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viernes, 15 de mayo de 2020

Peer Gynt. El mito nórdico de la procastinación

El mito de Peer Gynt elaborado en el drama en verso y cinco actos de Henrik Ibsen es el de la fútil identidad escandinava: cómo ser uno mismo si se huye de todo y se evita cualquier compromiso, cualquier ancla, cualquier permanencia, cualquier trabajo, si se huye del regazo de su madre Aase, de la familia, las mujeres, de los hijos, de los amigos, de los vecinos, de la patria, si se huye incluso de uno mismo para, en paradoja sublime, ser uno mismo, por puro narcisismo y delirio de grandezas y fantasías. Pura procastinación: quiere hacer grandes cosas y nunca termina ninguna.  Lo dice el mismo Ibsen: "Si mientes siempre, ¿eres real?" A Peer Gynt, fantasioso amante de los cuentos de hadas, soñador infatigable, le ocurren todas las cosas buenas, malas y regulares, pero ninguna logra dejar huella en él, ni lo cambia en lo más mínimo; todo lo deja insatisfecho. Como su fallecido padre adicto a la botella (el nórdico alcoholismo del que tanto se avergüenzan). A lo largo de los cinco actos de la obra, el para los demás vagabundo y para él mismo aventurero Peer huye desde las montañas de Noruega hostigado por los trolls, que en algunas versiones de la obra, como en la del alemán mentor de Hitler Dietrich Eckart (quien dijo de su discípulo que era "el bailarín de la música que él había compuesto"... de hecho, Peer sueña con crear Peerpolis, una ciudad capital de Gyntania a la imagen de su propia grandeza que es como la Germania que soñaba Hitler), se identifican con los judíos;  llega hasta el desierto del Sahara, se enriquece traficando con esclavos y atraviesa un manicomio en Egipto, donde es coronado por los dementes; vuelve por Grecia, naufraga, y tras veinte años de viajes y de conductas reprobables, retorna a su hogar con las manos vacías de quien lo ha dilapidado todo sin conocer su verdadero valor, sin vivir realmente el tiempo presente. Es un viaje fáustico y mítico hacia la nada. Peer representa la hipocresía, el autoengaño, la irresponsabilidad, la amoralidad. Como el Rey de Dovre afirma, los hombres deben ser ellos mismos y a los duendes debe bastarles ser como son ellos mismos. A lo largo de toda la obra Peer busca ese yo definitorio que es el centro ausente de las capas de cebolla de sus fantasías. Pero al final, lo acoge el piadoso regazo de Solveig.

martes, 7 de abril de 2020

El origen del "quien lo probó lo sabe" de Lope de Vega

El soneto «Tanto gentile e tanto onesta pare» (‘Tan gentil y tan honesta parece’)  que pertenece a su obra Vita nuova (‘Vida nueva’) del Alighieri, compuesta hacia 1293:


Tanto gentile e tanto onesta pare
la donna mia quand’ella altrui saluta,
ch’ogne lingua deven tremando muta,
e li occhi no l’ardiscon di guardare.

Ella si va, sentendosi laudare,
benignamente d’umiltà vestuta;
e par che sia una cosa venuta
da cielo in terra a miracol mostrare.

Mostrasi sì piacente a chi la mira,
che da per li occhi una dolcezza al core,
che’ntender non la può chi non la prova;

e par que de la sua labbia si mova
un spirito soave, pien d’amore,
che va dicendo a l’anima: sospira.


Traducción

Tan gentil, tan honesta en su pasar
es mi dama cuando a otros saluda,
que toda lengua tiembla y queda muda,
y los ojos no se atreven a mirar.

Ella se va, oyéndose alabar,
benignamente de humildad vestida,
y parece que sea cosa venida
para un milagro del cielo mostrar.

Se muestra tan grata a quien la admira,
dan al pecho sus ojos tal dulzor,
que no puede entender quien no lo prueba;

parece de sus labios que se mueva
un soplo suave, tan lleno de amor,
que al alma va diciéndole: suspira.

Lope ahora:

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

domingo, 30 de septiembre de 2018

De tiranías (y II). Memorias manchegas de la Guerra Civil.

Uno ha ido coleccionando autobiografías de manchegos y por eso echa de menos algunos manuscritos que averiguó se escribieron y Dios sabe por dónde andarán. Se sabe (así lo dijo Pedro Sainz Rodríguez), que Franco hizo buscar y destruyó los manuscritos de memorias de sus generales, entre ellos el de Queipo de Llano, que leyó el propio Sainz en Roma y han reconstruido en parte. Pero casi no pudo hacer lo mismo con los de los generales demócratas. Para nosotros es el más importante, sin duda, el escrito a lápiz por el general valdepeñero y masón Juan García Gómez-Caminero (1871-1937). Autor de alguna novela, tratadista militar (se le debe un De la guerra de casi quinientas páginas) y avezado conspirador republicano, fue uno de los pocos que se dio cuenta de la que tramaba Emilio Mola y escribió informando de ello al ministro de la guerra, que no le hizo ni puto caso. Está en manos de una de sus descendientes.

Otro interesante es el de mi colega Carlos Calatayud Gil, un profesor de lengua y litteratura que llegó a dirigir el Instituto Maestro Juan de Ávila y es abuelo del famoso juez Emilio Calatayud. Yo me encontré en un gordo libro de viejo en papel biblia que compré, Cátedra 1960-61. Prontuario del profesor (Madrid: Dirección General de Enseñanza Media, 1960, p. 972) una pequeña biografía suya, con foto y todo. Además recuperé de Internet una portada de una obra que escribió en que aparece su caricatura con uniforme falangista.


Nació en Valencia, el 24 de enero de 1894. Antes de la Guerra Incivil colaboró en El Pueblo ManchegoVida Manchega y fue "profesor de Terminología". Estuvo de director en el Instituto de Peñarroya (Jaén) hasta que estalló la contienda y fue luego secretario en Córdoba y director de nuevo en Cádiz. Licenciado en Derecho, fue maestro de primera enseñanza y oficial del Cuerpo Técnico de Gobernación por oposición. También por oposición, fue delegado de Información y Turismo y asimismo profesor numerario de institutos locales, presidente de la Diputación de C. Real, secretario de la Junta Provincial de Beneficencia, Presidente del Patronato de Protección a la Mujer, Delegado Provincial de Educación Popular, Secretario Provincial de FET y de las JONS "desde la liberación hasta 1942" y decano del Colegio de Abogados durante trece años. Lo incorporaron al cuerpo de catedráticos de lengua y literatura en noviembre de 1941. Se puede añadir a esto que dirigió el Instituto de Estudios Manchegos al menos desde 1970. En su haber tenía tres discursos falangistas en alabanza de la Victoria (dos de 1939 y uno de 1940) y En pos del Caudillo. Colaboración al logro de la España una, grande y libre (C. Real, imp. Alpha, 1942), ciento setenta y cinco páginas de las que habla muy poco la Historia de la literatura fascista española de Julio Rodríguez Puértolas. Y he aquí lo importante: un manuscrito inédito, Memorias de mi cautiverio, en tres volúmenes.


Duro debió ser el cautiverio de este señor si se extendió por tres volúmenes, pero la familia haría bien en donarlo a alguna biblioteca o editarlo al menos en Internet. Es cierto que poseía la Medalla de sufrimientos por la patria y era caballero de la Cruz de Cisneros y Cruz de Peñafort. Vivía en la calle Caballeros, número 15 y tenía por teléfono el 1058, así que hoy seríamos más o menos vecinos. Es una lástima que haya tantos manuscritos inéditos por ahí, entre ellos la famosa traducción dieciochesca en verso y anotada de la Iliada de Homero hecha por el jesuita expulso, manchego de Oropesa, Manuel Rodríguez Aponte (1737-1815), localizada hoy en la Biblioteca Vaticana y tan alabada por su amigo Moratín, o la del manuscrito original del Bernardo del Carpio o La derrota de Roncesvalles del poeta barroco valdepeñero Bernardo de Balbuena. ¡Qué vergüenza!

