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martes, 1 de enero de 2019

Entrevista a Jon Juaristi

Fernando Palmero entrevista a Jon Juaristi: "El PSOE es hoy el partido más perjudicial para España"
El País, 29 DIC. 2018 18:56

Nacido en 1951 en Bilbao, Jon Juaristi ha dejado constancia de su trayectoria vital y política en su libro de memorias 'Cambio de destino' (Seix Barral, 2006).

Ensayista, poeta, novelista, filólogo de formación y referente intelectual de toda una generación

Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alcalá de Henares y columnista de 'ABC', ha sido director de la Biblioteca Nacional y del Instituto Cervantes

"Algunos, es verdad", escribió Jon Juaristi en Sacra Némesis (Espasa), "tendremos que irnos a otra parte, pero no porque se nos expulse. Imperará aquí la norma primera de todo conformismo, la que Arzalluz me ha recordado con frecuencia en los últimos meses: si no estás contento, ancha es Castilla. Yo, lo confieso, me siento incapaz de presenciar el apasionante proceso de construcción de la etnia vasca del siglo XXI, de la Euskal Herria nacional, de la utopía abertzale (...) Sé que, fuera de aquí, añoraré las sombras del hayedo de Urquiola, el dulcísimo acento del eusquera de Vizcaya y algún rincón de mi Bilbao castizo, pero eso está indisolublemente unido a un mundo que se acaba, si no se ha terminado ya sin que lo hayamos advertido". Como tantos otros, también él, cuyo nacionalismo de juventud le llevó a formar parte de la primera ETA, tuvo que abandonar el País Vasco a finales de los 90 para instalarse en Madrid. Eran los años del acuerdo de Estella y de la tregua trampa de los terroristas. Entonces, ya denunció la estrategia de la banda y constató cómo, sin disparar un tiro, ETA consiguió una victoria justo cuando estaba a punto de ser derrotada.

¿Ha ganado ETA definitivamente?

ETA ha podido salir impune, pero realmente los que han ganado han sido los nacionalistas. ETA se utilizó para eliminar cualquier posible oposición a la consolidación del privilegio. Franco, que era un gran vasquista, favoreció a los vascos frente al conjunto de los pueblos españoles, por eso, el nacionalismo salió del franquismo bastante preocupado por la posibilidad de una nivelación democrática y, por lo tanto, de una pérdida de los privilegios ancestrales, que vienen de la noche de los tiempos, de Tubal, y van pasando por distintas manifestaciones históricas, incluso por codificaciones forales. El propio nacionalismo español, desde sus orígenes, tuvo una posición muy ambigua. Por un lado, se inventa a los vascos, en el siglo XVI, como comunidad primitiva para justificar que España existía ya en el Paleolítico, para poder decir nosotros venimos de ahí, de ese mamut hablando en euskera. Los vascos, por tanto, tenían que ser miembros necesariamente de la nación española, pero, por otra parte, tenían que mantenerse como un grupo separado del resto de los españoles, y eso crea una comunidad de esquizofrénicos. Una vez que se ha resuelto lo de ETA, que ya todos los partidos políticos son de Euskadi y se ha consolidado el privilegio, han vuelto a ese planteamiento. La definición de la identidad vasca que da el lehendakari Urkullu es que son la nación foral, que es como decir que son el agua seca, porque o eres nación o eres foral. Pero mientras esa situación se mantenga estarán conformes.

¿No es una contradicción que la Constitución legitimara la existencia de los fueros?

No, porque a través de la Constitución del 78 España opta por la fórmula tradicional de la organización de la identidad española, es decir, por la presencia de unas nacionalidades históricas, donde los vascos juegan un papel fundamental. La disposición adicional primera lo que hace es crear una constitución vasca dentro de la Constitución con un contenido indefinible, sin límite para los derechos históricos, que por supuesto no existen, y que pueden actualizarse en el marco del Estatuto. El Tribunal Constitucional ha venido avalando todas las reivindicaciones vascas, porque lo contrario sería ir contra la Constitución.

¿Es lógico que Torra, un representante del Estado, hable la de la vía eslovena y nadie haga nada?

Lo absurdo de esta situación solo tiene parangón en la historia española con lo que ocurrió durante el Sexenio revolucionario. Entonces, tanto los republicanos federalistas como los unitarios estaban de acuerdo en que había que dar la independencia a los vascos, no por una simpatía especial, sino porque mientras existiese el carlismo sería imposible organizar el resto del país. Pero lo más importante era que el partido del Gobierno de la República se sublevó contra la propia República, como ocurrió en el cantón de Cartagena. Pla decía que era lógico que fracasara la República porque estaba dirigida por ampurdaneses, como Estanislao Figueras y Pi i Margall. Es cierto, sin embargo, que el independentismo catalán para mí ha sido una sorpresa, ni siquiera durante la Guerra Civil llegó a este extremo. Companys proclamó la república catalana dentro de una república federal, que no existía, pero su límite era el federalismo. Básicamente, la situación actual es producto de un problema de evasión de responsabilidades penales, de una cadena de escándalos de corrupción. Que se lleve a juicio a la figura más emblemática del catalanismo político de la Transición y sus hijos vayan a la cárcel provocó una conmoción dentro del catalanismo. España nos roba es la denegación por inversión del discurso: no nos roban los Pujol, nos roba España. Y entonces se pone en marcha el independentismo, cosa que produce una enorme alegría a los nacionalistas vascos, porque se dieron cuenta de algo que no habían sospechado nunca: que los nacionalistas catalanes eran incluso más tontos que ellos.

¿Cómo se explica la inacción del Estado?

Más que del Estado, habría que hablar de la inacción de dos gobiernos sucesivos. Primero, el de Rajoy, que hace la payasada de activar el 155 para llamar a las elecciones. Y ahora, el de Sánchez, que llega con una propuesta inversa: hace una moción de censura no para llamar a las elecciones, sino para seguir hasta la eternidad. No creo que esto se pueda explicar si no es con conceptos psiquiátricos, como una locura de poder de personajes muy concretos. En cualquier caso, hoy, el partido más perjudicial para España no es Podemos, ni siquiera son los partidos nacionalistas, es el PSOE, una máquina destructora de todo lo que sea racionalidad política. Con Sánchez en La Moncloa hay un riesgo inminente de ruptura, porque si Torra proclamara la independencia, el presidente no mandaría ni a un sereno para impedirlo. El 6 de octubre del 34, cuando este riesgo de separación no existía, el Ejército envió a sus tropas.

¿Existe cierta connivencia en Europa con el secesionismo de Cataluña?

Ante España, Europa ha tenido siempre una actitud, si no de hostilidad, sí de falta de empatía, salvo que la sangre rebasase un poco los Pirineos. Lo de Cataluña suscita apoyos individuales, pero no pronunciamientos de los órganos de poder europeo. La UE tiene sus aspectos positivos y negativos y uno de los aspectos negativos es que realmente nunca será una nación. En realidad, no se sabe muy bien qué es Europa más allá de una unión aduanera y una estructura que ha ido recogiendo competencias de los Estados nacionales, como se ha demostrado durante la crisis de los refugiados: ¿acaso los Estados que tienen fronteras exteriores no tienen derecho a tener fronteras?

¿Cree que el discurso antiinmigración tendrá mucho recorrido en España?

Tendrá recorrido en la medida que haya una indignación en determinados puntos. Es bastante sintomático lo de El Ejido, donde Vox ha sido el partido más votado. Hay un libro de Mikel Azurmendi de 2001, Estampas de El Ejido, que hacía una descripción bastante realista de la situación, y desde entonces no se ha intervenido, no se han arreglado los problemas fundamentales. La gente puede tener una visión simpática de los inmigrantes hasta que vienen en masa a vivir a la casa de al lado. Vivimos en un planeta bastante convulso, en el que hay un exceso de gente, y no es por ponerme malthusiano, pero la demografía siempre actúa en contra de la democracia y genera una depreciación de la vida humana, porque los recursos no estarán nunca a la altura de los problemas que se plantean. Felipe González solía decir que la mejora de la sanidad pública genera demanda de sanidad pública. La gente ya no va al médico por un problema de apendicitis o un tumor cerebral, va porque en el dedo le ha salido un absceso o está muy angustiado. Esto puede ser comprensivo, pero esta hipertrofia de la sanidad puede acabar con ella, y con los servicios públicos en general.

¿El populismo de Podemos es igual al de Vox?

Vox me parece bastante simplista, no creo que tenga ni siquiera una ideología sistemática, es más bien el partido de la derecha cabreada, de los que van a misa y del pequeño empresario, que están hartos de que le toquen constantemente las narices. Lo que más me molesta de Vox es esa hostilidad al Estado de las autonomías, justo cuando han llegado a hacerse notar gracias a unas elecciones autonómicas. Las autonomías se pensaron para desaguar tensiones, para organizar un reparto vertical del poder y evitar que se concentrase en el Gobierno central y que un partido se identificase totalmente con el Estado. Pero Vox es un problema que se le plantea al PP, no a España en general, y no tiene que ver con el populismo de Podemos, que es un mucho más horizontal, más disperso. Yo lo comparo con el demonio maniqueo, que tiene mil cabezas y ninguna sabe qué piensa la de al lado, pero todas están de acuerdo en andar jodiendo algo. Esta idea de la bestia del Apocalipsis se corresponde con su estructura en círculos, que son círculos infernales, cada uno con su propia versión de lo que debe ser la transformación revolucionaria, desde el anticapitalismo hasta Ynestrillas, que podría haber estado en Podemos en su momento. Creo que el discurso de abdicación del Rey fue una gran torpeza, porque dijo una cosa terrible: me voy porque hay una nueva generación que llama a las puertas y se lo merece todo. No se puede decir eso, la generación no es un sujeto político. Y en aquel discurso se enuncia como si fuese una verdad probada. Una generación no se merece todo, cada una tiene que pasar por un proceso de tribulaciones e irse depurando, acrisolando con el sufrimiento para merecer algo. Y menos una generación que sale de Somosaguas: nos lo merecemos todo, hasta el Rey lo ha dicho. Esa nueva generación no sabe nada del proceso constituyente, y dice cosas como que lo impuso el Ejército y tres o cuatro grupos de extrema derecha y de policías que derramaron mucha sangre. La sangre la derramaron los antifranquistas, como el Grapo o ETA, que jamás luchó por la democracia, su modelo era el del Ejército popular, el modelo Ho Chi Min, para entendernos.

¿Con el bipartidismo vivíamos mejor?

Yo creo que sí. Para un país como éste, el bipartidismo es lo más cercano a un sistema ideal. Ahí estoy con Menéndez Pidal, que hablaba de un partido que represente la tradición y otro el progreso, incluso, si se quiere, la revolución, pero que se entiendan, como en Italia ocurrió con el compromiso histórico entre la democracia cristiana y el Partido Comunista. Hay que acercarse a eso, pero desde luego no con Sánchez y su camarilla, que viven muy contentos con esta situación de fragmentación y enfrentamiento.

¿Qué es el judaísmo cultural o ateo al que se ha referido en algunas ocasiones?

