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jueves, 28 de mayo de 2020

Inédito de Antonio Rodríguez García Vao

Es este un poema desconocido de Antonio Rodríguez García-Vao (1863-1886), el famoso abogado, escritor y periodista librepensador de Manzanares amigo de Emilio Castelar y del joven Unamuno, asesinado en Madrid el 19 de diciembre de 1886. Se publicó en La voz de Peñaranda núm. 152 (17-III-1881) y escapó a las dos ediciones de sus poesías completas, Ecos de un pensamiento libre, 1885, por parte de Demófilo, el editor más sometido a lawfare de su época por las cuatro paginas de La Domicales del Librepensamiento que dirigía. Se trata del esbozo de un prequijote del siglo XVI:

¡QUÉ LOCO TAN SABIO!


    Ya partió; no se le alcanza
y verle fuera delirio;
lleva en su cuerpo el martirio
y en el alma la esperanza
    A medida que el avanza
va aumentando el sufrimiento,
va resistiendo el tormento;
luchando su mente a solas,
    ni se cuida de las olas
ni percibe el raudo viento.
Se va en los ignotos mares
internando poco a poco
    aquel genio o aquel loco
lleno de duda y pesares.
Pensamientos a millares
que inundan su fantasía
    riñen batalla bravía
en su cerebro fecundo.
¿Quién contiene en calma el mundo
de ideas que Dios le envía?
    ¡Cómo navegan ligeros,
viento y mar desafïando,
atrevidos anhelando
ver de un mundo los linderos!
    ¡Qué gigantes y qué fieros
y qué soberbios se ostentan
genio y mar! Su ira acrecientan,
el genio un mundo buscando
    y un mundo la mar negando
su tenacidad aumentan.
La borrasca bramadora
no intimida al navegante,
    que aquel corazón gigante
no encuentra valla opresora.
Aunque vacila, no ignora,
mas con la duda pelea.
    Aunque el rayo centellea
y ronco retumba el trueno,
firme, tranquilo, sereno,
nada perturba su idea.
    En el firmamento escrito
cree ver el feliz arcano,
pues su genio soberano
profundiza el infinito.
    De su gran conciencia el grito
le da firmeza y valor,
y sufre con el ardor
de los grandes corazones
    las terribles maldiciones
del marino aterrador.
Porque, en peligro creyendo
sus vidas, cerca la muerte,
    maldicen la infausta suerte
amenazas dirigiendo.
El ánimo decayendo
va de aquella gente osada;
    creen la empresa desgraciada
y a Colón un ignorante.
Este, “paciencia, adelante”,
dice con voz apagada.
    Y solicita implorando,
entre dudas y agonías,
tres días solo, tres días,
para seguir explorando,
    el marinero jurando,
pues recela de su suerte,
el viento soplando el mar,
las naves surcando el mar,
    Colón sin desesperar,
aunque le cerca la muerte.
El océano proceloso,
tempestad amenazando,
    aquel cielo horrorizando
imponente y tenebroso;
y aquel genio portentoso
que a cielo y mar desafía.
    Abismos son que a porfía
quieren mostrar su fiereza;
y del genio la grandeza,
¿Cederá con cobardía?
    No cedió, díganlo España
y del turbio mar las olas,
las conquistas españolas,
en aquella tierra extraña;
    dígalo quien nunca engaña,
el astro siempre brillante,
ese Sol siempre radiante
para mi patria esplendente,
    pues solo besó su frente
esta Nación arrogante.
Y en tan venturoso día,
el sabio al mundo asombraba;
    antes loco le llamaba,
y del loco se reía.
¡siempre igual la suerte impía!
Colón fue un genio fecundo
    porque nos buscó otro mundo;
si no le hubiera encontrado,
por loco hubiera quedado,
por el loco más profundo.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Vicente Sabariegos

Vicente Sabariegos (Piedrabuena, 1810 - Deleitosa, 1873), fue, según el jurisconsulto Nicolás María Serrano, carlista como él, un abogado y pintor guerrillero en la I.ª, la II.ª y la III.ª guerras carlistas.

Hijo legítimo del Licenciado Don Eusebio Sabariegos, natural de Ciudad Real, y de Doña Josefa Sánchez, su mujer natural de Piedrabuena. Fue bautizado ahí. Se casó con la hija única de Manuel Adame, el Locho, en cuya partida estuvo. Anduvo en el exilio por Europa (Francia, Portugal), donde sus cuadros eran bastante solicitados, siempre según las noticias recogidas de la prensa por Serrano en su historia de las guerras carlistas. A fines de julio de 1869 levantó una partida carlista de campesinos y menestrales contra los acaparadores en las ciudades, los desamortizadores absentistas del campo, contra los usurpadores del patrimonio comunal municipal y para restablecer el poder económico de la Iglesia. Tuvo una refriega en los baños de Fuensanta contra la Guardia Civil. En la noche del 23 al 24, siendo brigadier de las tropas legitimistas y con el mando militar de La Mancha, junto con el coronel Joaquín Tercero se sublevaron en las afueras de Ciudad Real con un centenar de hombres, algunos veteranos de la primera guerra. Pero cayó en combate en Extremadura y allí está sepultado. Su nombre está escrito en el palazzo veneciano del rey que juró servir.

Así dice el DBE:

Sabariegos Sánchez, Vicente. Piedrabuena de Calatrava (Ciudad Real), 19.IV.1810 – Deleitosa (Cáceres), 6.XI.1873. Guerrillero y general carlista.

Era yerno de Manuel Adame, El locho, a cuyas órdenes se lanzó a la campaña carlista de 1833, y al que acompañó en su retirada a Portugal, donde se unieron a don Carlos. A principios de junio de 1834 su nombre aparece, con el grado de teniente coronel, en la lista de oficiales que embarcan con don Carlos hacia Inglaterra. De allí pasó al Norte, formando parte del escuadrón de la Legitimidad.

En algún momento de la campaña, y muy posiblemente debido a su participación en una de las expediciones que salieron del Norte, Sabariegos se volvió a incorporar a las partidas de su tierra natal, donde estuvo al frente del escuadrón de Tiradores de la Mancha. No aceptó el Convenio de Vergara y se retiró a Francia con las tropas de Cabrera. Tras una breve estancia en Bourges, donde residía don Carlos, Sabariegos se estableció en Portugal, desde donde penetró en España en 1848, durante la Segunda Guerra Carlista. Subordinado del brigadier Peco, este le encargó establecer la guerra en la provincia de Ciudad Real, pero herido en un encuentro tuvo que regresar pronto al país vecino. Allí residió hasta 1858, en que volvió a España, y tras la revolución de septiembre se puso a las órdenes de Carlos (VII), que le nombró mariscal de campo.

Nombrado comandante general de Ciudad Real, se sublevó en las proximidades de la capital de la provincia en la noche del 23 al 24 de julio, reuniendo inicialmente en torno a un centenar de hombres, con los que sorprendió al pequeño destacamento de la guardia civil de Picón, al que hizo prisionero, pero poco más tarde era batido en las proximidades de Piedrabuena. Derrotado y preso a mediados de agosto el general Polo, jefe del alzamiento, Sabariegos trató aún de mantenerse en campaña, pero se vio obligado a refugiarse en Portugal a principios de septiembre.
No tuvo más suerte en su intento de establecer la guerra en Extremadura en abril de 1872, coincidiendo con el gran alzamiento carlista que dio comienzo a la Tercera Guerra. Nombrado comandante general de Galicia a principios de 1873 se trasladó a su nuevo campo de operaciones, siendo derrotado nada más comenzar la campaña en la Sierra de San Mamed, por lo que optó por situarse sobre la frontera hasta que a principios de mayo lanzó a una nueva correría, ocupando Ginzo de Limia al frente de sesenta hombres, pero siendo batido el 12 en el puerto de Barrozos y obligado a refugiarse en Portugal.

En septiembre de 1873 Carlos (VII) le confirió el mando de las provincias de Ciudad Real, Toledo, Badajoz y Cáceres, y en menos de un mes consiguió reunir cuatrocientos diez jinetes y cuarenta infantes, con los que mantuvo varios encuentros favorables con las tropas liberales, consiguiendo entrar en Urda, Fernán-Caballero, Herrera del Duque y Guadalupe. El 6 de noviembre derrotó en Retamosa a una columna de ciento cincuenta guardias civiles, pero falleció en el combate, siendo enterrado en la vecina localidad de Deleitosa.

Bibl.: F. de P. Oller, Álbum de personajes carlistas con sus biografías, t. III, Barcelona, La Propaganda Catalana, 1890, págs. 120-124.

Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera

Así dice la Wikipedia:


Vicente Sabariegos Sánchez (Piedrabuena, 19 de abril de 1810 - Retamosa, 6 de noviembre de 1873) fue un militar español que intervino en las tres guerras carlistas, apoyando en todas ellas al bando carlista.

