martes, 27 de diciembre de 2016

Fulgencio Vergel, profesor de matemáticas de la Universidad de Almagro, observador del famoso cometa de 1680.

Poco se sabe sobre él. Me topé con este personaje investigando sobre el muy desconocido Esteban Pujasol (o Esteve Pujasol, para los catalanes), un doctor en teología que hizo incursiones en la astronomía, la astrología y la fisiognomía y cuyas obras en esas primeras materias no han sido leídas. Entonces, mientras escribía un modesto artículo de Wikipedia sobre él y otro sobre el cometa de 1680-1681, famoso por haber servido para aclarar las ideas de Newton sobre las leyes de Kepler y haber contribuido a despejar un poco más la superstición mediante las polémicas entre un grupo de modernos entre los que hay que señalar a los escépticos Pierre Bayle y Carlos Sigüenza y Góngora por un lado y al padre Kino e Increase Mather por otro, el de los supersticiosos, me encontré con el Juicio del cometa de 1680, una obra semejante de título a otra publicada casi cincuenta años antes por Pujasol y que era fruto de los escasos desvelos de un catedrático de matemáticas de la Universidad de Almagro, el licenciado Fulgencio Vergel, quien, además, hizo un dibujo del mismo cometa (BN, R - Varios, 15 - 38), que observó en diciembre de 1680. Su folleto, de apenas cuatro páginas, se ha conservado (BN, C.ª 11, núm. 26), y tuvo lo menos cinco ediciones (o cuatro, según Victoria Roselló) que reseño más abajo, algo bastante raro entonces. Incluso fue leído en América, más en concreto en Lima, donde un sevillano, el oidor, fiscal del crimen y consultor de la Inquisición Diego Andrés Rocha y Pérez de Montiel (1607-1688), en su Tratado único y singular del origen de los indios del Perú, Méjico, Santa Fé y Chile, publicado por vez primera en Lima, 1681, pero que cito por la edición de Madrid, 1891, vol. I, p. 172-173, comentó su obra:

Vino impreso el juicio que sobre este cometa hizo el Lic. Fulgencio Vergel, cátedratico de matemáticas, y le hace de que el cometa fué causado por Saturno y que no subió de la región suprema del aire, y dice comenzó  en el signo de Virgo y se apagó en el de Libra y que era de forma de espada ancha y que amenazaba peste. Mucho es menester para oponerse á un catedrático de matemáticas, pero en los discursos no lo parece, sino es que un mismo cometa apareciese de una forma, color y tamaño, en esta América y de otra en Europa. Aquí apareció como azote, escoba, soldado vestido de malla de pies á cuello, como cola de zorra muy abierta por la estremidad, á forma de ramales y varas. En Cartagena, por carta que tuvo el Capitán Alonso Ximenez de Lata, de 7 de Enero, se dice que había un mes que se aparecía y que del cuello abajo apareció como una pieza de rúan tendida á lo largo. De San Lucar tiene carta D. Fernando de Herrera, escrita en 21 de Enero de este año por el Licenciado Francisco Mexia, presbítero, en que dice que la cabeza del cometa nace de estrella y corre de Poniente á Levante y que el color es plateado y la forma de una palma del Domingo de Ramos, y así no sé cómo se ajusta lo que dice el maestro de matemáticas de que era á forma de espada ancha y de color de Saturno, que había de ser negro, según dice arriba; solo le cuadra la forma de espada, porque es cometa guerrero y el color fué ceniciento y cuando iba poniéndose ralo era de color de luna, fué parto de Venus, según dije, y los que son dados á ella, le pueden temer por el azote que está prevenido contra ellos, y reparo en la variación que ha habido en conocer la efigie de este cometa que ha hecho espectáculo á todo el Orbe y con fijeza no se acierta su forma, ¿pues qué será de sus efectos? También ponerle en la región del aire lo tengo por difícil, pues cada día se veía en todo el Orbe y así no fué aereo, sino celeste

Rocha era hijo de un médico y profesor universitario y había heredado de él una sana curiosidad científica, como atestigua su libro, que también es un ejemplo de erudición; se dice que su familia fue al Perú para evitar que la motejasen de ascendencia judaica, que algo tenía, en efecto.

Victòria Roselló Botey, en su Tradició i canvi científic en l'astronomia espanyola del segle XVII, (Valencia: Universitat de València, 2000, p. 114), afirma (traduzco del catalán)

El breve impreso del "Cathedrático de matemáticas de la Universidad de Almagro" Fulgencio Vergel, como jocosamente consta en el encabezamiento, mantenía la posición sublunar del cometa y asumía la explicación aristotélica de la generación cometaria. El Juicio del cometa no refleja la opinión de los contemporáneos. Los efectos predichos eran de tipo meteorológico, y otros que afectaban a las personas (robos, "descomedimiento en la gente ruin") y al final, como es habitual, se hacía mención de la salud del monarca o de la supuesta recuperación de territorios que en tiempos de más esplendor habían pertenecido a la corona española.

Así pues, Fulgencio Vergel no aparece como un innovador en su siglo. Por demás, en la Universidad de Almagro hubo una cierta curiosidad por los cometas a finales del siglo XVII que testimonia todavía otro curioso personaje, Fulgencio Astapi, también licenciado y catedrático de la misma, quien estableció unas reglas para interpretar los cometas en 1689:

1.- Lugar donde aparece el cometa.
2.- Signo que le domina
3.- Aspecto con otros planetas
4.- Color del cometa
5.- Observación por la especie.

Astapi, según Simón Díaz, publicó dos hojas de un Discurso astrológico del cometa grande que apareció en este [h]orizonte; y meridiano de Barcelona, a los diez de Deziembre, año de 1689. Zaragoza, s. i., 1690. Hay otra edición de Sevilla: Thomás López de Haro, 1690, que se distingue de la anterior por tener un grabado muy grande; ambas están en la Biblioteca Nacional. Pero la princeps parece ser una de Barcelona: en casa de Rafael Figueró, 1689, que no menciona Simón Díaz, en cuarto. Puede leerse aquí.

Las ediciones que conozco de la obra de Fulgencio Vergel son:

I

Iuyzio del cometa, que se ha aparecido, y aparece en nuestro Orizonte, este mes de Deziembre de 1680 compuesto por el licenciado Fulgencio Vergel, Cathedratico de Mathematica en la Vniuersidad de Almagro, Zaragoça: por los herederos de Pedro Lanaja impressores del Reyno de Aragon, y de la Vniuersidad... [ca. 1680].

II

Juizio del cometa, que se ha aparecido... Sevilla, sin imprenta, 1680. Solo atestigua esta edición Victoria Roselló.

III

Juicio del cometa, que se ha aparecido... Barcelona: Jacinto Andreu, 1680. Solo atestigua esta edición Victoria Roselló.

IV

Iuizio del cometa, que se ha aparecido, y aparece en nuestro Orizonte, este mes de Diziembre de mil seiscientos y ochenta, con los estraños, y maravillosos sucessos que sucederán de la presente, refiriendo los semejantes prodigios que se han visto... juntamente con el desengaño de muchas personas incapazes... Compuesto por el Licenciado Fulgencio Vergel, Cathedratico de Mathematica en la Vniuersidad de Almagro, Madrid: Por Lorenço Garcia de la Iglesia, 1681.

V

Discurso verdadero, y iuizio del Admirable Cometa, que se ha aparecido en este Orizonte de Madrid, desde 23 de Diziembre del Año passado de 1680, perseuerando toda via en el mismo Orizonte, hasta este presente Año de 1681... Escriuiole el Licenciado Fulgencio Vergel, Catedratico de Matematica de la Vniuersidad de Almagro. Madrid: Por Lucas Antonio de Bedmar, 1681. No la recoge Victoria Roselló.

Para saber más sobre la tradición cometaria hispánica sugiero este enlace.


lunes, 26 de diciembre de 2016

Abusos y burla contra la justicia en el Valle de Alcudia

(El individuo que abusa de esta familia desde hace ya tres generaciones se denomina Gervasio de Vicente Arenal. Su nombre no aparece casi nunca por lo que ya se sabe)


Felipe Ferreiro y su hija Carmen, los habitantes de la cervantina Venta de la Inés que llevan décadas luchando por su derecho a vivir dignamente en su propia casa, desean una feliz Navidad a todos los vecinos de Puertollano y del Valle de Alcudia en un emotivo vídeo colgado en las redes sociales por Ecologistas en Acción. En la pieza pueden apreciarse las condiciones de vida de esta humilde familia acosada por los poderosos, en una atmósfera dickensiana.

En su intervención, que con retranca emula a la felicitación navideña de la Casa Real, Ferreiro desea felices fiestas a todos, especialmente a todos aquellos que defienden los caminos públicos del Valle de Alcudia y su comarca, cargados de historia, esfuerzo y sacrificio, y arremete contra los “poderosos” que se los adueñan.

La Venta de la Inés está declarada Bien de Interés Cultural y es mencionada en el Quijote y en las Novelas Ejemplares de Cervantes. Allí vive Felipe, de más de 85 años de edad, con su hija Carmen, que presenta una discapacidad. Esta familia ha visto interrumpido su acceso a una conducción de agua desde hace más de treinta años. En 2003 el inquilino solicitó a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, a quien corresponde la gestión del Río Tablillas desde el que se conducía el agua, las gestiones necesarias para su captación.

La Confederación la concedió en julio de 2008, pero, los dueños de los terrenos de la Finca de la Cotofía no facilitan la preceptiva servidumbre de paso y el acceso a las aguas del cauce declaradas públicas. A pesar de haber obtenido el reconocimiento del derecho desde la Confederación Hidrográfica, un derecho de acceso que ha sido confirmado por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía en 2012 y por el Tribunal Supremo en 2013, este todavía no se ha hecho efectivo.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Una nueva novela social, La gran ola, de Daniel Ruiz García

Inés Martín Rodrigo, "El «gran camelo» del coaching. El escritor Daniel Ruiz García refleja la realidad empresarial que se oculta tras este fenómeno en su nueva novela, «La gran ola», ganadora del último premio Tusquets", en Abc de Madrid, 25/12/2016.

El término «coach» lleva ya un tiempo instalado en nuestro vocabulario, y hasta tiene definición propia en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE). En su primera acepción, un «coach» es una «persona que asesora a otra para impulsar su desarrollo profesional y personal», según la magna institución. Esta realidad, habitada por millones de personas en sus destinos profesionales, no ha pasado desapercibida para el escritor Daniel Ruiz García (Sevilla, 1976), que en su última novela ha querido reflejar un fenómeno hasta ahora poco o nada tratado por la literatura.

«La gran ola», ganadora del último premio Tusquets, es un retrato, crudo y amargo, de cómo en la actual sociedad vivimos para trabajar, y no a la inversa, sin cuestionar los métodos empresariales que nos llevan más allá del límite. Por motivos profesionales, Ruiz García ha estado «expuesto a muchos coaches en jornadas, seminarios, conferencias». Al verlos de cerca, el novelista se «indignó», porque se dio cuenta de que «todo el fenómeno del coaching es un gran bluf». La indignación se convirtió en oportunidad narrativa y, meses más tarde, en novela.

«Desde hace tiempo, me interesaba hacer literatura en torno al mundo laboral, porque apenas hay, a pesar de la importancia que tiene y de las condiciones del mercado de trabajo en España. Quería poner de relieve determinados comportamientos de esta época neoliberal, donde el mundo de la empresa ha sido sometido a un proceso encarnizado, salvaje, incluso violento», explica el autor, durante una charla en un hotel madrileño.

«La literatura no es necesaria; necesario es tener dinero para vivir y para pagar la luz»

Según el jurado que falló el Tusquets, «La gran ola» «contiene la visión cáustica de los nuevos mantras 'new age' que rigen en el ámbito laboral y que ocultan una batalla, a veces sórdida, por la supervivencia en plena crisis». Ruiz García es consciente de esa sordidez: «Me han dicho que es una novela muy oscura, muy dura, pero va a servir para que se hable del coaching, y eso es muy positivo, porque hará emerger el gran camelo que existe en torno a la industria de la motivación, que está avalando y legitimando malas prácticas empresariales y construyendo un modelo de empleado sometido».