Gianna Prodan escribió e imprimió además una deliciosa autobiografía de su marido, el escultor Joaquín García Donaire. De la guerra cuenta barbaridades como que al obispo mártir Narciso Estenaga lo pusieron a sacar agua de un pozo tirando de una noria como un burro, pero en lo que yo más me fijé fue en los chismes que cuenta sobre Ángel Crespo. Usa su nombre entero en los que se podían contar, pero recurre a las siglas Á. C. cuando habla de sus presuntas correrías por las casas de putas y cómo le pillaron ganando un premio de poesía provincial con un poema copiado de Rafael Morales. ¡Lo que sabe esta señora! En fin, hay otras memorias de manchegos en mis estanterías, de esta y de otras épocas, de las que ya les contaré si hace al caso.

martes, 24 de abril de 2018

La muerte de un comunero

Estaba escribiendo sobre una serie de cosas que pasaron a fines del siglo XVIII en el convento de las Terreras, pero el artículo sobre los comuneros de Marcelino y la celebración del día del libro me han impulsado a variar de tema y transcribirles una magnífica poesía desconocida de un escritor ciudarrealeño de comienzos del siglo XIX que fue el mejor periodista manchego de ese siglo, Félix Mejía (1776-1853). Cuando la descubrí me conmovió y sentí que era la mejor que se había escrito sobre el tema. El autor militaba en una sociedad secreta prodemocrática del Trienio Liberal (1820-1823) que tenía el nombre de Confederación de Caballeros Comuneros. Dedicó a Juan de Padilla este poema en un número triple de El Zurriago (67-68 y 69), [octubre] 1822, pp. 7-10:

A LA MUERTE DE JUAN DE PADILLA.

Victrix causa diis placuit, sed victa Catoni, Lucano, Farsalia.

“La causa de los vencedores plugo a los dioses, pero la de los vencidos plugo a Catón”.

Cúbrese el cielo y rompe horrisonante
el rayo su prisión; el ronco trueno
en los cóncavos montes se repite
con tremendo zumbar, áspero silbo
lanza el ábrego airado
y se estremece el orbe consternado.

Ruge el abismo y de su seno arroja
la desgracia y la muerte, y no a su aspecto
hace temblar al justo, que, inmutable,
sigue de la virtud que venerara
el sagrado sendero:
más fuerte el justo es que el orbe entero.

Ciñera España con la regia insignia
de un extranjero la ambiciosa frente,
y él, cual maligna sierpe que devora
al mismo incauto do encontrara abrigo,
ingrato maltratara
la nación que hasta el solio le elevara.

El capricho fue ley; a sus mandatos
tembló la humanidad. De oro sediento
la Iberia saqueó que so la grave
mole del duro trono estremecida,
opresa, quebrantada,
maldijo tarde su elección errada.

Y calló envilecida y ni un suspiro
osó exhalar. ¿Qué fuera de su esfuerzo,
de su antiguo valor? ¿Del gran Pelayo
los belicosos hijos sus cervices
así inclinan al yugo
que imponerles a un déspota le plugo?

Uno sólo se alzó. Sólo Padilla
de libertad el grito penetrante
osara al aire dar. Lo oyó el tirano
y en su solio tembló. Pálido tinte
vierte el miedo en su frente
y mil espectros en su opaca mente.

Empero, luego los rabiosos ojos
gira en torno de sí y a sus legiones
llama a lid fratricida. ¡Y hay soldados
que sostienen al monstruo que, insolente,
hace una befa impía
de un pueblo sin el cual nada sería!

Le obedecen y marchan. Truena el bronce
mil muertes arrojando y, al impulso
del acero español, sangre española
los campos enrojece y… ¡Oh destino!
¡Oh, patria desgraciada,
en Villalar por fin encadenada!

Atroz sonrisa al contemplar su triunfo
baña la faz del déspota ominoso.
Arde ya en sed de sangre. “Muera” –dice–
“el que rebelde a mi mandar se opuso,
y España en su exterminio
a respetar aprenda mi dominio”.

Dice y, bajas las cejas y reunidas,
sus pupilas ocultan. Blanca espuma
vierten los negros labios, humo arroja
por la abierta nariz, convulso tiembla,
le sofoca la ira:
sólo venganza el corazón respira.

Parte el héroe al suplicio. Débil lloro
lanzan los viles que lidiar no osaron.
Los venales traidores que vendieran
a su patria infeliz el pecho sienten
de horrenda angustia lleno,
y él, que marcha a morir, marcha sereno.

“¿Y qué yo he de temblar? ¿Será la muerte
la que pueda espantarme e impetrando
un indigno perdón ante las plantas
de mi opresor caeré? ¿Y él sonrïendo
mirará su victoria,
y mi flaqueza realzará su gloria?

¡Ah! No, nunca será. Tiembla el malvado,
pero no el inocente. Sea Padilla
fuerte en morir cual en lidiar lo fuera,
no se diga temió. Y más no admire
el orbe confundido
a Carlos vencedor que a mí vencido.

¿Será que pueda un bárbaro decreto
cubrir de infamia la virtud honrosa?
Me apellidan traidor, mas dondequiera
que exista un solo pecho de la patria
en amor inflamado,
será mi nombre sin cesar loado.”

Con tan dulce esperanza envanecido
a la muerte camina. Su cabeza
con majestad se alza, y en sus ojos
brilla un fuego de gloria. Firme el paso,
la presencia imponente,
virtud y honor respira solamente.

Parece que va al triunfo. El aparato
ve de su muerte sin temor. Tan sólo
con una tierna lágrima un suspiro
lanzara por su esposa; luego, ufano,
“Adiós” –dice– “Castilla”,
y ofrece el cuello a la feroz cuchilla.

Hay textos muy divertidos y profundos del autor manchego que no se conocen todavía; algunos, como ya descubrí en un artículo más o menos reciente, se esconden en los dos años en que redactó íntegramente el suplemento de El Eco del Comercio al volver de su exilio en Estados Unidos, Guatemala, México y Cuba. Conseguí hacerme con una colección completa de este suplemento que merecería una edición facsímil. Al menos para la historia de las letras manchegas, si es que tal cosa interesa a alguien. Es nuestro mejor escritor del siglo XIX, autor de dramas, obras históricas (la Vida de Fernando VII y los Retratos políticos de la revolución de España) y una de las primeras novelas históricas conocidas en español, el Jicotencal, publicada en Filadelfia en 1826.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Pintada para los muros de la patria mía

Uno lee a Séneca buscando algo a que agarrarse, y no lo halla, aunque el hombre se esfuerza de lo lindo. Quevedo lo copiaba mucho. Por ejemplo, su famoso soneto "Miré los muros de la patria mía" reelabora un pasaje de las Epístolas a Lucilio, XII:

"Doquiera que vaya, veo señales de mi vejez. Fui a mi casa de campo y me lamentaba de los gastos extraordinarios que exigía edificio tan ruinoso. El colono me dijo que no era por su negligencia, ya que él había hecho cuanto era preciso, sino que la casa era muy vieja. Esta casa de campo fue levantada bajo mi dirección: ¿qué debe suceder en mí si las piedras de mis tiempos caen ruinosas?"

Quocumque me vertiargumenta senectutis meae videoVeneram insuburbanum meum et querebar de inpensis aedificii dilabentisAit vilicus mihi non esse neglegentiae suae vitium, omnia se faceresed villam veterem esseHaec villa inter manus meas crevitquid mihi futurum estsi tam putria sunt aetatis meae saxa? 

Y así más adelante. Esa casa era tal vez la casa y señorío de las Torres de Joray que compró su madre para él en Torre de Juan Abad con todos sus ahorros, cuando su padre ya había fallecido. Menudo chasco venirse a La Mancha a lomos de su jaca Scoto (así la llamaba en un romance, por lo sutil (esto es, "delgada" o "lista") que era, ya que al teólogo de ese nombre lo llamaban "doctor Sutil") y encontrarse un castillejo que ya era una ruina entonces, imagínense ahora. Nos lo describe en el romance "Son las Torres de Joray", que no voy a copiar ahora.