El judaísmo cultural está bastante ligado a la construcción del Estado de Israel y a una cultura israelí de aluvión que asimila elementos de todas las diásporas que llegaron allí. El judaísmo cultural como tal no existe más que en el sentido de judaísmo de síntesis que ha sido en Israel el elemento de cohesión de la sociedad. El judaísmo no es una religión teocéntrica, yo creo que ni siquiera es una religión. Se trata de una especie de ética nomocéntrica, donde la centralidad está en la ley, y el primer mandamiento de la ley es no adorar dioses, y por supuesto dioses indefinibles. Hay una voluntad de no doblar la rodilla ante ninguna imagen de Dios, y eso me parece muy emocionante. El judaísmo es un ateísmo muy refinado, aunque muchos judíos lo nieguen. Uno de los grandes textos del judaísmo, no reconocido como canónico por ninguna de sus ramas, es ese cuento de Kafka del campesino que llega al palacio de la ley y el guardián le dice que no puede entrar y se queda esperando toda la vida. El guardián es Dios y el palacio es la ley. El centro del judaísmo es la Torá, la ley, y no Dios, que es algo indefinible. Ser ateo en el judaísmo no es ninguna rareza, hay muchos practicantes que lo son.

¿Le preocupa el resurgimiento de la judeofobia?

 Jean-Luc Nancy ha dicho recientemente que la propia identidad europea se estructuró sobre la base de la judeofobia, se funda en la negación del derecho a la existencia del judaísmo. Eso ha creado una especie, no de inconsciente colectivo, pero sí de patrón cultural básico en las identidades europeas e incluso en la Europa socialdemócrata y progresista, donde el antijudaísmo se manifiesta como rechazo al Estado de Israel. El último argumento del antisemitismo es el antisionismo, todos los demás han caído: el judeobolchevismo, por razones obvias, la identificación de las altas finanzas y de la banca mundial, los libelos de sangre, y los secuestros de niños ya no se los cree nadie... lo que queda es Israel. Y qué hacen los israelíes, pues según el mito: matar palestinos, y en concreto, matar niños palestinos, como les gusta decir a los antisemitas.

¿Es España antijudía?

No lo ha sido en el sentido estricto, porque no ha sido moderna. Aquí hay un antijudaísmo de tipo religioso, pero los judíos son una minoría muy poco perceptible, ni en Madrid ni en el resto del país.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Entrevista a Zizek

Entrevista de Xavier Vidal-Folch a Slavoj Zizek: “La gente está drogada, dormida, hay que despertarla”

El filósofo esloveno dice que no defiende el viejo comunismo, sino un nuevo comunalismo globalista. Los nuevos retos, afirma, son la ecología, renovar el Estado del Bienestar y evitar la "guerra digital cognitiva"

El País, 16 DIC 2018

Slavoj Zizek, el gran provocador. Genial, paradójico, contradictorio, torrencial, mediático. Las reflexiones sobre la actualidad de este filósofo esloveno de 69 años, posmarxista, psicoanalítico, cinéfilo hasta el infinito y enamorado de los chistes como espejo cóncavo de la vida siguen provocando pasiones. Jamás deja a nadie indiferente.

El autor del trepidante Problemas en el paraíso, entre otros muchos títulos, acaba de publicar dos libros: El coraje de la desesperanza (Anagrama) y una minisíntesis de su obra (“siempre me canibalizo, me autoplagio”, alega). La titula La vigencia de ‘El manifiesto comunista’, aunque en ella sostiene que “hoy en día el comunismo no es el nombre de una solución, sino el nombre de un problema”. Desmadejado y de verbo seductor, nos recibe entre sus libros, en su casa de Liubliana.

PREGUNTA. Usted dio la bienvenida a Donald Trump.

RESPUESTA. Porque Trump es una bendición, aunque protagoniza un tipo de conducta horrible, capaz de todas las rupturas. Precisamente por eso puede despertar, desencadenar, alguna reacción. Lo que hace Trump es una locura, pero antes ocurría lo mismo paulatinamente. Con el medio ambiente, con todo. Algunos izquierdistas hacen comparaciones erróneas. Si te disgusta Trump o el nuevo autoritarismo, y eres vago para analizarlo, la analogía es cómoda: “¡Oh, es fascismo!”. Esa analogía con los años treinta es demasiado sencilla. Es más adecuado remitirnos a la decadencia anterior a la Primera Guerra Mundial cuando, igual que hoy, todos se preparaban para la guerra, pero nadie la creía posible.

P. La tesis leninista de “cuanto peor, mejor” nunca trajo nada bueno.

R. Lenin sostuvo que la guerra era buena porque traería la revolución. Dudo que ahora una guerra aportase nada. Mi afirmación era específica para EE UU, no para otros casos. Ahora están pasando cosas cruciales en el Partido Demócrata, surgen los nuevos demócratas de izquierdas. Eso no habría ocurrido sin Trump. Fue quien rompió el consenso liberal centrista. Las democracias son homogéneas y funcionan muy bien; todas las luchas se producen compartiendo un trasfondo de valores y procedimientos. Por eso cuando la derecha llegó por primera vez al poder en Suecia, mantuvo el sistema socialdemócrata. Republicanos y demócratas también compartían muchas cosas. Ahora ese pacto se está quebrando.

P. Mientras, mucha gente sufre más con Trump que sin él. Esa pretendida buena noticia cuesta cara a ciudadanos concretos.

R. Sí, pero no idealice el estado de las cosas antes de Trump. ¿Qué le llevó al poder? El abandono a la clase media y baja. Este proceso ya existía antes. No culpe de todo a Trump. ¿De dónde llegó? ¿De la luna?

P. Es al revés, la reforma sanitaria de Obama protegía a la clase media baja.

R. Estoy de acuerdo en que la señal de Trump puede ser extremadamente peligrosa. EE UU atraviesa un estado de guerra civil fría interna. Las corrientes políticas no hablan el mismo lenguaje. No pueden pactar. Eso no durará. Habrá que ir hacia otro consenso, que será más radical, algo más a la izquierda. Ya ocurre con Sanders y sus seguidores. O con el milagro de Jeremy Corbyn.

“Abogaría por una cierta apertura de fronteras [a la inmigración]. Pero con condiciones”

P. ¡Vaya milagro! No es un heraldo del futuro, sino del pasado.

R. Le entiendo, ni siquiera tiene grandes ideas. Pero es un milagro en el sentido de que nadie lo habría previsto hace 10 años. Vivimos una época extraña. Muchas socialdemocracias eran más radicales hace medio siglo que los Sanders o Corbyn de hoy.

P. Usted sostiene que los problemas de la inmigración no son solo culpa nuestra, sino también de ella.

R. Por decir esto, ¿sabe cuántos izquierdistas ya me tildan de neofascista? El gran error de la izquierda no es pensar que no hay problemas, sino que el único culpable es nuestro racismo, que nuestro colonialismo ha provocado la desgracia en todo el mundo, por tanto, pase lo que pase, somos culpables. Que no somos bastante abiertos para integrar a los inmigrantes. ¿Por qué suponemos que quieren integrarse? Muchos no quieren, prefieren mantener su estilo de vida. No forman un grupo único. En Alemania muchos jóvenes se vuelven más radicales que sus padres.

P. Entonces, ¿hay que cerrar fronteras?

 Slavoj Zizek.
Slavoj Zizek. ANTONIO OLMOS / EYEVINE / CONTACTO
R. No. Yo abogaría por una cierta apertura. Pero con condiciones. Primero, moralizar el problema de aceptar o no a los inmigrantes es erróneo. Debemos pensar de una manera más estratégica: ¿por qué vienen? Repensemos nuestra política en Siria, Irak, Libia, Yemen. Vienen. Forman parte del problema del mal funcionamiento del capitalismo actual. No es solo un problema moral. Sino económico. Segundo, asumamos que hay un conflicto entre estilos de vida. Deberíamos admitir que hay un auge del fundamentalismo en todo el mundo. Que explosiona como reacción al progreso occidental en los derechos de los homosexuales, los transexuales…

P. También vienen por causas políticas, les atrae la libertad europea.

R. Eso ya es más problemático.

P. Huyen de la guerra, así que vienen por la libertad.

R. En principio, sí. Estoy de acuerdo…, pero ¿qué quiere decir con libertad? ¿Nuestra libertad?

“Es fundamental para Europa seguir unida como Unión Europea, con todas sus imperfecciones”

P. Sí. Hablar con libertad, publicar como usted publica…

R. Estoy de acuerdo, solo me pregunto si la mayoría… Usted idealiza la situación. A la mayoría de la gente que viene, los refugiados pobres, le preocupa la seguridad y el hambre, pero dudo hasta qué punto viene por la libertad en nuestro sentido occidental.

P. Hay muchos que quieren acogerse al derecho de asilo, consagrado en la ley internacional. ¿Dónde colocar los límites entre refugiados económicos y políticos?

R. Mi argumento contrario es este: ¿por qué solo hablamos de nuestros límites, si vivimos en un mundo global? ¿Qué hay que cambiar en él? El error es que ya somos cómplices en su creación. Mire a Libia. La fastidiamos por el modo en que derrocamos a Gadafi. O el Congo y otros países africanos. Serán un caos, pero están totalmente integrados en el capitalismo mundial. ¿Dónde establecemos el estándar para la coexistencia multicultural? El multiculturalismo es una noción complicada. El primer estándar es la tolerancia hacia otras culturas. No solo deberíamos tolerarlos a ellos, sino que ellos deberían tolerarnos a nosotros incondicionalmente. ¿Y ante un conflicto en su comunidad? No me preocupa que las musulmanas se cubran. Pero sí que obliguen a hacerlo a una chica que no quiere taparse. Es una víctima por falta de libertad individual. Debemos protegerla.

P. Porque al final los derechos humanos son una ideología válida en todo el mundo.

R. Aquí empiezan los problemas. Nos dirán: “Ustedes imponen su colonialismo”. Nos culparán de que los derechos humanos europeos dan demasiada preferencia al individuo, que ellos tienen derechos colectivos. Los musulmanes quieren que respetemos su estilo de vida. Pueden incluso respetar a un cristiano. Pero no a gente como yo, que soy ateo.

P. Las libertades y el Estado de bienestar siguen teniendo un inmenso poder de atracción.

R. Aceptemos que la gente viene aquí porque, a pesar de toda la corrupción, seguimos ofreciendo al mundo quizás el gran modelo de bienestar relativo, un modelo único que combina bienestar y libertad, el mejor hasta ahora en la historia mundial. Por tanto, deberíamos estar orgullosos de nuestro destino europeo. Lo fantástico de nuestra tradición democrática es que la imperfección está dentro del sistema, forma parte de la capacidad de nuestra democracia para ser crítica consigo misma. Es un sistema único que incluye la autocrítica.

P. ¿Existe algo así como un capitalismo global?

R. No en el ámbito político. Existe como mercado mundial.

“Los musulmanes pueden respetar a un cristiano, pero no a gente como yo, que soy ateo”

P. El mercado no es el capitalismo. Hay muchas formas de capitalismo.

R. Y coexisten. El asunto consiste en qué forma de capitalismo se está volviendo predominante. El capitalismo socialdemócrata, con Estado del bienestar, está amenazado. Se dice que el comunismo no funcionó. Pero mire lo que ha pasado en China en el último medio siglo. ¿Ha habido alguna vez en la historia de la humanidad un desarrollo económico tan explosivo? Es impresionante. La figura que anunció nuestra época fue Lee Kuan Yew, el fallecido líder de Singapur. Creó la fórmula de autoritarismo “de valores asiáticos”. China demuestra, a nivel masivo, que funciona. El chino es el capitalismo bajo dominio de un partido autoritario. Es una nueva combinación de capitalismo mundial en la que el país participa en el mercado global, pero ideológicamente funciona hacia adentro de una manera patriótica, etnocéntrica.