El autor reconoce tener «bastantes reservas en cuanto al poder de la literatura para cambiar cosas y denunciar», su pulsión para escribir está orientada a «despojarme de mierda», aunque al final le sale «muy social» porque es su entorno. Y eso que el concepto de «literatura necesaria» le produce «mucho rechazo»: «la literatura no es necesaria; necesario es tener dinero para vivir y para pagar la luz».

Literatura social

Al hablar de literatura social, o añadirle cualquiera de las etiquetas tan de moda en los últimos años, todos los de la crisis, es inevitable pensar en Rafael Chirbes (1949-2015). Cuando el escritor valenciano falleció en 2015 le llegó un reconocimiento, tardío, que no ha compensado tantos años de indiferencia. «Durante mucho tiempo, Chirbes fue menospreciado por el tipo de literatura que hacía, precisamente por su componente social, que era como de segunda categoría. Yo creo que la realidad ha llegado al encuentro de él para ponerlo en su sitio. Pero es verdad que todavía sigue siendo una línea muy aislada. En la literatura española se ha cultivado muy poco la literatura social y durante mucho tiempo el canon era la literatura lúdica, autorreferencial, incluso ombliguista». Sin embargo, para Ruiz García el posicionamiento de Chirbes siempre ha sido «el más honesto que se puede tener como escritor».

No es extraño, por tanto, que el último premio Tusquets considere que «la literatura ha llegado muchas veces tarde en los últimos años y eso tiene que ver con la pérdida de posicionamiento del hecho literario como forjador de opiniones o de conciencias». Todos los que se dedican a juntar letras son conscientes de que «la literatura ha perdido muchísimo poder de prescripción en beneficio de otras artes», porque «vivimos un momento en que la palabra está en decadencia, la devaluación de la palabra se ha llevado por delante la literatura».

Lejos del optimismo que irradian las cifras de ventas de, por ejemplo, el fenómeno bibliográfico del coaching, Daniel Ruiz García se muestra realista (que no pesimista): «Ahora mismo, una de las figuras más secundarias que hay es el escritor, no sólo en la propia cadena del libro, sino en general. Yo puedo decir las barbaridades más gordas, que nadie lee, da igual», remata. Y una no puede dejar de pensar que razón no le falta, al ver cómo nuestra conversación terminó ahogada, entre ruidos de cámaras y movimientos de sillas, ante el inminente inicio de una rueda de prensa de Bertín Osborne.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Datos objetivos para desacreditar la justicia en España

Isidro Sánchez Sánchez "En Europa no todo vale", Miciudadreal,  23 diciembre, 2016

Se han producido tres noticias durante esta semana que confirman algo frecuente en nuestro país: algunas veces los poderosos pierden en Europa lo que ganan en España. Por la primera, que tiene como protagonista a la Iglesia católica, nos enteramos que España es condenada al pago de una indemnización de 600.000 euros en un litigio, la más alta que le ha impuesto el Tribunal de Estrasburgo, por no proteger el derecho a la propiedad de una empresa sobre unos terrenos que la Iglesia inscribió a su nombre en un pueblo de Palencia (EFE, 20.12.2016). Otro medio digital presenta así la noticia: “Estrasburgo condena a España por permitir que la Iglesia inmatriculara unos terrenos propiedad de una empresa en Palencia” (Laicismo.org, 21.12.2016).

La segunda tiene que ver con ayudas a multinacionales españolas. La cuestión es que el Tribunal de Justicia de la UE declara ilegales dos sentencias que avalaron las millonarias deducciones concedidas a empresas como Telefónica, Iberdrola o Santander. Coincide con el criterio de la Comisión Europea, que en 2014 reclamó a España que exigiera la devolución de esas ayudas por considerarlas ilegales (eldiario.es, 21-12-2016).

La tercera, con los bancos como implicados, informa que la justicia europea da la razón a los consumidores y la banca tendrá que devolver todo el dinero de las cláusulas suelo (Infolibre, 21.12.2016).

Parece claro que el desprestigio de la Justicia española es grande, como prueban diversos estudios, pero la cosa ha llegado a extremos intolerables. Según un estudio publicado en 2015 es poco eficiente, de escasa calidad y una de las menos independientes de Europa. España ocupa el puesto 25, de 28 países, en la percepción ciudadana de la independencia judicial (The 2015 EU Justice. Scoreboard). Sólo Croacia, Bulgaria y Eslovaquia están por detrás de España.

Tanto que a principios de 2014 la Plataforma Cívica por la Independencia Judicial presentó ante la Organización de las Naciones Unidas una denuncia relativa a su indudable politización, puesta de manifiesto con frecuencia. Se puede recordar un sólo párrafo: “El respeto a los derechos humanos en cualquier sociedad democrática exige la existencia de una Justicia independiente del poder político. En España, sin embargo, los recientes ataques a la separación de poderes están poniendo en peligro el Estado de Derecho y, con él los mismos derechos de los ciudadanos. Tan grave es la situación que se hace urgente poner los hechos en conocimiento de Naciones Unidas, a fin de que se adopten las medidas necesarias para restablecer las mínimas garantías en materia jurisdiccional”.

En España los asuntos judiciales, debido a factores diversos, suelen ser favorables a las instancias gubernamentales o a los poderes financieros pero luego llega Europa con la rebaja y la fiesta de los caciques de siempre, políticos, eclesiásticos o económicos, resulta pasada por agua. Se puede recordar sólo como ejemplo el libro España ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Materiales jurisprudenciales (2010), coordinado por los profesores de la Universidad del País Vasco Juan Velázquez, Iñaki Valiente y Juan Ignacio Ugartemendía.

3-2010Se recopilan en la obra las setenta sentencias en contra que España acumula en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos entre 1988 y 2009. No hay país europeo que haya sufrido tantas condenas por vulneración de derechos humanos y es que las élites españolas parecen tener aversión a las leyes y aún más a su cumplimiento, arropadas casi siempre por unos grandes medios de comunicación a su servicio, convertidos más en medios de propaganda y disuasión que en informativos.

Y esos sectores buscan enemigos exteriores para tapar sus tropelías en España. Es un clásico contra los problemas en el interior buscar un enemigo fuera, de manera que esos sectores ven la paja en el ojo ajeno pero no ven la viga en el propio, con frase bíblica de san Mateo, que nuestro Cervantes, todavía estamos en año cervantino, recogía así: “El que vee [sic] la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo” (El Quijote, II, 43). Aunque del exterior también les llegan algunos disgustos pues los tribunales europeos trabajan con más independencia que los españoles y muestran que no todo vale

Entrevista al lexicógrafo Josep María Albaigès

(También le he escrito una biobibliografía en la Wikipedia)

¿Desde su visión como lector, estudioso de la lengua y prolífico escritor, ¿se está degradando el lenguaje?

Josep M. Albaigès.-  El lenguaje lleva degradado muchos años, y no me refiero tan sólo a la aparición de términos vulgares en él, sino a su empobrecimiento progresivo, fruto quizá de una falta de ideas que no impide la decisión de tomar la pluma o simplemente dirigir la palabra. Quizás este proceso tenga que ver con la aparición de los media de mayor riqueza expresiva y menor esfuerzo interpretativo que el simple lenguaje. A partir del momento de la irrupción de la radio, el cine, la TV y la informática, deja de ser necesaria la palabra certera, que definía la eficacia en la expresión. La facilidad de apoyarla, incluso sustituirla, con otros procedimientos, inmediatos o visuales, libera de trabajo a los que la practican, que centran su interés en la inmediatez comunicacional más que en la eficacia expresiva, apoyada en procedimientos visuales o gráficos.

Mentat.com.ar.- ¿Cuál es su reto intelectual preferido? ¿Qué misterio le interesaría desvelar?

Josep M. Albaigès.-  Entiendo que no se ha elaborado una nueva filosofía capaz de explicar el mundo actual. Desde hace un siglo se dan descripciones variadas de él, pero, a mi entender, adolecen de una falta de penetración global de su esencia y su funcionamiento. Sin duda esto viene motivado porque no se ha alcanzado todavía una descripción comprehensiva del hombre del siglo XXI, producto de este mundo pero incapaz de insertarse en él de manera cómoda. El hombre del siglo XXI se halla inmerso en un mundo que no entiende, y se deja llevar por fuerzas que no controla porque ha perdido el hábito de controlarlas, incluso de desearlo.

Mentat.com.ar.- Ha comentado que la religión le interesa como fenómeno antropológico. En su opinión, ¿se puede justificar una campaña antirreligiosa desde la ciencia?

Josep M. Albaigès.-  La religión explora, por definición, realidades que los que la sienten perciben como más allá de la experiencia sensorial y material humana. Desde ese punto de vista, y por definición, está en otro plano distinto al que se maneja en el mundo sensible. Los conflictos entre religión y sociedad procederán de un intento de la primera por asumir funciones que no le corresponden desde que los ha asumido la ciencia, sean de tipo descriptivo o regulador. A mi entender, la religión debe centrarse en la comunicación entre Dios y el hombre. Si asume otras funciones, su autoridad no será mayor que la de cualquier otro grupo de opinión, y si lo hace pretendiendo legitimar éstas mediante una pretendida comunicación con instancias superiores a las materiales, a la representación de algún tipo de autoridad superior o incluso a fuerzas mágicas, no hará más que provocar problemas en la humanidad en lugar de contribuir a resolverlos. En resumen: como reza el viejo aforismo precisamente religioso, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Mentat.com.ar.- Si Usted tuviera que señalar sólo dos capacidades cerebrales o habilidades mentales que más beneficios brindan a la humanidad ¿Cuáles serían?

Josep M. Albaigès.-  Bueno, ya Einstein estatuyó que es más importante la imaginación que el conocimiento. La imaginación establece nuevas verdades, es capaz de fijar nuevas metas y puede actuar de guía de la mera investigación inteligente.

La segunda cualidad en la que hago un hincapié especial es el sentimiento. Mediante el sentimiento el hombre trasciende de sí mismo, puede convertirse en un ser moral, alcanzar la comunión con otros seres y fijarse finalidades para su propia vida. También pongo el sentimiento por delante de la inteligencia: recuerdo a Balzac cuando dice: “Sin la pasión la religión, la historia, la novela, el arte serían inútiles”.

Mentat.com.ar.- Usted ha sido presidente de Mensa en España y es el vicepresidente honorario actual de esta prestigiosa asociación de personas con altas capacidades intelectuales. En su opinión, ¿existe alguna problemática específica que atender o prevenir en el caso de los superdotados?

Josep M. Albaigès.-  Sigue siendo básico que la sociedad asuma que éstos pueden desempeñar un papel importante en su mejora, siempre que pongan sus cualidades al servicio de ésta, lo que pretende Mensa. La inteligencia, como cualquier otro recurso natural, debe estar al servicio de la colectividad, y para ello ésta debe asumir su existencia y captarla para sí. Curiosamente en España se da la situación contraria; la inteligencia es rechazada, tanto a nivel popular como institucional, y no sólo no se ofrecen facilidades a los que pronto demuestran poseerla, sino que éstos son ignorados y aun combatidos. Lamentación que no debe interpretarse como el deseo de una aceptación acrítica de todo aquél que se considera inteligente sin más.

Mentat.com.ar.- ¿Qué frase o frases celebres elegiría de las que le han dejado pensando un buen rato?

Josep M. Albaigès.-  Hay algunas, todas ya emitidas por los clásicos, en las que se resume el devenir humano. Cito el primer lugar el Panta rhei (‘todo fluye’) de Heráclito, que nos revela nuestro cambio, nuestra condición histórica y a la vez nuestra fugacidad. Se me ocurre después el Carpe diem (‘aprovecha el día’) de Horacio, que nos marca un camino para que esa fugacidad tenga al menos un sentido. Complementaria de ésta es la de Séneca: “Nuestra naturaleza está en la acción. El reposo presagia la muerte”.

jueves, 22 de diciembre de 2016

El labrador de La Mancha, auto sacramental de Lope de Vega.