En fin, que parodiando su famoso soneto, les he compuesto esta parodia que sigue la misma rima forzada y quizá les divierta un rato:
  
Miré los muros de la casa mía,
si un tiempo propios, hoy hipotecados,
de la cláusula suelo bien cargados
mientras se encoge el sueldo día a día.

Salime al campo. Vi que la sequía

convertía en desierto los sembrados;
que no había siquiera jubilados
para pagar de ninis tal cuantía.

Entré en el banco. Vi que era robada

mi cuenta a comisiones y despojos;
sobre el pobre, impuesto aún más fuerte;

mi patria por entero fraccionada

y no hallé cosa en que poner los ojos
que no marchara aun a peor suerte.

domingo, 11 de junio de 2017

Reivindicación del conde Juan Goytisolo

La muerte vino por Juan Goytisolo en Marrakesh y ahora reposa en su cementerio civil con otro escritor descreído y amigo suyo, Jean Genet. Hemos sabido de sus últimos y difíciles días, luchando contra la pobreza, la vejez y la enfermedad solo para dejar algo con que pudieran terminar sus estudios sus ahijados. Desde unos años el suicidio de una alnada lo tenía sumido en la depresión.

Entre otros dos hermanos escritores fue el más "heterodoxo" para quienes definen la tradición cultural hispánica como "española", esto es, forjada en un nacionalismo monárquico visigótico-católico (un recaredismo, diríamos) en suma antiliberal. Algo por entero empobrecedor: nos quita a judíos, musulmanes, evangélicos, ilustrados, liberales, ateos, krausistas, republicanos, librepensadores, científicos, gallegos, vascos y catalanistas. Sobre esos recortes en todos los aspectos a que tan aficionada es la derecha nacionalista española hace años ya anoté en mi blog un texto suyo que me pareció muy preciso:

Hay tres temas tabú en la cultura española. Uno es el carácter mudéjar de su literatura en los tres primeros siglos: escribiendo en lengua romance pero inspirándose en modelos literarios árabes. El segundo, el problema de la limpieza de sangre: la literatura está embebida de la violencia entre cristianos viejos y cristianos nuevos, y esto se traduce en nuevas formas literarias en el siglo XV y el XVI. Tercero, el extrañamiento del tema erótico. Menéndez Pidal y Unamuno hablan de la cultura española como una cultura casta en contraposición al libertinaje de la francesa, pero cuando uno conoce el Cancionero de burlas,  La Lozana andaluza o La Celestina se encuentra con un rotundo desmentido a esa afirmación.

Resulta curioso que precisamente en un sucesor de ese Cancionero de burlas, el Cancionero moderno de obras alegres del siglo XIX editado por Luis de Usoz, cuyo facsímil tengo ahora en la mano, se encuentre recogido el poema de un ciudarrealeño (ciudadrealeño, si prefieren), el afrancesado Fernando Camborda, mal atribuido a Juan Nicasio Gallego, que reconozco por haberlo estudiado y editado (se imprimió en realidad en El Zurriago de otro ciudarrealeño Félix Mejía en 1821). Es este, "La mujer de piernas dobles":

Acostose un buen marido / con su adorada consorte, / y en una paz octaviana / durmió hasta la media noche. / Quiso el diablo que los gallos / se hicieran tan cantadores, / que a fuerza de sinfonías / despertaron a mi hombre: / y, por guardar la costumbre, / de allá en los tiempos de entonces, / quiso hacer un agasajo / a su bella Maritornes. / Tiende la mano con tiento, / a tocar... Yo no sé dónde, / y encuentra ¡cosa más rara! / su mujer con piernas dobles. / -"¡Señores! ¿Qué será esto?" / Exclama. "¡Qué confusiones! / Dos, cuatro, seis piernas / toco, con las mías ¡San Onofre! / Lucrecia, Lucrecia... mira, / ¿Es esto decente? ¡Oye...! / Aquí hay dos piernas sobrantes: / ¿Qué aumento es éste? Responde. " / -"Calla", dice la mujer; / "¿Qué ha de ser? Bestia, alcornoque, / maldito sea tu vino / que de esa suerte te pone." / -"¡Cómo que miento! ¡Caramba! / Cuéntalas". -"No me incomodes". / -"Pues hay seis". -"No hay más que cuatro". / "Pues yo lo digo, ¡acabóse!" / En esto el tercer galán, / amo de las piernas dobles, / incorporándose un poco / dice serio: -"Pocas voces: / que haya seis, o haya sesenta, /¿qué le importa a usted, buen hombre? / -"A mí, nada"; dijo el otro, / "caballero, usted perdone, / que yo solo lo decía / por el porfïar diforme / de mi mujer... nada más: / que usted pase buenas noches". / Así el hombre moderado / evita las ocasiones / de rüidos y alborotos / que producen desazones. / ¡Celestial moderación! / ¡Reina tú en los corazones / y así habrá tranquilidad / y paz dulce entre los hombres!

La intención de Camborda y de Mejía empero no era erótica, sino política: burlarse de los liberales moderados de entonces (el famoso y amanerado literato Francisco Martínez de la Rosa y el cobarde general José Martínez de San Martín, a los que conocían personalmente). Por cierto que Galdós llegó incluso a pensar en Mejía como protagonista de uno de sus Episodios nacionales, no solo como personaje episódico de dos, como cuenta en la biografía del escritor canario Pedro Ortiz-Armengol... pero eso es otra historia, demasiado larga y por la que nadie (me resigno) me preguntará ya jamás.

Esos ortodoxos españoles han dado a lo largo de la historia tres frenazos fundamentales a las tres vías de salida que tenía España a la modernidad: al renacimiento, con Felipe II; a la ilustración y el liberalismo, con Fernando VII; a la regeneración, el krausismo y a la democracia, con Alfonso XIII y el franquismo. ¡Cuán malos reyes hemos padecido! Solo los rusos o los portugueses han sido peores. 

He leído poco a Juan Goytisolo comparado con otros autores de la generación del cincuenta que me han atraído más, pues siempre me ha atraído más la poesía y el ensayo que la narrativa. El habitual cainismo español lo ha odiado mucho (Alejandro Gándara se sintió ninguneado cuando ocupó su plaza de "español" en un congreso europeo y Manuel Vázquez Montalbán se reía de su mal asumida homosexualidad en sus memorias Coto vedado) porque era algo así como el escritor e intelectual español antifranquista oficial en Europa, el niño mimado de Gallimard, donde trabajaba su por un tiempo mujer. Era "ese" a quien preferían siempre en el extranjero cuando había que comentar algo sobre España, en vez de a otras preteridas figuras literarias más empolladas por las instituciones semiculturales del régimen pepsoidal. Era, además, filomusulmán y medio epéntico (gay, si prefieren). 

Lo que me he leído de él ha sido lo menos divulgado: sus espléndidas y ya inencontrables ediciones de la Life of the Rev. Joseph Blanco White, autobiografía del famoso "heterodoxo" José María Blanco White, renegado de dos religiones, la católica y la anglicana, y que terminó siendo unitario; y del Estebanillo González, última novela picaresca de la literatura española, aparte de algunos cuentos y artículos. Fue porque yo mismo intentaba editar la Autobiografía del segundo de la tríada de heterodoxos menendezpelayunos: Juan Calderón, y quería incluso enviarle un ejemplar (que no hubo manera: ya ni siquiera atendía su correo electrónico). 

