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miércoles, 4 de mayo de 2016

Los parientes ingleses de Cervantes


El hallazgo de un acta notarial firmada por Miguel de Cervantes Saavedra con su puño y letra en Utrera el 30 de marzo de 1593 levantó la liebre. El historiador Julio Mayo encontró el documento en los Protocolos Notariales del Archivo Histórico Provincial de Sevilla. El manco de Lepanto, entonces comisario real de Felipe II y encargado de aprovisionar a los barcos de la Armada que escoltaban a los mercantes españoles en la Carrera de Indias, apoderaba en este escrito al arriero Juan de Balbuena para recoger y acarrear cebada y trigo de la zona hasta los puertos gaditanos.

El 28 de noviembre de aquel mismo año, ante el retraso de 296 de las 500 fanegas de trigo comprometidas, de nuevo un comisario real se presentó en Utrera a reclamarlas, pero no fue don Miguel, sino «un tal Juan Titón de Cervantes», según comprobó con sorpresa Mayo.

«En un principio llegamos a pensar que, dada las habilidades picarescas del escritor, podría haber mandado en su nombre a otra persona con el fin de que pudiese hacer sus veces, por la dificultad de tener que acudir a reclutar cereales a tantos pueblos» y que el cambio de nombre «hubiese sido un error del secretario del ayuntamiento», pero este archivero municipal de Los Palacios averiguó que el susodicho Juan no sólo existió sino que compartió oficio con Cervantes en las mismas fechas, así como jefe (don Cristóbal de Barros), zona de actuación... y hasta apellido. ¿Casualidad?

«Es familia seguro», afirma con contundencia Mayo al constatar tantos puntos en común. El historiador sevillano indica además que el apellido Cervantes «era bastante peculiar y singular» en Sevilla y recuerda que el cronista del siglo XVII Rodrigo «Méndez Silva ya refiere que tenía familiares aquí».

Si como sostiene Mayo ambos eran parientes, Miguel de Cervantes «tenía familia de origen inglés» ya que Juan Titón era hijo de Hugo Titón de Cervantes, «un espía católico al servicio de la corona española, asentado aquí en la península, que viajaba con frecuencia a Inglaterra en aquellos años de conflictos entre españoles e ingleses». Así lo señala A. J. Loomie en su estudio sobre el cónsul inglés de Andalucía Thomas James.

Hugo Titón formaba parte de la colonia de mercaderes de la ciudad de Bristol que se habían establecido en Sanlúcar de Barrameda por iniciativa de la Brotherhood of St. George (la hermandad de San Jorge) fundada en 1517 con autorización del duque de Medina Sidonia. Su antepasado sería John Tintam, quien capitaneó una de las expediciones ordenadas por don Enrique de Guzmán en 1482 en la costa de Guinea contra los intereses portugueses en el comercio de esclavos y piedras preciosas. «El apellido inglés Tintam acabó castellanizándose como Titón», sospecha Mayo, que ha encontrado en el Archivo General de Simancas y en el Archivo de Indias más datos sobre Juan Titón de Cervantes y más coincidencias, como que «también estuvo cautivo en Argel como Cervantes».

El propio Juan Titón declaró en una petición administrativa datada el 6 de julio de 1589 que tenía 33 años, era hijo de Hugo, que murió a los 80 años en Sanlúcar tras haber vivido 60 años en España. Juan ofrece en ese documento multitud de detalles sobre las costas inglesas y señala que como su padre, pertenece a la Inquisición (Archivo General de Simancas, E 2851).

El apellido Titón aparece relacionado con una obra cervantina, «La española inglesa», sembrada de recuerdos autobiográficos como señaló en 1900 Norberto González Aurioles. En el convento de Santa Paula de Sevilla, donde se desarrolla esta historia, fue abadesa en 1590 doña Juana de Cervantes Saavedra, familiar carnal del literato, y frente al mismo vivía el matrimonio formado por María Titón y Francisco de Cifuentes. «Difícil es averiguar qué género de relaciones pudo tener Cervantes con Francisco de Cifuentes, pero tengo por indudable que tales relaciones existieron», señaló en su día González Aurioles al comprobar que llevaba el mismo apellido que uno de los personajes de «La española inglesa». La clave, revela Mayo, está en su esposa María Titón, de quien sería pariente.

Herver de Cervantes

Una hija de este matrimonio, Ana de Santo Domingo, ingresó en este convento, al igual que la hija de Juan de Herver de Cervantes e Isabel de Salamanca en 1577. González Aurioles sospechó a finales del XIX del posible parentesco de este Juan de Herver con el célebre escritor. «Hoy sabemos que Herver, de Hervert, es un apellido de origen inglés», explica Julio Mayo.

Según cuenta el erudito José Gestoso y Pérez en su diccionario, los Herver eran plateros y habían llegado procedentes de Córdoba, la ciudad donde el licenciado Juan de Cervantes, abuelo de don Miguel, tuvo cargos oficiales durante varios años. «Todos estos datos demuestran que los Cervantes estaban emparentados con extranjeros y que el autor del Quijote tenía parientes en Sevilla», afirma el historiador.

Así se explica, a su juicio, el conocimiento de Cervantes de la corte inglesa o cómo pudo describir la capacidad portuaria de Londres. «Si no estuvo en Inglaterra, que no está probado, sí fue conocedor de multitud de detalles que podrían haberle proporcionado sus familiares» y que el propio Cervantes podría haber completado consultando las obras de literatura inglesa de la biblioteca de los jesuitas.

Sus lazos familiares también explicarían cómo Cervantes, «un hombre católico del Imperio de Felipe II, nunca rezuma animadversión hacia los ingleses».

«Hay una clara conexión familiar, un claro vínculo con Inglaterra», resalta Mayo, para quien estos aspectos hasta ahora desconocidos de su biografía «son aportaciones que repercuten en su obra completa».

«Hay que tener en cuenta este nuevo aspecto biográfico documentado de su vida», dice convencido de que «estamos más cerca de entender, a través de Sevilla, las conexiones de Cervantes con su familia de origen inglés y la Inglaterra de Shakespeare».

Julio Mayo desconoce si alguna obra de William Shakespeare llegó a manos del príncipe de los ingenios españoles, pero se muestra convencido de que el inglés «sí tuvo que leer a Cervantes» habida cuenta de las similitudes que encuentra en «Cimbelino», una de sus últimas obras de teatro, con la historia de «El curioso impertinente», o los pasajes de «Cardenio» que recuerdan al Quijote. La conexión que existía entre los puertos de Londres y Sevilla habría llevado la obra cervantina hasta Inglaterra y la acogida debió de ser notable, a juicio del historiador, porque «en 1616 ya se traduce "El Quijote"al inglés».

viernes, 29 de abril de 2016

La Ilustración Manchega (1903-1916)

La Ilustración Manchega fue una revista mensual ilustrada con vistas fotograbadas de La Mancha que se publicó en Alcázar de San Juan al menos entre 1903 y 1916. La dirigía el erudito investigador y literato Antonio Castellano y tenía por corresponsal en Madrid a Bernardino Martín Minguez. Se ocupaba de Agricultura, Industria, Comercio, Ciencias, Literatura y Anuncios. El número 13 era de 1904 y estaba dedicado al "Comité du Monument Cervantes" de París. Se imprimía en Alcázar de San Juan, Imp. de A. Castellanos y Hermano, 1904, en Folio menor, 280 x 209 mm. Rústica. 10 h. sin numerar. 

Antonio Castellano pertenecía a varias sociedades italianas: era socio honorario del Circolo Promotore Partenopes Giambattista Vico de Nápoles; de la Propaganda di Scienza Popolaire y de la Unión Opareja Umberto I, y además colaboraba asiduamente en los periódicos manchegos. Publicó un folleto titulado Apuntes sobre la verdadera patria de Miguel de Cervantes...Alcazar de San Juan, 1896, que lleva un prólogo del Dr. Manuel Corral y Mairá.



miércoles, 27 de abril de 2016

La jácara antitaurina de "El rufián dichoso" de Cervantes

Miguel de Cervantes escribió esta jácara antitaurina en su comedia “El rufián dichoso”:

Año de mil y quinientos
y treinta y cuatro corría,
a veinte y cinco de mayo,
martes, acïago día,
sucedió un caso notable
en la ciudad de Sevilla,
digno que ciegos le canten,
y que poetas le escriban.
Del gran corral de los Olmos,
do está la jacarandina,
sale Reguilete, el jaque,
vestido a las maravillas.
No va la vuelta del Cairo,
del Catay ni de la China,
ni de Flandes, ni Alemania,
ni menos de Lombardía:
va la vuelta de la plaza
de San Francisco bendita,
que corren toros en ella
por Santa Justa y Rufina;
y, apenas entró en la plaza,
cuando se lleva la vista
tras sí de todos los ojos,
que su buen donaire miran.
Salió en esto un toro hosco,
¡válasme Santa María!,
y, arremetiendo con él,
dio con él patas arriba.
Dejóle muerto y mohíno,
bañado en su sangre misma;
y aquí da fin el romance
porque llegó el de su vida.