Agustín de la Granja López ha editado dos autos sacramentales atribuidos a Lope de Vega: El bosque de amor; El labrador de La Mancha: (autos sacramentales inéditos) Madrid: CSIC, 2000. Como es natural, nos interesa sobre todo el segundo, el manuscrito 191, de 27 folios, de la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, que está fechado en 1615 y aparece en el  Catálogo de autos sacramentales, historiales y alegóricos por D. Jenaro Alenda de Julián Paz (1918)En realidad hay un trabajo previo de Agustín de la Granja, "Para la edición de "El bosque del amor" y "El labrador de la Mancha", autos sacramentales inéditos de Lope de Vega", en Anuario Lope de Vega, núm. 2, 1996, págs. 77-86. Según Héctor Urzaiz (Catálogo de autores teatrales del siglo XVII, 2002) el auto fue representado en 1615 en Toledo por la compañía de Riquelme. Alenda ya encontró mucho parecido en este auto anónimo al estilo de Lope y también lo citó con el título "El villano de La Mancha" y Granja ha confirmado que este auto no pudo ser escrito más que por el Fénix.

Pero no se ha notado que, como señala Alenda, en Casamiento dos  veces y hermosura de Raquel, de Lope, tenemos un pasaje paralelo, que sin embargo podría ser un cuento o chascarrillo popular del patrimonio común:

-Contento, dime dó posas.
-Zagala, yo no lo sé.
-En [...]
-¡Ox que non posas!
-Pues ¿por qué?
Zagal, yo te lo diré.

Dicho juego tiene cierta relación con otro que hay en El labrador de La Mancha, entre el Contento y el Pesar, y que concluye:

   Al Pesar desafió
el Contento, con intento
de tirar más, y perdió;
que nunca llegó el Contento
adonde el Pesar llegó.

Lope tenía a su musa y amante manchega la actriz Micaela de Luján en Toledo y no solo la visitaba, sino que residía gran parte del año en el lugar, donde reunía a una peculiar tertulia de literatos de la región que lo admiraban.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Fernando Savater, "Para aprender", en El País, 17-XII-2016:

La reflexión filosófica puede ofrecer un análisis potente de la realidad en la cual y a veces contra la cual vivimos

He leído a una defensora de la filosofía —papel poco rentable, pese a la salvación de la Facultad Complutense— proclamarla indispensable como permanente guerrilla intelectual contra las asechanzas del capitalismo. Es restringir su alcance tanto como los que quieren suprimirla de los estudios. Según ese criterio, Aristóteles debería haberse dejado de metafísicas y categorías para centrarse en la denuncia del imperialismo macedonio… Sin embargo, prescindiendo de prejuicios que la reduzcan a vacua tribuna de dogmas (la posverdad es la antítesis contra la que ha luchado no ahora, sino desde el ágora socrática), la reflexión filosófica puede ofrecer un análisis potente de la realidad en la cual y a veces contra la cual vivimos. Van tres ejemplos.

Con Estudios del malestar (editorial Anagrama), José Luis Pardo nos ofrece el mejor análisis en profundidad que conozco sobre la confusa metástasis política, tecnológica y social que nos somete a trumpazos y bandazos en la última década… como poco. Si no quieren limitarse a poner rótulos para sacudirse los problemas (neoliberalismo, populismo, etcétera) sino que les gustaría saber algo más, este es su libro. Aunque solo sea un enigma made in Spain, la cuestión de por qué la izquierda se ha vuelto reaccionaria y apoya al separatismo recibe adecuado tratamiento en La seducción de la frontera (editorial Montesinos) de Félix Ovejero. Y la sustitución sentimental del racionalismo democrático por el clamor de “las tripas”, como antes se decía, es el tema de fondo de La democracia sentimental (editorial Página Indómita) de Manuel Arias Maldonado, que no solo argumenta con tino sino que brinda abundantes pistas bibliográficas para continuar indagando por nuestra cuenta. De modo que el camino del pensamiento sigue abierto: falta saber cuántos leen aún para aprender, no para despotricar.

Creada carne artificial

Martín Caparrós, "La revolución de la ‘carne cultivada’", en El País, 15 DE DICIEMBRE DE 2016

Es posible que se dé un salto comparable al principio de la agricultura. La carrera está lanzada y podría terminar con el hambre.

LOS PRIMEROS prefirieron la sorpresa, el asombro, y la llamaron carne cultivada o carne limpia o incluso carne inanimal. Pero últimamente algún marquetinero recordó las lecciones de su curso de ingreso y empezó a llamarla supercarne –supermeat–. El nombre todavía es materia discutible pero la cosa parece decidida: se trata de fabricar carne –verdadera carne– comestible en un tubo de ensayo.

El primero en proponerlo seriamente fue un holandés, Willem van Eelen, que, muy joven, se pasó cinco años prisionero de guerra en un campo de concentración japonés en Indonesia. Allí, medio muerto de hambre, se le ocurrió la idea; cuando la guerra terminó, Van Eelen se recibió de médico y se pasó décadas imaginando cómo hacerlo hasta que, hacia 1990, los avances en las técnicas de clonación –y la llamada “ingeniería de tejidos”– se fueron acercando a sus fantasías: células madre, alimentadas con las proteínas adecuadas en un medio propicio, podrían reproducirse infinitamente.

Hace tres años Van Eelen se dio el gusto: discípulos suyos presentaron, en Londres, la primera hamburguesa de carne cultivada. Pesaba un cuarto de libra y había costado un cuarto de millón de libras –pagados por Sergei Brin, el dueño de Google–, pero los catadores dijeron que sabía a verdadera carne. El desafío, entonces, era mejorar la producción para hacerla accesible. En Estados Unidos, Europa, Israel, Corea, laboratorios de punta de pequeñas empresas ambiciosas lo están intentando; dicen que en 10 o 15 años la supercarne se venderá en supermercados. Y que nada impediría que, en unas décadas, reemplazara a la clásica.

Que la carne, lo más natural, lo más animal, se vuelva un artificio es una idea muy contra natura –y muchos fruncen la nariz cuando lo evocan–. Es probable que esas carnes nunca consigan los matices de un buen cordero, pero sería una revolución sólo comparable al principio de la agricultura. Entonces los hombres descubrieron la forma de hacer que la naturaleza se plegara a sus voluntades; ahora descubrimos que ya no necesitaremos a la naturaleza. Y los efectos son casi incalculables.

Más de un tercio de las tierras útiles del mundo están dedicadas a la cría de ganado: entonces quedarían libres para el cultivo o, incluso, para oxigenar el planeta. El efecto invernadero cedería, y más aún si se tiene en cuenta que el 18% de los gases que lo producen vienen de las vacas y los chanchos. Y, sobre todo, más de la mitad de las cosechas del mundo se usan para alimentarlos: si ya no fuera necesario, esa comida podría terminar con el hambre de una vez por todas.

La carrera está lanzada: los laboratorios que la protagonizan suelen ser start-ups que consiguen inversores de esos que les ponen dinero a proyectos más o menos delirantes para perder un millón o ganar miles. Ahí está el riesgo: que quien por fin lo logre se convierta en un nuevo Monsanto, dueño de una tecnología que todo el mundo necesita; que un gran avance técnico no beneficie a los miles de millones que lo necesitan sino a una junta de accionistas. Es ahora, mientras todo está por verse, cuando los Estados y sus organismos internacionales tienen la ocasión de cambiar el modelo: de decidir que serán ellos los que desarrollen la nueva comida para que no sea propiedad de unos pocos sino patrimonio de todos; para que no le sirva a una corporación sino a la humanidad. Sería una gran oportunidad –una oportunidad única– para cambiar los mecanismos que hacen que cientos de millones de personas no coman suficiente. Parecen grandes palabras; quizá sea, también, un gran proyecto.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Una historiadora de las supersticiones españolas, María Tausiet

He escrito un artículo de Wikipedia sobre una historiadora de la superstición española, María Tausiet. Es este:

María Tausiet Carlés (Zaragoza, 27 de agosto de 1963 - ) es una historiadora española, hermana del escritor y cineasta Antonio Tausiet. Nacida en Zaragoza, estudió el bachillerato en el Instituto de La Magdalena y empezó filosofía pura en Valencia, pero luego se licenció (1987) y doctoró (1997) en Historia por la Universidad de Zaragoza con una tesis dirigida por Eliseo Serrano Martín, conociendo también a la medievalista Isabel Falcón y al antropólogo Ángel Gari Lacruz. Trabajó en el departamento de Historia de la Ciencia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS) del CSIC (2008-2011); también ha sido profesora de Historia de Educación Secundaria (1988-2007) en Talavera de la Reina y Alcorcón, y actualmente fue profesora residente en la Universidad de Virginia (febrero-marzo de 2014) y profesora en el ACCENT (International Consortium for Academic Programs Abroad) por la Universidad de California en Madrid (marzo-junio 2015).

Se dedica sobre todo a investigar la superstición, la magia, la posesión demoniaca y la brujería en la historia de España, más en concreto los conflictos derivados de la Reforma protestante en la España de los siglos XVI y XVII, como la excomunión, la resistencia a la confesión y a la eucaristía, el Purgatorio, la blasfemia, el discurso moral sobre la locura o el llamado "don de lágrimas`", así como la noción de inmortalidad (reliquias) y su plasmación en representaciones científicas y fabulosas del Más allá; también ha publicado trabajos sobre la alquimia, los aquelarres y el sabbat. Entre otros, descubrió y estudió los procesos sobre las reliquias de San Ildefonso, así como el del cura Joan Vicent y el de los 32 endemoniados de Tosos (1812-1814).

Obras

Con James S. Amelang (eds.), El Diablo en la Edad Moderna (Barcelona: Marcial Pons, 2004).

Con James S. Amelang (eds.), Accidentes del alma. Las emociones en la Edad Moderna. Madrid: Abada, 2009.

Ponzoña en los ojos. Brujería y superstición en Aragón en el s. XV (Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 2000; 2.ª ed. Madrid: Turner, 2004).

Los posesos de Tosos (1812-1814). Brujería y justicia popular en tiempos de revolución (Zaragoza: Instituto Aragonés de Antropología, 2002).

Abracadabra omnipotens: magia urbana en Zaragoza en la Edad Moderna, Madrid: Siglo XXI de España, 2007

Un Proceso de brujería abierto en 1591 por el Arzobispado de Zaragoza: (contra Catalina García, vecina de Peñarroya), Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1988

El dedo robado: reliquias imaginarias en la España moderna Madrid: Abada, 2013.

Urban Magic in Early Modern Spain. Abracadabra Omnipotens, Hampshire and New York: Palgrave Macmillan, 2014.

Con Hélène Tropé (eds.), Folclore y leyendas en la Península Ibérica. En torno a la obra de François Delpech Madrid: CSIC, 2014.

(Ed.), Alegorías. Imagen y discurso en la España Moderna, Madrid: CSIC, 2014.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

El rector de universidad que copia

Jesús Mota, "El rector multicopista o la virtud de resistir. Silencio administrativo absoluto sobre los casos de plagio que se imputan a Fernando Suárez", El País 14 DIC 2016:

Fernando Suárez Bilbao, rector de la Universidad Rey Juan Carlos, acumula acusaciones de plagio a razón de una por día. Por el momento —pero esto no ha terminado—, cinco profesores reclaman airados su dimisión por la (presunta) estafa de haber copiado alguno de sus estudios; se informó de que había plagiado incluso el trabajo de una alumna de la Complutense (María Reyes Domínguez); los alumnos buscan firmas para exigir que dimita y la Universidad de California ha retirado un artículo del ilustre plagiador porque en el texto había reproducido a otros seis autores. Como en España los casos vidriosos suelen adornarse de una graciosa filigrana irónica, la URJC ha instalado un moderno sistema informático para detectar los plagios en los trabajos de los alumnos. ¿Detectará el artilugio los remiendos en los textos del rector o son más sofisticados?

