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miércoles, 22 de junio de 2016

Sale a la luz el cuaderno inédito de Valle-Inclán con sus notas sobre la I Guerra Mundial

Patricia Abet "Un manuscrito inédito documenta la cara más desconocida de Valle-Inclán", Abc, 22 de junio de 2016:

Sale a la luz un breve cuaderno en el que el autor anotó sus vivencias durante la I Guerra Mundial

En un vulgar cuaderno, de tapas negras y hojas rayadas, Valle-Inclán dio cuenta de su paso por el frente. Fue en 1916 cuando, como corresponsal del diario «El Imparcial», el literato viajó hasta Francia para informar de primera mano acerca de esa «guerra de trincheras» en la que por primera vez se utilizaron las armas químicas y que tanto impresionó al escritor. Las crónicas de esta vivencia bélica salieron a la luz dos meses después, a su regreso a Madrid, pero el germen de esos relatos —encerrados en una libretilla austera de 166 páginas cuyas tapas fueron decoradas por él mismo a pluma— se mantuvo oculto durante más de un siglo.

La encargada de rescatar este autógrafo inédito del olvido ha sido la profesora Margarita Santos Zas, responsable de la edición del bautizado como «Con el alba: El Cuaderno de Francia». El libro, que viene a enriquecer la nómina bibliográfica del autor, quizás no encierra un gran valor literario pero sí periodístico. Según la encargada de la edición del texto, las anotaciones de este cuaderno sirvieron como sustrato para la redacción de sus crónicas de guerra, recogidas en «La medianoche. Visión estelar de un momento de guerra (1916-1917)» y en un volumen posterior.

Un cuaderno, al revés

En cuanto a su valía, Santos Zas, doctora de la Universidad de Santiago, reconoce que se trata de un magnífico «muestrario de los mecanismos de escritura del literato», a través de los que rastrear su técnica periodística y redaccional. A este respecto, la filóloga reseña la «inmediatez» con la que Valle recogía los acontecimientos vividos, pese a que en aquel momento él ya era manco. Esperpéntico en sus formas y apariencia, Valle-Inclán ocupó el espacio gráfico de este valioso cuaderno a su manera, abriéndolo y girándolo a la derecha. Un llamativo uso que la investigadora achaca a su minusvalía y que revela que el autor plasmaba sus indicaciones desde la comodidad de una mesa, aunque mantuviese el presente como fórmula de inmediatez en todas ellas.

Al margen de la anécdota, el hallazgo de este autógrafo que se guardó durante más de un siglo junto a otros apuntes del genio gallego evidencia todas las modificaciones que Valle-Inclán imprimía a sus textos, aunque estos fuesen una memorias íntimas. «Tacha, reescribe, cambia frases, palabras, pautado siempre por la rapidez de la escritura respecto a los momentos vividos», refleja la editora.

Oficio de periodista

La datación del manuscrito, que ayer fue presentado en Santiago, permite localizarlo a medio camino entre la escritura de dos de sus obras más reseñables. La serie de sonatas «Memorias del Marqués de Bradomín (1902-1905)» y la genial «Luces de bohemia (1924)». Entre medias, Valle-Inclán evolucionó como literato pero también como periodista, oficio con el que por momentos esquivó las estrecheces económicas que marcaron parte de su vida, de tertulia en tertulia.

En íntima relación con la narrativa que caracterizó al modernista, Santos Zas resalta el carácter personal del cuaderno, lo que a su juicio «lo deja fuera de toda evidencia en cuanto a inventar o exagerar». Lejos de la naturaleza hiperbólica y exagerada que define a algunos de sus protagonistas, las notas que Valle recogía con minuciosidad cada noche describen los horrores de la guerra y una conmoción que no pasó de largo por el escritor. Su prosa, en este sentido, es desnuda y directa. «Reims es una ruina. Las estatuas de la Catedral, en su mayor parte, están hechas pedazos. Las gárgolas están rotas. Vidriera no queda ninguna», anotó Valle-Inclán un 30 de mayo de 1916. Tan solo unos días antes y, según se puede rastrear en el cuaderno, fue testigo de una breve conversación que no dudó en reproducir. «Motivo: dos damas cuchichean en la iglesia: —A mi hijo lo han citado en la orden del día del ejército/—¡El mío ha muerto!». El complejo proceso de escritura que derivó en las «Crónicas de guerra» de Valle se deja entrever ya en la pulcritud de todos los apuntes que el autor fechó con rigor para dar voz a los soldados. «Escucho el relato de las trincheras llenas de cadáveres, las cuales vuelven a ser bombardeadas durante la noche. Las balas de las ametralladores encienden la ropa de los soldados muertos. Las trincheras se tornan hogueras. Un soldado bretón exclama: —¡Madre del Señor! Ya no tengo miedo a los muertos».