Biografía

Nació en Piedrabuena el 19 de abril de 1810.1​nota 1​ Estudió en Ciudad Real Filosofía y Bellas Artes. Contrajo matrimonio con la única hija del coronel carlista Manuel Adame Locho. Formando parte de la partida de su suegro, participó en la Primera Guerra Carlista llegando a obtener el grado de coronel mayor del Regimiento de Tiradores de la Mancha.1​ Con el citado regimiento formó parte sucesivamente de los ejércitos del Norte, de la Mancha, y de Aragón y Valencia. A pesar de la capitulación de las tropas carlistas del Norte en el Convenio de Vergara, continuó la lucha en las filas del general Ramón Cabrera con cuyos batallones se retiró a Francia en mayo de 1840.

Exiliado en Londres, frecuentó los círculos del pretendiente Carlos VI, quien al comienzo de la Segunda Guerra Carlista le ascendió a brigadier y lo nombró comandante general de la Mancha. A partir de 1847 hasta finalizar el conflicto en 1848 organizó las partidas guerrilleras en ese territorio hasta que tuvo que entrar derrotado en Portugal en 1848. Por sus méritos le fue concedida la Gran Cruz de Isabel la Católica.

En 1869 se alzó en La Mancha por el nuevo pretendiente, Carlos de Borbón y Austria-Este, pero debido al fracaso de la insurrección general, la partida se disolvió pronto, logrando escapar Sabariegos.3​ En 1872, al comienzo de la Tercera Guerra Carlista, se levantaría de nuevo, siendo nombrado por Don Carlos comandante de las provincias de Extremadura. Más tarde organizó y dirigió la rebelión en Galicia y finalmente volvió a hacerse cargo de los batallones extremeños, manchegos y andaluces. Recibió la orden del cuartel real de impedir el reclutamiento de tropas que había acordado el gobierno republicano para enviarlas a sofocar el Cantón de Cartagena y la rebelión carlista. Tras recorrer las provincias de Ciudad Real, Badajoz, y el norte de las provincias de Sevilla y de Huelva volvió al norte de Cáceres donde en un encuentro con una compañía de la Guardia Civil en las cercanías de la aldea de Retamosa, en la provincia de Cáceres, resultó muerto el 6 de octubre de 1873. Su cuerpo está enterrado en la cercana población de Deleitosa.2​ Fue sustituido en el mando por José Díez de la Cortina y Cerrato.4​

Notas

 La Ilustración Española y Americana sitúa su nacimiento en Portugal, donde habrían estado exiliados sus padres durante la Guerra de Independencia Española.2​

Referencias

 Ayuntamiento de Piedrabuena

 Martínez de Velasco, Eusebio (24 de noviembre de 1873). «El jefe carlista don Vicente Sabariegos». La Ilustración Española y Americana: 707.

 «Tradicionalismo». Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana. Tomo 63 (Espasa-Calpe). 1928. p. 474.

 B. de Artagán (1918). Príncipe heroico y soldados leales. Biblioteca de "La Bandera Regional". p. 120.

Ciudad Real según el Diccionario universal de la lengua castellana: ciencias y artes. Enciclopedia de los conocimientos humanos, Madrid, 1876, dirigido por Nicolás María Serrano

En este poco menos que omnisciente diccionario enciclopédico se incluyen un par de artículos sobre la provincia y sobre la urbe de Ciudad Real. De su exactísimo conocimiento deduzco yo que no está elaborado por el director de la obra, el carlista pero más que eminente y culto jurisconsulto cubano Nicolás María Serrano, sino por el profesor del instituto de Ciudad Real Genaro López, ya que lo cita en la nómina de colaboradores del primer volumen. Además es este profesor autor de numerosas Memorias del colegio de Internos del Instituto de Segunda Enseñanza de Ciudad Real entre 1860 y 1878, impresas en la tipografía ciudarrealeña de Cayetano Clemente Rubisco. Qien quiera leer más podrá hacerlo en la Biblioteca Digital Hispánica, donde están disponibles y legibles sus 16 volúmenes, de más de 2000 páginas cada uno y a tres columnas de letra menudilla, sin grabados, salvo los correspondientes a cada letra, llenos de floripondios a la antigua.  El enlace es este.

Ciudad-Real (Provincia de)

Geog. Esp. 

Una de las 49 provincias de España, que linda al N. con la de Toledo, al NO. con la de Cuenca, al E. con la de Albacete, al S. con las de Jaen y Córdoba, y al OE. con las de Badajoz y Cáceres. 

Ocupa una superficie de 663 leguas cuadradas; 31 de longitud de E. á O., y 24 de latitud de N. á S., en sus mayores distancias, y su poblacion es de 250.000 habitantes. El clima es bastante destemplado, y cuando escasean las lluvias se hace sentir con exceso el calor del verano, lo que perjudica considerablemente á las mieses, no sólo por la sequía, sino tambien por la aparicion perniciosa de la langosta. 

El suelo de la provincia de Ciudad-Real es llano generalmente y muy bueno para tierras de labor, y excelente para granos, vino, aceite, azafran y pastos. Corresponde esta provincia, en la parte eclesiástica, á la diócesis del Coto-Redondo de las órdenes militares, últimamente creado; en la militar, á la capitanía general de Castilla la Nueva; en la judicial, á la audiencia de Albacete; y en la civil, al gobierno civil, establecido en la capital. Se compone de diez partidos judiciales, á saber: Alcázar de San Juan, Almaden, Almagro, Almodóvar del Campo, Ciudad-Real, Daimiel, Manzanares, Piedrabuena, Villanueva de los Infantes. 

Forman parte de esta provincia los llamados Campos de Calatrava, de Montiel y de San Juan, que son dos territorios que ocupaban los pueblos de las tres órdenes de Calatrava, Santiago y San Juan, una parte de los llamados Montes de Toledo y el Valle Real de la Alcudia. Toda ella está enclavada en el antiguo territorio llamado la Mancha, cuyo nombre conserva como específico y peculiar, aunque el comprendido bajo esta denominacion se extienda todavía á las provincias de Albacete, Cuenca y Toledo. 

Cuenta 2 ciudades, 86 villas, 6 lugares y 31 aldeas. Aunque esta provincia ha formado desde muy antiguo una administracion independiente, la demarcacion ha variado segun los tiempos y las circunstancias. Su primera creacion data del año 1691. En 1822 hicieron las Córtes otra nueva division territorial, y por último, la existente está basada en el real decreto de 30 de Noviembre de 1833. Los principales rios que la riegan son: el Guadiana, el Tajo, el Júcar, el Gigüela y el Jabalon. Abundan en la provincia de CiudadReal las aguas medicinales, así calientes como frias, agrias óferruginosas. Los minerales reconocidos oficialmente son los Hervideros, Fuensanta, Puerto Llano, Fuencaliente, Villar del Pozo y Granátula. 

Las minas más famosas y ricas son las de azogue de Almaden, cuya existencia data desde los tiempos más remotos. Alguno de nuestros historiadores hace memoria de existir en el término de Almodóvar del Campo minas de plata. En la dehesa de las Calabazas y en la del Rincon, jurisdiccion de Miguel-Turra, se supone que hubo minas de oro y plata. Existen además, abandonadas ó sin beneficiar, diferentes minas de alcohol, cobre y esmeril. En el sitio de las Herrerías, término de Villarrubia, se hallan minas de hierro. En las sierras de Ruidera se encuentra carbon de piedra, y alumbre en el término de Villamanrique.

Son muchas y variadas las producciones que se encuentran en la provincia, siendo las principales trigo, centeno y cebada, garbanzos, lentejas, judías, habas, anís, cominos, patatas, de que hay gran abundancia, remolachas, nabos, zanahorias, criadillas de tierra, mucha variedad de frutas, siendo muy exquisitos sus melocotones; vino, siendo muy afamado el de Valdepeñas y sus inmediaciones; vinagre, aguardiente y aceite: entre las materias primeras debemos citar el zumaque, la rubia, la grana, el azafran, el esparto, el lino, el cáñamo, la sosa, la barrilla y la soda, de que abundan Ciudad-Real, Miguel-Turra, Pedro-Muñoz, Campo de Criptana, Manzanares, Daimiel, y Salicor en Alcázar de San Juan. 

Se cria en esta provincia mucho ganado mular, lanar, cabrío y vacuno. Las mulas que se crian en sus pastos exceden en hermosura á todas cuantas se conocen dentro y fuera de España. En algunos pueblos se encuentran colmenas, particularmente los que lindan con Sierra-Morena y Extremadura. La industria consiste principalmente en la fabricacion de paños, estameñas, albornoces, fajas y ligas; tejidos de colchas ordinarias, de lino y lana; hilado del estambre; elaboracion del esparto; fábricas de blondas y encajes; fábricas de salitre, de pólvora, jabon y chocolate, de lacre y bermellon; martinetes de cobre, hornos de cal y yeso, y alfarerías. La falta de agua obliga á los naturales á servirse de los molinos de viento; así es que apénas hay altura donde no se vea alguno de ellos. 