Dejemos a un lado las lamentaciones morales de rigor sobre la conducta fraudulenta del señor Suárez, quien más que un rector parece una multicopista. Ministros europeos han dimitido “por copiar”, pero en España mantenerse en el cargo por encima de cualquier escándalo es ya una virtud cívica. El señor Suárez, sorprendido in fraganti, consciente del fango de impunidad que nos rodea, confía en sus escudos político-institucionales. Véase, si no: atribuye los infames copieteos a una disfunción, es decir, los equipara a una errata de imprenta. Hay que estar muy seguro de los apoyos políticos para llamar disfunción al (presunto) delito de plagio. El chascarrillo o nonsense es coherente con el cinismo arraigado en algunos entornos de poder que consiste en desviar cualquier responsabilidad personal hacia conceptos o cosas inanimadas. Se podría escribir un tratado psicológico analizando como la crisis financiera de 2007 se atribuyó a la avaricia.

Tiene más chispa su análisis del término plagio. En su opinión, este delito está vinculado a la protección de una propiedad que proporciona un beneficio económico. Pero como nadie —ni el propio rector— sabe cuando una producción propia puede generar un beneficio económico, ni cuando un texto u obra concebido para disfrute personal producirá ganancias en otras manos, el argumento parece un tecnicismo jurídico propio de rábulas.

Mientras el rector se recrea en florituras culteranas para explicar lo inexplicable, las instituciones implicadas callan. El ministerio de Educación y la Dirección General de Universidades despejan a patadas de problema (“son asuntos internos”). Tanto respeto por los asuntos internos es un potente indicador de que el Gobierno no va a iniciar conflicto con un jefe local. En un país más atento por los procedimientos democráticos ya se habría reunido una comisión para investigar al señor Suárez. Aquí, no. Si la irritación amaina, bien; si arrecia, se convoca para cumplir. En cuanto al Consejo de Rectores, la cosa irá para largo. Tanta cautela con los métodos corporativos confirma que la sociedad española carece de instituciones capaces de enfrentarse a problemas reales que afectan a personas sin poder. Luego gimotearemos porque crece el populismo

martes, 13 de diciembre de 2016

Entrevista a Santos Juliá, el biógrafo de Manuel Azaña

Julio Tovar: "Santos Juliá: «El PSOE pasa por los momentos más bajos de su historia»", en JotDown:

Al historiador, en el despacho, se le reconoce por un atributo propio: las pilas de libros. Son ese rasgo característico, los árboles, del bosque de papel en el que se envuelve el logógrafo avezado. Santos Juliá (Ferrol, 1940) ha realizado muchos periplos entre la foresta de hojarasca siendo, así, reputado biógrafo de Manuel Azaña, notable historiador del socialismo español y reconocido sociólogo del Madrid reciente. Animado con una discusión sobre las bibliotecas, donde se queja de la «poca luz» que entra en los modernos edificios, nos recibió en su iluminado despacho sito en la laberíntica Ciudad Universitaria.

Naces en Ferrol, en 1940, pero cursas el bachiller en Sevilla, ¿A qué se debió este cambio familiar? 

Mi padre era de la armada, capitán de máquinas, y participó en una operación que venía de una orden del Gobierno legítimo, de la República. Esta consistía en dar agua a un buque, el cual estaba en dique, y al terminar la guerra lo echaron, lo retiraron, de la marina. Y luego hubo de buscarse la vida. Fuimos a Sevilla, después de cinco años. Mi familia y yo —nací en el 40— primero nos establecimos en Vigo y vivimos allí como tres o cuatro años. Yo llegué a esa ciudad, a Sevilla, con seis años justos en 1946. Mi madre decía «qué calor… qué calor…» (risas).

En Sevilla conoces a un personaje fascinante y relativamente heterodoxo como es Ramón Carande, biógrafo de los banqueros de Carlos V. ¿Cómo acabó en el mundo franquista alguien en origen republicano?

Él ha dado explicaciones de su trayectoria. Era claramente alguien muy unido al mundo de valores de la Institución Libre de Enseñanza. Había pasado por Alemania, por una educación germana, y en su biografía política, siendo rector, evita a la policía de Primo de Rivera entrar en la universidad de Sevilla. Como muchos catedráticos de su tiempo perdió sus archivos, estaba trabajando en los Trastámara, y acabó en las finanzas de Carlos V. Cuando triunfan los franquistas no lo persiguen como lo hicieron con otros, pero pasa al anonimato. Lo depuran, lo echan de la universidad, y probablemente los que le rodean y le quieren le dicen que colabore. Pedro Camero del Castillo, un falangista, le dice que como protección se deje nombrar para un cargo y publique un artículo en la revista de estudios políticos.

Él se retira, conserva su finca en Cáceres, y se mete en el archivo de Simancas. Pasa años en ese archivo y pergeña Carlos V y sus banqueros. Él se fascinó con el personaje, no pretendía desmitificar al emperador, y fue consecuencia de sus estudios económicos en Alemania. El libro es excepcional, yo le ayudé en la edición resumida. Me agradeció llamándome en el prólogo «desprendido auxiliar en el uso de las tijeras». Me mandó un cheque y yo se lo devolví (risas). Por eso el desprendido.

En 1945, con el indulto general, le devuelvan la cátedra de hacienda pública en Sevilla y permanece en ella hasta que se jubila. Él decía a sus amigos que llevaba sobre la espalda ese peso. Esto es, cuando a todos ellos los habían perseguido o exiliado, a él solo le expedientaron y depuraron. Nunca llamaría a don Ramón colaboracionista; quería salvar el pellejo, fue una cuestión nominal.

Llegas a Azaña a través de Carande, que te recomendó sus obras completas. ¿Cómo pudiste adquirirlas en pleno franquismo en una librería?

Don Ramón me veía como un lector marxistizado y me hizo dos recomendaciones de lectura que no olvido. Estas fueron decisivas para lo que luego he podido trabajar. Una era Max Weber, «tanto o más que a Marx», y la otra es que leyera a Manuel Azaña. «Los jóvenes de vuestra generación tienen que leer a Azaña» decía, aunque luego ya me llamó de tú. Había una librería en Sevilla que vendía de tapadillo cosas que llegaban de México…

¿Lo vendían en una especie de altillo? 

No, hombre. Normalmente te recomendaban «vete de mi parte y dile que…». Entonces yo fui, era una librería situada cerca de la catedral (subiendo el barrio de Santa Cruz). La recuerdo perfectamente. Ahí dije «mire, que don Ramón me ha dicho que…». Entonces me compré las obras de Azaña.

Te refieres al «pasado que se corta abruptamente con la guerra» en el libro de Azaña. ¿Se rompe esa tradición liberal con la Guerra Civil?

Hay una ruptura con la tradición liberal muy fuerte. Al liberalismo se le achacan todos los males de España. El siglo XIX mejor que no hubiera existido. Esto lo repite Franco en sus discursos, que naturalmente están hechos, pero son suyos. El siglo que no es español. Es un siglo espurio: está contaminado por el liberalismo, que es el origen del socialismo, que es el origen del comunismo y de todos los males de España…

Es una tradición de casi ciento veinte años que se purga culturalmente en España y que no se recupera en la democracia apenas.

En el libro Historias de las dos Españas, en un capítulo, hablo de cómo los intelectuales de finales de los cincuenta e inicios de los sesenta que se llaman demócratas no vienen de una tradición liberal. Nosotros nos hemos hecho demócratas sin haber sido liberales. Existe, también, otra tradición de un liberalismo tapado, resistente, etc. Pero el liberalismo en el momento en que es o forma parte de un pensamiento debe tener una teoría del Estado o no hay liberalismo. Y los liberales que pasaron por la guerra, la represión posterior y vivieron como resistentes silenciosos les faltó esto. Se les hundió la República, se pensó que el liberalismo había llevado al caos. Aunque por su talante no eran fascistas, no eran totalitarios. Hay un hueco, una falla…

Otros evolucionan: Serrano Suñer comienza en el partido de Maura para acabar en una especie de fascismo.

En una especie no, ¡en un fascismo de hoz y coz! (risas). Es un conservadurismo católico en origen.

Vamos con Azaña, del que fuiste biógrafo fundamental. ¿Es el fracaso político de este una consecuencia social o fue fruto de sus propias decisiones?

¡Niego la mayor! (risas)

Entonces…

Yo no tendría a Azaña como un fracasado. Creo que la República que se construye en 1931 es un sistema que pudo haber tenido una trayectoria que habría consolidado para siempre una democracia en España. No creo que el hecho que haya una guerra, que esta destruyó a la República, pueda ser cargado a la espalda de Azaña.

Pero él no dejó de ser ortodoxo, lo que produjo grandes tensiones y evitó el pacto. Afirma «España ha dejado de ser católica» en 1931 y, al poco tiempo, (apenas tres años) la CEDA —partido confesional— pasó a ser mayoría…

El cargar sobre cuestiones de carácter… Azaña era un dulce para todos aquellos que cargaban sobre esto, era un bocado de cardenal. Se llamaba a Azaña «el reprimido», «el frustrado», el que tuvo una carrera «a la medida de…» y se explica por ahí las decisiones que toma.

Azaña toma dos decisiones políticas que impiden que el Gobierno de la República caiga. La primera es encontrar un punto de confluencia para resolver la llamada «cuestión religiosa» y de ahí su gran discurso en el que dice a los socialistas «si ustedes quieren gobernar con la enmienda que han planteado, si quieren que este Gobierno continúe, es preciso tomar en cuenta la realidad de la gran presencia que ha tenido en la historia de España la Iglesia católica en la educación». Era una enmienda sobre la disolución de todas las órdenes religiosas y nacionalización de todas las propiedades de la Iglesia.

Azaña tiene esa frase, «España ha dejado de ser…», que es un inciso dentro de un razonamiento en la cual establece que la Iglesia ya no es la institución que determina la cultura española. Se debe buscar, entonces, un lugar en la nueva forma del Estado.

Aunque Azaña es más moderado que los socialistas, evidentemente, Alcalá-Zamora llegó a decir que esa constitución laica de la República invitaba «a la guerra civil» por la España conservadora.

Lo dijo mientras la guerra civil ya estaba en activo. Él fue presidente de la República con esa constitución.

Él la quiso reformar en el sentido conservador y ampliar el ámbito social del Estado.

Él era presidente de ese gobierno, Alcalá-Zamora, y alguna responsabilidad tiene. Yo creo que hay un error del Gobierno de coalición republicano-socialista. El error no fue que hicieran la reforma militar, la constitución tal como la hicieron, la reforma de la propiedad de la tierra, la territorial (con estatutos de autonomía), etc. Es decir, no hay ningún aspecto de la vida española que no se toque y se hace en un lapso de tiempo muy concentrado. En un año: ¡ese es el error!

Quiere transformar de arriba abajo leyes de matrimonio, sistema fiscal, estatutos de autonomía, Iglesia, militares, terratenientes, medidas sociales… Todo concentrado en un año. Ningún aspecto de la vida deja de tocarse, incluso los cementerios, con lo cual una buena parte de la sociedad española debía sentirse amenazada o atacada. Y también le falta disponer de instrumentos necesarios para enfrentarse a los obstáculos que esas reformas iban a encontrar. Ese es el error del primer Gobierno de la República, en eso estoy de acuerdo.

¿Es eso atribuible a Manuel Azaña? Así, así. En ese Gobierno estaban los socialistas —para quienes la República era la estación de paso a mayores conquistas—, los radical-socialistas, los nacionalistas catalanes y los republicanos de izquierda o centro-izquierda. Era una coalición frágil ya que cada uno tenía su programa de gobierno… y Azaña la mantiene en pie dos años.

Esa frase de Emilio Castelar: «Las coaliciones son siempre muy pujantes para derribar, pero siempre impotentes para crear».

Bueno, depende de los coaligados: hay algunas que han funcionado bien. No soy tan determinista. Hay coaliciones que pueden dar buen pie y esta de la República pudo haberlo dado. La reacción de los que se sintieron ofendidos o atacados tampoco se pudo consolidar. Hay muchas Repúblicas… hay dos años… luego otros dos años y…



Eso es interesante: cada Gobierno legisla en contra del anterior. Hay muy poca estabilidad institucional.

El Código Civil se mantiene, pero hay un cambio profundo de constitución respecto a las anteriores. Un cambio radical. Tiene en cuenta las constituciones europeas del tiempo.