Disfruté mucho con su epítome de la autobiografía de Blanco White (1974, un año antes de la excelente edición y traducción de Garnica); sin duda era un pensador, teólogo y crítico literario de primer orden, que fue pionero en publicar un folleto contra la esclavitud (Bosquejo del comercio de esclavos y reflexiones sobre este tráfico considerado moral, política y cristianamente, 1814), y defendió la independencia de las nacientes repúblicas liberales hispanoamericanas. Su autobiografía me ayudó a comprender el germen de su inquina al catolicismo; tal como explica en su texto, nunca pudo superar ni perdonar a la iglesia católica que arruinara la vida de sus dos hermanas cuando su fanática madre las internó para siempre en conventos de clausura. No llegó a descreer del todo, como hizo el manchego Juan Calderón, pero escribió que

La religión, tal como se enseña y observa en España, es causa de intensos sufrimientos para los hombres buenos y honrados y de burda depravación para los necios y duros de corazón, así como un obstáculo insuperable para el desarrollo de la inteligencia puesto que favorece abiertamente los mayores disparates pseudocientíficos y el más estúpido fanatismo y, por otra parte, fomenta la abstención y el disimulo en los ciudadanos mejores y más capacitados hasta impedir el cultivo de las más nobles virtudes públicas, como son la sinceridad y la valentía. (Cartas de España, III).

Para él el  clero católico español extinguía todo lo que había de valioso en el ser humano: "Lo mismo que hay matones del cuerpo, los hay también del alma". Afirmaba en su silva La persecución religiosa: "Los que tenéis raíces en el cielo / nunca podéis dejar en paz el suelo" y en su soneto "La revelación interna" sostuvo que no esperásemos "cielo para un alma impura, ni para el pensar libre fuego eterno". Como crítico literario fue el primero en apercibir la modernidad de don Juan Manuel y La Celestina y en notar él gran defecto del dialecto poético neoclásico de entonces, la peste del epíteto. No voy a mencionar sus indiscutibles méritos como poeta en inglés.

En cuanto a la edición del Estebanillo, Goytisolo asombra por su erudición. Ciertamente se había empapado en los EE. UU. de la escuela que allí había dejado otro emigrado a la fuerza: Américo Castro, encabezada por Stephen Gilman y compañeros mártires; su edición se mantiene como aprovechable incluso hoy, cuando tantas vueltas se han dado ya al texto. Uno piensa en Juan Goytisolo como en Abenámar:

Abenámar, Abenámar / moro de la morería / el día que tú naciste / grandes señales había: / estaba la mar en calma / la luna estaba crecida / moro que en tal signo nace / no debe decir mentira.

Porque Juan Goytisolo no dijo una mentira en su vida, es verdad, aunque se contradijese a veces (¿quién no?) Le gustaba Marruecos, como a Paul Bowles, uno de esos británicos resentidos que acaban odiando a su país más que a otra cosa (otro sería Robert Graves, en su magnífico Adiós a todo eso), como si fueran Goytisolos, como si fueran españoles. Bowles lo cuenta también en su autobiografía Sin parar; en el caso de Graves la causa tuvo que ver más bien con sus recuerdos de las trincheras del primer conflicto bélico mundial; fue también una elección estética. Respecto al otro, Bowles, ya poco me acuerdo; sus memorias andan por ahí en algún perdido estante; si recuerdo algo sus viajes con el compositor Aarón Copland, su visita al famoso compositor mejicano Silvestre Revueltas, su amor por Jane sobre un lecho de pétalos de rosa, su estúpido padre dentista que le hacía masticar cada bocado cuarenta y siete veces... Tiene gracia lo que uno llega a guardar en la memoria, tal vez porque algunos ingleses disfrutan contando chorradas, aunque al menos otros emigrados de Albión como Richard Francis Burton y Gerald Brenan te hacen pensar.

Quiero, sin embargo, hablar aquí de dos obras concretas de Goytisolo, a quien católicos como el exorcista padre Fortea ya están poniendo a parir muy piadosamente nada más fallecer, como suelen hacer con los que no son de su credo. Pero no me extrañan esos rasgos de "amor a los enemigos"; todavía recuerdo ese negrísimo (por su color de sotana) libro del canónigo Francisco del Campo Real, Mártires de Ciudad Real, publicado en 2007 "con la colaboración del Ayuntamiento de Ciudad Real", donde solo se habla de sus propios mártires y se niega el pan y la sal a los demás, muchos de ellos tan cristianos como ellos, sin duda porque los cree de mejor calidad, aunque fueran los de su cuerda los que provocaron la muerte de unos y de otros. ¿Cómo pudo el Ayuntamiento inclinarse por tal sectarismo mientras andaban por las cunetas las otras víctimas de la derecha? ¡Qué hipocresía! ¿Tengo que recordar todavía a personajillos como el canónigo magistral de Ciudad Real Mugueta y su panfleto genocida y fascista Ellos y nosotros (1938)? ¿La represión y los asesinatos después de la guerra? ¿La represión de las iglesias protestantes manchegas, a las que pertenecían, sin ir más lejos, escritores y compositores como Francisco Nieva y su hermano Ignacio Nieva, este último pastor de una iglesia evangélica?  

Pero vuelvo a mi tema. En Señas de identidad (México -la censura impedía imprimirla en España-, 1966) aparece citada la sangrienta represión fascista en un manchego lugar de Albacete, Yeste, donde se reprime sangrientamente una manifestación de campesinos y se fusila al padre del fotógrafo protagonista. En un artículo de 1981 contó el hecho real que había inspirado esa alusión. Allí reconstruye una

Matanza de campesinos por las fuerzas del orden enviadas por el cacique. La boca de la atarjea donde se refugiaron los heridos y en la que fueron rematados sin piedad cuando intentaban arrastrarse hacia los olivares. La cuesta escarpada desde la que los guardias dispararon sobre la multitud. Ninguna cruz, ninguna lápida rememora a los dieciocho españoles que perdieron la vida entre los, pinos, arbustos y zarzas, en aquel escenario agreste y soberbio. Cielo, oraciones, gloria póstuma siguen siendo patrimonio exclusivo de aquellos a quienes la fortuna sonrió desde su nacimiento. Nuestra sociedad prolonga a la vida futura su inconmovible voluntad de estratificación.


Por último, en su En los reinos de Taifa (1986) Goytisolo insiste en expresar una idea esencial constante que ha negado (con trágicas consecuencias) la ilusa derecha a lo largo de nuestra historia: España no es una nación, sino un estado. Somos una nación invertebrada, como quería Ortega y Gasset. Nuestra idea de la patria no es la de una patria grande, sino una patria chica, meramente aldeana, cantonal, anarquista (Gerald Brenan decía lo mismo en su El laberinto español, 1943). Por eso los intentos cohesivos de nuestras colonias (la Gran Colombia, las Provincias unidas de Centroamérica, la Hispanidad) han fracasado en América, como fracasan nuestras taifas autonómicas. Los anglosajones se unen para formar una unión más perfecta, nosotros no: nos disgregamos en inútiles discordias civiles motivadas por la intolerancia galdosiana y el cainismo unamuniano, que son una y la misma cosa. La derecha, con su idea de imponer siempre una jerarquía (militar-monárquica, religioso-católica) ha causado siempre la división y el empobrecimiento material, cultural y científico de España, un estado de muy diversas nacionalidades que solo mediante una república federal o cantonal puede encontrar su forma política de gobierno real, no mediante las ridículas y corruptas taifas autonómicas.

lunes, 15 de mayo de 2017

Ida y vuelta, de Alfonso González-Calero

Ida y vuelta es una antología de los diversos libros poéticos inéditos de nuestro coterráneo Alfonso González-Calero (1951). La preceden un buen ensayo prologal del poeta alcazareño (injertado en Barcelona), José Corredor Matheos, al que debimos también una apresurada autobiografía hace meses (hay muchos manchegos catalanizados, desde Raimundo Escribano a Federico Gallego Ripoll, y la lista es aún más amplia) y la posceden dos poemas dedicados al autor por Miguel Galanes y Francisco Gómez-Porro. Contiene seña de seis libros: Para dudar que vivo (1985-1995), Cuaderno blanco (2002-2003), Cuaderno de madrugadas (2001-2005), Sin paisaje (2000-2004), Un verano se abre (2014) y Carácter y destino (2015).