Se exportan por todo el reino, y áun por el extranjero, las manufacturas de las fábricas de blondas de Almagro; se extrae para Valencia, Murcia, Toledo y Madrid el ganado mular, lanar y caballar; el grano sale para Murcia, Valencia y Madrid; el vino y aceite para esta última capital; el azafran, anís y cominos circula por muchas provincias. Se hace además bastante comercio de médias, gorros, fajas y ligas. Los habitantes de esta provincia son robustos, sobrios, dóciles para el trabajo, sufridos y constantes en él, como se les trate sin aspereza. Sin embargo, algunos escritores los tachan de holgazanes; pero este vicio consiste más bien en la falta de ocupaciones de lucro é interes, pues la mayor parte de los pueblos no conocen otro ejercicio que la agricultura y cria de ganado. En prueba de este aserto, cita el Sr. Madoz el pueblo de Valdepeñas, que, merced á la proteccion bien entendida de los ricos sobre los pobres, se ha hecho un pueblo industrioso, habiendo sido ántes haragan y pordiosero. 

—Hist. 

Aun algunos siglos despues de la invasion de los árabes, Ciudad-Real no parecia destinada á tener la menor importancia: tal vez es, de todas las capitales de nuestras provincias, la que tiene ménos antigua historia. Habia ya mediado el siglo XIII, y áun no era conocida con el nombre que hoy le damos, pues se llamaba Pozuelo Seco de Don Gil; por aquí pasó en 1262 el rey de Castilla Alfonso el Sabio, que se dirigia á Andalucía, y complacido con la belleza del sitio hizo algunas fundaciones en el lugar, le dió título de villa y convirtió su nombre en el de Villa-Real, concediéndole además varios privilegios. El mismo rey la mandó cercar con murallas, de donde vino á aquel punto cierta importancia como sitio estratégico en la guerra con los moros. Sin embargo, como para entónces iba muy adelantada la reconquista de España por los cristianos, Ciudad-Real no sufrió las vicisitudes que suelen sobrevenir á los pue. blos fronterizos, ni sufrió sitio ó asalto de parte de los enemigos de la fe. Reinando el mismo Alfonso el Sabio, murió en Villa-Real en 1275 su hijo primogénito y sucesor D. Fernando: parece que esta muerte fué ocasionada por el disgusto de la noticia de que el arzobispo de Toledo habia sido derrotado y muerto en una batalla por los moros. El infante D. Sancho acudió entonces á Villa-Real con su gente, y allí por primera vez manifestó su deseo de sentarse en el trono, á pesar de los mejores derechos de los hijos de su difunto hermano, y áun en vida de su padre. En Villa-Real se celebraron Córtes en 1346. En 1383, D. Juan I dió esta villa á Leon V, rey de Armenia, del cual fué hasta que murió, pasando despues otra vez á la corona. Finalmente, D. Juan II en 1420 la elevó, por medio de privilegio, á la categoría de ciudad, con el nombre de Ciudad Real, y muchos años despues, en 1445, el mismo monarca le hizo la gracia de tener voto en Córtes. Enrique IV el Impotente, al casarse con Doña Juana, hija del rey de Portugal, le dió en dote, entre otras poblaciones, á Ciudad-Real. Este rey, y despues los Católicos, concedieron varios privilegios á esta ciudad, siendo entre ellos el más notable, aunque duró poco, el de haberla hecho cabeza en cuanto á la administracion de justicia de un gran territorio, pues no bastando ya para todos los asuntos judiciales la chancillería de Valladolid, los Reyes Católicos establecieron otra en Ciudad-Real en 1494, compuesta de cuatro oidores, dos alcaldes del Crímen y dos alcaldes de los fijosdalgo; el límite jurisdiccional de ambas chancillerías lo formaba el Tajo; pero la de Ciudad-Real fué despues trasladada á Granada. Desde entónces Ciudad-Real no ha vuelto á figurar de un modo notable en la historia del país. Ciudad-Real: Geog. Esp. Ciudad con ayuntamiento, en la provincia y partido judicial de su nombre, residencia del gobernador civil, comandante general, diputacion provincial, del nuevo obispo del Coto-Redondo de las órdenes militares, y de todas las demas oficinas y dependencias, como capital de provincia. Corresponde á la audiencia territorial de Albacete y á la capitanía general de Castilla la Nueva, y está situada en una baja llanura, á l legua y á la márgen izquierda del Guadiana. Sus casas son buenas, en lo general, aunque de pocos pisos; sus calles largas, rectas y espaciosas, y su plaza de la Constitucion bastante buena. Tiene várias iglesias, entre las que sobresale la de Santa María, de estilo gótico; un hospicio, fundado por el arzobispo de Toledo, Don Francisco Lorenzana; la cárcel de la Hermandad; un instituto de segunda enseñanza, y plaza de toros. Su comercio é industria son de poca importancia. Es célebre por la Santa Hermandad, que fundó, en el año 1249, Fernando III para la persecucion de salteadores y malhechores. Poblacion, 12.000 habitantes. 

martes, 21 de abril de 2020

Félix Mejía, confinado en El Hierro

Este artículo parece haber utilizado datos de mi investigación:

Confinados en El Hierro
José Vicente González Bethencourt , en El Día. La Opinión de Tenerife, 18.04.2020 | 22:59

Una isla siempre abandonada por los poderes de la metrópoli, que la utilizó para destierro de enemigos, y hasta su conquistador, Maciot de Bethencourt, fue confinado en 1446, escapando con un navío portugués que acudió a rescatarlo. En el siglo XVIII, el comandante general de Canarias, Lorenzo Fernández de Villavicencio y Cárdenas, marqués de Vallehermoso, molesto con los regidores perpetuos de Tenerife, Alonso de Fonseca de la Serina y Antonio Riquel y Angulo, decidió desterrarlos a El Hierro. En el siglo XIX, reinando Fernando VII e Isabel II, fue desterrado en 1823 el médico tinerfeño Leandro Pérez, que al convertirse en el primer médico que tuvo El Hierro, comprobó las propiedades curativas de las aguas del Pozo de la Salud de Sabinosa, según cuenta Carlos Quintero Reboso en su libro El Hierro, una isla singular. Ya en El Hierro, Leandro Pérez fue condenado a muerte, que esquivó porque los herreños lo ayudaron a huir a América.

Eran épocas convulsas e inestables donde los capitanes generales de Canarias ejercían el mando absoluto más como virreyes y adelantados que como militares profesionales, aunque por poco tiempo por las intrigas y vaivenes políticos. Al destierro también recurrió otro comandante general de Canarias, el duque del Parque Castrillo, que retuvo para sí el mando que correspondía a su sucesor, el teniente general Pedro Rodríguez de la Buria, a lo que se opuso Juan Bautista Antequera, principal de Consolidación de Canarias, por lo que, según denunció éste de puño y letra el 10 de febrero de 1812, fue desterrado a El Hierro.

El sucesor de Rodríguez de la Buria fue Polo Nieto, muy contestado en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife por la deportación a Cádiz de vecinos de la ciudad, colaborando en el destierro a El Hierro de Félix Mejía, editor del popular semanario satírico El Zurriago, así como de otros periodistas exaltados y molestos con el padre Blas de Ostolaza, antaño educador de Fernando VII, acusado de degenerado corruptor de menores, lo que en aquella época significaba en la práctica condenarlos a muerte al dejarlos a merced de sus enemigos.

Pero lograron fugarse en un barco norteamericano con ayuda de la organización comunera canaria y la carbonería internacional, llegando a Filadelfia en 1824 en medio de la más absoluta miseria. Mejía recibió la protección de liberales estadounidenses, masones y bonapartistas allí exiliados, entre ellos José Bonaparte (José I), exrey de España, que con el título de Duque de Survilliers vivía refugiado en Filadelfia convertido en un hombre rico gracias al saqueo y venta de joyas de la corona española, por lo que, al enterarse los periodistas compañeros de Mejía, salvo este, todos marcharon a Méjico.

En el siglo XX, gobernando Alejandro Lerroux en la II República, fue desterrado el dirigente comunista Florencio Sosa Acevedo, diputado, maestro y alcalde de Puerto de la Cruz, si bien por pocos meses, porque en las elecciones del 16 de febrero de 1936 ganó el acta de diputado a Cortes por Santa Cruz de Tenerife.

Confinados unos seis meses durante 1962 estuvieron Iñigo Cavero y José Luis Ruiz-Navarro, profesores de la Universidad Complutense de Madrid, represaliados por su asistencia en Múnich al Congreso del Movimiento Europeo, al que el régimen franquista denigró urbi et orbi denominándolo contubernio de Múnich, que no pretendía una oposición a la dictadura porque era tarea impensable, aunque sí aspiraba a la unidad de Europa y a organizar una alternativa para cuando Franco expirase. Con la Transición, en 1977, por la UCD, José Luis Ruiz-Navarro fue elegido diputado a Cortes, e Iñigo Cavero ministro de Justicia y Cultura, que tan agradecido se sentía con el trato de los herreños, que 18 años después acudió a unas fiestas en El Hierro.

Maciot de Bethencourt, en 1446, pasó de conquistador de El Hierro a confinado.

viernes, 3 de abril de 2020

El levantamiento de Brazatortas, un problema para Godoy

En plena Guerra contra la Convención, los franceses habían avanzado a finales de 1794 tomando Bilbao, Vitoria y Miranda de Ebro, lo cual era una penetración muy seria en territorio español. Godoy se enfrentaba a la derrota ante los franceses, a una mala cosecha, a levantamientos de pueblos como Brazatortas (Ciudad Real) y Alexanco (La Rioja), el 15 de agosto, día de la Virgen, y decidió abandonar el ataque a Francia, es decir, rendirse. 