Durante la presentación de esta cuidada edición —concebida en forma de tríptico y que incorpora un facsímil del cuadernillo— el nieto del escritor, Javier del Valle-Inclán Alsina, anunció la cesión de una gran parte del legado de su abuelo, que será trasladado a la Universidad de Santiago de Compostela con el objetivo de que allí esté «guarecido». Por su parte, los muebles, cuadros, retratos, ropas, objetos personales, grabados y esculturas que pertenecieron a Valle-Inclán serán llevados al Museo de Pontevedra.

La intención de la familia del autor es que la Cátedra que lleva su nombre siga desarrollando su labor, amparada en todos los manuscritos y documentos que fueron depositados para su estudio y análisis hace años. «No pueden estar en mejor lugar», opinión el nieto de Ramón María del Valle-Inclán en el 150 aniversario del nacimiento del padre de Max Estrella, sin evitar mencionar que esta celebración «está pasando con más pena que gloria».

Periodismo en la encrucijada

Juan Pedro Quiñonero

Valle-Inclán continúa creciendo: su periodismo está en la encrucijada de todos los caminos que cambiaron la historia de Europa. Como Azorín, enviado especial de ABC, en París, para cubrir una parte esencial de la Primera Guerra Mundial (1914-1919), Valle-Inclán fue un cronista excepcional de la misma y primera de las grandes crisis contemporáneas de la civilización europea.

Describiendo esa gigantesca crisis continental, la prosa de las crónicas periodísticas de ese Valle-Inclán es un crisol donde brilla con fulgor el lívido plumaje de los cisnes modernistas, tocado con la ceniza fría que caía en los campos de batalla europeos, semilla, entre otras, de la prosa atormentada e implacable que pronto desembocará en el nacimiento del esperpento y la crónica implacable de «El ruedo Ibérico».

El joven cronista que descubre las grandes matanzas militares (Verdun) –contemporáneas del terror que comienza a sembrar el arma aérea en las poblaciones civiles– contempla ese espectáculo fáustico desde la pureza inmaculada de su «Lámpara maravillosa». Esa experiencia física, social, política, cultural, contribuirá a iluminar sus visiones íntimas con una luz espectral: el fulgor del bombardeo de los campos, los pueblos y las ciudades pobladas de espectros y almas muertas. Esa experiencia de la gran crisis de la civilización europea le permitirá a Valle-Inclán descubrir en el madrileño Callejón del Gato el espejo cóncavo donde el Ángel de la historia de Klee/Benjamin contemplará más tarde el rostro lívido de la historia de Europa y España, caídas de hinojos en un campo de ruinas que el joven periodista valle-inclanesco describe con la precisión de una luz virginal.

sábado, 18 de junio de 2016

"Los hombres viejos", un poema inédito de Miguel Hernández

Pertenece al ciclo de El hombre acecha:

I

Nacen puestos de gafas, y una piel de levita,
y una perilla obscena de culo de bellota,
y calvos, y caducos. Y nunca se les quita
la joroba que dentro del alma les explota.

Pedos con barbacana, ceremoniosos pedos,
de su senil niñez de polvo enlevitado,
pasan a la edad plena con polvo entre los dedos,
sonando a sepultura y oliendo a antepasado.

Parecen candeleros infelices, escobas
desplumadas, retiesas, con toga, con bonete:
una congregación de gallardas jorobas
con callos y verrugas al borde del retrete.

Con callos y verrugas, y coles y misales,
la dignidad del asno se rebela en la enjalma,
mirando estos cochinos tan espirituales
con callos y verrugas en la extension del alma.

Alma verruguicida, callicida la vuestra.
Habéis nacido tiesos como los monigotes,
y vivís de puntillas, levantando la diestra
para cornamentar la voz y los bigotes.

Saludáis con el ano, no arrugáis nunca el traje,
disimuláis los cuernos con laureles de lata.
No paráis en la tierra, siempre vais de viaje
por un país de luna maquinal, mentecata.

Nacéis inventariados, morís previa promesa
de que seréis cubiertos de estatuas y coronas.
Vais como procesados por el sol, que procesa
aquello que señala delito en las personas.

Os alimenta el aire sangriento de un juzgado,
de un presidio siniestro de abogados y jueces.
Y concedéis los pedos por audiencia de un lado,
mientras del otro lado jodéis, meáis a veces.

