Aunque Antonio Machado escribió de la mujer manchega, se ignora que algunos de sus antepasados fueron manchegos: un suicida y un cervantista, en concreto. En otro lugar he hablado de las conexiones de otros manchegos, los masones Fernando Lozano Montes y Antonio Rodríguez García-Vao, con el famoso poeta sevillano, pero como se celebra el cuatricentenario del fallecimiento del genial alcalaíno, estará bien divulgar el conocimiento al menos del cervantista, si os parece más interesante. Llegué al conocimiento de estos personajes por pura casualidad, mientras buscaba datos inéditos para una biografía de Manuel José Quintana (1772-1857) que me habían pedido como parte de la edición de una obra suya en México.
El bisabuelo de Antonio Machado fue José Álvarez Guerra, miembro de una curiosa familia de hacendados extremeños que dio bastante que hablar. Sus padres eran de Zafra y tuvieron ocho hijos, de los que llegaron a alcanzar algún renombre cuatro: Francisco, Juan, Andrés y José. Francisco fue canónigo de la Colegiata de la Candelaria de Zafra y no se hizo notar más; Juan, el más famoso, fue un agrónomo, periodista y ministro liberal eminente, amigo de Manuel José Quintana, con quien redactó Variedades de Ciencias, Literatura y Artes (1803-1805) y el Semanario Patriótico (1808-1812), primer periódico político y liberal español; es más, tradujo con la ayuda de su hermano José los dieciséis volúmenes (quinientas páginas cada uno) del Diccionario universal de agricultura de François Rozier (1787-1802) y fue el primero en esbozar un proyecto integral de desamortización de las propiedades improductivas del clero en su Modo de extinguir la deuda pública (1813). En cuanto a Andrés, financió él solo la creación de un cuerpo para luchar con los franceses en la Guerra de la Independencia, el regimiento de Cazadores de Zafra, e inventó un nuevo tipo de arado valenciano antes de volverse loco de remate en Francia.
José, tras estudiar abogacía y colaborar con su hermano Juan en la traducción del diccionario agronómico, se arruinó en negocios de encurtidos y tenerías y peleó contra los franceses hasta llegar a miembro del mismísimo Estado Mayor del ejército. Casó con Cipriana Durán, hermana del célebre compilador del Romancero General Agustín Durán en que aprendió a leer Antonio Machado; de este matrimonio nacerá Cipriana Álvarez Durán, casada más tarde con el anticlerical catedrático darwinista de historia natural en Sevilla Antonio Machado Núñez, alumno del famoso Mateo Orfila en París y padre del folklorista Antonio Machado Álvarez, padre a su vez de los poetas. José tuvo algunos cargos políticos que le derivó su hermano Juan, el liberal amigo de Manuel José Quintana y Agustín Argüelles, y escribió una obra filosófica importante, que don Marcelino Menéndez Pelayo considera como una especie de prefiguración del krausismo español y otros contemplan cerca del socialismo utópico: los dos volúmenes de Unidad simbólica o Destino del Hombre en la Tierra o Filosofía de la Razón, por un amigo del Hombre (Madrid: Imprenta de Marcelino Calero, 1837). Nos dejó, además, una interesante Autobiografía. Se cree que don Antonio Machado lo tomó como modelo de su heterónimo, el filósofo Abel Martín.
Pero los que nos interesan ahora son los hijos de Andrés, el inventor que se volvió loco. Juan Álvarez Guerra y Peña, militar, como su padre, fue alcalde de Alcázar de San Juan en 1838 y diputado en Cortes en 1850 por el partido progresista; encabezó la revolución de 1868 en Alcázar de San Juan y escribió en su vejez un libro sosteniendo que Miguel de Cervantes nació en Alcázar de San Juan: El sol de Cervantes Saavedra, verdadera patria del autor del Quijote, Madrid, 1877; después me extenderé algo más sobre sus curiosas teorías. De su hermano Andrés Álvarez Guerra y Peña se conoce un trágico hecho que pone en duda su salud mental, lo que quizá traía de los genes paternos. Había seguido también la carrera militar y alcanzado el grado de teniente coronel. En 1866 retó a duelo a otro militar y pariente suyo, un tal Juan Álvarez de Lara. Lo que sucedió lo cuenta el cronista local de Alcázar de San Juan, autor de numerosos cuadernos sobre sus curioseos e investigaciones en los archivos de la villa, el célebre doctor Rafael Mazuecos:
Se concertó el duelo para las siete de la mañana, pero D. Juan no acudió y en vista de ello D. Andrés Álvarez Guerra y Peña se dirigió a la casa de su adversario, llamó repetidamente y como no le abrían se disparó un tiro, quedando muerto en la puerta. (R. Mazuecos, Hombres, lugares y cosas de La Mancha... núm. 6, 956, p. 9.