Las Cartas de Cabarrús y Arroyal, escritas entonces pero no publicadas, se impacientan por el fracaso de las reformas ilustradas. Gonzalo Anes refiere las «vivas a la libertad», sin duda influidas por la Revolución Francesa, lanzadas en la aldea de Brazatortas (partido de Almodóvar del Campo), que no tendría ni 200 vecinos según la enciclopedia de Mellado, en febrero, el miércoles de ceniza de 1793, cuando dos cuadrillas de sus habitantes se manifestaron, acaso escandalizados por el precio del pan o "motín de subsistencia", en pleno valle de Alcudia propiedad de Godoy, más o menos en la fecha en que el ya liberal León de Arroyal, autoexiliado de todo en su aldea conquense cerca de San Clemente, y autor incluso de un esbozo de Constitución, escribía su desengañado y amargo Pan y toros.  Según el expediente formado por su alcalde Mayor, formado por 87 hojas e incoado para informar al Consejo Real, "Muchos de los moradores de Brazatortas formaron dos cuadrillas y disfrazados y a caballo en trajes de españoles y franceses con armas y tambores gritaban ¡viva la libertad! En año (1795), los trabajadores de Vélez Rubio se amotinaron, exigiendo un aumento de salarios acorde. Y además hay que señalar la conspiración de Picornell o del cerrillo de San Blas, que no fue tan inofensiva como la pintan, en febrero de 1795. No quiero hablar del asesinato en La Mancha del ministro ilustrado Cayetano Soler, solo por haberle dado un nuevo impuesto al vino, ni tampoco a cómo estuvo a punto de perecer en Miguelturra el general Castaños porque hablaba raro. En las coplas de la época ya mencionan que los manchegos muestran al extraño "antes la horca que el lugar", y que "arman pronto una quimera", de lo chismosos y envidiosos que son.

Anteriormente a la rendición de España, el 1 de abril de 1795, Prusia firmó con Francia su Paz de Basilea, en la que cedió el oeste del Rhin a Francia y se retiró de la coalición contra Francia.

Godoy envió a Domingo de Iriarte a negociar la paz a Basilea, porque allí estaba el francés François Barthelemy negociando la paz con Prusia, y quiso aprovechar la ocasión. Los franceses no cesaron sus ataques sobre España sino que pugnaban por obtener Pamplona para tener mejores bazas de negociación. Los franceses llegaron a Vitoria y Bilbao y pasaron el Ebro en Miranda. A Francia le venía bien la flota española, así que no dijo nada de los ataques españoles recibidos en 1793 y 1794, y aceptó a bajo precio el cambio de bando de Godoy.

Corral de Comedias de Ciudad Real

Emilio Martín Aguirre, "También tuvo Ciudad Real su Corral de Comedias", en Objetivo Castilla La  Mancha, 11/07/2019:

(En la calle del Jaspe, esto es, actualmente llamada Hernán Pérez del Pulgar.

La piqueta también acabo con los restos del siglo XVIII del Primer Corral de Comedias capitalino Otro resto de lo que pudo ser el Corral de Comedias de Rafael Varona Si la especulación no hubiera hecho tanto mal en el urbanismo ciudadrealeño, se podría haber recuperado este escenario

Estamos en julio y ya ha comenzado el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, localidad ciudadrealeña que alberga el privilegio de disfrutar en su término municipal del teatro de comedias completo más antiguo del mundo en su género. Por este motivo voy a reproducir el trabajo editado por Gerardo Pérez de Madrid y Céspedes, en el cuaderno nº 13 del Instituto de Estudios Manchegos en diciembre de 1982, que trata sobre el corral de comedias que tuvo en su día Ciudad Real.

“La primera noticia que conocemos, la consigna don Inocente Hervás y Buendía, al hablar del último tercio del siglo XVIII en Ciudad Real (1). “Se construyó, dice, también el PRIMER CORRAL DE COMEDIAS por el artista Rafael Barona en 1779.”

Doña Isabel Pérez Valera (2) nos dice que “en esta provincia no se conocen edificios algunos dedicados a teatros y diversiones públicas: sólo en esta capital, Almagro y Alcázar de San Juan tienen los propios tres corrales en mal estado y peor disposición para cuando ocurre presentarse alguna compañía de cómicos, que sucede poquísimas veces”. Y añade, “sería interesante que también Ciudad Real y Alcázar localizaran los Corrales de comedias citados”.

Esto es lo que nosotros sabíamos de este asunto en el año setenta, después hemos retrasado algo más, y considerando que el esclarecimiento sobre esta materia tiene cierto interés, pasamos a exponer nuestras averiguaciones.

AUTORIZACION A RAFAEL VARONA PARA CONSTRUIR UN COLISEO DE COMEDIAS

En el Libro Capitular de este año 1799 –nos estamos refiriendo al Ayuntamiento de Ciudad Real-, que, por cierto encabeza su portada en la forma siguiente: “Jesús… María… Josef… Joaquín y Ana? Que todo los sanan”, y en la sesión celebrada el día diecisiete de marzo de mil setecientos setenta y nueva, el Ayuntamiento de esta ciudad de Ciudad Real, vio un memorial presentado por Raphel Varona, de esta vecindad, por el que suplica se le conceda licencia, para fabricar en esta ciudad un corral o patio de comedias por no haberlo en ella, en la forma que demuestra un plan que presenta, con la condición de que en el tiempo de quince o veinte años no se puede fabricar otro por persona alguna, atendiendo a los muchos dispendios que ha de tenerle dicha obra. La de que se había de componer y ajustar con los cómicos por el tiempo que trabajasen, sin que se les cobre más de cuatro maravedíes por cada persona que entrare. La que pueda llevar dos reales por cada aposento al día, a los que quisieran ocuparlos, y la de que a los sujetos que quisieran tomar asiento en la Luneta se les pueda llevar un estipendio moderado; enterada la ciudad de su contexto y en vista del Plan que figura el corral en la disposición y con las separaciones correspondientes de aposentos, Luneta, patio, cazuela para mujeres, y demás servidumbres con que regularmente están fabricados los de otros pueblos y lugares y que lo solicita exigir, es equitativo; Acordó de una conformidad se le conceda como por el presente le concede la ciudad licencia para fabricar dicho corral o coliseo bajo de las condiciones propuestas, declarándose que en el caso de que hubiere persona que solicite construir otro, no lo pueda hacer hasta que sea pasado el tiempo de quince años, para que de este modo no se le perjudique en los gastos que necesariamente ha de invertir en dicha construcción; y bajo de la expresa circunstancia de que al abrir las zanjas para los cimientos de la obra, y principiar éstos haya de dar cuenta al señor corregidor para que este mande maestros que los reconozca, y declaren si son de los gruesos y material correspondientes para la permanencia, solidez y seguridad de la obra. Que concluida se había de aprobar por maestros que se nombren por dicho señor Corregidor, sin cuya circunstancia no pueda usarse del corral, para representar ni otro efecto, hasta que se acredite por la declaración de los Peritos, estar construido con la mayor seguridad y satisfacción; Désele testimonio de su memorial y este Decreto como lo pide”.

¿Quiénes fueron las personas que en nombre de la ciudad dieron el permiso para la construcción del primer Corral de Comedias en Ciudad Real? Las siguientes: Corregidor don Francisco Toral. Justicias, don Tomás Palacios, don Manuel Josef García, don Josef Antonio Díaz. Diputados del común Don Diego Bernal, don Ysidro Madrid y don Fernando Camborda. Personero (Síndico), señor Zuloaga. Secretario, Manuel Dávila Muñoz. Como se ve por la simple lectura de lo que antecede, la Corporación Municipal, atiende la solicitud debidamente, pero se preocupa mucho de que la obra reúna las condiciones de seguridad suficientes para proteger la vida de los posibles espectadores.

En una cosa falla –desde nuestro punto de vista actual-, no indican el lugar en donde ha de ubicarse el Corral de Comedias, objeto de la solicitud, de aquí creemos que dimana la dificultad de su localización dentro de la ciudad. Desde luego, en aquella fecha, no debía existir la calle JASPE (3), en donde estuvo situado y en donde quedan restos de la construcción, como después demostraremos. ¿Ocuparía el solar de las casas que a nombre de Juan Manuel Varona, que con el número 601, aparecen reseñadas en el Catastro del marqués de la Ensenada, existente en la Casa de Cultura de Ciudad Real, legajo 622, de 23 de septiembre de 1741 y cuya ficha es la siguiente: “Unas casas de morada propias de Juan Manuel Varona, en la población de esta ciudad. Colazión del Sr. San Pedro, calle de San Juan de Dios: lindan con las de Francisco García Baquero y con molino zumaque de don José Torres, tiene de frente diez y nueve varas y treinta y dos de fondo, consisten en cuartos altos y bajos dobles y algunos solatexa, su fábrica tapias de hormigón cal y ladrillo: Patio y corral, a las cuales regularon los peritos su arrendamiento en doscientos veinte reales de vellón”.