«República de trabajadores de toda clase» no es algo que venga de la tradición liberal, es producto de esos años.

Bueno, antes está «el pueblo español». Pero claro que hay una influencia de fuera. Se sitúa en una tradición, pero innova también. La veo más como la constitución española de la posguerra mundial: está más cerca de las constituciones de Alemania o países latinoamericanos. Nuestros constitucionalistas habían estado muy al tanto de esas constituciones. Era reformable en apenas cinco años y no necesitaba mucho para hacerlo. Pertenece a la familia de las rígidas, claro, pero no es tan rígida como la del 78.

Josep Pla afirmó que la República nunca pasó de «discusión del Ateneo», de su fase legislativa, en sus libros sobre el periodo.

De haberse quedado en la fase legislativa, no habría habido reforma militar. Ese de Pla es un discurso que no está a la altura de las magníficas crónicas del escritor catalán (risas). Es un recurso literario. Las leyes se pusieron en marcha, algunas funcionaron (la reforma militar es efectiva —lo reconoció el propio Franco—) y algunas otras como las civiles también (el derecho de las mujeres, el divorcio, etc.) Funcionaron también otras leyes, como la de Estatuto de Autonomía de Cataluña (los catalanes que proclamaron la república catalana entraron por la propuesta estatal) y la de reforma agraria, que creo comenzó a aplicarse de manera tímida y muy lenta.

Hay una forma de resolver las cuestiones duras, que han creado conflictos, diciendo que si tal o que si cual. No venían tantos del Ateneo: los diputados que eran madrileños y socialistas eran así así con esa institución (risas). Está mucho más en la complejidad del sistema de partidos que se creó, en la incapacidad que tuvo la coalición de radicales con la CEDA para tomar lo que tenían entre manos. En lugar de empezar de discutir entre ellos, podrían gobernar. Las continuas crisis de gobierno no son del periodo inicial.

Las crisis republicanas vienen del bienio derechista.

Son CEDA-Radicales. Eran opuestos ideológicamente, pero se supone que el mundo empresarial y patriarcal estaba detrás de los dos. Y sobre todo lo que estaba entre los dos es su oposición a los anteriores. Cada uno con su proyecto y su propósito, pero la media de los gobiernos es de tres meses. Con esos pocos meses, con continuas crisis, hay una debilidad institucional. Entonces bueno, cuando uno se acerca a la realidad social deja esas explicaciones… «como eran del Ateneo…» (risas)

¿Por qué se llevaba tan mal Azaña con otros políticos como Lerroux o Alcalá-Zamora? Lerroux estaba más cercano a sus ideas que gran parte del PSOE.

Alejando Lerroux y Azaña se llevaron bien un tiempo. En la alianza republicana, ya en 1926, y que llega hasta 1931. A final de este año tienen un problema y entonces Azaña elige que los socialistas se queden en el Gobierno, mientras que Lerroux dice que la República tiene que ser republicana. Los socialistas, llegada esta, tienen que desplazarse y pasar a la oposición.

Entonces, cuando se trata de mantener el gobierno de coalición socialista-republicano, hay una diferencia radical. Azaña quiere que el Partido Radical siga porque sigue siendo un fuerte apoyo de la República hasta la aprobación de la constitución. Interpreta el pacto de San Sebastián bajo este principio. Lerroux se niega a seguir en el Gobierno y pasa a la oposición. Tiene, entonces, a Azaña como un advenedizo al republicanismo. El político de Alcalá, en fin, ha llegado al republicanismo en el año 1925, mientras que él es un republicano histórico. ¿Cómo va a ser Azaña presidente de un Gobierno?

¿De dónde viene, ahora, su enemistad con Alcalá-Zamora? Quizá lo ve como parte de ese viejo mundo de la Restauración de políticos maniobreros.

No, no creo. La relación de estos dos venía de lejos: coincidieron con apenas veinte años en el despacho de un abogado célebre. Desde luego, hay una cuestión de estilo de gobierno, de manera de entender la República, que se traducía en la misma oratoria de cada uno. Alcalá-Zamora tenía una construcción muy barroca.

Es un epígono tardío de Castelar.

Exactamente. Sus discursos tienen una construcción gramatical de un hombre muy ducho en la materia. En la República ya no había ese tipo de oradores… Melquiades Álvarez era ya un gran orador moderno. Pero, volviendo a la disputa entre los dos, la constitución republicana no era presidencialista, sino semipresidencialista.

Le dejaba, así, un margen de maniobra importante al presidente de la República, el cual podía retirar la confianza al presidente del Gobierno y disolver las Cortes. Es verdad que eran dos veces y la segunda tenía que dar cuenta al Congreso. Esto le daba a Alcalá-Zamora una cierta capacidad de borboneo, como se decía entonces.

Esas disoluciones, ese borboneo, le cuestan el puesto.

Claro, había disuelto por dos veces las Cortes y en la segunda la mayoría parlamentaria lo echa.

Lo interesante es que esas Cortes, las que le cesan, habían nacido de una disolución del Congreso por parte de Alcalá-Zamora… ¡Las disolvió para que le echaran sin darse cuenta! En cierto sentido, se deslegitimaban.

No creo que lo hagan: actuaron de acuerdo con la ley. Ellos someten a discusión este cese y Alcalá-Zamora no tuvo ni el voto favorable de la CEDA, ni de los radicales (que eran los más injuriados). Él erró al no contar con la primera disolución de las Cortes, y usaba su poder como amenaza: los socialistas y los radicales le dijeron «ya no te queda ninguna posibilidad de disolvernos». Para garantizar, de hecho, que no te queda ninguna forma de disolver las Cortes te vamos a disolver nosotros (risas). Es verdad, eso sí, que la operación se cometió en el peor momento de la República. En eso estoy completamente de acuerdo.

¿Cuánto hay de espejo de Azaña en Juan Valera? Su biografía, excelente, tiene devoción por un personaje que comparte su visión cínica de España.

Azaña nunca tuvo una visión cínica.

Los diarios de Azaña no son el relato de un idealista sobre el pueblo que gobierna y tienen un posible enlace con las cartas íntimas de Valera.

Hombre, creo que hay otra afinidad que no va por ese lado entre Valera y Azaña. Primero, literaria. ¿Cuál es la literatura que más le podría gustar a Azaña? Pues, sin duda, Valera entraba ahí. Hay otra faceta, además de la literaria, que son sus críticas tanto literarias como políticas. Sus ensayos políticos y críticas literarias sin duda las conoce. Luego hay otra faceta, el político, ya que Valera fue embajador y diplomático. Creo que esa es la afinidad que más me parece en lugar de su visión del país.

La visión de Azaña de España es más profunda, y Valera puede ser más frívolo, más cínico.

Pero en el cinismo hay algo de despectivo. Valera cuando se produce la gran infección de literatura sobre la decadencia de España, todo el noventayochismo, es de los pocos que sale diciendo «¿de qué están hablando ustedes?». Tiene varios discursos, algunos en la Real Academia, que son una crítica al pesimismo del 98. Valera nunca habría dicho esa frase de Cánovas: «Son españoles los que no pueden ser otra cosa». Jamás se le hubiera ocurrido. Valera se sitúa en una tradición literaria rica, es consciente de eso, y se establece en una crítica a la política, heredera de Larra. Son esos artículos de este último sobre la incapacidad política de hacer una obra a largo plazo. «Tejer y destejer», que dice Juan Valera. «No hay leyes que den todo lo que pueden, siempre estamos tejiendo y destejiendo», afirmaba el político y escritor cordobés.

Entrando ya en el drama español contemporáneo, ¿fue la Guerra Civil inevitable? Julián Marías consideró que ningún historiador actual podía entender «los odios del tiempo».

He escrito varios artículos y algún libro intentando desmontar ese sentimiento que tuvieron muchos. El sentimiento nace de una experiencia y, por tanto, hay que tener respeto a esta. Otra cosa es cuando el sentimiento pretende sacar un argumento, que es cuando debes de tener en cuenta otra serie de elementos que están fuera de tu experiencia vital. Eso existe: durante toda la República hay muchos muertos por violencia directa, que te matan en la calle (atentados o insurrecciones). Es verdad que desde el tiempo de las elecciones hasta el golpe de Estado hay una violencia en las zonas rurales (propiedades pequeñas y medias) que tiene que ver con la ocupación de la tierra.

Ahora, otra cosa es pensar que eso no hubiera tenido otra solución distinta a una guerra civil. Ahí hay un paso no se puede dar por la mera experiencia del que vivió el periodo. ¿Qué es lo otro? Que el ejército, y dentro del ejército la fracción africanista, entiende que eso solo se puede resolver con un golpe de Estado. Este golpe ni siquiera es lo que explica la guerra: este pudo haber terminado triunfante. Siempre he procedido bajo la pregunta: ¿por qué al abrirse este tipo de dirección no se abre otra? Por otro tipo de factores en este punto.

Pero eso queda abierto: si la corporación militar entera da un golpe de Estado en la República no hay bicho que se mueva… pero el ejército estaba fragmentado. Hay muchos militares que no se adhieren a la rebelión. De hecho, los primeros muertos de la rebelión son los asesinados por sus propios compañeros.

Hay un personaje literario, admirable moralmente, que es el general Domingo Batet: murió fusilado en Burgos, en el 37, y había defendido la República de los disturbios del año 34.

Hay muchos. La rebelión militar no triunfa en Madrid, ni en Barcelona, ni en las grandes capitales. Pero no es totalmente aplastada y el no serlo no es responsabilidad de los golpistas. Esta es del Gobierno de la República, el cual no es capaz de acabar con ellos. Este cae y no se forma un gobierno que pudiera llamarse de «unidad nacional», los socialistas se niegan a incorporarse a ese gobierno. Este entonces es débil ya que son solo republicano. Entonces ve desde la más pura impotencia el comienzo de una revolución interna, en su territorio bajo control, y un golpe militar. Este enfrentamiento no hubiera durado más de uno o dos meses si no hubiera habido una intervención internacional, alemana e italiana. Se une el golpe de Estado, la fragilidad del Estado republicano (la revolución) y la intervención extranjera para explicar el porqué la guerra civil tuvo un efecto tan duradero, fue tan profunda y dejó tanto rastro de sangre.

Si se afirma «es que fue inevitable…», entonces, ¿por qué explicarlo? Si es inevitable, entonces, nadie tiene la culpa. Se culpa al odio, pero este se puede administrar de muchas maneras sin llegar a la guerra civil.



¿Es el asesinato de Calvo Sotelo el que lleva a Franco a entrar en la guerra o lo había decidido antes?

Creo que no. El asesinato de Calvo Sotelo no es el que desencadena la guerra. Eso estaba preparándose; el Dragon Rapide estaba apalabrado desde mucho antes. De hecho, conspiración monárquica hay desde el principio, luego esta va progresando. El golpe de Estado de José Sanjurjo, en el 32, fue criticado porque la situación no era madura.

Te comento esto porque el ejército de África, el que comanda Franco, es clave en la guerra: es el que permite unir las zonas rebeldes y el más efectivo en batalla sin duda.

Pero también estaba Mola arriba. Los carlistas… Fíjate que los primeros en dar un aliento popular, en el sentido de pueblo que toma las armas, no son los partidarios de Franco sino de Mola en el norte.

Una gran ironía: la Guerra Civil es la única que ganan los carlistas.

Bueno, lo ganan coaligados. Pero sí, claro, tienes razón.

¿En qué momento cambia el tono reposado, más irónico que violento, de los políticos del XIX a los del siglo XX? Los diarios de sesiones de la II República son siniestros en comparación con la Restauración e incluso el Sexenio.

El cambio viene porque hay diputados que están llamando claramente a la rebelión y otros en el hemiciclo que están hablando de revolución…

La Pasionaria lo dice claramente.