Su autor es ya muy conocido; le deben mucho la cultura y la bibliografía manchegas y uno, que ha batallado y sufrido en trincheras próximas a la suya y colaborado en algunos de sus proyectos, ve en su libro las cicatrices de su aspérrimo e ingrato oficio. Su bien cortado verso libre, a  veces heptasílabo o alejandrino, ofrece las oportunas respuestas: González-Calero se entrega a los laberintos del instante, y firma con ellos cada una de las hojas y el viento de este árbol, como también hacían los miembros de la primera Escuela de Nueva York, Frank O'Hara, en especial, que era un gestor cultural como él y a quien mucho me recuerda en cuanto a que el tiempo impregna todos y cada uno de sus poemas, firmados siempre en un aquí y ahora, como este haikú:

Agua que nada
conciencia que se sabe,
senda que acaba.

Pero González-Calero es elegíaco, al contrario que O'Hara. Por sus versos cruzan los símbolos de la soledad: los mapas, los caminos, el sueño, los espejos, los papeles... la congoja, en suma, de esa "vida que duele", como en este desgajado quiasmo: "Preso de mis angustias, de mis miedos cobarde". La mirada del poeta vaga siempre en busca de determinación, que encuentra apenas en los contados afectos de "repasar muertos, acariciar romos deseos / o recordar asuntos estérilmente olvidados / en el cajón sin fondo de la vida". Y así llega a preguntarse: "¿De qué estás hecho? / De tu propio orgullo, / de obras de los otros, / de despojos / y del leve cariño de unos cuantos". Su último libro parece reivindicar el espacio del yo y de la novedad frente a las formas diversas de todo lo que fue la vida: "Y el tiempo trajo el aire / y la respiración alzó la vida. / Con el tiempo, y el agua / llegaron nuevos barros / nuevas manchas sobre una tela ya manchada. / Pero, ¿quién dijo que la vida iba a ser limpia?". Los lemas remiten en su mayoría a poetas de la Generación del 50, de las más logradas de nuestra última lírica, con lo que denota asimismo su buen gusto; entre ellos anda asimismo el joven e inspirado poeta talaverano Miguel Ángel Curiel, al que tuve oportunidad de hablar un par de veces, pero cuya pista perdí ya hace mucho.

jueves, 23 de marzo de 2017

Un periodista ciudarrealeño, Luciano González, descubre artículos periodísticos inéditos de Antonio Cánovas del Castillo

Luciano González Ossorio, veterano periodista nacido en Ciudad Real en 1933 afincado en Málaga desde 1975 y ateneísta como Antonio Cánovas del Castillo, fue durante muchos años jefe de prensa con los alcaldes de Málaga Pedro Aparicio y Celia Villalobos y ha realizado a sus 83 años en 2016 una tesis magnífica con la obra periodística del citado Antonio Cánovas del Castillo donde descubre más de un centenar de nuevos artículos inéditos, sobre todo de su más temprana juventud. Le he escrito una biografía en la Wikipedia, donde también hay un enlace a uno de los volúmenes de su tesis:

https://es.wikipedia.org/wiki/Luciano_Gonz%C3%A1lez

domingo, 22 de enero de 2017

Elementos hispánicos en la fantasía anglosajona moderna y en particular en Lois McMaster Bujold

Se ha señalado ocasionalmente la presencia de algunos elementos hispánicos en Juego de Tronos de George Martin (Dorne, los Ándalos) y en El señor de los anillos de Tolkien (Aragorn, por ejemplo), pero en el caso de una de las más galardonadas autoras de narrativa fantástica estadounidense, Lois McMaster Bujold, está pero más que muy clara, sobre todo en La maldición de Chalion, una novela de fantasía basada en la historia de España, y más en concreto la de los Reyes Católicos. La ha descubierto Manuel Alfonseca, pero lo que no ha descubierto es la fuente del hispanismo de la autora, que es a mi juicio la History of the Reign of Ferdinand and Isabella, the Catholic (1837) de William H. Prescott. Los elementos son especialmente fuertes en la primera novela de la serie "Mundo de los cinco dioses", The Curse of Chalion, y algo menores en su galardonada secuela Paladin of Souls (2003) y la siguiente, The Hallowed Hunt (2005). Luego siguieron Penric's Demon (2015), Penric and the Shaman (2016) y Penric's Mission (2016).

Según Manuel Alfonseca, es una de las mejores novelas de fantasía de los últimos años y pertenece a la categoría de El Señor de los Anillos de Tolkien, Perelandra de C. S. Lewis, Cántico a San Leibowitz de Walter M. Miller Jr. u Órbita ilimitada de Poul Anderson, combinando aventuras con importantes dilemas éticos y preguntas profundas sobre la naturaleza del hombre y de Dios.

El mapa del universo paralelo donde discurre la acción es el de la península Ibérica (la "península Ibran") puesto al revés y dividido en los cinco reinos medievales, con las islas Baleares un poco más al Sur  (nuestro Norte) de lo normal, muy pegadas a Gerona.

Ese mapa, el de Chalion y los países vecinos, no aparece en la novela pero sí en su continuación, Paladín de almas. En el mapa, Chalion ocupa el mismo espacio que Castilla; Ibra es Aragón; Brajar es Portugal; Yiss es Navarra (los cuatro reinos en que se dividía la península Ibérica en ese momento, además del reino nazarí de Granada, representado aquí por varios reinos heréticos). 

El rey de Chalion (Orico) tiene dos medio hermanos: Iselle y Teidez. El rey de Castilla hasta 1474 (Enrique IV) tenía dos medio hermanos: Isabel y Alfonso. Nótese la similitud: Orico-Enrique, Iselle-Isabel.

El resumen que ofrece Alfonseca, a quien sigo en este reporte, es el siguiente: Orico, que parece ser estéril, obliga a su mujer a acostarse (sin éxito) con su canciller Dy Jironal y con su hermano. De igual manera, Enrique IV de Castilla fue acusado por sus enemigos de ser impotente y de haber engendrado a su hija, Juana la Beltraneja, por intermedio de su favorito, Beltrán de la Cueva. El castillo que aparece en una de las portadas del libro es el Alcázar de Segovia, la sede del gobierno de Enrique IV de Castilla.

En los capítulos 11 y 14, mientras se discuten posibles matrimonios para Iselle, se menciona al rey de Brajar. Iselle se niega porque es mucho mayor que ella. En Castilla, Enrique intentó casar a Isabel con Alfonso V de Portugal, que era 20 años mayor que ella. Isabel lo rechazó. Iselle es prometida por Orico a Dondo Dy Jironal, el lujurioso hermano de su canciller. Igualmente, Enrique IV de Castilla ordenó a Isabel casarse con don Pedro Girón, lujurioso hermano del marqués de Villena, jefe del partido de los nobles. Dondo y Pedro murieron repentinamente en circunstancias dudosas poco antes de la boda. Nótese también la similitud Jironal-Girón. Cuando muere accidentalmente Teidez, heredero de Orico, Iselle se convierte en la heredera. De igual manera, cuando el príncipe Alfonso murió en 1468, Isabel fue aceptada como heredera por el partido de los nobles y por el rey.
En la novela, Iselle se casa en secreto con Bergon, heredero de Ibra. En 1469, Isabel de Castilla se casó en secreto con Fernando, heredero de Aragón (nótese la similitud Bergon-Aragón).
Iselle deja el Zangre, donde estaba vigilada, utilizando como excusa su deseo de visitar a su madre, que se supone que está loca. Una vez con ella, Iselle escapa a caballo, buscando refugio en la ciudad de Valenda, gobernada por su tío, donde se lleva a cabo su matrimonio con Bergon. De la misma manera, Isabel de Castilla salió de Ocaña, donde estaba vigilada por orden de su hermano el rey, utilizando como excusa su deseo de visitar a su madre, a quien se suponía loca. Una vez con ella, Isabel escapó y buscó refugio en la ciudad de Valladolid, gobernada por Enrique de Trastámara, su pariente, donde se llevó a cabo su matrimonio con Fernando. Nótese la similitud Valenda-Valladolid.
Entre las condiciones de la boda, la novela afirma que Bergon no será rey de Chalion, sólo será rey de Ibra; Iselle será reina de Chalion. Su progenie heredará los dos reinos (un imperio, en palabras de Cazaril). De manera similar, Isabel no abandona el gobierno de Castilla a Fernando. Ambos fueron considerados iguales en el gobierno. Su nieto fue Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano.
Hay muchos otros paralelos: Betriz-Beatriz; la guerra civil en Ibra; Dy Lutez-de Luna... 