Las razones de nuestra sospecha son las siguientes: La iglesia de San Juan de Dios estaba situada en donde ahora se levantan las casas de la Diputación Provincial, en la calle de Ruiz-Morote, nosotros conocimos la Iglesia de San Juan de Dios, ya sin culto. En dicho edificio, estuvo instalada la Escuela Normal de Maestras, única que existía en nuestros años de bachillerato, ya que los estudiantes de Magisterio hacían alguno o algunos años de la carrera en el Instituto y se terminaban en alguna Normal de alguna ciudad próxima generalmente en Toledo, en donde sí existía Escuela Normal de Maestros. El uno y el otro Varona debieron ser parientes y por la proximidad de la calle de San Juan de Dios, que suponemos tomaría el nombre de estar enclavada en ella su iglesia y la proximidad de la misma a la conocida en la actualidad por el Jaspe, nos inducen a esta creencia.

En el Archivo Municipal (4) aparece con el número 435 una instrucción provisional para la cobranza de la contribución de casas. Año 1821, al número de orden de la relación 267 aparece el Coliseo de Comedias de don Juan Plaza con otras oficinas bajas, con una renta anual de ocho reales.

El número 462. Reparto de utilidades, entre los vecinos de Ciudad Real. Año 1841, del mismo Archivo (4) al número 462 de orden, en la parroquia de San Pedro aparece como contribuyente la viuda de don Juan de Plaza. Estos documentos nos plantean problemas. El Coliseo de Comedias de don Juan de Plaza, ¿es el mismo construido por Varona o es otro? Han pasado cuarenta y dos años desde la concesión del permiso de construcción a Varona, y por consiguiente, Plaza, pudiera haber obtenido permiso para construir un segundo Corral de Comedias. ¿Se trata del primer Corral de Comedias, el de Varona, que ha pasado a ser propiedad de Plaza o lo explota éste en arrendamiento? Preguntas son éstas que dejamos en el aire y que pudieran dar lugar a nuevas investigaciones.
Sigamos, pues, con nuestro primer corral de comedias, y presentemos pruebas documentales indubitables.

En el protocolo de Instrumentos otorgados ante el Escribano Antonio Rico –que se custodia en la CASA DE CULTURA de Ciudad Real-, encontramos el siguiente documento, que figura a la terminación de este trabajo.

Venta real …. 19 de junio.

“En la Ciudad de Ciudad Real a diecinueve de Junio de mil ochocientos cincuenta, ante mí el Escribano numerario de ella y testigos que se dirán, parecieron D. Andrés García Ron, Cura Párroco de la Iglesia de San Pedro de esta ciudad; D. Manuel de la Riba y Rodrigo, Pbro agregado a dicha iglesia y D. Ramón Gómez, Cura Párroco de la del Salvador de Picón”, los primeros como jueces testamentarios y el tercero como Albacea, los cuales venden la casa que después se dirá como parte de los bienes relictos pertenecientes al matrimonio Rafael Varona y Luisa Córcoles, al fallecimiento de la señora, que murió la última y en su calidad de jueces y albacea testamentarios, “venden y  enajenan para siempre y desde este día en adelante a don José Antonio Ruiz, natural y vecino de esta ciudad, para que sea para el, sus herederos y sucesores, y para quien en su nombre en cualquier manera lo hubiere de haber, es, a saber: Una Casa en esta población y su calle del Jaspe, conocida por el Coliseo, porque antes fue teatro de esta Capital”… en la cantidad de tres mil trescientos reales de vellón.

¿Por qué no figura el número de la casa en la escritura de venta? Alguna razón de peso debía haber en el aquel tiempo cuando un detalle que hoy consideramos elemental, se le escapó al Escribano numerario señor Rico. Después de darle vueltas al asunto, hemos averiguado que en aquella fecha las casas no estaban numeradas, pues la real Orden de 24 de febrero de 1860, que entre otras cosas, previene, que haya en la Secretaría de todo Ayuntamiento un Registro de la numeración de las casas, y que al conceder los permisos para edificar se imponga a los propietarios la obligación de colocar, a sus costas, el número correspondiente en la forma establecida por el Municipio.

La reparación de los números de las casas va a cargo del Ayuntamiento. Real Orden de 20 de marzo de 1897.

No sólo ha de estar numeradas las casas en el casco de la población, sino las que hay en despoblado, según dispone la Real Orden de 5 de enero de 1887 (5). Como se ve, todas estas disposiciones son posteriores a la fecha del otorgamiento de la escritura reseñada más arriba. Posiblemente, de haber existido legislación obligando a la numeración de las casas con anterioridad al otorgamiento de la escritura de venta real número 57, en ella, es posible que se hubiese silenciado la indicación de la casa del Coliseo y hubiera sido más difícil su identificación y situación.

Pero sigamos examinando el mismo protocolo, y encontramos: Venta nº 78… 27 de Julio. El 27 de Julio de 1850, D. José Antonio Ruiz, “vende y enajena para siempre a favor de D. Fulgencio Trujillo su convecino, es a saber: El solar que ocupaba el escenario en el Teatro antiguo de esta Ciudad y un corral con pozo que está situado en el mismo Teatro, calle del Jaspe, que el compareciente compró según escritura de diez y nueve de junio último”. De modo y manera, que el señor Ruiz, en poco más de un mes, había destruido el escenario del Corral de Comedias que construyera Rafael Varona. ¡Sin comentarios!

(1)   Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico de la provincia de Ciudad Real, 2ª edición. Ciudad Real, 1899. Establecimiento Tipográfico del Hospicio Provincial.

(2)     Isabel Pérez Valera: Datos para la Historia del Corral de Comedias de Almagro. Ciudad Real. Imprenta Galán, pág. 11 del programa de festejos de Almagro. R. 13113. Año 1968.

(3)     Véase la obra de doña Isabel Pérez Valera: Ciudad Real en el siglo XVIII. Publicaciones del Instituto de Estudios Manchegos (Patronato “Quadrado” del Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Ciudad Real, 1955.

(4)     Isabel Pérez Valera. Índice de los documentos del Archivo Municipal de Ciudad Real 1255-1899. Publicaciones del Instituto de Estudios Manchegos (del patronato “José María Quada”, Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Ciudad Real 1962. Tipografía Alpha, Calatrava, 5. Ciudad Real. Depósito Legal C.R.-52-1963. Nº registro C.R.-776-1963.

(5)     Pedro Huguet Campaña: El Abogado Popular, pág. 416, tomo V, llamada 231.

Relojes en Ciudad Real

¿Fábrica de relojes en Ciudad Real?
10 Septiembre 2012
Carlos Muñoz de Luna
Lanza digital  9 Sep 2012

Hace unos meses un amigo me preguntaba por la Fábrica de Relojes de Ciudad Real que inicialmente relacionaba con el edificio de la Real Casa de la Caridad hoy Rectorado. La información le había llegado en primer lugar de un libro existente en la Biblioteca Entrambasaguas de la Universidad de Castilla-La Mancha que habla ampliamente de ella y da diversas citas bibliográficas que confirman su existencia.

Hace unos meses un amigo me preguntaba por la Fábrica de Relojes de Ciudad Real que inicialmente relacionaba con el edificio de la Real Casa de la Caridad hoy Rectorado.
La información le había llegado en primer lugar de un libro existente en la Biblioteca Entrambasaguas de la Universidad de Castilla-La Mancha que habla ampliamente de ella y da diversas citas bibliográficas que confirman su existencia. La fábrica funcionó en Ciudad Real a finales del siglo XVIII y es Madoz, en 1850, el que da una reseña amplia de la misma. Dice Madoz: “Cuando el Hospicio de Ciudad Real estuvo en auge, se estableció en la ciudad una fábrica de relojes, a la que concurrieron algunos jóvenes de los recogidos en el establecimiento. Organizó esta fábrica don Rafael Varona, vecino de la misma ciudad, en virtud de real gracia conseguida como autor de unos magníficos relojes que presentó en la Corte: era el local el taller del teatro”. Madoz nos indica la existencia de la fábrica a finales del siglo XVIII los pocos años que funcionó la Casa de la Caridad, pero también nos explica que la fábrica no estaba allí sino en el local del teatro.