P. Inquietante.

R. Lo que me preocupa es que Europa está perdiendo. Por eso apoyo el último llamamiento de Emmanuel Macron y Merkel para crear un Ejército europeo. Es fundamental para Europa seguir unida como Unión Europea, con todas sus imperfecciones y con su corrupción. Trump y Putin trabajan sistemáticamente para des­unir a Europa. Ese es su objetivo. Putin, de una manera muy perversa, estaba a favor de la secesión de Cataluña. O del Brexit. Fue muy hipócrita. Siempre que la unidad europea muestra problemas…

P. Sí, y tiene problemas económicos con China, baja su demanda por las medidas proteccionistas de EE UU.

R. La clave es el nuevo desarrollo de los coches eléctricos. El temor es que China intente desarrollar este tipo de coches. Pues no es ya solo la cadena de ensamblaje de la economía mundial, sino que desarrolla su propia economía. Los izquierdistas tradicionales odian dos cosas del orden mundial actual: al mercado libre, loco, con su caos; y a los Estados autoritarios. China aúna ambas cosas. Ahora instaura el miedo. Los disidentes son marxistas, estudiantes que estudian marxismo y proponen organizar a los trabajadores, tan explotados allí. Esto es lo peor que puedes hacer en China hoy: proteger los derechos de los trabajadores. Los “desaparecen” durante 15 días.

UN PROVOCADOR PROFESIONAL
Zizek quiso ser director de cine. Esa pasión la incorpora a todos sus libros, plagados de pelis como parábolas. Y ocupa muchas tardes como habitual en las salas de proyección de Liubliana. Pero no se vio con talento suficiente para el séptimo arte. Optó por su segundo amor, la filosofía. Y agradece a “la opresión comunista” no haber encontrado empleo durante años. Solo apaños de traductor y tareas menores, para acabar al fin en un pequeño instituto de investigación: “Por eso soy del todo libre para investigar, no como un profesor de pueblo”.

Eso le catapulta a afrontar “los nuevos retos”, que resume en el ecológico, la renovación del Estado del bienestar, o la “digitalización directa del cerebro humano” mediante la que el ordenador “detecta lo que piensas” y resultas vulnerable a cualquier dominación sofisticada. “No defiendo el viejo comunismo de ninguna manera”, se parapeta, sino un nuevo comunalismo globalista, porque “nuestro cerebro es nuestra herencia común”.

Reconoce ser un provocador profesional, para incomodar al público y hacerle reaccionar. Considera que la gente está “drogada, dormida” y que hay que “despertarla”. De modo que “la medida de la libertad de expresión es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”. Sobre todo a la izquierda con la que sintoniza, y a aquella con la que disiente: las libertades occidentales “serán falsas, pero las estalinistas no eran siquiera falsas”; o “no creo en eso de escuchar a la gente normal y corriente, como dice Pablo Iglesias, porque la gente normal y corriente está atrapada por la ideología, está a favor de echar a los inmigrantes”.

Respeta a Marx, pretende entroncar con sus preguntas fundacionales y se ríe de quien le tacha de “leninista loco”: “Mis ideas”, dice, “son hegelianas”. Su enfoque estriba en centrarse en cómo pueden salir mal las cosas, y luego preguntarse hasta qué punto era necesario que fuese así. “Por ejemplo”, aunque admira al vicepresidente de Evo Morales, Álvaro García- Linera, tiene “el honor de no haber sido engañado por Hugo Chávez”. Zizek advirtió durante años que el militar acabaría mal, porque “no veía lo nuevo”, solo era “un Fidel con dinero, no resolvía los problemas, echaba dinero a los problemas”.

Así que el pensamiento crítico “duele” y “trae malas noticias”. Pero siempre “hay que provocar”. Aunque cuando profetiza males mayores, de tan estentóreo, cuesta adivinarle la intención provocadora. Así, le inquieta al máximo el “extraordinario progreso que está registrando la industria del armamento”, por su cruce con la civilización digital. Nos abocamos a “una guerra digital, cognitiva”, que “influirá en los cerebros”.

China puede ser el paradigma de la nueva tensión. Como lleva décadas sin experimentar su armamento sobre el terreno, a diferencia de EEUU “necesita probarlo, y la mejor forma de hacerlo es con una guerra”. Es “la situación más peligrosa”, deletrea.

sábado, 20 de octubre de 2018

Ramón Tamames y Dios

Ramón Tamames: "Dios existe... como existen Don Quijote o Hamlet", en El Mundo,  20 de octubre de 2018, por Sergio Eríquez-Nistal.

(Madrid, 1933) Economista, político, ex diputado constituyente, uno de los firmantes de los Pactos de la Moncloa... Ahora se plantea el sentido de la vida en su nuevo libro: Buscando a Dios a en el Universo (ed. Erasmus).

Ha estado usted buscando a Dios por el universo. ¿Lo ha encontrado? ¿Lo ha visto?

Lo intuyo y sigo buscándolo, pero todavía no lo he visto. Espero verlo algún día.

¿De dónde venimos?

Del Big Bang.

¿Qué somos?

El fruto de la evolución.

¿A dónde vamos?

A la Inteligencia Artificial, a una transformación de la especie, al transhumanismo y a no sabemos qué cosas más.

Los seres humanos, ¿seremos como dioses?

No, no seremos como dioses, pero seremos capaces de destruir la civilización humana con una guerra atómica.

¿Está todo previsto?

No. Existe el libre albedrío y además Dios no puede romper las leyes físicas, a no ser, claro está, que haga un milagro. Muchos, incluidos varios científicos, creen en los milagros.

¿Dios no está reñido con la ciencia?

En absoluto. El 40% de los científicos creen en algo. La inmensa mayoría no son religiosos, pero un 40% piensan que hay algo. Algunos de ellos tan importantes como Pasteur, Lemaitre o, ya en la actualidad, Collins, quien sostiene que el genoma es el alfabeto de Dios.

¿Estamos solos en el Universo?

Es probable que no. El universo en muy grande, y además puede haber otros universos. Pero las distancias son tan grandes que, como dijo Fermi, nunca veremos a los hombrecillos verdes. Si enviamos a la estrella más próxima, situada a cuatro años luz, una sonda a la velocidad máxima que podemos tardaría en llegar 70.000 años, y si a eso se suma el viaje de vuelta nos ponemos en 140.000 años. Si no estamos solos, es como si lo estuviéramos.

¿Es necesario que exista Dios?

Eso se lo ha preguntado mucha gente, incluido Stephen Hawking, quien en La historia del tiempo dice que cree en Dios. Hay una serie de misterios que a pesar de los avances de la ciencia no se han llegado a desentrañar, y es posible que nunca se desentrañen. En su último libro, Espejismo de Dios, Hawking cambia de idea y piensa que es todo un efecto de la fuerza de la naturaleza y concretamente de la fuerza de la gravedad. La pregunta es: ¿quién ideó la gravedad?

¿Y usted por qué considera necesario que exista Dios?

Por el sentido de la vida. En las religiones más avanzadas, y especialmente en la cristiana, Dios es un ideal de justicia, de paz, de amor. Y Dios existe, en cualquier caso. Dios existe como existe don Quijote, como existe Hamlet. Hemos creado un personaje, así que Dios existe. Incluso si, como dice Feuerbach, Dios no existe y sólo es una creación del hombre, sería una gran creación del hombre.

Y si hay un dios, ¿no debería manifestarse y poner fin al debate milenario sobre su existencia?

¿Y cómo quiere que se manifieste? ¿Con una voz en off que diga: "Yo soy Dios"? Además Dios, según algunos, ya se ha manifestado, depende de si crees o no a Moisés, a Santa Teresa... Yo no voy por la vía de la revelación o del misticismo, pero opino que cuando dejas de creer en Dios puedes creer en cualquier cosa.

¿Siempre ha creído?

Siempre he tenido un fondo. Mi madre era cristiana practicante, me quedé sin ella muy pequeño, pero guardo un gran recuerdo. Mi padre era todo lo contrario, no creía en nada, aunque al final de su vida me parece que tuvo un cambio de orientación. Yo a los 14, 15 años dejé de lado la religión y empecé a leer a Freud, a Marx, a Darwin. Pero nunca dejé totalmente de creer porque, como le ocurría a Rahner, el teólogo, creo en Dios porque lo aprendí de mi madre.

Si Dios existe, ¿por qué permite el holocausto, que haya curas pederastas y todo el horror del mundo?

Porque Dios respeta sus propias leyes. Y sus propias leyes permiten el libre albedrío, y el libre albedrío permite que seas un especulador o un santo, un político corrupto o un profeta.

¿Existirá la humanidad dentro de mil años?

Ése es el reto. Los grandes peligros que nos acechan están relacionados con la destrucción de la naturaleza, el calentamiento global, la lucha comercial, la pobreza y, el más inmediato, la guerra atómica. Cualquier hacker puede un día entrar con un ordenador en los monitores rusos o americanos y cargarse el mundo.

Me va a perdonar, pero esta vena mística, ¿le ha dado porque tiene una edad venerable y, ejem, ve más cercana la hora final?

No, para nada. Este libro me ha llevado siete años de trabajo y no lo habría podido hacer en otro momento. Pero las cuestiones que planteo en el libro -¿de dónde venimos, qué somos, a dónde vamos?- siempre me las he planteado y nos las planteamos todos.

martes, 25 de septiembre de 2018

Entrevista a Albright con motivo de su libro Fascismo. Una advertencia

Pablo Pardo, Entrevista a Madeleine Albright: "Lo que vemos en España con Cataluña ya lo vimos en Yugoslavia" en El País, 25 SEP. 2018:

Primera mujer que alcanzó el cargo de jefa de la diplomacia en su país e impulsora de la intervención militar en Kosovo, publica ahora un libro que describe el fascismo como una forma de alcanzar el poder fomentando la división social

Cosas de los estadounidenses: el despacho de trabajo de Madeleine Albright en la consultora y gestora de patrimonios que lleva su nombre -y con la que trabaja la ex ministra de Exteriores española Ana Palacio- es más pequeño que el de un jefecillo de tercera en cualquier empresa de España. Por tener, hasta tiene las paredes de cristal. O sea, es más una "pecera" que un "despacho". 

Probablemente, Albright haya rumiado en esa oficina la frustración que se llevó en la noche del 8 de noviembre de 2016 cuando, contra todo pronóstico, Donald Trump ganó la Presidencia. La primera mujer que fue secretaria de Estado de Estados Unidos recuerda que se encontraba en Nueva York, lista para celebrar la victoria de Hillary Clinton, su amiga y, además, esposa de su mentor, Bill Clinton -en cuyo Gabinete ejerció de impulsora de la intervención militar en Kosovo-. "Fue un golpe muy duro. Me quedé estupefacta, en shock. Y aún lo estoy", confiesa. En los meses siguientes, Albright empezó a ver de manera cada vez más crítica la política de países como EEUU, Hungría, Polonia, Turquía y Venezuela, hasta el punto de escribir el libro, que ahora publica Paidós en España, 'Fascismo. Una advertencia'. Es un volumen que "algunos dicen que es alarmista. Bien, es que quiero que sea una señal de alarma", recalca. Si alguien sabe de los peligros del fascismo es la católica y estadounidense Albright, que nació judía en Checoslovaquia hace 81 años con el nombre de Marie Jana Korbelová, y que perdió más de dos docenas de familiares en los campos de exterminio nazis. La tesis del libro es que el fascismo no es tanto una ideología como una forma de alcanzar y mantener el poder basada en fomentar las divisiones de la sociedad, y que, para que se dé, requiere tres factores: una fractura social, la debilidad del liderazgo político, y la aquiescencia de las fuerzas conservadoras.