Es antitaurina porque termina en un “fuese y no hubo nada” del jaque o valentón. Como dice Lagartija después, “Su llaneza  /  y su buen decir alabo  /  y más que muestra agudeza  /  en llegar tan presto al cabo”.

Rosa Romero y Cervantes

Rosa Romero ha escrito un artículo bjo el título "400 años después, Cervantes sigue siendo el español más universal". Y es cierto. Ya he copiado una jácara de Cervantes contra los toros, pero ahora voy a copiar otra dedicada a cierta señorita en su comedia El rufián dichoso que tiene, creo yo, una cierta aplicación; he quitado alguna que otra cosa que es demasiado fuerte para la democracia actual y su ley mordaza (benditos aquellos tiempos de holganza y desenfreno gracias a la liberal Inquisición, que luego Larra dijo que había cambiado de nombre por “Gobierno”). También he actualizado algunos términos geográficos.

“Escucha, la que viniste
de la castellana tierra
a hacer en Madrid la guerra
en cueros, como valiente;
la que llama su pariente
al gran Miramamolín;
la que se precia de ruin,
como otras de generosas;
la que tiene cuatro cosas,
y aun cuatro mil, que son malas;
la que pasea sin alas
los aires en noche escura;
la que tiene a gran ventura
ser amiga de un lacayo;
la que tiene un papagayo
que siempre la llama [ejem];
la que en vieja y en astuta
da quinao a Celestina;
la que, como golondrina,
muda tierras y sazones;
la que a pares, y aun a nones,
ha ganado lo que tiene;
la que no se desaviene
por poco que se le dé;
la que su palabra y fe
que diese jamás guardó;
la que en apreciarse excedió
a las narcisas más francas;
la que echa por cinco blancas
las habas y el cedacillo…”

Etcétera.

martes, 19 de abril de 2016

El tema del Quijote

En el fondo de Cervantes late la crítica literaria; es una constante en su obra, desde el "Canto de Calíope" de la misma Galatea, siempre ha meditado sobre qué es o sea escribir. Véase también en el tema del Quijote, el hilo maestro en el que confluyen todos los subtemas, más allá de la superficial crítica del teatro de Lope, las novelas pastoriles y los libros de caballerías: si es posible encontrar el ideal en la realidad o, de otra forma, si la ficción supera a la realidad o la realidad a la ficción. Esto es, el único tema de la literatura como tal: que las cosas no son lo que parecen o no parecen lo que son, porque, si lo fueran, no existiría la imaginación ni por tanto la literatura. Es el tema de todas las novelas, porque todas las novelas, como se ha dicho, reescriben el Quijote: sin mentiras ni secretos sería imposible narrar nada, ni siquiera un chiste. Los personajes (Don Quijote, Sancho) se mienten a sí mismos y el narrador nos miente a nosotros y nosotros nos mentimos creyendo que sabremos cómo terminará la novela. Y las novelas no terminan nunca; la vida humana, sí. Como la vida de don Quijote. La ficción es interminable, ni comienza ni acaba, pero la verdad de nuestra propia muerte, de nuestra finitud, que Don Quijote jamás podrá derrotar, se impone.

sábado, 16 de abril de 2016

El Quijote para Francisco Rico

Francisco Rico, "‘Don Quijote’, es decir, la historia de la novela", en El País, 15-IV-2016:

El libro y su protagonista ilustran en grado supremo la dimensión narrativa de la vida provocando a un tiempo la risa y la adhesión con la tranquilizadora distancia de la ficción

Se ha dicho que toda filosofía es una nota a pie de página de Platón. Puede decirse que toda la ficción en prosa es una variación sobre ‘el tema del Quijote’. Es muy cierto el juicio de Lionel Trilling, y en parte se entiende porque ‘el tema del Quijote’ tiene mucho que ver con las raíces mismas de la ficción como dimensión constitutiva del ser humano y como sustancia primordial de toda literatura.

La más difundida de todas las interpretaciones del Quijote, hasta el punto de convertirse en la explicación estándar que en principio viene acompañando durante dos siglos a quien se dispone a leerlo por primera vez, la dio el romanticismo alemán: en palabras de Schelling, el tema de la obra es “das Reale im Kampf mit dem Idealem”, ‘la lucha de lo real con lo ideal’. Hay un fondo indudable de verdad en esa interpretación, pero si hubiera que proponer un núcleo último de significación, una significación a todas luces no buscada por Cervantes y sin embargo admisible sin la menor violencia, yo personalmente me atrevería a razonar que don Quijote ilustra en grado superlativo un rasgo fundamental de la condición humana.

Vivir, en efecto, es contar, ir contándonos historias. La más modesta acción cotidiana, no digamos si crucial, supone imaginar una narración en que nos corresponde el papel de protagonistas, ponerla a prueba frente a los condicionamientos de las circunstancias, para volvérnosla luego a contar dentro de una trama más compleja, mejor estructurada. Don Quijote y el Quijote ilustran en grado supremo, digo, esa dimensión constitutivamente narrativa de la vida, y la ilustran provocándonos a un tiempo la risa y la adhesión, llevándonos a contemplarlos con la cercanía de nuestros propios relatos, pero con la tranquilizadora distancia de la ficción.

Ese trasfondo universal, esa referencia más o menos implícita del Quijote a una constante de la condición humana, reviste en él la forma de polémica literaria, en la medida en que confronta las dos grandes direcciones de la especie de ficción que actualmente llamamos novela, en principio autónomas: una antigua, inmemorial, la otra sustancialmente moderna.

La antigua se centra en el relato de sucesos y pasiones extraordinarias, protagonizado por personajes que reúnen perfecciones de todo orden y se mueven en escenarios inaccesibles para el común de las gentes, a menudo con elementos fantásticos o sobrenaturales, en un mundo de nítidas jerarquías y fronteras entre el bien y el mal. Cervantes ha empezado justamente su carrera con una de las variedades de esa especie, La Galatea (1585), en la línea de la fábula pastoril de filiación clásica asociada con el relato sentimental de la tardía Edad Media. Y su última obra serán Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617), con su incesante despliegue de peripecias (raptos, naufragios, maravillas...) que complican el destino de los dos jóvenes y modélicos enamorados.

Al margen de esa tradición milenaria, desde el siglo XVI fluye independientemente otra modalidad de escritura: las ficciones que se presentan como relatos de hechos reales, efectivamente acaecidos; cuya acción se desarrolla entre las cosas y personas de la vida diaria, y que adoptan las formas corrientes en los escritos del mundo real: cartas, memorias, biografías, relaciones, crónicas..., unas veces en primera persona, como en el Lazarillo de Tormes o en la picaresca, y otras en tercera persona, como en el Diario del año de la peste de Defoe o en las biografías inglesas de criminales.

Pues bien: la historia de la novela es la historia de la confluencia del antiguo ideal romancesco y una narrativa moderna inspirada por la ficción pseudo-real, una confluencia en la que será aquél quien a la larga más honda y perdurablemente acoja las propuestas y los procedimientos de ésta. La culminación del proceso sólo se alcanza cuando la estética más prestigiosa en los siglos XIX y XX acoge en su marco y superpone a título de iguales la ficción pseudo-real, los simulacros de prosa de hechos reales, y las especies de ficción que hasta entonces había tenido como propias el establishment literario. Pero todo ese proceso está prefigurado ya en el Quijote: el Quijote adelanta, contiene y en medida importante inventa (no temamos decirlo: inventa) no ya la novela, sino la historia de la novela.

Por otra parte, la novela se nos presenta hoy como la forma por excelencia híbrida, polifónica, para decirlo con Bajtin, o, en la fórmula de Marthe Robert, “totalitaria”: el género de géneros, el cajón de sastre donde se mezclan y conviven todas las modalidades literarias y expresivas. El Quijote, a la altura de su tiempo, concuerda sustancialmente con esa concepción de la novela que llegó a formarse el siglo XX.

El Quijote ensancha con categorías nuevas el espacio de la ficción, pero, se diría, sin desechar ninguna de las viejas. De la teoría clásica le viene el problema capital de cómo concertar la admiratio con la verosimilitud. El grand roman está reelaborado no sólo en diálogo crítico con los libros de caballerías, sino en episodios pastoriles como el de Grisóstomo y Marcela o en las aventuras del Capitán Cautivo. El relato folkórico y la novella corta a la italiana se emulan al par que se critican, por ejemplo, en el cuento de Lope Ruiz (I, 20) y en El curioso impertinente.

Si en la Primera parte (1605) los materiales de diversas tradiciones tienden a yuxtaponerse, al arrimo de la noción renacentista de que la varietas es fuente a la vez de verdad y de belleza, la Segunda (1615), sin renunciar a ellos, los ensambla en un hilo conductor que enlaza desde el trasmundo onírico de la Cueva de Montesinos hasta la crónica de actualidad de Roque Guinart, pasando por la farsa cortesana de los Duques. La mise en abîme y la metaficción tienen en la Segunda parte un papel sobresaliente a través de las conspicuas referencias a la Primera y a la continuación del apócrifo Avellaneda.