Los relojeros de Ciudad Real

Paulina Junquera que escribió en 1954 el libro sobre Relojería Palatina habla de Rafael Varona del que dice que fue fundador y director de la Real Escuela de Relojería, que, como filial de la madrileña, se estableció en Ciudad Real, bajo la protección de Carlos IV. Dice de Varona que desplegó tanto celo, habilidad e inteligencia que el monarca le recompensó con el título de Relojero de Cámara honorario en 1800. En 1801 Rafael Varona se dirige al Ministro de Marina y se presenta como “relojero honorario de S.M y director de la Real Fábrica establecida en Ciudad Real, en la cual construía todo género de relojes de bolsillo, sobremesa, péndulo, etcétera…”.
Después de Rafael Varona, trabajó en Ciudad Real el suizo Antonio Mathey, que había venido a España, por la solicitud del rey y recomendado por el conde de Aranda, embajador de España en Paris. Mathey estuvo en Ciudad Real durante ocho años para trasladarse posteriormente a Toledo. El Rey, por la buena dirección que había realizado en la Escuela de Relojería de Ciudad Real, le recompensó con 24 reales diarios de gratificación. Fernando VII le confirmó esta pensión que disfrutó hasta su muerte en mayo de 1823. Desde 1798 fue maestro también en la Escuela de Ciudad Real Vicente Taracena. Estuvo en Ciudad Real, se había formado primero en la Escuela de Madrid y después continuó su formación en la de Ciudad Real hasta llegar a ser maestro en la misma.
Otro relojero que estuvo en Ciudad Real fue Blas Muñoz que trabajó en la Escuela de Relojería durante tres años hasta que marchó a Paris. Natural de Madrid  donde empezó su aprendizaje a los 12 años ganando a los 16 un premio en la Sociedad Económica Matritense. A los diecisiete años será elegido para trasladarse a Ciudad Real donde enseñaba a los alumnos que realizaron obras importantes. Estas actuaciones se mostraron al rey cuando fue llamado por Mazarredo para ir a Paris como pensionado con Agustín Albino. Allí estará desde 1801 hasta 1806.
El libro de Luis Montañés Fontela “Relojes españoles”. Capítulos de la Relojería en España, Relojes olvidados y Museo Español de antigüedades termina su relato del capítulo titulado ¿Relojes en Ciudad Real?, diciendo: Rafael Varona, Antonio Mathey, Vicente Taracena y Blas Muñoz. ¿Qué ha sido de la obra de estos hombres realizada en Ciudad Real?.
Pero, ¿dónde estaba la Fábrica de relojes? Porque Madoz habla simplemente del taller del teatro.

La Fábrica de relojes de Ciudad Real

Por casualidades de trabajo, otro compañero me comenta la investigación que está realizando sobre el local del Teatro de Ciudad Real de finales del siglo XVIII.
Don Inocente Hervás y Buendía dice que en Ciudad Real se construyó el Primer corral de Comedias por el artista Rafael Barona en 1779.
En el libro Capitular de 1779 del Ayuntamiento de Ciudad Real que encabeza su portada con “Jesús… María… Josef… Josef y Ana que todo lo sanan”, se habla del escrito presentado por el vecino Rafael Varona, solicitando permiso para hacer un local de teatro en Ciudad Real siempre que se garantice que en quince o veinte años no se concederá otra licencia para ello. Ya entonces se pedían exclusivas y condiciones de los emprendedores.
Expone las condiciones económicas de funcionamiento del local y cómo piensa construirlo.  El corregidor don Francisco Toral y los justicias don Tomás Palacios, don Manuel Josef García, don Josef Antonio Díaz, varios diputados de lo común y el secretario Manuel Dávila Muñoz dan el permiso exigiendo condiciones de seguridad para los usuarios y público que asistan a las representaciones. Sin embargo en toda esta tramitación no hay referencias a su localización. Según Gerardo Pérez de Madrid la ubicación de este teatro tiene relación con las propiedades de Rafael Varona.
Según el Catastro de la Ensenada en 1741 Rafael Varona poseía unas casas en la colación del Sr. San Pedro, calle de San Juan de Dios, lindando con las de Francisco García Baquero y con el molino de zumaque de don José de Torres. En un documento de 1850 se establece la venta a favor de don José Antonio Ruiz de una casa en “esta población y su calle del Jaspe, conocida por el Coliseo, porque antes fue teatro de esta Capital” por trescientos mil reales de vellón. Pocos meses después Jose Antonio Ruiz vende la casa, habiendo demolido el teatro.
La fábrica de relojes de Ciudad Real estuvo pues en la calle del Jaspe en el local del teatro que construyó don Rafael Varona. Unas instalaciones que debían ser de gran sencillez y que convivían con las representaciones que se celebraban en ese espacio. Luis Montañés preguntaba por la obra que realizaron estos expertos relojeros en Ciudad Real. Inocente Hervás nos da una referencia de ello cuando dice que “la fábrica de armas instalada en 1575 despareció adquiriendo en cambio la de relojería. Blas Muñoz, natural de Madrid, estableció en esta ciudad una fábrica de relojes, construyéndose en ella el de la iglesia de San Pedro, por encargo del ayuntamiento, el que colocó en marzo de 1779”. A las instalaciones de Rafael Varona asistían entre seis y ocho jóvenes de la Real Casa de la Caridad para aprender el oficio en esas instalaciones.
Poco a poco el rompecabezas de los relojes y el teatro y la Real Casa de la Caridad se ha ido componiendo. Por la búsqueda de los relojes y del corral de comedias hemos encontrado el punto de unión de esa sencilla fábrica que funcionó en Ciudad Real a finales del siglo XVIII por la iniciativa de Rafael Varona y la presencia de notables relojeros en sus humildes instalaciones.

miércoles, 1 de abril de 2020

Henry David Inglis, un escocés por La Mancha en 1830.

A pesar del interés que se le atribuye a La Mancha por su relación con Don Quijote, no es país para quedarse. Hay pocas bellezas románticas en La Mancha; es principalmente un país vinícola y produce en otras partes maíz, aceite y azafrán; pero tiene pocos encantos para el viajero que ama lo pintoresco y lo bello y, aunque el camino toca dos o tres puntos donde Cervantes ha establecido la escena de ciertas hazañas del valiente caballero, el campo principal de estas se encuentra más a al este. Además, el interés que la historia de Don Quijote ha suscitado sobre La Mancha es tan visionario, que la mera conciencia de pasar través de La Mancha le da toda la fuerza y ​​realidad de la que es susceptible.

Quedaban más de tres horas para el momento en que debía partir la diligencia, y todos los pasajeros se retiraron a la cama; pero no vi ventaja alguna en ir a una cama mala para ser sacado de ella justo cuando uno podría comenzar a ser insensible a su maldad; en consecuencia, me senté hasta la una, cuando tomé asiento en la diligencia. Antes del amanecer, pasamos por dos pueblos pobres, La Guardia y Tembleque, y llegamos a desayunar a Madridejos. Como el desayuno no estaba listo, paseé por la calle y el mercado y, siendo un domingo por la mañana, todos los campesinos deambulaban y hacían sus compras; parecía casi una población de mendigos. Incluso por lo tocante a los mejores campesinos, con sus viejas capas marrones y sus pequeñas boinas negras que se ajustan a la cabeza, transmitía una idea miserable de la respetabilidad en las gentes en Castilla: ¡qué opuesto a la población del pueblo en el que me detuve un domingo por la mañana, en Vizcaya! El posadero de la posada donde desayunamos era anteriormente Alcalde de la ciudad y era conocido por haber estado en ese momento conchabado con los bandidos que infestaban esta parte del país. Todavía se podía decir que era un ladrón, en cierto sentido, porque me obligaron a pagar doce reales por una taza de chocolate y dos huevos. De Madrilejos a Puerto Lapiche no hay nada interesante. La desnudez del país se alivia en cierto grado por los planteles de olivos; pero el suelo es generalmente estéril e improductivo. La agricultura en todos estos distritos, incluidas aquellas partes de La Mancha que no están dedicadas a los mejores vinos, se encuentra en el estado más bajo: la indolencia natural de los habitantes se ve favorecida por los viejos prejuicios y las ridículas prácticas de siembra a las que no están de ninguna forma dispuestos a renunciar. Entre estas, una de los más perjudiciales para la tierra es la supuesta necesidad de permitir que el estiércol animal se pudra antes de aplicarlo al suelo: así vuelan los valiosos gases y solo se queda la fibra vegetal. Los habitantes de esta parte de España deben tener especial cuidado en que su estiércol se aplique de una manera más efectiva, porque poseen muy poco. La mayor parte de la ganadería manchega y de partes del sur de Toledo se realiza con mano de obra; todo el trabajo animal requerido es realizado por mulas, y en toda la Mancha apenas se puede ver ganado con cuernos. 

Otra causa del estado deprimido de estos distritos es que en La Mancha y las provincias vecinas, pero en especial en La Mancha, hay inmensos tramos de tierras de la Corona cuyos ingresos se asignan para subvencionar el ejército y otros; estas tierras son administradas por mayordomos de la Corona que roban a la gente, engañan al Tesoro y, de hecho, convierten todo ingreso en su propio engrandecido peculio. 

En Puerto Lapiche estamos en La Mancha, y es en este lugar, o al menos en su vecindario, donde Cervantes escenificó la famosa aventura con los molinos de viento, porque fue inmediatamente después de su desafortunada terminación que Don Quijotte y su escudero se acercaron a Puerto Lapiche. Era imposible mirar hacia la izquierda y no ver algunos molinos de viento en una pequeña elevación sin recordar el tono caballeresco y el porte heroico del caballero de La Mancha. "¡Non fuyáis, cobardes y viles criaturas! Porque es solo un caballero el que os acomete." Un poco más adelante, un rebaño de ovejas pastando al pie de una colina naturalmente me recordó otra aventura del héroe de Cervantes. "Este, ¡oh Sancho! es el día que manifestará las grandes cosas que me depara la fortuna, ¿ves esa nube de polvo delante de nosotros? Todo esto es levantado por un vasto ejército, compuesto por varias e innumerables naciones que marchan de esa manera. "

Entre Puerto Lapiche y Manzanares, pasamos por Villaharta, un lugar que atestigua en sus ruinas y miseria los efectos desoladores de la guerra, y también nos detuvimos un rato en la venta de Quesada, bajo la cual se supone que fluye el río Guadiana. Es cierto que el Guadiana se pierde unas dos leguas a la izquierda y emerge nuevamente a poca distancia a la derecha de esta venta. Al acercarnos a Manzanares, la apariencia del país mejora: una brillante puesta de sol lucía en el paisaje dando gran riqueza a los campos, que estaban cubiertos por la flor azul del azafrán, y tocaba con alegría y ligereza incluso el verde no refrescante de las aceitunas, que, en largas y rectas avenidas, cruzaban la amplia llanura. Manzanares es un lugar de cierto tamaño y de pobreza proporcional. Casi toda la tierra circundante pertenece a los caballeros de Calatrava y al duque de San Carlos, que posee amplias bodegas en el vecindario de Valdepeñas. El propietario de la posada, un buen anciano de setenta años, solía recibir una comisión por enviar el mejor vino del país a su difunta Majestad, cuando el Príncipe Regente; me hizo probar un vaso de su elección, que no encontré en absoluto inferior al que bebí de la bodega del Rey, en San Ildefonso. 