Uno de los ejes del libro es el desprecio de Gobiernos y partidos por el sistema judicial y, en general, por la idea de Estado de Derecho. Para ellos, el líder -o el grupo social al que representa el líder- está por encima de la ley.

Depende en cada caso. Trump hace cosas como insultar a un juez que tiene un nombre hispano [Gonzalo Curiel], minusvalorar los aspectos legales de sus acciones y considerarse a sí mismo por encima de la ley. En otros países, como Polonia y Hungría, los Gobiernos están tratando de minar sus sistemas judiciales. Y una de las bases de una democracia es un sistema judicial independiente.

La idea de que las leyes o los acuerdos internacionales están solo para limitar a las sociedades y que éstas deberían empezar de cero se está extendiendo. El mes pasado, Max Boot [que es republicano, pero se opone a Trump] equiparaba en el 'Washington Post' lo que está pasando en Cataluña con el Brexit, en el sentido de que se trata de comunidades que creen que deben romper con el resto y seguir por su propia cuenta.

La globalización ha beneficiado a todos los países del mundo, pero también ha creado el problema de la identidad. Todos tenemos nuestra identidad étnica, religiosa, lingüística... Pero, si mi identidad odia o rechaza tu identidad, es un problema. Muchos países en Europa Central y Oriental fueron creados tras la Primera Guerra Mundial sobre la base de la identidad y eso, en algunos casos, lleva a la idea de que esas naciones tienen que tener una población homogénea. Para mí, eso es un error, como estamos viendo ahora en Hungría con Viktor Orban, que quiere que solo voten los que son étnicamente húngaros, vivan donde vivan, y no los inmigrantes o extranjeros que residen en el país. Eso también lleva a la creación de 'microestados' étnicamente homogéneos. Es algo que estamos viendo en España, y que ya vimos en la ex Yugoslavia. Es, insisto, un error, porque las sociedades multiétnicas son más estables.

En EEUU muchos culpan también a su partido, el Demócrata, de seguir una política de identidad, en la que cada uno debe votar por lo que es, no por lo que cree. En EEUU, los hombres -y muchas mujeres- blancos, y personas de nivel educativo bajo, votaron por Trump. Las minorías y los blancos con más educación, por Clinton. ¿No son responsables los dos?

No. La diversidad no es un problema para los demócratas, porque vivimos de ella, y somos conscientes de que ésa es la gran fuerza de EEUU. Nosotros no tenemos problemas con que nos voten más hombres. Sí creo, sin embargo, que la manera en que las sociedades se ven a sí mismas ha cambiado mucho en los últimos 20 años. Cuando yo llegué a EEUU [en 1948] este país era un crisol de razas y de culturas. Después, empezó un movimiento hacia la política de identidad con los afroamericanos, y el crisol se transformó en mosaico.

En su libro, usted cita una frase de Hitler, en la que éste alardea de que la clave de su éxito era presentar problemas complejos de una forma muy básica. Eso suena, y mucho, a lo que hacen las redes sociales hoy. ¿Empobrece la tecnología el debate público?

Mucho. La tecnología es como la globalización: tiene cosas buenas, pero también genera problemas. Recuerdo cómo una granjera keniana me contaba cómo había cambiado su vida ahora que no tiene que caminar kilómetros para pagar las facturas porque puede hacerlo con el teléfono. Eso es lo bueno. Lo malo es que la tecnología y las redes sociales han desagregado las voces. La gente vive en su propia cámara de eco, y solo oye lo que quiere oír, lo que confirma sus puntos de vista, y así no se puede hacer uno una idea fiable de lo que está pasando, lo que genera expectativas que no se cumplen, y rompe los partidos políticos. Y yo creo en los partidos políticos, porque, en mi opinión, ayudan a que la gente ponga sus puntos de vista en común y forme coaliciones con otras personas con las que tal vez no esté de acuerdo al 100%, pero sí en lo fundamental. Otro problema es la tiranía de la inmediatez. A mis alumnos [de la Universidad de Georgetown] les digo siempre: "La primera información que recibes siempre es equivocada".

Usted no menciona a Benjamin 'Bibi' Netanyahu en su libro, a pesar de que sus políticas y su retórica encajan en lo que usted define como fascismo: explotar divisiones, cuestionar la Justicia...

En esta cuestión de la evolución de la relación entre los israelíes y los palestinos, en este momento, es exactamente lo que usted está diciendo. Solo puedo decir que no estoy de acuerdo con lo que Netanyahu está haciendo, y con cómo ha capturado la misión de un Estado judío, porque un Estado judío no significa que tengas que eliminar la presencia de otros grupos. Democracia es, sin duda, gobierno de la mayoría y derechos de la minoría. Por eso, el tribalismo de un grupo contra otro impide la democracia. Sin compromiso, no hay democracia.

lunes, 4 de junio de 2018

Entrevista al juez de menores Emilio Calatayud

Emilio Calatayud: "Me meto con Aznar porque quitó la mili". Juez de Menores de Granada

CARMEN MORALES PUISEGUR Palma

El Mundo. 3 JUN. 2018 

"Me llamaron la atención porque dije que las niñas se hacían fotos como putas. No me dio tiempo a decir que los niños se las hacen como putos.Pero se las hacen. Ahora hay que decir que se hacen fotos erótico-místicas..."

Juega en la liga de las rock stars de la magistratura. Cuando el juez de menores Emilio Calatayud llegó el pasado viernes al claustro de Sant Bonaventura de Llucmajor pasadas las cinco de la tarde, casi cien personas lo esperaban a pleno sol en el patio del lugar para escuchar su conferencia. Fuera del recinto, Calatayud apuraba su pitillo y embelesaba con sus ademanes viscerales al alcalde y su cohorte, que le rendían pleitesía como si fuese una aparición.

Lo reciben como a una estrella de rock. ¿Está acostumbrado? Déjeme decirle que en Mallorca no se sale por cualquier motivo.

Mira, es lo que hay. He caído bien gracias a las redes sociales, Youtube... Dicen de mí que soy topic trending o algo así...

Trending topic. ¿Cuál es el éxito de su mensaje? Muchos están en redes sociales y no logran su éxito.

Sinceramente, no he inventado nada. Creo que a la gente lo que le gusta es que digo lo que pienso y muchos no se atreven a ello. Soy juez de menores, eso me da cierta autoridad. También caigo bien.
Es famoso por sus sentencias. Aveces parece muy moderno y otras, muy carca. Por un lado, destaca mucho la importancia de la educación y entre sus condenas, destaca la obligación de acabar la ESO...
Ésa es la que más dicto...

Pero, ¿a veces no es muy partidario de la mano dura?

Soy partidario del término medio, ni del padre autoritario ni el padre colega. Debemos tener autoridad sobre nuestros hijos así como el maestro debe tenerla sobre los alumnos. Y lo de que todos somos iguales, pues unos más que otros. Yo no soy igual a mi hijo porque soy su padre. Y el maestro tampoco es igual al alumno, porque es su maestro.

¿Cómo se logra el término medio?

Con una vuelta al sentido común.

¿Y cómo logramos el sentido común?

En este asunto, me meto con los cuatro presidentes de gobierno de la democracia. A todos les ha faltado el sentido común. Me meto con Zapatero, que quitó el derecho de corregir a los hijos de manera razonada y moderada. Me meto con Rajoy porque los jueces de menores le pedimos modificar el Código Civil y no lo hizo. Me meto con Felipe González, que quitó los centros de internamiento de salud mental. Y me meto con Aznar porque quitó la mili...

¿Volvería a instaurarla?

Sííííí (enfatiza hasta el infinito). Cuatro o cinco meses, no como en mi época. A todos los ciudadanos y ciudadanas. Que aprendan la disciplina, el esfuerzo. Todos iguales, pelaícos. Que sepan lo que es el Estado y la patria.
Eso es mano dura, ¿no?

Suena a disciplina, autoridad, esfuerzo, a compañerismo, a igualdad. Yo era antimilitarista... Al cabo de tiempo, he visto cosas buenas. También hubo cosas malísimas en la mili, ¿eh? Emmanuel Macron lo ha copiado pero de un modo suave, porque ha puesto un mes. Yo lo ascendería a cuatro o cinco meses.

Baleares tiene una de las mayores tasas del país de menores condenados. ¿Qué lo explica?

No conozco con exactitud la problemática de Baleares. Supongo que la inmigración influye. ¿Cuál es el índice de fracaso escolar?

Un 26,5%, una de las más altas del país. Jóvenes que abandonan los estudios y empiezan a trabajar en puestos poco cualificados de la industria turística.

Una tasa de fracaso escolar similar a Andalucía, el territorio que yo conozco. Es una vergüenza. Los niños tienen que estar en la escuela. Echo de menos un pacto por la educación, una ley que dure una generación entera, no una legislatura solo. Lo fundamental, la familia y segundo, la escuela.

¿No se trata de un discurso muy conservador?¿La familia es la panacea?

La familia es la base de la sociedad.

Pero no todas las familias funcionan bien...

Por supuesto. Por eso debemos regular las familias. Cuando las feministas decían el 8-M que si las mujeres paran, se para el mundo. ¡No! No se para, ¡se acaba el mundo! Por eso, hay que cambiar la regulación de la familias. Tenemos familias que se han creado de dos familias fallidas, de padres homosexuales, monoparentales... pero es la base de todo. No conozco a ninguna de las familias anteriores que no esté ayudando a un hijo, a un nieto, a un sobrino. Luego, está la escuela. La sentencia que más dicto es condenar a los chavales a sacarse la ESO y la que más me duele. Hay mucho chaval analfabeto de 15 años. La educación es la ventana a la libertad.

La asociación Proyecto Hombre de Baleares tiene un programa de lucha de adicción contra la tecnología. En enero de 2018, contaba con 4 hikikomori -jóvenes que se aíslan en su habitación enganchados a la tecnología- en tratamiento. A uno de ellos hubo que sacarlo del cuarto por orden del juez, porque agredía a la madre cuando le cortaba Internet o entraba a la habitación. ¿Qué ocurre con la tecnología?

Hay dos delitos en ascenso entre los menores: maltrato de hijos de clase media o media-alta a sus padres. Segundo, los móviles. Delitos de amenazas, chantajes, coacciones, contenido sexual, delitos contra el honor o la intimidad. Lo digo desde hace tiempo -señala el móvil-: eso es una droga. Soy fumador y no le daría a mi hijo de dos años un cigarro. Estoy hasta las narices de ver a padres que mientras se toman la cerveza en el bar, le dan a su bebé de un año un móvil para que no moleste. Luego, el teléfono es un instrumento muy peligroso para delinquir o para ser víctima de delitos.

¿Cuál es el caso más grave que se ha encontrado?

