jueves, 10 de agosto de 2017

Entrevista al juez de menores Emilio Calatayud, de Ciudad Real

Helena de la Casa Huertas, "El Juez Calatayud: «De un niño dictador, que hace lo que le da la gana, a los malos tratos hay un paso» El magistrado de menores de Granada comenta sus preocupaciones y la evolución de los delitos en los jóvenes a raíz de las nuevas tecnologías a ABC, en Abc, 9-VIII-2017:

Lo primero que hace el popular Juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud nada más llegar a los juzgados es sentarse durante unos minutos en su despacho para reflexionar antes de empezar la jornada laboral. Una pequeña habitación llena de regalos de los niños del Centro de Menores «Tierras de Oria».

Calatayud es conocido por sus sentencias ejemplares a los menores de edad. Sus preferidas: obligar a aprobar la ESO y a aprender a leer, puesto que afirma que hay «mucho analfabeto». Sus 37 años de experencia le permiten saber los perfiles más frecuentes de los niños que comenten delitos aunque confiesa que, con la aparición de las nuevas tecnologías, están cambiando.

El ciudadrealeño, uno de los jueces más mediáticos de la justicia española, habla con ABC de su trayectoria profesional, de sus preocupaciones y de la evolución de los infracciones de los jóvenes.

¿Alguna vez le han llegado a su WhatsApp sus propios vídeos?

Sí, sí me han llegado vídeos, me hacen gracia porque son trozos de conferencias que la gente graba y luego los cuelga en la red. La verdad es que es una satisfacción que la gente los vea, pero como son charlas que vengo haciendo hace mucho tiempo, me sorprende la repercusión que tienen. Yo soy el primer sorprendido del éxito de esos WhatsApp.

¿Cómo quiere ser recordado?

Me gustaría que me recordasen como un buen padre, un buen amigo y como juez, que hizo lo que pudo para hacer su trabajo lo mejor que supo. Creo que hay ser buena persona tanto en el ámbito personal como profesional. No estaría mal: Hizo lo que pudo.

¿Le gustaría que siguieran su legado?

Yo no tengo legado, yo aplico la ley, hay muchos jueces que hacen exactamente lo mismo que yo, lo que pasa es que a veces les da miedo a hablar y yo cometí la ventaja o el inconveniente de hablar en su día y entonces han creado un personaje. Yo soy un producto de los medios. Cometí la imprudencia de hablar en un momento dado y han creado un personaje.
¿Ahora se arrepiente?

No, a lo mejor fue una equivocación pero no me arrepiento, a lo hecho pecho. En aquella época era conveniente decir en qué consistía la nueva justicia de menores, cómo funcionaba, quiénes éramos y ahora mismo se conoce gracias a esa época y me tocó a mí como podría haberle tocado a otro compañero.

¿En sus vacaciones ha recibido llamadas para seguir algún caso o aconsejar a algún joven?

El teléfono personal no lo doy pero cuando voy andando por algún lado se me suelen acercar. Ahora que he estado en Capileira (Alpujarra), algún padre o chaval que me ha visto ha venido a hablar conmigo. Por suerte o por desgracia con el Whatsapp me conoce mucha gente y se acercan si tienen alguna duda. Para mí es una satisfacción, mi trabajo es juez y lo comprendo. Procuro ir por sitios que más o menos estén tranquilos.

¿Cuáles son las consultas más frecuentes?

Qué puedo hacer con mi hijo, qué a haría con tal tema, o mi hijo está fumando porros o está abandonando la escuela, las malas compañías… Lo típico.

¿Cuál fue su primera sentencia?

El primer caso gordo que tuve fue en el año 1988, no había juicios ni nada, fueron dos hermanos, tenían 12 y 14 años, que mataron a su padre y lo emparedaron. Nos dimos cuenta que lo habían matado al cabo de los meses porque hicieron mal el tabique y en verano no veas cómo olía la vivienda, por eso nos dimos cuenta. Te impresiona cuando los autores tienen esa edad y a partir de entonces ya vi de todo. Ya he celebrado 36 o 37 juicios de asesinatos u homicidios de menores y he visto todo. Lo más desagradable es cuando las víctimas son pequeñas.

Ese fue el primer juicio gordo y de las primeras sentencias que dicté duras, claro era una privación de libertad gorda para esos dos chavales. En aquella época era internamiento y no había más, porque estaban empezando a funcionar los centros de internamiento con arreglo a la nueva ley, entonces después esa gente salió para adelante. Hace mucho que ya no sé nada de ellos.

¿Por qué pensó en esa opción en vez de las tradicionales sanciones?

La primera sentencia que puse fue en el año 1989-90 a un chaval que en un control de alcoholemia a la salida de una discoteca y lo pillaron. Este chaval no tuvo ningún accidente ni nada y cometió un delito de seguridad de tráfico, entonces yo pensé que mejor que encerrarlo, era que viese las consecuencias de conducir un ciclomotor bajo la influencia de bebidas alcohólicas. Hablé con el Hospital de Traumatología para ver si podía enviar a chavales allí y lo mandé. Aunque lo primero que hice fue llamar a la Guardia Civil para decirles que me parecía muy bien que hiciesen controles pero lo que tenían que haber hecho era denunciar a la discoteca por vender alcohol a menores, que este menor iba a pagar pero ellos también.

En otro caso, hablé con un panadero amigo mío para que un chaval hiciese servicio de la comunidad en la panadería porque antes no había convenios, era por favores personales. Y el más conocido fue el de un chaval que mandé a aprender a leer, lo tenía encerrado pero era muy listo, muy listo, así que le dije que «en cuanto aprendas a leer y a escribir te suelto». Al mes salió.
El chaval era un fenómeno en robar en el Centro Comercial Continente los aparatos de vídeos que eran muy grandes y estando allí, me dijo una cosa que siempre me marcó: «Don Emilio por qué no me condena a aprender a leer, sé que voy a terminar en prisión y si usted me condena a leer y escribir me va a abrir una ventana a la libertad». Entonces siempre que puedo y me entero que un chaval no sabe leer, escribir o no tiene la ESO, lo condeno a que aprendan porque es verdad que la educación y la cultura abren una ventana a la libertad y a la felicidad.

En aquella época y lo sigo diciendo, entendía que había muchas formas de reparar el delito sin necesidad de la privación de libertad, en función del delito y circunstancias de cada uno de los chavales pues había que buscar evitar el internamiento si era lo mejor. Entonces empecé a poner medidas de esas, al principio no había nada y hablé con amigos, profesionales, poquito a poquito hasta que participó la administración y el ayuntamiento, así empezamos.

¿Cree que existe un problema de analfabetismo entre los jóvenes?

Hay mucho analfabeto y es la sentencia que más me duele poner, es obligar a un chaval a sacarse la ESO cuando estamos en un país en el que ese nivel de estudios es obligatorio. Es una vergüenza que los chavales abandonen la escuela con 14, 15 y 16 años y es una vergüenza que se aprueben los cursos por ministerio de la ley. Yo compruebo todos los días que hay mucho analfabeto y muchos que saben juntar las letras pero no saben lo que significan las letras juntas. Es una pena. Y me da pena que se aprueben los cursos por ley sin tener una formación. No comprendo cómo los políticos no se hacen un pacto por una ley educativa que dure una generación y no una legislatura, y que la misma se premie el esfuerzo y el trabajo duro.

¿Por qué existe este problema?

Los padres no tienen autoridad, se ha banalizado todo y no existe voluntad política de fomentar el esfuerzo, aquí se no están igualando por la ley del mínimo esfuerzo y no, nos hemos equivocado a nivel político.

¿Cree que sus sentencias rehabilitan de verdad a los jóvenes?

Hombre, se les da una oportunidad. El debate de la reinserción es que no puede haber ningún menor que pase por la justicia de menores y diga que no se le ha dado la posibilidad, otra cosa es que no la aproveche. Pero la verdad es que sale mucha gente para adelante porque le ley funciona y por una razón muy sencilla, el 80% de los chavales que nosotros juzgamos cometen delitos pero no son delincuentes. Todos hemos cometido tonterías, lo que pasa es que hoy en día todo son delitos.
De modo que ese 80% de los chavales nosotros lo único que hacemos es acompañarlos a madurar, la vida delictiva de un individuo comienza a los 12 años o 13, sube hasta los 18-20 y luego baja, entonces lo que hacemos es ayudarlos a madurar. Ese 80% de chavales salen para adelante. Luego tenemos un 10% que es carne de cañón, influye donde han nacido, circunstancias, genética o quiénes son tus padres. Y otro 10 por ciento que es trabajable y que depende del momento, la mitad sale para adelante.

Estamos evitando que el 85% de chavales que pasan por la justicia de menores acaben en la justicia de mayores. Son buena gente, cometen equivocaciones pero ya está. La diferencia es que muchos las cometemos pero no nos han pillado.

¿Quién comete un delito es un delincuente?

No, quien comete un delito o dos no es un delincuente. Gracias a Dios cometen equivocaciones que tienen perfil de delito pero no lo son. Ahora, eso sí, hay un 10% que tiene perfil de delincuente y son carne de cañón. Hay chavales que los ves y dices con este no hay nada que hacer. Es una pena pero así está el sistema.

¿Cuál es el caso del que se siente más orgulloso?

Muchos, normalmente son chavales que con el tiempo te saludan y te dan las gracias por haberlos condenado e incluso encerrado. Lo que más me satisface es cuando la condena es hacer la ESO y la aprueban, e incluso hacen una carrera o módulo de formación profesional y están trabajando.

Hace unos meses me encontré con un joven de unos treinta años que me paró por la calle. Lo condené a hacer una redacción de unos doscientos folios por las dos caras a mano porque llevaba varios robos y me dijo: «¿no se acuerda de mí? usted me condenó». Así que le pregunté cómo le iba y ahora es bombero. Que la gente te salude por la calle al cabo de los años es una satisfacción muy grande.

Desde sus inicios ¿ha observado una evolución en los delitos de los jóvenes?

Antes cuando yo empecé en el año 1987-1988 me llegaban muchos chavales de clase marginal y ahora gracias a Dios se han equiparado las clases sociales. En función del delito tenemos un perfil. Por ejemplo:

- Casos de maltratos de hijos a los padres: clase media-alta

- Ciberacoso: clase media-alta

- Acoso sexual: de todo tipo

- Robos: de todo tipo

Ya no hay distinción de clases sociales, aunque hay más casos de chicos 75% frente a chicas, el 25%, pero en violencia familiar y acoso escolar se equiparan. Eso sí, es verdad que la niña que sale dura, aunque es menos frecuente, es muy dura. Pata negra, eh porque son mucho más listas.

Las nuevas tecnologías están variando el perfil de los chavales, existe mucha incultura. Saben manejar los móviles pero no son conscientes de que al publicar una foto o un insulto, las consecuencias son muchísimo mayores a que cuando tú le dices a una persona que es un tal, que queda entre él y tú o un grupo de personas. Ahora queda entre 15.000 o 20.000 personas y los daños morales son tremendos.

¿Está empeorando esta situación?

La cosa va a peor porque, además, hay un tema que me preocupa mucho, la adicción a las nuevas tecnologías. Mayores y menores están muy enganchados al móvil, tablet, etc.. yo por ejemplo estoy llamando la atención a amigos míos. Yo soy fumador y nunca se me ha ocurrido darle a mi hijo un cigarro cuando tenía un año o dos años y estoy harto de ver a padres que están tomando una cerveza y para que el niño no les dé el coñazo les suelta un móvil o una tablet para que jueguen. Es lo mismo que si le das un cigarro y eso nos está creando muchos problemas de adicción al móvil y eso conlleva consigo consecuencia delictivas y de salud mental.