Todos los géneros y los estilos literarios, del teatro a la épica, y todos los tipos de discurso, de la pieza oratoria al documento legal, se someten a revisión. Todos los niveles del lenguaje, en fin, de los artificiosos arcaísmos del caballero a la fraseología popular de Sancho, se conciertan con la prosa limpia y natural que da el tono de la narración, en una fascinante polifonía. Con una modernidad perenne, el Quijote se configura, así, como un completo universo a la vez de realidad y de literatura.

La difícil identidad Shakespeare / Cervantes


Nuestra aptitud para ver constelaciones de estrellas distantes entre sí y por lo general muertas se vuelca en otras áreas de nuestra vida sensible. Agrupamos en una misma cartografía imaginaria hitos geográficos disímiles, hechos históricos aislados, personas cuyo solo punto común es un idioma o un cumpleaños compartido. Creamos así circunstancias cuya explicación puede ser encontrada solamente en la astrología o la quiromancia, y a partir de estos embrujos intentamos responder a viejas preguntas metafísicas sobre el azar y la fortuna. El hecho de que las fechas de William Shakespeare y Miguel de Cervantes casi coincidan hace que no solo asociemos a estos dos personajes singulares en obligatorias celebraciones oficiales, sino que busquemos en estos seres tan diferentes una identidad compartida.

Desde un punto de vista histórico, sus realidades fueron notoriamente distintas. La Inglaterra de Shakespeare transitó entre la autoridad de Isabel y la de Jaime, la primera de ambiciones imperiales y la segunda de preocupaciones sobre todo internas, calidades reflejadas en obras como Hamlet y Julio César por una parte, y en Macbeth y El rey Lear por otra. El teatro era un arte menoscabado en Inglaterra: cuando Shakespeare murió, después de haber escrito algunas de las obras que ahora universalmente consideramos imprescindibles para nuestra imaginación, no hubo ceremonias oficiales en Stratford-upon-Avon, ninguno de sus contemporáneos europeos escribió su elegía en su honor, y nadie en Inglaterra propuso que fuese sepultado en la abadía de Westminster, donde yacían los escritores célebres como Spencer y Chaucer. Shakespeare era (según cuenta su casi contemporáneo John Aubrey) hijo de un carnicero y de adolescente le gustaba recitar poemas ante los azorados matarifes. Fue actor, empresario teatral, recaudador de impuestos (como Cervantes) y no sabemos con certeza si alguna vez viajó al extranjero. La primera traducción de una de sus obras apareció en Alemania en 1762, casi siglo y medio después de su muerte.

Cervantes vivió en una España que extendía su autoridad en la parte del Nuevo Mundo que le había sido otorgado por el Tratado de Tordesillas, con la cruz y la espada, degollando un “infinito número de ánimas,” dice el padre Las Casas, para “henchirse de riquezas en muy breves días y subir a estados muy altos y sin proporción de sus personas” con “la insaciable codicia y ambición que han tenido, que ha sido mayor que en el mundo ser pudo”. Por medio de sucesivas expulsiones de judíos y árabes, y luego de conversos, España había querido inventarse una identidad cristiana pura, negando la realidad de sus raíces entrelazadas. En tales circunstancias, el Quijote resulta un acto subversivo, con la entrega de la autoría de lo que será la obra cumbre de la literatura española a un moro, Cide Hamete, y con el testimonio del morisco Ricote denunciando la infamia de las medidas de expulsión. Miguel de Cervantes (nos dice él mismo) “fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo. Perdió en la batalla de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa”. Tuvo comisiones en Andalucía, fue recaudador de impuestos (como Shakespeare), padeció cárcel en Sevilla, fue miembro de la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento y más tarde novicio de la Orden Tercera. Su Quijote lo hizo tan famoso que cuando escribió la segunda parte pudo decir al bachiller Carrasco, y sin exageración, “que tengo para mí que el día de hoy están impresos más de doce mil libros de tal historia; si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso; y aún hay fama que se está imprimiendo en Amberes, y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzca”.

La lengua de Shakespeare había llegado a su punto más alto. Confluencia de lenguas germánicas y latinas, el riquísimo vocabulario del inglés del siglo XVI permitió a Shakespeare una extensión sonora y una profundidad epistemológica asombrosas. Cuando Macbeth declara que su mano ensangrentada “teñiría de carmesí el mar multitudinario, volviendo lo verde rojo” (“the multitudinous seas incarnadine / Making the green one red”), los lentos epítetos multisilábicos latinos son contrapuestos a los bruscos y contundentes monosílabos sajones, resaltando la brutalidad del acto. Instrumento de la Reforma, la lengua inglesa fue sometida a un escrutinio severo por los censores. En 1667, en la Historia de la Royal Society of London, el obispo Sprat advirtió de los seductores peligros que ofrecían los extravagantes laberintos del barroco y recomendó volver a la primitiva pureza y brevedad del lenguaje, “cuando los hombres comunicaban un cierto número de cosas en un número igual de palabras”. A pesar de los magníficos ejemplos de barroco inglés —sir Thomas Browne, Robert Burton, el mismo Shakespeare, por supuesto—, la Iglesia anglicana prescribía exactitud y concisión que permitiría a los elegidos el entendimiento de la Verdad Revelada, tal como lo había hecho el equipo de traductores de la Biblia por orden del rey Jaime. Shakespeare, sin embargo, logró ser milagrosamente barroco y exacto, expansivo y escrupuloso al mismo tiempo. La acumulación de metáforas, la profusión de adjetivos, los cambios de vocabulario y de tono profundizan y no diluyen el sentido de sus versos. El quizás demasiado famoso monólogo de Hamlet sería imposible en español puesto que este exige elegir entre ser y estar. En seis monosílabos ingleses el Príncipe de Dinamarca define la preocupación esencial de todo ser humano consciente; Calderón, en cambio, requiere 30 versos españoles para decir la misma cosa.

El español de Cervantes es despreocupado, generoso, derrochón. Le importa más lo que cuenta que cómo lo cuenta, y menos cómo lo cuenta que el puro placer de hilvanar palabras. Frase tras frase, párrafo tras párrafo, es en fluir de las palabras que recorremos los caminos de su España polvorienta y difícil, y seguimos las violentas aventuras del héroe justiciero, y reconocemos a los personajes vivos de Don Quijote y Sancho. Las inspiradas y sentidas declaraciones del primero y las vulgares y no menos sentidas palabras del segundo cobran vigor dramático en el torrente verbal que las arrastra. De manera esencial, la máquina literaria entera del Quijote es más verosímil, más comprensible, más vigorosa que cualquiera de sus partes. Las citas cervantinas extraídas de su contexto parecen casi banales; la obra completa es quizás la mejor novela jamás escrita, y la más original.

Si queremos dejarnos llevar por nuestro impulso asociativo, podemos considerar a estos dos escritores como opuestos o complementarios. Podemos verlos a la luz (o a la sombra) de la Reforma uno, de la Contrarreforma el otro. Podemos verlos el uno como maestro de un género popular de poco prestigio y el otro como maestro de un género popular prestigioso. Podemos verlos como iguales, artistas ambos tratando de emplear los medios a su disposición para crear obras iluminadas y geniales, sin saber que eran ilumi­nadas y geniales. Shakespeare nunca reunió los textos de sus obras teatrales (la tarea estuvo a cargo de su amigo Ben Jonson) y Cervantes estuvo convencido de que su fama dependería de su Viaje del Parnaso y del Persiles y Sigismunda.

¿Se conocieron, estos dos monstruos? Podemos sospechar que Shakespeare tuvo noticias del Quijote y que lo leyó o leyó al menos el episodio de Cardenio que luego convirtió en una pieza hoy perdida: Roger Chartier ha investigado detalladamente esta tentadora hipótesis. Probablemente no, pero si lo hicieron, es posible que ni Cervantes ni Shakespeare reconociese en el otro a una estrella de importancia universal, o que simplemente no admitiese otro cuerpo celeste de igual intensidad y tamaño en su órbita. Cuando Joyce y Proust se encontraron, intercambiaron tres o cuatro banalidades, Joyce quejándose de sus dolores de cabeza y Proust de sus dolores de estómago. Quizás con Shakespeare y Cervantes hubiese ocurrido algo similar.

lunes, 4 de abril de 2016

Los parientes manchegos de Machado

Aunque Antonio Machado escribió de la mujer manchega, se ignora que algunos de sus antepasados fueron manchegos: un suicida y un cervantista, en concreto. En otro lugar he hablado de las conexiones de otros manchegos, los masones Fernando Lozano Montes y Antonio Rodríguez García-Vao, con el famoso poeta sevillano, pero como se celebra el cuatricentenario del fallecimiento del genial alcalaíno, estará bien divulgar el conocimiento al menos del cervantista, si os parece más interesante. Llegué al conocimiento de estos personajes por pura casualidad, mientras buscaba datos inéditos para una biografía de Manuel José Quintana (1772-1857) que me habían pedido como parte de la edición de una obra suya en México. 