Una niña de 12 años que se peleó con el novio, de 14. Se empareja con otro colega, que le pide una prueba de amor. La chica se hace una foto y se la envía por whatsapp. Le pide otra prueba, y la niña le envía una foto del pecho. El niño le pide una prueba de amor todavía más fuerte y la niña le envía un video masturbándose durante 6 minutos. El nuevo novio se la envía al antiguo, y éste la difunde a todo el mundo en el ciberespacio. Me llamaron la atención porque dije que las niñas se hacían fotos como putas. No me dio tiempo a decir que los niños se hacen fotos como putos. Pero se las hacen. Ahora hay que decir que se hacen fotos erótico-místicas... Pero cuando un niño cuelga una imagen, pierde el control sobre ella. Ya tenemos grabaciones de películas porno entre chavales y se están colgando.

¿Qué condenas se imponen en estos casos?

Depende, puede que libertad vigilada. El problema son las responsabilidades civiles que tienen que pagar los padres. ¡También me llamaron la atención porque dije a los padres que había que violar la intimidad de los hijos! ¡Pues claro! ¡Cómo toda la vida! En mi época se registraba la mesilla de noche o los bolsillos.

En Palma, un menor fugado de un centro de menores, entró en una casa. Violó a la dueña y luego quemó la vivienda. ¿Sirven los centros de menores?

Se ha criticado La Ley de Menores, pero funciona. El 80% de los chavales que cometen delitos no son delincuentes. Hay que ayudarlos a madurar. Otro 10% sí es carne de cañón. El otro 10% es muy trabajable, depende del momento, la oportunidad, una buena pareja.

Una amiga pierde a su hija de 4 años en un centro comercial. Cuando la niña aparece, la madre le da un abrazo y le regaña levemente. A un niño de la generación anterior, le hubiesen dado un cachete en el culo. ¿Qué opción prefiere?

Depende del momento. Pero confundir un cachete con un maltrato es una barbaridad. Yo le he dado a mis niños cachetes en el culo o una torta, no pasa nada. Rajoy le dio un cachete a su hijo en la tele.

¿Fue correcto?

Sí. Se le criticó mucho. Ahora le das una colleja a un niño en la caja de El Corte Inglés y una señora te dice que hay maltrato e incluso te pueden quitar al niño. No tenemos sentido común. Tu padre seguro que te educó de otra forma y quizás tenía menos formación que tú, pero tenía más sentido común que la generación actual. Insisto, nos han vendido la película de que somos iguales y no. El principio de autoridad es un principio fundamental de un Estado democrático y de derecho.

Tenemos un pasado de 40 años de autoridad que tampoco fue el mejor...

Y no aprendimos nada. Mira donde estamos. ¡No hemos aprendido nada! Creo que nunca se debió transferir a las autonomías la educación, la sanidad, la justicia, la seguridad... Eso tiene que llevarlo Madrid. ¿Qué ha pasado? Pues 155. ¿Por qué? Un niño malcriado al que le han dado y dado. Con los hijos, pasa lo mismo. Para ellos tenemos el 155 del Código Civil [Los hijos deben obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad]. Habrá que hacer otro 155 para la escuela.

jueves, 15 de febrero de 2018

Entrevista con Carlos García Gual

Carlos García Gual: “Los alumnos pasan mucho tiempo con el móvil. No saben nada”
José Andrés Rojo 12 FEB 2018 - 10:17 CET

Ocupa el sillón J de la Real Academia Española. Escritor, catedrático y traductor, convirtió la literatura y el mundo clásico en sus pasiones. Pero el título que le atribuyen sin discusión quienes lo conocen y lo han leído es el de sabio. Pasó su infancia en el Mediterráneo, sumergido en la biblioteca de su abuelo militar. Fue un niño miope al que le gustaba poco el deporte, una rareza en su familia. Asegura que la lectura es la manera de escapar de “la prisión del presente”.

Tiene algo de exótico un catedrático (emérito) de Filología Griega en un mundo que le ha vuelto la espalda a los saberes clásicos. Por eso mismo, dice Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) hace falta “ir a las barricadas”, para seguir peleando por que a las humanidades les quede al menos un rincón. Escritor, crítico, ha recibido dos veces el Premio Nacional por algunas de sus muchas traducciones. Dirige la colección Biblioteca Clásica Gredos. Por dar noticia de la variedad de sus intereses, basta con citar algunos de sus libros: Epicuro, La secta del perro, Diccionario de mitos, Las primeras novelas, Sirenas: seducciones y metamorfosis o el último, La muerte de los héroes. Hace poco fue elegido para ocupar el sillón J de la Real Academia Española. De dónde viene, cómo fue su historia, qué España le tocó vivir: de eso tratamos en su casa de Madrid para averiguar cómo terminó convirtiéndose en un hombre sabio, un título que le otorgan sin la menor discusión cuantos lo conocen y lo han leído.

¿Qué me dice de sus primeros años?

Nací en Palma en casa de mi abuelo. Entonces se nacía en las casas. Soy el primero de seis hermanos, mi padre era militar de baja graduación. De niño iba con mi abuelo a la catedral a misa mayor (no era muy religioso, pero le gustaba la ceremonia). Al salir me encontraba con la bahía, hay un mirador estupendo, y luego estaba recorrer de un lado a otro el paseo del Born. Hasta los siete años.

Empieza ya entonces a leer. 

Mi abuelo tenía una biblioteca bastante grande y muy bien ordenada, a diferencia de la mía. La suya debía de tener 4.000 o 5.000 ejemplares y se pasó la vida ocupándose de ella. Era un hombre muy disciplinado, se levantaba a las ocho de la mañana y se acostaba a las doce de la noche después de escuchar Radio París. Siempre hacía lo mismo. Poseía unas libretas donde tenía catalogados todos sus ­libros. Tuve también un tío que escribía en los periódicos. Mi abuelo no. Se sabía poesías de memoria. Le gustaban mucho Amado Nervo, Rubén Darío y, un poco menos, Unamuno. Tenía toda la obra de Blasco Ibáñez, al que yo nunca leí por prejuicios.

“Gente como mi abuelo, con una gran cultura literaria,  que estaba al día de lo que pasaba, que anotaba sus libros, ha ido desapareciendo”

¿A qué se dedicaba su abuelo?

Era coronel de carabineros retirado. Se retiró en 1935. Los carabineros no se sumaron al alzamiento, y tal vez, de haber estado en activo, lo hubieran fusilado. El castigo que Franco les impuso fue el de mantenerles la paga de 1936, así que en los años sesenta seguía cobrando lo mismo que al empezar la guerra: mil pesetas. Tenía algún amigo general que había muerto en la mayor de las pobrezas. Ese tipo de gente, como mi abuelo, ha ido desapareciendo. Gente que poseía una gran cultura literaria, que estaba al día de lo que pasaba. Sus libros estaban anotados. Mis favoritos de su biblioteca fueron Conan Doyle y Julio Verne, en unas viejas ediciones con grabados. Yo era un niño bastante miope, con gafas. Muy poco deportista. Fui una rara avis dentro de la familia.

¿Por qué se va de Palma?

Cuando tenía ocho años, mi padre pidió el traslado a Rosas, en Girona, a una batería de montaña. Donde ahora está elBulli hubo una batería de montaña, que yo recuerdo con unos cañones tremendos. Y allí estuvimos más o menos cinco años. A mi padre le gustaba cazar y pescar. Lo había hecho en el norte de Mallorca y luego lo hizo en Rosas. A mí me gustan esos paisajes, el del Ampurdán y el de Mallorca, se parecen un poco a las islas griegas. Mi niñez y mi adolescencia están ligadas al Mediterráneo. Luego me vine a Madrid a hacer la carrera. Vine solo.

Fue hijo de militar en una dictadura gobernada por militares.

Mi padre no era nada militar, se pasaba la vida en el café. Antes de la guerra se había alistado como voluntario y lo destinaron a África. Así que vino desde allí con las tropas de los moros. Y estuvo en ­todas partes: en Brunete, en Belchite, en el Ebro. Pero era muy joven, no sé si llegó a sargento. Si se quedó en el Ejército fue porque aquella catástrofe lo dejó desconcertado. Su familia era de derechas y un hermano suyo murió en la guerra, pero terminó siendo totalmente antifranquista. Tuvo que luchar cuando debería haber estado estudiando y luego ya no pudo hacerlo. Venía de esa zona de Castilla donde estaban muy implantadas las JONS y tenía muchas ilusiones, según contaba mi madre, de que vendría un mundo mejor. Así que vivió siempre desilusionado. Hablamos poco. Me he quedado con algo pendiente. Es lo que decía Fernán Gómez sobre su padre, que nunca le pudo decir cuánto lo quería. Era una persona como bondadosa. Nunca hablaba de la guerra. Y nosotros no le preguntábamos. Tenía muchos méritos acumulados, así que eso terminó conduciéndole también a Madrid, al Ministerio del Ejército, uno o dos años después de que llegara yo.

¿De qué parte de Palencia venía?

Su padre era de San Cebrián de Campos, un sitio muy bonito cerca de Carrión, en la Castilla más antigua, en la comarca del Pisuerga. Era veterinario y, al revés del abuelo de Palma, muy desordenado. Tenía una especie de herrería en una cuadra donde también había caballos. En el patio crecía un gran moral, donde nos subíamos de pequeños y nos manchábamos enteros. Mi amor por Castilla viene de ahí. Viajábamos en tren, generalmente en vagón de tercera; éramos entonces los cuatro hermanos pequeños y mis padres. Íbamos en barco de Mallorca a Barcelona, donde mi padre, para hacer tiempo, nos llevaba a un cine de las Ramblas donde ponían películas cómicas en sesión continua: Charlot, ­Jaimito, etcétera. Y al zoo. De Barcelona solo conocíamos el cine y el zoo. Y luego íbamos a la estación de Francia y cogíamos un tren que tardaba veintitantas ­horas; hasta Valladolid primero y después a Palencia.

¿Y su madre?

Fue la que nos crio a todos. Era una mujer muy alegre, siempre rodeada de niños. No hizo nada más que cuidar de la casa. Pienso que fue feliz a medias. No le gustaba la cocina, no le gustaba coser, hubiera preferido una vida más alegre. Se vio hipote­cada por los seis hijos. Llegó a vivir muchos años, unos noventa, y en los últimos le salió un poco la amargura de haber gastado toda su vida en la familia. Tenía un fondo frívolo, le hubiera gustado que se ocuparan más de ella. Era muy tradicional.

¿Cómo terminó dedicándose al griego?

Tuve siempre vocación de letras, por el ambiente familiar. Si decidí dedicarme al griego fue porque, en Filosofía y Letras, los profesores de lenguas clásicas eran muy buenos. Francisco Rodríguez Adrados o Luis Gil, que todavía viven. De hecho, la presentación en la Academia fue promo­vida por Adrados: tenía miedo de que se quedaran sin helenistas.

¿Cómo era el Madrid de aquellos años? 