¿Cómo son los primeros indicios de un hijo maltratador?

Todo es cuestión de educación y respecto, cuando una criatura con 8 o 9 años empieza en la casa a hacer lo que le da la gana y si no lo consigue, empieza a dar golpes o gritar, ese niño al final si los padres no lo paran se puede convertir en un niño dictador, en el sheriff de la casa. De ahí a malos tratos hay un paso muy corto. Hay que volver al principio de autoridad de los padres y sobre todo el respecto.

¿Cómo afecta la separación de los padres a la actitud de los menores?

A veces los chavales lo pasan mal, incluso tienen comportamientos delictivos para llamar la atención sobre el matrimonio. Lo que sí se nota mucho es tanto la manipulación de los chavales como la manipulación de los cónyuges con el chaval para hacer la puñeta al otro cónyuge. Lo pasan mal y a veces tiene consecuencias, en ocasiones tenemos que quitarlos de en medio porque están con: «ahora estoy con mamá, porque me conviene ahora me voy con papá», y tenemos que meterlos en internados o pisos de convivencia. Lo triste es que no somos capaces todavía por mucha democracia de llevar separaciones amistosas.

Hemos notado que padre maltratador de su mujer que se separa, es frecuente que los chicos copien el comportamiento hacia la madre y su pareja. Estamos teniendo problemas entre parejillas de jóvenes, es problema de educación, son auténticos maltratadores por ambos lados. Han aumentado las denuncias. Las cuestiones de las parejas que hoy se quieren, luego se pegan, luego se acuestan, vuelven a odiarse, cuelgan fotos para hacerle la puñeta a la novia, hay mucho.

¿Hasta cuándo los hijos deben obedecer a sus padres?

Hasta que se mueran. No hay que obedecer, pero respetar siempre. Un padre educa hasta el mismo día que se muere. Siempre vas a querer más y respetar más a tus padres cuando eres padre, entonces se valora lo que han hecho aunque se hayan equivocado. El cariño hacia los padres va en aumento. Hay que respetarlos y seguir sus consejos, al menos pensarlos.

¿Hasta cuándo y en qué circunstancias cree que los padres deben mantener a los hijos?

Hasta que estén en condiciones de ser independientes pero siempre dentro de unos límites, es decir, no soy partidario del ni ni. Si yo tengo un chaval que se está esforzando, que está buscando trabajo, está estudiando, etc me parece muy bien que esté conmigo; pero ahora el tío que tiene su trabajo y está viviendo a mi costa no. O el tío que va a cenar y no quiere estudiar ni buscar trabajo y está viviendo a mi costa no. El sentido común.

¿Un joven de 18 años hoy día se puede considerar que realmente es adulto?

Son muy inmaduros pero la ley es la ley y dice que es mayor de edad a los 18 años. Entonces son mayores de edad para lo bueno y para lo malo, así que les digo tú mismo, tú verás. Objetivamente son más niños que hace unos años pero hay que poner unos límites. Son más inmaduros que antes porque no se han educado en responsabilidad. Ahora mismo son más guapos, más altos, pero más inmaduros, porque no se les ha dado las responsabilidades. Con 18 son niños todavía.

¿Qué opina cuando ve a un grupo de jóvenes sentados y cada uno está utilizando sus respectivos móviles?

No están disfrutando de la reunión, están con otros colegas. Son tontos cada cosa tiene su momento. Ya empieza a existir hoteles que prohíben el uso de los móviles, gracias a Dios. Hay que disfrutar del momento.

A pesar de los años, el Juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud, sigue manteniendo su actitud de bonachón, dicharachero, campechano y cercano. Así es el uno de los magistrados más mediáticos de la justicia española.

Pasa los días en su pequeño despacho, en el que guarda como si fuera un tesoro todos los regalos que le hacen cada año los niños del Centro de Menores «Tierras de Oria», coincidiendo con el día de su cumpleaños y con la celebración de la lotería de Navidad. Un busto de él mismo hecho de cerámica, es uno de los presentes que más relucen en su particular morada. Este es el lugar al que acude cada mañana y en el que se toma unos minutos de reflexión antes de empezar su jornada laboral y condenar a los menores con sus sentencias ejemplares. La que más le gusta: obligar a los menores a sacarse la ESO. Una imagen que es recordada a todos los que recorren los pasillos del juzgado antes de encontrarse con la puerta del magistrado. Dos carocas, unas caricaturas populares que se exhiben durante la Feria de Corpus de Granada, en las que aparece el juez con unos divertidos mensajes aludiendo a sus sentencias mientras corta el pelo a uno de los menores o les enseña a aprender a leer.

Calatayud, el cuarto de siete hermanos, nació en Ciudad Real en 1955 y fue un «chico muy normal que hacía las gamberradas propias de la edad y mal estudiante». Su paso por el colegio no fue muy alentador, suspendió ocho en quinto de Bachillerato y su padre lo envío con 13 años al internado de San José de Campillos (Málaga). Dos meses «muy duros» en los que solamente vio el sol, una hora y media en todo el verano porque eran las fiestas del pueblo. Lo único que hacía allí: «estudiar y fumar a escondidas». Una táctica de su padre que le valió para aprobar en septiembre.

Una alegría que solamente duró unos meses pues al curso siguiente volvió a suspender cuatro. Momento en el que su padre le hizo la pregunta definitiva. «Estudias o trabajas, tú verás». Desde entonces, decidió que su objetivo era «hacer unas oposiciones para tener un sueldo fijo» y así lo hizo, aunque asegura que nunca ha sido «un buen estudiante», pero se ha juntado con «buena gente». Estudió ICADE, una carrera que combinaba derecho y empresariales, pero no sabía a lo que quería dedicarse, «la vocación es para los frailes». Al final tras ejercer en Canarias y Granada, se especializó como juez de menores.

Una trayectoria que gracias a sus 37 años de experiencia, sus sentencias rehabilitadoras y sus ocho publicaciones, le han llevado a convertirse en unos de los jueces más conocidos.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Lo que queda de Franco

Fernando Savater "Lo que queda de Franco", en El País, 20 de noviembre de 1992:

El día 4 de diciembre Franco hubiese cumplido 100 años. Me lo imagino perfectamente gobernando aún con esa provecta edad, Matusalén de la autocracia sobreviviendo obstinadamente a sus cómplices y a sus víctimas, dictando sabiamente espaciadas condenas de muerte con su vocecita de grillo, esa misma con la que nos felicitaba las pascuas todos los años. Siempre he pensado que la eternidad debe ser aburridísima; por tanto, no me hubiese extrañado que Franco fuese eterno. Shakespeare enseña, y Freud confirma, que terminamos pereciendo a causa de la contradictoria efervescencia vital que llevamos dentro; pero nadie menos vital ni efervescente que el Caudillo, ni nadie menos contradictorio. Sus únicas pasiones conocidas son perfectamente coherentes: el fútbol, el despotismo y la sobrasada de Menorca. Tres cosas eficaces, pero un poco empachosas a la larga, ¿no?

A pesar de que con motivo de su centenario la tienda de souvenirs franquistas ha sido abierta, con amplia oferta de novelas, estudios históricos, psicoanálisis de andar por casa, elogios disimulados y sanas diatribas, de Franco los españoles nos acordamos lo menos posible. Cada cual tiene sus razones para esa amnesia. A los mayores nos humilla este secreto a voces: que sólo la biología pudo acabar con la dictadura franquista. Si hubiese vivido 20 o 30 años más, aunque fuese en la UVI, Franco hubiera mandado en España 20 o 30 años más. Quizá hubiese mandado fusilar de vez en cuando a tres o cuatro, por señas, y sus órdenes se habrían cumplido a rajatabla. ¿Para qué vamos a engañarnos? Nos había cogido el tranquillo... Los más jóvenes no le recuerdan porque nada había en su gris autoridad capaz de durar simbólicamente más allá del simple hecho agobiante de su presencia. Todo fue opaco en él, hasta el fascismo: inventó involuntariamente el fascismo sin carisma. Es imaginable un movimiento neonazi, un revival de Mussolini gracias a las gracias semiporno de Alexandra, pero no puede haber un "neofranquismo": Franco fue tan inquietantemente soso que parecía incapaz de morir; sin embargo, ahora nos tranquiliza comprobar que su misma sosera le impide resucitar.

Bien, pasó sin remedio ni retorno el aciago caracol franquista, pero el rastro de su mucosidad aún es perceptible en diversas instituciones y manías de la vida española. No me refiero en principio al uso más común de "franquista" como dicterio. Cada grupo político moteja de "franquista" cualquier actitud de sus adversarios que le desagrada, sobre todo si implica autoritarismo, abuso de propaganda ideológica o de privilegios oficiales. Son así tenidos por "franquistas" los rasgos que indican aplastamiento de la sociedad civil por el Estado, el favoritismo caciquil, el corporativismo unanimista de los partidos (¡ay de los "críticos" dentro de cualquier grupo!), la pérdida de garantías jurídicas o laborales, la utilización progubernamental de la televisión y radio estatales, las presiones del Ejecutivo sobre instancias arbitrales cuya independencia debiera ser inmaculada y ciertos rasgos de alarmante lenidad con policías condenados por torturas o crímenes. Sin duda no es del todo inexacto este uso del calificativo que convierte "franquista" en sinónimo de "dictatorial", "autocrático", "represivo" o, simplemente, "poco democrático". Pero esos abusos no son privativos de la herencia franquista, como saben por experiencia propia varios regímenes europeos actuales. De modo que, en cuanto acusación entre políticos, "franquismo" tiene algo de retóricamente genérico, como el vicio en otros países de proclamar "fascista" (¡o "comunista"!) cualquier procedimiento del adversario que resulta particularmente ofensivo.

Sin embargo, no faltan residuos específicos (más tóxicos, menos reciclables) que provienen directamente de la larga contaminación franquista. Por ejemplo, la animadversión a la "política" y los "políticos" que lleva a tantos a repetir la principal reconvención paternal del Caudillo: "Haga como yo, no se meta en política". Se da por supuesto que toda política es vil y rapaz, emporcada por intereses "partidistas" (no hay descalificación peor), mientras que sólo la ética, la utopía y otras ocupaciones no menos sublimes son dignas de hidalgos bien nacidos. También es muy retrofranquista (retro-antifranquista, para el caso) la convicción de que el intelectual sólo cumple bien su papel profético cuando es crítico del Gobierno (por extensión puede ejercitarse contra la sociedad de consumo, el materialismo que nos invade o las espeluznantes lacras de la cultura occidental). Lo más característico, empero, del franquismo era su enconado odio al liberalismo, enemistad por cierto que compartía con buena parte de los militantes antifranquistas. Como han subrayado algunos estudiosos del periodo, entre otros Santos Juliá, Franco fue aún más antiliberal que anticomunista..., que ya es decir. Naturalmente, me refiero sobre todo al liberalismo político, no al económico: lo que Franco pretendió hacer en la segunda mitad de su dictadura fue una especie de sociedad moderna de mercado, pero sin libertades políticas, algo así como lo que ahora están intentando en China. Tenía Franco bastante de chino y el franquismo fue una suerte de chinoiserie aunque a la gallega: el Caudillo hubiese querido ser Deng Xiaopín mejor que Fidel Castro, desoyendo en ese punto los consejos de Fraga. Todavía hoy "liberalismo" sigue siendo en España un taco para muchos oídos piadosos, que si son de izquierdas oyen "despido libre" y si son de derechas entienden "libertinaje". Y lo mismo ocurre con el corolario directo del antiliberalismo, el antilaicismo: al invicto general no le hubiese disgustado que la formación juvenil estuviese en manos de capellanes castrenses y hoy muchos consideran que debe orientarla el Opus, o por lo menos la teología de la liberación...