En cuanto a Juan Álvarez Guerra y Peña, sabemos muy poco. En 1844 presentó una Memoria de tema agrícola; en 1849 era procurador fiscal de la Asociación General de Ganaderos y presentó un vinagre tinto en la Exposición de Agricultura de Madrid de 1857, así que seguía con la tradición agronómica familiar; no se le debe confundir con su hijo, que se llamaba igual que él (1843-1905) y defendía lo mismo a fines del siglo XIX, hasta el punto de ganarse un destierro de Alcázar durante cuatro años por haber insultado al cacique y tremendísimo latifundista del Alto Guadiana Ramón María Baíllo, octavo Conde de las Cabezuelas. Temperamentales estos "Guerra".
Hay que decir que su teoría, que ya sostenía Ramón de Antequera, vecino de Argamasilla, en su libro Espíritu analítico del Quijote (Madrid, 1863), fue seguida por muchos cervantistas alcazareños (Francisco Lizcano Alaminos, por ejemplo, en la Historia de la Verdadera Cuna de Miguel de Cervantes Saavedra, 1892, y los hermanos Castellanos, editores de La Ilustración Manchega, y el autodidacta Ángel Ligero Móstoles) pero es tan infundada como la que dice que el famoso "lugar de La Mancha" es Villanueva de los Infantes. Cualquiera que pretenda acreditar que Cervantes nació en Alcázar de San Juan (que durante un tiempo se llamó Alcázar de Consuegra) tendrá que llamar mentiroso al propio Miguel de Cervantes en sus mismas barbas, pues en la Declaración de Argel de 1580 juró ante escribano que era natural de Alcalá de Henares, fuera de que la partida de nacimiento que se aduce, si no está falsificada en el siglo XVIII, que es lo que piensa el autorizado documentalista de Cervantes Krzysztof Sliwa, o señala a un homónimo, lo haría demasiado joven para pelear en la batalla del golfo de Lepanto. En cuanto al otro infundio, montado por un dizque "serio" y "científico" estudio de la Universidad de Castilla-La Mancha, para el cual el famoso "lugar" sería Villanueva de los Infantes, basta una mera consideración que es casi una pamplina: el lugar de La Mancha es un "lugar", esto es, un núcleo de población mayor que una aldea y menor que un pueblo, no una "villa" como era Villanueva de los Infantes, fuera de que Cervantes dejó escrito en muchos lugares del Ingenioso caballero (así se titula la Segunda parte, no El ingenioso hidalgo, que es la primera) que no quería se supiese para que se pelearan los lugares de La Mancha al atribuirse su cuna, como las siete ciudades que querían ser patria de Homero. ¡Vaya si sabía lo que dijo! Cervantes no pensaba en ningún lugar concreto, sino en uno literario compuesto con pedazos de otros; es más, hace poco se ha descubierto que bastantes de los personajes del Quijote pudieron inspirarse, al menos solo nominalmente, en antepasados de la familia de su mujer Catalina de Salazar Palacios, en Esquivias, e incluso en un sirviente suyo llamado Sancho, y se ha documentado todo muy puntualmente. Resulta, pues, que ese pueblo toledano tiene más de cervantino y de "lugar" que muchos otros de la provincia de Ciudad Real. En época de Felipe II tenía 250 habitantes, 37 de sangre hidalga. Era, pues, un "lugar", porque tengan por seguro que Cervantes no se puso a medir las distancias de un lugar a otro antes de escribir el Don Quijote, que son los principales y circulatorios y de MOPU argumentos, más que filológicos, del estudio citado para inferir que nació en Infantes. En cuanto a las poblcaciones grandes, debe considerarse que Cervantes hizo a su héroe rehuirlas porque sabía que allí habría sido apresado de inmediato por la Santa Hermandad, nada interesada en que hubiera locos armados y peligrosos sueltos por ahí.