Me gustó mucho. Fui del mismo curso que Manuel Gutiérrez Aragón, Carlos Piera, Jesús Muñárriz, Lourdes Ortiz... Era una universidad muy politizada, aunque no todo el mundo lo estuviera. Algunos de mis amigos pertenecían al partido comunista. Participe en la manifestación de 1965. Me detuvieron, pero durante poco tiempo. Más adelante conocí a García Calvo y a Tovar. Entonces se leía mucho, fuera de los textos obligatorios. Era la época del existencialismo, de Sartre y Camus, a quienes se los conocía bien. Los más finos leían a Guillén o a Aleixandre. Era un mundo donde no había televisión, donde no había pantallas, y el cine español tenía cosas interesantes, no solo las comedias de Landa. Tuvo mucho éxito en aquella época la novela Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos. Todo eso ha ido desapareciendo. Ahora los alumnos leen muy poco. Fuera de lo que es obligatorio, no saben nada. Pasan mucho tiempo dedicados al móvil y no les queda casi nada para leer.

“La gente que no lee vive en la prisión del presente. La vulgaridad siempre tiene a su favor la facilidad. Es muy fácil ser vulgar, ser como todos”

Eso le debe parecer un horror, ¿no?

Soy sobre todo lector y todo lo que he escrito tiene que ver más con mis lecturas y menos con mis experiencias personales. Para mí, leer es entrar en un mundo de horizontes casi diría que infinitos. Y donde hay figuras dramáticas y situaciones y épocas que son mucho más interesantes que mi propio contexto. Quien no lee está limitado a sus circunstancias más próximas: los vecinos, la tele, los juegos. Para mí, la lectura es como un campo de ­correrías. Siempre he leído y he escrito lo que me ha gustado. Seguramente por eso soy mal ejemplo para filólogos. Decía Martín de Riquer en una entrevista, aunque no es del todo exacto: “Yo no he trabajado nunca. Todo lo he hecho por placer”. Yo creo que no es incompatible lo uno con lo otro, pero a mí me pasa lo mismo: todo lo he hecho por placer. Cuando llegue al más allá no haré reclamaciones.

¿Cómo le fue en términos académicos? Comencé siendo un lingüista estructural. Me gustaba mucho la sin­taxis y el estructuralismo estaba de moda. Era una disciplina puntera e hice mi tesis sobre las voces del verbo griego, un trabajo bastante difícil, y el libro que salió de ahí me sigue pareciendo estupendo. Se publicó en 1970. Me apasiona el griego y he traducido mucho. Pero, sí, he derivado hacia la literatura. Me gusta la épica, me gustan las aventuras. Luego también me he metido en los mitos artúricos. Mi atracción ha pasado de los clásicos al mundo de la mitología. He trabajado bastante en la literatura comparada, las literaturas medievales inglesa, francesa, alemana. No he tratado la literatura más cercana, sino la que está más distante. Al terminar, fui catedrático un año en Granada y seis en Barcelona, pero siempre hemos tenido la unión con Madrid, porque mi mujer era de Madrid.

¿Y qué pasó con el griego?

Sigo acudiendo mucho a los griegos. La Iliada, la Odisea, las grandes obras trágicas me atraen mucho; también Platón. Me han gustado asimismo textos un poco raros, que ni siquiera estaban en español. Yo traduje, por ejemplo, El viaje de los argonautas, de Apolonio de Rodas. Y también la vida de Alejandro, de Pseudo Calístenes. Es un griego, seguramente egipcio que escribía en griego, y se ocupa del mito de Alejandro 400 años después de su muerte. Ahí ya están algunas de sus grandes aventuras: un viaje en globo a las alturas, un viaje en una bola de cristal al fondo del mar, el encuentro con los árboles parlantes. En España todo eso está en el Libro de Alexandre, del primer tercio del siglo XIII.

Aventuras y aventuras.

Me atraen las aventuras míticas, que tienen su lado fabuloso. Por eso en la última versión de mi libro sobre los mitos he metido a uno que hasta ahora no me atrevía: Tarzán. Es un héroe moderno, pero no es galáctico. No puedes compararlo con Superman, y me parece mucho más interesante aunque políticamente incorrecto. Es el niño blanco, de buena familia inglesa, que recupera en medio de la selva y los monos todo el mundo victoriano.

Y la política, ¿no le ha atraído nunca?

Me he mantenido siempre bastante apartado. De ideas soy de izquierdas, me gusta el marxismo teórico, pero creo que la práctica lo ha desprestigiado mucho. Nunca he pertenecido a ningún grupo político, aunque he sentido cierta simpatía por el socialismo de la época de Felipe González. Y soy un admirador de la Transición: aunque tiene sus limitaciones, fue un gran avance. Vengo de la época franquista y nunca he podido aceptar el mundo de la censura. Hice un viaje a Cuba para estar dos semanas como comisario de libros. No pude aguantar más que una. Era un mundo donde no había periódicos y donde la gente que acudía a las conversaciones venía con ideas previas, con sus papelitos para censurar.

También se ha ocupado del pensamiento. 

Sí, la filosofía ha sido muy importante para mí. He escrito prólogos para libros de Platón, Aristóteles, para otros grandes. Pero también, y fundamentalmente, he abierto la línea sobre Epicuro y los cínicos. Mis libros fueron anteriores a cuando se pusieron de moda. Todo el mundo habla ya de Epicuro, pero mi libro fue de los años ochenta. Y luego están los cínicos, a los que se llamaba la “secta del perro”. Me gusta lo que hay en ellos de búsqueda de una felicidad terrestre y su desconfianza en el idealismo y las falsas ideas, y esa búsqueda de la amistad, de una sociedad sin grandes pretensiones pero muy humana. Los cínicos me han hecho gracia, y eso que yo soy más epicúreo que cínico. Me han interesado como movimiento de protesta con una gran dosis de humor, de un humor punzante. Eran muy anarquistas.

Le interesa, por lo que veo, lo más próximo, lo que está escrito en letras minúsculas. 

Como los epicúreos, creo en la amistad. Pero en unos cuantos amigos, a los que se pueda tratar de verdad. Toda esta gente que a través del móvil tiene cientos de miles de amigos, pues eso me parece una tontería. No creo en las grandes palabras huecas.

¿Le gustó su paso por la universidad? 

Me ha gustado dar clases. Otros aspectos de la universidad ya me gustan menos. Toda la cosa burocrática, los programas de investigación que te permiten viajar, todo eso no me ha interesado. Fui dos años vicerrector en la UNED y las reuniones me aburrían mucho. Me gusta el griego. He tenido pocos alumnos porque me tocó ya la época en la que el griego dejó de ser la asignatura que debía cursar todo el mundo, por lo menos durante los primeros años de comunes. Mantengo muy buenas relaciones con algunos alumnos, hace unas semanas coincidí con los de la promoción de 1970.

¿Cómo ve las cosas ahora?

Hay un prejuicio funesto que es el de la rentabilidad. Obtener algo de inmediato, que la gente estudie para colocarse. Conocer unas cuantas materias y un poco de inglés. Creo que todo eso es un empobrecimiento. El ser humano tiene unas capacidades imaginativas, y de memoria y de entendimiento, que se abren con la cultura. Pero eso a los Gobiernos de ahora no les interesa. No es rentable para ellos como políticos y, piensan, tampoco es rentable para los que tienen que colocarse. Pero reducir la vida a eso es un poco triste. Hay tiempo para todo: se puede ser un buen lector y un buen ingeniero. Esta es una batalla, la batalla de las humanidades, perdida. En grandes líneas. Pero puede haber focos de resistencia. Hay que volver a las barricadas, individuales y de pequeños grupos. El lector seguirá existiendo, aunque sea en este mundo hostil. Serán minoría, pero existirán. La lectura está unida a la crítica y a los grandes horizontes. La gente que no lee es gente de mentalidad muy reducida: viven en la prisión del presente.

¿Hay alguna salida?

Es difícil. La vulgaridad tiene siempre a su favor la facilidad. Es muy fácil ser vulgar, ser como todos, el mínimo común denominador. Es lo que hay.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Dos entrevistas con el filósofo Woody Allen

I

Álex Vicente, Woody Allen: “Que destruyan mis películas, me dará igual”. El director estrena ‘Wonder Wheel”, tragedia ambientada en un parque de atracciones del Brooklyn de su infancia, con Kate Winslet y Justin Timberlake, El País, 21 DIC 2017

Para Woody Allen (Nueva York, 1935), la vida es un parque de atracciones donde la mitad de los tiovivos no funciona y la otra mitad procura emociones mucho menos intensas de lo que uno esperaba. Su nueva película, Wonder Wheel, que se estrena hoy, reúne a cuatro personajes desesperados en el Coney Island de los cincuenta, la gran feria pegada a la playa de Brooklyn en la que transcurrió parte de su infancia. La entrevista tiene lugar en un hotel de lujo de París. Durante su trascurso estará terminantemente prohibido mencionar los escándalos sexuales que han sacudido Hollywood durante el otoño y que ha destapado su propio hijo, Ronan Farrow, con quien lleva años enemistado. “Ni Harvey Weinstein, ni Kevin Spacey, ni Oliver Stone”, insistirá su publicista antes de dejarnos entrar en su habitación, amenazando con interrumpirla en el momento en que dejemos de hablar de la película. Pero no dirá nada sobre las consecuencias que este nuevo clima puede tener en la consideración de su obra. ¿Dejará de ser Woody Allen, cargando con graves acusaciones que siempre ha desmentido, un intocable del séptimo arte?

Pregunta. ¿Por qué escogió un parque de atracciones como decorado?

Respuesta. Es un lugar lleno de sustos fáciles y falsas apariencias. Mis personajes viven al otro lado del decorado de ese gran espectáculo de magia. Ellos saben en qué consisten sus trucos baratos. Cuando los ves sobre el escenario te parecen maravillosos. Pero, bajo la superficie, descubres que son insulsos y que no tienen ningún glamur...

P. Parece utilizarlo como metáfora de la propia vida.

R. La única diferencia es que la vida suele ser tan fea por fuera como por dentro. Pocas cosas escapan a esa regla: un puñado de obras de arte, ciertos momentos vividos con los demás y algunos instantes encantadores, heroicos o románticos… Pero no son demasiados. La mayor parte es solo una carga.

P. Su película se inspira en Tennessee Williams y Eugene O’Neill. ¿Qué aprendió de ellos?

R. Que es fascinante observar a personajes en crisis. Al interesarnos por ellos, puede que aprendamos algo sobre la vida. En todo caso, siempre logramos sentir algo…

P. “Obsesionados por un cuento de hadas, nos pasamos la vida buscando una puerta mágica que nos lleve a un reino perdido de paz”, escribió O’Neill. ¿Lo comparte?

R. Sí, tenía razón. Nos pasamos la vida esperando que suceda algo que, por arte de magia, lo cambie todo a mejor. En realidad, la vida suele cambiar a peor. Creemos que nos tocará la lotería, que nos darán el trabajo de nuestros sueños o que conoceremos a la persona perfecta, que logrará terminar con nuestro espantoso matrimonio. Incluso cuando eso ocurre, te terminas dando cuenta de que te enfrentas a algo muy superior. En un momento dado, te preguntas adónde vas y entiendes que solo te harás viejo y morirás. En el sentido existencial, no se resuelve nada.

P. Entonces, ¿perseguir la felicidad es cosa de necios?

R. No me parece grave, siempre que sepas que no tiene ningún sentido. Mientras todo esto dure, siempre es mejor ser feliz que desgraciado. Es mejor ser un hombre rico, con buena salud y una relación sentimental agradable que un tipo amargado, sin techo y sin amigos. El problema es que, al final, los dos terminarán enterrados en el mismo cementerio…


Tráiler de 'Wonder Wheel'.
P. Esta película, igual que la anterior, Café Society, fantasea con la vida que pudimos tener y no tuvimos.