¿Hay más secuelas de esa gripe asiática que tantas bajas causó durante 40 años? Sin duda, el estilo de algunos intrépidos periodistas, formados en el dinámico inmovilismo de la prensa del Movimiento: chulería, horterada cotilla, calumnia jocosa y denuncia antiburguesa con café, copa y puro. Un poco más delicada es la beatería que rodea a las figuras de la casa real: esa necesidad de que haya figuras paternales y sacras, no contaminadas por la humillación de ser elegidas en las urnas como cualquier hijo de vecino, noblemente situadas por encima de los sucios entresijos políticos... En fin, demasiado bien hemos salido librados. Aunque, a veces... Lo más agobiante del franquismo fue el clima gazmoño y cutre que creó, una miseria más moral que política y más estética que moral. Vázquez Montalbán lo ha resumido estupendamente diciendo que durante esa época parecía que a todo el mundo le olían los calcetines. Pues bien, a veces, cuando uno hojea el tebeo socialista, escucha a los obispos o ciertas tertulias radiofónicas, comprueba el tono populista de algunas diatribas contra la Europa de Maastricht... nace la sospecha de que a los españoles nos vuelve a abandonar el desodorante.

lunes, 7 de agosto de 2017

Carreras exigentes y exigidas pero sin salidas

Olga R. Sanmartín, "Carreras que exigen notas altas pero no ofrecen salidas laborales", en El País, 7 de agosto de 2017:

Cuando el estudiante universitario Francisco Jiménez estrenó su mayoría de edad, en 2011, la burbuja inmobiliaria hacía tiempo que había reventado. Los arquitectos habían pasado de ser esos tipos altivos con trajes negros carísimos a convertirse en humillados buscadores de empleo que, si tenían suerte, se sacaban algo de dinero haciendo valoraciones catastrales, inspecciones técnicas y otras tareas por debajo de su cualificación. Aun así, Francisco Jiménez se empeñó en matricularse en Arquitectura. Había sacado un 12,2 en Selectividad y podía haber entrado en Medicina, en Ingeniería o en lo que quisiera. Pero su sueño desde pequeño era ser arquitecto y la escasa empleabilidad de esta carrera no logró disuadirle. "Lo hago por vocación pura y dura. Tuve claro desde el principio que nunca iba a alcanzar el rol clásico del arquitecto, pero es que ahora mismo nada te garantiza un trabajo y cada vez un título es menos garante de cualquier cosa", explica este murciano de 24 años que, además de estar terminando Arquitectura, preside la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de las Universidades Públicas (Creup).Se pone como ejemplo de "una titulación con mucha dificultad y pocas salidas laborales", pero lo dice con orgullo. Está contento con lo que hace. Sostiene que cada vez hay más universitarios que siguen la llamada de la vocación, incluso aunque se les cierren las puertas del mercado laboral. Piensan que, ante las incertidumbres futuras de este caótico mundo líquido en el que ya nada es como era, hay que dejarse llevar por el corazón y no por la cabeza.Las notas de corte de las universidades españolas para el próximo curso 2017/2018 dan cuenta de un buen número de grados con unas exigencias de acceso altísimas -porque tienen una gran demanda estudiantil- que ofrecen, en cambio, bajas cuotas de inserción laboral.Es el caso de Arquitectura. Según las cifras del Ministerio de Educación (las últimas disponibles), sólo el 44% de los que estudiaron esta carrera estaba afiliado a la Seguridad Social en 2014. De los que trabajaban, uno de cada cuatro lo hacía por debajo de su nivel formativo. Apenas el 6% estaba instalado por cuenta propia. Y, a pesar de este negro panorama, la nota de corte para entrar el curso que viene en la Universidad Politécnica de Madrid es un 9,2. Pasa igual en Periodismo -piden un 11,79 en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, pese al 42% de paro-; en Bellas Artes -con un 60% de desempleados, la nota de corte es un 9,54 en la Universidad de Málaga-, o en Psicología: con un 40% de paro y la mitad de los estudiantes sin trabajar en lo suyo, la Universidad de Oviedo exige una nota de 9,2, más que en la cotizada Ingeniería Informática del Sotfware, que exige un 8. En Comunicación Audiovisual, Sociología,Ciencias Políticas, Traducción, Criminología, Biología o algunas filologías se dan circunstancias parecidas: muchos estudiantes las demandan pese a sus elevados índices de paro, mientras faltan candidatos cualificados para realizar otras profesiones. "Los estudiantes están eligiendo las carreras que más les gustan, independientemente de que le vean una salida laboral inmediata", corrobora el presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (Crue), Segundo Píriz. "Los universitarios ya no van a encontrar un puesto de trabajo que sea idéntico al grado que han estudiado y es muy difícil aconsejar un título que asegure un empleo", recalca.Es la misma opinión que expresan Carmen Romero, estudiante del último curso de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, y Gorka Martín, que va a pasar a 5º de Relaciones Laborales en la Universidad de Granada. Ambos cuentan, sin mostrar ningún signo de arrepentimiento, que escogieron su carrera "por gusto, no por tener un trabajo". ¿Sus padres no trataron de persuadirles? "Mi padre me dijo: 'Estudia lo que quieras, que trabajarás en lo que puedas'", responde tajante Carmen.¿Son conscientes los estudiantes de dónde se meten cuando hacen estas elecciones tan temerarias? ¿Es sensato decirles que se dejen llevar y estudien lo que les gusta? ¿Hasta qué punto los alumnos deben elegir lo que más les apetece o aquello en lo que hay más salidas? Benito Arruñada, catedrático de Organización de Empresas de la Universidad Pompeu Fabra, es bastante crítico con esta idea de que los jóvenes tienen que cumplir su sueño a toda costa. "Estamos entrenando a gente incapaz de hacer algo que no sea estrictamente placentero", sostiene. Su tesis es que, a los 17 o 18 años, los críos "no son conscientes de las consecuencias de sus decisiones" y eligen carreras en las que "invierten menos de lo necesario para alcanzar el nivel de vida al que aspiran" porque "no han sido educados para posponer la gratificación". "Primero, no saben realmente lo que les gusta, algunos eligen la carrera por las series de televisión. Segundo, no saben valorar las consecuencias de lo que creen que les gusta. Y tercero, incluso aunque sepan lo que les gusta, es cuestionable que tengan que estudiar lo que les gusta", expresa. Y recuerda que, "mientras que subvencionamos por igual la educación que hoy sirve más bien para disfrutar y aquella que sí produce valor social, el gravamen fiscal sólo pesa sobre esta última, sobre la educación socialmente productiva"."Hay un riesgo muy grande en escoger algo únicamente por el criterio utilitario", discrepa Màrius Martínez, profesor de Orientación Profesional en la facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, que relata que conoce a un buen número de estudiantes que se apuntaron a unas carreras simplemente porque les dijeron que tenían salidas y las dejaron a la mitad. Un 22% de los estudiantes abandona la carrera durante el primer año. Martínez reconoce, eso sí, que "abusamos del gustar" y que "hay que tener cuidado con pensar que lo primero que te gusta es lo que ya va a ser". "Hay un punto intermedio que incluye la importancia relativa del esfuerzo y la importancia relativa de que las cosas te gusten. Tener información laboral sobre las salidas laborales es importante, pero no puede ser el único criterio. Lo importante es que sea una elección informada". ¿Y cómo se llega a esa elección informada? ¿Qué tal funcionan los departamentos de orientación profesional de los institutos? "Muchos alumnos llegan a los estudios superiores con muy mala orientación y entonces aparecen muchas deserciones", opina Martínez. "Conviven unas prácticas muy distintas y algunas son horribles. Por ejemplo, hay centros que orientan únicamente respecto a la formación que ofrecen. Otros que esperan hasta 2º de Bachillerato para dar cuatro charlas, cuando se debe hacer orientación desde principios de la ESO. También se desorienta a los alumnos cuando el profesor no imparte bien su clase de Matemáticas".

sábado, 5 de agosto de 2017

Ganar es un modo de perder más lentamente

En un momento de Retorno al pasado Jeff (Robert Mitchum) le recrimina a Kathie (Jane Greer) que lo que está haciendo no es el modo de ganar.

A lo que ella contesta: "¿Acaso hay una manera de ganar?".

"Digamos", replica él de la mano de un guión de pedernal, "que ganar es únicamente un modo de perder más lentamente". 

Defectos españoles

Álvaro Llorca, "Más allá del jamón y las cañas: cosas de España que no gustan a los extranjeros
El ruido, la impuntualidad... algunos inmigrantes nos explican en qué podríamos mejorar", en El País, 5 de agosto de 2017:

Hace algunas semanas publicamos un artículo de Casie Tennin titulado "Soy de Nueva York y así me ha cambiado la vida pasar tres años en España".

En él, antes de regresar definitivamente a Estados Unidos, Casie hacía balance de sus vivencias en Fregenal de la Sierra (un pueblo extremeño de 5.000 habitantes), en Madrid y en Granada.

Sus conclusiones no podían ser más generosas hacia España: "Estoy constantemente asombrada con la generosidad con la que la gente comparte sus vidas, su tiempo, sus cosas y su comida. Me han enseñado lo que significa compartir sin esperar nada a cambio, solo compañía". Por supuesto, tampoco podían faltar loas a la tortilla, el jamón y las cañas.

El artículo se leyó y se compartió mucho. Hubo comentaristas que agradecieron las buenas palabras de Casie. Pero otros encontraron el artículo demasiado complaciente.

Por ejemplo, este comentario: "Los disparatados horarios laborales de nuestro país deberían avergonzarnos y resultan bastante incompatibles con el bucolismo del artículo".

O este otro: "Somos clasistas... Quiero decir que si esta chica en vez de venir de NY hubiera venido de cualquier otro país de América Hispana, por ejemplo, no se acercan a ella ni con mascarilla, y por supuesto ni cañas ni jamón compartido"

Molly Lori también nos escribió un email con el siguiente mensaje: "Me llamo Molly y acabo de leer el artículo escrito por Casie Tennin. Soy de Míchigan y llevo seis años y medio en España. Me encanta el país (y mi marido es español), pero creo que, además de lo que cuenta Casie, es importante también hablar de otras cosas. No todo es jamón, tortilla, fútbol y cañas".

Molly, según nos contó en una conversación posterior, se encuentra en una situación similar a la de Casie: en septiembre abandonará nuestro país para regresar al suyo. Molly cree firmemente que en España se vive mucho mejor que en Estados Unidos, pero se marcha porque allí le ha salido una oportunidad de trabajo impensable en España.

"Los sueldos en España no son justos. Hay gente con trabajos inhumanos y que gana muy poco dinero. ¿Y quién puede salir del trabajo a las 20.00 y tener tiempo con sus niños? Es un círculo vicioso, porque entonces uno se va a la cama más tarde y duerme menos. Además, que las películas empiecen a las 22.00 tampoco ayuda", nos cuenta Molly.