Herís, crucificáis con ojos compasivos,
cadáveres de todas la horas y los días:
autos de poca fe, pastos de los archivos,
habláis desde los púlpitos de muchas tonterías.

Nunca tenga que ver yo con estos doctores,
estas enciclopedias humanas, aplastantes.
Nunca de estos filósofos me ataquen los humores,
porque sus agudezas me resultan laxantes.

Porque se ponen huecos igual que las gallinas
para eructar sandeces creyéndose profundos:
porque para pensar entran en las letrinas,
en abismos rellenos de folios moribundos.

Sentenciosas tinajas vacías, pero hinchadas,
se repliegan sus frentes igual que acordeones,
y ascienden y descienden, tortugas preocupadas,
y el corazón les late por no sé qué rincones.

No se han hecho para estos boñigos los barbechos,
no se han hecho para estos gusanos las manzanas.
Sólo hay chocolateras y sillones deshechos
para estas incoherencias reumáticas y canas.

Retretes de elegancia, cagan correctamente:
hijos de puta ansiosos de politiquerías,
publicidad y bombo, se corrigen la frente
y preparan el gesto de las fotografías.

Temblad, hijos de puta, por vuestra puta suerte,
que unos soldados de alma patética deciden:
ellos son los que tratan la verdadera muerte,
ellos la verdadera, la ruda vida piden.

La vida es otra cosa, sucios señores míos,
más clara, menos turbia de folios, de oficinas.
Nadan radiantemente sus cuerpos en los ríos
y no usan esa cara de múltiples esquinas.

Nunca fuisteis muchachos, y queréis que persista
un mundo aparatoso de cartón estirado,
por donde el cartón vaya paticojo y turista,
rey entre maniquíes de pulso congelado.

Venís de la Edad Media donde no habéis nacido,
porque no sois del tiempo presente ni del ausente.
Os mata una verdad en el caduco nido:
la que impone la vida del siempre adolescente.

Yo soy viejo: tan viejo, que el primer hombre late
dentro de mis vividos y veintisiete años,
porque combato al tiempo y el tiempo me combate.
A vosotros, vencidos, os trata como a extraños.

II

Trapos, calcomanías, defunciones, objetos,
muladares de todo, tinajas, oquedades,
lápidas, catafalcos, legajos, mamotretos,
inscripciones, sudarios, menudencias, ruindades.

Polvos, palabrería, carcoma y escritura,
cornisas; orinales que quieren ser severos,
y se llevan la barba de goma a la cintura,
y duermen rodeados de siglos y sombreros.

Vilmente descosidos, pálidos de avaricia,
lo que más les preocupa de todo es el bolsillo.
Gotosos, desastrosos, malvados, la injusticia
se viste de acta en ellos con papel amarillo.

Los veréis adheridos a varios ministerios,
a varias oficinas por el ocio amuebladas.
Con el sexo en la boca canosa, van muy serios,
trucosos, maniobreros, persiguiendo embajadas.

Los veréis sumergidos entre trastos y coños
internacionalmente pagados, conocidos:
pasear por Ginebra los cojones bisoños
con cara de inventores mortalmente aburridos.

Son los que recomiendan y los recomendados.
La recomendación es su procedimiento.
Por recomendación agonizan sentados
donde la muerte cómoda pone su ayuntamiento.

Cuando van a acostarse, se quitan la careta,
el disfraz cotidiano, la diaria postura.
Ante su sordidez se nubla la peseta,
se agota en su paciencia la estatua más segura.

A veces de la mala digestión de estos cuervos
que quieren imponernos su vejez, su idioma,
que quieren que seamos lenguas esclavas, siervos,
dependen muchas vidas con signo de paloma.

A veces son marquesas íntimas de ambiciones,
insaciables de joyas, relumbronas de trato:
fracasadas de título, caballares de acciones,
dispuestas a llevar el mundo en el zapato.

Putonas de importancia, miden bien la sonrisa
con la categoría que quien las trata encierra:
políticas jetudas, desgastan la camisa
jodiendo mientras hablan del drama de la guerra.

Se cae de viejo el mundo con tanto malotaje.
Hijos de la rutina bisoja y contrahecha,
valoran a los hombres por el precio del traje,
cagan, y donde cagan colocan una fecha.

Van del hotel al banco, del hotel al paseo
con una cornamenta notable de aire insulso.
Es humillar al prójimo su más noble deseo,
y el esfuerzo mayor le hacen meando a pulso.

Hemos de destrozaros en vuestras legaciones,
en vuestros escenarios, en vuestras diplomacias.
Con ametralladoras cálidas y canciones
os ametrallaremos, prehistóricas desgracias.