R. Es algo que han enseñado autores como Chejov, que siempre habla de personajes que aspiran a que todo sea diferente. Salvo que nunca lo es, porque llevan en su interior la semilla de la infelicidad…

P. ¿Fantasea usted con otras vidas? ¿Qué le hubiera gustado que fuera distinto?

R. Me hubiera gustado no estar limitado por ciertos defectos de mi carácter. Me hubiera gustado ser menos cobarde, más dispuesto a correr aventuras, menos hipocondríaco. Más libre…

P. Wonder Wheel es un estudio sobre el “error trágico”, ese defecto de carácter que, en la tragedia griega, provoca la caída del héroe. ¿Cuál sería el suyo?

R. Mis defectos no llegan a trágicos. Como mucho, son patéticos. Soy asustadizo, corto de miras, cerrado, huraño, desconfiado… Podría seguir todo el día…

P. Su protagonista, esa actriz venida a menos a la que interpreta Kate Winslet, se ve carcomida por los remordimientos. ¿De qué se arrepiente usted?

R. Tengo muchos remordimientos, aunque tal vez no sean los que los demás creen. Me hubiera gustado seguir estudiando. Me hubiera gustado tomar decisiones artísticas diferentes. Me hubiera gustado ser más decidido con ciertas mujeres, para lograr conocerlas, salir con ellas y vivir bonitas experiencias…

P. ¿Qué lamenta en lo artístico?

R. Hubiera preferido ser menos comercial cuando debuté. Entonces me incitaron a ser cómico. Mi carrera hubiera sido más difícil, pero lamento no haber tenido la valentía de llevar a cabo lo que tenía en mente.

 P. ¿Lamenta haber sido demasiado divertido?

R. No, eso tampoco, porque el humor me salvó la vida. No sé de qué hubiera trabajado si no hubiera sido divertido. Pero me hubiera gustado estudiar poesía y convertirme en poeta… Mi humor ha sido bastante escapista, con una pátina de entretenimiento. Me hubiera gustado hacer más tragedia, porque siempre es más beligerante.

P. ¿Hay películas que lamente haber rodado?

R. No puedo decir eso, pero sí hay películas que hubiera preferido hacer mejor. Lamento haber dicho que sí a Crisis in six scenes [su miniserie para Amazon]. Fue más difícil de lo que creía. No creo que vuelva a hacer televisión, a no ser que se me ocurra algo sensacional.

P. Desde hace años, casi todas sus películas están protagonizadas por mujeres. ¿Por qué motivo?

R. Me acostumbré a trabajar así desde que empecé a escribir para Diane Keaton. En cierto modo, son más complejas que los hombres. Los hombres tienen menos dimensiones. En las películas estadounidenses suelen ser solo brutos que llevan armas. Las mujeres viven, sienten y expresan más cosas. Cuando uno aspira a hablar de las emociones de la vida, las mujeres te lo ponen más fácil.

P. En ese sentido, ¿su psicología es más femenina que masculina?

R. Sí, existe un elemento femenino en ella. Estoy seguro de ello. Cuando lo tienes, empatizas más con las mujeres.

P. Por primera vez desde Roosevelt, un neoyorquino ocupa la Casa Blanca. ¿Cómo evalúa a Trump?

R. Es ridículo. No entiendo por qué quiso ser presidente. Está claro que no es algo que se le da bien. Una vez salió en una de mis películas [Celebrity]. En aquel tiempo se dedicaba a jugar a golf y acudir a concursos de belleza. No sé qué se le ha perdido en la escalada nuclear con Corea del Norte o la lucha contra el cambio climático. Como dijo P.T. Barnum, pionero del circo en el siglo XIX, nunca hay que subestimar el gusto del público estadounidense. No es un público muy sofisticado…

P. Se cumplen 10 años del rodaje de Vicky Cristina Barcelona. ¿Ha seguido la situación política en Cataluña?

R. Sí, un poco. Nunca logré entender la intensidad del sentimiento catalán respecto a la independencia. Ahora leo que es una cuestión financiera. Cuando pensamos en España, no logramos imaginar un país en el que no esté Barcelona. Seguro que tienen sus razones, pero es triste que se quieran marchar. Espero que puedan resolverlo y que España siga siendo el gran país que siempre ha sido.

 P. ¿Le preocupa la posteridad? En el contexto actual, ¿cómo cree que lo tratará la historia, a usted y a sus películas?

R. No soy una persona que se preocupe por su legado. No me puede importar menos lo que la gente piense de mí o de mis películas. Cuando esté muerto, el único valor que tendrán será como fuente de ingresos para mis hijos. Si no necesitan el dinero, que las cojan y las destruyan en una trituradora de papel, me dará igual… Cuando me haya marchado, se terminó.

P. ¿Qué respondería a los espectadores que, de un tiempo a esta parte, se niegan a ver sus películas?

R. Me parece perfectamente legítimo. Hay gente a la que le apetece y otra gente a la que no. Yo también tengo mi propio gusto. Es un sentimiento totalmente aceptable.

P. ¿Qué piensa hacer después de esta entrevista?

R. Iré a ver una exposición sobre Gauguin. Su historia es interesante: cuando llegó a Tahití, descubrió que el paraíso no era tan bello como él había imaginado, así que decidió embellecerlo en sus cuadros. Pero eso no evitó que terminara muriendo de sífilis...

II

Woody Allen: “De no ser tímido, habría tenido una vida mejor”, El País, 2 de novuiembre de 2014:

Claustrofóbico, alarmista, tímido, pesimista... Calificativos para un cineasta genial que con casi 80 años, vuelve a su cita anual con una nueva película: 'Magia a la luz de la luna'

Los chistes, la angustia existencial, el autoanálisis, la lucidez. Los pensamientos sombríos, los requiebros, la falta de esperanza, el buen humor. El cine de Woody Allen contiene todos estos ­elementos, Woody Allen se compone de todos ellos, y todos ellos aparecen a lo largo de esta entrevista que se celebra en un lujoso hotel de París. A punto de cumplir los 80 años, el viejo Allan Stewart Königsberg, mago de la palabra cinematográfica, reverenciado director y agudo ­comediante, autor de películas deslumbrantes como Manhattan, Annie Hall, Zelig o Delitos y faltas, entre muchas otras, acude fiel a su cita anual con las pantallas, un compromiso del que no se ha apeado más que dos veces desde el año 1966. Una película al año. Su compulsión en la elaboración de largometrajes no tiene parangón. Y ya van 46 películas detrás de la cámara.

Magia a la luz de la luna, su nueva entrega, la historia de un mago interpretado por Colin Firth que intenta desenmascarar a una médium (Emma Stone) en la Francia de los años veinte (se estrena el próximo 5 de diciembre), llega después de una de las más aclamadas películas de su filmografía, Blue Jasmine. Allen se muestra en buena forma durante la entrevista. Cualquiera diría que va a cumplir 80. Sólo se incomoda cuando es preguntado por la acusación de su hija adoptiva Dylan Farrow, que afirma haber sido víctima de abusos sexuales cuando tenía siete años. A pesar de que el caso fue desestimado en 1993 por falta de pruebas, Dylan Farrow escribió el pasado mes de febrero una carta en The New York Times en la que volvía a acusarle. Sólo en lo relativo a esta cuestión Allen se revuelve en el sillón, sobrepone su argumentario sobre el enunciado de la pregunta y hace todo lo posible por evitar la cuestión.

Estás condenado a muerte desde el nacimiento. ¿Y todo para qué?"

El hombre que sueña con arañas, según confiesa, y cuya película favorita es El ladrón de bicicletas, del maestro De Sica, responde ligeramente repantingado en una butaca de la habitación 205 del hotel Le Bristol en el que botones con bonete acarrean paquetes por recepción como si siguiéramos en ese París de los años veinte que a Allen tanto le fascina. Habla con cierta lentitud, lúcido y pesimista. De vez en cuando, detrás de sus palabras, emerge su sonrisa de niño pillo.

A través del mago Stanley Crawford, el protagonista de su nueva película, usted describe a un hombre que quiere escapar de la realidad para abrazar la magia. ¿Hace usted lo mismo? Sí, pero no podemos. A los dos nos gustaría que hubiera algo mágico en el universo, en la vida, pero, desafortunadamente, parece que lo que ves es lo que hay.

O sea, que es usted tan racional como el personaje. Totalmente.

¿Y qué supone esto en su vida? Significa que la mayor parte del tiempo estás deprimido, en vez de estar feliz. Es triste la condición del ser humano, tener que pasar por esto…

¿A qué se refiere? Vivimos en un mundo que no tiene sentido, ni propósito. Somos mortales, y todas las preguntas importantes… Para mí lo importante no ha sido nunca quién es el presidente de Estados Unidos, esas cuestiones van y vienen. Las preguntas importantes se quedan con nosotros y no tienen respuesta. ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿De qué va esto? ¿Por qué es importante que envejezcamos, por qué morimos? ¿Qué significa la vida? Y si no significa nada, ¿de qué sirve? Esas son las grandes cuestiones que nos vuelven locos, no tienen respuesta, y uno tiene que seguir adelante y olvidarse de ellas.

 Woddy Allen durante el rodaje de su nueva película, junto a Colin Firth (a la izquierda)ampliar foto
Woddy Allen durante el rodaje de su nueva película, junto a Colin Firth (a la izquierda)
Usted ha abordado todas estas cuestiones a lo largo de su filmografía. A medida que pasa el tiempo, ¿las afronta uno de un modo distinto? Alguna gente sí; alguna gente cambia. Yo no he cambiado lo suficiente; ojalá hubiera podido cambiar más. Hay gente cuyos puntos de vista se modifican según pasan las décadas. Empiezan creyendo en Dios y cuando son más mayores ya no creen porque la vida les ha desilusionado. A otros les pasa lo contrario, se hacen mayores y empiezan a creer en Dios porque su experiencia les lleva a la conclusión de que hay un poder superior, que hay algo más…

No es su caso. No, yo no creo. Tengo una visión pesimista y realista de las cosas. Como Colin Firth en esta película, creo que lo que ves es lo que hay.

En un momento dado de la película, el personaje interpretado por Emma Stone dice algo como: “Todos necesitamos mentiras para poder vivir”. ¿Necesitamos mentiras para vivir? Sí; Nietzsche lo dijo; Freud lo dijo; Eugene O’Neill lo dijo en una de sus obras. Necesitamos espejismos, la vida es demasiado terrible de afrontar y no podemos afrontar la verdad de lo que es la vida porque es demasiado horrible. Cada ser humano posee un mecanismo de negación para sobrevivir. La única manera de sobrevivir es negar, ¿negar el qué?: negar la realidad. La vida es una situación tan trágica que solo negando la realidad sobrevives.

¿Siempre le pareció tan trágica la vida? Sí, desde que fui capaz de pensar, desde que tenía cinco años, siempre me pareció tremendamente trágica.

Woody Allen. Nacido en Brooklyn (Nueva York) el 1 de diciembre de 1935, dio sus primeros pasos como monologuista en los años sesenta. Su primera película, como guionista y actor fue ¿Qué tal, Pussycat? Su primer largometraje, Toma el dinero y corre, en 1969. Nunca acude a la gala de los Oscar, no cree en esos premios, pero Hollywood sí cree en él: ha recibido un total de 24 nominaciones a lo largo de su carrera, 16 como guionista. Y ha logrado cuatro estatuillas.