A Molly también le llamó la atención el ruido en España. Como profesora, se sintió abrumada en su primer día en la escuela: "Los niños apenas podían escucharse el uno al otro. Te acostumbras a aguantar la contaminación acústica, pero, si los expertos afirman que el ruido causa estrés, será por algo. Muchos de mis amigos españoles también dicen que prefieren un sitio con mucho ruido porque les parece más animado. No termino de entenderlo".

Y, por último, Molly menciona otro rasgo español al que le costó adaptarse: el qué dirán. Un día, Molly se disponía a salir a la calle con su pantalón de pijama (estilo yoga, algo discreto), hasta que su pareja le preguntó: "¿A dónde vas con esas pintas?". "En Estados Unidos es frecuente que los estudiantes salgan así a la calle sin que pase nada. Pero en España la gente no deja de pensar en la opinión de los vecinos".

De momento, no hay quejas con el flamenco. Estas alumnas de la escuela Portacones, en Pekín, demuestran que el interés está muy vivo. Zigor Aldama
¿Y los inmigrantes procedentes de otros países?

Como la experiencia de un inmigrante también depende del país de origen, hemos preguntado a personas que llegaron a España procedentes de otros lugares. ¿A qué costumbres españolas les costó adaptarse especialmente? ¿A qué deberíamos prestar más atención como país de acogida?

Vladimir Paspuel, presidente de la Asociación Hispano-Ecuatoriana Rumiñahui, recuerda su llegada a España hace 18 años: "La gente aquí habla con mucha brusquedad, lo que choca con nuestras formas más suaves. Al principio lo interpreté como que me trataban mal, aunque luego entendí que se convertiría en la norma". Paspuel confía en que, dentro de unos años, la cultura española sienta como propias algunas de las costumbres que trajo la gran oleada de inmigración ecuatoriana: "Igual que la patata llegó de América y ha acabado convirtiéndose en un ingrediente típico de España, ojalá algún día se consideren como propios nuestros ritmos, nuestra gastronomía o nuestras prácticas. Porque, aunque se sigan viendo como ajenas, ya forman parte de una gran porción de la sociedad española".

Julia Zhang lleva 15 años en España -tras haber pasado otros 20 en Argentina- y preside la asociación de intercambio cultural Hispano-Chino Ni Hao. Para ella, el principal problema que encuentran los chinos en España no son las costumbres ("aunque suene extraño, no hay tanta diferencia entre las costumbres chinas y las españolas"), sino el idioma. "Aprender el idioma español nos resulta tan complicado como les resulta a los españoles aprender el idioma chino. Aunque nos gustaría, en ocasiones no nos mezclamos más con los españoles por culpa del idioma. Los españoles son gente muy abierta hacia los extranjeros, pero quizás, si fuesen más conscientes de esta barrera, nos prestarían más atención y nos ayudarían más. Al final, la integración es una cuestión de doble sentido", nos dice Zhang.

Aleksandr Chepurnoy, secretario de la Asociación de Inmigrantes de Países del Este en Alicante, parece el mismísimo Mariano José de Larra. Ante la pregunta sobre sus principales problemas de adaptación en España, responde que le costó mucho acostumbrarse al uso que damos a la palabra "mañana". Tras 17 años en España ya sabe que si alguien le dice "mañana lo vemos" lo que en realidad está diciendo es "no voy a hacerlo". Como el famoso "Vuelva usted mañana" de Larra, del que rescatamos las últimas líneas [ojo: espoiler], porque siempre es buen momento para leerlas:

Y concluyo por hoy confesándote que ha más de tres meses que tengo, como la primera entre mis apuntaciones, el título de este artículo, que llamé "Vuelva usted mañana"; que todas las noches y muchas tardes he querido durante ese tiempo escribir algo en él, y todas las noches apagaba mi luz diciéndome a mí mismo con la más pueril credulidad en mis propias resoluciones: "¡Eh!, ¡mañana le escribiré!". Da gracias a que llegó por fin este mañana que no es del todo malo: pero ¡ay de aquel mañana que no ha de llegar jamás!
"También me costó mucho acostumbrarme a la impuntualidad. En Rusia, si llegas quince minutos tarde, jamás van a esperarte. Sin embargo, aquí puedes llegar tranquilamente una hora tarde", reconoce Chepurnoy, quien asegura que, pese a estos defectos, la vida en España le compensa sobradamente.

Bombo Ndir, nacida en Senegal, llegó a España hace 18 años y ahora es presidenta de la Asociación de Mujeres Immigrantes Subsaharianas. Ella estaba acostumbrada a la exuberancia de los encuentros en su país: cada vez que se veía con alguien, se estrechaban la mano, se abrazaban, se acariciaban, se preguntaban por la familila, por la casa, por los animales. Sin embargo, la primera vez que se encontró con su vecino en España, este no le dijo más que "hola". "Se lo comenté extrañadísima a un amigo. No entendía qué problema tenía conmigo. Mi amigo me respondió que eso se debía a que mi vecino aún no me conocía. Pero esa explicación no me pareció convincente. Que fuera mi vecino para mí era motivo de sobra para emprender una conversación afectuosa", nos cuenta Bombo, que asegura haberse acostumbrado a esta frialdad.

En su caso, echa de menos que entre la población española haya una mejor disposición para dedicar cinco minutos de conversación con las personas que llegan de África. "Si nos sentásemos juntos a charlar, estoy segura de que nos entenderíamos perfectamente. Pero hay una barrera que no logramos desmontar. Históricamente, muchos españoles tuvieron que emigrar, como nos está ocurriendo ahora a nosotros, y eso debería unirnos. Pero para eso necesitaríamos escucharnos al menos esos cinco minutos...".

Y, para terminar, volvamos a la persona con la que empezó todo. Casie Tennin nos cuenta que, con su artículo, pretendía recopilar las cosas buenas que le había proporcionado España. Pero también afirma que, como ya había contado en su blog (en inglés), también hubo cosas a las que le costó acostumbrarse. "Si pretendes hacer algo entre las 14.00 y las 17.00, más vale que te des por vencido, a no ser que estés en el centro de una ciudad grande y pretendas comprar ropa en una gran cadena", nos dice.

A quienes visitan España desde Estados Unidos, Casie les recomienda mucha paciencia. "En España puedes encontrarte con que un grupo de ancianas bloquea una acera, o con que la persona que te precede en la frutería se pasa quince minutos hablando con el frutero. En esos casos, más vale respirar profundamente y mentalizarte de que las cosas son así. Al final, esa tranquilidad es una de las razones por las que acabé amando España".

Para cerrar su catálogo personal de cosas que llaman la atención a los extranjeros, Casie apunta otras dos cosas. La primera, el significado particular que concedemos a la palabra "ahora". "Ahora significa que algo puede pasar en cualquier momento entre el momento en que alguien lo pronuncia y las cinco horas siguientes", cuenta Casie. Y, la segunda, lo difícil que resulta captar la atención de los camareros: "Ya puedes mandar señales de humo, que no hay manera".

Radiografía de la inmigración en España

En 1998, solo el 1,6% de los empadronados era extranjero, lo que significaba medio millón de personas. Hoy esas cifras equivalen a casi el 10% de la población (en 2011 se llegó al 12,19%) y a más de cuatro millones y medio de personas. Estos datos se encuentran recogidos en un especial publicado recientemente en El País.
Durante este tiempo también ha cambiado mucho la procedencia de los inmigrantes llegados a España. Hace 20 años, más o menos cuando llegó la mayoría de nuestros entrevistados, los diez grupos más numerosos eran marroquíes, británicos, alemanes, portugueses, franceses, peruanos, argentinos, italianos, dominicanos y holandeses.
Años más tarde, colombianos, ecuatorianos, bolivianos y rumanos fueron ganando peso. Los rumanos, precisamente, se convirtieron en la comunidad extranjera con más empadronados de España entre 2008 y 2015. En 2016 los marroquíes recuperaron la primera posición. La población china, por su parte, empezó a aumentar considerablemente a partir de 2009, hasta convertirse en 2016 en la cuarta nacionalidad con más presencia.

viernes, 4 de agosto de 2017

Parábola moderna del hijo no pródigo

Si me preguntaran quiénes son los individuos más despreciables de la Tierra, contestaría que son aquellos que hacen que los hombres que obran bien se arrepientan. Los que ofrecen mal ejemplo, porque creen que dar ejemplo es idiota o está de más. Podríamos llamarlos gilipollas, pero lo haríamos por envidia: no son tontos, triunfan y disfrutan de su egoísmo insolidario plenamente, muriendo en él. La mayoría, al menos.

A veces les llega su San Martín porque de repente aparece un espejismo rarísimo que en literatura llamamos justicia poética (que no debía ser poética si es justicia de verdad). Y eso que nos hace a todos iguales (ay, qué risa) ante la ley ve como alguien se toma la venganza no digo que por su mano, sino por error. Por ejemplo, una alcaldesa que se muere del estrés que le provocan sus idas y venidas para tapar la infamia, o un famoso y, más que provechoso, aprovechado banquero que se suicidó; todo el mundo andó a la greña buscando explicaciones (eso del suicidio, como la dimisión, es incomprensible para algunos), pero jamás se mencionó (y estuve bien atento) que podría haber sido por vergüenza, que podría haber sentido que no podía vivir con ella por respeto a sí mismo (el a los demás ni pincha ni corta hoy), como hacían los antiguos. En suma, que se hubiera hecho un harakiri o seppuku, como los japoneses honorables (el adjetivo ha sido muy devaluado por Pujol y sus siete niños de Cataluña). Y eso es porque ese antiguo "valor" (no me refiero al monetario, se entiende) de la medieval hidalguía castellana ya no existe. No hay caballeros ni, por supuesto, quijotes, como cantaba León Felipe; a lo más sansocarrascos:

Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. 
Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto
y... ni en España hay locos.
Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.
Oíd ... esto, historiadores ... filósofos ...loqueros ... 
Franco ... el sapo iscariote y ladrón en la silla del juez, repartiendo castigos y premios,
en nombre de Cristo, con la efigie de Cristo prendida del pecho,
y el hombre aquí, de pie, firme, erguido, sereno,
con el pulso normal, con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas, y en su lugar los huesos...
El sapo iscariote y ladrón repartiendo castigos y premios...
y yo, callado, aquí, callado, impasible, cuerdo...
¡cuerdo!, sin que se me quiebre el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio? (yo pregunto, loqueros). [...]
¿Cuándo si no es ahora (yo pregunto, loqueros),
cuándo es cuando se paran los ojos y se quedan abiertos, inmensamente abiertos,
sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian las funciones del alma y los resortes del cuerpo
y en vez de llanto no hay más que risa y baba en nuestro gesto?
Si no es ahora, ahora que la justicia vale menos, infinitamente menos
que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la justicia tiene menos, infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora... ¿cuándo se pierde el juicio?
Respondedme loqueros,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos el mecanismo del cerebro?
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario fantasma del desierto
y... ¡Ni en España hay locos! ¡Todo el mundo está cuerdo,
terrible, monstruosamente cuerdo!...
¡Qué bien marcha el reloj! ¡Qué bien marcha el cerebro!
Este reloj..., este cerebro, tic-tac, tic-tac, tic-tac, es un reloj perfecto...,
perfecto, ¡perfecto!

Esta falta de ideales, de futuro, de juventud, reaparece en otro poema de León Felipe, también de tema cervantino, "Vencidos": Por la manchega llanura  / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote pasar. /Y ahora ociosa y abollada / va en el rucio la armadura, / y va ocioso el caballero, / sin peto y sin espaldar, / va cargado de amargura, / que allá encontró sepultura  / su amoroso batallar.