lunes, 9 de enero de 2017

Un pasaje de Tácito en Quevedo

Recuerdo cuando traducía la Vida y costumbres de Julio Agrícola de Tácito para el indeclinable Luis de Cañigral. Se me quedaron algunos pasajes en la memoria, como el hexámetro de un poeta desconocido: Haud semper errat fama: aliquando et elegit ("no siempre erra la fama: a veces también atina") y un pasaje ya bastante más citado: Auferre, trucidare, rapere falsis nominibus imperium, atque ubi solitudinem faciunt, pacem appellant (cap. XXX) donde describe los efectos que sobre los bárbaros producía la conquista romana a través del discurso del rebelde britano Caractato: "Al saqueo, el asesinato y el robo lo llaman con el falso nombre de gobierno, y hacen un desierto y lo llaman paz".

Era un historiador que procuraba ser imparcial al impasible estilo de su modelo Tucídides, al que también intenté traducir penosamente: sine ira et studio ("sin rabia ni interés"), y creo sinceramente que dijo filosóficamente lo que Tucídides insinuó y nunca llegó a escribir y a lo que nunca llegó otro de sus discípulos romanos, Salustio; fue el único que registró, aun sin darle importancia, los tempranos disturbios que provocaba un tal Cresto (Cristo) en Roma y escribió cosas memorables que se nos pueden aplicar perfectamente, como “Muchas son las leyes en un estado corrupto”, “es poco atractivo lo seguro, en el riesgo hay esperanza”,  “persiguiendo a un escritor se aumenta su prestigio”, “el respeto es mayor desde lejos”, "la verdad se robustece con la investigación y la dilación; la falsedad, con el apresuramiento y la incertidumbre”, "por buena tiene esta vida quien no la conoce”, “es un error de la maldad humana alabar siempre el pasado y desdeñar el presente”, “si es preciso sucumbir, enfrentémonos antes con el azar”, “irritarse por un reproche es reconocer que se ha merecido” o “en todas las cosas parece existir como ley un círculo” y algo que se podría aplicar perfectamente a Macbeth: “El poder conseguido por medios culpables nunca se ejercitó en buenos propósitos. El poder no está nunca seguro si es excesivo. Para quienes ambicionan el poder no existe vía media entre la cumbre y el precipicio. Nadie ejercitó jamás bien un poder conquistado maliciosamente”.

Tardé mucho en hacerme con una edición en francés de sus Historiae, comprada en una librería de segunda mano de Benidorm, y aún mucho más en conseguirme una en castellano y bien encuadernada de sus Anales, pero acabo de darme cuenta de que en la Epístola satírica y censoria al conde-duque de Olivares de Quevedo hay una cita de Tácito que ha pasado desapercibida

Escribe el historiador romano en sus Historias (I, 1): Rara temporum felicitate, ubi sentire quae velis, et quae sentias dicere licet. “Rara felicidad la de estos tiempos, en los que se puede pensar lo que se quiere y decir lo que se piensa”. Y Quevedo lo rehace así:

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

En la lengua del Siglo de Oro "sentir" tenía el significado de "lamentar". Y la "lengua" de Quevedo tuvo ocasión de lamentar lo que decía, pues sufrió destierro por ello. Hubo toda una corriente de pensadores del Siglo de Oro español que se denominó tacitismo. Tierno Galván les dedicó un ensayo, tal vez porque muchos de los cuales fueron críticos con el gobierno de los Austrias; en realidad, el tacitismo era un nombre prestigioso que se podía alegar para aludir veladamente a las doctrinas del nefando, vitando, aborrecido Maquiavelo, según las cuales el absoluto apoyo de la monarquía española a la iglesia era absurdo y contravenía los intereses nacionales de España, si es que esta nación era un estado con intereses propios y no un mero sirviente de la tiara: había que hacer girar la política sobre intereses presentes y realistas, y no sobre los pasados. Y cuando Quevedo vio la posibilidad de un cambio con la privanza del famoso Olivares, eso fue lo que pensó; y también lo que marró: por eso fue desterrado cuando empezó a frecuentar compañías lejanas al poder omnímodo del privado.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Poema de Frank O'Hara a Antonio Machado

Frank O'Hara fue el aglutinador de lo que se ha venido a conocer como Escuela poética neoyorkina en su primera generación, ahora de moda por las referencias a la misma que han aparecido en Mad Men y en la película de Jim Jarmusch Paterson; es, junto a John Ashbery, que todavía está vivo y es toda una institución en los Estados Unidos, el poeta más importante de este movimiento estético. En 1960 organizó una exposición de pintura y escultura moderna en el MoMA: New Spanish painting and sculpture (New York: The Museum of Modern Art, 1960) y publicó en ese mismo año una pieza teatral de asunto español, Awake in Spain (1960), cuyos 84 personajes poseen cada uno un párrafo en la obra. La acción gira en tomo a la restauración de la monarquía española. La última obra de O'Hara fue "Little Elegy for Antonio Machado". Es esta

Frank O'Hara

Pequeña elegía para Antonio Machado


Ahora tus demonios quejosos se convocan a sí mismos 
con fuego en el oscuro Castellano 
y luz solitaria 
                       tu madre muerta en el hogar 
y tu corazón descansa en la frontera de los futuros constelares

no hay cementerios domesticados que puedan envolver tu vuelo 
     de solaridades lineales y carretas quiescentes 
visión de la carroña 
           el pasado hecho vidrioso y oro 
para revelar la oscuridad, la oscuridad en toda su claridad ancestral 

donde nuestro futuro reside cada vez más en el fuego 
     cuerdas retorcidas de sonido se incrustan en nuestros cerebros 
tu aire  agua y tierra 
                          insisten en nuestra unión a vos 
en reconocimiento de los orgullos más fríos y ambiciones menos negociables 

vamos a seguir para corregir todas las revisiones clásicas 
      de nosotros mismos como juicios de valor ceremonial 
y el exceso de púrpura 
         favoreciendo la expansión de tu alma 
en la noche y el desarrollo en nuestro propio elogio salino

(versión en castellano de Hugo Zonáglez)

Me he permitido abrir un pequeño artículo de Wikipedia a la Escuela poética de Nueva York. Gracias a Andrés Catalán he venido a saber que escribió sobre España tres poemas más y que visitó el país en 1958 para preparar la exposición del MOMA. Tradujo uno de ellos:

MADRID

¡España! ¡mucho más hermosa que Egipto!
¡mejor que Francia y Alsacia y Livorno! ¡O que Théophile Gautier!
nada salvo borrachuzos en Niza
                                                  y yonkis en Túnez
pero todo se convulsiona bajo el toldo plateado de España
la oscura
              la seca
                         la boca de tiburón color de arena
de Europa, ¡la violada y atezada diosa de la velocidad!  
[...] 



(Frank O'Hara, traducción de A. Catalán)

martes, 27 de diciembre de 2016

Fulgencio Vergel, profesor de matemáticas de la Universidad de Almagro, observador del famoso cometa de 1680.