El bisabuelo de Antonio Machado fue José Álvarez Guerra, miembro de una curiosa familia de hacendados extremeños que dio bastante que hablar. Sus padres eran de Zafra y tuvieron ocho hijos, de los que llegaron a alcanzar algún renombre cuatro: Francisco, Juan, Andrés y José. Francisco fue canónigo de la Colegiata de la Candelaria de Zafra y no se hizo notar más; Juan, el más famoso, fue un agrónomo, periodista y ministro liberal eminente, amigo de Manuel José Quintana, con quien redactó Variedades de Ciencias, Literatura y Artes (1803-1805) y el Semanario Patriótico (1808-1812), primer periódico político y liberal español; es más, tradujo con la ayuda de su hermano José los dieciséis volúmenes (quinientas páginas cada uno) del Diccionario universal de agricultura de François Rozier (1787-1802) y fue el primero en esbozar un proyecto integral de desamortización de las propiedades improductivas del clero en su Modo de extinguir la deuda pública (1813). En cuanto a Andrés, financió él solo la creación de un cuerpo para luchar con los franceses en la Guerra de la Independencia, el regimiento de Cazadores de Zafra, e inventó un nuevo tipo de arado valenciano antes de volverse loco de remate en Francia. 

José, tras estudiar abogacía y colaborar con su hermano Juan en la traducción del diccionario agronómico, se arruinó en negocios de encurtidos y tenerías y peleó contra los franceses hasta llegar a miembro del mismísimo Estado Mayor del ejército. Casó con Cipriana Durán, hermana del célebre compilador del Romancero General Agustín Durán en que aprendió a leer Antonio Machado; de este matrimonio nacerá Cipriana Álvarez Durán, casada más tarde con el anticlerical catedrático darwinista de historia natural en Sevilla Antonio Machado Núñez, alumno del famoso Mateo Orfila en París y padre del folklorista Antonio Machado Álvarez, padre a su vez de los poetas. José tuvo algunos cargos políticos que le derivó su hermano Juan, el liberal amigo de Manuel José Quintana y Agustín Argüelles, y escribió una obra filosófica importante, que don Marcelino Menéndez Pelayo considera como una especie de prefiguración del krausismo español y otros contemplan cerca del socialismo utópico: los dos volúmenes de  Unidad simbólica o Destino del Hombre en la Tierra o Filosofía de la Razón, por un amigo del Hombre (Madrid: Imprenta de Marcelino Calero, 1837). Nos dejó, además, una interesante Autobiografía. Se cree que don Antonio Machado lo tomó como modelo de su heterónimo, el filósofo Abel Martín.

Pero los que nos interesan ahora son los hijos de Andrés, el inventor que se volvió loco. Juan Álvarez Guerra y Peña, militar, como su padre, fue alcalde de Alcázar de San Juan en 1838 y diputado en Cortes en 1850 por el partido progresista; encabezó la revolución de 1868 en Alcázar de San Juan y escribió en su vejez un libro sosteniendo que Miguel de Cervantes nació en Alcázar de San Juan: El sol de Cervantes Saavedra, verdadera patria del autor del Quijote, Madrid, 1877; después me extenderé algo más sobre sus curiosas teorías. De su hermano Andrés Álvarez Guerra y Peña se conoce un trágico hecho que pone en duda su salud mental, lo que quizá traía de los genes paternos. Había seguido también la carrera militar y alcanzado el grado de teniente coronel. En 1866 retó a duelo a otro militar y pariente suyo, un tal Juan Álvarez de Lara. Lo que sucedió lo cuenta el cronista local de Alcázar de San Juan, autor de numerosos cuadernos sobre sus curioseos e investigaciones en los archivos de la villa, el célebre doctor Rafael Mazuecos:

Se concertó el duelo para las siete de la mañana, pero D. Juan no acudió y en vista de ello D. Andrés Álvarez Guerra y Peña se dirigió a la casa de su adversario, llamó repetidamente y como no le abrían se disparó un tiro, quedando muerto en la puerta. (R. Mazuecos, Hombres, lugares y cosas de La Mancha... núm. 6, 956, p. 9.

En cuanto a Juan Álvarez Guerra y Peña, sabemos muy poco. En 1844 presentó una Memoria de tema agrícola; en 1849 era procurador fiscal de la Asociación General de Ganaderos y presentó un vinagre tinto en la Exposición de Agricultura de Madrid de 1857, así que seguía con la tradición agronómica familiar; no se le debe confundir con su hijo, que se llamaba igual que él (1843-1905) y defendía lo mismo a fines del siglo XIX, hasta el punto de ganarse un destierro de Alcázar durante cuatro años por haber insultado al cacique y tremendísimo latifundista del Alto Guadiana Ramón María Baíllo, octavo Conde de las Cabezuelas. Temperamentales estos "Guerra". 

Hay que decir que su teoría, que ya sostenía Ramón de Antequera, vecino de Argamasilla, en su libro Espíritu analítico del Quijote (Madrid, 1863), fue seguida por muchos cervantistas alcazareños (Francisco Lizcano Alaminos, por ejemplo, en la Historia de la Verdadera Cuna de Miguel de Cervantes Saavedra, 1892, y los hermanos Castellanos, editores de La Ilustración Manchega, y el autodidacta Ángel Ligero Móstoles) pero es tan infundada como la que dice que el famoso "lugar de La Mancha" es Villanueva de los Infantes. Cualquiera que pretenda acreditar que Cervantes nació en Alcázar de San Juan (que durante un tiempo se llamó Alcázar de Consuegra) tendrá que llamar mentiroso al propio Miguel de Cervantes en sus mismas barbas, pues en la Declaración de Argel de 1580 juró ante escribano que era natural de Alcalá de Henares, fuera de que la partida de nacimiento que se aduce, si no está falsificada en el siglo XVIII, que es lo que piensa el autorizado documentalista de Cervantes Krzysztof Sliwa, o señala a un homónimo, lo haría demasiado joven para pelear en la batalla del golfo de Lepanto. En  cuanto al otro infundio, montado por un dizque "serio" y "científico" estudio de la Universidad de Castilla-La Mancha, para el cual el famoso "lugar" sería Villanueva de los Infantes, basta una mera consideración que es casi una pamplina: el lugar de La Mancha es un "lugar", esto es, un núcleo de población mayor que una aldea y menor que un pueblo, no una "villa" como era Villanueva de los Infantes, fuera de que Cervantes dejó escrito en muchos lugares del Ingenioso caballero (así se titula la Segunda parte, no El ingenioso hidalgo, que es la primera) que no quería se supiese para que se pelearan los lugares de La Mancha al atribuirse su cuna, como las siete ciudades que querían ser patria de Homero. ¡Vaya si sabía lo que dijo! Cervantes no pensaba en ningún lugar concreto, sino en uno literario compuesto con pedazos de otros; es más, hace poco se ha descubierto que bastantes de los personajes del Quijote pudieron inspirarse, al menos solo nominalmente, en antepasados de la familia de su mujer Catalina de Salazar Palacios, en Esquivias, e incluso en un sirviente suyo llamado Sancho, y se ha documentado todo muy puntualmente. Resulta, pues, que ese pueblo toledano tiene más de cervantino y de "lugar" que muchos otros de la provincia de Ciudad Real. En época de Felipe II tenía 250 habitantes, 37 de sangre hidalga. Era, pues, un "lugar", porque tengan por seguro que Cervantes no se puso a medir las distancias de un lugar a otro antes de escribir el Don Quijote, que son los principales y circulatorios y de MOPU argumentos, más que filológicos, del estudio citado para inferir que nació en Infantes. En cuanto a las poblcaciones grandes, debe considerarse que Cervantes hizo a su héroe rehuirlas porque sabía que allí habría sido apresado de inmediato por la Santa Hermandad, nada interesada en que hubiera locos armados y peligrosos sueltos por ahí.

Y aquí vienen a colación los famosos versos de Machado que evocaba al principio, publicados en 1915 con el título de "Mujeres de España" y luego con el de "La mujer manchega" en Campos de Castilla:

La Mancha y sus mujeres... Argamasilla, Infantes 
Esquivias, Valdepeñas, la novia de Cervantes, 
y del manchego heroico, el ama y la sobrina 
(el patio, la alacena, la cueva y la cocina, 
la rueca y la costura, la cuna y la pitanza), 
la esposa de don Diego y la mujer de Panza, 
la hija del ventero, y tantas como están 
bajo la tierra, y tantas que son y que serán 
encanto de manchegos y madres de españoles 
por tierras de lagares, molinos y arreboles...