El descaro de los sinvergüenzas, de los corruptos, de los hombres sin palabra (porque para ellos la palabra no es nada) y sin la decencia de dimitir o de apartarse para que los jóvenes ocupen el lugar que la cronología les depara, es el que escribe las leyes. Nosotros les elegimos para ello: para mantener las cosas como están y (de paso) para mantenerlos a ellos donde están, dando todo el mal ejemplo que pueden dar y corrompiéndolo todo: la televisión, la cultura, la educación, las costumbres, la decencia... Es lógico que la gente honrada sienta ese tipo de vergüenza que no debería sentir: la vergüenza por obrar bien, por pagar los impuestos, por acatar la ley (con sus errores y todo), la vergüenza incluso de ser españoles o catalanes, que es lo mismo  (si hubiera un sistema político honesto y realmente democrático en España, no sentirían los catalanes esa vergüenza que nosotros tildamos como orgullo). 

En el Evangelio de Lucas (y solo en él, ¡qué curioso!) aparece una famosa parábola, la del hijo pródigo, cuyo protagonista es para mí no ese hijo que recibe su parte de la herencia paterna y la gasta en prostitutas, para luego pasar hambre cuidando cerdos y envidiando lo bien que comen; para mí el protagonista es ese hermano que ve como regresa arrepentido y el padre manda hacerle unas fiestas apoteósicas que a él, por hacer lo correcto, nunca le hizo, matando el mejor becerro de su corral:

Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: "He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo."

No debemos nunca arrepentirnos jamás del bien que hacemos. Pero uno no puede evitar sentirse un poco como ese hijo cabal, que nunca se ha ido de putas y tampoco nunca ha recibido recompensa por asumir la severidad del padre. Con frecuencia los padres se dedican más al hijo más perdido (que, por ejemplo, ha caído en la droga) y los que les han salido bien, en esa sequedad de atención, terminan más perdidos que los otros por envidia de ese afecto. Y la desgracia se hace general.

Seguramente el hijo bueno se fue de putas esa misma noche y el perdido tomó su lugar. Ya nunca más se supo del hijo bueno.

Y, ahora, piensen que el hijo pródigo es el estamento dirigente, los bancos y todos esos incompetentes que nos roban la herencia; y el hijo bueno, la juventud española, nuestro futuro.

Desde Kafka las parábolas modernas no tienen moraleja, y debería haberla. Ya se sabe cómo acabó la Europa de Kafka.

lunes, 31 de julio de 2017

Ligar a lo Nash

Pedro Gargantilla, "Así ligaban los matemáticos de la Universidad de Princeton gracias a John Nash", en El País, 28-VII-2017:

El científico, cuya vida refleja la película «Una mente maravillosa», ideó la teoría del equilibrio, útil en la política, la economía, la biología evolutiva o… las conquistas sexuales

Es muy fácil encontrar en la gran pantalla películas de médicos, policías, abogados, periodistas… pero ¿y de matemáticos? Seguramente si preguntáramos sobre qué película de matemáticas les ha impactado más, la mayoría de los encuestados respondería “Una mente maravillosa”. Se trata de un film dirigido por Ron Howard en el año 2001, protagonizado por Russell Crowe y premiada con cuatro Óscar –a la mejor película, dirección, actriz secundaria y guión adaptado-.

La película nos narra la vida del matemático estadounidense John Forbes Nash (1928-2015), que contribuyó enormemente al avance en tres áreas de esta ciencia: la teoría de juegos, la geometría diferencial y las ecuaciones en derivadas parciales. El funcionamiento de su cerebro era un verdadero misterio y sus intuiciones propiciaron que se convirtiera en uno de los matemáticos más destacados de su época. Los logros matemáticos desarrollados por John Nash han servido de inspiración a generaciones de científicos, economistas y matemáticos.

Desgraciadamente, su cerebro escondía la sombra de la miseria y el delirio. Bajo una abrumadora capacidad para las matemáticas no tardo en emerger gradualmente una enfermedad mental, la esquizofrenia, que le provocaría terribles alucinaciones.

En el año 1996 en el X Congreso Mundial de Psiquiatría –celebrado en Madrid- Nash relató cómo la esquizofrenia consiguió anularle sus capacidades mentales durante gran parte de su vida, a pesar de todo no se rindió y consiguió sobreponerse de la enfermedad.

El equilibrio de Nash ayuda...

La película de Howard nos cuenta la vida de Nash desde su ingreso en la Universidad de Princeton, en donde consiguió entrar gracias a una carta de recomendación en la que tan sólo aparecían cinco palabras “This mas is a genius”. Fue precisamente en esta universidad donde desarrolló, a comienzo de los años cincuenta, una de sus principales contribuciones matemáticas dedicada al análisis de los procesos de decisión, lo que se conoce como “equilibrio de Nash” o teoría de los juegos no cooperativos. Supuso una verdadera revolución, y sería una herramienta de un enorme valor en áreas tan diversas como la política, la economía, la biología evolutiva o… las “conquistas” sexuales.

La teoría del equilibrio se explica de forma gráfica en una de las escenas de la película se observa como Nash y sus compañeros de Princeton se encuentran en una cafetería cuando entra en ella un grupo de chicas. Todos reparan de forma inmediata en una de ellas, la más atractiva, y muestran su deseo de conquistarla. Haciendo referencia a las teorías económicas de Adam Smith están decididos a competir por ella de forma despiadada, ya que según este economista escocés la competencia, la ambición individual, favorece el bien común.

... a ligar

Nash contradice a sus compañeros y afirma de forma tajante que Adam Smith estaba equivocado, que si todos se lanzan a la conquista de la más guapa, en el mejor de los casos tan sólo uno podrá ligar, el resto no lo conseguirá, porque cuando sean rechazados por ella, sus amigas no querrán ser un segundo plato.

Sin embargo, argumenta Nash, si cada uno decide intentarlo con una chica diferente las posibilidades de que más de uno triunfe aumentan. La idea no es competir por la misma chica, sino diversificarse en el “ataque” hacia varias chicas. Nash recomendaba, incluso, que para evitar futuros conflictos entre ellos, deberían excluir a la más guapa en el reparto.

Con este ejemplo se percibe uno de los postulados más conocidos de Nash: el mejor escenario posible para un grupo de competidores es la colaboración entre ellos. Quizás deberíamos aplicar más a menudo el equilibrio de Nash en nuestras relaciones sociales, laborales y de pareja.

sábado, 29 de julio de 2017

Magnífico día para ser otro día

Uno no tendría demasiado que hacer; haga lo que haga, la vida se tomará siempre el mismo paciente trabajo de ir matándolo y olvidándolo poco a poco. La vida o el asco, si es que no son la misma cosa. ¿Para qué hacer nada? Unos no quieren saber, otros huyen, otros se ensimisman. Son los tres tipos de mal del budismo: la ignorancia, el desapego y el apego. En sánscrito los llaman klesa, como la marca de leche.

No se puede huir si llevas contigo tus rutinas, que son tú mismo. A los viejos, por ejemplo, los atan de pies y manos para dejarlos siempre en su mismo sitio. Las rutinas matan la vida, porque falsean el contenido del tiempo haciendo que un día sea el mismo que otro... reduciendo, en suma, la extensión de la vida, de la experiencia humana. Y de las rutinas que más odio, hay una, el ruido, que es extraordinaria.

La abuela materna de mis hijos, por ejemplo. Tiene que ver siempre un concurso memo de los que excretan por la tele, donde las risitas tontas y continuas (muchas veces auspiciadas por los letreros ocultos, las memeces del presentador y la ignorancia lastimosa de los pardillos invitados a competir) terminan por envolverla en un sedoso capullo de completa indolencia. No escucha el concurso para aprender: está casi sorda, sino para sentirse acompañada. El error continuo de tanto concursante termina disculpando cualquier tipo de ignorancia y los aplausos y las risas la confortan más que, por ejemplo, conocer la inútil capital de Burkina Faso.

Sin duda algunos, como la abuela, habitan un mundo de hiperreducidas proporciones, con el horizonte que puede contemplarse solo desde lo hondo de un pozo. Es un infierno budista, pues existe la reencarnación. La tele, al menos, es uno de esos pozos en los que se suele embotellar la gente: continuamente repiten las mismas películas y series y los mismos personajes, temas y tópicos en esas películas y series. Incluso repiten las historias haciendo secuelas una y otra vez, reboots, spinoffs y vete a saber qué más. Las series se han vuelto no ya gemelas o mellizas, sino clónicas y aun siamesas. Por no hablar de esa forma de eterno retorno que es la publicidad, una publicidad chillona y maleducada, que es también ruido, simplemente.

Qué lejos anda la originalidad y la cultura. El ruido de la televisión y el privilegio desmesurado (e interesado) hacia la música y el deporte, al lado del ninguneo del teatro, el cine, la lectura y el cómic, han separado definitivamente a la juventud de la cultura. Se ha producido una ruptura generacional: no hay juventud en la tele, solo mierda y viejos hablando todo el tiempo de cosas de viejos.

Tanto espectáculo repetido acaba a uno por dejarle el talante mortífago de un Hanecke. Lo mismo ocurre con los documentales: guerras y más guerras, se diría que siempre la misma guerra: la guerra contra la cultura. Y supersticiones, mucha superstición, cientos de mentiras que usurpan ese nombre: "cultura". Violencia y mentira es lo que venden los documentales.

Y en los telediarios, las mismas chorradas, los mismos partidos políticos tarados repitiendo lo mismo desde hace cuarenta años y la misma desvergüenza tanto por los políticos como por sus cómplices, los periodistas, en divulgar lo que es pura y simplemente posverdad. Una sola cosa es cierta: la televisión no ilumina el futuro. Incluso podría decirse que, según ella, no lo hay. Deleita y mueve (o más bien aburre y enerva), pero no instruye, no nos hace mejores personas, no habla de la gente "real" (y no me refiero a las figuras "reales" que adornan el couché, que son tan de papel como el propio couché) de ahora, sino de la de ayer. Desde luego, no es ética (una categoría según nuestro manchego filósofo José Antonio Marina muy superior a la de la religión). Si hubiera ética no "echarían", perdón, quiero decir "vomitarían" cosas como las de la teleteta 5.

Me despierto a las cinco de la mañana, y pongo la radio. Hay que ver con qué desprecio, con qué klesa ignorancia tratan los periodistas lo nuevo. Por ejemplo, la idea de liberar y ampliar la idea de una España común, o la idea de someter a un mayor control ético y ciudadano los poderes fácticos que nos gobiernan. No es que lo nuevo dé miedo, es que es el miedo. Y también hay una enorme falta de cojones para emprender la reforma de la enseñanza, de la administración o la más necesaria de todas, la de la justicia. En vez de separación de poderes quieren todo el poder. Eso de repartirlo, que es lo civilizado, ni lo han considerado.

Lo dijo ya Hobbes: la inclinación malvada de los hombres hace de nuevo necesaria la alianza del poder con el mal mismo para producir los resultados adecuados de la convivencia y la paz. Para el liberalismo, el poder es un mal, desde luego... y un mal necesario, pero, por eso mismo, si queremos disfrutar de la seguridad que produce frente a la anarquía, también debemos controlarlo y limitarlo, ya que sin esta contención no es útil, no produce sus funciones asignadas, que son la seguridad, la paz y la convivencia; el mal, pues, ya que nos es necesario, ha de ser domado (esgrimiendo frente a él nuestros derechos), sometido (al consentimiento de los obedientes), vuelto sensible a nuestros intereses (mediante la representación), despedazado (dividiendo sus poderes), regulado (sometiéndolo al imperio de la ley). 