Porque, sabed: llevamos mucha verdad metida
dentro del corazón, sangrando por la boca:
y os vencerá la férrea juventud de la vida,
pues para tanta fuerza tanta maldad es poca.

La juventud, motores, ímpetus a raudales,
contra vosotros, viejos exhombres, plena llueve:
mueve unánimemente sus músculos frutales,
sus máquinas de abril contra vosotros mueve.

Viejos exhombres viejos: ni viejos tan siquiera.
La vejez es un don que cederá mi frente,
y a vuestro lado es joven como la primavera.
Sois la decrepitud andante y maloliente.

Sois mis enemiguitos: los del mundo que siento
rodar sobre mi pecho más claro cada día.
Y con un soplo sólo de mi caliente aliento,
con este soplo dicté vuestra agonía.

domingo, 6 de marzo de 2016

El amor homoerótico entre Aleixandre y Bousoño y un poema censurado en La Razón

Incluyo un poema que se ha censurado de la edición en papel pero no en la versión digital; al respecto recuerdo un chiste medio medieval medio indecente que me contó Joaquín González Cuenca: "a Bousoño lo llamaban Bucéfalo" (el nombre del caballo de Alejandro Magno) "porque lo montaba el Alexandre". (El medieval Libro de Alexandre, primero de los poemas del mester de clerecía, narraba la vida de Alejandro Magno): 

Víctor Fernández, "Las cartas de amor de Vicente Aleixandre a Carlos Bousoño", en La Razón, 6-III-2016:

El escritor Emilio Calderón ha logrado reconstruir la relación que mantuvo Vicente Aleixandre con Carlos Bousoño, una de las principales revelaciones de la biografía, la más completa sobre el Nobel, que se publica en la próxima semana.

Vicente Aleixandre necesitaba amar y ser amado. Por eso decía que «amo con frenesí, con inmenso deseo de sacrificio, de dedicación, de dar mi sangre y mi vida». El contenido de su corazón incluso se filtró en buena parte de su producción literaria, hasta el punto de que su yo poético se fundía con su propio yo.

Todo eso queda patente en la biografía que Emilio Calderón ha escrito sobre el Premio Nobel de Literatura y que obtuvo el II Premio Stella Maris de Biografías y Memorias. «Vicente Aleixandre. La memoria de un hombre está en sus besos», que llega la próxima semana a las librerías, documenta la vida y la obra del autor de «Espadas como labios», siendo especialmente significativos los nuevos datos sobre sus relaciones sentimentales, algunas de ellas fundamentales para entender su producción literaria. Calderón, en una laboriosa investigación, acaba con varios tabúes sobre el escritor, entre ellos, su relación con Carlos Bousoño.

El biógrafo ha podido acceder a la correspondencia hasta ahora inédita que Aleixandre mantuvo con Carlos Bousoño. En ella para nada oculta el tono de lo que evidentemente era algo más que una amistad. Bousoño, quien falleció el pasado 24 de octubre a los 92 años, fue una de las principales relaciones sentimentales de Aleixandre, que debió iniciarse probablemente a principios de 1948, aunque ambos se conocían de años atrás.

La vecina de velintonia
La relación siempre fue conocida por aquellos que formaban parte del círculo más íntimo, del poeta, como Carmen Conde, que vivía en el piso de arriba de la mítica residencia de la calle Velintonia, la hoy abandonada casa de Aleixandre. Ella misma anotó este hecho en sus diarios personales el 16 de marzo de 1949. En estas agendas tampoco faltan los reproches hacia Aleixandre o la desconfianza hacia Bousoño, Carlitos para la escritora. Véase, por ejemplo, lo que escribió la académica el 8 de julio de 1950: «Cena en Mariano, con Vicente y Conchita. La comida de fin de curso que todos los años da Amanda [Junquera]. El padre de Carlitos viene y quiere que su hijo vaya con él a Europa, en coche..., y Vicente se prepara a que le lleven a él, o a ellos dos hermanos, también. –Lo de siempre: habilidad, economía, ¡y el chico en la mano!». Conde llegó incluso a sopesar la idea de dedicarle un libro a Aleixandre, proyecto del que solamente parece ser que escribió un índice. El capítulo número 10 debía titularse «Se define un muchacho: Carlos Bousoño».

Gil de Biedma, testigo
Carmen Conde no fue la única testigo de aquella relación. Uno de los grandes admiradores literarios de Aleixandre, Jaime Gil de Biedma, adelantó un día su visita al domicilio de Velintonia. Para su sorpresa, fue el mismísimo Bousoño quien abrió en albornoz la puerta.