¿Conocía Antonio Machado a su pariente lejano, el cervantista alcazareño? Yo creo que no. Las ramas familiares se habían separado hace mucho... aunque su bisabuelo José, el filósofo creyente en el amor universal, le sirvió para crear su heterónimo o "complementario", el filósofo Abel Martín, creyente en "el gran cero metafísico".

jueves, 28 de enero de 2016

El IV Centenario de la muerte de Cervantes, una vergüenza

AÑO CERVANTES
“Que los ingleses se queden a Cervantes; lo tratarán mejor”
Jesús Ruiz Mantilla, "Los escritores y académicos critican la inacción del Gobierno ante la conmemoración el IV Centenario de Cervantes", en El País  28 ENE 2016

El retraso en el anuncio de estrategia y programa respecto al año Miguel de Cervantes ha provocado una catarata de reacciones de indignación. Escritores y miembros de la Real Academia Española (RAE) se muestran decepcionados, escandalizados y dolidos ante la falta de información, los retrasos y la escasa ambición de miras respecto al autor del Quijote. La Comisión del Año Cervantes, es decir, 2016, cuando se cumplen 400 años de su muerte, no ha anunciado ninguna iniciativa, lo que ha levantado protestas en el ámbito de la creación y el mundo académico.

Javier Marías, escritor y miembro de la RAE:

“Hace algunas semanas escribí un artículo titulado Reino de los muertos. En él denunciaba el olvido e ingratitud con el que en España hemos tratado a nuestras mejores figuras y particularmente a los que han muerto. No me extraña. En los últimos tiempos, a ninguno de los partidos políticos que han concurrido a las elecciones se les ha escuchado hablar de cultura. Este olvido respecto a Cervantes puede deberse a que en los últimos años se han celebrado sucesivas conmemoraciones, aunque hayan pasado sin pena ni gloria. Durante los años ochenta y los noventa pareció que íbamos a prestar más atención a estas cosas, pero compruebo que hemos vuelto al desdén, al olvido, a la injuria y en estos últimos cuatro años a una hostilidad equiparable a la que existió hacia el mundo de la cultura en la época del franquismo. No me lo acabo de explicar”.

Arturo Pérez Reverte, escritor y miembro de la RAE:

“Todos los últimos Gobiernos españoles han despreciado la cultura; pero el actual la agrede directamente”.

SHAKESPEARE VIVE Y LO CELEBRA

Cuatro siglos después de su muerte, Shakespeare sigue vivo y el British Council lo va a celebrar en España con el programa Shakespeare Lives, en el que danza, cine, debates, exposiciones y, por supuesto, teatro acercarán su figura.

La Royal Opera House se ha asociado con el British para retransmitir en directo las obras de esta temporada en cerca de 100 cines. El público podrá disfrutar de clásicos como Romeo y Julieta o del estreno mundial de Frankenstein, de Liam Scarlett.

En la Biblioteca Nacional la exposición Shakespeare en toda letra mostrará ejemplares de las primeras traducciones de El Bardo al castellano, catalán, euskera y gallego.

Uno de los momentos cumbre llegará el 23 de abril con la retransmisión del montaje Hamlet, con la actriz Maxine Peake (La teoría del todo) como protagonista.

Manuel Gutiérrez Aragón, cineasta, escritor y miembro de la RAE:

“Me he enterado por el EL PAÍS de que la conmemoración de Cervantes estaba en pañales. La verdad es que a estas alturas confío más en la voluntad de los maestros y profesores que en cualquier otra cosa. Así empezamos a leer el Quijote, poco a poco y con cariño, gracias a los enseñantes. En los últimos tiempos parece que ha habido una persecución a las humanidades y a la enseñanza en profundidad. ¿Qué quiere que le diga? Esto debe ser cosa de todos los días y no de unos fastos efímeros. Seguramente lo mejor es contar con la radiotelevisión pública, ¿aún existe?”.

Soledad Puértolas, escritora, miembro de la RAE:

“Es un signo de nuestra incapacidad tanto de visión y valor cultural como económica. Somos un país, primero, que no ha podido encauzar bien la educación y la cultura. Pero tampoco sacar rentabilidad en términos de valor económico a estos fastos. Hay miopía en esos asuntos. Creativamente, además, en relación a Shakespeare, si con el inglés culmina una época con el español comienza toda una era en la narración a nivel universal”.

Javier Cercas, escritor:

“Como cualquier persona, medianamente sensata, no creo que estas cosas en España sirvan para lo que tienen que servir. Si tuvieran que ser de ayuda para algo, lo que está ocurriendo respecto al retraso de la conmemoración, me parece normal: un ejemplo del desprecio que las élites de su tiempo sintieron por Cervantes y más concretamente por el Quijote. Esto me ha resuelto una duda. Me había preguntado muchas veces si los españoles nos merecíamos a Cervantes. Ahora ya sé que no. Es más: que los ingleses se queden a Cervantes; lo tratarán mejor. Lo prefiero. Fueron ellos antes que nadie quienes pusieron en valor el Quijote y lo utilizaron como referencia de lo que consideraron la primera novela moderna”.

Andrés Trapiello, escritor:

“Aparte de la indecencia de nuestros gobernantes, resulta todo un síntoma en un país que parece más entretenido en destruirse que en construirse. Pero también da cuenta de una encuesta del CIS de 2015 que revelaba que sólo dos de cada diez españoles admitían haber leído el Quijote. Las últimas grandes celebraciones en torno a esta obra datan de hace 100 años, cuando formaba parte de la vida nacional. En Reino Unido, Shakespeare está presente en los colegios, en los teatros, con un lenguaje actual, mientras que en España resulta ajeno a nuestros contemporáneos. En vez de dedicarnos a desenterrar sus huesos, los de un cuerpo muerto, deberíamos prestar atención a su obra, que es lo realmente vivo”.

miércoles, 27 de enero de 2016

Cuarto artículos cervantinos

I

Francisco Rico, "Un libro divertido y sencillo. El éxito editorial del Quijote no tiene parangón en la historia de las letras europeas", en El País, 27-I-2016:

El éxito editorial del Quijote no tiene parangón en la historia de las letras europeas. La colección canónica del teatro de Shakespeare, el First Folio de 1623, se reimprime nueve años después y no reaparece hasta 1663; en el ínterin, tampoco se publican sino tres obras sueltas, contempladas ya como antiguallas del “old Shakespeare”. En todo el siglo XVII, el escritor ‘nacional’, el poeta italiano por excelencia, es todavía Petrarca, y la Commedia dantesca se asoma a las prensas sólo tres veces.

El Quijote no ha conocido eclipses similares. En sus dos primeros decenios rozó la veintena de ediciones; entre 1625 y 1635 sufrió en Castilla el veto general de estampar novelas y comedias, pero siguió viendo la luz en las traducciones, y desde entonces apenas ha pasado año sin ser impreso, una o muchas veces, en español o en otras lenguas y sin que su valoración dejara de caminar in crescendo. Si Lope de Vega lo juzgaba indigno de merecer unos versos de elogio, con el tiempo se ha vuelto común, casi trivial, otorgarle la etiqueta que Cervantes asignó a otra novela española: “el mejor libro del mundo”. Así lo saludan ya en nuestro milenio encuestas de The New York Times y EL PAÍS, el Club del Libro noruego o The Guardian, avalados por escritores y críticos del máximo prestigio

Cuál es la clave de tan buena estrella no creo que nadie pueda averiguarlo con certeza. El aprecio para una obra de ficción lo consigue el autor con procedimientos literarios, pero la regla general es que el lector no lo conceda por razones literarias, sino, digamos, humanas, del mismo género de las que lo mueven a estimar otras realidades no literarias. Quizá va por ahí la pista más segura para explicar la fortuna universal del Quijote: la fascinación que produce la figura del protagonista (con la silueta de Cervantes al trasluz), siempre radicalmente inverosímil y absolutamente natural. Según la temprana descripción de Guillén de Castro, el héroe despierta inevitable e inseparablemente “lástima y amistad”. El caballero andante loco, desaforado, grotesco, y el Alonso Quijano lúcido, sensato e irreprochable, suscitan idéntica simpatía, y el deleite que provoca la novela consiste notablemente en el ir y venir del uno al otro, entre las acciones nacidas de la locura y las palabras inspiradas por la lucidez. Otro tanto cabría decir de Sancho, y también glosarlo indefinidamente.

El Quijote no ha conocido eclipses en su divulgación. La clave de su estrella no se sabe a ciencia cierta

El Quijote es muchas cosas, que cada época ha valorado en diversa medida. El lector moderno tal vez se impacienta con la novelita pastoral de Cardenio, pero no otro fue el episodio que Shakespeare se complació en escenificar en un drama ¿perdido? No obstante, por encima de contener todas las posibilidades de la futura narrativa, es en primer término una historia cómica, un libro que siempre se ha juzgado enormemente divertido. No faltan la ironía y el gracejo apacible, pero no nos engañemos: el suyo es principalmente un humor de sal gruesa, de slapstick, bromas pesadas, garrotazo y tente tieso. En tal elementalidad, como de dibujos animados, radica considerablemente la excepcional acogida que se le ha dado a lo largo de cuatro siglos. Vale la pena recordar, con el gran Leo Spitzer, que “en Europa Don Quijote es ante todo un libro para niños”.