Pero el Partido Comunista está en ese momento mucho más siguiendo la política de la Internacional, en la defensa del Frente Popular, que no en la revolución. Pueden responder a una intervención de Calvo Sotelo en las Cortes, pero no están en esa disyuntiva. Es decir, ellos están defendiendo la política de Frente Popular. Lo más importante para ellos es mantener la coalición y están conteniendo el movimiento de huelgas que, a principios de mayo, está llegando al punto de huelga general. Defienden el lema del Frente Popular francés: «Hay que saber terminar una huelga». La retórica, «bueno, si quieren dar un golpe que lo den» es una retórica más de la izquierda del PSOE, del caballerismo, de la facción de Largo Caballero.

Ni Manuel Azaña o Alejandro Lerroux querían la guerra, pero ¿la querían realmente Indalecio Prieto, Largo Caballero o Calvo Sotelo? ¿Cuánto hay de bravuconada en sus escritos y discursos y cuánto de realidad?

Prieto desde luego no la quería. Incluso avisó: pronunció un famoso discurso en Cuenca en el que hace la profecía de «que no se puede seguir así». Defendía que un país no puede seguir en una situación caótica. Prieto está dispuesto a ir al Gobierno y es bloqueado por el grupo parlamentario y el comité de la UGT que está controlando Largo Caballero. Amenazan, incluso, con romper el Frente Popular si es presidente de Gobierno. Prieto cree, y Azaña con él, que el Gobierno tiene que reforzarse con la presidencia de los socialistas.

El 10 de mayo, con Manuel Azaña de jefe de Estado en la República, llama a Prieto para la presidencia del Gobierno. Este habría podido reforzar el gobierno del Estado y habría entrado en contacto con los militares. Esto es hacer cábalas, en fin. Lo que lo impidió es la división del partido socialista en dos alas.

Por aquel entonces los caballeristas casi matan a Indalecio Prieto en un mitin en Écija.

Hay disparos en ese acto, poco después del discurso de Cuenca. Las juventudes socialistas están en una deriva revolucionaria. No van a tomar la iniciativa, pero si la toman los otros les hacen la mitad del trabajo. Largo Caballero dice «ya podrán llevar entorchados, casacas, que la clase obrera dará cuenta de ellos…»

Baroja definió a Prieto como «falso hombre hábil» y Sánchez-Albornoz a Largo Caballero como «mula honesta» riéndose de su cortedad. ¿Faltaron líderes como Léon Blum en el PSOE del tiempo?

Podría haber sido Prieto el Blum. No era un carácter parecido a Blum, el tipo humano, pero Prieto podría haber gobernado. La diferencia fue que Léon Blum dijo «Yo gobierno» («Je suis Prêt»). Esto allí, incluso, tenía problemas. El Frente Popular francés sucedió un poco después del español y este último quedo en exclusiva en manos de los republicanos por esa decisión de los caballeristas. «Vosotros hacéis vuestro programa y cuando terminéis nos toca a nosotros…», ese fue el mensaje. Léon Blum, en Francia, asumió el poder.

Azaña afirmó, no sé si a un periodista francés o a su cuñado (Cipriano Rivas Cherif), «aquí no tenemos ningún Léon Blum». A Prieto lo paran los suyos, no los republicanos. Azaña acepta ser presidente pensando en que va a ampliar el gobierno republicano… Pero no lo hace, y en mayo ese gobierno está gastado. Casares-Quiroga puede ser sustituido desde la presidencia nombrando a un socialista. Los socialistas no entrarían jamás a un gobierno presidido por un republicano: era la experiencia del primer bienio y no se podía repetir. Prieto plantea su candidatura al grupo parlamentario… y pierde la votación. Esto hace que el Gobierno del Frente Popular sea débil.

Haces la carrera, Políticas y Sociología, en Madrid. ¿Cómo era el clima de la universidad con Franco? ¿Era posible la disidencia?

La universidad la empezó a perder la dictadura en el año 1956. Fue una verdadera rebelión que tuvo consecuencias políticas decisivas: provoca una crisis de gobierno, que es parcial, ya que caen el ministro de Educación y el ministro secretario general del Movimiento. Abren así una crisis, que no se va a cerrar hasta la del 57, donde hay una remodelación más importante porque ahí entran los llamados tecnócratas (dos ministros del Opus Dei y López-Rodó que está de subsecretario, grupo coherente con una política distinta a la anterior). Eso lo abre una rebelión estudiantil, la del 56 en Madrid, y luego la del año siguiente en Barcelona y Sevilla. A partir de ahí la universidad va a tener un papel decisivo en la transformación cultural que se produce en España en los años sesenta. Se unen los intelectuales, escritores y artistas que se empiezan a manifestar…

Los primeros manifiestos.

Más bien peticiones: utilizan mucho una figura que se llamaba el derecho de petición. Este permitía a todos los españoles dirigirse a las autoridades en petición de algo, era legal no lo podían negar (risas).

Es ese concepto que defendía Ricardo de la Cierva de democracia orgánica: intervención a través de los rígidos corsés legislados… para esconder que en la práctica es una dictadura.

Claro. El poder está concentrado en la jefatura del Estado, que tiene capacidad legislativa, toda la ejecutiva y puede determinar la capacidad judicial. El régimen como mejor se define en origen hasta el fin es como dictadura.

Es un régimen tramposo: intenta parecer una democracia particular en el exterior, estilo el Irán del Sha, y jugar a país normal europeo. La política exterior de Fernando María Castiella…

No creo que fuera Castiella, sino más bien Alberto Martín-Artajo que está antes de él en el Ministerio. Cuando entra, en el año 45, afirma que el régimen que viene de una guerra civil puede evolucionar a una forma de democracia que comienza a ser llamada orgánica, a través de los órganos naturales.

Esto es el viejo Estado corporativo de inicios del siglo XX, los órganos propios eligen sus representantes. Son todo oxímoron: democracia orgánica, sindicato vertical…

Sí. Pero ahí es un encuentro claro de las distintas instituciones que están sosteniendo la dictadura. El sindicato quedó desde el inicio bajo el control del Movimiento. Ahí los grupos cristianos no tuvieron mucha importancia. Sin embargo, la dirección de la política exterior y la de la economía luego del año 57 queda en manos de grupos católicos. No hacen una política ordenada por la jerarquía de la Iglesia, pero vienen de ahí. Ese mundo es donde se cuece todo eso de lo democracia orgánica, cosa que a los falangistas no les gustaba nada ¡ellos querían un Estado fascista! Las primeras tensiones dentro del régimen se producen entre Falange y el mundo católico.

De hecho, en esta última etapa los falangistas solían proteger a los disidentes del discurso oficial, como nos comentaba Carlos Saura con sus primeros filmes.

A todos hasta cierto punto no. Depende en qué momento, claro. La primera salida fuerte a la opinión pública del falangista Dionisio Ridruejo es acusar a Franco de no construir el estado fascista, ya en el año 42. Algunos han dicho que Ridruejo está camino de la democracia, ¡ni de broma! Lo que le reprocha es que la promesa del Estado fascista no llega y se reparten puestos entre gente no adepta.



¿Por qué eliges Ciencias Políticas y Sociología en la universidad? Vinculación al mundo socialista, interés por las ciencias sociales…

En ese momento estaba muy en boga la sociología comparada y las preguntas ¿por qué hay democracia? ¿Cómo surge la democracia? ¿Por qué se producen las revoluciones? ¿Cuáles son las etapas de la revolución? Esas eran lecturas que había tenido y que me movían a comprender el cambio que estaba ocurriendo en España. Se trataba de entender cuáles eran las perspectivas de ese cambio que las lecturas marxistas y cristianas de mi juventud se situaba en un proceso en el cual la democracia podría ser primer paso al socialismo.

Según nos contó Joaquín Leguina, los estudios de sociología y estadística en aquel tiempo estaban en pañales y se conocían «mal» las matemáticas. ¿Cuál es tu opinión como sociólogo?

La sociología empezó en una escuela en San Bernardo, de origen católico, que después del 39 deben exiliarse. Juan José Linz, por ejemplo, gran sociólogo, debe irse en el año 1950. Francisco Ayala era catedrático de Teoría del Estado aquí, pero es el primero en hacer un tratado de sociología (que ejecuta en el exilio).

Umbral se mofaba de Ayala y su sociología, que consideraba «prehistórica», diciendo que presumía por detrás de ser «el profesor mejor pagado en Estados Unidos».

Hombre, en Estados Unidos estaban bien pagadas las cátedras, pero no creo que Ayala fuera tan bien pagado. Allí hay mucho margen: no gana lo mismo un full professor en una universidad menor que en Harvard. Además de todo el currículo. Las diferencias contractuales son notables dependiendo de lo que se produce. Yo no lo hubiera tenido como un reproche que fuera el mejor pagado de Estados Unidos (risas).

Volviendo al tema de tu vocación de sociólogo…

Pretendía estudiar eso, las revoluciones, que eran una de las grandes inquietudes de mi generación: ahí no soy nada original. Nuestra generación, formada por la Iglesia católica (aunque yo fuera a un instituto), tenía esa perspectiva: la educación estaba en manos de jesuitas, escolapios, salesianos, etc. El influjo de la Iglesia era brutal, absoluto. Nosotros despertamos a la conciencia política a través de una especie de transición de esas lecturas a lecturas marxistas.

La frase del papa Francisco reciente donde equipara a cristianos y comunistas, además también de los últimos libros de Antonio Escohotado.

Hay algo ahí que creo solo puede producirse en ese momento, en los años sesenta, que fue el encuentro marxismo-cristianismo. Es el tiempo del diálogo y esto se ve en Cuadernos para el diálogo, Triunfo, etc. Allí escribía gente que venían de una tradición cristiana, de un cristianismo marxistizado, que se encuentran con marxistas que ven la posibilidad de abrir el Partido Comunista. Es eso que llamaron los comunistas, que incluso fueron los creadores, de «la reconciliación nacional». Es un proceso a la democracia donde se encuentra gente que viene de los vencedores y de los vencidos. Eso lo descubren los hermanos mayores de mi generación: los que vinimos después, que no éramos niños de la guerra, vimos el panorama que se nos abría cuando despertamos a la conciencia política. Yo formo parte de esa corriente y me preguntaba por qué en España no había una democracia y cómo se construye esta. Como decía Javier Pradera, «no leímos a Stuart Mill, sino a Marx».

¿Cuándo conoces a Javier Pradera?

Lo conocí en París. Había estado un año allí, en el 67 o 68…

Era el gran viaje de todo «progre» en la dictadura.

Creo que más que a París era irse de aquí (risas).

Coincides con el juicio que nos contó Gabriel Albiac: hay que irse de aquí.

Ibas un poco por eso. En París tuve la gran suerte de conocer y tratar mucho a Fernando Claudín y José Bergamín. A Claudín y Jorge Semprún los habían expulsado del Partido Comunista Español en el año 1965.

Afirmaron la disociación del Partido Comunista Español (PCE) con la realidad del país, que no era el de los años cuarenta, y la Pasionaria llamó a Semprún «cabeza de chorlito», según sus continuos libros de memorias.

Sí. Ahí hay un debate que he estudiado después. En realidad yo tenía muchos amigos del Partido Comunista en Sevilla y a mí estos me dijeron que entrara en contacto allí con Manuel Azcárate, que llevaba una fundación y local bajo protección del Partido Comunista Francés. Los conocí allí y les escribí alguna cosa para la revista Realidad, pero no les gustó mucho aquello. Otros amigos, a la vez, me dijeron que le diera recuerdos a José Bergamín, y a través de este tomé en contacto con Fernando Claudín.

¿Conociste a Semprún? El gran seductor del comunismo español, según Juan Cruz.

Era un seductor, aunque yo lo traté menos. La hija de Ricardo Muñoz Suay le llamaba «el pajarito». Muñoz Suay era el que organizaba el mundo cultural del PCE y estaba vinculado al cine. Y ¡era un pajarito! (risas). En el pequeño grupito nuestro él venía, se sentaba un ratito, y decía «tengo que irme» y desaparecería (risas).

Vuelves luego a Sevilla, donde llegas a ser director de un colegio, en tu primera madurez.

Eso fue en el 73 y 74. Llegué antes a Madrid para cursar Políticas y Sociología. Eso fue que unos amigos crearon un colegio en la zona de Aljarafe. Al mismo tiempo, vi un anuncio de las becas Fullbright, que solicité y me la concedieron. Eso hizo que solo estuviera en la dirección del colegio un año. Fui a la reunión sobre esas becas, que coincidió con el día del asesinato de Carrero Blanco. Dejé el colegio, ya que me la concedieron, y me fui a Estados Unidos.