Las cartas recogidas por Calderón nos ilustran que Bousoño, además de amante, fue el receptor de las confidencias de Aleixandre. En este sentido, se sabe que existen misivas en las que el autor de «La destrucción o el amor» le hace partícipe de otras relaciones. Es el caso, por ejemplo, de la que redacta el 7 de julio de 1945, desde Vistalegre, donde le habla de Clara, la «niña rubia» que inspiró «Historia del corazón»: «Porque a ti puedo hablarte de Clara. He sufrido un engaño, y es que creí que aquí sufriría menos del mal de ausencia [...]. Sufro tanto que resulta que estoy un poco enfermo». Ese tono contrasta con el del epistolario que mantiene en la misma época con su buen amigo José Luis Cano, a quien le afirma, en referencia a Clara, que «pienso cómo amé a la rubia, preciosa, bellísima niña cuyo nombre no he puesto aquí. Y tengo sin embargo conciencia de que amo más a mi tremendo amor de hoy. Amo como no amé nunca».

Porque Aleixandre se volcaba cuando amaba. Eso es algo que no puede evitar reprimir cuando se pone en contacto con Bousoño. Así lo demuestra el 24 de marzo de 1948 cuando le dice «Carlitines: qué gusto, voy a escribirte como me de la gana. Libertad: diosa mía. Acabo de recibir tu carta hermosa: dulce, alegre, fresca. Una pura delicia. Ah malísimo: lo que me has dicho [y cantado con tus versos]. Qué chispeante eres, chiquillo. [Borro eso, que era un piropo]. Da gusto decir eso: “piropo”. Me da la gana de decirlo. A Carlitos le digo eso, y mucho más. Porque es guapísimo [¡mentira!] y porque le adoro, y porque es mío y me lo como a amor. A AMOR, qué gusto escribirlo con todas sus letras, y no llamarlo filosofía ni eufemístico circunloquio que le estrujan a uno el alma y le hacen a uno polvo. Pues sí: Te Amo ¿Ves? Lo he dicho y no se ha hundido el firmamento. Soy feliz. Estoy como el nadador por el agua, por el cielo. Carlitos: vente conmigo y vámonos... “a Sevilla por amor”. A donde sea». En la misma carta, el poeta apunta «ay, cómo me desencadeno cuando te amo [que quiere decir a toda hora]».

Volviendo a Bousoño, de la correspondencia, como apunta Calderón en su ensayo, se sabe que le comentó a su amigo Francisco Brines que estaba formada por unas sesenta cartas de amor, pero nunca habían visto la luz hasta ahora. El biógrafo ha tenido acceso a algunos de estos documentos, hoy guardados entre los numerosísimos papeles que Bousoño atesoraba relacionados con el Premio Nobel, entre ellos, su archivo personal, el mismo que trató de vender en octubre de 2007 junto con su esposa Ruth Crespo por unos cinco millones de euros a la Junta de Andalucía y la Diputación de Málaga. Sin embargo, la sobrina y heredera del poeta, Amaya Aleixandre, reclamó el legado de su tío, llevando a los Bousoño a los tribunales. Finalmente, el Supremo sentenció en enero de 2014 que los papeles eran propiedad de quien los había tenido siempre. No se conoce cuál será el destino definitivo de todo este fondo, probablemente uno de los más importantes de la literatura española en manos privadas.

Algunas de las cartas
7 de julio de 1945. «Querido Carlitos, sólo recibir tus cartas y escribirte es mi alegría. Porque a ti puedo hablarte de Clara. He sufrido un engaño, y es que creí que aquí sufriría menos del mal de ausencia [...]. Sufro tanto que resulta que estoy un poco enfermo. No digiero, duermo mal y me he desmejorado. En Madrid tenía a José Luis, al menos, con quien me desahogaba; aquí estoy absolutamente solo y no puedo sacar mi alma un poco a [la luz]. Como consecuencia no duermo, y al mismo tiempo no tengo ganas de comer, y tampoco digiero. Mi hermana está preocupada conmigo. Pero tú no te preocupes conmigo, porque creo que lo físico pasará, aunque lo moral no pueda pasar hasta octubre».

«Te haré la cuartilla de biografía, y esa otra que quieres sobre Pasión de la tierra; de la biografía ya he empezado esta tarde y te la mandaré en mi próxima carta, que será enseguida. ¡Qué lástima no poder decir algunas cosas! En broma, se me ocurriría escribir: “de otros datos de mi vida íntima no existe, por el momento, documentación accesible. Hemos pretendido alguna declaración directa del poeta; pero éste nos ha remitido a las memorias que está escribiendo y que anuncia para después de su muerte. Cuando hemos insistido en solicitar algún adelanto sobre su contenido, se ha sonreído ofreciéndonos mostrarnos depositarios o testamentarios de sus papeles”. ¿Qué dirá la gente?».