En línea con esa comicidad primaria está la evidencia de que la novela “es tan clara, que no hay cosa que dificultar en ella”, nada que no se comprenda en seguida: “los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran” (II, 3). El testimonio de Sansón Carrasco parece convincente: si la obra de Cervantes ha sido “tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes”, tiene que ser muy transparente y muy sencilla. En la acción, ni raras enseñanzas ni mensajes trascendentes. Las moralejas y las disquisiciones teóricas son uniformemente las de un sentido común que nadie en sus cabales puede rechazar y a nadie disgustar.

Et pourtant... Sin embargo, en ningún otro libro se ha hallado, como apuntaba Ortega, “tan grande poder de alusiones simbólicas al sentido de la vida”. Conviene aquí tener presente que el Quijote es un texto y es un mito, independiente del texto, no sujeto a él, y que hoy resulta casi imposible abordarlo sin falsillas previas. Las más pertinaces las fijó el romanticismo alemán: el tema de la obra, definía Schelling, es “la lucha de lo real con lo ideal”. ¿Por qué no? A mí me gusta lucubrar que El Quijote ilustra en grado soberano un aspecto esencial de la condición humana: vivir contándonos a todo propósito historias sobre nosotros mismos que se enfrentan con las limitaciones y condicionamientos de las circunstancias. Refútelo quien quiera. Porque, como fuere, la invitación a ir más allá de la letra, y aun a postergarla, forma parte de la grandeza y la vigencia del Quijote.

II

Andrés Amorós, "50 preguntas básicas para acercarse a la obra", en El País, 19-XII-2004:

Cervantes llevaba 20 años sin publicar cuando sacó el 'Quijote'. La obra tuvo un éxito inmediato y enorme. A los dos años ya fue traducida al inglés.

01 ¿Quién escribió el 'Quijote'?

Miguel de Cervantes. Lo del "historiador arábigo" Cide Hamete Benengeli es sólo un marco literario para dar complejidad a la historia, un juego: Cervantes inventa al narrador; éste, a Alonso Quijano, que inventa a Don Quijote, que inventa a Dulcinea…

02 ¿Existe un retrato de Cervantes?

Ninguno de los que se han creído es fiable, ni el que preside el salón de la Real Academia. Su autorretrato lo hace él en el prólogo de las Novelas ejemplares: "Éste que veis aquí, de rostro aguileño…". Y en toda su obra.

03 ¿Es la obra de un hombre maduro?

Cervantes tenía casi 58 años cuando salió la primera parte; en aquella época, una edad avanzada. Llevaba 20 años sin publicar; por eso, entre otras cosas, sorprendió tanto su novela.

04 ¿Era un hombre muy culto?

Tuvo cierta educación humanística y le influyó mucho la estancia en Italia. Era gran lector: "Yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles".

05 ¿Fue feliz la vida de Cervantes?

No demasiado: fue cautivo en Argel, tuvo siempre dificultades económicas y problemas con la justicia; intentó pasar a América, pero no le dieron permiso…

06 ¿Escribió el 'Quijote' en la cárcel?

Así lo dice en el prólogo de la primera parte: "Se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento". Pero quizá es sólo una metáfora del mundo o alude a lo que le enseñó esa experiencia.

07 ¿Podemos visitar hoy La Mancha de Don Quijote?

Pueden visitarse molinos de viento en Campo de Criptana, Alcázar de San Juan o Consuegra; la presunta casa de Dulcinea en El Toboso; la cueva de Medrano, en Argamasilla de Alba, y la de Montesinos; ventas en Puerto Lápice; el parque natural de las lagunas de Ruidera… Todo esto nos ayuda a evocar las aventuras del caballero.

08 ¿Coincide cronológicamente con Shakespeare?

Murieron los dos en la misma fecha: 23 de abril de 1616. Pero no era el mismo día: en Inglaterra y España se usaban distintos calendarios.

09 Sancho Panza, ¿es un ignorante o un sabio?

Es tan complicado y sutil como Don Quijote: utiliza su locura para engañarle e inventa dos veces a Dulcinea. En sus juicios muestra una auténtica sabiduría popular, con buen sentido práctico e ingenio natural, todo verosímil en alguien de su condición.

10 ¿Qué significó para él Avellaneda?

En 1614, un año antes de que apareciera la segunda parte, publicó él su continuación apócrifa. No se sabe quién fue este escritor. Cervantes se queja amargamente, pero la publicación del libro de Avellaneda le hizo acelerar la conclusión de la segunda parte, en la que le desmiente varias veces.

11 ¿Usa cautelas e hipocresías en su novela?

Muchas; de no hacerlo así, un espíritu tan libre como Cervantes hubiera tenido grandes problemas en aquella España.

12 ¿Qué comen Don Quijote y Sancho?

Lo que se comía en la época: pan con queso y vino; bellotas y avellanas; tocino (comerlo demostraba que se era cristiano viejo), vaca y carnero; cebollas y ajos; gigote (carne picada), salpicón, duelos y quebrantos… El plato nacional era la olla. En la novela se han encontrado hasta 150 formas de preparar los alimentos.

13 ¿Se basa en algún modelo real?

Se han propuesto varios, con el apellido Quijada o Quijano, o personajes trastornados por la lectura. Todo esto no importa demasiado; lo que interesa es lo que realiza artísticamente Cervantes, tenga en cuenta o no esos antecedentes.

14 ¿Es una parodia de las novelas de caballerías?

Sí, pero eso sólo es el punto de partida, el trampolín desde el que se lanza a una historia trascendental.

15 ¿Existieron realmente los caballeros andantes?

En los siglos XIV y XV recorrían Europa muchos caballeros andantes reales, en busca de fama y fortuna. A la altura de 1605, Don Quijote es ya un anacronismo viviente.

16 ¿Tuvo clara desde el principio la estructura de la novela?

Quizá no. Se ha supuesto que pensó primero en escribir una novela corta. Parece claro, en todo caso, que fue madurando su novela al tiempo que la escribía.

17 ¿Es mejor esta novela que las otras obras de Cervantes?

A enorme distancia, aunque él soñó siempre con ser poeta, y detalles de su genialidad se advierten en toda su obra; sobre todo, en los Entremeses y las Novelas ejemplares.

18 ¿Cómo era España cuando se escribe el 'Quijote'?

A comienzos del siglo XVII (reinado de Felipe III), España está pasando de la grandeza del imperio a su decadencia: crisis política, económica, militar y espiritual. "Cervantes, como Don Quijote, es un hombre capturado entre dos mundos, el viejo y el nuevo" (Carlos Fuentes).

19 ¿Refleja esta novela la situación española de su tiempo?

Como toda gran novela, es un documento único para entender la sociedad: los paisajes, los caminos, la vida cotidiana, oficios, fiestas… Y, sobre todo, el sistema de valores y creencias.

20 ¿Aprobaba Cervantes la expulsión de los moriscos?

Tiene muchísimo cuidado de no criticar expresamente esa expulsión (1609), pero no comparte sus motivos y retrata con simpatía al morisco Ricote, al que abraza Sancho, y que suspira por su patria perdida: "Doquiera que estamos, lloramos por España".

21 ¿A qué tipo de lector va destinado?

A cualquier lector, no a los cervantistas ni a los profesores. Cada uno lo apreciará de modo distinto, ya lo sabía Cervantes: "Los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran".

22 ¿Lo pueden leer los niños?

Es una vieja tradición que los niños españoles se vayan familiarizando con el personaje y sus aventuras; naturalmente, en versiones abreviadas y con lenguaje modernizado, para evitar su rechazo. En todo caso, sólo entenderán de verdad la novela cuando sean adultos.

23 ¿Cuántas salidas realiza Don Quijote?

Tres; en cada una, parte de su aldea para volver a ella. La primera dura sólo dos jornadas. En la segunda recorre La Mancha hasta Sierra Morena. En la tercera cruza el Ebro, pasa unos días con los duques, "a la mitad del reino de Aragón", y llega a Barcelona y al mar.

24 ¿Pertenecía Don Quijote a las clases privilegiadas?

Era un hidalgo, el escalón más bajo de la nobleza; tenían algunos privilegios y presumían de su honor, pero solían tener un modesto pasar, cercano a veces a la pobreza.

25 ¿Cuál es el "lugar de La Mancha" donde vivía Don Quijote?

No se sabe: se ha supuesto que podría serlo Argamasilla de Alba, Argamasilla de Calatrava, Mota del Cuervo, Esquivias… La novela es, en esto, voluntariamente imprecisa.

26 ¿Destruye el ideal?

No lo destruye, sino que lo depura, defendiendo en plena edad moderna los mejores valores de la caballería medieval: defensa de los débiles, culto al valor y la honra, fidelidad a su dama… Llamamos hoy 'quijotismo' a la defensa de los principios morales más elevados

27 ¿Está loco Don Quijote?

La lectura de los libros de caballerías le hace confundir la realidad con la imaginación, pero, fuera de esos temas, tiene un excelente criterio. Su locura es un recurso que usa Cervantes para expresar "cierta idea del vivir humano" (Américo Castro).

28 ¿Y se comporta de verdad como un héroe?