En Manzanares, dejé mi asiento en la diligencia, asegurando el viaje del día siguiente en una pequeña calesa y dos mulas fuertes, por las cuales esperaba ser conducido al pie de Sierra Morena. Si hubiera ido con la diligencia, habría debido pasar por todo el país intermedio y por Valdepeñas durante la noche. Cenamos bien en esta posada, y cuando me retiré a la cama fue con el conocimiento agradable de que no debería, como mis compañeros de viaje, ser despertado a la medianoche para continuar el viaje.

En la despedida del exbandolero Polinario, le pregunté si podía considerarme seguro para dormir la noche siguiente en la venta, al pie de Sierra Morena; él respondió que deseaba que me prepararan una cama y que yo podría dormir tranquilo. Deposité una moneda en su mano y sentí que se afianzaba en su promesa. Salí de Manzanares antes del amanecer, y encontré a mi arriero amable e inteligente y mis mulas activas. Poco después de salir de Manzanares, a la derecha se ve el pequeño pueblo de Argamasilla de Alba: aquí se dice que Cervantes fue encarcelado y escribió la primera parte de Don Quijote. Entre este punto y Valdepeñas pasé por un pequeño pueblo llamado Consolación, casi una ruina por los efectos de la guerra; en pocos casos los habitantes reconstruyeron sus casas, pero las habían reconstruido con deshechos de habitaciones y escombros. Mi vehículo atrajo a muchos en las salidas de estas miserables moradas, y sus reclusos se parecían más a los animales salvajes asomados desde sus guaridas que a los seres civilizados que miraban desde habitaciones más humanas. Al acercarme a Valdepeñas el país mejoraba, la tierra estaba labrada evidentemente con mayor cuidado y el cultivo más próspero de la vid mostraba que allí valía la pena cultivar la uva.

Antes de entrar en Valdepeñas, pasé por una extensa plantación de olivos en la que noté varias cruces monumentales, dos de ellas rotas por la carga de las piedras con que los devotos las habían cargado. Valdepeñas, "Valle de las Piedras", se parece al nombre de la ciudad, el distrito y el vino: este último enriquece a otros y, en consecuencia, se dice que Valdepeñas es la ciudad más rica de Castilla. El vino de Valdepeñas es el vino que beben universalmente las mejores clases en toda Castilla; de hecho, casi se puede decir en todas partes al norte de Sierra Morena. Pero, a diferencia de la mayoría de los otros vinos, está más puro y perfecto en el distrito donde crece, no porque sea incapaz de exportarse; por el contrario, posee cuerpo suficiente para soportar la exportación a cualquier clima, sino porque no se prueba una vez de cien veces que esté libre de contaminarse con los cueros en los que se lleva. Cuando se encuentra puro, es un vino que merece ser tenido en la más alta estimación; posee una solera que sin duda lo recomendaría al paladar inglés y, si alguna vez se abriera comunicación entre La Mancha y las provincias del sur, hay pocas dudas de que este vino llegaría a a los puertos ingleses.

Visité uno de los depósitos de los productores más ricos, que me dijeron tenía más de seis mil pellejos; el contenido promedio del pellejo era de unas diez arrobas; y el precio del vino comprado en el acto equivaldría a aproximadamente (en moneda y medida inglesas) 3110s. por vaso. No vi mendigos en Valdepeñas; pero tampoco había apariencia alguna de comodidad general. El cultivo y preparación del vino empleaban a todos los habitantes; pero los salarios eran bajos y los placeres que compraban, escasos. Los salarios de la mano de obra son aproximadamente tres reales (menos de Id.) al día. El cordero aquí se vende a ocho cuartos; pan a seis cuartos y medio por libra. La carne de res no se encuentra en casi ninguna parte de La Mancha, y no se estima. Aquí, y en la mayoría de las otras partes de La Mancha, es la costumbre para las mujeres de las clases inferiores poner sobre sus cabezas la falda de sus enaguas; el velo y la mantilla solo son utilizados por las clases altas. Este hecho explica el pasaje en Don Quijote donde, cuando Sancho le dice a su esposa cuán gran dama está destinada a ser cuando él sea gobernador de una ínsula, Teresa responde: "Tampoco lo pondré en poder de quienes me vean vestida como una condesa o la dama del gobernador, para decir: "Cuidado con la señora Porquera, ¡qué orgullosa se ve! Fue ayer, pero trabajó duro en la rueca y fue a misa con la cola de su vestido alrededor de su cabeza, en lugar de un velo". En otros cien casos, se arroja luz sobre la página de Cervantes viajando a través de La Mancha. Salí de Valdepeñas tras un desayuno tolerable en una de las posadas más grandes que había visto en España; e, inmediatamente al salir de la ciudad, Sierra Morena se levantó ante mí, aparentemente a poca distancia. Pasé por varios pueblos pequeños para acercarme más a la Sierra, entre otros, Santa Cruz y La Concepción de Almuradiel: entre estos dos pueblos, la llanura de La Mancha se pierde entre las cordilleras exteriores de la Sierra; y, excepto en las cercanías de esta última aldea, el país apenas se cultiva. Entre La Concepción de Almuradiel y el pie de la Sierra, el camino sube constantemente, aunque gradualmente; y alrededor de las cuatro de la tarde, llegué a Venta de Cárdenas, donde me propuse pasar la noche. Encontré una habitación y una cama, tal como estaban, preparadas para mí como tenía razones para esperar de la promesa de Polinario; y el anfitrión me dijo que Polinario le había ordenado que me cuidara; para darme una buena cena y para proporcionarme una mula buena para pasar la Sierra. Venta de Cárdenas es una casa solitaria que se encuentra justo debajo de la montaña, en una pequeña elevación en el lado izquierdo del camino. Es aquí donde Cervantes coloca la famosa aventura de los galeotes, donde, después de que Don Quijote hubiera liberado a Ginés de Pasamonte y sus compañeros de esclavitud, y después de que le robaran el mulo a Sancho, el caballero y su escudero entraron en la Sierra Morena y se encontraron con los frecuentes robos que tienen lugar en ella; y fue en la idéntica Venta de Cárdenas donde se cometió el mayor número de robos de Polinario; el propietario de la venta, el mismo que la habita ahora, se las entendía con Polinario; y en la mayoría de los casos, los viajeros fueron llevados a esta venta y despojados; esto se considera más seguro y más conveniente que desnudarlos en la carretera. Aproximadamente una hora después de mi llegada, la cena que había sido hecha a medida fue puesta delante de mí; y al supervisar la cocina, tuve la satisfacción de sentarme con aves y tocino sin aceite ni ajo. El anfitrión me dijo que, en el lado manchego de Sierra Morena, había poco peligro de robo; pero que en el momento en que pusiera un pie en Andalucía, podría considerarme en constante peligro. La banda de Don José, dijo, estaba recorriendo cada parte de Andalucía; y en algunos caminos, casi ningún viajero escapó del robo. Más tarde descubrí que en esta información estaba en lo correcto; pero casi al mismo tiempo, la banda de Don José se dispersó; más de veinte fueron hicieron prisioneros, y el líder y unos quince seguidores escaparon a Portugal. 