Pero el miedo se refugia en el poder del statu quo y no quiere de ninguna forma cederlo a la novedad y se repite la inercia repetidora de lo viejo, de lo de siempre. Por eso a los viejos que controlan España no les interesa nada lo nuevo, por eso gracias a sus políticas ya no quedan apenas jóvenes, se subemplean o se van. Ni siquiera esos jóvenes que vienen de fuera, de China, de Marruecos, de Ecuador: esos jóvenes son como las golondrinas y al ver lo vieja que se ha quedado España, el bar de Europa, se toman eso sí una copa y se marchan a países más jóvenes.

Modismos últimos en la lengua

Lola Pons Rodríguez, "Esta expresión se ha puesto de moda no, lo siguiente. "Mazo de bueno", "taco de bueno"... Nos encantan los intensificadores", en El País, 29 de julio de 2017:

Los que dicen “bueno no, lo siguiente” y los que jamás dirían algo así. El mundo (al menos el mundo hispanohablante) parece dividirse entre los que aman y los que odian esta expresión. Como todas las modas lingüísticas, hay quienes se abrazan a ellas y quienes las ven más feas que un pie de otro. Entre los que no son partidarios, está la divertidísima cuenta que gestiona Óscar Mora en Twitter, @eslosiguiente, que se dedica a “ayudar a la gente a encontrar lo siguiente”, rastreando todos los tuits de gente que ha usado la expresión y rectificándolos:

Los antisiguientistas que han iniciado esta cruzada nos hacen preguntarnos: ¿qué es lo siguiente? Lo que sigue a “bueno” podría ser “muy bueno” o “buenísimo” o “megabueno” o “hiperbueno” o “requetebueno” o “tela de bueno” o “la pera de bueno” o... Todos estos elementos del español se llaman elementos de superlación, y los usamos para hacer que una palabra intensifique su significado. Con ellos hacemos que suba peldaños en una especie de escalera de significación.

Tenemos muchísimas expresiones para intensificar. Algunas son históricas y constantes en nuestra lengua, como “muy bueno”. Otras son más o menos recientes. Los lectores de Verne recordarán que este “no, lo siguiente” se empezó a poner de moda hace unos diez años como mucho. Nuestros hijos tal vez digan “las croquetas de mi madre son espectaculares no, lo siguiente”, pero de chicos, nosotros no lo decíamos de las croquetas de nuestras madres (y eso que lo merecían).

Y esto es porque con los elementos que indican valoración estamos siempre ante la misma batalla: los utilizamos, parece que se gastan, como se gasta la suela de un zapato, y nos gusta reemplazarlos por otros nuevos. Por eso, hay modas de intensificadores que aparecen y otras que desaparecen o se quedan conviviendo con las nuevas expresiones. Normalmente, la mecha prende en el lenguaje juvenil y de ahí salta a otros sectores. Tal fue el caso de “mazo”, usado solo o acompañando a un adjetivo (“me gusta mazo; mazo de caro”), que entró en el lenguaje de los jóvenes hace unos años. No se usa en toda la comunidad hispanohablante: en Andalucía se prefiere “taco de bueno” o “un viaje de bueno” antes que “mazo bueno” aunque, obviamente, Camilo Sesto es mucho Camilo y esto no hay nadie que no lo cante en cualquier guateque que se precie de la geografía hispanohablante:

La intemporalidad de Camilo Sesto contrasta con la temporalidad de los intensificadores. Este carácter cambiante es, de hecho, uno de sus rasgos típicos. El otro, para el caso del español, es que nos gusta más la intensificación por la izquierda que por la derecha. Y no nos referimos a esta frase de Rajoy (los españoles son mucho españoles y muy españoles):

Lo que queremos decir es que típicamente el español pone los intensificadores antes de los elementos que valora: super, mega, ultra, mazo, hiper… E incluso los acumula: lo has visto en el hiper mega ahorro del supermercado o en el super ultra limpio de la oferta de detergente. El tamaño sí importa en la lengua, y tendemos a pensar que las palabras más largas significan más.

De hecho, es de alguna forma raro que en español usemos de forma tan extendida la terminación superlativa “–ísimo”, que existía en latín (-issimus) y que otras lenguas hermanas, como el francés, usan poquísimo (o muy poco, tela de poco). Es una intensificación a la derecha, y su rareza se explica porque se extendió desde el lenguaje culto. ¿Cómo te suena decir en español actual “guapérrimo”? Pues algo así era usar “-ísimo” en español hasta finales del siglo XV, cuando por moda y desde sectores literarios se empezó a propagar este -ísimo. De todas formas, todavía en el siglo XVII había muchos españoles que no lo usaban, sobre todo los más alejados de esos sectores literario: por eso Cervantes, siempre tan acertado recreando el lenguaje de la calle, pone a Sancho Panza liándose al usarlo: “Aquí está y el don Quijotísimo asimismo, y, así, podréis, dolorosísima dueñísima, decir lo que quisieridísimis, que todos estamos prontos y aparejadísimos a ser vuestros servidorísimos” (Cervantes, Quijote, II, 38).

La subida de los escalones de la intensificación se hace, pues, con elementos muy cambiantes. E incluso en esa escalera podemos observar que hacemos subir a palabras que aparentemente no pueden subir más peldaños: “perfecto”, “infinito”... ¿Algo puede ser más perfecto que “perfecto” o aún más infinito? ¿Hay un “lo siguiente” para “perfecto”? Parece que sí. En lo de intensificar, no son los significados de las palabras quienes ponen los límites, sino los hablantes, dueñísimos de la lengua, aunque a veces se nos olvide.

viernes, 28 de julio de 2017

Una inteligencia artificial se inventa un inglés mejor para hablar con otras máquinas y es apagada.

Ángel Jiménez de Luis, "Facebook apaga una inteligencia artificial que había inventado su propio idioma", en El País, 28-VII-2017:

La máquina se comunicaba en un inglés incorrecto y repetitivo que, sin embargo, para ella tenía un sentido muy concreto. Lejos de ser una mera curiosidad, subraya un problema con esta tecnología: que en el futuro no comprendamos la comunicación entre máquinas.

En el laboratorio de investigación de inteligencia artificial de la Universidad Tecnológica de Georgia, un proyecto para crear una inteligencia artificial capaz de aprender y desarrollar nuevas tácticas de negociación ha dado un giro inesperado, para sorpresa de la empresa que lo ha financiado en parte: Facebook.Los responsables del proyecto han tenido que apagar el proceso porque la inteligencia artificial había desarrollado su propio lenguaje, casi imposible de descifrar para los investigadores pero mucho más apto y lógico para la tarea que debía desempeñar.El lenguaje parece una corrupción del inglés -el idioma en el que originalmente se programó la inteligencia artificial- pero carente de sentido por la extraña repetición de pronombres y determinantes.Al analizar las oraciones, sin embargo, los investigadores descubrieron que en el aparente desorden había una estructura lógica coherente que permitía a la inteligencia artificial negociar entre distintos agentes usando menos palabras o con menor riesgo de equivocación."No programamos una recompensa para que la inteligencia artificial no se desviara de las reglas del lenguaje natural" y por tanto su red neural -el conjunto de rutinas que optimiza su funcionamiento- fue favoreciendo abreviaturas y nuevas expresiones que hacían mucho más rápida o sencilla su tarea, asegura en la publicación FastCo uno de los responsables del proyecto.

domingo, 23 de julio de 2017

Leyenda negra y Lutero

María Elvira Roca Barea, "Martín Lutero: mitos y realidades. Las celebraciones en torno al quinto centenario del cisma luterano, que impulsó el monje agustino, obvian los aspectos más oscuros de su figura y legado. El manto religioso oculta un conflicto político y nacionalista!", en El País, 23 JUL 2017: 

Dice la leyenda que el 31 de octubre de 1517 el monje agustino Martín Lutero (1483-1546), escandalizado por el vergonzoso espec­táculo que la Iglesia ofrecía e indignado por la venta de indulgencias, clavó en las puertas de la iglesia de Wittenberg las 95 tesis que desafiaban el poder de Roma. Se cumplen por tanto 500 años y Alemania está celebrando con fasto este aniversario. Merkel y Obama homenajearon el 25 de mayo a Lutero en la puerta de Brandeburgo y por las mismas fechas se inauguró una espectacular exposición en Wittenberg. Esto, por citar sólo alguno de los eventos más destacados. Desde que acabó la II Guerra Mundial los aniversarios luteranos (nacimiento, muerte, 95 tesis, iluminación divina durante la tormenta de 1505…) apenas revestían relevancia. Pero ahora esto ha cambiado. ¿Por qué?

El gesto descrito a las puertas de la iglesia de Wittenberg es la representación mítica y ritual de lo que significó Martín Lutero para el entonces llamado Sacro Imperio Germánico. Hace mucho que se duda de que clavara sus tesis; las menciones al acto desafiante aparecen mucho después conforme se va adornando y mitificando al personaje Lutero y al cisma que trajo consigo. Pero, si non è vero, è ben trovato. Resulta mucho menos heroico mandar por correo —que es lo que con toda probabilidad sucedió— el texto de protesta al obispo de Maguncia. Así que el gesto simbólico conserva hoy toda su prosopopeya teatral pero era mucho más épico en aquel tiempo, porque el hombre del siglo XVI sabía que este era el modo en que se daban a conocer los llamados carteles de desafío, con los que un caballero insultaba públicamente a otro y le retaba a duelo. Había que responder, si no, quedaba deshonrado para siempre. Hay en la figura de Lutero un componente de heroísmo a toro pasado muy interesante para comprender su significado en la historia de Alemania y sí, no se sorprenda el lector, en la de España.

El cisma luterano es la manifestación de un problema político, y haberlo mantenido en el orbe de lo religioso enturbia completamente su comprensión. A través de él se expresa el nacionalismo germánico de la primera hora y por eso Martín Lutero es celebrado y exaltado en Alemania cada vez que a ese nacionalismo le sube la temperatura. Desde la II Guerra Mundial no se ha conmemorado de manera significativa ninguna efemérides luterana. En 1983 pasó sin pena ni gloria en la RFA el quinto centenario del nacimiento de Martín Lutero que tan festejado fue en tiempos de Bismarck. Así, por ejemplo, el 10 de noviembre de 1883, el emperador Guillermo I encabezó el desfile del cuarto centenario del nacimiento de Martín Lutero en Eisleben.

Lutero fue el gran valedor de las oligarquías, el garante religioso de un feudalismo tardío que mantuvo a Alemania en el atraso y la pobreza

En Historia del año 1883 Emilio Castelar escribe: “Los pueblos protestantes han celebrado el cuarto centenario de Lutero con universales jubilaciones”; y también que aunque “los católicos y los protestantes de Alemania no han podido acordarse para celebrar al creyente, se han acordado para celebrar al patriota”. Pero lo más interesante es el colofón: “Nosotros, que no pertenecemos a la religión luterana ni a la raza germánica, españoles y católicos de nacimiento, podemos celebrar sin escrúpulo al que, iniciando la libertad de pensamiento y examen, ha iniciado las revoluciones modernas, a cuya virtud hemos roto nuestras cadenas de siervos y proclamado la universalidad de la justicia y del derecho”. No necesitamos por tanto ir a Wittenberg y leer los textos que comentan la espectacular exposición. Lo que allí se cuenta es exactamente lo mismo que Castelar nos dice: Lutero, el padre de la libertad religiosa en Europa; Lutero, el héroe por cuyo esfuerzo sin par este continente se libró de las tinieblas y de la esclavitud. Dice Castelar que “hemos roto nuestras cadenas”. A Lutero le debemos nada menos que “la justicia y el derecho”, porque resulta evidente que los españoles no teníamos. Qué simpático resulta esto de que los hijos de Roma desconozcan el Derecho, los pobres.