Afronta heroicamente reales peligros; por ejemplo, al enfrentarse a los feroces leones: "¿Leoncitos a mí?".

29 ¿Son opuestos Don Quijote y Sancho?

En principio, sintetizan dos modos de ser opuestos; en realidad, son complementarios. A lo largo del relato se contagian; Don Quijote se sanchifica y Sancho se quijotiza (Madariaga).

30 ¿Existió Dulcinea?

Sí existió para Don Quijote, y eso es lo que importa: "Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica o no es fantástica".

31 ¿Qué personaje secundario es retratado con más simpatía?

Don Diego de Miranda, el "santo a la jineta", que encarna las mejores virtudes del erasmismo y la sabia moderación.

32 ¿Escribe bien Cervantes?

Escribe maravillosamente, utilizando, según los personajes y las situaciones, una gran variedad de estilos. Su ideal estilístico lo dice maese Pedro: "Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala".

33 ¿Son importantes los diálogos?

Son uno de los mejores aciertos de la novela. Los personajes quedan perfectamente caracterizados al hablar; sobre todo, Don Quijote y Sancho: "Las almas se desnudan hablando" (Dámaso Alonso).

34 ¿Por qué intercala otras historias?

Para conseguir variedad dentro de la unidad, de acuerdo con la estética barroca, usa todos los géneros de la novela del siglo XVI: pastoril, sentimental, morisca, picaresca, ejemplar… Pero desaparecen prácticamente en la segunda parte.

35 ¿Cuáles son los escenarios de la novela?

En general, La Mancha, Sierra Morena y el camino a Zaragoza y Barcelona.

36 ¿Es mejor la primera parte o la segunda?

Muy superior la segunda parte: el narrador no tiene dudas, aumenta el diálogo, hay menos acción, pero mayor complejidad. Además, otros personajes han leído ya la historia de Don Quijote y falsean la realidad para amoldarla a sus imaginaciones. "La segunda parte del Quijote no es literatura, como no son pintura Las Meninas" (Navarro Ledesma).

37 ¿Puede compararse a algún artista español de su tiempo?

A Velázquez, por su aceptación de la realidad plural, su respeto a la dignidad de cualquier ser humano y la sobria elegancia, sin artificios retóricos.

38 ¿Cuál es el momento más patético?

La muerte de Don Quijote, al final de la novela; al comienzo, su desconcierto cuando no encuentra sus libros, porque le han tapiado el aposento donde los guardaba.

39 ¿Es superior Don Quijote a Cervantes?

Eso es sólo una de las paradojas que le gustaban a Unamuno: obviamente, toda la grandeza del personaje la ha creado Cervantes, no le cayó del cielo sin que él lo advirtiera, como un "ingenio lego".

40 ¿Podemos reírnos leyéndolo?

Debemos reír o sonreír: el humor y la ironía son la clave del Quijote. Pero no se burla, como Quevedo, sino que salva todos los valores de los que se está riendo. Aquí, "la técnica literaria de la libertad es el humorismo" (Pedro Salinas).

41 ¿Tuvo éxito editorial?

El éxito fue inmediato y extraordinario: en el año 1605 se publicaron ya seis ediciones más, y muchos ejemplares se enviaron a las Indias. Nunca hasta entonces se había dado un caso semejante.

42 ¿Tardó en ser traducida a otros idiomas?

Muy poco: al inglés (1607), al francés (1614), al italiano (1622), al alemán… Después de la Biblia, no hay otro libro en el mundo tantas veces editado, traducido y comentado.

43 ¿Fue entendido bien en su época?

Durante los siglos XVII y XVIII se leyó sólo como una obra cómica. A partir del romanticismo europeo se reconoció su valor trascendental.

44 ¿Ha influido fuera de España?

Enormemente. Así lo dicen los narradores ingleses (Fielding, Smollet, Sterne), los románticos alemanes y los grandes novelistas del siglo XIX: Dickens, Stendhal, Flaubert, Galdós, Tolstói, Dostoievski… Cada época ha encontrado nuevos aspectos valiosos.

45 ¿Es una novela realista?

Sí, incluyendo el realismo "de cosas", pero, sobre todo, el realismo "de almas" (Dámaso Alonso): no nos da un documento fotográfico, sino la realidad vital, existencial, de cada personaje.

46 ¿Es la primera novela moderna?

Inaugura la gran novela moderna, que nos da una visión amplia y compleja de una realidad problemática. Se anticipa a muchas técnicas de la novela del siglo XX: perspectivismo, narrador no fiable, incorporación de la crítica, ambigüedad, equívoco… "Eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mí el yelmo de Mambrino y a otro le parecerá otra cosa".

47 ¿Es una obra desengañada?

Sí, nos muestra que "ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño". Lo define Carlos Fuentes: "Es la primera novela de la desilusión, la aventura de un loco maravilloso que recobra una triste razón".

48 ¿Se anticipa a Freud?

Como todos los grandes relatos, busca en el fondo del alma y descubre misterios, mucho antes de que los estudie la psicología; véase, por ejemplo, la simbólica bajada a la cueva de Montesinos. "Leyendo a Cervantes, me parece comprenderlo todo" (Antonio Machado).

49 ¿Es un símbolo de España?

Así ha sido siempre considerado: "No tuvo España mejor embajador, a lo largo de los siglos, que Don Quijote" (Carpentier). "Él es España" (Dámaso Alonso). Es la expresión de lo mejor de nuestro carácter: nuestra Biblia.

50 ¿Qué lección ética nos da?

La primacía de la ética del esfuerzo sobre la del éxito: "Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo, será imposible".

III

Manuel Rodrígez Rivero, "Cervantina, cervantesca, cervanteja. En el mundo anglosajón abunda la 'marca Shakespeare', en el hispanohablante, su quijotesco personaje ha eclipsado a Cervantes", El País,  25 SEP 2015:

Leo en el TLS un simpático comentario acerca de la marca Shakespeare: el bardo de los bardos, —el primer escritor de la anglosfera—, y muchos de sus personajes y de sus motivos literarios han sido utilizados, especialmente a partir del siglo XIX, como reclamos para anunciar cosas tan dispares como tabernas, posadas, bancos, refrescos (Coca Cola ya utilizó al dramaturgo en 1927), cervezas, jabones, cigarros puros. Incluso jarabes para la tos, como cierto Transpulmin cuyo pedorrísimo eslogan onomatopéyico no me resisto a reproducirles: to cof or not to cof, that’s the cof, cof. Cervantes, su equivalente hispánico, ha tenido una suerte parecida, pero con variantes. A diferencia del de Stradford-upon-Avon, al inmortal de Alcalá de Henares lo fagocitó la más célebre de sus criaturas. Es verdad que entre los hispanos de ambas orillas es más frecuente el apellido Cervantes que el del Bardo en el mundo anglosajón (para mi sorpresa, en EE UU no hay más de 2.000 Shakespeares), incluyendo el segundo de una de mis amigas más queridas, que anda siempre metida entre joyas, relojes y peridotos; es verdad también que nosotros tenemos un Instituto Cervantes (y hasta un Víctor García de la Concha dentro) y ellos tan solo un British Council; pero también es cierto que en la publicidad abunda más lo quijotesco y sus temas y motivos que el célebre patronímico. El hidalgo y sus manías son poderosos reclamos, entre otras cosas porque en el ADN del personaje están el humor y la melancolía, dos elementos muy propicios a la publicidad y el guiño cómplice. Don Quijote está en marcas de todo el planeta: valga como ejemplo el nombre de los atrabiliarios y cutrísimos (no se los pierdan si tienen ocasión de pasar por Tokio) almacenes de descuento Don Quijote —los popularísimos Donki—, que cuentan con más de 100 sucursales en Japón (y 3 en Hawai) y en los que se puede encontrar desde unas bragas multicolor talla XXXL a un paquete de eficacísimo matarratas. Menos mal que la criatura es de dominio público y su uso es de todos (y no sólo de Paco Rico): imagínense que su marca y su merchandising estuvieran sujetos a copyright, como le pasa al pobre Mickey Mouse después de que en Estados Unidos se aprobara oportunamente una ley que alarga los derechos de Disney sobre su criatura hasta 2019. Y ya verán cómo la multinacional se las arregla para obtener otra prorroguita.