Marzo 1948

«Otro día. Otro día hacia ti. Qué impaciente estoy. Esperándote te escribo. Qué bonito estás Carlitines. Qué guapo y dulce para mi amor. Has entrado en mi cuarto; es de noche, como cuando cenaste aquí y nos vinimos a esta habitación, y yo me acosté y tú sentado en el borde de la cama reclinaste tu cabeza de niño sobre mi pecho. ¿Te acuerdas? ¡Cómo nos mirábamos! Yo creo que fue el día más feliz de mi vida, aunque el día de nuestro desposorio fue aún más por ser el más sagrado. ¡Qué verdadera mística es el amor! ¿Te acuerdas de aquellas horas, en el cuarto, mirándonos, besándote, sonriéndonos, fundiéndonos?

«El amante, el amado [qué graciosa palabra] es entonces eso: pedazo de cielo arrojado a los brazos de su amor para su con-fusión y su gloria. [¿Quién sabe lo que es gloria, divinidad [sí, divinidad], si no sabe lo que es estar enamorado y tener para él al ser entero que nos enloquece? Yo sé que mi capacidad de amor es inmensa y toda se desencadena para mi Carlitos. Para mi chiquillo. Chiquillo mío, te amo. Te amo: qué hermoso decirlo así, libre, feraz, reidor, latidor. Agresor también [...]».

«Oye, Carlitines [qué precioso nombre, Carlitos, niño mío, mi amor, mi dicha, mi locura, mi único destino]. Te querré hasta la muerte. Tú, español mío, chiquillo mío, no te irás nunca. ¿Verdad que nunca? ¿Verdad que no nos separaremos jamás?»

«El otro día estaba yo arriba con [nombre ilegible] y Carmen y Amanda. Aquél me preguntó “¿Tienes algo en preparación?”. Y yo contesté “Un libro de poemas amorosos”. Amanda y Carmen supieron. Tienen gran curiosidad... pero ni me piden que les lea nada. Cuando lean el poema con pausa, dirán: “Malísimo Carlitos” que “no le ama”. Pero yo las tranquilizaría diciéndoles: “Me ama... y le amo. Nos amamos. Nos amaremos [...]”.»

Poema inédito sin fecha dirigido a Bousoño
Bésame en la boca, me dijo el faraón

y yo le di mi cuerpo de varón

Ah, malo,

es un palo,

me dije después.

Qué talle más duro:

es un puro

ciprés.

Un detalle: el beso

era tan mojado

que había que pedir un paraguas.

“¿Me quieres?”, me dijo.

“Hombre, como a un hijo

no hay inconveniente”.

“Pero entonces, fijo,

quiéreme Vicente.

Pero no le quise. Sólo le di por...

fin amablemente

gracias por su amor.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Rescato y publico el texto y partitura del antiguo Himno nacional republicano de 1868


El himno titulado “¡Abajo los Borbones!” fue estrenado en el Teatro de la Zarzuela, el 7 de dIciembre de 1868, formando parte de un espectáculo compuesto por El alcalde de Zalamea, unos poemas políticos alusivos a la obra de Calderón y, a propósito, uno de Luis de Eguilaz titulado “la convalecencia”. El himno del famoso poeta y autor dramático Antonio García Gutiérrez, con música del maestro Emilio Arrieta, “agradó mucho a la nutrida concurrencia y fue muv aplaudido” según Los Sucesos, núm. 669, 9 de diciembre de 1868, y se publicó íntegramente en este mismo número, en su página 536, y con la partitura en Madrid: Casimiro Martín, 1868. En el enlace azul está la partitura.


 

RECITATIVO


Después de siete siglos de luchas y de hazañas
del español ya exenta la indómita cerviz
al trono de Pelayo, nacido entre montañas
subió la casa de Austria en época infeliz.

Subió Carlos primero, verdugo de Castilla,
que su altivez heroica queriendo castigar
en la caliente sangre de Bravo y de Padilla
ahogó la independencia de España en Villalar.

Y, en pos de aquel soldado de trágica memoria,
avanza el parricida que a España despobló,
y aquellos dos Felipes de triste y pobre historia,
hasta el segundo Carlos que a Francia nos legó.

Mas resistiolo el pueblo, de su viril constancia
haciendo airada muestra y alarde singular,
y horrores de Sagunto y estragos de Numancia
en Barcelona y Játiva se vieron renovar.