En la película que estrena el 5 de diciembre vuelve a transitar por el terreno de la comedia ligera. Magia a la luz de la luna, ambientada en la Costa Azul de los años veinte, supone el fichaje de la magnética actriz Emma Stone. La máquina de hacer películas no se detiene.

¿Por qué? Porque pude ver lo que era desde una edad temprana. Pude ver que naces, que no sabes por qué naces, que vives un número de años, impredeciblemente, puedes morir en cualquier momento, puedes morir a los 5 años o a los 15 o a los 50, nunca vas a sentirte seguro y relajado, siempre tienes que estar alerta; e incluso con esto, finalmente, vas a morir; estás condenado a muerte desde el nacimiento; consigues una pena de muerte en el instante en que naces, así que ¡muchas gracias! ¿Y todo para qué?

Usted viene haciendo una película al año desde 1966, con dos excepciones. ¿Cómo lo hace? No se debe confundir la cantidad con la calidad. He estado sano, gracias a Dios, y sigo trabajando, es agradable. Pero esto no dice nada de la calidad de las películas. Si me dijera que he estado haciendo grandes filmes, uno tras otro, desde 1966, eso sería un logro.

Bueno, de hecho es algo por lo que se le critica: por hacer muchas películas y, tal vez, no tan buenas como las que rodaba en los años setenta. ¿Qué opina sobre esto? No pienso nada, no significa nada para mí. Hay gente que me dice que Match Point; Midnight in Paris; Vicky, Cristina, Barcelona y Blue Jasmine son las mejores películas que he hecho en mi vida. ¿Qué más da lo que piense la gente? Da igual.

Y usted ¿qué piensa? He leído que es tan perfeccionista que cada vez que ve una de sus películas, no le gusta. ¿Está ­especialmente orgulloso de alguna de ellas? Oh, sí; creo que he hecho algunas películas buenas; no, grandes películas, pero sí películas buenas.

¿Cuáles serían esas para usted? La rosa púrpura del Cairo es una buena película; Zelig, también; Balas sobre Broadway…

¿Qué hace que una cinta sea buena? Para mí una buena película es cuando estoy en casa, tengo una idea, la escribo, la filmo, la monto, le pongo la música y digo: “¡Salió como yo quería, es exactamente lo que quería!”.

Tengo entendido que cuando usted rodó Manhattan, no le gustó nada e incluso ofreció a United Artists rodar una de forma gratuita si no la exhibían. Sí, no estaba contento cuando acabé Manhattan porque no conseguí lo que quería. A la gente le gustó, fenomenal, pero no es lo que yo quería. Lo mismo me pasó con Hannah y sus hermanas, que tuvo mucho éxito, pero no para mí.

 El director junto a Colin Firth en otro momento del rodaje de 'Magia a la luz de la luna'.ampliar foto
El director junto a Colin Firth en otro momento del rodaje de 'Magia a la luz de la luna'.
Más de una vez ha dicho usted que rodar es una manera de escapar de sus ansiedades. Sí, me permite no pensar en cuestiones sombrías. Pienso en si podré contratar a Emma Stone para la película, o a Colin Firth; si deberé rodarla en el sur de Francia o en Boston. Esos problemas triviales se pueden solucionar, y si no se solucionan, nadie me mata; si todo sale mal, mal, mal, el resultado es, simplemente, que tengo una mala ­película. Los otros problemas, los que no puedo resolver, sí que me matan.

Entre esos problemas estará, supongo, lo ocurrido este año con su hija adoptiva Dylan Farrow, que le habrá afectado… No, yo compartimento muy bien las cosas.

¿No le afecta? Yo sólo trabajo, no leo lo que dicen sobre mí en la prensa, nunca leo las críticas de mis películas, ni veo mis películas. No he vuelto a ver Toma el dinero y corre desde 1967, cuando la rodé… Yo solo trabajo; es lo único importante para mí; ni los premios, ni las críticas, ni las cuestiones financieras… No leo lo que se publica de mí en la prensa; sea bueno o malo, críticas…

Sí, pero esta vez tuvo la necesidad de escribir en The New York Times su versión de los hechos… Sí, tuve que corregir algo.

Se trata de una acusación de abusos sexuales… Tuve que corregir algo y lo hice. Lo escribí rápido,no me llevó más de una hora. Y eso fue todo.

En Woody Allen: un documental, realizado en 2011, gente que trabajó con usted le describía como una persona tímida, un poco adolescente, hipocondriaco, lleno de fobias. ¿Es así? Hasta cierto punto. No estoy lleno de fobias, tengo algunas. No voy por túneles, soy claustrofóbico. No soy un hipocondriaco; más bien un alarmista: no imagino que estoy enfermo, pero si veo una cosa pequeñita aquí, una picadura de mosquito, pienso que es un tumor cerebral. Tengo ­peculiaridades, pero no son peligrosas…

Tímido… Sí, siempre luché contra esto. Ojalá no hubiera sido tan tímido, hubiera tenido una vida mejor si no llego a serlo.

Ha rodado la mayor parte de sus últimos largometrajes en Europa. ¿Lo ha hecho para poder mantener su independencia? No. Fue por cuestiones de financiación, al principio. Siempre he sido independiente, siempre he tenido el corte final, nunca, nunca, nunca han tocado mis películas, desde la primera que rodé.

¿Siempre ha sido libre? Completamente, libre al 100%.

Para mí una buena película es cuando tengo una idea, la escribo,
la filmo, la monto y digo: 'Salió exactamente como yo quería"

¿Tuvo esto algún coste para usted? Mientras mis películas no salgan muy caras, les da igual lo que haga. Tuve problemas para conseguir dinero y me propusieron que si hacía Match Point en Londres, me la financiaban, así que fui y me gustó. Luego llamaron de España para que hiciera una película en Barcelona.

¿Qué recuerda de aquellos días en Barcelona? Me encantó, tuve una gran experiencia. Me encanta España en general. Mi mujer y yo lo pasamos muy bien allí. Vivimos en Barcelona una temporada, toqué mucho jazz. Me encantó Madrid cuando fui, San Sebastián… Y Oviedo me volvió loco: si alguna vez tuviera que jubilarme, Oviedo sería el sitio.

¡Vaya! Es precioso, me encanta el tiempo, las comidas, la gente… Y en Barcelona estuve varios meses; con Scarlett Johansson, con Javier Bardem, con Penélope Cruz, lo pasé muy bien.

Suele usted decir que en Europa le consideramos un intelectual porque lleva gafas de pasta, pero que en realidad no lo es… Sí, eso es lo que la gente piensa de mí.

O sea, que usted no es un intelectual. No soy un intelectual, pero la gente piensa que lo soy porque tengo el aspecto que se atribuye a los intelectuales. Pero estos no tienen un aspecto especial; tienen el mismo que los levantadores de pesas o que los jugadores de béisbol… Hace años, si leías mucho, se te estropeaba la vista, y si llevabas gafas era porque leías mucho, porque eras una persona de libros. Pero yo no soy un intelectual.

Acostumbra usted a contar que lo que le gusta es beberse una cerveza viendo un partido de béisbol… Sí, no soy un intelectual. Me gusta tocar jazz; me gusta ver baloncesto, béisbol, fútbol americano, tenis, me gustan los deportes… No son actividades de intelectual.

 Woody Allen junto a Penélope Cruz, a quien dirigió en 'A Roma con amor'.ampliar foto
Woody Allen junto a Penélope Cruz, a quien dirigió en 'A Roma con amor'.
Después de venir tanto a Europa para sus películas, ¿no echa de menos Nueva York, como ciudad, para rodar? No, no demasiado. De vez en cuando me gustaría hacer una película en Nueva York, porque estoy loco por la ciudad de Nueva York, pero no es que me vaya a Sudán o a Libia a rodar; voy a hacer películas a Barcelona, Londres, París, Roma…

Sí, y se dice que sus películas son muy turísticas… Ah, sí, para mí las ciudades son personajes vivos, como Nueva York. El lugar en el que estoy es muy importante para mí, soy muy de ciudad y me gusta que el público sienta la ciudad como yo la siento. Con Nueva York me solían decir lo mismo, que no era tal y como yo la retrataba.

Eso le dijeron cuando hizo Manhattan… Sí, y dije que me daba igual. Soy un artista, no soy un periodista; te muestro cómo siento Nueva York, mis impresiones de la ciudad, lo mismo con Barcelona y con Roma… Yo voy a esas ciudades como turista, soy un turista en Roma, soy un turista en Barcelona, y las veo desde los ojos del turista que se enamora de ellas. Como turista, no me enamoro de todas las ciudades a las que voy, he viajado por toda Europa. Pero he tenido un sentimiento muy apasionado en las ciudades en las que he rodado.

Sigue usted sin acudir a la entrega de los Oscar. ¿Por qué? No soy una persona de premios. Se puede decir cuál es la película favorita de uno, pero no cuál es la mejor película. ¿Quién puede decir eso? Son valoraciones personales, no significan nada. Para los Oscar, la gente hace campaña y gasta millones de dólares para comprar esos premios.

En otro orden de cosas, señor Allen, ¿a usted qué le preocupa del mundo en el que vivimos, del rumbo que ha tomado nuestra civilización? Soy muy pesimista porque el problema del mundo es que depende de la gente. Si miras la historia, ves que la gente no ha hecho un buen trabajo administrándolo, cuidándolo, viviendo en él. No tengo muy claro que el mundo vaya a sobrevivir; no hay muchas razones para el optimismo en estos momentos, tal vez en unos años haya mejores perspectivas.

¿No encuentra usted ningún motivo para la esperanza? Bueno, hay una porción de la gente que es agradable. Pero o no hay suficiente, o son demasiado pasivos, o la tarea es abrumadora; o los malos tienen más ambición y energía. Pero es difícil hallar un punto luminoso en la historia de la humanidad.

¿La gente, en general, no es buena? La gente, en general, está asustada. Y cuando están asustados, actúan equivocadamente, se comportan mal. Es la condición humana, la trágica condición de la existencia, la gente está ansiosa y asustada, no tiene nada en lo que creer, ni tiene esperanza, y la vida es muy complicada, y se comportan mal. Si mañana quedara claro que la vida tiene sentido, o que hay un dios en el universo, seguro que la gente actuaría mejor, y la situación cambiaría para mejor radicalmente. No es que la gente sea inherentemente mala, es que tiene miedo y por eso se comporta mal.

¿Lo tiene usted? Yo estoy tan asustado como los demás, más que la mayoría; y soy una de las personas que se comportan decentemente a pesar de todo. Hay gente así, pero no demasiada.

Al ritmo que sigue rodando, no parece que tenga usted pensado retirarse del cine. No tengo planes de retirarme en estos momentos. Pero puedo volver a mi habitación y me puede dar un infarto y quedar mal, y entonces me retiraría. Si la salud aguanta, si estoy sano y la gente quiere poner dinero para mis películas, no me retiraré. Si enfermo o la edad me ralentiza de un modo que me avergüence, o no consigo dinero para mis películas, pues me retiraré.

Y a estas alturas de la vida, usted ¿qué quiere? No lo sé. Dos camareras de cócteles de 20 años.

¿Nada más? ¡No necesito nada más!

¿Nada más? No, ¡estoy en forma!