Poco se sabe sobre él. Me topé con este personaje investigando sobre el muy desconocido Esteban Pujasol (o Esteve Pujasol, para los catalanes), un doctor en teología que hizo incursiones en la astronomía, la astrología y la fisiognomía y cuyas obras en esas primeras materias no han sido leídas. Entonces, mientras escribía un modesto artículo de Wikipedia sobre él y otro sobre el cometa de 1680-1681, famoso por haber servido para aclarar las ideas de Newton sobre las leyes de Kepler y haber contribuido a despejar un poco más la superstición mediante las polémicas entre un grupo de modernos entre los que hay que señalar a los escépticos Pierre Bayle y Carlos Sigüenza y Góngora por un lado y al padre Kino e Increase Mather por otro, el de los supersticiosos, me encontré con el Juicio del cometa de 1680, una obra semejante de título a otra publicada casi cincuenta años antes por Pujasol y que era fruto de los escasos desvelos de un catedrático de matemáticas de la Universidad de Almagro, el licenciado Fulgencio Vergel, quien, además, hizo un dibujo del mismo cometa (BN, R - Varios, 15 - 38), que observó en diciembre de 1680. Su folleto, de apenas cuatro páginas, se ha conservado (BN, C.ª 11, núm. 26), y tuvo lo menos cinco ediciones (o cuatro, según Victoria Roselló) que reseño más abajo, algo bastante raro entonces. Incluso fue leído en América, más en concreto en Lima, donde un sevillano, el oidor, fiscal del crimen y consultor de la Inquisición Diego Andrés Rocha y Pérez de Montiel (1607-1688), en su Tratado único y singular del origen de los indios del Perú, Méjico, Santa Fé y Chile, publicado por vez primera en Lima, 1681, pero que cito por la edición de Madrid, 1891, vol. I, p. 172-173, comentó su obra:

Vino impreso el juicio que sobre este cometa hizo el Lic. Fulgencio Vergel, cátedratico de matemáticas, y le hace de que el cometa fué causado por Saturno y que no subió de la región suprema del aire, y dice comenzó  en el signo de Virgo y se apagó en el de Libra y que era de forma de espada ancha y que amenazaba peste. Mucho es menester para oponerse á un catedrático de matemáticas, pero en los discursos no lo parece, sino es que un mismo cometa apareciese de una forma, color y tamaño, en esta América y de otra en Europa. Aquí apareció como azote, escoba, soldado vestido de malla de pies á cuello, como cola de zorra muy abierta por la estremidad, á forma de ramales y varas. En Cartagena, por carta que tuvo el Capitán Alonso Ximenez de Lata, de 7 de Enero, se dice que había un mes que se aparecía y que del cuello abajo apareció como una pieza de rúan tendida á lo largo. De San Lucar tiene carta D. Fernando de Herrera, escrita en 21 de Enero de este año por el Licenciado Francisco Mexia, presbítero, en que dice que la cabeza del cometa nace de estrella y corre de Poniente á Levante y que el color es plateado y la forma de una palma del Domingo de Ramos, y así no sé cómo se ajusta lo que dice el maestro de matemáticas de que era á forma de espada ancha y de color de Saturno, que había de ser negro, según dice arriba; solo le cuadra la forma de espada, porque es cometa guerrero y el color fué ceniciento y cuando iba poniéndose ralo era de color de luna, fué parto de Venus, según dije, y los que son dados á ella, le pueden temer por el azote que está prevenido contra ellos, y reparo en la variación que ha habido en conocer la efigie de este cometa que ha hecho espectáculo á todo el Orbe y con fijeza no se acierta su forma, ¿pues qué será de sus efectos? También ponerle en la región del aire lo tengo por difícil, pues cada día se veía en todo el Orbe y así no fué aereo, sino celeste

Rocha era hijo de un médico y profesor universitario y había heredado de él una sana curiosidad científica, como atestigua su libro, que también es un ejemplo de erudición; se dice que su familia fue al Perú para evitar que la motejasen de ascendencia judaica, que algo tenía, en efecto.

Victòria Roselló Botey, en su Tradició i canvi científic en l'astronomia espanyola del segle XVII, (Valencia: Universitat de València, 2000, p. 114), afirma (traduzco del catalán)

El breve impreso del "Cathedrático de matemáticas de la Universidad de Almagro" Fulgencio Vergel, como jocosamente consta en el encabezamiento, mantenía la posición sublunar del cometa y asumía la explicación aristotélica de la generación cometaria. El Juicio del cometa no refleja la opinión de los contemporáneos. Los efectos predichos eran de tipo meteorológico, y otros que afectaban a las personas (robos, "descomedimiento en la gente ruin") y al final, como es habitual, se hacía mención de la salud del monarca o de la supuesta recuperación de territorios que en tiempos de más esplendor habían pertenecido a la corona española.

Así pues, Fulgencio Vergel no aparece como un innovador en su siglo. Por demás, en la Universidad de Almagro hubo una cierta curiosidad por los cometas a finales del siglo XVII que testimonia todavía otro curioso personaje, Fulgencio Astapi, también licenciado y catedrático de la misma, quien estableció unas reglas para interpretar los cometas en 1689:

1.- Lugar donde aparece el cometa.
2.- Signo que le domina
3.- Aspecto con otros planetas
4.- Color del cometa
5.- Observación por la especie.

Astapi, según Simón Díaz, publicó dos hojas de un Discurso astrológico del cometa grande que apareció en este [h]orizonte; y meridiano de Barcelona, a los diez de Deziembre, año de 1689. Zaragoza, s. i., 1690. Hay otra edición de Sevilla: Thomás López de Haro, 1690, que se distingue de la anterior por tener un grabado muy grande; ambas están en la Biblioteca Nacional. Pero la princeps parece ser una de Barcelona: en casa de Rafael Figueró, 1689, que no menciona Simón Díaz, en cuarto. Puede leerse aquí.

Las ediciones que conozco de la obra de Fulgencio Vergel son:

I

Iuyzio del cometa, que se ha aparecido, y aparece en nuestro Orizonte, este mes de Deziembre de 1680 compuesto por el licenciado Fulgencio Vergel, Cathedratico de Mathematica en la Vniuersidad de Almagro, Zaragoça: por los herederos de Pedro Lanaja impressores del Reyno de Aragon, y de la Vniuersidad... [ca. 1680].

II

Juizio del cometa, que se ha aparecido... Sevilla, sin imprenta, 1680. Solo atestigua esta edición Victoria Roselló.

III

Juicio del cometa, que se ha aparecido... Barcelona: Jacinto Andreu, 1680. Solo atestigua esta edición Victoria Roselló.

IV

Iuizio del cometa, que se ha aparecido, y aparece en nuestro Orizonte, este mes de Diziembre de mil seiscientos y ochenta, con los estraños, y maravillosos sucessos que sucederán de la presente, refiriendo los semejantes prodigios que se han visto... juntamente con el desengaño de muchas personas incapazes... Compuesto por el Licenciado Fulgencio Vergel, Cathedratico de Mathematica en la Vniuersidad de Almagro, Madrid: Por Lorenço Garcia de la Iglesia, 1681.

V

Discurso verdadero, y iuizio del Admirable Cometa, que se ha aparecido en este Orizonte de Madrid, desde 23 de Diziembre del Año passado de 1680, perseuerando toda via en el mismo Orizonte, hasta este presente Año de 1681... Escriuiole el Licenciado Fulgencio Vergel, Catedratico de Matematica de la Vniuersidad de Almagro. Madrid: Por Lucas Antonio de Bedmar, 1681. No la recoge Victoria Roselló.

Para saber más sobre la tradición cometaria hispánica sugiero este enlace.


jueves, 22 de diciembre de 2016

El labrador de La Mancha, auto sacramental de Lope de Vega.