Subió el Borbón al trono, pero subió dejando
la garra del leopardo clavada en Gibraltar;
predecesor fue digno del séptimo Fernando
y de esa desdichada, fanática y vulgar.

Triunfó el Borbón y ahora por despedida deja
cadalsos, sangre, luto y la miseria en pos,
y aun hoy en el destierro de ingratitud se queja
la que sucumbe herida por el rigor de Dios.

Perdiose con su raza, perdiose aquel imperio
que levantó Pelayo y engrandeció Cortés,
que ya era nuestra España sangriento cementerio
en que se alzaba un trono como fatal ciprés.

PARTE CANTADA

¡Abajo los Borbones!, exclama el pueblo entero
hirviéndole en el pecho la afrenta y el rencor, (bis)
repítelo el soldado y el duro marinero,
y todos cuantos sienten las iras del rubor.

Aquel que entre nosotros tuviere madre honrada,
esposa, hermano o hija, y estimen su virtud,
que diga si no siente la indignación sagrada
con que la España toda rompió su esclavitud

¡Abajo, abajo los Borbones,
de nuestra patria mengua y horror!
Muestre la España a las naciones
alta la frente, limpio el honor.

España, que ocultaba con silencioso lloro
su afrenta y su ignominia temiendo al mismo sol, (bis)
que ayer su sangre toda miró trocarse en oro
del crimen y del vicio fundido en el crisol.

¡Abajo los Borbones, abajo! ¡Y que les sea
la tierra ya enemiga del uno a otro confín!
¡Sin propio suelo vaguen como la raza hebrea,
y aun no es a sus delitos el merecido fin!

¡Abajo, abajo los Borbones,
de nuestra patria mengua y horror!
Muestre la España a las naciones
alta la frente, limpio el honor.

En tanto, respiremos la brisa bienhechora
y el apacible ambiente de amor y libertad,
que pronto a nuestros ojos se mostrará la aurora,
presagio venturoso de más risueña edad.
La paz con el trabajo, y el arte con la ciencia
serán desde hoy las armas que enciendan nuestra lid;
mas, si de España atacan la santa independencia,
veréis cómo retoñan los vástagos del Cid
.

¡Abajo, abajo los Borbones
de nuestra patria mengua y horror!
Muestre la España a las naciones
alta la frente, limpio el honor.

domingo, 16 de agosto de 2015

Unas pocas graciosas cartas inéditas en verso y prosa a su prima monja en Toledo y amante del escritor barroco manchego Manuel de León Marchante

Para dar idea de su mérito literario, copiaré aquí poco a poco, si no lo dejo para otros, unas cuantas cartas inéditas del ingenioso poeta y dramaturgo alcarreño Manuel de León Marchante (Pastrana, 1631 - Alcalá de Henares, 1680), que fue capellán real, comisario del Santo Oficio en Toledo y dramaturgo y humorista consumado en el campo conceptista. En esa misma ciudad vivía una prima suya llamada Margarita que era monja en el convento de Santa Fe; fue el amor de cuerpo y de alma de su vida y con ella sostuvo una extraña y obscena correspondencia amorosa entre 1667 y 1677, tal como digo en un artículo de Wikipedia que escribí hace mucho.

Modernizo levemente el texto, aunque algunas de las gracias que utiliza necesitarían el apoyo de unas notas que no tengo tiempo para hacer (ni tampoco me pagarían en lo que valen); baste para acreditarla que simplemente está hecha con la regular pericia filológica que he ido acumulando en mis años de profesión, con ya bastantes ediciones de clásicos hispánicos a mis espaldas publicadas y varias por publicar. El lector de clásicos podrá prescindir de ellas y el no habituado, todavía podrá divertirse con algunas que sí pueda entender. 

En este primer texto habría que aclarar que "prima", aparte de indicar parentesco, también designa una cuerda de la vihuela o guitarra así como una cátedra universitaria mañanera; que las "coronas" y los "besos", aparte de las tonsuras frailunas, son también un tipo de dulces de los que elaboraban las monjas, y que la perinola es el juego del trompo en que se quita y ponen "palitos", como sabe bien todo el que ha jugado a eso (sin mala intención) en los juegos reunidos Geyper, etc...