Después de la cena, todavía quedaba una hora de puesta de sol; y este intervalo y casi otra hora más lo pasé en una caminata entre los puestos de avanzada de la Sierra. Toda la parte inferior de la montaña en este lado está cubierta con una gruesa alfombra de arbustos y con millones de plantas aromáticas. Los acebuches silvestres crecen profusamente en las rañas más bajas; pero más arriba y en los desfiladeros, ilex y pino arrojan sus sombras más profundas y amplias sobre la ladera de la montaña. El silencio de las colinas se siente en toda su extensión en Sierra Morena, porque no está roto por la música de los arroyos de montaña, cuyo chorro juguetón y tono variable a menudo van lejos para neutralizar el carácter de solemnidad que es propio y natural en los paisajes de montaña. Casi todas las aguas de Sierra Morena descienden por el lado sur y fluyen hacia el Mediterráneo. Capté algunas bellas imágenes de montaña antes de que la oscuridad me obligara a regresar a la venta. Laderas soleadas, cubiertas de aceitunas pálidas; y laderas oscuras salpicadas de ilex torcido; picos dorados y barrancos oscuros; cabras blancas como la leche descendiendo por los oteros y el cabrero como aquel cuyo silbido sorprendió a Don Quijotte y su escudero; pequeñas reatas de mulas, con sus campanas y su arriero, serpentean por el camino hacia la venta; y las sombras más amplias, y la luz tenue, y la montaña oscura, y el contorno oscuro, amontonados contra el cielo despejado de los cielos andaluces. Dejando que los mandados me llamaran antes del amanecer, tomé un esbozo de Valdepeñas y me retiré a mi cuarto, un pequeño apartamento cuadrado sin muebles, excepto una silla y mi cama, que consistía en un colchón colocado sobre tres tablas, sostenidas por dos troncos. La ventana estaba abierta y a no más de seis o siete pies del suelo; pero la seguridad de Polinario fue suficiente, y dormí bien hasta que el arriero me despertó y me llamó para decirme que mi mula estaba lista. Me tragué una taza de chocolate mientras me vestía, y me senté en mi mula, justo cuando los picos más altos de la Sierra recibieron el primer mensaje del día. Era una mañana tan encantadora como siempre había llegado a las cumbres de las montañas; el cielo era un campo azul, con ese tinte verde pálido peculiar de los cielos matutinos en el sur de España; y el aire se sentía tan ligero y vigorizante, que cada proyecto era como el chorro de un manantial de montaña.

Mi mula subió con fuerza el empinado camino sinuoso: y el arriero, un andaluz de Andújar, caminó o corrió como era necesario. Aunque temprano, no fuimos los primeros en el camino; porque se vieron varias filas de mulas que se agrupaban haciendo frente al empinado camino, desviándose para no formar un lío mientras subían y bajaban, no precisamente con rapidez, puese estaban obligadas a ascender con frecuencia por el peligroso lado de un desfiladero, cruzarlo en el extremo y regresar por el otro lado al punto opuesto al que empezaron. Tras aproximadamente media legua de ascenso empinado, se da un primer paso: aquí el paisaje es salvaje y sorprendente; el camino pasa debajo de una sucesión de altos picos rocosos, mientras que en el otro lado, un golfo profundo y estrecho corre paralelo al camino. Si se volaran doce o catorce pies de roca aquí, este paso ya no sería un paso. Desde la primera cumbre, descendí a un valle profundo, y luego ascendí nuevamente, durante al menos dos leguas. Las laderas de la montaña están salpicadas de robles de hoja perenne y algunos fresnos, y están cubiertos densamente con un sotobosque de arbustos; a veces se vislumbran, ocasionalmente, aberturas en los valles laterales profundos y deshabitados de la Sierra; pero a medida que el camino sube hacia el sur, la naturaleza adquiere un aspecto más cultivado, y se ven casas y pueblos a poca distancia dispersos. 

Estas son las nuevas colonias, como todavía se las llama, de Sierra Morena, y la primera de las aldeas a las que llegamos es Santa Elena. Nada puede ser más llamativo o agradable que el contraste entre los pueblos de los nuevos asentamientos y los que encontramos en otras partes del interior de España. Evidentemente, la industria y la actividad funcionaban en todas partes; el suelo se vio obligado a rendir cualquier cultivo que le fuera adecuado y maíz y pastos y pequeños parches de patata y repollo sonreían frescos y verdes alrededor de las cabañas: estas eran de mejor construcción que las cabañas del campesinado español; y al mirar algunas de ellas, noté todos los artículos necesarios en muebles domésticos comunes. Tampoco se veía a la gente mirando desde sus puertas en harapos o sentados bajo los muros envueltos en sus capas; todos parecían tener algo para un Cardenio; sobre cuya historia se ha construido el drama de los alpinistas. Este barrio sigue siendo famoso por su continua hacendosidad y se evade con un aire de personas que no tienen ansias de ociosidad. El secreto es que estas personas tienen interés en lo que hacen, porque trabajan en su propia propiedad. La historia de estos asentamientos es probablemente conocida por todos; y, sin embargo, apenas puedo pasarla por alto. Antes del reinado de Carlos III, Sierra Morena fue abandonada por completo a bandidos; pero Don Pablo de Olavide, quien luego disfrutó de un alto cargo en el gobierno de la provincia de Sevilla, concibió el diseño de colonizar la Sierra y de apoyar a los colonos con su trabajo agrícola. Un primer intento falló, tras un gran desembolso; pero el segundo fue, hasta cierto punto, exitoso. Los colonos vinieron de diferentes partes de Alemania, tentados por las ofertas liberales del gobierno español; y son sus descendientes quienes todavía son las personas de estas colonias. Cada colonia recibió cincuenta terrenos, cada uno de diez mil pies cuadrados, sin alquiler, durante diez años; y luego, sujeto solo a los diezmos. Y si estas piezas fueron cultivadas, otra porción igualmente grande fue asignada al cultivador. Junto con su tierra, el colono recibió los artículos necesarios de trabajo agrícola: vacas, un asno, dos cerdos, un gallo y una gallina, y semillas para su tierra; una casa y un horno de panadería: y la única responsabilidad para la propiedad era una restricción en el poder de deshacerse de ella, que ningún colono tenía la libertad de hacer a favor de ninguna persona que ya disfrutara mucho; para que las posesiones de los colonos no pudieran ser menores ni mayores; excepto por su propia industria. Pero, a pesar de las muchas ventajas y privilegios que disfrutan estas colonias; y aunque en comparación con el funcionamiento ordinario de las aldeas españolas, las aldeas de los nuevos asentamientos presentan un aspecto de comodidad e industria, las colonias nunca han tenido un éxito total y se dice que florecen menos cada año. En el presente, no hay aumento de riquezas entre ellos; todo lo que pueden hacer es simplemente mantenerse a sí mismos en una comodidad tolerable: la única causa que se puede asignar para esta prosperidad negativa, debe referirse a una salida deficiente para el producto de su trabajo. Es evidente que sin un mercado, la mano de obra del agricultor es inútil y pronto estará restringida a ese punto que está fijado por las necesidades de él y su familia. 

Poco después de salir de Santa Elena, la perspectiva se abre hacia el sur; las crestas más altas de la Sierra se encuentran detrás, y Andalucía se extiende por debajo. Alrededor de tres leguas más allá de Santa Elena, se encuentra La Carolina, la capital de los nuevos asentamientos; donde llegué temprano por la tarde. Esta es realmente una ciudad ordenada y limpia; y la aparente excelencia de la posada casi me tentaba a ceder ante las instancias del arriero, que deseaba que hiciera mi alojamiento nocturno en este lugar; pero había decidido dormir en Bailén, para tener un día de viaje por la mañana, hasta Andújar. La naturaleza exhibe una nueva apariencia cuando dejamos Carolina y descendemos a la llanura de Andalucía: los olivares ya no son arboledas, sino bosques; el ílex no puntea, sino que viste las laderas de las montañas; innumerables arbustos nuevos y variedades de plantas aromáticas, nunca antes vistas, cubren cada lugar de tierra baldía; y los setos del camino, están compuestos de aloes gigantescos. Durante todo el trayecto desde La Carolina hasta Bailén, pasé por un país rico en maíz y aceite: una llanura amplia y ondulada, limitada al sur por las montañas de Granada; y aquí y allá, sobre las crestas meridionales de Sierra Morena, que forma el límite norte de la llanura, se ven las ruinas de los castillos árabes. Al anochecer llegué a Bailén, celebrado como el campo de batalla donde Castaños obtuvo la clara victoria que posteriormente condujo a la evacuación de Madrid. Casi lamenté no haber cedido a la tentación de una buena posada en Carolina, ya que el guía condujo a mi mula al patio de una posada muy miserable en Bailén. Encontré una cama, sin embargo, no peor de lo habitual; y, para la cena, me vi obligado a contentarme con huevos fritos, excelente vino y un delicioso melón. Mi viaje había sido largo y fatigoso; y, desafiando a los mosquitos, arrojando un pañuelo sobre mi cara, dormí profundamente hasta la mañana. Tal vez sea caridad para el viajero, por mencionar una invención que luego adopté como defensa contra los asaltos de mosquitos. No hay mosquiteros en ninguna parte de España, ni siquiera en los mejores hoteles, y no todos pueden dormir con un pañuelo en la cara. Compré un pedazo de muselina delgada, alrededor de un metro cuadrado, y cargué los lados con pequeños pesos de plomo; la muselina había sido previamente muy almidonada; y esto, arrojado sobre la cabeza, deja un amplio espacio para respirar; y los pesos lo mantienen por todos lados; rara vez sucede que un mosquito gane la entrada. Dejé Bailén, como siempre, cuando la salida del sol; e inmediatamente entré en un valle salvaje pero muy pintoresco. Una corriente turbulenta, llamada Río de las Piedras, "río de piedras", la atravesó, en sus orillas, donde las rocas admitían un mechón verde, cubierto con la flor rosa brillante de un arbusto desconocido para mí: ilex, aquí y allí diversificado por un alto pino de cabeza redonda, agrupado en los huecos, y esparcido por las laderas; y una partida de arrieros y sus mulas, descansando bajo la sombra de un grupo de árboles, contribuyeron en gran medida a lo pintoresco del paisaje.