Y, claro está, si Lutero rompe cadenas es que había cadenas que romper y alguien las había puesto. Si trae la libertad de pensamiento es que tal cosa no existía, ¿y quién lo impedía? No hace falta ni nombrarlo pero está ahí, constantemente presente: el oscuro y siniestro Imperio español y católico. Para que el héroe Lutero exista tiene que haber un monstruo al que él se enfrente. Si no hay monstruo, no hay héroe. Quien visita hoy Wittenberg o cualquiera de las muchas exposiciones y celebraciones que pueden verse en Alemania, incluso si es español y católico —especialmente si es español y católico— no ve el decorado que hace posible el brillo germánico. Cuando digo católico no quiero decir creyente. La fe es irrelevante en este contexto. Nos referimos a quienes han nacido en un país de cultura católica. Porque ese relumbrón germánico ha necesitado siglo tras siglo como condición sine qua non para su exaltación que el sur mediterráneo sea oscuro y atrasado, inmoral y decadente, vago y poco fiable. Es en tiempos de Lutero cuando el adjetivo welsch —una denominación geográfica poco precisa para referirse al sur— pasó a significar latino o románico, y malvado e inmoral al mismo tiempo.

La “libertad luterana” no resiste una mirada cercana y libre de prejuicios. Comenzó provocando una guerra espantosa que se llamó la Guerra de los Campesinos y que dejó más de 100.000 muertos en los campos del Sacro Imperio. Porque los campesinos se creyeron de verdad aquellas exaltadas predicaciones en boca de Lutero y de otros que clamaban contra las riquezas acumuladas por los poderosos de la tierra con Roma como garante de tales injusticias. Esto provocó una convulsión social como no se ha conocido otra en Europa hasta la Revolución Francesa. Los príncipes alemanes, cuyo propósito era básicamente oponerse al emperador, no pensaron que alentar aquella efervescencia antisistema (Carlos V y el catolicismo) pudiera volverse contra ellos, pero tuvieron que enfrentarse a una revuelta de proporciones gigantescas. Algunos clérigos revolucionarios como Müntzer, llamado el teólogo de la revolución, se mantuvieron fieles a sus principios hasta el final y fueron ejecutados, pero Lutero decidió sobrevivir. Desde comienzos de 1525, tras la muerte de Hutten y Sickingen, los dos cabecillas revolucionarios que lo habían amparado, Lutero se pone al servicio de los príncipes alemanes y alienta la violencia brutal con que los grandes señores germánicos acabaron con estas rebeliones de campesinos: “contra las hordas asesinas y ladronas mojo mi pluma en sangre, sus integrantes deben ser estrangulados, aniquilados, apuñalados, en secreto o públicamente, como se mata a los perros rabiosos”.

Desde entonces Lutero se convierte en el gran valedor de las oligarquías señoriales, en el garante teológico de un feudalismo tardío que mantuvo a Alemania en un estado de pobreza y atraso ya superado en España y en la mayor parte del sur. El enquistamiento por la vía religiosa de estas oligarquías impidió la unificación de Alemania e hizo posible una supervivencia anómala del sistema feudal en esa parte de Europa. Casi todo el mundo sabe que el régimen de los siervos duró en Rusia hasta el siglo XIX, pero se ignora que en Alemania también, notablemente en las zonas protestantes. Uno de los primeros estados en abolir las leyes de servidumbre fue la católica Baviera en 1808, pero el proceso no culminó hasta mediados del siglo en la zona oriental. Bien. Esto por lo que respecta a Lutero como libertador social. Vamos ahora a Lutero como libertador mental.

Casi la cuarta parte de las propiedades del Sacro Imperio cambiaron de manos. No hubo un latrocinio igual hasta la Revolución Rusa

Libertad religiosa o libre examen son dos iconos lingüísticos acuñados por Lutero que no tuvieron nunca un reflejo en la realidad, como demuestra primero la lógica y luego la historia.

Supuestamente el libre examen significa que el cristiano debe entenderse con Dios directamente a través de los textos sagrados, sin intermediarios gravosos e inmorales como “los romanos” (así llamaba Lutero al clero católico, aunque fuesen tan alemanes como él). Si esto es así, hay una consecuencia inmediata: la desaparición del clero por innecesario. La evidencia demuestra que esto jamás sucedió, porque Lutero no operó la destrucción de las iglesias, sino que creó otra. Ni Lutero dejó de ser clérigo, ni disminuyó el número de ellos en el Sacro Imperio. Simplemente se formó un nuevo cuerpo sacerdotal que también condujo al rebaño hacia donde debía ir. Solo que ahora ese cuerpo de pastores sirve únicamente al señor del territorio (y no a un papa extranjero y a un emperador aliado con el mundo welsch) que es el que le da de comer. Si le sirve bien, como hizo Lutero, vivirá bien. Vivirá incluso mejor que con los “romanos” y, así, Lutero recibió del príncipe de Sajonia, como primera prueba de gratitud, el que había sido su antiguo convento en Wittenberg. Es un muy bello palacio, donde se instaló con su nueva esposa, sus parientes y sus criados. Había nacido en el seno de una familia muy humilde y estos lujos, como monje agustino, no se los hubiera podido permitir nunca. Y no tocaremos aquí más el asunto de las críticas feroces contra los lujos del clero “romano”.

La libertad religiosa es probablemente el tótem lingüístico más afortunado de Martín Lutero. Ha sido y es ininterrumpidamente esgrimido frente a las tinieblas del catolicismo y de su nación defensora por antonomasia, España. No hace falta siquiera pensar mucho para ver a dónde va a parar la libertad luterana. Si tal cosa hubiera existido alguna vez, siquiera teóricamente, también los católicos u otras facciones protestantes hubieran tenido derecho a ella. Si el cristiano es libre para interpretar los textos sagrados, entonces, también la interpretación católica es posible y debe ser aceptada. Y debería haber sido respetada en consonancia con la “libertad religiosa” que Lutero y sus diáconos predicaban. Si la lógica humana no es una patraña desde su misma raíz, esto es así. Pero lo cierto es que el nuevo clero creó una versión del cristianismo que fue la única aceptable y todas las demás fueron proscritas y perseguidas; la católica por supuesto, pero también los anabaptistas, calvinistas, menonitas, etcétera.

Se le esgrime como adalid de la libertad religiosa, pero el clero luterano proscribió y persiguió las demás versiones del cristianismo

Sin embargo, siglo tras siglo, Lutero se ha paseado por la historia de Europa inmune a la verdad, a los hechos y a la lógica. Puede el lector teclear en Internet en algún buscador la secuencia “Lutero libertad religiosa” y verá. Si lo hace en inglés y alemán, se quedará pasmado. Podríamos llevar este juego perverso con las palabras un poco más lejos y exasperar los argumentos históricos habitualmente aceptados. Porque aplicar la “libertad religiosa” en sentido luterano es lo que hicieron los Reyes Católicos en España, a saber, que todos los súbditos deben tener la misma religión que su señor terrenal. Este es el principio conocido como cuius regio, eius religio, y dio cobertura legal a los príncipes alemanes para obligar a las poblaciones de sus territorios a hacerse protestantes, lo quisieran o no, y no siempre con persuasivos y pacíficos sermones. Pero es evidente que los Reyes Católicos no pueden ser padres de la libertad religiosa, aunque hicieron exactamente lo mismo, porque, como dice Castelar, nosotros no somos luteranos ni pertenecemos a la raza germánica.

A estas alturas ya estará preguntándose ¿pero por qué tenían este empeño los príncipes alemanes en hacerse protestantes? Pues no es difícil tampoco de explicar, pero para eso, como señalamos más arriba, hay que salirse del terreno religioso, de la superioridad moral y de las palabras totémicas donde empeñosamente ha insistido todo el protestantismo en situar aquel sangriento conflicto. Casi una cuarta parte de los bienes raíces del Sacro Imperio cambiaron de manos, entre las confiscaciones de propiedades eclesiásticas y las de aquellos que abandonaron los territorios protestantes por negarse a acatar la conversión forzosa. Hasta la Revolución Rusa no ha habido latrocinio comparable en Occidente. Pero, claro está, no los llamamos así, porque el uno tenía una cobertura teológica y el otro una cobertura ideológica. En definitiva: una justificación moral. Esto naturalmente no se lo van a contar al visitante en la magna exposición de Wittenberg.

Fue furiosamente antisemita y prefigura el programa nazi. La noche de los Cristales Rotos se hizo en honor a su 450 cumpleaños

Lutero fue no solamente anti-latino sino furiosamente antisemita. El filósofo alemán Karl Jaspers escribió que el programa nazi está prefigurado en Martín Lutero, que dedicó a los judíos párrafos espeluznantes: “Debemos primeramente prender fuego a sus sinagogas y escuelas, sepultar y cubrir con basura a lo que no prendamos fuego, para que ningún hombre vuelva a ver de ellos piedra o ceniza”. El primer gran pogromo de 1938, la noche de los Cristales Rotos, fue justificado como una operación piadosa en honor de Martín Lutero, por su 450 cumpleaños. A las elecciones de 1933 concurrió Hitler con un soberbio cartel donde la imagen de Lutero y la cruz gamada aparecen juntas. Las celebraciones luteranas de los nazis fueron espectaculares. Con idéntica ferocidad alentó y justificó Lutero la quema de brujas, que dejó en Alemania no menos de 25.000 víctimas, según Henningsen. Llevamos tantos miles, millones de muertos con este asunto que es mejor no hacer cuentas.

Pero no hay de qué avergonzarse. Alemania celebra sin disimulo a Martín Lutero porque se siente bien, porque Lutero es el padre del nacionalismo alemán y de su iglesia y tiene por lo tanto… indulgencia teológica. Desde que se produjo la reunificación y vino luego el euro como mágico elixir, Alemania está en un tiempo nuevo y afronta sin sombras una hegemonía europea incontestada. Gran Bretaña ha desertado del barco de la Unión y Francia no está en condiciones de enfrentarse a la indiscutible supremacía germánica. Ni España ni Italia parecen darse mucha cuenta de cuán necesarias son para compensar esta hegemonía y andan perdidas, sin poder superar el complejo de inferioridad que asumieron hace siglos. Porque con todo esto llegamos al gran asunto que aquí se ventila: el de la superioridad moral frente al porcino mundo no protestante, en el cual vivimos y que ha sido tan absolutamente asumida que muchos de nuestros periódicos, como en tiempos de Castelar, se han sumado gozosos a la celebración luterana, tan ciegos y tan perdidos en el laberinto de su propia inferioridad hoy como hace 100 años.

María Elvira Roca Barea es filóloga y autora de ‘Imperiofobia y Leyenda Negra’ (Siruela).

Esclavos españoles, y III. Los esclavos cubanos del XIX: Valdés, Manzano y Montejo

El caso del mulato cubano Gabriel de la Concepción Valdés, (1809-1844), un poeta que adoptó el sobrenombre de "Plácido", es singular porque fue uno de los pocos que participó en una conspiración liberal. Por ello lo ahorcó Isabel II. A mí me interesa también porque muy probablemente lo conoció un periodista y escritor liberal ciudarrealeño que yo he estudiado, Félix Mejía: en La Habana, en 1841. Ambos frecuentaban la tertulia de Ignacio Valdés Machuca, "Desval". Y ambos escribieron sobre los mismos personajes heroicos: Jicotencal, Hatuey y Guillermo Tell. 