Hay que decir que su teoría, que ya sostenía Ramón de Antequera, vecino de Argamasilla, en su libro Espíritu analítico del Quijote (Madrid, 1863), fue seguida por muchos cervantistas alcazareños (Francisco Lizcano Alaminos, por ejemplo, en la Historia de la Verdadera Cuna de Miguel de Cervantes Saavedra, 1892, y los hermanos Castellanos, editores de La Ilustración Manchega, y el autodidacta Ángel Ligero Móstoles) pero es tan infundada como la que dice que el famoso "lugar de La Mancha" es Villanueva de los Infantes. Cualquiera que pretenda acreditar que Cervantes nació en Alcázar de San Juan (que durante un tiempo se llamó Alcázar de Consuegra) tendrá que llamar mentiroso al propio Miguel de Cervantes en sus mismas barbas, pues en la Declaración de Argel de 1580 juró ante escribano que era natural de Alcalá de Henares, fuera de que la partida de nacimiento que se aduce, si no está falsificada en el siglo XVIII, que es lo que piensa el autorizado documentalista de Cervantes Krzysztof Sliwa, o señala a un homónimo, lo haría demasiado joven para pelear en la batalla del golfo de Lepanto. En cuanto al otro infundio, montado por un dizque "serio" y "científico" estudio de la Universidad de Castilla-La Mancha, para el cual el famoso "lugar" sería Villanueva de los Infantes, basta una mera consideración que es casi una pamplina: el lugar de La Mancha es un "lugar", esto es, un núcleo de población mayor que una aldea y menor que un pueblo, no una "villa" como era Villanueva de los Infantes, fuera de que Cervantes dejó escrito en muchos lugares del Ingenioso caballero (así se titula la Segunda parte, no El ingenioso hidalgo, que es la primera) que no quería se supiese para que se pelearan los lugares de La Mancha al atribuirse su cuna, como las siete ciudades que querían ser patria de Homero. ¡Vaya si sabía lo que dijo! Cervantes no pensaba en ningún lugar concreto, sino en uno literario compuesto con pedazos de otros; es más, hace poco se ha descubierto que bastantes de los personajes del Quijote pudieron inspirarse, al menos solo nominalmente, en antepasados de la familia de su mujer Catalina de Salazar Palacios, en Esquivias, e incluso en un sirviente suyo llamado Sancho, y se ha documentado todo muy puntualmente. Resulta, pues, que ese pueblo toledano tiene más de cervantino y de "lugar" que muchos otros de la provincia de Ciudad Real. En época de Felipe II tenía 250 habitantes, 37 de sangre hidalga. Era, pues, un "lugar", porque tengan por seguro que Cervantes no se puso a medir las distancias de un lugar a otro antes de escribir el Don Quijote, que son los principales y circulatorios y de MOPU argumentos, más que filológicos, del estudio citado para inferir que nació en Infantes. En cuanto a las poblcaciones grandes, debe considerarse que Cervantes hizo a su héroe rehuirlas porque sabía que allí habría sido apresado de inmediato por la Santa Hermandad, nada interesada en que hubiera locos armados y peligrosos sueltos por ahí.
Y aquí vienen a colación los famosos versos de Machado que evocaba al principio, publicados en 1915 con el título de "Mujeres de España" y luego con el de "La mujer manchega" en Campos de Castilla:
La Mancha y sus mujeres... Argamasilla, Infantes
Esquivias, Valdepeñas, la novia de Cervantes,
y del manchego heroico, el ama y la sobrina
(el patio, la alacena, la cueva y la cocina,
la rueca y la costura, la cuna y la pitanza),
la esposa de don Diego y la mujer de Panza,
la hija del ventero, y tantas como están
bajo la tierra, y tantas que son y que serán
encanto de manchegos y madres de españoles
por tierras de lagares, molinos y arreboles...
¿Conocía Antonio Machado a su pariente lejano, el cervantista alcazareño? Yo creo que no. Las ramas familiares se habían separado hace mucho... aunque su bisabuelo José, el filósofo creyente en el amor universal, le sirvió para crear su heterónimo o "complementario", el filósofo Abel Martín, creyente en "el gran cero metafísico".
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