Agustín de la Granja López ha editado dos autos sacramentales atribuidos a Lope de Vega: El bosque de amor; El labrador de La Mancha: (autos sacramentales inéditos) Madrid: CSIC, 2000. Como es natural, nos interesa sobre todo el segundo, el manuscrito 191, de 27 folios, de la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, que está fechado en 1615 y aparece en el  Catálogo de autos sacramentales, historiales y alegóricos por D. Jenaro Alenda de Julián Paz (1918)En realidad hay un trabajo previo de Agustín de la Granja, "Para la edición de "El bosque del amor" y "El labrador de la Mancha", autos sacramentales inéditos de Lope de Vega", en Anuario Lope de Vega, núm. 2, 1996, págs. 77-86. Según Héctor Urzaiz (Catálogo de autores teatrales del siglo XVII, 2002) el auto fue representado en 1615 en Toledo por la compañía de Riquelme. Alenda ya encontró mucho parecido en este auto anónimo al estilo de Lope y también lo citó con el título "El villano de La Mancha" y Granja ha confirmado que este auto no pudo ser escrito más que por el Fénix.

Pero no se ha notado que, como señala Alenda, en Casamiento dos  veces y hermosura de Raquel, de Lope, tenemos un pasaje paralelo, que sin embargo podría ser un cuento o chascarrillo popular del patrimonio común:

-Contento, dime dó posas.
-Zagala, yo no lo sé.
-En [...]
-¡Ox que non posas!
-Pues ¿por qué?
Zagal, yo te lo diré.

Dicho juego tiene cierta relación con otro que hay en El labrador de La Mancha, entre el Contento y el Pesar, y que concluye:

   Al Pesar desafió
el Contento, con intento
de tirar más, y perdió;
que nunca llegó el Contento
adonde el Pesar llegó.

Lope tenía a su musa y amante manchega la actriz Micaela de Luján en Toledo y no solo la visitaba, sino que residía gran parte del año en el lugar, donde reunía a una peculiar tertulia de literatos de la región que lo admiraban.

martes, 6 de diciembre de 2016

Sobre el narcisismo blasfemo del que acusó Cernuda a Juan Ramón Jiménez y la respuesta que le dio

Cuando leí los estudios de Luis Cernuda contenidos en Poesía y literatura I y II, de 1960 y 1964 (o más probablemente en Estudios sobre poesía española contemporánea, 1957, ya no me acuerdo bien), me llamó la atención su ajuste de cuentas de Cernuda con Juan Ramón Jiménez (Kuan Qamón Ximénez, para los criticones del 27, quienes se burlaban de su odio estético al aspecto gráfico de esas consonantes). Cernuda nunca le perdonó que, bajo el pseudónimo de "El cansado de su nombre" criticase su primer libro, Perfil del aire, acusándolo de ser jorgeguilleniano. Y se vengó al decir que el onubense profesaba un narcisismo blasfemo. No estará de más recordar al respecto la afirmación que abre y cierra su gran poema en prosa Espacio, cuya copia pirata he difundido a través de Internet: "Los dioses no tuvieron otra sustancia que la que tengo yo", etc... Cernuda reiteró esta acusación en alguno de los últimos poemas de su La realidad y el deseo, más en concreto "Juan Ramón Jiménez contempla el crepúsculo", donde le achaca estar más atento a la belleza luminosa y deslumbrante del día que a la nocturna, que también es bella, comparándolo con Ruskin, otro decadente como él era al principio de su carrera.

Hoy estoy leyendo una magnífica reconstrucción de uno de los libros de J. R. J, Vida. Volumen I. Días de mi vida. Madrid / Valencia: Pre-textos, 2014, que había permanecido en parte inédito, y observo en su página 684 que JRJ contestó a Cernuda sin nombrarlo expresamente (para chincharlo más todavía, supongo). Su respuesta es esta que copio en electrones por primera vez, ya que no la he visto en ningún lugar de Internet:

CDXXVIII

IDEOLOJÍA

Dicen algunos que soy un narcisista herético o ateo, porque me considero divino.

A mí me enseñó la relijión católica (hoy soy cristiano y no católico, ni protestante, ni de ninguna secta) que Dios me hizo a mí a su imajen y semejanza; que el alma es divina y que yo tengo alma; que el animal, por no tener alma divina, no es inmortal, etc. Entonces, ¿qué ateísmo, qué herejía, qué narcisismo puede haber en mi creencia?

En último caso, el narcisista sería el dios que me creó a mí a su imajen y semejanza, para perpetuar su divinidad, el dios que no creía en Dios, esto es, un dios ateo, herético, o narcisista.

Yo creo en Jesús el Nazareno, el poeta que creía en su padre, su propio padre que él no cargó de los símbolos con que lo cargó luego la iglesia; que él consideró como orijen y fin suyo, de donde salió y a donde volvió. y creo que esta creencia es suficiente para el hombre.

Yo soy tácitamente cristiano, es decir, soy creyente en la palabra de Cristo, quien se consideró divino; digo, Hijo de Dios eterno, y eterno en Él, como creyó Servet, y lo gritó en su martirio; y me considero divino como cualquier otro ser de la naturaleza: cualquier hombre, cualquier perro o cualquier pájaro, por ejemplo, ya que todos participan, en alguna forma, de Dios. Y, en algunas circunstancias, más podría yo creer en la divinidad de pájaro, por ejemplo, que no es vicioso en su amor, en su alimento, etc., que en la mía; porque me parece que, a medida que la conciencia aumenta, la capacidad pensativa y sensitiva (del hombre, de la abeja, de la hormiga, etc.) sobrevienen los vicios más jenerales de todos los seres de la creación.

CDXIX

MI SOLUCIÓN: UNA RELIJIÓN POR LA CONCIENCIA

...Por ejemplo, el sol. Se supone que el sol es muy importante, y lo es. Nos da muchas cosas: calor, luz, fuerza, salud: jiramos alrededor de él, es un centro físico nuestro. Pero yo, hombre, soy más que el sol; yo sé que él es sol y que yo soy yo y él no sabe quién soy yo ni quién es él.

Yo sé que [en] tal planeta, la estrella X, por ejemplo, puede haber vida, como en esta tierra, y hasta seres concientes. y puedo imajinarme cómo son, por lo que veo y comprendo aquí. Si considero las infinitas variedades, animales, vejetales y minerales de esta tierra, que suman infinitas combinaciones y posibilidades, no tengo por qué estar triste de no conocer las de otro planeta equivalente. Y en cuanto a la posible conciencia de esos seres, ¿será más rica que la nuestra?

Yo puedo con mi conciencia concebir un universo tan grande como sea, puedo pensar en lo infinito y lo eterno. Puedo pensar en un dios y puedo pensar que el dios que podemos tener no es justo. Yo puedo señalar a dios todas las diferencias y las monstruosidades de este mundo. Es decir, puedo ser crítico sereno y (...) de dios, y pensar en el mejor dios posible.

Yo puedo comprender la nada y y puedo comprender la muerte. Si el niño, el joven que yo fui, han muerto en mí, yo estoy triste de ellos, como de otros muertos que no son yo. Pero también estoy contento de ser más que el niño, el joven que fui. Puedo comprender más que ellos y gozar más que ellos. He podido decir: belleza y verdad, amor en plenitud.

Yo puedo dejar de mí en pensamiento, sentimiento, expresión, dejar que se incorpore a otros y sea vida sucesiva con ellos, incorporarme a otras conciencias. ¿Qué más puede ser un dios? yo puedo comprender que no haya dios y aceptarlo; y puedo comprender la nada y aceptarla.

Esta es mi relijión, la relijión de la conciencia humana superior.

La anotación, de Mercedes Juliá y M.ª Ángeles Sanz Manzano (en este caso pienso que más de la primera que de la segunda, porque publicó un trabajo sobre este aspecto) proclama que esta concepción de Dios acerca a JRJ al spinozismo. "A lo único que podían aspirar los hombres, según Spinoza y Juan Ramón, era a crear un dios que se pareciera a ellos. Así, el dios de Juan Ramón es su conciencia superior de la belleza del mundo. Se contesta así a las conjeturas de algunos críticos que aún piensan que Juan Ramón Jiménez al final de su vida encontró al Dios de las religiones positivas", p. 806.