Estos tres personajes representan la libertad y son ejemplos del derecho humano de resistencia a la opresión, principico que defendía la sociedad secreta en la que militaba el ciudarrealeño, los Carbonarios, como ya demostré documentalmente hace tiempo.

El primer sonoro nombre, Jicotencal (o, con grafía mexicana, Xicotencatl) fue un general tlascalteca (o tlaxcalteca) que fue el único que se opuso (o vio venir) la dictadura de Hernán Cortés después de que su pueblo, principal opositor al imperio azteca, se aliara con los españoles. Eso le valió, por supuesto, ser ahorcado por Cortés por rebelión. Se dio cuenta de que solo había sustituido una dominación dura por otra. Félix Mejía, leyendo las historias de Indias del padre Las Casas y de Antonio de Solís, escribió una novela que lo tenía por personaje principal, el Jicotencal, que publicó anónima (por precaución elemental, ya que tenía una lectura política evidente relacionada con el temor a una invasión de la Santa Alianza a las repúblicas hispanoamericanas, y eso podía causarle la expulsión de los EE. UU. por requerimiento del embajador) en Filadelfia, donde estaba exiliado (junto con algún ilustre con el que se carteó, como el exrey francés de España José Napoleón I), en 1826 (y puede ser considerado, por tanto, no solo el primer novelista nacido en Ciudad Real, sino el primero en cultivar el género de la novela histórica en español en América, y uno de los primeros en español en general). "Plácido" le consagró un romance, donde dice a las derrotadas tropas de los aztecas:

Tornad a México, esclavos; / nadie vuestra marcha turba; / decid a vuestro señor, / rendido ya veces muchas, / que el joven Jicotencal / crueldades como él no usa, / ni con sangre de cautivos / asesino el suelo inunda; / que el cacique de Tlascala / ni batir ni quemar gusta / tropas dispersas e inermes...

Mejía contempla Tlaxcala como una república al estilo romano, y sus indígenas usan en su "senado" conceptos del derecho natural que ya empleó Cicerón e incluso principios rousseaunianos. Los indígenas de Mejía hablan tan bien como los araucanos de Ercilla, pero con más tralla ideológica: la Revolución Francesa no había pasado en balde.

Pero no vamos a hablar de un ciudarrealeño al que el ilustre consistorio de su ciudad le niega no ya una calle, sino el más mínimo recuerdo, fenómeno que todavía no alcanzo a explicarme, habida cuenta de la importancia suma que tuvo este autor en la historia de la literatura y el periodismo en España. En fin, "allá se lo hayan y con su pan se lo coman".

Mejía había apoyado en 1824 una de las primeras constituciones antiesclavistas de América, la de Guatemala, hacia donde marchó al poco tiempo desde los Estados Unidos, donde había conseguido el pasaporte de esa joven nación (al ser un apátrida, tenía que tener cuidado con lo que publicaba: también son anónimas y tan "políticamente incorrectas" como el Jicotencal, su Vida de Fernando VII y sus Retratos políticos de la Revolución de España, estas dos últimas financiadas por otra parte por la masonería bonapartista a la que pertenecía el exrey José Napoleón I y el editor de Mejía, Charles Le Brun o Lebrun, protectores de Felix Mejía.

Cuba era entonces el verdadero emporio esclavista español. Los ingenios cubanos, consagrados a la producción de azúcar, tabaco y algodón, necesitaban una mano de obra barata y resistente, y desde hacía mucho se traía de África de tapadillo por medio de compañías de trata de negros vascas o portuguesas, algunas de ellas participadas incluso por los reyes de España o sus familiares directos. En Inglaterra los anglicanos cultos de la llamada "Secta de Clapham" habían conseguido abolirla en su país en 1807 y en todo el imperio en 1833. Solo perduraba en España, los Estados Unidos, Rusia, África y unos pocos países más con distintos grados de dureza o permisividad. En el territorio peninsular se prohibió en 1837, pero no en las colonias, a pesar de diversas disposiciones que fueron siempre generalmente incumplidas: los negreros actuaban casi siempre al margen de la ley.

La historia de Hatuey es más bonita. Fue el primer indígena americano que se sublevó contra los españoles en Haití y luego en Cuba. Cuando lo capturaron, fue confesado por Bartolomé de las Casas, quien le prometió no quemarlo vivo si se convertía al cristianismo. Él se dejó instruir, pero preguntó si cuando fuera al cielo habría allí españoles. Cuando le dijo que sí, prefirió ir al infierno para estar con su pueblo. Esto, sin duda, debió marcar al dominico, quien por entonces era muy joven y recién llegado al Nuevo Mundo. Mejía le dedicó un poema incompleto que yo publiqué en Cuadernos de Estudios Manchegos donde, por cierto, se cita un pasaje de Dante. La postura de Hatuey fue semejante a la del filósofo judío francés Henri Bergson: decidió no convertirse al cristianismo durante la II Guerra Mundial para compartir la suerte de su pueblo, y aunque estaba dispensado de inscribirse en el registro en el que debían constar todos los judíos (era famoso y estaba muy enfermo) se presentó personalmente: «Quise permanecer entre aquellos que mañana serán perseguidos». La postura de muchos católicos entonces, incluido el propio papa Pío XII, no fue precisamente la mejor. Pero tampoco se podía esperar mucho de una iglesia como la que había entonces, famosa por su vista larga y su paso corto y, en consecuencia, por llegar tarde a todas las cuestiones esenciales, cuando el mal ya está hecho y no el bien precisamente.

Curiosamente, la conspiración negra de 1844, llamada "Conjura de la Escalera", por la que fue ahorcado el poeta amigo de Mejía "Plácido" pensaba formar una república negra antiesclavista bajo protectorado británico con el nombre del cacique antillano Hatuey. En su poema "Al Yumurí", II, con el pretexto de describir ese río cubano, aparece el pasaje que sirvió de inspiración a Mejía para escribir su poema "Aquí reposa Hatuey":

¿Quién sabe si, antes que ese monte altivo / senda te abriese al borrascoso mar, / ya tú minabas su cimiento vivo / para más breve sepultura hallar?  Así los seres que Jehová cría / como revelación de su existir, / derriban la virtud que les ampara, / y, anhelando gozar, van a morir. / ¡Quién sabe si en tu fondo cenagoso / algún tesoro oculto se hallará, / o en subterráneo oscuro, misterioso, / de Hatuey entero el esqueleto está!

Precisamente la tumba subterránea de Hatuey es lo que describe  Félix Mejía en ese poema incompleto. La muerte en el cadalso de "Plácido" debió afectarlo profundamente. En cuanto a la figura de Guillermo Tell, Félix Mejía le dedicó un drama, Guillermo Tell o La Suiza Libre, estrenado con éxito en Madrid en 1846; ahí lo ponía de ejemplo de héroe conspirador y revolucionario, al igual que en su drama otro poeta romántico español, Antonio Gil de Zárate. "Plácido" le dedicó el soneto "Muerte de Gessler", cuyo cadáver abatido por el héroe es mostrado así:

No encuentra humanidad el inhumano, / que hasta los insensibles elementos / lanzan de sí los restos de un tirano.

Distintas rebeliones de los ingenios azucareros habían sido siempre bañadas de sangre, pero muchas de ellas eran ficticias: la paranoia de los propietarios coloniales, si no encontraba rebeliones, se las inventaba. Es poco seguro el grado de implicación de "Plácido" en la conjura, pero el caso es que fue ejecutado.

Juan Francisco Manzano fue otro negro mulato esclavo que fue manumitido por su mérito artístico (su habilidad no ya como peluquero, sino como poeta improvisador), pero este prefirió evitar la política después de que estuviera a pique de ser ejecutado al lado de "Plácido" y pasara un año en la cárcel. Dejó escritos unos Apuntes autobiográficos con la pésima ortografía que cabe esperar en un esclavo como él o en algunos alumnos de secundaria criados con las reformas educativas del Pepoe. Nos describe las diferencias sociales entre los "esclavos de la casa", de superior rango social, y los esclavos del ingenio, mera fuerza trabajadora. Las esclavas debían dormir al lado de la cama de la señora por si esta se despertaba, para obedecer sus órdenes. Por supuesto, los palos y malos tratos eran continuos, pero se les dejaba ahorrar para comprar su libertad con el dinero que ganaban en trabajos que a veces tenían tiempo de hacer por libre. Quito las faltas de ortografía: 

Sufría por la mas leve maldad propia de muchacho, enserrado en una carbonera sin más tabla ni que taparme […] Después de sufrir resios asotes, era enserrado, con orden y pena de gran castigo al que me diese ni una gota de agua, lo que allí sufría aquejado de la hambre y la sé, atormentado del miedo 

Asimismo hace una referencia a la llamada "libertad de vientres" (ley colonial decimonónica que liberaba a los hijos de esclavos) cuando dice que su hermana "nació libre". Pero comprar tu propia libertad era otra cosa, muy difícil si el amo no quería. Su madre le dijo: 

Juan, aquí llevo el dinero de tu libertad, ya tú ves, y tu padre se ha muerto y tu vas a ser ahora el padre de tus hermanos: ya no te volverán a castigar más

Pero cuando murió su madre y le dejó una herencia que él reclama para comprar su libertad, su ama le dice que

Que si estaba muy apurado por la herencia, que si yo no sabía que ella era heredera forsosa de sus esclavos. ¡En cuanto vuelvas a hablar de la herencia te pongo donde no veas el sol ni la luna! ¡Marcha a limpiar las caobas!

No era esclavitud, sino simple capitalismo buitre y deshumanizador. "El esclavo es un hombre muerto", escribió. Y hay que estar de acuerdo con él. La segunda parte de sus Apuntes autobiográficos se perdió. Había sido redactada a instancias de sus amigos liberales y antiesclavistas del círculo de Domingo del Monte, y la teoría principal es que algunos de sus amos se enteraron de que no salían muy bien parecidos en sus escritos y consiguieron que esa parte desapareciera en las manos del escritor Ramón de Palma, tal como cuento en un artículo de Wikipedia que, entre otros que escribí sobre la esclavitud andan allí (también escribo, aunque indirectamente, en el Lanza, porque hay que ver la de artículos de Wikipedia que me fusila el que escribe de literatura manchega allí, el último, sin ir más lejos, sobre el novelista bolañego José Aranda Aznar).

Esteban Montejo fue el último esclavo cubano vivo (falleció a los 108 años). Como era analfabeto, el antropólogo Miguel Barnet grabó una serie de cintas magnetofónicas con sus confesiones, que luego redujo a escritura bajo el título de Biografía de un cimarrón  (1966). No recoge toda su vida, solo hasta el año 1905. Trabajó en un ingenio de niño y se escapó, viviendo en una cueva de las montañas. Suministra muchos datos sobre la herencia cultural africana en folclore y costumbres y sobre la vida en los ingenios; también narra narra su experiencia como soldado en la Guerra de independencia de Cuba y contra los estadounidenses. Se pinta a sí mismo como muy independiente, y su relación con cualquier persona, incluso con sus mujeres, es dejarlas en paz si le dejan en paz a él también: no tiene ideología alguna ni pretende imponerla. Su religión es animista, simplemente. Valora la naturaleza, la vida y los aspectos materiales de la vida humana.