Carta primera


Prima mía (pero miento
en sentir de los que tocan:
porque tú, para ser prima,
me pareces algo gorda)
pero, ya que que has de ser prima,
lo serás por lo sonora,
porque más que una guitarra
me hablas claro en mi deshonra.
¡Que me digas pluma a pluma
por no poder boca a boca
que tienes otro devoto
y que viva yo y lo oiga!
¡Bendito seáis vos, señor,
que no me habéis dado honra!
Y lo que siento es que sea
un fraile quien te enamora...
Que tu tienes los cariños
muy golosos de coronas
y, por cumplir con los frailes,
no cumples con la parrochia.
De suerte que, en devociones,
confiesas que eres tú propia
la deshonra de los Leones,
descrédito de Colomas.
Pues ¡por el alma que tengo
en las carnes pecadoras,
que han de llenar, si te cojo,
dos vueltas como con porra!
¡Infame deshonrabuenos!
Agradece a que eres monja,
porque yo siempre he tenido
mucho respeto a las tocas.
Dime, prima, por tu vida,
¿te ha faltado alguna cosa
mientras corres por mi cuenta
cuando has estado achacosa?
¿Faltaba yo de tu cama?
¿No tenías siempre prompta
mi persona? ¿Por mí, acaso,
tenías gana de persona?
¡Qué de veces, qué de veces
mi boca, aunque pecadora,
para darte a ti los besos
se los quitó de la boca!
Dime: ¿tengo yo en mi cuerpo
trasto de que no dispongas?
¿No tienes a tu mandado
todo mi fuego de argolla?
Dime, puerca: ¿te he negado
yo alguna vez la bellota?
Dime: ¿para bujerías
que en la mujer son forzosas,
aunque un León se hiciera araña,
te había de faltar mosca?
Lo que me podrás decir
es que, desde que eres monja
un hábito no te he dado:
y es que mi amor no te goza.
Déjame hacerte las pruebas
porque el hábito te pongas,
que, ya me has puesto los cuernos
y, en llegando a ser mi novia,
verás que todos por mí
dicen: "El toro la rompa".
Hija-mujer que hace a frailes
es chula de ejecutoria,
y en lances de voluntad
la que lo deja y lo toma,
la que lo mete y lo saca,
tiene amor de perinola.
No sin misterio en tu carta
me respondes maliciosa
al succeso de la purga
dando a entender, socarrona,
que tienes dos servidores
por si es que la purga obra.
Plegue a Dios que mala maza
me vaya dando en las corvas
si más contigo durmiere:
ni me han de ver en tu alcoba
ni, aunque te mudes camisa,
te he de ver más en pelota.
Y agradece a que se acabe
el papel, y que ya es hora
de la estafeta y que tengo
hecha el alma una ponzoña;
hoy martes, a dos de abril,
y adiós, que pinta la rosa.

Segunda carta

Morena mía (¡oh si fueras mía sola!) ya te considero por bandolerilla de Santa Fe y porque he faltado a un correo con una chanza de desdenes y un capote de los que tus ojos se ponen cuando se enojan; y si yo la cogiera en un estrecho, la hiciera abrir la boca de un palmo con lo que yo me sé y ella no ignora. Pero dirás: "Si con estos castigos se venga mi León, delinquiré al día trece veces". Diga, alma mía, que acabo de venir de la Corte porque, habiéndome pedido segunda vez que hiciese los saynetes para los autos, me excusé con decir que era tarde y que el año pasado los hice por gusto, no por tarea. Hoy me han pedido que por lo menos haga dos ¡mira tú! hasta el Corpus, que tiempo hay para que yo no hierre lo que escriba pues, aunque puédanse disculpar la prisa y la insuficiencia el que lo oye no le constará y censurará sin conmiseración. Estoy en enviarte los rosarios cuando vuelva a Madrid; avísame dónde quedarán seguros y, en el ínterin, reza por los dedos ¡que en las dos manos tienes un decenario de christal porque aun ahí no te falte un padre nuestro!

Harto te digo: ¡adiós, mi alma! Hoy, 5 de mayo de [16]76, tuyo hasta que seas boba.

sábado, 28 de febrero de 2015

Inéditos de Quevedo

A la vanidad de las mujeres

Piojos cría el cabello más dorado.
lagañas cuaja el ojo más hermoso.
y en la nariz del rostro más precioso,
el moco verdinegro está encerrado.

La boca que más perlas ha criado,
echa el gargajo sucio y asqueroso.
Y la mano más cándida es forzoso,
que el culo de su dueña haya tocado.

El bollo de la hermosa y de la fea
que a dos dedos del culo hediondo mora
expulsa sangre, suda y mea.

Si este es el bien que tanto me enamora,
y toda hermosa caga mierda pura,
me cago en el amor y la hermosura

Al volver de una romería donde había bebido demasiado

Ese pollino que viene
Montado en otro pollino
No viene como conviene
Que viene como con... vino.