¿No estaba mal visto estudiar en Estados Unidos? Quim Monzó nos dijo que cuando le dieron la beca, a inicios de los ochenta, la literatura norteamericana era parte de «el Gran Imperio del Mal».

Éramos muy antiamericanos… Yo quería estudiar sociología de las revoluciones y existía una gran tradición en el oeste, en California, de sociología. Había una biblioteca en la llamada Hoover Institution y recuerdo que una de las preguntas de la comisión de la beca era «¿usted sabe que esa institución es muy conservadora?». Respondí: «sí, pero a mí lo que me interesa es la biblioteca de esa institución». Quería hacer un trabajo de investigación sobre las sociedades posrevolucionarias, es decir, qué pasa después de una revolución. Había una gran producción teórica sobre cómo se gestan y las etapas de una revolución, pero había menos sociología comparada sobre qué pasa después de las revoluciones.

Era 1974. ¿Cómo era esa California todavía de hippies y contracultura?

Es esa California donde iba a cantar Joan Baez… Ya había pasado todo eso cuando yo llegué y quizá era algo mayor. No entré en la universidad, era más bien en la Hoover. Ahora, el clima social era lo que algunos llamarían el paraíso.

La comparación con la España de Franco, un clásico generacional de todos los que salieron.

Hombre, claro. Ir a Estados Unidos e investigar fue clave para todo lo que hice después. Primero, porque cambié de objeto: tenía una magnífica biblioteca sobre la guerra civil, la República…



¿De dónde venía esa biblioteca?

De Burnett Bolloten, que había recopilado una gran colección.

Es el autor pseudofranquista de la guerra civil, ¿no?

Era muy anticomunista, más bien. Pensaba que aquí se había trabajado por la creación de una república popular al modo del que serían luego la república popular alemana, polaca… Vio en los comunistas españoles, en los delegados de la Internacional que vinieron, una traición a la revolución anarquista. Por eso se llamaba El gran engaño en su primera edición. Él tenía simpatías por el intento anarquista, como todos los hispanistas entonces.

Ese anarquismo era, en cierto sentido, producto propio del país, tiene menos influencia externa que el socialismo. Dataría del proceso revolucionario de 1868, derivado del partido federalista de Pi y Margall.

Claro. Pero iba más al anarquismo moderno, a la CNT, que se crea en 1910. Ese es el anarquismo fuerte de la República. No es tanto el anarquismo utópico del siglo XIX.

Pero existe una línea respecto al republicanismo federal en torno a Proudhon.

Pero es una línea discontinua. La novedad en esa década de los 10 es la creación de los grandes sindicatos, el peso de la clase obrera organizada sindicalmente. Eso en el siglo XIX no estaba organizado. Es el sindicalismo revolucionario, que podría ser un fondo, pero algo diferente, aunque no contrario.

Vamos a volver al siglo XX con la Transición, que está ahora en pleno revisionismo por autores más jóvenes. ¿Se puede considerar la Transición una segunda Restauración?

De ningún modo. La Transición es, precisamente, la imposibilidad de hacer una segunda restauración. Cuando realmente se piensa en la Restauración es a partir de 1945 como una salida al régimen. Es una continuación, culminación, de la dictadura. Se pretende que el aparato constitucional va a continuar, reformado, pero va a continuar. Los restauradores son luego los reformistas del régimen. ¿Cuál es el paquete de medidas que tienen previsto? Algunas de las leyes fundamentales, con reformas y una cámara algo más representativa.

¿Se habría atrevido a legislar con la célebre definición de soberanía, tan conservadora, de «las Cortes con el rey»? ¿Habrían dado poder ejecutivo al monarca?

No todo, pero sí. El rey iba a tener poder moderador. Se buscaba, se hablaba con don Juan, de una Corona «fuerte». Va disolviéndose esa idea, pero se pretendía dar al rey una capacidad dispositiva fuerte. El principio monárquico actuante, en cierto modo, va por ese camino. La Transición, que empieza así, varía en el momento en que se disuelven las instituciones del Movimiento (el Movimiento, los sindicatos y las Cortes) y se legalizan todos los partidos, en el primer gobierno de Suárez… Ya no es una restauración. ¿Cuándo deja de serlo? Cuando las Cortes se convierten en constituyentes: esto no estaba previsto en la ley orgánica. La ley de la reforma política decía que «procedería el Congreso y el Gobierno a la reforma que fuera menester». Nadie de los que pretendieron reformar al franquismo aceptaba es que las Cortes primeras fueran constituyentes. Y estas lo son por un procedimiento anómalo: no fueron elegidas para ser constituyentes. Lo primero que hacen los diputados, y esto lo favoreció que no hubo mayorías absolutas, es llegar al acuerdo de que van a ser constituyentes. Lo que sale de la Constitución no es la restauración de la monarquía histórica, sino algo nuevo…

Una nueva planta.

No es ni siquiera eso: es un Estado democrático de derecho. La monarquía es la forma del Estado, pero este no se define por ser monárquico.

¿Es el gran hombre, el gran tahúr, de ese cambio legislativo Torcuato Fernández-Miranda?

No, nunca lo he creído. Ahí interviene más gente. Fernández-Miranda es clave en la presentación de Suárez al Consejo del Reino. Fue astuto hasta ese momento. Ahora, hay elaboraciones previas: Carlos Ollero aportó su grano de arena. De hecho, el Ministerio de Justicia de Landelino Lavilla o Herrero de Miñón ahí estaban. Gente que sabía de derecho constitucional. Y estaba Suárez: alguien capaz de tomar iniciativas políticas arriesgadas en el momento más decisivo.

La propia legalización del PCE la toma con conocimiento del rey y nadie más.

Y no estoy muy seguro que con el rey (risas). Tendría que haber hablado con más claridad. Creo que ahí se jugó todo. Hubo en un primer momento el envío de un papel del Consejo Supremo Militar que no llegó a salir, el cual era casi un golpe de Estado. El punto clave de inflexión de todo el proceso fue la legalización del Partido Comunista, ya que lo que demostró eso fue que las fuerzas armadas perdían el derecho de veto sobre lo que era posible hacer. El Ejército no dirige el proceso, no tienen capacidad de dirección.

Herrero de Miñón afirmaba que el artículo VIII de la Constitución, «Las Fuerzas Armadas, (…) tienen como misión (…) defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional», llegó en un sobre lacrado a la comisión constitucional.

Tendrá sus fuentes. Hay otras historias más para película de cine. Lo que está claro es que es el artículo que más reproduce lo que se disponía del Ejército en la ley orgánica del 67. Lo que quiere decir que sí, que hasta ahí llegó la presión militar ¡qué duda cabe! ¿Por qué fue aceptado? Porque las constituciones, ese tipo de principios, se desarrollan luego por las leyes y cómo se actúa en la práctica y establecen una normativa estricta. La ley tardó, pero la que pergeñó Narcís Serra vacía de contenido ese artículo. Eso quiere decir que hay un ojo puesto a cómo respiran las fuerzas armadas, hasta dónde se puede llegar…

Esto se llamaba Pánzer Democratié, democracia tutelada por el Ejército.

No estoy de acuerdo en eso, para nada. Había dos puntos en los que el Ejército era intratable: introducir nacionalidad en la Constitución y la legalización del Partido Comunista. Esas eran las dos líneas rojas para los militares… y la primera se pasó, y la segunda también. ¿A costa de qué? A costa de reforzar el artículo 2, el de la nacionalidad: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles…».

Esa indefinición, nación y nacionalidades —inentendible en Francia, por ejemplo—, ha traído constantes problemas.

Ya, pero permitió poner en marcha los estatutos de autonomía.

Carlos Dardé afirma que parte del espíritu de la Restauración se construye con la divisa «la aceptación del adversario». ¿Es esto clave en la Transición?

Ese periodo es en buena medida el resultado del encuentro que empieza a haber en España en el año 56, que se multiplica en los años sesenta. El contubernio de Múnich en inicio, hasta cierto punto, ya que todavía excluye a los comunistas. Son las mesas democráticas, las asambleas, el encuentro entre católicos y comunistas, es Cuadernos para el diálogo, es Triunfo, Serra D’ Or, Destino, etc. Son esas revistas donde puede escribir un comunista o un cristiano.

Gregorio Morán suele recordar que gran parte de los intelectuales de Triunfo querían la ruptura en los setenta.

Bueno, a medida que el final del dictador se acerca se construye un lenguaje rupturista, similar tanto en el PCE como en el PSOE. Incluso en este último es más rupturista…Pero nunca, ¡nunca! (risas), dio lugar a una práctica con la ruptura. Más bien era un discurso que no negaba a encontrarse con el Gobierno si este no se negaba a negociar sobre puntos concretos. Eso forma parte del discurso: se escribe en Mundo Obrero y El Socialista. Es decir, si el Gobierno negocia, y llegamos a un acuerdo, tiene que haber elecciones, libertad de partidos, libertad de prensa, disolución del aparato del movimiento, etc.



¿No es la propia victoria de la UCD como partido mayoritario la que dinamita la ruptura? Deja ver el tejido social del país…

No, no, es que se entiende que la ruptura está ya dada. La práctica de esta, lo que se negociaba como ruptura pactada, es que «tú mantienes ese discurso rupturista —aquí empieza algo nuevo—, pero nunca dejas de negociar». Si Fraga llamaba, acudían a este. Cuando Suárez llamó, todos fueron a hablar con él. Primero individualmente, uno a uno, y luego la comisión de los nueve. Hay lo que creo que está bien denominado «ruptura pactada». La ruptura era amnistía, libertades de todo tipo, reconocimiento de derechos humanos, disolución de las instituciones del régimen y convocatoria de elecciones. Lo que fueran a hacer luego las Cortes constituyentes lo decidirían ya los propios diputados.

¿No hay en el revisionismo de la Transición una especie de malestar del viejo militante comunista, hemos citado a Morán como ejemplo, ante la imposibilidad de una democracia popular aquí?

Pero eso ya viene de antes. De la propia Transición…

El propio eurocomunismo fue la primera «traición».

Ya, claro. Pero el propio periodo originó un discurso anterior a lo que todo el mundo piensa, que se inicia ya en los últimos setenta. La Transición dio pie a un discurso del llamado «desencanto». «Esto no, esto no es». Comienza luego de que Suárez es nombrado presidente del Gobierno, permanece luego de las elecciones. Lo que veo es una renovación de ese discurso cuarenta años después (risas).

Llegamos a los tiempos modernos, donde el sistema del 78 es cuestionado y uno de sus garantes, el PSOE, dividido como en los años treinta ¿En qué momento el sistema comienza a agrietarse? ¿Con la crisis económica? ¿La presidencia de Zapatero?

Creo que habría que decir que el sistema del 78 es abierto. Lo que ocurre en los años de la Transición no crea un sistema cerrado, ni siquiera un régimen. ¿Por qué? Porque muchos de los elementos fundamentales, incluso de la forma de Estado, estaban por desarrollar. El sistema de la Transición sucumbe cuando esta termina: sucumbe UCD, casi desaparece el PCE, se transforma la derecha franquista de Alianza Popular (los siete magníficos) en otra cosa, etc. Y lo que se va construyendo es un sistema de partido dominante, con una distancia con el otro partido de más de veinte puntos. Es decir, que no hay una alternativa de Gobierno.

El célebre término «techo electoral» para Alianza Popular.

Los años de Felipe González hasta 1993. En el momento en que emerge un partido alternativo sí se puede decir que va a consolidarse una especie de régimen. Esto en el discurso político entra en unas complicaciones que no tienen sentido. Pero el sistema que se discute, que discute o niega el 15M, es el sistema bipartidista creado a partir del 93.

De hecho, ese bipartidismo es el gran punto en común con la Restauración de Cánovas para los revisionistas de la Transición.

Bueno, no tienen nada en común: ahí el turno dependía del rey, que decidía el Gobierno. Y, además, las elecciones estaban trucadas, eran falsas.