Quijotismos

En su artículo ‘Maners, Morals and the Novel’, del que existe traducción española en dos libros tan importantes como (hoy) lamentablemente inencontrables (Más allá de la cultura, Lumen, y La imaginación liberal, Edhasa), Lionel Trilling, uno de los grandes críticos norteamericanos del siglo XX, afirmaba que toda la prosa de ficción no es más que una variación sobre el tema de El Quijote. Faulkner —entre otros muchos— debía de pensar lo mismo, porque confesó que cada año leía la novela. Estas últimas semanas, y con motivo del próximo cuatricentenario de la muerte del autor, se agolpan en mi mesa varios volúmenes que vienen a aumentar mi ya abundante cervantina: además de la edición “facilitada” de mi querido Andrés Trapiello para Destino —convertida en un pequeño bestseller— y la canónica (Espasa y Círculo de Lectores) del Instituto Cervantes (también de Francisco Rico, who else?), me llega ahora la conmemorativa de la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua (Alfaguara), diez años después de la primera y esta vez con prólogo de Darío Villanueva. Al mismo tiempo, recibo la reedición de Don Quijote en el arte y el pensamiento de occidente (Cátedra), de John J. Allen y Patricia S. Finch, rebosante de iconografía de artistas de todos los tiempos, y la nueva edición —tirada especial en un tomo— de Don Quichotte de la Manche en La Plèiade, con prefacio de Jean Canavaggio, el más conspicuo de los cervantistas franceses (su Cervantes lo reedita Austral). Curioso: Ernesto Sábato afirmaba en el prólogo a la edición argentina del Ferdydurke de Gombrowicz que El Quijote se había entendido mejor en aquellos países que habían permanecido a la periferia del Renacimiento (Polonia, Rusia, Noruega), a los que la persistencia de la mentalidad preburguesa habría hecho más receptivos a la “desmesura y sinrazón” del texto cervantino. Pero no es verdad: los franceses, que empezaron leyéndolo como un libro de humor y disparate, acabaron rendidos a él. Por otro lado, y a pesar de la opinión de Nabokov, que lo juzgaba un libro cruel, existen más traducciones de El Quijote al inglés que a ninguna otra lengua, como se sostiene en el Quixote de Ilan Stavans (Norton, 2015), un entretenido ensayo sobre el héroe de la Mancha que me alivió el último e incomodísimo viaje trasatlántico en clase turista y con niño hiperactivo en el asiento trasero. Desde que aterricé no he parado de recomendárselo a mis amigos editores (aún me queda alguno, créanme), a ver si se animan.

Legionarios

Encesto en el cajón de desechables la parte menos memorable de la apabullante avalancha de libros sobre, ante, con, tras, cabe Cataluña, y me tomo un descanso mientras escucho por enésima vez, Johnnie Walker en mano, el álbum Tenor Madness (1956), como homenaje a mi adorado Sonny Rollins en su 85º aniversario. La potencia y lirismo del estupendo saxo tenor (confrontado con John Coltrane, otro gigante) no me impiden recordar, sin embargo, una anécdota chusca que paso a relatarles para aliviarles la jornada de reflexión preelectoral y preplebiscitaria. En septiembre de 1920, pocos días después de que fuera fundada la Legión, se alistaron doscientos voluntarios procedentes de Cataluña. Sobre ellos se pronunció el incontinente Millán Astray de esta guisa: “Y vino el alud de Barcelona, los doscientos catalanes, la primera esencia de la Legión, que bajaron arrasándolo todo y sembrando el pánico por el camino. Era la espuma, la flor y nata de los aventureros. Era el agua pura que brotaba del manantial legionario. ¡Bien venidos, catalanes legionarios; vosotros seréis la base sobre la que se construirá la Legión!” Lo que es la vida.

Final

Según el oráculo Nielsen, las dos penúltimas novelas de Sir Ahmed Salman Rushdie (Shalimar el payaso y La encantadora de Florencia), vendieron entre nosotros poco más de 5.000 y 13.000 ejemplares respectivamente, y su estupenda memoir Joseph Anton, no mucho más de 2.500. Los tres fueron publicados por Random House. Me pregunto cómo se las va a arreglar Elena Ramírez, (Seix Barral, Planeta) para cubrir el anticipo de seis dígitos que, según mis topos, ha pagado (comisionista: Andrew Wylie) por llevarse a su casa Dos años, ocho meses y veintiocho noches, la última novela del escritor angloindio, que empiezo a leer (en pruebas) esta misma noche.

IV

Jesús Ruiz Mantilla, "Mucho Shakespeare y poco Cervantes", El País, 27 de enero de 2016

Los británicos se vuelcan en la celebración del cuarto centenario del bardo, mientras aún no se han presentado los fastos ni las estrategias oficiales para la conmemoración del autor del Quijote

Con mucha seguridad en sí mismo debió escribir William Shakespeare estos dos primeros versos de uno de sus gloriosos Sonetos: “Ni el mármol ni los regios monumentos son más indestructibles que estas rimas”.

Cuando 400 años después, el primer ministro británico David Cameron, lanzaba un artículo a nivel mundial para anunciar que 2016 será un año dedicado en cuerpo y alma a la conmemoración de la muerte de su autor universal, muchas reliquias que no han durado tanto pueden decir lo mismo.

Parece que no ocurre igual con el homenaje a  Miguel de Cervantes Saavedra, muerto el 22 de abril de 1616, mientras Shakespeare habría fallecido entre el 23 de abril y el 3 de mayo del mismo año. Aunque la leyenda dice que ambos murieron el 23 de abril. En España, diferentes instituciones se muestran entre ofendidas y preocupadas ante el secretismo con que se llevan las conmemoraciones de Estado. Cuando aún no se han anunciado públicamente iniciativas ni estrategias, algunos califican el debido homenaje a Cervantes de fracaso.

Poco se sabe de los trabajos de la Comisión dedicada al cuarto centenario del autor de Don Quijote. Desde el ministerio de Educación, Cultura y Deporte adelantan que próximamente se anunciarán, pero en varios círculos califican de caótico y poco efectivo su funcionamiento. La prueba es que pasado un mes, apenas nada se sabe al respecto salvo que hay 130 proyectos aprobados, de orden académico, cultural, turístico o educativo.

"El tiempo empieza a correr y la conmemoración de Estado no se conoce", asegura Darío Villanueva, director de la RAE

Desde la Real Academia Española (RAE), advierten de que llevan dos años avisando. Si director, Darío Villanueva, muestra cierta pesadumbre: “El tiempo empieza a correr y la conmemoración de Estado no se conoce mientras que con preocupación vemos como desde el Reino Unido, el primer ministro ha comparecido para anunciar los fastos del año Shakespeare”.

Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes, realizó unas declaraciones en octubre de 2015 en las que alertaba sobre el retraso de los trabajos de la comisión. Desde la secretaría de Estado de Cultura mostraron su molestia. Pero cuando va a finalizar enero de 2016 y todavía no se conocen más que leves esbozos, el tiempo le ha dado la razón, pese a que en su última comparecencia para presentar el anuario del Cervantes, García de la Concha atribuyera el retraso al vacío de poder.

Un poco de previsión no hubiese resultado de más. Después de todo, un acontecimiento así puede preverse con siglos de antelación si se toma más o menos en serio. Desde la secretaría de Estado de Cultura no aportan datos económicos concretos más allá de que aplicarán fuertes deducciones de hasta el 90% a patrocinadores por tratarse de un acontecimiento especial, contemplado así por el ministerio de Hacienda. Pero desde instituciones como la RAE también apuntan que a cambio de ese trato fiscal de favor, han retirado una partida presupuestaria específica.

La comisión está formada por diversos organismos. La integran representantes de diferentes ministerios y gobiernos autónomos, así como miembros del Instituto Cervantes, la Biblioteca Nacional, el museo del Prado, Acción Cultural Española o el ayuntamiento de Alcalá de Henares.

La BBC es una de las instituciones públicas implicadas en la conmemoración, al tiempo que no existe ni rastro de RTVE dentro de la estrategia española con Cervantes

La estrategia con respecto a Shakespeare ha arrancado con toda la fuerza de penetración global de la que es capaz el Gobierno británico. El programa Shakespeare lives, anunciado por Cameron en su artículo del día 5, abarca una ofensiva internacional con acciones en 140 países. La parte específicamente española será anunciada hoy en el British Council de Madrid.

Su director, Andy Mackay, destaca que la estrategia de Shakespeare lives trata de acercar la obra del autor de Hamlet principalmente a las nuevas generaciones: “Más allá de emplear brillo de su obra como forma de conocimiento de nuestro idioma, la idea es hacerlo encajar en el mundo de hoy en torno a temas absolutamente contemporáneos, como los problemas de género, la emigración o la democracia”, asegura Mackay.

La difusión de su obra a través de los medios de comunicación –la BBC es una de las instituciones públicas implicadas en la conmemoración, al tiempo que no existe ni rastro de RTVE dentro de la estrategia española con Cervantes- y las nuevas tecnologías son algunos de los pilares del año Shakespeare. “También penetrar en barrios deprimidos y convertir su obra e inspiración en un motor de cambio social”, agrega Mackay. El encuentro entre las obras de ambos autores también será abordado en actividades conjuntas y foros como la Universidad de Alcalá o el Hay Festival de Segovia.

Mientras las comparaciones y semejanzas meramente literarias entre ambos superan cada vez con mayor fuerza la prueba del tiempo, conviene no abordar las de otra índole. Como cuenta el propio Alonso Quijano en un pasaje del Quijote: “Digan lo que quisieren, que desnudo nací, desnudo me hallo. Ni pierdo ni gano, aunque por verme puesto en libros y andar por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí”. Parece que por parte de la comisión del centenario, ya entrado de sobra el año, poco tienen que aportar. Así que estos meses tendremos mucho Shakespeare y poco Cervantes.