sucio colchón como cama, sin agua ni baño y encerrado en un palomar sin techo de tres metros cuadrados. Así ha hallado la policía a un hombre en Dos Hermanas (Sevilla), supuestamente recluido por sus dos hermanos, un varón de 76 años y una mujer de 61. Según fuentes policiales, le mantenían encerrado mientras vivían de su pensión, de 1.000 euros. Ambos han sido detenidos y el recluido, con problemas mentales y de 59 años, ha ingresado en el  hospital Virgen de Valme.

El hallazgo fue fortuito. Un vecino advirtió a la policía de un hombre ebrio que estaba causando molestias en un establecimiento de la localidad. El individuo accedió a ser acompañado a su domicilio, donde los agentes observaron una puerta cerrada con un candado de moto. El vecino afirmó que tras la puerta estaba su hermano, a quien tenían en custodia por problemas mentales y que, “por seguridad”, estaba aislado.

La hermana de este hombre, que también se encontraba en el domicilio, informó que ella era la responsable de administrar la pensión y procurar a todos alimentos, higiene y medicamentos.

Pero los agentes desconfiaron del relato de ambos y pidieron ver al hermano ausente. Tras la puerta cerrada con el candado hallaron otra castigada con un madero. Detrás de esta paso hallaron una escalera casi derruida que daba acceso a un palomar en la terraza, donde hallaron el terrible escenario donde era maltratado el anciano.

Al raso, sobre un sucio colchón y entre botellas y cubos llenos de desechos y heces, descansaba un hombre completamente desnudo, tumbado y sin cuidado higiénico alguno. De inmediato, el hombre ha sido llevado al hospital de la localidad para ser atendido. En el centro sanitario detectaron que el hombre no había pasado reconocimiento en 20 años y que su estado era lamentable.

Los dos hermanos de la víctima han sido detenidos como presuntos autores de delitos contra la integridad moral, de malos tratos en el ámbito familiar y detención ilegal.

La policía no cuenta con denuncias previas de ninguno de los detenidos ni por maltrato ni por otros hechos. Tampoco había recibido quejas ni avisos de vecinos de la familia, por lo que el caso de maltrato había pasado inadvertido.

La casa donde se ha realizado el hallazgo es una vivienda unifamiliar, de una sola planta y unos cuatro metros de fachada, donde se observa una puerta metálica verde y una única ventana enrejada y cubierta con una persiana. Sobre la azotea se había construido el palomar donde ha permanecido encerrado el hombre. 

La vivienda no se encuentra aislada sino que forma parte de una calle situada en pleno centro geográfico de la localidad, de 130.000 habitantes y unida a la capital andaluza. Junto a la casa donde se han registrado los hechos hay dos viviendas más de la misma altura.