Menos en las ciudades, donde era más difícil comprar el voto.

No, en las ciudades también. Solo en Cataluña a inicios de siglo…

Y en Madrid también, como estudió Javier Tusell respecto al ascenso de candidaturas republicanas en la década de 1890.

Bueno, en la capital así, así: va ganando limpieza. Pero las primeras elecciones en que no hay falseamiento del sufragio es en la República.

Siguiendo con la capital, eres un gran y reconocido historiador de Madrid, al que has dedicado gran parte de tu obra historiográfica y sociológica en los noventa. ¿Cómo ha cambiado esta ciudad desde la muerte de Franco a la actualidad?

Creo que hay dos grandes proyectos, luego de la muerte de Franco. El primero es el del crecimiento cero, muy cercano al pensamiento urbanístico italiano «las ciudades hay que resguardarlas y limitar el crecimiento», y luego está el gran proyecto de Gallardón. El primero era el de Joaquín Leguina. El de Gallardón, sin embargo, era muy distinto y pretendía un crecimiento espectacular, aunque también arreglar las vías de circulación. La vía de circulación es ya un sueño desde la República, que sería la M30, al que se debe bastante de este crecimiento. Los dos tenían su razón de ser en su momento, pero falta uno en la actualidad. Y yo ahí veo una gran parálisis en el ayuntamiento actual, no hay un pensamiento de Madrid. Podía haberlo en el de Leguina, verlo y discutirse en el Ruiz-Gallardón; ahora, no veo un pensamiento en el proyecto actual. La ciudad ha tenido una transformación esperable dada la crisis económica; hacer de ella una ciudad de servicios —lejana a una industrial—. Quizá haría falta que fuera una ciudad de servicios competitiva en el terreno que se va a competir más.

Al tema de las regiones. ¿Cómo es posible encauzar el problema de Cataluña? ¿Son las tensiones allí un fruto cultural, el llamado «adoctrinamiento nacionalista», o económico?

Es muy complicado. La fórmula mejor pensada para encauzar este problema la dio Santiago Muñoz Machado: reforma del estatuto, reforma constitucional, hechas paralelamente y sometidas a referendo. Pero, claro, me dirás «esto es…». Pero podría ser el camino. Que aquí nos convenciéramos de que la reforma de la Constitución no es solo ya necesaria, sino urgente. Era ya necesaria en 2004 y Zapatero la llevó en su programa. El título 8, «De la organización territorial del Estado…», ya no da más de sí: era procedimental y está terminado. El Estado no está constitucionalizado, aunque los estatutos formen parte de la Constitución, debía reconocerse la existencia de lo que hay en Cataluña y Euskadi y que tuvieran un ordenamiento específico. Y esto debería ser acorde con el resto de las comunidades porque estas ya son sujeto político constituyente.

Esta aparición de las naciones políticas, ¿puede llevar a una deriva yugoslava?

Puede, claro. Todo puede ocurrir. En política lo que no está escrito es que no ha sucedido nunca. Puede llevar a un incremento de discurso populista, a un aumento del odio, de los conflictos civiles, con muy mala salida. Por eso es necesaria esa reforma paralela que te comento. Ahora, tal como está el panorama político… es una hipótesis que no se puede realizar.

Como sociólogo y politólogo, ¿era realmente Zapatero socialdemócrata? Parece una mezcla curiosa de Tercera Vía y populismo…

Es lo que se intentó como una especie de socialdemocracia republicana. Es una socialdemocracia que no tiene ya un programa económico propio, pero sí un programa de valores.

Pero, en el fondo, es un estado del bienestar sufragado por la especulación económica: ese era el modelo de Blair.

Era la manera española de aplicarlo. Pero más que la conexión con Blair esto va mucho más allá: es la conquista de la cuarta fase de los derechos humanos. Énfasis en el reconocimiento de matrimonio para gay y lesbianas, derechos de la mujer e igualdad… Todo esto que había quedado fuera del programa socialdemócrata en los años gloriosos. Se insistía en ese punto. Pero, por lo demás, no veo nada que se pueda decir que es distinto a lo anterior.

¿Qué queda del viejo socialismo en el PSOE? ¿Es consecuencia su vaciamiento ideológico de la debacle de la socialdemocracia en el mundo occidental?

El reciente, el actual, ha estado enfrentado a un reto que es un partido desde la izquierda como el que representa Podemos. Los socialistas aquí se acostumbraron demasiado fácilmente a que por su izquierda nada iba a tener un atractivo electoral que les desbancara de la primera posición. Eso no lo pensó nunca la dirección, cuando el secretario general era Felipe González, ya que el Partido Comunista quedó prácticamente escondido debajo de unas siglas, Izquierda Unida.

Ese partido jamás ganaría unas elecciones y tampoco surgió nada en la época de Zapatero. Estos son los primeros que deben enfrentar a este hecho y ha ocurrido el desconcierto. Esto tiene que ver más con esa realidad que con lo que haya ocurrido en Europa, que también, o la crisis de la socialdemocracia clásica. La forma que ha adoptado, que es lo que me interesa, no se explica si no es porque no han sabido responder a una competencia. Además, en un momento en que la derecha no se hunde.

Eso ha dado lugar a un nuevo sistema político: o bien pactaban con su izquierda, apareciendo como fuerza subalterna, o bien bloqueaban las posibilidades de la derecha y aparecían entonces como obstáculo para todo el sistema y el gobierno. Y no han sabido qué hacer. Se han mantenido en la política del «no» en una competencia tan fuerte por los dos lados. Eso por parte de la dirección del partido: no se puede estar nueve meses diciendo no. Entonces, es una dirección derrumbada, incapaz de gobernar. Al mostrarse que esa dirección bloqueaba, mientras crecían los demás partidos, se recurrió a lo último que debía haberse recurrido: un golpe interno impresentable para cualquiera.



El reciente Comité Federal del PSOE. Susana Díaz llorando, Pedro Sánchez resistiendo sin apoyos…

Sí, sí. Es de los momentos más bajos de su historia. Yo lo comparé con la escisión del 35.

Pero los años treinta, a la Céline, tienen cierta épica narrativa. 

Esto es así. Lo definió bien Josep Borrell: «Si esto es un golpe, ha sido organizado por un sargento chusquero» (risas). Estaba bien esa definición. ¿No podía cambiar de rumbo el PSOE sin una conspiración de notables que recurren a una estratagema sin los estatutos? ¿No se podía haber esperado al Comité Federal y presentar una censura para salvar la posición? Es una manera vergonzante de hacerlo. Le va a resultar la reforma más costosa que cualquier cosa anterior: todas las salidas son malas. Sería un desastre que el secretario general dimitido empiece una peregrinación por todas las sedes, ¿qué les va a ofrecer? ¿un pacto con Podemos? Esto lo dijo Pedro Sánchez incomprensiblemente en Salvados a Jordi Évole.

Cualquier solución es mala.

Esa es catastrófica: ir de agrupación en agrupación a decirles a gente que está desmoralizada algo como «no se preocupe, vamos a reconstruir esto ya que vamos a pactar con Podemos». Y la comisión gestora no puede confundirse con la dirección del partido… Están todos apretados, es lo que se produce en política con un cúmulo de decisiones políticas equivocadas. Y estas son enfrentadas: de pronto no ves salida. ¿Quién dice que hacer tiempo es igual a tranquilidad? Esa era la manera de gobernar de Franco cuando no había oposición alguna (risas).

¿Es la abstención del PSOE al gobierno del PP una forma de responsabilidad política ante las exigencias económicas de Bruselas, según el discurso de la llamada «casta», o una traición ideológica a sus bases?

No creo que sea traición. Tiene que ver con la percepción de que ante unas terceras elecciones el PSOE iba en posición catastrófica.

¿Es, entonces, un cálculo electoral?

No, no solo es eso. Es también someter al sistema de la política a una presión tan fuerte… No puedes someter a los electores a «el resultado de estas elecciones no me gusta, se repite» y resulta que tampoco te gusta…

Volvemos a la inestabilidad de los gobiernos del 34 que has citado.

¿A dónde vamos entonces? El más fiel elector del PSOE no repetiría en terceras elecciones. Yo no lo iba a repetir (risas). Y no soy de los más fieles, que he votado otras cosas…

¿Existe realmente una casta vinculada al PP y al PSOE? ¿Tiene razón Verstrynge al hablar de familias poderosas aquí citando Poder y privilegio de Lenski?

Creo que «casta» es una vieja voz, un concepto gastado, para definir al enemigo que construyes en términos populistas. No es ninguna novedad: casta ya se usaba en los tiempos de la Restauración. De casta hablaban los italianos… Todo discurso populista habla de casta: divide la población en dos. Esto es, casta y nosotros. Hay otra cuestión que daría otro análisis: ¿existe en España un poder oligárquico, político, económico que toma decisiones? Y ahí te digo que no: hay intereses enfrentados. No son los mismos. Por otra parte, la relación del poder político con el económico es tan vieja como desde la existencia de estos, pero es una relación cruzada de conflictos y tensiones…

No es lineal.

Tampoco es compacta. Te preguntas «bueno, el Ibex 35…». Pero, ¿quién está en el Ibex? ¿Cuándo decide? ¿Se reúnen estos señores? Es como cuando se dice «la clase obrera quiere…». Oiga, habla usted en nombre de su sindicato, no de la clase obrera. Esto se escribe así en una historia reciente de la Transición que narra cómo los líderes obreros traicionan a la clase obrera. Y, según esta tesis, la democracia no triunfó por esa traición. Logró grandes conquistas, pero los partidos la traicionaron (risas)… A esto hay que echarle muchas horas para entenderlo.

¿No os fascina a los viejos marxistas, formados en Weber o Lenin dependiendo del radicalismo, la vigencia en el panorama político de un pensador «menor» como Ernesto Laclau?

Vigencia… Más bien de un sector de Podemos. No me fascina: lo que Laclau ha racionalizado son las políticas que se han puesto en marcha en Latinoamérica.

¿Es Laclau un heredero de los autores bonapartistas del siglo XIX? Quiero decir, toda la estrategia de Podemos es vertical y su líder no oculta el modelo cesarista latinoamericano.

En parte. La estrategia de Podemos, por otra parte, está todavía por ver. En Podemos hay dos grandes alas. La primera, que en su primera mitad escondía su discurso de izquierda por ser «marca perdedora», ha hecho una especie de fagocitación de esa ideología, tomando su discurso. Mientras tanto, hay otra que permanece en el discurso populista de Laclau. El discurso de Laclau, si se pudiera transformar en práctica, es que luego de la conquista de Estado, a partir de esta —«el asalto a los cielos»—, organizas la política en el modo en que te ha llevado al poder. O sea, a través de un discurso populista. El populismo puro, el de Laclau y no el que hace pactos con Izquierda Unida, llega a las instituciones y lo hace de manera minoritaria. Con lo cual, debe negociar con lo que era casta antes. De la negociación nace un cambio en la retórica y les lleva a privilegiar el pacto con aquellos de la casta que se prestan a negociar.

¿El sector de Podemos más inspirado en Laclau permitiría la alternancia una vez llegado al poder?

Haría todo lo posible para que esa alternancia no fuera posible (risas).

Esa es la clave del peronismo.

Pero eso está en el discurso, está plenamente en aquello que llaman proceso constituyente. Lo que pasa es que, claro, cuando hay una constitución que tiene las normas establecidas de su propia reforma esto es complicado.

En Politkon un artículo excelente de Pablo Simón («Los diques frente a la hegemonía») exponía los limes legales del sistema político español en una deriva populista.

Claro. Pero tú supones en una hipótesis racional que ese asalto al poder es del pueblo, al que se le supone una inmensa mayoría. El proceso constituyente antes, en minoría, va desconstituyéndose. Todo eso está escrito, no me lo invento. Consiste en cargarte símbolos, interpretar la historia de manera que no refuerce al adversario: eso es la deconstitución. Todos lo han hecho: Hugo Chávez, Evo Morales, etc.

¡Pero eso sería el bonapartismo del siglo XIX!

Sí. Pero no había televisión (risas).